martes, 20 de marzo de 2018

Biografía: Churchill huye de Sudáfrica en la guerra de los Boers

La salvaje fuga del joven Churchill que no cuenta la película de Gary Oldman

En 1899, el futuro primer ministro británico recorrió 500 kilómetros en seis días sin agua ni comida, saltando de trenes en marcha, tras fugarse de un campo de prisioneros en Sudáfrica

Israel Viana - ABC
@Isra_Viana



Ahora que la magnifica interpretación de Gary Oldman —ganador del Globo de Oro al mejor actor dramático— ha vuelto a poner en boca de todos la figura de Winston Churchill, es probable que los críticos e historiadores pasen por alto uno de los hechos más impresionantes y desconocidos de su vida. Sucedió en 1899, mucho antes de que el mundo conociera al enérgico primer ministro que manejó los hilos de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, en cuyos inicios está ambientado el filme dirigido por Joe Wright.

ABC retrocede medio siglo, hasta sus años mozos, cuando protagonizó una de las aventuras más memorables de la Guerra de los Bóers que, a finales del siglo XX, enfrentó en Sudáfrica a los ingleses con los colonos holandeses. Hablamos de la épica huida de Churchill de un campo de prisioneros en Pretoria, cuando era corresponsal del diario «The Morning Post», y su periplo a lo largo de 500 kilómetros hasta Durban, sorteando todo tipo de peligros durante varios días sin agua ni comida.

El futuro primer ministro tenía 25 años cuando vivió esta particular «odisea», según la calificaron algunos periódicos de la época, que le ayudó posteriormente a lanzar su carrera política. Él mismo envió el relato que fue reproducido en España por el «El Imparcial», en el que no faltaban peripecias propias de los héroes de guerra: escaladas por la valla de la prisión, saltos encima de trenes en marcha, caminatas interminables sin un trozo de pan que llevarse a la boca, peligrosos acantilados, policías, buitres... Todo digno de las mejoras novelas.

«Las balas llovían como granizo»

Todo comenzó el 15 de noviembre de 1899, cuando Churchill se dirigía en un tren blindado, junto a la expedición de Aylmer Haldane, a reforzar el avance británico hacia la ciudad de Estcourt. En ese momento, su locomotora fue atacada por los bóers hasta que descarriló. Aquello no amilanó al joven periodista, que, a pesar de ser el hijo de un ilustre diputado de la Cámara de los Comunes, ya había cubierto la Guerra de Cuba en 1895, la rebelión pastún de la India en 1897 y los conflictos en Sudán en 1898.

Churchill, en 1895, cuando fue enviado a la
Guerra de Cuba - ABC

Según contó «La Ilustración Artística» un par de semanas después, el futuro primer ministro se llenó de valor y cogió el mando de un ejército amedrentado en medio del fuego cruzado. «Una vez volcados los primeros vagones, llamó al capitán Wylee para pedirle voluntarios con el objetivo de sacar los coches fuera de la vía. Las balas llovían sobre el tren como si fueran granizo. Churchill, con el teniente Frankland, se abalanzó sobre la vía descubierta para dar ejemplo a los otros soldados de la expedición. Fue entonces cuando estos entraron en combate con el enemigo. Y cuando la locomotora estuvo libre, el maquinista, que estaba herido, quiso abandonar la máquina. Sin embargo, exhortado por Churchill, volvió a ocupar su puesto y ambos partieron hacia Frere», puede leerse en el periódico.

La suerte parecía estar del lado del joven corresponsal, que consiguió liberar la vía y los vagones en los cuales se transportaba a los heridos hasta que estuvieron en zona segura. Según contaba esta publicación, Churchill cogió después el fusil de uno de los soldados y se puso en marcha convencido de que debía regresar al lugar donde se había producido la escaramuza con los boers, en busca de los posibles supervivientes.

¿Disfrazado de mujer?

Esta vez Churchill no tuvo tanta fortuna y fue detenido. Los periódicos pronto se hicieron eco de que el joven corresponsal de «The Morning Post» había desaparecido. Acabó, junto a varios soldados y oficiales británicos, en un campo de prisioneros en Pretoria. Pasó allí varios días en condiciones infrahumanas, hasta no pudo soportarlo más e ideó una plan para huir con algunos de sus compañeros. Al ver que la fecha prevista era pospuesta varias veces, nuestro protagonista se creció y escapó solo.

Churchill, en 1941, durante la Segunda
Guerra Mundial - ABC

El mismo Churchill contó en «La Época» que se había fugado disfrazado de mujer en los últimos días de 1899. El 2 de enero de 1900, otro diario español, «El Imparcial», sorprendía a sus lectores publicando un telegrama en el que el corresponsal inglés describía al detalle su épica huida, bajo el titular «La evasión de un prisionero inglés». Una decisión que tomó después de que los responsables del campo de prisioneros le comunicaran que había «muy pocas posibilidades» de que se le concedieran la libertad por su condición de periodista.

«La noche del 12, aprovechando un descuido de los centinelas, salté por la vallas de la prisión, atravesé algunas calles de Pretoria, donde me crucé con algunas personas que no se fijaron en mí atención, y me dirigí después a la estación de ferrocarril», podía leerse en el periódico, que continuaba después con todo tipo de detalles: «A las once de la noche salió un tren de mercancía y, cuando aún llevaba poca velocidad, salté a una de las plataformas y me escondí entre unos sacos de carbón».


«Chocolate crudo»

El valor se fue imponiendo poco a poco al miedo en el enjuto cuerpo de Churchill, que no tenía intención de mirara atrás, costase lo que costase. «Antes del amanecer —continuaba— salté del tren y pasé el día escondido en un bosque en compañía de un enorme buitre (...) muchas veces durante mi marcha nocturna tuve que superar todo tipo de arroyos y barrancos, salvándome sólo por la lentitud y precaución con que caminaba (...) Así continué cinco días, ocultándome al amanecer y volviendo a emprender mi peregrinación cerrada la noche. Mi alimento durante todo este tiempo fue solamente chocolate crudo».

En total fueron seis días con sus noches las que duró la fuga de Churchill hasta llegar a Lorenzo Marques, a casi 500 kilómetros de distancia. Durante su odisea tuvo que burlar varias veces a los gendarmes y la vigilancia de las estaciones, dando rodeos de kilómetros. Llegó a perder hasta 10 kilos. Todas estas experiencias le valieron para gozar de gran notoriedad durante una época y publicar, en 1930, «My Early Life», donde recoge estas y otras aventuras de su estancia en Sudáfrica.

lunes, 19 de marzo de 2018

Inteligencia: Decodifican mensajes de Fernando el Católico

El espionaje español descifró el código secreto de Fernando el Católico, un enigma de 500 años

Se trata de un alfabeto usado en las cartas ultra confidenciales entre el Rey y su mejor general, Gonzalo Fernández de Córdoba. Para develar el enigma, España apeló a expertos del Centro Nacional de Inteligencia

Por Claudia Peiró || Infobae
cpeiro@infobae.com



Fernando el Católico y su sofisticado sistema para encriptar la correspondencia sensible

Hay euforia en España por el desciframiento de lo que hasta ahora era considerado "uno de los más importantes misterios de la Historia [de ese Reino]: el código de las comunicaciones secretas entre Fernando el Católico (1452-1516) y Gonzalo Fernández de Córdoba, héroe militar cuya figura se agranda a la luz de las misivas", según adelantó el diario ABC.

