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jueves, 1 de diciembre de 2016

¿Es Trump el Juan Manuel de Rosas yanqui?

¿Hay conexión entre el populismo argentino y el de Trump?
Por Rosendo Fraga  Infobae



La revista estadounidense Slate eligió caracterizar a Donald Trump como Juan Manuel de Rosas, en un artículo que lo califica de populista latinoamericano

El intelectual mexicano Enrique Krauze escribió en Slate que el candidato republicano representa la irrupción del clásico populismo latinoamericano, con raíces en el caudillismo del siglo XIX

Un medio estadounidense tiene la saludable costumbre de convocar a personalidades extranjeras para que opinen sobre los cuestiones de los EEUU. En la última semana de setiembre, lo hizo con el ensayista mexicano Enrique Krauze, un crítico del modelo de "partido hegemónico" del PRI, para analizar el fenómeno del populismo que representa Donald Trump.

La visión de este destacado intelectual mexicano es que el candidato republicano representa en los EEUU la irrupción del clásico populismo latinoamericano.

Cuando se habla de este fenómeno político en el siglo XX, el caso más característico que suelen presentar los académicos estadounidenses, es el de Juan Perón en Argentina. Por esta razón, no es tan sorprendente que el título del artículo sea "no llores por mí, América", con referencia a la ópera Evita que fue muy popular en Europa y en los Estados Unidos en las últimas décadas del siglo pasado.

Cuando Krauze habla del populismo latinoamericano, los casos más importantes que menciona son el ya mencionado de Juan Perón en Argentina y el de Getulio Vargas en Brasil, quienes fueron electos varias veces en sus respectivos países. Cabe recordar que el primero gobierna cuando en España lo hace Francisco Franco y el segundo cuando Portugal vive la larga dictadura de Oliveira Zalazar.

 Para Krauze, en el siglo XXI, Chávez es la figura más característica de la tradición populista latinoamericana
Krauze sostiene también que, antes de girar al marxismo, el cubano Fidel Castro se insertaba en esta tradición populista latinoamericana y que Chávez ha sido la figura más característica de ella en los comienzos del siglo XXI.

Lo que ve de identitario entre Trump y estos líderes populistas se resume en varios rasgos: el egocentrismo, la concentración del poder en el Ejecutivo en desmedro del Poder Judicial y el Legislativo, la pretensión de ejercer el poder sin límites, el cuestionamiento de las élites,  la exaltación del nacionalismo y la subestimación de la economía.

Pero también explica que este populismo latinoamericano, tiene sus raíces en el siglo XIX, cuando la colonización ibérica y su cultura, convergieron con una ruptura política que, ante el vacío de poder emergente, generó el poder de "los caudillos", que lo ejercieron en forma autoritaria, con semejanzas a los líderes populistas del siglo XX en la región.

 Rosas y Porfirio Díaz son los caudillos más característicos del siglo XIX
Los dos "caudillos" latinoamericanos más característicos que menciona del siglo XIX, son Juan Manuel de Rosas en Argentina y Porfirio Díaz en México. Ambos estuvieron en el poder durante aproximadamente dos décadas en sus respectivos países.

En una lista más ampliada, menciona también a otro argentino: Facundo Quiroga.

La Argentina es presentada así, como caso característico del populismo latinoamericano tanto en el siglo XIX como en el XX, y quizás por eso, para ilustrar la nota, se eligió una imagen de la cara de Trump montada sobre la iconografía de Rosas más difundida, aquella en la que luce su uniforme de Brigadier General, con un alto cuello dorado y la banda colorada cruzada sobre el pecho, con el color rojo punzó que identificaba su partido, el federal.

También es claro que resulta más impactante el uniforme que usaba Rosas, que el traje de Getulio Vargas o el uniforme más austero de Porfirio Díaz al estilo fines del siglo XIX y que a ello contribuye también la profusión del dorado y el colorado que dominan la imagen rosista.

 Por primera vez en la historia, la cultura populista ha penetrado en el mundo anglo-sajón
La interpretación de Krauze, que cita entre otros a investigadores estadounidenses del populismo latinoamericano como Richard M. Morse, es interesente y seductora, pero puede pecar de ver el mundo desde América Latina.

La realidad es que. por primera vez en la historia, la cultura populista ha penetrado en el mundo anglo-sajón. Es que al mismo tiempo que Trump logra la candidatura republicana, se impone el Brexit en el Reino Unido.

El lema de "América primero", es el mismo grito de "Gran Bretaña primero", que pronunció el asesino de una legisladora británica anti-Brexit y pro-inmigración, días antes del referéndum británico.

El populismo en sus diversas variantes de autoritarismo, ha existido en los pueblos latinos, germanos y eslavos entre los siglos XIX y XXI. Napoleón, Mussolini y Putin, son casos elocuentes y en el extremo se encuentra los totalitarismos de Stalin y Hitler.

