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domingo, 24 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: Los planes secretos del ataque a Temuco

Un general cuenta cómo fueron los preparativos secretos para ir a la guerra por el Canal de Beagle e invadir Chile en 1978

Por aquel entonces, Hugo Domingo Bruera tenía 23 años y era teniente de Infantería. Según los planes, su regimiento iba a ser uno de los primeros en cruzar la frontera durante la invasión
 
 





 
Se esperaba que fuera una guerra sangrienta. El gobierno de Jorge Videla no reconocía el resultado del laudo sobre el Canal de Beagle. Muchos años antes, en 1971, durante los gobiernos de Salvador Allende en Chile y el presidente Alejandro Lanusse en Argentina, se había decidido que la Corte Internacional de La Haya mediara en el conflicto.

El fallo fue emitido a mediados de 1977, y a principios de 1978, la dictadura argentina anunció que desconocía esa decisión. A partir de ahí, las tres fuerzas armadas comenzaron los preparativos. El plan era iniciar con la ocupación de las islas Picton, Nueva y Lennox, que habían sido adjudicadas a Chile. Desde el aire, mar y tierra, la dictadura argentina planeaba una especie de blitzkrieg con la esperanza de que la comunidad internacional ignorara el fallo de La Haya.

Aunque los preparativos eran secretos, todos sabían que decenas de miles de soldados de ambos lados iban a enfrentarse. Esta vez, el cruce de la cordillera no sería un San Martín acudiendo en ayuda de O'Higgins, sino un Videla intentando demoler a un Pinochet.

Las tropas terrestres estaban bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez, alias "El Cachorro", jefe del III Cuerpo de Ejército con base en Córdoba. Allí,los rumores decían que Menéndez mostraba a sus oficiales cómo disparar a la cabeza de un prisionero. Los que mataban quedaban unidos, ya fuera por sumisión, convicción o cualquier otra razón; ese era el estilo de Menéndez. El mismo Pinochet había hablado que habría enorme cantidad de fusilados de ambos bandos.

Hugo Domingo Bruera tenía 23 años, era de Granadero Baigorria, hincha de Central y le gustaba cantar tangos de Gardel. Era alto, fuerte y capaz de andar en mula o cargar los morteros pesados de la sección a su cargo. Era teniente de Infantería; su padre, abogado laboralista y ferviente peronista, lo había llamado Domingo.


Hugo Bruera

Hugo estaba en el regimiento 21, en Las Lajas, bajo la VI Brigada de Montaña de Neuquén, comandada por Mario Benjamín Menéndez, quien años después se rendiría en Malvinas. "El Cachorro" Menéndez visitaba frecuentemente para supervisar los ejercicios de cruce de la cordillera previos a la Navidad. A principios de diciembre de 1978, Menéndez llegó, recorrió a caballo las estribaciones de la cordillera y luego subió a un helicóptero para cruzar a territorio chileno.

Se rumoraba entre los oficiales que Menéndez había orinado desde el aire sobre lo que él consideraba territorio enemigo. Más tarde, frente a un centenar de oficiales, en medio de una arenga, Menéndez pronunció una frase que, 40 años después, aún resuena en los oídos de Bruera:

—¿Y cómo reaccionaron los oficiales? —pregunta Infobae.
—Nadie dijo nada. En esa época todos nos quedábamos callados frente a un general de tan alto rango —responde Bruera, quien había llegado a Las Lajas a principios de 1978.

Las Lajas, un pueblito de unos 500 habitantes, está en un valle y el regimiento en una meseta, a 60 kilómetros de la cordillera y a otra distancia similar de Zapala.
 


En Las Lajas, ni siquiera los rebeldes estaban informados: no llegaba ninguna radio ni mucho menos televisión, hasta las comunicaciones telefónicas eran dificultosas.
-Era un regimiento montado, teníamos gran cantidad de mulas. Yo era el jefe de la sección Morteros Pesados. Tenía más mulas que soldados. Teníamos un puesto de avanzada en Pino Hachado –cuenta.
Se trata de uno de los cruces cordilleranos más importantes del sur, a casi 2.000 metros de altura y un punto donde, en caso de estallar el conflicto, sería escenario de combate.


 
-La segunda mitad de 1978 fue de muchos ejercicios militares. Teníamos una mística bastante fuerte porque ese lugar, tan solitario, hace que uno se sienta orgulloso de defender un paso de frontera. La mística te sostiene. Aunque los conscriptos que llegaban de Buenos Aires, Córdoba y Tucumán sufrían el frío –dice Bruera, que llegó a general de Brigada y pasó a retiro hace unos años.
El jefe del regimiento empezó a revistar las tropas con más frecuencia desde mitad de 1978 y llegado diciembre los rumores de malestar con Chile eran fuertes. Bruera estaba centrado en su misión: con los morteros pesados debían pasar por encima de las avanzadas de infantería para neutralizar la eventual defensa chilena. Dormían a la intemperie para familiarizarse con lo que les esperaba.
-En las marchas dormíamos al aire libre. Se ataban las mulas y los caballos. Hacíamos la cama con el capote abajo, el pellón de la montura y la bolsa de dormir arriba. De almohada el casco –dice.
Las bromas estaban a tono con la locura de las guerras. Una noche, mientras dormía en el cuartel, a Bruera le pusieron un grabador Geloso al lado de la oreja. Se sobresaltó con una música que hoy recuerda como la de las proclamas de los golpes de Estado. En ese momento, creyó que era el inicio de las operaciones.
-Salté de la cama, me puse el casco y agarré el equipo. Salí corriendo hacia la mulera para buscar a los soldados y a los animales –dice.
Apenas se encontró con las carcajadas de los bromistas.
 

Perder el caballo

Bruera había logrado tener un caballito de montaña para desplazarse.
-Le puse Pajarito, por lo rápido que andaba. Me lo había dado un indio que era soldado en mi sección. Era de la tribu de Namuncurá, hijo del cacique en ese momento. El animal estaba acostumbrado a pasar a Chile con la veranada, llevando ovejas o chivos, algo que habitualmente hacían los indios por su destreza en ese territorio. El caballito se me escapó y se fue para Chile. Tuve que pedirle a Crisóstomo, un baqueano de la sección, conocedor de la zona, que se vistiera de paisano y pasara al otro lado de la frontera. La pista que podía seguir era el surco que abría la soga que, al estar desatada, dejaba alguna huella en el camino. Crisóstomo sabía dónde pastaba el ganado y me trajo a Pajarito de vuelta –cuenta, y agrega que los baqueanos llevaban chupilca en la cantimplora: una mezcla de vino con harina tostada y azúcar, muy bueno para levantar la temperatura del cuerpo.
En la montaña no estábamos quietos. La preparación y los ejercicios seguían a diario. Hacíamos los cálculos para el lanzamiento de los morteros. También teníamos que tratar de suplir la falta de provisiones que no llegaban. Teníamos que llevar a pastorear las mulas, montarlas, entrenándolas para desplazarse en la montaña.
Habíamos cavado como para contar con unas cuevas donde se guardaban las municiones. Tengo una foto con una flor silvestre que pusimos en una de esas cuevas. Si había un rato libre, Bruera siempre tenía la guitarra presta para acompañar su repertorio gardeliano.
 

Casamiento postergado

-Yo tenía agendado mi casamiento para el 29 de diciembre y diez días antes me dijeron que suspendiera la ceremonia porque no sabían qué iba a pasar. Yo tenía que avisarle a mi futura esposa, que vivía en un pueblito de La Pampa que tenía la misma escasez de teléfonos que sufría Las Lajas. Desde una cabina, como no se escuchaba nada, fue la operadora quien le dijo a mi novia se suspendía el casamiento: "Suspende porque es militar y no le puede decir más, pero quédese tranquila", fueron sus palabras.
Muy cerca de Navidad les llegó la orden de operaciones. Se desplazaron los sesenta kilómetros que los separaban de la cordillera.

-El desplazamiento era difícil. Teníamos que ir a pie, de noche, llevando las mulas del cabestro. Llovía, había viento, se puso frío. Cuando llegamos a un monte pequeño paré la tropa para que durmiera y esperé a un soldado que se le había roto el soporte del mortero. Yo salí a buscarlo y muy rápidamente di con él -cuenta.


Los preparativos de invasión

Lo que hasta acá parece una descripción dura pero bucólica debe cotejarse con los propósitos de la Junta Militar, que había hecho contactos tanto con Perú como con Bolivia (donde también había dictaduras militares) para instarlos a tomar parte en el ataque a Chile. De los planes no quedó documentación escrita pero sí fueron reconstruidos los pasos a seguir.
A principios de diciembre había partido una nutrida flota naval. El día D era el 22 de diciembre a las ocho de la noche, donde la infantería de marina ocuparía las cinco islas adjudicadas a Chile en el laudo. Unas horas después, en la Patagonia comenzaba a actuar el Ejército y de inmediato los aviones de la Aeronáutica atacarían la aviación chilena. El Cachorro Menéndez, con las tropas aerotransportadas del III Cuerpo de Ejército, invadiría cercanías de Santiago de Chile. También entrarían en combate unidades del II y el V Cuerpo. Para el 23 de diciembre, la supremacía argentina sería aplastante. El costo en vidas humanas iba a ser inmenso.

