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sábado, 16 de mayo de 2020

Encuentro Perón-Pinochet de 1974

Secretos y consecuencias de la entrevista de Perón y Pinochet en la Base Aérea de Morón 

Sucedió el 16 de mayo de 1974, meses después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende en Chile, y duró dos horas. Allí, el dictador chileno le expresó su preocupación por los asilados que habían escapado a nuestro país y estaban cerca de la frontera. Años después, se supo qué sorprendente conclusión sacó el trasandino de aquel encuentro

Por Juan Bautista "Tata" Yofre || Infobae


Perón y Pinochet pasan revista a las tropas en la Base Aérea de Morón

Para tratar el encuentro de Juan Domingo Perón con el general Augusto Pinochet Ugarte lo primero que se debe hacer es preguntarse en qué condiciones llegaron los dos a la entrevista de Morón. ¿En qué tiempo estaban parados y qué circunstancias los rodeaban?

El doctor Pedro Ramón Cossio, en su libro ‘Perón, testimonios médicos y vivencias’ relata que “el general Perón en diversas ocasiones, estando yo en el cuarto (se refiere a cuando lo atendía en la residencia de Gaspar Campos 1065) que él creía – y esto lo siguió pensando hasta su muerte—que en Ezeiza lo habían querido matar grupos guerrilleros o terroristas, para luego iniciar, en medio de la conmoción, una revolución socialista”.

Cossio tiempo más tarde, me dijo: “Yo creo que él llegó con el convencimiento y tuvo la prueba de que en Ezeiza grupos de izquierda lo quería matar, para a partir de ahí empezar una revolución socialista. Y él todo el tiempo vivió con esa idea y murió convencido que en Ezeiza algún grupo de izquierda lo quería matar”. Su amigo el dirigente conservador Vicente Solano Lima sostuvo lo mismo.

Al opinar sobre el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, el martes 11 de septiembre de 1973, en la intimidad de su residencia, Juan Domingo Perón le dijo al joven médico Pedro Ramón Cossio (h), que “con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. El testimonio es coincidente con las declaraciones de Perón a “Il Giornalle D’Italia” (septiembre de 1973). En la oportunidad, Perón destacó que la caída de Salvador Allende había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina” y aseguró estar menos preocupado por el problema “de lo que la mayoría de los argentinos creen.” También afirmó al mismo medio italiano “los responsables de los acontecimientos en Chile fueron los guerrilleros y no los militares.” En las mismas horas, en puerta de su casa en Gaspar Campos, tras conversar con los médicos Jorge Taiana y el cardiólogo Pedro Cossio, preguntado sobre el suicidio del mandatario chileno, Perón le dijo al periodismo: “eso es emplear otro recurso cuando no queda otra puerta para salir, su actitud es la actitud de un hombre que tiene vergüenza de las circunstancias…hay hombres que no pueden resistir eso”.

En las horas posteriores al golpe, Patricio Alwyn, presidente de la Democracia Cristiana de Chile, dijo: “Nosotros tenemos el convencimiento de que la llamada vía chilena de construcción del socialismo que empujó y enarboló como bandera la Unidad Popular, y exhibió mucho en el extranjero, estaba rotundamente fracasada y eso lo sabían los militantes de la Unidad Popular y lo sabía Allende. Y por eso ellos se aprestaban a través de la organización de milicias armadas- muy fuertemente equipadas que constituían un verdadero ejército paralelo- para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder. En esas circunstancias pensamos que la acción de las Fuerzas Armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de una guerra civil o en una tiranía comunista.” Unos años más tarde diría todo lo contrario.

Su jefe político Eduardo Frei Montalva fue coherente con lo que pensaba y vivió. Cuando Allende le pidió unas declaraciones para tranquilizar a la sociedad chilena tras la victoria electoral de la Unidad Popular del 4 de septiembre de 1970 con el 36 % del electorado, Frei le dijo: “No puedo hacerlo, porque tú sabes que no soy marxista y, además, porque creo que pese a tus buenas intenciones las acciones de (tus) partidarios llevarán a Chile antes de dos años a una dictadura totalitaria”, según le contó al embajador argentino Javier Teodoro Gallac y que éste lo volcó en el cable “Secreto” Nº 612/616, del 30 de septiembre de 1970.

Lucía Hiriart de Pinochet, su esposo, Juan Perón y María Estela Martínez de Perón.

Y en una carta a Mariano Rumor (presidente de la Internacional Socialdemócrata) reconoció que Allende “estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación, de tal manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos viviendo un régimen absolutamente anormal y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar en plenitud en Chile una dictadura totalitaria”.

Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón

La Junta Militar chilena hizo llegar una carta formal al gobierno argentino expresando el deseo de continuar manteniendo relaciones abiertas en el camino de los acuerdos permanente de ambos gobiernos. El gobierno del presidente interino Raúl Alberto Lastiri reconoció a las nuevas autoridades trasandinas el 19 de septiembre.

