martes, 3 de septiembre de 2024
martes, 26 de marzo de 2024
viernes, 21 de julio de 2023
miércoles, 12 de julio de 2023
Argentina: Inicia el descenso al infierno peronista
El peronismo y la corrupción en la gestión
El tirano delincuente sexual
Al asumir Perón la presidencia, existía una reserva de oro y de divisas sin precedentes, que llegaban a los 1.600 millones de dólares. Además de la permanente perspectiva de altas ganancias provenientes de una Europa ávida de las exportaciones agrícolas argentinas.
Alentado por la favorable situación económica internacional, Perón comprometió a su administración a un elevado presupuesto destinado a trasformar la economía, ampliar los programas de salud pública y bienestar social, y fortalecer la defensa nacional.
En octubre de 1946, el presidente anunció al pueblo el lanzamiento del Plan Quinquenal. Aunque el Plan incluía medidas en cuanto a la reorganización administrativa, judicial, y educacional, y en cuento a promover la inmigración, su objetivo principal era promover la veces que al tomar tal decisión Perón demostraba el influjo de los militares sobre su gobierno, y el peso de su propia condición de miembro del ejército. Un diplomático extranjero escribió en 1948:
Aunque los intereses militares tuvieran peso en la promulgación del Plan Quinquenal, y si bien estos participaron en los estudios preliminares del mismo, el Plan correspondía a la política económica de Perón de dejar atrás la llamada “dependencia económica” en el extranjero.
El Plan, sin embargo era impreciso en dos cuestiones vitales: ¿Cual sería el costo total? y ¿como se lo financiaría? El Plan mencionaba una serie de cifras, consideradas estimativas para los costos de organización e inversión para el periodo 1947-1951, y que llegaban a la suma total de 6,66 billones de pesos, o 1,270 millones de dólares. Pero este total excluía la adquisición de equipos, y fábricas militares destinadas a servicios del Ejército; también omitía toda suma destinada a la salud pública y a los programas de construcción de viviendas.
Tampoco informaba sobre las recientes compras de servicios públicos a empresas extranjeras, como la Unión Telefonica, de capitales norteamericanos, que significó un costo de 419 millones de pesos; la adquisición de los ferrocarriles de propiedad francesa por 183 millones de pesos y la operación mayor, la compra del sistema ferroviario británico, por más de 2.000 millones de pesos. Las previsiones para la financiación, así como para el costo del Plan Quinquenal, fueron inciertas. No existía un programa que mostrara cómo y en qué sucesión se cubrirían los costos externos de los diversos proyectos. Lo único cierto es que no se acudiría a préstamos externos. El recurso a que apelo Perón en 1946 para financiarlo fue al IAPI, que era el único agente comprador y vendedor de granos y otros productos agrícolas.
Al fijar precios internos considerablemente inferiores a los precios que los agricultores debían pagar en el mercado internacional, el IAPI podía obtener grandes beneficios; y en su carácter de importador exclusivo de determinados artículos, para los cuales el Banco Central se negaba a otorgar divisas a los importadores privados, podía lograr amplias ganancias al revenderlos a los compradores internos, y de esta forma poder utilizar dichos fondos para financiar el plan económico. Sin embargo, los planes para que el IAPI financiera el Plan Quinquenal no se cumplieron y la causa de este fracaso fueron, en parte, productos de errores de cálculo de quienes dirigían sus activadas. Un error donde fueron a parar gran parte de los fondos fue el fracaso del gobierno al tratar de establecer un sistema eficaz de prioridades entre los proyectos para los cuales adquiría equipamiento en el exterior. La compra simultánea de elementos para numerosos proyectos, ninguno de los cuales podía pondérese en marcha mientras no se hicieran fuertes gastos adicionales, significaba que si en el futuro escaseaban los fondos las consecuencias serían muy graves. Mientras tanto, en el puerto de Buenos Aires se acumulaban equipos que no parecían tener destino resuelto, y muchos de ellos terminaban quedando obsoletos. Otro factor que obró en contra de la eficacia financiera del IAPI y contribuyó a desprestigiarlos ante muchas miradas fue el avance de la corrupción en su interior. Como exclusivos agentes de comprar en el extranjero, loa funcionarios del IAPI tenían asidua oportunidad para obtener coimas. Los funcionarios del Departamento de Estado y de la embajada de los Estados Unidos tenían la impresión de que para los contratos de compra en ese país se elegían con premeditación proveedores poco conocidos, en vez de las compañías más importantes, a fin de facilitar ese tipo de operaciones.
Nunca se ha podido fijar cuánto dinero perdió el gobierno argentino por esas prácticas, pero un incidente que protagonizó oficiales del ejército que atrajo la consideración de la embajada estadounidense, sugiere que importantes fondos públicos iban a parar a manos de individuos.
lunes, 15 de mayo de 2023
Subversión kirchnerista: La vergonzosa indemnización a los Vaca Narvaja
Una asombrosa versión de la historia que le costó $1.000 millones al Estado argentino
Por la militancia de Fernando Vaca Narvaja, en 1976, hicieron desaparecer a su padre y mataron a un hermano. Antes del golpe militar, la familia entera, salvo la hermana mayor, inició su asilo en México, que duró seis años. Ahora, durante el kirchnerismo, 35 familiares directos cobraron, por ese exilio, indemnizaciones que, actualizadas, ascienden a un total de $981.961.693. Que sucedió con la hermana que no se exilióPor José D’Angelo || Infobae
Hace 50 años, en agosto de 1972, un grupo de seis terroristas fugó de un establecimiento penal en el sur. Fernando Vaca Narvaja estaba en ese reducido grupo que escapó del Penal de Rawson, en la provincia de Chubut, donde estaban detenidos junto a unos doscientos guerrilleros más que, como ellos, eran juzgados o ya habían sido condenados, por la Cámara Federal Penal, “el Camarón”, en ese período, durante el gobierno militar de Alejandro Agustín Lanusse.
Los que alcanzaron a escapar, después de matar un guardiacárcel de nombre Juan Valenzuela, fueron Roberto Santucho, Enrique Gorriaran Merlo y Domingo Menna del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo); Marcos Osatinsky y Roberto Quieto de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y el mencionado Vaca Narvaja, de Montoneros. Todos, jefes de las organizaciones sediciosas.
Los fugitivos, apenas llegados en un vehículo al aeropuerto de la cercana ciudad de Trelew, en la misma provincia, abordaron un vuelo comercial, previamente secuestrado por milicianos montoneros que venían embarcados, y sin esperar a otros diecinueve “compañeros” también evadidos - que llegaron minutos más tarde al aeródromo - escaparon a Cuba, vía Chile.
Entre los que llegaron tarde estaban la compañera de Vaca Narvaja, Susana Lesgart; la esposa de Roberto Santucho, Ana María Villareal, y Clarisa Lea Place, ex pareja de este último. Todas ellas combatientes guerrilleras.
Los 19 que quedaron en tierra, abandonados por sus jefes, fueron recapturados y trasladados a la Base naval “Almirante Zar” en Trelew. Allí, una semana después, el 22 de agosto, se produjo lo que hoy se conoce como “la masacre de Trelew”, donde resultan abatidos dieciséis de esos “combatientes”, incluidas las tres mujeres mencionadas. Una matanza, según la historiografía pro guerrillera y un motín, con captura de un oficial e intento de nueva fuga, según la versión de los marinos. Si fue una matanza premeditada, a sangre fría, de gente desarmada, resulta llamativo que los “asesinos” hayan dejado vivos a tres guerrilleros, a los cuales la sanidad militar les salvó la vida curando sus heridas para que, nueve meses después, liberados por el indulto del presidente Héctor Cámpora, contaran “la masacre”.
Fernando Vaca Narvaja, uno de doce hijos de una familia cordobesa de clase media alta, “acomodada”, uno de los jefes montoneros durante los nueve años que esa organización existió, sobrevivió en el exilio al gobierno militar y regresó al país en 1989, tras ser indultado por el presidente Menem ya que, antes, había sido condenado por la justicia durante el gobierno de Raúl Alfonsín, a partir de decretos del Poder Ejecutivo Nacional.
