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domingo, 24 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: Los planes secretos del ataque a Temuco

Un general cuenta cómo fueron los preparativos secretos para ir a la guerra por el Canal de Beagle e invadir Chile en 1978

Por aquel entonces, Hugo Domingo Bruera tenía 23 años y era teniente de Infantería. Según los planes, su regimiento iba a ser uno de los primeros en cruzar la frontera durante la invasión
 
 





 
Se esperaba que fuera una guerra sangrienta. El gobierno de Jorge Videla no reconocía el resultado del laudo sobre el Canal de Beagle. Muchos años antes, en 1971, durante los gobiernos de Salvador Allende en Chile y el presidente Alejandro Lanusse en Argentina, se había decidido que la Corte Internacional de La Haya mediara en el conflicto.

El fallo fue emitido a mediados de 1977, y a principios de 1978, la dictadura argentina anunció que desconocía esa decisión. A partir de ahí, las tres fuerzas armadas comenzaron los preparativos. El plan era iniciar con la ocupación de las islas Picton, Nueva y Lennox, que habían sido adjudicadas a Chile. Desde el aire, mar y tierra, la dictadura argentina planeaba una especie de blitzkrieg con la esperanza de que la comunidad internacional ignorara el fallo de La Haya.

Aunque los preparativos eran secretos, todos sabían que decenas de miles de soldados de ambos lados iban a enfrentarse. Esta vez, el cruce de la cordillera no sería un San Martín acudiendo en ayuda de O'Higgins, sino un Videla intentando demoler a un Pinochet.

Las tropas terrestres estaban bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez, alias "El Cachorro", jefe del III Cuerpo de Ejército con base en Córdoba. Allí,los rumores decían que Menéndez mostraba a sus oficiales cómo disparar a la cabeza de un prisionero. Los que mataban quedaban unidos, ya fuera por sumisión, convicción o cualquier otra razón; ese era el estilo de Menéndez. El mismo Pinochet había hablado que habría enorme cantidad de fusilados de ambos bandos.

Hugo Domingo Bruera tenía 23 años, era de Granadero Baigorria, hincha de Central y le gustaba cantar tangos de Gardel. Era alto, fuerte y capaz de andar en mula o cargar los morteros pesados de la sección a su cargo. Era teniente de Infantería; su padre, abogado laboralista y ferviente peronista, lo había llamado Domingo.


Hugo Bruera

Hugo estaba en el regimiento 21, en Las Lajas, bajo la VI Brigada de Montaña de Neuquén, comandada por Mario Benjamín Menéndez, quien años después se rendiría en Malvinas. "El Cachorro" Menéndez visitaba frecuentemente para supervisar los ejercicios de cruce de la cordillera previos a la Navidad. A principios de diciembre de 1978, Menéndez llegó, recorrió a caballo las estribaciones de la cordillera y luego subió a un helicóptero para cruzar a territorio chileno.

Se rumoraba entre los oficiales que Menéndez había orinado desde el aire sobre lo que él consideraba territorio enemigo. Más tarde, frente a un centenar de oficiales, en medio de una arenga, Menéndez pronunció una frase que, 40 años después, aún resuena en los oídos de Bruera:

—¿Y cómo reaccionaron los oficiales? —pregunta Infobae.
—Nadie dijo nada. En esa época todos nos quedábamos callados frente a un general de tan alto rango —responde Bruera, quien había llegado a Las Lajas a principios de 1978.

Las Lajas, un pueblito de unos 500 habitantes, está en un valle y el regimiento en una meseta, a 60 kilómetros de la cordillera y a otra distancia similar de Zapala.
 


En Las Lajas, ni siquiera los rebeldes estaban informados: no llegaba ninguna radio ni mucho menos televisión, hasta las comunicaciones telefónicas eran dificultosas.
-Era un regimiento montado, teníamos gran cantidad de mulas. Yo era el jefe de la sección Morteros Pesados. Tenía más mulas que soldados. Teníamos un puesto de avanzada en Pino Hachado –cuenta.
Se trata de uno de los cruces cordilleranos más importantes del sur, a casi 2.000 metros de altura y un punto donde, en caso de estallar el conflicto, sería escenario de combate.


 
-La segunda mitad de 1978 fue de muchos ejercicios militares. Teníamos una mística bastante fuerte porque ese lugar, tan solitario, hace que uno se sienta orgulloso de defender un paso de frontera. La mística te sostiene. Aunque los conscriptos que llegaban de Buenos Aires, Córdoba y Tucumán sufrían el frío –dice Bruera, que llegó a general de Brigada y pasó a retiro hace unos años.
El jefe del regimiento empezó a revistar las tropas con más frecuencia desde mitad de 1978 y llegado diciembre los rumores de malestar con Chile eran fuertes. Bruera estaba centrado en su misión: con los morteros pesados debían pasar por encima de las avanzadas de infantería para neutralizar la eventual defensa chilena. Dormían a la intemperie para familiarizarse con lo que les esperaba.
-En las marchas dormíamos al aire libre. Se ataban las mulas y los caballos. Hacíamos la cama con el capote abajo, el pellón de la montura y la bolsa de dormir arriba. De almohada el casco –dice.
Las bromas estaban a tono con la locura de las guerras. Una noche, mientras dormía en el cuartel, a Bruera le pusieron un grabador Geloso al lado de la oreja. Se sobresaltó con una música que hoy recuerda como la de las proclamas de los golpes de Estado. En ese momento, creyó que era el inicio de las operaciones.
-Salté de la cama, me puse el casco y agarré el equipo. Salí corriendo hacia la mulera para buscar a los soldados y a los animales –dice.
Apenas se encontró con las carcajadas de los bromistas.
 

Perder el caballo

Bruera había logrado tener un caballito de montaña para desplazarse.
-Le puse Pajarito, por lo rápido que andaba. Me lo había dado un indio que era soldado en mi sección. Era de la tribu de Namuncurá, hijo del cacique en ese momento. El animal estaba acostumbrado a pasar a Chile con la veranada, llevando ovejas o chivos, algo que habitualmente hacían los indios por su destreza en ese territorio. El caballito se me escapó y se fue para Chile. Tuve que pedirle a Crisóstomo, un baqueano de la sección, conocedor de la zona, que se vistiera de paisano y pasara al otro lado de la frontera. La pista que podía seguir era el surco que abría la soga que, al estar desatada, dejaba alguna huella en el camino. Crisóstomo sabía dónde pastaba el ganado y me trajo a Pajarito de vuelta –cuenta, y agrega que los baqueanos llevaban chupilca en la cantimplora: una mezcla de vino con harina tostada y azúcar, muy bueno para levantar la temperatura del cuerpo.
En la montaña no estábamos quietos. La preparación y los ejercicios seguían a diario. Hacíamos los cálculos para el lanzamiento de los morteros. También teníamos que tratar de suplir la falta de provisiones que no llegaban. Teníamos que llevar a pastorear las mulas, montarlas, entrenándolas para desplazarse en la montaña.
Habíamos cavado como para contar con unas cuevas donde se guardaban las municiones. Tengo una foto con una flor silvestre que pusimos en una de esas cuevas. Si había un rato libre, Bruera siempre tenía la guitarra presta para acompañar su repertorio gardeliano.
 

Casamiento postergado

-Yo tenía agendado mi casamiento para el 29 de diciembre y diez días antes me dijeron que suspendiera la ceremonia porque no sabían qué iba a pasar. Yo tenía que avisarle a mi futura esposa, que vivía en un pueblito de La Pampa que tenía la misma escasez de teléfonos que sufría Las Lajas. Desde una cabina, como no se escuchaba nada, fue la operadora quien le dijo a mi novia se suspendía el casamiento: "Suspende porque es militar y no le puede decir más, pero quédese tranquila", fueron sus palabras.
Muy cerca de Navidad les llegó la orden de operaciones. Se desplazaron los sesenta kilómetros que los separaban de la cordillera.

-El desplazamiento era difícil. Teníamos que ir a pie, de noche, llevando las mulas del cabestro. Llovía, había viento, se puso frío. Cuando llegamos a un monte pequeño paré la tropa para que durmiera y esperé a un soldado que se le había roto el soporte del mortero. Yo salí a buscarlo y muy rápidamente di con él -cuenta.


Los preparativos de invasión

Lo que hasta acá parece una descripción dura pero bucólica debe cotejarse con los propósitos de la Junta Militar, que había hecho contactos tanto con Perú como con Bolivia (donde también había dictaduras militares) para instarlos a tomar parte en el ataque a Chile. De los planes no quedó documentación escrita pero sí fueron reconstruidos los pasos a seguir.
A principios de diciembre había partido una nutrida flota naval. El día D era el 22 de diciembre a las ocho de la noche, donde la infantería de marina ocuparía las cinco islas adjudicadas a Chile en el laudo. Unas horas después, en la Patagonia comenzaba a actuar el Ejército y de inmediato los aviones de la Aeronáutica atacarían la aviación chilena. El Cachorro Menéndez, con las tropas aerotransportadas del III Cuerpo de Ejército, invadiría cercanías de Santiago de Chile. También entrarían en combate unidades del II y el V Cuerpo. Para el 23 de diciembre, la supremacía argentina sería aplastante. El costo en vidas humanas iba a ser inmenso.

Guerra postergada

Las olas de 12 metros, los vientos huracanados y el frío de la noche del 21 de diciembre frustraron el desembarco de los infantes de marina. Tampoco los helicópteros podían despegar de las cubiertas de los barcos. Ni los buzos podían ir en gomones hacia sus objetivos. La tormenta evitó el primer paso de la guerra. A su vez, los militares chilenos, que tenían órdenes de responder la ocupación, no recibieron instrucciones para atacar a los buques argentinos que estaban en su mar territorial.
Pero, como siempre, las guerras se ganan o se pierden en los escritorios. Ambas dictaduras habían aceptado que el Vaticano intercediera en el conflicto. Y fue el ya veterano cardenal Antonio Samoré quién hablaba por teléfono con Pinochet y Videla para frenar el conflicto. Su llegada a Montevideo se produjo justo el día de Navidad de 1978 y allí ambas dictaduras aceptaron firmar un acta que evitaba la guerra. Siempre quedará para los admiradores de los escenarios contrafácticos pensar qué hubiera pasado si el clima del 21 de diciembre en el Beagle hubiera sido agradable.

