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sábado, 22 de octubre de 2022

China: La masacre de Tiananmen

A 33 años de la masacre de Tiananmen: minuto a minuto, cómo fue la matanza que el régimen chino pretende ocultar

En la madrugada del 4 de junio de 1989, tropas del Ejército Popular de Liberación entraron con tanques a la icónica explanada de Beijing y dispararon con rifles de asalto a la multitud que protestaba allí desde el 15 de abril para pedir reformas democráticas. Miles de estudiantes fueron asesinados
Infobae



Un hombre desafía a una columna de tanques un día después de la masacre de la plaza Tiananmén

Fue hace exactamente 33 años el último gran grito de libertad del pueblo chino ahogado de la manera más brutal. Y ahora, el régimen conducido por Xi Jinping pretende borrar los homenajes a sus víctimas. El movimiento de protesta surgió de forma espontánea el 15 de abril de 1989, tras la muerte de Hu Yaobang, un ex secretario general del Partido Comunista de China (PCC) que había intentado una serie de reformas que apuntaban a liberalizar el régimen. Culminó el 5 junio, con el heroico gesto del “hombre del tanque” como suspiro final, horas después de la masacre ejecutada contra la multitud reunida en la plaza Tiananmen.

Eran tiempos de cambio en China y en todo el mundo comunista, que se estaba desmoronando. Pero la esperada transición hacia alguna forma de democracia se había visto súbitamente interrumpida en la nación dos años antes, cuando el ala dura del régimen comandado entonces por Deng Xiaoping desplazó a Hu y puso en heló muchas de sus iniciativas más audaces.

La noticia del fallecimiento del dirigente de 73 años, de un paro cardíaco, llevó a miles de personas, especialmente estudiantes universitarios, a reunirse en la icónica plaza de Beijing para recordarlo. Rápidamente, lo que había empezado como un homenaje se convirtió en un reclamo de libertad y democracia.



(Infografía: Marcelo Regalado)

Cientos de miles de personas empezaron a movilizarse todos los días en el centro de la capital china, siempre en torno a Tiananmén, donde los jóvenes montaron un campamento. El movimiento pasó a otra etapa el 13 de mayo, con el comienzo de una huelga de hambre, con la que esperaba forzar al Gobierno a aceptar sus demandas.

El Comité Central del Partido Comunista estaba cada vez más nervioso, y sus dudas animaban a una sociedad civil más despierta que nunca. La imposibilidad de organizar en la plaza una ceremonia oficial para recibir a Mijaíl Gorbachov, el líder soviético, fue un punto de inflexión. Cinco días más tarde, el 20 de mayo, el régimen declaró el estado de sitio y envió a más de 200.000 soldados a Beijing.

Lejos de amedrentar a la población, la decisión causó indignación. Muchos más se sumaron, y se instalaron barricadas en distintas calles de la ciudad, para evitar el avance de las tropas. Hasta ese momento, los militares tenían órdenes de no disparar. Con el correr de los días, crecía la expectativa de los manifestantes, que el 30 de mayo erigieron en el centro de la plaza la Estatua de la Democracia, realizada por estudiantes de arte. Veían al régimen impotente.

Sin embargo, el Comité Central aprobó el 2 de junio una ofensiva para terminar, como fuera necesario, con la “contrarrevolución”. Fue la orden que llevaría a la infame masacre. Así se sucedieron los hechos.

Un grupo de jóvenes sobre un tanque cerca de la plaza Tiananmén

3 de junio: el comienzo

20:00: La televisión y la radio estatal comenzaron a advertir a la población de que debían quedarse en sus casas para liberar el paso de las tropas del Ejército de Liberación del Pueblo. Obviamente, el mensaje provocó el efecto contrario. Cientos de miles salieron a la calle y bloquearon con autobuses los principales accesos al centro de la ciudad.

22:00: El 38.º Batallón del Ejército comenzó a disparar al aire sobre la avenida Chang’an, en un intento por dispersar a quienes les cortaban el paso. Como la estrategia no funcionó, empezaron a tirar directamente a los manifestantes. Era la primera vez que disparaban con munición real desde el comienzo de las protestas. Allí se produjeron las primeras muertes.

La brutalidad de la represión iría en aumento. En las siguientes barricadas que detuvieron su paso, los jefes militares ni se preocuparon por realizar advertencias. Directamente ordenaban abrir fuego con rifles automáticos contra civiles desarmados.

