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martes, 15 de febrero de 2022

Filipinas: El genocidio norteamericano

Así exterminó el ejército de Estados Unidos todo rastro de la herencia española en Filipinas

Según fray Manuel Arellano Remondo, autor de 'Geografía General de Las Islas Filipinas', las guerras para aplastar a la insurgencia filipina provocaron matanzas, ejecuciones sumarias y un millón de muertos en el archipiélago
César Cervera || ABC




En 1599, un sínodo celebrado Manila, con la asistencia de los principales jefes tribales del archipiélago, decidió aceptar al Rey de España «como su natural soberano» e incorporar sus respectivos estados étnicos a la Administración española establecida en Manila, «la muy noble y siempre leal ciudad». La complejidad tribal de este archipiélago, formado por más de 7.000 islas, impidió que en el castellano se extendiera en la totalidad del territorio, pero sí fue durante tres siglos la lengua mayoritaria y la oficial en cuestiones administrativas y comerciales. Pese a ello, solo un siglo después de la salida de España, en Filipinas hay solo dos idiomas oficiales, el filipino y el inglés, y se ha borrado toda presencia ibérica de los libros de historia.

La independencia de Filipinas fue seguida de un periodo de dominio estadounidense, justificado en que, según el presidente William McKinley, «los filipinos eran incapaces de autogobernarse» y no cabía más opción que «educarlos y cristianizarlos», lo cual era un insulto a los españoles, que habían establecieron mediante decreto, en 1863, la educación pública gratuita en el país. No fue el único intento de EE.UU. encaminado a borrar la presencia de la civilización que vertebró la unidad política y religiosa del archipiélago por primera vez en su historia.

No eran libertadores

Mientras los llamados «últimos de Filipinas» resistían a la desesperada aún en la iglesia Baler, los filipinos que se habían levantado contra España en 1896 giraron abruptamente sus rifles y machetes hacia los estadounidenses, que habían decidido unilateralmente quedarse en propiedad el antiguo territorio de ultramar de España. En el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, en virtud del cual se puso fin a la Guerra hispano-estadounidense, EE. UU. no permitió la presencia de delegados filipinos o cubanos y obligó a España a ceder el archipiélago y las demás colonias del Caribe y Oceanía.

A la vista de que los norteamericanos no llegaban como libertadores, sino como conquistadores, el líder filipino Emilio Aguinaldo leyó el 12 de junio de 1898 la Declaración de Independencia de Filipinas en Cavite justo cuando estaba terminando la guerra hispano-estadounidense. Además, convocó elecciones constituyentes que confluyeron en la redacción de la Constitución de Malolos, la primera Constitución de la historia de Filipinas, escrita en lengua española, la oficial del archipiélago.


Ilustración de la Iglesia de Baler convertida en fortín por los españoles

El 23 de enero de 1899, nació así oficialmente la Primera República Filipina, pero lo hizo a espaldas de los EE.UU, que se valió de las armas y de un ejército que llegó a sobrepasar los 100.000 hombres desplegados para revertir esta independencia. Según fray Manuel Arellano Remondo, autor de «Geografía General de Las Islas Filipinas», las guerras para aplastar a la insurgencia filipina provocaron matanzas, ejecuciones sumarias y un millón de muertos en el archipiélago.

Como explica el historiador norteamericano Paul A. Kramer en un artículo publicado por la revista 'New Yorker' en 2008, la quema de villas, la violencia y la tortura mediante el método del ahogamiento simulado por parte de las tropas norteamericanos provocaron incluso la indignación de una parte de la sociedad americana que se identificaba como antimilitarista y antimperial.

«El español o idioma nativo no es esencial. Con la expulsión de los españoles, sigue que nuestro idioma se adopte inmediatamente en los tribunales»

Según este autor, las primeras denuncias de torturas aparecieron en los periódicos norteamericanos a pesar de la censura impuesta por las autoridades militares a la información procedente de las Filipinas. En mayo de 1900, el periódico 'Omaha World-Herald' publicó una carta del soldado A. F. Miller de un regimiento de voluntarios donde revelaba el uso generalizado de la tortura contra los prisioneros de guerra y en particular, el uso de la «water cure» como mecanismo para obtener información de los filipinos. Los insurgentes filipinos eran colocados de espaldas, sujetadas por varios soldados y se les colocaba un pedazo de madera redonda en la boca para obligarlos a mantenerla abierta. Una vez sometido el prisionero filipino, se procedía a verter grandes cantidades de agua en su boca y fosas nasales hasta provocarles asfixia.

Los planes de EE.UU.

Junto a la tortura contra la población, se abrió un periodo de exterminio de toda herencia española. El idioma inglés fue impuesto a la fuerza sobre los habitantes como lengua vehicular y oficial, lo cual no supuso un reconocimiento a los filipinos de la ciudadanía estadounidense. El cónsul en Manila, O. F. Williams, en una comunicación al secretario de Estado, Mr. Day, en la temprana fecha del 2 de julio de 1898, sugirió las líneas de actuación respecto a la política lingüística:

«Cada empresa norteamericana en cada uno de los cientos de puertos y populosos pueblos de las Filipinas será un centro comercial y escuela para nativos dóciles conducentes a un buen gobierno según el modelo de Estados Unidos. El español o idioma nativo no es esencial. Con la expulsión de los españoles, sigue que nuestro idioma se adopte inmediatamente en los tribunales, puestos públicos, escuelas e iglesias nuevamente organizadas y que los nativos aprendan inglés».


Héroes filipinos de la independencia. Sentados, Pedro Paterno (Izq.) y Emilio Aguinaldo. - ABC

Este acoso estatal explica cómo el castellano pasó de ser, en 1898, la lengua más hablada de Filipinas a ocupar un papel marginal en la actualidad. La República, que siguió teniendo el castellano como lengua oficial, estuvo activa hasta la captura y arresto de Emilio Aguinaldo, calificado como «bandido fugitivo», por las tropas estadounidenses el 23 de marzo de 1901 en Palanan, Isabela. Macario Sakay continuó, a duras penas, la resistencia hasta 1907, cuando fue capturado y ejecutado. A partir de estas fechas, Filipinas se convirtió, en la práctica, en una colonia de EE.UU.

En 1916, se otorgó un régimen de cierta autonomía, como Estado libre asociado, pero no fue hasta julio de 1946 cuando proclamó la independencia tras la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Precisamente durante este conflicto los bombardeos americanos y las atrocidades japoneses sobre Manila y otras regiones se ensañaron con especial atención en los distritos de habla española y en los templos católicos.

En pocos días, los últimos restos del colonial español de Manila, presente en sus edificios históricos, fue arrasado y alrededor de 300 españoles de los 3.000 censados murieron asesinados por los japoneses. La presencia de ciudadanos de españoles o descendientes de estos disminuyó en picado, ya que, además de los tres centenares que murieron de entre los 3.000 residentes, otros 500 volvieron a la Península en esas fechas

jueves, 25 de noviembre de 2021

Conquista de América: Si los anglosajones llegaban primero, los indios hubiesen sido exterminados

Borja Cardelús: «Si a América hubiera llegado antes Inglaterra, los indios hubieran sido exterminados»

En su nuevo libro, ‘América hispánica’ (Almuzara), este abogado, economista y divulgador cultural aglutina los grandes temas que cimentaron la civilización hispánica

César Cervera  ||  ABC

Una Roma en América. En cuanto comprendieron la magnitud de la empresa que tenían entre manos, los Reyes Católicos buscaron la manera de romanizar América, esto es, «de trasladar la cultura grecorromana al otro lado del charco y de mestizar a sus habitantes», como apunta Borja Cardelús, que acaba de publicar el libro ‘América hispánica’ (Almuzara). La magna obra (casi 900 páginas) de Cardelús aglutina los grandes temas que han centrado el interés en los últimos años de este abogado, economista y divulgador cultural. De las leyes de Indias a las huellas españolas en Norteamérica, pasando por la historia del Galeón de Manila o la aventura de Hernán Cortés, la ‘América hispánica’ desgrana el mestizaje físico y cultural que dio a luz a una civilización de 600 millones de personas. «El legado hispánico está vivo hoy, no solo es Historia, sino presente», recuerda.

Imperios como el español han servido a lo largo de la historia para abrir caminos, puestos comerciales, universidades, hospitales y toda suerte de estructuras para unir bajo una figura supranacional a muchos pueblos que, viviendo a pocos kilómetros, no habían interactuado nunca entre ellos. Solo los imperios que han traído prosperidad con ellos han sobrevivido en el tiempo. Y solo ellos pueden llamarse imperios. Que el español sobreviviera casi quinientos años habla de lo rocoso de sus cimientos.


–¿Está amenazado ese legado hispánico más que nunca?

–La civilización hispánica está amenazada desde el siglo XVIII, cuando irrumpieron todas las ideas nuevas de la Ilustración y España pasó a un segundo plano intelectual. Considero, igualmente, que hay muchos grupos que han comprendido al fin que la verdad está en la civilización hispánica y que la Ilustración lo que dejó es muchos males actuales como el progreso material y un individualismo excesivo. La civilización hispánica está montada sobre cosas muy antiguas, como la artesanía o la relación con la tierra, mientras que la Ilustración cabalga sobre la industria, el comercio libre…

–Cuando se tiran estatuas españolas en América, ¿quiénes son los damnificados?

–Están tirando piedras contra su propio tejado. Por un lado, los indígenas son descendientes de personas que fueron protegidas por gente como Fray Junípero Serra, que los capacitó en agricultura, ganadería y lenguaje para poder adaptarse a la cultura occidental. Gracias a eso sobrevivieron cuando los anglosajones llegaron a sus tierras. Por otra parte, la contaminación política ha hecho que los propios hispanos se hayan creído falsedades tales como el genocidio o el robo de oro. La incultura y la falta de criterio han hecho que los propios criollos ataquen sus principios, sus esencias culturales, a sus personajes históricos.

–Un argumento recurrente en países hispanoamericanos es que España es culpable de sus males recientes.

