Mostrando entradas con la etiqueta expedición científica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta expedición científica. Mostrar todas las entradas

domingo, 27 de octubre de 2024

Patagonia: Las maravillosas aventuras de Mr. Musters

El inglés Musters y los tehuelches


Por Héctor Pérez Morando || Diario Río Negro




Vida muy singular y poco conocida la de George Chaworth Musters. Como para el libro. Inglés de sangre pero nacido en Nápoles, casualmente, «en transcurso de un viaje de sus padres» (13/2/1841). De familia acomodada y huérfano desde pequeño, tal vez los tíos marinos tuvieron que ver en su vida marina -desde los 13 años- y el «Algiers», la escuela. Recibió medallas por su actuación en Crimea. Escritos de Falkner, Darwin, Guinard, Fitz Roy, Viedma, De Angelis y otros fueron los antecedentes documentales para su formidable travesía patagónica que se inició en Punta Arenas, pasando por Gallegos, isla Pavón y finalizó en Carmen de Patagones (abril de 1869-26/5/1870) ¿Cuál fue el motivo principal del viaje? Varias hipótesis se han emitido y hasta la de «una misión especial del almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia» (Balmaceda, Rey 1976). ¿Espía? Tenía permiso de la Marina inglesa. Percibía una renta.

Cualquiera fuera el motivo, la realidad es que dejó un incomparable aporte toponímico y etnográfico principalmente, como nunca había ocurrido hasta poco después de la mitad del siglo pasado, y hasta un «vocabulario parcial de la lengua tsoneca» que incluyó en su libro «At home with the Patagonians. A year»s wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro», editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como «Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro». «El mapa de Musters es la primera información cartográfica directa del interior de la Patagonia». (Rey Balmaceda, ídem). Es llamativa la adaptación, el mimetismo que logró entre los tehuelches y sus formas de vida. Dio un «paseo» de 2.750 kilómetros y un año de duración, con los consiguientes peligros, y tuvo que afrontar y participar de la vida tehuelche: vestir quillango, usar boleadoras, andar a caballo, alimentarse con carne de guanaco, de avestruz (y huevos), de yegua y raíces. Debió habitar en toldos, dormir a la intemperie, hacer trenzados de cuero y -lo más importante- anotar los acontecimientos de la gran aventura, con mucha precisión y útiles detalles sobre flora, fauna, topografía y costumbres de los tehuelches. Es largo de detallar. Llegó a afirmar que «no merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter». Y en cuanto a las creencias, «la religión de los tehuelches se distingue de la de los pampas y araucanos porque no hay en ella el más mínimo vestigio de adoración al sol, aunque se saluda la luna nueva con un ademán respetuoso… creen en un espíritu bueno y grande… no tienen ídolos ni objetos de adoración…».

Según parece, dominaba bien el castellano y una partida de soldados en busca de prófugos de Punta Arenas facilitó el primer tramo de su viaje desde allí hasta la isla Pavón, desembocadura del río Santa Cruz, donde por entonces tenía sus dominios Luis Piedra Buena, a quien no pudo entrevistar por haber viajado poco antes. Llevaba una carta de presentación de Jorge M. Dean, de Malvinas, donde había estado. Carbón y oro son existencias de las que se fue informando. Se encontró con Sam Slick, hijo del cacique Casimiro. Hablaron en inglés. A partir de Pavón se iniciaría la parte más destacada de la aventura de Musters, acompañado por la parcialidad aóni-ken que hablaba el aóni-aish, «lengua que sería entonces la aprendida por Musters». Y desde allí, estuvo acompañado nada menos que por los célebres caciques Casimiro y Orkeke, de quienes llegó a ser muy amigo. ¿Qué método empleó el viajero inglés para llegar a ser admitido en los toldos andantes tehuelches y merecer gran respeto y confianza?

 

Lo describe a Orkeke: «Había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven… abundante cabello negro… ojos brillantes e inteligentes… era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres… desde el momento que fui huésped de él, su conducta para conmigo fue irreprochable». Y de Casimiro: «Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá (sic), le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura». (Musters, G. Ch., Vida, 1964).



Luego de isla Pavón, los tehuelches -más de doscientos entre hombres, mujeres y niños- y el viajero inglés se dirigieron a la precordillera. Llegaron al paraje Yaiken-Kaimak. Una escena de caza: vio un guanaco y «lo boleé con una boleadora para avestruz» y en ese lugar surgió «una inquietud general»: estar preparados «para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos o manzaneros». Todos se daban un baño diario en los cursos de agua. Llevaba una brújula -que le regaló a Foyel- y anzuelos para pesca que usó. Los tehuelches no comían pescado. Llegaron los tehuelches del norte -comandados por Hinchel- y se produjo un gran parlamento. «Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo… por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una tela blanca». (Musters, ídem).

«Después de varias arengas, dichas por Hinchel y otros, se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches», anotaría Musters. Musters dedujo que «las relaciones entre los tehuelches o tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico». El padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos, pese a lo cual «la diplomacia de Casimiro lograba conciliar a todas las partes». En ese lugar recibieron una partida del Chubut, «unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas, y ocupaban unos veinte toldos», la mayoría «jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche… unos cuantos tehuelches puros» cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), «un indio muy inteligente, que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche». El «Marco Polo de la Patagonia», como lo llamaron algunos autores, continuaba adentrándose en la vida tehuelche: «atoldándose», haciendo boleadoras y tientos, ganándose los alimentos cazando con ellos y como ellos y participando de acontecimientos muy celebrados por aquellos pobladores de la Patagonia: nacimientos, entrada a la pubertad, casamientos, muertes, etc. y hasta para evitar el efecto nocivo de los vientos «volví a aplicarme la pintura» (en el rostro), sin olvidar beber aguardiente, fumar en pipa y usar armas largas y cortas. En Teckel, por enero de 1870, recordaría que «estaba muy al tanto del género de vida y de las costumbres de los tehuelches, que me consideraban casi uno de ellos (en verdad, había llegado a adquirir cierta posición e influencia entre esa gente)». (Musters, ídem).

Llegaron al campamento Carge-kaik (Cuatro Colinas) y recibieron la amistosa visita de un hijo de Quintuhual, con un mensaje del padre. Hubo danza: «Entré con Golwin (Blanco) y dos más en la danza, apareciendo en traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas, y debidamente pintado, para gran delicia de los indios. Mi ejecución arrancó grandes aplausos». Tenía razón Musters, parecía uno más de ellos. Bien manejadas las relaciones públicas para entonces… Recibieron mensajes araucanos. Luego visitaron los toldos de Quintuhual y continuando la marcha llegaron a Diplaik (Moreno lo cita como Dipolokainen), donde un mensajero de Foyel les entregó una noticia: el araucano (chileno) Culfucurá -no emplea la denominación mapuche- incitaba a unirse para «hacer la guerra a Buenos Aires». Ni más ni menos que sus depredadores malones a la zona de Bahía Blanca y el gran espacio bonaerense. Se convocó a parlamento y se decidieron por la negativa. Aquellos tehuelches e «indios mansos» defendían y apoyaban a El Carmen (Carmen de Patagones) y allí se dirigirían en busca de «vicios», ración de ganado y demás que les entregaba el gobierno. Orkeke, Casimiro -«el gran cacique del sur»-, los pellejos con aguardiente y la nutrida caravana seguían la rastrillada para el norte (más o menos la actual ruta nacional 40) hasta llegar al campamento de Foyel, con buen recibimiento. Anteriormente -anotó Musters- un incidente le «facilitó la oportunidad de observar la predisposición de los araucanos para esclavizar y maltratar a todo «cristiano» que podían robar o comprar». Luego de otras bien narradas alternativas, emprendieron viaje a «Las Manzanas», los dominios de Cheoeque (sic), es decir el famoso Sayhueque. Se instalaron en Geylun -posiblemente al sur de Paso Flores y cerca de Pilcaniyeu actuales-, donde quedó la mayoría de los nativos y luego de cruzar el Limay y visitar a Inacayal, donde también son bien agasajados, fueron recibidos por el jefe manzanero: «Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero»… Este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche». En el toldo estaba «la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina». Tenían temor al «gualicho» y a otras circunstancias diarias.