Eran los tiempos en que España se enfrentaba a Francia por el control del Reino de Nápoles, del que ambas coronas se consideraban legítimas dueñas. Los franceses lanzaron dos grandes ofensivas contra esa región de la península itálica. Eran también los tiempos finales del Papa Borgia (Alejandro VI, que muere en 1503), y de su hijo César, jefe militar vaticano, que llevaban una política pendular, oscilando entre aliarse con España -su tierra de origen- o con Francia, a la vez que intentaban ampliar y consolidar su propio poder territorial en Romaña.

En el terreno de las batallas, el hombre de Fernando el Católico (Fernando II de Aragón) era Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el "Gran Capitán" por su valiente y eficaz desempeño militar.


El noble castellano Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515) fue un jefe militar admirado, que legó a la posteridad sus tácticas de batalla

El diario ABC revela el modo en el cual el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) logró desentrañar este código, admirable por su eficacia en proteger los secretos de Estado del esposo de Isabel la Católica por más de cinco siglos. Si bien se conocían otras cartas, no cifradas, entre ambos hombres, la correspondencia sobre asuntos estratégicos de Fernando había permanecido inescrutable hasta ahora, porque no se conservaba la tabla de sustitución de letras y palabras por signos que el Rey y su brazo armado usaban en las cartas e informes intercambiados durante la campaña de Nápoles.

Reconstruirla fue una tarea de expertos. Concretamente, el Ejército español, custodio de esos documentos, confió la tarea al CNI, cuyos agentes confirmaron la gran "sofisticación" de este sistema de encriptado.

Una muestra de las cartas codificadas

La historia del desciframiento del código fernandino empezó en el año 2015, cuando el Museo del Ejército, depositario de estos documentos, solicitó el auxilio de especialistas de Inteligencia para poder, al fin, acceder a un contenido hasta ahora sólo conocido por los destinatarios.

 Al pie de una carta, Fernando “tradujo” de puño y letra unas frases. Un “descuido” real que fue la punta del ovillo
El CNI recogió el guante y, al cabo de más de dos años de trabajo, está en condiciones de presentar el resultado. El material de trabajo fueron dos cartas, fechadas el 27 de mayo de 1502 y el 14 de abril de 1506, que el Museo cedió a los expertos. En una de ellas, una pequeña pista permitió dar con la clave: al pie de la misiva, el rey Fernando había "traducido" de puño y letra unas pocas frases. Un "descuido" real que permitió tirar de la punta del ovillo.

Al no tener la tabla de equivalencias de los signos, el trabajo debía ser deductivo, a partir de esos mínimos fragmentos descifrados por el propio Fernando. El código usado era, dicen los especialistas, muy adelantado para su tiempo, al punto que recién en el siglo XVII aparecen sistemas similares.


Una muestra de la tabla de equivalencias reconstruida por la CNI

Era una época belicosa, en un escenario que obligaba a largos y riesgosos desplazamientos por tierra y mar, por lo que el secreto de las comunicaciones y de las estrategias era vital.  A ello se aplicaron con ingenio el Rey y sus hombres, al punto que el código no pudo ser descifrado hasta ahora. Se trataba de uno muy complejo que combinaba varios métodos -desde tablas cifradoras hasta palabras con un significado oculto distinto del "normal"- y diferentes categorías de signos -de la letra al jeroglífico.

En el también llamado "código del Gran Capitán", para evitar que las repeticiones de signos facilitasen el descifrado, las letras y palabras más usadas en el español tenían más de una equivalencia; en ciertos casos, hasta cinco o seis correspondencias diferentes. Es decir, no había un sólo signo para cada letra. A fin de complicar más el sistema, algunos signos correspondían a combinaciones de letras. Otra dificultad es que las palabras eran escritas sin separación entre ellas o con una separación caprichosa.



Finalmente, un obstáculo no menor fue el castellano antiguo de estos mensajes, con muchas diferencias con el actual.

Pese a todo, partiendo de los signos conocidos gracias a la anotación del Rey, las dos cartas fueron descifradas, revelando la tabla de encriptado completa: 88 símbolos y 237 códigos de letras combinadas que ahora podrán ser usadas para "traducir" el resto de la correspondencia. Esto seguramente brindará información novedosa y precisiones sobre la etapa. Pero lo ya revelado muestra aspectos hasta ahora desconocidos acerca del vínculo entre ambos hombres que estaban además ligados por un parentesco lejano. La correspondencia entre la Corte de los Reyes Católicos y el Reino de Nápoles era constante: informes, órdenes, reproches… De las cartas surgen discrepancias entre el Rey y su Capitán en torno a temas como la contratación de mercenarios o enojos por decisiones inconsultas de Gonzalo de Córdoba.

Un historiador, especialista en la trayectoria del Gran Capitán -y biógrafo del personaje-, José Enrique Ruiz-Domènec, dijo a ABC que esto muestra las muchas reservas que tenía el Rey "ante una campaña muy peligrosa en la que se jugaba mucho". "Y las expresa de un modo diferente a lo que decía en documentos oficiales", agrega.


El Rey Fernando el Católico y su hombre en Nápoles, Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán

Un dato que debería inspirar prudencia a todos los historiadores, en especial cuando se internan en temas de Estado. Los grandes políticos y estrategas suelen ser reservados sobre sus intenciones. Como decía Juan Domingo Perón, "la política es un juego de vivos, en el que gana el que sabe pasar por tonto sin serlo". O "el que logra pasar por tonto durante más tiempo". Algo que muchos investigadores del pasado suelen olvidar, apegándose a lo público y "oficial".

"Vamos a tener acceso a nuevas revelaciones (…). Yo mismo tendré que revisar mi biografía", admitió por ejemplo José Enrique Ruiz-Domènec.

 Conoceremos las intenciones reales y la cultura política del momento en el que eclosiona la época moderna (Ruiz-Domènec)
Entusiasmado, anticipó: "Este logro es la llave para acceder a un nuevo fondo en el que conoceremos las intenciones reales y la cultura política del momento en el que eclosiona la época moderna". Ruiz-Domènec también confía en que esta investigación permita descifrar otras "claves empleadas en cartas similares de Génova y otras repúblicas, donde era tradición preservar bajo códigos las órdenes diplomáticas".


Fernando el Católico (Fernando II de Aragón)

Las cartas confirman el genio político de Fernando el Católico, pero también que el "Gran Capitán" no le iba en zaga en ese talento. Concretamente, intuyendo una segunda y mejor pertrechada invasión francesa al Reino de Nápoles -que tomó desprevenido al Rey-, Gonzalo de Córdoba decide por su cuenta reclutar mercenarios para la defensa -Fernando le había ordenado limitarse a defender el Faro-, previendo que, desatada la campaña, los refuerzos desde España demorarían en llegar.

