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martes, 6 de agosto de 2024

Argentina: La masacre peronista de Rincón Bomba

Rincón Bomba: el silencio de Perón y la masacre étnica en Formosa que fue ocultada durante más de medio siglo

En 1947, durante el primer gobierno de general, la Gendarmería, con el apoyo de la Fuerza Aérea, mató entre 500 y 750 hombres y mujeres del pueblo aborigen pilagá, por temor a un “un ataque indígena”. Más de setenta años después, la justicia calificó la acción como “genocidio”, aunque jamás llegó a condenar a los responsables

El pueblo indígena pilagá fue masacrado en 1947 y el horror fue silenciado durante más de medio siglo

En marzo de 2020, la Cámara Federal de Resistencia declaró que la masacre contra el pueblo indígena pilagá en la zona de Rincón Bomba, Formosa, debía ser calificado como un “genocidio”. El crimen contra el pueblo indígena, llevado a cabo por fuerzas de la Gendarmería y la Fuerza Aérea, era de larga data. Había sido perpetrado el 10 de octubre de 1947, durante el primer gobierno de Juan Perón. La sentencia ordenó la reparación económica colectiva del pueblo pilagá, con inversiones públicas de infraestructuras y becas de estudio, pero no la reparación individual de los familiares de las víctimas de la etnia.

La represión de los aborígenes era una triste herencia del peronismo, gestada desde la División de Informaciones Políticas de la presidencia de la Nación, que dirigía el comandante de Gendarmería, general Guillermo Solveyra Casares.

Solveyra había creado y comandado el primer servicio de inteligencia de la fuerza en la década del ‘30 e internó a los gendarmes, vestidos de paisanos, en los bosques del Territorio del Chaco para buscar información que ayudara a capturar a Segundo David Peralta, alias “Mate Cosido” -a quien popularizó León Gieco en el tema “Bandidos rurales”- y otros bandoleros sociales que atormentaban, con asaltos y secuestros, a gerentes de compañías extranjeras y estancieros.

Para la época de la masacre del pueblo pilagá, Solveyra Casares tenía su despacho contiguo al del presidente Perón en la Casa Rosada y participaba en las reuniones de gabinete.

En octubre de 1947, la Gendarmería Nacional, que dependía del Ministerio del Interior, exterminó alrededor de 500 indios de la etnia pilagá en Rincón Bomba, Territorio Nacional de Formosa. Más de dos centenares de ellos desaparecieron durante los veinte días que duró el ataque de los gendarmes, con el apoyo de la Fuerza Aérea.

La operación había sido ordenada por el escuadrón de Gendarmería de la localidad de Las Lomitas en respuesta al temor a una “sublevación indígena”.

Para reducir ese temor, exterminaron a los indígenas.

El conflicto se había iniciado unos meses antes.

En abril de 1947, miles de hombres, mujeres y niños de diferentes etnias marcharon hacia Tartagal, Salta, en busca de trabajo. La Compañía San Martín de El Tabacal, propiedad de Robustiano Patrón Costas, se había interesado en contratar su mano de obra para la explotación azucarera.

Patrón Costas era el representante político de los terratenientes. Había fundado la Universidad Católica de Salta, luego fue gobernador de esa provincia y presidente del Senado de la Nación. Su candidatura a presidente por el régimen conservador se malogró en 1943 por el golpe militar del GOU. También se acusaba a Patrón Costas de apropiarse de tierras indígenas en Orán.

Lo cierto es que una vez que llegaron a Tartagal, los caciques se rehusaron a que los hombres y mujeres de la etnia trabajasen en condiciones de esclavitud. Habían acordado una paga de 6 pesos diarios y cuando iniciaron sus labores les pagaron 2,5.


En octubre de 1947, la Gendarmería Nacional, que dependía del Ministerio del Interior, exterminó alrededor de 500 indios de la etnia pilagá en Rincón Bomba, Territorio Nacional de Formosa. Más de dos centenares de ellos desaparecieron durante los veinte días que duró el ataque de los gendarmes, con el apoyo de la Fuerza Aérea

Patrón Costas decidió echarlos y los aborígenes retornaron a sus comunidades. Eran cerca de ocho mil.

El regreso se hizo en condiciones miserables, con una caravana que arrastraba enfermos y hambrientos. Durante varios días de marcha, desandaron a pie más de 100 kilómetros hasta llegar a Las Lomitas.

La caravana estaba compuesta por mocovíes, tobas, wichís y pilagás, la etnia más numerosa. Tenían la costumbre de raparse la parte delantera del cuero cabelludo, hablaban su propio idioma, además del castellano, y habitaban en varios puntos de Formosa. Vivían como braceros de los terratenientes, o de lo que cazaban y recolectaban.

Luego de su paso frustrado por Tartagal, se asentaron en Rincón Bomba, cerca de Las Lomitas. Allí podían conseguir agua. La miseria de la etnia asustaba.

La Comisión de Fomento del pueblo pidió ayuda humanitaria al gobernador del Territorio Nacional, Rolando de Hertelendy, nacido en Buenos Aires y educado en Bélgica, y designado en el cargo por el Poder Ejecutivo el 10 de diciembre de 1946.

La falta de recursos en las arcas de la tesorería del Territorio hizo que Hertelendy trasladara el pedido al gobierno nacional.

Perón reaccionó rápido. Conocía el tema.

En el año 1918, al frente de una comisión militar, había ido a negociar con obreros de La Forestal en huelga en el bosque chaqueño y había logrado apaciguar el conflicto. Les había aconsejado que hicieran los reclamos de buenas maneras.

De inmediato, Perón ordenó el envío de tres vagones de alimentos, ropas y medicinas.


Luego de su paso frustrado por Tartagal, se asentaron en Rincón Bomba, cerca de Las Lomitas. Allí podían conseguir agua. La miseria de la etnia asustaba

En la segunda quincena de septiembre de 1947, la Dirección Nacional del Aborigen ya los tenía en su poder en la estación de Formosa.

Pero la carga fue recibida con desidia por las autoridades. La ropa y las medicinas fueron robadas, los alimentos quedaron a la intemperie varios días y luego fueron trasladados a Las Lomitas para ser entregados a los aborígenes. Ya estaban en estado de putrefacción.

El consumo provocó una intoxicación masiva: vómitos, diarreas, temblores. Dada la falta de defensas orgánicas, los ancianos y los niños fueron los primeros en morir. Los indios denunciaron que habían sido envenenados. Las madres intentaban curar a sus bebés muertos en sus brazos.

El asentamiento indígena se convirtió en un mar de dolores y de llantos que retumbaban en el pueblo. El cementerio de Las Lomitas aceptó los primeros entierros, pero luego les negó el paso del resto de los cuerpos. Ya había más de cincuenta cadáveres.

Los indígenas los llevaron al monte y enterraron a los suyos con cantos y danzas rituales.


El consumo de los alimentos enviados, que por desidia estaban en mal estado, provocó una intoxicación masiva: vómitos, diarreas, temblores. Dada la falta de defensas orgánicas, los ancianos y los niños fueron los primeros en morir

En Las Lomitas se instaló la creencia de que ese grupo de enfermos y famélicos estaba preparando una venganza. Se difundió el rumor del “peligro indígena”, una rebelión en masa contra las autoridades y los vecinos del pueblo.

Desde hacía días, las madres aborígenes golpeaban las puertas del cuartel de la Gendarmería y de las casas de Las Lomitas con sus hijos. Al principio se las ayudó. Pero de un día para otro se las dejó de recibir. La fuerza armó un cordón de seguridad en su campamento y no se les permitió el ingreso al pueblo.

Más de cien gendarmes armados las vigilaban con ametralladoras.

El 10 de octubre de 1947 se reunieron el cacique Nola Lagadick y el segundo jefe del escuadrón 18 de Las Lomitas, comandante de Gendarmería Emilio Fernández Castellano. Era una entrevista a campo abierto.

