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martes, 30 de julio de 2024

Guerra Antisubversiva: La primera baja de la FAA

Primer efectivo de la Fuerza Aérea Argentina caído combatiendo la guerrilla peronista



ARGENTINA EN GUERRA. 1959-1990 GUERRA ANTISUBVERSIVA: EL 13 DE MARZO DE 1972 FALLECE UN SOLDADO CONSCRIPTO DE GUARDIA EN LA VIIª BRIGADA AÉREA DE MORÓN, GRAN BUENOS AIRES, BALEADO LA JORNADA ANTERIOR, ASESINADO POR LA SUBVERSIÓN CASTROGUEVARISTA. EL PRIMER EFECTIVO DE FUERZA AÉREA ARGENTINA CAÍDO EN COMBATE CONTRA LA SUBVERSIÓN COMUNISTA

Sean Eternos los Laureles



En 1972 la Argentina era, por gran diversidad de factores, muy distinta a la que hoy la mayoría de argentinos conocen, no sólo por gozar aún del coletazo de esa Argentina potencia que llegó a ocupar uno de los 10 primeros puestos del mundo entre finales del Siglo XIX y 1939, llegando a ser la Economía número 1 del mundo a finales del Siglo XIX y principios del XX, y conservando el puesto 6 aún durante la presidencia de Torcuato de Alvear, sino por la excelente educación, amplias perspectivas de desarrollo y trabajo que aún existían, y los altísimos índices de seguridad que eran envidiables a nivel mundial y a pesar de la violencia política que ya se vivía, siendo Argentina atacada terroristamente desde el año 1959 por mafiosas organizaciones extremistas comunistas castroguevaristas, sin que ello tenga nada que ver ni con el bombardeo a la Casa Rosada y el Golpe de Estado de 1955, que habitualmente esas mafiosas organizaciones empleaban como infantil excusa para justificar su criminal accionar, ¡pues en realidad respondian a directivas de potencias externas de gobiernos comunistas de ultraizquierda! (o sea la antítesis del peronismo fascista de ultraderecha), pues los extremistas eran comandados, entrenados y armados desde Cuba y respondían a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hoy Federación Rusa), operando generalmente a través de Checoslovaquia, lanzándose la ofensiva extremista contra los nacionalismos latinoamericanos, entre ellos contra Argentina en 1959, siendo casi aniquilada hacia 1961, para resurgir luego bajo las directivas de la Operación Manuel, ideada por los judíos Raúl Castro y Ernesto "Che" Guevara, y el cubano Ramiro Valdez, como y tal cual consta en archivos del StB o ŠtB checoslovaco (Státní bezpečnost, en eslovaco, Štátna bezpečnosť), o sea la Seguridad del Estado que era como la CIA o el KGB de ese país, como dejó constancia en su informe de inteligencia A-00921/10-67 redactado a modo de balance 3 años después de iniciada la "Operación Manuel" en 1964, por la Administración Primera, con Copia al Comité Central del Partido Comunista Checoslovaco (Octavo Departamento), y donde entre otras cosas se especificaba la captación, reclutamiento, entrenamiento, organización, equipamiento, financiación, objetivos de las fuerzas extremistas que debían actuar atacando a Latinoamérica, incluida a la Argentina, y existiendo otros 12.000 documentos de este tipo hoy desclasificados que prueban que los extremistas que actuaban en Argentina lo hicieron a órdenes de Cuba y la URSS, intermediando Checoslovaquia como filtro para la infiltración. Esta ofensiva se extinguió hacia el año 1965, pero se retomó bajo esas mismas directivas y aún mejor organizada, con mayor violencia, en 1969, para ir ya convirtiéndose en una guerra de baja intensidad, siempre con la iniciativa subversiva castroguevarista operando sucia e irregularmente contra las Instituciones y la Sociedad argentina, que respondía como podía al criminal planteó extremista.
  Pero Argentina en 1972 estaba también sumergida en una transición absoluta: política, economica, social, cultural, tecnológica e industrial; de la que las Fuerzas Armadas no eran ajenas. El exiliado Teniente General y dos veces ex-Presidente de la Nacion Argentina (y golpista serial) Juan Domingo Perón estaba en pleno proceso de retorno a nuestro país, que también se encaminaba en otro retorno a esa democracia que en 1930 había comenzado a ser violada por el mismo Juan Domingo Perón (ver enlaces adjuntos), y ello ocurría en medio de la violencia política con un extremismo comunista al que el propio Perón toleraba para generar desestabilización política y social como un camino para hallanar su retorno. En ese contexto, la Fuerza Aérea Argentina también atravesaba un período de profunda evolución tecnológica, pudiendo destacar que, precisamente en el escenario donde se produjo el hecho que a continuación vamos a recordar, por esas fechas en la Base Aérea de la localidad de Morón, en el Gran Buenos Aires de la Provincia de Buenos Aires, la VIIª Brigada Aérea incorporaba los modelos de helicópteros más avanzados disponibles en el mercado, con los obsoletos cazas subsónicos de origen británico Gloster F.Mk-IV Meteor, arribados a la Argentina a partir del año 1947 cuando aún era uno de los cazas más avanzados del mundo (pero apenas 2 años antes de quedar totalmente superado por una nueva generación de jets de caza. Ídem enlaces), y que allí operaban en impotente defensa de la Capital Federal de la Nación, volando sus últimas horas en su rol de entonces casi inservibles interceptores, pues ya comenzaban a ser reemplazados por los cazas supersónicos Dassault Mirage IIIEA/DA adquiridos en 1970 y que comenzaban a incorporarse (ídem enlaces), al Escuadrón Mariano Moreno de la cercana Base Aérea de igual nombre en la localidad bonaerense así llamada, habiendo en la Base Aérea de Morón una febril actividad operativa.



  Es de ese modo cómo, el domingo 12 de marzo de 1973 el Soldado Conscripto Clase 1952 (SC/52) Luis Alberto Molina, quien había nacido el 4 de agosto de 1952 en la cercana localidad de San Martín, en la provincia de Buenos Aires, se hallaba realizando una guardia perimetral en el puesto de la entrada de calle Fray Justo Santamaria de Oro en su intersección con calle Gobernador Máximo Paz (que podemos ver en unas imágenes de hoy), entrada inhabilitada en la mayor parte del tiempo, lindante con la vía pública y poco transitada pero donde habitualmente, sobre todo los fines de semana, algún ocasional transeúnte se aproximaba para apreciar la actividad aérea que ocasionalmente se realizaba y se podía ver en la pista a lo lejos, es en ese momento que se detiene un automóvil y descienden dos jóvenes mujeres que se aproximan hasta la reja y entablan un diálogo con el Soldado Molina, desconociendo qué es lo que le manifestaron pero que evidentemente se trataba de un ardid para que el centinela se arrimara al franqueo y bajara la guardia, pues las mismas eran dos avezadas terroristas comunistas castroguevaristas pertenecientes a la mafiosa organización subversiva ERP-PRT (Ejército Revolucionario del Pueblo-Partido Socialista de los Trabajadores), las cuales simulando ser simples ciudadanas curiosas o extraviadas en algún momento extrajeron sus armas de puño e intimaron al efectivo de la Fuerza Aérea para que les entregue el fusil FAL que portaba; sin embargo el Soldado Molina no se amedrentó y, lejos de dejarse intimidar intentó resistir el ataque, siendo inmediatamente agredido a balazos, logrando las subversivas sustraerle el fusil por hallarse Molina ya malherido e inconsciente en el suelo, y dándose a la inmediata fuga las agresoras ante el estupor de algunos transeúntes, que dieron rápido aviso a las autoridades de lo acontecido.