Poco después, tendrá lugar la batalla de Ceriñola (1503) en la que, cerca de Cannas, el sitio donde Aníbal había derrotado a las legiones de Roma, y con la misma desventaja, Gonzalo Fernández de Córdoba obtiene una aplastante victoria para España sobre los franceses.

"De la táctica que puso en juego allí, nacerá la futura estrategia de los Tercios, llamada a dominar el escenario europeo durante más de un siglo", dice el diario español con indisimulado orgullo.


Contra todos los pronósticos, Gonzalo Fernández de Córdoba vence a los franceses en la batalla de Ceriñola (1503)

En las cartas, se espera también encontrar fundamentos para otras acciones del rey Fernando. "Gracias a lo que revelen las cartas podremos saber sus estrategias, sus temores, sus sentimientos ante esos acontecimientos que hasta ahora no hemos podido conocer", dice el historiador.

 Fernando hace catarsis contra su yerno, Felipe el Hermoso, por el modo en que trata a su hija Juana, apodándola ‘loca’
Esta expectativa es muy fundada, considerando que existen muchas otras cartas no cifradas entre ambos hombres y que éstas revelan un grado de confianza que habilita mucha franqueza. Por ejemplo, en una de esas epístolas sin codificar, Fernando el Católico hace catarsis contra su yerno, Felipe el Hermoso, que muy pronto le disputó el reino de Castilla, y se muestra indignado por el trato que le da a su hija Juana, que pasará a la posteridad como "la loca", en parte por obra de su propio marido. Escribe el Rey a su primo: "[Felipe] no se ha contentado con publicar por loca a la Reyna mi fija, su mujer, y enbiar acá sobre ello escrituras firmadas de su mano, e más he sabido que la tienen en Flandes como presa e fuera de toda su libertad. (…) …guárdela Dios, ya vos vedes que devo yo sentir de todo esto, e para con vos yo disimulo por no ponerla en más peligro fasta traerla, si a nuestro señor plugiere".


La estatua de Gonzalo Fernández de Córdoba, al pie del monumento a Isabel la Católica
 En Nápoles, Fernando promueve la misma política de mestizaje que en el Nuevo Mundo
En otra de estas cartas, Fernando sugiere que sus soldados se casen en Nápoles, una propuesta coherente con la política de mestizaje que los Reyes Católicos exportaron al Nuevo Mundo : "Otrosí, porque es de creer que en estas guerras havrán enbiudado muchas mugeres de todas suertes en el Reyno de Nápoles, y muchas de aquellas y otras que están por casar, es de pensar que havrán plazer de casarse con españoles, diréis al dicho nuestro visorey que deve procurar que se casen en aquel Reyno todos los más españoles que ser pudiere, de los peones y de todas suertes, y si hay algunos lugares despoblados que se hayan de poblar que se pueblen de españoles".


“Que se casen en aquel Reyno (de Nápoles) todos los más españoles que ser pudiere”, le escribe el Rey a su Capitán

En síntesis, quizás estas cartas obliguen a "reescribir algunos episodios importantes" de la historia española, como reflexiona el ABC, pero tal vez también permitan conocer o confirmar los fundamentos de los rasgos esenciales del Imperio español en sus tiempos de gestación.

domingo, 18 de marzo de 2018

Guerra Antisubversiva: La copera y el operativo Independencia

Isabel Perón y el "Operativo Independencia": la firma del decreto secreto que condujo al golpe de Estado

Hospedada en una base naval, la Presidenta decidió la intervención del Ejército en Tucumán en 1975. La disputa de López Rega y Massera por el control de la represión, y de Isabel

Por Marcelo Larraquy || Infobae
Periodista e historiador (UBA)




El miércoles 5 de febrero de 1975, hace 43 años, Isabel Perón y siete ministros de su gobierno firmaron en la Casa Rosada un decreto de carácter "secreto".

En su artículo 1, facultaba al Ejército la ejecución de "las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos" en Tucumán.

Pasados los años se discutió si la orden de "aniquilar el accionar…" implicaba la "eliminación física", pero en los hechos fue lo que sucedió.



Aún más: el decreto aceleró la autonomía de las Fuerzas Armadas frente al sistema político, que la condujo a la toma del poder, y terminó por encarcelar o perseguir a los funcionarios que lo habían firmado.


Ese verano de 1975 la agenda política estaba marcada por la convocatoria a paritarias –y la consecuente negociación entre el Gobierno y los gremios- y la posibilidad de un llamado a la elección de Vicepresidente, cargo que había quedado vacante tras la asunción de Isabel Perón.

En la rutina política veraniega se transmitía el malestar que había generado –aún en el Justicialismo- la creación de la Secretaría Privada de la Presidencia, un decreto concebido por una iniciativa del ministro de Bienestar Social y Secretario José López Rega.


Isabel Perón y José López Rega

Era el hombre fuerte del país, que acompañaba día y noche a la Presidenta.
Ambos dormían en la residencia de Olivos.

Se sospechaba que, después de la muerte del comisario Alberto Villar, jefe de la Policía Federal –muerto por Montoneros en noviembre de 1974- López Rega era quien detentaba el mayor poder para la represión no institucional.

Nadie del Gobierno ni del Justicialismo le reservaba críticas públicas ni se animaba a reclamar su renuncia. La oposición apenas hacía notar "el centralismo del poder" y requería que las decisiones las tomara "la Presidenta, y no un Supersecretario".

Hasta ahí se llegaba. No más.

El analista Mariano Grondona describió con crudeza todo lo que no se decía.

Escribió:

"La caída, que muchos desean, entrañaría peligros. López Rega ha promovido o facilitado una serie de desenvolvimientos que se aprueban en voz baja y se critican en voz alta. La firmeza ante la guerrilla, la desideologización del peronismo, la recuperación de la universidad, pasan por el discutido secretario ministro. De la estirpe de los Ottalagano y los Lacabanne, José López Rega es uno de esos luchadores que recogen, por lo general, la ingratitud del sistema al que protegen". (Mariano Grondona, revista "Carta Política", diciembre de 1974).

En la esfera presidencial se vivía un verano calmo.

La Presidenta, de vacaciones, hospedada en la Unidad Turística Chapadmalal, realizaba paseos en auto por Cabo Corrientes y la Playa Bristol de Mar del Plata. También caminaba las calles del balneario acompañaba de López Rega y otros colaboradores.

La Secretaría de Prensa le acondicionó una habitación del Hotel Provincial para que disfrutara del Gran Premio de Brasil de Fórmula Uno, con un equipo con sistema francés de televisión en color.

Alternaba las vacaciones con reuniones de trabajo. Recibió al ministro de Defensa Adolfo Savino, al jefe de la Policía Federal Luis Margaride, y también a los sindicalistas Lorenzo Miguel y Casildo Herrera.