 Siempre fueron los anglosajones quienes articularon las coaliciones globales que impidieron a los populistas autoritarios dominar el mundo
Frente a ellos, siempre fueron los anglosajones quienes articularon las coaliciones globales que les impidieron dominar el mundo y lo hicieron con una visión ideológica enfrentada a ellos.

El punto es que el surgimiento de Trump se da cuando el mundo se ve afectado en forma simultánea por un fuerte sentimiento "anti-política", que por lo general va acompañado de nacionalismo, proteccionismo y un sentimiento contrario a la inmigración.

La paradoja es que cuando el populismo como cultura política avanza no sólo en EEUU y Europa sino también en algunos países del Asia,- es el caso de Filipinas hoy,- América Latina pareciera salir de esta tendencia, con el triunfo de Mauricio Macri en Argentina, la derrota del Chavismo en la última elección legislativa, el fracaso de Evo Morales en el referéndum para tener un cuarto mandato consecutivo, la situación similar que enfrenta Correa en Ecuador, la victoria de Kuckzinski en Perú y la destitución de Dilma Rousseff en Brasil.


El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

martes, 29 de noviembre de 2016

USA: ¿Juan Manuel de Trump?

No llores por mí, América

Olvídate del muro. El atractivo de Donald Trump es el libro de texto del populismo latinoamericano.

Por Enrique Krauze - Slate

Donald Trump es más latinoamericano de lo que te das cuenta.
Ilustración de la foto por la pizarra. Foto de Gary Gershoff / Getty Images para Cantor Fitzgerald.

Este artículo forma parte de una serie publicada en colaboración con la revista mexicana Letras Libres.

"Es importante sentirte ser el pueblo, amar, sufrir, disfrutar de tus placeres como el pueblo". -Eva Perón

Francis Fukuyama escribió recientemente que "el populismo es el sello que las élites políticas atribuyen a las políticas apoyadas por los ciudadanos comunes que no les gustan". El término tiene diferentes significados, o al menos armónicos, en diferentes regiones del mundo y en diferentes Tradiciones políticas. En mi parte del mundo, América Latina, por lo general implica un gobierno autoritario centrado en torno a un líder carismático que afirma ser capaz de resolver personalmente todos los problemas sociales y económicos. Ha sido un defecto endémico en la historia y el gobierno latinoamericanos.

El líder populista latinoamericano arenga a su pueblo (o al suyo en el caso de la Argentina peronista) contra los que "no son nuestro pueblo". Proclama el amanecer de una nueva historia y promete el advenimiento del cielo en la tierra. Una vez en el poder, con el micrófono en la mano, instala un patrón de mentiras sistemáticas, decreta que su verdad oficial es la única verdad, inventa a los enemigos externos para culpar a sus propios fracasos, desarticula la economía, alimenta el odio entre clases, razas u otros grupos , Mantiene una movilización continua de las masas, desprecia los parlamentos y los jueces, manipula las elecciones, persigue la prensa y los medios de comunicación y destruye las libertades civiles.

Ahora, desgraciadamente, Estados Unidos parece haber contraído una forma de este virus potencialmente letal. Por todo lo que él quiere literalmente alejar a los Estados Unidos de las supuestas amenazas económicas y de seguridad a su sur, Trump es en realidad muy en la tradición del populismo latinoamericano.

Esta particular variedad latinoamericana de populismo que Trump encarna no sólo es ajena, sino directamente opuesta a las tradiciones políticas de los Estados Unidos de América (aunque no de la Alemania de Hitler o de la Italia de Mussolini). Vale la pena considerar por qué nuestra región en particular ha sido tan receptiva a ella.

El paradigma del populismo latinoamericano en su forma más peligrosa es ejemplificado por el reinado de Juan Perón y su esposa Eva en la Argentina del siglo XX y más recientemente en la evolución del fallecido Hugo Chávez en Venezuela: líderes carismáticos que arruinan las economías de sus países , Que polarizan a la sociedad al incitar al odio, y que utilizan el proceso democrático para subvertir la democracia misma. Los resultados desastrosos de esta tradición están en exhibición en la actual Venezuela, el país más rico en petróleo del mundo, donde la gente está muriendo de hambre y carece de servicios médicos elementales bajo el gobierno del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro.

El historiador americano Richard M. Morse ha ofrecido lo que considero la mejor respuesta a esta pregunta en su libro El Espejo de Próspero, nunca publicado en inglés. Morse argumentó que el colapso del imperialismo español a principios del siglo XIX dejó un vacío de poder y una necesidad de legitimidad, y las elites educadas de América Latina se dividieron entre dos opciones: mantener la estructura política que prevaleció bajo el colonialismo, aunque bajo el liderazgo De un monarca local en lugar de un monarca extranjero, o revocar este sistema y adoptar (sin experiencia o precedente) la democracia republicana. En lugar de elegir, optaron por un compromiso entre los dos, fragmentando el poder central en varias hegemonías regionales y fortaleciendo a los caudillos carismáticos que habían surgido en las guerras de independencia.