  De inmediato el Soldado Molina fue asistido, se le brindaron atenciones en la enfermería de la misma Guarnición Aérea, y luego se lo trasladó al Hospital Aeronáutico Central, donde al día siguiente falleció. El médico de guardia en la Guarnición de Morón que en esa jornada atendió al Soldado Molina, el Doctor Fernando Espiniella, recuerda que recibió "un balazo en el tórax por debajo de su tetilla izquierda que perforó pleura y pulmón con importante pérdida de sangre, lo canalizé y lo transportamos en un Hiuss al HAC con sus piernas hacia arriba para tratar el shock. Soldados compañeros se ofrecieron y dieron su sangre para Molina. Una actitud de solidaridad y compañerismo como nunca ví en mi vida. Pocas horas después de una intervención quirúrgica muy complicada falleció. Fuí a la Compañía de Soldados y dí la triste noticia; llanto, bronca, impotencia, insultos se juntaron entre sus compañeros. Era la última guardia que hacía su clase pues esa semana se iban de baja."



El Soldado Conscripto Clase 52 Luis Alberto Molina, había sido asesinado, y fue la primera baja mortal de la Fuerza Aérea Argentina provocada por elementos subversivos desde que iniciaron su accionar 13 años antes, pues hasta ese momento la aeronáutica militar de nuestro país no había formado parte de los principales objetivos del terrorismo comunista. Fue ascendido, post mortem, al grado inmediato superior de Cabo, mediante Orden 256/73 del 9 de marzo de 1973 - BAR Nº 1856.
  Durante la visita que el 18 de abril de 1975 el Presidente de facto chileno, General Don Augusto Pinochet Ugarte, realizara a nuestro país para reunirse con la Presidente de la Nación Argentina, Doña María Estela Martínez de Perón, con el fin de discutir, entre otros temas, la elaboración del oportuno Plan Cóndor ¡para responder coordinadamente a 16 años de coordinada agresión terrorista contra los nacionalismos latinoamericanos!, si bien el Presidente chileno nunca salió de la Base Aérea Militar de Morón, lugar donde se celebró el encuentro, no sabía lo cerca que estuvo de ser víctima de un atentado terrorista, y si bien al caer la noche de esa misma jornada, Pinochet abordó el mismo avión en el que había llegado y partió de regreso a Chile, escoltado por la escuadrilla de cazas que lo había acompañado durante su travesía por territorio argentino, pocas horas después se supo que la Policía de la Provincia de Buenos Aires había desbaratado un atentado contra su persona, organizado por la mafiosa BDDT (Banda De Delincuentes Terroristas), como en vida el propio Presidente Perón calificaba a las organizaciones terroristas, y se trataba precisamente de la misma que Perón expulsó de Plaza de Mayo, Montoneros-JP.
  El hecho tuvo lugar el 10 de abril, en el Camino de Cintura, en el deslinde de los partidos de La Matanza y Morón, donde un comando de terroristas judeomarxistas castroguevaristas apostados a lo largo del trayecto abrieron fuego contra efectivos policiales, desencadenando un tiroteo que finalizó al cabo de una hora con la detención de 6 extremistas -entre ellos una mujer- y el secuestro de igual número de vehículos, además del armamento. A consecuencia de ese enfrentamiento la policía bonaerense desbarató una poderosa célula de la “Junta Coordinadora Revolucionaria”, que los diarios de la época la dieron por “extinguida”, aunque en esas fechas desconocían la verdadera dimensión de la organización que nucleaba al ERP-PRT de Argentina, MIR de Chile, PRTB-ELN de Bolivia y MLN-T Tupamaros de Uruguay), falleciendo 2 extremistas y resultando heridos graves dos policías, pero produciéndose la detención de 25 terroristas (21 extranjeros), el secuestro de un poderoso arsenal valuado en 1.000 millones de pesos viejos. ¿Que tenía que ver este suceso con el asesinato del primer efectivo de Fuerza Aérea Argentina acaecido unos 3 años antes?



  Los detenidos en el enfrentamiento resultaron ser Miguel E. Acosta, Roberto Aníbal Bottarini, Héctor Horacio Borotto, Ricardo Horacio Oudkerk, Armando Tomás Cernada y María Cristina Rodríguez, a quienes se les secuestró una pistola Browning calibre 9×19 número de serie 12.561 de la Policía Federal, robada al Agente Ramón Díaz el 1 de noviembre de 1973; una pistola Colt 11,25 mm N° 112.131, sustraída durante el copamiento de la empresa Chrysler, el 18 de octubre de 1971; , una pistola Browning 7,65 mm N° 22.695 y un revolver Rubí de fabricación nacional N° 64.200, ¡y el fusil FAL calibre 7,62×51 mm perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina, arrebatado al Soldado Luis Roberto Molina el 13 de marzo de 1972, antes de ser ultimado! (orden del día de la Policía de la Provincia de Buenos Aires N° 23.268); siendo los vehículos capturados un Fiat 128 chapa C-420142, un Fiat 125 chapa B-067437, otro Fiat 128 chapa B-1183715, una camioneta pick-up Ford chapa B-1056102 y un Rastrojero diésel chapa B-1222969. Por encontrárselos vinculados a la causa, fueron también legal y constitucionalmente detenidos Dante "Canca" Gullo, montonero y dirigente de la JP (compañeros de andanzas de Patricia "La Piba", "Cali", "Carolina Serrano" Bullrich), y Dardo Cabo, director de “El Descamisado”. Se supo ese mismo día, que en lo más recio del tiroteo un importante número de terroristas habían logrado escapar, algunos a bordo de una camioneta desde la cual, según versiones extraoficiales, habrían arrojado granadas.
  En aquellas fechas el suceso de este humilde argentino que prestando su Servicio Militar Obligatorio dio todo por la Patria al ser asesinado por los acaudalados burgueses y aristócratas subversivos comunistas que conformaban los cuadros de las mafiosas organizaciones subversivas, eran titulares de las tapas de diarios y noticieros televisivos, que son los mismos diarios y noticieros televisivos que hoy guardan silencio de aquellos sucesos cada vez que victimizan a los victimarios terroristas comunistas al mismo tiempo que invisibilizan a sus verdaderas víctimas y demonizan a todo aquel que en defensa de la Patria se vió forzado a combatirlos en esa guerra sucia e irregularmente planteada por los mismos subversivos.
  Hoy, en la Base Aérea de Morón los apátridas políticos que gobiernan Argentina han colocado placas de honor para glorificar a los terroristas castroguevaristas que bajo órdenes de potencias externas atacaban sucia e irregularmente a la Argentina, a nuestra Sociedad, a nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad, incluida la misma Base Aérea de Morón donde asesinaron al Soldado SC/52 Luis Alberto Molina, una verdadera infamia, que es mayor aún al no permitir que ninguna placa recordatoria haga honor a ese valiente soldado que, haciendo honor a las palabras del General Manuel Belgrano "No hallo medio entre salvar a la patria o morir con honor", sin dudar dió su vida muriendo con honor para salvar la Patria del extremista flagelo comunista totalitario.
CABO LUIS ALBERTO MOLINA, ¡SALUDO UNO!



miércoles, 29 de noviembre de 2023

Guerra contra el terrorismo peronista: La emboscada de Munro




Atentado en Munro de 1972


27 de julio de 1972, En Munro, sobre ruta Panamericana, extremistas emboscan a un patrullero del Comando Radioeléctrico San Martín y asesinan al Cabo Primero Ramón González


Siendo las 9:40 horas de una fría mañana de invierno del 27 de julio de 1972, en la localidad bonaerense de Munro, partido de San Martín, en el Conurbano Bonaerense, un grupo comando de extremistas castroguevaristas integrado por cinco hombres y una mujer (uno de ellos luciendo prendas femeninas), que se desplazaban a bordo de un automóvil Citroën patente B-410.733 y un Dodge 1500, salen al paso de un móvil policial del Comando Radioeléctrico de la Regional San Martín de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que realizaba su habitual recorrido de patrullado en prevención de ilícitos por la ruta Panamericana, logrando sorprender a los cuatro efectivos policiales que viajaban a bordo, abriendo fuego de armas largas y automáticas contra los efectivos policiales, no obstante lo cual, y a pesar de la sorpresa inicial, el personal policial responde el fuego, lo que genera un brutal intercambio de disparos a resulta del cual es asesinado el Cabo Primero Ramón González, e hiriendo de gravedad al Agente Omar Enrique Ibáñez, pero poniendo en fuga a los extremistas a bordo de los mismos vehículos en que se desplazaban, que huyeron con rumbo a la localidad de Tigre, sin poder determinar bajas en sus filas.
Horas más tarde los terroristas se identificaron como pertenecientes al Comando Descamisados Lizaso, de la mafiosa organización terrorista castroguevarista Montoneros-JP, mediante los habituales "partes de guerra" que solían distribuir anonimamente entre los medios de prensa y organismos públicos.