Dos días de respiro

Los soldados y oficiales que estaban en operaciones no sabían nada más que las instrucciones que recibían. Bruera apenas supo que Samoré había llegado a esta lejana región del planeta.

-Antes de fin de año nos dieron dos días para ir en camiones hasta el regimiento sin desarmar las posiciones de la cordillera. Ahí podíamos bañarnos y cambiar la ropa. Yo usé esos dos días para subirme a mi Fiat 600 y recorrer los 900 kilómetros que me separaban del pueblito donde vivía mi novia. Ahí pude decirle personalmente lo que no había podido contarle por teléfono. Volví enseguida, fui al puesto en la cordillera. Año nuevo los pasé con la tropa.

Guardamos la posición hasta fin de enero y luego nos desmovilizaron y volvimos al regimiento.
-¿Y el casamiento? –preguntan los cronistas.
-Fue en Rosario, el 2 de febrero de 1979. Pero sin luna de miel. Me volví a ir en el Fiat 600 y dos días después lo cargué para llevar todo a Las Lajas. Mi esposa se venía a vivir allá –cuenta.


Cara a cara con un militar chileno

Treinta años después Argentina y Chile conmemoraron la paz. El acto se hizo en Santa Cruz, en el paso Monte Aymond, donde fueron las dos presidentas de entonces, Cristina Kirchner y Michele Bachelet. Bruera fue con la comitiva oficial, ya no como teniente de morteros sino como secretario general del Ejército.

-Del Ejército chileno fueron varios jefes. Nosotros llevamos una sección de soldados de Río Gallegos para que luego de la ceremonia oficial pasáramos del lado chileno y hacer un desfile conjunto. Como sorpresa hubo una invitación a comer en un restorán de Puerto Natales. Ahí celebramos no haber entrado en combate. Yo canté algún tango y de repente estaba hablando con el general Hernán Mardones de Chile, a quien no conocía. Pero nos contamos en qué lugar estaba cada uno. Yo, en Pino Hachado y él cerca de Temuco, dos localidades que están a la misma latitud, enfrentadas. Entonces los dos dijimos "si se armaba la guerra nos matábamos".

 


Cuarenta años después

A mediados de 2018, tras casi cuatro décadas de aquel momento infame para los pueblos de Chile y Argentina, el regimiento de Las Lajas se juntó en Villa María, Córdoba, para compartir anécdotas, asado y vino. Por supuesto, Bruera sacó la guitarra y cantó Palermo, me tenés seco y enfermo…

-Bruera, ¿y de la dictadura de entonces? –preguntan los cronistas.
-Yo tenía el concepto claro de que la dictadura era un flagelo.

 


A principios de junio de 2010, Bruera fue desplazado de su cargo y enviado a Perú. Una nota de Mariano Obarrio, cronista en Casa Rosada por La Nación, señalaba: "Bruera es peronista y siempre jugó muy bien para inculcar los derechos humanos en el Ejército", como si a alguien le interesara ese tema.

 
Esta nota fue escrita por el ex-terrorista montonero Eduardo Anguita y Daniel Cecchini

lunes, 21 de agosto de 2023

PGM: Serbia es sobrepasada (2/2)

Serbia es invadida

Parte I || Parte II
Weapons and Warfare


 

Svrlig es un pequeño pueblo a unos pocos kilómetros al noreste de Nish, y fue allí donde comenzó la batalla por la ciudad el 2 de noviembre. Durante tres días, los serbios se defendieron bien, pero como no se pudieron reemplazar las bajas ni las municiones, el resultado era inevitable. El 5 de noviembre, las unidades del Primer Ejército búlgaro marcharon hacia Nish al mismo tiempo que los hombres de Kövess tomaron Kraljevo, que el gobierno serbio había abandonado dos días antes, cuando huyó a Raska. Para no quedarse atrás, los alemanes empujaron ambos flancos y se unieron a los búlgaros a su izquierda en Krivi Vir el día 5, y a los austriacos a su derecha en Krusevac el día 7. Estos movimientos, junto con la toma de Uzice el día 4, significaron que Serbia había perdido los valles de los ríos Morava oriental y occidental, privándola de la mayor parte de su infraestructura.

En Macedonia, el panorama no era más brillante. Los franceses aún controlaban el valle de Vardar hasta la desembocadura del Cerna y habían avanzado por este último arroyo hasta un oscuro cruce conocido como Vozarci, cuando los problemas de suministro obligaron a detenerlos. En este punto, solo la aspereza del terreno los separaba de los serbios en el paso de Babuna, a unos 16 kilómetros (10 millas) de distancia. Unos días después, el 8 de noviembre, tomaron sus primeros prisioneros búlgaros. Se emprendió un avance para ganar todo el terreno elevado; esto precipitó una lucha de una semana contra el enemigo que se aproximaba y la lluvia y el aguanieve. Sarrail afirmó haber capturado un oscuro pueblo conocido como Sirkovo el día 10 y, posteriormente, proclamó la victoria en la llamada 'Batalla de las Cordilleras de las Montañas'. La lucha terminó el día 14, cuando la precipitación se convirtió en una fuerte nevada.

Una vez más, Putnik se vio obligado a trasladar su capitolio temporal; esta vez abandonaron Raska por Mitrovica, cerca del legendario Campo de los Mirlos. Si algún lugar podía ser un símbolo de la continua voluntad de resistencia de Serbia, seguramente era este. Un día después de la evacuación, los austriacos tomaron Raska (13 de noviembre). Mientras tanto, Todorov obligó a los defensores del paso de Kacanik a retirarse hacia Prizen, el día 15. Los serbios estaban siendo empujados lenta pero inexorablemente hacia las fronteras albanesa y montenegrina, y nadie podía ayudarlos. Los franceses eran muy pocos y los británicos estaban fuertemente comprometidos con nuevas unidades búlgaras del Tercer Ejército recién activo y no pudieron ganar terreno. Para la Entente, en efecto, se trató de un caso de demasiado poco aplicado demasiado tarde.

El desinterés por parte de la Entente, junto con la lentitud de sus reacciones ante los movimientos enemigos, casi le costó la totalidad de los Balcanes en este momento. Los ingenieros alemanes ya estaban trabajando arduamente para reparar el ferrocarril a través de Serbia a Bulgaria y, mientras tanto, los suministros con destino a Turquía se enviaban a través del Danubio a Lom, al que corría una línea de derivación. El primero de muchos de esos envíos llegó allí el 30 de octubre; pronto, von Sanders en el Estrecho se alegró de recibir municiones y otro tipo de apoyo de Alemania y Austria. Escribió sobre una batería de morteros de 24 cm con tripulación que llegó el 15 de noviembre y otra de 15 cm en diciembre. Un teniente turco que llevaba un diario registró “han llegado trescientos vagones de ferrocarril con municiones, así como cañones de 21 y 24 cm y obuses de 15 cm” en su entrada del 9 de noviembre.

Un bostezante gabinete británico se reunió el día 19 y decidió ordenar el envío de tres divisiones más a Salónica, los días 22, 26 y 27, ninguna de las cuales, sorprendentemente, provendría de Gallipoli. Si hubieran esperado tres días más, lo que, dadas las circunstancias, no les habría importado a los serbios, habrían tenido el informe inicial de Kitchener para ayudarlos a tomar sus decisiones. Su recomendación: evacuar Suvla/ANZAC pero no Hellas, un caso clásico de medias tintas sin sentido.

Nadie debería haberse preocupado. Cuando Kitchener regresó a Gran Bretaña a finales de mes, había vuelto a cambiar de opinión; esta vez estaba a favor de la evacuación completa de Gallipoli y también estaba amargado con Salónica. Quizás su cambio de opinión se debió, al menos en parte, a los informes que le llegaron en el camino. A partir del día 26, las lluvias torrenciales habían empapado a todos en el Egeo; después de dos días, el aguacero se convirtió en nieve y se acumuló de 12 a 18 pulgadas en la Península para el día 29. Prácticamente de la noche a la mañana, 16.000 casos de congelación y exposición, así como 280 muertes, redujeron las filas británicas.

Los turcos, por supuesto, también estaban sufriendo. El mismo oficial que agradeció tanto el refuerzo el 9 de noviembre se quejaba de la lluvia y el lodo del 17. Una semana después, escribió con desesperación sobre el sacrificio humano, describiendo un charco de sangre seca con "trozos de cerebro, hueso y carne mezclados". El día 27, la moral era tan baja que las tropas turcas, cuando se les ordenó atacar, “se negaron a abandonar la trinchera y comenzaron a llorar… Toda la unidad está desmoralizada”. Poco se dieron cuenta de que el tiempo ahora estaba muy de su lado.

Las cosas también estaban llegando a un punto crítico en Grecia, una nación siempre dividida entre la Alianza, la Entente y la Neutralidad. Habiendo sido violado su estatus neutral por los franceses y los británicos a principios de octubre, los alemanes enviaron un Zeppelin sobre Salónica en los primeros días de noviembre para lanzar una carga de bombas. Si se iba a luchar por su territorio, la mayoría de los griegos habrían preferido entrar en la guerra, pero no podían ponerse de acuerdo con qué lado hacer causa común. El día 4, el gobierno de Zaimis cayó en medio de la agitación y Skouloudis emergió como primer ministro; era un hombre que la Entente sentía que podía intimidar. El 19 se anunció un 'Bloqueo del Pacífico' de Grecia, aunque nadie sabía lo que eso significaba. Pronto aprenderían. Esencialmente, la Entente había decidido controlar no solo las importaciones y exportaciones de la nación, sino también el uso de su Armada. Además, los griegos aceptaron dócilmente una Proclamación emitida el día 25 que declaraba que se habían establecido "relaciones cordiales" entre Grecia y la Entente. Es dudoso que el rey Constantino se sintiera demasiado 'cordial' con sus autoritarios 'amigos'.