El comandante tenía dos ametralladoras pesadas apuntando contra la multitud de indígenas, dispuestos detrás de su cacique. Eran más de mil, entre hombres, mujeres y niños. Muchos de ellos portaban retratos de Perón y Evita.

El cacique exigió ayuda a la Gendarmería. Querían tierras para la explotación de pequeñas chacras, semillas, escuelas para sus hijos. Invitó al comandante para que visitara el campamento y tomara conciencia de sus miserias.

Hay distintas versiones de cómo sucedieron los hechos.

Una indica que los aborígenes comenzaron a avanzar hacia la reunión. Otra, que los hechos se desencadenaron como ya habían sido planeados: provocar una “solución final” al problema indígena en el Territorio de Formosa.

Como fuese, la fuerza estatal abrió fuego contra la etnia desarmada. Lo hizo con ametralladoras, carabinas y pistolas automáticas. Fernández Castellano se sorprendió del ataque y ordenó detenerlo. Sus dos baterías no habían disparado. Pero el segundo comandante Aliaga Pueyrredón, que no estaba de acuerdo con parlamentar con los indígenas, había desplegado ametralladoras en puntos estratégicos y acababa de dar la orden.

El ataque provocó la huida de la etnia pilagá hacia el monte. Algunos arrastraban los cadáveres de sus familiares. Los heridos fueron siendo rematados. La persecución continuó durante la noche; los gendarmes lanzaron bengalas para iluminar un territorio que desconocían. Desde el pueblo se escuchaba el tableteo de las ametralladoras.

La Gendarmería continuó la matanza porque no quería testigos. Muchos civiles de Las Lomitas, miembros de la Sociedad de Fomento, colaboraron para que el “peligro indígena” cesara en forma definitiva y brindaron asistencia logística. Recorrieron los montes Campo Alegre, Campo del Cielo y Pozo del Tigre para marcar los escondrijos en la espesura.

El trauma que produjo la represión, y el temor a otras nuevas muertes, fue enterrando el etnocidio bajo un muro de silencio. Nadie se hizo eco de la masacre. Perón no pronunció una sola palabra

Muchos cadáveres fueron incinerados. La persecución no dejaba tiempo para enterrarlos. Otros cuerpos fueron tirados en el descampado, en un camino de vacas, y la tierra y la maleza los fueron cubriendo con el paso del tiempo.

El trauma que produjo la represión, y el temor a otras nuevas muertes, fue enterrando el etnocidio bajo un muro de silencio. El diario Norte del Chaco mencionó que había habido un “enfrentamiento armado” ante la sublevación de los “indios revoltosos”.

Los diarios de Buenos Aires, a mediados de octubre de 1947, informaron sobre la incursión de un “malón indio”, para justificar la masacre.

Perón hizo silencio.

Nadie de la Gendarmería fue castigado.

Lo mismo había sucedido en Napalpí, en el Chaco, en 1924, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear, aunque en ese caso existió un proceso judicial para convalidar el ocultamiento.

En Las Lomitas no. Se calcula que entre 750 hombres, mujeres y niños de distintas etnias, en especial los pilagás, murieron a manos de la Gendarmería.

Octubre pilagá, relatos sobre el silencio, de Valeria Mapelman

Desde 2005, un grupo de antropólogos forenses realizaron excavaciones por orden judicial en el cuartel de la fuerza de seguridad. Los huesos que encontraron estaban apenas por debajo del nivel de la superficie.

La matanza, además de la tradición oral que se extendió en los pilagá, fue narrada por uno de los represores , el gendarme Teófilo Cruz, que publicó un artículo en la revista Gendarmería Nacional.

En 2010 la documentalista Valeria Mapelman estrenó dos documentales sobre la masacre, Octubre pilagá, relatos sobre el silencio y La historia en la memoria en el que logró registrar historias personales de algunos sobrevivientes y sus hijos, y testigos de la masacre.

Dado que la incursión de la Gendarmería había contado con el apoyo de un avión con ametralladora, la justicia federal en la última década -cuando se inició el expediente-, llegó a procesar a Carlos Smachetti en 2014, que disparó contra los originarios de la comunidad de pilagá desde un avión que había despegado el 15 de octubre desde la base de El Palomar. Murió al año siguiente, a los 97 años. Otro de los imputados que participó de la masacre como alférez de Gendarmería, Leandro Santos Costa, luego se había graduado de abogado y fue juez de la Cámara Federal de Resistencia. Había utilizado una ametralladora pesada para eliminar a los aborígenes, y la Gendarmería lo había condecorado por su “valerosa y meritoria” intervención en el hecho. Murió en 2011, antes de que el proceso finalizara.

Desde 2005, un grupo de antropólogos forenses realizaron excavaciones por orden judicial en el cuartel de la fuerza de seguridad. Los huesos que encontraron estaban apenas por debajo del nivel de la superficie

En su sentencia de 2020, la Cámara Federal destacó la responsabilidad del Estado Nacional al momento de la masacre y lo condenó a reparaciones colectivas, un monumento en el lugar de la masacre, incluir el 10 de octubre como fecha recordatoria, becas estudiantiles a jóvenes escolarizados y un dinero anual para inversiones de infraestructura y otro para sostener a la Federación de pilagá. Y calificó la masacre como genocidio, que había sido rechazada por primera instancia.

Pasaron más de siete décadas del crimen masivo, y las comunidades indígenas perdieron sus tierras y los montes fueron arrasados por las topadoras. Todavía viven en las vías muertas de los ferrocarriles o en la periferia de las ciudades, en busca de una vivienda, un trabajo o algo para comer. Como hace más de setenta años.

Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro publicado es “Fuimos Soldados. Historia secreta de la Contraofensiva Montonera”. Ed. Sudamericana, noviembre de 2021.










miércoles, 28 de septiembre de 2022

Argentina: La Masacre de Napalpí

La Masacre de Napalpí






La Masacre de Napalpí fue una matanza cometida por una fuerza de más de cien hombres de la Policía Nacional de Territorios, en la que resultaron asesinados entre quinientos y mil personas pertenecientes a los pueblos Qom y Mocoví-Moqoit, realizada por el 19 de julio de 1924 en el paraje El Aguará, en cercanías de la reducción aborigen Napalpí, ubicada en el entonces territorio nacional del Chaco. La masacre fue cometida por fuerzas policiales nacionales, con participación de civiles, bajo órdenes del gobernador Fernando Centeno, quien se hallaba bajo supervisión directa del presidente Marcelo Torcuato de Alvear. Fue una de las masacres de mayor magnitud cometida contra pueblos originarios en la República Argentina durante el siglo XX.

En noviembre de 2004 la Asociación Comunitaria La Matanza demandó civilmente al Estado Nacional argentino, reclamando indemnización por daños y perjuicios.​ En 2020, la Cámara Federal de Apelaciones de Resistencia dictó sentencia definitiva confirmando que se trató de un crimen de lesa humanidad, y condenando al Estado Nacional a pagar una indemnización equivalente a 1.800 salarios mínimos, vitales y móviles y destinar en los siguientes diez años un total de 19.000 salarios mínimos, vitales y móviles en inversiones públicas en beneficio de los integrantes de la etnia Toba, a los fines de promover su desarrollo. La sentencia fue recurrida por el Estado Nacional ante la Corte Suprema.

En 2022, a iniciativa de la fiscalía federal de Resistencia, se inició un juicio por la verdad para establecer judicialmente los hechos y dar a conocer la verdad de lo acontecido.

En 2008 el gobierno de la provincia del Chaco pidió perdón por los crímenes de lesa humanidad cometidos en 1924 en la llamada “Masacre de Napalpí” contra el pueblo Qom y Mocoit. En 2022 hizo lo mismo el gobierno nacional argentino.