Convencido de que la presión guerrillera fue la que engendró la represión del Estado, el presidente Raúl Alfonsín, apenas tres días después de asumir su mandato, en diciembre de 1983, dictó dos decretos, el 157 y 158, por el que se sometió a juicio a las tres juntas militares y a la conducción guerrillera. Ese decreto significó, además del enjuiciamiento a las cúpulas militares, el pedido de detención y juzgamiento de Mario Firmenich, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Cirilo Perdía y otros dirigentes guerrilleros por “delitos de homicidio, asociación ilícita, instigación pública a cometer delitos, apología del crimen y otros atentados contra el orden público”. Firmenich fue preso varios años, extraditado desde Brasil, pero Vaca Narvaja y Perdía eludieron el accionar de la justicia y se mantuvieron fuera del país hasta el indulto menemista.
Ya en Argentina, y sin presión judicial, Vaca Narvaja, gerenció una gomería en CABA y una chocolatería en Bariloche y con la llegada del kirchnerismo en 2003, ocupó puestos en la burocracia estatal provincial en Río Negro, adonde se radicó; pero volvió a estar en las noticias nacionales en julio de este año, al dar una entrevista en un canal de YouTube a un joven periodista, amigo de su hijo menor, Camilo, actual asesor en la Secretaría General de la Presidencia. La entrevista tuvo enorme repercusión por las increíbles definiciones que brindó el guerrillero.
El joven entrevistador, de 29 años, se confesó ignorante de lo sucedido en la época sobre la que el invitado iba a contestar, pero, aclaró que había recibido una “sobreabundante información de parte de Camilo Vaca Narvaja”; lo que conduce a pensar que las preguntas se las hizo, a sí mismo, el reporteado.
La conversación duró tres horas y quince minutos y mantuvieron, siempre, entrevistador y entrevistado, un tono bromista para hablar de los años ‘70 y de la actualidad argentina. Dijo, entre otras jocosidades: “Perón no nos echó de la Plaza”, “la Contraofensiva montonera fue un éxito’ y que los militares en 1983 dejaron el poder “por la lucha guerrillera” y no por la derrota de Malvinas y el descalabro económico del Proceso.
También contó que su familia, numerosa, con once hermanos, fue “muy golpeada y castigada por la dictadura militar genocida”, refiriendo que su padre, Hugo Miguel, fue desaparecido días antes del golpe y su hermano mayor, de igual nombre y militante montonero, asesinado también en 1976. Afirma Vaca Narvaja que todos los hermanos pertenecen “al campo nacional y popular”, salvo la hermana mayor, Susana que “quedó del otro lado”, que fue la única que no se exilió en 1976 y se quedó viviendo con su familia en Córdoba y, agregó, concluyente, que los que habían decidido sumarse a la militancia: “sabíamos lo que asumíamos, los riesgos que corríamos y que era parte de la lucha…”
Después describió como se vivía en la Argentina al inicio de los setenta, cuando ellos se decidieron a tomar las armas para “terminar con las desigualdades”. Recordó, sin sacar conclusiones inquietantes, que el índice de pobreza en esa época “estaba alrededor del 6% y ahora es del 40%” y, en idéntico sentido, dijo que “si se comparan los salarios obreros de los 70 con los de ahora, te largas a llorar”. El periodista, entre risas, le retrucó “¡Y tomaron una ciudad: Córdoba!”, refiriéndose al episodio de violencia política de 1969 conocido como “el Cordobazo”, donde actuaron los proto montoneros.
“La concepción del peronismo de la cual venimos –explicó después Vaca Narvaja– es la del ascenso social: la posibilidad de que un pibe que nace en un barrio, en una familia pobre, pueda estudiar, pueda recibirse, y pueda cambiar su forma de vida. No es ‘el plan social’, el subsidio…”.
Allí perdió el entrevistador la oportunidad de hacerle notar que, en nuestro país, con el peron-kirchnerismo gobernando 16 de los últimos 20 años, hay en la actualidad 141 programas de ayudas estatales; que se traducen en más de 7 billones de pesos en el presupuesto, en pago de los planes sociales que no le gustan a Vaca Narvaja y que esto se duplicó con relación al presupuesto del año pasado. Tampoco alcanzaron a reflexionar que, con estos gobiernos, existen millones de argentinos que hace dos o tres generaciones no conocen lo que es trabajar y sobreviven con la limosna del Estado.
Volviendo a los ‘70 y preguntado acerca de la relación de Montoneros con Juan Domingo Perón, ya regresado a la Argentina en 1973, sin buscarlo, dejó muy claro, que ese es –exactamente– el talón de Aquiles del “relato” de las guerrillas setentistas y sus apologistas.
Por más que el entrevistador no supiera cómo, ni qué repreguntar y tuviera “la mejor” con el ex consuegro de Cristina Kirchner, éste se retorció como endemoniado salpicado con agua bendita cuando bordearon el asunto. Hasta hoy, no pueden explicar por qué continuaron su “lucha armada” durante, y contra, el gobierno peronista. Nunca podrán contarles a los argentinos porque mataron a José Ignacio Rucci en 1973; a diez soldados conscriptos en Formosa en 1975 y tantos miles de otros crímenes aún impunes, la mayoría de ellos cometidos en gobiernos constitucionales. Vaca Narvaja saraseó tratando de eludir el tema y llegó a argumentar, sin ponerse colorado, que “la pelea interna de ellos con Perón estuvo acomodada, financiada y orientada por los grandes intereses económicos.”
Enorme revelación que echa luz sobre un período en el que los historiadores no hallaban pistas para su interpretación, hasta este momento en que, generosamente, Vaca Narvaja nos las brinda. Según el jefe guerrillero, Perón cumplió precisas instrucciones de “los poderes concentrados” de la época, cuando por ejemplo, en enero de 1974, dijo a los diputados montoneros que se oponían al endurecimiento de las leyes contra el terrorismo: “El crimen es crimen cualquiera sea el móvil que impulsa al criminal… Quien está con esos intereses se saca la camiseta peronista y se va… Total, nosotros, por perder un voto no vamos a ponernos tristes” y los expulsó del Justicialismo.
Y, según venimos a enterarnos ahora, el viejo General actuaba bajo el pérfido influjo de la oligarquía cuando echó a los montoneros del peronismo y de la Plaza de Mayo, el 1° de mayo de ese año, diciéndoles: “infiltrados en el Movimiento, traidores al Movimiento y mercenarios al servicio del dinero extranjero”, recomendando al pueblo argentino que tenía que “liberarse de ellos, porque le hacen más daño a la República que el que le causa el colonialismo” y advirtiéndole a los echados que “aún no había tronado el escarmiento”. Y un mes y días, después, se murió, dejándoles para siempre esa lápida encima.
El jefe montonero siguió con su asombrosa versión de la historia: “Nuestra generación soportó dos dictaduras militares y un gobierno muy inestable en el 73 y 75…”, y soltó, detallista: “Nosotros del 73 al 75 tuvimos más bajas de compañeros que en la dictadura militar de Onganía, Levingston, Lanusse… Esa no fue una democracia como la que tenemos ahora…”, concluyó sin reírse. Resulta éste, también, un dato de mucho impacto: el gobierno constitucional peronista les mató, a los montoneros, más combatientes que los generales Onganía, Levingston y Lanusse juntos. Y es fácil de explicar porque, en “esta democracia de ahora”, no cuentan bajas como en 1975: porque, por ahora, pese al violento blablerío del “que quilombo se va a armar”, “la sangre en las calles” “la paz social si cierran Vialidad”, no usan armas para hacer política; conducta social que la Constitución llamaba entonces, y llama ahora, sedición.