Justo antes de que comenzara el clima atroz de fines de noviembre, la Fuerza Aérea Otomana comenzaba a ser un factor en los cielos sobre los Estrechos. Todavía era un servicio pequeño, relativamente inexperto, bajo la atenta mirada del comandante alemán Erich Sarno. Los hidroaviones comenzaron a sobrevolar el frente de los Dardanelos a partir del verano de 1915, con bastante regularidad, y para el otoño el combate aéreo ya no era desconocido. Dos aviadores turcos que volaban un Albatross CI alemán obtuvieron la primera victoria aérea conocida para su país el 30 de noviembre, al derribar un Farman francés. Por su parte, los británicos lanzaron un bombardeo en el ferrocarril Dedeagach-Constantinopla el día 25. No está claro cómo se suponía que esta acción heriría al enemigo, ya que la costa búlgara ya estaba bloqueada y la línea ferroviaria principal desde el interior iba desde Adrianópolis hasta Constantinopla.

El mariscal de campo von Mackensen era lo suficientemente veterano como para saber cuándo había ganado una campaña, e incluso antes de mediados de noviembre buscaba en el Cuartel General la dirección de nuevas operaciones una vez que los serbios se rindieran. Con la esperanza de evitar a sus hombres los rigores de una estancia invernal en la primitiva campiña balcánica, ofreció la paz a su enemigo el día 12. Durante dos semanas enteras, no hubo respuesta mientras Pasic agotaba todas las opciones en un intento desesperado por evitar la derrota. Finalmente, el día 26, los serbios recibieron un telegrama del zar ruso, prometiéndoles que sus fuerzas aparecerían pronto en la región y salvarían a los serbios del desastre. Hasta el momento, la única contribución de Rusia a la Guerra de los Balcanes había sido un bombardeo de la capital otomana, pero por alguna razón, una coincidencia posible pero no probable,

Sin embargo, la Alianza no esperó mientras los serbios se estancaban. Sus ejércitos habían estado avanzando constantemente hacia el terreno accidentado y escasamente poblado del suroeste de Serbia. Los elementos del Primer Ejército búlgaro entraron en Prokuplje el 16 de noviembre y comenzaron una batalla de cinco días por el terreno montañoso que separa las cuencas hidrográficas de Morava e Ibar. Los serbios lucharon bien en estos enfrentamientos, pero fueron flanqueados por los alemanes que avanzaban hacia el sur desde Krusevac. Prepolac cayó ante este último el 21; Se acercó al paso de Tenedol (Tenes Do) un día después. Los hombres de Mackensen estaban ahora peligrosamente cerca de Pristina, que se encontraba sólo un poco al este del sagrado Campo de los Mirlos. Aproximadamente al mismo tiempo, las tropas austríacas capturaron Novi Bazar, sede del antiguo Sanjak, y Novi Varos, algo más al oeste.

Una vez más, el gobierno serbio se vio obligado a emigrar, esta vez desde Mitrovica. Quedaban pocos lugares en Serbia a los que huir, por lo que finalmente se decidió dirigirse a Skutari en Albania, un lugar que tenía la ventaja de estar cerca del mar. Sin embargo, ningún buen camino conducía a través de las montañas sin caminos, por lo que la caminata indirecta tardó varios días en completarse. El 30 de noviembre, los Ministros se habían establecido en la ciudad extranjera, que entonces estaba bajo la ocupación de los montenegrinos. Incluso allí, los funcionarios serbios no podrían haberse sentido seguros; una semana antes, dos cruceros austriacos que patrullaban la costa cercana habían hundido un par de pequeños barcos italianos.

El 23 de noviembre ya no se podía retrasar más una importante decisión estratégica. Las únicas opciones que le quedaban a Serbia eran la rendición, una lucha a muerte donde se encontraban sus maltrechas formaciones, o un intento de escapar del enemigo por mar. Ninguno era atractivo, pero Putnik no se rendiría, y una última posición suicida solo favorecería a la Alianza, por lo que, a regañadientes, se eligió la tercera opción. Todos sabían que sería una prueba terrible. Las tropas serbias ya estaban exhaustas, sin municiones y sin todo tipo de suministros. Tendrían que atravesar el paisaje más desolado y accidentado de todos los Balcanes; muchas de las crestas rocosas e irregulares estaban desprovistas incluso de árboles para leña, una necesidad en el empeoramiento del clima. Y aunque lleguen al Adriático, sería en el territorio de un pueblo vecino que ya estaba harto y cansado de ser invadido por serbios y montenegrinos. La flota de la Entente podría ser la salvación para ellos, pero ¿quién podía garantizar que vendría en su ayuda?

A pesar de todos los recelos y desventajas de un Éxodo en invierno, se dieron las órdenes para comenzarlo. Ese mismo día y el siguiente (24 de noviembre) las tropas alemanas entraron en Mitrovica, Pristina, y ocuparon toda la Llanura de Kosovo. Una última acción de retaguardia tuvo lugar en Prizen el día 27; Posteriormente, los defensores se retiraron por el valle del río Drin y cruzaron la frontera albanesa. Mackensen eligió no seguirlos. Cuando se contaron todos los prisioneros de la batalla de Prizen, los alemanes descubrieron que tenían otras 17.000 bocas que alimentar. Berlín declaró finalizada la campaña el día 28. Toda la antigua Serbia había sido invadida, y después de solo tres años, Kosovo estaba una vez más bajo las garras de un invasor.

En Macedonia, la campaña también estaba llegando a su fin. Una vez que la fuerza del paso de Kacanik se retiró a Prizen, solo Vasic y sus 5.000 soldados serbios permanecieron, además de los franceses, para oponerse a los búlgaros. Cuando este último llegó a Kruchevo el 20 de noviembre, Vasic temió por su retaguardia y decidió replegarse sobre Monastir, el último lugar de importancia en la provincia aún no ocupado por el enemigo. Unidos allí por dos regimientos desaliñados que se retiraban del norte, los serbios retrocedieron hacia el oeste, hacia los lagos Prespa y Ohrid y la frontera albanesa. Cuando llegaron a Resen, al norte de Prespa, el pequeño ejército se volvió contra sus perseguidores y libró una última acción de la campaña. Luego, por razones que aún no están claras, giraron abruptamente hacia el sur,

Por su parte, los franceses mantuvieron sus posiciones avanzadas y expuestas en el Vardar medio tanto tiempo como se atrevieron. Hasta el 23 de noviembre, todavía se defendían de los ataques búlgaros, pero una vez que sus aliados serbios fueron expulsados ​​​​hacia el oeste, los hombres de Sarrail quedaron demasiado expuestos en sus flancos. Esperando contra toda esperanza, se aferraron a Vozarci hasta el día 27, cuando se desvaneció toda perspectiva de victoria; luego evacuaron sus posiciones avanzadas y retrocedieron por el Vardar, seguidos de cerca por los búlgaros. Los aviadores franceses cubrieron la retirada, bombardeando las comunicaciones enemigas en Skopje, Istip y Strumitza. Para la primera semana de diciembre, el retiro se llevó a cabo con mucha más prisa.

Habiendo quemado metafóricamente todos sus puentes para llegar a un acuerdo con la Alianza, los serbios ahora no tenían más remedio que huir para salvar sus vidas a través de las montañas áridas e inhóspitas de Montenegro y el norte de Albania. Todavía quedaban unos 200.000 de ellos, contando los numerosos civiles que se habían aferrado a los restos harapientos de las unidades militares serbias en un intento desesperado por salvarse del odiado enemigo. Sin gasolina ni repuestos para sus pocos vehículos de motor ni proyectiles para las piezas de artillería que se habían salvado, estos fueron destruidos en una orgía de derribo y fuego de última hora. Entonces, la hueste desmoralizada comenzó su marcha hacia Skutari a través del barro y la nieve. Se formaron cuatro columnas, cada una de las cuales seguiría un recorrido diferente por caminos, arroyos y senderos existentes; no había buenos caminos. Los restos de la fuerza de Prizen podrían al menos aferrarse al curso del río Drin, aunque serpenteaba a través de gargantas difíciles y mucho campo sin árboles, donde los serbios fueron objeto de ataques de guerrilla por parte de bandas albanesas hostiles. Los soldados atrapados en el área de Jakovik (Dakovica) primero tenían que escalar una escarpada cadena montañosa y luego descender por desfiladeros rocosos y escarpados antes de llegar al Lumi Valbones, un afluente angosto y veloz del Drin. Aquellos que comenzaron el viaje desde la región de Ipek (Pec) no podían esperar cruzar las alturas imposibles hacia el suroeste, por lo que primero se movieron hacia el oeste hasta que pudieron ascender el valle superior de Lim, luego tropezaron con la zona fronteriza remota y bajaron al Moraca. , que conducía al lago Skutari. Esta ruta indirecta era el doble de la distancia al nuevo capitolio como aparecía en un mapa, pero nuevamente, negociar los Alpes del norte de Albania en invierno no era una opción. La cuarta columna era la más pequeña. Se retiró de la posición de Bjelo Polje en Lim y se arrastró sobre la cresta hasta Tara superior y luego hasta Moraca. Para el 1 de diciembre, los movimientos se asemejaban a cuatro filas de hormigas, marchando inexorablemente hacia un destino predeterminado.

A través de un paisaje invernal normalmente hermoso, el Éxodo luchó, luchando contra el hambre, el agotamiento, la privación y la enfermedad. Increíblemente, trajo consigo un estimado de 24,000 prisioneros de guerra austriacos, muchos de los cuales marcaron el camino, junto con innumerables serbios, caballos y bueyes. “La nieve cubrió su miseria para siempre”. Escribió una enfermera británica que prestaba servicios en una unidad de socorro serbia. Ella recordó cruzar pasos altos con solo una “pista de 2 pies” para caminar. “A la derecha había acantilados cubiertos de nieve, a la izquierda una caída en picado hacia el río 1,000 pies más abajo”. Otra mujer británica, una escritora, sugirió que la muerte de Cristo por crucifixión fue “suave” en comparación con algunas de las que había presenciado. Quizás ella tenía razón; el Buen Libro mismo había advertido durante siglos contra una empresa como la que ahora estaban involucrados los serbios. “Orad para que vuestro vuelo no sea en invierno”, amonestaba. Otros testigos se horrorizaron al encontrar soldados y civiles sucios y demacrados en harapos, a menudo sin botas o incluso zapatos, sobreviviendo con repollo crudo y algunos granos sueltos de maíz. Un corresponsal francés afirmó que entre 1.000 y 1.500 de estas desventuradas personas se “perdieron en Albania por salvajes ataques de los nativos”.