Después de una semana de reuniones y paseos, López Rega decidió distanciarse de la rutina presidencial, dejó a Isabel al cuidado de su yerno, y subsecretario de Prensa y Difusión Jorge Conti y el peluquero Bruno Porto, y se fue a Brasil.

La distracción del ministro

Hacía tiempo quería hacer ese viaje y no encontraba el momento.

El ministro fue a conocer un terreno que le había comprado Claudio Ferreira, un brasileño amigo, umbandista, que había conocido en la casa de su Madre Espiritual, Victoria Montero, en los años '50.

El terreno estaba sobre la playa Arena Blanca, en el municipio de Sombrío, al sur de Santa Catarina. Tenía 350 metros de frente y 1.000 de fondo. Aspiraba a construir un complejo hotelero.

Llegar a esa playa le resultó accidentado.

En el camino, fue detenido en el balneario de Torres junto a Ferreira y sus custodios Miguel Ángel Rovira y Rodolfo Almirón, quienes muchos años más tarde serían procesados en la causa de Triple A.

El conserje de hotel Sao Paulo Palace se asustó por el nivel armamentístico -supuso que llegaban para robar el banco-, y alertó a la comisaría. El 25 de enero, al amanecer, ocho policías irrumpieron en la habitación de López Rega, lo detuvieron y esposaron.


José López Rega

El ministro les mostró una cédula de identidad brasileña a nombre de "José López", con domicilio en Uruguayana, pero como la verificación de su autenticidad se demoraba, López Rega explicó que era el secretario privado de la presidenta argentina y el resto de los detenidos eran sus colaboradores. Al cabo de unas horas lo liberaron.

López Rega les regaló postales que promocionaban el Mundial '78.

Mayúscula fue su sorpresa cuando, de regreso al país, se enteró que Isabel Perón había abandonado la Unidad Chapadmalal y se había hospedado en la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina, en Punta Mogotes. Su director, el capitán de fragata Roque Funes, ya había dispuesto un cuarto para que hiciera gimnasia y refaccionó otro para que lo usara de estudio.
López Rega entendió que, aprovechando sus cuatro días de ausencia, la Armada había tendido un cerco sobre Isabel.

Era la primera vez que la Presidenta escapaba de su radar.

Era cierto que fue Perón el que había borrado su histórica enemistad con la Marina, expresada en los bombardeos de 1955, y había designado como jefe del arma a Eduardo Massera, uno de los partícipes de aquella masacre que dejó cientos de muertos. Su presencia, expuesto al viento y al frío, un mes y medio antes de su muerte, en la base naval de Puerto Belgrano, con Massera como anfitrión, confirmaba la reconciliación con esa fuerza.

Pero ahora era Massera el que atravesaba la línea de la intimidad presidencial y le daba alojo a su viuda.

Isabel había quedado bajo protección naval.

Este hecho tensó la disputa de poder entre el ministro y el contralmirante en torno a la Presidenta.



Desde hacía meses que López Rega desconfiaba del exceso de cortesía del contralmirante. Y en el último diciembre, en una reunión de hermanos masones –ambos eran miembros de la logia P2- expresaron sus diferencias con insultos a la vista de todos.

Incluso más: se supo que el ministro había ordenado a su custodia que mataran a Massera y que el contralmirante planificó con sus grupos de tareas el incendio de dos automóviles Ford Falcon de los parapoliciales de López Rega, como advertencia.

La relación se astilló aún más cuando, a su regreso de Brasil, el ministro intentó ver a la Presidenta en la Escuela de la Armada y le prohibieron el acceso.


El control de la represión


La estadía de Isabel en la base naval fue el anticipo del despliegue de las Fuerzas Armadas para la "lucha antisubversiva".

En una de sus reuniones con el comandante del Ejército Leandro Anaya, Isabel fue persuadida de la necesidad de firmar el decreto para intervenir en Tucumán.

Para López Rega, que la represión se institucionalizara en tropas militares implicaba una pérdida importante de su poder. Hasta entonces esa tarea se libraba desde fuerzas clandestinas reunidas bajo el sello de la "Triple A". Él, desde el Estado, había sido su impulsor original.

En su génesis, la Triple A se había gestado para enfrentar a "los infiltrados en el Movimiento" –la izquierda peronista- y luego ese radio se había ampliado para combatir a los "zurdos", armados o no armados, peronistas o no peronistas. Para las Fuerzas Armadas, la "lucha contra la subversión" excedía las fricciones internas del peronismo, por más violenta que fuesen. Se enmarcaba en la guerra contra el comunismo, por la defensa de Occidente.

Se había instruido en distintas academias militares para esa guerra.

Las Fuerzas Armadas estaban por encima de la "Triple A". De hecho, luego la absorberían.

Las horas decisivas


Después de tres semanas en Mar del Plata, Isabel Perón retomó la actividad en la Casa Rosada el lunes 3 de febrero. Los temas de la agenda política que reflejaba la prensa eran más o menos los mismos.

Isabel Perón en Mar del Plata

Sólo había impactado la irrupción de alrededor de sesenta hombres armados, que colocaron cuatro bombas en las máquinas rotativas del diario "La Voz del Interior" de Córdoba.

Y las habían volado.

La semana política transcurrió sin otros sobresaltos.

Isabel fue a almorzar dos veces a lugares públicos, una vez a "La Cabaña" y otra en el hotel Plaza, acompañada de ministros y colaboradores.

Al día siguiente festejó su cumpleaños 44 en la residencia presidencial. Una multitud se acercó al portón para saludarla y la Presidenta correspondió la gratitud con un saludo desde un helicóptero, en un corto vuelo por los alrededores de Olivos.

El miércoles 5 de febrero, Isabel presidió la ceremonia de entrega de sables a nuevos oficiales de las tres armas en el Teatro Colón, junto a los tres comandantes de las Fuerzas Armadas.

Ese día firmó con su gabinete el decreto secreto que habilitó la intervención militar en Tucumán.

Dos días después ya estaba descansando en el hotel Llao Llao de Bariloche, aprovechando las fiestas de Carnaval. La acompañaba López Rega.

Las tropas militares comenzaron a desplegarse en Tucumán el domingo 9 de febrero en camiones, Unimog, y Jeeps, a lo largo de la ruta 38.



Eran alrededor de 3500 efectivos, dispuestos en los valles Calchaquíes, desde Lules hacia el sudoeste, casi hasta el límite con Catamarca. Lo secundaban tropas de la Gendarmería, la Policía Federal y la provincial.

Los militares también se instalaron en Acheral, a 45 km al sur de San Miguel de Tucumán. Era un pueblo de dos mil habitantes que en mayo de 1974 había sido tomado por algunas horas por el ERP, y se vio a guerrilleros desfilar con uniforme verde oliva y fusiles al hombro.

Los comunicados oficiales sobre la intervención militar comenzaron a emitirse por la tarde del domingo 9, por radio y televisión. Se leyeron dos. Uno era de la Secretaría de Prensa y Difusión.