El Cabo Primero González, de 38 años de edad, era casado y padre de dos niños, el mayor de 13 años y el menor de 11, otro hogar argentino quedaba librado a su suerte por las balas terrorista.
Sin embargo, Ramón González no fue víctima esa sola mañana de julio de 1972. La insidia y desidia política argentina, y la cobarde indiferencia de la sociedad, que en su momento golpearon las puertas de los cuarteles militares y las comisarías para que, como corresponde, las Fuerzas Armadas y de Seguridad defiendan a la sociedad a la Nación Argentina de la entonces arrolladora ofensiva terrorista, tan pronto los militares y policías cumplieron con su deber derrotando en guerra a la subversión, asegurando la paz social y garantizando la institucionalidad y democracia de las que aún hoy gozamos en Argentina, se olvidaron, ignoraron o negaron todo el esfuerzo realizado por quienes poniendo la cara y el pecho frente a las balas extremistas, lucharon esa guerra y hasta hicieron el sacrificio supremo de ofrendar su vida en haras de la Patria toda. De ese modo, todos lo caídos en defensa de la Patria y sus instituciones, en defensa de la sociedad, cuando acalló el fragor de las armas fueron bastardeados por aquellos mismos que una vez los necesitaron, y los mártires como el Cabo Primero Ramón González fueron borrados de la historia, para poder así reinsertar y en caracter de víctimas, a los victimarios asesinos miembros de aquella subversión que le hacían la guerra a la Argentina, y son quienes hoy gobiernan políticamente el descarriado destino de nuestro país.



Pero lo más triste, e infame aún, es que hasta la propia institución de la que Ramón González formaba parte cuando dió su vida por la Patria, se encargó de mancillarlo, y borrarlo de la historia, al retirar las placas de honor que con el nombre de todos los efectivos policiales caídos en la Guerra Antisubversiva que les rendía humilde y silencioso tributo a los mismos en los accesos y la vista pública de todas las dependencias policiales de la provincia de Buenos Aires, fueron retiradas por infame orden política de la Gobernación (Scioli), sin que exista resistencia alguna de parte del comando institucional, al extremo que la Jefatura policial del momento ni hizo público el agravio padecido ni presentó su renuncia, siendo tal infamia sostenida por la sucesivas gobernaciones (Vidal y hoy Kiciloff), todas izquierdistas y declaradas abiertamente prosubversivas, pues a ultranza defienden la causa extremista y sus 30.000 mentiras, y siguen mancillado y pisoteando a la institución policial, a sus miembros, la memoria de los caídos, y a la entera sociedad que hoy vive sumergida en una inseguridad que desde 1983 no ha parado de crecer al amparo del poder político, pues parece que la sociedad otra cosa no merece, ya que también olvidó y sigue olvidando a quien se sacrifica por ella, al extremo de dar la vida, como lo hizo el Cabo Primero Gonzalez y miles más, sino que incauta, inconsciente, infame y/o irresponsablemente le sigue otorgando poder político a inmorales que, incluso, en sus filas tienen a terroristas asesinos de ayer, y entre los cuales bien pueden estar gobernando los asesinos de González y tantos otros inocentes argentinos. Así, al Cabo Primero Ramón Gonzalez y a otros 145 efectivos policiales bonaerenses ¡volvieron a eliminarlos, a asesinarlos por segunda vez!
Dijo Napoleón Bonaparte que “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, y como advertimos en Argentina se repite la historia que los argentinos no conocen, porque un grupúsculo de delincuentes, sinvergüenzas, apátridas y cobardes se han encargado de borrar la historia hasta donde les fue posible y otros, ¡los más cobardes!, lo han permitido y/o se han empecinado en no recordarla. Pero aquí estamos, y cada vez somos más, los encargados de referescarles la memoria a los argentinos, y de hacerles conocer lo que sucedió a quienes no lo sabían...



CABO PRIMERO RAMÓN GONZÁLEZ, ¡SALUDO UNO!



domingo, 3 de septiembre de 2023

Guerra Antisubversiva: El martirio del cabo Vacca

Cabo Alberto H. Vacca




El 5 de febrero de 1975 falleció el Cabo Alberto Hugo Vacca, herido por terroristas de las FAR, cuatro años antes, el 29 de abril de 1971.
Ese día los terroristas habían atacado un camión militar que se dirigía de Córdoba a Campo de Mayo, asesinando a un Teniente e hiriendo gravemente al, entonces, soldado Vacca. Los terroristas secuestraron armas del camión y huyeron.
Después del hecho Alberto Hugo Vacca fue ascendido a Cabo, por su desempeño durante el ataque, en que quedó paralítico.
Durante cuatro años estuvo internado en el Hospital Militar, hasta su fallecimiento en 1975.
¡Hoy recordamos al Cabo Alberto Hugo Vacca, que murió en cumplimiento del deber, y acompañamos a su familia, en particular a su hermana Noemí, y exigimos para él y para todas las víctimas del terrorismo Verdad, Justicia y Reparación!

viernes, 2 de junio de 2023

Guerra antisubversiva: La madre del tartamudo de Pedro, la asesina Revora

Por qué la madre de Wado de Pedro tiene las manos manchadas con sangre

Un libro publicado por la dictadura militar a fines del mes de 1979 titulado “El Terrorismo en la Argentina”, al que tuvo acceso REALPOLITIK, incluye un valioso dossier sobre el asesinato masivo perpetrado por la madre de Wado de Pedro, bajo la caratula: "Atentado al vicealmirante D. Armando Lambruschini. 1 Agosto 1978. Montoneros".


RealPolitik







El 1 de agosto de 1978 a la 1.40 de la madrugada, una célula armada de la organización Montoneros organizó un atentado contra al jefe del Estado Mayor del Ejército, vicealmirante Armando Lambruschini. La bomba fue colocada en el departamento contiguo al del funcionario de la dictadura cívico militar, ubicada en la calle Pacheco de Melo 1957, en el barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires.

Como consecuencia de la explosión de la bomba de trotyl, falleció su hija, Paula Lambruschini, de quince años, uno de sus custodios, una maestra jubilada de 82 años llamada Margarita Obarrio de Villa y el vecino Ricardo Álvarez. El impacto fue brutal, a punto tal que otros diez vecinos del edificio resultaron gravemente heridos.

La operación tuvo como responsables a dos miembros de la organización, Lucila Révora de De Pedro y Carlos Guillermo Fassano, y se ejecutó en la madrugada del 1 de agosto de 1978.

El comunicado emitido por Montoneros se atribuyó el hecho y lo justificó como una respuesta concreta a la pretensión de “los milicos” de “dominar al pueblo” por medio de sus armas. Ni Paula ni los vecinos eran su objetivo, pero “lamentablemente también murieron la hija y una anciana, víctimas inocentes de esta guerra declarada por la dictadura y heroicamente enfrentada por nuestro pueblo”.

La interpretación extraoficial de la dictadura sobre el citado documento definía a Montoneros como una “banda de delincuentes subversivos” y destacaba que con “esta brutal acción, repudiada unánimemente por todo el país, se pone de manifiesto una vez más la catadura moral de estos elementos, cuyo objetivo es el crimen indiscriminado”.

A continuación, un medio periodístico explicaba cómo dos sujetos, disfrazados de policías y argumentando estar llevando a cabo un operativo antidrogas, habían logrado franquear la entrada al lugar. E informaba que la Policía Federal “proporcionó un identikit de los dos individuos, con el fin de lograr la retención”.