Hubo fiesta, aguardiente en abundancia -con las armas guardadas-, manzanas frescas, piñones, carne e intercambio de objetos, alimentos y aguardiente. Pudo comprobar que el intercambio -pieles, tejidos, trenzados, caballos, alimentos, etc.- era moneda corriente. Tal como el trueque actual, que va ganando posiciones por la crisis. Hacían carreras de caballos. Se celebró un parlamento con tres temas: «Paz firme y duradera entre los indios presentes», «protección de Patagones» y «considerar el mensaje de Callfucurá (sic) acerca de un malón a Bahía Blanca, y en general la frontera bonaerense», sobre lo cual los tehuelches ya se habían expedido negativamente antes de llegar al lugar. Estaba allí Mariano Linares -de la tribu de ese apellido-, que había llegado de Patagones en misión de paz. Los picunches -anotaría el viajero inglés- eran «una rama de los araucanos bajo el dominio de Cheoeque… viven cerca de los pasos de la cordillera y saquean a todos los viajeros». Hubo otro parlamento en el que se resolvió unánimemente que «Cheoeque protegería la orilla norte del río Negro y cuidaría a Patagones por ese lado, mientras que Casimiro garantizaría el sur». Se ratificó el no malón a Calfucurá, «pidiéndole que limitara sus hostilidades a Bahía Blanca». Todo eso lo vivió el marino y aventurero inglés, como principal partícipe en aquellos conflictos internos, pero cuyos protagonistas maloneros más feroces y ladrones procedían del otro lado de la cordillera. Aunque Calfucurá estaba asentado en «Las Salinas» (La Pampa).

Luego del regreso a Geylun, se preparó el viaje a Patagones. Fueron de la partida Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y numerosos tehuelches, mujeres y niños. Es la primera vez que la «línea sur» rionegrina -con ligeras variantes en el trazado caminero y ferroviario actual- ve pasar tan numerosa y heterogénea comitiva. La toponimia incorpora y confirma nombres: Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta), Valcheta. Desde Maquinchao, Musters y dos acompañantes decidieron adelantar el viaje a Patagones. Llevaba una carta para el comandante Murga y la misión de preparar el terreno para la visita de los restantes. En cierta parte del trayecto «alegró nuestros ojos la vista del mar». Cruzaron para el río Negro y entonces «Haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador, etc.» Había tenido el equipo bien guardado. Cerca de «San Xavier» (Javier) tuvo contacto con los otros hermanos Linares y las estancias de Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell. Estos últimos le facilitaron dinero. Durmió en el toldo de Chalupe. En Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena -hermano de Luis-, el Dr. Humble, la galesa familia de Morris Humphreys y con Murga. Días después llegaron Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y tomó valiosos apuntes. Se embarcó en el vapor «Patagonia» (ex «Montauxk», de Boston) rumbo a Buenos Aires, que encalló en la desembocadura del Negro, y siguió viaje en la goleta «Choelechoel». El «tehuelchizado» -perdón por el neologismo- inglés había recorrido la Patagonia durante poco más de un año -llegó a Patagones el 26/5/1870- y daría a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de un gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata (commander). Estuvo casado con una peruana descendiente de ingleses y murió en 1879.

Una estación ferroviaria en Río Negro, un lago en Chubut y varias calles llevan su nombre, recordando la gran hazaña del inglés-tehuelche.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Rosas y Darwin: Cruce de experiencias

 "Me dijo que era inhumano": el impensado encuentro entre Rosas y Charles Darwin durante la primera conquista del desierto


Desarrollada entre 1833 y principios de 1834, esta expedición militar de la que poco se habla fue más que un intento por ocupar la Patagonia.

Por Yasmin Ali || Canal 26


Rosas y Darwin

Es de público conocimiento la expedición militar a la Patagonia que emprendió Julio Argentino Roca entre 1878 y 1885, que años después pasaría a la historia como Conquista del Desierto y que al día de hoy genera debates enardecidos. Pero antes de ella existió una liderada por Juan Manuel de Rosas entre 1833 y principios de 1834 de la que poco se habla.

Luego de finalizar su primer mandato como gobernador de Buenos Aires, entre 1829 y 1832, el Restaurador de las Leyes había rechazado volver al poder porque se le había negado la suma del poder público y las facultades extraordinarias. Casi sabiendo que lo mejor era esperar a que se calmen las aguas, decidió emprender una travesía por el sur de la Provincia y parte de la Patagonia donde conoció ni más ni menos que a Charles Darwin.

Un inglés en la Patagonia

Darwin, quien por aquel entonces tenía 22 años, se emprendió en un viaje desde diciembre de 1831 a octubre de 1836 donde recorrió el mundo al bordo del Beagle, de la Marina Real Británica, capitaneado por Robert Fitz Roy. A comienzos de 1833 el barco lo dejó en la desembocadura del Río Negro, lo que hoy es parte de la Patagonia argentina.

Cabalgó desde Carmen de Patagones hasta el Río Colorado donde se encontró con nada más, y nada menos, que el campamento de Rosas. Aquel ejército que comandaba el oriundo de Buenos Aires tenía como objetivo despejar a los indios y asegurar la frontera. En 1839 el inglés publicó Viaje de un naturalista alrededor del mundo donde describió su primera impresión de lo que vio:

    "Seguramente los soldados de ningún otro ejército han tenido tal apariencia de bandidos y villanos".

Rosas deseaba conocerlo y él aceptó. Darwin diría sobre él: "Un hombre de un carácter extraordinario, que ejerce una notable influencia en este país, al que probablemente terminará gobernando. Ha obtenido una popularidad sin límites y, en consecuencia, un poder despótico".


Primera conquista del Desierto

El mismo Rosas también habló de aquella reunión: "Seguramente acostumbrado a sus costumbres europeas, le impresionó ver a soldados negros y mestizos, muchos mal vestidos, y no entendió a los indígenas que se bebían la sangre de las reses que se carneaban. Es la vida del desierto, míster Darwin, le expliqué. Tampoco le entró en la cabeza por qué degollábamos a los prisioneros, me dijo que era inhumano. Le aclaré que no siempre era así, y le conté de mi pacto con los tehuelches, a los que acordé pagarle por indio que pasasen a mejor vida".

Del encuentro el naturalista se llevó un pasaporte que le otorgó Rosas y que podía usar en los puestos militares del gobierno bonaerense. De esta forma logró cruzar las pampas en dirección al Río de la Plata.

Pasó unos días en Buenos Aires antes de viajar a Santa Fe y volvió navegando por el Paraná. Al regresar se encontró que los simpatizantes de Rosas habían sitiado la Provincia. Pero Darwin pudo pasar pasar cuando mencionó que había sido huésped del general. En los primeros días de diciembre emprendió un nuevo viaje rumbo a Puerto Deseado.


La campaña militar de Rosas

La primera conquista

Alan Moorehead, autor de Darwin: la expedición en el Beagle 1831-1836, menciona lo que fue esta expedición militar al sur y el encuentro entre ambos: "El general mismo era tan extravagante y aficionado a los caballos como sus hombres. Llevaba en su séquito una pareja de bufones para divertirse y tenía fama de ser muy peligroso cuando sonreía; en esos momentos era capaz de ordenar que un hombre fuese fusilado o estaqueado. Existía en las pampas una prueba de equitación. Se colocaba un hombre en un larguero encima de la entrada del corral y se hacía salir a un caballo salvaje, sin silla ni freno; el hombre caía en el lomo del animal y lo montaba hasta que se detenía. Rosas podía realizar tranquilamente esta hazaña. No obstante, era un hombre venerado y obedecido; estaba destinado a ser dictador de Argentina durante muchos años".