"La Argentina marcha hacia su destino de potencia. Es nuestro triunfo. El triunfo del pueblo. La victoria de la voluntad mayoritaria de la ciudadanía que votó libremente su destino de grandeza. Combatir a los enemigos del pueblo se convierte así en un imperativo de la hora actual".

El otro fue redactado por la V Brigada de Infantería, a cargo del general Acdel Vilas.

Aseguraba que la operación del Ejército tenía por objetivo "restituir la tranquilidad a sus habitantes alterada por el accionar de delincuentes subversivos que pretenden explotar la impunidad que garantiza la imposición del miedo".

El ministro del Interior Rocamora manifestó que, con el decreto, la autoridad presidencial se mantendría "incólume" y las Fuerzas Armadas acatarían el orden constitucional. Sobre la duración del operativo manifestó: "…habría que preguntárselo a los guerrilleros. Dependen de cuánto duren ellos", afirmó, en tono de broma.

Las respuestas políticas desde la UCR fueron dispares.

Ricardo Balbín apoyó la intervención militar; aseguraba que "no tenía segundas intenciones".



Raúl Alfonsín, en cambio, criticó que el Congreso hubiese sido marginado. Dijo que la decisión del Poder Ejecutivo no contribuía a consolidar el proceso político y ponía en evidencia "la ineficacia del gobierno para solucionar un problema ajeno a esa fuerza (el Ejército)".

Además Alfonsín también atacó la Ley de Seguridad para combatir la guerrilla "que en realidad amenaza a dirigentes políticos y gremiales que luchamos por la liberación nacional".

Desde aquel domingo 9 de febrero de 1975, las tropas militares actuaron sin ningún control político ni judicial en Tucumán.

El gobernador peronista Amado Juri, elegido el 25 de mayo de 1973, se limitó a prestar su "más amplio apoyo a las operaciones militares". Pronto quedó en un segundo plano.


La autoridad política de la provincia era el general Acdel Vilas.

El jefe de la V Brigada de Infantería –que alguna vez había comandado el general Videla- instaló su centro operativo en la localidad de Famaillá.

Y transformó la escuela del pueblo en el primer centro de detención ilegal durante gobierno de Isabel, "La Escuelita".

Los pasos previos


Durante su Presidencia, Perón había confiado en la Policía Federal para enfrentar a la guerrilla. Tras su muerte, las Fuerzas Armadas fueron obteniendo una autorización progresiva para la represión.

En agosto de 1974, luego de que ERP intentara asaltar el Regimiento 17 de Catamarca, el Ministerio de Defensa autorizó la acción militar para aprehender a una veintena de guerrilleros que habían quedado aislados en una lomada, cuando emprendían la fuga.

Las tropas del Ejército intervinieron. Los detectaron, los rodearon y luego de la rendición, los mataron con tiros en la nuca.

Eran 16. Fueron enterrados como NN en un cementerio de la zona.

El gobernador de Catamarca (Montt), el de La Rioja (Menem) y la Presidenta felicitaron a las fuerzas de seguridad y al Ejército por los servicios a la Nación.

El ERP decidió vengar cada uno de los fusilados. Los objetivos fueron tomados al azar. En dos meses ejecutaron a nueve oficiales del Ejército en distintas provincias.

El último sería el capitan Humberto Viola, en el centro de Tucumán, en diciembre de 1974. Lo mataron cuando ingresaba el auto en una casa, y en forma no prevista, también mataron a su hija María Cristina, de 3 años.

A partir de este ataque, la represalia indiscriminada del ERP se detuvo.

Al mes siguiente, las tropas del Ejército, aún sin el decreto presidencial, comenzaron a rastrillar Famaillá y Monteros en busca de campamentos guerrilleros asentados en la selva. En uno de los operativos de reconocimiento, el 5 de enero de 1975, cayó un avión militar en la zona boscosa y provocó la muerte del jefe del III Cuerpo de Ejército, general Eugenio Salgado y el jefe de la Brigada V, general Ricardo Muñoz y otros once oficiales.

Como consecuencia, el general Carlos Delía Larroca fue designado jefe del III Cuerpo y el general Vilas, de la V Brigada, quienes comandaron el "Operativo Independencia", autorizado por Isabel Perón y su gabinete a partir del 5 de febrero de 1975.



Muchos años más tarde, la justicia federal de Tucumán requirió la extradición de Isabel para juzgarla por su responsabilidad en la represión ilegal que sobrevino luego de su firma en el decreto 261/75.

Se argumentó que no podía ignorarla, dado que como Presidenta había visitado Santa Lucía y Famaillá, donde se habían asentado centros de detención ilegal.

Ésa era la tercera causa por delitos de lesa humanidad que afrontaba la ex Presidenta.

Pero una vez más, la Audiencia Nacional de España denegó la extradición.

Desde 1981, Isabel Perón vive en Madrid.

Ayer cumplió 87 años.

*Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro es "Primavera Sangrienta. Argentina 1970-1973. Un país a punto de explotar. Guerrilla, Presos políticos, represión ilegal".
Bibliografía: "López Rega, el peronismo y la Triple A", ed Aguilar, y artículos de "La Opinión" y "La Nación", de enero y febrero de 1975.

sábado, 17 de marzo de 2018

Biografía: Vicealmirante Juan Pablo Sáenz Valiente

Juan Pablo Sáenz Valiente




Juan Pablo Sáenz Valiente (1861-1925)

Revisionistas

Nació en Buenos Aires, el 6 de mayo de 1861. Era hijo de Francisco A. Sáenz Valiente y de Joaquina Campos. Inició su carrera como grumete en la corbeta “Uruguay”, y luego ingresó a la Escuela Naval a los 17 años de edad para seguir los cursos. Presenció el izamiento del pabellón en la margen sur del río, en el Cañadón Misioneros (1), el 1º de diciembre de 1878.

Siendo subteniente actuó en la revolución de 1880, en que por sus méritos fue designado escribiente del Departamento de Policía.

Su carrera oficial de marino se inició en 1883, al presentarse de pase, en la corbeta “Cabo de Hornos” mandada por Luis Piedrabuena. Con ella intervino en la importante expedición del comodoro Lasserre, con la División Expedicionaria del Atlántico Sur. Asistió a la construcción e inauguración del primer faro marítimo de la zona de Cabo de Hornos, el 25 de mayo de 1884, y después recorrió las aguas del Canal de Beagle donde supo de la presencia chilena disputando nuestra soberanía.

Pasó luego a firmar parte de la tripulación del pequeño cúter “Bahía Blanca”, con base en San Juan de Salvamento en la Isla de los Estados, y conoció la creación de la Prefectura de Ushuaia. Con esa nave realizó penosas y arriesgadas tareas hidrográficas. De regreso a Buenos Aires, fue nombrado profesor de máquinas a vapor en la Escuela Naval.