Los individuos a los que se referían eran Lucila Révora de De Pedro (madre de Eduardo “Wado” De Pedro), cuyo esposo, Enrique De Pedro, había sido asesinado por efectivos de la dictadura en abril de 1977. Al momento del atentado, Lucila estaba en pareja con Fassano, el segundo de los retratados en el identikit. Pero no se procedió a su detención legal, sino que ambos fueron capturados el 11 de octubre de ese mismo año, cuando “desaparecieron” por la acción de un “grupo de tareas” de la dictadura.


Lucila había cursado estudios secundarios en su ciudad de Mercedes y luego ingresó en la facultad de Psicología de la UBA. Allí se incorporó a la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y luego a Montoneros, y conoció a su compañero de vida, Enrique de Pedro.

Al ser secuestrada en su domicilio mediante una terrible acción represiva en su vivienda del barrio porteño de Floresta, Lucila estaba embarazada de ocho meses y medio. Tal como era de práctica en el contexto del “terrorismo de estado”, se informó que habían sido abatidos “en un enfrentamiento armado”.

Wado de Pedro rememora la trágica situación en los siguientes términos: “Primero perdí a mi padre en abril de 1977, tenía cinco meses. Después en octubre de 1978 secuestran y asesinan a mi madre, Lucila (Révora), embarazada de ocho meses y medio. Ahí se produce un tiroteo muy fuerte en la casa donde estábamos viviendo. Yo me salvé de las balas por el cuerpo de mi mamá. Ella me refugia en la bañadera y se pone encima de mí”.

Sin recordar los asesinatos cometidos por su madre, incluyendo el de una niña menor de edad, el actual ministro romantiza su relato recordando que en 1996 visitó aquella casa donde se produjo el asesinato de su madre y donde fue secuestrado. "Le toqué el timbre a la vecina de la casa donde fue el operativo. Me dejó pasar a la casita del fondo y está el baño todavía con tiros en la puerta. Cuando veo eso, veo lo que pasé. Fue muy duro, seguramente de ahí a mí me secuestran. Estuve apropiado por alguna familia de militares por unos meses”, concluye.

La interpretación de los publicistas de la dictadura sobre el atentado destacó el “carácter patológico de los delincuentes terroristas que cometieron el hecho y a la organización montoneros”. Más allá de las interpretaciones, a la distancia, lo único cierto es que ambos bandos resultaron tener las manos manchadas con sangre. En el medio, millones de argentinos amantes de la paz resultaron ser las verdaderas víctimas de la violencia. (www.REALPOLITIK.com.ar)

sábado, 13 de mayo de 2023

Guerra contra la Subversión Peronista: El atentado al C-130

El atentado contra el C-130 en Tucumán





Un avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Argentina fue derribado el 28 de agosto de 1975 en el Aeropuerto "Teniente General Benjamín Matienzo" de San Miguel de Tucumán
que mucha gente ya no lo recuerda y otros, aquellos que tienen menos de 40 años de edad, lo desconocen, como muchos otros hechos similares, porque no habían nacido o eran demasiado chicos.
Esta operación se llevó a cabo con una gran precisión, pero por la pericia de la tripulación se evitó que este atentado criminal alcanzara proyecciones de catástrofe, salvando las vidas de más de un centenar de almas que se encontraban a bordo, como así también el desastre que podía haber ocasionado de haberse precipitado sobre el Barrio Obrero situado a continuación de la cabecera de pista de dicho Aeródromo.
El aparato se destrozó al caer a tierra y quedó envuelto en llamas, explotando con impresionante violencia, lo que causó pánico entre los habitantes de la zona próxima al Barrio San Cayetano.
Los restos del avión quedaron esparcidos en un radio de aproximadamente 300 metros, mientras que el grueso de la estructura se incendiaba a un costado de la pista envuelto en llamas y en medio de una columna de humo negro visible a gran distancia del lugar.



La tarea de rescate se hizo muy difícil para los bomberos que estaban atacando el fuego, debido a las explosiones posteriores, causadas por los tanques auxiliares de combustible y el material transportado a bordo.
El día del atentado, se habían registrado seis fallecimientos y veintitrés heridos, nueve de ellos de gravedad.
Un hecho significativo que merece ser recordado, fue que mientras se incendiaba el avión y entre las explosiones, se vivieron escenas heroicas por parte de los bomberos, la gente del lugar, como así también de los tripulantes del Hércules y Gendarmes que habían podido salir de este infierno y volvían para rescatar a los que quedaban atrapados entre los restos del avión, el cual quedó totalmente destruido.
Las autoridades del gobierno constitucional a cargo de la señora Presidente de la Nación Argentina, María Estela MARTÍNEZ de PERÓN, condenaron enérgicamente este accionar terrorista.


 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Guerra Antisubversiva: El atentado contra Francisco Soldati

Hace 40 años, Montoneros asesinaba al empresario Francisco Soldati en un brutal atentado, a pocas cuadras del Obelisco

“Ellos jamás pidieron disculpas por el asesinato de mi padre y de tantos civiles”, dice su hijo Santiago. Todos estos años, la familia lo homenajeó en silencio. Pero esta vez quieren al menos llamar la atención sobre el largo tiempo transcurrido -4 décadas- sin siquiera un reconocimiento a su condición de víctima
El atentado contra Francisco Soldati, en pleno centro porteño, el 13 de noviembre de 1979

Santiago Soldati tenía 36 años cuando su padre, Francisco, fue asesinado por los Montoneros en el trayecto entre su casa y la oficina, en pleno centro de la Capital.

El atentado, de gran espectacularidad y violencia, se dio en el marco de la llamada Contraofensiva Montonera, lanzada por Mario Firmenich y otros jefes guerrilleros desde el exterior, y que consistía en una serie de operaciones militares impactantes llevadas a cabo por miembros de la organización que ingresaron clandestinamente al país desde el exilio.

No era la primera vez que la familia Soldati estaba en la mira de la guerrilla.

"A mí me habían secuestrado en el 73 -recordó Santiago Soldati en charla telefónica con Infobae-, y mi padre tuvo que pagar rescate para que me liberaran una semana después. Eso sucedió el 29 de abril de 1973”. Poco después, también su padre, Francisco Soldati, fue víctima de un secuestro, pero algo falló en el operativo de traslado a un escondite o “cárcel del pueblo” y el empresario fue liberado.

El empresario Santiago Soldati. Su padre, Francisco Soldati, fue asesinado por los Montoneros hace 40 años

Pese a todo, Francisco Soldati, que a los 71 años seguía activo al frente de su empresa, la Sociedad Comercial del Plata, tenía por toda custodia a un policía federal como chofer: era el cabo 1° Ricardo Durán, que también moriría en el atentado, un mes antes del nacimiento de su hijo.

Cómo fue el ataque

Aquella mañana fatídica del 13 de noviembre de 1979, a las 10:40, el Torino que trasladaba a Francisco Soldati fue encerrado primero por un Peugeot 504 y luego embestido por una camioneta pick up Ford. Todo había sido cuidadosamente estudiado y planificado.

En los días inmediatamente anteriores, los comandos montoneros habían fallado en dos atentados destinados a matar a dos funcionarios de Hacienda, Guillermo Walter Klein y Juan Aleman, que salieron ilesos de sendos ataques guerrilleros.

Esta vez, el comando que intervino estaba decidido a no fallar, pese al escenario elegido para el atentado: en pleno centro porteño a pocas cuadras del Obelisco, sobre la calle Cerrito entre Arenales y Santa Fe.

El empresario Francisco Soldati. El 13 de noviembre se cumplen 40 años de su asesinato por Montoneros

El empresario Francisco Soldati vivía con su familia en Cerrito 1364, y todos los días era llevado por su chofer a su oficina en la Sociedad Comercial Del Plata. Un trayecto breve, hasta la sede de la empresa, en el Bajo.

De acuerdo al detallado relato del atentado reconstruido por Marcelo Larraquy en el libro Fuimos Soldados. Historia secreta de la Contraofensiva montonera, doce personas en total participaron del operativo guerrillero. Los movimientos y el desplazamiento del empresario habían sido cuidadosamente estudiados para organizar el ataque.

Soldati no era funcionario, pero tenía vínculos empresariales con José Alfredo Martínez de Hoz, por entonces ministro de Economía de la dictadura.