Guerra postergada

Las olas de 12 metros, los vientos huracanados y el frío de la noche del 21 de diciembre frustraron el desembarco de los infantes de marina. Tampoco los helicópteros podían despegar de las cubiertas de los barcos. Ni los buzos podían ir en gomones hacia sus objetivos. La tormenta evitó el primer paso de la guerra. A su vez, los militares chilenos, que tenían órdenes de responder la ocupación, no recibieron instrucciones para atacar a los buques argentinos que estaban en su mar territorial.
Pero, como siempre, las guerras se ganan o se pierden en los escritorios. Ambas dictaduras habían aceptado que el Vaticano intercediera en el conflicto. Y fue el ya veterano cardenal Antonio Samoré quién hablaba por teléfono con Pinochet y Videla para frenar el conflicto. Su llegada a Montevideo se produjo justo el día de Navidad de 1978 y allí ambas dictaduras aceptaron firmar un acta que evitaba la guerra. Siempre quedará para los admiradores de los escenarios contrafácticos pensar qué hubiera pasado si el clima del 21 de diciembre en el Beagle hubiera sido agradable.

Dos días de respiro

Los soldados y oficiales que estaban en operaciones no sabían nada más que las instrucciones que recibían. Bruera apenas supo que Samoré había llegado a esta lejana región del planeta.

-Antes de fin de año nos dieron dos días para ir en camiones hasta el regimiento sin desarmar las posiciones de la cordillera. Ahí podíamos bañarnos y cambiar la ropa. Yo usé esos dos días para subirme a mi Fiat 600 y recorrer los 900 kilómetros que me separaban del pueblito donde vivía mi novia. Ahí pude decirle personalmente lo que no había podido contarle por teléfono. Volví enseguida, fui al puesto en la cordillera. Año nuevo los pasé con la tropa.

Guardamos la posición hasta fin de enero y luego nos desmovilizaron y volvimos al regimiento.
-¿Y el casamiento? –preguntan los cronistas.
-Fue en Rosario, el 2 de febrero de 1979. Pero sin luna de miel. Me volví a ir en el Fiat 600 y dos días después lo cargué para llevar todo a Las Lajas. Mi esposa se venía a vivir allá –cuenta.


Cara a cara con un militar chileno

Treinta años después Argentina y Chile conmemoraron la paz. El acto se hizo en Santa Cruz, en el paso Monte Aymond, donde fueron las dos presidentas de entonces, Cristina Kirchner y Michele Bachelet. Bruera fue con la comitiva oficial, ya no como teniente de morteros sino como secretario general del Ejército.

-Del Ejército chileno fueron varios jefes. Nosotros llevamos una sección de soldados de Río Gallegos para que luego de la ceremonia oficial pasáramos del lado chileno y hacer un desfile conjunto. Como sorpresa hubo una invitación a comer en un restorán de Puerto Natales. Ahí celebramos no haber entrado en combate. Yo canté algún tango y de repente estaba hablando con el general Hernán Mardones de Chile, a quien no conocía. Pero nos contamos en qué lugar estaba cada uno. Yo, en Pino Hachado y él cerca de Temuco, dos localidades que están a la misma latitud, enfrentadas. Entonces los dos dijimos "si se armaba la guerra nos matábamos".

 


Cuarenta años después

A mediados de 2018, tras casi cuatro décadas de aquel momento infame para los pueblos de Chile y Argentina, el regimiento de Las Lajas se juntó en Villa María, Córdoba, para compartir anécdotas, asado y vino. Por supuesto, Bruera sacó la guitarra y cantó Palermo, me tenés seco y enfermo…

-Bruera, ¿y de la dictadura de entonces? –preguntan los cronistas.
-Yo tenía el concepto claro de que la dictadura era un flagelo.

 


A principios de junio de 2010, Bruera fue desplazado de su cargo y enviado a Perú. Una nota de Mariano Obarrio, cronista en Casa Rosada por La Nación, señalaba: "Bruera es peronista y siempre jugó muy bien para inculcar los derechos humanos en el Ejército", como si a alguien le interesara ese tema.

 
Esta nota fue escrita por el ex-terrorista montonero Eduardo Anguita y Daniel Cecchini

miércoles, 30 de octubre de 2019

SGM: El SAS incursiona en el acueducto de Tragino

La misión del acueducto de Tragino

Weapons and Warfare




Hombres del Comando No.2 (Batallón de Servicio Aéreo Especial No. 11) que participaron en la Operación Colossus



En junio de 1940, Gran Bretaña había retirado su ejército de las garras de la muerte de Dunkerque. En poco menos de 50 días, la Wehrmacht alemana había invadido Noruega, Dinamarca, Holanda y Bélgica. Francia estaba al borde de la derrota. A pesar de estos desarrollos, el teniente coronel Dudley Clarke solo imaginó estrategias ofensivas. Clarke, un oficial de la Artillería Real, fue el Asistente Militar del Jefe del Estado Mayor Imperial. Después de Dunkerque, estudió lo que otros países habían hecho en el pasado en circunstancias similares a las de Gran Bretaña. Recordó las tácticas utilizadas por los guerrilleros españoles durante la Guerra de la Península; los boers sudafricanos durante su guerra con Gran Bretaña; y, según su propia experiencia, el papel de los irregulares en Palestina a mediados de los años treinta. Basándose en este estudio, Clarke ideó una estrategia para emplear unidades pequeñas pero contundentes que organizarían ataques desde el mar al atacar a objetivos alemanes desde Narvik a los Pirineos, para luego retirarse rápidamente al mar. Presentó la idea al Estado Mayor Imperial, que finalmente la adoptó. El Estado Mayor Imperial llamó a las unidades Comandos, después de las unidades Boer montadas de la Guerra de Sudáfrica.

Antes de fines de junio de 1940, el Primer Ministro Winston Churchill instó al Ejército a levantar una fuerza de paracaidistas, en una nota que decía: "Deberíamos tener un cuerpo de al menos cinco mil tropas de paracaídas". Escuché que ya se está haciendo algo para formar un cuerpo así, pero solo, creo, en una escala muy pequeña. Se debe aprovechar el verano para entrenar a estas tropas que, sin embargo, pueden desempeñar su papel como tropas de choque en la defensa local ”. En dos días, el comandante John F. Rock, Royal Engineers, fue acusado de organizar la fuerza aérea del primer ministro. Poco después, Rock fue ascendido a teniente coronel.

El proceso de reclutamiento utilizado para los candidatos a los Comandos también sirvió como base para obtener Comandos que saltarían. A los que estaban siendo examinados se les dijo que los Comandos estarían en dos categorías, en el aire y en el aire, y se les pedía que declararan una preferencia. Los voluntarios tempranos fueron una mezcla de los que se habían alistado en el Ejército Regular y los del Ejército Territorial (o T.A., que eran unidades levantadas localmente similares a la Reserva del Ejército de los Estados Unidos). La Compañía de Servicios Especiales No. 2 fue la designación inicial para la primera unidad de paracaídas; Esto fue cambiado más tarde a Comando No. 2. Al igual que con las otras unidades de Comando, estaba subordinada al Jefe de Operaciones Combinadas, el almirante Sir Roger Keyes. Keyes había ganado fama al final de la Primera Guerra Mundial por planear y ejecutar una redada al estilo Comando en el puerto de Zeebruge. Su hijo, Geoffrey, más tarde sería asesinado en una redada de Comandos cuyo objetivo era matar o capturar a Rommel.

El entrenamiento con paracaídas se llevó a cabo en la estación de la RAF de Ringway. Ringway fue inicialmente conocido como la Escuela Central de Aterrizaje por razones de seguridad. Más tarde, el nombre se cambió a Central Landing Establishment, en parte porque el correo entrante se recibía con el nombre de "Central Laundry School" y (peor) "Central Sunday School". El cambio de nombre también confirmó que Ringway serviría como punto focal para "La coordinación y dirección de todo el trabajo requerido en el desarrollo y entrenamiento de una fuerza aerotransportada". Dado que no hubo ninguna aplicación militar previa de soldados británicos que se entregaron al campo de batalla en paracaídas, el entrenamiento comenzó literalmente en la planta baja. El entrenamiento físico NCOs fueron designados como los primeros instructores. Uno de los sargentos instructores recibió el apodo de "Bolsas o tripas" debido a su afición por gritarles a los estudiantes mientras intentaban que "entraran en las contorsiones más horribles".

Los instructores de Ringway tenían que empezar literalmente desde cero. Primero construyeron una serie de dispositivos de entrenamiento físico diseñados para fortalecer los grupos musculares necesarios en el paracaídas. A continuación, después de estudiar los informes de inteligencia sobre los métodos de entrenamiento alemanes, elaboraron un esquema de entrenamiento aproximado. Este esquema estuvo sujeto a muchos cambios a menudo dictados por las innovaciones en las técnicas de entrenamiento, los estudios tácticos y la progresión en el conocimiento general. El equipo aéreo inicial que tenían disponible consistía en un paracaídas alemán capturado y un casco de salto. Con este humilde comienzo, el programa de paracaídas de Gran Bretaña comenzó a tomar forma.