Hacia 1885, realizó la campaña del Chaco, al mando del aviso “Avellaneda”, por el río Teuco. De vuelta fue enviado a Europa a buscar el crucero “Patagonia”, cuya construcción se realizaba en el puerto austríaco de Trieste, con el grado de alférez de navío. En 1887, se lo destinó al vapor “Teuco”, y con él efectuó muchos viajes por el Pilcomayo.

Designado prosecretario de la Junta Superior de Marina, desempeñó este cargo hasta 1889, año en que se lo envió nuevamente a Europa para perfeccionarse en estudios de hidrografía.

En los años siguientes, ocupó importantes puestos en tierra o en naves como el “Almirante Brown”, el crucero “9 de Julio”, el monitor “El Plata”, en el “Espora”, “El Patria”, ya como oficial o segundo comandante.

En 1897, ascendió a capitán de fragata, Actuó pocos meses como ayudante general del Estado Mayor General, y el 5 de noviembre se hizo cargo del comando del acorazado “Almirante Brown”. En años posteriores, estuvo dedicado íntegramente a trabajos de investigación acerca de la riqueza marina de las costas patagónicas, sobre todo, de los yacimientos guaneros, las loberías y las pesquerías del litoral marítimo. Con esta veterana nave realizó el importantísimo levantamiento hidrográfico del Beagle, y de las islas Picton, Lenox y Nueva, misión que desempeñó con tal brillo que por el voto unánime de sus colegas fue designado director de la Comisión de Estudios Hidrográficos del Río de la Plata, y jefe de la Dirección de Hidrografía, Faros y Balizas.

A comienzos del siglo XX, Sáenz Valiente prestaba servicios en el Ministerio, y en 1901, era nombrado comandante del crucero “Buenos Aires” y Jefe de Estado Mayor de la División Cruceros. Con esa nave y hasta 1904, realizó una invalorable tarea científica en el Río de la Plata en los aspectos hidrográficos, cartográficos y naturalísticos. Se afirmó entonces, su personalidad de oficial profesional y científico.

En 1906, Sáenz Valiente fue nombrado Jefe del Estado Mayor del Ministerio de Marina, y poco más tarde, jefe de la segunda división naval. Tres años después, se hizo cargo del Ministerio de Marina en el gobierno de José Figueroa Alcorta, y continuó en ese alto cargo bajo los gobiernos de Roque Sáenz Peña y Victorino de la Plaza, hecho poco común, y que revela la confianza que se le dispensaba.

Durante sus ministerios la Armada alcanzó un enorme poderío, el primero en Latinoamérica con 95.000 toneladas, y octavo en el orden mundial. Inició el plan de reequipamiento con la ley de armamentos de 1912, y en ese período, se construyeron y entraron en servicio los acorazados “Moreno” y “Rivadavia”,

Tuvo un papel brillante en la revista naval pasada frente a Mar del Plata por el general Julio Argentino Roca, y en 1909, enarboló su insignia en el crucero-acorazado “Belgrano”.

Tras ser elevado al grado de vicealmirante, pasó a retiro en 1915, pero siguió siendo una figura rectora en la Marina. En 1916, fue temporariamente Interventor Nacional en la provincia de Corrientes (22 de marzo al 3 de junio), repuso al gobernador Mariano I. Loza, y mereció la aprobación de sus medidas. Por aquel entonces, también se lo mencionó como posible candidato a la vicepresidencia de la Nación, en representación del conservadorismo.

Después de su retiro tuvo actuación en la política del país, y fue candidato a diputado nacional.

Falleció en Buenos Aires, el 7 de junio de 1925. Este distinguido jefe de la Armada Nacional estuvo al servicio del país durante treinta y ocho años. La canalización de zonas extensas del Bermejo, y el levantamiento de mapas y estudios geográficos e hidrográficos, constituyen un blasón de su carrera. Afirmó los derechos argentinos en el Beagle y el Río de la Plata. Fue una figura muy querida en su arma, y considerado como uno de los oficiales más competentes,

Referencia


(1) Partiendo de Puerto Santa Cruz hacia la izquierda bordeando la costa del río se llega al Cañadón Misioneros, bellísimo valle asiento de la primera población. Debe su nombre a la llegada de dos Misioneros desde Malvinas en 1862. En ese mismo lugar, años después, la Escuadra del Comodoro Luis Py reafirma los derechos argentinos al sur del Rio Santa Cruz.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1983).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

viernes, 16 de marzo de 2018

Invasión portuguesa a Uruguay: Batalla de El Catalán

Batalla de El Catalán


Plano de la batalla

Libre de Artigas el marqués de Alegrete se propuso ir el día 4 al encuentro de Latorre, cuando en la mañana de ese día fue atacado en su campamento, en la margen derecha del Catalán, por el propio Latorre.  La posición portuguesa era bastante fuerte; se encontraba protegida por una curva del río y encuadrada a los flancos por profundas quebradas del terreno.  Latorre ataca con la infantería en el centro encuadrada por 2 piezas y el grueso de su caballería, constituida principalmente por sus lanceros indígenas, que acometieron con decisión, arrollando las guerrillas enemigas.  Latorre atacó contra el ala y el flanco derecho de los portugueses.

Durante la lucha atravesó el arroyo amenazando la retaguardia del enemigo con el objeto de desorganizarlo y quitarle la caballada, para impedirle así toda posibilidad de retirada.  Los lanceros charrúas, minuanes y guaycurúes cubrieron el avance de la infantería y atacaron en toda la línea.

La victoria parecía ya obtenida cuando la izquierda oriental, formada por la caballería correntina, se repliega inesperadamente sobre el centro, por la aparición de una pequeña fuerza enemiga, que se creyó fuera un poderoso refuerzo.  Se trataba simplemente de las fuerzas de Abreu que regresaba del combate de Arapey.

Luego se inclinaba la victoria hacia los portugueses, los restos de nuestras fuerzas se reunieron en un extremo del monte y lucharon encarnizadamente.  Latorre deja en el campo cerca de 900 muertos, 290 prisioneros, 2 cañones y 600 caballos.  Esta fue la batalla más sangrienta de la campaña.

Después de la Batalla del Catalán, las tropas portuguesas atraviesan el Cuareim en Lagueado y van a detenerse a media legua del paso para estacionar durante el invierno.

El día 14 de enero de 1817, desde San Borja, el marqués de Alegrete destaca al brigadier Francisco de Chagas para que con sus fuerzas destruyera a los pueblos de la margen oriental del Río Uruguay, a fin de quitar al ejército patriota todos los medios para repetir la invasión a las Misiones.  Cumpliendo tales órdenes Chagas devasta gran parte de Misiones (actualmente  territorio de Corrientes), saqueando, arrasando e incendiando cuanto pudo; llevaba 1.000 hombres, 5 cañones, 11 canoas para atravesar el río y 9 carretas para su transporte.


Municiones encontradas en el lugar de la batalla

Cruza el Uruguay próximo a la desembocadura del Aguapié, una legua al Sur del Paso de la Cruz.  Chagas ordena al teniente Carvalho que fuerce el pasaje del Uruguay frente a Itaquí, logrando éxito en la operación a pesar de la resistencia del capitán Vicente Tiraparé que defendió el Paso al frente de un escuadrón de caballería indígena.