Minutos después, en el reportaje, el entrevistado vuelve a mostrar que, sin Perón, ellos no tenían, ni tienen, entidad histórica y repite como letanía la frase que les permitió hacer entrismo en los ‘70. Casi 50 años después de haber sido usados, descartados y combatidos por el fundador del movimiento al que decían pertenecer, anuncia, enternecedor: “No hay rencor: Perón es el conductor”.
Vaca Narvaja siguió luego con su disparate sobre la “Campaña de Contraofensiva Estratégica” de su organización, que, para el “experto en explosivos” –como entre risas se definió– “fue un éxito”.
Según los jefes montoneros, visto desde el exilio europeo o mexicano, el año 1979 era el momento preciso para lanzar una “contraofensiva estratégica”, “conducir los conflictos de masas” y voltear al gobierno militar que, según ellos, estaba derrumbándose. Influenciados por el castrismo y la revolución sandinista en Nicaragua no querían permanecer lejos del escenario político cuando se produjera la ansiada y vaticinada irrupción de las masas que barrería con el poder militar. Tenían la certeza – ya abrevaban en el materialismo científico - que, con ellos como “vanguardia”, esas masas obreras se lanzarían decididamente a las calles para provocar la huida de los militares del poder.
Ningún cálculo fue más errado que ese en la historia contemporánea argentina (habiendo miles para considerar). Nada de eso sucedió y fue muy duro, pero muy claro, el también montonero, Martín Caparrós al desacreditar, años más tarde, lo que soñaba la cúpula montonera de entonces y, de paso, la construcción kirchnerista actual de “la memoria”: “Hoy la mayoría de los argentinos tiende a olvidar que estaba en contra de la violencia revolucionaria, que prefería el capitalismo y que estuvo muy satisfecha cuando los militares salieron a poner orden.”
No obstante, en 1979, guiados por la “soberbia armada”, sin moverse de su exilio, y con la vieja fórmula: ¡Animémonos y vayan!, los jefes como Vaca Narvaja mandaron a unos doscientos militantes, entre ellos a menores de edad, a una misión suicida. Ninguno se puso al frente de sus combatientes y a los que manifestaron su desacuerdo con la “maniobra militar” los sometieron a un “juicio revolucionario” y los condenaron a muerte. Vaca Narvaja firmó muchas sentencias de muerte: de sus “enemigos”, pero también de sus propios “cumpas”. Pero ese tema no fue tratado en tres horas de entrevista.
“Resolución del Partido Montonero, 10 de marzo de 1979: La Conducción Nacional del Partido Montonero y la comandancia en jefe del Ejército Montonero resuelve:
1- Acusar al Capitán RODOLFO GALIMBERTI; al Teniente 1º PABLO FERNÁNDEZ LONG; al Teniente ROBERTO MAURIÑO, al Teniente JUAN GELMAN; a la subteniente JULIETA BULLRICH, todos ellos militantes del Partido Montonero y a los milicianos afectados voluntariamente a tareas partidarias, MIGUEL FERNÁNDEZ LONG; a su esposa DI FIORIO; a VICTORIA ELENA VACCARO y CLAUDIA GENOUD en los términos previstos por el Código de Justicia Revolucionaria, de los cargos de DESERCIÓN, INSUBORDINACIÓN, CONSPIRACIÓN y DEFRAUDACIÓN. (…) Firmado: Comandante Mario Firmenich; Comandante Fernando Vaca Narvaja y Comandante Roberto Perdía.” Es historia, no “memoria”.
Aquellos militantes que participaron de la “contraofensiva” recibieron instrucción militar en una base de la organización ubicada en el sur del Líbano y, también, en México.
Salvo unos pocos, resonantes y cinematográficos, atentados contra la vida de empresarios y funcionarios del área económica del gobierno militar la contraofensiva no tuvo logro político alguno; en total fueron detenidos, muertos o desaparecidos alrededor de 90 combatientes y el gobierno militar siguió gobernando, sin mosquearse.
Una de estas acciones militares –ordenada por el “Comandante” Vaca Narvaja– fue ejecutada por un pelotón de las “Tropas Especiales de Infantería del Ejército Montonero” en la mañana del 27 de septiembre de 1979, cuando se atacó la casa de Guillermo Walter Klein, que era Secretario de Estado de Programación y Coordinación Económica del Proceso militar.
Mientras el funcionario se encontraba en la planta alta con su esposa y sus cuatro hijos, de entre 12 años y meses de edad, un comando colocó explosivos en la planta baja. Klein y su familia lograron salvarse, pese a que su vivienda fue literalmente demolida y, en el hecho, murieron dos custodios de la policía provincial.
Claramente, no importó a los terroristas que la operación incluyera la posibilidad de asesinar a los hijos y a la mujer del “blanco” elegido. De hecho, lo intentaron y las víctimas de la bomba terrorista, salvaron sus vidas de milagro. Los seis integrantes de la familia fueron rescatados después de estar varias horas bajo los escombros.
Para Vaca Narvaja “la contraofensiva fue un éxito. Golpeamos en los grupos concentrados económicos de la oligarquía”, explicó, locuaz, y sólo eludió responder, en la entrevista, si alguna vez mató. Eso, deberá deducirlo el lector.
Cuando en 1985 huía de la justicia, en tiempos de Alfonsín, su madre, Susana Yofre, en un reportaje en la revista “Caras y Caretas” dijo que deseaba “que pueda volver al país, pero vivir con la frente en alto, porque la determinación que él tomó en su momento no fue buscando beneficio propio, sino para comprometerse, según sus ideas en la lucha por mejorar la situación del pueblo argentino. Fernando siempre fue un muchacho sensible ante los problemas de los humildes. Él –dijo la madre– es un ser limpio y si él tomó ese camino es porque no tenía otro para poder hacer algo por los demás. La violencia que ellos ejercieron es distinta que la de los militares. Porque mientras esa juventud luchó por la liberación del país, los militares lucharon por la supervivencia de sus privilegios; tomaron todo al país como si fueran una estancia y se apoderaron de las riquezas para vaciarlo.” Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia.
De lo que sí se arrepiente con todas las letras es de haber aceptado aquel indulto de Menem. Es la única autocrítica que formula en la extensa entrevista. Y es entendible que no se encuentre cómodo con ese paso que consintieron, por más que le significó que se levantaran todas las acusaciones penales contra él. Esa aceptación los llevó a firmar, junto a Mario Firmenich, Roberto Perdía y los otros jefes montoneros, el “Compromiso solemne por la pacificación y la reconciliación nacional”, en abril de 1989, ante Escribano público y la imagen de la Virgen de Luján, en Luján, en donde afirmaron que la Argentina había vivido una “guerra civil intermitente”, que “no hay ningún sector libre de culpa y de errores por los enfrentamientos del pasado. Que se impone una autocrítica y ellos han abordado la suya” y que “la pacificación nacional es un requisito indispensable para curar las heridas y alcanzar la reconciliación”.
Ahora, se olvidó de lo que firmó y, para él, en los ‘70 sólo hubo una cacería despiadada de jóvenes cuyo único pecado era soñar con un país más justo; los exclusivos responsables de todo lo que se hizo mal son los militares genocidas y que, para ellos, no hay “ni olvido ni perdón”.
Es conveniente recordar que los indultos de Menem fueron declarados inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia en 2010, pero sólo los de los militares. Para Vaca Narvaja y sus amigos indultados fue: ¡Pelito para la vieja!
La cuestión es que, “gracias” a la militancia de Fernando, pasados los años de los tiros, los “caños”, los “Tribunales Revolucionarios” y las “Contraofensivas estratégicas”, su familia le cobró multimillonarias indemnizaciones al Estado “burgués” argentino que los montoneros quisieron destruir en aquellos años, para remplazarlo por el prospero “modelo cubano”.
Los argentinos pagamos por el asesinato del padre de Fernando Vaca Narvaja y el de su hermano Hugo, un total, actualizado, de más de 45 millones de pesos. Y por el exilio de su madre, su hijo Sabino, embajador en China, ocho hermanos, seis cuñados y dieciocho sobrinos, un total actualizado a noviembre de 2022 de $981.961.693; a razón de $27.000.000 por persona. Más de 1.000 millones de pesos nos costó la aventura revolucionaria del “Comandante”.