En otro párrafo agrega: "La táctica de su campaña contra los indios era muy simple. Rodeaba a los que estaban dispersos por la pampa, pequeñas tribus de un centenar de individuos que vivían cerca de las salinas o lagos salados y, cuando los que huían de él habían sido concentrados en un lugar, procuraba matarlos a todos. No había muchas posibilidades de que los indios huyesen al sur del río Negro, pues tenía un acuerdo con una tribu amiga, en virtud del cual se obligaban a asesinar a todos los fugitivos que se cruzasen en su camino. Estaban muy ansiosos por cumplir, decía Rosas, porque les había anunciado que mataría a uno de su propio pueblo por cada indio rebelde que se les escapara".



El origen de las especies de Darwin

"Durante la estancia de Darwin, el campamento era un continuo hervidero. A cada hora llegaban rumores de escaramuzas. Un día vino la noticia de que uno de los puestos de Rosas, en la carretera a Buenos Aires, había sido arrasado", agregó.

Lo cierto es que aquel encuentro pasó a la historia, así como sus protagonistas. El 24 de noviembre de 1859, Darwin publicó en la editorial John Murray de Londres su mítico libro El origen de las especies y Rosas volvió a gobernar en Buenos Aires hasta el 3 de febrero de 1852 cuando cayó en la batalla de Caseros.

sábado, 20 de abril de 2024

Tierra del Fuego: Ramón Lista, sus masacres y su conversión final

Ramón Lista: el prestigioso naturalista, responsable de una atroz masacre de onas y su sorprendente conversión

Personaje por demás controvertido de la historia, fue el responsable de una de las primeras masacres de pueblos indígenas. Eximio naturalista y geógrafo, Experimentó una suerte de conversión que llevó a defender la existencia del indígena

Ramón Lista, el responsable de una de las primeras matanzas de indígenas en Tierra del Fuego

Ramón Lista era oficial mayor del departamento de Marina cuando en 1886 fue designado por el gobierno para explorar la parte argentina de la Tierra del Fuego, en un área comprendida entre el cabo Espíritu Santo al norte y la bahía Aguirre al sur.

Había nacido en Buenos Aires el 13 de septiembre de 1856, su abuelo había sido un militar de renombre en las guerras de la independencia y en las luchas civiles. Como integrante de la Sociedad Científica Argentina realizó diversas expediciones tanto al sur, como cuando recorrió el río Santa Cruz o bien cuando estudió el territorio misionero. En Europa había profundizado sus estudios de ciencias naturales y geografía.

Población Selk'nam, también llamados Onas, Tierra del Fuego, fines del siglo XIX (Archivo General de la Nación)

En esta expedición fue nombrado su ayudante el cirujano de segunda clase de la Armada Polidoro Segers y fue asistido por una escolta de 25 soldados, comandados por el capitán de caballería José Marzano. Completaba el grupo el cura salesiano José Fagnano, fundador y director de la misión en Carmen de Patagones. En noviembre de 1883, elevado a la categoría de monseñor, el religioso había sido nombrado por la Santa Sede Prefecto Apostólico de la Patagonia Meridional, Tierra del Fuego y Malvinas.

El 31 de octubre zarparon en el vapor Villarino, que estaba al mando del capitán de fragata Federico Spurr. Completaba el pasaje algunos que desembarcarían en Chubut. El 2 de noviembre distinguieron la torre de la iglesia de Mar del Plata, luego hicieron una escala en el río Negro y cuando entraron a Santa Cruz, comprobaron que el paisaje no había cambiado con el correr de los años, y que se veía la misma soledad y la ausencia de vegetación.

A Río Gallegos la llamaban “la California del sud” por los buscadores de oro que se aventuraban en sus tierras en la búsqueda del precioso metal. El 20 de noviembre pusieron proa al destino final. Al día siguiente llegaron a la bahía de San Sebastián, ubicada en el norte de la isla de Tierra del Fuego.

La zona de San Sebastián, en el norte de Tierra del Fuego, por donde desembarcó Ramón Lista

Por un lado desembarcó el capitán Marzano con diez hombres y seis mulas, mientras que en una lancha a vapor lo hizo Lista, llevando víveres y equipos. Segers y Fagnano quedaron a bordo para supervisar la descarga y el desembarco de unas cincuenta ovejas que habían llevado para tener carne fresca.

Eligieron un pequeño cañadón para levantar el campamento. La gran incógnita la representaban los indígenas, de los que poco y nada se sabía. Sobraban los comentarios y las habladurías entre el grupo de hombres, que decían que los selk’nams se comían a las viejas, que eran enanos con cola y que vivían bajo tierra.

Con el correr de las horas, algunos de ellos se hicieron ver pero enseguida corrían ante la presencia de los centinelas. En una de esas corridas, incendiaron el pasto para cubrir su huida. Por precaución, se mandó cargar las armas, según el relato que dejó escrito el propio Lista.

Mientras tanto, continuó la descarga de unos 80 o 90 cajones con víveres, provisiones y enseres.

El fatídico 25 de noviembre, Lista dispuso que había que conocer el lugar donde vivían los indígenas. A las siete de la mañana salió junto al capitán y diez soldados. Demoraron dos horas de marcha, a veces al paso y otras al trote, para dar con la toldería.

Era evidente que los indígenas los habían visto y habían escapado, porque no había nadie, aunque los fuegos estaban encendidos. Uno de los soldados, expertos en seguir rastros, dio la posición donde estaban, justo detrás de una loma, a unas tres leguas de la bahía.

Tapa del libro en que Lista realiza una pormenorizada descripción de Tierra del Fuego y donde relata el trágico episodio con los onas

Cuando llegaron al lugar, los naturales volvieron a escapar y dejaron a un bebé, que los soldados colocaron sobre la grupa de una mula.

Cuando los soldados los alcanzaron, los indígenas estaban protegidos, formando un semicírculo. Según Lista, fueron recibidos por una lluvia de flechas. Ordenó no responder el ataque, aunque dispuso disparar sin dirección.

La reacción provocó una nueva andanada de flechas, una de las cuales hirió a un soldado cerca de su tetilla izquierda. Los indígenas volvieron a ocultarse.

La noche se acercaba y Lista pretendía terminar con la amenaza que suponía para el campamento este grupo de selk’nams, y decidió atacarlos. A la izquierda estaba el capitán con tres soldados, al centro él mismo, y a la derecha el resto de los hombres.

En la arremetida, el capitán resultó herido en la cabeza por una flecha pero continuó avanzando. Las descargas de las carabinas fueron letales: en instantes resultaron muertos 28 indígenas, entre ellos se distinguía un hombre de cuerpo atlético, que Lista dedujo que era el jefe.

Dijo haber hecho nueve prisioneros, a los que hizo embarcar para enviarlos a Buenos Aires. Eran tres mujeres y seis niños.

Dos días después le escribió una carta al presidente Miguel Juárez Celman. A pesar de la gravedad del hecho vivido, comenzó describiendo el paisaje fueguino y se lamentó que “la existencia de oro parece problemática” y que “hasta ahora no hallé ni una sola pajilla de ese metal”.

Luego describió el combate “que tuve que librar con diez hombres contra cuarenta salvajes ocultos en los matorrales”, “a pesar de nuestras demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos arrojándonos un enjambre de flechas”.

Mujeres selk'nam, a orillas del Lago Fagnano, en una foto alrededor de 1905 (Archivo General de la Nación)

Admitió haber matado a 26, “todos de estatura gigantesca y de corpulencia similar a los tehuelches”.

Fagnano le protestó airadamente y le recriminó que con persuasión y paciencia podrían haber llegado a un acuerdo con los nativos. Lista amenazó con fusilarlo.

Lo anteriormente descripto fue escrito por el propio Lista en su libro “Viaje al país de los onas – Tierra del Fuego”, que dio a conocer en 1887. Estaba convencido de que los fueguinos eran antropófagos y que si eran capturados sostenía que hubiesen sido degollados o torturados.