Obviamente, el equipo era el primer requisito previo: se requerían más paracaídas y aviones. La RAF estaba extremadamente renuente a renunciar a cualquiera de sus aviones, diciendo que todos los bombarderos eran necesarios para los bombardeos en Europa. Después de algunos giros de brazo de nivel superior, cuatro bombarderos de Whitley fueron asignados a Ringway e inmediatamente llamados "ataúdes voladores" por los estudiantes de paracaídas. Se probaron varios métodos diferentes para salir de Whitley. Los instructores, que estaban aprendiendo su oficio solo aproximadamente uno o dos pasos por delante de sus estudiantes, decidieron que el método más confiable era que los saltadores salieran a través de un agujero en el vientre del avión. Casi al mismo tiempo que se entregaron los Whitley, la escuela también obtuvo un avión de transporte de Bombay; Esto tenía una puerta lateral para saltar. Ambos tipos de aviones se utilizaron en los primeros días de entrenamiento en Ringway.

El primer salto aéreo fue el 13 de julio de 1940, utilizando el método de extracción. En este método, el puente se colocó en la parte trasera del avión en una plataforma construida especialmente para este propósito. Se enfrentó a la parte delantera del avión y, a la orden, tiró de la cuerda. La fuerza de la apertura del paracaídas y la captura del viento lo sacaron del avión. No hace falta decir que solo un hombre saltó a la vez. Las clases tempranas se organizaron en unidades de 50 hombres y estas incluían oficiales. Los hombres venían de varios regimientos. El cabo Philip D. Julian, un zapador de los Ingenieros Reales, estaba en K Troop. Se había ofrecido voluntario para el servicio especial después de haber sido evacuado con éxito de Dunkirk.

Cuando se completó su entrenamiento de salto, los nuevos soldados aerotransportados fueron enviados a Escocia. Allí se sometieron a unas seis semanas de entrenamiento básico de Comando a manos de Lord Lovat y sus Lovat Scouts en su Escuela de Guerra Irregular. Aquí siguieron "pequeños paseos" hasta Ben Nevis, un pico masivo cubierto de niebla y el punto más alto de Escocia. Los días libres de entrenamiento por lo general significaban "una carrera pequeña" a la cima de Ben Nevis.

En el curso de su entrenamiento, dos hombres, presentados solo como Sykes y Fairburn (ambos ex oficiales de policía en Shanghai), enseñaron a los paracaidistas los conceptos básicos del combate sin armas y cómo matar por medios justos o asquerosos. “Recuerden, caballeros”, les dijeron los instructores, “vayan por los ojos, oídos o testículos”. Un mes después, a principios de septiembre, los estudiantes habían completado la fase de Comando de su entrenamiento. Ahora, mientras esperaban una operación, los mejores comenzaron a llenar las filas de instructores e instructores necesarios en el personal de Ringway.

Este nuevo cuadro de instructores no detuvo su propia formación. Pronto estaban realizando saltos nocturnos. El primero de estos saltos incluía poner luces en los puentes descendentes. A medida que las tripulaciones aéreas y los paracaidistas ganaban experiencia y confianza, las luces ya no se utilizaban. En uno de los saltos nocturnos, R.D. "Jock" Davidson fue arrastrado debajo del avión. Recuerda que "mi línea estática se retorció alrededor de mi muñeca". Poco después, la línea estática se desenroscó y "nadie habría estado más feliz que cuando escuché que se abría el toldo de la rampa y sabía que todo estaba bien".

En noviembre, se realizó un salto de demostración para los dignatarios visitantes. Al mismo tiempo, se comenzó a trabajar en la selección de un objetivo para un salto operacional. Se eligió un área no especificada en Italia y se le dio el nombre en clave Operación Coloso.

Aproximadamente en el momento en que se designó a Italia como el sitio de la primera operación aérea, una empresa de ingeniería en Londres sugirió que la RAF podría considerar bombardear un enorme acueducto cerca de Monte Vulture, a 30 millas tierra adentro de Salerno, en el "tobillo" del Bota italiana. La empresa de ingeniería originalmente construyó el acueducto sobre el río Tragino y pudo suministrar una copia de los planos de construcción. El acueducto fue la principal fuente de suministro de agua para la mayoría de las provincias del sur de Italia, incluidas las ciudades de Brindisi, Bari y Foggia. Todos estos tenían fábricas militares y astilleros que dependían del agua. Finalmente, se tomó la decisión de usar los nuevos paracaidistas en lugar de los bombarderos de la RAF contra el acueducto.

Cuando comenzó la planificación de la operación, la unidad fue nuevamente designada; Esta vez al 11 Batallón de Servicio Aéreo Especial. El teniente coronel Charles Jackson, comandante de la unidad, dijo a sus tropas reunidas que se estaba planificando una misión "de alto secreto" y pidió 40 voluntarios. Casi al unísono, todos los oficiales y hombres dieron un paso adelante. "Muy bien", dijo Jackson. "Les agradezco a todos, pero me temo que esto significa que los hombres que participarán tendrán que ser seleccionados". El primero seleccionado fue el comandante Trevor A.G. Pritchard, el segundo al mando de Jackson y líder de K Troop. Se le pidió a Pritchard que eligiera a otros cinco oficiales y luego cada oficial debía elegir a cinco hombres. El equipo fue designado "X Tropa", 11mo Batallón del Servicio Aéreo Especial. Solo se les dijo a los seis oficiales que tendrían que entrenar a X Troop para volar un puente en algún lugar del territorio enemigo. Más tarde, un oficial y dos hombres se agregaron a la Tropa X como reserva.

Un área separada fue asignada a X Tropa en Ringway. Las mañanas se dedicaban a correr y marchas forzadas con todo el equipo. Durante las tardes, los paracaidistas ensayaron en una maqueta de un puente en Tatton Park, ubicado a unas cinco millas de Ringway. Aproximadamente al mismo tiempo, ocho bombarderos Whitley fueron reservados para ser usados ​​por X Troop. Pritchard planeaba poner seis hombres en cada uno de los seis aviones. Los contenedores de eslingas, con armas y explosivos, se ubicarían en las bahías de bombas y se instalarían para el lanzamiento de paracaídas. Los otros dos aviones, si todavía estuvieran disponibles, se usarían para una bomba de desviación en Foggia, cerca del área objetivo. Esperaba que esta maniobra despejara las sospechas sobre su verdadera naturaleza y misión.

Antes del ensayo de vestimenta de la misión, se agregaron dos hombres adicionales a X Troop. Uno era un civil cuyo nombre real era Fortunato Picchi, pero se clasificó como Trooper "Pierre Dupont". El otro era el teniente de vuelo Ralph Lucky, de cuarenta años, quien llevaba unas cintas que denotaban el servicio en la Guerra Mundial. Ambos fueron introducidos como intérpretes. El ensayo general fue terrible, y algunos de los hombres sufrieron heridas leves. "Jock" Davidson dijo que el salto era "un poco fiasco". El viento era demasiado fuerte ", agregó," y normalmente nunca habríamos saltado en él, pero era nuestra última oportunidad antes de partir, así que nos fuimos ". Ninguno de los heridos permitió que lo sacaran de la misión. Philip Julian se lesionó la rodilla, pero las radiografías tomadas en un hospital mostraron que "todo estaba bien" y regresó a X Troop. La mayoría de los hombres pensaron que el mal ensayo del vestido era una buena señal; Ellos estaban equivocados.

A fines de enero, el teniente Anthony Deane-Drummond, uno de los seis oficiales de X Troop, fue informado de la verdadera naturaleza del objetivo real. Debía irse de Inglaterra inmediatamente y proceder a Malta, donde actuaría como oficina de enlace de la unidad al establecer una base avanzada. Deane-Drummond también se enteró de que el plan requería que los paracaidistas, una vez completada su misión de demolición, se movieran hacia el oeste desde su objetivo hacia la costa italiana, a unas 50 millas de distancia. Allí debían ser recogidos por un submarino. Poco después de su reunión informativa, el oficial de señales se fue a Malta. Tenía que encontrar alojamiento para la unidad, dibujar explosivos y otros suministros necesarios, y organizar que la unidad fuera transportada al aeródromo la noche de la operación. Un cambio tardío en el plan requería que los paracaidistas entraran al amparo de la oscuridad.

El 4 de febrero, la Tropa X partió de Ringway en un autobús especial, con destino a la Base de la RAF de Mildenhall. Antes de salir de Inglaterra, la Tropa X realizó un desfile dentro de un hangar para el Almirante Keyes, quien ofreció algunas palabras de aliento a la unidad después de inspeccionarla. En la mañana del 9 de febrero, Tropa X y los ocho Whitley llegaron a Malta y fueron recibidos en el aeródromo por Deane-Drummond.

El día 10, la Tropa X estudió una fotografía aérea del área objetivo tomada el día anterior. La fotografía mostraba que en realidad había dos acueductos en el Tragino. Estaban situados a unos 200 metros de distancia y uno era más grande que el otro. Al final, el más grande, en el este, fue designado como el objetivo.

