jueves, 21 de noviembre de 2024
jueves, 31 de octubre de 2024
Pueblos originarios: Las casas enterradas de los Sanavirones/Comechingones
Las Casas Subterráneas de los Sanavirones/Comechingones
Para protegerse de los inviernos y refrescar los calurosos veranos los Sanavirones construyeron sus "casas bajo tierra", manteniendo así protegidas a sus familias del sol, la lluvia y de los fuertes vientos del Sur que soplaban en el amplio territorio donde asentaban sus pequeños pueblos (Sur de la Provincia de Santiago del Estero y Norte de la actual Provincia de Córdoba en Argentina).
Según relatan la Crónicas Españolas estás "casa pozo" eran un hogar para varios núcleos familiares, vivían allí abuelos, tíos y sobrinos, alrededor de 15 a 20 personas: "A veces las paredes se compactaron con arcilla más fina, dando como resultado una capa de revestimiento". "Se podía ingresar a ellas al menos con 5 hombres montados en sus caballos".
Las casas semi enterradas de los Sanavirones aunque los Comechingones
era en realidad un apodo de los Sanavirones. Quiere decir en su idioma
vizcachas, porque vivían en esas cuevas hechas debajo de las piedras. Guardaban mucho similitud con las viviendas del pueblo originario Kaingang, del Sur de Brasil.
martes, 6 de agosto de 2024
Argentina: La masacre peronista de Rincón Bomba
Rincón Bomba: el silencio de Perón y la masacre étnica en Formosa que fue ocultada durante más de medio siglo
En 1947, durante el primer gobierno de general, la Gendarmería, con el apoyo de la Fuerza Aérea, mató entre 500 y 750 hombres y mujeres del pueblo aborigen pilagá, por temor a un “un ataque indígena”. Más de setenta años después, la justicia calificó la acción como “genocidio”, aunque jamás llegó a condenar a los responsables
Por Marcelo Larraquy || Infobae
En marzo de 2020, la Cámara Federal de Resistencia declaró que la masacre contra el pueblo indígena pilagá en la zona de Rincón Bomba, Formosa, debía ser calificado como un “genocidio”. El crimen contra el pueblo indígena, llevado a cabo por fuerzas de la Gendarmería y la Fuerza Aérea, era de larga data. Había sido perpetrado el 10 de octubre de 1947, durante el primer gobierno de Juan Perón. La sentencia ordenó la reparación económica colectiva del pueblo pilagá, con inversiones públicas de infraestructuras y becas de estudio, pero no la reparación individual de los familiares de las víctimas de la etnia.
La represión de los aborígenes era una triste herencia del peronismo, gestada desde la División de Informaciones Políticas de la presidencia de la Nación, que dirigía el comandante de Gendarmería, general Guillermo Solveyra Casares.
Solveyra había creado y comandado el primer servicio de inteligencia de la fuerza en la década del ‘30 e internó a los gendarmes, vestidos de paisanos, en los bosques del Territorio del Chaco para buscar información que ayudara a capturar a Segundo David Peralta, alias “Mate Cosido” -a quien popularizó León Gieco en el tema “Bandidos rurales”- y otros bandoleros sociales que atormentaban, con asaltos y secuestros, a gerentes de compañías extranjeras y estancieros.
Para la época de la masacre del pueblo pilagá, Solveyra Casares tenía su despacho contiguo al del presidente Perón en la Casa Rosada y participaba en las reuniones de gabinete.
En octubre de 1947, la Gendarmería Nacional, que dependía del Ministerio del Interior, exterminó alrededor de 500 indios de la etnia pilagá en Rincón Bomba, Territorio Nacional de Formosa. Más de dos centenares de ellos desaparecieron durante los veinte días que duró el ataque de los gendarmes, con el apoyo de la Fuerza Aérea.
La operación había sido ordenada por el escuadrón de Gendarmería de la localidad de Las Lomitas en respuesta al temor a una “sublevación indígena”.
Para reducir ese temor, exterminaron a los indígenas.
El conflicto se había iniciado unos meses antes.
En abril de 1947, miles de hombres, mujeres y niños de diferentes etnias marcharon hacia Tartagal, Salta, en busca de trabajo. La Compañía San Martín de El Tabacal, propiedad de Robustiano Patrón Costas, se había interesado en contratar su mano de obra para la explotación azucarera.
Patrón Costas era el representante político de los terratenientes. Había fundado la Universidad Católica de Salta, luego fue gobernador de esa provincia y presidente del Senado de la Nación. Su candidatura a presidente por el régimen conservador se malogró en 1943 por el golpe militar del GOU. También se acusaba a Patrón Costas de apropiarse de tierras indígenas en Orán.
Lo cierto es que una vez que llegaron a Tartagal, los caciques se rehusaron a que los hombres y mujeres de la etnia trabajasen en condiciones de esclavitud. Habían acordado una paga de 6 pesos diarios y cuando iniciaron sus labores les pagaron 2,5.
Patrón Costas decidió echarlos y los aborígenes retornaron a sus comunidades. Eran cerca de ocho mil.
El regreso se hizo en condiciones miserables, con una caravana que arrastraba enfermos y hambrientos. Durante varios días de marcha, desandaron a pie más de 100 kilómetros hasta llegar a Las Lomitas.
La caravana estaba compuesta por mocovíes, tobas, wichís y pilagás, la etnia más numerosa. Tenían la costumbre de raparse la parte delantera del cuero cabelludo, hablaban su propio idioma, además del castellano, y habitaban en varios puntos de Formosa. Vivían como braceros de los terratenientes, o de lo que cazaban y recolectaban.
Luego de su paso frustrado por Tartagal, se asentaron en Rincón Bomba, cerca de Las Lomitas. Allí podían conseguir agua. La miseria de la etnia asustaba.
La Comisión de Fomento del pueblo pidió ayuda humanitaria al gobernador del Territorio Nacional, Rolando de Hertelendy, nacido en Buenos Aires y educado en Bélgica, y designado en el cargo por el Poder Ejecutivo el 10 de diciembre de 1946.
La falta de recursos en las arcas de la tesorería del Territorio hizo que Hertelendy trasladara el pedido al gobierno nacional.
Perón reaccionó rápido. Conocía el tema.
En el año 1918, al frente de una comisión militar, había ido a negociar con obreros de La Forestal en huelga en el bosque chaqueño y había logrado apaciguar el conflicto. Les había aconsejado que hicieran los reclamos de buenas maneras.
De inmediato, Perón ordenó el envío de tres vagones de alimentos, ropas y medicinas.
En la segunda quincena de septiembre de 1947, la Dirección Nacional del Aborigen ya los tenía en su poder en la estación de Formosa.
Pero la carga fue recibida con desidia por las autoridades. La ropa y las medicinas fueron robadas, los alimentos quedaron a la intemperie varios días y luego fueron trasladados a Las Lomitas para ser entregados a los aborígenes. Ya estaban en estado de putrefacción.
El consumo provocó una intoxicación masiva: vómitos, diarreas, temblores. Dada la falta de defensas orgánicas, los ancianos y los niños fueron los primeros en morir. Los indios denunciaron que habían sido envenenados. Las madres intentaban curar a sus bebés muertos en sus brazos.
El asentamiento indígena se convirtió en un mar de dolores y de llantos que retumbaban en el pueblo. El cementerio de Las Lomitas aceptó los primeros entierros, pero luego les negó el paso del resto de los cuerpos. Ya había más de cincuenta cadáveres.
Los indígenas los llevaron al monte y enterraron a los suyos con cantos y danzas rituales.
En Las Lomitas se instaló la creencia de que ese grupo de enfermos y famélicos estaba preparando una venganza. Se difundió el rumor del “peligro indígena”, una rebelión en masa contra las autoridades y los vecinos del pueblo.
