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domingo, 6 de abril de 2025

Patagonia: "El aonikenk rubio"

"El aonikenk rubio"




Llegó como muchos con un espíritu aventurero a estas tierras del fin del continente americano desde Europa y su vida de lucha y aventuras lo dejó en la historia de Santa Cruz. Al contrario de otros venidos desde lejos no se dedicó al exterminio de los habitantes originarios.
Al contrario,  Santiago Radboone formó familia con Juana, una originaria tehuelche, sobrina del cacique Mulato quien sería el último gran jefe de los nativos afincados entre Santa Cruz y Magallanes en Chile.
Y pobló los campos del paradisíaco Lago San Martín en la cordillera santacruceña. Sus ocho hijos paridos por la noble Juana entregaron descendencia de llega a nuestros días. Pero vamos a conocer en detalle la vida y andanzas del “Jimmy”, como quedara inmortalizado.
El primero que hizo conocer la vida de Santiago fue un periodista  y literato norteamericano Herbert Childs. Para él, camino a ser un consagrado profesional de las letras y a punto de  contraer matrimonio con Majorie, en plena depresión económica de los años 30, una luna de miel en la Patagonia no era parte de sus planes.
Pero recibió una intrigante carta de un amigo propio y de su futura esposa, en la que le proponía indagar en la vida de un exótico personaje de la frontera argentino chilena en el Territorio de Santa Cruz, en el muy sur de la Argentina.
Las imágenes de peligro, los entreveros con la policía y bandidos, las aventuras amorosas, las adversidades climáticas, el romanticismo que rodea la vida de los pioneros en el imaginario del norteamericano medio y la posibilidad de escribir sobre un tema original, fueron estímulos suficientes para ambos y, sin pensarlo demasiado, reemplazaron la prevista corta estadía en un área rural cercana a sus domicilios, por un viaje en un carguero noruego por las costas americanas del Pacífico y, dando la vuelta por el Cabo de Hornos, hasta la ciudad de Buenos Aires.
Una vez en Buenos Aires volvieron a embarcarse, esta vez doblando sobre sus pasos con rumbo sur, hasta Puerto de San Julián. Allí se trasladaron en automóvil, avanzando por las escalonadas planicies desérticas hasta llegar al lago San Martín. Y desde ese lugar se internaron en la cordillera a caballo, pues se habían terminado los caminos.
De esta manera llegaron a la Estancia La Nana, donde vivía Santiago (James) Radboone. En el jardín de su casa acamparon durante los tres meses del verano de 1933.
Esta larga estadía les permitió mantener ricas conversaciones con quien sería el protagonista de su libro y con su familia, haciendo amistad con la esposa, cabalgando con los hijos y participando en general de las tareas y penurias de la vida de campo, en la aislada y lejana cordillera austral.
El resultado del trabajo periodístico vio la luz gracias a J.B. Lippincott Co., editora que lo publicó en formato de libro, en 1936. El título: “El Jimmy, Outlaw of Patagonia”, alude a su protagonista.
Santiago Radboone, apodado “El Jimmy” por los tehuelches con quien convivió largos años, había nacido en Inglaterra, en el año 1873. Hijo de una familia de escasos recursos y muchos miembros, decidió emigrar acosado por su situación económica, por la policía, y por la madre de una jovencita que declaraba estar embarazada.
Puesto en contacto con Waldron y Woods, propietarios de tierras en Tierra del Fuego, Santa Cruz y la zona de 25 de Mayo en La Pampa, se embarcó rumbo a la ciudad chilena de Punta Arenas, en el año 1.888. Desde allí pasó a la isla de Tierra del Fuego y aprendió con rapidez, el duro oficio de ovejero y domador.



El Jimmy pionero

Pero no había llegado al fin del mundo para seguir obedeciendo las órdenes de un patrón. Con espíritu aventurero y ganas de respirar libertad, mandó adelante una pequeña tropilla de parejeros que había logrado ganar, en búsqueda de un pedazo de tierra que pudiera declarar suya, en la región que media entre el Puerto de Río Gallegos y el de Punta Arenas.
Con esta búsqueda se enredaron demasiadas cosas: mujeres, caballos de carrera, bebida, juego y cierto coraje irresponsable que lo llevaba a no eludir peleas, sean estas con civiles o con la policía.
En una ocasión ganó una apuesta y le pagaron con un cheque a cobrar en Punta Arenas, Chile, que era robado. Fue así como terminó en la cárcel. Pero esta historia no termina aquí. Resulta que al tiempo logró escaparse y en su calidad de prófugo tanto para la ley chilena como argentina, recuperó sus caballos.
Refugiado de la justicia chilena y de la argentina, en la toldería de Mulato, cacique tehuelche de la zona de Ultima Esperanza, se enamora de una sobrina de éste. Con ritmo de novela, pierde a quien quiere hacer su esposa en una carrera de caballos, para sólo recuperarla años más tarde. Con ella y evitando futuros conflictos con la ley, se interna en la cordillera argentina, en la zona del Lago San Martín, y coloniza una tierra, a orillas del agua y lejos de la civilización.
Su lucha por la tierra incluye un viaje en barco a Bs. As. para agilizar los trámites de obtención de sus soñados campos. Al respecto, en un principio, se entregaban entre 4 y 8 leguas cuadradas lo que significaba de 10.000 a 20.000 has. Un 50% de esa superficie podía comprarse luego de 5 años de ocupación continua con mejoras incluidas. Política de tierras que cambió a sólo un contrato de arrendamiento sin posibilidad de venta para acceder a la propiedad. Pasaron muchos años de su afincamiento en Estancia “La Nana” cuando recién en 1930 los Radboone pasaron a tener estas tierras a su nombre y libres de deuda. Sus dominios incluían la península Mackenna hasta la misma frontera con Chile.
Las construcciones de La Nana se componían de corral de postes para el encierre del ganado, galpón para esquila y depósito, baño de ovejas y una muy austera casa de barro, paja y madera donde siempre el fuego permanecía encendido para recibir al forastero. Contaba con piezas dormitorio y depósito. Los muebles eran de madera, cubiertos con cuero de potrillo algunos y todos de construcción casera. Para dormir empleaba cueros de oveja como mullido colchón. El casco se completaba con una generosa huerta y una producción propia de grosellas, frambuesas y frutillas para las tortas y budines que tenían a Jimmy como autor. Todavía hoy se observan los viejos arbustos de fruta fina alrededor de la vivienda fundacional. Consumían preferentemente carne lanar alternando con vacunos, yeguarizos y el producido de la caza de cauquenes y choiques que abundaban.
Unidos inicialmente por el ritual Tehuelche, que reconocía la entrega de caballos a cambio, llega el año 1913 que encuentra a Jimmy y Juana casados ante el Juez de Paz de Puerto Santa Cruz. Tuvieron ocho hijos Nana, Juana, Santiago, Arturo, Miguel, Enrique, María y Catalina. Cinco de los cuales fueron atendidos en el parto por el mismo Jimmy.  Incluso, alguno de sus nietos vivieron en La Nana. Sus hijos alternaron la educación en la estancia con la recibida en colegios de Puerto Santa Cruz. A esta localidad concurrían ante la enfermedad cuando necesitaban curarse con el médico que llegaba periódicamente de la lejana Buenos Aires. En tales circunstancias su hija Juana casi pierde la vida por una fuerte neumonía.
En cuanto al ganado llegó a tener 6.500 lanares que le reportaron hasta 13.000 Kg. de lana. Producía leche, manteca y quesos que maduraban colgando en la cocina. Para ello encerraban las lecheras “guampudas” y semisalvajes con el auxilio de perros que las traían mordisqueando sus garrones. Diestro en esquilar a tijera y pelar los ojos, el record personal de Jimmy fue de 236 animales esquilados en el día. Gran corredor de carreras, criaba su caballada amansando los potros con tres años cumplidos. Sus caballos de uso diario pastaban en un pequeño potrero anexo al casco. Vendía su lana en Puerto Santa Cruz y los corderos gordos en el Frigorífico Armour. Esta localidad de la costa Atlántica, estaba separada de la estancia por una huella que se transcurría luego de 30 días de carreta. Sus ocho hijos ayudaban en las tareas cotidianas. Siendo Radboone un gran cocinero, entrenó a las niñas en el arte de la cocina. Nana se destacaba en el encierre de las lecheras a las que ataba por los cuernos a postes, sujetaba por las patas y ordeñaba.
Fue la Comisión de Límites en 1903, quien exploró estas tierras colocando el hito de piedra limítrofe hasta donde llegaron los dominios de Jimmy. Tierras pisadas por los huelguistas del año 1922 en su huida a Chile; por el inquieto padre de Agostini en su exploración de los Andes Australes y por distintas expediciones al hielo continental patagónico.
Relatos de historias que se pueden acceder consultando la biblioteca en el actual casco o vivirlos en cercanías de la vieja casa de Jimmy. Allí respetando el estilo arquitectónico de Patagonia Sur se ha construido uno nuevo que lleva el nombre de la vieja estancia, Puesto “La Nana”, en reconocimiento al noble espíritu de sus fundadores.
Retazos de la rica historia de la joven provincia de Santa Cruz. Si que se quiere también, otra forma de entender la integración entre los que llegaron de otros lugares al continente americano, sin provocar un destino de muerte y expoliación de las poblaciones originarias.
Historias de Patagonia :
Por: Mario Novack
Domingo, 3 de noviembre de 2019
Fuentes: Diario Río Negro  - Pedro Dobreé
El Chaltén Hoy – Alejandro Serret.