La referencia a la ola de atentados en la edición de la revista Somos

Inmovilizado el vehículo de Francisco Soldati en la calle Cerrito, tres montoneros armados con fusiles AK47 y ametralladoras UZI saltaron de la camioneta y abrieron fuego contra el Torino, dos desde adelante y un tercero desde la puerta trasera derecha, matando al empresario y a su chofer custodio.

Una segunda fase de la operación consistía en colocar una poderosa bomba de retardo debajo del vehículo donde yacían muertos el empresario y su chofer. El objetivo era que explotara 20 minutos después, cuando los atacantes calculaban que efectivos de la policía o funcionarios podrían acercarse al lugar. Pero la integrante del grupo que debía colocar la bomba debajo del Torino trastabilló al descender de la pickup y el artefacto explotó provocando una detonación que lanzó con violencia clavos y otros proyectiles hasta un radio de 50 metros. También, siempre según el relato de Larraquy, esparció volantes que decían: “A Martínez de Hoz y sus personeros los revientan los Montoneros”.

El Torino se incendió y la columna de fuego y humo se elevó a diez metros de altura.

Desde la ventana de una habitación del Hotel Embajador, un hombre contemplaba el desarrollo del atentado contra Soldati. Era el jefe de toda la operación, Raúl Yager, miembro de la conducción de Montoneros.

El Torino de Soldati y la camioneta Ford, incendiados en el lugar del atentado

“Me habría gustado que hubiera justicia”

Este atentado fue uno de los hechos por los cuales Firmenich fue juzgado durante la gestión de Raúl Alfonsín. Más tarde vinieron los indultos de Carlos Menem que beneficiaron por igual a los jefes guerrilleros y a los militares.

Pero cuando en la era kirchnerista se reabrieron los juicios, los indultos a los montoneros no fueron revisados. “Me da bronca, a uno le toca muy de cerca todo esto -dice Santiago Soldati-. A los militares los metieron presos de nuevo”.

Cuando se le pregunta a Soldati qué siente hoy respecto al asesinato de su padre, dice que le habría gustado “que hubiera justicia”. Su madre había muerto un par de años antes del atentado. “Afortunadamente”, dice, ya que eso le ahorró el dolor de la muerte violenta de su esposo.

Todos los años, los Soldati recuerdan a su padre con una misa, en la intimidad. Con amigos y familiares. Este año será igual. “No queremos publicidad”, afirma.

“A mi padre lo honramos nosotros, pero lo importante es que los montoneros no se hagan los chicos bien, porque mataron a mucha gente”, agrega.

Francisco Soldati. Su familia lo homenajea todos los años en la intimidad

Santiago Soldati también participa de algunas actividades organizadas por el Celtyv (Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus víctimas), en particular, la misa que realizan mensualmente, por los caídos de cada mes.

Nunca miembro alguno de la organización Montoneros les hizo llegar algún tipo de pedido de disculpas a los deudos de Francisco Soldati. “Nunca dijeron nada de todos los civiles que mataron, de todos, no solo de mi padre”, dice Santiago Soldati.

Luego de la reapertura de los juicios contra los militares por las violaciones de los derechos humanos, se profundizó una visión angélica de los crímenes de la guerrilla que en algunos casos llevó a la justificación e incluso a la apología.

Y, desde el Estado, se vetó todo reconocimiento a la condición de víctimas de las personas asesinadas por la guerrilla.

Francisco Soldati está sepultado en San Miguel del Monte, el pueblo al que la familia va todos los fines de semana. Este sábado, Santiago Soldati llevó flores a la tumba de su padre, en un anticipado homenaje personal por el nuevo aniversario del atentado que se cobró su vida, el 13 de noviembre de 1979.



miércoles, 26 de octubre de 2022

Guerra Antisubversiva: Anita González, la hija de una gran P...

Se hizo amiga de su hija y puso una bomba bajo su cama: Anita, la joven montonera que asesinó al jefe de Policía

Hace 46 años, Anita González, de sólo 20 años, cometió uno de los crímenes más escalofriantes de Montoneros. La sangre fría cuando contó los detalles de la voladura del general de Brigada Cesáreo Ángel Cardozo aún causa escozor: “Pongo el caño bajo la cama, me retiro y a los pocos pasos me doy cuenta que lo había puesto demasiado abajo. Vuelvo, lo coloco a la altura de la cabeza”


Por Ceferino Reato || Infobae


Ana María González, Anita, la montonera que mató al general de brigada Cesáreo Cardozo

Montoneros usó otra de sus bombas vietnamitas para matar al jefe de la Policía Federal, el general de brigada Cesáreo Ángel Cardozo, de cincuenta años, mientras dormía en el departamento familiar de la calle Zabala 1762, en el barrio de Belgrano, la madrugada del viernes 18 de junio de 1976, cuarenta y seis años atrás.

Eso fue dos semanas antes de la masacre en el comedor de la Policía Federal, el atentado más sangriento de los 70 con veintitrés muertos y ciento diez heridos.

La bomba estalló debajo de la cama de Cardozo: setecientos gramos de trotyl reforzados con decenas de postas de acero, que, accionados por un mecanismo de retardo de relojería, destruyeron el dormitorio matrimonial y cubrieron el techo con la sangre y las vísceras de la víctima, como aún recuerdan quienes vieron aquella escena.

A la 1 y 36 de la madrugada, Susana Rivas Espora debía estar durmiendo junto a su esposo, pero, por suerte para ella, se había quedado charlando en el living con su mamá, que había ido a visitarlos al departamento B del segundo piso de un edificio típico de Belgrano, donde vivían otros militares con sus familias.

El general de Brigada Cesáreo Cardozo, jefe de la Policía Federal en 1976, asesinado por Ana María González, de Montoneros

La mujer de Cardozo salvó su vida, aunque fue herida porque la onda expansiva y las bolas de acero afectaron a toda la vivienda. Por ejemplo, derrumbaron la pared divisoria del dormitorio principal con la habitación de la hija menor, de doce años, que sufrió lesiones leves.

No hubo que investigar demasiado para saber qué había pasado. La hija mayor del matrimonio Cardozo, María Graciela, de diecinueve años, comprendió de inmediato quién había enganchado la bomba al elástico de la cama de su papá.

—¡Nos traicionó! ¡Nos traicionó! —gritaba en estado de shock, según los primeros vecinos que se acercaron a consolarlos.

Chela Cardozo se refería a Anita, Ana María González, una compañera de estudios del segundo y último año de la Escuela Normal Número 10 “Juan Bautista Alberdi”, de quien se había hecho muy amiga en los últimos dos meses y medio.

Masacre en el comedor, el libro de Ceferino Reato que contiene la historia del crimen de Anita. Dos meses después del asesinato del Jefe de Policía, sucedió este otro atentado, el peor de la década del '70

Tan amigas eran que la tarde del día anterior, el jueves 17 de junio, habían estudiado juntas en el living del departamento con otras dos futuras maestras del Normal 10, como sigue siendo conocido ese tradicional colegio de Belgrano, ubicado a catorce cuadras de la vivienda del jefe de la Policía Federal.

Anita González, de veinte años, contó luego cómo fue el atentado que de repente, como en un pase de magia, la convirtió en uno de los rostros más conocidos y buscados del país.

“Voy primero al baño —explicó—, acciono el mecanismo; voy a la pieza de los padres, pongo el caño bajo la cama, me retiro y a los pocos pasos me doy cuenta que lo había puesto demasiado abajo. Vuelvo, lo coloco a la altura de la cabeza y entonces voy y le digo a María Graciela que me sentía muy mal, que me iba a ir a casa. Completo algunos dibujos, les pido que me los lleven al otro día, y me marcho”.

La excusa que había encontrado la joven montonera para levantarse brevemente de la mesa del living fue que tenía que hablar por teléfono en privado. Sus amigas no desconfiaron porque conocían sus frecuentes peleas con el novio y su delicada situación familiar, derivada seguramente de la separación de sus padres, como ella les contaba casi todos los días.