Desde hacía días, las madres aborígenes golpeaban las puertas del cuartel de la Gendarmería y de las casas de Las Lomitas con sus hijos. Al principio se las ayudó. Pero de un día para otro se las dejó de recibir. La fuerza armó un cordón de seguridad en su campamento y no se les permitió el ingreso al pueblo.
Más de cien gendarmes armados las vigilaban con ametralladoras.
El 10 de octubre de 1947 se reunieron el cacique Nola Lagadick y el segundo jefe del escuadrón 18 de Las Lomitas, comandante de Gendarmería Emilio Fernández Castellano. Era una entrevista a campo abierto.
El comandante tenía dos ametralladoras pesadas apuntando contra la multitud de indígenas, dispuestos detrás de su cacique. Eran más de mil, entre hombres, mujeres y niños. Muchos de ellos portaban retratos de Perón y Evita.
El cacique exigió ayuda a la Gendarmería. Querían tierras para la explotación de pequeñas chacras, semillas, escuelas para sus hijos. Invitó al comandante para que visitara el campamento y tomara conciencia de sus miserias.
Hay distintas versiones de cómo sucedieron los hechos.
Una indica que los aborígenes comenzaron a avanzar hacia la reunión. Otra, que los hechos se desencadenaron como ya habían sido planeados: provocar una “solución final” al problema indígena en el Territorio de Formosa.
Como fuese, la fuerza estatal abrió fuego contra la etnia desarmada. Lo hizo con ametralladoras, carabinas y pistolas automáticas. Fernández Castellano se sorprendió del ataque y ordenó detenerlo. Sus dos baterías no habían disparado. Pero el segundo comandante Aliaga Pueyrredón, que no estaba de acuerdo con parlamentar con los indígenas, había desplegado ametralladoras en puntos estratégicos y acababa de dar la orden.
El ataque provocó la huida de la etnia pilagá hacia el monte. Algunos arrastraban los cadáveres de sus familiares. Los heridos fueron siendo rematados. La persecución continuó durante la noche; los gendarmes lanzaron bengalas para iluminar un territorio que desconocían. Desde el pueblo se escuchaba el tableteo de las ametralladoras.
La Gendarmería continuó la matanza porque no quería testigos. Muchos civiles de Las Lomitas, miembros de la Sociedad de Fomento, colaboraron para que el “peligro indígena” cesara en forma definitiva y brindaron asistencia logística. Recorrieron los montes Campo Alegre, Campo del Cielo y Pozo del Tigre para marcar los escondrijos en la espesura.
Muchos cadáveres fueron incinerados. La persecución no dejaba tiempo para enterrarlos. Otros cuerpos fueron tirados en el descampado, en un camino de vacas, y la tierra y la maleza los fueron cubriendo con el paso del tiempo.
El trauma que produjo la represión, y el temor a otras nuevas muertes, fue enterrando el etnocidio bajo un muro de silencio. El diario Norte del Chaco mencionó que había habido un “enfrentamiento armado” ante la sublevación de los “indios revoltosos”.
Los diarios de Buenos Aires, a mediados de octubre de 1947, informaron sobre la incursión de un “malón indio”, para justificar la masacre.
Perón hizo silencio.
Nadie de la Gendarmería fue castigado.
Lo mismo había sucedido en Napalpí, en el Chaco, en 1924, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear, aunque en ese caso existió un proceso judicial para convalidar el ocultamiento.
En Las Lomitas no. Se calcula que entre 750 hombres, mujeres y niños de distintas etnias, en especial los pilagás, murieron a manos de la Gendarmería.
Desde 2005, un grupo de antropólogos forenses realizaron excavaciones por orden judicial en el cuartel de la fuerza de seguridad. Los huesos que encontraron estaban apenas por debajo del nivel de la superficie.
La matanza, además de la tradición oral que se extendió en los pilagá, fue narrada por uno de los represores , el gendarme Teófilo Cruz, que publicó un artículo en la revista Gendarmería Nacional.
En 2010 la documentalista Valeria Mapelman estrenó dos documentales sobre la masacre, Octubre pilagá, relatos sobre el silencio y La historia en la memoria en el que logró registrar historias personales de algunos sobrevivientes y sus hijos, y testigos de la masacre.
Dado que la incursión de la Gendarmería había contado con el apoyo de un avión con ametralladora, la justicia federal en la última década -cuando se inició el expediente-, llegó a procesar a Carlos Smachetti en 2014, que disparó contra los originarios de la comunidad de pilagá desde un avión que había despegado el 15 de octubre desde la base de El Palomar. Murió al año siguiente, a los 97 años. Otro de los imputados que participó de la masacre como alférez de Gendarmería, Leandro Santos Costa, luego se había graduado de abogado y fue juez de la Cámara Federal de Resistencia. Había utilizado una ametralladora pesada para eliminar a los aborígenes, y la Gendarmería lo había condecorado por su “valerosa y meritoria” intervención en el hecho. Murió en 2011, antes de que el proceso finalizara.
En su sentencia de 2020, la Cámara Federal destacó la responsabilidad del Estado Nacional al momento de la masacre y lo condenó a reparaciones colectivas, un monumento en el lugar de la masacre, incluir el 10 de octubre como fecha recordatoria, becas estudiantiles a jóvenes escolarizados y un dinero anual para inversiones de infraestructura y otro para sostener a la Federación de pilagá. Y calificó la masacre como genocidio, que había sido rechazada por primera instancia.
Pasaron más de siete décadas del crimen masivo, y las comunidades indígenas perdieron sus tierras y los montes fueron arrasados por las topadoras. Todavía viven en las vías muertas de los ferrocarriles o en la periferia de las ciudades, en busca de una vivienda, un trabajo o algo para comer. Como hace más de setenta años.
Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro publicado es “Fuimos Soldados. Historia secreta de la Contraofensiva Montonera”. Ed. Sudamericana, noviembre de 2021.
jueves, 11 de julio de 2024
Patagonia: La movilidad de los Aonikenk de la cordillera a la costa
La movilidad de los grupos Aonikenk del interior a la costa
Los grupos de cazadores nómadas del interior del territorio de la actual provincia del Chubut –históricamente Aonikenk- salían sólo ocasionalmente a la costa atlántica.
Ello debido a su gran aridez, con verdadera penuria de aguadas en períodos secos, y el hecho de no ofrecer recursos alimentarios de interés para estos cazadores propiamente continentales. Sólo podían motivar sus viajes los inviernos extremadamente rigurosos, en que las comunidades de guanacos se desplazaban, en masa, hacia el litoral, menos frío, o...la intención de contactar con los pueblos propios de éste, que se desplazaban a lo largo de la costa marina.
De este modo se explican dos cosas, a primera vista confusas. Por un lado, la presencia de individuos (esqueletos) de gran estatura –Aonikenk-, en muchos casos mestizados con los típicos –pequeños- del litoral. Por el otro, la figuración de elementos costeros en las creencias religiosas de los Aonikenk, como los elefantes marinos o la ballena, que habrían de dar origen, por un lado al mito de las sirenas, y por el otro al del Gigante que se tragaba a la gente: es que precisamente el mito se genera en un lugar remoto, solo fugazmente conocido, no colonizado en suma.
De un modo u otro, los movimientos de los grupos del interior, en su salida a la costa atlántica se canalizaban –como de regla- a través de rutas preestablecidas, con su cadena de paraderos en función de aguadas, perennes o potenciales.
Curiosamente, la inversa no fue necesariamente válida, es decir no necesariamente los grupos litorales, en plan de acceder al interior, a la Meseta, lo hicieron por las mismas rutas de los Aonikenk...Es que aquéllos –pueblos innominados o anónimos de la Costa- eran, ha diferencia de éstos- hídricos, se desplazaban en relación con los cuerpos de agua: al abandonar el mar, por los ríos, que a su vez comunicaban con los lagos del interior.