Algunos jóvenes resistieron el avance de los blindados con piedras, palos y bombas molotov (AP Photo/ Jeff Widener, File)

22:30: Cuando llegaron al complejo de apartamentos de Muxidi, donde vivían muchos estudiantes, los uniformados ya estaban completamente fuera de control. Al toparse con trolebuses prendidos fuego, dispuestos por los manifestantes para que no pudieran llegar a la plaza, ubicada a unos cinco kilómetros por la avenida Chang’an, empezaron a disparar a mansalva.

La masacre quedaría chica frente a la que se produciría horas más tarde, pero se estima que 36 personas fueron asesinadas. Muchas estaban en los edificios aledaños, que se convirtieron en blanco de los uniformados, aunque muchos de sus vecinos ni siquiera participaban de las protestas.

Los tanques arrollaron a muchos de los manifestantes que trataron de resistir (AP)

4 de junio: la carnicería

00:30: La plaza Tiananmén estaba completamente a oscuras, hasta que una bengala iluminó el cielo y permitió divisar las primeras tropas. En pocos minutos, todos los flancos del epicentro de las protestas quedaron rodeados de tanques y vehículos blindados. Algunos jóvenes de los cientos de miles que aguardaban la llegada de los militares con la decisión de resistir empezaron a arrojar piedras y bombas molotov para frenar el avance de los soldados, que no dudaron en disparar a matar. Varios vehículos militares quedaron destruidos, pero la mayoría siguió avanzando.

01:30: Tras vencer la resistencia civil, los tanques entraron a la plaza por distintos rincones, aplastando a todos los que se les interponían. Los soldados empezaron a salir también del Gran Salón del Pueblo y del Museo Nacional, arrinconando al campamento. Las tropas establecieron luego un bloqueo, para evitar que otros grupos de manifestantes pudieran ingresar a asistir a los miles que habían quedado adentro.

“Los blindados abrieron fuego contra la multitud (…) antes de pasarles por encima”, escribió en un telegrama secreto enviado al día siguiente Alan Donald, embajador del Reino Unido en China. “Pasaron sobre los cuerpos varias veces, haciendo una especie de ‘papilla’, antes de que los restos fuesen recogidos por una excavadora. Restos incinerados y arrojados con un chorro de agua por las alcantarillas”, contó en el texto, que se hizo público recién en 2017.

“Cuatro estudiantes heridas que suplicaban por sus vidas recibieron golpes de bayoneta”, agregó el embajador. El desquicio de algunos soldados llegó al punto de ametrallar a las ambulancias militares que trataban de socorrer a los heridos, según el diplomático británico.

Un grupo de personas traslada a dos de los tantos heridos a un hospital (Foto: AP/ Jeff Widener, archivo)

04:00: Un tanque derribó la Estatua de la Democracia, un símbolo de que la protesta que había sacudido al país durante un mes y medio había sido pulverizada. Algunos líderes estudiantiles trataron de negociar con los jefes militares para que dejen salir a los sobrevivientes. La propuesta fue aceptada de palabra, aunque enfureció a los manifestantes más radicalizados, que querían seguir resistiendo.

04:30: Las negociaciones se interrumpieron. Algunos grupos de jóvenes marcharon por un corredor hacia el sureste de la plaza y lograron salir por allí, pero varios cayeron tras recibir disparos por la espalda. El Ejército Popular de Liberación había conseguido despejar la plaza a un costo humano incalculable.

06:00: La masacre continuó tras la salida del sol. Enterados del horror que había acontecido durante la madrugada, miles de personas se dirigieron a la plaza. Algunos gritaban “¡Huelga general!”, pero otros eran familiares de quienes estaban acampando, que querían saber qué había pasado con sus seres queridos. Las tropas respondieron disparándoles a todos, para asegurarse de que nadie se acercara al perímetro. Las ráfagas de balas continuaron durante todo el día, hasta que ya nadie más se atrevió a aproximarse. La Plaza Tiananmén permaneció dos semanas ocupada por los militares y cerrada al público.

Como el régimen chino jamás hizo una autocrítica de lo ocurrido, 31 años después, sigue siendo una incógnita el número exacto de víctimas. La información “oficial” que difundieron los periódicos estatales fue que 200 civiles murieron, pero la Cruz Roja china calculó 2.700 a partir de un relevamiento entre los hospitales. “La estimación mínima de los civiles muertos es de 10.000”, sostuvo por su parte el embajador Donald en su telegrama.