–Si en vez de España hubiera llegado Inglaterra antes a toda América, los indios hubieran sido exterminados. Si hubieran sido los portugueses, hubieran sido esclavizados todos. Y si hubieran sido los franceses, hubieran quedado alcoholizados, como hicieron en los territorios que controlaron en Norteamérica. El único país que aplicó realmente una política proteccionista, basada en el humanismo cristiano, fue España. Es un tópico culpar a España de los males presentes. Cuando se resquebrajó la Monarquía católica y se rompió la Pax Hispánica, el continente se fragmentó en una veintena de repúblicas y comenzó un caos tremendo. Sin la tutela de la Corona españa, se entró en una vorágine de guerras civiles, de extinción de tribus y en el puro caos. La culpa de todo lo que ha pasado no es por la responsabilidad española, sino por lo que han hecho en los últimos doscientos años ellos.

«Cuando se resquebrajó la Monarquía católica y se rompe la Pax Hispánica, el continente se fragmentó en una veintena de repúblicas»

–En su libro dedica un importante espacio a las Leyes de Indias como piedra angular para el mestizaje.

–Las Leyes de Indias es un cuerpo jurídico de más de siete mil leyes que están basadas en la Escuela de Francisco de Vitoria y buscan proteger al indio, su dignidad, sus tierras, su integridad jurídica. Se establece que sean retribuidos de forma justa y en dinero, no especies. Las leyes marcaron la pauta de la presencia de España en América durante siglos. Hernán Cortés tuvo un papel fundamental para su éxito cuando las aplicó en México y logró que el resto de conquistadores con grandes territorios bajo su control le siguieran. Tomó la determinación de aplicar una estrategia muy distinta de la antillana, que había estado muy basada en la explotación de los indios, y ordenó traer colonos, frailes, oficios... Ahí es cuando quedó claro que no serían colonias, sino una Nueva España. Marcó el modelo para todo el continente y por eso es tan importante conmemorar su hazaña estos días.

–Usted que también es abogado, ¿no le llama la atención lo obsesionados que estaban los españoles con el cumplimiento de las leyes incluso en esos años?

–España fue muy reglamentista y fue documentándolo todo al milímetro. En el Archivo de Indias se encuentra cada acto documentado porque de cada suceso podían derivar consecuencias muy graves. Cualquier motín o alzamiento de un capitán era muy severamente castigado. Cortés, cuando se alejó de las instrucciones de Velázquez, gobernador de Cuba, procuró hacerlo con toda delicadeza y buscando legalizar su situación de cara al Emperador. El aspecto legal fue muy importante desde el principio.

–En estos años también se conmemora la Primera Circunnavegación a la Tierra, ¿cómo fue el paso de España por el Pacífico?

–España tiene tanta historia que ha relegado a un segundo plano lo que hizo en el Pacífico. España no solo dio la vuelta al mundo, es que descubrió Australia, aunque no se reconozca, todo tipo de archipiélagos como Hawai, y navegó por los confines de este océano. En otro país esto daría para muchas películas y libros, y por eso lo incluyo en mi obra. El Pacífico fue llamado el mar español porque nadie que no fuera español podía entrar allí más allá de algunos piratas. España tuvo controlado todo un océano durante doscientos cincuenta años.



La conquista del Colorado, óleo de Augusto Ferrer-Dalmau que retrata la expedición de Francisco Vázquez de Coronado.

–¿Se corre el riesgo de caer en una leyenda blanca por combatir la leyenda negra?

–No, la leyenda negra ha sido tan exagerada, tan extrema, que basta con contrarrestarla usando la verdad. No hubo genocidio en América, como sí lo hubo en los territorios bajo control de Inglaterra. Es cierto que los primeros años de España en América fueron dolorosos por la mortandad causada por los virus europeos, que afectaron de manera contundente a los indios. Sin embargo, cuando España llegó a América había unos 13 millones de indios, y cuando España se marchó, había 16 millones. Las Leyes de Indias fueron tan paternalistas con los nativos que los protegió. Mientras que Inglaterra se apropió de sus tierras, les quitó sus recursos y, cuando protestaron, les aniquilaron. Cuando los ingleses llegaron a sus territorios en Norteamérica, había un millón de indios, pero cuando salieron quedaban medio millón, todos ellos en los territorios colonizados por España. 


viernes, 3 de septiembre de 2021

Servicios especiales rusoviéticos: Entre los mayores asesinos de la Historia

Todo lo que siempre quisiste saber sobre los servicios especiales rusos (y soviéticos)

Oleg Yegórov || Russia and Beyond




Décadas de trabajo encubierto, recopilando información, espiando y combatiendo a otros espías, liquidando a los enemigos del estado (tanto reales como imaginarios): los servicios especiales soviéticos y rusos eran capaces de todo.


Como muchos otros países, Rusia ha tenido algún tipo de servicios especiales a lo largo de la mayor parte de su historia. Iván el Terrible (que gobernó de 1533 a 1584) fue quizás el primer gobernante en establecer sus propios servicios especiales: a los temibles opríchniki o “gente con cabeza de perro”, la guardia más leal de Iván, se les encomendó la ejecución de sus enemigos. Estaban lejos de ser una agencia de inteligencia o contrainteligencia, pero claro, hablamos el siglo XVI.

Los Romanov también tuvieron sus medios para tratar de controlar a la población y sabotear a los revolucionarios. Un ejemplo era la Ojrana (Departamento de Protección de la Seguridad y el Orden Público). Durante un período considerable de tiempo incluso funcionó (aunque tal vez no tan bien, dado que a principios del siglo XX uno de sus miembros, Yevno Azef, resultó ser un agente doble a cargo de una organización terrorista que mató a varios funcionarios.


Yevno Azef fue un agitador, un terrorista y un doble agente que fingía lealtad tanto a la Revolución como al régimen zarista. Legion Media

Sin embargo, estos servicios especiales no impidieron que los bolcheviques tomaran el poder en 1917 y destruyeran el régimen zarista.

¡Que vienen los chequistas!

Sin embargo, inmediatamente después de desmantelar el viejo sistema de seguridad, los bolcheviques comenzaron a construir el suyo propio. Así, a finales de la década de 1910 nació una nueva línea de organizaciones soviéticas de servicios especiales, los V.Ch.K.-OGPU-NKVD-KGB.

La primera persona que lideró a los llamados “chequistas” (este apodo sigue siendo popular en toda Europa del Este, sin importar cuál sea el nombre oficial de la agencia) fue Félix Dzerzhinski, un amigo personal de Lenin. Brutal, minucioso y despiadado, Dzerzhinski ha seguido siendo una fuente de controversia desde entonces. Incluso en la actualidad, la plaza Lubianka en Moscú (donde se levantaba un monumento en su honor hasta la década de los 90) sigue siendo el “corazón oscuro” de Moscú e inspira temor entre el pueblo ruso.


Félix Dzerzhinski, un amigo personal de Lenin, fue la primera persona que lideró a los llamados “chequistas”. Mary Evans Picture Library/Global Look Press

Desde su creación, la Cheká se centró en la represión de agentes extranjeros antisoviéticos. Somerset Maugham, escritor británico y también espía, falló en su intento de hacer fracasar la revolución de octubre de 1917. Ocho años más tarde, “el espía de su majestad” Sidney Reilly (el prototipo de James Bond que, por cierto, nació en el seno de una familia judía rusa) fue asesinado a tiros por unos chequistas.

Misiones secretas, juegos sucios

Los servicios especiales soviéticos estaban especialmente dispuestos ejecutar a aquellos a quienes ellos (o más bien el todopoderoso Partido Comunista) considerase enemigos del Estado. Incluso en el extranjero, agentes secretos encontraron y asesinaron a varios líderes del Movimiento Blanco, nacionalistas y, por supuesto, a Lev Trotski, antiguo rival de Stalin entre los bolcheviques.

La reputación de los servicios especiales soviéticos está envuelta en las tinieblas, ya que fueron ellos los que llevaron a cabo las purgas de Stalin, en las que, entre 1930 y 1953, casi 3,8 millones de personas fueron encarceladas y 786.000 de ellas condenadas a muerte. Paradójicamente, los propios jefes chequistas a menudo terminaron siendo arrestados, juzgados y fusilados. Por ejemplo, esto es lo que pasó con Guenrij Yágoda, Nikolái Yezhov y Lavrenti Beria, tres jefes de la OGPU-NKVD bajo el gobierno de Stalin.


Lavrenti Beria, jefe de la policía secreta NKVD entre 1938 y 1945, con Iósif Stalin y su hija Svetalana. Sputnik

Agentes encubiertos

Mientras que los servicios de seguridad del Estado luchaban contra los enemigos (tanto reales como imaginarios) en casa, los oficiales de inteligencia tenían un enfoque más internacional, tanto en tiempos de guerra como en períodos pacíficos. Durante la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos organizaron docenas de operaciones exitosas que ayudaron a derrotar a los nazis.

Uno de los agentes más efectivos fue el legendario Nikolái Kuznetsov. Trabajó tras las líneas enemigas y transmitió información importante a Moscú. Su jefe, Pavel Sudoplátov, “el maestro de espías de Stalin”, coordinó el trabajo de muchos agentes y planeó operaciones que ayudaron a derrotar a Alemania en la batalla de Stalingrado. Otra organización, SMERSH (“Muerte a espías”) se opuso efectivamente a la inteligencia alemana durante la guerra.


Nikolái Kuznetsov (en el centro) fue un agente soviético que luchó contra los nazis. Piotr Zdorovilo/TASS

Estrellas del espionaje

La Guerra Fría, que comenzó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, supuso nuevos retos y obligó a los espías a dominar el trabajo encubierto. Nunca se supo quién podía ser un agente ruso, desde la amante de Einstein, Margarita Koniónkova, hasta el embajador de Costa Rica en Italia (nombre real Iósif Grigulévich). Y de vuelta en Moscú, otro legendario espía, Yuri Drozdov (1925 - 2017), de la KGB, coordinó el trabajo de los agentes secretos.