Se alude, claramente, a los ríos Chubut-Chico y los lagos Colhué Huapi y Musters. En efecto, si se echa un vistazo a los elementos rescatados en estos últimos por los arqueólogos –arpones, pesos de redes, cerámica de influencia costera-, se apreciará que funcionaron como un verdadero enclave costero en plena Meseta.
Cuando a comienzos del siglo XVII el descubridor Simón de Alcazaba se encontró con el río Chico –tan cargado de agua para atravesarlo-, tuvo ocasión de contactar con representantes de estos grupos hídricos, anónimos: parte de una familia habitante de una cabaña de ramas, que cazaba a través de un chulengo (cría del guanaco) señuelo y completaba su dieta con semillas de una planta, molidas a mortero.
Los Aonikenk llamaron –según los colonos galeses- “Yamacán” al río Chico, de significado poco claro pero que tal vez aluda al carácter periódico de sus avenidas –que alternarían con períodos de sequía, como de algún modo se mantienen en el presente.
De este modo, los Pueblos del Mar se adentraban al corazón del Chubut por la “Ruta del Yamacán”, todavía casi del todo desconocida para los propios pobladores patagónicos.
Nobübü llamaron, los propios Aonikenk, a un sitio que ha de situarse, grosso modo, en el Puerto Madryn actual. Tampoco conocemos su significado, pero el topónimo da testimonio de la presencia tehuelche en el área, como aquellos de Káwas en la costa oriental y Téntewutr en el istmo, lo dan de sus visitas a la península Valdés. En estos casos, la cruzaba desde el Oeste franco.
En tiempos históricos recientes (1865), los Galeses, cuando ya se habían agotado los “pueblos hídricos” –absorbidos por los Aonikenk-, y todavía no habían contactado con éstos, abrieron, como supieron, desde Madryn, su propia ruta al río Chubut Inferior.
Desde Puerto Madryn, es decir desde el Mar, como Alcazaba antes, también a tientas, como los pueblos costeros –muy anteriores-, pero éstos a sabiendas.
Por Rodolfo Casamiquela.
Compartía : Jose Pavoni
viernes, 7 de junio de 2024
Argentina: Los nombres indígenas de los territorios
"La Argentina indígena."
República Argentina, país bicontinental, bioceánico y multicultural. En la imagen me falta la Antártida, que no me entraba en este formato. La confección del presente mapa ha sido posible gracias a información obtenida, ya sea mediante fuente primaria directa (trabajos de campo), ya sea por otras vías (documentos, etc.), de los paisanos Wichí, Qom, Lule, Sanavirón, Moqoit, Mby’á y Avá Guaraní, Pazioca-Cacán, Hênîa-Kâmîare, Huarpe, Charrúa, Chaná, Timbú, Het, Günün a künnä, Huarpe, Pewenche-Chikillán, Aönik’enk-Mech’arn, Shelk’nan, Pitte’laalé’ec, Tapy’y, Nivaclé, Rankülche, Kolla, Omaguaca, Iyojwa’ja e Iyo’wujwa, Ocloya, Tonokoté, Uakambalelté, Avipón, Tilián, Chicha, Quechua, Tastil, Reche, y los que se me escapan, disculpas, en afán de citarlos a todos por mis omisiones. Hecho en base a caminar y palpar los territorios, a la confianza de abuelitas y abuelitos informantes con una gran sabiduría, cacique Wüsüwül Wirka a Pana y hermano americano de Abya Yala Ciro Chónik.
En muchas provincias pluriétnicas, tuve que reducir y tomar alguna decisión arbitraria y discutible para elegir el nombre. Perdón.
No obstante, este mapa no deja de ser controversial, pues la división política y la conformación de la Nación no se condicen con ello, pero es lo que tenemos para agarrarnos y sentirnos todos argentinos, y es lícito también osar en redefinir conceptos.
Gracias de nuevo a quienes hicieron posible este atrevimiento cartográfico para derribar ghettos y construir a base de amor y laburo.
Por: Luis Blaugen-Ballin
Compartian: Elda Irma Pignaton - Diego G. Piedrabuena -
sábado, 1 de junio de 2024
Argentina: Los caballos y los indios
Los caballos y los indios
La introducción de caballos domésticos transformó las sociedades indígenas en las zonas de pastos de Argentina y conllevó el surgimiento de culturas equinas especializadas en el sur del continente. La introducción no está bien documentada en los registros históricos. Técnicas de arqueozoológicas y biomoleculares aplicadas a restos equinos del yacimiento de Chorrillo Grande 1 sugieren que los cazadores-recolectores de las tribus aónikenk/tehuelche empleaban los caballos en actividades pastoriles y como alimento antes del asentamiento europeo permanente en el siglo XVII. El ADN analizado sugiere el consumo de caballos y yeguas. Los residuos cerámicos también muestran el uso de productos de guanaco. Los análisis de isótopos de los dientes equinos revelan un origen en la Patagonia austral y un movimiento de animales entre las cuencas del Río Coig y Río Gallegos. Los resultados evidencian una rápida dispersión de los caballos inducida por indígenas y que produjeron transformaciones económicas y sociales.
Por: Crónica de Arqueología
Fan destacado
Carlos Daniel Gallardo
Los investigadores llegaron a esta conclusión a partir del análisis y datación radio-carbónica de restos óseos de caballos hallados en lo que ha sido interpretado como un antiguo campamento Tehuelche, ubicado sobre un gran cañadón en la orilla norte del Río Gallegos (Provincia de Santa Cruz). En el sitio, denominado Chorrillo Grande 1, también se encontraron restos de guanacos, así como artefactos metálicos o confeccionados sobre vidrio o rocas correspondientes a distintos siglos. Uno de los cuatro especímenes datados con radiocarbono -de los nueve que se encontraron en total- reveló ser con seguridad anterior a 1800 y otro muy probablemente anterior a 1700. Varias décadas antes del primer registro histórico documentado de la presencia de caballos en la región (1741).
Carlos Daniel Gallardo
Se estima que, en el área del Río de la Plata, los caballos fueron traídos nuevamente cuando se produjo la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires en 1536, a cargo de Pedro de Mendoza. Cuando este proceso de colonización fracasó debido a la hambruna y los conflictos con los indígenas de la región, los españoles se trasladaron hacia Asunción, y tanto los caballos como el ganado quedaron abandonados. Cuando Juan de Garay fundó Buenos Aires por segunda vez en 1580, los caballos asilvestrados formaban parte del paisaje y se habían extendido hacia el sur de los Andes a través de la colonización española de la costa del Pacífico.
Carlos Daniel Gallardo
(https://acortar.link/LX2YO9)
Estudio internacional revela nuevos hallazgos sobre la historia de los caballos en Sudamérica
COCONICET DialogaEstudio internacional revela nuevos hallazgos sobre la historia de los caballos en Sudamérica
Estudio internacional revela nuevos hallazgos sobre la historia de los caballos en Sudamérica
Ramón Javier Aparicio
Tengo entendido que en América del Norte existían caballos antes de la llegada de los conquistadores, pero se habían extinguido. Y que las tribus indígenas se hicieron con ejemplares cimarrones, de ahí la cultura ecuestre con la que contaban
Bruno Pafumi
Ramón Javier Aparicio no el caballo actual
Tatiana Memeliberta
Ramón Javier Aparicio si, tengo entendido lo mismo, pero eran más.pequeños.
Borja Allende Eulate
Ramón Javier Aparicio cultura ecuestre antes de llegar los españoles ninguna.
Noria Ki
Ramón Javier Aparicio los caballos americanos se extinguieron mucho tiempo antes de que los humanos pudieran domesticarlos
Xico Durán
Ramón Javier Aparicio hubo caballos en América pero se extinguieron a finales del pleistoceno, luego de su reintroducción por parte de los europeos lo que pasó fue que se dispersaron hacia el norte de manera silvestre llegando a esas regiones antes que los propios europeos.