Circunstancias




En el año 2004. El Directorio del I.D.A.CH. resuelven iniciar la demanda por la Masacre de Napalpí a través de la Asociación Comunitaria La Matanza.

En 2004 el Instituto del Aborigen Chaqueño, I.D.A.CH., en asamblea unánime, presentes cuarenta y seis comunidades indígenas de los pueblos indígenas Qom, Mocoví-Mocoi y Wichi, resuelven iniciar una acción judicial de reparación resarcitoria por $ 350 000 000, por daños y perjuicios, garantía de no repetición y solicitud de perdón del Estado Nacional Argentino. La demanda es presentada en diciembre del 2004 fundada en la teoría de la Imprescriptibilidad Crímenes de Lesa Humanidad, ​ por los abogados chaqueños Carlos Alberto Díaz, David H. Parras, Mónica M. Echevarría al que luego se suma Julio C. García. Así se comenzó en noviembre de 2004 la tramitación del expediente «Asociación Comunitaria La Matanza c/ PEN-Estado Nacional Argentino s/Daños y Perjuicios». ​En mayo del 2005, el gobierno de Néstor Kirchner a través de la Procuración del Tesoro de la Nación pidió el rechazo de la demanda argumentando que los tobas no constituían una etnia y que la masacre de Napalpí no podía considerarse crimen de lesa humanidad, en términos que los aborígenes repudiaron "por su virulencia, discriminación, racismo e inhumanidad".

El Estado Nacional Argentino durante quince años de tramitación judicial negó la existencia de la masacre e interpuso defensas de prescritibilidad de la acción y falta de legitimación. El 25 de noviembre del año 2019 la Juez Federal n.º 1, de Resistencia, Chaco, Zunilda Niremperger, dictó sentencia de primera instancia, reconociendo la existencia de la Masacre de Napalpí, la autoría y la forma en que se produjeron los crímenes masivos, pero hace lugar la defensa de prescripción y falta de legitimación interpuesta por el Estado argentino. Ello produce la apelación ante la Cámara Federal de Apelaciones de Resistencia, integrada por las juezas Rocio Alcalá y María Delfina Denogens, quienes por unanimidad, el 14 de septiembre del año 2020, revocan el fallo de primera instancia que declara la imprescriptibilidad resarcitoria por la Masacre de Napalpí, acaecida noventa y seis años atrás, declara legítima como reclamante a la Asociación Comunitaria La Matanza, quien actuó por sí y en nombre y representación de todo el Pueblo Qom y condenando al Estado Nacional a pagar la cantidad de $ $ 375 000 000 en concepto de indemnización por daño moral.

El Estado Nacional, representado por la Procuración General del Tesoro interpuso un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia en el que ratificó que “la posición del Estado Nacional siempre fue que la llamada “Masacre de Napalpí” no constituyó un genocidio, pues ni antes ni después se persiguió a la comunidad indígena que la actora dice nuclear, ni se la exterminó, ni se la sacó de la sociedad, más allá de su propia auto-aislación” y pidió se deje sin efecto la condena. 

En 2014, el Estado argentino, a través del Ministerio Público Federal, investigó, fuera del expediente de indemnización, durante cuatro años los eventuales delitos de lesa humanidad cometidos en Napalpí, para luego solicitar la apertura de un juicio por la verdad, puesto que todos los culpables ya habían muerto.

Contexto histórico

En 1924, Marcelo T. de Alvear era el presidente de Argentina. El territorio nacional del Chaco se perfilaba como el primer productor nacional de algodón. Alvear nombró como gobernador del Territorio Nacional del Chaco a Fernando Centeno.

La Reducción Indígena de Napalpí, a ciento veinte kilómetros de Resistencia, era un espacio de sometimiento donde los indígenas eran obligados a trabajar en condiciones de semi-esclavitud. En julio de 1924, las comunidades qom y mocoví se declararon en huelga; denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes, y planeaban marchar a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Pero el gobernador Fernando Centeno les prohibió abandonar Chaco y, ante la persistencia indígena, ordenó la represión.

Antecedentes

Unos cuarenta años antes, el Ejército Argentino había lanzado una campaña militar para someter a los pueblos indígenas del Chaco, lo que dio como resultado la muerte de millares de indígenas y la desintegración social y cultural de numerosas etnias en las actuales provincias argentinas de Formosa y Chaco que en ese momento eran territorios nacionales.

Se fundaron numerosos fortines con el fin de mantener a raya a los indígenas vencidos. Sus tierras fueron vendidas a colonos europeos, en particular italianos y franceses, quienes pronto las destinaron a la producción de algodón. Numerosas tribus fueron confinadas en reducciones en donde fueron sometidas a un régimen de explotación muy cercano a la esclavitud. Una de tales reducciones era Napalpí, nombre qom que significa precisamente «lugar de los muertos», fundada en 1921 y cuyo nombre actual es Colonia Aborigen Chaco.

Los indígenas de la reducción, de la etnia qom, se dedicaban al cultivo de algodón y estacionalmente al cuidado de las haciendas de los colonos de estancias vecinas. En 1924 las autoridades provinciales de la reducción dispusieron que los indígenas debían entregarles el 15 % de su producción de algodón. Esta quita compulsiva provocó gran descontento entre los habitantes.

En junio un chamán llamado Sorai fue asesinado por la policía. El gobernador del Chaco, Fernando Centeno, inició los preparativos para una feroz y brutal represión. ​pese a los operativos oficiales de ocultamiento, los legisladores opositores no tenían dudas de que en el Chaco hubo una masacre de indígenas de los pueblos qom y mocoví. Miembros del Parlamento reclamaron la renuncia del gobernador Centeno y todo su equipo, además de una comisión investigadora para determinar la cantidad de muertos. Se convocó entonces a una sesión extraordinaria para interpelar al titular de la cartera de Interior. La interpelación, que duró seis horas, tuvo lugar el 4 de septiembre de 1924. El diputado Francisco Leirós expuso una serie de «hechos que parecen propios de la pesadilla de un loco» y mostró el frasco con las orejas y los testículos del cacique Maidana.

La masacre

A muy tempranas horas del día 19 de julio de 1924, un grupo de unos ciento treinta hombres, entre policías, estancieros y civiles criollos de la zona, fuertemente armados con fusiles Winchester y Mauser, rodearon el campamento donde se habían reunido los indígenas alzados que, armados tan sólo con palos, bailaban en una fiesta religiosa organizada por los chamanes en la zona del Aguará, un área considerada sagrada por los qom ubicada dentro de los límites de la colonia. Convencidos de que los dioses les protegerían de las armas de fuego de los hombres blancos, no ofrecieron resistencia a los disparos dirigidos al campamento durante cuarenta minutos. Luego, los blancos entraron al mismo para rematar a machetazos a los indígenas que quedaban, muchos moribundos, incluidos mujeres y niños. Los heridos fueron degollados, algunos colgados.

A finales de los años veinte, el periódico Heraldo del Norte recordó así el hecho:

Como a las nueve de la mañana, y sin que los inocentes indígenas hicieran un solo disparo, [los policías] hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad.

El 29 de agosto, cuarenta días después de la matanza, el exdirector de la Reducción de Napalpí Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el Congreso Nacional:

La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presente en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados.

En el libro Memorias del Gran Chaco, la historiadora Mercedes Silva confirma el hecho y cuenta que al mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga, «se lo mató de manera salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo de batalla».

En el libro Napalpí, la herida abierta de 1998, el periodista Mario Vidal detalla: «El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el XX. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados, también hubo colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista».

Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destacó:

Se dispararon más de cinco mil tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados.

En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno, contó la historia que es transmitida de generación en generación:

En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta que fue una matanza porque solo murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza.

La Reducción de Napalpí había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de los pueblos Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. En julio de 1924, Federico Gutiérrez, corresponsal del diario La Razón, escribió: «Muchas hectáreas de tierra flor están en poder los pobres indios, quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto».