La campaña presidencial del 23 de septiembre de 1973 que llevó al poder a Perón por tercera vez sólo registraba algunos detalles menores que apenas animaban al comentario, como la picardía de Perón al cerrar la contienda con un mensaje a la población que fue difundido por el Canal 9 de televisión de Buenos Aires. Frente a los sucesos de Chile, el líder justicialista manifestó la necesidad de “poner las barbas en remojo”. Obligado por una ansiosa opinión política de propios y ajenos a expresarse sobre el golpe militar en el país trasandino, Perón optó por la cautela.

El 62,7 por ciento del electorado votó por la fórmula Perón-Perón, un trece por ciento más que en la elección de Cámpora, en tanto el radicalismo obtenía 2.905.719 votos. Si la población respiraba aliviada por la finalización de la campaña electoral y particularmente confiaba en la figura de Perón como el líder político del momento para comenzar a transitar una época de calma, pronto volvió a resultar sorprendida por la violencia que parecía no acabar nunca.

Dos días más tarde un comando de FAR y Montoneros (que se decían peronistas) asesinó a balazos al jefe de la CGT, José Ignacio Rucci. Fue, en primera instancia la respuesta brutal por el papel preponderante que había tenido Rucci en la caída de Cámpora el 13 de julio; asimismo lo acusaban de haber tenido un papel especial en los incidentes de Ezeiza. Tras el crimen de José Ignacio Rucci, el jefe del peronismo convocó a hombres que se habían replegado después de los hechos de Ezeiza —el coronel (RE) Jorge Osinde, entre otros—y les encargó nuevamente la tarea de contener la marea subversiva y por último descerrajó la depuración.

Así lo relató el semanario Primera Plana: “El viernes 28 de septiembre de 1973, en Olivos, Perón habló con la claridad que caracterizaba a todas sus últimas intervenciones. Según ha trascendido, ante los miembros del Consejo Superior del justicialismo sostuvo que el Movimiento era objeto de una “agresión externa”. No hizo ninguna alusión a la CIA u otros organismos del ‘imperialismo yanqui’: arremetió sin más ni más contra el marxismo…y declaró la guerra a los “simuladores”, de quienes afirmo que les iba a ‘arrancar la camiseta peronista’ para que no quedaran dudas ‘del juego en el que estaban empeñados…..frente a un gobierno popular –señalo—no les queda otro camino que la infiltración”. ‘En adelante seremos todos combatientes’”, señaló Perón. Y culminó uno de sus párrafos con: “Yo soy peronista por tanto, no soy marxista”.

Unos días más tarde llegaría la respuesta orgánica: El “Documento Reservado” estableciendo “Drásticas instrucciones a los dirigentes del Movimiento para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista”, informó La Opinión del 2 de octubre en su portada. La introducción del Documento no daba para análisis alternativos: “El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista, que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes”.

Esta “guerra” según el documento se manifestaba a través de campañas de “desprestigio”; “infiltración de esos grupos marxistas en los cuadros del Movimiento”; “amenazas, atentados y agresiones” contra los cuadros del partido y la población en general. La parte introductoria termina considerando que “el estado de guerra que se nos impone no puede ser eludido, y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también atacar al enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión”. Frente a tales órdenes Ricardo Otero, Ministro de Trabajo, atinó a comentar: “los que quieren la patria socialista que se escapen”.

Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón.

Juan Perón asumió el 12 de octubre de 1973 e intentó iniciar una etapa de orden dentro de su Movimiento y el país. Entre otros actos expulsó a los integrantes del bloque de diputados ligados con Montoneros (febrero de 1974); cundo el ERP atacó un importante cuartel del Ejército, el Presidente se puso el uniforme y luego habló de “exterminar” a la guerrilla; el 1º de de Mayo de 1974 reivindico a la ortodoxia y echo a Montoneros de la Plaza de Mayo tras ser personalmente agraviado.

El Ejército Argentino había seguido atentamente los acontecimientos del derrocamiento de Salvador Allende. Unos días después del golpe, la Jefatura de Inteligencia elevaba al Comandante General, general de división Jorge Raúl Carcagno, una primera evaluación de la situación chilena, especialmente en lo referente a su “marco externo”.