David Eleazar
en este estudio participaron investigadaroes de la UNPA Río Gallegos, mi ciudad
un orgullo de la educación pública
Sergio Smith
El caballo a la patagonia recién se introduce en el siglo XVIII
Bruno Pafumi
Se dice que el caballo llegó con el primer intento de la fundación de Buenos Aires, donde se asentaron los primeros españoles, pero está fortaleza llegó a su fin ya que fue asediada y saqueada por pueblos pampas
Jose Chavete Rodriguez
si realmente es un descubrimiento arqueológico no hay nada que decir. Pero también es cierto que los indigenas desconocián este animal., por los textos de los conquistadores. Eso solo implica que los caballos tuvieron que extinguirse. Lo que no se dice es del ADN de los caballos actuales que hay en America. Eso sí proporcionaría datos de su origen, si es distinto al que hasta ahora se decía.
Julio Lorente Goñi
Todo llevado por España
Nora Paradela
Julio Lorente Goñi hubo un intercambio. Europa no conocía el tomate ni el maíz, por ejemplo
Sebastián Apesteguía
Por eso dice que primero los tuvieron los aonik. Eso explica su rápido predominio x casi toda la Patagonia.
Rotxo Torres
Sebastián Apesteguía quiero creer que coincidís con éste trabajo de investigación??? Es indiscutible.
Si. Existían y siguieron coincidiendo y mezclándose con los traídos x los españoles. Aún hoy queda su sangre. En Sudamérica no.
Pablo Dominguez
Sebastián Apesteguía usted dice q se mezclaron caballos europeos con los hipidion????
Sebastián Apesteguía
Pablo Dominguez no Hippidion. Son Equus norteamericanos.
Angel Ernesto Martinez
En 1580, Juan de Garay , hacía a caballo el trayecto entre Santa Fe de la Veracruz y Asunción, con batallones de soldados y carruajes , para traer obreros a fundar pueblos… obviamente, eran vigilados por tribus selváticas, que al menor descuido, robaban provisiones , o caballos , si tenían la oportunidad…y también, los caballos, podían escapar, reproducirse libremente y luego caer en manos de los pobladores de distintas etnias … pretender que los caballos solamente eran montados por españoles, es una utopía…con el acceso a los caballos, las mujeres Aonikenk y Gununa Qüna, encargadas del arme , desarme y traslado de los toldos de cuero y las mantas, simplificaron los viajes entre la costa atlántica, en invierno, para no sufrir el duro clima de la estepa…. Y obviamente, las cacerías , que fueron durante siglos a pie, y por agotamiento de las presas, tuvieron en los caballos, un aliado formidable, para ampliar su radio de acción…
Liliana Monetti
Leí el artículo original hace no mucho, vale la pena.
Bruno Pafumi
Quisiera aprovechar a crónica de arqueología, para preguntar por uso de las boleadoras herramienta empleada para la cacería de guanaco y ñandú, cuál sería origen? Ya que es única por lo menos en la región...
Sergio Smith
Bruno Pafumi la boleadoras tienen un uso casi global, solo que en pampa y patagonia toman caracteres casi únicos que las hicieron sobrevivir hasta la fecha (ya que aún hoy día en ciertas comunidades la siguen usando como herramienta de caza).
Bruno Pafumi
Sergio Smith global! Había leído una vez algo similar... Gracias igual
Raul Sanchez
carne de potro todavía se consume, acá en el pueblo de la meseta patagonica donde vivo por ejemplo.
Pedro Maguiña
Los caballos fueron extinguidos por los indígenas norteamericanos hace miles de años ¿También existían en Sudamérica?
Sergio Smith
Pedro Maguiña si hubo dos especies equinas extintas pero que no se relaciona con los caballos actuales
Carlos Daniel Gallardo
entonces: desde 1536 se trajeron nuevamente caballos a estas tierras. Y lamentablemente el informe de conicet no aclara el margen de tiempo de los estudios C14.
martes, 28 de mayo de 2024
Argentina: Los pampas y su arte textil
Los “Pampas”, una mirada al universo del arte textil
"Su vestimenta era más o menos como la de los gauchos, pero el poncho y el chiripá, generalmente azules con dibujos blancos y colorados, son obra de sus mujeres. Ellas confeccionan esa clase de tejidos con una gran habilidad, empleando telares rudimentarios y completamente primitivos. Algunas estacas clavadas en la tierra sirven para sostener los hilos del género, que ellas entrecruzan con destreza para ir formando los dibujos. La trama se hace con un simple ovillo o con una mala lanzadera; una especie de sable de madera les sirve para apretar bien el tejido y juntar los hilos de la trama. A veces tiñen la lana en madejas; pero a menudo las indias van tejiendo todo en blanco, y tiñen luego la pieza entera, reservando los dibujos en blanco que forman cruces y rombos, y lo logran empleando sistemas completamente primitivos, pero muy ingeniosos. Sus tinturas las extraen de las plantas, unas veces de sus raíces, otras de su corteza o de su fruto, y los colores que emplean son sobre todo el azul, el amarillo, el rojo y el castaño. El mordiente empleado no es otra cosa que una materia orgánica que no tengo necesidad de nombrar; por eso, los ponchos nuevos tienen un olor amoniacal muy poco agradable; pero su color es inalterable, y los tejidos son de mucha duración y casi impermeables al agua."
Así describía el médico francés Henry Armaignac, desde su mirada permeada por los avances tecnológicos de la revolución industrial europea hace casi un siglo y medio, a la vestimenta y las destrezas de las tejedoras de la población "pampa" de la zona de Azul que observó durante su viaje por el Río de la Plata. Este interés que despertó en Armaignac la numerosa población indígena que poblaba entonces la zona de Azul, Tapalqué y Olavarría es apenas la punta de un ovillo que conduce a una historia milenaria desde los primeros grupos de cazadores y recolectores a la región pampeana hasta los actuales descendientes de las tribus "pampas", de este sector de la frontera bonaerense durante el siglo XIX. Historia que ha sido indagada por muchas personas, desde los enfoques más diversos y se ha plasmado en narraciones disímiles, entre las que se hallan las descripciones de los primeros viajeros y misioneros, tales como el jesuita Tomás Falkner, las crónicas de las expediciones de Manuel Pinazo o Pedro A. García, los escritos de militares asignados a la frontera que estuvieron en contacto directo con la población indígena, Juan Cornell, Federico Barbará y Alvaro Barros, entre otros, así como los relatos de viajeros que recorrieron la zona en distintos momentos del siglo XIX: Charles Darwin, William Mac Cann, Alfred Ebelot o el nombrado Henry Armaignac. Finalmente, deben mencionarse las recientes investigaciones científicas desarrolladas desde la historia, la antropología, la arqueología, entre otras disciplinas sociales. A partir de todo el cúmulo de información, en este trabajo se presenta una semblanza histórica de los pueblos indígenas, tocando especialmente las cuestiones referidas a la territorialidad, la continuidad cultural y el desarrollo de las actividades textiles entre los grupos "pampas" y sus actuales descendientes.
Milenios de ocupación indígena regional
Antes de la llegada de los españoles al Río de la Plata, la región pampeana estaba habitada por grupos de cazadores y recolectores organizados en pequeñas bandas que tenían una alta movilidad. De tal modo, explotaban eficientemente los recursos naturales que ofrecían los distintos ambientes, tales como las sierras, las llanuras, los ríos, arroyos, lagunas y la costa. En estos amplios espacios cazaban animales, tales como guanacos, venados de las pampas, ñandúes, peludos, mulitas, coipos, etc, a la vez que recolectaban huevos, frutas, raíces y semillas y se aprovisionaban de distintos elementos necesarios para su vida cotidiana. Así, obtenían agua en los arroyos y las lagunas; en las sierras, rocas para elaborar instrumentos y colorantes minerales para hacer pigmentos y madera de los escasos árboles y arbustos nativos que crecían en la región. Las evidencias más antiguas de los primeros pobladores del partido de Azul se remontan a unos 7.000 años atrás y se hallaron en el sitio arqueológico La Moderna, cercano a las nacientes de arroyo Azul, donde fue carneado un gliptodonte utilizando instrumentos de piedra.