Una joven herida de bala agoniza en los alrededores de la plaza Tiananmén (AFP)

5 de junio: el hombre del tanque

Con la plaza despejada, Beijing nuevamente bajo su control y una ciudadanía aterrorizada, que nunca se recuperaría del todo del abuso sufrido, el Comité Central del Partido Comunista de China celebraba. Su dominio sobre el pueblo chino volvía a ser total.

No obstante, tendría que enfrentar un último acto de rebeldía, que se convertiría en un ícono increíblemente potente. Mientras empleados públicos levantaban los escombros y corrían los restos de las barricadas, un hombre de identidad desconocida, vestido con una camisa blanca y pantalón negro, y cargando dos bolsas del mercado en sus manos, se detuvo frente a una columna de tanques que avanzaba por la avenida Chang’an, a pocos metros de la plaza.

Inicialmente detuvo a los blindados mostrando la palma de su mano derecha, con la señal de “stop”. Luego, se trepó al frente del vehículo que encabezaba el convoy y trató de hablar con la tripulación, que debía mirarlo atónita. Después volvió al pavimento. Los tanques trataron de rodearlo, pero el hombre se fue moviendo para bloquearlos una y otra vez.

Algunas personas contemplan el saldo de destrucción la mañana posterior a la masacre (AFP)

La secuencia duró varios minutos, que fueron fotografiados y filmados por periodistas internacionales que la vieron desde la ventana de un hotel. Hasta que dos hombres se acercaron y se lo llevaron, permitiendo el paso de los blindados. Nunca más se volvió a saber de él, pero se transformó en una de las imágenes más reconocidas en el mundo de la resistencia civil ante la brutalidad de los regímenes autoritarios.

La revista Time lo incluyó en la lista de las 100 personalidades más importantes del siglo XX, identificándolo como “el rebelde desconocido”. La prensa británica le dio el nombre por el que se lo conoce hasta hoy, “el hombre del tanque”. Pero su verdadera identidad es un misterio.

The Sunday Express publicó ese mismo año que era un estudiante de 19 años llamado Wang Weilin y que había sido arrestado, pero nadie corroboró esa versión. Otros medios afirmaron que había sido enviado a un campo de trabajo y ejecutado. Pero el régimen nunca admitió siquiera saber quién era. En cualquier caso, el anonimato sirvió para agrandar aún más su figura, convirtiéndolo en un símbolo en estado puro.




domingo, 4 de agosto de 2019

Suiza: Cazas y democracia con el Mirage IIIS

Mirage IIIS: antecedente de Suiza en la elección de un 'caza que sólo existe en papel'
por Guillermo Poggio




Cita:
"En la década de 1960, la Saab había ofrecido a Suiza el J35F Draken, que terminó eligiendo el Mirage III - y luego gastó una fortuna equipando el Mirage con un radar y un sistema de control de fuego de misiles Hughes Falcon y una capacidad el despegue en pistas cortas, todo estaba ya venía de serie en el Draken. La venganza es un plato que se sirve frío. "

Bill Sweetman - Aviation Week

 (Adición de un artículo sobre la elección del Gripen a Suiza, en noviembre de 2011)


William Poggio y Fernando "Nunão" De Martini

El 30 de noviembre de 2011, el mismo día en que Suiza anunció la selección de los Gripen como su nuevo caza, un concurso en el caza de Suecia estaba compitiendo con el francés Rafale y el consorcio Eurofighter Typhoon, la Dassault francesa emitió una declaración comentando sobre la elección. Se hizo una crítica al caza seleccionado, diciendo: "El Gripen" adoptado por los suizos "sólo existe en papel". El riesgo de desarrollo y producción aumentará significativamente los esfuerzos financieros requeridos por las autoridades suizas para cumplir con el programa de aviones de combate en el país. "Ese mismo día, salió del campo en el sitio de Aviation Week firmado por el experto en aviación Bill Sweetman, terminando con la el párrafo seleccionado anteriormente (y las palabras no eran "dulces" como el apellido del autor).

Sweetman se refirió al "caso Mirage" de la década de 1960 - cuando Suiza seleccionó el avión de combate Mirage III de Dassault, decidiendo que iba a tener una configuración que también existía "solamente en el papel." Ya que tenemos estas palabras de Sweetman, al final del año pasado, hemos querido saber más sobre el asunto y llevar a los lectores del blog Poder Aéreo de un recorrido de esta historia.