Fotos de la zona del campo "La Nana" donde vivió Jimmy Radboone....y el paisaje del lugar...

martes, 1 de abril de 2025

Aonikenks: Sam Slick, la cabeza del Perito Moreno en el museo de La Plata

Sam Slick, un aborigen de Santa Cruz, hijo del cacique Casimiro Biguá. Cuya cabeza exhumó el Perito Moreno para llevarla al museo




Sam Slick junto a su padre, el cacique Casimiro Biguá en 1864

Hijo del cacique tehuelche Casimiro Biguá -o Bivois-, viajó al islote Keppel de las Malvinas para ser evangelizado por los protestantes, pero no tuvo progresos de importancia y sólo aprendió a hablar inglés.

Este aborigen, junto con su padre, aparecen como los dos primeros que posaron ante una cámara fotográfica en 1864, durante una visita a Buenos Aires.

También fue recordado por acompañar al explorador Musters en su viaje a través de la Patagonia en 1870.

Conocido por Francisco P. Moreno, tiempo después el explorador se enteró de que “en el cementerio de la colonia galesa había sido inhumado mi amigo Sam Slick (…) muerto alevosamente por otro indio. Conocí a ese indio en mi viaje anterior a Santa Cruz en 1874. Por el tamaño extraordinario de su cuerpo me interesaba, sobre todo su cabeza. A mi llegada, cuando supe su desgracia, averigüé el paraje en que había sido inhumado y en una noche de luna, exhumé su cadáver, cuyo esqueleto se conserva en el Museo Antropológico de Buenos Aires; sacrilegio cometido en provecho del estudio osteológico de los tehuelches”.

La Voz de Chubut

sábado, 29 de marzo de 2025

Patagonia: Recordando los aportes de Rodolfo Casamiquela

A 15 años de su partida terrenal, recordamos a Rodolfo Casamiquela (07/12/2008)

 

 

Rodolfo Casamiquela fue un paleontólogo, arqueólogo, historiador, escritor y docente argentino, reconocido por haber descubierto el dinosaurio Pisanosaurus mertii en 1967 y por su trabajo con el último hablante del idioma puelche.

En 1991 se publicó el libro “Del mito a la realidad: evolución iconográfica del pueblo tehuelche meridional” (Fundación Ameghino), escrito por los argentinos Rodolfo Casamiquela, Osvaldo Mondelo y Enrique Perea, con la colaboración del historiador chileno Mateo Martinic. Esta obra es fundamental para reconstruir la historia del pueblo tehuelche, tradicionalmente marginado de la historia. En los últimos tiempos, esta marginación ha sido doble, debido a la generalización del término "mapuches" para referirse a todos los pueblos indígenas de la Patagonia. El libro se destaca por una impresionante reconstrucción genealógica e incluye 536 ilustraciones.

A continuación, se reproduce un capítulo del libro, escrito por Casamiquela, donde se aborda la etnología patagónica austral, enfocándose en los tehuelches meridionales y los onas.

Estructura étnica y racial de la Patagonia austral

Prescindiendo de la amplia cantidad de términos gentilicios en diferentes lenguas, que complican el panorama etnológico de la Patagonia austral (incluido el sur de Chubut), se acepta que esta región estuvo integrada, desde una perspectiva racial, por dos elementos fundamentales: pámpidos y fuéguidos, los cuales experimentaron metamorfismo en distintos grados. Los láguidos, de origen litoral y provenientes del norte, pudieron haber llegado hasta las cuencas de los lagos Colhué Huapi y Musters, siguiendo el río Chico del Chubut.


Según la monografía de Bórmida (1953-54), el "tipo patagón" (asociado a los tehuelches meridionales) es casi idéntico al ona, ya que deriva de la fusión de un tipo pámpido dominante con otro fuégido. Los tehuelches septentrionales australes (al norte de Chubut y sur de Río Negro) serían mayoritariamente pámpidos puros, mientras que los yámanas y alacalufes (indígenas canoeros) serían fuéguidos puros.

Grupos metamórficos

Existen otras variantes derivadas del metamorfismo de los tipos pámpido y fuégido. Ejemplos de estos grupos son:

  • Guaicaros (huaicurúes): Habitaban la península de Brunswick, la isla Riesco y la costa oeste del estrecho de Magallanes.
  • Huemules: Detectados por Fitz-Roy en los senos Otway y Skyring.
  • Haus: Del sudeste de la isla Grande de Tierra del Fuego.

En estos grupos, el porcentaje de sangre fuégida era superior.

Aspecto cultural

Desde una perspectiva cultural, los tehuelches meridionales no eran un modelo puro de cazadores superiores, como se pensaba. De hecho, los antiguos testimonios describen a indígenas corpulentos que tripulaban canoas, lo que evidencia su metamorfismo cultural. Este fenómeno se acentuó de norte a sur y se observó especialmente en los guaicaros, huemules y haus, aunque se extendió a los tehuelches meridionales.

Clasificación de los tehuelches meridionales

Casamiquela divide a los tehuelches meridionales en dos grandes grupos:

  1. Tehuelches meridionales australes: Desde el estrecho de Magallanes hasta el río Santa Cruz.
  2. Tehuelches meridionales boreales: Desde el río Santa Cruz hasta el río Chubut.

Los tehuelches septentrionales se ubicaban al norte del río Chubut, dividiéndose a su vez en australes (hasta el Limay-Negro) y boreales.

Autodenominación y lengua

La etnia tehuelche meridional austral se autodenomina aónik’enk o aonik’o ch’oónükü ("sureños" o "gente del sur"). Los tehuelches boreales también se denominan aónik’enk, aunque el grupo que residía en Corpe Kaiken se identificaba como mech’arn ("gente de la resina") y denominaban su territorio mech’ar-nuwu ("donde hay resina").

Casamiquela señala que, hasta principios del siglo XIX, los tehuelches de Santa Cruz hablaban otra lengua: el téwsün, conocida como la “lengua misteriosa de la Patagonia”.

Etnodinámica reciente

La pérdida de la identidad de los tehuelches meridionales boreales se habría debido al fortalecimiento de los tehuelches australes, posiblemente relacionado con la introducción del caballo a fines del siglo XVIII. Por el contrario, la falta de una autodenominación única para los tehuelches meridionales australes podría deberse a una influencia de los boreales sobre ellos.

Casamiquela también postula que la expansión cultural de los tehuelches septentrionales australes (günün a künna) hacia el sur habría influido en la despersonalización de los boreales. Esta expansión estaría relacionada con la presión cultural y religiosa, en la que la institución shamánica jugó un papel clave, especialmente a partir de la representación de grecas en el arte rupestre.

Relación con los indígenas de canoa

Los onas de la isla Grande de Tierra del Fuego habrían llegado a ella en canoa, lo que implica un proceso de metamorfismo cultural. Los tehuelches continentales también habrían convivido con los canoeros, experimentando un contacto prolongado que derivó en la fusión racial de los pámpidos y fuéguidos.

Movimientos internos y uso de los ríos

Los movimientos internos de los tehuelches se asociaban con los ciclos de caza del guanaco y el avestruz, que migraban hacia el mar en invierno y al interior en verano. Los ríos no eran rutas, sino barreras naturales que limitaban la expansión de los pueblos. Casamiquela propone la “teoría de las anticuencas”, en oposición a la teoría de las cuencas hidrográficas de Escalada, sugiriendo que las cuencas funcionaban como límites y no como rutas de expansión.

El mito de los gigantes patagónicos

El cronista Antonio Pigafetta, de la expedición de Magallanes, describió en 1520 a los habitantes de la bahía de San Julián como hombres de gigantesca estatura, afirmando que “no le pasábamos de la cintura”. Esta descripción dio lugar al nombre de "Patagonia", asociada con la idea de una región habitada por gigantes patagones.

Conclusión

La historia de los tehuelches es una historia de contacto, metamorfismo racial y cultural. Los tehuelches meridionales se vieron influenciados por los canoeros y otros grupos metamórficos, destacándose su transformación a lo largo de la historia. Los trabajos de Rodolfo Casamiquela resultan clave para comprender esta dinámica etnocultural y rescatar la identidad de los pueblos patagónicos, quienes hoy enfrentan la marginación histórica y la confusión con la identidad mapuche. Este legado etnológico sigue vigente, y la obra de Casamiquela se convierte en una pieza fundamental para preservar la memoria de estos pueblos.

jueves, 27 de marzo de 2025

Patagonia: Derriban monumento al militante comunista Bayer





¿Por qué es sano no homenajear a Herr Oswald Bayer?