El general Yuri Drozdov, legendario jefe de espías que estuvo a cargo de una amplia red de agentes del KGB durante la época de la Guerra Fría.

Los agentes soviéticos eran conocidos por sus grandes habilidades para el espionaje. Incluso llegaron a realizar un seguimiento a Franklin D. Roosevelt durante la conferencia de Teherán en 1943, y colocaron micrófonos en la embajada de Estados Unidos en Moscú.

Sin embargo, la CIA y otros servicios secretos occidentales plantearon un desafío constante a sus colegas soviéticos. Durante la Guerra Fría, muchos lugares de Moscú se convirtieron en “campos de batalla” para los soviéticos y la inteligencia estadounidense. Ver la colección de objetos confiscados por la KGB a los espías occidentales resulta muy peculiar: bastones con espadas, armas escondidas en linternas, etc.

Por supuesto, no todos los oficiales de la KGB eran devotos y leales, y de vez en cuando alguno cambiaba de bando y escapaba a los países occidentales (el coronel Oleg Gordievski, por ejemplo, huyó a Gran Bretaña). Tales desertores fueron de gran utilidad para sus países de acogida.

¿Y ahora?

Tanto la KGB como la Unión Soviética desaparecieron hace tiempo, pero su legado perdura. Como muchos saben, el presidente ruso Vladímir Putin fue oficial de la KGB y trabajó en Alemania Oriental en la década de 1980. Muchas otras figuras prominentes de la Rusia actual también estuvieron conectadas con la KGB en su pasado.



Hoy en día, los servicios especiales siguen tan activos como siempre, y no sólo el FSB (Servicio Federal de Seguridad), el sucesor del KGB en la Rusia contemporánea. También hay otros servicios de seguridad, como el FSO (Servicio Federal de Protección), que proporciona seguridad a las personas más importantes de Rusia. Estas agencias continúan operando, pero cada vez es más difícil saber algo sobre la naturaleza exacta de sus operaciones ya que toda la información al respecto es material clasificado.


jueves, 25 de febrero de 2021

Cosas que aclarar respecto al genocidio armenio

La historia que sucedió: dejar las cosas claras sobre el genocidio armenio

Ryan Gingeras || War on the Rocks



Por un breve momento de este otoño, el interés mundial fijó su atención en un evento del pasado. La noticia de que el Congreso de los Estados Unidos aprobó una resolución formal reconociendo el genocidio armenio fue transmitida como una noticia destacada por los medios de comunicación de todo el mundo. La mayor parte del análisis de la votación se centró en las implicaciones políticas inmediatas. Con las relaciones entre Estados Unidos y Turquía aún tambaleándose por confrontaciones anteriores sobre Siria y los lazos de Ankara con Rusia, Washington se estaba preparando simultáneamente para recibir al presidente Recep Tayyip Erdoğan en solo unas pocas semanas. La mayoría de los medios en los Estados Unidos aceptaron el contenido material de la resolución al pie de la letra.

Los medios de comunicación turcos encontraron un marcado contraste en su tratamiento de la resolución. Los comentaristas de periódicos y personalidades de la televisión reiteraron el rechazo categórico del proyecto de ley por parte del gobierno turco. Más de unos pocos medios condenaron la decisión del Congreso como un insulto, inspirado por las tensiones políticas del momento. Incrustado en esta cobertura estaba un rechazo acérrimo de la premisa histórica de la resolución. "El proyecto de ley armenio", en palabras del portavoz presidencial de Turquía, fue "uno de los usos más vergonzosos de la historia en la política". Añadió: "Aquellos que acusan a Turquía de genocidio deberían mirar su propia historia".


 

De este lado del Atlántico, ha sido difícil encontrar voces que apoyen el punto de vista de Ankara. Entre los más destacados para detallar tales críticas estaba Edward Erickson, profesor retirado de historia de la Marine Corps University. En un ensayo en War on the Rocks, estuvo de acuerdo en que el Congreso se equivocó de hecho al aprobar el proyecto de ley. La importancia de esta falacia, sostiene el artículo, va más allá de la locura del Congreso al emitir un juicio sobre la historia nacional de Turquía. Reconociendo esta historia, plantea, promete "dañar [s] las relaciones turco-estadounidenses en un momento en el que ningún país puede permitírselo".

Mi objetivo al responder al artículo de Erickson es limitado: no es mi intención debatir la eficacia de la decisión del Congreso de reconocer el genocidio armenio (u otros genocidios para el caso). Tampoco es mi intención profundizar en cómo las acciones del Congreso pueden afectar las relaciones entre Washington y Ankara. Mi objetivo aquí es disputar dos de los argumentos centrales del ensayo: que los historiadores están divididos sobre este tema y que los datos disponibles relacionados con el Genocidio Armenio son exculpatorios o se han dejado sin explotar. Escribo esta respuesta como alguien que ha pasado toda su carrera escribiendo sobre el fin del Imperio Otomano. Cada libro que he escrito se basa en la investigación de archivos en Turquía y fuera de ella. Escribo esta respuesta como alguien que no solo ha escrito específicamente sobre el destino de los armenios otomanos, sino también de manera más amplia sobre las condiciones violentas que acosaron el colapso del imperio. Mi primer libro fue una historia comparada de los musulmanes y cristianos otomanos que fueron víctimas de la violencia masiva a manos del gobierno.

El artículo de Erickson está plagado de graves inexactitudes. Su caracterización errónea del estado de la investigación sobre el genocidio armenio no puede atribuirse a diferencias de perspectiva. Es incorrecto y engañoso por varios motivos.

La afirmación más reveladora, y yo diría más atroz, que se hace en el artículo de Erickson es su afirmación de que la literatura sobre el genocidio armenio "tiende a estar dominada por no historiadores". Solo se debe confiar en los historiadores, específicamente aquellos con "las habilidades lingüísticas y de investigación adecuadas" para opinar sobre la autenticidad del genocidio. Esta declaración no solo es descaradamente inexacta, sino que también es claramente deshonesta en su intención. Una persona que profese experiencia en la historia otomana tardía debe saber que el estudio del genocidio armenio se ha convertido en un subcampo de investigación bastante considerable. Decir que los no historiadores dominan el campo, o que los historiadores profesionales "tratan de evitar el tema por completo", requiere que uno desconozca o ignore las contribuciones de ambos académicos más jóvenes, como Ümit Kurt, Uğur Ümit Üngör, Fuat Dündar , y Lerna Ekmekçioğlu, por nombrar solo algunos, y expertos de larga data, una lista de ninguna manera limitada a personas como Ronald Suny, Hilmar Kaiser, Hans Lukas Kieser y Raymond Kevorkian. Incluso si uno dejara de lado las contribuciones decisivas de estos y muchos otros, afirmar que académicos como Fatma Müge Göçek y Taner Akçam carecen de la experiencia para explorar el genocidio armenio es escandaloso. Ambos han producido un impresionante cuerpo de trabajo que habla de sus habilidades lingüísticas y su dominio general del campo de la historia otomana tardía. Aunque entrenados como sociólogos, sus contribuciones al estudio del Imperio Otomano les han valido algunos de los más altos honores otorgados en el campo más amplio de los estudios de Oriente Medio.

Después de arrojar estas primeras dudas sobre el estado de la experiencia en el campo, el resto del artículo de Erickson se centra en lo que él sostiene es la creencia errónea de que la intención genocida puede probarse en este caso. El registro de archivo, afirma, debería dejar a los historiadores con cierta certeza de que las intenciones genocidas no impulsaron las acciones del gobierno otomano durante la Primera Guerra Mundial (aunque concluye el artículo diciendo que el genocidio sigue siendo "una cuestión abierta" como evento histórico). Gran parte de su análisis se deriva de su libro Otomanos y armenios. Pero al igual que el título de este volumen (que puede leerse como si los otomanos y los armenios fueran pueblos separados), el ensayo tergiversa los elementos críticos del campo en general. Al hacerlo, presenta al lector casual interpretaciones y observaciones que no reflejan el consenso académico más amplio. 

Crítico para la interpretación de los hechos de Erickson es su afirmación de que "una gran cantidad de evidencia de archivo" ha sido excluida de lo que él llama burlonamente "la versión armenia de la narrativa". Más allá de suponer que el sesgo étnico es la causa de la controversia, tal declaración infiere que los estudiosos del genocidio no han aprovechado el registro completo de archivos. Una vez más, tal afirmación es tanto inexacta como muy engañosa. Por un lado, la investigación rigurosa de archivos es ahora, más que nunca, el criterio con el que se mide cualquier trabajo que se ocupe del genocidio armenio. Se puede decir que el alto nivel de las becas en el campo se debe a la insistencia del gobierno turco en que los documentos de archivo otomanos prueben que no hubo malas intenciones en la campaña de 1915 contra los armenios. En conjunto, existe una amplia comprensión de lo que dice y no dice el registro de archivo. Aunque siempre hay más trabajo por hacer, la evidencia que ya ha salido a la luz es condenatoria.

Los registros de representantes extranjeros que vivieron en el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial son diversos y consistentes. Incluso si uno ignora los relatos de los oponentes de Estambul en tiempos de guerra (como observadores británicos, franceses, estadounidenses o rusos), los informes de los diplomáticos y oficiales alemanes y austriacos ofrecen testimonios extraídos de altos funcionarios otomanos y observaciones sobre el terreno. Aunque ciertamente no están al tanto de toda la información disponible, los relatos alemanes y austriacos dan indicaciones claras de lo que un diplomático llamó esfuerzos otomanos "para hacer un barrido limpio de sus enemigos internos, los cristianos indígenas". Desde la perspectiva contemporánea de los aliados de Estambul, la administración otomana tenía la intención de utilizar deportaciones y masacres en masa para eliminar a la población armenia del imperio hasta el punto de que ya no representaba una amenaza para el estado y la nación.