¡Ah!, lo olvidaba. A su hermana Susana, la “que se quedó del otro lado” y no se exilió, no le pasó nada y no cobró un centavo del Estado argentino.
Pasa en las mejores familias.
viernes, 20 de enero de 2023
jueves, 12 de enero de 2023
sábado, 31 de diciembre de 2022
UK: El escándalo de las municiones
El escándalo de las municiones
Weapons and Warfare
Habría una secuela inesperada y trascendental del desastre en Aubers Ridge. Durante algunos meses había habido una creciente insatisfacción en todo el país con la conducción de la guerra, alimentada por el aumento de las listas de bajas en los periódicos. Había un sentimiento incómodo de que los que estaban a cargo de los asuntos de la nación no habían llevado a cabo la guerra con suficiente energía y determinación. Desde el principio, la prensa había apoyado sistemáticamente al Gobierno; las noticias de las batallas en el frente occidental se habían presentado a un público inocente y crédulo de la manera más favorable; las pequeñas ganancias se inflaron en avances significativos y los retrocesos fueron pocos. Sin embargo, incluso la prensa se inquietó un poco después de Neuve Chapelle cuando comenzaron a circular rumores sobre la escasez de proyectiles para las armas. Señor Northcliffe, propietario de The Times y Daily Mail, había estado recibiendo quejas detalladas durante algún tiempo tanto de oficiales como de hombres en el frente sobre las condiciones en las trincheras, incluidos comentarios de varios miembros del Parlamento que habían sido comisionados poco después del estallido de la guerra. . El censor se había negado repetidamente a permitirle publicarlos. La inquietud pública se vio aumentada ahora por el regreso de los heridos de Neuve Chapelle y Second Ypres con historias de retrasos, ataques fallidos y una escasez desmoralizadora de proyectiles. Algunos indicios de estas críticas finalmente comenzaron a aparecer en los periódicos locales y nacionales. incluidos los comentarios de varios miembros del Parlamento que habían sido comisionados poco después del estallido de la guerra. El censor se había negado repetidamente a permitirle publicarlos.
Por un tiempo fue posible que el Gabinete mantuviera la línea tomada por Asquith y Newcastle. El desastre de Aubers Ridge el 9 de mayo recibió poca atención de la prensa, y esa poca fue irremediablemente inexacta y engañosa. Pero a los pocos días, los ecos del fiasco rápidamente comenzaron a reverberar por los pasillos de Westminster y alrededor de los clubes de Pall Mall. Con la llegada de los heridos y los hombres de permiso, comenzaron a circular historias en Londres sobre otra ofensiva fallida del Primer Ejército acompañada de numerosas bajas. Era una situación explosiva y solo hacía falta una chispa para que estallara.
La chispa fue el coronel Repington. Ya era consciente de que sir John, indignado por el continuo fracaso de Kitchener y el Ministerio de Guerra para responder a sus demandas de más municiones, estaba considerando pasar por encima de ellos y apelar directamente a los principales políticos y la prensa. Como hemos visto, había visto la batalla con el Comandante en Jefe, aunque es difícil conciliar esto con su artículo distorsionado publicado en The Times el 12 de mayo.
French había abandonado temprano el campo de batalla de Aubers Ridge y regresó, acompañado por Repington, a su cuartel general. Aquí encontró un telegrama de la Oficina de Guerra indicándole que enviara 2000 cartuchos de 4,5 pulgadas y 20 000 cartuchos de munición de 18 libras desde sus escasas reservas a Marsella para su envío a los Dardanelos. Esta fue la gota que colmó el vaso. Si sir John había albergado alguna duda sobre las consecuencias de su curso de acción propuesto, esta orden las disipó. Los efectos combinados de sus próximas acciones iban a tener consecuencias de gran alcance para el Gobierno, para Kitchener y, a su debido tiempo, para él mismo. En sus memorias, tituladas 1914, describe lo que hizo:
Inmediatamente di instrucciones de que se proporcionaran pruebas al coronel Repington, corresponsal militar de The Times, que se encontraba entonces en el Cuartel General, de que la necesidad vital de proyectiles de alto poder explosivo había sido un obstáculo fatal para el éxito de nuestro Ejército ese día [Repington ¡Difícilmente podría haber pedido una copia más explosiva!]. Ordené que se hicieran inmediatamente copias de toda la correspondencia que había tenido lugar entre el gobierno y yo sobre la cuestión del suministro de municiones, y envié a mi secretario, Brinsley FitzGerald, con el capitán Frederick Guest, uno de mis ADC, a Inglaterra con instrucciones de que estas pruebas deben presentarse ante el Sr. Lloyd George (el Ministro de Hacienda), quien ya me había demostrado, por su especial interés en este tema, que comprendía la naturaleza mortal de nuestras necesidades.
En la vida política es raro que un solo tema produzca una gran conmoción. Por lo general, esto es causado por varios factores que se combinan para crear una situación en la que un incidente adicional (un escándalo, una renuncia o una ley mal pensada) es suficiente para provocar una reacción violenta. Por lo tanto, no fue la escasez de proyectiles en Aubers Ridge revelada por Repington lo que por sí solo derribó al gobierno de Asquith. Su artículo simplemente sirvió para enfocar la desilusión causada por el fracaso de la ofensiva de Aubers Ridge, por la ira por el ataque con gas en Ypres que tomó a nuestras tropas desprevenidas, la inquietud por la aventura de los Dardanelos, y por la creciente preocupación pública por la pausada y De manera ineficaz la guerra estaba siendo conducida por el Gobierno Liberal. Todos estos asuntos ahora se unieron para crear una situación volátil en la que un golpe más podría traer el desastre al Gobierno. Ese golpe crítico, inoportuno e inesperado, se produjo al día siguiente del artículo de Repington.
No había sido fácil para el gabinete de Asquith ocultar las diferencias sobre la campaña de los Dardanelos entre Churchill, el Primer Lord del Almirantazgo, y el Primer Lord del Mar, Lord Fisher, su principal asesor naval. 'Jackie' Fisher, el creador de la armada moderna, belicoso, franco y 'el niño mimado de los conservadores' en palabras de Beaverbrook, había ocultado poco su oposición al intento de forzar a los Dardanelos empleando únicamente a la Armada. Fue aún más hostil a los desarrollos posteriores que involucraron una expedición militar y más demandas a la Royal Navy. Finalmente no pudo contenerse más y el sábado 15 de mayo dimitió en protesta por la 'tontería' de los Dardanelos.
Esta fue la causa inmediata de la caída del Gobierno Liberal. En los días siguientes la crisis política llegó a su punto crítico. La acción desmedida de Fisher condujo a una oleada de actividad. Proyectó una sombra sobre la integridad y las acciones del Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill, quien inmediatamente vio a Asquith y se ofreció a renunciar. Su oferta fue rechazada. Al mismo tiempo, Fisher resistió todos los intentos de poderosos amigos, como Churchill, Lloyd George e incluso el propio Primer Ministro, para hacerle reconsiderar su decisión y se embarcó en un extraño curso de comportamiento que hizo que su regreso al cargo fuera imposible. . Bonar Law discutió la grave situación política con Lloyd George; acordaron que hacía necesario un gobierno de coalición y que Lloyd George debería sugerir esto a Asquith. Tal propuesta ahora convenía a Bonar Law y Balfour,
Mientras tanto, a Asquith no le quedó ninguna duda por la protesta del Partido Conservador en este giro de los acontecimientos de que, para preservar la unidad nacional y presentar un frente parlamentario armonioso, tendría que formar un gobierno de coalición y reconstruir su gabinete. Balfour había dejado claro que, bajo ninguna circunstancia, los conservadores tolerarían que Churchill, que era un anatema para su partido, siguiera en un alto cargo tras la marcha de Fisher. Asquith no cedió de mala gana y anunció su intención de reconstruir su gobierno en una Cámara tensa el 19 de mayo. El Primer Ministro actuó rápidamente para nombrar a conservadores líderes en su gabinete, pero implicó algunas decisiones dolorosas. En la reorganización, sacó a Churchill del Almirantazgo y lo nombró Canciller del Ducado de Lancaster, un puesto generalmente reservado, como comentó Lloyd George: 'ya sea para principiantes en el Gabinete o para distinguidos políticos que habían llegado a las primeras etapas de inconfundible decrepitud'. También se vio obligado a sacrificar a Lord Haldane, a quien el país le debía tanto. Muchos en la Cámara esperaban que Kitchener lo siguiera, pero Asquith se dio cuenta de que la continua reputación y popularidad de Kitchener entre el público lo hacía imposible. Otros no estaban tan disuadidos.