La otra versión era mucho más cruel. En la expedición de Lista por localizar a los aborígenes, cuando los encontraron, dio la orden de disparar. Y que cuando creyeron haber matado a todos, encontraron a uno oculto en los pastizales y lo remataron de 28 tiros.

La expedición finalizó a fines de enero del año siguiente. Cuando volvió a Buenos Aires, ni él ni sus soldados sufrieron castigo alguno. Fue nombrado en 1887 gobernador de Santa Cruz, cargo que ejerció hasta 1892. Ocupó gran tiempo en explorar la región.

Lista sería el fundador de la Sociedad Geográfica Argentina y era un verdadero apasionado por la ciencia. Escribió varios libros y trabajos sobre arqueología, antropología y ciencias naturales.

Con el correr del tiempo fue cambiando su visión sobre el indígena, cuando opinaba que era una “raza degradada, que seguramente ocupa el bajo nivel entre todos los pueblos salvajes”. En su estancia en el sur había formado familia con Koila, una mujer tehuelche. Aprendió a entenderlos, a estimarlos y a valorarlos, al punto de escribir un libro sobre ellos “Los tehuelches, una raza que desaparece”, editado en 1894.

En Buenos Aires permanecía su esposa Agustina Pastora Andrade, la hija del poeta Olegario Víctor Andrade, con quien se había casado en 1879 en la iglesia de San Ignacio. Tenían dos hijas.

Por un tiempo acompañó a su marido en las lejanas tierras del sur, pero luego decidió regresar a Buenos Aires cuando, al parecer, ella se enteró de la amante de su marido y de la existencia de una hija, Ramona Cecilia, a la que le ha dado su apellido.

Su esposa terminó su vida con un tiro en el pecho. El presidente Carlos Pellegrini lo hizo llamar a Buenos Aires y debió dejar la gobernación. Sus viejos amigos y personajes influyentes lo abandonaron y fueron inútiles sus esfuerzos por conseguir trabajo. En 1896 encaró una expedición al chaco salteño y el 23 de noviembre de 1897 apareció muerto de un tiro, que no se supo si fue un suicidio o si alguno de los baqueanos que lo acompañaban lo asesinaron para robarle.

Sus amigos de la Sociedad Geográfica Argentina se ocuparon de traer sus restos a Buenos Aires y fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta, con la asistencia de lo más granado de la sociedad.

Desde 1992, el 25 de noviembre, cuando se perpetró la primera masacre de nativos de la isla de Tierra del Fuego, se conmemora el día del Indígena Fueguino.



viernes, 2 de febrero de 2024

Tierra del Fuego: Los onas que fueron a Londres y volvieron

Los Selk'nam que fueron a Londres

Por: Mariano Rosello‎ en MEMORIAS CURIOSAS ARGENTINAS





En los años 1826-30 el capitán de la marina real inglesa Robert Fitz-Roy (1805-1865), realizando un viaje alrededor del mundo, pasó por las costas de la Patagonia y el Estrecho de Magallanes, al comando de la nave «Beagle».
 Recogió entonces y llevó a Inglaterra a cuatro aborígenes fueguinos: dos hombres mayores, un joven y una jovencita. Uno de los dos mayores murió en Inglaterra, pero los otros tres, al parecer, se fueron adaptando bastante bien y rápido a esa vida que les era tan distinta. Al cambiar de costumbres, adquirieron nuevos nombres y el hombre decidió llamarse YORK MINSTER; la muchacha, FUEGÍA BASKET y el muchacho que había sido comprado a sus parientes por un botón, adoptó un nombre alusivo: JEMMY BUTTON.
A pesar de que según los naturalistas, las tribus fueguinas eran las más atrasadas entre todas las tribus de aborígenes, estos tres indígenas no hicieron mal papel en la culta Europa. Aunque colérico y perezoso YORK MINSTER mostró una inteligencia bastante desarrollada. La muchacha era modesta y de facciones regulares y demostró una curiosa facilidad para los idiomas, es así que llegó a expresarse bien en inglés y un poco en español y portugués. JEMMY BUTTON, aunque también colérico, tenía frecuentes accesos de alegría, pero se desempeñaba muy bien en su trato con otras personas.
En 1832 el capitán FITZ-ROY decidió realizar un nuevo viaje hacia América en el “Beagle” y quizás arrepentido de haber arrancado de su ambiente a estos tres indígenas, los embarcó para traerlos de regreso y reintegrarlos a su tribu. En este viaje iba acompañado por el naturalista CHARLES DARWIN, quien en alguna de sus obras, se refirió a estos tres fueguinos diciendo con respecto a JEMMY: “….. era pequeño, fuerte y grueso, muy coquetón; llevaba siempre guantes, se hacía cortar el pelo y sufría un gran disgusto cuando se le manchaban las botas, siempre muy bien lustradas. Le gustaba mucho mirarse al espejo. . .". De los otros dos, no supo nunca nada más.
En 1833, JEMMY BUTTON se reencontró con sus parientes y se reintegró a su tribu. Parece ser que, fluctuante entre la civilización y la vida natural, le costó mucho entenderse con sus antiguos amigos. Les hablaba en inglés y luego afirmaba, muy contrariado: «No saben nada». Pero aquí quedó y el «Beagle» siguió su viaje, dejándolo entre los suyos. Años después, Fitz-Roy regresó a Tierra del Fuego y desde cubierta vio acercarse una canoa con un indígena que iba desnudo y que trataba, apurado, de lavarse la cara para quitarse las huellas de la pintura que tenía. El indígena era JEMMY. Dijo que no sentía frío a pesar de ir desnudo, que se había casado y que tenía bastante de comer, por lo que no quería volver más a Inglaterra. Una vez a bordo se vistió para comer con el capitán, y lo hizo muy correctamente. Se despidió, y mientras el «Beagle» se alejaba, encendió fuego en la costa, como si en esa forma diera su adiós a los británico

miércoles, 29 de marzo de 2023

Biografía: George Chaworth Musters, el Marco Polo de la Patagonia

George Chaworth Musters

Revisionistas



George Chaworth Musters (1841-1879)

Nació en Nápoles (Italia), el 13 de febrero de 1841, en el transcurso de un viaje de sus padres, John George Musters, oficial del regimiento 10 de Húsares, y de Emily Hammond, correspondiéndole la nacionalidad británica por el derecho de sangre (jus sanguinis). Huérfano a los pocos años, lo educó John Hammond, su tío materno, quien fue uno de los marinos del almirante Fitz Roy que en 1832 viajó en el Beagle. Siendo niño, Musters seguramente habrá escuchado de su tío los relatos de ese poco conocido y misterioso territorio llamado Patagonia.

Se educó en la Isla de Wright y en Sandgate. Luego siguió la carrera naval en la academia de Mr. Burney, en Gosport. En 1854, ingresó al servicio a bordo del buque insignia “Algiers” con el que se dirigió al Mar Negro. Su actuación fue meritoria, pues, cuando sólo tenía quince años, recibió la medalla de Crimea.

En octubre de 1858, fue transferido al “Gordon”, después al “Chesapeake” y al “Marlborough”. En 1861, se lo ascendió a oficial de navegación, y luego prestó servicios en el yate real “Victoria and Albert”, siendo promovido al grado de teniente.

Trasladado al “Stromboli” de servicio en la costa sudatlántica de América, permaneció Musters hasta su desarme en Portsmouth, en junio de 1866. A este período corresponde una curiosa aventura suya, al salir con un compañero al Cerro Pan de Azúcar en Río de Janeiro para colocar en su cima una bandera británica, que permaneció en el lugar varios años. También durante esa etapa de su vida, adquirió tierras e inició la cría de ovejas cerca de Montevideo. Conoció el Río de la Plata y el Paraná.

Musters no se reintegró a la marina inglesa luego del desarme del “Stromboli”, y en abril de 1869, se encontraba en las Islas Malvinas de camino para Buenos Aires.