Se entregaron suministros finales a los hombres. Estos incluyen alimentos, un suministro de agua para seis días y cigarrillos. Cada hombre llevaba tres granadas de mano. Las armas personales entregadas a los oficiales incluían revólveres calibre .38 mientras que cada hombre llevaba una Colt automática de calibre .32 con cuatro clips adicionales. Cada hombre ató un cuchillo de Comando a una pierna. Explosivos, rifles y ametralladoras fueron cargados en contenedores de armas guardados en los estantes de bombas de los Whitleys. En un esfuerzo por anticipar todas las posibilidades, el uniforme de batalla paracaidista fue aumentado para ocultar una variedad de artículos relacionados con el escape, entre ellos: 50,000 liras en notas cosidas en cuellos de camisa y cinturones de pantalón; dos mapas de seda (uno del norte de Italia, el otro del sur de Italia) cosidos en forros de manga; una hoja de sierra cosida en el bolsillo izquierdo de cada camisa; y se agregó un perno especial de collar metálico que contenía una pequeña brújula.


Hughes, Norman; Acueducto de Tragino; Museo de asalto aerotransportado; http://www.artuk.org/artworks/tragino-aqueduct-224940


A las 1700, la Tropa X comía huevos duros y té caliente. Mientras comían, el comandante Pritchard informó a los hombres, les dijo a dónde iban y detallaban los artículos de escape con sus uniformes. Durante su entrenamiento, a los hombres de la Tropa X se les había hecho creer que volarían un puente en Abisinia. Ahora todos sabían que iban a Italia. Muchos de los hombres estaban menos preocupados acerca de la ejecución de su misión que de escapar después. Era obvio que solo podían viajar de noche y a través del territorio donde la población militar y civil local los buscaría. Y era pleno invierno. Sin embargo, no expresaron ninguna reserva sobre su capacidad para volar el acueducto y hacer una escapada limpia.

Al final de la sesión informativa, los hombres cargaron en los Whitley y se fueron. El plan era que los tres aviones que transportaban los paras de infantería se fueran primero, seguidos 30 minutos más tarde por los tres aviones que transportaban a los zapadores (ingenieros de combate expertos en explosivos). Uno de los aviones que transportaban a los zapadores se retrasó aún más cuando uno de los parásitos se enfermó y tuvo que ser retirado del avión. Muchos de los hombres durmieron camino al objetivo.

A las 21:37, siete minutos más tarde de lo programado, los paracaidistas en el avión de Deane-Drummond fueron alertados de que el objetivo estaba cerca. Volando en un curso general hacia el sureste, los aviones pasaron sobre el área objetivo y arrojaron su carga. Deane-Drummond, el quinto hombre que salió de su avión, hizo lo que llamó "... el mejor aterrizaje que he hecho". Aterrizó a unos 100 metros del objetivo. En unos pocos minutos, él y los hombres en su bastón habían recuperado sus armas y habían asegurado las áreas inmediatas por encima y por debajo del acueducto. Realizó una inspección rápida del objetivo y se dio cuenta de que la información de la empresa de ingeniería de Londres era errónea en un aspecto importante: el acueducto no estaba hecho de concreto; Estaba hecha de hormigón armado. Mientras hacía este descubrimiento, el teniente podía escuchar los lejanos sonidos de bombas explotando en dirección a Foggia. Ese sería el ataque aéreo de diversión.

Pronto los otros aviones comenzaron a dejar caer sus paras y casi de inmediato hubo indicios de que las cosas estaban empezando a ir mal. Dos aviones que transportaban infantería se retrasaron porque se habían desviado para evitar los disparos en su línea de vuelo. Algunos de los contenedores de armas y explosivos no se soltaron, mientras que otros que se soltaron se dispersaron en un área amplia. Finalmente, el último avión, que transportaba al capitán Gerry Daly y cinco zapadores, dejó caer los paras a bordo en el valle equivocado.

Alrededor de las 2215, otros soldados comenzaron a aparecer en el acueducto. Uno de los primeros en llegar fue el comandante Pritchard. Deane-Drummond inmediatamente informó a su comandante sobre la situación, informándole que el capitán Daly y su avión cargado de zapadores aún no estaban en el objetivo. Pritchard agarró a un teniente ingeniero llamado George Paterson y le aconsejó que estuviera preparado para supervisar la demolición del acueducto si Daly no llegaba a tiempo. Paterson revisó inmediatamente el sitio y le dijo a Pritchard que el plan original tendría que ser modificado debido al concreto reforzado. Además, no todos los explosivos se habían arrojado con éxito. Pritchard le dijo al teniente: "Usted es el experto ahora, y me atendré a su juicio".

Cuando se entregaron cajas de explosivos al acueducto, Paterson y los 12 zapadores que habían aterrizado cerca del objetivo comenzaron a colocar el material alrededor de la base de uno de los muelles de apoyo del acueducto. Este grupo incluía a Philip Julian y R.J. "Jock" Crawford. Las fiestas de cobertura comandadas por Deane-Drummond, el Capitán Christopher Lea y el Teniente Arthur Jowett aseguraron áreas a ambos lados del acueducto. Alrededor de una docena de hombres italianos, reunidos por paracaidistas con fines de seguridad, fueron presionados en una pandilla de trabajadores para ayudar. Estos civiles fueron luego galardonados con medallas por el gobierno italiano por su "comportamiento galante frente al enemigo". Deane-Drummond tomó las dos cajas de explosivos restantes y, con la ayuda de dos de sus hombres, el cabo Robert Watson y Sapper Alan Ross, los colocó debajo de un extremo de un pequeño puente cercano. Este puente, al oeste del acueducto, era lo que había aparecido en la fotografía aérea del área objetivo. La decisión de Deane-Drummond de sacar este puente estaba destinada a detener o retrasar cualquier movimiento de tropas vehiculares para que no se involucrara y persiguiera a los paracaidistas británicos.
Para el 0015, todo estaba listo. Los hombres italianos fueron trasladados a edificios cercanos y los paracaidistas se mudaron a un área a poca distancia del acueducto. Quince minutos después, Paterson y Deane-Drummond encendieron fusibles de 60 segundos en sus respectivos objetivos. La carga en el pequeño puente se disparó. La carga en el objetivo principal debería haberse disparado casi al mismo tiempo, pero no fue así. Pritchard y Paterson, preocupados por lo que pudo haber salido mal, comenzaron a avanzar hacia el muelle de apoyo. Solo habían cubierto una docena de yardas cuando una explosión los derribó a los dos. Esto fue seguido por una serie de destellos y explosiones que resonaron en las montañas oscuras y distantes. Pritchard y Paterson se levantaron y se adelantaron para inspeccionar los daños.

Cuando volvieron a actualizar el resto de la unidad, fueron rodeados y bloqueados rápidamente por preguntas de todos lados. Pritchard levantó la mano y dijo: "Escucha ese sonido".

Cuando los hombres se calmaron, pudieron escuchar el sonido constante del agua corriendo. La mitad del acueducto había sido derribado; uno de los muelles de apoyo se había ido y otro "se inclinó en un ángulo loco".

Pritchard habló en voz baja a sus hombres mientras se reunían a su alrededor. "Muchas gracias, has hecho un trabajo espléndido. Me encantaría ver la cara del viejo Mussolini cuando se entere de nuestra incursión y lo que hemos logrado. Ahora debemos retirarnos, y no perder tiempo en eso ”. Les recordó el plan de un submarino para recoger a todos los que podrían llegar a la desembocadura del río Sele en cuatro días. Luego organizó a los hombres en tres grupos de aproximadamente diez hombres y dos oficiales cada uno. Todo el equipo pesado y los fusiles fueron enterrados. Lance-Corporal Boulter, que se había roto el tobillo durante el salto, se quedó atrás. A las 0100, los tres grupos partieron, moviéndose hacia el oeste.

En otro valle, el capitán Daly y sus hombres, incluido "Jock" Davidson, escucharon el sonido de la explosión y decidieron que ya no era necesario avanzar hacia el acueducto. Daly informó a sus cuatro hombres sobre el encuentro con el submarino y partieron. Las últimas palabras de Daly, cuando comenzaron su marcha forzada hacia el oeste, fueron: "Tenemos una caminata bastante larga por delante".

De hecho, ninguna de las partes involucradas en este plan llegó al punto de encuentro en el río Sele. Ninguno de los paracaidistas lo hizo ni lo hizo el submarino. En cuestión de días, todos los paracaidistas habían sido recogidos por unidades del ejército italiano o de Carabinieri. Después de su captura y algunos interrogatorios iniciales, los italianos determinaron que el Trooper Dupont era un civil y nativo de Italia. Al día siguiente fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento. El resto de las X Tropa fueron enviadas a varios campos de prisioneros de guerra en toda Italia. Con el tiempo, algunos de los paras escaparon y regresaron a Inglaterra. Deane-Drummond fue uno de los que escaparon; Más tarde participó en el salto de Arnhem en septiembre de 1944.

Una increíble coincidencia ocurrió durante uno de los escapes. En septiembre de 1943, después de que el gobierno italiano se rindiera a los aliados, los alemanes transportaron a muchos de los prisioneros de guerra aliados al norte. "Jock" Davidson y otros tres fueron protegidos por algunos italianos en un esfuerzo por mantenerlos fuera del alcance de los alemanes. Pero los paracaidistas se alejaron de los italianos y se dirigieron al sur por su cuenta. Durante su viaje a través de las montañas centrales vieron un avión alemán remolcando un planeador que pasaba por encima. Tres días después, unos aldeanos en Tussio les informaron sobre la incursión de Skorzeny en Campo Imperatore para liberar a Mussolini. ¡Los paras habían sido testigos de una parte de la fuerza de asalto de Skorzeny enviada al centro turístico donde se encontraba detenido Mussolini!