Sin embargo, a pesar de toda la increíble miseria de la marcha invernal, nadie sugirió que la mayoría de los serbios habían perdido la voluntad de vivir o incluso de luchar. El viejo y enfermo rey Pedro fue llevado por sus soldados, de cuatro en cuatro, en una silla de manos con protección superior y lateral contra los elementos; Putnik y algunos otros oficiales ancianos, frágiles y de alto rango recibieron un trato similar. Mediante una combinación de abnegación, perseverancia y feroz determinación de triunfar, las columnas de seres humanos en apuros finalmente llegaron a sus destinos, Skutari y el mar Adriático. Fue un gran logro, pero el precio fue alto. El primero de unos 135.000 supervivientes empezó a aparecer en Skutari durante la segunda semana de diciembre. El resto había emergido de las colinas nevadas antes del solsticio de invierno; todos los demás se dieron por perdidos, y la mayoría nunca serían vistos de nuevo, con incluso sus lugares de descanso final sin marcar ni registrar. Fue una catástrofe de primera magnitud; sin embargo, se había salvado el núcleo de una futura fuerza de combate serbia.

Para la Alianza, sólo quedaba Montenegro por ser invadido. Con el desvanecimiento y la retirada del apoyo alemán, la tarea quedó prácticamente en manos de los austriacos. Cuatro divisiones alemanas partieron a fines de noviembre; dos más abandonaron los Balcanes en diciembre, dejando solo cinco en Serbia. En los primeros días del nuevo mes, las tropas austro-alemanas colaboraron en la llamada Batalla del Drin Blanco cerca de Jakovik, aniquilando una retaguardia serbia y llevándose como botín mucho material de guerra, pero pocos prisioneros. El pueblo cercano cayó el 3 de diciembre. Ipek fue capturado por unidades austriacas tres días después. Sin embargo, el principal ataque de los Habsburgo a Montenegro provino del oeste, un golpe de dos frentes dirigido a la capital y Niksic, lo que obligó a los contingentes que defendían Foca, Bjelo Polje y Berane a retroceder hacia la costa. El mal tiempo y la ausencia de buenos caminos dificultaban todo movimiento; El avance de Austria fue tan lento que no fue hasta el día 23 cuando se anunció la captura de Berane. Los soldados de Nikola seguían luchando bien hasta el último día del año, cuando un enfrentamiento con el enemigo en Rozaj fue aclamado como un "rechazo" de los invasores.

A principios de diciembre de 1915, las tropas de la Alianza habían ocupado toda Serbia, excepto los confines más al sur de Macedonia. El Mando alemán advirtió a los búlgaros que no avanzaran más allá de la frontera griega, pero estos últimos aún no habían llegado a ningún tramo de ella al oeste de Strumitza. El segundo día del mes, las fuerzas francesas en el valle de Vardar comenzaron a retirarse por el ferrocarril de Salónica, con sus enemigos persiguiéndolos. Cuando Sarrail se detuvo en Demir Kapu el día 5, sus hombres fueron atacados; en el mismo momento, otra división búlgara intentaba cortar el ferrocarril cerca de la estación Strumitza, mientras atacaba simultáneamente a los británicos que tenían una línea al oeste del lago Doiran. En varios días de lucha en un clima sombrío, las tropas de la Entente pudieron evitar ser rodeadas,

Sarrail se comportó bien durante la retirada, deteniéndose para destruir puentes e incluso un túnel en la vía férrea, una retirada de libro de texto, pero algo más lenta de lo que debería haber sido. Atrapándolo nuevamente el 8 de diciembre, en Gradek, los búlgaros de Todorov iniciaron una batalla de dos días cuyo resultado fue otra retirada francesa a toda prisa. El día 10, el pequeño río Bojimia, un afluente menor del Vardar, se había convertido en la línea del frente; Al día siguiente, los hombres de Sarrail se vincularon con los británicos. Ambos contingentes comenzaron a cruzar la frontera de regreso a Grecia, rompiendo los rieles y disparando contra las aldeas a medida que avanzaban. Gevgelija, el último asentamiento al norte de la frontera, fue destruido casi por completo. Todos los soldados de la Entente que no fueron bajas regresaron a suelo griego el día 12. Los franceses habían perdido 3.500 hombres en su movimiento retrógrado desde Macedonia. Aunque estuvieron tentados de hacerlo, los búlgaros no cruzaron a Grecia. Por supuesto, completaron la ocupación de Macedonia, el premio principal por el cual habían ido a la guerra. Monastir y el camino hacia el sur hasta la frontera fueron asegurados el 5 de diciembre. Otras formaciones avanzaron con fuerza hacia el oeste para intentar caer sobre la retaguardia de los serbios que huían, pero se encontraron pocas, y el asentamiento más occidental de la provincia, Debar, cayó después de apenas una escaramuza. Sin más enemigos al norte del lago Ohrid a los que rodear, una columna búlgara entró en suelo albanés la noche del 14 al 15, pasando entre Ohrid y el lago Prespa, presumiblemente buscando a la fuerza serbia de Resen, que había marchado al este de Prespa. a partes desconocidas. No encontraron serbios, pero se encontraron con un regimiento griego en Korca. donde se intercambiaron algunos tiros hostiles antes de que prevalecieran las cabezas más frías. Probablemente motivado por este incidente, el primer ministro griego Skouloudis advirtió a los búlgaros, el día 17, que no violaran el territorio griego. Fue una postura escandalosa, considerando que los enemigos de Bulgaria estaban violando el territorio griego sin obstáculos, pero sin el apoyo austro-alemán, el gobierno de Fernando solo podía esperar el momento oportuno.

Así lo hizo, creyendo que una vez que sus aliados hubieran acabado con los montenegrinos y el punto de apoyo enemigo que obviamente se estaba hundiendo en Gallipoli, seguramente querrían introducir las líneas de la Entente a lo largo de la frontera norte de Grecia. Después de todo, la última campaña serbia se había centrado en eliminar un frente para Austria-Hungría y establecer contacto con los turcos. Ahora que estos objetivos se habían logrado, ¿por qué sus socios de la Alianza querrían dejarlos con la bolsa en Grecia cuando Rumanía quedaba para ser intimidada? Era una pregunta que no solo se hacían muchos en Sofía, sino también muchos en París y Londres. Nadie podría haber sabido que los alemanes ya se estaban preparando para una poderosa ofensiva en Verdun, en el frente occidental. Por el momento, toda la atención en los Balcanes se volvería a centrar en Montenegro, Albania y Gallipoli,

sábado, 19 de agosto de 2023

PGM: Serbia es sobrepasada (1/2)

Serbia es invadida

Parte I  || Parte II
Weapons and Warfare


 

Infantería serbia posicionada en Ada Ciganlija .
 

Cuando comenzó la cuarta invasión de Serbia en octubre de 1915, los individuos y grupos dentro de las naciones de la Entente todavía discutían y vacilaban sobre qué estrategia seguir en los Balcanes, si es que había alguna. En general, los orientales querían apoyar enérgicamente a los serbios, traer a todos los neutrales locales a la guerra de su lado y romper el aislamiento de Rusia. Los occidentales habrían descontinuado las operaciones contra el Imperio Otomano, rechazado todos los pensamientos molestos sobre ayudar a los serbios y concentrado todos los medios en el frente occidental como la mejor manera de apoyar a Rusia. Todavía a principios de octubre, cuando estaban prácticamente seguros de la hostilidad de Bulgaria, pocos líderes en Francia o Gran Bretaña podían ponerse de acuerdo sobre qué tipo de respuesta iniciar en el sudeste de Europa. aunque cada vez estaban más convencidos de que la Operación Dardanelos no iba a lograr su propósito. Un furioso Lloyd George preparó un memorándum para sus colegas y lo distribuyó el 12 de octubre. En él, criticó la inacción de la Entente y escribió que el fracaso “para salvar de la destrucción a un pequeño país tras otro que dependía de su protección [de las cuatro grandes potencias] es uno de los espectáculos más lamentables de esta guerra”. Kitchener, normalmente insensible a un desaire indirecto como tal, decidió reemplazar a Hamilton con Sir Charles Monro, el antiguo comandante del Tercer Ejército en Francia. Hamilton fue notificado de su 'reemplazo inminente' el día 16; una medida de su nivel de entusiasmo por su mando puede evidenciarse por el hecho de que inmediatamente entregó su autoridad a Birdwood,

Por el contrario, las Naciones de la Alianza sabían exactamente lo que necesitaban lograr en los Balcanes y habían asignado las fuerzas necesarias para lograrlo. Austria-Hungría no podía sostener una guerra en tres frentes; al menos uno tendría que ser eliminado. Turquía necesitaba recibir grandes cantidades de material bélico para defender sus cuatro frentes; era imperativo un enlace ferroviario directo. La conclusión bastante elemental fue sacar a Serbia de la guerra, derrotarla por completo a ella y a su débil hermana Montenegro. Al incorporar a Bulgaria a la causa de promover su propio interés, el resultado parecía inevitable.

Sorprendentemente, los serbios todavía confiaban en su capacidad para defenderse hasta que se enteraron de la hostilidad de Bulgaria. Después de todo, ya habían derrotado con bastante facilidad tres invasiones enemigas duran   te el año anterior y creían con optimismo que podrían hacerlo de nuevo. Sin embargo, lo que no tuvieron en cuenta fue el hecho de que su ejército de 1914 era una fuerza veterana de las guerras de los Balcanes, mientras que el ejército austrohúngaro no había estado en batalla desde 1866. Con un año de experiencia ahora en su haber. , se podría esperar razonablemente que las tropas de los Habsburgo se desempeñaran mucho mejor en 1915 de lo que lo habían hecho como soldados verdes durante el otoño de 1914.