Redactado con un estilo formal y una sintaxis dura, el documento “Marco Externo-Ámbito Regional” explicaba que “el golpe de estado de las FFAA mantiene la expectativa general acerca de la evolución del gobierno chileno. Las reacciones producidas en diversas naciones son muy variadas. (...) “a. Brasil. La tendencia general es de apoyo al golpe y de condenación al gobierno depuesto. Las FFAA brasileñas justifican el movimiento. El gobierno de Brasil ofrece la posibilidad de apoyo económico y técnico para la reconstrucción chilena. b. Paraguay. En general, es unánime la opinión pública y del gobierno, en apoyo a la revolución militar que habría puesto fin a un proceso político considerado negativo. Las publicaciones de Asunción adjudican a la Argentina una actitud poco efectiva contra la extrema izquierda. c. Perú. Hubo una gran difusión de los acontecimientos. Se considera que el derrocamiento del gobierno de Allende puede motivar complicaciones a Perú en el orden interno y externo. En cuanto al ámbito exterior se espera conocer el apoyo que Chile pueda recibir de EEUU, lo que podría colocar a este país en una situación opuesta a Perú”. Sobre Cuba se indicaba que “las relaciones están rotas” y que la Junta Militar había denunciado “la injerencia cubana en Chile" y llevado el problema ante las Naciones Unidas”.

Bajo el subtítulo “probable evolución”, la Inteligencia Militar argentina estimaba que:

“Chile dejaría de constituir un foco de irradiación del comunismo en América. Sin embargo, la persecución desatada contra los comunistas chilenos y de otras nacionalidades permite prever la afluencia de dirigentes marxistas hacia otros países, especialmente a los vecinos”.

Los militares argentinos advertían que podía desatarse “una verdadera puja por atraer a Chile hacia las áreas de influencia de los distintos estados hegemónicos”, tanto en los planos económico como ideológico: “En tal sentido, incidirá la decisión de Brasil al reconocer en forma inmediata al gobierno surgido del golpe de estado”.

“EEUU ha de presionar a la Junta Militar con el objetivo de retomar la explotación cuprífera, o bien condicionar la citada explotación y la posible comercialización de este material de gran valor estratégico. Es probable que se incremente la acción interna de la oposición a Nixon a fin de que limite o restrinja la ayuda a Chile mientras persista la represión. Se estima que EEUU, por otra parte no va a suministrar ayuda en forma incondicional, previamente exigirá seguridad para sus inversiones. En estas tratativas, la renegociación de la deuda externa chilena ha de jugar un papel preponderante”.

El tercer punto trataba las “incidencias” del golpe en el país “por su proximidad geográfica, Argentina puede recibir el mayor contingente de comunistas desplazados de Chile. Además, por la misma razón pueden constituirse en nuestro territorio bases operativas para actuar contra el gobierno militar chileno. A pesar del control de fronteras que se efectúa, la gran extensión limítrofe facilitará dichas acciones... Por todo ello, es de esperar el acercamiento de la Junta Militar hacia nuestro país, siempre que una política más agresiva de Brasil no logre volcar enteramente hacia su órbita al país transandino”.

Después de casi 20 meses de gobierno en Chile, el 14 de mayo de 1974, el general Augusto Pinochet Ugarte realizó su primera visita de Estado a Paraguay. Si viajó a saludar al general Alfredo Stroessner para buscar una señal de reconocimiento, en realidad la primera salida debió ser hecha a Brasilia y no a Asunción. El golpe del 11 de septiembre de 1973 contó mucho más con la colaboración del régimen militar brasileño que de cualquier otro país de Latinoamérica.

Los que vivieron en Santiago de Chile los días finales del gobierno de Salvador Allende saben bien que el embajador brasileño Antonio Cándido da Cámara Canto fue considerado el “5º miembro de la Junta Militar” por su cercanía al nuevo gobierno. De todas maneras, durante su estadía en Asunción, Pinochet declaró a su colega paraguayo General Honoris Causa del Ejército de Chile.

Una vez terminada su visita a Asunción, Augusto Pinochet emprendió viaje a Chile, pero antes tocó suelo argentino -el 16 de mayo- en la Base Aérea de Morón, sede de la VII Brigada, cuyo comandante era el comodoro Jesús Orlando Capellini.

Augusto Pinochet

Capellini tuvo el extraño privilegio de ser actor y testigo de cuatro momentos históricos de la Argentina y el peronismo. Uno, siendo Jefe de la Región Aérea Centro con base en Ezeiza cuando llegó Juan Domingo Perón el 17 de noviembre de 1972; dos cuando ejercía la jefatura de la VII Brigada Aérea con base en Morón, el 20 de junio de 1973; tres en abril de 1974 en Morón, cuando Perón recibió al General Augusto Pinochet Ugarte y cuatro, en noviembre de 1974, cuando descendieron en Morón los restos mortales de María Eva Duarte de Perón para seguir rumbo en otro avión al Aeroparque Metropolitano.

Muchos años más tarde, Capellini me recordó que se le avisó pocas horas antes del arribo del mandatario chileno y tuvo que acondicionar, en horas, el lugar del encuentro.

La cumbre se realizó en la biblioteca de la base que se terminó de pintar la noche anterior. Como estaba muy desprovista de adornos, Capellini trajo de su casa una alfombra y unos adornos del Congo que había adquirido en 1961, cuando volaba para una misión de Naciones Unidas.