Debate en la Cámara de Diputados

En septiembre de 1924, apenas dos meses después de la masacre,, el tema llegó a la Cámara de Diputados. La discusión duró un mes, una sesión por semana. En una de ellas, el diputado socialista Francisco Pérez Leirós denunció que la cacería de indígenas duró varios días, pues al parecer los criminales se habían propuesto «eliminar a todos los presentes en la carnicería del 19 de julio para que no pudieran servir de testigos».

Paradigma del despojo

Según los historiadores revisionistas, Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder político y los terratenientes -con mano de obra policial o militar- para privar a los pobladores originarios de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al sistema de producción y, en el libro La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940, Nicolás Íñigo Carrera afirma: «los aborígenes de la zona chaqueña vivían sin la necesidad de pertenecer al mercado capitalista. La violencia ejercida hacia ellos, por vía política con la represión y por la vía económica, tuvo como objetivo eliminar sus formas de producción y convertirlos en sujetos sometidos al mercado. [...] Se comenzó a privar a los indígenas de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así un proceso que los convertía en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, premisa necesaria para la existencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido».

Además de someterlos, el gobierno quería ampliar los cultivos, dar tierra a grandes terratenientes y concentrar a los indígenas en reservas. Siempre la versión oficial, «civilizadora y cristiana», hablaba de malones o enfrentamientos despiadados, pero los muertos siempre eran pobladores originarios. Acerca de estos imaginarios combates, el historiador Alberto Luis Noblía remarca que «las naciones aborígenes chaqueñas no practicaron el malón, usual en otros pueblos. Todo lo contrario, los inmigrantes llegados de Europa nunca fueron perseguidos por los entonces dueños de las tierras. Al contrario, el colono supo encontrar en el indígena mano de obra barata».



Tobas de Napalpí, 1924

El 21 de julio de 1925, un año después de la matanza, el ministro del Interior, Vicente Gallo, declaraba: «El Poder Ejecutivo considera que debe encararse definitivamente, como un testimonio de la cultura de la República, el problema del indio, no solo por razones de humanidad y de un orden moral superior, sino también porque una vez incorporado a la civilización será un auxiliar valioso para la economía del norte del país».

Los testimonios de testigos oculares hablan de unos doscientos muertos. Las fuentes coinciden en señalar que no hubo resistencia alguna por parte de los indígenas, por lo que el hecho fue, en la práctica, un fusilamiento masivo seguido de actos aberrantes:

...les extraían el miembro viril con testículos y todo, que guardaba la canalla como trofeo... Los de Quitilipi declararon después que estos tristes trofeos fueron exhibidos luego, haciendo alarde de guapeza en la comisaría... Para completar el tétrico cuadro, la policía puso fuego a los toldos, los cadáveres fueron enterrados en fosas... hasta ocho cadáveres en cada una... (y algunos quemados).

Ninguno de los que cometieron la masacre murió o resultó herido, y nunca se realizó una investigación ni se llevó a juicio a los culpables. Alrededor de ciento treinta policías y civiles, enviados por grandes estancieros, rodearon a los grupos en huelga y dispararon con rifles durante cuarenta y cinco minutos. Asesinaron a hombres y mujeres, ancianos y niños. El ataque terminó en una matanza total, los heridos fueron degollados, otros colgados.

Memoria colectiva

Pese al ocultamiento durante décadas del crimen por parte de todos los estamentos y poderes del Estado, los hechos y los lugares en que fueron cometidos permanecieron en la memoria oral y colectiva del pueblo Qom. En particular, el historiador Juan Chico, nacido en Napalpí, siguió por años las huellas del exterminio, fundado con ese fin la Fundación Napalpí. Debido a su investigación, Chico logró tomar contacto con una testigo sobreviviente, 95 años después de la matanza, de nombre Rosa Grillo, quien siendo niña se salvó con su madre, pero vio morir a su padre.

Pedido de perdón de la Provincia del Chaco

En enero de 2008, el gobierno de la Provincia del Chaco, pidió disculpas públicas y oficiales por la masacre y rindió homenaje a la única sobreviviente, Melitona Enrique, quien cumplía 107 años ese día y que fallecería el 13 de noviembre de 2008.

Los fiscales federales de Chaco argumentaron que la matanza se trató de delitos de lesa humanidad, y analizaron la posibilidad de la intervención del Equipo de Antropología Forense, E.A.A.F., para examinar la fosa común donde fueron depositados los cuerpos de los indígenas.

Investigaciones judiciales

Investigación judicial original de 1924

En territorio chaqueño, el gobernador radical Centeno siguió en su cargo, y separó al juez que atendía el caso, Justo F. Farías, reemplazándolo por uno de su confianza, Juan Sessarego. El fiscal Jerónimo Cello, al reclamar que la causa no fuera archivada, fue enviado a la Cámara de Apelaciones de Paraná, Entre Ríos. El nuevo magistrado, quien había sido puesto por Centeno en medio de la repulsa popular, sobreseyó a los ochenta policías que intervinieron en la matanza.


Los abogados Carlos Diaz Vexelman y Julio César García trabajando en los archivos de la causa Napalpí

Demanda civil de 2004

En el año 2004, los tres pueblos originarios del Chaco inician una acción civil resarcitoria de indemnización por daños y perjuicios. En 2019, el Equipo Argentino de Antropología Forense, convocado por la justicia, encontró restos humanos en Napalpí.

En 2020 la acción civil resarcitoria iniciada en 2014 obtuvo sentencia favorable noventa y seis años después, el 14 de septiembre del año 2020. Los peritos judiciales determinan la existencia de cuatro tumbas comunes.

Investigación del Ministerio Público de la Nación

En 2014, noventa años después, el Estado argentino, a través del Ministerio Público, volvió a investigar durante cuatro años los eventuales delitos de lesa humanidad cometidos en Napalpí, y solicitó la apertura de un juicio por la verdad, debido a que todos los eventuales culpables ya habrían muerto.

Juicio por la verdad

En 2021, la jueza federal de Resistencia Zunilda Niremperger habilitó la realización del juicio por la verdad, noventa y siete años después.

El juicio culminó el 19 de mayo de 2022 con un veredicto que reconoció la responsabilidad del Estado en los delitos de homicidio agravado y reducción a la servidumbre y ordenó medidas reparatorias, entre las que se destacan la continuación del trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense en la zona y la inclusión, dentro de los diseños curriculares nacionales de todos los niveles, del estudio de los hechos probados de Napalpí.

El fallo reconoce como medidas adecuadas de reparación al pedido de disculpas realizado en 2008 por el entonces gobernador de la Provincia del Chaco en nombre del estado provincial, a los pueblos indígenas por la Masacre de Napalpí; la Ley 6.604, que declaró en el 2010 lenguas oficiales del Chaco, además del castellano, a las de los pueblos preexistentes Qom, Wichi y Moqoit; diseños curriculares de Educación Intercultural Bilingüe para los tres niveles de la enseñanza obligatoria; la Ley 7.446 (2014) de Educación Pública de Gestión Comunitaria Bilingüe Intercultural Indígena, como así la construcción del Sitio Histórico Memorial Napalpí (2021).

Pedido de perdón del Gobierno nacional

En 2022 el Gobierno nacional pidió perdón por los crímenes de lesa humanidad cometidos en 1924 en la llamada “Masacre de Napalpí” contra el pueblo Qom y Mocoit. Junto con el pedido de perdón, el Poder Ejecutivo hizo saber que el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) fue designado garante del cumplimiento de las medidas reparatorias ordenadas por la sentencia dictada en el juicio por la verdad en Napalpí.