Como hemos visto, los grandes cañones habían estado disparando durante mucho tiempo a lo largo de los tres ríos que delimitaban la frontera norte y oeste de Serbia. El 5 de octubre, el bombardeo se intensificó e incluyó proyectiles incendiarios que rápidamente envolvieron partes de Belgrado en un mar de llamas. El lado serbio de los arroyos se estremecía y se agitaba bajo el incesante staccato de las explosiones, cuyos efectos sonaban como múltiples redobles de tambor a varios kilómetros de distancia. El Undécimo Ejército de Gallwitz utilizó la cobertura de la avalancha de acero para sacar sus barcos, varios de los cuales eran antiguos yates y embarcaciones de recreo que habían sido ligeramente blindados y equipados con artillería y ametralladoras. Masas de soldados se reunieron en Smederovo y Ram en el Danubio, y una fuerza subsidiaria planeó cruzar cerca de la Puerta de Hierro en la frontera rumana. Kövess apuntó a Obrenovac cerca de la desembocadura del Kolubara en el este de Belgrado, mientras dejaba el forzamiento del Drina a un Cuerpo independiente a su derecha. No se repetirían las campañas de 1914.


Para asegurar el éxito de la operación, el Alto Mando alemán insistió en dar la dirección general a uno de los suyos, para disgusto de Hötzendorf, quien sintió que Serbia y los Balcanes estaban dentro de las esferas de influencia austrohúngaras. El seleccionado para la asignación fue August von Mackensen, un veterano líder y héroe de la campaña rusa, que recientemente había sido ascendido a mariscal de campo. Había trabajado tanto con Gallwitz como con Kövess en el frente oriental.

Usando el atronador bombardeo como cobertura, y con la ayuda de la pequeña flota de cañoneras fluviales, las tropas alemanas cruzaron el Danubio en Smederovo y Dubravica, a ambos lados de la desembocadura del Morava, cuyo valle era la puerta de entrada a los puntos del sur. También se forzaron pasos de menor escala en Ram, Gradiste y Orsova al este, ese mismo día 7 de octubre. Las operaciones de puente se vieron facilitadas en gran medida por la presencia de grandes islas que dividían la enorme corriente en los principales puntos de cruce. Los austriacos utilizaron ventajas topográficas similares para negociar las aguas antes de Belgrado, donde saltaban tanto el Save como el río más grande. Obrenovac río arriba fue asaltado, al igual que Skela, Sabac y Lesnica en el Drina. Unidades secundarias mucho más pequeñas amenazaron el flanco izquierdo serbio en las montañas alrededor de Visegrad, así como la frontera montenegrina.

Los ejércitos de Serbia estaban mal posicionados para enfrentar la nueva invasión, pero Putnik no tenía la culpa; La actitud de Bulgaria lo había obligado a desplegar algo así como el 40% de su fuerza en el este, dejando solo el Primer Ejército para cubrir el Drina y parte del Save, el Tercer Ejército frente a los alemanes y el llamado 'Grupo de Belgrado' para defender el brecha entre los dos. No fue suficiente. A última hora del día 8, las tropas húngaras se abrieron paso hasta los antiguos fuertes de Belgrado y se ordenó la evacuación de la ciudad. De los contingentes de artillería pesada franceses, británicos y rusos enviados para reforzar la defensa, algunos fueron destruidos por los bombardeos, algunos fueron invadidos y unos pocos se retiraron en el último momento. Toda la noche la batalla por Belgrado rugió en las calles; a menudo asumió un carácter de cuerpo a cuerpo en el que incluso se informó que participaron civiles.

El trabajo eficiente de los ingenieros austriacos había completado dos puentes de pontones sobre el Save el 10 de octubre. Ahora la máquina de Kövess podría empezar a rodar. Ese mismo día, las tropas serbias informaron del uso de gas por parte del enemigo en Zabre, pero también afirmaron que respondieron al ataque protegidos con máscaras antigás, y esta última afirmación es casi con seguridad falsa, a menos que se considere alguna medida primitiva para lidiar con los asfixiados. 'máscaras'. Sin embargo, los serbios disfrutaron de un éxito considerablemente mayor al retrasar la invasión a su izquierda, donde los soldados del Primer Ejército lucharon contra los ataques enemigos cerca de muchos de los campos de batalla de la lucha del año anterior.

Mientras tanto, Gallwitz había logrado todos sus objetivos iniciales cuando Smederovo fue capturado el día 11. Las tropas alemanas estaban ahora en la orilla sur del Danubio en cuatro lugares, con proyectos de puentes completos o en las etapas finales de preparación. La gran noticia del 11 de octubre, sin embargo, no fueron las ganancias de Austria o Alemania, sino la entrada de sus aliados búlgaros en la campaña. Habiendo concentrado su Primer Ejército alrededor de la ciudad noroccidental de Belogradcik, el general Kliment Boyadshiev desató una división en Zajecar y la otra en Knjazevac, dos centros serbios a orillas del río Timok, justo al otro lado de la frontera común. Aunque las naciones de la Entente no se sorprendieron por la apuesta búlgara, el impacto de la realidad ante la idea de un nuevo enemigo oficial fue considerable.


La postal italiana de la Primera Guerra Mundial representa a Serbia luchando con Austria y Alemania,
mientras Bulgaria intenta matar a Serbia con un cuchillo y Grecia observa desde el margen.


Dos caminos decentes conducen desde el valle de Struma de Bulgaria al de Vardar en Macedonia, uno de Kjustendil a Kumanovo, el segundo de Blagojevgrad a Veles; estas fueron las rutas elegidas por el general Todorov para su Segundo Ejército. Si cualquiera de las ciudades serbias pudiera ser capturada, se cortaría el ferrocarril de Salónica a Nish y Belgrado y los serbios quedarían aislados de la ayuda extranjera, excepto el goteo que llegaba a través de Antivari y San Giovanni di Medua. Los franceses y los británicos eran muy conscientes del peligro, pero Londres aún no había autorizado a sus tropas a moverse más allá de la frontera griega en ausencia de una declaración de guerra búlgara. París, por otro lado, se había desilusionado cada vez más con Gallipoli y cansado de que sus divisiones tuvieran que servir bajo el mando general británico. Salónica y Serbia ofrecieron nuevas posibilidades.

Pocas personas habrían querido tal mandato y aún menos lo habrían aceptado. Pero los occidentales tenían un candidato perfecto en Maurice Sarrail, un jefe del Ejército bien conocido como inconformista. Sarrail, que alguna vez fue partidario del perseguido Dreyfus a fines del siglo anterior, era considerado un 'radical', un francmasón cuyas formas políticamente incorrectas eran rechazadas por la mayoría de sus contemporáneos. Enviarlo a Salónica era deshacerse de él en Occidente, sin que pareciera castigarlo o degradarlo. Si lo hubieran hecho antes, la Campaña de Serbia podría haber tenido un resultado algo diferente. Tal como estaban las cosas, no llegó a Salónica hasta el 12 de octubre, momento en el que los búlgaros de Todorov se abalanzaban sobre el ferrocarril.

Sarrail no era hombre para perder el tiempo. Aunque la Entente había entregado 20.000 soldados a Salónica, solo podía hablar por los franceses, ordenándoles que avanzaran hacia el norte de inmediato. Casi al mismo tiempo, serbios y búlgaros se declararon la guerra, confirmando finalmente la existencia de la Cuádruple Alianza. Al día siguiente, Montenegro y Gran Bretaña se declararon contra Sofía; los franceses tardaron un día más en hacer lo mismo (16 de octubre). El General no estaba esperando; su vanguardia se enfrentó con un pequeño grupo de búlgaros de la cercana Strumitza en Valandovo el día 15 y los expulsó.

La respuesta inicial de Gran Bretaña fue más política que militar. El 16 de octubre se anunció un bloqueo de la costa egea de Bulgaria y se envió una nueva oferta a Atenas. Londres ofreció ceder Chipre a Grecia a cambio de la participación griega en la Entente. Como era de esperar, el Gobierno de Zaimis declinó.

Hacia el norte, la invasión de la Alianza continuaba. Mackensen tenía suficientes tropas en suelo serbio a mediados de mes para ordenar a sus ejércitos un ataque a gran escala. Pozarevac (Passarowitz), sitio del Tratado Austríaco-Otomano de 1718, cayó el 14 de octubre. Vranje, en el ferrocarril de Salónica al sur de Nish, fue capturada por la caballería búlgara el día 16, mientras que la infantería del Segundo Ejército tomó Kriva Palanka, Katshana y Sultan Tepe el día 17. El Primer Ejército también avanzó, ocupando Zajecar y cruzando el bajo Timok. Kövess, después de duras batallas que duraron varios días, finalmente pudo anunciar la captura de Obrenovac el 18, aunque sus hombres aún enfrentaban una tenaz defensa en las alturas al este de Kolubara.

Rusia e Italia, aunque no participaron en la campaña en curso, mostraron solidaridad con sus aliados al declarar la guerra a Bulgaria el día 19. Las tropas francesas se trasladaron a la estación de Strumitza (en la vía férrea al oeste de la ciudad de ese nombre) ese día, pero en 24 horas recibieron la deprimente información de que el enemigo había llegado a Veles, la primera ciudad importante al norte. Avanzando, tomaron Robovo dos días después, pero fueron atacados por tropas búlgaras que se acercaban. Los ánimos se levantaron temporalmente el día 22 por un contraataque serbio que recuperó Veles, y por el primer movimiento hacia el norte de los británicos, que acababan de ser autorizados a luchar en la guerra en la que estaban atrapados. Frente a la costa del mar Egeo, los buques de guerra británicos abrieron fuego contra el puerto búlgaro de Dedeagach, destrozando las ya endebles instalaciones de atraque allí. Por un momento, parecía que la Entente se tomaba en serio una campaña balcánica; pero tales esperanzas pronto se desvanecieron. Habiendo avanzado solo hasta el lago Doiran en la frontera entre Grecia y Serbia, los británicos fueron detenidos por nuevas fuerzas búlgaras el día 24. Los franceses, que habían llegado hasta Veles en el ferrocarril, fueron fuertemente contrarrestados y, temiendo aislarse de sus aliados, Sarrail decidió no ir más lejos.