Siempre es bueno recordar que la historia es algo que no se repite, aunque a menudo parecen que ciertas coincidencias suceden. Cada estación tiene su contexto, y la gente mira más allá de las referencias a sus próximas acciones, pero siempre parte de las necesidades que existen ahora sólo en el momento en el que viven. En los últimos meses, la prensa suiza ha estado haciendo referencias al "caso Mirage" cuando se refiere a la elección actual del caza, como si la historia se repitiera. Pero ¿es que el contexto no ha cambiado en el ínterin? Sweetman, dijo en la venganza como un plato frío, pero vale la pena analizar los hechos fríamente, calientes en ese momento. Es decir, la historia.

El "F-X" de la suiza en 1960


Después de decidir la elección de los Hawker Hunter en 1958, la Fuerza Aérea Suiza comenzó a estudiar la adquisición de un interceptor de combate supersónico, ya que el caza británico no tenía estas características. Entre las opciones en el mercado en la década de 1960, Suiza decidió excluir a los cazas, como el English Electric Lightning, el Fiat G.91, el Grumman F-11F-1F y el Lockheed F-104 y comenzaron a evaluar sólo dos opciones: Dassault Mirage IIIC y Saab 35H Draken.

Para los suizos, el Mirage era un sistema de armas mucho más evolucionado en relación a su competidor, además de ganar al Draken en varios modalidades, tales como la capacidad de velocidad, altitud, alcance y de ataque al suelo.

El Mirage perdió en algunas cuestiones, como la necesidad de más pistas para el despegue (alrededor de un 35% más que el Draken) y la tasa inicial de elevación de la mayoría de las configuraciones, pero estas deficiencias podían ser corregidas con el uso de RATO (Rocket Assisted Take-Off) y de otras eventuales cambios en el proyecto.

El 28 de diciembre de 1960, el Consejo Federal decidió comprar 100 cazas Mirage III. Cabe señalar que en el momento que el avión estaba todavía un prototipo y su puesta en funcionamiento de la Fuerza Aérea Francesa se llevó a cabo sólo en el año siguiente.

El contrato fue por valor de 900 millones de francos. El importe incluía la compra de licencia de fabricación y la producción local de las aeronaves. En el momento del valor del contrato se consideraba inferior a la compra realizada por Australia por una cantidad de Mirages similar. Poco después de Sudáfrica, también compró la aeronave, e Israel cortejaba el caza. En 1962, el Parlamento suizo aprobó la solicitud del gobierno de ese país.

Cambios complicados

 
Para cumplir con los requisitos de Suiza, el Mirage debía someterse a cambios importantes. Suiza tiene un interés en cambiar el radar de control de tiro original del Mirage III (Cyrano II), para que el caza sea más adaptable para el despegue y aterrizaje corto (STOL) y le da las características que permitan el almacenamiento y el funcionamiento de los refugios excavados en la roca.

Para satisfacer plano de la célula fue reconstruida parcialmente con refuerzos estructurales, tanto para absorber las vibraciones de la utilización de RATOs (véase la imagen) y para el manejo de una grúa en las cavidades cerradas en las rocas. El tren de aterrizaje también recibió refuerzos con el fin de abordarlo desde un avión STOL.

El radar de control de tiro y de navegación podría ser el Airpass de Ferranti 2 o el Taran Mk-1S de la Hughes. Este último fue elegido a principios de 1962, modificado para disparar el misil GAR-11 Falcon producido en Suecia. Esta versión fue llamada HM-55 y montado en el Draken. Otros productos de aviónica de origen de EE.UU. también se incorporaron.

Al final, el Mirage "de papel" suizo terminó siendo más parecido al Draken, que había sido pasado por alto. La versión suiza del Mirage tenía algunas características STOL, capacidad de almacenamiento en las cavidades de las montañas y el empleo de misiles Falcon. Pero en el camino para llegar a este resultado, el costo del programa aumentó violentamente.

El gasto sin control


En abril de 1964, la falta de control financiero del programa se hizo pública. El gobierno no tuvo otra opción que ir al Parlamento y solicitar una mayor financiación para la continuación de los programas Mirage IIIS. Para que el total de 100 aviones pedidos se completaran, requeriría un gasto de alrededor de 600 millones de francos. Esto significó un aumento del 66% sobre el valor inicial de 900 millones de dólares.