Si bien son pocos los testimonios arqueológicos azúleños posteriores a La Moderna, las investigaciones desarrolladas en otros sitios de la región han permitido conocer algunos de los cambios que fueron experimentando esas primeras bandas de cazadores. Estos cambios se vinculan con el crecimiento demográfico de las poblaciones originarias y con una tendencia a la disminución de la movilidad, que se fue traduciendo en reocupaciones más asiduas de los lugares de habitación, así como en estadías más prolongadas en los mismos. A su vez, hace unos 3.000 a 5.000 años, comenzaron a registrarse importantes innovaciones técnicas, tales como la alfarería, el arco, la flecha y la boleadora, se incorporaron nuevos objetos de uso cotidiano y se desarrollaron expresiones artísticas y rituales que se plasmaron en pinturas rupestres y en la decoración de otros objetos, tales como bolsas y mantos de cuero (Nde. Claras evidencias de la evolución comunes de los pueblos Hets o querandies, con idénticos usos, costumbres, cultura y artes, incluido la funeraria).
Simultáneamente, las poblaciones indígenas integraban amplias redes de intercambio con otros grupos de regiones distantes, mediante las cuales accedían a otros bienes foráneos. La llegada de los conquistadores europeos al Río de la Plata en el siglo XVI desencadenó profundos cambios ecológicos en la pampa. Se reemplazaron los pastizales nativos y las llanuras se poblaron de miles de vacas (Nde. esto desde principios del siglo XVI) y caballos que habían sido introducidos por los españoles (Nde. los pocos abandonados por la primera fundación de Buenos Aires de 1536 por Pedro de Mendoza) y encontraron un hábitat óptimo en las planicies herbáceas pampeanas, multiplicándose en estado salvaje a un grado tal que constituyeron la base productiva de los grupos indígenas durante casi tres siglos.
En este nuevo escenario, los cazadores recolectores originarios (Nde. Taluhets, Chechehets y Diuihets, todos “Querandies” o antiguos pampas caguaneros, algarroberos y serranos) se convirtieron en hábiles jinetes que reorientaron su economía hacia la captura de este ganado y su cría para consumo propio y comercialización. Los caballos de la pampa fueron un bien de mucha demanda. Rápidamente se sumó la demanda de ganado vacuno, requerido tanto por los indígenas como por los comerciantes españoles al oeste de la cordillera de los Andes y, al sur/este de la misma, por los habitantes de los escasos enclaves hispano-criollos de la costa patagónica.
El uso del caballo permitió un manejo más eficiente e intensivo de la producción pastoril y de las actividades de caza y recolección, potenciando el comercio regional dentro de las sociedades nativas y entre éstas y los centros hispano-criollos. Para mediados del siglo XVIII funcionaban verdaderas ferias comerciales en las Sierras de Tandilia, la más conocida fue la llamada "feria del Chapaleofú" (Nde. ancestralmente en el Cayru) donde, además de ganado, se intercambiaban manufacturas de sogas, tientos, lazos, botas y mantos en cuero, ponchos, matras, vinchas y fajas tejidas, así como una variedad de productos de procedencia europea: cuentas de vidrio, armas de metal, bebidas alcohólicas, tabaco, azúcar, ponchos ingleses, etc.
En esta zona confluían entonces extensas redes de intercambio que llegaban incluso hasta el actual Chile y a la sureña Patagonia, conectadas por las rastrilladas. Historiadores y antropólogos, como R. Mandrini y M. A. Palermo, sostienen que en las sierras bonaerenses y la llanura interserrana se había desarrollado, para comienzos del siglo XIX, un centro especializado en la producción pastoril. De hecho, las poblaciones indígenas que habitaban la región pampeana al sur del río Salado ocuparon ese espacio con un alto grado de independencia y autonomía, organizando el control territorial y los mecanismos de explotación y obtención de recursos desde una lógica de funcionamiento interna y a partir de la articulación de asentamientos semipermanentes, la movilidad estacional, las redes de caminos y las encrucijadas territoriales.
Este modo de ocupación del espacio, cuyas características son aplicables al período colonial y se extendieron hasta la segunda década del siglo XIX, estuvo ligado, indefectiblemente, a la explotación del ganado cimarrón y a la instalación y desarrollo de los asentamientos hispano-criollos. Sin embargo, a partir de 1820 comenzó un proceso de expansión territorial estatal de carácter en principio ofensivo (en base a campañas militares como las efectuadas por Martín Rodríguez, Juan Manuel de Rosas, etc), que estuvo precedido por un incipiente poblamiento hispano-criollo espontáneo. Esto ocasionó el desplazamiento hacia el sur y al oeste de las poblaciones indígenas pampeanas, con la consiguiente pérdida y reorganización territorial y la imposición por parte de Rosas de una única lengua indígena general “franca” para toda la region. Así, con el devenir secular fue concluyendo un tipo de ocupación del espacio posibilitada por la independencia relativa de las sociedades nativas y sus actividades económicas, aunque condicionada, indudablemente, por sus vínculos con la sociedad "blanca". Tales vínculos se basaban, entre otros elementos, en los intercambios comerciales y las actividades laborales, en el marco de relaciones interétnicas que incluyeron recíprocas influencias culturales.
La territorialidad de la comunidad "pampa" en el centro de la actual provincia de Buenos Aires se rastrea ya desde inicios del siglo XIX hasta finales del mismo, cuando la campaña militar efectuada por el general Roca, la mentada y mal denominada "campaña al desierto" (Nde. antes por Alsina y ambos bajo la presidencia de Avellaneda) significó la desestructuración física y cultural de las poblaciones originarias y el comienzo de su incorporación como minoría relegada dentro de la sociedad y el estado nacional argentinos. El establecimiento in situ de numerosos contingentes de "indios amigos” …
El universo femenino del arte textil
Los textiles han tenido y tienen, sin duda, una enorme importancia dentro de la economía de las sociedades indígenas de la región pampeana. En primer lugar, los productos de confección textil tuvieron una gran relevancia entre los intercambios mercantiles que se desarrollaron durante los siglos XVII al XIX, tanto al interior de los circuitos indígenas dentro de la región pampeana, el norte de la patagonia y la zona cordillera andina, como con la sociedad hispano-criolla. El "poncho pampa", en particular, fue un producto articulado al circuito comercial con el interior del espacio rioplatense durante la colonia y también un bien de prestigio, pues los de mayor calidad se convirtieron en prendas buscadas y exhibidas por personajes de la sociedad criolla que tuvieron un papel destacado en la interacción con los indígenas. A modo de ejemplo, basta mencionar los famosos ponchos del mismo gobernador de la provincia de Buenos Aires durante 1829-1852, Juan Manuel de Rosas, y de su sobrino Lucio V. Mansilla, quien había recibido el valioso obsequio del cacique Ranquel Mariano Rosas. A su vez, los ponchos confeccionados de forma menos elaborada en las tolderías se tornaron indispensables dentro de la indumentaria de los pobladores rurales, sin ser nunca superados por los ponchos importados de fabricación industrial (Nde. de Inglaterra y Francia). Pero más allá de su valor de uso doméstico o ceremonial y como bienes de intercambio, los diversos objetos confeccionados mediante la actividad textil constituyen una vía de expresión y comunicación simbólica, pues son vehículos de un antiguo lenguaje que encierra mensajes, historias, mitos y recetas, entre otros conocimientos. Las mujeres comprenden ese lenguaje y custodian su saber, siendo las encargadas de escribirlo en los tejidos para las generaciones futuras, así como de transmitirlo a su propia descendencia.