Lloyd George, naturalmente, había estado íntimamente involucrado en el proceso de reconstrucción. Todo el tiempo, sin embargo, había estado hirviendo de ira al darse cuenta de que Kitchener había ocultado los memorandos y las cartas de Sir John French sobre la escasez de proyectiles no solo del Comité de "Proyectiles" del Gabinete original del cual el propio Kitchener había sido el presidente reacio, sino también del Comité de Municiones de Guerra. Lloyd George vio su oportunidad y la tomó. El 19 de mayo, escribió una extensa carta al primer ministro en la que destacaba los puntos que French le había planteado con tanta fuerza en su informe. Continuó quejándose de la forma en que la Oficina de Guerra (es decir, Kitchener) había ocultado esta información al Comité de Municiones y afirmó que ya no presidiría semejante farsa.
Dos días después, Lord Northcliffe volvió a entrar en la refriega. No era amigo de Kitchener y le echó la culpa de la escasez de proyectiles. Cuando escuchó que Kitchener continuaría como Secretario de Estado para la Guerra en el gobierno reconstruido, publicó un amargo ataque personal contra él en el Daily Mail el 21 de mayo bajo el título: "El escándalo de las conchas: el trágico error de Lord Kitchener". Muchos estaban molestos por este ataque a una institución nacional, pero entre el gabinete había poca simpatía por Kitchener. Había molestado a demasiadas personas y se había ganado demasiados enemigos; se habían sentido intimidados durante demasiado tiempo por la figura severa e imponente del soldado más famoso de Inglaterra y por el impacto de su poderosa personalidad.
Northcliffe siguió este ataque a Kitchener realizando una campaña durante los próximos diez días sobre el tema del "escándalo" de los proyectiles. Si esto tuvo algún efecto, fue fortalecer la mano de Lloyd George en las conversaciones con el Primer Ministro sobre la forma más eficaz de resolver el problema de las municiones. Entonces, no fue una sorpresa que, cuando Asquith anunció los detalles de su nuevo Gabinete a la Cámara el 26 de mayo, también anunció la decisión más importante de todas: su invitación a Lloyd George para formar un Ministerio de Municiones encargado de la tarea de movilizar a los los recursos de la nación para la producción de armamento. El nuevo Ministerio encarnaría las funciones del antiguo Comité de Municiones de Guerra, pero con esta diferencia crucial: poseía la autoridad ejecutiva y el poder que Lloyd George había estado buscando durante meses.
No está dentro de la brújula de este libro tratar el éxito de Lloyd George en aprovechar y expandir la capacidad de ingeniería de la nación. Uno podría simplemente ilustrar sus logros comparando los breves bombardeos y las largas recriminaciones de la primera mitad de 1915 con la intensidad, el peso y la duración del bombardeo que abrió la Batalla del Somme un año después.
Si Lloyd George se había enfurecido por el comportamiento de Kitchener, Kitchener, a su vez, estaba muy enojado con French. Había soportado durante meses una disputa con su comandante en jefe sobre el suministro de armas y proyectiles al frente occidental. En las últimas semanas había tenido que lidiar con la Segunda Batalla de Ypres y la ofensiva contra Aubers Ridge, mientras que al mismo tiempo se vio envuelto en el plan de Churchill para forzar los Dardanelos y tuvo que encontrar hombres, armas y proyectiles para ello. Le molestaba amargamente que los franceses fueran a sus espaldas para agitar a la prensa y a los principales políticos en su contra. Sir John French había tentado a sabiendas la ira de Aquiles y, a su debido tiempo, descendería sobre él. Su causa no se vio favorecida por el fracaso del tercer intento de Haig de avanzar contra Aubers Ridge; la Batalla de Festubert se había abierto el 16 de mayo y ahora estaba llegando a un alto costoso y sin gloria. En septiembre vendría una ofensiva aún más desastrosa en Loos que provocó llamados a su renuncia como Comandante en Jefe. Las reacciones de Sir John tras la debacle del 9 de mayo resultaron ser un factor importante para su destitución.
Kitchener fue soldado en el Gobierno de Coalición hasta su trágica muerte el verano siguiente, pero su reputación había sufrido un duro golpe. Se vio que el ídolo tenía pies de barro y, a partir de ese momento, su papel dominante en el gabinete y su influencia sobre la conducción de la guerra comenzaron a decaer.
" Tal ofensiva, antes de que se pueda proporcionar un suministro adecuado de armas y proyectiles altamente explosivos, solo resultaría en muchas bajas y la captura de otro campo de nabos".
LORD KITCHENER, junio de 1915 sobre una futura ofensiva en Francia.
viernes, 9 de diciembre de 2022
viernes, 29 de julio de 2022
Terrorismo islámico en Argentina: El conductor suicida del ataque a la Embajada israelí
Por primera vez, la imagen y el prontuario del conductor suicida que voló la Embajada de Israel por orden de Irán y Hezbollah
Según el informe del Mossad, se trata de Muhammad Nur Al-Din Nuer Al-Din, un libanés de 24 años que fue reclutado en la Triple Frontera. Condujo la camioneta desde un estacionamiento hasta la puerta de la Embajada
Por Nicolás Pizzi || InfobaeEl informe del Mossad sobre el atentado contra la Embajada de Israel aporta un dato clave: la identidad y la imagen del conductor suicida. Se trata de Muhammad Nur Al-Din Nuer Al-Din, un libanés que al momento del atentado, el 17 de marzo de 1992, tenía apenas 24 años, la edad promedio de un miembro de bajo rango de la Yihad Islámica, el brazo armado del Hezbollah.
Muhammad vivió varios años en Foz de lguazú, Brasil.
“Siguiendo la tradición árabe, las personas reciben su nombre en base a tres nombres: su nombre personal (Muhammad), el nombre de su padre (Nur Al-Din) y su apellido (Nur Al-Din). De aquí que su nombre completo según los registros era Muhammad Nur Al-Din Nuer Al-Din”, detalla el informe en la página 26. Y también menciona las posibles identidades de su madre (Fatma/Fatima Yunes) y de sus tres hermanos: Ali Noureddine, Nimer Nur Al-Din Nur Al-Din y Hadi Nur Al-Din Nur Al-Din.
El mismo documento, al que tuvo acceso Infobae, aporta una foto del suicida. Esa imagen fue publicada en noviembre de 1992 en el periódico libanés AI-AHD, donde se afirmaba que había muerto en la guerra de Serbia. El aviso fúnebre invitaba a recordar a un “héroe del Islam” en el Templo de Nuestra Señora del Floral, en el pueblo Zikak El Blat. Sin embargo, la agencia israelí asegura que “un familiar (de Muhammad) reconoció que fue el conductor del coche bomba que explotó en la embajada israelí en Argentina en 1992″.
El nombre del suicida casi no figuraba en los expediente judiciales. Según pudo saber este medio, apenas hubo una mención en un legajo paralelo a la causa de la AMIA, por entonces a cargo de Juan José Galeano. Ese legajo investigaba las actividades en la Triple Frontera.