Incluso si alguno de los paracaidistas hubiera llegado al lugar de reunión después de atacar el Acueducto Tragino, no habría sido recogido de acuerdo con el plan de operación. Uno de los Whitley que participó en el bombardeo de desvío contra Foggia la noche del ataque perdió un motor en su vuelo de regreso. La tripulación salió a salvo, pero el avión se estrelló en la desembocadura del río Sele. Los funcionarios del personal nervioso en Malta creyeron que este choque causó demasiada atención a esta área y canceló la recolección del submarino.

Fase crítica de la misión

El tema de esta misión es que se ha planteado y entrenado una capacidad especial, es decir, una fuerza de paracaídas incipiente. Luego, los planificadores tuvieron que encontrar una misión para probar esta capacidad y, de ese modo, justificar el tiempo y los gastos. Esta misión es determinar si vale la pena tener una capacidad especial y si se necesita un apoyo continuo.

En estos términos, siempre hay algún pensamiento, como diría Vandenbroucke, de que esta justificación, se basa estrictamente en el primer resultado de la misión, puede ser una mera ilusión. El deseo es ver que la misión tenga éxito para la decisión original de crear tal fuerza se demuestre correcta. Este deseo pudo haber entrado en la línea de pensamiento que finalmente resultó en la aprobación para cumplir con la misión del Acueducto Tragino.

Parece que hay poca duda de que los planificadores consideran esta misión como una dirección que está dirigida contra un objetivo necesario y probablemente una parte que contribuyó al plan de batalla general en ese momento. Sin embargo, algunos razonamientos yuxtapuestos están involucrados aquí. Los planificadores tomaron un objetivo, el acueducto, que fue destruido por un bombardeo aéreo y decidieron, que el objetivo fue aprobado en todos los modos, que la nueva capacidad de paracaidista podría ser útil contra él. Es esta lógica en el proceso de toma de decisiones que parece defectuosa. Un objetivo adecuado para una capacidad. Cuando se comparan las capacidades que se discuten aquí, las diferencias son sorprendentes. Hay que decir entre los hombres que deben ponerse en peligro que todos los planificadores deben considerar un axioma; Dice "Nunca envíes a un hombre a donde puedas enviar una bala". Si este principio se hubiera aplicado correctamente, los planificadores habrían elegido un objetivo diferente para X Tropa.

Por lo tanto, aunque parece que hay una justificación para este objetivo, la pregunta sigue siendo el uso de fuerzas de operaciones especiales para llevar a cabo un cabo la operación fue necesario. En este caso, la respuesta debe ser un "NO" inmediato. Hay dos cosas que funcionan para apoyar esta conclusión negativa.

Primero fue el hecho de que el objetivo fue aprobado para el bombardeo aéreo: ya había pasado por un proceso de planificación y aprobación. Esto no significa que usted sea automáticamente correcto o aprobado para ser atacado por cualquier método.

En segundo lugar, podemos ver lo que al principio se trata de un plan táctico simple se trata de algo completamente inútil por un plan de exfiltración complicado y prácticamente insostenible. Sólo hay un método para sacar a los paracaidistas. Este plan obligó a los Comandos a moverse 50 millas a través de un terreno montañoso durante el invierno. Los hombres también se limitaron a los movimientos nocturnos y tácticas de evasión. Esta limitación era un obstáculo importante, incluso si el enemigo no era consciente de su presencia. Sin embargo, la misión fue ejecutada. No hubo apoyo externo hasta que llegar a la costa. Ahora, este es definitivamente el tipo de desafío que las fuerzas de operaciones especiales pueden superar, especialmente cuando se ha ingresado en un objetivo inesperado o sin vigilancia. Sin embargo, una vez que la misión fue en marcha, el plan de exfiltración fue eliminado por un personal de planificación / operaciones nervioso. Debido a la falta de comunicación con la Tropa X, no había manera de informar sobre este cambio.

Si bien no había encontrado una misión para la Tropa X, debería haber tenido un objetivo disponible que le diera una mejor oportunidad de salir. ¿Qué te parece la molestia de invertir en estos hombres con tu entrenamiento especializado? ¿Por qué el plan no se ha revisado desde una perspectiva crítica? Esta misión debería haber seguido siendo un objetivo de bombardeo aéreo.
Ya que fue más de un año antes de que la siguiente operación de paracaídas fuera ejecutada por los británicos, ¿cuál fue la prisa todopoderosa para llevar a cabo ésta contra este objetivo? Parece que la unidad fue una solución buscando un problema. Los planificadores estaban ansiosos por probar las habilidades de los soldados y demostrar el principio de las unidades aerotransportadas. Parece una pena haber desperdiciado hombres tan altamente capacitados y entrenados en esta misión. Sí, produjo una especie de golpe de propaganda, pero este golpe podría haber sido aún más significativo con un objetivo más adecuado y una fuerza de ataque que lo hizo volver. Las fuerzas de operaciones especiales no deberían haber sido utilizadas contra este objetivo porque tales soldados no son reemplazados fácilmente.

Antes de examinar esta operación utilizando los criterios de Vandenbroucke y McRaven, se deben analizar los resultados de la misión. El acueducto, que era el objetivo, recibió algunos daños pero no lo que esperaban los planificadores o los paracaidistas. El daño fue reparado en aproximadamente tres días, mucho antes de que los reservorios locales estuvieran en peligro de secarse. El acueducto no tenía ningún valor estratégico o táctico. Los intérpretes fotográficos, después de revisar las fotografías tomadas casi dos días después de la redada, no pudieron encontrar ningún daño. El personal de planificación no sabía si los paracaidistas llegaron al objetivo hasta más tarde en el mes, cuando los italianos pregonaron la captura de la fuerza de ataque.

En una revisión de los criterios para operaciones fallidas, varios se aplican a esta misión.

La información inadecuada sobre la construcción del acueducto llevó a que los paracaidistas no llevaran suficientes explosivos. Todo lo que se podía redondear en el momento del ataque tenía que usarse para hacer el daño que se hizo.

La mala coordinación era evidente en varios lugares. Los paracaidistas no se llevaron ningún equipo de comunicación con ellos y, por lo tanto, no sabían que la recolección del submarino había sido cancelada debido al accidente aéreo. No había planes para un punto de recogida alternativo.

La ilusión aparentemente guió al personal de planificación en su selección de objetivos. Se pasó demasiado poco tiempo mirando el plan como un todo para ver que otro objetivo, más cercano a un punto de recogida (especialmente más de un punto posible), debería haber sido seleccionado. Después de todo, se suponía que esta misión era una prueba de operación de tipo de principio. Si es así, se debería haber hecho todo lo posible para que sea completamente exitoso.

La cancelación del submarino sin un mecanismo para notificar a los paracaidistas que se dirigían al punto de recogida fue un caso clásico en la intervención apropiada de la ejecución de la misión.

Por el contrario, la mayoría de los criterios para una misión exitosa también estaban presentes. La emisión de equipos de comunicaciones con X Troop podría haber simplificado el plan de lo que era. Solo las porciones de evasión y recogida del plan fueron complicadas. La seguridad, especialmente una vez que la fuerza estaba en el suelo en el objetivo, fue un punto alto en la ejecución de la incursión. Todos los demás criterios estaban definitivamente presentes, lo que debería haber hecho de la misión una misión que los planificadores pudieran observar con orgullo. Después de todo, los paracaidistas hicieron su parte muy bien. La falla fue principalmente con los planificadores y con los supervisores de la operación. Además, el por qué los paracaidistas no dijeron nada sobre la falta de equipo de comunicación es un enigma.

En general, la ejecución fue buena y la planificación deficiente. El objetivo de la planificación era mostrar que Gran Bretaña todavía podría proyectar una fuerza y ​​hacer que las tropas estén atadas tratando de proteger objetivos potenciales. Esta misión solo tuvo un éxito parcial en la primera y fracasó en la segunda. La pobre selección de objetivos era un obstáculo casi demasiado grande para superar.

Buenas lecciones para futuras operaciones vinieron de esta redada. Probablemente lo más notable fue el aumento en el número de voluntarios que querían unirse a las fuerzas de paracaídas. Las noticias de la misión se dieron a conocer en respuesta a una noticia italiana que minimizó el daño y se quejó de capturar a toda la fuerza. Desde un punto de vista operativo, el personal de planificación aprendió a solicitar y obtener más reconocimiento fotográfico de las áreas objetivo y obtenerlo antes en el proceso de planificación. Se hicieron varios cambios en los procedimientos relacionados con los saltos nocturnos, aunque esto siguió siendo un problema durante la guerra. Esta primera misión operacional de paracaídas también señaló las deficiencias de los contenedores de equipos. Eventualmente, tanto los contenedores de equipos como los mecanismos de liberación en los aviones fueron rediseñados y mejorados. Todos estos cambios se basaron en una buena revisión posterior a la acción.

domingo, 28 de julio de 2019

Entreguerra: El pacto militar soviético-alemán que sembró la SGM

Sembrando tempestades: el primer pacto militar soviético-alemán y los orígenes de la Segunda Guerra Mundial 


Ian Johnson || War on the Rocks





Antes del amanecer, el 22 de junio de 1941, los bombarderos alemanes comenzaron a llover sobre una franja de ciudades soviéticas desde Leningrado hasta Sebastopol. Fue el comienzo de la Operación Barbarroja, la operación militar más grande en la historia del mundo. Al final del día, tres millones de soldados alemanes y sus aliados cruzaron la frontera soviética, inaugurando la fase más sangrienta de la Segunda Guerra Mundial. La invasión también llevó a una sangrienta conclusión de 20 años de cooperación secreta entre Alemania y la Unión Soviética.