El caso se convirtió en un escándalo nacional y se hizo conocido como el "caso Mirage". Al mes siguiente, en mayo, una comisión parlamentaria de investigación (CPI) se formó con el fin de vigilar, investigar y evaluar el gasto excesivo del gobierno suizo para el programa. Cabe señalar que este enfoque no se había tomado antes en la historia moderna de la democracia suiza.

Una de las primeras medidas de la comisión redujo el número de aeronaves para mantener los costos bajo control. Por 133 votos a 57, el comité decidió reducir la orden final de 100 a 57 cazas. Además del recorte, el informe de la comisión dijo que el gobierno había actuado deliberadamente negligente en relación al control del costo del programa Mirage IIIS.

Incluso para completar la compra de 57 cazas, el parlamento tuvo que votar en un aditivo de 200 millones de francos. El daño no fue sólo el aumento del gasto y la reducción de la fuerza aérea en Suiza. Alrededor de 300 contratos con grandes empresas suizas, francesas y americanas, y otros 4.000 contratos con empresas menores, tuvieron que ser renegociados.

También como consecuencia de las conclusiones de la CPI, el gobierno suizo eliminó al coronel Etienne Primault de sus funciones como comandante de la Fuerza Aérea Suiza, para cuando el informe final se publicó. En diciembre de 1964, llegó el Jefe del Estado Mayor del ejército suizo, el coronel Jacobo Annasohn, dejaría el cargo voluntariamente, pero moralmente deprimido.


El jefe del Departamento de Defensa, Paul Chaudet (foto dentro de un Mirage), fue citado nominalmente, en el informe por no haber informado al Parlamento sobre el progreso del programa. A pesar de que cometió errores, la mayoría de sus decisiones se tomaron sobre la base de datos técnicos pasaron por su equipo de asesores.

Permaneció en el gobierno, pero se lo convirtió en una figura políticamente débil. La sombra del "caso Mirage", continuó acosando a él por el resto de su mandato, y en noviembre de 1966, se vio obligado a renunciar por su propio partido.

Aprender de la experiencia pasada
Parece que Suiza ha aprendido de la historia en sí. Considere la posibilidad de la competencia de combate actual, que busca un reemplazo para la flota de F-5E / F y se terminó en noviembre pasado con el anuncio de la elección del Gripen. El concurso tenía requisitos muy definidos, teniendo en cuenta los costos de adquisición y operación y la reducción de las preguntas posibles máximos.

La experiencia con el programa Mirage IIIS puso de manifiesto que los objetivos técnicos y económicos deben ir de la mano y no siempre el mejor caza es la mejor opción para el país. Recuerde que la familia Mirage III, en su configuración original en francés (o con pequeñas variaciones) fue un éxito comercial por el equilibrio entre las ventajas técnicas y económicas. El equilibrio no fue alcanzado por la versión suiza.

Debido a la falla en el programa Mirage, buscar siempre lo mejor sin preocuparse por el control de recursos, la fuerza en su conjunto resultó siendo afectada. Debido al alto coste, el número total de aeronaves se mantuvo por debajo del primer conjunto, con una reducción de la potencia para combatir Suiza.

El gasto incontrolado se vio frenado por un Parlamento exigente y vigilante, como debe ser cualquier legislatura en las democracias. Pero los legisladores actuaron demasiado tarde. La culpa del fracaso del programa de Mirage cayó sobre los hombros de sus intérpretes y directores, pero quien perdió en esa época fue la sociedad suiza.


Por esta razón, las preguntas no son sorprendentes, sobre el proceso actual, que llevó a la elección del Gripen sueco. De hecho, es recomendable que cualquier cuestionamiento se haga, ya que se espera que todos los directores de los programas adquieran la información necesaria para dar a los cazas y convencer para que no sobrem dudas.

Es probable que incluso un referéndum popular se haga pronto (posiblemente este año), que legitimar aún más todo el proceso -, e incluso podrá decidir no comprar ningún caza. Cabe señalar que se celebraron referendos sobre cuestiones relacionadas con la aviación de combate del país. Este fue el caso cuando el 57% de los votantes decidieron la compra de cazas Hornet y, más recientemente, cuando el 68% de la población decidió continuar con los entrenamientos de los cazas en los cielos del país.