Su tío Robert Hammond había formado parte de la tripulación del “Beagle” que con Fitz-Roy navegó por la América del Sur. Eso y tal vez otras lecturas afines -Darwin por caso- animan a pensar en su decisión exploratoria por la Patagonia. Así es que da inicio a su famosa travesía para lo cual se trasladó a Punta Arenas. De allí marchó a la Isla Pavón en la desembocadura del río Santa Cruz, donde Luis Piedrabuena tenía su factoría, y trató de unirse a la caravana tehuelche que marchaba hacia el norte.

Dice Raúl Rey Balmaceda “La aventura tuvo comienzo en momentos difíciles para nuestro país. En abril de 1869, en efecto, se desarrollaba la guerra fratricida con el Paraguay, por lo que el gobierno de Buenos Aires se había visto obligado a pactar con los indígenas meridionales y a otorgarles grados y raciones con el fin de mantener la estabilidad de la línea de fortines. Regía los destinos del país don Domingo Faustino Sarmiento, y en ese mismo año de 1869 se realizó el primer censo nacional”.

Musters se convirtió en un tehuelche más, vistió sus ropas y aprendió la lengua de sus acompañantes. El itinerario total de este “Marco Polo de la Patagonia” como lo ha llamado Teodoro Caillet Bois, alcanzó a dos mil setecientos cincuenta kilómetros.

La comitiva se puso en movimiento en agosto de 1869, y atravesó el territorio de Santa Cruz del Atlántico a la Cordillera a la altura del Río Chico. Tomó luego hacia el norte, y a fines de setiembre entró a Chubut, siendo la permanencia en sus límites de ciento cincuenta y cinco jornadas.

Muster hizo 34 campamentos en esa provincia, y con la caravana indígena recorrió hermosos lugares. Llegó a Carmen de Patagones (1), el 26 de mayo de 1870, dirigiéndose de inmediato a Buenos Aires.

La aventura finalizó un año signado por el levantamiento de López Jordán, la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, el ataque indígena a Bahía Blanca, la realización de la excursión de Mansilla a los indios ranqueles y la llegada de Thomas Bridges a Ushuaia”.

Aquí, el diario “The Standard” dio a conocer un resumen de su aventura, el 7 de agosto de ese año. Luego partió a Inglaterra, donde se encontraba a mediados de diciembre, pues el 13 de dicho mes leyó una comunicación ante la Royal Geographical Society.

En junio de 1871, el viajero inglés pasó a situación de retiro con el grado de capitán de fragata. En ese mismo año, publicó la edición de su At home with the Patagonians. A year´s wanderings over introdden ground from the strait of Magellan to the Río Negro (Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el Estrecho de Magallanes hasta el Río Negro), y dado su éxito apareció la segunda edición en 1873, que no difiere de la anterior. En él, resumió las observaciones recogidas durante su viaje. Como apéndice de su obra, Musters hizo conocer también un mapa, que tiene el singular mérito de ser la primera información cartográfica directa de la Patagonia.

Viajó poco después a la isla Vancouver y a la costa pacífica de América del Norte, y tuvo interesantes aventuras entre los indios de la Columbia británica.

En 1872, se habría encontrado en Inglaterra, en oportunidad de ser distinguido por la Royal Geographical Society con un reloj de oro provisto de adecuada inscripción rememorando su hazaña.

Hacia 1873, intentó cruzar nuevamente la Patagonia, partiendo desde Valparaíso. Muy poco se conoce de este viaje, aunque es posible que haya pesado en su ánimo la invitación que le formulara Shayhueque “el Señor de las Manzanas”. Parece ser que exploró la provincia chilena de Valdivia. De regreso de su viaje a Araucaria relató sus aventuras al marino chileno Simpson, diciéndole que al no poder atravesar la cordillera por el lado de Valdivia, varió su itinerario por Patagones.

Llevado por su sed insaciable de aventuras marchó con dos comerciantes que traficaban con los indios, pero al llegar al otro lado fue inmediatamente descubierto por un cacique debido a la intervención que había tenido en un rudo combate entre los tehuelches y los pampas al que puso fin con su revólver, decidiendo la acción. Apoderados de todos sus efectos y armas, sin esperar que repartiese sus regalos, fue reducido a prisión. El cacique convocó a los demás jerarcas vecinos para juzgarlo, y a la tarde, cuando estuvieron reunidos, comenzó como ceremonia previa, una bacanal con el aguardiente que Musters les había llevado, emborrachándose con ellos. A medianoche logró escapar a caballo, caminando dos días con sus noches hasta Valdivia.

De regreso a Inglaterra en junio de 1873, se casó con Herminia Williams, de Sucre (Bolivia), y se dirigió con ella al país del altiplano.

Por entonces, apareció la traducción alemana de su obra con el mismo título Unter den patagoniern. Wanderugen auf unbetretenem boden von der Magalhães-Straße bis zum Río Negro (Jena, 1873)

Durante su permanencia en Bolivia, desde febrero de 1874 a setiembre de 1876, Musters recorrió extensas regiones en compañía del ingeniero de minas John B. Michin.

De vuelta a Inglaterra, a fines de 1876, Musters vivió en casa de un hermano en Wiverton (Nottinghamshire). Los tres últimos meses de su vida transcurrieron en Londres, pues se preparaba para desempeñar sus nuevas funciones de cónsul en Mozambique, para las que había sido designado por el Foreign Office, el 23 de setiembre de 1878.

Musters escribió otro libro en el que narró sus aventuras de 1873, bajo el rótulo de Journey in Araucania (Londres, 1878).

Pocos días antes de su partida para Africa, y como consecuencia de la operación de un absceso, falleció el 25 de enero de 1879, a los 38 años de edad. El “Times”, en su edición del 29 de enero, decía que “Con su muerte el país ha perdido un servidor fiel y capaz, y la ciencia un empeñoso explorador”. Era alto, delgado, rubio y de fisonomía agradable. De modales finos, demostraba penetración e inteligencia.

En 1911, apareció la versión castellana con el título Vida entre Patagones, a cargo de la Universidad Nacional de La Plata, pero el mérito de esta edición disminuye por el poco cuidado aplicado a la tarea, siendo más cuidada y prolija la realizada por ediciones Solar-Hachette, en 1964, en la Colección “El Pasado Argentino”.

Varios puntos de la geografía patagónica llevan su nombre.

Referencia

(1) Los indios tehuelches realizaban esta expedición anualmente para vender sus productos (plumas de ñandú y pieles de guanaco) en Carmen de Patagones, obteniendo a cambio yeguas, vacas, ponchos, yerba mate y tabaco otorgados por el gobierno de Buenos Aires.

Fuente
  • Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1975)
  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
  • Musters, George Chaworth – Vida entre los Patagones – Ediciones Solar/Hachette, Buenos Aires (1964).

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Argentina: Los caballos cimarrones de Sierra de la Ventana

El secreto que guardan los caballos salvajes de Sierra de la Ventana y la importancia de preservarlos

En un paisaje bonaerense serrano de 6700 hectáreas, la mayoría de ellas donadas en 1936 al Estado por Ernesto Tornquist (lo que fuera en ese entonces su estancia La Blanqueada), viven unos 600 caballos salvajes, descendientes de aquellos primeros que llegaron a nuestro país. En torno de ellos, se generó una gran polémica entre biólogos, guardianes del predio, criadores, amantes y proteccionistas de equinos a partir de la reciente presentación de una ponencia doctoral sobre cómo manejar a los caballos cimarrones.

La propuesta -como ya sucedió en 2007 durante el gobierno de Felipe Solá, cuando se sacrificaron 80 caballos y se destinó el resto a Remonta y Veterinaria- sería eliminar una parte de los ejemplares y enviar algunos a escuelas de equinoterapia y otros destinos, algo muy poco viable para caballos que jamás han sido amansados y viven en total libertad.

Cuenta con el apoyo de biólogos y custodios del parque, quienes aseguran que las manadas se reproducen sin control y que destruye el “pastizal pampeano serrano”, su último reducto, y en consecuencia “compite con los animales nativos que se quedan sin alimento”.