Si bien a menudo se olvida la cooperación militar soviético-alemana entre 1922 y 1933, tuvo un impacto decisivo en los orígenes y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Alemania reconstruyó su ejército destrozado en cuatro bases secretas escondidas en Rusia. A cambio, el Reichswehr envió hombres para enseñar y entrenar al joven cuerpo de oficiales soviéticos. Sin embargo, el aspecto más importante de la cooperación soviético-alemana fue su componente tecnológico. Juntos, los dos estados construyeron una red de laboratorios, talleres y campos de prueba en los que desarrollaron lo que se convirtió en el principal sistema de armas de la Segunda Guerra Mundial. Sin los resultados técnicos de esta cooperación, Hitler no habría podido iniciar sus guerras de conquista.

Después de la Primera Guerra Mundial, los vencedores desmantelaron al ejército alemán, reduciéndolo a solo 100,000 hombres. El Tratado de Versalles también prohibió a Alemania producir o comprar aviones, vehículos blindados y submarinos. Estas disposiciones destacaron la esperanza de la Entente de que eliminar el acceso alemán a las modernas tecnologías de guerra obligaría a Alemania a abandonar su pasado militarista. Por el contrario, esas disposiciones particulares convencieron aún más a los remanentes del Alto Mando alemán de que el rearme tecnológico era esencial para restablecer la posición de Alemania. Pocas obras desde la apertura de los archivos rusos han explorado el pacto militar soviético-alemán en su totalidad. Ninguno se ha centrado en sus aspectos tecnológicos. En este artículo, ofrezco nuevas conclusiones sobre el tema, a partir de archivos en Rusia, Alemania, el Reino Unido, Polonia y los Estados Unidos. De particular importancia para esta pieza son el Archivo Militar Estatal Ruso (RGVA), los archivos de las corporaciones alemanas Krupp, M.A.N. y Daimler-Benz, la Colección de Registros Extranjeros Confiscados del Archivo Nacional de los Estados Unidos, y el Proyecto del Archivo Ruso de la Universidad de Yale.

El general Hans von Seeckt, al mando del Reichswehr desde 1920 hasta 1926, estaba ansioso por trabajar con la Rusia soviética, el único otro estado europeo igualmente hostil al status quo. En 1919, Seeckt envió a Rusia Enver Pasha, el ex ministro de defensa turco que se escondía por su parte en atrocidades masivas contra los armenios en el este de Anatolia. El objetivo de Seeckt era establecer comunicaciones con el gobierno soviético para discutir la posibilidad de cooperación militar. Estaba particularmente ansioso por trabajar contra el estado recientemente revivido de Polonia. Los líderes militares alemanes lo vieron como el “pilar de Versalles”, un títere francés diseñado para rodear a Alemania desde el este. Su absorción del antiguo territorio alemán que incluía a cientos de miles de alemanes étnicos inflamó aún más la hostilidad de Berlín.

La primera misión de Enver terminó desastrosamente cuando su avión se estrelló en Lituania y fue detenido por el nuevo gobierno lituano. Llevaba materiales sensibles del ejército alemán que podrían haber encendido las llamadas en Gran Bretaña y Francia para la ocupación de Alemania. Solo un atrevido jailbreak de un oficial subalterno alemán impidió que Enver y los documentos secretos cayeran en manos de los aliados. Pero al año siguiente, hizo el intento de nuevo y tuvo éxito. El Enver le escribió a Berlín que
Hoy hablé con ... Trotsky. Con él hay una facción que tiene poder real, y también incluye a ese partido que defiende un entendimiento con Alemania. Ese partido estaría dispuesto a reconocer las antiguas fronteras alemanas de 1914.
Eso significó la extinción de Polonia. Esta era exactamente la esperanza del cuerpo de oficiales alemanes.

Leon Trotsky, entonces jefe del Ejército Rojo, vio la cooperación con Alemania contra Polonia como un polo central en la estrategia soviética. Escribió que "Polonia puede ser un puente entre Alemania y nosotros, o una barrera". Después de la derrota del Ejército Rojo en la guerra polaco-bolchevique, se convirtió en una barrera. El liderazgo bolchevique creía en 1920 que solo con el acceso a las economías industrializadas de Occidente podría sobrevivir el régimen revolucionario bolchevique. Mientras existió el estado de Polonia, este objetivo mutuo resultó ser una estrella de mar, guiando a Berlín y Moscú en paralelo.

En el Tratado de Rapallo, en abril de 1922, Alemania y la Unión Soviética normalizaron las relaciones por primera vez, el primer golpe contra la orden de posguerra. El verano siguiente, el Reichswehr y el Ejército Rojo celebraron una serie de cumbres secretas durante las cuales elaboraron el marco para la cooperación militar. Al principio, Hans von Seeckt imaginó que las empresas industriales y militares alemanas trasladarían la producción e investigación prohibidas a la Unión Soviética. Su personal destinó porciones considerables de los "fondos negros" del Reichswehr, recursos financieros ocultos al gobierno alemán, para subsidiar estos programas. Para dar cabida a las empresas alemanas, Lenin supervisó personalmente el establecimiento de un sistema de concesiones mediante el cual las empresas alemanas podrían asumir y modernizar las plantas industriales soviéticas existentes bajo la supervisión estrecha de los funcionarios soviéticos. Bajo los auspicios de este programa, las empresas alemanas tomaron el control de astilleros, fábricas de aviación, artillería, granadas y rifles, plantas de armas químicas y otras instalaciones críticas. Las empresas alemanas esperaban obtener ganancias de estas empresas, pero también esperaban encontrar un nuevo hogar para expertos militares, pruebas técnicas y producción en campos prohibidos. Seeckt imaginó que estas fábricas abastecerían al ejército alemán renacido en una guerra futura con Francia. Los soviéticos, a su vez, esperaban aumentar su producción industrial militar a bajo precio, obtener acceso a la tecnología alemana y capacitar a cientos de nuevos ingenieros.

La mayoría de estas empresas fracasaron en las difíciles circunstancias económicas de la antigua Rusia soviética. El más importante de estos acuerdos, una instalación de producción masiva de aviones Junkers fuera de Moscú, no cumplió con las expectativas de ambos lados, aunque se convirtió en una de las instalaciones de aviones más productivas de la Unión Soviética. En diciembre de 1926, después de enormes pérdidas financieras, el propietario del propietario de los Junkers filtró detalles sobre el programa alemán en Rusia a los miembros del Reichstag, el parlamento de Alemania. El 3 de diciembre de 1926, el escándalo se hizo público cuando apareció un titular de siete líneas en el Manchester Guardian, que proclamaba: “¡Cargas de municiones desde Rusia a Alemania! Plan secreto entre los oficiales de Reichswehr y los soviéticos. COMIENZO DE LA DIVULGACIÓN ... ”El gobierno alemán, en gran parte ignorante de los esfuerzos en curso del Reichswehr en la Unión Soviética, cayó en desgracia después de un voto de no confianza en el Reichstag.

El escándalo pareció deshacer las grandes esperanzas de que los militares alemanes y soviéticos habían invertido en cooperación. Pero en cambio, la relación militar soviético-alemana tomó nueva vida. A partir de 1925 y creciendo rápidamente después del escándalo de los Junkers, los dos militares establecieron una serie de bases militares secretas en las que los oficiales alemanes y soviéticos vivían, estudiaban y entrenaban lado a lado. Equipos de ingenieros y científicos trabajaron en nuevos sistemas de armas y equipos militares estadounidenses, británicos y franceses de ingeniería inversa. Dos de estas bases estaban dedicadas a la producción de armas químicas, una al entrenamiento de la aviación y otra a la guerra blindada. Estas bases ayudaron a modernizar al Ejército Rojo y jugaron un papel central en el desarrollo de tecnologías militares que permitirían el renacimiento de los militares alemanes bajo Hitler.

La primera base cooperativa para abrir fue una escuela de vuelo ubicada en Lipetsk, una ciudad a unos 500 kilómetros al sureste de Moscú. A partir de 1924, la Fuerza Aérea Soviética invitó a pilotos alemanes al Campo Aéreo de Lipetsk para participar en el entrenamiento de vuelo. Un año más tarde, la Fuerza Aérea Soviética transfirió la instalación al ejército alemán, aunque parte del acuerdo requería que los alemanes entrenaran a los oficiales y mecánicos soviéticos en la instalación. En 1927, después del escándalo de los Junkers, Lipetsk se expandió masivamente en su alcance. Cerca de 1.000 pilotos, observadores, mecánicos e ingenieros alemanes vivirían en Lipetsk durante su período de operación. Se convertirían en el núcleo de la Luftwaffe cuando volviera a surgir en 1935. Además, los soviéticos y los alemanes enviaron a muchos de sus mejores pilotos de pruebas a Lipetsk para volar sus nuevos diseños. Los siete fabricantes de aviones en Alemania enviaron secretamente sus prototipos, la mayoría de ellos violaciones de Versalles, a Lipetsk para realizar pruebas. Más importantes para el futuro fueron los intercambios intelectuales que tuvieron lugar allí. Los alemanes tomaron prestados conceptos soviéticos como paracaidistas y el bombardero en picado de la Fuerza Aérea Roja. La Fuerza Aérea Roja, a su vez, aprendió lecciones tácticas y operativas de instructores alemanes, copió diseños alemanes y, cuando no está satisfecha con la cooperación técnica, robó planos de diseño a sus socios alemanes.