Una nueva generación de líderes como José Antonio Páez en Venezuela, Facundo Quiroga en Argentina y Antonio López de Santa Anna en México surgieron para llenar el vacío, basando su legitimidad en su valor personal, su imponente presencia física, su carismática atracción.

Pero el puro carisma no podía construir un estado legítimo. Maquiavelo reconoció que "el príncipe" tenía que gobernar a través de "leyes que ofrecieran seguridad al pueblo". Esta necesidad fue entendida, pero resultó, a través de casi toda América Latina, en una marca peculiar de legitimidad constitucional, bastante alejada de la democracia liberal Y arraigada en costumbres antiguas, principalmente la tradición del Estado paterno español.

Según Morse, esta tradición, influenciada por las ideas de Santo Tomás de Aquino, ha sido la base esencial para la cultura política de América Latina, una noción paternal de política donde el Estado es visto como "un cuerpo místico" con una figura paternal Como la cabeza que ejerce plenamente el "poder dominante".

Un componente crucial de esta tradición es la afirmación de que el papel del "pueblo" es menos delegar poder a los representantes que regalarlo a un centro patrimonial-rey, virrey, dictador o presidente- que organiza la energía social a través de arreglos corporativos y Su propio carisma. El líder promete, en efecto, que "yo solo puedo arreglarlo". Este regalo es casi total e imposible de revocar a través de medios pacíficos. Si el líder resulta ser un tirano, la única manera de revocar su autoridad es el tiranicidio.

Numerosos casos validan esta interpretación de la cultura política latinoamericana del siglo XIX: Simón Bolívar en sus últimos días (cuando llamó a la institucionalización de un mandato vitalicio para el cargo de presidente), Diego Portales en Chile, Antonio Guzmán Blanco en Venezuela, Juan Manuel de Rosas en Argentina y Porfirio Díaz en México.

En el siglo XX, inspirado directamente por el fascismo italiano y su control de las masas a través de los medios de comunicación (así como por supuesto a través de la violencia patrocinada por el Estado), el "caudillismo" patriarcal se transformó en populismo latinoamericano. Getúlio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina, y algunos de los presidentes del Partdio Revolucionario Institucional mexicano durante su largo período de gobierno de partido único son ejemplos claros. Fidel Castro, al principio, era un caudillo populista y su dictadura, absoluta y hereditaria, se debe tanto al patrón antiguo de la monarquía española como al marxismo. Hugo Chávez encajaba aún más en el análisis de Morse. Fue un líder carismático que prometió redimir a su pueblo, ganó a través de elecciones, y luego se apropió de todo el aparato económico, burocrático y represivo del Estado, canceló la división de poderes, sofocó las libertades y movió su país incansablemente hacia la instalación de una dictadura.

En contraste con muchos movimientos populistas latinoamericanos, Trump ha demostrado ser un egomaníaco deliberadamente ignorante, poco interesado en el bienestar social general del pueblo, sólo capaz de caminar narcisista y apela al odio y al miedo. Pero donde más se asemeja a un populista latinoamericano está en su extrema autoinflación, su llamado a la aceptación irreflexiva del supuesto poder de su personalidad; Su capacidad para mantener a Estados Unidos a salvo de los peligros del terrorismo, de los mexicanos, de los chinos, de cualquier área de paja que pueda utilizar para generar odio y apoyo a propuestas económicas irreflexivas que en realidad sólo pueden beneficiar a los muy ricos; Sus promesas de que bajo su dirección, Estados Unidos "ganará tanto, incluso se cansará de ganar". Promete traer al poder con él (como hacen muchos gobiernos populistas) en forma de una verdadera galería de familiares y políticos Incompetentes (hacer el trabajo real ya que se imagina a sí mismo como el director general director).

En caso de ser presidente, existe el peligro de que las peores características del populismo latinoamericano se fusionen con las características de otro tipo prototípico de gobierno latinoamericano, nuestras dictaduras militares absolutamente asesinas, como las de Argentina y Chile en los años 70 y 80 Del siglo pasado, despejando el camino para una aplicación viciosa de la violencia estatal y maligna. Ya hay bastante evidencia de cómo él y sus partidarios se han conducido durante esta campaña para justificar este miedo.

El populismo latinoamericano, tanto en sus variedades de derecha como de izquierda, ha entrado en su fase final en la propia América Latina, pero es una gran paradoja que una forma de ella (menos cualquier cosa que valga la pena en la tradición) Con la campaña Trump. Sólo podemos esperar que no triunfe. Y si la desgracia de su éxito electoral se produce, esperemos que las leyes y las instituciones puedan bloquear su progreso antidemocrático y su desprecio por la verdad.