La historia

Pero estos caballos no son otros que descendientes de los primeros habitantes equinos de América, de raza ibérica, un compuesto genético de caballos del valle del Guadalquivir, rocines, jacas de trabajo del norte de la península y barberiscos del norte de África. Algunos de ellos se escapaban de las misiones y formaban manadas que se reproducían en las grandes praderas, al norte y al sur, adonde eran capturados y domesticados por indígenas.

Y no solo eso: el linaje de estos cimarrones es aún más notable, ya que descienden de la misma manada de la que provienen nuestros Mancha y Gato, esa pareja que, desde Buenos Aires, recorrió 21.000 km y llegó un 20 de septiembre de 1928 a la ciudad de Nueva York; es decir, de la sangre más pura y rancia que se conozca de nuestros equinos.

Aimé Tschiffely con el caballo Mancha en Nueva York

La historia comenzó en 1911, cuando el veterinario y productor Emilio Solanet viajó a los altos del río Senger, en Chubut, a comprar caballos que no estuvieran mestizados, pertenecientes a la tribu de los indios tehuelches Liempichún. Trajo en arreo una selección de 85 yeguas indias y padrillos, entre los que había un gateado y un manchado overo: los célebres Mancha y Gato. En su camino de vuelta, regaló a su amigo Tornquist un padrillo y una yegua de la manada.

Años después, llegó a la estancia El Cardal de Solanet para comprar dos caballos criollos el gringo radicado en la Argentina Aimé Félix Tschiffely, un profesor de inglés de Quilmes que quería cumplir la proeza de unir las tres Américas a caballo. “Quiere llegar a Nueva York y no llegará ni a Rosario” , dicen que dijo en un primer momento, pero que finalmente, y ante la insistencia y entusiasmo del suizo, terminó creyendo en él y le regaló a Mancha y Gato, de 15 y 16 años, respectivamente.

Décadas después, cuando Tornquist donó sus tierras a la Provincia y se creó el parque provincial que lleva su nombre, vivían allí los descendientes de aquellos caballos regalados por su amigo Solanet y sobre los que ahora se cierne una nueva amenaza. La inquietud corre entre criadores de caballos, proteccionistas, amantes de los animales en general y de los caballos en particular.

La manada de caballos que habita en el Parque Tornquist de Sierra de la Ventana

Coalición

Las ONG de rescate equino decidieron unirse en defensa de los cimarrones. “Entendemos que la reproducción sin control de los caballos es perjudicial, pero solicitamos que el control de dicha especie sea realizada sin sacar un solo ejemplar del parque. La castración de machos padrillos y potros es la única solución de largo y mediano plazo para la problemática”, afirma el veterinario Edgardo Di Salvo, miembro de esta coalición.

“La realidad es que se desconoce un trabajo serio y bien realizado con esta manada”, agrega Raúl Etchebehere, presidente de la Asociación de Caballos Criollos. “Sería importante preservar los caballos como patrimonio cultural. Son parte de nuestra historia. Solanet fue especialmente a buscar los caballos del cacique tehuelche, que él sabía que no estaban mestizados. En el camino le deja a Tornquist algunos, y los cimarrones del parque descienden de ellos. Son los únicos que se conocen de esa procedencia”, detalla.

Emiliano Ezcurra, expresidente de la Administración de Parques Nacionales y actual director del Banco de Bosques, explica: “Es una situación muy injusta. Los animales no tienen la culpa de estar generando daño en desmedro de pastos y de otros animales, pues es debido al descalabro que hemos hecho los humanos. Nadie quiere hablar acerca del tema ni tomar medidas, lo que deriva siempre en situaciones graves. Las vacas y los caballos no deberían estar dentro de las áreas protegidas, eso es una realidad, pero en nuestro país tenemos mucho espacio para reubicarlos y evitar así que terminen siendo cazados por guardaparques, como sucedió en el Parque Patagonia. Sin embargo, jamás se ha hecho un trabajo serio con ellos. Hay que intentar ubicarlos en un espacio para ellos, adonde no compitan con el resto”.

Monumento a Aimé Tschiffely, Gato y Mancha, en Ayacucho

Desde el Ministerio de Ambiente de la provincia de Buenos Aires, del que depende directamente el parque de Sierra de la Ventana donde viven los 600 caballos salvajes, no respondieron a LA NACION para esta nota.

Todas las razas autóctonas americanas fueron hijas de los caballos ibéricos. La cultura del cowboy y del gaucho, del ganadero de grandes espacios, son una herencia directa de los españoles que terminó uniendo a todos las culturas y convirtiendo al caballo en un animal emblemático de América. Preservar a esta manada de cimarrones sería también proteger nuestra identidad a través de nuestros animales.

martes, 3 de mayo de 2022

Patagonia: La expedición de Musters

A 130 años de su muerte: George Chaworth Musters, viajero patagónico

Río Negro






¿Fue espía inglés? Varias opiniones y análisis de su largo viaje desde Punta Arenas (Chile) hasta Carmen de Patagones involucran a respetados autores hasta llegar a "considerar que era un verdadero deportista y explorador en el sentido más amplio de la palabra"; "sólo podemos aventurar una hipótesis acerca de la existencia de una misión especial del Almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia y, lo que parecería más verosímil, de tanteo del espíritu de los indígenas con respecto a la Corona insular" (sic, Rey Balmaceda, R. C., 1976).

George Chaworth Musters nació casualmente en Italia (13/2/1841) pero de padres ingleses de clase acomodada y quedó huérfano a temprana edad. Tíos marinos influyeron en su mirada al mar desde pequeño y tuvo al velero "Algiers" como escuela inicial; escaló grados en la Marina inglesa. Su tío Robert Hammond había formado parte de la tripulación del "Beagle" que con Fitz-Roy navegó por la América del Sur. Eso y tal vez otras lecturas afines -Darwin por caso- animan a pensar en su decisión exploratoria por la Patagonia. Omitimos detalles dada la índole de esta nota, pero el salto marítimo en nuestro sur fue de Malvinas a Punta Arenas, donde comenzó la gran aventura terrestre que duró más de un año y que obliga a análisis profundos. Aun así, éstos parecieran no convencer sobre el propósito principal del peligroso paseo acompañado en gran parte por caciques tehuelches y sus tolderos que narró en "At home with the patagonians. A year's wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro", editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como "Vida entre los patagones".

De su escrito surge que en marzo de 1869, estando en Malvinas (Stanley), obtuvo una carta de recomendación del gobernador británico Jorge M. Dean para Luis Piedra Buena -a quien consideraba su amigo, instalado en isla Pavón, en la desembocadura del río Santa Cruz-, que podría facilitar su misión y trato con los tehuelches: "Los informes que me habían dado sobre el carácter tehuelche y sobre la deleitosa diversión de la caza del guanaco... me hicieron ansiar más que nunca la realización de ese plan y, como conocía medianamente el español, lengua que muchos de los indios saben bien, me parecía posible cruzar sin peligro el país en compañía de algunas de las partidas errantes de indígenas". "Armado así de credenciales, y pertrechado con una manta de piel de guanaco, un lazo y una boleadora, aproveché el ofrecimiento de un pasaje hasta el estrecho que me hizo un amigo que se dirigía a la costa occidental". A caballo y acompañado llegó a la isla Pavón, donde Piedra Buena no se encontraba.

Fueron apareciendo en escena el cacique Casimiro, padre de San Slick y Orkeke: "Mucho me impresionó el porte grave y solemne de éste. Ante su estatura de seis pies cabales y su proporcionada musculatura, nadie habría sospechado que el hombre había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo, o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven. Su abundante cabello negro estaba levemente veteado de gris, y sus ojos brillantes e inteligentes, su nariz aguileña y sus labios delgados y firmes eran muy diferentes de lo que, según la idea corriente, son las facciones patagónicas; una frente achatada afeaba un poco la expresión de su rostro, que, sin embargo, era seria y meditativa, y a veces notablemente intelectual... Aunque era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres, era víctima, como todos los indios, de los parásitos" (sic). Escribió que una noche le dijo: "¡Musters, los piojos no duermen nunca!". Sin duda, descripción con especial relieve del famoso cacique.