Cuando Lipetsk comenzó a funcionar, el Ejército Rojo y Reichswehr sentaron las bases para unos terrenos de prueba de guerra blindada ubicados en la ciudad de Kazan, a 800 kilómetros al este de Moscú. Aquí, también, oficiales armados alemanes y soviéticos se entrenaron lado a lado. Además, las principales corporaciones alemanas involucradas en secreto en el programa de construcción ilegal de tanques de Alemania: Krupp, Daimler y M.A.N. - enviaron sus equipos de ingeniería a Kazan. Estos ingenieros vivieron, trabajaron y probaron nuevos diseños de tanques en Kazan que conducirían a los Panzers I a IV, que representan la mayoría de la producción de tanques alemanes durante la próxima guerra. Las ganancias técnicas soviéticas también fueron considerables: un oficial del Ejército Rojo escribió que la base conjunta en Kazan había resultado en el rediseño de la mayoría de los vehículos blindados de la Unión Soviética. Su informe, conservado en los Archivos Militares del Estado Ruso, señaló además que el Ejército Rojo había aprendido

“Un montón de cosas interesantes sobre los métodos tácticos, la técnica de conducir vehículos y la puntería. Así, en general, el trabajo de TEKO [nombre clave para la base] ha sido de gran interés para el Ejército Rojo ... "

Además, los principales teóricos de la guerra en cada lado: Heinz Guderian, Oswald Lutz y Ernst Volckheim para los alemanes, Mikhail Tukhachevsky y Vladimir Triandafillov para los soviéticos: visitaron, trabajaron y, en algunos casos, enseñaron como instructores en Kazán, capacitando a la próxima generación de oficiales de guerra blindados.

A partir de 1926, las dos partes también comenzaron a colaborar en el desarrollo de armas químicas. En dos instalaciones: Podosinki, cerca de Moscú, y Tomka, cerca de Samara, científicos soviéticos y alemanes experimentaron con nuevos agentes y técnicas de dispersión, así como tratamientos médicos para las víctimas del gas venenoso. Además, los militares alemanes ayudaron a Yakov Fishman, jefe del programa de armas químicas soviéticas, a contratar a científicos y empresas alemanes que se vieron obligados a pasar a la clandestinidad por la prohibición de las armas químicas. Tanto Alemania como la Unión Soviética se beneficiaron de este comercio ilícito, que se convirtió en una piedra angular de la relación soviético-alemana. Para 1931, los científicos e ingenieros alemanes gestionaban aproximadamente la mitad del vasto programa de producción de armas químicas de la Unión Soviética. Críticamente, los experimentos técnicos en Rusia convencieron a los líderes de Reichswehr de que las armas químicas no podían funcionar junto con su nueva doctrina operacional de la guerra de armas combinada y móvil.

Las instalaciones cooperativas soviético-alemanas funcionarían hasta 1933, cuando Hitler, motivado en parte por su antipatía por la Unión Soviética, ya no sentía la necesidad de ocultar las actividades del rearme alemán. A pesar de que la cooperación militar soviético-alemana directa había durado menos de una década, su impacto sería inmenso. El encubierto programa de rearme alemán iniciado por Seeckt había sentado las bases para una expansión masiva de los militares alemanes. Las corporaciones alemanas estaban preparadas para comenzar la producción en masa de nuevas líneas de aeronaves, tanques y submarinos desarrollados a partir de prototipos probados en secreto desde 1926 hasta 1933. Por su parte, los soviéticos habían recibido una amplia asistencia alemana en la industrialización del curso acelerado que rendiría el Ejército Rojo La fuerza militar más grande y mecanizada del mundo para 1939.

El Pacto Molotov-Ribbentrop, formalizado el 23 de agosto de 1939, fue la culminación final de una cruzada de dos décadas por ambas partes para armarse, eliminar la orden de posguerra establecida en Versalles y destruir a su enemigo mutuo, Polonia. La reanudación de la cooperación militar desempeñó un papel vital en la reforma de la alianza de entreguerras. Stalin, quien había comenzado a dirigir personalmente la construcción naval soviética en 1936, se aseguró de que los militares soviéticos recibieran grandes cantidades de tecnología militar alemana en el Pacto Molotov-Ribbentrop a cambio de materias primas soviéticas. Alemania comenzó nuevamente a enviar a sus oficiales a la Unión Soviética para asesorar y ayudar a los soviéticos en el entrenamiento y desarrollo técnico. Además, en el otoño de 1939, los alemanes acordaron suministrar submarinos soviéticos que luchaban contra Finlandia, mientras que los soviéticos hicieron lo mismo con los asaltantes del comercio alemán. En el momento de mayor cooperación, Stalin incluso le otorgó permiso a la Armada alemana para abrir una base naval secreta cerca de Murmansk para interceptar a los buques británicos y ayudar en la invasión de Noruega. Solo con la invasión alemana de la Unión Soviética se daría por terminada la última de las empresas conjuntas.

Aunque hoy se ha olvidado en gran medida, la cooperación militar soviético-alemana de entreguerras reformó el equilibrio de poder europeo. A fines de septiembre de 1939, Alemania y la Unión Soviética compartían una frontera, una capacidad para hacer la guerra y un marco ideológico de aniquilación. A través de su alianza, Alemania ganó el espacio para reconstruir su ejército y desarrollar nuevas tecnologías de guerra. A cambio, la Unión Soviética recibió asistencia militar, tecnológica y económica vital. El escenario estaba listo para la Segunda Guerra Mundial.

El Pacto soviético-alemán ilustra por qué fracasó la orden posterior a la Primera Guerra Mundial. También ofrece algunas lecciones potentes para el presente. Las Comisiones de Control Inter aliadas, el organismo de control establecido para supervisar el desarme alemán, presentaron su informe final siniestro en enero de 1927:

Alemania nunca se desarmó, nunca tuvo la intención de desarmarse, y durante siete años hizo todo lo que estaba a su alcance para engañar y "contrarrestar" a la Comisión designada para controlar su desarme.

Sin embargo, los Aliados carecían de la voluntad política para poner fin de manera efectiva a los programas secretos de rearme de Alemania. Los políticos norteamericanos se mostraron indiferentes. Los líderes británicos tendían a simpatizar con Alemania en los años veinte. Además, las empresas británicas y estadounidenses estaban ansiosas por explotar las oportunidades económicas en Alemania y en la Unión Soviética. Francia mostró cierta inclinación a detener el resurgimiento militar alemán, pero carecía del poder para actuar solo. Esta falta de armonía estratégica entre los vencedores obstaculizó los esfuerzos para preservar el status quo.

El estado de cosas de la posguerra fue particularmente dañado por los éxitos tecnológicos de la cooperación soviético-alemana. Las limitaciones del Tratado de Versalles no bloquearon el avance de la tecnología militar alemana principalmente debido al trabajo del Reichswehr en Rusia. De hecho, el Reichswehr realmente ahorró dinero en el proceso de investigación y desarrollo a través de su programa secreto de producción y prueba de prototipos a pequeña escala. Una combinación de espionaje industrial, socios comerciales dispuestos fuera de Alemania y la cooperación con la Unión Soviética permitieron a Alemania seguir el ritmo de los desarrollos militares en otros lugares a una fracción del costo de otros establecimientos militares. La incapacidad de los líderes occidentales de reconocer este hecho significó que subestimaron enormemente las habilidades técnicas de los militares alemanes durante las crisis de finales de los años treinta. La asociación soviético-alemana deja clara la inmensa dificultad de detener el desarrollo técnico-militar de los estados parias. En un mundo en el que Estados Unidos busca imponer la no proliferación nuclear y frenar el avance tecnológico-militar de sus enemigos geoestratégicos, las lecciones de la asociación entre la guerra soviético-alemana siguen siendo valiosas.

martes, 15 de enero de 2019

El entrenamiento de caballos de los Hititas

Kikkuli, el hurrita que susurraba a los caballos



Javier Sanz —  Historias de la Historia


Gracias a estudios realizados en Kazajistán sabemos que el caballo se domesticó hace ya mucho, en concreto más de 7000 años. Si bien al principio se le usaba sobre todo para pieles y comida, con el tiempo se le descubrió una gran utilidad para portar pesos y tirar de los carros, y por supuesto, una gran ventaja en la guerra, como no podía ser menos. En China, en el antiguo reino de Shang, hay pruebas del uso de caballos tirando de carros de guerra, antes incluso de que se aprendiera a cabalgar. En Sumeria los carros eran tirados por onagros, pero este animal resultaba difícil de domesticar y bastante cabezota una vez amaestrado, con lo que los asirios acabaron prefiriendo rocines para tirar de sus máquinas de guerra. Con el tiempo diversos pueblos de la antigüedad montaron en los caballos introduciendo la caballería en las batallas. Eso sí, sin estribos, por mucho que Hollywood se empeñe en mostrar lo contrario.