En una conferencia de prensa clandestina con medios internacionales organizada al mes siguiente, González detalló que en el departamento de Cardozo había dos aparatos de teléfono y que uno, el más reservado, estaba en el dormitorio de los padres. Y que ya había hecho la prueba de hablar desde allí.

El brutal crimen, en los medios de la época. A pesar de la censura de la dictadura, tuvo amplia difusión, lo que buscaba Montoneros con este tipo de acciones

Por eso, estaba segura de que esa excusa funcionaría nuevamente cuando, “a una hora más o menos razonable, en la que ya, probablemente, podrían volver el padre o la madre (eran las siete menos veinte de la tarde), pido permiso para hablar por teléfono”.

El corresponsal de la revista española Cambio 16, Francisco Cerecedo, describió a la joven montonera en su primera salida a la luz pública: “Hermosa, de dulce voz y sonriente, con medias blancas y anorak rojo de colegiala, es, desde hace un mes y medio, el enemigo público número uno de la policía argentina”.

En esa conferencia de prensa, González apareció al lado del comandante Horacio Mendizábal, Hernán, jefe del llamado Ejército Montonero, formado el año anterior, en 1975, en plena democracia peronista, durante el gobierno de Isabel Perón, la viuda del fundador de ese movimiento.

Para unos, Ana María González era el símbolo estridente de la locura terrorista que envenenaba a tantos jóvenes; para otros —los guerrilleros y sus simpatizantes— Anita era una heroína: se había metido en la casa del enemigo y lo había ajusticiado en nombre de las víctimas de Cardozo y de otros tantos como él.

Así quedó la ventana de la casa familiar de la familia Cardozo (Archivo Biblioteca Nacional)

Anita González explicó también cómo hizo para transportar la bomba el día en que, según habían acordado la semana anterior, las cuatro chicas que formaban uno de los grupos de estudios del segundo año del Normal 10 debían reunirse en la casa de la víctima para realizar un trabajo práctico.

“Ese día —contó— voy al colegio tarde, ya con el explosivo en mi cartera, y, como de costumbre, los guardaespaldas de María Graciela nos llevan a todas juntas a la casa en el Ford Falcon con sirena, sus metralletas y escopetas, custodiándonos el cañito”.

No era una bomba que llamara tanto la atención: un cilindro de unos quince centímetros de diámetro por tres centímetros y medio de altura, camuflada dentro de una caja de colonia marca Crandall para que pareciera un regalo para el Día del Padre —se celebraba el domingo siguiente, a los dos días— por las dudas alguien descubriera el paquete.

Los peritos de Bomberos lograron encontrar el pedazo de hierro que le permitió a Anita enganchar la bomba a la cama del general, así como también restos de una cuerda y de la esfera del reloj pulsera y de la pila de un voltio y medio utilizados en el armado de la bomba.

Anita, la guerrillera que a los 20 años contó con total sangre fría cómo se hizo amiga de la hija de Cardozo y lo asesinó

El asesinato de Cardozo cuando dormía en su vivienda familiar, la capacidad operativa de Montoneros y la sangre fría de Anita González, que a los 20 años había fingido amistad con la hija del general, su compañera del colegio, solamente para matarlo, provocaron una verdadera conmoción en la opinión pública.

Era una dictadura, había censura de prensa y los periodistas se arriesgaban a la “reclusión de hasta 10 años” para “aquél que difundiera, divulgare o propagara noticias, comunicados o imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad” de los militares o policías, según el comunicado número 19 de la junta militar emitido el mismo día del golpe, el 24 de marzo de 1976.

Pero, la “Operación Cardozo” —como González denominó al atentado— atravesaba cualquier intento de censura; se contaba sola. Así lo explicó la propia autora al evaluar las razones del atentado: “Vimos como muy importante para el fortalecimiento de la moral de los compañeros una operación de este tipo. En ese momento veníamos sufriendo diversas pérdidas y, si bien nuestras acciones militares existían y eran eficientes, no trascendían mucho por el bloqueo de la prensa por parte del enemigo. Con una operación de este tipo no habría problemas de propaganda porque iba a trascender a la opinión pública irremediablemente. Y, por otro lado, el objetivo era claro: eliminar al jefe de la policía no tenía ningún tipo de vuelta”.

En la conferencia de prensa, Cerecedo, el periodista de Cambio 16, le preguntó sobre una de las aristas que había añadido un fuerte dramatismo a la operación: la amistad “entre la ejecutora del atentado y la hija de la víctima”.

La cúpula de Montoneros. A la izquierda, el comandante Mendizábal, que acompañó a Anita en la conferencia de prensa clandestina donde contó cómo mató a Cardozo

“Ana María González —escribió el corresponsal— se justifica, implacable: ´Me tocó uno de los peores sacrificios de un militante: convivir con el odiado enemigo. Durante un mes y medio tuve que frecuentar la casa de Cardozo como compañera de estudios de su hija, mientras él mismo dirigía el secuestro, tortura y asesinatos de decenas de compañeros. Debí compartir su mesa y soportar con una sonrisa sus comentarios cada vez que era asesinado un hombre del pueblo´”.

Cerecedo insistió: ¿cómo era el general Cardozo en la intimidad? La respuesta fue que, en realidad, no había tenido muchas posibilidades de hablar con él. “La relación era muy superficial”. Y agregó, por un lado, que “las veces que hablamos en la mesa, todos reunidos, se tocaban los temas de las torturas y los refinados métodos que tenían ahora, y afirmaba que los guerrilleros no tenían ninguna razón por la cual hacer esto y que simplemente lo hacían porque no tenían otra cosa que hacer con sus vidas, lo cual demostraba la solidez de los policías, que luchaban por mantener las instituciones, la familia y demás, con lo cual se justificaban sus métodos de tortura”.

En cuanto a la relación particular de Cardozo con ella, la joven guerrillera admitió que “era muy buena; me quería mucho; me regalaba entradas para ir al teatro… Por lo demás, no estaba mucho en casa y, cuando estaba, veía la televisión o dormía”.

*Periodista y escritor, extraído de su último libro Masacre en el comedor.


viernes, 23 de septiembre de 2022

SGM: La guarida del hombre lobo de Hitler en 1942

El cuartel general del hombre lobo de Hitler, Vinnitsa 1942

Weapons and Warfare

 
La foto de la izquierda muestra a Graf von Stauffenberg con Albrecht Ritter Mertz von Quirnheim en la sede del OKH en la ciudad de Vinnytsia.



Hombre lobo, Vinnitsa, 18 de septiembre de 1942

A última hora de la noche, el mayor Engel estaba escribiendo en su diario sobre los acontecimientos del día en el cuartel general del Führer:

F. parece decidido a deshacerse de Keitel [Jefe del OKW] y Jodl. . . preguntó en qué sucesor estaba pensando. Mencionó Kesselring o Paulus. . . el jefe de gabinete [Halder] tendría que irse antes, simplemente no había nada más allí. Por el momento no confiaba en nadie entre sus generales, y ascendería a un mayor a general y lo nombraría Jefe del Estado Mayor General si tan solo conociera a uno bueno. . . Básicamente, odia todo lo que sea gris, sin importar de dónde venga, porque hoy escuché de nuevo la expresión tan repetida de que anhelaba 'el día en que pudiera quitarse esta chaqueta y andar sin miramientos'.

Hitler había dejado claro que los oficiales del Estado Mayor estaban fuera de contacto. “'La misma vieja canción: demasiado vieja, muy poca experiencia en el frente”. El jefe dijo que tenía una mejor impresión de los oficiales del Estado Mayor más jóvenes, como el comandante von Stauffenberg, quien a menudo hacía declaraciones ante Hitler que afectaban las decisiones operativas.

Hombre lobo, Vinnitsa, 20 de septiembre de 1942

Hitler no había estado contento con el informe del coronel Gehlen:

Te he dicho, Gehlen, que el ruso está kaput, acabado. Y ahora me das un informe que dice que tienen un millón y cuarto de hombres en reserva. ¿Por qué me tomas, un tonto? ¡Después de sus pérdidas, tal cosa es imposible!