El registro documental otomano no socava estas impresiones. Más que nada, la correspondencia interna entre los funcionarios imperiales ofrece tanto matices como claridad a nuestra comprensión del Genocidio Armenio. Investigaciones recientes subrayan que las deportaciones de armenios no dependieron totalmente de los acontecimientos que se desarrollaron en 1915. Más bien, la evidencia sugiere que los planes implementados contra los armenios derivaron al menos parcialmente de políticas concebidas durante los años anteriores. Los objetivos previstos de las deportaciones son más visibles en los registros otomanos relacionados con la propiedad armenia incautada por funcionarios del gobierno. Los altos funcionarios rastrearon cuidadosamente la ubicación y el valor de las casas y negocios arrebatados a los armenios desterrados. La apropiación masiva de la riqueza armenia fue una política promocionada públicamente como un esfuerzo más amplio para fortalecer el control musulmán sobre la industria y el comercio. Las directivas otomanas dejan en claro que el reasentamiento de hogares armenios con musulmanes fue en sí mismo uno de los logros clave de las deportaciones, un paso destinado a eliminar de manera más amplia la "hostilidad hacia el otomanismo y el carácter turco". A este respecto, el registro de archivo ofrece un juicio claro: al apoderarse de los hogares armenios e instalar a los musulmanes en su lugar, el gobierno otomano esperaba que los armenios no regresaran.

Ciertamente es cierto que las fuentes de archivo disponibles no nos dan una imagen completa del genocidio. Los archivos otomanos, por ejemplo, no ofrecen una visión clara de cómo los altos funcionarios imperiales llegaron a su decisión de deportar a los armenios en 1915. Tampoco los archivos proporcionan copias de memorandos que ordenaban explícitamente el asesinato de hombres, mujeres y niños armenios. Aunque los documentos recientemente descubiertos pueden proporcionar evidencia directa de un plan de asesinatos en masa dirigido por el gobierno, este desafío subraya las limitaciones críticas dentro del registro de archivo otomano. Se cree ampliamente, por ejemplo, que varios registros pertenecientes al Comité de Unión y Progreso, el partido gobernante, fueron destruidos al final de la guerra. En años más recientes, los académicos han acusado a los funcionarios turcos de purgar los archivos otomanos de documentos incriminatorios. La dificultad para establecer hasta qué punto se han perdido los registros se ve agravada por las políticas contradictorias que rigen el acceso a los archivos estatales. Es cierto que los académicos tienden a tener acceso ilimitado a los principales archivos otomanos en Estambul (muchos de los cuales están ahora digitalizados). Este es menos el caso de otros repositorios. Los académicos pueden acceder a los Archivos del Estado Mayor, que contienen registros militares otomanos, sin ninguna herramienta (por ejemplo, cámaras o teléfonos celulares) que no sean lápices y papel. Obtener copias de los documentos es posible pero laborioso. Otros archivos, como los del Ministerio del Interior y el Ministerio de Justicia, están cerrados por completo. 

Lo que es especialmente evidente en la descripción de Erickson del registro histórico es su total evitación de quizás la fuente más importante de todas: el testimonio de los propios armenios victimizados. Colecciones como las acumuladas por el Instituto Zoryan y la Fundación Shoah de la Universidad del Sur de California permiten a los estudiantes acceder a literalmente cientos de videos de hombres y mujeres que experimentaron lo peor de la campaña de 1915, masacres, violaciones y secuestros a manos de soldados otomanos. , gendarmes e irregulares. A diferencia de los archivos de Turquía, no es necesario viajar a Toronto o Los Ángeles para acceder a estas colecciones. El valor de estos relatos orales se extiende más allá de los conocimientos que ofrecen sobre la organización y ejecución del genocidio. Son recordatorios vívidos y esenciales de los costos humanos de 1915.

Este último punto no está destinado exclusivamente a tocar las fibras del corazón del lector. Es fundamental para comprender el origen y el efecto de los esfuerzos por negar la validez del genocidio armenio. Desde el momento de las deportaciones, los funcionarios del gobierno han trabajado para refutar las acusaciones de irregularidades echando la culpa a las propias víctimas. Si bien negaron cualquier intento de daño, los ministros otomanos de alto rango insistieron en que todos los armenios deportados, ya fueran hombres, mujeres o niños, participaban en una gran conspiración para rebelarse contra el imperio ("los armenios cometieron traición", declaró el Ministerio de Relaciones Exteriores otomano en 1916 , “Esto está muy claro”). El verdadero crimen, respondió el gobierno, fue la campaña armenia de asesinatos contra musulmanes en Anatolia. Las contraacusaciones de traición armenia y asesinatos en masa siguen siendo fundamentales para la defensa del gobierno turco de las acciones de Estambul, una defensa que se repite en el artículo de Erickson.

Este esfuerzo de "cebo y cambio" no ha escapado a la atención de los estudiosos actuales. Señalar los crímenes cometidos por los irregulares armenios o los soldados de la República de Armenia no absuelve al gobierno otomano de sus propias transgresiones. Más importante aún, el reconocimiento académico de los asesinatos de civiles musulmanes durante la Primera Guerra Mundial no ha llevado a un deshielo entre los negacionistas. En este sentido, uno debe reconocer los grandes extremos a los que ha llegado el gobierno turco en sus intentos de frustrar la discusión sobre el genocidio armenio (intentos que han incluido esfuerzos pasados ​​y presentes para hacer que el uso público de la frase en sí sea ilegal). Por el contrario, las obras que defienden la refutación del genocidio en Ankara, incluido el libro de Erickson Otomanos y armenios, se promueven activamente a través de los medios oficiales.

Un lector casual no debería tomar esta respuesta al artículo de Erickson como una cuestión de opiniones contradictorias. Por el contrario, pretende subrayar el grado en que estos ensayos son sintomáticos de los intentos de larga data de negar el genocidio armenio como historia y como experiencia humana. El legalismo que se encuentra en el argumento de Erickson se hace eco del estándar extremadamente estrecho y engañoso de Ankara sobre lo que constituye una prueba de cualquier irregularidad. En lugar de involucrar el trabajo de académicos contemporáneos, el ensayo recicla argumentos refutados hace mucho tiempo (algunos tan antiguos como el genocidio mismo). En esencia, el ensayo está destinado a hacer que los eventos de 1915 parezcan oscuros o confusos. Sin embargo, comprender lo que les sucedió a los armenios no es un desafío. Durante la Primera Guerra Mundial, los agentes del gobierno obligaron a casi todos los armenios, con limitadas excepciones, a abandonar sus hogares. La amplitud de las deportaciones incluyó a decenas de miles que vivían mucho más allá del frente (contrariamente a lo que sostiene Erickson, esto incluyó áreas como Edirne, Estambul, Izmir y Bursa). La mayoría fueron luego exiliados al desierto del norte de Siria. Allí o en el camino, incontables miles fueron asesinados, murieron de hambre o murieron de exposición o enfermedad. De manera similar, un gran número fue objeto de violencia sexual o secuestro. El objetivo de este esfuerzo gubernamental era eliminar efectivamente a la población armenia como una comunidad viable en el imperio. Fue una campaña que complementó otras iniciativas dirigidas a los griegos, asirios, kurdos y otros. Es cierto que los académicos debaten la semántica clave con respecto a los objetivos o la puesta en escena de las deportaciones. Pero el consenso entre los estudiosos del Imperio Otomano, y en el campo de los estudios sobre genocidio en su conjunto, es fuerte. Detrás de este consenso hay un conjunto de datos que apuntan abrumadoramente en una dirección. Decir lo contrario es falso. 

martes, 22 de diciembre de 2020

Revolución cultural china: Descubriendo sus horribles verdades

Descubriendo las horribles verdades de la Revolución Cultural

Los historiadores rebeldes narran un pasado que el Partido Comunista de China está cada vez más decidido a borrar.
Barbara Demick || The Atlantic
Edición de enero / febrero de 2021





El mundo al revés: una historia de la revolución cultural china por Yang Jisheng, traducido y editado por Stacy Mosher y Guo Jian Farrar, Straus y Giroux


Durante la Revolución Cultural, un grupo rebelde somete a un líder rival a una sesión de críticas. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)

Este artículo se publicó en línea el 18 de diciembre de 2020.

En China, la historia ocupó durante mucho tiempo un estatus cuasirreligioso. Durante la época imperial, que se remonta a miles de años y duró hasta el colapso de la dinastía Qing en 1911, la dedicación de los historiadores a registrar la verdad fue vista como un freno contra las malas acciones por parte del emperador. Los gobernantes, aunque tenían prohibido interferir, por supuesto lo intentaron.

Este artículo aparece en la edición impresa de enero / febrero de 2021.

También sus sucesores. Entre los más decididos a aprovechar la historia para obtener beneficios políticos se encuentran los actuales líderes del Partido Comunista Chino. De manera rutinaria, limpian los libros, revistas y libros de texto académicos en idioma chino de cualquier cosa que pueda socavar su propia legitimidad, incluyendo cualquier cosa que empañe a Mao Zedong, el padre fundador del partido. El esfuerzo, que no es una tarea pequeña, no ha quedado sin respuesta. Una red de historiadores aficionados ha estado recopilando documentos y testimonios de testigos presenciales de las siete décadas que han transcurrido desde el establecimiento de la China moderna en 1949. Guo Jian, profesor de inglés en la Universidad de Wisconsin en Whitewater que ha traducido algunos de sus hallazgos, describe los tenaces investigadores como "los herederos del gran legado de China", dedicados a "preservar la memoria contra la represión y la amnesia".

El más conocido de los nuevos historiadores autodenominados es Yang Jisheng, cuyo relato detallado del Gran Salto Adelante de Mao, el peor desastre provocado por el hombre en el mundo, un intento mal concebido de reactivar la economía de China que provocó la muerte de algunos 36 millones de personas por hambre — se publicó en Hong Kong en 2008. Aunque este libro, Tombstone, fue prohibido en el continente, circuló allí en versiones samizdat disponibles en línea y de libreros itinerantes, que escondían copias en sus carritos. Cuatro años más tarde, editado y traducido al inglés por Guo y Stacy Mosher, fue publicado internacionalmente con gran éxito, y en 2016, Yang recibió un premio a la "conciencia e integridad en el periodismo" de Harvard. Se le prohibió salir del país para asistir a la ceremonia de premiación y les ha dicho a sus amigos que teme estar bajo vigilancia constante.