En el caso, fue una sabia decisión. Las tropas búlgaras habían asegurado Kumanovo el día 21 y se adelantaron para reclamar el premio y la ciudad más grande de toda Macedonia, Skopje (Uskub). Estaba firmemente en manos de Todorov en la mañana del 23.

Mientras tanto, Kövess estaba a 50 kilómetros al sur suroeste de Belgrado cuando se tomó Sabac, un evento que parecía solo una nota al pie de la campaña, a diferencia de su importancia para las anteriores. Antes de que oscureciera dos días después, el 23, los austriacos estaban en las afueras de Palanka y Petrovac. En el extremo derecho, las tropas de apoyo avanzaron hacia Serbia desde el área de Visegrad; otros acabaron con focos de resistencia serbia al este del bajo Drina. Los montenegrinos hicieron todo lo posible para sacar algo de fuerza austríaca enfrentándose a sus enemigos en Foca, Klobuk y Kalinovik en una serie de pequeñas pero sangrientas batallas. Durante estas acciones, un avión de reconocimiento austriaco desarrolló problemas de motor y el piloto se vio obligado a aterrizar dentro de las líneas montenegrinas, donde fue hecho prisionero de inmediato. Su nombre era Julius Arigi;

Durante la madrugada del 23 de octubre, los austriacos perdieron su mejor cañonera fluvial en una mina en el Save, junto con 35 tripulantes. Esto no fue nada comparado con la pérdida por parte de los franceses del buque de transporte de tropas Marquette el mismo día, cuando transportaba soldados a Salónica. El submarino U-35 había hecho el hecho; el Comando alemán también había dirigido U-33 y U-39 a la región para acechar a los barcos enemigos que abastecían el puerto griego.

Ni Gallwitz ni Boyadshiev pudieron penetrar profundamente en territorio serbio, al menos al principio. Esto se debió a las carreteras en muy mal estado en sus sectores, pero también a la loable resistencia serbia. El alemán tomó Malakrsna el día 18, solo para ser expulsado rápidamente por un contraataque serbio. Solo una semana después de esto, el centro del 11º Ejército pudo avanzar más allá de Petrovac, a menos de la mitad del camino hacia los búlgaros en Zajecar. Ese mismo día, los hombres de Boyadshiev estaban solo dos kilómetros más allá del Timok inferior. Hacia la frontera rumana, sin embargo, los acontecimientos se movieron rápidamente una vez que se derribaron las primeras fichas de dominó obstinadas. Una vez que los puntos fuertes serbios de Negotin y Prahovo se vieron obligados a rendirse, el 24 de octubre, solo se necesitaron dos días más para que los alemanes se precipitaran desde Orsova para encontrarse con el Primer Ejército búlgaro que avanzaba hacia el norte desde Prahovo. Estos aliados se unieron en Lyubicevac. Desde ese momento, los cuatro Alliance Powers se unieron físicamente. Al día siguiente, Zajecar pasó a manos de los invasores, y toda la línea de Timok se derrumbó, sus antiguos defensores buscaban desesperadamente la salvación a través de las colinas boscosas del suroeste. Knjazevac fue abandonado el día 27, junto con 1.400 prisioneros; el camino a Nish estaba abierto de par en par, y Pasic envió un último pedido desesperado de ayuda a sus vacilantes aliados. Cuando Pirot cayó ante los búlgaros el día 28, el Capitolio de Guerra fue evacuado de todos los adjuntos del gobierno serbio, y estos fueron transferidos a Kraljevo, bien al oeste. Pero Kraljevo no estaba en absoluto a salvo; Kövess había comenzado una batalla en los accesos del norte de Kragujevac cuando los funcionarios serbios llegaron a su nuevo 'capitolio', y estaba a solo dos cadenas montañosas de distancia. Kragujevac fue el sitio del único arsenal del país, y no es probable que se rinda a la ligera. Sin embargo, tan desquiciado se había vuelto el frente en ese momento que Putnik se vio obligado a admitir que la ciudad no podía mantenerse por mucho tiempo y, posteriormente, dio órdenes para la demolición del arsenal. La estructura desapareció en una nube de humo y polvo el 29 de octubre, las retaguardias serbias se retiraron en dirección a Kraljevo. Un enemigo cauteloso ingresó al lugar al día siguiente. las retaguardias serbias se retiran en dirección a Kraljevo. Un enemigo cauteloso ingresó al lugar al día siguiente. las retaguardias serbias se retiran en dirección a Kraljevo. Un enemigo cauteloso ingresó al lugar al día siguiente.

Para los serbios, la situación no era mejor en el sur. Habiendo adelantado más unidades cerca de Veles, el Segundo Ejército de Todorov lanzó un fuerte contraataque contra las fuerzas francesas y serbias allí, obligándolas a retirarse; los franceses se retiraron por el Vardar hacia Krivolak, los serbios, cuya retirada hacia el norte quedó cortada por la caída de Skopje, decidieron dirigirse a Prilep, una ciudad macedonia al suroeste. El camino hacia su destino pasaba por un desfiladero angosto y profundo a través de las montañas conocido como el paso de Babuna, y fue aquí donde el comandante local, el coronel Vasic, ordenó que se hiciera resistencia. Confiaba en que su fuerza de 5.000 hombres podría mantener el Paso contra una fuerza de ataque mucho más numerosa. Al norte de Skopje, el ala derecha del Segundo Ejército se mantuvo en un lugar similar, el paso de Kacanik, en el extremo este de Sar Ridge.

Aunque el centro de gravedad de la lucha en los Balcanes obviamente se había trasladado a Serbia ese otoño, los hombres todavía sufrían y morían en Gallipoli. Había poca actividad en la Península desde el 8 de octubre, cuando una fuerte tormenta dañó algunos muelles y les hizo la vida más miserable a los soldados. A partir de entonces vino la tregua con la destitución de Hamilton y la espera de su sucesor. La politiquería, por supuesto, continuó sin cesar. El 20 de octubre, Churchill hizo circular un memorando en el que afirmaba que el enemigo había enviado grandes cantidades de gas venenoso a la capital turca y abogaba por equipar a todas las tropas británicas empleadas contra Turquía con máscaras antigás. Continuó sugiriendo que la Entente usara la misma arma en el Estrecho. Hasta ese momento, solo un miembro del gabinete británico, el fiscal general Carson, había dimitido por la incapacidad del gobierno para responder adecuadamente a la crisis en Serbia. Ese no fue el caso en Francia, donde el gobierno de Viviani cayó debido a los continuos fracasos en el frente occidental y fue reemplazado por uno encabezado por Aristide Briand, un hombre amigo de una empresa balcánica. Pronto, los franceses insistieron en reforzar las tropas en Salónica, a expensas de Gallipoli, si era necesario.

Los británicos no estaban preparados para pelear con su aliado más importante. El 30 de octubre acordaron “cooperar enérgicamente” con los hombres de Sarrail en Salónica, aunque en privado la mayoría no estaba contenta con este resultado. Al mismo tiempo, Sir Charles Monro llegó al Estrecho. Su primera comunicación a Londres fue un pedido de ropa de invierno para la tropa (28 de octubre); luego procedió a inspeccionar los hombres y posiciones de su nuevo mando, cuestionando cuidadosamente todo lo que se inclinaba. En dos días, había llegado a una conclusión: Gallipoli debería ser evacuada, incluso si el costo en bajas fuera alto. El día 31, funcionarios estupefactos en Londres leyeron su mensaje. Después de seis meses de furiosa lucha, tantos hombres, animales, máquinas y barcos perdidos, el jefe en el lugar creyó que todo había sido en vano. Quizá sea innecesario decir que Monro era occidental. Aun así, el Comité no aceptó de inmediato sus conclusiones; había que considerar otra opinión.

En tierra, los bombardeos y los francotiradores continuaron, cobrando un número reducido pero constante de vidas. Un turco que llevaba un diario escribía a menudo sobre las molestias causadas por la artillería y los piojos. El 18 de octubre notó que las filas enemigas "se estaban reduciendo y reemplazando por potencia de fuego". Estaba en algo; tanto la 156.ª División francesa como la 10.ª británica habían partido hacia Salónica en ese momento. La siguiente unidad en retirarse fue la 2ª División Montada, que partió en noviembre hacia Egipto.

Sobre las olas, las pérdidas también aumentaron. Un transporte, el Hythe, fue hundido frente a Gallipoli el 28 de octubre, y el submarino francés Turquoise fue víctima en los Dardanelos el 1 de noviembre del bombardeo turco. Doce días después fue un submarino británico, el E-20, el que corrió la misma suerte en el Mar de Mármora. En Suvla Bay el 1 de noviembre, el Destructor Louis fue arrastrado a tierra en un fuerte vendaval y naufragó.

A pesar de las dificultades en curso, Lord Kitchener expresó su descontento con las conclusiones de Monro el 3 de noviembre. Decidió viajar a Turquía y echar un vistazo por sí mismo. El día 9 había llegado a Mudros; dos días después estaba inspeccionando las trincheras de Gallipoli. No sacaría conclusiones apresuradas, prefiriendo permanecer en el teatro otros diez días, presentando varios informes y presenciando el bombardeo inconexo y el empeoramiento del tiempo. El día 17, las instalaciones de atraque en ambas cabezas de playa en Gallipoli fueron destrozadas por el mar embravecido y tormentoso.