Los Ejércitos Extranjeros del Este de Gehlen, de hecho, habían realizado un análisis superlativo del orden de batalla. En todo caso, subestimaron los números soviéticos.

El razonamiento de Hitler se confundió por el hecho de que, con casi el mismo número de hombres en el frente que los alemanes, Stalin había podido acumular 1.242.470 hombres en la reserva del Stavka mientras que los alemanes esencialmente no tenían una reserva estratégica. La oficina de Gehlen estimó que la clase soviética de 1925 estaba proporcionando a Stalin 1.400.000 hombres más. La clase alemana era poco más de un tercio de ese número.9

Halder recibió otro informe inquietante que se incluyó en su próxima sesión informativa para Hitler. La información era del 14 y calificaba la fuerza de combate de todos los batallones de infantería del 6.º Ejército. El LI Corps de Seydlitz, que había estado en los combates más duros, se estaba desangrando. De sus 21 batallones de infantería, 12 fueron calificados como débiles, 6 como promedio y 3 como medio-fuertes. Los batallones de pioneros tenían una calificación promedio.10 Halder sabía que Hitler no querría escuchar esto; su mente siempre necesitaba asumir que cada división estaba al máximo de su capacidad. Luego siguió asignando misiones que los muertos no podían cumplir.

El informe cargado de estadísticas de Gehlen que Halder complementó con la fuerza menguante del LI Corps había sido la gota que colmó el vaso. Hitler actuó rápidamente para decapitar al Estado Mayor que tanto despreciaba. Llamó a Halder y le dijo: 'Herr Halder, ambos necesitamos descansar. Nuestros nervios están desgastados hasta el punto de que no somos útiles el uno para el otro. Halder captó la indirecta y renunció.

Halder fue a su habitación a empacar y escribir una nota a su protegido Paulus. 'Una línea para decirles que hoy he renunciado a mi cargo. Permíteme agradecerte, mi querido Paulus, tu lealtad y amistad y desearte más éxito como el líder que has demostrado ser. Incluso antes de que el asistente de Halder pudiera dejar la nota en la oficina de despacho del OKW, Paulus estaba leyendo el mensaje de Werewolf dándole el trabajo de su antiguo jefe. Debía presentarse de inmediato y entregar su ejército a Seydlitz. Sintió una inmensa sensación de alivio a pesar de que sus hombres acababan de izar la bandera con la esvástica sobre los enormes y ahora destrozados grandes almacenes Univermag en el centro de la ciudad. Ya no sería responsable de desangrar al 6º Ejército hasta la muerte. En las últimas seis semanas, su ejército había sufrido 7.700 muertos y 31.000 heridos; se había perdido el 10 por ciento del 6º Ejército. Cada día, la lucha se hizo más dura, los rusos más decididos y sus pérdidas no fueron reemplazadas. Pensó que ahora tal vez su tic casi incontrolable podría desaparecer.11

Luego fue el turno de Jodl de ser humillado. Hitler reunió al personal del OKW para anunciar el ascenso inmediato del Mayor von Stauffenberg a Generalmajor (general de brigada) y su nombramiento como subjefe del Estado Mayor de Operaciones del OKW. Se acercó a estrechar la mano del atónito Stauffenberg. El nuevo general notó que la mano del Führer temblaba. El nombramiento de Stauffenberg fue visto por lo que era, una reprimenda a Jodl. Hitler claramente pensó que necesitaba un cuidador.

El más enojado fue Bormann. Hitler aparentemente no sabía que Stauffenberg era un católico profundamente religioso. Era demasiado tarde para llegar a Hitler para advertirle. El Führer perdería demasiado la cara. Lo que Bormann no sabía era que Stauffenberg había llegado a encontrar a Hitler y sus nazis repugnantes y estaba tan alarmado por el trato a los judíos y el asalto a la religión que Tresckow lo había involucrado en el complot anti-Hitler.

Ahora que había captado su atención, Hitler tenía un anuncio más. 'He decidido reemplazar a Weichs también. Se requiere un hombre más despiadado en esta etapa decisiva de la lucha contra el bolchevismo. Manstein ahora comandará el Grupo de Ejércitos B.'

Hombre lobo, Vinnitsa, 24 de septiembre de 1942

Manstein había sido convocado de regreso al Hombre Lobo por Hitler para informar sobre sus hallazgos en Stalingrado. Stauffenberg se unió a la reunión. El mariscal de campo se sorprendió por el estado de Hitler. No lo había visto desde su reunión en julio. —Bueno, bueno, Manstein. ¿Qué has encontrado? ¿Cuándo caerá la ciudad ahora?

'No va a caer, mein Führer.' Hitler se sacudió cuando golpeó. Su rostro comenzó a enrojecerse mientras la ira recorría su cuerpo. 'No va a caer a menos que actuemos más audazmente de lo que lo hemos hecho'. Lo puso en grueso. Nos estamos golpeando la cabeza contra un muro de piedra en Stalingrado. Los rusos siguen enviando hombres a la ciudad. Se ha convertido en otro Verdún.

Hitler se levantó y comenzó a caminar. Gritó: '¡Nunca renunciaré a Stalingrado! ¿Me oyes, Manstein? Niemals! ¡Nunca! Es una batalla de prestigio entre Stalin y yo.

'Mein Führer, hay otra forma de ganar esta batalla'. Luego expuso su plan. Hitler se concentró intensamente en él. Stauffenberg hizo algunos comentarios positivos y esclarecedores. Cuando Manstein terminó, dijo: 'Mein Führer, le presentaré Stalingrado como un regalo de Navidad anticipado, un regalo muy anticipado'.

Esa noche, Stauffenberg invitó al mariscal de campo a cenar solo con él para discutir los detalles del plan. Quedó claro que tenía algo más que discutir.

Has visto al Führer. Le digo con franqueza que no puede seguir ejerciendo el alto mando en su actual estado físico. Está cerca de un colapso total. Herr Feldmarschall, usted es el que está predestinado, por su talento y rango, a tomar el mando militar.

Dado que ese era el objetivo de Manstein, solo podía sentirse halagado de que el hombre que todos describían como el oficial más brillante del Estado Mayor hubiera llegado a la misma conclusión. Su breve tiempo con Stauffenberg lo convenció de que el hombre estaba más que a la altura de su reputación; había insuflado nueva vida al OKW y estaba incorporando al personal a hombres muy capaces con experiencia en el frente. Hitler claramente lo favorecía. Su ascenso sin precedentes había sorprendido pero no alarmado a Manstein. La guerra requiere talento joven y fresco.

Manstein podría captar una pista. Estaré dispuesto a discutir el asunto del alto mando con Hitler, pero déjeme aclarar esto, Stauffenberg. No seré parte directa o indirectamente de ninguna empresa ilegal.'

Stauffenberg respondió:

Si bien la solución operativa que ha discutido es brillante y nadie más que usted podría ejecutarla, Alemania está al final de sus recursos. No hay reservas en el frente oriental. Todos los grupos del ejército están bajo presión y se debilitan cada día. No todos los días capturaremos un convoy aliado para vivir de su botín. Si nadie toma la iniciativa, todo seguirá como antes, lo que significa que eventualmente nos deslizaremos hacia una gran catástrofe.

—No podría estar más equivocado —replicó Manstein con algo de calor. Es el curso que sugieres el que conducirá al colapso de los frentes e incluso a la guerra civil. Una guerra no está verdaderamente perdida mientras no se la considere perdida; afirmó con firmeza. El Reich aún no se ha enfrentado a esa crisis de la que hablas, pero si llega y cuando llegue, estoy seguro de que el Führer la reconocerá y entregará el alto mando a alguien cualificado.

Está claro que no ha estado cerca de él estos últimos meses, Herr Feldmarschall. No creo que sea capaz de tal decisión porque sería un repudio a su liderazgo. ¿Considera por qué título lo llamamos? ¡El líder! El liderazgo es la esencia de su poder. Entregar el alto mando a otra persona sería como suicidarse.

Stauffenberg, no volverás a hablar de este asunto conmigo.