Porque ha sido un personaje militante del comunismo internacional, nunca fue un historiador. Fue un opinador, no alguien que se basara en todos los datos que recababa. Sólo presentó los datos que convenían a promover la rebelión de los pueblos y la lucha de clases marxista-leninista. Toda su obra es un recorte de hechos para apoyar su militancia anti-argentina (un ejemplo). Debajo tenemos simplemente dos notas que lo pintan de cuerpo entero: Pidiendo la entrega de la Patagonia Oriental a Chile para conformar una disparatada patria india y, congruente con ello, un ataque al General Julio Argentino Roca como padre fundador de la Argentina moderna.






sábado, 22 de marzo de 2025

JAR: "Roca hizo más que San Martín"

“Le debemos más a Roca que a San Martín”, dijo Pallarols, quien vendrá para reparar el monumento

El legendario platero y orfebre argentino viajará a Bariloche en breve para evaluar el daño que tiene la estatua de Roca del Centro Cívico, y encarar una restauración “ad honorem”. Dijo que hay que pensar en una protección para que no vuelvan a vandalizarla.
Bariloche 2000



Pallarols va a restaurar el monumento de Roca, vandalizado y deteriorado por años



Juan Carlos Pallarols, uno de los artistas argentinos más reconocidos del mundo, será el encargado de restaurar el monumento del general Julio A. Roca del Centro Cívico, luego de décadas de vandalismos e incluso un intento de derrumbarlo.

“Le debemos más a Roca que a San Martín, en kilómetros cuadrados, tengo una admiración profunda por San Martín. No sé de dónde aparecen esas ideas tontas de borrar estas figuras, que nos han hecho crecer, darnos cuenta del país que tenemos”, sostuvo.

Dijo que hará el trabajo en forma gratuita, por el “orgullo” que significa para él que le confíen la tarea, para gloria de su familia de tradición platera, y “del país grandioso que tenemos y debemos aprender a cuidar más”.

“Mi relación con ese monumento magnífico comenzó hace más de 70 años, cuando empecé a viajar a Bariloche, Por eso, que me pidan restaurar esa figura emblemática es un orgullo, que confíen en mí”, dijo al programa La Mañana de Radio Seis, expresando su enojo con los vándalos y funcionarios con ideas heterodoxas: “Sólo a un tonto se le ocurre correr un monumento, no se hace jamás. En España no han corrido los monumentos de Franco, cuando terminó la dictadura y volvió la democracia. Los monumentos no se corren”, afirmó.

Celebró que hayan descartado otras ideas y busquen restaurarlo. “Ahora se lo tomaron en serio”, dijo, y ponderó al artista que lo hizo, Emilio Jacinto Sarniguet.

“Tiene obras tan importantes como esa en Buenos Aires, como El Resero o el Yaguareté en Parque Chacabuco, un montón de figuras hizo”, lo ponderó.

Recordó que “Perón en su primer discurso en 1946, cuando asumió, dijo que no podía calcular la riqueza del país porque el Banco Central estaba lleno de oro, en los pasillos había oro, 35.000 toneladas, los pasillos y las puertas estaban trabadas por lingotes de oro. Eso fue por Roca, después nos gastamos toda esa plata. Es historia pura. Sepamos entender a los próceres que han engrandecido a este país, que lo han hecho sabio, culto, con las mejores universidades”, manifestó.

“Los que piensan en taparlo, les pregunto si le pondrían el arbolito de Navidad arriba de la cabeza de los padres, de la escultura. Es una falta de respeto, eso no se hace en ningún lugar del mundo. Yo tenía un negocio en Estados Unidos, a dos cuadras del monumento a San Martín, nunca vi acá las ofrendas florales que ponen allá. Acá, incluso se han robado un pedacito de la estatua, no sé qué nos está pasando, estamos tontos, es peligroso”, lamentó.

Pallarols aseguró que ya en 1910, cuando el país no llegaba a los dos millones de habitantes, ya se habían construido algunos de los edificios más monumentales de Argentina.

“Entonces y ahora se quedan maravillados todos los visitantes. . Cuando Caruso vino por vigésima vez a cantar, era un lujo hacerlo acá, el Teatro Colón ya estaba construido, igual que el Congreso, la Casa Rosada, toda esa maravilla que hay. Tenemos que estar orgullosos de eso”, agregó.

El trabajo

Pallarols anticipó que en estos días hará un viaje a Bariloche “con gente especializada” para “hacer un estudio profundo, sobre cuál es el daño que tiene y cómo repararlo”.

Estimó que el trabajo podría llevar entre 30 y 60 días, “no más de 70”, y sugirió que hay que ir pensando en protegerlo con una reja.

“Hay que hacerle una protección para que no se pueda acceder fácilmente, no se lo pueda dañar”, pidió, y dijo que hará el trabajo totalmente ad honorem.

“Hace 30 años un estúpido le pegó un martillazo a la Piedad una obra de Miguel Angel, murió en un psiquiátrico. Esas cosas hay que prevenirlas”, añadió.

“Sólo habrá que pagar los gastos de traslados, materiales, muy pocos. No le cobraría a nuestra patria por algo que se debe hacer. Este es mi trabajo, está en mi alma. A veces me preguntan ‘¿cuánto cobró por tal cosa? Me miran con lástima cuando respondo. Al Estado no le vendo nada, no tengo un currito, tengo clientes acá y en el exterior, vivo de eso, tengo un trabajo muy lindo”, explicó.

Consideró que desde la revolución francesa “hubo muchos cambios, cosas desgraciadas para el mundo entero, en 1918 los rusos necesitaron 70 años para sacarse la peste de encima”.

“Pienso que no es algo de derecha ni izquierda, sino sentido común, hay que preservar el arte, no se puede serruchar caprichosamente, solo porque a alguien se le ocurre destruirla”, señaló.

“Siento responsabilidad de mantener, cuando Dios me llame a ese viaje desde donde no se vuelve, lo que tengo quede en manos de mis hijos para mantener. Que sepan mantener, preservar, conservar. Para gloria de nuestra familia y para gloria de la patria. El país que tenemos es un chiche, es hermosísimo, y tenemos que estar más preocupados por cuidarlo”, expresó.

domingo, 16 de marzo de 2025

Patagonia: La matanza de aonikenks por araucanos

Engaño araucano, derrota y matanza de los Tehuelches

Voz del Chubut




Camaruco o Nguillatún, ceremonia mapuche presidida por la cacique Lucerinta Cañumil, en Las Bayas, Río Negro. Foto: Ana María Llamazares, 1981.

La posibilidad de extender el dominio del territorio, llevado adelante por esta parcialidad de la cultura araucana al cruzar la cordillera, al principio estableciéndose en los valles comprendidos entre los Ríos Colorado y Negro, en el actual territorio de Neuquén, y más adelante instalándose ya en Salinas Grandes. Invasión que produce enfrentamientos por las tradicionales zonas de caza y comercio. Impondrá rasgos de esta cultura a los Tehuelches septentrionales modificándolos para siempre. A pesar de la resistencia Tehuelche logran los Mapuches imponerse.

Los Tehuelches meridionales, del otro lado del Río Chubut, son vencidos definitivamente en las batalles de Tellien, Languiñeo y Pietrochofel. La batalla de Languiñeo tiene una gran importancia histórica porque no solamente pierden éstos Tehuelches el territorio de caza que ocupaban históricamente sino que señala también el comienzo de la fusión de las dos razas nativas en esa zona de Chubut. Como resultado de esas derrotas se produce la mestización y fusión de las etnias, fruto de la unión entre los vencedores Mapuches o Manzaneros y las cautivas Tehuelches.

Esta batalla ocurre en las postrimerías del siglo XVIII, los testimonios que se conocen fueron orales. En Languiñeo tenía sus tolderías los Caciques Chaeye Chacayo y Plan Chicon. Estos Tehuelches meridionales eran pacíficos, pero debieron combatir en defensa de sus áreas de caza continuamente, debido a las ambiciones de sus belicosos vecinos manzaneros que comenzaban a apropiarse de sus territorios.

Estos grupos Tehuelches esporádicamente vencían a los Mapuches o manzaneros, lograban repeler sus ataques por el conocimiento que tenían del terreno. La zona de Languiñeo, habitada por estas tribus, se encontraba en un paraje rodeado de serranías cavernosas, lo cual hacía del lugar un espacio apto para atacar por sorpresa a sus habitantes. Pronto esto se transformó en un objetivo de guerra para los manzaneros al mando del Cacique Chocorí (padre de Valentín Sayhueque). Hacia allí mandó emisarios para avisar que se trasladarían con el propósito de comerciar pacíficamente. Pero este cacique ya tenía planeado caer sobre los Tehuelches, antes había pedido ayuda al Cacique Churepan de Chile, con este jefe vendrían los capitanejos Jacinto Agüero y Pancho Mero aumentando su poder de lanzas, contaban además, con arma todavía poco utilizada para la guerra por los Tehuelches, las boleadoras y las bolas arrojadizas. Los Tehuelches esperaron, desprevenidos y confiados, se dejaron rodear por los bravos guerreros manzaneros. Cuando comenzó el ataque y se desató la batalla ya era tarde, los Tehuelches se batieron heroicamente durante tres días a pesar de las pocas posibilidad de salir vencedores. Luego de esos fatídicos tres días, la Pampa de Languiñeo quedó cubierta de cadáveres, y los vencedores, por derecho del triunfo, se apoderaron de mujeres y niños.