La presidenta del INAI, Magdalena Odarda expresó, “La mejor medida de reparación histórica será el avance de los relevamientos territoriales estipulados en la Ley 26.160, con sus prórrogas y la sanción definitiva en el Congreso de la Nación de la ley de Propiedad Comunitaria Indígena”. “Valoramos el rol del Juzgado Federal №1 de Resistencia, provincia de Chaco, y de la jueza Zunilda Niremperger, como así también el de los fiscales, la Secretaría de Derechos Humanos, el IDACH, organizaciones indígenas del Chaco y todo el país por este este hecho histórico que contribuye a la verdad”.






sábado, 25 de diciembre de 2021

Guerra Antisubversiva: Los túneles del ERP en Córdoba

Los túneles de la guerrilla



Operación rescate. Un túnel debía llegar hasta la cárcel de barrio San Martín. (Martín Baez)




En 1975, el ERP cavó un túnel para liberar a presos políticos de la cárcel de barrio San Martín. Por rumores de otros túneles, se destruyó patrimonio subterráneo.
Redacción LAVOZ


"Sabíamos que se venía el golpe, y la vida iba a ser muy difícil para los compañeros detenidos –dice Carlos "Palo" Ortiz, exmiembro del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)–. Teníamos que liberarlos antes".

Por eso el ERP ideó un operativo de rescate inspirado en la increíble fuga de los tupamaros en Punta Carretas (1971, Uruguay), donde 111 militantes fueron liberados sin dispararse ni un solo tiro. Utilizarían el mismo método que los tupamaros: excavarían un gran túnel hasta abrir un boquete en el suelo de la Penitenciaría de barrio San Martín.

"El ERP estaba conformado en su mayoría por obreros, y por eso muchos compañeros manejaban técnicas de construcción bajo tierra", explica Ortiz.

En febrero del '75 comenzó el Operativo Córdoba. La estudiante Patricia Colombetti (19 años, compañera sentimental de "Palo" en aquel momento) alquiló una vivienda cerca de la cárcel. Ella era la cara visible en el barrio. En el interior, cuadrillas de militantes fueron cavando, sin descanso, un túnel que bajaba seis metros y luego avanzaba otros 35, hasta desembocar en un gran desagüe pluvial en el que, por debajo de la calle Tambo Nuevo, se podía recorrer una cuadra y llegar a la vereda misma de la Penitenciaría.



Sólo faltaba terminar el último tramo: un nuevo túnel que uniera la cañería con el Pabellón 6, donde unos 50 presos políticos estaban detenidos.

"En ese momento yo estaba militando en Santa Fe, pero sé que incluso un tupamaro fue a Córdoba para ayudar con la construcción de ese túnel", agrega Ortiz.

Lo hicieron a pico y pala, valiéndose de carretillas y zorras para retirar la tierra sobrante. Estaban cerca de lograrlo. Pero en la mañana del 21 de abril de 1975, unos 260 uniformados tendieron un cerco en barrio San Martín. Tenían el dato y comenzaron a requisar casa por casa, hasta que llegaron a Tomás Guido 1429.

Al verse rodeados, los ocupantes de la casa huyeron por el túnel y salieron en una boca de tormenta en Martín García al 1400, donde militares armados los recibieron a balazos. Cinco militantes del ERP fueron abatidos; entre ellos estaba Patricia, la compañera de "Palo" Ortiz.

Cuando los militares encontraron la obra de ingeniería subterránea que el ERP había realizado aprovechando la tubería de desagüe preexistente, sospecharon que podrían repetir las maniobras para liberar a presos políticos detenidos en las celdas del Cabildo, por entonces sede de la Jefatura de Policía. Y como conocían las historias sobre los túneles jesuíticos, comenzó entonces lo que el arqueólogo Alfonso Uribe califica como "una de las mayores destrucciones del patrimonio subterráneo" de Córdoba.

"Los militares sabían que un túnel hidráulico llegaba hasta el Cabildo, y por eso obligaron a las órdenes religiosas y a particulares a cerrar esos espacios subterráneos. Muchas veces lo hicieron ellos mismos: partiéndolos, agregándoles cemento o tapiando, directamente", explica Uribe.

En agosto de 1975, tras recibir denuncias que afirmaban que de noche, cuando mermaba el tránsito del Centro, podían escucharse golpes subterráneos frente al convento de Santa Catalina (sobre Obispo Trejo al lado del bar El Ruedo, a una cuadra del Cabildo). Gendarmes "cavaron una zanja de varios metros frente al convento, y luego vertieron cemento", según recuerda un testigo ocasional, el doctor Antuco Grasso, por entonces médico de las monjas de esa orden.

viernes, 17 de noviembre de 2017

GNA: La masacre de Rincón Bomba

Rincón Bomba: Aquella masacre de la Gendarmería de Perón

La matanza de más de 700 indígenas durante la 1ra. presidencia de Juan Domingo Perón, en el año 1947, es una de las más llamativas tragedias argentinas y, a su vez, de las menos conocidas.
Por Urgente 24



Rincón Bomba: Aquella masacre de la Gendarmería de PerónImagen luego del fusilamiento masivo ejecutado por los gendarmes. No hubo denuncia ni investigación de la masacre en Rincón Bomba.
La desaparición forzada de Santiago Maldonado durante la feroz represión en el territorio mapuche del Pu Lof en Resistencia en Cushamen, Chubut, actualizó la difícil relación de la Gendarmería Nacional con las comunidades indígenas.

Gendarmería Nacional, creada el 28/07/1938, tuvo su antecedente en el Regimiento de Gendarmería de Línea, creado en 1917 para reemplazar al Regimiento 9 de Caballería de Línea en la frontera con el Paraguay, que ya en 1924 ejercía polémicos procedimientos en el Chaco contra las comunidades de los qom y los mocovíes.

En marzo de 1947, miles de braceros pilagás, tobas, mocovíes y wichís (hombres, mujeres y niños) comenzaron una marcha de más de 100 Km. desde Las Lomitas, en el entonces territorio nacional Formosa, hasta Tartagal, en Salta.

Les habían prometido trabajo en el Ingenio San Martín de El Tabacal, propiedad de Robustiano Patrón Costas, quien les había prometido pagar $6 de entonces por día.

En abril llegaron a El Tabacal, y empezaron a trabajar en la caña de azúcar. Pero cuando fueron a cobrar les quisieron pagar apenas $2,50 por día.

Los caciques pidieron un encuentro con Patrón Costas o alguno de sus colaboradores. Días después, Patrón Costas ordenó echarlos.

Octubre Pilagá: Relatos sobre el silencio


Unos 8.000 indígenas emprendieron la retirada a Las Lomitas. Se instalaron en un descampado llamado Rincón Bomba, donde encontraron un madrejón que les proporcionaba agua. Se aseguraba que en la zona estaba el cacique sanador Luciano Córdoba.

Las madres indígenas recorrían las calles de Las Lomitas y de los parajes vecinos para pedir pan.

Los pilagás formaron una delegación para pedir ayuda, dirigida por los caciques Nola Lagadick, Paulo Navarro (Pablito) y Luciano Córdoba, quienes hablaron con la Comisión de Fomento, y con el jefe del Escuadrón 18 de Gendarmería Nacional, comandante Emilio Fernández Castellano.

Desde la Comisión de Fomento hablaron con el gobernador de Formosa, Rolando de Hertelendy, quien llamó a la capital federal y el presidente Juan Domingo Perón ordenó enviar 3 vagones de alimentos, ropas y medicinas: mes de septiembre.

Pero el delegado de la Dirección Nacional del Aborigen, Miguel Ortiz, atrasó el envío 10 días y llegaron a Las Lomitas a principios de octubre. Llegaron 2 vagones.

Los alimentos estaban en estado de putrefacción. Aún así los repartieron en el campamento indígena.

Las consecuencias fueron una intoxicación generalizada. Murieron por lo menos 50 indígenas, en su mayoría niños y ancianos. Todo indica que el delegado de la Federación Nacional Aborigen, el compañero Miguel Ortiz, mucho tuvo que ver con esto.