En Foz de Iguazú, Muhammad habría sido reclutado por una persona identificada como Farouk El-Omeiri, que tenía lazos estrechos con Hezbollah. Luego, el joven fue trasladado a Buenos Aires por un miembro de la Yihad Islámica.
Entre el 14 y el 17 de marzo, José Salman El Reda, hermano de Samuel El Reda, que tiene pedido de captura vigente por el atentado a la AMIA, se habría ocupado de la estadía del suicida en una “casa segura” y lo llevó a reconocer el estacionamiento donde estaba escondido el coche bomba. Juntos también habrían estudiado el recorrido hasta la puerta de la embajada.
De acuerdo a la causa judicial de la Embajada, José Salman El Reda, había sido detenido y procesado por la justicia federal de Rosario por una importante cantidad de dólares falsificados – conocidos como “super dólares”, que financiarían actividades terroristas.
Según el servicio de inteligencia de Israel, el 17 de marzo a las 14:42 el joven suicida libanés retiró la camioneta del estacionamiento ubicado en la calle Cerrito (entre Juncal y Arenales), y la condujo hasta la puerta de la embajada. Tardó entre 4 y 5 minutos hasta llegar a Arroyo 916.
La investigación judicial confirmó que hubo 22 fallecidos: nueve empleados y funcionarios de la Embajada, tres albañiles y dos plomeros, un taxista y tres peatones, un sacerdote de una iglesia vecina y tres ancianos que se alojaban en una residencia a pocos metros. Sus nombres quedaron retratados en una placa en la plaza seca que se levantó en el lugar del ataque.
Para el Mossad, no hay dudas sobre la participación de un conductor suicida. “Cabe señalar que Hezbollah solía hacer uso frecuente de terroristas y/o conductores suicidas en las décadas de los 80 y 90. Por ejemplo, Hezbollah explotó mediante conductores suicidas el cuartel general de las fuerzas armadas estadounidenses y las fuerzas de paz francesas en Beirut en 1983. Otro ejemplo destacado es por supuesto el atentado a la AMIA perpetrado por Hezbollah y los iraníes en Buenos Aires en 1994, y el atentado fallido de Hezbollah (Yihad Islámica) contra la embajada israelí en Bankok, Tailandia, en marzo de 1994″, dice el informe.
La agencia de inteligencia israelí también es contundente sobre la participación de Irán. “De toda la información que se ha acumulado durante los años dedicados a investigar los dos atentados perpetrados en Buenos Aires, surge que estos fueron cometidos mediante la cooperación de Irán y Hezbollah. Estas dos partes se unieron y aprovecharon las ventajas relativas de cada de ellas, para lograr su cometido, causando múltiples víctimas fatales y cientos de heridos”, sostiene el Mossad. Y agrega: “Irán fue quien decidió, autorizó y asistió, y el “Hezbollah”, mediante su “Aparato de Yihad Islámica” fue el brazo operacional, convirtiendo la decisión en una acción, poniendo en la práctica los atentados que causaron la muerte y las heridas de numerosas personas inocentes”.
El coche bomba, siempre según el informe de 42 páginas, se habría preparado en una casa ubicada en la provincia de Buenos Aires, en un lugar no identificado. La persona encargada de alquilar esa vivienda habría sido Samuel El Reda. Lo hizo mediante un documento falso a nombre de un ciudadano brasileño identificado como Antonio Hadad.
El Mossad asegura que ese documento se tramitó en 1989 y habría sido utilizado en la preparación de ambos atentados. ”Samuel El-Reda tramitó esta cédula en junio 1989, posiblemente por intermedio de soborno, en Brasil. Es decir, existe una alta probabilidad de que el operativo Samuel El-Reda haya hecho uso de esta cédula brasilera para realizar misiones logísticas, en miras a los atentados del ‘92 y del ‘94″, agrega el informe.
“En múltiples publicaciones Al Reda fue descrito como un libanés que emigró a Colombia en 1987 y se ‘convirtió al Islam’. Esas publicaciones son falsas. El Reda y su hermano pertenecen a una familia chiíta religiosa de gran tamaño del Líbano, y Salman/Samuel proviene de una aldea chiíta ubicada en Bent Jbeil, al sur del Líbano. El mencionado nació en esa aldea el 5 de junio de 1963″, dice el informe del Mossad en la página 18.
El inmueble alquilado por El Reda también se habría utilizado para guardar los explosivos. “El pago del alquiler se hacía por adelantado, en dólares y en efectivo. Es lógico pensar que quien le alquiló a Salman el inmueble conoce su rostro ya que ha sido publicado, pero no ha acudido a las autoridades, quizás por temor. Esta persona es inocente, y no tiene ninguna conexión con Hezbollah, simplemente alquilo ese inmueble a una persona que hizo un buen pago por el mismo”, sostiene el Mossad.
La preparación de los explosivos se le adjudica al ingeniero Malek Ubeid, apodado como “Houssam”. Esa persona estuvo en Buenos Aires previo al atentado y abandonó el país luego del mismo.
El traslado del coche bomba hasta el estacionamiento estuvo a cargo de El Reda y de Mohammad Shourba.
La camionera Ford F-100, tal como estableció la Justicia argentina, fue comprada el 24 de febrero de 1992 en una agencia de autos ubicada en Juan B. Justo 7537. El encargado de esta tarea habría sido Hussein Karaky, otro miembro de la célula. Para adquirir el vehículo utilizó una fotocopia de un documento brasileño número 34031567, a nombre de Da Luz Elias Ribeiro.
Según el relato del dueño de la agencia, el comprador adujo que se dedicaba a la venta de autos y que la camioneta estaba destinada a una persona que residía en la ciudad de Mar Del Plata. El día de la operación Karaky estuvo dos veces en la agencia, con una diferencia de seis horas. En la segunda utilizó anteojos de sol y una boina para taparse la cara.
La investigación judicial por el atentado nunca tuvo detenidos y en los últimos años acumula escasos avances. Dos órdenes de captura ordenadas en 2015 por la Corte Suprema de Justicia y una serie de exhortos al exterior fueron los últimos movimientos.
Pasaron 30 años.
jueves, 26 de mayo de 2022
lunes, 18 de abril de 2022
viernes, 11 de marzo de 2022
Peronismo: Cuando el dictador pedófilo salió a combatir a los terroristas que él mismo alentó
Cuando los empresarios huían del país espantados por la guerrilla y Perón decidió terminar con el ERP, FAR y Montoneros
El Presidente, a principios de 1974, tenía un objetivo principal: combatir a las distintas facciones guerrilleras de izquierda. Estas, mediante secuestros como el del ejecutivo de la ESSO Víctor Samuelson, se habían alzado con 22 millones de dólares y estaban aterrorizando a las empresas internacionales. “El peronismo no es marxista”, sentenció el general
Por Juan Bautista Tata Yofre || InfobaeEl sábado 1° de diciembre de 1973 en la tapa de La Opinión el matutino se preguntaba: “En las elecciones del 23 de septiembre último, el 90 por ciento del país se inclinó por los dos candidatos más votados, ¿eligió un programa de asesinato y expulsión de ejecutivos de compañías multinacionales, o un programa que determinara que esas compañías estuvieran al servicio de la Argentina?”.
“Otra pregunta: Al pueblo argentino, ¿le interesa o conviene que los ejecutivos de Ford abandonen el país, o que la Ford esté obligada a acatar planes argentinos de expansión de la industria automotriz y exporte automotores a Cuba sobre la base de una política de comercio exterior progresista y democrática?”.
Luego, la nota de tapa hacía hincapié que una semana antes “al salir de su casa en la Alta Córdoba, sucumbió John Albert Swint, gerente general de Transax, subsidiaria de la Ford: un comando de las FAP, emboscado en la vecindad, salió al cruce de su automóvil y lo ametralló. Swint, su chofer y uno de sus guardaespaldas murieron en el acto. Otro de los custodios quedó malherido.”