Cuenta que el único que trata de salvarse fue Plan Chicon, que huyó a caballo pero a 3 o 4 leguas del lugar, precisamente en el Pasaje llamado Colan Conhué, los manzaneros que lo perseguían logran bolearle el caballo dándole muerte inmediatamente.

Según algunas crónicas, fueron los Tehuelches quienes llamaron a esa pampa Languiñeo, que en su idioma quiere decir: “lugar de los muertos”. Pero algunos historiadores piensan que es un nombre en lengua mapudungun, más que Tehuelche.

El terreno parecía un cementerio descubierto, sembrado de huesos humanos, éste teatro de batalla permaneció como lugar de dolor en la memoria Tehuelche. Nadie quedó para vivir allí, valle inhóspito y frio. Contaban los descendientes vencidos, que se alguien se aventuraba por esos parajes en las noches de luna se veían brillar los huesos, y se escuchaban los gritos de dolor.

Otra batalla, a la que antes hacíamos referencia y que Sarasola llamara Pietrochofel, y de la que por primera vez hiciera referencia Federico Escalada, es Shotel Káike, hoy conocido como Piedra Shotel. En ese momento las huestes Pehuenches estaban dirigidas por el Cacique Paillacan, allí se libró un sangriento combate cuerpo a cuerpo con los Tehuelches. En la batalla Guetchanoche, hijo mayor de una familia Chehuache – Kénk, es tomado prisionero junto a sus hermanos y su madre. Entre los familiares cautivos estaban sus cuatro hermanas. Trasladados luego todos hasta las tolderías de Paillacán cerca del Limay, dos de sus hermanas son tomadas como esposas por el Cacique. Esta costumbre y tradición hacia que el trato de los prisioneros fuera de mucho más respeto a partir de allí. De ellas el Cacique tuvo hijos: Foyel es uno de ellos. A su vez Guetchanoche es el Bisabuelo de doña Agustina Quilchaman de Makel, informante de Martinetti y Escalado. Una de estas mujeres: Aunakar, fue capturada junto a su pequeño hijo por los indios cordilleranos a quienes solían llamar Huilliches; sobrevivió cautiva pero el niño fue salvajemente asesinado. Según las crónicas habrían pasado 40 años y el viejo Paillacan soñaba con recuperarla.

Fragmentos del libro “Gobernador Costa – Historias del Valle de Genoa”, de Ernesto Manggiori

viernes, 7 de marzo de 2025

Patagonia: El pionero Ricardo Tardón

 

Ricardo Tardón: Pionero del Futalaufquen

La Voz de Chubut



Ricardo Tardón

En lo profundo de la Patagonia, entre majestuosas montañas y lagos cristalinos, vivió un hombre cuya determinación y espíritu transformaron un paisaje inhóspito en un hogar: Ricardo Tardón Sepúlveda, el gran pionero del Lago Futalaufquen.

Nacido en 1868 en Penco, Chile, Ricardo llegó a la Patagonia a finales del siglo XIX, buscando un lugar donde su sueño de prosperar se hiciera realidad. Tras recorrer la vasta provincia del Chubut, llegó a los alrededores del Lago Futalaufquen en 1889. Con su corazón lleno de coraje, se asentó en estas tierras vírgenes, enfrentando la dureza del clima y el aislamiento, pero nunca se rindió. El lago, las montañas y los frondosos bosques que lo rodeaban se convirtieron en su refugio, y con trabajo incansable, Ricardo empezó a dejar una huella imborrable.

Su primer asentamiento fue en la zona de Laguna Larga, donde se dedicó a la ganadería. A lo largo de los años, extendió su presencia en la región, desplazándose hacia el Cerro Cocinero y, finalmente, estableciéndose en el Cerro Situación, en lo que hoy es la Portada Centro del Parque Nacional Los Alerces.

Ricardo no solo fue un ganadero exitoso, conocido por comercializar grandes tropillas de novillos y yeguarizos entre Argentina y Chile, sino también un hombre de profunda generosidad. Facilitó el establecimiento de otras familias en la región, como su suegro Rudecindo Rosales y puesteros chilenos como Felidor Salinas, Juan Monsalve y Baldomero Cárdenas, entre otros, quienes, tras su fallecimiento, se convirtieron en pobladores consolidados del área gracias a los Permisos de Ocupación Precarios (PPOP) otorgados por la Administración de Parques Nacionales.

A lo largo de su vida, Ricardo Tardón expandió sus tierras y actividades, llegando a controlar más de 10,000 hectáreas, desde Laguna Terraplén hasta las orillas del Lago Futalaufquen, una superficie otorgada por la Dirección de Tierras de la Nación, dependiente del Ministerio de Agricultura. Esto le permitió continuar con su floreciente actividad ganadera. Sin embargo, el establecimiento del Parque Nacional Los Alerces en 1937 trajo nuevos desafíos, ya que muchos pobladores, incluido él, tuvieron que enfrentarse a la difícil decisión de abandonar sus tierras o aceptar el control estatal. Ricardo, con su espíritu aventurero intacto, decidió cruzar a Chile en busca de nuevas oportunidades.

Trágicamente, en 1943, perdió la vida en un accidente en las aguas del Lago Yelcho, en Palena, Chile.

Su legado, sin embargo, no se desvaneció. Su esposa, Tránsito Rosales, y sus hijos continuaron su obra, manteniendo viva la conexión de la familia con la región del Futalaufquen. Hasta el día de hoy, parte de su familia sigue ocupando las tierras que él ayudó a conquistar, y su nombre está profundamente ligado al nacimiento y desarrollo del Parque Nacional Los Alerces.

Ricardo Tardón fue un pionero y fundador de una comunidad, pero también un símbolo de resiliencia y conexión con la naturaleza patagónica.

lunes, 3 de marzo de 2025

Aonikenk: Los nómades de la Patagonia argentina




"Los patagones, llamados por los araucanos en su idioma "huiliche" (hombres del sur)



Los españoles de Carmen conocen con el nombre de "tehuelches", que, sin ninguna duda, les fue impuesto por los puelches, se dividen en dos tribus: la del norte, se llama tehuelche, y la del sur, a orillas del estrecho de Magallanes, que los otros patagones denominan "Inaken". Es la última nación del continente americano; habita las márgenes del Río Negro en el 41° de latitud sur, y más al norte del Río Colorado, hasta las partes orientales del estrecho de Magallanes, donde la han visto todos los navegantes que han hablado de los verdaderos patagones, desde el inmortal Magallanes, que fue el primero en conocerlos (...). Por lo demás, como todos los pueblos cazadores, no pueden residir en un lugar que no posee caza abundante; por eso, cuando la caza se hace rara, parten en busca de un lugar donde puedan permanecer algún tiempo. De ahí proviene la poca fijeza de su domicilio y su vida errante y vagabunda de norte a sur y de este a oeste. Puede decirse que habitan desde el Río Negro hasta el estrecho de Magallanes y desde el pie oriental de los Andes hasta la orilla del mar, sin poder establecer, como justeza, el sitio donde residen en particular. Por lo que he podido saber de ellos mismos, hacen, casi todos los años un viaje a las fuentes del Río Negro, a fin de obtener semillas de araucaria para sus provisiones, y al mismo tiempo manzanas, que abundan de manera asombrosa en los contrafuertes orientales de los Andes, tanto como el durazno en la desembocadura del Plata. Los manzanos fueron también sembrados por los primeros españoles que habitaron los Andes en Chile poco después de la conquista, porque, después de esa época, los conquistadores fueron rechazados por los araucanos (...). La estación de cosecha es, al mismo tiempo, una época en la cual los indios patagones del sur van con sus pieles a comerciar con los aucas de las cordilleras y de las pampas, y con los puelches que llegan a las márgenes del Colorado. El sitio de reunión para esas citas anuales es por lo general la isla de "Choele-Choel", formada por la separación de los dos brazos del Río Negro, a sesenta u ochenta leguas de su desembocadura. Allí se dirige el patagón, con sus pieles de guanaco; el auca y el puelche con sus tejidos (...); y desde allí, se entablan los intercambios que, desde los tiempos remotos, tienen lugar entre naciones australes, cuando las guerras no las dividen. Es así que los patagones se proveyeron pronto de caballos, de numerosos rebaños, y que los objetos europeos, llevados por los españoles, con las palabras españolas, lo que explica las que oyeron pronunciar Bougainville y Wallis en 1767; pero lo que prueba mejor las comunicaciones frecuentes entre todas esas naciones, y hasta las de Tierra del Fuego, son las palabras españolas que Weddel oyó pronunciar a los habitantes de la parte sur de la Tierra del Fuego, que, no para cazar, sino para buscar conchillas de que se alimentan, están obligados a viajar continuamente de una isla a otra. Son, por lo demás, las únicas naciones navegantes de toda la punta de América, puesto que ni los patagones, ni los puelches, ni los aucas de las pampas, han tenido nunca la idea de contruirse una almadía para cruzar un río".