Al tener conocimiento de la invasión Andresito marcha al frente de unos 500 hombres atacando al mayor Gama Lobo, que con una partida de 300 soldados se dirigía a destruir Yapeyú, derrotándolo y obligándolo a replegarse sobre Chagas.  Cuando ambos jefes reunido intentan atacarlo, Andresito dispersa sus fuerzas para reunirlas a cubierto sobre las costas del Paraná.


Arroyo El Catalán

El brigadier Chagas luego de hacer destruir los pueblos de La Cruz y de Yapeyú, marcha hacia el norte por la margen derecha del Río Uruguay.  El día 31 de enero llega a Santo Tomé, donde se detiene e instala su Cuartel General, comenzando desde allí incursiones hacia la campaña, llevadas a cabo por Carvalho quien tala los campos, saquea las poblaciones y arruina el país.

El ayudante José de Melo, destruye, reduciendo a ruinas las poblaciones de Santa Ana, San Javier y los Mártires.  El comandante de la frontera de San Nicolás atacada la guardia de San Fernando y enseguida la población de Concepción la que deja en ruinas.  Cumplidos estos vandálicos atropellos, Chagas repasa el río, el 13 de marzo de 1817, dejando en la margen derecha del Río Uruguay los puestos de observación necesarios.

Con estas inhumanas medidas quedó destruida la base de operaciones de Andresito.  Una vez retirado Chagas, Andresito vuelve a los pueblos misioneros e intenta su reconstrucción.  A mediados de 1817 es atacado por Chagas cuando se encontraba en Apóstoles, rechazándolo y obligándolo a repasar el Uruguay.  Reorganizado después de este contraste, en marzo de 1818 atraviesa el Uruguay y sitia a Andresito en el pueblo de San Carlos.  Después de 4 días de sitio y de sangrienta y continuada lucha, Andresito logra forzar el cerco, dejando en ruinas el reducto que defendía.



Homenaje del ENU por el Bicentenario de la batalla de El Catalán

jueves, 15 de marzo de 2018

Rumbo a Caseros: El combate de Campos de Álvarez (1852)

Combate de Campos de Alvarez






Juan Manuel de Rosas y Angel Pacheco, respectivamente, le propiciaban al Imperio del Brasil y a Urquiza el éxito fácil que éstos alcanzaban en su marcha triunfante hasta las campañas de Buenos Aires.  Rosas lo refería todo a Pacheco; y Pacheco a nada proveía atinadamente.  Júzguese por estos hechos, decisivos en el orden de las operaciones que terminaron en Caseros.  Un mes antes de la capitulación de Oribe, el coronel Martiniano Chilavert le dirigió a Rosas una memoria en la que le demostró con caudal de razones y mejores probabilidades, la conveniencia de que Oribe marchase a batir a Urquiza y de que simultáneamente se aprestase un ejército para invadir el Brasil (1).  Rosas aprobó la memoria, manifestó que la consultaría con Pacheco, pero dejó que le minasen el ejército a Manuel Oribe.  Cuando Urquiza reunía sus fuerzas en Gualeguaychú, el mismo Chilavert le encareció a Rosas la urgencia de defender la línea del río Paraná, y se ofreció a hacerlo personalmente.  Rosas le hizo decir que lo consultaría con Pacheco, y poco después Pascual Echagüe se vio en la precisión de abandonar a Santa Fe.  Cuando Urquiza se mueve de Rosario y Pacheco hace retirar a Lucio Norberto Mansilla de las posiciones en la costa del Paraná, Mansilla imagina que ello tiene por objeto destinarlo con infantería y artillería al extremo norte que domina Lagos con 8.000 jinetes, y defender la línea del arroyo del Medio, adonde irá a apoyarlo oportunamente Pacheco con las fuerzas que tiene en la Villa de Luján, y reunidos presentarle allí a Urquiza una batalla.  En caso de un desastre, quedaba asegurada la retirada a los cuarteles de Santos Lugares; y en todo caso se daba tiempo a que Rosas levantase la campaña del sur como un solo hombre y pusiese a Urquiza en críticas circunstancias, cercándolo de enemigos y cortándole la línea de sus recursos.  En este sentido le representó Mansilla a Rosas.  Pero Rosas le respondió que se entendiese con Pacheco; y Urquiza adelantó su vanguardia hasta el arroyo del Medio.  Cuando a la vista de Urquiza sobre este arroyo, Pacheco insiste en que Hilario Lagos se repliegue hacia el cuartel general, y Lagos le declara a Rosas por vía de protesta que él y sus soldados están resueltos a quedar allí defendiendo el suelo invadido por los aliados, Rosas le responde que está seguro de su patriotismo, y que armonice su conducta con las órdenes del genera Angel Pacheco.

Hay momentos en que Rosas reacciona.  Es cuando palpa la desorganización de todas sus fuerzas.  Entonces llama al mayor Antonino Reyes, jefe de Santos Lugares, y le habla de llamar a junta de guerra a los oficiales superiores.  Pero la reacción dura un minuto.  Es Pacheco; siempre la necesidad de Pacheco lo que lo hace variar de resolución.  Sin embargo, le dice a Reyes: “He de necesitarlo a usted a mi lado; es urgente ver a quién se ha de nombrar para que mane su batallón, y el de costeros y demás piquetes que reunidos formarán como 1.500 hombres con 6 piezas de artillería”.  Reyes indica al coronel Pedro José Díaz, experimentado militar que residía en Buenos Aires desde que fue hecho prisionero en el Quebracho Herrado (28 de noviembre de 1840) con el último cuadro de la infantería de Juan Lavalle.  “Dígale usted al señor Gobernador, le respondió Díaz a Reyes, que aprecio la confianza con que me honra: que aunque “unitario”, he de cumplir mi deber como soldado a las órdenes del gobierno de mi patria”.  Por tal incidencia se organizó esa brigada de infantería, la única que con la famosa artillería de Chilavert sostuvo hasta el fin el fuego contra los imperiales.

Lo cierto es que las disposiciones del general Pacheco daban por resultado dejar expedito a los aliados el camino que traían.  El 26 de enero, cuando los aliados llegaban al arroyo del Gato, y seguían de aquí a la laguna del Tigre (chacras de Chivilcoy), ordenó que se retiraran todas las fuerzas de la “Guardia de Luján” (actual ciudad de Mercedes), dejándole sólo 600 hombres al coronel Lagos que era el único que hostilizaba al enemigo.  Sin embargo, el 28 le escribe a Lagos que disponga lo conveniente para sus movimientos, “como lo verificó en la noche del 26 con las divisiones acampadas en el arroyo de Balta”; y que si ha hecho retirar al mayor Albornoz es por ser innecesario en presencia de la fuerte división que Lagos comanda.