La larga nota a tres columnas finalizaba así: “Los balazos, la extorsión, las amenazas, violan la voluntad de la mayoría; es más, la agreden, porque el pueblo optó en marzo y en septiembre por el fin de todo desorden y por la realización de un programa progresista, un programa económico-social que se está implementando desde el 25 de mayo y que ayer recibió los elogios del Presidente Perón.”
Los interrogantes del diario de Jacobo Timerman no fueron lanzados al azar. El día anterior el Presidente había pronunciado un discurso que, además de anunciar un aumento a los jubilados del 30 por ciento, intentaba llevar calma a la sociedad luego de una importante reunión de empresarios extranjeros con el Ministro del Interior, Benito Llambí, tras la ola de violencia terrorista en la Argentina.
Horas más tarde, Perón se reuniría con jefes militares en la residencia de Olivos. En esa cumbre, Perón tras una mirada general, pidió que se le sirviera otro café y prendió el segundo Kent, y observándolo al general Carlos Dalla Tea, jefe de la Jefatura II Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército, a quien conocía muy bien porque había sido Agregado Militar en Madrid durante su última etapa del exilio, le dijo: “Dalla Tea, a veces veo en los diarios que hay una organización que se autodenomina Fuerzas Armadas Peronistas. En concreto ¿me puede decir qué es eso y cómo siguen funcionando?”
Perón tenía esta cuestión en su mente porque las FAP habían asesinado al Secretario General de la CGT de la Regional Mar del Plata, y habían matado al empresario de la empresa Transak, John Swint y sus dos custodias en Córdoba.
Rápido de reflejos, Dalla Tea respondió: “Señor Presidente aquí le presento un trabajo que contiene la información que me pide”. “No, general, háganos una resumen de ese grupo… esa secta”, se corrigió.
Entonces el militar abrió una carpeta, tomó algunos datos que leyó y luego con una precisa improvisación expuso: “Su origen se produce como consecuencia de la infiltración de cuadros políticos militares marxistas, instruidos en Cuba entre 1966 y 1967. No existe legislación legal que la reprima como organización ilegal”.
Tratando de medir la atención que reflejaban sus palabras, lo miró a Perón y dijo: “La organización FAP profesa una ideología seudoperonista y marxista”.
”Nadie es seudoperonista, se es o no se es peronista, y he dicho muchas veces que el peronismo no es marxista”, comentó Perón.
”Mi Teniente General, es lo que ellos declaman”, respondió un tanto incómodo Dalla Tea y Perón, entonces, aprovechó para contar una anécdota: “Esto me hace acordar a cuando John William Cooke decía que en el peronismo ‘hay un poco de derecha y otro poco de izquierda y en el medio hay aire’. Es cierto, hay un poco de las dos cosas pero contenido en una doctrina… y el aire ¿qué es el aire? ¿El pueblo? Eso no es aire, es el pueblo, es la masa peronista”.
La respuesta a los interrogantes y prevenciones de los empresarios nacionales y extranjeros, a la búsqueda de la paz que intentaba dar el Presidente en sus encuentros con la dirigencia política, oficial y opositora, llegó en menos de una semana. El 6 de diciembre de 1973, un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo secuestró al ejecutivo de la empresa norteamericana ESSO Víctor Samuelson en la ciudad de Campana.
El diario El Mundo, controlado por el ERP, publico la foto del secuestrado Samuelson, destacando que el rescate solicitado para la liberación del ejecutivo norteamericano trepaba a los diez mil millones de pesos viejos.
El mismo día, la esposa del secuestrado coronel Florencio Crespo, con más de un mes de cautiverio en manos del ERP, se ofrecía a interceder ante las autoridades militares para el canje que proponían los terroristas: dejar en libertad al militar por los detenidos en ocasión del ataque del mismo grupo al Comando de Sanidad en la ciudad de Buenos Aires.
En una carta que se dio a publicidad, el militar afirmaba que se encontraba dispuesto a aceptar el juicio revolucionario de la organización terrorista que lo mantenía secuestrado aceptando la legislación y usos de la guerra establecidas en la Convención de Ginebra del 12 de agosto de 1949. Se entendía que como contrapartida el PRT-ERP liberaría al militar después de la “condena” que recibiría, especulaba la prensa, pero no hubo ninguna reacción oficial al respecto. El reclamo del PRT-ERP, acogerse a la Convención de Guerra, fue una maniobra que no prosperó en ningún momento y quedó descartada de plano, aunque la organización guerrillera continuaría insistiendo en ese camino.
Según el relató que hizo el PRT-ERP, en su medio Estrella Roja, la brigada “Raúl” Oscar Tettamanti y Ricardo Silva de la organización había tomado prisionero a Samuelson para “someterlo a un juicio revolucionario”.
La inteligencia terrorista sabía que el empresario estadounidense almorzaba en el comedor de la empresa en Campana. Entonces, un grupo fue, copó el lugar, y lo secuestró. Todo el operativo fue dirigido por “El Tordo” Osvaldo Sigfrido De Benedetti y “El Cuervo” Carlos All, uno de los fundadores del ERP, fue el negociador.
Para ese entonces, la Inteligencia Militar le había redactado al presidente Perón un documento de “análisis” sobre el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)”, en el que se destacaban los siguientes párrafos:
- “(…) Para la dirección del ERP la situación económica no tiene soluciones a corto ni mediano plazo, siendo del caso destacar los fundamentos aducidos para negar cualquier posibilidad de radicación de capitales extranjeros a largo plazo se centran en la inestabilidad político-social del país y en la perspectiva de que los ejecutivos de las empresas ‘vayan a parar a una cárcel del pueblo’”.
- “El PRT-ERP considera al gobierno constitucional un adversario potencial aunque espera valerse de las eventuales concesiones que el mismo haga para incrementar sus tareas de propaganda y captación”.
- “Se ha concretado un primer paso hacia la continentalización de la lucha armada mediante el apoyo mutuo, el intercambio y la creación de un comité conjunto permanente entre el MIR de Chile, el MLN-T (Tupamaros) de Uruguay, el PRTB-ELN de Bolivia y el PRT-ERP de Argentina”.
-“El accionar armado del ERP no sufrirá variantes sustanciales, siendo del caso esperar acciones en colaboración con agrupamientos subversivos extranjeros”.
- “La calificación de débil que otorga el ERP al gobierno constitucional alentará el accionar de la organización y sus simpatizantes”.
El trabajo del Ejército era claro, aunque Perón no quisiera abiertamente reconocerlo: la Argentina se había convertido en un “aguantadero”, al decir de Horacio Bustos, un cultor del lunfardo, un “lugar transitorio para ocultar delincuentes u objetos afanados”.
En 1972 la guerrilla uruguaya estaba casi derrotada. Su dirigencia principal, gran parte de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T), es detenida y encarcelada en penales donde se los rotaba.
Como declaró el terrorista Efraín Martínez Platero al periodista Alfonso Lessa, en La revolución imposible, para 1972 “había caído Raúl (Sendic), había caído el ‘Alemán’ Engler, había caído el ‘Pepe’ Mujica. Quedaba yo solo”. Fue en ese momento en que varios cientos de sus cuadros con experiencia militar y política abandonaron clandestinamente el Uruguay para quedarse en la Argentina o pasar a Chile, donde aún gobernaba Salvador Allende. Otros siguieron rumbo a Cuba para recibir instrucción militar.
“Domingo”, un integrante de la vieja guardia del MLN que se salvó milagrosamente en 1972, se refugió en la Argentina y fue el “responsable” del comité militar. Salió de Montevideo por el aeropuerto de Carrasco el 27 de septiembre de 1972, el mismo día que Efraín Martínez Platero. “Creo que con un vuelo de diferencia. Me acompañó una compañera ‘legal’ hasta Buenos Aires: la mujer de Luis Alemañy (a) ‘Luis Bolívar’. Yo venía de “El Abuso”, la fuga de Punta Carretas y estaba clandestino.”