Por: La Rosa

viernes, 28 de febrero de 2025

Patagonia: El Ejército llega a Esquel en 1937 y se abren los primeros prostíbulos

Esquel, 1937. Llega el ejército y surgen los prostíbulos

La Voz de Chubut



El entonces Cabaret “Gloria”, esquina de Almafuerte y Fontana


En 1937 llegó a Esquel el destacamento de Montaña Sur y el 19 de agosto del mismo año se creó la guarnición de Esquel. En ese hecho se puede ver el origen de Doña Rosa. Según algunos informantes, putas había y algún que otro prostíbulo menor y casi doméstico existía cerca del arroyo. Pero la instalación del Regimiento cambió drásticamente la vida económica y social de la ciudad en pleno crecimiento. Algo más de mil hombres de buenas a primeras; nada menos. Y respecto de la faz comercial, no sólo sueldos que se gastarían totalmente en el pueblo, sino las compras que la institución haría en la localidad. El Estado Nacional seguía colaborando activamente en el desarrollo económico de Esquel. Pero más de una madre de familia, con hijas jóvenes, intuyó problemas. ¿Cómo se arreglarían tantos soldados mozos y fuertes, con todas sus hormonas en explosión, agudizadas por el encierro semanal que la vida militar imponía? La solución era obvia.

Según un viejo comerciante de Esquel, había muchos más hombres en esos años, por la llegada del “21”, y varios prostíbulos, todos controlados por la Municipalidad; claro que el más activo era el de Doña Rosa, en Almafuerte y Fontana. Y agrega: casas de baile y prostíbulos también hubo cuando en los años ‘60 y ’70 se trabajaba en la construcción de la Presa, incluso en Aldea Escolar.

Según un médico ya retirado de su profesión, no hubo otro; el prostíbulo arrancó cuando se instaló el Regimiento 21. Dice que tenía unas quince mujeres, todas llegadas de afuera, ya que era difícil que una lugareña facilitara las visitas higiénicas de sus vecinos en ese local. “Doña Rosa era una mujer que venía del norte, baja y robusta, morocha: siempre sentada contra el mostrador, delante de la caja registradora; era vivísima: no se le escapaba nada. Dice que tuvo un ayudante que murió de viejo, harapiento, en la década del ’90; lo llamaban “Pejil”, porque solía vender verduras por la calle. El prostíbulo funcionó muchos años más, hasta aproximadamente la construcción de la presa, que desencadenó la instalación de muchas whiskerías. Creo que ella murió en Esquel.

“Orlo” también conoció el boliche de Doña Rosa. Delgado, ojos claros que delatan una mirada cargada de picardía y un permanente buen humor, son características de alguien que uno puede imaginar como un personaje de esos que, con su simpatía habitual, llegaban tarde al local. Su hermano mayor lo llevó por primera vez al burdel. Cuenta que la dueña era una excelente persona, mujer mayor de edad. En sus comentarios, el ex operador de Radio Nacional, le quita dramatismo al tema, le arranca ese velo de impudicia y desdén que suele bañar las anécdotas prostibularias. El burdel, dice, era un lugar de fiesta, de reunión, lugar para tomar bebidas además de hacer el amor clandestino y pago, y, sobre todo, era accesible para la gente.

Según “Orlo”, era normal que en grupos, los muchachos sin novias oficiales o en medio de noviazgos comprometidos, cayeran a tomar unas copas a “lo de Doña Rosa” después del baile, y además, cumplir con el rito consabido.

En una oportunidad, el médico antes citado debió darles inyecciones a las mujeres del prostíbulo; ellas se hacían revisiones semanales en el hospital. No había tantos casos de sífilis sino gonorreas y venéreas menores. No eran tiempos del SIDA. Dice que era tolerado por las autoridades, porque en realidad también lo era por los vecinos, y cualquiera podía estar involucrado secretamente. La presencia del prostíbulo en un pueblo con más de mil soldados representaba un cierto alivio para las familias con hijas jóvenes.

– Me contaba que no era caro; la gente iba sin mayores costos; no era arenoso, agrega. Había mucho movimiento de dinero, especialmente en el campo. “Con 2500 ο 3000 ovejas, el lanero vivía todo el año y muy bien; si pagaba lo correspondiente a los peones, éstos no tenían problemas en gastar unos pesos en el prostíbulo.” No eran tiempos de crisis lanera. Otra reflexión: en Esquel solían existir suicidios o muertes por problemas familiares y pasionales, y de hecho hubo muchos casos resonantes, pero no por reyertas en el prostíbulo. En general, el ambiente era tranquilo.


Fragmento del libro “Esquel… del telégrafo al pavimento”, de Jorge Oriola

martes, 25 de febrero de 2025

Conquista del Desierto: El jefe araucano Llancamil

"Yankamil"



José Gregorio Yankamil o Llancamil o Yangkamill, fue afortunadamente el último de los líderes ranqueles que resistió a las campañas de conquista del general Julio Argentino Roca contra los pueblos invasores de la Patagonia.



Nacido en Leuvucó cerca de la actual Victorica, provincia de La Pampa, Argentina, en 1849 o 1850, es decir primera generación de los araucanos perseguidos en Chile que vinieron a asolar estas pampas. Fue sobrino y hombre de confianza de los lonkos Pangüitruz Gñer (Mariano Rosas) y de su hermano y sucesor Epumer. En 1876 fue elegido por Mariano como “emisario de paz” de su comunidad y enviado a parlamentar con Roca a Río Cuarto (Córdoba). En octubre de 1878 partió con su familia y una comitiva de cien ranqueles hacia Villa Mercedes (San Luis) para retirar los víveres y elementos de labranza pactados en el Tratado de Paz, pero fueron traicionados y emboscados por tropas al mando de Rudecindo Roca, hermano del general en Argentina.



jueves, 20 de febrero de 2025

Patagonia: Un hueco donde convivieron chilenos y argentinos

Lago Blanco, Huemules, El Chalía y Balmaceda 1910/1920. Convivencia entre argentinos y chilenos

La voz de Chubut




Racho de troncos en el Alto Simpson

Los chilenos llegaron a la Región de Lago Blanco, Valle Huemules y El Chalía provenientes de los territorios argentinos de Neuquén, Río Negro y Norte de Chubut. Habían ingresado a la Argentina porque el gobierno chileno les había concedido sus tierras a grandes empresas ganaderas y a colonos de origen anglosajón. Carlos Von Flack se dedicaba a expulsar colonos de pocos recursos para apropiarse de sus tierras y luego venderlas a grandes terratenientes. Para ello se valía de sus conocidos en el gobierno de Chile. En 1918 llegó a promover un conflicto armado en Lago Buenos Aires (lado chileno) entre pobladores y carabineros de Chile.

Estos pobladores chilenos, expulsados de sus tierras se movilizaban en grupos y donde se establecían formaban pequeñas comunidades, ya que de ese modo se ayudaban mutuamente y mantenían sus costumbres y lazos familiares. Entre 1910 y 1920, colonos chilenos ocuparon la totalidad del Valle del Lago Blanco, transformándolo en una especie de colonia chilena.

Diversas circunstancias, como la exigencias desde 1914 del abono de un canon de pastaje, y la posterior entrega de tierras en arrendamiento desde principios de la década del 20, privilegiando a europeos, argentinos y norteamericanos, motivó que los chilenos radicados en Argentina se alejaran de la región para colonizar los valles cordilleranos de Chile a los que era imposible acceder desde la costa del Océano Pacífico. Es decir que el gobierno argentino instrumentó una política que negaba la entrega de tierras a chilenos en regiones lindantes con el límite fronterizo. Algunas de las regiones de Chile que se poblaron por dicha política son: Cuenca del Río Frías (vecina al valle argentino de Apeleg, Balmaceda, Chile Chico (en Lago Buenos Aires), el Backer, etc.

José Antolín Ormeño emigró a Argentina en 1.906. Allí residió en los territorios de Neuquén, Río Negro y Chubut. Entró al Alto Simpson en 1913 y por iniciativa propia a fines de 1916 trazó el plano del pueblo Balmaceda. Para 1919, al Valle del Alto Simpson lo habitaban 155 personas, de las cuales 125 eran chilenos repatriados de Argentina. Por su parte, un poco más al norte, el Bajo y el Alto Coyhaique, ya contaban con incipientes poblaciones.

Hasta ese momento, el comercio de lana, animales y cueros se realizaba en su totalidad con Argentina. Tanto era así, que en esa parte del territorio el dinero chileno no era utilizado ni aceptado por los propios chilenos. Durante el verano, los pobladores con mayor poder adquisitivo cruzaban la frontera para comercializar sus productos en Comodoro Rivadavia, en la Costa Atlántica. Los menos pudientes se conformaban con hacerlo con los mercachifles que llegaban procedentes del lado argentino. También en sus costumbres asimilaron la vestimenta y los modos del habla que imperaban en Argentina.

Si bien durante varias décadas la zona de Balmaceda dependió económicamente de Argentina, esa región chilena también hacía sentir su presencia al otro lado de la frontera. Gracias a su abrupta geografía y los frondosos bosques, resultaba el refugio ideal para los cuatreros y criminales que operaban en Argentina.