La indignación fue lógica. Los originarios denunciaron que habían sido envenenados. Desde la Comisión de Fomento de Las Lomitas advirtieron que no querían a esos indígenas cerca del pueblo. La Gendarmería rodeó el campamento indígena y prohibió a los pilagás entrar al pueblo.

Masacre Rincón Bomba



El cacique Pablito pidió hablar con el comandante. El oficial aceptó encontrarse en el atardecer, pero a campo abierto, el 10/10/1947.

Pablito avanzó seguido por más de 1.000 mujeres, niños, hombres y ancianos pilagás con retratos de Juan Perón y Eva Duarte. Unos 100 gendarmes apuntaron sus armas. Los indios habían caído en la trampa.

El Nº2 del Escuadrón, Aliaga Pueyrredón, ardenó disparar las ametralladoras. Cientos de pilagás cayeron bajo las ráfagas. Otros lograron escapar por los yuyales pero la Gendarmería se lanzó a perseguirlos: “Que no queden testigos”.

La persecución duró hasta que fueron rodeados y fusilados en Campo del Cielo, en Pozo del Tigre y en otros lugares.

Luego, los gendarmes apilaron y quemaron los cadáveres.

Según la presentación ante la Justicia, fueron asesinados entre 400 y 500 pilagás. Más de 200 desaparecidos. Además los intoxicados. En total murieron más de 750 pilagás, wichís, tobas y mocovíes. Otros afirman que fueron 1.000. Y hay quienes elevan la cuenta hasta los 1.500.

Muchos fueron perseguidos hasta Paraguay, donde fueron detenidos y regresados a las Colonias Aborígenes de Francisco Muñiz y Bartolomé de las Casas, reducidos a peones bajo la administración de la Dirección de Protección al Aborigen y la vigilancia de la Gendarmería.

Ninguno de los diarios de la época informó con precisión lo que había sucedido y menos identificaron al responsable de todo, el ingenio San Martín y Robustiano Patrón Costas.

El diario “Norte” (de Resistencia, Chaco) escribió sobre enfrentamientos armados: ¡¿?!

Sostuvo lo siguiente:

“Extraoficialmente informamos a nuestros lectores que en la zona de las Lomitas se habría producido un levantamiento de indios. Los indios revoltosos pertenecen a los llamados pilagás quienes, según las confusas noticias que tenemos, vienen bien provistos de armas (…) Ya se habrían producido algunos encuentros, no se sabe si con los pobladores de la zona o con tropas de la Gendarmería Nacional”.

El gobierno de Juan Perón no sancionó a nadie por lo sucedido. Hay constancia de que el ministro del Interior, Ángel Borlenghi, y el ministro de Guerra, José Humberto Sosa Molina, conocieron los hechos. En 1948, José Aliaga Pueyrredón fue designado comandante del Escuadrón 43 de Gendarmería Nacional, en Río Turbio, Santa Cruz.


Los dolores de los Pilagá



En diciembre de 2005 hubo excavaciones ordenadas por el juez federal formoseño Marcos Bruno Quinteros, en el predio cercano a Las Lomitas que desde 1987 pertenece a Gendarmería, consecuencia del reclamo de la Federación Pilagá.

Un grupo de abogados liderados por Julio Cesar García y Carlos Alberto Díaz, inició un juicio contra el Estado nacional.

El equipo científico forense halló en el lugar restos de 27 cadáveres de indígenas junto a elementos militares de Gendarmería, lo que confirmó la presencia de esta fuerza federal al momento de la masacre.

sábado, 31 de diciembre de 2016

Geopolítica: La Patagonia, su poblamiento y las hipótesis de conflicto

Áreas de frontera e hipótesis de conflicto


 


Áreas de frontera e hipótesis de conflicto hacia fines de la década del ´70 
Brígida Baeza (U.N.P.S.J.B./Becaria posdoctoral CONICET) 

En el presente artículo veremos de qué modo el Estado argentino fue consolidando su presencia militar en la frontera con Chile. Sobre todo, a partir de la inminencia de una guerra con Chile en 1978. Para poder explicar de qué modo el proceso de militarización de la zona de Río Mayo culmina con la instalación del Ejército argentino, debemos rememorar los asentamientos de otras fuerzas de seguridad y de las políticas estatales especiales para zonas de frontera. 

Los habitantes de la frontera, nacionalización y seguridad. 
Además de las incursiones de la denominada “Policía fronteriza”, la instalación de Gendarmería Nacional en 1948 dieron muestras del interés que despertaba la frontera con Chile en el área de Río Mayo. El Estado nacional en la década del ´40 comenzó a delinear una serie de políticas legislativas orientadas al control de los habitantes fronterizos. En este sentido la Ley 15.385/1944 que delimitó la “Zona de Seguridad de Fronteras”, creó una serie de medidas de control y regulación fronterizos, tal como la inhibición al acceso a la propiedad inmobiliaria a las personas provenientes de países limítrofes. Hecho que durante la última dictadura argentina fue recuperado y ampliado a privación de adquirir propiedades por parte de personas originarias de países limítrofes, con la Ley 21.900/78. 
Paralelamente desde la década del ´60 la Patagonia fue catapultada como la región que mayor cantidad de proyectos de desarrollo regional destinó el gobierno argentino, arraigándose una representación de Patagonia como espacio de gran potencia La imagen de supuesta maleabilidad (HEALEY, 2003: 193) de la región patagónica fue fortaleciendo su representación como área desguarnecida de protección estatal, por lo tanto los espacios fronterizos fueron protegidos con políticas especiales, tal como fue la creación de las Áreas de frontera. En el año 1972 Río Mayo fue localidad designada como cabecera de la nueva organización institucional. 
En el caso de Río Mayo, por el hecho de pertenecer a la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia (1944-1955), quedó incluida dentro de una “Zona de Seguridad”. Esto se tradujo en una serie de medidas orientadas a generar en los habitantes de la frontera un sentimiento de “espíritu” patriótico. Pero básicamente, la militarización fue el camino elegido para infundir patriotismo en la frontera con Chile. 
Ya la Gendarmería Nacional había asumido hacia mediados de siglo XX una tarea nacionalizadora, mediante la regularización de la documentación de quienes vivían en Río Mayo y las zonas aledañas. El testimonio de Elida nos permite ver la situación de muchos de los habitantes de la frontera, que podían indistintamente “ser argentinos o chilenos” de acuerdo a las circunstancias: 


“Si... se hacía porque donde mas cerca iban a registrar a los chicos, ...no había problemas porque... mis padres vivían ahí en las poblaciones, lo que es Ricardo Rojas, no sé, Chalías que le llamaban... ahí nacimos nosotros, tres hermanos nacimos ahí, uno lo registraron en Ensanche Sarmiento, porque falleció una hermana enferma que vino del norte, así que ese lo registraron en Ensanche Sarmiento, y bueno, ese porque fue a dar cuenta el papá de la muerte de la hija y aprovecho... registro el chico cuando tenía tres meses ya, y ese es argentino, después nosotros, los más chicos, registrados en Chile, y a nosotros por mellizos, yo y un hermano, ni mellizos éramos, él era mayor... cuando yo saqué la, la libreta de radicación... y como yo aparecía con el documento chileno nada más, la... la partida de nacimiento, así que era chilena y tenía que, que hacer los documentos, él no quería (el esposo), porque decía que para qué las mujeres querían documentos pa´estar en la olla y vino un día un Sargento de Gendarmería y le dijo “no don Pedro, usted está equivocado, la señora tiene que sacar documentos, no es por... que pa´estar en las ollas, ella tiene que viajar o pasa cualquier cosa, ella tiene que tener...”. Así que, fui a Perito Moreno a sacar... fui a gendarmería ahí mismo... después fui a ficharme acá a gendarmería y en quince días ya estaba mi... mi partida, no tardó nada en venir, y a otros les tardó un año, a lo mejor más.” (Entrevista realizada por Carolina Seguel, 2005). 