En lugar de ser castigado, Yang lo ha vuelto a hacer. Su último libro, The World Turned Upside Down, fue publicado hace cuatro años en Hong Kong y ahora está en inglés, gracias a los mismos traductores. Es un relato implacable de la Revolución Cultural, otra de las desventuras de Mao, que comenzó en 1966 y terminó solo con su muerte en 1976.

Yang nació en 1940 en la provincia de Hubei, en el centro de China. En una escena desgarradora en Tombstone, escribe sobre volver a casa de la escuela para encontrar a su amado tío, que había dado su último bocado de carne para que el niño que había criado como hijo pudiera comer, incapaz de levantar una mano a modo de saludo, sus ojos hundidos y su rostro demacrado. Eso sucedió en 1959, en el apogeo de la hambruna, pero pasarían décadas antes de que Yang comprendiera que la muerte de su tío era parte de una tragedia nacional y que Mao tenía la culpa.

Mientras tanto, Yang marcó todas las casillas para establecer su buena fe comunista. Se unió a la Liga Juvenil Comunista; se desempeñó como editor del tabloide mimeografiado de su escuela secundaria, Young Communist; y escribió un poema elogiando el Gran Salto Adelante. Estudió ingeniería en la prestigiosa Universidad Tsinghua de Beijing, aunque su educación se vio truncada por el comienzo de la Revolución Cultural, cuando él y otros estudiantes fueron enviados a viajar por todo el país como parte de lo que Mao llamó la "gran red" para difundir el mensaje. En 1968, Yang se convirtió en reportero de la agencia de noticias Xinhua. Allí, escribiría más tarde, se enteró de "cómo se fabricaban las 'noticias' y cómo los órganos de noticias actuaban como portavoces del poder político".


La dueña de una propiedad es avergonzado públicamente. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)

Pero no fue hasta la represión de los manifestantes prodemocracia en la Plaza de Tiananmen en 1989 que Yang tuvo un despertar político. "La sangre de esos jóvenes estudiantes limpió mi cerebro de todas las mentiras que había aceptado durante las décadas anteriores", escribió en Tombstone. Prometió descubrir la verdad. Con el pretexto de hacer una investigación económica, Yang comenzó a indagar en el Gran Salto Adelante, descubriendo la magnitud de la hambruna y el grado de culpabilidad del Partido Comunista. Su trabajo en Xinhua y su pertenencia al partido le dieron acceso a archivos cerrados a otros investigadores.

Al avanzar para abordar la Revolución Cultural, reconoce que sus experiencias de primera mano durante esos años no resultaron de mucha ayuda. En ese momento, no lo había entendido bien y "extrañaba el bosque por los árboles", escribe. Cinco años después de que terminó la agitación, el Comité Central del Partido Comunista adoptó una resolución de 1981 que establece la línea oficial sobre la espantosa agitación. Describió la Revolución Cultural como ocasionando “el revés más severo y las mayores pérdidas sufridas por el Partido, el Estado y el pueblo” desde la fundación del país. Al mismo tiempo, dejó en claro que el propio Mao —la inspiración sin la cual el Partido Comunista de China no podría permanecer en el poder— no debía ser arrojada a la basura de la historia. "Es cierto que cometió errores graves durante la Revolución Cultural", continuó la resolución, "pero, si juzgamos sus actividades en su conjunto, sus contribuciones a la revolución china superan con creces sus errores". Para exonerar a Mao, gran parte de la violencia se atribuyó a su esposa, Jiang Qing, y a otros tres radicales, que llegaron a ser conocidos como la Banda de los Cuatro.

En The World Turned Upside Down, Yang todavía habita mucho entre los árboles, pero ahora aporta viveza e inmediatez a un relato que coincide con la visión occidental prevaleciente del bosque: Mao, argumenta, es responsable de la lucha por el poder en cascada que sumió a China en el caos, una evaluación respaldada por el trabajo de, entre otros historiadores, Roderick MacFarquhar y Michael Schoenhals, los autores del clásico de 2006 La última revolución de Mao. El libro de Yang no tiene héroes, solo enjambres de combatientes involucrados en un "proceso repetitivo en el que las diferentes partes se turnaron para disfrutar de la ventaja y perder el poder, ser honradas y encarceladas, y purgarse y ser purgadas", un ciclo inevitable, él cree, en un sistema totalitario. Yang, quien se retiró de Xinhua en 2001, no obtuvo tanto material de archivo para este libro, pero se benefició del trabajo reciente de otros cronistas intrépidos, a quienes atribuye muchos nuevos y escalofriantes detalles sobre cómo la violencia en Beijing se extendió a los Estados Unidos. campo.

La Revolución Cultural fue el último intento de Mao de crear la sociedad socialista utópica que había imaginado durante mucho tiempo, aunque puede haber estado motivado menos por la ideología que por la supervivencia política. Mao enfrentó críticas internas por la catástrofe que supuso el Gran Salto Adelante. Estaba desconcertado por lo que había sucedido en la Unión Soviética cuando Nikita Khrushchev comenzó a denunciar la brutalidad de Joseph Stalin después de su muerte en 1953. El anciano déspota de China (Mao cumplió 73 años el año en que comenzó la revolución) no pudo evitar preguntarse cuál de sus sucesores designados traicionar igualmente su legado.

Para purgar a los presuntos traidores de las altas esferas, Mao pasó por alto la burocracia del Partido Comunista. Representaba como sus guerreros a estudiantes de hasta 14 años, los Guardias Rojos, con gorras y uniformes holgados ceñidos alrededor de sus delgadas cinturas. En el verano de 1966, se desataron para erradicar a los contrarrevolucionarios y reaccionarios ("Barrer a los monstruos y demonios", exhortaba el Diario del Pueblo), mandato que equivalía a una luz verde para atormentar a enemigos reales e imaginarios. Los Guardias Rojos persiguieron a sus maestros. Rompieron antigüedades, quemaron libros y saquearon casas particulares. (Pianos y medias de nailon, señala Yang, estaban entre los artículos burgueses atacados). Tratando de controlar a los jóvenes demasiado entusiastas, Mao terminó enviando a unos 16 millones de adolescentes y adultos jóvenes a las zonas rurales para realizar trabajos forzados. También envió unidades militares para desactivar la violencia en expansión, pero la Revolución Cultural había cobrado vida propia.


Los escolares marchan el Día Nacional. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)

En las páginas de Yang, Mao es un emperador demente, que se ríe locamente de su propia obra mientras milicias rivales, cada una de las cuales afirma ser fiel ejecutora de la voluntad de Mao, todas en gran parte peones en la lucha por el poder de Beijing, se matan unas a otras. "Con cada oleada de contratiempos y luchas, la gente común fue batida y golpeada en una miseria abyecta", escribe Yang, "mientras que Mao, en un lugar lejano, proclamó audazmente: '¡Mira, el mundo se está volcando!'"

Sin embargo, el apetito de Mao por el caos tenía sus límites, como Yang documenta en un capítulo dramático sobre lo que se conoce como "el incidente de Wuhan", después de la ciudad en el centro de China. En julio de 1967, una facción apoyada por el comandante de las fuerzas del Ejército Popular de Liberación en la región se enfrentó con otra respaldada por líderes de la Revolución Cultural en Beijing. Fue una insurrección militar que podría haber empujado a China a una guerra civil en toda regla. Mao hizo un viaje secreto para supervisar una tregua, pero terminó encogido en una casa de huéspedes junto al lago mientras la violencia se desataba cerca. Zhou Enlai, el jefe del gobierno chino, organizó su evacuación en un avión de la fuerza aérea.

"¿En qué dirección vamos?" preguntó el piloto a Mao mientras subía al avión.

"Sólo despega primero", respondió un Mao presa del pánico.

Lo que comenzó como una brutalidad casual —enemigos de clase obligados a usar gorras de burro ridículas o pararse en posiciones estresantes— degeneró en un absoluto sadismo. En las afueras de Beijing, donde las carreteras de circunvalación abarrotadas de tráfico ahora conducen a complejos amurallados con villas de lujo, los vecinos se torturaron y se mataron unos a otros en la década de 1960, utilizando los métodos más crueles imaginables. Las personas que se dice eran descendientes de terratenientes fueron cortadas con aperos de labranza y decapitadas. Los bebés varones fueron destrozados por las piernas para evitar que crecieran y se vengaran. En una famosa masacre en el condado de Dao, provincia de Hunan, miembros de dos facciones rivales, la Alianza Roja y la Alianza Revolucionaria, se mataron entre sí. Tantos cadáveres hinchados flotaron por el río Xiaoshui que los cuerpos obstruyeron la presa río abajo, creando una espuma roja en la superficie del embalse. Durante una serie de masacres en la provincia de Guangxi, al menos 80.000 personas fueron asesinadas; en un incidente de 1967, los asesinos se comieron el hígado y la carne de algunas de sus víctimas.

Se estima que 1,5 millones de personas murieron durante la Revolución Cultural. El número de muertos palidece en comparación con el del Gran Salto Adelante, pero de alguna manera fue peor: cuando las personas consumieron carne humana durante la Revolución Cultural, fueron motivadas por la crueldad, no por el hambre. Al alejarse de los sombríos detalles para situar el trastorno en la historia más amplia de China, Yang ve una dinámica inexorable en acción. “El anarquismo perdura porque la maquinaria estatal produce opresión de clase y privilegios burocráticos”, escribe. “La maquinaria estatal es indispensable porque la gente teme el poder destructivo del anarquismo. El proceso de la Revolución Cultural fue uno de lucha repetida entre el anarquismo y el poder estatal ".