En Serbia, la llegada de noviembre no supuso ningún alivio ni para los soldados ni para los civiles. Al raspar el fondo absoluto del barril de mano de obra y reclutar a hombres mayores y jóvenes, los serbios pudieron formar dos nuevas divisiones para una defensa desesperada y de última hora. Estas eran las Divisiones Bregalnica y Vardar, y su existencia aumentó técnicamente el orden de batalla de la nación a catorce. En verdad, cualquiera que pudiera sostener un rifle ahora era considerado un 'soldado', lo que reducía en gran medida la calidad de las fuerzas restantes de Putnik, que se vieron obstaculizadas aún más por las hordas de civiles que obstruían las carreteras mientras intentaban huir de la invasión enemiga. Los que se quedaron quedaron traumatizados por los recuerdos de las historias de atrocidades del año anterior, y nadie quería permanecer en una tierra devastada y completamente desprovista de todos los medios de subsistencia. Todavía, muchos no tuvieron otra opción y fueron invadidos por los invasores. Un soldado austríaco recordó, años después, el caso de una niña serbia que ofrecía sexo por un trozo de pan; cuatro soldados respondieron, y todos estaban infectados con una enfermedad venérea. A veces, eran las tropas las que infectaban a los civiles. Un croata al servicio de los Habsburgo relató un incidente en el que él y otras cinco personas forzaron a dos hijas de un posadero, transmitiendo enfermedades a las mujeres indefensas y desafortunadas. El saqueo también estaba en orden; un alemán escribió sobre sus hombres liberando una casa de su "vino, queso, pollo, cerdo y cordero" mientras se movían por un pequeño pueblo. En su mayoría, sin embargo, los civiles sufrieron la pérdida de su refugio y sus animales, sin los cuales no tenían medios para sobrevivir el próximo invierno. años más tarde, el caso de una niña serbia que ofrece sexo por un trozo de pan; cuatro soldados respondieron, y todos estaban infectados con una enfermedad venérea. A veces, eran las tropas las que infectaban a los civiles. Un croata al servicio de los Habsburgo relató un incidente en el que él y otras cinco personas forzaron a dos hijas de un posadero, transmitiendo enfermedades a las mujeres indefensas y desafortunadas. El saqueo también estaba en orden; un alemán escribió sobre sus hombres liberando una casa de su "vino, queso, pollo, cerdo y cordero" mientras se movían por un pequeño pueblo. En su mayoría, sin embargo, los civiles sufrieron la pérdida de su refugio y sus animales, sin los cuales no tenían medios para sobrevivir el próximo invierno.

domingo, 23 de abril de 2023

Roma: Julio César invade Bretaña y Germania

César invade Gran Bretaña y Alemania

Weapons and Warfare


El número aproximado de barcos [800] en la flota que llevó al ejército romano invasor a Britania en el 54 a. De estos, 28 eran buques de guerra dedicados y la mayoría del resto eran transportes de tropas. Utilizaron para el transporte de tropas tanto buques de guerra estándar como buques mercantes, probablemente más mercantes (cuando no se menciona) que buques de guerra, lo que habría sido menos efectivo y más inusual. Pero definitivamente hay muchos ejemplos de ambos.

En lugar de los barcos, César hizo construir un puente. Con un notable esfuerzo se completó en diez días. Caesar da una larga descripción técnica de su edificio que ha generado una controversia prolongada sobre su construcción detallada. Su ubicación es igualmente incierta, pero lo más probable es que se encuentre al otro lado del Rin medio, entre Andernach y Neuwied, justo al norte de Coblenza. El puente fue una impresionante hazaña de ingeniería. En esta zona, el Rin tiene un promedio de 1.300 pies de ancho y unos 20 pies de profundidad.

En el 58 a. C., dos tribus germánicas, los usípetes y los tencteri, atacados por los suevos e incapaces de resistir la presión, comenzaron una migración hacia el oeste. Probablemente en enero del 55, después de tres años de vagar, cruzaron el bajo Rin y entraron en territorio de los menapios que tenían asentamientos a ambos lados del río. A la llegada de los alemanes, evacuaron sus asentamientos en la orilla este y guarnecieron la orilla derecha para protegerse contra un cruce alemán. Al carecer de barcos, los alemanes iniciaron negociaciones con los Menapii, pero terminaron en fracaso. Fingiendo retirarse del río, los alemanes engañaron a los Menapii, quienes relajaron la guardia. Un ataque nocturno de la caballería alemana mató a los guardias de la orilla derecha y los alemanes se apoderaron de los barcos de los galos. Una vez al otro lado se hicieron con el control de parte de las tierras de los Menapii,

César estaba en la Galia Cisalpina cuando se enteró del cruce alemán. Partió hacia Transalpina antes de lo habitual para evitar que se desarrollara una situación más grave. Después de unirse a su ejército, se enteró de que la llegada de los alemanes había tenido más repercusiones. Como habían hecho antes los Sequani, varias de las tribus galas invitaron a los germanos a servir como mercenarios en las guerras intertribales. Alentados por estas invitaciones, los alemanes se habían mudado al territorio de los eburones y condrusi, que vivían en el área entre el Mosa (Maas alemán) y el Rin y eran clientes romanos.

En respuesta, César convocó una reunión de líderes galos. Aquí probablemente se refiere a los de las tribus galas centrales, para reunir apoyo y recordarles dónde estaban sus lealtades. También les reclutó caballería tanto por razones militares como como rehenes para asegurar el buen comportamiento. Después de hacer arreglos para asegurar su suministro de grano, partió en dirección a Coblenza para enfrentarse a los alemanes. Cuando estaba a pocos días de marcha de ellos, le enviaron emisarios y le pidieron tierras para asentarse, ya fueran las que ya tenían o alguna otra zona designada por los romanos, y además se ofrecieron como aliados. César rechazó su solicitud de asentamiento, ya que habría alterado sus relaciones con los galos y la estabilidad que había logrado, pero les ofreció tierras al otro lado del Rin en el territorio de los Ubii alemanes.

Los enviados pidieron tres días para considerar la oferta de César. Pidieron que durante los tres días César no moviera su campamento más cerca de su posición. César se negó. Afirma que la razón de esta negativa fue el hecho de que había recibido información de que habían enviado una gran fuerza de caballería a través del Mosa para saquear y buscar comida en las tierras de los Ambivareti y que la demora era simplemente una excusa para posponer la lucha. hasta el regreso de esta fuerza.

César avanzó ahora contra ellos y cuando estaba a unas once millas de su campamento, sus enviados reaparecieron una vez más pidiéndole que no siguiera adelante. Al fallar en esta solicitud, le pidieron que ordenara a su caballería que no los atacara y que les permitiera enviar una embajada a los Ubii. Dijeron que si los Ubii aceptaban, estarían de acuerdo con los términos de César. Pidieron otros tres días para lograr esto. César afirma que, a pesar de sus dudas, acordó no ir más allá de otras cuatro millas en busca de agua, y ordenó a los alemanes que se reunieran donde se detuvo con todas sus fuerzas y tomaría una decisión sobre su solicitud. Luego envió un mensaje a su comandante de caballería para que no lanzara un asalto y si lo atacaban esperara hasta que César llegara con la infantería.

La mayoría de la caballería alemana todavía estaba ausente cuando aparecieron los 5.000 soldados de caballería auxiliares romanos. A pesar de las probabilidades, los 800 jinetes alemanes cargaron y desordenaron a la caballería auxiliar. Cuando la caballería romana se volvió para resistir, los germanos desmontaron como era su costumbre, apuñalaron a los caballos y sacaron a sus jinetes hasta que finalmente derrotaron a los romanos, matando a setenta y cuatro de ellos. Los demás dieron media vuelta en huida precipitada hasta que dieron con la columna de César. La disparidad en los números hace que esta ruta sea sorprendente y parezca sospechosa. César ya había mencionado el hecho de que ciertas tribus galas sin nombre habían ofrecido invitaciones a los germanos y es posible que hayan huido deliberadamente para no enemistarse con los germanos.

La batalla de la caballería convenció a César de que la acción inmediata era inevitable. La derrota de la caballería sería vista como una derrota y persuadiría a los galos que estaban descontentos con la presencia romana de que las fuerzas de César eran vulnerables. Al día siguiente, una delegación de destacados alemanes apareció para disculparse por la acción, que bien podría no haber sido planeada. César, que esta vez no estaba preocupado por violar la santidad de los enviados, los detuvo. Ahora marchó contra los alemanes sin líder con toda su fuerza, colocando la caballería en la retaguardia porque no estaba seguro de su moral y lealtad. Desplegó su ejército en una clásica triple columna de marcha para estar listo para un ataque repentino. Marchando al doble, completó rápidamente las siete millas hasta el campamento alemán y los sorprendió. La repentina aparición de César y su ejército confundió a los alemanes que no estaban preparados. Los romanos irrumpieron en el campamento. Los germanos que tenían armas resistieron un poco, peleando entre sus bagajes y carros; pero los demás, incluso las mujeres y los niños, huyeron. César envió su caballería en su persecución. Durante el vuelo, la moral alemana se derrumbó por completo. Abandonaron sus armas y los estandartes salieron corriendo del campamento en un intento de cruzar el río para ponerse a salvo. César dice que huyeron a la confluencia del Mosa y el Rin: es decir, al delta Rin-Mosa en los Países Bajos. Pero dependiendo de la geografía de la campaña, algunos sitúan la batalla cerca de la confluencia del Mosela y el Rin, cerca de Coblenza. Es preferible la primera alternativa. Está respaldado por el texto y por una descripción no del todo precisa del curso del Mosa anteriormente en el texto. El vuelo fue un desastre; cuando los alemanes llegaron al Rin, un gran número había muerto y muchos más se habían ahogado en el río.

César afirma que tuvo pocas bajas y ninguna fatal. Él da el número de tribus combinadas como 430.000 y una fuente posterior, su biógrafo Plutarco, afirma que 400.000 de ellos perecieron. Estas cifras dan una pausa, especialmente la cifra de Plutarco para los muertos. Esto parece un número imposiblemente grande dado que la persecución y la matanza se extendieron a una distancia significativa y que algunos de los muertos se ahogaron en el Rin. Ninguna cifra puede considerarse ni remotamente exacta. Es difícil creer que ambas tribus estuvieran tan devastadas como lo insinúa César. Ciertamente, todavía eran capaces de causar más problemas a los romanos en las últimas décadas del siglo.

Los enemigos de César criticaron duramente su conducta en esta campaña por la mala fe que había mostrado con los emisarios alemanes. El Senado votó una comisión de investigación, pero es dudoso que alguna vez se haya enviado. César había hecho el año anterior que una de sus razones para ir a la guerra contra los vénetos fuera la detención de funcionarios romanos que en realidad no eran enviados. Aunque hace un intento de exculparse sugiriendo que el ataque de la caballería fue intencional, no oculta los hechos básicos de la situación. Sus enemigos políticos pueden haber visto este incidente como un arma para usar contra él, pero es dudoso, dada la actitud romana hacia los bárbaros del norte, que este acto fuera políticamente dañino.