“Domingo” cuenta cómo tras su paso por Buenos Aires en octubre de ese año sigue a Chile y luego viajó a una reunión con la dirección de la “orga” a Cuba. Luego vuelve a Chile para participar del simposio de Viña del Mar, en febrero de 1973, en el que participaron innumerables miembros de diferentes organizaciones armadas del Cono Sur y en el que el MLN adopta la línea marxista-leninista. Luego vuelve a Cuba por no más de quince días, retorna a Santiago de Chile y pasó a la Argentina. “Estoy en Buenos Aires a mediados de 1973, después ando por Corrientes, por Entre Ríos.”
-¿Contaban con el apoyo de las organizaciones armadas argentina?
-Sí, sí. Yo iba todas las semanas al ejecutivo del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
-¿Qué relaciones mantenían con Montoneros y FAR?
-Con los Montos nos juntábamos en los boliches, conversábamos. Con todos los compañeros conversábamos. Porque estaban la FAL (Fuerzas Argentinas de Liberación) en esa época, las FAR, los Montos, y otras chicas que se reabsorben en Montoneros. Pero la influencia política en el MLN es del PRT. Y del Negro (Mario Roberto) Santucho, además.
-¿Dónde obtenían los recursos para financiar tan frecuentes viajes de los dirigentes?
-De los secuestros. Yo tengo el record nacional. No tengo el sudamericano porque los Montoneros me hicieron el de 60 millones de dólares (secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born, septiembre de 1974).
-¿Qué secuestros?
-En 1973, en la Argentina. Tres secuestros, 22 millones de dólares. Tengo uno de catorce millones, el de (Víctor) Samuelson.
-¿Fueron realizados con el ERP o con la Junta Coordinadora Revolucionaria?
-No, los hacíamos todos los de la Junta Coordinadora Revolucionaria: el ELN (Ejército de Liberación Nacional, de Bolivia), que no ponía gente, pero le dábamos guita; el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, de Chile), que no operaba en Argentina, pero le dábamos guita también, el PRT y el MLN. Con Samuelson sacamos 14.000.000 dólares. Cinco millones con el (secuestro) de Swissair. Firmaba la Junta. Se mando plata a Chile para el MIR, se mandó al ELN, nos quedamos nosotros, y el toco grande se lo quedó el PRT-ERP.
-En 1973 y 1974 ¿cuántas personas integraban el MLN de Argentina? ¿Mantenían su verdadera identidad o se hallaban clandestinos?
-Podrían ser entre 30 y 50 personas, no más. Estaban con documento falso. Y trabajamos en la Logística.
-¿Qué significa?
-Dónde estaban haciendo la “metra” en Buenos Aires? (se refiere a la fábrica de las ametralladoras JCR-1).
El líder histórico tupamaro Efraín Martínez Agüero años más tarde relató en Memorias de la insurgencia:
-¿Cuál fue el destino de los 22 millones de dólares obtenidos? (en la Argentina por los secuestros)
-El PRT-ERP quedó con la mayor parte para montar toda su infraestructura.
-¿En qué otras operaciones participó el MLN con la JCR?
-De finanzas y estudios operacionales con respecto a Tucumán. En Catamarca, en agosto de 1974, mueren dos tupamaros integrados al ERP, Hugo Cacciavillani y Rutilio Bentancour. En los años siguientes murieron en enfrentamientos o desaparecieron otros tupamaros integrados a organizaciones argentinas, en Buenos Aires, Monte Chingolo, Caseros, Tucumán. El 27 de agosto de 1973 yo estaba en Tucumán, en una reunión donde se estaba preparando toda la guerrilla.
Años más tarde en sus Memorias, Enrique Haroldo Gorriarán Merlo reconoció los secuestros del gerente de la compañía Swissair “por cuya libertad obtuvimos tres millones ochocientos mil dólares” y el secuestro de Víctor Samuelson, el gerente general de la empresa ESSO.
Según Gorriaran Merlo, la operación la realizó Osvaldo Sigfrido De Benedetti, (a) el “Tordo” (a) Alejandro, liberado de la cárcel de Devoto el 25 de mayo de 1973, donde se encontraba condenado a 12 años de prisión por el secuestro y asesinato del empresario italiano de la FIAT Oberdam Sallustro, y amnistiado por ley 25.508 del Congreso de la Nación dos días más tarde.
El “Tordo” también estaba señalado como uno de los causantes de la muerte del Teniente General Juan Carlos Sánchez, comandante del Cuerpo II. Murió en 1978. Su hermano Gabriel Francisco De Benedetti (a) “Tordito”, en el momento del secuestro de Samuelson, estaba preso por participar en el asalto al Comando de Sanidad, el 6 de septiembre de 1976, junto con 40 efectivos del PRT-ERP, entre los que se encontraban otros amnistiados en mayo de 1973.
Aunque con meros detalles dispares, Gorriarán reconoció que la negociación fue conducida por un jefe tupamaro con la colaboración de Carlos Emilio All, (a) “El Cuervo”, “Capitán Alejandro”, más tarde jefe de Inteligencia de la Compañía de Monte en Tucumán. También reconoció que el dinero entregado para el MIR no llegó a destino: “¡No podía creer que (al dinero) se lo hubieran robado!”. También aceptó la activa participación en el secuestro de Samuelson del cabecilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) boliviano Osvaldo “Chato” Peredo, quien junto con sus hermanos integró la expedición de Ernesto “Che” Guevara a Bolivia, donde murió fusilado el 9 de octubre de 1967.
El empresario Víctor Samuelson atravesó durante su cautiverio, como los coroneles Jorge Roberto Ibarzábal y Argentino del Valle Larraburu, entre otros, un desgarrador sufrimiento, que fue motivo de burla y risas en la revista Militancia N° 34 de Eduardo Luis Duhalde: “Servidor eficiente de una de las más grandes empresas multinacionales, el mentado Mr. Samuelson no pudo festejar, como acostumbran los ejecutivos extranjeros, este happy new year”. Fue liberado en abril de 1974.
Para ese entonces Perón había tomado el toro por las astas. El ERP, en enero de 1974, había atacado la Guarnición de Azul. Primero le ofreció la jefatura de la Policía Federal al general retirado Ibérico Saint Jean (luego gobernador de Buenos Aires durante el gobierno de facto de Jorge Videla) y, al no aceptar, designó al Comisario Mayor Alberto “Tubo” Villar, un especialista en guerra antisubversiva.
Perón, en esos días de enero de 1974, ya estaba al tanto de lo que tenía que enfrentar, aunque no su verdadera dimensión. Ya había sido asesinado José Ignacio Rucci por Montoneros y el PRT-ERP había intentado copar el Comando de Sanidad (6 de septiembre de 1973). Por ese entonces no dejaba de decir que a la subversión la corría con la Policía.
Cuando se asesinó a José Ignacio Rucci se llegó a la certeza de que FAR y Montoneros habían retomado la acción armada y “Perón allí decide que va a terminar con esos sectores”, observó Juan Manuel Abal Medina en la revista Siete Días (8 de marzo de 1983). Julio Santucho, hermano del líder del PRT-ERP, diría en su libro Los últimos guevaristas que durante “el último año de su vida, más que gobernar, Perón lo dedicó a combatir a la izquierda. Para ello desplegó una estrategia basada en la utilización combinada de métodos legales e ilegales”.
El jefe operativo del secuestro de Samuelson, “El Tordo” Osvaldo Sigfrido De Benedetti, detenido en Tucumán en 1974 y preso hasta el 20 de julio de 1978 (gobierno Jorge Rafael Videla), en que se le aplicó la ley de fuga, en 1998 alguien cobró por “detenido o exiliado”, como si estuviera vivo, la suma de $12.376.059 y figura en el Parque de la Memoria. Su hermano Gabriel, asaltante del Comando de Sanidad, cobraría en julio 1999 (gobierno Menem), por Ley 24.043 $ 6.519.236 y en julio de 2006 (gobierno Néstor Kirchner), en virtud de la Ley 24.411 la suma de $ 22.724.917. Ambas indemnizaciones sumaron la friolera de $ 29.244.153.