De manera indistinta –tal como indica la cita arriba señalada- los integrantes de una misma familia podían ser inscriptos tardíamente y en uno u otro lado de la frontera, de acuerdo a los desplazamientos del grupo familiar. La Gendarmería argentina asumió la tarea de registro de los habitantes de la frontera supuestamente argentinos, aunque podemos imaginar que Élida –quien brinda su testimonio- debió optar entre una y otra adscripción estatal, pero provenía de una familia indígena del área de El Chalía (hoy considerada oficialmente como la última comunidad tehuelche). Para Elida siempre ha tenido mayor estatus ser registrado como argentino y no como chileno –sobre todo a partir del conflicto con Chile de 1978- , situación que atribuye al hecho de ser tildado como chilote, como muchas veces le sucede y a lo cual responde con indiferencia por no considerarse como tal. 
La Gendarmería Nacional ponía “orden” en el caos fronterizo, sumado a que el despoblamiento de Patagonia siempre fue uno de los problemas acuciantes para el nacionalismo argentino, debían “ganarse” pobladores para la nación argentina. Sin embargo, luego de “sumarlos” había que realmente integrarlos a la nación argentina, por lo tanto había que educarlos/as. Los gendarmes actuaban como productores identitarios, que por su “mix” de militar-policía tenía cierta ascendencia sobre los pobladores de la frontera, ellos mismos se autodefinen como: “...un genuino producto castrense, obra de una bien pensada simbiosis del perfil militar y del policial, capacitado para ejercitar su doctrina modelada en el imperio de la ley y del orden, en un marco de acción civilizadora y colonizadora sobre apartadas y desoladas superficies del territorio argentino fronterizo” (GARAY, 1995:79). 
El hecho de ser multifacéticos otorgaba a los gendarmes, el derecho a educar y civilizar a los habitantes fronterizos. Así podían actuar como maestros rurales o profesores de enseñanza media indistintamente. 

 
Fotografía: Gendarmes trabajando en la reconstrucción del Puente Bestil, Río Mayo, 1966 Fuente: Publicación Río Mayo 70 aniversario. 1935-2005. Municipalidad de Río Mayo. Gobierno de la Provincia de Chubut. Santa Fe. 2005. Pág. 61. 


Áreas de frontera e hipótesis de conflicto hacia fines de la década del ´70 - principios de los ´80 



En el presente artículo nos abocaremos a explicar algunos de los factores que intervinieron en la consolidación del proceso de militarización de la zona de Río Mayo a fines de la década de 1970. Transformación que culmina con la instalación del Ejército argentino. 

Los argentinos riomayenses en la última dictadura militar 
En el caso de Río Mayo, se dio un proceso caracterizado por su complejidad. En la Primera Parte de la entrega de este tema, vimos de qué modo los agentes estatales vinculados a las fuerzas militares fueron ocupando lugares claves en la sociedad riomayense. En el caso de los gendarmes, podían actuar como maestros rurales o profesores de enseñanza media indistintamente. En este caso la asociación entre educación y militarismo es estrecha. La escuela “Gregorio Mayo”, surgió como instituto de enseñanza privada a cargo de Gendarmería Nacional. Institución a la cual apadrinó, tal como figura en el “Libro Histórico” de la escuela. 
En el discurso fundacional se rescataba el rol de las instituciones familiares, militares y policiales como educadoras de los habitantes fronterizos: 


“...orientador de este magno proceso, las Fuerzas Armadas se ocuparon de expandir la educación y la cultura, a los pueblos de la Nueva Entidad Nacional, conscientes de que solamente eliminando la ignorancia y la incultura, se pueden lograr pueblos libres y soberanos. Continuando con esta sagrada misión, Gendarmería Nacional en su ámbito geográfico y jurisdiccional... aportando constantemente su apoyo a los establecimientos de enseñanza, contribuyendo con medios materiales y con la acción abnegada y desinteresada de sus hombres, actuando como maestros y profesores, en los más apartados rincones de la frontera patria. Ellos están ahí, donde otros no están... Con la fe puesta en Dios, el corazón en la Patria y el sentimiento en la familia, de hoy en más el Escuadrón 38 de Gendarmería Nacional y la Escuela Provincial Secundaria Nº 6, constituirán un solo cuerpo social y cultural orientados a la formación integral de la juventud de Río Mayo, reserva moral de la Patria” (Libro Histórico de la Escuela Secundaria “Gregorio Mayo”: 70-71). 

En consonancia con las imágenes propias de la última dictadura argentina (O´DONNEL, 1986: 199-235), en la inauguración se utilizaron la invocación religiosa y patriótica. Sumadas a la utilización de metáforas organicistas y del papel de la familia como “célula” primaria, otorgaron al acto fundacional de la escuela un hálito autoritario propio de la época. Fundar una escuela secundaria en ese contexto tenía como objetivo otorgarle a la juventud riomayense un rol distinto al que se encontraba asumiendo de lucha y militancia en los centros urbanos del país. La Rectora del establecimiento habló a los alumnos en los siguientes términos: 


“El país también quiere confiar en la juventud. La patria es una maravillosa realidad que algunos, olvidados de la rica tradición argentina y confundidos por cantos de sirena, pretenden destruir de mil modos, con acciones deleznables y con propagandas funestas. Afrontar con energía al enemigo de la grandeza nacional. Ustedes sigan fieles al mensaje recibido en las aulas. Acérquense a la historia. Indaguen la biografía de los hijos beneméritos de la República. Amen las líneas directrices del pasado, para levantar en el presente la gloria del futuro, entrevista por los padres ilustres. Tenemos confianza en ustedes. Los conocemos a través de los años estudiantiles. Hemos recibido confidencias de ustedes y los sabemos limpios de corazón. Pedimos a Dios que se no se aparten del recto camino, que no los venza el egoísmo ni la mezquindad se apoderen de sus espíritus...” (Idem: 83). 