Si la selección actual de nuevos cazas será una "venganza que se sirve frío" suiza, sólo a la aprobación de los procedimientos políticos, y un posible referéndum, lo dirá. Sin embargo, Suiza parece haber aprendido, con el pasado, cómo hacer frente a este tema "caliente".

FOTOS: Schweizer Luftwaffe

Poder Aéreo

lunes, 10 de junio de 2019

Democracia y discusiones para el armado de una nación

La hora de la palabra

En democracia se discuten todas las propuestas, y se decide

José Andrés Rojo | El País



La sala del Manège, donde se reunió el poder legislativo durante los años de la Revolución Francesa.

Malos tiempos para la democracia. Se desconfía cada vez más de los políticos y de la capacidad de la palabra para dar impulso a sus iniciativas. Y se impone el lenguaje de la calle, donde lo que importa es que cada movilización sea más grande que la anterior. Nunca está de más manifestarse para reclamar atención sobre asuntos que están quedando fuera de la agenda política, pero en la calle muchas veces se mezclan proyectos diferentes bajo un mismo paraguas. Hace falta darle forma a cada reivindicación y que existan propuestas alternativas sobre las que pronunciarse y buscar acuerdos y armar las leyes que convengan para transformar las cosas. Para eso está la democracia.

El historiador estadounidense David A. Bell reconstruye de manera magistral en La primera guerra total una de las más importantes batallas parlamentarias. Año 1790, la Asamblea Nacional surgida de la Revolución Francesa tiene que dar respuesta a un asunto enrevesado. Al otro lado del mundo, una fragata española se ve obligada a asegurar su soberanía sobre la isla de Vancouver frente a la presencia de buques británicos y estadounidenses, y reclama ayuda de Francia. En 1761, los Borbones Luis XVI y Carlos IV firmaron un pacto familiar para defenderse en caso de hostilidades, así que la Asamblea tiene que decidir si aprueba los fondos para que Francia construya catorce buques y ayude a su aliado. El gran asunto que toca tratar es, pues, el de la paz y la guerra.

La democracia tenía entonces todavía algunos rasgos primitivos. La Asamblea la componían 1200 miembros de los Estados Generales elegidos el año anterior, aunque solo intervenían con regularidad unos 50. Para ocuparse de esta delicada cuestión se instalaron en la sala del Manège, en el Jardín de las Tullerías: los conservadores se colocaron a la derecha; a la izquierda, los radicales del Club de los Jacobinos y los más moderados de la Sociedad de 1789. De ahí viene esa vieja división.

En la calle, una multitud se interesaba en un estado de alta tensión por lo que ocurría dentro. Ahí, los espectadores interrumpían a los tribunos que defendían sus posiciones con pasión y sólidos argumentos, y tomaban notas “y las ataban con un gancho y las pasaban desde la ventana a lo largo de un hilo a sus amigos en el exterior”, cuenta Bell, para que terminaran llegando a las redacciones de los múltiples periódicos que se publicaban entonces, cada cual con su postura y con su mirada. “Europa nunca había visto nada parecido”, e incluso se tuvo que redefinir la palabra revolución:“Ya no se trataba, como antes, de un cambio súbito e imprevisible en el destino de un país, sino el significado más moderno de la explosiva e ilimitada expresión de la voluntad colectiva de una nación”. De la mano de las instituciones democráticas.

En el debate sobre la guerra se pronunciaron 35 diputados con algunas intervenciones de gran altura, y llegó a haber alguno que defendió, ¡en tiempos de revolución!, la monarquía absoluta. Se discutieron las propuestas, se pulieron, se introdujeron enmiendas y al final la Asamblea trazó el camino, y la aristocracia perdió “su tradicional razón de ser: la guerra”. Aquel pacto de familia de los Borbones tardó en morir lo que duraron unos cuantos días de acaloradas sesiones. La democracia mostraba su razón de ser: una ciudadanía exigente, una prensa que informa y que genera opinión, unos representantes que construyen sus argumentos con finura y solvencia: y luego la feroz batalla parlamentaria (con respeto a las minorías) y, al fin, los acuerdos.

domingo, 29 de julio de 2018

Nazismo: Cómo abusó de la democracia

 ¿Cómo ganaron los nazis el poder en Alemania?