En Pavón se inició la parte más interesante del recorrido acompañado por los caciques, sus familias y otros aborígenes de la parcialidad aóni-ken que hablaban el aóni-aish "lengua que sería entonces la aprendida por Musters". La amistad entre ellos se fue incorporando y el marino inglés llegó a compartir toldos itinerantes, describiendo a Casimiro en otra estampa de su libro: "Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá, le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura".

Luego de Pavón, la caravana de más de doscientos hombres, mujeres y niños apuntó a la cordillera y en el paraje Yaiken-Kaimak se hizo presente la caza: vio un guanaco y "lo boleé con una boleadora para avestruz". El inglés se iba mimetizando en el quehacer tehuelche y hasta se bañaba diariamente en un arroyo cercano. En aquel campamento surgió una inquietud nada tranquilizante: prepararse "para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos manzaneros". Se hicieron presentes tehuelches del norte con Hinchel a la cabeza y se celebró un gran parlamento: "Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo... por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una bandera blanca". Hubo variadas arengas y finalmente "se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches", lo que hizo a Musters deducir "que las relaciones entre los tehuelches y tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico", teniendo en cuenta -por caso- que el padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos. Allí se les incorporaron "unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas", la mayoría "jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche" cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), "un indio muy inteligente que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche".



Musters escribió después en su libro que en el largo viaje participaba de los acontecimientos aborígenes, como nacimientos, la entrada en la pubertad de las niñas con una ceremonia especial, uniones matrimoniales (para decirlo de alguna manera), ritos funerarios, religión, caza, bebidas, fumar, etcétera, y en Teckel (enero de 1870) "estaba muy al tanto del género de vida y las costumbres de los tehuelches, que me consideraban uno de ellos". Luego, en el campamento de Carge-kaik recibieron la visita del hijo de Quintuhual, hubo festejo y Musters se vistió con "traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas y debidamente pintado" para delicia de los nativos. Visitaron los toldos de Quintuhual y en Diplaik se enteraron de los propósitos de Calfucurá, que los incitaba a unirse para "hacer la guerra a Buenos Aires", entendida como malones a Bahía Blanca, lo que no fue aceptado.

Más tarde tuvo lugar la visita al paraje Geylun y, cruzando el Limay, el encuentro con Inacayal y Sayhueque (Cheoeque escribió Musters) ya en "Las Manzanas": "Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de potro... este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche". En el toldo lucía "la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina". Hubo una gran fiesta y abundante aguardiente, pero con las armas guardadas, y en otro parlamento se ratificaron el no malonero de Calfucurá y la defensa de Patagones.

Reiniciaron el viaje. Meta: Patagones; fueron recorriendo lo que hoy es la Línea Sur rionegrina. Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y otros tehuelches. La toponimia incorporó a Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta) y Valcheta. Desde la actual Maquinchao, el marino inglés con dos acompañantes se despidió de la larga comitiva adelantando la llegada a Patagones. Llevaba carta para el comandante Murga, jefe del fuerte. Cruzaron el río Negro y "haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador". Cerca de San Xavier (Javier) tuvo contacto con los hermanos Linares, "indios mansos", y con los estancieros Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell.

Llegado a Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena, hermano de Luis; el doctor Jorge Humble y la familia galesa de Morris Humphreys -todo bien narrado y detallado en su escrito- y mantuvo una especial entrevista con el comandante Julián Murga. Recibió a Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y escribió valiosos pormenores de El Carmen. Tomó pasaje en el vapor "Patagonia" -completando su propósito- y como encalló en la "barra" siguió con la goleta "Choelechoel". Llegó a Patagones el 26 de mayo de 1870 tras recorrer más de 2.700 kilómetros y después dio "a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata" y se casó con descendiente de ingleses.

Vivió varios años en Bolivia y falleció el 25 de enero de 1879, hace 130 años. Varios puntos de la geografía patagónica llevan su nombre.



HÉCTOR PÉREZ MORANDO (*)

(*) Periodista. Investigador de historia patagónica

Bibliografía y fuentes principales: Musters, G. C.: "Vida", trad. (1964); Rey Balmaceda, E. C.: "Geografía histórica" (1976); Daus F. A.: "Prólogo" (1976). Fontana, L. J.: Rev. A. A. "Recordando" (1887). Pérez Morando, H.: "El inglés", R. N. (2000). Ygobone, A. D.: "Viajeros" (1977) y "Paladines" (1950). Llarás Samitier, A.: "Historia", A. A. (1953). Archivo del diario "Río Negro", Biblioteca Patagónica y otros.


martes, 12 de abril de 2022

Patagonia: La magnífica e inimitada expedición de Musters

El Marco Polo de la Patagonia






Entre los años 1869 y 1870, el oficial de la Marina Británica, George Chaworth Musters, completó el ciclo de la exploración del interior de la Patagonia recorriendo 2.750 km desde Punta Arenas hasta Carmen de Patagones. Lo hizo cumpliendo un pedido personal del entonces gobernador de las islas Malvinas. Convencido de que la mejor manera de explorar y conocer esos territorios era uniéndose a una caravana tehuelche, entró en contacto con un grupo nómade, y durante cuatro meses acampó con ellos sobre el río Santa Cruz, aprovechando ese tiempo, para ganar la confianza y aprender las costumbres de sus compañeros de travesía.
Finalmente, en agosto de 1869, la caravana integrada por los caciques Orkeke y Casimiro Biguá, sus familias y guerreros y Musters, partió hacia el norte.
Remontaron el Río Chico de Santa Cruz, luego cruzando hacia el norte en un recorrido de aguada en aguada a corta distancia de la cordillera, por donde hoy pasa la Ruta Nacional N° 40.



En su trayecto, pasaron por los lugares que actualmente ocupan las localidades de Perito Moreno, Río Senguer, Tecka, Esquel y El Maitén,Ñorquinco y Pilcaniyeu
En este lugar conoció al cacique mapuche Foyel, segundo del gran cacique Sayhueque, que lo invitó a visitar a su jefe. Pero los tehuelches desconfiaban de Sayhueque y llevaban algunas semanas de retraso respecto de sus planes, de modo que continuaron su camino hacia el este, por el trazado de la actual Ruta Nacional 23, por Maquinchao y Valcheta
.Cuando llegó a Carmen de Patagones la travesía había durado poco más de un año, teniendo un panorama completo de la región de sus posibilidades y limitaciones económicas. .
En el relato de su viaje, editado en Londres en 1871 con el nombre "Vida entre los Patagones”. plasmó costumbres, curiosidades, rituales y un vocabulario tehuelche; además, información acerca de la geología, orografía, hidrografía, la fauna y la flora del interior, de la Patagonia.
Manifestó en su obra que "estaba muy al tanto del género de vida y las costumbres de los tehuelches, que me consideraban uno de ellos". En verdad supo conquistar la simpatía de sus compañeros de travesía, los que recordarían con cariño al rubio y gentil ¨Misters¨, que en poco tiempo se había convertido en un patagón más entre ellos.



Respecto de los motivos del viaje, los historiadores se dividen entre los que consideran que fueron su espíritu deportivo y aventurero, y la influencia de los relatos de las experiencias de Charles Darwin y Fitz Roy, mientras que otros consideran que podría haberse tratado de un espía al servicio del almirantazgo británico, cumpliendo una misión especial para conocer la realidad de esta despoblada zona de mundo.
Sea como sea, el resultado de su exploración, contribuyó de un modo excepcional a proporcionar valiosa información sobre esta región hasta entonces desconocida de nuestro país. En su momento la publicación de Musters fue definida como el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de gran valor documental¨¨. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society
Musters exploró otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más.. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata" y murió muy joven a los 38 años.

sábado, 11 de mayo de 2019

Royal Navy: El HMS Terror y Erebus de la fallida expedición Franklin

Hallan el HMS Terror de John Franklin hundido en el Ártico hace 170 años

Los restos del segundo barco de la fallida expedición al Paso del Noroeste se encuentran en buen estado
ABC





Los restos del HMS Terror, uno de los dos barcos perdidos en 1845 en la expedición del explorador británico sir John Franklin en busca del llamado Paso del Noroeste, han sido encontrados en perfecto estado en el fondo de una bahía en el Ártico, según informa The Guardian.