Durante varias décadas, las mujeres fueron un bien escaso en la mayor parte de la Patagonia. Esta particularidad, a la que se denominó “el mal de la Patagonia”, se acrecentaba en los territorios más alejados de la costa. El rincón comprendido por Lago Blanco, Valle Huemules y Balmaceda no resulté ajeno a él. Esa necesidad de presencia femenina fue medianamente salvada con la proliferación de prostíbulos. En el pueblo de Balmaceda se los toleraba como mal necesario. A ellos asistían hombres de los dos países. También, de vez en cuando, alquilaban alguna de las profesionales y la llevaban a Argentina a pasar una temporada en algún puesto alejado del casco de estancia. En el pueblo de Lago Blanco, eran vistan en las fiestas populares. En general sus clientes eran peones de campo que además eran los que convivían mayor tiempo con la soledad.

Con los años, casi la totalidad de ellas, pudieron abandonar la profesión y formar familia.

A diferencia de los argentinos (en realidad, en un principio inmigrantes europeos) que solo cruzaban la frontera para pasear o comerciar, los chilenos lo hacían para radicarse. En general representaron la imprescindible mano de obra que se ocupaba de los trabajos pesados de las estancias y algunos poblados. De este modo, con el paso de las décadas las poblaciones de uno y otro lado se fueron entremezclando, dando lugar al nacimiento de familias compuestas por integrantes de las dos naciones.

La paz y la armonía entre los dos pueblos vecinos solo se vio perturbada en 1978, cuando Argentina y Chile, comandados por regímenes dictatoriales, estuvieron cerca de entrar en guerra por el conflicto del Canal de Beagle, en el extremo sur del Continente Americano.

Por ese acontecimiento, el Paso Fronterizo del Hito 50 permaneció cerrado entre 1979 y 1985

Texto del libro: “El Viejo Oeste de la Patagonia”, de Alejandro Aguado

martes, 18 de febrero de 2025

Patagonia: Los "gigantes de tres metros" de Magallanes

Patagones, los «gigantes de tres metros de altura» que Magallanes encontró en el extremo sur de América

por Jorge Álvarez || La Brújula Verde




Patagones en una litografía de Alcide d'Orbigny (1829). Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons


El año 2022 se cumplió el quinto centenario de la Primera Vuelta al Mundo, aquella expedición marítima española que permitió circunnavegar el globo y abrir una ruta hacia las islas de las especias, alternativa a la que discurría por el sur de África, monopolio de Portugal. Fue una aventura con mayúsculas en la que el primer gran hallazgo tuvo lugar en el invierno de 1520, seis meses después de zarpar, y no fue geográfico sino antropológico: la flota fondeó en la bahía de San Julián, en territorio de la actual Argentina, donde los expedicionarios se encontraron con un pueblo indígena cuyos miembros eran de gran estatura y por ello les llamaron patagones.

Fernando de Magallanes, un marino portugués nacido en Sabrosa (Vila-Real) en 1480, empezó a navegar en las Armadas de la India (las flotas que organizaba la Corona lusa para mantener la denominada Carreira da India, una ruta por mar que conectaba Lisboa con Goa doblando el Cabo de Buena Esperanza) en 1505, llegando a conocer bien el sudeste asiático por haber permanecido allí ocho años.

En 1511 participó en la conquista de Malaca y regresó rico a su patria, sumándose a la expedición militar que el rey Manuel I envió dos años después contra Azamor, una ciudad del Reino de Fez que prestaba vasallaje a Portugal.


Fernando de Magallanes en un retrato atribuido a la escuela de Bronzino. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Tras la batalla, Magallanes fue acusado de aprovechar su estancia en Azamor para comerciar, algo que estaba prohibido, lo que le trajo problemas con las autoridades lusas al retornar a Lisboa. Recusado y sin trabajo, empezó a considerar la posibilidad de embarcarse de nuevo hacia las Molucas, desde donde un ex-compañero, Francisco Serrao, le había escrito instándole a unirse a él porque estaba al servicio del sultán de Ternat. Magallanes empleó aquel tiempo muerto en estudiar mapas y portulanos en compañía del cosmógrafo Rui Falero, quien apuntó la idea de que quizá las Molucas quedasen en la parte española del Tratado de Tordesillas y no en la portuguesa.

Ese archipiélago de la actual Indonesia era conocido como la Especiería porque allí se obtenían las preciadas especias, sustancias vegetales aromáticas que se empleaban ya desde la Antigüedad como condimentos en la cocina y enmascaradoras del sabor y olor desagradables que generaba su putrefacción en una época en la que la conservación en frío se limitaba al hielo y la nieve en sitios naturales. Por eso alcanzaban precios exorbitantes y algunas crecían exclusivamente en esas islas -a las que también se llamaba el Maluco genéricamente-, en concreto la nuez moscada y el clavo (éste también en Madagascar).

Por eso también los portugueses guardaban celosamente la ruta hacia allí, que seguía el litoral atlántico africano para doblar el cabo de Buena Esperanza y continuar por el océano Índico, considerándola un monopolio suyo cedido por el Papa en el reseñado Tratado de Tordesillas. Pero, si Falero tenía razón y los cartógrafos del pontífice habían errado al fijar la línea divisoria, ello significaba que el rey español Carlos I era el auténtico dueño de la Especiería. Así que convenció a Magallanes para plantearle un viaje al Maluco al que pronto sería todopoderoso emperador del Sacro Imperio.


Itinerario de Magallanes, terminado por Elcano, en lo que constituyó la primera vuelta al mundo. Crédito: Sémhur / Armando-Martin / Wikimedia Commons

Eso sí, el trayecto debía ser distinto, por otro itinerario, ya que el rey Manuel I nunca lo autorizaría por África. De hecho, le hicieron la oferta a él primero, pero la rechazó terminantemente porque ello implicaba dos problemas. El primero, entrar en conflicto con Carlos porque el subcontinente sudamericano, con la excepción del actual Brasil, era español. Y segundo, si se abría una nueva ruta eso conllevaba el riesgo de que la otra decayera y pusiera así el punto final al monopolio que tantos beneficios le traía a Portugal.

Descartado viajar por tierra, muy largo, peligroso y caro, la única opción que quedaba era seguir un rumbo completamente opuesto: atravesar el Atlántico, doblar el continente americano por su extremo meridional, cruzar el Mar del Sur (al que bautizarían Pacífico, descubierto por Vasco Núñez de Balboa en 1513) y alcanzar el archipiélago viniendo desde el otro lado. Todo ello deja patente, por cierto, que la esfericidad de la Tierra era algo plenamente aceptado entre gentes medianamente formadas; no en vano había sido demostrado ya por Eratóstenes en el siglo III a.C. y el viaje de Colón mismo se había basado en ello.

Magallanes y Falero pasaron a Castilla y en Sevilla recibieron el apoyo de Juan de Aranda, factor de la Casa de Contratación, a las que se sumó luego el de Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, en plena efervescencia descubridora. Así fue cómo en 1518 el rey aceptó la propuesta y les nombró almirantes de la expedición que habrían de organizar, concediéndoles una serie de privilegios que, entre otros, incluían ser gobernadores de las tierras que hallasen, una vigésima parte de las ganancias y el monopolio de la explotación por una década.


Jefe patagón en un grabado francés. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Una vez dispuesto todo, no sin múltiples obstáculos (entre ellos la total oposición de Portugal), los cinco barcos fletados dejaron la Península Ibérica el 20 de septiembre de 1519 rumbo a las islas Canarias, donde se reaprovisionaron para hacer la travesía atlántica. Ésta concluyó el 13 de diciembre arribando a lo que hoy es Río de Janeiro. No hubo mayores problemas, más allá de la siempre atemorizadora aparición del fuego de San Telmo en los mástiles (una descarga electroluminiscente causada por la ionización del aire) y el descontento de algunos oficiales con el secretismo de Magallanes.

Tras el descanso pertinente, reanudaron la navegación haciendo cabotaje por la costa hasta descubrir lo que pensaban que era el paso hacia el Mar del Sur; se internaron por él, pero finalmente desistieron después de dos semanas. En realidad se trataba del estuario del Río de la Plata, de modo que salieron otra vez al océano y siguieron bajando por la costa hasta llegar a la mencionada bahía de San Julián, que fue donde encontraron aquel pueblo de gente tan alta. Patagones, los llamaron, un nombre de etimología incierta que serviría para denominar a toda la región, la Patagonia.

Tradicionalmente se dice que fue motivado al considerarlos «patones», o sea, de grandes pies, por las enormes huellas que dejaban en el suelo, probablemente agrandadas por las pieles con que envolvían sus pies aquellos indígenas para protegerse del intenso frío. Sin embargo, es una explicación tardía que no apareció hasta su reseña por el cronista Francisco López de Gomara mucho después (Gómara no pisó nunca América, pero adquirió gran renombre por ser el biógrafo oficial de Hernán Cortés y su capellán personal).


María, una patagona que habitaba en Bahía Gregorio en el Estrecho de Magallanes, dibujada por Phillip Parker King. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Probablemente fuera más bien una referencia a Patagón, un gigante que aparece en una novela de caballerías titulada Primaleón, publicada en 1512 como continuación de Palmerín de Oliva. Era un libro atribuido al escritor castellano Francisco Vázquez y que había adquirido gran popularidad en esa época, por lo que parece probable que Magallanes lo hubiera leído. Al fin y al cabo, fue él quien les puso ese nombre a aquellos nativos, según dejó escrito el cronista del viaje, Antonio de Pigafetta, sin especificar la razón.