Conclusiones finales
La región del centro de la provincia de Buenos Aires fue habitada por poblaciones indígenas mucho antes de la instalación de los "indios amigos" (Nde. y otros pueblos vecinos “invitados” por el poder de turno) que se produjo durante el rosismo. De aquellas primeras bandas de cazadores-recolectores ancestrales (Querandies-Hets) que han llegado hasta nuestros días evidencias arqueológicas sobre su modo de vida, rituales, creencias y cultura material, que testimonian su interacción con el medio, así como con otros pueblos de regiones distantes (sic). A partir de la conquista española las tribus pampeanas reorganizaron sus actividades económicas, aprovechando el ganado introducido, dando un fuerte impulso a las actividades comerciales e incorporando nuevas prácticas, saberes y objetos a su vida cotidiana, a la vez que la sociedad hispanocriolla se transformó a lo largo de estos siglos de interrelación. Durante el siglo XIX, una vez producida la revolución independentista, se produjo una diversidad de situaciones entre los pueblos indígenas y las autoridades criollas. Así, algunas tribus mantuvieron su autonomía política y territorial mientras otras negociaron nuevas relaciones con el estado provincial porteño, como los "indios amigos"
Por: Sergio Smith
NACION QUERANDI MEGUAY
Compartió: vestigios tehuelches
Fragmento de: Los "Pampas" de Azul y Tapalqué desde sus orígenes hasta hoy - Una mirada al universo femenino del arte textil
Por: Dra. Victoria Pedrotta - (CONICET/ INCUAPA-UNICEN/ Fundación Azara-U. Maimónides)
Dra. Sol Lanteri - (CONICET/ Instituto Ravignani-UBA)
domingo, 19 de mayo de 2024
Chaco: Guerrero chaqueño
La mirada de un guerrero chaqueño
(Fotografía tomada aproximadamente en 1890)
Dicen que los ojos son el espejo del alma. En la fotografía, aparece un Cacique "Toba Maskoi" con todo su atavío de guerra. Su mirada y su porte transmiten toda la fuerza y la bravura de un guerrero chaqueño.
LOS TOBA MASKOI..
Los maskoy o toba-maskoy, llamados también kylyetwa iwo, toba-lengua y machicuí, toba de Paraguay, quilyilhrayrom o cabanatit, son un pueblo indígena del Chaco Boreal en Paraguay, distribuido principalmente en el departamento Alto Paraguay.
Junto con los Angaité, los maskoy se autodenominan como Enenlhet.
De acuerdo al Censo Indígena 1995 son 4117 individuos. De acuerdo a los resultados del III Censo Nacional de Población y Viviendas para Pueblos Indígenas de 2012 en Paraguay viven 2817 toba maskoy, de los cuales 1411 en el departamento de Alto Paraguay y 1406 en el departamento de Presidente Hayes.
Su lengua (denominada enenlhet apayvoma o tova apayvoma) pertenece a la familia Lengua-Maskoy. Esta familia lingüística está conformada por 6 lenguas:
Angaité (enenlhet)
Guaná (vana, enlhet o kaskiha)
Enlhet
Enxet
Sanapaná (Nenlhet)
Toba-maskoy (Enenlhet)
El número total de hablantes se estima en 2500 individuos. Muchos maskoy han adoptado el castellano o el plautdietsch (una variante del alemán hablada por las comunidades menonitas del Chaco Boreal).
En 1987 el gobierno paraguayo (a instancias de la Conferencia Episcopal Paraguaya y otras organizaciones) expropió 30 000 hectáreas de tierra pertenecientes a la empresa Carlos Casado S. A., en la zona llamada "Riacho Mosquito", cerca de Puerto Casado, las cuales fueron entregadas en propiedad a cinco comunidades maskoy. El vicariato apostólico del Alto Paraguay asumió la administración de las tierras.
En la zona de las fábricas de tanino de Puerto Victoria se ha desarrollado una lengua sincrética denominada en inglés Maskoy pidgin, formada por aportes de los idiomas: lengua, sanapaná, angaité, guana y toba-maskoy.
Fuente Bibliográfica: Los pueblos Indígenas del Paraguay, José Zanardini.
"La Historia del Paraguay", Diario ABC Color, Capítulo 1 Fascículo 2.
RECOPILACIÓN Y RELATO: Gustavo Avalos
La fotografía fue tomada a fines del siglo XlX, aproximadamente en 1890.
sábado, 20 de abril de 2024
Tierra del Fuego: Ramón Lista, sus masacres y su conversión final
Ramón Lista: el prestigioso naturalista, responsable de una atroz masacre de onas y su sorprendente conversión
Personaje por demás controvertido de la historia, fue el responsable de una de las primeras masacres de pueblos indígenas. Eximio naturalista y geógrafo, Experimentó una suerte de conversión que llevó a defender la existencia del indígena
Ramón Lista era oficial mayor del departamento de Marina cuando en 1886 fue designado por el gobierno para explorar la parte argentina de la Tierra del Fuego, en un área comprendida entre el cabo Espíritu Santo al norte y la bahía Aguirre al sur.
Había nacido en Buenos Aires el 13 de septiembre de 1856, su abuelo había sido un militar de renombre en las guerras de la independencia y en las luchas civiles. Como integrante de la Sociedad Científica Argentina realizó diversas expediciones tanto al sur, como cuando recorrió el río Santa Cruz o bien cuando estudió el territorio misionero. En Europa había profundizado sus estudios de ciencias naturales y geografía.
En esta expedición fue nombrado su ayudante el cirujano de segunda clase de la Armada Polidoro Segers y fue asistido por una escolta de 25 soldados, comandados por el capitán de caballería José Marzano. Completaba el grupo el cura salesiano José Fagnano, fundador y director de la misión en Carmen de Patagones. En noviembre de 1883, elevado a la categoría de monseñor, el religioso había sido nombrado por la Santa Sede Prefecto Apostólico de la Patagonia Meridional, Tierra del Fuego y Malvinas.
El 31 de octubre zarparon en el vapor Villarino, que estaba al mando del capitán de fragata Federico Spurr. Completaba el pasaje algunos que desembarcarían en Chubut. El 2 de noviembre distinguieron la torre de la iglesia de Mar del Plata, luego hicieron una escala en el río Negro y cuando entraron a Santa Cruz, comprobaron que el paisaje no había cambiado con el correr de los años, y que se veía la misma soledad y la ausencia de vegetación.
A Río Gallegos la llamaban “la California del sud” por los buscadores de oro que se aventuraban en sus tierras en la búsqueda del precioso metal. El 20 de noviembre pusieron proa al destino final. Al día siguiente llegaron a la bahía de San Sebastián, ubicada en el norte de la isla de Tierra del Fuego.
Por un lado desembarcó el capitán Marzano con diez hombres y seis mulas, mientras que en una lancha a vapor lo hizo Lista, llevando víveres y equipos. Segers y Fagnano quedaron a bordo para supervisar la descarga y el desembarco de unas cincuenta ovejas que habían llevado para tener carne fresca.
Eligieron un pequeño cañadón para levantar el campamento. La gran incógnita la representaban los indígenas, de los que poco y nada se sabía. Sobraban los comentarios y las habladurías entre el grupo de hombres, que decían que los selk’nams se comían a las viejas, que eran enanos con cola y que vivían bajo tierra.
Con el correr de las horas, algunos de ellos se hicieron ver pero enseguida corrían ante la presencia de los centinelas. En una de esas corridas, incendiaron el pasto para cubrir su huida. Por precaución, se mandó cargar las armas, según el relato que dejó escrito el propio Lista.
Mientras tanto, continuó la descarga de unos 80 o 90 cajones con víveres, provisiones y enseres.
El fatídico 25 de noviembre, Lista dispuso que había que conocer el lugar donde vivían los indígenas. A las siete de la mañana salió junto al capitán y diez soldados. Demoraron dos horas de marcha, a veces al paso y otras al trote, para dar con la toldería.