El hallazgo del pecio tuvo lugar el pasado 3 de septiembre cerca de la isla del Rey Guillermo, en el territorio autónomo de Nunavut, a 96 kilómetros al sur del lugar donde se creyó durante mucho tiempo que había naufragado.

Los exploradores pudieron acceder este domingo al interior del pecio con un aparato con control remoto, según explicó al diario británico Adrian Schimnowski, director de operaciones de la Fundación de Investigación del Ártico (Arctic Research Foundation). «Entramos con éxito en el comedor, avanzamos por unas cuantas cabinas y encontramos la sala de almacenamiento de alimentos con platos y una lata en los estantes», señaló Schimnowski.

«Vimos dos botellas de vino, mesas y estanterías vacías. Encontramos un escritorio con cajones abiertos con algo en un rincón del fondo del cajón», agregó.


El HMS Terror, dibujado por el capitán George Back - National Archives of Canada

La expedición de Franklin partió de Inglaterra el 19 de mayo de 1845 con dos buques, el Erebus y el Terror, considerados las joyas de la marina inglesa del momento, y 128 hombres. Pretendían hallar el paso en el Ártico canadiense entre los océanos Atlántico y Pacífico.

En agosto de aquel mismo año, unos cazadores de ballenas vieron a los expedicionarios en la Bahía de Baffin. Nunca más se supo de ellos.

Su desaparición fue uno de los grandes misterios de la historia de Canadá durante casi 170 años, hasta que en septiembre de 2014 un equipo de exploradores encontró los restos del Erebus.

Las autoridades canadienses, que coordinan la búsqueda del Terror, trabajan ahora para verificar que los restos hallados son los del buque de Franklin, según informa Reuters, que no ha podido contactar aún con la base.

El destino de la expedición forma parte del folklore canadiense, en parte debido a la fatal suerte de la tripulación. Relatos transmitidos por los aborígenes inuit describen escenas de canibalismo entre los desesperados marineros.


Así fue la tétrica historia real de la expedición de 'The Terror', la nueva serie del creador de Alien


Por Jorge Loser | El Mundo


Fotograma de la nueva serie de AMC, 'The Terror'. AMC

En la premisa de la nueva serie producida por Ridley Scott en la cadena AMC, The Terror, dos embarcaciones de la Royal Navy tecnológicamente muy avanzadas navegan desde Inglaterra hasta el Ártico en un intento de descubrir un pasaje navegable por el paso del noroeste. Atrapadas en el Atlántico Norte, se ven asediadas por una criatura desconocida. La idea puede sonarte, puesto que la historia en la que se basa es totalmente cierta. El toque sobrenatural es un añadido de la aclamada novela histórica de Dan Simmons pero la realidad que esconde el viaje no solo es más misteriosa que la ficción, sino también mucho más horrible.

Pasar del océano Atlántico al Pacífico en barco era una misión complicada. Había que bordear el sur del continente americano, siguiendo la ruta de Magallanes en un rodeo largo que llevó a buscar una ruta alternativa por el norte de América, el llamado paso del Noroeste, y aquello no era nada fácil. Una vía llena de canales angostos bajo el frío y el hielo, que era impensable abordar fuera del verano, convertía esa búsqueda en una empresa imposible que llenó la Historia de intentos inútiles -cuando no fatídicos- durante cientos de años. Fue Inglaterra el país que más se empeñó en encontrar una ruta alternativa hacia las Indias para lograr ventaja sobre España y Portugal. Hubo muchos exploradores ingleses que lo intentaron, como Henry Hudson en 1610 o Robert Bylot y William Baffin en 1616, pero los intentos cesaron hasta el siglo XIX, cuando el dominio inglés de Canadá hizo que se reanudara.

En 1845 se organizó una gran expedición para conquistar el paso noroccidental, y la misión se le encargó al contraalmirante sir John Franklin, que había dirigido misiones similares aunque con desiguales resultados. A sus casi 60 años, Franklin partió de Londres en mayo de ese año, con dos embarcaciones: el Erebus y el Terror, buques de tres palos con cascos forrados de planchas de cobre que les daban gran resistencia. Francis Crozier, un oficial de Irlanda que había viajado exitosamente a la Antártida fue el segundo al mando. Se esperaba que el viaje fuera el definitivo, y se estimaba que duraría un año. Con todo, llevaron consigo víveres y conservas para tres años y una biblioteca de 1.200 libros en cada barco para entretener a la tripulación, que entre los dos barcos sumaba 129 hombres. Fueron vistos por última vez por los balleneros europeos en Baffin Bay, un área entre Groenlandia y Canadá, a la espera de buenas condiciones para entrar en el laberinto ártico, pero tras ese momento, desaparecieron.



Esta nota, encontrada en 1959, detallaba el fracaso de la expedición Franklin. MCLINTOCK

Dado que era un viaje importante, cuando no se supo nada de ellos, ya en 1847, se enviaron grupos de búsqueda. Durante los siguientes 12 años partieron muchas expediciones tras los pasos del Erebus y el Terror con la esperanza de encontrar algo de información, ya que el gobierno británico ofrecía una recompensa para el que pudiera encontrarlos. En 1852, la embarcación Resolute del almirante Edward Belcher también se quedó atascada en el hielo, pero lograron zafarse, y además encontraron a otro grupo, encabezado por Robert McClure, que también había ido en misión de búsqueda algunos años antes y se presumía muerto. En sus intentos por escapar del hielo, McClure terminó descubriendo y cruzando el Pasaje del Noroeste accidentalmente, y cuando por lo que se le otorgó el título de caballero por su logro pionero, aunque algunos tramos los recorriera a pie.


Antropofagia y misterio, 168 años después

Pero volvieron sin pistas de los desaparecidos. No fue hasta 1859 cuando el explorador irlandés Francis McClintock descubriera algunos esqueletos de miembros de la tripulación, así como un escrito sobre lo que sucedió durante la expedición hasta 1848. Según la nota, los barcos se quedaron atrapados en el hielo en septiembre de 1846, y poco más de un año y medio después, Sir Franklin y otros 23 hombres ya habían muerto. Los supervivientes decidieron viajar al sur a pie, pero las temperaturas bajo cero y el suministro de alimentos menguante hicieron la travesía imposible, por lo que fueron muriendo, uno a uno, en un viaje de pesadilla. En una de las partidas de rescate, unos inuit de la zona que aseguraron haber visto a un grupo de 40 hombres blancos arrastrando un bote hacia el río Great Fish. En su relato contaban que estaban muertos de hambre e iban cayendo mientras caminaban.

Pero los restos de hasta 30 de los hombres de Franklin, entre ellos Crozier, aparecieron con signos de antropofagia, según lo comprobado en el contenido de varias ollas y los cortes de los cuerpos mutilados. Junto a los cadáveres de estos hombres desesperados había una montaña de enseres -botas, pañuelos de seda, jabón perfumado y una pila de libros- que habían sido rescatados de la nave. También en las cercanías había dos esqueletos humanos desplomados sujetando pistolas cargadas, con libros religiosos esparcidos a su alrededor.

Cuando un grupo de arqueólogos canadienses se topó con el Erebus en 2014, mientras buscaban el famoso vuelo MH370 de Malaysia Airlines en el golfo Queen Maud, encontraron la nave en ruinas también rodeada de esqueletos humanos con marcas de cuchillo en los huesos, lo que confirmaba que sus compañeros de tripulación habían utilizado sus cuerpos como alimento. El Terror fue encontrado en buenas condiciones en 2016 en el fondo de una bahía del Ártico, 168 años después de que partiera en su viaje al Ártico. Sus misterios siguen investigándose a día de hoy.