El joven solo dijo una palabra. Tauroggen.

Manstein enrojeció y golpeó la mesa con el puño. Tauroggen no tiene nada que ver con eso. Tauroggen fue donde el general prusiano Yorck von Wartenburg desafió las órdenes de su rey y llevó su ejército al emperador ruso en la lucha contra Napoleón. El suyo era un lugar de honor en la historia militar alemana donde su desobediencia fue el acto supremo de patriotismo porque había desobedecido a su rey para servir a las necesidades superiores de la nación.

Stauffenberg no se rendiría. Tauroggen también implica una lealtad extrema.

El mariscal de campo se lo bebió y de repente se volvió afable. '¿De qué serviría un estado mayor si los oficiales del estado mayor ya no pudieran hablar con total libertad?' Luego recitó una cita famosa. 'La crítica es la sal de la obediencia.' Terminaron su comida casi en silencio.

Hombre lobo, Vinnitsa, 4 de octubre de 1942

Stauffenberg llevó a su visitante a dar un paseo después de la cena a través de los imponentes pinares fuera del Cuartel General del Führer. Sus ayudantes lo siguieron respetuosamente fuera del alcance del oído:

Te digo, Tresckow, estoy en muy buenas condiciones con GroFaZ [Grosster Feldheer aller Zeit, el señor de la guerra más grande de todos los tiempos]. He reemplazado a varios miembros de nuestro personal más pesado con 'jóvenes tragafuegos del frente', como él los llama. ¡Justo lo que quería! Front Soldaten [soldados del frente]'. No puedes golpear a un gato sin golpear una cruz de caballero, una cruz alemana en oro y una insignia de heridas. Y han respirado una nueva energía y actitud positiva inventiva. Ha salido de su reclusión para cenar con la nueva tripulación. Sus recomendaciones han sido de gran ayuda en mi selección de nuevos hombres.

De pie allí, a la luz de la luna, sus hermosos rasgos se recortaban inquietantemente: limpios, honestos y decididos. Tresckow comentó: "Cada uno de ellos examinó su honor para poner fin a este régimen".

Stauffenberg dijo: 'Kluge está con nosotros. Pero Manstein sigue desviando mis apelaciones.

Tresckow apartó con la bota algunas de las viejas agujas de pino. Su aliento ya se estaba congelando en el aire. Se podía sentir la llegada del otoño y el invierno ruso detrás de él, un pensamiento que hacía temblar a todos los veteranos de la guerra en el Ostfront. Sabes, Stauffenberg, hay un viejo dicho que dice que si golpeas a un rey, debes matarlo. No podemos arriesgarnos simplemente a arrestar a Hitler como aconsejan algunos de nuestros generales más tontos y esos civiles en Berlín. Quieren llevarlo a juicio.

'¡No!' siseó Stauffenberg. 'Uno no pone al diablo a través del sistema de justicia penal. Entonces tendríamos una guerra civil cuando los nazis y las SS se unieran para liberarlo.

¿Qué pasa entonces con Göring y Himmler? Ambos están ansiosos por ser su sucesor.

El otro hombre dijo: 'Debemos decapitar a toda la hidra o atacarlos unos a otros. Es el Ejército el que debe salir de esto como el salvador de Alemania.'

Tresckow lo tomó de la mano, la apretó con fuerza mientras lo miraba directamente a la cara. 'Entonces debemos asegurarnos de depositar nuestra confianza en el verdadero Salvador.'

Hombre lobo, Vinnitsa, 26 de octubre de 1942

Hitler había estado fuera de sí con un deleite farisaico por la caída del Cáucaso, una victoria que sus generales habían hecho todo lo posible para persuadirlo de que no intentara. Una vez más, le dijo al personal del OKW, fue su comprensión de los aspectos económicos de la guerra lo que había guiado el camino hacia esta espléndida victoria. Una vez más, su intuición y voluntad habían triunfado sobre toda la árida profesionalidad de sus generales. Ahora que Astracán estaba a punto de caer, empezó a contar todos los recursos económicos y el botín militar.

Manstein lo alentó en esta distracción porque le dio la tapadera para concentrar los recursos del teatro alemán en la batalla decisiva. Sacudió la cabeza al pensar en la suerte que había tenido el Grupo de Ejércitos A de someter el Cáucaso y Transcaucasus. Ciertamente había pensado que sería un paso de montaña demasiado lejos. Según todas las reglas de la guerra, la campaña debería haberse atascado y, por lo tanto, disipado demasiado las fuerzas alemanas para concentrarse decisivamente en cualquier lugar. El mariscal de campo tuvo que concluir que fue solo una especie de milagro del tipo con el que el diablo parecía favorecer a Hitler lo que había traído tal victoria. Pero justo cuando había pensado que podía contar con el 1.er Ejército Panzer de Kleist en el enfrentamiento final en el Volga, Hitler insistió en que tomara Astrakhan en su lugar.

Le daría una paliza al Führer, pero aun así concentraría la mayor parte del 1.er Ejército Panzer para el contraataque a la ofensiva soviética que sabía que se avecinaba. Gehlen siguió insistiendo en que el golpe más duro estaba dirigido al Grupo de Ejércitos Centro. Sea como fuere, Manstein estaba seguro de que Kluge no estaba en una situación tan peligrosa como la del Grupo de Ejércitos B.

Había enviado a un oficial de estado mayor por avión con su orden oral a Kleist de dejar el cuerpo turco de ex prisioneros de guerra soviéticos para invadir Astracán. Fue un acto de suprema crueldad. Sabía que tenían pocas posibilidades contra el 28º ejército soviético, pero todo lo que necesitaba que hicieran era desviar al enemigo y ganarle tiempo. El cuerpo panzer, de infantería y Gebirgsjäger restante debía cruzar el Volga al norte de Astrakhan y atacar al noroeste paralelo al río en dirección a Stalingrado.

Manstein sabía que su trato insensible a los antiguos prisioneros de guerra soviéticos que luchaban para los alemanes atraería a Hitler y allanaría el camino para lo que quería hacer en cualquier caso. Podría no haber sido tan comunicativo si no hubiera necesitado la aprobación de Hitler para apoyar al 1.er Ejército Panzer por aire en su larga carrera desde Astrakhan a Stalingrado. Necesitaba los transportes Ju 52 de Goring. Para su alivio, Hitler saltó ante la idea de tomar Stalingrado por la retaguardia y, para su sorpresa, Göring estaba ansioso por invertir los recursos de la Luftwaffe en el esfuerzo. Se dio cuenta de que esta era la oportunidad para él de hacer una contribución decisiva a la victoria.

Sovietski, 3 de noviembre de 1942

Sede del general Walther von Seydlitz-Kurzbach

Seydlitz sintió como si una fuerza primigenia estuviera saliendo de la radio hacia él. Hitler estaba furioso, ese estado que había intimidado y aterrorizado a innumerables hombres. Podía imaginarse a Hitler echando espumarajos por la boca porque sus órdenes no habían sido obedecidas al pie de la letra. '¿Qué está pasando? ¿Cómo te atreves a no obedecer tus órdenes? exigió la voz. Luego miró al operador de radio, se pasó el dedo por la garganta. Los ojos del sargento se dilataron al tamaño de un platillo cuando se dio cuenta de que el general le había ordenado que cortara el paso al Führer. El general le guiñó un ojo al sargento. 'Maldita ionosfera'.

La ionosfera estaba actuando por todas partes desde la perspectiva del OKW. Era asombroso cómo una conspiración podía afectar el clima tan convenientemente. Los pacientes esfuerzos de Stauffenberg y Tresckow por colocar a hombres de confianza en puestos críticos estaban dando sus frutos. Sin embargo, la necesidad de ganar la batalla había subsumido pero no reemplazado el complot contra Hitler. Los conspiradores eran patriotas que no veían en una catastrófica derrota alemana en las afueras de Asia un precursor necesario para derrocar a Hitler. La hecatombe del desastre fue un precio que no estaban dispuestos a pagar. Ganarían la batalla y se desharían de Hitler, pero ganar la batalla requería ignorar las órdenes del Führer.