César ahora decidió cruzar el Rin. Pensó que una manifestación en la orilla derecha del río podría actuar como elemento disuasorio de nuevos intentos alemanes de cruzar a la Galia. Además, si cruzaba el río, sería el primer general romano en hacerlo y esto podría silenciar aún más cualquier crítica a sus acciones contra los germanos y aumentar su prestigio. También quería perseguir a la caballería alemana, que había estado ausente en el momento de su victoria sobre los Usipetes y Tencteri. Habían cruzado el Mosa en busca de comida y botín y luego se habían retirado por el Rin al territorio de los Sugambri, cuyas tierras se encontraban entre los ríos Lahn y Ruhr, e hicieron una alianza con ellos. Al enterarse de esto, César envió mensajeros a Sugambri para exigir el regreso de los fugitivos. Rechazaron su pedido, afirmando que el poder romano terminó en la orilla izquierda del Rin y que lo que hicieron no era asunto de César. Su victoria no había impresionado a muchas de las tribus germánicas: solo los Ubii enviaron una delegación y concluyeron un tratado de amistad con Roma. Tenían buenas razones para hacerlo. Ellos, como los Usipetes y Tencteri, estaban bajo la presión de los suevos, y César proporcionó una posible solución a ese problema. Ofrecieron barcos para transportar a su ejército a través del Rin. César rechazó esta oferta. Estaba preocupado por la seguridad del cruce. El Ubii puede haber parecido ansioso por su ayuda, pero ¿cómo podría estar seguro de ellos? Añade que tal cruce no sería coherente con su propia dignidad ni con la del pueblo romano. Seguramente, la dignidad era un importante concepto político y social romano que significaba el respeto que otros individuos o comunidades otorgaban a una persona o grupo. Es difícil entender lo que significa en este contexto. Quizás de mayor importancia fue el uso de las habilidades de ingeniería romanas para impresionar a los alemanes. En lugar de los barcos, César hizo construir un puente. Con un notable esfuerzo se completó en diez días. Caesar da una larga descripción técnica de su edificio que ha generado una controversia prolongada sobre su construcción detallada. Su ubicación es igualmente incierta, pero lo más probable es que se encuentre al otro lado del Rin medio, entre Andernach y Neuwied, justo al norte de Coblenza. El puente fue una impresionante hazaña de ingeniería. En esta zona, el Rin tiene un promedio de 1.300 pies de ancho y unos 20 pies de profundidad. Es difícil entender lo que significa en este contexto. 

Durante la construcción, varias tribus germanas se acercaron a César en busca de paz y alianza. Recibió favorablemente sus solicitudes, pidiéndoles que entregaran a los rehenes como prenda de buena fe. No está claro si estos rehenes alguna vez fueron entregados, pero más tarde César pudo reclutar mercenarios alemanes, por lo que su acción debe haber tenido algún efecto. Dejando una guardia en el puente, los romanos marcharon hacia el territorio de los Sugambri, quienes ya habían huido una vez que se enteraron de la construcción del puente. Como habían hecho algunos de los galos, buscaron refugio en los bosques llevándose consigo todas sus propiedades. César permaneció unos días en el territorio de Sugambri devastándolo y luego se trasladó a las tierras de Ubii. Allí hizo una promesa explícita a la tribu de que los ayudaría contra los suevos. Mientras tanto, se enteró por los exploradores ubios de que los suevos habían reunido a todos sus hombres capaces de portar armas en medio de su territorio y que librarían una batalla decisiva allí con los romanos. El lugar era demasiado remoto para una expedición, por lo que César volvió a cruzar el Rin y destruyó el puente detrás de él.

Aunque César afirma que había logrado sus objetivos de intimidar a los alemanes, castigar a los Sugambri y ayudar a los Ubii, es difícil ver la expedición alemana como un éxito. Los pocos días dedicados a destruir la propiedad de los Sugambri y las inciertas promesas alemanas de paz y amistad valieron poco. El Sugambri lo había eludido durante su estadía de dieciocho días al otro lado del Rin. No se enfrentó a los suevos, que eran el principal problema romano en el oeste de Alemania, y es difícil saber cuán seria fue su promesa de apoyo a los ubios. También César exagera la importancia del Rin como línea divisoria entre la Galia y los germanos. Las tribus germánicas de los Eburones y Atuatuci ya estaban asentadas al este de los Nervios. No fue esta campaña al este del Rin lo que fue significativa, sino la serie de victorias de César en la Galia lo que marcó la diferencia. Es probable que si César no hubiera hecho campaña, los germanos habrían aumentado su migración a la Galia y ocupado gran parte de ella.

A pesar de que ya era tarde en la temporada de campaña, probablemente a fines de julio, César hizo los preparativos para su expedición a Britania. En este punto de su narración afirma que el motivo de la expedición fue que los galos habían recibido ayuda de sus parientes al otro lado del Canal. El biógrafo Suetonio menciona otra razón: la lujuria de César por las perlas. Esto es difícilmente persuasivo. Aunque César menciona otros recursos naturales, guarda silencio sobre las perlas, y algunos escritores romanos posteriores consideraron que las perlas británicas eran pequeñas, descoloridas y oscuras. Escribiendo dentro de una generación de la muerte de César, el geógrafo Estrabón menciona que la isla producía esclavos, pieles, oro, plata y estaño, pero en la generación de César se sabía mucho menos sobre los productos de la minería británica. Cicerón menciona que había oído que no había oro ni plata en Britania. César indica que había estaño y hierro pero nada dice de los metales preciosos. Hubo un comercio sustancial con las tribus en la costa noroeste hasta el sur del Loira. Pero esto no era una preocupación romana. César afirma que los mercaderes que comerciaban con los britanos solo conocían la parte de Britania frente a la Galia y fueron de poca ayuda. Bien puede ser que temieran los efectos de una invasión en sus rutas y clientes establecidos, pero eso no indica que temieran ser reemplazados por romanos e italianos. Una invasión alteraría sus relaciones establecidas y haría inseguro el movimiento. Estas fueron razones suficientes para ser reacios a proporcionar información a los romanos.

La afirmación de César de que los británicos brindaron apoyo a las tribus galas en su lucha contra los romanos puede ser cierta, pero exagerada. Él registra que el sureste de Gran Bretaña estaba habitado por belgas, que habían invadido el área y luego la habían colonizado. Las monedas y otras evidencias arqueológicas apuntan a sucesivas migraciones de belgas que comenzaron aproximadamente un siglo antes de la llegada de César a la isla. Ciertamente había vínculos entre las tribus belgas de Gran Bretaña y las del continente. En su discusión sobre los belgas continentales, César menciona que, según la memoria viva, Diviciacus, el rey de Suession, también había gobernado Gran Bretaña, presumiblemente en el sureste belga. En el 57, después de la derrota de los belgas, los jefes de los belovacos que habían persuadido a su pueblo para que luchara huyeron a Gran Bretaña. En el 55, en vísperas de su primer desembarco en Britania, César envió a Comio, a quien había hecho rey de los atrebates, a Gran Bretaña como enviado porque poseía una gran influencia allí, presumiblemente entre los atrebates asentados en Gran Bretaña. A pesar de estos lazos, César no proporciona evidencia de un apoyo británico sustancial a sus enemigos en la Galia.

La razón más importante de la invasión se encuentra en la posición política de César en Roma. Si originalmente había planeado la invasión para el 56, su intento de vincularla con la seguridad de la Galia, que ahora afirmaba que estaba pacificada, proporcionaría una razón más para extender su mando. Su prestigio se vería reforzado por ser el primer romano en cruzar el canal con un ejército. La invasión británica tiene su contrapartida en su travesía del Rin. Ambas eran formas de justificar el mando de César y realzar su posición. Estas acciones parecen dirigidas menos a los alemanes y británicos y más a sus enemigos políticos en Roma. La búsqueda de riquezas era ciertamente un motivo, pero subordinado.

El primer desembarco en Gran Bretaña en el 55 fue poco más que un reconocimiento en vigor. César llevó sus legiones al Paso de Calais en el territorio de los Morini que, ahora intimidados por la concentración de fuerzas, se rindieron. El ejército que reunió para esta campaña era ciertamente demasiado pequeño para lograr algo más que preparar el camino para una expedición más grande. Consistía en la Séptima Legión y su favorita, la Décima, ligeramente equipada para ahorrar espacio, y una fuerza de caballería navegando en un convoy separado desde un puerto diferente. Debió esperar que lo encontrarían tribus británicas con las que ya había estado en contacto diplomático antes de zarpar y que se someterían formalmente. César no menciona el puerto del que zarpó en el 55 pero al año siguiente zarpó de Portus Itius,

Cuando César partió, la caballería aún no se había embarcado y un cambio de tiempo impidió que se uniera a él. Cuando zarpó el 26 de agosto, César había elegido el puerto natural de Dover para su desembarco, pero los escarpados acantilados cubiertos de defensores hicieron imposible desembarcar allí. Navegó hacia el norte a lo largo de la costa, probablemente aterrizando entre Walmer y Deal. Los británicos habían seguido el ritmo de sus barcos mientras zarpaban de Dover y estaban listos para oponerse a su desembarco. A pesar de tener que desembarcar en el agua debido a la pendiente de la playa, las tropas se abrieron paso hacia la costa y derrotaron a los británicos, pero la persecución fue imposible sin la caballería. En este encuentro inicial los romanos tuvieron su primera experiencia de lucha con carros.

Una tormenta cuatro días después dañó gravemente los barcos de César. Esto condujo a la reanudación de los combates con los británicos, que fueron derrotados una vez más. Estos éxitos tuvieron algún efecto. Varias tribus se sometieron y, como castigo por su negativa inicial a rendirse, César duplicó el número de rehenes que exigía y ordenó a las tribus que los transportaran a la Galia. Dado lo avanzado de la estación -se acercaba el equinoccio de otoño-, César volvió a la Galia. La expedición casi había terminado en un desastre debido al clima. La fuerza era demasiado pequeña para lograr algo significativo, no se había prestado suficiente atención al clima en el Canal y se había dedicado muy poco tiempo a prepararse para el cruce. A pesar de sus deficiencias, la expedición británica produjo los resultados políticos que César podría haber deseado: