Nuestro informe sobre los procedimientos judiciales militares de Estados Unidos que siguió a la matanza de My Lai
A partir de 1971: ¿Cuáles son los criminales de guerra?
3 ª Abr de 1971 | WASHINGTON, DC | Estados Unidos
The Economist
A diferencia de la mayoría de los tribunales, un tribunal militar no explica sus juicios. Los largos procedimientos completos de los juicios en el caso del teniente William Calley no dejaban lugar a dudas de que él de hecho había matado a muchos aldeanos vietnamitas que no ofrecieron resistencia en My Lai 4, o Son My, o lo que sea el lugar es llamado con razón, cuando él era un comandante de pelotón de infantería tres años antes. El número de víctimas podría estar, y lo fue, en disputa. La hoja de cargos tenía al menos 102 hombres, mujeres y niños; el jurado modificó la cifra de no menos de 22. La defensa de Sr. Calley nunca negó el asesinato, pero sostuvo que había sido hecho bajo órdenes y en la creencia de que era lo que requería su deber militar.
O bien el jurado hizo una conclusión de hecho, que el Sr. Calley no recibió las órdenes que dijo haber recibido, según él, o se hizo una conclusión de la ley, de que las órdenes eran ilícitas y deberían haber sido desobedecidas. Sin embargo, no tiene que decir cuál de los dos caminos que tomó para llegar al veredicto, culpable de asesinato premeditado, pronunciado el lunes, y en la sentencia, la cadena perpetua. En algún momento, tal vez, la serie de recursos que se prometió por el abogado de la defensa del Sr. Calley se escapará de la reticencia del proceso militar a la luz relativa de los tribunales civiles. Ciertamente el clamor legal y académico ascendente sobre las reglas de la guerra, ya que se han aplicado en Vietnam no dejará el caso por sí solo.
Hubo un tiempo cuando los abogados eminentes como el difunto Thurman Arnold defendió la intervención del presidente Johnson en Vietnam como "la aplicación del principio que Nuremberg anunció al mundo." Ese principio fue la criminalidad de la guerra agresiva. Sin embargo, los tribunales de Nuremberg y de Tokio de un cuarto de siglo atrás, declararon también otros principios, por ejemplo, que la responsabilidad por la forma en que se llevó a cabo la guerra descansaban más pesadamente sobre los comandantes en el rango superior. Como dijo el fiscal estadounidense en Estados Unidos contra Von Leeb, "la mitigación debe reservarse para aquellos a los que las órdenes superiores son empujados hacia abajo." General Yamashita fue ahorcado, después de un debido proceso, por su falta de prevención de las crueldades cometidas por su vasto Ejército. El fiscal de Nuremberg, el general (ahora profesor) Telford Taylor, reflexionó sobre estas memorias en un libro académico reciente ", Núremberg y Vietnam." Llegó a la conclusión de que la serie de los consejos de guerra que se deriven de la matanza de Son My o My Lai "no puede ser bastante determinado sin investigación completa sobre las responsabilidades más altas ", y que la salud moral del Ejército de Estados Unidos no se recuperará hasta que sus líderes están dispuestos a examinar su comportamiento por las mismas normas que sus predecesores venerados aplicar a Yamashita hace 25 años.
Fue el último general MacArthur, que confirmó la sentencia de muerte de Yamashita. La escala del alboroto que se ha acumulado en torno a estas cuestiones y otras relacionadas se ilustra por la bibliografía de títulos 33 del libro publicado el pasado fin de semana por el Times Book Review de Nueva York, junto con una amplia revisión por parte de un ex corresponsal de guerra en Vietnam, Sr. Neil Sheehan , exigiendo una investigación del Congreso general de los crímenes de guerra.
Esto no impide que el Sr. Calley recibiendo mucha simpatía en su desgracia. La corriente inevitable de los telegramas de protesta contra el veredicto está vertiendo en la Casa Blanca, el Departamento de Defensa y el Congreso. Dos temas marcan las protestas: una que un oficial subalterno tenue se está obligado a correr con culpa que pertenece mucho más arriba; la otra, que lo que hizo estaba en la naturaleza de la guerra y que la vida del soldado se hace imposible si sus acciones en la tensión de la batalla se van a coger una y diseccionado después por abogados y funcionarios.
En algunos aspectos, la ola de simpatía distorsiona los hechos. Desde casi seis años y millones de palabras de la transmisión de noticias no han revelado ninguna otra masacre por las tropas estadounidenses en algo parecido a la escala de Mi Hijo, la probabilidad de que Mi Hijo fue, de hecho, un hecho extraordinario parece abrumadora. Si el Sr. Calley entiende que nada extraordinario se había hecho o no, el comportamiento de muchas de las otras personas interesadas, los que se negaron a participar, los que callar para arriba y los que finalmente habló, sugiere que ellos lo sabían.
Pero mi hijo también estaba fuera de lo común de otra manera, como dice el profesor Taylor, en la sinceridad con que la operación fue llevada a cabo, con los fotógrafos del ejército en la escena y los comandantes en helicópteros volando en círculos.
Teniendo en cuenta todo esto, el desempeño del Departamento del Ejército en la búsqueda de lo que ocurrió y decidir qué medidas judiciales a tomar era increíblemente lento. Una primera investigación en 1968 fue derrotado por las negaciones sosos de la brigada y las autoridades divisionales. Después de toda la historia había salido en la prensa un alto general investigó la razón de la caída de la primera investigación.
Hizo su trabajo a fondo y, como resultado 14 agentes fueron acusados de varios grados de la mentira, el ocultamiento y el incumplimiento de las regulaciones del personal. Pero los cargos han sido retirados o despedidos contra todos, excepto uno, el comandante de la brigada. El general Westmoreland, jefe del Estado Mayor del Ejército, ha recomendado que el general de división en el momento ser degradado a general de brigada y que su comandante adjunto debe ser degradado de general de brigada al coronel. Los descensos de categoría, si se van a través, son castigos. Como el New York Times comentó esta semana, "si los dos agentes son inocentes, obviamente, no deben ser castigados." Nadie ha tratado de explicar cómo, si su papel en el encubrimiento de la matanza merece ser castigado en absoluto, que pueden ser castigado adecuadamente por el descenso a general de brigada y coronel.
Una cosa que es totalmente imposible es que solo el Sr. Calley es culpable. Pero, dejando a un lado el comandante de la brigada que está acusado de no decir lo que pasó, sólo dos hombres además de Sr. Calley son en la actualidad enfrenta cargos de haber tenido un papel en la matanza. comandante de la compañía del Sr. Calley, el capitán Medina, quien negó haberle dado la orden de matar a la población, es acusado de asesinato. Otro oficial del grupo de trabajo, el capitán Kotouc, está acusado de la mutilación y el asalto. Un suboficial y un sargento fueron acusados de homicidio y absueltos. Los cargos contra otros seis soldados en compañía del capitán Medina se han caído. Otros habían dejado de prestar servicio en el momento en el hecho de la matanza se hizo pública y el problema legal de llevar a ninguno de ellos a la justicia no ha sido resuelto.
Sentado que el hijo mi no fue un hecho habitual, todavía parecería que la guerra ha callosa muchas conciencias. Las actuaciones del juicio en sí, con su énfasis en la preponderancia de mujeres, niños y ancianos enfermos entre las víctimas, dieron evidencia de cómo se han deslizado normas; Sin embargo tampoco hay nada en las normas aceptadas de la guerra para justificar la matanza innecesaria de los hombres, que no ofrecían resistencia sin armas, sin discapacidad. Pero el Vietcong no observan exactamente la disposición de la Convención de Ginebra, que dice que un combatiente debe llevar "un signo distintivo fijo reconocible a distancia." Por lo tanto se ha convertido en algo común en Vietnam para las personas a ser tratadas como enemigos, incluso si no están llevar armas y no son vestidos, y no se ven a comportarse como soldados. Incluso las mujeres y los niños pueden, ya veces lo hacen, armas trampa de plantas.
En palabras de un estadounidense de la Fuerza Aérea importante ", en las montañas, casi cualquier cosa que se mueve es considerado como Vietcong." Son My no está en las montañas, pero está en una antigua zona comunista y la sección del teniente Calley, hombres de limitada bagaje intelectual en un estado de tensión nerviosa, que entró en la creencia de que todo ser viviente era hostil. Esto no justifica lo que hicieron. Eran, sin embargo, conoce la práctica por la cual los pueblos y aldeas están amenazados de forma rutinaria con la destrucción con bombas o armas de fuego, como sanción por haber albergado el Vietcong, y con la doctrina de fuego libre o zonas de impulso libres, que ordena la retirada de la población rural de un área para que cualquier personas que permanecen en ella pueden, si avistado, se mataron. El éxito en las operaciones de este tipo tiende a ser medida por el "número de muertos," un nivel de eficacia militar que sería risible si no fuera triste.
El año pasado el juicio del teniente Duffy sacó la importancia del número de muertos. Sr. Duffy, no se discute, tenía un prisionero firmemente amarrada a una estaca y cuando llegó la mañana tuvo uno de sus sargentos disparar el hombre muerto. En su juicio, el Sr. Duffy explicó que sus superiores previstos, de hecho insistido, un buen número de muertos y soldados que se convirtió en prisioneros vivos eran aptos para encontrarse con la desaprobación oficial. Lo curioso de juicio del señor Duffy fue que el tribunal militar revisó su primer veredicto de asesinato, entre el juicio y la sentencia, sustituido un nuevo veredicto, de "homicidio involuntario" y le dio sólo seis meses. Cualquier otra cosa se puede decir de la acción del señor Duffy, no había nada manifiestamente involuntaria al respecto. Corte observadores marciales llegaron a la conclusión, por lo tanto, que el tribunal consideró que había algo en su afirmación de que él pensaba que sólo estaba conforme con la política establecida y que se encuentra en esta circunstancia un atenuante.
Las aberraciones de este tipo en la observancia de las reglas de la guerra pueden ser obligados a arrastrarse en como resultado de alguna de las ondas cerebrales táctica o capricho de la burocracia militar, pero, una vez que se examinan y sacados a la luz, es imposible para el ejército americano y el americano administración hacer otra cosa que repudiar ellos y tratar de ponerlos abajo. Que el Vietcong y los norvietnamitas hacen cosas peores, y en una escala más grande, puede ser cierto, pero, como argumento, no es ninguna ayuda en absoluto. Por lo tanto, mientras que el presidente Nixon se expuso a censurar por una indiscreción cuando condenó la "masacre" de Son My en un momento en los procesos judiciales pendientes, que nunca podría haber contemplado hacer otra cosa que lo condenan.
Del mismo modo el Ejército como institución no puede defender o explicar o condone: si un efecto secundario del proceso de callosidades que se infligió a los militares estadounidenses en Vietnam llegue a su conocimiento, tiene que expresar su condena de la manera obvia, mediante el enjuiciamiento de los transgresores . En presionar para que las condenas penales contra el Sr. Duffy y el Sr. Calley, las autoridades militares estaban tratando de refutar la acusación de que las acciones inhumanas son una consecuencia inherente a las doctrinas estratégicas o tácticas o en el uso de la fuerza militar en sí como un instrumento político. Esto se tiene que hacer en defensa no sólo de la propiedad de sus políticas, sino también la legitimidad del propio Ejército.
martes, 22 de marzo de 2016
lunes, 21 de marzo de 2016
Conquista del desierto: Batallas victoriosas para los indios
Caciques derrotan al ejército
La vuelta del malón, pintura del artista Angel Della Valle (1852-1910)
Revisionistas
Después de Caseros las indiadas volvieron a las andadas atacando con saña a las poblaciones de la campaña. Al tratar de contener y castigar las acciones depredatorias realizadas con una amplitud hasta ahora desconocida, las fuerzas porteñas sufrieron sangrientas derrotas por su falta de conocimiento del terreno y por la inexperiencia de los jefes que la condujeron.
En 1855 Calfucurá atacó la población del Azul al frente de 5.000 jinetes, asesinando a 300 personas, saqueando los comercios y llevándose una gran cantidad de haciendas y cautivos (1).
El clamor originado por la ferocidad y despiadados instintos con que procedió este cacique, motivó que el ministro de guerra, coronel Bartolomé Mitre, saliera a campaña para asegurar el orden en las fronteras. En su plan de operaciones Mitre resolvió atacar a las tolderías de Catriel y Cachul, para lo cual el coronel Laureano Díaz trataría de sorprender a Cachul para luego con todas las fuerzas reunidas caer sobre Catriel. Pero la acción fracasó pues ambos caciques se reunieron en el arroyo del Sauce y aprestaron unos 1.000 lanceros. Inicialmente se pudieron arrollar a las primeras tolderías, arrebatarles caballadas y hacer unos cuantos prisioneros. Pero las fuerzas se dispersaron en un afán de perseguir en todas direcciones y de registrar los toldos. Este desorden permitió a los indios organizar un contraataque consiguiendo rodear a las fuerzas porteñas y dispersarles sus caballadas y el ganado de consumo. El coronel Mitre se vio obligado a pasar a la defensiva para esperar la noche y retirarse del campo de la acción bajo la presión de las indiadas de Calfucurá. La marcha de regreso hacia el Azul debió hacerse con toda la columna a pie, inclusive su jefe. El saldo del combate deparó las siguientes novedades: 16 muertos, 234 heridos, la pérdida de la caballada y casi todo el equipo. El coronel Mitre atribuyó el fracaso de la expedición a la falta de buenos caballos y al desconocimiento del terreno frente a un enemigo que lo conocía perfectamente y estaba muy bien montado.
En esa misma época, el 13 de setiembre, ocurrió la trágica muerte, a manos de los indios, del comandante Nicolás Otamendi quien se hallaba haciendo tareas de observación al frente de un cuerpo de 128 plazas de Carabineros de Guardias Nacionales. Este sale desde Azul, siempre bajo la atenta vigilancia de descubiertas indias que no le perdían pisada, y que a medida que se aleja de esa base de operaciones comienzan a acosarlo con mayor insistencia. Así, al atardecer del día 12 de setiembre llegan a la Estancia “San Antonio”, de José G. Iraola, donde ante la cada vez más comprometida situación, ordena parapetar hombres y animales en el gran corral de palo a pique, distante algunas cuadras de la población principal, decidido a resistir y dar combate, esperando recibir refuerzos.
En la madrugada del día 13 de setiembre la gente de Yanquetruz ataca de firme, mandando los caballos por delante desplazando a los lanceros como infantes, pudiendo así llegar a la empalizada sufriendo menos bajas, y comenzar el combate cuerpo a cuerpo; a todo esto, los montados de los soldados, totalmente enloquecidos por la gritería infernal, el estruendo de las armas y el revuelo del combate, atropellaban sin control al no poder escapar del corral. Como resultado del combate, 126 hombres murieron, salvándose un “trompa” que es llevado cautivo, y un soldado apellidado Roldán, que gravemente herido, fue dado por muerto, quien recuperado narró lo sucedido.
Entre los muertos, además del coronel Otamendi, estaban el Capitán Cayetano de la Canal y su hijo, el Tnte. 1°, Pedro. Ambos descansan en una pequeña y siempre pulcra bóveda del Cementerio de Magdalena, donde una placa de mármol, según el lenguaje y abreviaturas de la época, reza: “Aquí descansan los restos del Capitán de Gs. Ns. Dn. Cayetano de la Canal é hijo Dn. Pedro de la Canal Teniente 1° del mismo escuadrón murieron peleando valientemente con los Salbajes de la Pampa en San Antonio ala Cabesa de su Escuadrón el día 12 de octubre de 1855 este benemérito y buen amigo murió a los 48 años siete meses y su hijo a los 24 dos meses. Su esposa é hijos y demás deudos le dedican este recuerdo para que inmortalise su memoria y valiente comportación”.
El general Hornos fue designado entonces para hacer el escarmiento no realizado por Mitre, con ese objeto salió desde el Azul al frente del Ejército de Operaciones del Sur, que constaba de 3.000 hombres y 12 cañones. Los indios fueron avistados en las sierras de Tapalqué pero Calfucurá logró atraer al ejército porteño hacia una llanura que resultó ser un tembladeral, en el que inmovilizó por completo a la caballería. Así se inició el combate de San Jacinto, el 29 de octubre de 1855. Los salvajes bien familiarizados con esa clase de suelo pronto dieron cuenta del enemigo que sufrió una penosa derrota. Hornos tuvo que abandonar la lucha dejando 18 jefes y oficiales y 250 hombres de tropa muertos y 280 heridos. Numerosos caballos, armas, municiones y otros pertrechos quedaron en poder de Calfucurá.
La derrota del general Hornos conmovió profundamente a la opinión pública y hubieron interpelaciones en la Legislatura, por lo que el ministro de la guerra, el coronel Mitre, ofreció su renuncia al cargo.
Con sus triunfos sobre Mitre y Hornos, Calfucurá confirmó su prestigio ante la indiada, para la que resultó un conductor invencible y reconocido como la suprema autoridad de las pampas.
El gobernador hacía cargos al ministro de la guerra diciéndole: “… a costa de trabajo y gastos se logra al fin reunir en tres meses, mil caballos en el sur para el ejército que tanto los necesita y salimos con que en su marcha a Bahía Blanca se perdieron como 600….”.
El gobernador Pastor Obligado resolvió hacer las paces con Catriel y Cachul firmando un convenio por el que se obligaba a pasarles grandes cantidades de yerba, azúcar, tabaco, harina, aguardiente, vino de Burdeos, ginebra y 200 yeguas trimestralmente. Y como si ello no fuera bastante se le concedió a Catriel el grado de general y cacique superior de las tribus del sur y con el derecho a usar el uniforme militar de su jerarquía.
Esta debilidad del gobierno al pactar en forma humillante mediante tratados de paz que eran una vergüenza nacional, al otorgar grados militares y honores a los más sanguinarios caciques, se atribuyó a la crítica situación política por que atravesaba el Estado de Buenos Aires frente a la Confederación, aunque ello no puede ser justificado en forma alguna.
Como Calfucurá no quiso entrar en tratos y siguió en actitud hostil desde sus aduares en las Salinas Grandes, se procedió a organizar un nuevo ejército, que al mando del coronel Nicolás Granada, operaría sobre dichas tolderías. Iniciadas las operaciones se produjeron algunos choques indecisos en Sol de Mayo, en Cristiano Muerto y en la zona del arroyo Pigüé. La vanguardia llegó a las Salinas Grandes para encontrar tan sólo los rastros de la indiada que se retiraba al centro de la pampa.
De regreso a sus guarniciones las tropas fueron hostilizadas en toda forma por el enemigo, que llegó hasta incendiar los campos inmediatos a las columnas en marcha.
Mientras en el sur de Buenos Aires los indios luchaban contra el ejército porteño, en la frontera oeste los indómitos ranqueles invadían a Rojas y Pergamino para retirarse con los cargueros colmados del producto de sus robos.
El coronel Emilio Mitre, comandante de la frontera, salió en su persecución alcanzándolos en Melincué, donde los batió recuperando los cautivos y parte del botín.
Alentado por ello el gobernador Pastor Obligado ordenó al coronel Emilio Mitre que efectuara una batida contra los ranqueles en sus tolderías de Leuvucó. El coronel Emilio Mitre partió en enero de 1858 al frente de 2.000 hombres. Al llegar a Witalobo los baquianos erraron la senda, con lo que la columna se desorientó en medio del desierto. La sequía causó graves trastornos a la expedición y el coronel Mitre resolvió regresar sin haber cumplido con su misión luego de encontrarse a unas veinte leguas al noroeste de Leuvucú. Los indios no dieron señales de vida durante el mes que duró la operación. En la marcha de regreso se abandonaron los cañones y las tropas se condujeron como en derrota a pesar de no ser hostilizadas por el enemigo.
Se habían cometido errores apreciables, pues se iniciaron las operaciones en pleno verano y a través de zonas carentes de agua y de pastizales. El cuidado de las fronteras requería considerable esfuerzos del personal y las tropas carecían de armas adecuadas, estaban muy mal vestidas y peor alimentadas. El pago de los haberes nunca estaba al día sin que se tomaran medidas para remediarlo y hasta se retrasaba el licenciamiento de los voluntarios cumplidos. Don José Hernández, el autor de Martín Fierro, ha relatado en sus difundidas poesías la ruda vida que llevaban nuestros bravos soldados, hecho que mueve a una justificada indignación y también a preguntarse si los jefes –en el orden jerárquico- ignoraban tales anomalías que conspiraban contra el espíritu de las tropas a las que sólo se les exigían cruentos sacrificios. ¿No sabía el Dr. Obligado, su ministro de guerra y los comandantes de las fronteras que los soldados carecían de lo más necesario para vivir y para combatir? Las injusticias y las calamidades comentadas por Hernández han sido ratificadas por numerosos escritores de la época sin que jamás hayan sido rebatidas por sus responsables.
Esta crítica situación hizo que las líneas de fronteras retrogradaran considerablemente perdiéndose unos 64.000 kilómetros de tierras útiles para la civilización. (2)
(2) En una carta dirigida a su esposa, fechada en Rosario el 7 de octubre de 1857, el general Lagos después de hacer algunos comentarios sobre la última invasión a Pergamino, decía: “…Que lamentable desgracia la de tantas infelices cautivas que aquellos bárbaros se llevan. Ya sabrás todo lo que llevaron de la estancia, para qué repetírtelo, pronto y muy pronto volverán a arrear cuanto quieran llevarse y sin remedio, porque las fuerzas que allí hay no hacen sino lucirse en simulacros y oprimir a sus semejantes y para los indios sólo son unos cobardes. Pobre campaña de Buenos Aires en poder de Emiliomé (sic) Mitre. Tuyo… etc.”.
Lagos, Tte. Gral. Julio Alberto – General Don Hilario Lagos – Círculo Militar, Buenos Aires (1972).
Portal www.revisionistas.com.ar
Risso, Carlos Raúl – Combate de San Antonio de Iraola
La vuelta del malón, pintura del artista Angel Della Valle (1852-1910)
Revisionistas
Después de Caseros las indiadas volvieron a las andadas atacando con saña a las poblaciones de la campaña. Al tratar de contener y castigar las acciones depredatorias realizadas con una amplitud hasta ahora desconocida, las fuerzas porteñas sufrieron sangrientas derrotas por su falta de conocimiento del terreno y por la inexperiencia de los jefes que la condujeron.
En 1855 Calfucurá atacó la población del Azul al frente de 5.000 jinetes, asesinando a 300 personas, saqueando los comercios y llevándose una gran cantidad de haciendas y cautivos (1).
El clamor originado por la ferocidad y despiadados instintos con que procedió este cacique, motivó que el ministro de guerra, coronel Bartolomé Mitre, saliera a campaña para asegurar el orden en las fronteras. En su plan de operaciones Mitre resolvió atacar a las tolderías de Catriel y Cachul, para lo cual el coronel Laureano Díaz trataría de sorprender a Cachul para luego con todas las fuerzas reunidas caer sobre Catriel. Pero la acción fracasó pues ambos caciques se reunieron en el arroyo del Sauce y aprestaron unos 1.000 lanceros. Inicialmente se pudieron arrollar a las primeras tolderías, arrebatarles caballadas y hacer unos cuantos prisioneros. Pero las fuerzas se dispersaron en un afán de perseguir en todas direcciones y de registrar los toldos. Este desorden permitió a los indios organizar un contraataque consiguiendo rodear a las fuerzas porteñas y dispersarles sus caballadas y el ganado de consumo. El coronel Mitre se vio obligado a pasar a la defensiva para esperar la noche y retirarse del campo de la acción bajo la presión de las indiadas de Calfucurá. La marcha de regreso hacia el Azul debió hacerse con toda la columna a pie, inclusive su jefe. El saldo del combate deparó las siguientes novedades: 16 muertos, 234 heridos, la pérdida de la caballada y casi todo el equipo. El coronel Mitre atribuyó el fracaso de la expedición a la falta de buenos caballos y al desconocimiento del terreno frente a un enemigo que lo conocía perfectamente y estaba muy bien montado.
Batalla de San Antonio de Iraola
En esa misma época, el 13 de setiembre, ocurrió la trágica muerte, a manos de los indios, del comandante Nicolás Otamendi quien se hallaba haciendo tareas de observación al frente de un cuerpo de 128 plazas de Carabineros de Guardias Nacionales. Este sale desde Azul, siempre bajo la atenta vigilancia de descubiertas indias que no le perdían pisada, y que a medida que se aleja de esa base de operaciones comienzan a acosarlo con mayor insistencia. Así, al atardecer del día 12 de setiembre llegan a la Estancia “San Antonio”, de José G. Iraola, donde ante la cada vez más comprometida situación, ordena parapetar hombres y animales en el gran corral de palo a pique, distante algunas cuadras de la población principal, decidido a resistir y dar combate, esperando recibir refuerzos.
En la madrugada del día 13 de setiembre la gente de Yanquetruz ataca de firme, mandando los caballos por delante desplazando a los lanceros como infantes, pudiendo así llegar a la empalizada sufriendo menos bajas, y comenzar el combate cuerpo a cuerpo; a todo esto, los montados de los soldados, totalmente enloquecidos por la gritería infernal, el estruendo de las armas y el revuelo del combate, atropellaban sin control al no poder escapar del corral. Como resultado del combate, 126 hombres murieron, salvándose un “trompa” que es llevado cautivo, y un soldado apellidado Roldán, que gravemente herido, fue dado por muerto, quien recuperado narró lo sucedido.
Entre los muertos, además del coronel Otamendi, estaban el Capitán Cayetano de la Canal y su hijo, el Tnte. 1°, Pedro. Ambos descansan en una pequeña y siempre pulcra bóveda del Cementerio de Magdalena, donde una placa de mármol, según el lenguaje y abreviaturas de la época, reza: “Aquí descansan los restos del Capitán de Gs. Ns. Dn. Cayetano de la Canal é hijo Dn. Pedro de la Canal Teniente 1° del mismo escuadrón murieron peleando valientemente con los Salbajes de la Pampa en San Antonio ala Cabesa de su Escuadrón el día 12 de octubre de 1855 este benemérito y buen amigo murió a los 48 años siete meses y su hijo a los 24 dos meses. Su esposa é hijos y demás deudos le dedican este recuerdo para que inmortalise su memoria y valiente comportación”.
Batalla de San Jacinto
El general Hornos fue designado entonces para hacer el escarmiento no realizado por Mitre, con ese objeto salió desde el Azul al frente del Ejército de Operaciones del Sur, que constaba de 3.000 hombres y 12 cañones. Los indios fueron avistados en las sierras de Tapalqué pero Calfucurá logró atraer al ejército porteño hacia una llanura que resultó ser un tembladeral, en el que inmovilizó por completo a la caballería. Así se inició el combate de San Jacinto, el 29 de octubre de 1855. Los salvajes bien familiarizados con esa clase de suelo pronto dieron cuenta del enemigo que sufrió una penosa derrota. Hornos tuvo que abandonar la lucha dejando 18 jefes y oficiales y 250 hombres de tropa muertos y 280 heridos. Numerosos caballos, armas, municiones y otros pertrechos quedaron en poder de Calfucurá.
La derrota del general Hornos conmovió profundamente a la opinión pública y hubieron interpelaciones en la Legislatura, por lo que el ministro de la guerra, el coronel Mitre, ofreció su renuncia al cargo.
Con sus triunfos sobre Mitre y Hornos, Calfucurá confirmó su prestigio ante la indiada, para la que resultó un conductor invencible y reconocido como la suprema autoridad de las pampas.
El gobernador hacía cargos al ministro de la guerra diciéndole: “… a costa de trabajo y gastos se logra al fin reunir en tres meses, mil caballos en el sur para el ejército que tanto los necesita y salimos con que en su marcha a Bahía Blanca se perdieron como 600….”.
El gobernador Pastor Obligado resolvió hacer las paces con Catriel y Cachul firmando un convenio por el que se obligaba a pasarles grandes cantidades de yerba, azúcar, tabaco, harina, aguardiente, vino de Burdeos, ginebra y 200 yeguas trimestralmente. Y como si ello no fuera bastante se le concedió a Catriel el grado de general y cacique superior de las tribus del sur y con el derecho a usar el uniforme militar de su jerarquía.
Esta debilidad del gobierno al pactar en forma humillante mediante tratados de paz que eran una vergüenza nacional, al otorgar grados militares y honores a los más sanguinarios caciques, se atribuyó a la crítica situación política por que atravesaba el Estado de Buenos Aires frente a la Confederación, aunque ello no puede ser justificado en forma alguna.
Como Calfucurá no quiso entrar en tratos y siguió en actitud hostil desde sus aduares en las Salinas Grandes, se procedió a organizar un nuevo ejército, que al mando del coronel Nicolás Granada, operaría sobre dichas tolderías. Iniciadas las operaciones se produjeron algunos choques indecisos en Sol de Mayo, en Cristiano Muerto y en la zona del arroyo Pigüé. La vanguardia llegó a las Salinas Grandes para encontrar tan sólo los rastros de la indiada que se retiraba al centro de la pampa.
De regreso a sus guarniciones las tropas fueron hostilizadas en toda forma por el enemigo, que llegó hasta incendiar los campos inmediatos a las columnas en marcha.
Mientras en el sur de Buenos Aires los indios luchaban contra el ejército porteño, en la frontera oeste los indómitos ranqueles invadían a Rojas y Pergamino para retirarse con los cargueros colmados del producto de sus robos.
El coronel Emilio Mitre, comandante de la frontera, salió en su persecución alcanzándolos en Melincué, donde los batió recuperando los cautivos y parte del botín.
Alentado por ello el gobernador Pastor Obligado ordenó al coronel Emilio Mitre que efectuara una batida contra los ranqueles en sus tolderías de Leuvucó. El coronel Emilio Mitre partió en enero de 1858 al frente de 2.000 hombres. Al llegar a Witalobo los baquianos erraron la senda, con lo que la columna se desorientó en medio del desierto. La sequía causó graves trastornos a la expedición y el coronel Mitre resolvió regresar sin haber cumplido con su misión luego de encontrarse a unas veinte leguas al noroeste de Leuvucú. Los indios no dieron señales de vida durante el mes que duró la operación. En la marcha de regreso se abandonaron los cañones y las tropas se condujeron como en derrota a pesar de no ser hostilizadas por el enemigo.
Se habían cometido errores apreciables, pues se iniciaron las operaciones en pleno verano y a través de zonas carentes de agua y de pastizales. El cuidado de las fronteras requería considerable esfuerzos del personal y las tropas carecían de armas adecuadas, estaban muy mal vestidas y peor alimentadas. El pago de los haberes nunca estaba al día sin que se tomaran medidas para remediarlo y hasta se retrasaba el licenciamiento de los voluntarios cumplidos. Don José Hernández, el autor de Martín Fierro, ha relatado en sus difundidas poesías la ruda vida que llevaban nuestros bravos soldados, hecho que mueve a una justificada indignación y también a preguntarse si los jefes –en el orden jerárquico- ignoraban tales anomalías que conspiraban contra el espíritu de las tropas a las que sólo se les exigían cruentos sacrificios. ¿No sabía el Dr. Obligado, su ministro de guerra y los comandantes de las fronteras que los soldados carecían de lo más necesario para vivir y para combatir? Las injusticias y las calamidades comentadas por Hernández han sido ratificadas por numerosos escritores de la época sin que jamás hayan sido rebatidas por sus responsables.
Esta crítica situación hizo que las líneas de fronteras retrogradaran considerablemente perdiéndose unos 64.000 kilómetros de tierras útiles para la civilización. (2)
Referencias
(1) Estamos haciendo una síntesis expresado en la obra “La Conquista del Desierto” del mayor D. Juan Carlos Walther, editada por la Biblioteca de Oficial el año 1948.(2) En una carta dirigida a su esposa, fechada en Rosario el 7 de octubre de 1857, el general Lagos después de hacer algunos comentarios sobre la última invasión a Pergamino, decía: “…Que lamentable desgracia la de tantas infelices cautivas que aquellos bárbaros se llevan. Ya sabrás todo lo que llevaron de la estancia, para qué repetírtelo, pronto y muy pronto volverán a arrear cuanto quieran llevarse y sin remedio, porque las fuerzas que allí hay no hacen sino lucirse en simulacros y oprimir a sus semejantes y para los indios sólo son unos cobardes. Pobre campaña de Buenos Aires en poder de Emiliomé (sic) Mitre. Tuyo… etc.”.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de ObligadoLagos, Tte. Gral. Julio Alberto – General Don Hilario Lagos – Círculo Militar, Buenos Aires (1972).
Portal www.revisionistas.com.ar
Risso, Carlos Raúl – Combate de San Antonio de Iraola
domingo, 20 de marzo de 2016
Conflictos americanos: Conflicto del Marañón, 1941
Guerra peruano-ecuatoriana de 1941
La Guerra Peruano-Ecuatoriana tuvo lugar entre 1941 y 1942 enfrentando a Ecuador y al Perú. Ambas naciones están en completo desacuerdo en la forma en que se originó el conflicto:
La versión peruana de los hechos es que tropas ecuatorianas invadieron territorio peruano de Zarumilla, lo que originó una batalla que se extendió hasta una zona denominada Quebrada Seca.
La versión ecuatoriana es que el Perú tomó como pretexto una serie de incidentes que se venían produciendo entre patrullas fronterizas de lado y lado para invadir al Ecuador, con la intención de forzarlo a la firma de un acuerdo limítrofe que fije de manera clara la frontera entre ambos países, citando la evidente disparidad de fuerzas entre ambas naciones como soporte para su argumento. Esta corta guerra fue un éxito para las fuerzas armadas peruanas. Perú había formado una unidad paracaidista en la zona e hizo uso de ella con buen resultado - el primer combate en el hemisferio en el que intervinieron tropas aerotransportadas produjo la toma de Puerto Bolívar el 27 de julio de 1941.
Al cese de las operaciones militares a finales del mes, el Ejército del Perú, se encontraba en posesión de la mayor parte de la provincia ecuatoriana de El Oro, junto al océano Pacífico, así como de partes de la provincia de Loja y reafirmó el control peruano sobre los territorios orientales amazónicos sobre los que el Ecuador reclamaba derechos de soberanía.
El Gobierno ecuatoriano del doctor Carlos Alberto Arroyo del Río suscribió el Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Rio de Janeiro, el 29 de enero de 1942.
Bombardero de ataque Northrop 8A3P peruano. Una de las 9 máquinas en servicio al estallar el conflicto. Noten el casco italiano modelo 1935 del motociclista. y el Adrian 1916 del soldado cerca del ala.
Consecuencias
Aunque en el Ecuador sigue estando muy difundida la creencia de que el Protocolo de Rio de Janeiro despojó a la nación de más de 200.000 kilómetros cuadrados de territorio amazónico, lo cierto es que, si se considera la línea de frontera establecida en el status quo de 1936, la diferencia territorial a consecuencia del tratado de 1942 fue de 13.480 kilómetros cuadrados (Tobar Donoso, 1945).
Más allá de las posiciones nacionales, es necesario recordar que, como en casi todas las guerras entre las repúblicas americanas, exisitió en ésta intereses internacionales y un "fuerte olor a petróleo".
El asunto de los intereses estadounidenses en América Latina ha sido analizado por múltiples intelectuales, y uno que destaca por su lucidez es el libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina.
En el caso de la guerra Ecuador-Perú de 1941, como ha notado el geógrafo francés Jean Paul Deler (que ha trabajado en toda la región andina) en su obra Ecuador, del espacio al estado nacional, Quito, 1987: "
Existe una notable concordancia entre el trazado de la frontera de 1942 y los límites orientales de una inmensa concesión otorgada en 1937 a una filial de la Royal Dutch Shell por el gobierno ecuatoriano, en detrimento de una filial de la Standard Oil of New Jersey.
En efecto, tras 1941 Perú concesionó a compañías estadounidenses las zonas limítrofes hasta donde avanzaron sus tropas en aquel conflicto, y donde está ahora la frontera.
Reaparición del conflicto Dificultades en la Demarcación Fronteriza
Para llevar a cumplimiento la demarcación de la frontera según las instrucciones del Protocolo de Rio, ambos países formaron comisiones mixtas demarcadoras, que comenzaron la labor de colocación de los hitos fronterizos a mediados de 1942.
Pronto, sin embargo, quedó demostrado que la labor de demarcación en sí misma se prestaba para malentendidos y encerraba ya el gérmen de posteriores conflictos. Las divergencias de pareceres entre las comisiones sobre la interpretación de las instrucciones fijadas por el Protocolo tenían dos causas fundamentales: en primer lugar, ambas naciones interpretaban de manera distinta accidentes geográficos claros y definidos, un ejemplo de lo cual fue la definición del cauce del río Zarumilla. En segundo lugar, y esto referente a la delimitación de la frontera en la región amazónica, la falta de conocimiento detallado en 1942 acerca de la geografía de grandes áreas de dicha región había obligado a los firmantes del Protocolo a utilizar fórmulas general y poco específicas, tales como "nacientes del río X" o "divortium aquarum" (divorcio o separador de aguas), fórmulas que naturalmente podían prestarse para diversas interpretaciones, de acuerdo a los intereses de cada país.
El Ecuador y Perú veían con distintos ojos la aparición de dichos impasses: para el Perú, las protestas y reclamos ecuatorianos no eran sino una maniobra de dicho país para desconocer el Protocolo de Río y perennizar un conflicto que debía haber quedado superado definitivamente. Para el Ecuador, en cambio, las interpretaciones peruanas eran vistas como el intento del vecino del sur por trazar los límites interpretando el Protocolo de acuerdo a sus conveniencias, aprovechando para ello de su posición de país más poderoso, y amagando con hacer uso de la fuerza en caso de ser necesario. Así, el Protocolo de Rio, lejos de terminar con la vieja disputa entre ambas naciones, inauguraba un nuevo período de tensiones ecuatoriano-peruanas, caracterizado fundamentalmente por la desconfianza y el resentimiento, sentimientos que enraizaron más en el Ecuador que en el Perú, país que intentaba cerrar un frente de potenciales conflictos para concentrarse en el peligro que se consideraba como más inmediato para su seguridad nacional, las diferencias y tensiones con la República de Chile.
Mapas de las zonas en litigio
El divortium aquarum: La demarcación se suspende indefinidamente
Como quiera que fuese, las comisiones demarcadoras fueron realizando su labor, y reportando ante los garantes del Protocolo las discrepancias a medida que éstas iban surgiendo. De esta manera, varias divergencias fueron superadas mediante la intervención del canciller de Brasil, Oswaldo Aranha, dejándose otras en manos del capitán Braz Dias de Aguiar, también brasileño, quien dio solución a otro grupo de impases con un arbitraje emitido el 14 de julio de 1945. Entre los fallos emitidos por Dias de Aguiar se encontraba uno referente al trazado de la línea en las inmediaciones de la confluencia de los ríos Santiago y Yaupi.
La divergencia más importante, sin embargo, surgiría con la aplicación de las instrucciones contenidas en el artículo VII del Protocolo, en su literal (a), numeral (1), el cual rezaba:
De la quebrada de San Francisco, el divortium aquarum entre el río Zamora y el río Santiago, hasta la confluencia del río Santiago con el Yaupi.
La razón para la utilización del término no muy preciso de divortium aquarum en esta sección del documento se debía a que, al momento de la firma del Protocolo, se tenía escaso conocimiento de la geografía de la región aludida, lo que impidió hacer uso de nombres específicos de ríos o quebradas, como sí se lo hacía en el resto de literales. Con el fin de procederse a la demarcación del sector, las Partes solicitaron a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, en tanto que país Garante, elaborar un mapa aerofotogramético de la región, el cual fue entregado oficialmente a cada una de las partes en febrero de 1947. Paradójicamente, dicho mapa, lejos de dar las herramientas para el rápido cierre de la frontera en el sector aludido, fue en sí mismo el causante de un impase aún mayor.
Una declaración polémica: la "nulidad" del Protocolo
El desastre militar de 1941 y la firma del tratado de paz del año siguiente dejaron una huella profunda en el proceso histórico ecuatoriano. El sentimiento de humillación nacional, agudizado por divisiones internas que sacaban a la luz acusaciones de cobardía de parte del Ejército durante la invasión peruana, y de traición a la Patria de parte de los diplomáticos y políticos que firmaron el Protocolo de Rio de Janeiro, dio paso a un deseo latente de revanchismo y de reivindicación, que se habían hecho ya patentes en 1948 con la decisión unilateral por parte del Ecuador de suspender el proceso de demarcación de la frontera, y que se resumían de manera cabal en la frase que se convirtió en un estribillo nacional coreado por los actores políticos ecuatorianos de las más diversas ideologías.
El Ecuador es, fue y será País Amazónico
En un país carente de conciencia nacional desde su misma fundación en 1830, y rasgado por el intenso regionalismo y la rivalidad entre las ciudades de Quito -ciudad capital-, y Guayaquil, -núcleo económico de la nación-, el antiperuanismo pasó a convertirse en el único polo de atracción capaz de unir a todos los ecuatorianos.
Aunque en el Perú nunca llegó quizá a enraizar un sentimiento generalizado de antiecuatorianismo -a excepción hecha de Iquitos y las regiones nororientales colindantes con el Ecuador, paradójicamente los mismos territorios sobre los que el Ecuador insistía en reclamar como suyos-, su propio proceso histórico contribuyó a perpetuar el ambiente de conflicto permanente. En efecto, la guerra del Pacífico con la República de Chile, que trajo aparejada una humillante y dolorosa ocupación de Lima, y la posterior pérdida de territorios a consecuencia de la firma de la paz, influyeron de manera no poco importante en las futuras relaciones del Perú con su "problemático" vecino del norte.
Ya la guerra de 1941 con el Ecuador, que trajo aparejada la invasión y ocupación temporal de la provincia ecuatoriana de El Oro, había servido a sus fuerzas armadas como una reivindicación simbólica del desastre nacional de 1879-1884. Posteriormente, la recalcitrante negativa ecuatoriana al cierre de la frontera en el sector disputado de la Cordillera del Cóndor, sin previa revisión del tratado, fue interpretada por el Perú como una intentona artera, por parte del Ecuador, de querer desconocer un convenio internacional debidamente firmado por ambos países, y ratificado por sus respectivas legislaturas. A la luz de sus dolorosas experiencias con Chile, el Perú se negó a considerar cualquier revisión al Protocolo, y adoptó la política de que, firmado el Protocolo, con el Ecuador "no había ningún asunto fronterizo pendiente de resolver".
La combinación de las actitudes ecuatorianas y peruanas traía consigo el gérmen de posteriores enfrentamientos no sólo diplomáticos, sino también militares. El Ecuador, sus protestas desoídas tanto por parte del Perú como de los países garantes, se encaminó por una senda peligrosa: la de infundir en el país un sentimiento de inconformidad, clamando el derecho a una reivindicación nacional, simbolizado a través del intento de buscar una "salida soberana" al río Amazonas, concepto que de por sí implicaba el derecho a exigir, cuando menos, un corredor de tierra hacia el río Marañón.
El Perú, por las razones arriba mencionadas, adoptó una actitud cada vez más intransigente, en la que fue primando el concepto de que la única manera de tratar con el Ecuador consistía en hacer uso de la fuerza. Cualquier intentona ecuatoriana de "infiltrarse" en territorios vistos como legítima e indiscutiblemente peruanos sería, en adelante, solucionada rápidamente por la vía de las armas.
El siguiente paso era apenas cuestión de tiempo, o de personalidades. En 1960, el presidente ecuatoriano Dr. José María Velasco Ibarra declaró de manera sorpresiva que el Protocolo de Rio de Janeiro no sólo era inejecutable sino que era "nulo de nulidad absoluta", porque había sido impuesto bajo coerción y con presencia de fuerzas militares peruanas en suelo ecuatoriano.
Según la administración de Velasco Ibarra y posteriores análisis, los problemas del tratado eran los siguientes:
Que el protocolo no era ejecutable, dado que uno de los puntos del mismo no concordaba con la realidad geográfica de la zona: Específicamente que no hay un solo divortium aquarum entre el Zamora y el Santiago sino dos: uno entre el Zamora y el Cenepa, y otro entre el Cenepa y el Santiago. Más aún, en tanto que no se había mencionado a la Cordillera del Cóndor en ninguna parte del artículo séptimo del Protocolo, no existía razón de fuerza para considerarlo indiscutiblemente como el divortium aquarum al que se hacía referencia.
Que fue firmado mientras tropas Peruanas ocupaban territorio Ecuatoriano.
Que la conquista de territorio por la fuerza está en contra de la ley internacional.
Por falta de cumplimiento de ciertas disposiciones en cuanto a navegación por ríos de la Amazonía.
Sin embargo tal declaración produjo poco impacto en la comunidad internacional, y el tratado siguió siendo tenido por válido por el Perú y los cuatro países garantes del mismo, Argentina, Brasil, Chile y los Estados Unidos). Hecha la declaración, era poco lo que posteriores gobiernos ecuatorianos podían hacer al respecto. Ningún gobierno ecuatoriano abjuró oficialmente del Protocolo de Rio de Janeiro ni ante el Perú ni ante ningún organismo internacional. No se puso en tela de duda la legitimidad de los hitos ya colocados, ni se desconoció la calidad de garantes de los Estados Unidos, Argentina, Brasil y Chile, aunque eufemísticamente se los pasó a denominar "países amigos" en vez de "países garantes".
Zarumilla-Marañón: El breve conflicto de 1941 entre el Ecuador y el Perú
En Julio de 1941, un conflicto latente entre dos naciones Sudamericanas estalla, cuando una patrulla ecuatoriana abre fuego sobre Guardias Civiles peruanos en un paraje llamado Brumador, un viejo cauce del rió Zarumilla. El balance de fuerzas, capacidades, población y recursos se inclina obviamente hacia el Perú, país que a fines de la década de 1930 contaba con una superficie de 1.2 millones de km2 y una población de 6,6 millones de habitantes, las entradas del fisco sumaban unos 31 millones de dólares anuales; y desde 1935 al menos el 25% de dichas entradas fue dedicada a la modernización y expansión de las fuerzas armadas
Tanque THN38 P. Unos de 24 vehículos de este tipo utilizaba el Ejército peruano. (foto: cortesía Jorge Souto)
]Estos tanques, de un modelo considerado como el mejor en su tipo a fines de la década de 1930 habían llegado al país a fines de 1938. Previamente, el ejercito peruano había recibido seis tractires Latil UE armados con ametralladoras Maxim de cal. 7,65 mm . Dicho tractor era una versión francesa, fabricada bajo licencia, de la tanqueta Vickers Carden Lloyd Ml VIb adquirida por Bolivia y Chile a comienzos de esta década. Luego de la amarga experiencia sufrida en 1933 frente a Colombia, el gobierno peruano presto singular atención a las necesidades de las fuerzas armadas. El ejército peruano, vio doblar sus efectivos, que en 1940, en vísperas del conflicto, sumaban 15.723 hombres, de los cuales alrededor de 8.000 se hallaban distribuidos en bases y destacamentos a lo largo de la frontera con el Ecuador. El equipo disponible consistía de unos 77.000 fusiles y carabinas Máuser cal. 7,65, entre los que se incluían el mod. 1909, y alrededor de 16.000 mod. argentino 1891, 140 moteros Stoke-Brandt de 60 y 81 mm, 16 piezas de artillería A.A. Semag y Masen mod, 1935 de 20 mm, y a 56 piezas de artillería de montaña y campaña, las mas modernas de las cuales eran unas pocas baterías de obuses de 105 mm Schneider mod. 1928, y de casi omo cañones Arisaka mod 1905 de 75 mm de campaña, y piezas anti-tanque de fabricación japonesa de 37 mm adquiridos en las postrimerías del conflicto con Colombia. En caso de guerra, el Perú podría movilizar 1350.000 reservistas entrenados y asimismo contar con 400.000 reservistas sin entrenamiento. La marina de guerra contaba con dos viejos cruceros livianos de 3200 toneladas cada uno, el "Coronel Bolognesi" y el "Almirante Grau", con un armamento de 2 cañones Vickers de 152 mm L.50, 6 x 76,2, 2 x 80 mm A.A., 2 x 20 mm A.A. y dos tubos torpederos de 45cm. La eficiencia de estos buques, construidos en Inglaterra en 1906 era cuestionable. La flota incluía a dos antiguos destructores de la marina de guerra Zarista construidos durante la 1a. Guerra Mundial, que fueron adquiridos en Estonia al agravarse la disputa de Leticia, 4 submarinos de construcción estadounidenses, 7 cañoneras fluviales, y tres cañoneras menores. Las unidades de la flota eran anticuadas, y se hallaban en condiciones de mantenimiento y eficiencia a las que el agregado naval de los EEUU clasifico como de "mediocre".
Como hemos de ver próximamente, el CAP (Cuerpo de Aviación del Perú), era una fuerza de relativa importancia en el contexto militar sudamericano. En cuanto a eficiencia y entrenamiento, los agregados militares de EEUU la clasificaban en tercera posición en Sudamérica, después de las fuerzas aéreas de la Argentina y el Brasil. El CAP contaba con 205 pilotos y 3607 hombres, y como hemos de ver, una importante flota que en cantidad solo era superada el Comando De Aviación del Ejército argentino.
Tanque THN38 en acción
Soldados del Agrupamiento El Algarrobo, los fusiles me queda claro que son Mauser, la ametralladora es una Hotchkliss mod. 1914.
Piezas AA Breda de 20mm tomadas al Ecuador
Northrop 8AP
Escuadrilla Caproni CA 310 y Northrop 8A
Caproni CA 135
Material aéreo del Agrupamiento Norte
Fuente
Enciclopedia Wikipedia
Foristas Brunner y Mangosta15
La Guerra Peruano-Ecuatoriana tuvo lugar entre 1941 y 1942 enfrentando a Ecuador y al Perú. Ambas naciones están en completo desacuerdo en la forma en que se originó el conflicto:
La versión peruana de los hechos es que tropas ecuatorianas invadieron territorio peruano de Zarumilla, lo que originó una batalla que se extendió hasta una zona denominada Quebrada Seca.
La versión ecuatoriana es que el Perú tomó como pretexto una serie de incidentes que se venían produciendo entre patrullas fronterizas de lado y lado para invadir al Ecuador, con la intención de forzarlo a la firma de un acuerdo limítrofe que fije de manera clara la frontera entre ambos países, citando la evidente disparidad de fuerzas entre ambas naciones como soporte para su argumento. Esta corta guerra fue un éxito para las fuerzas armadas peruanas. Perú había formado una unidad paracaidista en la zona e hizo uso de ella con buen resultado - el primer combate en el hemisferio en el que intervinieron tropas aerotransportadas produjo la toma de Puerto Bolívar el 27 de julio de 1941.
Al cese de las operaciones militares a finales del mes, el Ejército del Perú, se encontraba en posesión de la mayor parte de la provincia ecuatoriana de El Oro, junto al océano Pacífico, así como de partes de la provincia de Loja y reafirmó el control peruano sobre los territorios orientales amazónicos sobre los que el Ecuador reclamaba derechos de soberanía.
El Gobierno ecuatoriano del doctor Carlos Alberto Arroyo del Río suscribió el Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Rio de Janeiro, el 29 de enero de 1942.
Bombardero de ataque Northrop 8A3P peruano. Una de las 9 máquinas en servicio al estallar el conflicto. Noten el casco italiano modelo 1935 del motociclista. y el Adrian 1916 del soldado cerca del ala.
Consecuencias
Aunque en el Ecuador sigue estando muy difundida la creencia de que el Protocolo de Rio de Janeiro despojó a la nación de más de 200.000 kilómetros cuadrados de territorio amazónico, lo cierto es que, si se considera la línea de frontera establecida en el status quo de 1936, la diferencia territorial a consecuencia del tratado de 1942 fue de 13.480 kilómetros cuadrados (Tobar Donoso, 1945).
Más allá de las posiciones nacionales, es necesario recordar que, como en casi todas las guerras entre las repúblicas americanas, exisitió en ésta intereses internacionales y un "fuerte olor a petróleo".
El asunto de los intereses estadounidenses en América Latina ha sido analizado por múltiples intelectuales, y uno que destaca por su lucidez es el libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina.
En el caso de la guerra Ecuador-Perú de 1941, como ha notado el geógrafo francés Jean Paul Deler (que ha trabajado en toda la región andina) en su obra Ecuador, del espacio al estado nacional, Quito, 1987: "
Existe una notable concordancia entre el trazado de la frontera de 1942 y los límites orientales de una inmensa concesión otorgada en 1937 a una filial de la Royal Dutch Shell por el gobierno ecuatoriano, en detrimento de una filial de la Standard Oil of New Jersey.
En efecto, tras 1941 Perú concesionó a compañías estadounidenses las zonas limítrofes hasta donde avanzaron sus tropas en aquel conflicto, y donde está ahora la frontera.
Reaparición del conflicto Dificultades en la Demarcación Fronteriza
Para llevar a cumplimiento la demarcación de la frontera según las instrucciones del Protocolo de Rio, ambos países formaron comisiones mixtas demarcadoras, que comenzaron la labor de colocación de los hitos fronterizos a mediados de 1942.
Pronto, sin embargo, quedó demostrado que la labor de demarcación en sí misma se prestaba para malentendidos y encerraba ya el gérmen de posteriores conflictos. Las divergencias de pareceres entre las comisiones sobre la interpretación de las instrucciones fijadas por el Protocolo tenían dos causas fundamentales: en primer lugar, ambas naciones interpretaban de manera distinta accidentes geográficos claros y definidos, un ejemplo de lo cual fue la definición del cauce del río Zarumilla. En segundo lugar, y esto referente a la delimitación de la frontera en la región amazónica, la falta de conocimiento detallado en 1942 acerca de la geografía de grandes áreas de dicha región había obligado a los firmantes del Protocolo a utilizar fórmulas general y poco específicas, tales como "nacientes del río X" o "divortium aquarum" (divorcio o separador de aguas), fórmulas que naturalmente podían prestarse para diversas interpretaciones, de acuerdo a los intereses de cada país.
El Ecuador y Perú veían con distintos ojos la aparición de dichos impasses: para el Perú, las protestas y reclamos ecuatorianos no eran sino una maniobra de dicho país para desconocer el Protocolo de Río y perennizar un conflicto que debía haber quedado superado definitivamente. Para el Ecuador, en cambio, las interpretaciones peruanas eran vistas como el intento del vecino del sur por trazar los límites interpretando el Protocolo de acuerdo a sus conveniencias, aprovechando para ello de su posición de país más poderoso, y amagando con hacer uso de la fuerza en caso de ser necesario. Así, el Protocolo de Rio, lejos de terminar con la vieja disputa entre ambas naciones, inauguraba un nuevo período de tensiones ecuatoriano-peruanas, caracterizado fundamentalmente por la desconfianza y el resentimiento, sentimientos que enraizaron más en el Ecuador que en el Perú, país que intentaba cerrar un frente de potenciales conflictos para concentrarse en el peligro que se consideraba como más inmediato para su seguridad nacional, las diferencias y tensiones con la República de Chile.
Mapas de las zonas en litigio
El divortium aquarum: La demarcación se suspende indefinidamente
Como quiera que fuese, las comisiones demarcadoras fueron realizando su labor, y reportando ante los garantes del Protocolo las discrepancias a medida que éstas iban surgiendo. De esta manera, varias divergencias fueron superadas mediante la intervención del canciller de Brasil, Oswaldo Aranha, dejándose otras en manos del capitán Braz Dias de Aguiar, también brasileño, quien dio solución a otro grupo de impases con un arbitraje emitido el 14 de julio de 1945. Entre los fallos emitidos por Dias de Aguiar se encontraba uno referente al trazado de la línea en las inmediaciones de la confluencia de los ríos Santiago y Yaupi.
La divergencia más importante, sin embargo, surgiría con la aplicación de las instrucciones contenidas en el artículo VII del Protocolo, en su literal (a), numeral (1), el cual rezaba:
De la quebrada de San Francisco, el divortium aquarum entre el río Zamora y el río Santiago, hasta la confluencia del río Santiago con el Yaupi.
La razón para la utilización del término no muy preciso de divortium aquarum en esta sección del documento se debía a que, al momento de la firma del Protocolo, se tenía escaso conocimiento de la geografía de la región aludida, lo que impidió hacer uso de nombres específicos de ríos o quebradas, como sí se lo hacía en el resto de literales. Con el fin de procederse a la demarcación del sector, las Partes solicitaron a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, en tanto que país Garante, elaborar un mapa aerofotogramético de la región, el cual fue entregado oficialmente a cada una de las partes en febrero de 1947. Paradójicamente, dicho mapa, lejos de dar las herramientas para el rápido cierre de la frontera en el sector aludido, fue en sí mismo el causante de un impase aún mayor.
Una declaración polémica: la "nulidad" del Protocolo
El desastre militar de 1941 y la firma del tratado de paz del año siguiente dejaron una huella profunda en el proceso histórico ecuatoriano. El sentimiento de humillación nacional, agudizado por divisiones internas que sacaban a la luz acusaciones de cobardía de parte del Ejército durante la invasión peruana, y de traición a la Patria de parte de los diplomáticos y políticos que firmaron el Protocolo de Rio de Janeiro, dio paso a un deseo latente de revanchismo y de reivindicación, que se habían hecho ya patentes en 1948 con la decisión unilateral por parte del Ecuador de suspender el proceso de demarcación de la frontera, y que se resumían de manera cabal en la frase que se convirtió en un estribillo nacional coreado por los actores políticos ecuatorianos de las más diversas ideologías.
El Ecuador es, fue y será País Amazónico
En un país carente de conciencia nacional desde su misma fundación en 1830, y rasgado por el intenso regionalismo y la rivalidad entre las ciudades de Quito -ciudad capital-, y Guayaquil, -núcleo económico de la nación-, el antiperuanismo pasó a convertirse en el único polo de atracción capaz de unir a todos los ecuatorianos.
Aunque en el Perú nunca llegó quizá a enraizar un sentimiento generalizado de antiecuatorianismo -a excepción hecha de Iquitos y las regiones nororientales colindantes con el Ecuador, paradójicamente los mismos territorios sobre los que el Ecuador insistía en reclamar como suyos-, su propio proceso histórico contribuyó a perpetuar el ambiente de conflicto permanente. En efecto, la guerra del Pacífico con la República de Chile, que trajo aparejada una humillante y dolorosa ocupación de Lima, y la posterior pérdida de territorios a consecuencia de la firma de la paz, influyeron de manera no poco importante en las futuras relaciones del Perú con su "problemático" vecino del norte.
Ya la guerra de 1941 con el Ecuador, que trajo aparejada la invasión y ocupación temporal de la provincia ecuatoriana de El Oro, había servido a sus fuerzas armadas como una reivindicación simbólica del desastre nacional de 1879-1884. Posteriormente, la recalcitrante negativa ecuatoriana al cierre de la frontera en el sector disputado de la Cordillera del Cóndor, sin previa revisión del tratado, fue interpretada por el Perú como una intentona artera, por parte del Ecuador, de querer desconocer un convenio internacional debidamente firmado por ambos países, y ratificado por sus respectivas legislaturas. A la luz de sus dolorosas experiencias con Chile, el Perú se negó a considerar cualquier revisión al Protocolo, y adoptó la política de que, firmado el Protocolo, con el Ecuador "no había ningún asunto fronterizo pendiente de resolver".
La combinación de las actitudes ecuatorianas y peruanas traía consigo el gérmen de posteriores enfrentamientos no sólo diplomáticos, sino también militares. El Ecuador, sus protestas desoídas tanto por parte del Perú como de los países garantes, se encaminó por una senda peligrosa: la de infundir en el país un sentimiento de inconformidad, clamando el derecho a una reivindicación nacional, simbolizado a través del intento de buscar una "salida soberana" al río Amazonas, concepto que de por sí implicaba el derecho a exigir, cuando menos, un corredor de tierra hacia el río Marañón.
El Perú, por las razones arriba mencionadas, adoptó una actitud cada vez más intransigente, en la que fue primando el concepto de que la única manera de tratar con el Ecuador consistía en hacer uso de la fuerza. Cualquier intentona ecuatoriana de "infiltrarse" en territorios vistos como legítima e indiscutiblemente peruanos sería, en adelante, solucionada rápidamente por la vía de las armas.
El siguiente paso era apenas cuestión de tiempo, o de personalidades. En 1960, el presidente ecuatoriano Dr. José María Velasco Ibarra declaró de manera sorpresiva que el Protocolo de Rio de Janeiro no sólo era inejecutable sino que era "nulo de nulidad absoluta", porque había sido impuesto bajo coerción y con presencia de fuerzas militares peruanas en suelo ecuatoriano.
Según la administración de Velasco Ibarra y posteriores análisis, los problemas del tratado eran los siguientes:
Que el protocolo no era ejecutable, dado que uno de los puntos del mismo no concordaba con la realidad geográfica de la zona: Específicamente que no hay un solo divortium aquarum entre el Zamora y el Santiago sino dos: uno entre el Zamora y el Cenepa, y otro entre el Cenepa y el Santiago. Más aún, en tanto que no se había mencionado a la Cordillera del Cóndor en ninguna parte del artículo séptimo del Protocolo, no existía razón de fuerza para considerarlo indiscutiblemente como el divortium aquarum al que se hacía referencia.
Que fue firmado mientras tropas Peruanas ocupaban territorio Ecuatoriano.
Que la conquista de territorio por la fuerza está en contra de la ley internacional.
Por falta de cumplimiento de ciertas disposiciones en cuanto a navegación por ríos de la Amazonía.
Sin embargo tal declaración produjo poco impacto en la comunidad internacional, y el tratado siguió siendo tenido por válido por el Perú y los cuatro países garantes del mismo, Argentina, Brasil, Chile y los Estados Unidos). Hecha la declaración, era poco lo que posteriores gobiernos ecuatorianos podían hacer al respecto. Ningún gobierno ecuatoriano abjuró oficialmente del Protocolo de Rio de Janeiro ni ante el Perú ni ante ningún organismo internacional. No se puso en tela de duda la legitimidad de los hitos ya colocados, ni se desconoció la calidad de garantes de los Estados Unidos, Argentina, Brasil y Chile, aunque eufemísticamente se los pasó a denominar "países amigos" en vez de "países garantes".
Zarumilla-Marañón: El breve conflicto de 1941 entre el Ecuador y el Perú
En Julio de 1941, un conflicto latente entre dos naciones Sudamericanas estalla, cuando una patrulla ecuatoriana abre fuego sobre Guardias Civiles peruanos en un paraje llamado Brumador, un viejo cauce del rió Zarumilla. El balance de fuerzas, capacidades, población y recursos se inclina obviamente hacia el Perú, país que a fines de la década de 1930 contaba con una superficie de 1.2 millones de km2 y una población de 6,6 millones de habitantes, las entradas del fisco sumaban unos 31 millones de dólares anuales; y desde 1935 al menos el 25% de dichas entradas fue dedicada a la modernización y expansión de las fuerzas armadas
Tanque THN38 P. Unos de 24 vehículos de este tipo utilizaba el Ejército peruano. (foto: cortesía Jorge Souto)
]Estos tanques, de un modelo considerado como el mejor en su tipo a fines de la década de 1930 habían llegado al país a fines de 1938. Previamente, el ejercito peruano había recibido seis tractires Latil UE armados con ametralladoras Maxim de cal. 7,65 mm . Dicho tractor era una versión francesa, fabricada bajo licencia, de la tanqueta Vickers Carden Lloyd Ml VIb adquirida por Bolivia y Chile a comienzos de esta década. Luego de la amarga experiencia sufrida en 1933 frente a Colombia, el gobierno peruano presto singular atención a las necesidades de las fuerzas armadas. El ejército peruano, vio doblar sus efectivos, que en 1940, en vísperas del conflicto, sumaban 15.723 hombres, de los cuales alrededor de 8.000 se hallaban distribuidos en bases y destacamentos a lo largo de la frontera con el Ecuador. El equipo disponible consistía de unos 77.000 fusiles y carabinas Máuser cal. 7,65, entre los que se incluían el mod. 1909, y alrededor de 16.000 mod. argentino 1891, 140 moteros Stoke-Brandt de 60 y 81 mm, 16 piezas de artillería A.A. Semag y Masen mod, 1935 de 20 mm, y a 56 piezas de artillería de montaña y campaña, las mas modernas de las cuales eran unas pocas baterías de obuses de 105 mm Schneider mod. 1928, y de casi omo cañones Arisaka mod 1905 de 75 mm de campaña, y piezas anti-tanque de fabricación japonesa de 37 mm adquiridos en las postrimerías del conflicto con Colombia. En caso de guerra, el Perú podría movilizar 1350.000 reservistas entrenados y asimismo contar con 400.000 reservistas sin entrenamiento. La marina de guerra contaba con dos viejos cruceros livianos de 3200 toneladas cada uno, el "Coronel Bolognesi" y el "Almirante Grau", con un armamento de 2 cañones Vickers de 152 mm L.50, 6 x 76,2, 2 x 80 mm A.A., 2 x 20 mm A.A. y dos tubos torpederos de 45cm. La eficiencia de estos buques, construidos en Inglaterra en 1906 era cuestionable. La flota incluía a dos antiguos destructores de la marina de guerra Zarista construidos durante la 1a. Guerra Mundial, que fueron adquiridos en Estonia al agravarse la disputa de Leticia, 4 submarinos de construcción estadounidenses, 7 cañoneras fluviales, y tres cañoneras menores. Las unidades de la flota eran anticuadas, y se hallaban en condiciones de mantenimiento y eficiencia a las que el agregado naval de los EEUU clasifico como de "mediocre".
Como hemos de ver próximamente, el CAP (Cuerpo de Aviación del Perú), era una fuerza de relativa importancia en el contexto militar sudamericano. En cuanto a eficiencia y entrenamiento, los agregados militares de EEUU la clasificaban en tercera posición en Sudamérica, después de las fuerzas aéreas de la Argentina y el Brasil. El CAP contaba con 205 pilotos y 3607 hombres, y como hemos de ver, una importante flota que en cantidad solo era superada el Comando De Aviación del Ejército argentino.
Tanque THN38 en acción
Soldados del Agrupamiento El Algarrobo, los fusiles me queda claro que son Mauser, la ametralladora es una Hotchkliss mod. 1914.
Piezas AA Breda de 20mm tomadas al Ecuador
Northrop 8AP
Escuadrilla Caproni CA 310 y Northrop 8A
Caproni CA 135
Material aéreo del Agrupamiento Norte
Fuente
Enciclopedia Wikipedia
Foristas Brunner y Mangosta15
sábado, 19 de marzo de 2016
Guerra de Secesión: Las fotos de los veteranos heridos
Estas fotos misteriosas de la guerra civil cambiado la forma de los EE.UU. vio a sus veteranos
La innovadora fotografía de Reed Bontecou utiliza un nuevo medio para llamar la atención sobre las heridas de la guerra
Por Erin Blakemore
SMITHSONIAN.COM
La Guerra Civil cambió todo estadounidenses pensaban acerca de la guerra y ella misma. Se marcó el comienzo de un nuevo tipo de guerra, que puso la innovación industrial de Estados Unidos a la prueba e hizo matar más fácil que nunca. Pero los que no morían terminó con heridas de los gustos de los cuales nunca se habían visto (o tratados) por los médicos. La tecnología moderna ha creado un nuevo grupo de veteranos modernas.
Pero la tecnología moderna también estaba en la mano para ayudar a los soldados heridos. Como señala la opinión de Dominio Público, un médico llamado Reed Bontecou utiliza la nueva innovación de la fotografía para documentar las víctimas de la Guerra Civil. Las fotos fueron tomadas anteriormente por Bontecou y marcadas con lápiz rojo para mostrar la trayectoria de los disparos que causaron cada herida. Las aterradoras fotos que tomó no se utilizaron sólo para documentar los efectos físicos del conflicto, sino para enseñar a los cirujanos de campo y ayudar a los veteranos reciben una compensación una vez que la guerra había terminado.
Bontecou practicó la medicina para el ejército en Nueva York, cuando estalló la guerra. Se convirtió en cirujano primer regimiento de voluntarios de la Guerra Civil y de pronto se encontró realizar los primeros auxilios, cirugías e incluso amputaciones en campos de batalla activa en condiciones intensas. Con el tiempo se convirtió en cirujano en jefe del mayor hospital general de la república de la guerra.
Y ahí es donde entra en juego la fotografía. Dentro del hospital, Bontecou comenzó a documentar heridas de los soldados utilizando cartes de visite. Las fotografías tamaño de la palma eran baratos y fáciles de hacer, y el equipo de Bontecou ellos utilizan no sólo para documentar las formas en que se estaban heridos soldados, sino como herramientas para enseñar a los cirujanos en el campo de las nuevas formas de realizar cirugías. Bontecou contribuyó en gran medida a la historia médica y quirúrgica de la guerra de la rebelión, que fue encargado por el Cirujano General de los EE.UU., y resumió los resultados médicos de la guerra.
Después de la, fotografías de Bontecou llegó a ser importante por una razón diferente: Fueron utilizados por los soldados que necesitaban para demostrar la gravedad de sus heridas a las juntas de pensiones a recibir una compensación por sus servicios. Hoy en día, Bontecou a veces se llama "el Napoleón de Cirujanos" por su valentía. Pero los soldados cuyas heridas fotografió a hombres infectados con gangrena, acribillados y despojados de la vida que una vez supieron lo que era ser atravesado por explosiones de munición eran tan valiente cuando éstos sufrieron sus heridas, luego desnudados para la cámara.
viernes, 18 de marzo de 2016
Patagonia: Bariloche atrae a presidentes americanos
Bariloche, el lugar que eligen los presidentes estadounidenses para descansar
Roosevelt, Eisenhower, Clinton y ahora Obama; la ciudad rionegrina tiene un encanto especial para los mandatarios
Dolores Caviglia LA NACION
Bill y Hillary Clinton, en Bariloche
La primera visita fue en 1913. Hace más de cien años, San Carlos de Bariloche deslumbró al por entonces ya ex presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt. Llegó al sur de nuestro país el 30 de noviembre de 1913, sólo diez años después de la fundación del pueblo. Todo un aventurero. Su fama lo precedía. Era amante de la naturaleza, los paseos al aire libre, la caza. El sur le daba el paisaje perfecto: los lagos, la fauna, la flora, el aire.
El siguiente en la lista fue el republicano Dwight Eisenhower en 1960. No fue el segundo presidente en visitar la Argentina, entre uno y otro estuvo el recién electo Herbert Hoover -quien dirigió la Casa Blanca hasta 1933- pero no visitó Bariloche como sí lo hizo quien lo sucedió 20 años después.
Eisenhower estuvo en el país durante la presidencia de Arturo Frondizi. Su paso fue parte de una gira por el continente y tuvo como objetivo principal mejorar las relaciones bilaterales. Otra vez, Bariloche fue el destino elegido para disfrutar de los momentos más distendidos.
Dwight Eisenhower junto a Arturo Frondizi en 1960.
Después debieron pasar 37 años hasta que la ciudad de Río Negro volviera a recibir a un mandatario estadounidense. Fue Bill Clinton quien recorrió sus calles, sus lagos y disfrutó de todo su atractivo junto a su esposa Hillary. En su estadía, saborearon las delicatesen ahumadas típicas de la región; se relajaron en las instalaciones del lujoso hotel Llao-Llao; recorrieron con ropa deportiva y durante 20 minutos de la mano de un guía y una traductora el Bosque de Arrayanes; galoparon a caballo cerca en un campo; y jugaron al golf.
El presidente estadounidense Theodore Roosevelt. Foto: bicentennialppt.
Dato curioso: Hillary Clinton es ahora la precandidata presidencial favorita del Partido Demócrata y podría consagrarse el 8 de noviembre como la nueva presidenta de Estados Unidos, la primera mujer en la historia del país. Y ya conoce Bariloche.
En 1990 George Bush padre estuvo junto al ex presidente Carlos Menem en el país y 14 años después fue su hijo quien siguió sus exactos pasos. Pero ninguno de los Bush visitó el sur.
Ahora, es el presidente Barack Obama quien llegará el próximo 24 de marzo a la ciudad turística para disfrutar en familia de todos sus encantos. De acuerdo con el encargado de negocios de la embajada en Buenos Aires, Kevin Sullivan, "quien más influyó sobre la decisión del presidente Obama fue su mujer. La primera dama se enteró de cómo es Bariloche y de su belleza, y quería compartir un poco de tiempo en familia. No es fácil para un presidente encontrar un tiempo para ese propósito".
De nuevo, la ciudad rionegrina será el lugar perfecto para que un presidente de Estados Unidos disfrute de su tiempo libre y descanse en compañía de los suyos
Roosevelt, Eisenhower, Clinton y ahora Obama; la ciudad rionegrina tiene un encanto especial para los mandatarios
Dolores Caviglia LA NACION
Bill y Hillary Clinton, en Bariloche
La primera visita fue en 1913. Hace más de cien años, San Carlos de Bariloche deslumbró al por entonces ya ex presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt. Llegó al sur de nuestro país el 30 de noviembre de 1913, sólo diez años después de la fundación del pueblo. Todo un aventurero. Su fama lo precedía. Era amante de la naturaleza, los paseos al aire libre, la caza. El sur le daba el paisaje perfecto: los lagos, la fauna, la flora, el aire.
El siguiente en la lista fue el republicano Dwight Eisenhower en 1960. No fue el segundo presidente en visitar la Argentina, entre uno y otro estuvo el recién electo Herbert Hoover -quien dirigió la Casa Blanca hasta 1933- pero no visitó Bariloche como sí lo hizo quien lo sucedió 20 años después.
Eisenhower estuvo en el país durante la presidencia de Arturo Frondizi. Su paso fue parte de una gira por el continente y tuvo como objetivo principal mejorar las relaciones bilaterales. Otra vez, Bariloche fue el destino elegido para disfrutar de los momentos más distendidos.
Dwight Eisenhower junto a Arturo Frondizi en 1960.
Después debieron pasar 37 años hasta que la ciudad de Río Negro volviera a recibir a un mandatario estadounidense. Fue Bill Clinton quien recorrió sus calles, sus lagos y disfrutó de todo su atractivo junto a su esposa Hillary. En su estadía, saborearon las delicatesen ahumadas típicas de la región; se relajaron en las instalaciones del lujoso hotel Llao-Llao; recorrieron con ropa deportiva y durante 20 minutos de la mano de un guía y una traductora el Bosque de Arrayanes; galoparon a caballo cerca en un campo; y jugaron al golf.
El presidente estadounidense Theodore Roosevelt. Foto: bicentennialppt.
Dato curioso: Hillary Clinton es ahora la precandidata presidencial favorita del Partido Demócrata y podría consagrarse el 8 de noviembre como la nueva presidenta de Estados Unidos, la primera mujer en la historia del país. Y ya conoce Bariloche.
En 1990 George Bush padre estuvo junto al ex presidente Carlos Menem en el país y 14 años después fue su hijo quien siguió sus exactos pasos. Pero ninguno de los Bush visitó el sur.
Ahora, es el presidente Barack Obama quien llegará el próximo 24 de marzo a la ciudad turística para disfrutar en familia de todos sus encantos. De acuerdo con el encargado de negocios de la embajada en Buenos Aires, Kevin Sullivan, "quien más influyó sobre la decisión del presidente Obama fue su mujer. La primera dama se enteró de cómo es Bariloche y de su belleza, y quería compartir un poco de tiempo en familia. No es fácil para un presidente encontrar un tiempo para ese propósito".
De nuevo, la ciudad rionegrina será el lugar perfecto para que un presidente de Estados Unidos disfrute de su tiempo libre y descanse en compañía de los suyos
jueves, 17 de marzo de 2016
Conquista del Chaco: La indomable Alice Chavagnac de Le Saige
La historia de la condesa que huyó de Francia con su jardinero y murió en el Chaco en un malón
Por: Claudia Peiró cpeiro@infobae.com
"Heroína digna de Balzac o de Dumas"; "mujer de voluntad y pasiones poco comunes": así debió ser Alice Chavagnac de Le Saige para embarcarse en 1888 en la aventura incierta que la llevó a un trágico final
La condesa Alice Chavagnac de Le Saige
Hasta hace algunos años, la historia de "la Condesa francesa" todavía formaba parte de la tradición oral transmitida de padres a hijos en Resistencia. Hoy, desaparecidos ya todos los testigos directos, nos queda sin embargo el trabajo de escritores e historiadores que hallaron en la vida de esta singular mujer materia interesante de investigación y relato, ya que, más allá del destino individual, la historia de Alice Le Saige permite reconstruir también la de una ciudad y su región.
Sobre la Condesa se ha escrito una biografía novelada –La Condesa de las tierras tobas, de Sixta Segovia de Giuliano-, un detallado trabajo –Trágico destino de la condesa Alice Le Saige, de Ramón de las Mercedes Tissera- y, más recientemente, el periodista e historiador Rolando Pérez Beveraggi le dedicó un capítulo de su libro Resistencianos, en el que retrata a varios personajes emblemáticos de la ciudad. "Ella fue una protagonista fundamental, vivía en un Palacio y vino a la nada", dijo Pérez Beveraggi a Infobae, en referencia a la realidad chaqueña de aquellos tiempos.
Contra lo que se suele pensar, la última "frontera" con el indio no fue el sur pampeano o patagónico, sino la región chaqueña (el norte de Santa Fe, y las futuras provincias de Chaco y Formosa). Allí se produjo una oleada de malones a fines del siglo XIX. Sin embargo, como veremos, aunque murió en medio de uno de ellos, a Alice Le Saige no la lancearon los indios. Pero vayamos al principio de esta historia.
Como lo señala Pérez Beveraggi, el contraste entre el castillo de Cheronne, en las inmediaciones de París, en el cual nació y creció Alice Françoise Marie de Chavagnac y la tierra montaraz en la cual acabó sus días es muy grande. Su familia pasó de integrar el séquito de María Antonieta a padecer sucesivas pérdidas de privilegios, al compás de los avatares de la época revolucionaria, que fueron minando el Antiguo Régimen.
El castillo de Cheronne, a pocos kilómetros de París, donde nació la Condesa de Le Saige
Nacida en el año 1840, Alicia había recibido una educación bastante sofisticada. A los 23 años, en 1863, se casó con Raoul Le Saige, vizconde de Villesbrune. El matrimonio tuvo seis hijos, dos varones y cuatro mujeres.
Al parecer, ante las dificultades económicas que empezaron a enfrentar los Le Saige, fue Alice la que demostró espíritu emprendedor, consagrando las tierras del antiguo feudo de Cheronne a la producción agrícola y en particular a la floricultura.
Apareció así el tercero en discordia: Magni –sólo así se lo conoce-, un jardinero que madame Le Saige trajo a la propiedad para asesorarse en la producción de flores destinadas al mercado parisino. Una relación peligrosa surgió entonces entre la condesa y el plebeyo. Enterado del asunto, la reacción del Vizconde fue más bien civilizada para la época: Alice no fue repudiada, y se acordó una separación amigable. Incluso se repartieron los hijos. La Condesa se marchó con los dos varones y las cuatro mujeres quedaron con el padre. Lamentablemente se ignora de qué forma decidió ella poner rumbo hacia el fin del mundo.
Pero lo cierto es que, pese a que no era demasiado joven –48 años era una edad considerable por aquellos tiempos-, Alice Le Saige no temió iniciar una nueva vida en tierras ignotas al otro lado del mundo. Y se embarcó hacia Buenos Aires junto con sus hijos varones, Roland y Xavier, de 14 y 10 años respectivamente, y con el jardinero que, en América, sería presentado como un "tío".
Una vez en el Plata, le conceden a Alice veinte mil hectáreas en arriendo, en una región conocida como Campo Arocena, muy cercana a Resistencia, a unos 40 kilómetros del centro de la ciudad.
Resistencia antigua. En la colonia, abundaban los mangrullos, para prevenir los peligros
Cuando la Condesa llegó a la zona, Resistencia era apenas una colonia, fundada hacía sólo 13 años, con una primera oleada de inmigrantes del Friuli, noreste de Italia.
La comitiva de Alice Le Saige habrá resultado más que exótica a su llegada al puerto chaqueño de Barranqueras –la vía fluvial era la usual para estos traslados en aquel tiempo-: aunque pequeña, incluía, además de los baúles de cada pasajero, un piano de cola y una imagen de Santa Ana, en hierro, de gran porte.
Como es de suponer, las autoridades chaqueñas intentaron disuadir a la Condesa de ocupar las tierras concedidas o al menos alertarla de los riesgos. "Las fotos de más de cien años de Resistencia están llenas de mangrullos", señala Pérez Beveraggi.
Pese a todo, a sólo dos meses de haber llegado, Alice Le Saige ya estaba instalada en una casa de madera de dos plantas rápidamente construida, en lo que pasaría a llamarse Estancia Santa Ana, por la imagen traída desde Francia por la Condesa e instalada en el patio de su nuevo hogar.
En los diez años siguientes, Alice no sólo se adaptará totalmente a la dura vida en el monte chaqueño sino que convertirá a Santa Ana en el principal emprendimiento ganadero de la zona. Y ello pese a los contratiempos, como el temprano abandono de Magni, que la deja para irse al Paraguay, donde se pierde su rastro para siempre.
Roland Le Saige, vestido a la usanza criolla. Su madre, la condesa Alice Le Saige
En 1895, la muerte del Vizconde, con quien seguía legalmente casada, representará un salto de prosperidad para Alice, que lo hereda e invierte los fondos en comprar el campo que hasta entonces arrendaba, mejorarlo y aumentar su ganado hasta 4.000 cabezas.
Alice Le Saige se convierte en una vecina destacada de Resistencia y sus campos aledaños. Muy bien considerada, frecuenta la Capital para abastecerse, pero también con fines sociales, y entabla cordiales relaciones con los demás habitantes de la zona.
Se le atribuyen otros romances; había una pequeña pero influyente colonia francesa en Chaco, mayormente instalada en Colonia Benítez y en Margarita Belén, algo más allá del Campo Arocena. A diferencia de los inmigrantes italianos, en su mayoría agricultores y operarios, los compatriotas de Alice son en general exiliados políticos, nobles venidos a menos como ella.
En Las Palmas, la Condesa conoce al teniente Federico Jeanrenaud, suizo francés, joven y apuesto, que dejará el cuerpo de Guardias Nacionales, para instalarse como mayordomo en la estancia Santa Ana.
Uno de los primeros edificios de Resistencia, con su mangrullo
Sus hijos también se adaptan plenamente a la nueva vida y a sus trabajos. En 1894, algo frecuente en aquellos tiempos, se suma al grupo familiar un pequeño "entenado", Genaro, hijo de un peón de paso que luego se ausenta y lo deja allí. No faltó el rumor insidioso de que se trataba en realidad del fruto de algún desliz amoroso. Lo cierto es que Alice Le Saige se encariña con el pequeño y eso le será fatal. Pero no nos adelantemos.
En su detallado trabajo sobre esta colona francesa, Tissera recuerda que en aquel entonces la población indígena "seguía siendo ampliamente mayoritaria respecto a la colonización criolla y gringa". "Su marginación social y cultural constituía pues una carencia de extrema gravedad", agrega. Se trataba, explica, de "comunidades disgregadas, anarquizadas", entre otras cosas, por la pérdida de sus líderes. Por otra parte, "la condición de asalariados resultaba problemática" para ellos. Su subsistencia se tornaba complicada.
"A esta masa descontenta se agregó un factor muy especial: los milicos desertores de los fortines o las tropas de línea y los peones criollos alzados, cuyas incitaciones convirtieron enseguida el resentimiento indígena en fuerza agresiva", sostiene Tissera.
De esa combinación desgraciada fue víctima Alice Le Saige. "Fue un ataque manipulado por criollos –afirma Pérez Beveraggi-. La convivencia con el indio era por lo general pacífica, pero de tanto en tanto había sublevaciones".
La biografía novelada de Alice Le Saige
"Como es propio de las situaciones complicadas, con frecuencia pagaban justos por pecadores. Comunidades tranquilas eran asaltadas y baleadas a mansalva para vengar tropelías de otra gente", escribe Tissera aludiendo a las "crueldades injustificadas" de algunos destacamentos militares.
El próximo 13 de marzo se cumplirán 117 años del fatídico amanecer en el que, desde el mangrullo de la estancia Santa Ana, alguien alertó de la llegada del malón: unos 60 jinetes armados de lanzas y carabinas, integrantes de una comunidad mocoví, encabezados por tres criollos.
Jeanrenaud y Simón Gómez –peón de la primera hora que morirá en este combate desparejo- organizaron la primera defensa. Cuando vieron que no podían contenerlos, ordenaron a mujeres y niños dejar la casa y refugiarse en campos aledaños.
Resistencianos, el libro que retrata personajes emblemáticos del Chaco
Alice estaba llegando a la propiedad de sus vecinos más cercanos, los Imfeld, inmigrantes suizo alemanes, cuando se dio cuenta de que el pequeño Genaro había quedado rezagado y volvió en su búsqueda. Fue entonces que se topó con Victoriano Pinto, un criollo que había incluso trabajado años antes para ella y que, sin dudarlo, la lanceó. Herida en el vientre, Alice fue socorrida por los Imfeld. Sobre un lecho de la casa de estos vecinos agonizó durante varias horas. Murió a las 5 de la tarde.
En el momento del ataque, el hijo menor de Alice estaba en Francia desde hacía un tiempo y el mayor se encontraba ocasionalmente en Resistencia.
El escritor e historiador chaqueño Rolando Pérez Beveraggi
Ambos jóvenes regresaron a Francia tras la violenta muerte de su madre. Tiempo después, la propiedad fue parcelada y vendida y la casa demolida por uno de los nuevos propietarios. La Condesa, contó Pérez Beveraggi, está sepultada en el panteón de la sociedad Francesa de Socorros Mutuos en el cementerio San Francisco Solano de Resistencia. "El lugar donde estuvo ubicada la estancia Santa Ana es conocido como Condesa Cué, en guaraní: campo que fue de la condesa", cuenta.
Para este historiador, que a través de su fundación –llamada Resistencianos, como su libro- busca rescatar la identidad y la cultura local, "Alice fue una heroína en aquellos inicios difíciles de la colonia Resistencia". Y con seguridad es por eso que una calle de la capital chaqueña lleva el nombre de esta singular mujer.
Lo que inevitablemente se piensa, al tomar conocimiento de aventuras humanas como ésta, es en la enorme cantidad de materia inexplotada que hay en nuestro pasado como país para la crónica, la historia, la literatura o el cine.
cpeiro@infobae.com
Por: Claudia Peiró cpeiro@infobae.com
"Heroína digna de Balzac o de Dumas"; "mujer de voluntad y pasiones poco comunes": así debió ser Alice Chavagnac de Le Saige para embarcarse en 1888 en la aventura incierta que la llevó a un trágico final
La condesa Alice Chavagnac de Le Saige
Hasta hace algunos años, la historia de "la Condesa francesa" todavía formaba parte de la tradición oral transmitida de padres a hijos en Resistencia. Hoy, desaparecidos ya todos los testigos directos, nos queda sin embargo el trabajo de escritores e historiadores que hallaron en la vida de esta singular mujer materia interesante de investigación y relato, ya que, más allá del destino individual, la historia de Alice Le Saige permite reconstruir también la de una ciudad y su región.
Sobre la Condesa se ha escrito una biografía novelada –La Condesa de las tierras tobas, de Sixta Segovia de Giuliano-, un detallado trabajo –Trágico destino de la condesa Alice Le Saige, de Ramón de las Mercedes Tissera- y, más recientemente, el periodista e historiador Rolando Pérez Beveraggi le dedicó un capítulo de su libro Resistencianos, en el que retrata a varios personajes emblemáticos de la ciudad. "Ella fue una protagonista fundamental, vivía en un Palacio y vino a la nada", dijo Pérez Beveraggi a Infobae, en referencia a la realidad chaqueña de aquellos tiempos.
Contra lo que se suele pensar, la última "frontera" con el indio no fue el sur pampeano o patagónico, sino la región chaqueña (el norte de Santa Fe, y las futuras provincias de Chaco y Formosa). Allí se produjo una oleada de malones a fines del siglo XIX. Sin embargo, como veremos, aunque murió en medio de uno de ellos, a Alice Le Saige no la lancearon los indios. Pero vayamos al principio de esta historia.
Como lo señala Pérez Beveraggi, el contraste entre el castillo de Cheronne, en las inmediaciones de París, en el cual nació y creció Alice Françoise Marie de Chavagnac y la tierra montaraz en la cual acabó sus días es muy grande. Su familia pasó de integrar el séquito de María Antonieta a padecer sucesivas pérdidas de privilegios, al compás de los avatares de la época revolucionaria, que fueron minando el Antiguo Régimen.
El castillo de Cheronne, a pocos kilómetros de París, donde nació la Condesa de Le Saige
Nacida en el año 1840, Alicia había recibido una educación bastante sofisticada. A los 23 años, en 1863, se casó con Raoul Le Saige, vizconde de Villesbrune. El matrimonio tuvo seis hijos, dos varones y cuatro mujeres.
Al parecer, ante las dificultades económicas que empezaron a enfrentar los Le Saige, fue Alice la que demostró espíritu emprendedor, consagrando las tierras del antiguo feudo de Cheronne a la producción agrícola y en particular a la floricultura.
UNA RELACIÓN PELIGROSA SURGIÓ ENTONCES ENTRE LA CONDESA Y EL PLEBEYO
Apareció así el tercero en discordia: Magni –sólo así se lo conoce-, un jardinero que madame Le Saige trajo a la propiedad para asesorarse en la producción de flores destinadas al mercado parisino. Una relación peligrosa surgió entonces entre la condesa y el plebeyo. Enterado del asunto, la reacción del Vizconde fue más bien civilizada para la época: Alice no fue repudiada, y se acordó una separación amigable. Incluso se repartieron los hijos. La Condesa se marchó con los dos varones y las cuatro mujeres quedaron con el padre. Lamentablemente se ignora de qué forma decidió ella poner rumbo hacia el fin del mundo.
Pero lo cierto es que, pese a que no era demasiado joven –48 años era una edad considerable por aquellos tiempos-, Alice Le Saige no temió iniciar una nueva vida en tierras ignotas al otro lado del mundo. Y se embarcó hacia Buenos Aires junto con sus hijos varones, Roland y Xavier, de 14 y 10 años respectivamente, y con el jardinero que, en América, sería presentado como un "tío".
Una vez en el Plata, le conceden a Alice veinte mil hectáreas en arriendo, en una región conocida como Campo Arocena, muy cercana a Resistencia, a unos 40 kilómetros del centro de la ciudad.
Resistencia antigua. En la colonia, abundaban los mangrullos, para prevenir los peligros
Cuando la Condesa llegó a la zona, Resistencia era apenas una colonia, fundada hacía sólo 13 años, con una primera oleada de inmigrantes del Friuli, noreste de Italia.
La comitiva de Alice Le Saige habrá resultado más que exótica a su llegada al puerto chaqueño de Barranqueras –la vía fluvial era la usual para estos traslados en aquel tiempo-: aunque pequeña, incluía, además de los baúles de cada pasajero, un piano de cola y una imagen de Santa Ana, en hierro, de gran porte.
Como es de suponer, las autoridades chaqueñas intentaron disuadir a la Condesa de ocupar las tierras concedidas o al menos alertarla de los riesgos. "Las fotos de más de cien años de Resistencia están llenas de mangrullos", señala Pérez Beveraggi.
Pese a todo, a sólo dos meses de haber llegado, Alice Le Saige ya estaba instalada en una casa de madera de dos plantas rápidamente construida, en lo que pasaría a llamarse Estancia Santa Ana, por la imagen traída desde Francia por la Condesa e instalada en el patio de su nuevo hogar.
En los diez años siguientes, Alice no sólo se adaptará totalmente a la dura vida en el monte chaqueño sino que convertirá a Santa Ana en el principal emprendimiento ganadero de la zona. Y ello pese a los contratiempos, como el temprano abandono de Magni, que la deja para irse al Paraguay, donde se pierde su rastro para siempre.
Roland Le Saige, vestido a la usanza criolla. Su madre, la condesa Alice Le Saige
En 1895, la muerte del Vizconde, con quien seguía legalmente casada, representará un salto de prosperidad para Alice, que lo hereda e invierte los fondos en comprar el campo que hasta entonces arrendaba, mejorarlo y aumentar su ganado hasta 4.000 cabezas.
Alice Le Saige se convierte en una vecina destacada de Resistencia y sus campos aledaños. Muy bien considerada, frecuenta la Capital para abastecerse, pero también con fines sociales, y entabla cordiales relaciones con los demás habitantes de la zona.
Se le atribuyen otros romances; había una pequeña pero influyente colonia francesa en Chaco, mayormente instalada en Colonia Benítez y en Margarita Belén, algo más allá del Campo Arocena. A diferencia de los inmigrantes italianos, en su mayoría agricultores y operarios, los compatriotas de Alice son en general exiliados políticos, nobles venidos a menos como ella.
En Las Palmas, la Condesa conoce al teniente Federico Jeanrenaud, suizo francés, joven y apuesto, que dejará el cuerpo de Guardias Nacionales, para instalarse como mayordomo en la estancia Santa Ana.
Uno de los primeros edificios de Resistencia, con su mangrullo
Sus hijos también se adaptan plenamente a la nueva vida y a sus trabajos. En 1894, algo frecuente en aquellos tiempos, se suma al grupo familiar un pequeño "entenado", Genaro, hijo de un peón de paso que luego se ausenta y lo deja allí. No faltó el rumor insidioso de que se trataba en realidad del fruto de algún desliz amoroso. Lo cierto es que Alice Le Saige se encariña con el pequeño y eso le será fatal. Pero no nos adelantemos.
"MILICOS DESERTORES Y PEONES CRIOLLOS ALZADOS CONVIRTIERON EL RESENTIMIENTO INDÍGENA EN FUERZA AGRESIVA"
En su detallado trabajo sobre esta colona francesa, Tissera recuerda que en aquel entonces la población indígena "seguía siendo ampliamente mayoritaria respecto a la colonización criolla y gringa". "Su marginación social y cultural constituía pues una carencia de extrema gravedad", agrega. Se trataba, explica, de "comunidades disgregadas, anarquizadas", entre otras cosas, por la pérdida de sus líderes. Por otra parte, "la condición de asalariados resultaba problemática" para ellos. Su subsistencia se tornaba complicada.
"A esta masa descontenta se agregó un factor muy especial: los milicos desertores de los fortines o las tropas de línea y los peones criollos alzados, cuyas incitaciones convirtieron enseguida el resentimiento indígena en fuerza agresiva", sostiene Tissera.
De esa combinación desgraciada fue víctima Alice Le Saige. "Fue un ataque manipulado por criollos –afirma Pérez Beveraggi-. La convivencia con el indio era por lo general pacífica, pero de tanto en tanto había sublevaciones".
La biografía novelada de Alice Le Saige
"Como es propio de las situaciones complicadas, con frecuencia pagaban justos por pecadores. Comunidades tranquilas eran asaltadas y baleadas a mansalva para vengar tropelías de otra gente", escribe Tissera aludiendo a las "crueldades injustificadas" de algunos destacamentos militares.
El próximo 13 de marzo se cumplirán 117 años del fatídico amanecer en el que, desde el mangrullo de la estancia Santa Ana, alguien alertó de la llegada del malón: unos 60 jinetes armados de lanzas y carabinas, integrantes de una comunidad mocoví, encabezados por tres criollos.
Jeanrenaud y Simón Gómez –peón de la primera hora que morirá en este combate desparejo- organizaron la primera defensa. Cuando vieron que no podían contenerlos, ordenaron a mujeres y niños dejar la casa y refugiarse en campos aledaños.
Resistencianos, el libro que retrata personajes emblemáticos del Chaco
Alice estaba llegando a la propiedad de sus vecinos más cercanos, los Imfeld, inmigrantes suizo alemanes, cuando se dio cuenta de que el pequeño Genaro había quedado rezagado y volvió en su búsqueda. Fue entonces que se topó con Victoriano Pinto, un criollo que había incluso trabajado años antes para ella y que, sin dudarlo, la lanceó. Herida en el vientre, Alice fue socorrida por los Imfeld. Sobre un lecho de la casa de estos vecinos agonizó durante varias horas. Murió a las 5 de la tarde.
"ALICE FUE UNA HEROÍNA EN AQUELLOS INICIOS DIFÍCILES DE LA COLONIA RESISTENCIA" (PÉREZ BEVERAGGI)
En el momento del ataque, el hijo menor de Alice estaba en Francia desde hacía un tiempo y el mayor se encontraba ocasionalmente en Resistencia.
El escritor e historiador chaqueño Rolando Pérez Beveraggi
Ambos jóvenes regresaron a Francia tras la violenta muerte de su madre. Tiempo después, la propiedad fue parcelada y vendida y la casa demolida por uno de los nuevos propietarios. La Condesa, contó Pérez Beveraggi, está sepultada en el panteón de la sociedad Francesa de Socorros Mutuos en el cementerio San Francisco Solano de Resistencia. "El lugar donde estuvo ubicada la estancia Santa Ana es conocido como Condesa Cué, en guaraní: campo que fue de la condesa", cuenta.
Para este historiador, que a través de su fundación –llamada Resistencianos, como su libro- busca rescatar la identidad y la cultura local, "Alice fue una heroína en aquellos inicios difíciles de la colonia Resistencia". Y con seguridad es por eso que una calle de la capital chaqueña lleva el nombre de esta singular mujer.
Lo que inevitablemente se piensa, al tomar conocimiento de aventuras humanas como ésta, es en la enorme cantidad de materia inexplotada que hay en nuestro pasado como país para la crónica, la historia, la literatura o el cine.
cpeiro@infobae.com
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