En China, la Revolución Cultural no ha sido tan tabú como otras calamidades del Partido Comunista, como el Gran Salto Adelante y la represión de la Plaza Tiananmen, que han desaparecido casi por completo del discurso público. Al menos dos museos en China tienen colecciones dedicadas a la Revolución Cultural, uno cerca de Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan, y otro en la ciudad portuaria sureste de Shantou, que ahora parece estar cerrada. Y a pesar de todos los horrores asociados con ese período, muchos chinos y extranjeros sienten afición por lo que desde entonces se ha convertido en kitsch: los carteles y insignias de Mao, los Libritos rojos que agitaban los guardias rojos merodeadores, incluso figurillas de porcelana de personas con gorros de burro. (Confieso que compré uno hace unos años en un mercado de pulgas en Beijing). Hace una década, una locura por las canciones, bailes y uniformes de la Revolución Cultural despegó en la enorme ciudad de Chongqing, en el suroeste, con una vena de nostalgia por la espíritu revolucionario de los viejos tiempos. La campaña fue dirigida por el jefe del partido Bo Xilai, quien finalmente fue purgado y encarcelado en una lucha por el poder que terminó con la ascensión de Xi Jinping a la dirección del partido en 2012. La historia parecía repetirse.

Aunque Xi es ampliamente considerado el líder más autoritario desde Mao, y la prensa extranjera a menudo se refiere a él como "el nuevo Mao", no es un fanático de la Revolución Cultural. Cuando era adolescente, fue uno de los 16 millones de jóvenes chinos exiliados al campo, donde vivió en una cueva mientras trabajaba. Su padre, Xi Zhongxun, ex camarada de Mao, fue purgado repetidamente. Y, sin embargo, Xi se ha ungido a sí mismo como el custodio del legado de Mao. En dos ocasiones ha rendido homenaje al mausoleo de Mao en la plaza de Tiananmen, inclinándose con reverencia ante la estatua del Gran Timonel.

La tolerancia a la libre expresión se ha reducido con Xi. Algunos funcionarios han sido despedidos por criticar a Mao. En los últimos años, los maestros han sido disciplinados por lo que se llama "discurso inadecuado", que implica faltar al respeto al legado de Mao. Algunos libros de texto pasan por alto la década de caos, un retroceso de la admisión de sufrimiento masivo en la resolución de 1981, que marcó el comienzo de un período de relativa apertura en comparación con el actual.


Se queman las existencias confiscadas y las libretas de ahorros. (Li Zhensheng / Imágenes de prensa de contacto)

En 2008, cuando apareció Tombstone por primera vez, el liderazgo chino aceptó más las críticas. Dos de los contemporáneos de Yang en la Universidad de Tsinghua en la década de 1960 habían ascendido a los primeros puestos del Partido Comunista —el exlíder Hu Jintao y Wu Bangguo, el jefe del Comité Permanente del Congreso Nacional del Pueblo— y recibió mensajes indirectos de apoyo, según Minxin Pei, un politólogo del Claremont McKenna College y amigo de Yang. “El libro resonó entre los principales líderes chinos porque sabían que el sistema no podía producir su propia historia”, me dijo. El problema para Yang hoy "es la sensación general de inseguridad del régimen actual".

Yang, ahora de 81 años, todavía vive en Beijing. Estaba tan nervioso por las repercusiones de The World Turned Upside Down que inicialmente trató de retrasar la publicación de la edición en inglés, según sus amigos, porque le preocupaba que su nieto, que estaba solicitando ingreso a la universidad, pudiera soportar la peor parte de las represalias. Pero el clima político represivo en China hoy hace que las evaluaciones honestas de la historia del Partido Comunista sean cada vez más urgentes, me dijo Guo. "Desde la época de Zuo Qiuming [un historiador de los siglos VI y V a. C.] y Confucio, la historia registrada con veracidad se ha considerado un espejo frente al cual se ve el presente y una severa advertencia contra el abuso de poder de los gobernantes". También señaló una fuente occidental más contemporánea, 1984 de George Orwell, y su mantra, "Quién controla el pasado controla el futuro: quién controla el presente controla el pasado".

A diferencia de las dinastías imperiales, el Partido Comunista no puede reclamar un mandato del cielo. "Si admite un error", dijo Guo, "pierde legitimidad".

martes, 13 de octubre de 2020

Conquista de América: La remanida afirmación del inexistente genocidio

¿Por qué se acusa a los españoles de haber cometido genocidio en el continente americano?


Antes de que se me juzgue y condene por escribir este artículo, rogaría que se leyese y que la prueba acusatoria de mi condena no fuese únicamente el título. Aclarado esto, ¿por qué se acusa a los españoles de haber cometido genocidio en el continente americano?

La respuesta a esta pregunta es muy fácil si recurrimos a la manida Leyenda Negra. Según la RAE, la leyenda negra «es la opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI«. Y de esto se encargaron ingleses, franceses, holandeses e incluso algunos españoles durante los reinados de Carlos I y Felipe II, curiosamente coincidentes con la época de máximo esplendor del llamado Imperio español. Una leyenda que, cinco siglos después, sigue en vigor, que demasiada gente cree a pie juntillas y que desde el continente americano se repite como una letanía cuando en algún texto se narra la historia de los conquista y colonización del continente americano por parte de los españoles, que no de otras potencias europeas.

Antes de seguir, habría que precisar que nos encontramos en los siglos XV y XVI donde las potencias europeas se afanan en ampliar sus fronteras, descubrir nuevos territorios y someter a sus pobladores, esquilmar las materias primas y metales preciosos, y extender la fe cristiana -más poder, más riqueza y mayor número de súbditos a sus órdenes-. Exceptuando el matiz religioso, algo que ha sucedido a lo largo de toda la historia y en todos los rincones del mundo (incluso en el continente americano antes de llegar los europeos, como en el Imperio azteca). También los habitantes de la península ibérica hemos sido conquistados por otros pueblos: Cartago, Roma, pueblos germánicos, musulmanes o Francia. No descubro nada nuevo, sólo puntualizo que también hemos estado en el lado de los oprimidos o sometidos. Y esto no nos produce ningún tipo de recelo ni animadversión hacia estos pueblos. De hecho, nuestro patrimonio cultural, nuestra propia lengua o ciertas costumbres son un claro ejemplo de todos esos pueblos que pasaron por la península ibérica.

Entonces, ¿por qué esa animadversión hacia los españoles de algo ocurrido hace siglos? Parece que la respuesta está incluida en el título de este artículo… la acusación de genocidio de los pueblos precolombinos. Pero es que no hubo tal genocidio, y me explico.

Si se hubiese producido dicho genocidio (según la RAE, genocidio: «aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos«) sería imposible que en las poblaciones actuales de Hispanoamérica/Iberoamérica se viesen rasgos tan acusadamente indígenas. De hecho, al igual que por los rasgos físicos podemos aventurarnos a decir (y digo aventurarnos, que no asegurar) que un europeo es de un país nórdico, también podemos aventurarnos a hacerlo de alguien procedente de un país sudamericano o centroamericano. Además, estamos hablando de un territorio en el que se habla la lengua de aquellos conquistadores, se practica mayoritariamente su religión (actualmente, con mucho más fervor que en España) y, en lo esencial, rige su forma de derecho.

La historia es testigo de que para que una cultura se asiente en un territorio o pueblo ajeno no es suficiente con la instauración de un poder político o militar, la educación de una población o el establecimiento de unas costumbres, se necesita, sí o sí, el mestizaje humano.

Las primeras expediciones al continente americano estuvieron compuestas casi exclusivamente por hombres. Así que, lógicamente los primeros encuentros sexuales entre españoles y mujeres indígenas tenían más que ver con la «necesidad sexual» de aquellos que con otra cosa. Aquellas relaciones, puntuales e inicialmente únicamente carnales, con el tiempo se fueron convirtiendo en habituales. La convivencia variaba desde meras mujeres de compañía hasta esposas, formalizadas a veces a través de ritos indios y no cristianos. El problema es que aquellas relaciones mixtas carecían de un verdadero status legal… hasta 1514. El rey Fernando el Católico aprobó en 1514 una real cédula que validaba cualquier matrimonio entre varones castellanos y mujeres indígenas. Al reconocer la posibilidad del matrimonio entre ambas razas, la cédula de Fernando el Católico sirvió para llenar un vacío legislativo referente a la condición legal de los indios, asegurando la absoluta legitimidad e igualdad de la descendencia que surgiera de los matrimonios mixtos comparados con los matrimonios de Castilla. No sólo reconocía una realidad ya existente, también se abría la puerta al mestizaje y a la simbiosis cultural. Esas nuevas generaciones mestizas fueron las responsables de crear una cultura híbrida, mezcla de ambas y con reconocibles patrones indígenas. Si echamos la vista unos kilómetros al Norte, a EEUU y Canadá, donde ingleses y franceses fueron los responsables de la conquista y donde no se produjo el mestizaje humano, podremos comprobar que, exceptuando algunas comunidades aisladas y casi como un reclamo turístico, no queda rastro de las culturas autóctonas, ni rasgos físicos indígenas entre las poblaciones actuales.

A nadie se escapa que los conquistadores cometieron actos reprochables y miserables a nuestros ojos (propios de todas las conquistas) y que se produjeron muchas muertes, tanto en la lucha directa como a consecuencia del sometimiento y el trabajo en las encomiendas. Aún así, la mayoría de las muertes de indígenas hay que achacarlas a la propagación entre ellos de enfermedades (gripe, viruela, sarampión…) de las que eran ignorantes portadores los recién llegados y para las cuales los indígenas carecían de defensas naturales. En palabras de Agustín Muñoz Sanz, jefe de la unidad de patología infecciosa del Hospital Infanta Cristina de Badajoz y profesor titular de Patología Infecciosa de la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura…

Este fenómeno representa un excelente y dramático ejemplo de lo que hoy se llama patología del viajero y del inmigrante. Las enfermedades infecciosas fueron un aspecto más, sin duda muy importante, del intercambio de personas, bienes y microbios entre dos zonas del planeta separadas durante milenios por un gran mar y por el océano del desconocimiento mutuo. […] Es materialmente imposible que las armas mataran más que las enfermedades y otros factores asociados. Pensar que algo más de cien hombres y unos cuantos caballos dirigidos por Hernán Cortés barrieron a un imperio enorme muy bien organizado y de alto nivel de civilización, como el azteca de Moctezuma (México), es desconocer la realidad de la historia. Algo similar ocurrió en la aventura de Pizarro en el imperio Inca de Huayna Cápac (Perú). La viruela y el sarampión fueron unos perfectos aliados –involuntarios, no intencionados– en el éxito de conquista española.