Pigafetta era de la misma edad que su capitán, pero nacido en Vicenza, una ciudad de la República de Venecia. Astrónomo y cartógrafo afamado, había llegado a España acompañando al nuncio apostólico en 1518, justo a tiempo de enrolarse en la expedición porque sabía que navegando en el Océano se observan cosas admirables, determiné de cerciorarme por mis propios ojos de la verdad de todo lo que se contaba, a fin de poder hacer a los demás la relación de mi viaje, tanto para entretenerlos como para serles útil y crearme, a la vez, un nombre que llegase a la posteridad.

Registrado con el nombre de Antonio de Lombardía, se convirtió en el cartógrafo personal y traductor de Magallanes, siendo destinado a su nao, la Trinidad. Fue él quien redactó un relato sobre el periplo, Relación del primer viaje alrededor del mundo, que publicaría a su regreso en 1522 (aunque el original no se conserva); curiosamente, no menciona ni una vez en toda la obra a Juan Sebastián Elcano, que sería el que a la postre se llevase la gloria por haber conseguido culminar aquella pionera circunnavegación global tras morir el portugués en la isla filipina de Mactán.


Detalle del mapa de Diego Gutiérrez en el que se aprecia la expresión Gigantum Regio en la Patagonia. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Pero eso sería bastante tiempo más tarde. De momento, la flota estaba fondeada en la bahía de San Julián y los hombres mantenían intercambios comerciales con los ya bautizados como patagones, nombre del que saldría la gracia para referirse a toda la región, la Patagonia, a la que en los primeros mapas se solía añadir el complemento Gigantum Regio («región de los gigantes»). El territorio se reparte hoy entre Argentina y Chile, extendiéndose desde el litoral atlántico al pacífico, pasando por la meseta desértica del este, el sur del río Colorado, la región de Aysén y el tramo austral de los Andes, e incluyendo hoy Tierra del Fuego, las islas Malvinas y los archipiélagos al sur de Chiloé.

Esa relación intercultural vino determinada por la llegada del invierno austral, que obligó a Magallanes a invernar allí. Es interesante reproducir en las palabras textuales de Pigafetta cómo se produjo el primer encuentro:

    Un día en que menos lo esperábamos se nos presentó un hombre de estatura gigantesca. Estaba en la playa casi desnudo, cantando y danzando al mismo tiempo y echándose arena sobre la cabeza. El comandante envió a tierra a uno de los marineros con orden de que hiciese las mismas demostraciones en señal de amistad y de paz: lo que fue tan bien comprendido que el gigante se dejó tranquilamente conducir a una pequeña isla a que había abordado el comandante. Yo también con varios otros me hallaba allí. Al vernos, manifestó mucha admiración, y levantando un dedo hacia lo alto, quería sin duda significarnos que pensaba que habíamos descendido del cielo.


El veneciano pasa entonces a describir la peculiaridad física del nativo:

    Este hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura. Era bien formado, con el rostro ancho y teñido de rojo, con los ojos circulados de amarillo, y con dos manchas en forma de corazón en las mejillas. Sus cabellos, que eran escasos, parecían blanqueados con algún polvo. Su vestido, o mejor, su capa, era de pieles cosidas entre sí, de un animal que abunda en el país, según tuvimos ocasión de verlo después. Este animal tiene la cabeza y las orejas de mula, el cuerpo de camello, las piernas de ciervo y la cola de caballo, cuyo relincho imita. Este hombre tenía también una especie de calzado hecho de la misma piel. Llevaba en la mano izquierda un arco corto y macizo, cuya cuerda, un poco más gruesa que la de un laúd, había sido fabricada de una tripa del mismo animal; y en la otra mano, flechas de caña, cortas, en uno de cuyos extremos tenían plumas, como las que nosotros usamos, y en el otro, en lugar de hierro, la punta de una piedra de chispa, matizada de blanco y negro. De la misma especie de pedernal fabrican utensilios cortantes para trabajar la madera.



Un marinero ofrece pan a una pareja de patagones para su bebé. Grabado basado en una acuarela anónima de 1780. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Era costumbre entonces exagerar las narraciones y basta con leer el Libro de las maravillas de Marco Polo o las leyendas que contarían los españoles sobre ciudades de oro, pero escribiendo Pigafetta que la cabeza de los marineros apenas les llegaba a la cintura del patagón (en 1526 el clérigo Juan de Aréizaga, cronista de la expedición de Jofre García de Loaysa, concretaría atribuyéndoles trece palmos de altura, es decir, dos metros noventa), se entiende que surgieran todo tipo de fantasías sobre la talla media que tenían aquellas gentes. Ahora bien, no fue exclusiva suya. A lo largo de las décadas y siglos posteriores otros marinos pisarían la Patagonia y dejarían testimonios igual de desmesurados.

Por ejemplo, Francis Drake pasó por allí a bordo del Golden Hind, camino del Estrecho de Magallanes, durante su viaje de tres años alrededor del mundo (1577-1580), y el capellán de su barco, Francis Fletcher, bajó a tierra y conoció a los patagones, asegurando que medían unos siete pies y medio (casi dos metros y veintinueve centímetros), aunque su capitán pareció quedar decepcionado porque dejó escrito para la Historia que los salvajes no son tan grandes como dicen los españoles.

Diez años más tarde, Anthony Kivet, uno de los marineros del corsario Thomas Cavendish que por enfermedad había sido abandonado en la Patagonia, afirmó haber visto cadáveres de patagones de tres metros y setenta centímetros de altura. No había acabado el siglo y a estas insólitas descripciones se sumó el testimonio del piloto inglés William Adams, famoso por alcanzar Japón y convertirse en asesor del shogun (su historia fue novelada por el escritor James Clavell y ha dado lugar a un par de adaptaciones televisivas). Adams contó que el barco en el que viajaba tuvo un enfrentamiento con los nativos de Tierra del Fuego, de los que dio fe de que eran extraordinariamente altos, sin concretar más.



Caciques tehuelches en 1903. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

Los británicos no parecían tener bastante con ir a remolque de los españoles en lo de dar la vuelta al mundo; también aspiraban a superarles en fantasía. Incluso en una fecha tan tardía como 1766 el comodoro John Byron (abuelo del famoso poeta homónimo), realizó una circunvalación de la tierra a bordo del HMS Dolphin que logró en menos de dos años y durante la cual dijo haber visto indígenas de ocho pies de altura (dos metros cuarenta), alcanzando los mayores hasta nueve pies (dos metros setenta y cuatro), aunque siete años más tarde, al publicar su relato, redujo la medida a seis pies y seis pulgadas, o sea, un metro noventa y ocho; al fin y al cabo, reconoció que no los habían medido.

También los navegantes holandeses quisieron aportar su granito de alarde creativo y, así, el comerciante de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales Sebald de Weert en 1598, el pirata Olivier van Noort en 1599 y el corsario Joris van Spilbergen en 1615 afirmaron que la Patagonia estaba habitada por gigantes. Ese último año, Willem Cornelisz Schouten y Jacob Le Maire, recibieron la misión de buscar otra ruta hacia la Especiería para lo cual pusieron proa al cabo de Hornos (descubrirían el Estrecho de Le Maire para pasar), declarando haber encontrado en Puerto Deseado una tumba con huesos de gigante (actualmente se cree que eran fósiles de algún animal prehistórico).

¿A qué se debía esa visión deformada que, encima, contrastaba con la teoría del conde de Buffon de que los animales y las plantas del Nuevo Mundo eran pequeños en comparación con sus homólogos europeos? Lo cierto es que incluso algunos estudios científicos craneométricos del siglo XX acreditaban que los habitantes de la Patagonia eran muy altos, en torno a dos metros de media, si bien dichos estudios no eran unánimes. Esa estatura quizá se vería incrementada por los aditamentos, tal como explicó Charles Darwin tras ver algunos durante la expedición del Beagle y que dejó escrito en su Viaje de un naturalista alrededor del mundo:

    Durante nuestra anterior visita (en enero) habíamos tenido una entrevista, en el cabo Gregory, con los famosos gigantes patagones, que nos recibieron con gran cordialidad. Sus grandes abrigos de piel de guanaco, sus largos cabellos flotantes, su aspecto general, los hacen parecer más altos de lo que realmente son. Por término medio vienen a tener seis pies, aunque algunos son más altos; los más pequeños son pocos; las mujeres son también muy altas. En suma, esta es la raza más corpulenta que he visto en mi vida.


Darwin concuerda con lo que había atestigüado el navegante francés Luois Antoine de Bouganville, que visitó la Patagonia mientras dirigía la primera circunvalación del mundo para su país entre 1766 y 1769. Más comedido que sus predecesores, dijo que ninguno de aquellos hombres medía menos de cinco pies y cinco a seis pulgadas, ni más de cinco pies nueve a diez pulgadas, lo que significa un máximo de un metro setenta y ocho; altos, sin duda, especialmente para la época (la talla media en la Francia de la segunda mitad del siglo XVIII era de uno sesenta y seis), pero dentro de lo razonable. Bouganville también aportó una novedad que, como vemos, confirmó Darwin: Lo que me parecía gigantesco de ellos era su enorme constitución, el tamaño de sus cabezas y el grosor de sus extremidades.