Era evidente que los indígenas los habían visto y habían escapado, porque no había nadie, aunque los fuegos estaban encendidos. Uno de los soldados, expertos en seguir rastros, dio la posición donde estaban, justo detrás de una loma, a unas tres leguas de la bahía.
Cuando llegaron al lugar, los naturales volvieron a escapar y dejaron a un bebé, que los soldados colocaron sobre la grupa de una mula.
Cuando los soldados los alcanzaron, los indígenas estaban protegidos, formando un semicírculo. Según Lista, fueron recibidos por una lluvia de flechas. Ordenó no responder el ataque, aunque dispuso disparar sin dirección.
La reacción provocó una nueva andanada de flechas, una de las cuales hirió a un soldado cerca de su tetilla izquierda. Los indígenas volvieron a ocultarse.
La noche se acercaba y Lista pretendía terminar con la amenaza que suponía para el campamento este grupo de selk’nams, y decidió atacarlos. A la izquierda estaba el capitán con tres soldados, al centro él mismo, y a la derecha el resto de los hombres.
En la arremetida, el capitán resultó herido en la cabeza por una flecha pero continuó avanzando. Las descargas de las carabinas fueron letales: en instantes resultaron muertos 28 indígenas, entre ellos se distinguía un hombre de cuerpo atlético, que Lista dedujo que era el jefe.
Dijo haber hecho nueve prisioneros, a los que hizo embarcar para enviarlos a Buenos Aires. Eran tres mujeres y seis niños.
Dos días después le escribió una carta al presidente Miguel Juárez Celman. A pesar de la gravedad del hecho vivido, comenzó describiendo el paisaje fueguino y se lamentó que “la existencia de oro parece problemática” y que “hasta ahora no hallé ni una sola pajilla de ese metal”.
Luego describió el combate “que tuve que librar con diez hombres contra cuarenta salvajes ocultos en los matorrales”, “a pesar de nuestras demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos arrojándonos un enjambre de flechas”.
Admitió haber matado a 26, “todos de estatura gigantesca y de corpulencia similar a los tehuelches”.
Fagnano le protestó airadamente y le recriminó que con persuasión y paciencia podrían haber llegado a un acuerdo con los nativos. Lista amenazó con fusilarlo.
Lo anteriormente descripto fue escrito por el propio Lista en su libro “Viaje al país de los onas – Tierra del Fuego”, que dio a conocer en 1887. Estaba convencido de que los fueguinos eran antropófagos y que si eran capturados sostenía que hubiesen sido degollados o torturados.
La otra versión era mucho más cruel. En la expedición de Lista por localizar a los aborígenes, cuando los encontraron, dio la orden de disparar. Y que cuando creyeron haber matado a todos, encontraron a uno oculto en los pastizales y lo remataron de 28 tiros.
La expedición finalizó a fines de enero del año siguiente. Cuando volvió a Buenos Aires, ni él ni sus soldados sufrieron castigo alguno. Fue nombrado en 1887 gobernador de Santa Cruz, cargo que ejerció hasta 1892. Ocupó gran tiempo en explorar la región.
Lista sería el fundador de la Sociedad Geográfica Argentina y era un verdadero apasionado por la ciencia. Escribió varios libros y trabajos sobre arqueología, antropología y ciencias naturales.
Con el correr del tiempo fue cambiando su visión sobre el indígena, cuando opinaba que era una “raza degradada, que seguramente ocupa el bajo nivel entre todos los pueblos salvajes”. En su estancia en el sur había formado familia con Koila, una mujer tehuelche. Aprendió a entenderlos, a estimarlos y a valorarlos, al punto de escribir un libro sobre ellos “Los tehuelches, una raza que desaparece”, editado en 1894.
En Buenos Aires permanecía su esposa Agustina Pastora Andrade, la hija del poeta Olegario Víctor Andrade, con quien se había casado en 1879 en la iglesia de San Ignacio. Tenían dos hijas.
Por un tiempo acompañó a su marido en las lejanas tierras del sur, pero luego decidió regresar a Buenos Aires cuando, al parecer, ella se enteró de la amante de su marido y de la existencia de una hija, Ramona Cecilia, a la que le ha dado su apellido.
Su esposa terminó su vida con un tiro en el pecho. El presidente Carlos Pellegrini lo hizo llamar a Buenos Aires y debió dejar la gobernación. Sus viejos amigos y personajes influyentes lo abandonaron y fueron inútiles sus esfuerzos por conseguir trabajo. En 1896 encaró una expedición al chaco salteño y el 23 de noviembre de 1897 apareció muerto de un tiro, que no se supo si fue un suicidio o si alguno de los baqueanos que lo acompañaban lo asesinaron para robarle.
Sus amigos de la Sociedad Geográfica Argentina se ocuparon de traer sus restos a Buenos Aires y fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta, con la asistencia de lo más granado de la sociedad.
Desde 1992, el 25 de noviembre, cuando se perpetró la primera masacre de nativos de la isla de Tierra del Fuego, se conmemora el día del Indígena Fueguino.
domingo, 7 de abril de 2024
Conquista del desierto: El imperio de las Pampas
El Imperio de las Pampas
La Voz de la Historia
Veamos lo que dice al respecto el coronel Juan Carlos Walther en su libro La Conquista del Desierto, Tomo II, editado en Buenos Aires por el Círculo Militar, año 1948 (p. 170):
En este lugar (por Carhué), más tarde se levantó el fuerte General Belgrano, con asiento del comando de la división Carhué o Sur.
Se esperaba que los indios opusieran una enérgica resistencia a la ocupación de esta zona, dada la privilegiada situación y por haber sido la residencia tradicional de las tribus de Calfucurá, pero no fue así; por el contrario, establecieron sus toldos escondidos en los montes al oeste de la nueva frontera, situándose en Chiloé (Namuncurá) y en Guachatré (Catriel).
El Dr. Adolfo Alsina, ex vicepresidente de la Nación, por entonces Ministro de Guerra, confirma tales palabras en su arenga a las divisiones Sud y Costa Sud del Ejército en operaciones, el 23 de abril de 1876, luego de ocupada la zona, que comprendía también Guaminí, Arroyo Venado y Cochicó.
Sin penurias, sin peligros y sin avistar un solo enemigo, habéis tomado posesión, el día de hoy de Carhué, baluarte de la barbarie.
En cuanto a Namuncurá, a principios de 1877 solicitó la paz, prometiendo no robar ni dejar a otras tribus siempre que el gobierno le pasara subsistencias necesarias para vivir. Más que nada exigía la devolución de Carhué, alegando que a su propiedad no podía renunciar “sin quebrantar un mandato de Calfucurá moribundo.
emboscó a los boroganos en Masallé provocando una gran matanza entre ellos y matando personalmente a sus jefes, los caciques Rondeao y Melín, quienes habían asesinado a su señor.
Cacique Namuncurá
Parecía inevitable la guerra civil pero a último momento el consejo de ancianos, fuertemente influenciado por la princesa Callaycantu Curá, hija del difunto emperador y hermana de los pretendientes, declaró incapaz a Millaquecurá y confirmó a Namuncurá como sucesor.
El ocaso de una nación
El flamante soberano intentó cumplir la voluntad de su padre llevando la guerra a territorio bonaerense, pero el arrollador avance del hombre blanco, con sus cañones y sus flamantes fusiles Remington, lo obligaron a entablar una lucha defensiva destinada a preservar lo que quedaba del inmenso imperio.
Namuncurá fue testigo del desmoronamiento de su nación con el avance de las tropas del general Levalle y las rebeliones de varios de sus vasallos, entre ellos Pincén y Catriel (1875). Derrotado en Chiloé y Lihué Calle, abandonó sus toldos buscando alcanzar la cordillera, donde vivió huyendo hasta 1884, cuando agotadas las reservas y extenuados sus guerreros, se vio forzado a capitular.