Joseph Goebbels habla en un mitin nazi. CreditCorbis, a través de Getty Images


Por Timothy Snyder | The New York Times





LA MUERTE DE LA DEMOCRACIA
El ascenso de Hitler al poder y la caída de la República de Weimar
Por Benjamin Carter Hett
Ilustrado. 280 pp. Henry Holt & Company. $ 30.

Preguntamos sobre el ascenso de los nazis desde lo que creemos que es una gran distancia. Damos por sentado que los alemanes de la década de 1930 eran bastante diferentes de nosotros mismos, y que nuestra consideración de sus errores solo confirmará nuestra superioridad. Ocurre justo lo contrario. Aunque Benjamin Carter Hett no hace comparaciones entre Alemania entonces y los Estados Unidos ahora en "La muerte de la democracia", su estudio extremadamente fino sobre el fin del gobierno constitucional en Alemania, disuelve esas suposiciones reconfortantes. No está discutiendo una guerra en la que los alemanes eran enemigos ni describe las atrocidades que estamos seguros de que nunca podríamos cometer. Presenta el ascenso de Hitler como un elemento del colapso de una república frente a los dilemas de la globalización con instrumentos imperfectos y líderes defectuosos. Con una prosa cuidada y una excelente beca, con finos esbozos de individuos y discusiones concisas sobre instituciones y economía, nos acerca estos eventos.

Los nazis, en la cuenta de Hett, eran sobre todo "un movimiento nacionalista de protesta contra la globalización". Incluso antes de que la Gran Depresión trajo un enorme desempleo a Alemania, el capricho de la economía global ofreció una oportunidad a los políticos que tenían respuestas simples. En su programa de 1920, los nazis proclamaron que "los miembros de naciones extranjeras (no ciudadanos) deben ser expulsados ​​de Alemania". Luego vendría la autarquía: los alemanes conquistarían el territorio que necesitaban para ser autosuficientes, y luego crearían su propia economía en aislamiento de la del resto del mundo. Como dijo Goebbels, "queremos construir un muro, un muro de protección". Hitler sostuvo que las vicisitudes de la globalización no eran el resultado de fuerzas económicas, sino de una conspiración internacional judía.
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Hett, profesor de historia en Hunter College y el Graduate Center de City University de Nueva York, describe con sensibilidad una crisis moral que precedió a una catástrofe moral. Si a los judíos se los responsabiliza por lo que sucedió en Alemania, entonces los alemanes fueron víctimas y sus acciones siempre a la defensiva. La irresponsabilidad política surgió del desafortunado ejemplo del presidente Paul von Hindenburg. Él era famoso como el vencedor en una batalla en el frente oriental de la Primera Guerra Mundial, a pesar de que el crédito no era totalmente merecido. Hindenburg no pudo enfrentar la realidad de la derrota en el frente occidental en 1918, y así difundió la mentira de que el ejército alemán había sido "apuñalado en la espalda" por judíos y socialistas. Esta debilidad moral de un hombre irradiaba hacia afuera. Una vez que Hindenburg ganó las elecciones presidenciales de 1925, Alemania quedó atrapada por su hipersensibilidad a una reputación que no resistiría el escrutinio. Creía que solo él podía salvar a Alemania, pero no se mostraría dispuesto a hacerlo, por temor a dañar su imagen. Sin la ficción fundadora de Hindenburg y sus extrañas posturas, es poco probable que Hitler haya llegado al poder.
Como demuestra hábilmente Hett, los nazis fueron los grandes artistas de ficción de victimización. Hitler, que había servido con judíos alemanes en la guerra, difundió la idea de que los judíos habían sido el enemigo interno, y propuso que el ejército alemán habría ganado si algunos de ellos hubieran sido asesinados a gaseamiento. Goebbels hizo que las tropas de asalto nazis atacaran a los izquierdistas precisamente para poder afirmar que los nazis fueron víctimas de la violencia comunista. Hitler creía en decir mentiras tan grandes que su misma escala dejaba un poco de credibilidad. El programa Nazi previó que los periódicos servirían al "bien general" en lugar de informar, y prometió "guerra legal" contra los opositores que difunden información que no les gustó. Se opusieron a lo que llamaron "el sistema" al rechazar su base en el mundo fáctico. Los alemanes no eran individuos racionales con intereses, según el razonamiento, sino miembros de una tribu que quería seguir a un líder (Führer).