Y para los que no tengan claro lo que significa genocidio, un ejemplo… Cuando se pagaban cinco libras por la captura de un aborigen en Tasmania

Eso sí, hay que reconocer la labor propagandística de todos aquellos que durante siglos se han ocupado y preocupado en mantener viva la Leyenda Negra. Como decía el escritor mexicano Carlos Fuentes, pintaron a España como…

brutal, sanguinaria y sádica, empeñada en torturar y asesinar a sus súbditos coloniales, en tácito contraste, sin duda, con la pureza inmaculada de los colonialistas franceses, ingleses y holandeses.

Fuentes: La viruela y el sarampión en la conquista de América, La ley de matrimonios mixtos que cambió la colonización de América, Grandes polvos de la historia – José Ignacio de Arana

 

viernes, 19 de junio de 2020

Comunismo: El genocidio soviético en cifras

Muertes en la Unión Soviética

W&W




Para aquellos interesados ​​en la cantidad de soviéticos, civiles y militares que murieron en la Segunda Guerra Mundial, aquí hay un excelente desglose creado por Nick Terry, miembro del Foro de Historia del Eje:

Hay tantas estimaciones diferentes simplemente porque la mayoría de ellas son realizadas por investigadores incompetentes.


Así es como Goskomstat (Comité de Estadísticas del Estado) calculó las pérdidas demográficas TOTALES durante el período de Gorbachov:


Población de la URSS el 22 de junio de 1941 - 196,7

Población de la URSS el 31 de diciembre de 1945 - 170,5

De ellos, nacidos antes del 22.06.41 - 159.5

Pérdida total de población: 37,2

Los niños murieron prematuramente durante la guerra - 1.3

Mortalidad natural estimada desde 1940 - 11,9

Pérdida total de población EXCESO durante la guerra - 26,6

Tenga en cuenta que esto incluye la emigración. El número de emigrantes se estima en 600,000. Por lo tanto, el funcionario estima de muertes de guerra es de 26 millones. Sin embargo, un demógrafo estadounidense llamado Maksudov señaló la emigración no autorizada de los polacos étnicos. Dado que se desconoce el número, y también es incierto si se tuvo en cuenta en las estimaciones originales de Goskomstat, el número de muertes podría reducirse. Entonces, 26 millones deberían tratarse como el límite más alto, probablemente alrededor de 25 millones, el más bajo.

En consecuencia, dado que las bajas militares se contabilizan mejor que las civiles, el número de muertes de civiles se calcula restando las pérdidas militares de las pérdidas totales. La estimación más confiable por ahora es la de Krivosheev, que nos da 8,6 millones de bajas demográficas militares. Por lo tanto, las pérdidas civiles totales están en el área de 16.4 - 17.4 millones. Cabe señalar que incluyen pérdidas de partisanos, unidades de milicias de personas y reclutas que fueron convocados pero que no se fortalecieron en sus unidades antes de perecer (se aplica al primer mes de la guerra).

Las pérdidas civiles totales consisten en una combinación de civiles directamente asesinados por los ocupantes y civiles que murieron prematuramente debido a las condiciones de vida empeoradas (hambre, epidemias) tanto en los territorios ocupados como en el hogar.

Una comisión de posguerra hizo la siguiente estimación de la mortalidad atribuida DIRECTAMENTE a los ocupantes:

Exterminados deliberadamente: 7,420,379

Murieron como esclavos en Alemania: 2,164,313

Murió por las duras condiciones del régimen de ocupación: 4,100,000

Total: 13,684,692




Eso nos deja con 1.8-2.8 millones de muertes en exceso en el hogar, incluida la inanición masiva de civiles en Leningrado y otras ciudades sitiadas.

Fuentes: Krivosheev, "Rossiia i SSSR v voinakh XX veka"; Harrison, "Contabilidad para la guerra"

Aquí hay números sobre prisioneros de guerra alemanes de estadísticas rusas recientes:

Según las cifras alemanas, entre el 35 y el 37 por ciento de los 3.155.000 soldados alemanes en cautiverio soviético perecieron. Un recuento estadístico ruso reciente da una imagen ligeramente diferente: entre 1941 y 1945, un total de 3.576.300 soldados de la Wehrmacht y las SS fueron capturados por los soviéticos. De este total, 551,500 fueron puestos en libertad de inmediato en mayo de 1945, y el resto fueron enviados para ser internados. Un total de 220,000 ciudadanos soviéticos al servicio de la Wehrmacht y 14,100 alemanes marcados como criminales de guerra fueron enviados a campos especiales de NKVD, y otros 57,000 hombres murieron durante el transporte a campos de prisioneros de guerra. De un total de 2.733.739 soldados de la Wehrmacht recluidos en campos de prisioneros de guerra soviéticos, 381.067 murieron y 2.352.672 fueron repatriados a Alemania ". "Barbarroja" por Christer Bergstrom pág. 120

Se me hizo notar que en mis revisiones no siempre proporciono la información relevante en mis revisiones cuando critico el trabajo de un autor. Esto puede suceder por dos razones, o simplemente soy demasiado flojo para hacer el trabajo (nos pasa a todos) o ya he proporcionado la información, fuentes, hechos, cifras, etc., en otra revisión. Por lo tanto, decidí que haré publicaciones separadas con información relevante que a menudo encuentro falta o mal interpretada de los trabajos de muchos autores. Primero, la situación del prisionero de guerra soviético, lo que les sucedió después de la guerra:

A fines de 1941 se establecieron los primeros campamentos especiales (es decir, "filtración") para
- prisioneros de guerra y tropas que fueron rodeadas por el ejército alemán,
- colaboradores civiles y
- civiles en edad de reclutamiento que han residido en el territorio ocupado por los alemanes. Según un artículo publicado en la revista "Свободная мысль" ("Libre pensamiento") (1997, №9, página 96) por dos investigadores del "Memorial", A Kokurin y N. Petrov, para el 1 de marzo de 1944, un total de 312,594 prisioneros de guerra soviéticos y ex militares del Ejército Rojo que fueron "rodeados" por los alemanes fueron controlados por NKVD. De ellos: - regreso al servicio militar: 223,272 (71.4%)
- para trabajar en la industria de defensa: 5,716 (1.8%)
- continuar el servicio en las tropas del convoy del NKVD 4,337 (1.4%),
- a hospitales para tratamiento 1.529 (0,5%),
- falleció en los campos de "filtración" 1.779 (0,6%),
- enviado a batallones "penales" 8.255 (2,6%),
- arrestados 11,283 (3.6%). Los 56,403 prisioneros de guerra restantes (18.1%) todavía estaban en campamentos especiales al 1 de marzo de 1944.

Un artículo en "Военно-исторический журнал" ("Revista militar-histórica"), 1997, №5. página 32, por A. Mejen'kov corrobora lo anterior: un total de 317,594 prisioneros de guerra pasaron por campamentos especiales entre octubre de 1941 y marzo de 1944. Su "destino" es muy similar (con discrepancias menores, si las hay) al "destino" de los descritos anteriormente por dos investigadores "Memorial".

En consecuencia, a partir de marzo de 1944, NKVD verificó a 256.200 militares en campamentos especiales. De aquellos:

- "aclarado" 234.863 (91,7%),
- enviado a batallones "penales" 8.255 (3,2%),
- arrestados 11,283 (4.4%),
- falleció 1,799 (0.7%)

En noviembre de 1944, "ГКО" (Comité de Defensa del Estado) emitió un decreto que declaraba que hasta el final de la guerra, los prisioneros de guerra liberados del cautiverio debían ser enviados a formaciones militares de reserva sin pasar por campos especiales. De esta manera, más de 83,000 oficiales fueron reincorporados al servicio. Más tarde, después del desmantelamiento del NKVD, 56,160 fueron desmantelados, más de 10,000 enviados de regreso al Ejército Rojo, 15,241 fueron degradados, pero continuaron sirviendo en el Ejército Rojo.

Al analizar varias otras fuentes, los autores concluyen que más del 90% de los prisioneros de guerra fueron eliminados, alrededor del 4% fueron arrestados y el otro 4% fueron enviados a los batallones "penales".



El 11 de mayo de 1945 se emitió una directiva sobre el establecimiento de 100 campamentos especiales para controlar a los DP soviéticos repatriados (personas desplazadas). Para el 1 de marzo de 1946, un total de 4,199,802 DP soviéticos (prisioneros de guerra y civiles) fueron re-patriados. De aquellos:

- enviados a casa: civiles 2.146.126 (80,68% de todos los civiles repatriados), prisioneros de guerra 281.780 (18,31% de todos los prisioneros de guerra repatriados),
- redactado (para civiles) / enviado de vuelta (para prisioneros de guerra) al Ejército Rojo: civiles 141.962 (5,34%), prisioneros de guerra 659.190 (42,82%),
- enviado a "batallones de trabajo" (*): civiles 263.647 (9,91%), prisioneros de guerra 344.448 (22,37%),
- transferidos a NKVD: civiles 46,740 (1.76%), prisioneros de guerra 226,127 (14.69%).
- todavía en campamentos o empleados del Ejército Rojo y la administración militar en el extranjero: civiles 61.538 (2,31%), prisioneros de guerra 27.930 (1,81%)

(*) utilizado para trabajos de reconstrucción en la URSS

Para aquellos interesados ​​en la hambruna ucraniana y las pérdidas generales en Ucrania a lo largo de los años 30, aquí hay algunos datos relevantes:

Este es un resumen del material de un artículo de 2002 en Population Studies sobre los cambios en la población de Ucrania en las décadas de 1930 y 1940. Evidentemente, son demógrafos profesionales en el trabajo (cuatro de ellos, dos franceses, uno ruso y uno ucraniano).