De hecho, Darwin había llegado a esas latitudes, a bordo del Beagle, en diciembre de 1832 y permaneció varios meses; dos años después de que lo hiciera el explorador y naturalista galo Alcide d’Orbigny, quien después de pasar ocho meses estudiando a los indígenas dejó escrito en su obra Voyage dans l’Amerique Méridionale que no me parecieron gigantes, sino sólo hombres hermosos. D’Orbigny documentó su experiencia con puelches y patagones, aunque a estos últimos se les conoce ahora como tehuelches (o aonikenk, en su lengua). Algunos incluyen a los selknam (u onas), pero vivían más al sur, en Tierra del Fuego, y además su lengua no coincide con lo registrado por Magallanes, por lo que se descarta que fueran los que él encontró.


Fotografía de tehuelches exhibidos en la Exposición Universal de San Luis (1904) por el Departamento de Antropología. Crédito: Dominio público / Wikimedia Commons

En realidad, los tehuelches tampoco hablaban todos el mismo idioma porque eran un mosaico de tribus nómadas de cazadores-recolectores que carecían de unidad estructural al estar muy diseminadas en aiken o campamentos familiares (las tolderías, que decían los criollos) por tan vasto territorio. Sin embargo, sí la tenían cultural, plasmada en una religión chamánica y la práctica de la poligamia y la exogamia (a veces acordaban los matrimonios y a veces raptaban a las mujeres de otra tribu, lo que derivaba inevitablemente en guerra).

A menudo se los identifica erróneamente con los mapuches (araucanos para los españoles), algo debido a que a partir del comienzo del siglo XVIII se vieron muy influidos por ellos y adoptaron muchas de sus costumbres, tal cual les pasó a otros como los ranqueles de la Pampa, igual que antes habían recibido el influjo hispano (que introdujo el caballo en sus vidas, por ejemplo). La pregunta que más nos interesaba aquí, la de si son tan altos como para considerarlos gigantes, ya está contestada. No era de respuesta fácil porque el grupo más puro, que vive en la provincia argentina de Santa Cruz,y no llega a dos centenares de individuos, aunque sumándoles los pertenecientes a segunda y tercera generación, rondarían los diez mil seiscientos en 1904.

El número es escaso por dos razones. En primer lugar, en el siglo XIX fueron masivamente exterminados por las nuevas autoridades independientes en la conocida como Conquista del Desierto, que buscaba una expansión del país hacia aquellos territorios vírgenes, quedando apenas un puñado de supervivientes hoy. En segundo, ya habían experimentado un descenso demográfico -especialmente en la zona septentrional, más en contacto con los blancos- como consecuencia de su falta de defensas biológicas ante la llegada de virus desconocidos para ellos como los de la viruela, la gripe o el sarampión.

No obstante, los primeros en caer fueron dos hombres a quienes Magallanes engañó para subir a bordo de una de las naos, zarpando a continuación rumbo al Pacífico. El plan era llevarlos a la corte al término del viaje para mostrárselos al emperador Carlos V en calidad de curiosidad antropológica, tal cual había hecho Colón. Lamentablemente, ninguno llegó vivo a España: uno pudo escapar y el otro murió al negarse a comer (también hay que apuntar una baja española, un marinero envenenado por una flecha durante una escaramuza en la que se intentaba capturar mujeres para acompañar al solitario cautivo).

Fue el contrapunto de lo que semanas antes había sido el primer acto evangelizador de la actual Argentina: el bautizo de otro de aquellos indígenas al que, después de enseñarle a rezar en castellano –con voz muy recia detalla Pigafetta-, pusieron por nombre Juan.


Fuentes

Antonio Pigafetta, Primer viaje alrededor del mundo | Federico Lacroix, Historia de la Patagonia, Tierra del Fuego è Islas Malvinas | Irma Bernal y Mario Sánchez Proaño, Los tehuelche | José Miguel Martínez Carrión, La talla de los europeos, 1700.2000: ciclos, crecimiento y desigualdad | Carolyne Ryan, European Travel Writings and the Patagonian giants. How Patagonia got its name — among other things | C. A. Brebbia, Patagonia, a forgotten land. From Magellan to Perón | Jean-Paul Duviols, Trois ans chez les Patagons. Le récit de captivité d’Auguste Guinnard (1856-1859) | Wikipedia

domingo, 16 de febrero de 2025

Sarmiento y la Patagonia

Sarmiento y la Patagonia


La historiadora Luciana Sabina analiza la controversia que involucró a Domingo Sarmiento en torno a las tierras patagónicas y las pretensiones de Chile sobre ella..
Luciana Sabina || Memo




Exiliado en Chile, Sarmiento estuvo atento a la expedición colonizadora que el país envió a la región de Magallanes en 1843, fundando Fuerte Bulnes. Hacia 1848 aquella población se trasladó algunos kilómetros, tomando el nombre de Punta Arenas. La ocupación se basó en el principio jurídico res nullius (de nadie), aceptado universalmente en ese momento, según el cual cualquier nación podía apoderarse de espacios inhóspitos. Nos guste o no, todo el territorio patagónico era considerado espacio vacío, tierras en manos indígenas que nunca habían sido conquistadas por los españoles, y debido a esto no pertenecían ni al Río de la Plata, ni a Chile. Serían del primero que se estableciera.

Recién cinco años más tarde Rosas, a través de la Cancillería, presentó a Chile una protesta formal, alegando derechos argen­tinos sobre la zona. A raíz de esto, el 11 de marzo de 1849 Sarmiento publicó en su periódico La Crónica un primer ar­tículo al respecto, titulado "Cuestión Magallanes". Allí defen­dió la postura chilena. Siendo justo y objetivo señaló que desde 1585 nadie había establecido ocupación en la zona; que el acto de soberanía hecho por Chile fue reiteradamente men­cionado en la prensa y en los mensajes presidenciales; a pesar de lo cual el Restaurador no se manifestó. Rosas, guardando silencio durante años, había consentido el avance trasandino y reclamaba algo sin mostrar títulos o antecedentes de dominio. Además, agregó Sarmiento, se preocupaba por reclamar territorios al extranjero mientras que el corazón de la Argentina era tierra de malones y montoneras. Consecuentemente recomendó al Restaurador encargarse de poblar el Chaco, el Río Negro y las fronteras interprovinciales. En otras palabras, recordó al gobierno de Buenos Aires que no podía con lo que tenía y pretendía más, para también dejarlo en el rotundo abandono.

Por entonces Francia e Inglaterra -en pleno despliegue imperialista- veían en Hispanoamérica a un conjunto de na­ciones jóvenes padeciendo las vicisitudes propias de toda infan­cia, e intentaron establecerse en la zona. Los mapas británicos, galos, norteamericanos y alemanes de entonces muestran a la Patagonia como res nullius, con lo cual podrían haberla ocupa­do tranquilamente. Urgía establecerse en la zona, y era Chile el único país con cierta estabilidad política y en condi­ciones de hacerlo. La ocupación de la boca del estrecho resultó sorpresiva para los europeos y tuvo un efecto disuasivo. Toda la Patagonia podría haber corrido la misma suerte que Malvinas.




En respuesta a la publicación sarmientina, Rosas hizo fun­dar en Mendoza un diario: La Ilustración Argentina. Bajo la dirección de Bernardo de Irigoyen, quien fue el primero en referirse como "traidor" a Sarmiento. Aunque para los rosistas cualquiera que pensara diferente era "traidor a la Patria".

El Restaurador terminó elevando un pedido para extraditar al sanjuanino. Expresando que Chile no podía seguir albergán­dolo porque turbaba la paz entre ambas naciones, con lo cual había violado el derecho de asilo. Los trasandinos no dieron lugar al pedido, alegando que allí existía libertad de prensa.

Rosas jamás pudo demostrar que esa zona nos pertenecía porque efectivamente no nos pertenece. Pero el tema no terminó allí.

Tres décadas más tarde, durante la presidencia de Sarmiento, los chilenos sufrieron de cierta fiebre imperialista y reclamaron derechos de base risible sobre la Patagonia argentina. Para esto esgrimieron artículos en la prensa chilena de antaño, en los que don Domingo había derramado su tinta e ingenio. La situación era compleja para el sanjuanino: la Guerra del Paraguay aún no había concluido y los opositores -apro­vechando la coyuntura- buscaron despedazarlo. La palabra "traidor" volvió a lacerar al coloso cuyano.

Buscó entonces demostrar que jamás escribió a favor del do­minio chileno sobre nuestro suelo. Para eso encargó a Félix Frías -embajador en Chile- revisar cuidadosamente los artículos cuestionados. El viejo diplomático concluyó que efectivamente no existía ningún comentario referido a la Patagonia. En todos, Sarmiento refería a de los derechos chilenos sobre la zona específica del estrecho de Magallanes. A pesar de esto, muchos siguen considerándolo un traidor que quiso entregar el sur.

Bonne, M. Carte du Chili depuis le Sud du Perou. 1780.