Mucho de esto era familiar del fascismo italiano, pero el intento de Hitler de imitar la marcha de Mussolini hacia Roma fracasó. Cuando Hitler intentó un golpe de estado en 1924, él y los nazis fueron derrotados fácilmente y fue sentenciado a prisión, donde escribió "Mein Kampf". En la cuenta de Hett, el ascenso electoral de los nazis a fines de la década de 1920 y principios de la de 1930 tuvo menos que ver con sus ideas particulares y más con una apertura en el espectro político. Los nazis llenaron un vacío entre el electorado católico del Partido del Centro y una clase trabajadora que votó Socialista o Comunista. Sus principales constituyentes, indica Hett, eran protestantes del campo o de pequeños pueblos que se sentían víctimas de la globalización.

¿Los nazis llegaron al poder a través de elecciones democráticas? En Alemania en la década de 1930, como en otras partes, las elecciones continuaron incluso cuando su significado cambió. El hecho de que los nazis usaran la violencia para intimidar a otros significaba que las elecciones no eran libres en el sentido normal. Y el sistema fue manipulado a su favor por hombres en el poder que no tenían ningún uso para la democracia o para los demócratas. Los nazis no fueron de ninguna manera siervos de la industria alemana o del ejército alemán, pero, como Hett sostiene, tanto los hombres de negocios como los oficiales formaron lobbies a fines de la década de 1920 que pretendían romper la república y su bastión, los socialdemócratas. Tienden a confundir sus intereses particulares en salarios más bajos y mayores gastos militares con los de la nación alemana en su conjunto. Esto facilitó ver a los socialdemócratas como extranjeros y hostiles.



En un libro con el mismo título, "Cómo mueren las democracias", los politólogos Daniel Ziblatt y Steven Levitsky han argumentado recientemente que los asesinos de la democracia comienzan por usar la ley en contra de sí mismos. Las Constituciones se rompen cuando los líderes mal motivados exponen deliberadamente sus vulnerabilidades. Ciertamente este fue el caso en Alemania en 1930. El presidente Hindenburg estaba técnicamente dentro de sus derechos de disolver el Reichstag, nombrar un nuevo canciller y gobernar por decreto. Sin embargo, al convertir lo que se suponía que era una situación excepcional en la regla, transformó al gobierno alemán en una camarilla enemistada desconectada de la sociedad. Los gobiernos que dependen del presidente no tenían motivos para pensar creativamente sobre la política, a pesar de la Gran Depresión. Los votantes fluyeron a ambos extremos, a los comunistas y aún más a los nazis. Los nazis aprovecharon una oportunidad creada por personas que podrían destruir una república sin tener la imaginación para ver qué viene después.

Cuando se convocaron las elecciones en 1932, el propósito no era confirmar la democracia sino derribar la república. Hindenburg y sus consejeros vieron a los nazis como un grupo capaz de crear una mayoría para la derecha. Las elecciones fueron una "solución" a una crisis falsa que había sido, como lo expresa Hett, "fabricada por un ala derecha política que quería excluir a más de la mitad de la población de la representación política y rechazaba incluso el compromiso más leve". Al campamento del presidente le ocurre que los nazis harían tan bien como lo hicieron, o que su líder escaparía a su control. Y así los esquemas irresponsables de los conservadores se dieron cuenta de los sueños violentos de los nazis. Los nazis ganaron el 37 por ciento de los votos, y Hitler se convirtió en canciller en enero de 1933. Unas semanas más tarde, utilizó el pretexto del incendio del Reichstag para aprobar un acto habilitante que en efecto reemplazó a la constitución.

Hindenburg murió en 1934 creyendo que había salvado a Alemania y su propia reputación. De hecho, él había creado las condiciones para el gran horror de los tiempos modernos. El libro de Hett está dirigido implícitamente a los conservadores. En lugar de preguntar cómo la izquierda pudo haber actuado para detener a Hitler, él cierra su libro al considerar a los conservadores alemanes que ayudaron al ascenso de Hitler, luego cambiaron de opinión y conspiraron contra él. Tras el reciente trabajo de Rainer Orth, Hett dice que la Noche de los Cuchillos Largos, la purga de sangre de junio de 1934, fue dirigida principalmente contra estos oponentes de derecha.

Las conclusiones para los conservadores de hoy emergen claramente: No rompa las reglas que mantienen unida a una república, porque algún día necesitarán orden. Y no destruyas a los oponentes que respetan esas reglas, porque un día las echarás de menos.