Los jóvenes riomayenses debían propagar el amor a la patria y tradiciones argentinas, así como asumir la tarea renovadora de credibilidad en la juventud, sin dejarse tentar por “cantos de sirenas” que proyectasen otro tipo de futuro. En los años de la última dictadura argentina, la escuela se abocó a la formación y difusión en la comunidad de las tradiciones folklóricas, estrategia y geopolítica (Idem: 99). 
El “cerco de salubridad” para los riomayenses se completaba con la instalación de medios de comunicación como la televisión y radio nacionales que permitieron la difusión de las representaciones nacionales en la frontera. Mediante la propagación de “Imágenes y sonido argentino se escucharán a partir de ahora y para siempre” (Diario Crónica, 1979). Estas políticas comunicacionales tenían como objeto terminar con décadas de escasa competencia con las radios chilenas, que monopolizaban la audiencia de los habitantes fronterizos. Era una forma de acercar el centro a la periferia de la nación, de integrarlos al resto del territorio. 
En este mismo sentido, los programas de “Argentinos marchemos hacia la frontera” que consistían en que grupos de jóvenes residían temporalmente en distintos espacios fronterizos del país, desarrollando actividades y trabajos comunitarios, tenían como objeto experimentar la frontera al mismo nivel que los riomayenses (Diario Crónica, 1981). Nuevamente la Gendarmería Nacional era la encargada de articular y solventar económicamente estos programas. 
El comandante Ayerra decía: “Custodiar la frontera no es cosa de niños...ni mucho menos”, de este modo el cuidado de la frontera adquiría un cariz especial. Pero también para los militares que se encontraban gobernando Chubut en la época dictatorial, la frontera estaba puesta en la agenda gubernamental de manera tal que se destinaban atenciones especiales como la mejora de los edificios de control fronterizo o las políticas de viviendas y mejoras de las obras públicas en las localidades fronterizas. 
La pretorización (ROUQUIÉ, 1982) del Estado argentino a partir del golpe de 1955 significó la agudización de la idea de Hipótesis de conflicto con Chile. Paralelamente se incrementaba la imagen de los militares como “reserva moral” de la nación (BADARO, 2006: 23). Lo cual justificaba la expansión de la militarización en Patagonia dado que no sólo protegerían a sus habitantes de la “amenaza externa”, sino también difundirían los valores cristianos y de argentinidad. 
Particularmente la región patagónica pasó a significar un espacio a ser protegido del expansionismo chileno, el cual poseía para los militares argentinos de un largo historial. Tal como es conocido, los sucesivos incidentes desarrollados en la frontera del sur tuvieron su punto culminante en el conflicto por el Canal de Beagle (1977-1978). 
El mayor impacto de la avanzada estatal sobre la frontera riomayense se produjo bajo la inminencia de la guerra con Chile por el conflicto del Beagle en 1978. El despliegue de tropas militares que se produjo a fines de 1978 modificaron la cotidianeidad riomayense, las estancias ganaderas fueron tomadas por los jefes militares para concentrar a soldados y artillerías. A quienes les tocó “hospedar” las tropas militares recuerdan negativamente aquellos momentos, dado que los militares produjeron pérdidas que nunca fueron reparadas. Pero los establecidos/pioneros indicaron sentirse dolidos porque debían ser condescendientes ante prácticas autoritarias. Una de las entrevistadas relató que la Estancia de sus padres fue ocupada por tropas del Ejército y que cada vez que debían ingresar o salir del lugar debían identificarse. 
El administrador de una Estancia, ubicada a 10 kilómetros del límite fronterizo con Chile, recuerda la época del conflicto por el Beagle como un período de tensión permanente. Ni bien ingresaron las tropas del Regimiento VIII de Comodoro Rivadavia comenzó la persecución a los trabajadores chilenos. 
Aunque Río Mayo era elegido como lugar de práctica militar desde décadas anteriores, 1978 significó un profundo cambio en la vida de los riomayenses. La instalación definitiva del Ejército se produjo a partir del año 1982 cuando se realizó el traslado del Regimiento 37 de Comodoro Rivadavia. Por reestructuraciones internas del Ejército se fusionaron la Compañía de Ingenieros IX y la Compañía de Ingenieros Mecanizada 11 y dieron origen al actual Batallón de Ingenieros IX en 1993. 

 
FotografíaInauguración Repetidora de Televisión, Río Mayo, Circa 1979. Fuente: Publicación Río Mayo 70 aniversario. 1935-2005. Municipalidad de Río Mayo. Gobierno de la Provincia de Chubut. Santa Fe. 2005. Pág. 80. 

 
Los riomayenses y las identificaciones locales 

En este artículo buscamos explicar las características del proceso de revalorización de los bienes culturales que simbolizan la pertenencia y vinculación de los riomayenses con su localidad. 

En la nota titulada “Áreas de frontera e hipótesis de conflicto hacia fines de la década del ´70 - principios de los ´80. Segunda parte” (Diario El Corredor Nº 9), vimos de qué modo se produjo la llegada del Ejército argentino a Río Mayo. Este proceso representaba la concreción de un viejo anhelo para diversos sectores de la sociedad civil y política argentina. Para los militares: “...las fronteras se defienden mejor con chimeneas que con bayonetas...” (Diario Crónica, 27 de enero de 1979). Los diversos incentivos al poblamiento -como las bonificaciones salariales por habitar zonas desfavorables para los empleados públicos- de Patagonia formaban parte de las políticas elaboradas desde el centro de la nación, que en ocasiones entraban en contradicción con las experiencias vividas por los habitantes de la frontera. 
La iniciativa estatal de instalar el Ejército en Río Mayo, tuvo múltiples efectos en la localidad, entre los que podemos mencionar: 

  • El impacto poblacional que tuvo la llegada del Ejército. Según el Intendente de la localidad de aquella época: “...en 1980 esta localidad tenía 1.700 habitantes. En este momento, supera los 3.800 habitantes contando las unidades militares destinadas en este lugar”, (Diario El Patagónico, 15 de agosto de 1982). 
  • Una de las formas de delimitar internamente la frontera entre establecidos (riomayenses de antigua data) y outsiders (recién llegados), quedó plasmado en la forma del trazado del pueblo en momentos en que debió asignarse el lugar para que el Ejército instalase cuarteles y viviendas. Río Mayo está enclavado en una zona pantanosa y regularmente es anegada por las aguas del río que divide en dos partes a la comunidad. En la zona alta, cercana a la montaña residen los establecidos, y en la parte baja los outsiders, ambas divididas por el río Mayo y unidas por medio de un puente. Esta división no trata sólo de delimitar espacios, sino que la potencial posibilidad de una inundación equivale a que los establecidos podrán refugiarse en la montaña –como ya ocurrió- en cambio los outsiders deberán correr y abandonar sus instalaciones (Chiste popular escuchado en diversas oportunidades, registrado en el trabajo de campo de 2 de agosto de 2005).
  • La búsqueda de elementos diferenciadores con respecto a los outsiders (militares y otros-as profesionales), generó procesos como la búsqueda de elementos distintivos de los “afuerinos” y de vecinos de otras localidades. 

La fiesta de la esquila 
El más importante de todos los procesos vinculado al hecho de buscar una identificación en algún símbolo representativo de la localidad está dado la institucionalización de la Fiesta de la esquila. La llegada de los outsiders coincidió con la revalorización de prácticas nacionales que habían sido fomentadas desde las instituciones estatales, como la escuela y el gobierno local. La recuperación del folklore y otras prácticas locales que fueron sometidas a un proceso de simbolización como la esquila, fue la forma en que los establecidos eligieron para presentarse ante los “afuerinos” y vecinos connacionales y extranjeros. 
Desde 1978 se comenzó a desarrollar un festival con desfile de gauchos y chinas, elección de la reina, presentación de números artísticos y por supuesto la competencia y demostración del “arte” de la esquila. En 1985 la fiesta fue reconocida a nivel nacional (Diario Crónica 18 de noviembre de 1986). Los fundadores de la fiesta sostienen que este evento reivindica la identidad chubutense además de representar una forma de sentirse riomayense. 
El Sr. Miguel Uribe quien fuera el primer Presidente de la Fiesta de la esquila, señalaba hacia 1986 que la fiesta lograba concretarse por el esfuerzo de “...la comunidad que en su identidad chubutense ha mostrado siempre esta honorable forma de sentirse riomayense” (Diario Crónica, 18 de noviembre de 1986). Entonces la fiesta de la esquila también representa la encarnación de las identificaciones chubutense-riomayense, que reproduce a escala provincial y local la manera de ser argentino en la frontera. 
En las primeras realizaciones de la Fiesta siempre se hacía coincidir el inicio de los festejos con el día de la Tradición: el 10 de noviembre. Sin embargo, por el atractivo turístico que genera la fiesta se mudó al mes de enero la fecha de realización. En este sentido, se puede decir que la Fiesta de la esquila le permitió a los riomayenses realizar una celebración en honor a la actividad económica central de la localidad. Río Mayo ocupó/a un lugar destacado a nivel provincial como primer productor ovino (MARQUES, 2003: 35). Pasado el “auge lanar” de mediados de siglo XX, los productores comenzaron la valorización del recurso ovino, pero orientando la actividad a nuevos bienes económicos. 

 
La instalación del monumento en honor a la lana esquilada es un ejemplo de esta manera de generar identificación con la actividad ganadera. En el centro de la plaza del pueblo se erigió un monumento de color blanco representado por dos manos que sostienen un vellón de lana de oveja (Foto publicada en Revista “Río Mayo XXI Festival Nacional de la Esquila”). 
Fuente 1   
Fuente 2
Fuente 3