Concluyen para la década de 1930

2,582 millones de muertes en exceso en Ucrania desde 1926 hasta 1939
930,000 perdidos debido a la emigración *
1,057,000 déficit de nacimiento

* 400,000 descalcificación, 530,000 GULag

para una población de 1939 de 30,946,000.

martes, 1 de octubre de 2019

Reyes dementes y asesinos

Asesinos, crueles, codiciosos, paranoicos, inútiles: estos son los peores 6 monarcas de la historia

Por avidez de poder, venganza, odio, resentimiento, sadismo, locura, estupidez, se lanzaron a empresas imposibles e hicieron tambalear sus tronos
Por Alfredo Serra || Especial para Infobae




En los tronos, como en la Viña del Señor, hubo poderosos de todo pelaje: locos, asesinos, crueles, despiadados, idiotas, inútiles…, etcétera. Pero un ramillete de ellos reunió todos los defectos y se ganó –salvo error u omisión– el baldón de "los peores de la historia".
Viajemos a sus reinos con tronos con lupa y bisturí…

Cayo Julio César Augusto Germánico


Cayo Julio César Augusto Germánico, conocido como Calígula

Llamado Calígula por su manía de usar unas pequeñas botas de ese nombre, fue emperador de Roma entre los años 12 y 41 de la Era Cristiana.
Empezó su gobierno con planes que auguraban un mandato racional y una prosperidad que haría aun más grande a Roma. Pero el poder despertó todos los demonios ocultos en su alma y entre los pliegues de su túnica…
No tardó en proclamarse dios. Grave ofensa contra Jerusalén y también contra los suyos, los romanos, que sólo concebían la divinidad después de la muerte.

Ciego de odio por el prestigio del Senado y el alto mando del ejército, desplegó una serie de calumnias para atemorizarlos y humillarlos.
Ya en el apogeo de su perversión, fundó el reinado del terror: la persecución, la cárcel y la muerte "por traición", una vaguedad tan grave como –en la mayoría de los casos– falsa y sin pruebas.

Seguirían dos modelos históricos de torpeza, ineptitud y riesgo para el imperio: lanzó una campaña militar contra los alemanes, de resultado desastroso, y se adjudicó la victoria, y le declaró la guerra… ¡al dios Neptuno!

¿Cómo? Ordenó a la tropa arrojarse al mar con sus espadas…, luchar contra las olas, y llenar sus cofres con conchas marinas: el botín de su delirante cruzada contra el amo del tridente y las largas barbas.

Llegado el año 41, la Guardia Pretoriana destinada a escoltar y defender la vida de los emperadores, lo masacró.

Un final sin sorpresa.

El Papa Juan XII




Los papas medievales no fueron una biblia de virtudes. Pero entre ellos, el que se lleva el premio mayor a la inutilidad y la concupiscencia fue Juan XII, que reinó entre 955 y 964.

Elegido papa apenas a sus 18 años (un despropósito desde el vamos), llegó al trono de Pedro por un acuerdo político entre la nobleza de Roma…, y con un conflicto como carga sobre su espalda: la lucha entre la iglesia y el rey italiano Berengario de Friuli.

Entre la espada y la pared por ese conflicto, el joven fue sostenido como vicario de Cristo por el poderoso emperador alemán Otto I.

Pero los esfuerzos de herr Otto fueron inútiles: Juan XII pasaba sus noches –y también sus días– en pleno desenfreno sexual y alcóholico entre las no demasiado discretas paredes del Palacio de Letrán.

Harto, el alemán acabó aliándose con Berengario, su enemigo, y cargó contra Juan, derrocándolo bajo la acusación de simonía (corrupción clerical), asesinato, incesto y perjurio.

Reemplazado por León VIII, Juan –ciego de ira y resentido–, reunió un pequeño ejército y atacó a partidarios de su sucesor: en la pugna, a un cardenal le cortaron una mano, y azotaron a un obispo casi hasta la muerte.
La ya declarada guerra entre Juan y Otto no duró mucho: el destronado papa murió en la cama… con la mujer de otro hombre.

Juan I de Inglaterra






Inútil si los hubo e hijo menor y predilecto de Enrique II, reinó entre 1129 y 1216…, pero no le fue concedida tierra alguna, como era práctica común en esos casos. Extrañeza que le valió el mote de John Lackland (Juan Sin Tierra).

Incompetente pero codicioso (cóctel funesto), trató de ocupar el trono que era, sin discusión, de su hermano Ricardo I, llamado Corazón de León, que en esos tiempos guerreaba en una Cruzada…

Retornó en 1189, ocupó su sitial, murió una década después, y Juan fue coronado.

Primer acto de gobierno: hizo asesinar a su hermano Arturo, aterrado por la posibilidad de que lo destronara.

Segundo acto: se lanzó a una guerra desigual contra el rey Felipe II de Francia… ¡y perdió hasta el último metro de tierra en Normandía!
Semejante estupidez no sólo despojó a los barones de una parte clave de su poder: los sofocó con más impuestos…, y arrastró a su cama a varias de sus esposas.

Éstos, enfurecidos, lo obligaron a aceptar la Carta Magna (Magna Carta Liberatum o Gran Carta de las Libertades, aprobada el 15 de junio de 1215), clave del futuro sistema judicial inglés e inspiradora de muchas constituciones en cuanto a derechos humanos y libertades individuales.
Pero apenas y a regañadientes la consagró con su sello real…, se lanzó otra vez a la batalla contra Francia, perdiendo gran parte de Aquitania.
La historia no lo exculpó, como a otros tiranos. Según el historiador Ralph Turner, "Sólo se destacó por los rasgos más desagradables y peligrosos de su personalidad: mezquindad, rencor y crueldad".

Iván IV el Terrible


 

Gran príncipe de Moscú, en 1547 fue coronado zar (emperador) de toda Rusia: primero en ostentar ese título.

No hubo bestia igual. En 1538, al morir su madre, Elena Glinskaya, imaginó que había sido envenenada por los boyardos (los nobles, los señores feudales), y decidió no sólo odiarlos de por vida: robándoles sus tierras y sometiéndoles a atroces torturas: por caso, freírlos vivos en grandes recipientes, o despellejarlos con agua hirviente…

Eco feroz de un hábito de su niñez: arrojar gatos y perros desde una torre.
Apenas sentado en el trono se casó con Anastasia Romanova, que apaciguó su brutalidad y su paranoia: veía enemigos y asesinos en cada rincón.
Pero muerta ella en 1560, su crueldad retornó corregida y aumentada. Condenó a millones de rusos a perpetua servidumbre. Fundó una policía montada con libre potestad para arrestar y matar a quien fuere.
Ordenó saquear la ciudad de Nóvgorod y masacrar a sus habitantes. Se embarcó en guerras de final catastrófico contra los países vecinos.
En un ataque de furia mató a su hijo…
Fanático, tirano, sádico, tuvo un solo admirador: Iósif Stalin, que sin embargo lo consideraba "demasiado blando".

Eso lo explica todo.

Ranavalona I de Madagascar


 

Reina de maldad fundida en acero, mandó entre 1828 y 1861.

Eran tiempos en que Europa, a sangre y fuego si era necesario, capturaba tierras para su vasto plan colonial. Sin embargo, Ranavalona, logró mantener a Madagascar –una isla acaso fácil de ser conquistada– libre de la avidez británica y francesa.

Pero a un costo pírrico…: la reducción de su pueblo a la mitad, obligado a formar parte de un enorme ejército defensivo, y sometido a brutales trabajos forzados en lugar de pagar impuestos.

Tan cruel como tornadiza, sus deseos e improntas eran un delirio tras otro. Por caso, organizó una cacería de búfalos –con ella a la cabeza– para nobles, sus familias y sus fanáticos. Pero antes hizo construir un camino interminable para que los jinetes avanzaran sin dificultades. Una especie de red carpet del siglo XIV…

Su paranoia redoblaba la apuesta. Atormentaba a sus súbditos con la Prueba de la Tangena (un árbol de la isla). Los desdichados debían comer tres trozos de piel de pollo, y luego tragar una nuez venenosa que causaba vómitos y –a veces– la muerte. Si en algún vómito no estaban la trilogía de piel de pollo, su dueño era ejecutado…

Al comienzo, respetó y alentó al cristianismo. Pero –vuelta de tuerca– acabó decretando la persecución y muerte de los nativos que habían abrazado ese culto.

No faltaron complots y atentados contra ella. Pero sobrevivió a todos.

Murió en su cama a los 83 años.


María I de Inglaterra


 


Hija del disoluto Enrique VIII y de Catalina de Aragón, reinó apenas cinco años (1553 a 1558). Pero ese relámpago le bastó para pasar a la historia como Bloody Mary –María la Sanguinaria o la Sangrienta–, y perpetuarse en un cóctel famoso…, de intenso color rojo producido por el jugo de tomate.
Lentamente, rumió odio.

Su madre, repudiada. Su padre, unido a una amante: Ana Bolena, renunciando a la Iglesia católica porque ésta no le concedió el divorcio.

Decidió seguir junto al catolicismo, debió renunciar a su título de princesa, ceder su derecho de sucesión a favor de Isabel, hija de Ana Bolena, y humillarse como su dama de honor…

Muere Enrique VIII. Sube al trono Eduardo VI. Muere pronto. ¡Y María Tudor es reina!

Pudo ser moderada. Pero el odio, el fanatismo y la revancha la arrastraron al crimen.

Abolió casi todas las leyes promulgadas por Eduardo. Encarceló a decenas de obispos que profesaron fe protestante. Buscó un marido católico: el príncipe Felipe, heredero de la colonia española. Desató una brutal represión contra los enemigos del retorno al catolicismo.

Trescientas almas a la hoguera. Miles encarcelados esperando el hacha o la horca. Otros miles huyendo de la tropa real…

Sangre, sangre, sangre… y su apodo para la eternidad.

Murió a los 42 años.

Asumió su hermana: Isabel I. La reina que construyó el mayor imperio de su tiempo.