La cita mereció largos cabildeos y gestiones paralelas. Una de ellas la cumplió el asesor de Pinochet, el civil Alvaro Puga un mes antes, ocasión en que se vio con Perón. Hablaron y convinieron en términos generales una agenda abierta. Cuestiones de seguridad, temas comunes y del proceso del Canal del Beagle que se estaba desarrollando en La Haya y que debía ser resuelta por una comisión de juristas “Ad hoc”, elegida por ambos países según el “Acta de Salta” de julio de 1971, firmada por los presidentes Alejandro Agustín Lanusse y Salvador Allende. Preguntado Puga si recordaba los términos de la conversación que mantuvo con Perón, sólo me dijo (en 1984) que cuando se habló del Canal del Beagle el presidente argentino comentó que esa cuestión no podía dividir a Chile y la Argentina y, a manera de chiste, le dijo: “En todo caso la jugamos a las chapitas”. Al encuentro de Puga le siguió el viaje a Chile del jefe de Inteligencia del Ejército, general Carlos Dalla Tea, quien antes de viajar mantuvo una prolongada conversación con Perón, según la revista argentina Mercado del 30 de abril de 1974.

Algunos tramos de ese encuentro se encuentran en Perón, de Carlos A. Fernández Pardo y Leopoldo Frenkel, y en las propias Memorias del general Augusto Pinochet. En la intimidad, Perón se sentía “cubierto” por el gobierno de la Junta Militar, porque Chile no era ya un santuario para el terrorismo argentino. Sus 5.000 kilómetros y sus pasos fronterizos estaban medianamente bien protegidos de ambos lados. De todas maneras, Pinochet contó que expresó su preocupación por la instalación de numerosos asilados chilenos cerca de la frontera, lo que obligaba a sus fuerzas de seguridad a mantenerse en estado de alerta.

Juan Domingo Perón en 1974

Perón se comprometió a trasladarlos a zonas más alejadas y para tranquilizarlo le dijo “Perón tarda, pero cumple”. Debe recordarse que ya para aquella época -febrero de 1974- se había realizado bajo la dirección del comisario Alberto “Tubo” Villar la primera reunión de coordinación de las fuerzas de seguridad del Cono Sur y que sorpresivamente fue grabada por un infiltrado de Montoneros. También se trató el tema de la Antártida y cuestiones de complementación económica. Luego de casi dos horas, Pinochet continuó rumbo a Santiago.

Tras la cumbre, David Popper, el embajador americano en Chile, el viernes 17 de mayo de 1974, envió el cable Nº 02716 a Washington comentando el interés chileno por contactarse con los “líderes del Cono Sur” y considerar “la formación de un bloque antimarxista”. Le dice al Departamento de Estado que “conocen y hemos informado de los lazos de la Inteligencia policial y de seguridad entre Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, etcétera. para combatir al terrorismo izquierdista y la preocupación del canciller chileno Huerta por la presencia de terroristas chilenos en la frontera argentina.”

Por último, hay una versión dentro de la madeja que envolvió al asesinato de Carlos Prats, ex jefe del Ejército en tiempos de Allende, y que aquí en la Argentina investigó la jueza María Servini de Cubría y que en Chile dilucidó años más tarde el juez Alejandro Solís. En los testimonios ante el juez, Ramón Huidobro, ex embajador de Allende en Buenos Aires, y amigo de Prats, relato que el ex general le contó que al llegar a Chile Pinochet comentó que la entrevista había sido un fracaso porque Perón le recordó que las FF.AA. no eran propiedad de los comandantes y que le iba a ser difícil ayudarlo dada la mala imagen del gobierno de la Junta por la cruel represión. Prats sería asesinado en septiembre de 1974 por un comando que respondía al jefe de la DINA (Manuel Contreras) y a su superior Augusto Pinochet.

La cumbre provocó numerosas declaraciones de repudio de parte de los sectores democráticos progresistas y no progresistas, hasta algunas manifestaciones de la JP. La Legislatura de Buenos Aires trató una declaración de protesta que mereció que su titular, el justicialista Miguel Unamuno (más tarde Ministro de Trabajo de Isabel Perón) fuera reconvenido por el propio presidente de la Nación: “Mire Unamuno, yo soy el presidente de la Nación y tengo dos misiones fundamentales, encargarme del Gobierno del país y de las Relaciones Exteriores. Ustedes, que son concejales, tienen otras tres misiones. ¿Sabe cuáles son? Alumbrado, barrido y limpieza... Che, Unamuno, no jodan más con Pinochet”.

Al año siguiente, en abril, en el mismo lugar, Augusto Pinochet e María Estela “Isabel” Martínez de Perón mantendrían otro encuentro.