El espionaje industrial debió hacer aparición más o menos al mismo tiempo que el del hacha de piedra de repetición. Y es que si tus vecinos de la cueva de al lado inventaban una lanza más aguda y resistente, tenían una ventaja clara a la hora de traer filetes al hogar. Esta idea básica es aplicable al mundo de la guerra. El carro sumerio era lento y poco maniobrable, por lo que se piensa que solo servía para chulear en los desfiles o perseguir al enemigo ya derrotado. Quienes comenzaron a utilizar caballos en los carros de guerra descubrieron que sus máquinas iban a más velocidad que las del contrario, tiradas por onagros o burros, y que desde esa plataforma el acto de arrojar jabalinas y flechas resultaba tan fulminante que se podía lograr que el contrario entrara en pánico. En cierto modo se descubrieron los conceptos de “blitzkrieg” (guerra relámpago) y de “sálvese quien pueda”. Pero el problema surge cuando dos reinos importantes poseen carros de guerra y caballos en abundancia, y si de forma habitual un monarca menta a la madre del otro y viceversa, ya tenemos creado un conflicto en toda regla. En el caso que nos ocupa dicho conflicto fue protagonizado por los egipcios y los hititas, los cuales deseaban extender su influencia por la zona de la actual Palestina.


Batalla de Qadesh – Egipcios versus Hititas

Entre ambos reinos se desarrolló, como era lógico, el preceptivo espionaje militar, porque cada reino tenía algo que el otro no había conseguido desarrollar. Así, por ejemplo, los egipcios habían introducido la construcción en serie en sus fábricas de carros, lo que permitía fabricarlos rápidamente. Asimismo, diseñaron un tipo de rueda especial que permitía una gran velocidad en un terreno con algunos baches pequeños (siempre que no fueran excesivos). La colocación del eje de las ruedas le daba mucha estabilidad y eso hacía que los arqueros pudieran apuntar mejor. Pero el problema de este tipo de desarrollos es que eran copiables. O sea, que un espía podía descubrir las ventajas de la producción en serie y tras capturar un carro egipcio, los hititas podían ver las particularidades de su construcción y adaptarlas o plagiarlas. Lo que resultaba más difícil de imitar eran los caballos, y en concreto, su entrenamiento. Y en este aspecto los hititas lograron darle a los egipcios una desagradable sorpresa, gracias a que contaron con los servicios del, hasta que se demuestre lo contrario, el primer experto en entrenamiento y cría de caballos de la antigüedad. Su nombre fue Kikkuli, y era de origen hurrita-mitannio.

Mitanni estaba en la zona alta del río Habur, afluente del Éufrates, en el actual norte de Siria. Por ese lugar, desde tiempos inmemoriales, pasaron nómadas procedentes de Kazajistán y Armenia. Uno de los ejemplos más antiguos lo encontramos en la historia acadia de “Sargón y los siete reyes”, en la que el fundador del imperio acadio, como si de un superhéroe se tratase, organiza una expedición militar hacia el norte hurrita con el fin de acabar con los ataques de los nómadas a las caravanas comerciales. Muchos de esos nómadas iban acompañados de caballos, con lo que no es de extrañar que reinos norteños como el de Mitanni acabaran usando estos animales. En esa zona, como hemos dicho, nació Kikkuli. Su fama debía ser tanta que fue llamado a la capital de los hititas, Hattusa, para trabajar en la casa real. Kikkuli ideó un sistema de cría y entrenamiento que proporcionó los mejores caballos de guerra de su tiempo. Y lo más extraordinario es que escribió un libro explicando su método. Han llegado hasta nuestros días tres copias de su tratado, y la mejor conservada resulta especialmente interesante porque incluye términos indo-arios, y el autor se ve obligado, acto seguido, a explicar su significado.


Entrenamiento Kikkuli

El método de Kikkuli se puede resumir en dos fases:
  1. Una selección previa de los animales, que duraba cuatro días. Durante la misma se observaba que el animal no tuviera entrenamiento previo alguno, que el terreno fuese desigual, que la temperatura no resultara desagradable para el rocín, que se le colocaran accesorios que fuese a llevar en un futuro, que tirara de un carro o fuese montado, y que hiciese la prueba a su aire, a su propia velocidad sin ser forzado a cambiarla. Se les eliminaba si se cansaba demasiado, mostraba cojera, e incluso se observaban sus pulsaciones cardíacas media hora después de acabada la prueba. Los caballos seleccionados tenían 16 días de descanso antes de pasar al entrenamiento.
  2. El entrenamiento duraba siete meses, durante los cuales se le acostumbraba poco a poco al ejercicio y al peso de un carro de guerra completo con sus servidores. Era distinto según si el caballo era primerizo o si se estaba recuperando de una lesión. El libro es muy minucioso especificando tres sesiones diarias de ejercicio, así como la duración del trote, el paso y el galope de cada uno. Después de siete meses de adiestramiento se les concedía tres de descanso y vuelta a empezar. Las series de instrucción eran menos duras si el animal se estaba recuperando de una lesión. También especifica que antes de los 5-7 años de edad, según tamaño y desarrollo, no debían cargar pesos.



Lo más interesante del libro es que insiste en que hay que tratar a los animales con cariño y respeto, pues advierte que son seres que han puesto su vida a nuestro servicio con devoción. También insiste en que un caballo contento, al que se permite entrenar a su propia velocidad y capacidad, será un caballo que rendirá mejor. La alimentación equilibrada de los animales se consideraba fundamental, y consistía en heno para días de descanso, a los que se añadía cebada y avena en días de entrenamiento. Si este era severo, los granos debían servirse germinados, secos y con algo de sal.

Este sistema permitió que los hititas se las hicieran pasar moradas al bueno de Ramsés II. Lo que me recuerda, ya para acabar, una observación del humorista gráfico estadounidense Larry Gonick, en su “Historia del Universo en Cómic”, cuando al hablar de la batalla de Qadesh, entre hititas y egipcios, comenta que el faraón rodeó la ciudad con su ejército mientras los hititas se desplazaban manteniendo la población entre ellos y los egipcios, para no ser descubiertos. Y el humorista, con bastante tino, se pregunta, ¿acaso Ramsés II no vio ninguna huella de carro? ¿Ni una sola bosta de caballo? ¿Nada de nada? Una de dos, o Ramsés II no era tan inteligente como los papiros nos quieren dar a entender o el “Método Kikkuli” incluía alguna técnica secreta, no especificada en el mismo, para hacer que miles de caballos esperaran a la hora del paseo para hacer sus necesidades y, como un cánido cualquiera, recogerlas con su bolsita correspondiente (versión saco en este caso).

jueves, 24 de mayo de 2018

Arqueología: Descubren el centro de entrenamiento de comandos de Achnacarry

Rol de comando: Descubriendo el centro de entrenamiento de élite de la SGM

BBC

Una excavación arqueológica, que durará varios meses, comenzará este fin de semana en un sitio de entrenamiento de comandos de la Segunda Guerra Mundial en las Tierras Altas.


El castillo de Achnacarry, la casa ancestral de los jefes del Clan Cameron, fue crucial para la campaña aliada contra las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial.

El castillo, a unos 24 kilómetros al noreste de Fort William, se utilizó para entrenar a los comandos de élite de Gran Bretaña y Estados Unidos, así como de Francia, los Países Bajos, Noruega, Checoslovaquia, Polonia y Bélgica desde 1942 hasta 1945.

Las excavaciones anteriores han descubierto munición real, incluidas balas para las armas alemanas capturadas.


Lochaber, una gran zona montañosa de las Tierras Altas de Escocia, proporcionó un duro campo de entrenamiento para los comandos aliados en la Segunda Guerra Mundial.


El Monumento conmemorativo cerca del puente Spean recuerda el papel de Lochaber en la producción de tropas de élite, y también recuerda a los hombres que emprendieron el entrenamiento en las montañas, bosques y la base del área de entrenamiento, Achnacarry Castle, antes de ver acción en la guerra.


Combatientes del Reino Unido, Francia, Holanda, Canadá y los EE. UU. se encontraban entre los combatientes aliados que se pusieron a prueba en el Centro de entrenamiento básico de Comandos.


Los terrenos de Achnacarry House son el foco de un proyecto de investigación que involucra a la Sociedad de Arqueología de Lochaber. La excavación comenzará este fin de semana.


Los instructores incluyeron al holandés Cpl Martien van Barneveld, la figura alta con una boina en la foto en una tormenta de nieve en el centro. Veterano de la Batalla de Arnhem, era conocido por sus reclutas holandeses como el Gran Hombre de Achnacarry.


Un curso para los Rangers de los EE. UU. se llevó a cabo en el sitio desde el 30 de junio de 1942 hasta el 1 de agosto de 1942. Estos guardaparques que tomaban un descanso durante el entrenamiento se preparaban para las operaciones en el norte de África.


Más de 25,000 hombres pasaron por Achnacarry desde que el comando se abrió en 1942 y hasta que cerró en 1946.



Además de las excavaciones arqueológicas, la sociedad y la Asociación de Veteranos del Comando han estado reuniendo fotografías de las familias y los Museos de la Guerra Imperial de la vida en Achnacarry.