Un linaje del desierto
En Chimpay, pequeño poblado situado seis leguas al oeste de Choele Choel, en Alto Valle del Río Negro, Namuncurá levantó su campamento y se estableció con lo que quedaba de su tribu. En ese lugar, suerte de reducción en la que el gobierno de Buenos Aires concentró a los restos de la otrora poderosa nación, vendría al mundo el sexto de su doce hijos, Ceferino, nacido el 26 de agosto de 1886, fruto de su relación con Rosario Burgos, una mestiza chilena secuestrada durante un malón sobre ese país.
Que el niño pertenecía a un linaje real lo prueba su frondoso árbol genealógico. Hijo y nieto de emperadores, bisnieto de uno de los caciques que había ayudado a San Martín en la campaña libertadora de Chile y sobrino nieto de Antonio Namuncurá y el poderoso Renquecurá, señor de los pehuenches que tuvo sus toldos en Picún Leufú y sus invernadas en Catán Lil, provincia de Neuquén (ambos hermanos de su abuelo), era a su vez, sobrino de una miríada de príncipes, consejeros y soberanos menores como los caciques, Melicurá, Cutricurá, Cayupán y Bernardo Namuncurá, célebre éste último por haberle salvado la vida al Padre Salvaire, artífice de la gran basílica de Luján. A ese clan pertenecía también el primogénito, Millaquecurá, declarado incompetente por el consejo tribal y Reumaycurá, suerte de comandante de la guardia pretoriana del cacique Namuncurá.
La Conquista del Desierto marcó el fin de las naciones aborígenes
Beato Ceferino Namuncurá
Desde pequeño, Ceferino dio señales de santidad. Cierto día se hallaba con su madre a orillas del río cuando, repentinamente, cayó al agua. La corriente, muy fuerte en ese momento, comenzó a arrastrarlo y alejarlo a gran velocidad ante la desesperación de doña Rosario. Sin embargo, cuando ya se lo daba por muerto, fue depositado mansamente en la costa, de donde su padre lo rescató.
Fue un día que viendo al cacique abatido y preocupado, Ceferino se le acercó y le dijo. “Papá, ¡como nos encontramos después de haber sido dueños de toda esta tierra! Estamos sin amparo, ¿Por qué no me envía a Buenos Aires a estudiar?...así podré un día, ser útil a mi raza”.
Al llegar al Colegio Pío IX, Ceferino fue recibido por Monseñor Juan Cagliero quien a partir de ese instante, se convirtió en su consejero y protector. Ceferino comenzó a estudiar y lo hizo intensamente, ignorando las burlas de las que era objeto de parte de unos pocos compañeros, por su condición de mapuche. Sin embargo, al cabo de un tiempo logró conquistarlos, lo mismo a sus profesores, quienes veían en él a un muchacho serio y responsable. Llamaban la atención el tiempo que pasaba rezando en la capilla, su excelente conducta y su voz para el canto.
Vida espiritual
Ceferino fue bautizado por el padre Melanesio durante su viaje de Neuquén a Choele Choel quedando su partida asentada en Carmen de Patagones, en el extremo sur de la provincia de Buenos Aires.
El 8 de septiembre de 1898, siendo alumno del Pío IX, el joven mapuche tomó su Primera Comunión y el 5 de noviembre de 1899 recibió la Confirmación de manos de Monseñor Gregorio Romero. Algún tiempo después, experimentaría una enorme alegría cuando Monseñor Cagliero, el gran apóstol de la Patagonia, suministró a su padre la Primera Comunión y la Confirmación, oportunidad en la que, pleno de gozo, exclamó: “Yo también, como Monseñor Cagliero, seré salesiano e iré con él a enseñar a mis hermanos el camino del Cielo”.
Vocación sacerdotal
Y es que el pequeño príncipe de las pampas era un alma enamorada de Dios y de la Santísima Virgen a quienes deseaba servir fervorosamente e interceder ante ellos en favor de su pueblo.
Fue entonces que Monseñor Cagliero creyó conveniente enviarlo a Viedma y ponerlo al cuidado del RP Evasio Garrone, director del Colegio San Francisco de Sales. Ceferino hizo el viaje por mar, bastante enfermo, y a poco de llegar conoció y trabó amistad con el beato Artémides Zatti, enfermero y laico coadjutor italiano radicado en aquella ciudad que, como el recién llegado, padecía tuberculosis.
Ceferino junto a su mentor, monseñor Juan Cagliero
Viaje a Italia
En 1904 Monseñor Cagliero decidió llevar a Ceferino a Italia. A esa altura el muchacho tenía la salud muy deteriorada, hecho que percibieron sus compañeros del Colegio Pío IX cuando lo vieron llegar. Allí pasó unos días hasta el 19 de julio, cuando zarpó en el vapor “Sicilia” que después de un mes de travesía, recaló en Génova.
Junto al Papa Pío X
En Turín, se alojó en el gran Colegio Valdocco, junto a la basílica de María Auxiliadora, el mismo donde estudiaron Domingo Savio y San Luis Orione. Allí conoció al beato Miguel Rúa, sucesor de Don Bosco, encuentro providencial que sacudió lo más íntimo de su ser.
“También me aplaudieron y gritaban ¡Viva el príncipe Namuncurá! Si le digo esto no es porque me haya enorgullecido, sino porque somos amigos”, le escribió a su compañero Faustino Firpo, el 24 de agosto de 1904.
El 19 de septiembre Monseñor Cagliero lo llevó a Roma. Ocho días después, Ceferino vivió la mayor experiencia de su vida al ser recibido por San Pío X en persona. Expresándose en perfecto italiano, el joven aborigen le obsequió al Pontífice un quillango de guanaco, atención que aquel retribuyó con sanos consejos y su bendición, para él y su pueblo. Lo increíble de aquella entrevista fue que, cuando todos se retiraban, el Santo Padre mandó llamarlo nuevamente y en las dependencias donde tenía su escritorio, volvió a saludarlo, mucho más paternalmente y le obsequió una medalla de oro como recuerdo de su visita.
Sus últimos días
Allí falleció el 11 de mayo de 1905, a las seis de la mañana, entregando su alma al Creador después de sus oraciones.
La noche anterior, había llamado a un sacerdote para pedir por el muchacho que ocupaba la cama contigua: “Si supiera Ud. cuanto sufre. De noche no duerme casi nada. Tose y tose”. En realidad, él estaba peor, pero solo pensaba en el prójimo, es decir, en las almas necesitadas de consuelo. Su cuerpo fue conducido al cementerio de Roma, donde permaneció enterrado hasta 1924, cuando regresó a su tierra natal.
El beato Ceferino
El martes 15 de mayo, durante la sesión de la Congregación para las Causas de los Santos, se aprobó por unanimidad el milagro atribuido a Ceferino en el año 2000. Una mujer cordobesa de 24 años de edad, afectada por cáncer de útero, no solo se curó sino que, tiempo después, logró concebir.
Al cabo de cuatro años de estudió, altas fuentes de la Iglesia indicaron que la consulta médica de la Congregación había dictaminado que desde el punto de vista clínico, la curación era inexplicable.
Aprobado el decreto del milagro, S.S. Benedicto XVI determinó la fecha de beatificación, 11 de noviembre de 2007, acontecimiento celebrado en todo el país.
De esa manera, la orgullosa dinastía de los Piedra, aquella que forjó el poderoso imperio de las pampas e hizo temblar al hombre blanco durante décadas, le dio a la Iglesia Católica un nuevo santo.
El coronel Ramón Lista llevó a cabo feroces matanzas en Tierra del FuegoLa masacre de aborígenes continuó bien entrado el siglo XX. En la imagen restos de indios asesinados en Rincón Bomba, provincia de Formosa, durante el primer gobierno de Perón, más precisamente en el mes de octubre de 1947