Pero resultaba que no se habían verificado los movimientos que suponía el general Pacheco, pasando por alto el hecho grave de ordenar la retirada de todas las reservas a las órdenes del jefe de la vanguardia, y dejando a éste aislado con una diminuta división enfrente del enemigo a quien hostilizaba:  Lagos le respondió el mismo día 28: “El coronel Lagos, señor general, no ha verificado movimiento de ninguna especie con las divisiones acampadas en el arroyo de Balta en la noche del 26; sabía por el mayor Albornoz que V. S. había mandado retirar todas las fuerzas de la Guardia de Luján y con prontitud aquel día 26.  Si el infrascripto ha llegado a verse últimamente precisado a maniobrar, y hostilizar al enemigo, sólo por su flanco izquierdo, ha sido a consecuencia de la reprimenda que recibió por haber ido con su fuerza a la laguna de las Toscas a ponerse al frente del enemigo y en la ruta inerrable que calculó debía éste traer, como traía en efecto”. (2)

Simultáneamente con esto circulan graves acusaciones contra el general Pacheco.  Algunos avanzan que entre el 26 y 27 de enero se ha puesto al habla con el general Urquiza, a cuyo efecto hizo retirar hasta a los ayudantes del coronel Bustos de las inmediaciones de Luján.  El coronel Bustos se decide a transmitírselo a Rosas por intermedio del mayor Reyes.  “Está loco señor”, se limita a responder Rosas.  “Esta loco”, dice de un juez de paz que baja expresamente de su destino para repetir lo que sabe al respecto.  Y de uno de los que más importante papel desempeña en la legislatura, y que igualmente se lo repite, “esta loco”, dice también.

El ejército aliado avanzó de Chivilcoy hasta Luján adonde llegó en la mañana del 29 de enero.  El día 30 su vanguardia se hallaba en los campos de Alvarez, a poco más de dos leguas de algunas divisiones de la vanguardia de Buenos Aires, situada en la margen izquierda del río de las Conchas (actual río Reconquista), cubriendo el puente de Márquez.  Pacheco acababa de pasar este puente sin dar disposición alguna y tomó camino de su estancia del Talar.  Al comunicar Lagos la aproximación del enemigo, Rosas le ordenó que lo batiese, advirtiéndole que el general Pacheco, con fuerzas superiores defendería el puente de Márquez.  Con su división y las de los coroneles Domingo Sosa y Ramón Bustos (hijo del caudillo cordobés Juan Bautista Bustos), Lagos reunió como 2.500 hombres.  En la madrugada del 31 de enero formó tres columnas paralelas, cubrió su frente con algunos escuadrones ligeros y marchó al encuentro del enemigo.


Monolito emplazado en el sitio donde se libró el combate de Campos de Alvarez, el 31 de enero de 1852

Este tomo posiciones prolongándose sobre la izquierda en la dirección que Hilario Lagos traía, y donde se colocó el general Juan Pablo López con su división; en el centro el coronel Galarza con las caballerías entrerrianas, y a derecha e izquierda de este último las divisiones de los coroneles Aguilar y Caraballo, formando un total de 5.000 hombres.  Los mejores escuadrones de Buenos Aires chocaron con las aguerridas caballerías entrerrianas, y éstas vacilaron cuando Lagos en persona les llevó esas cargas que justo renombre le valieron en los ejércitos argentinos.  Pero rehechas sobre algunos regimientos que López lanzó oportunamente, mientras él maniobraba de flanco con rapidez, pudo Lagos penetrarse de la desigualdad de la lucha cuando, al generalizarse el combate, se arremolinaron algunos de los escuadrones bisoños ante aquella masa de caballería que comenzaba a envolverlos.  Entonces reunió sus mejores fuerzas, dio una brillante carga que contuvo al enemigo, y se retiró en orden sobre el puente de Márquez; perdiendo como 200 hombres, entre ellos el comandante Marcos Rubio y algunos oficiales, armas y caballos.

Los boletines del ejército aliado y el general César Díaz en sus “Memorias inéditas” (páginas 265 a 267) dan a Lagos 6.000 soldados de la mejor caballería, y contradiciéndose en los términos, así dicen que no hubo resistencia por parte de Lagos, como afirman que éste tuvo 200 muertos entre ellos jefes y oficiales, y que los aliados sólo tuvieron 26 hombres fuera de combate.  No es de extrañar que el general Díaz aceptase tales datos, pues que no tenía otros, hallándose como se hallaba a dos leguas del campo de Alvarez, e incorporándose a la vanguardia de los aliados en la mañana siguiente a la de la acción.  “Es que se creyó (y a la verdad que debía creerse) que Lagos conservaba bajo su mando la misma fuerza con que se retiró de la línea del norte.  Pero es lo cierto que en la acción de Alvarez, Lagos tenía únicamente las siguientes fuerzas: su división inmediata, milicia del Bragado y piquetes veteranos, 600 hombres; división Sosa 1.300; división Bustos 600 hombres.  La división Echagüe no estuvo en la acción, ni tampoco la división Cortina; y el grueso de la división que Lagos organizó en Bragado la hizo pasar consigo Pacheco por el puente de Márquez.

En el puente de Márquez, Lagos creía encontrar a Pacheco con infantería y artillería, conforme a las prevenciones que había recibido.  Pero Pacheco no estaba allí, ni había dejado un hombre.  Pidió órdenes, comunicando que seguía tiroteándose con las avanzadas enemigas.  Se le respondió de Santos Lugares que conservase su posición.  En la mañana del 11 de febrero se reunió a la vanguardia todo el ejército aliado en los campos de Alvarez.  Lagos lo comunicó a Santos Lugares, y recién al caer la tarde se le ordenó que si el enemigo avanzaba a pasar el río se replegase al cuartel general.

En estas circunstancias, Pacheco renunció a su cargo de general en jefe.  Fundaba su renuncia en que Rosas se hallaba en Santos Lugares a la cabeza del ejército.  Rosas recibió el golpe en medio del pecho.  Enseñándole la renuncia al mayor Reyes para que la contestase, le dijo: “Pero ¿no ve señor?…. Pacheco está loco, señor”. (3)  Y como Pacheco les ha comunicado su renuncia a los jefes para que se entiendan directamente con Rosas, y el jefe de la vanguardia pide órdenes a Santos Lugares, Rosas le responde que “no ha accedido a los deseos del señor general Pacheco, por lo que en el importantísimo destino que ocupa y que tan acertada como honorablemente desempeña, es que el ilustre general prosigue sus distinguidos servicios”. (4)

Sin embargo, Rosas montó en cólera cuando se le dijo que Pacheco no había defendido el puente de Márquez con la infantería y artillería que hizo retrogradar desde Luján, y como se le había ordenado.  “Si no puede ser -le decía a Reyes paseándose irritado- si no puede ser que el general Pacheco haya desobedecido las órdenes del gobernador de la Provincia”.  En la noche del 31 de enero, Benjamín Victorica fue a Santos Lugares de parte de Pacheco.  Rosas le habló sobre la conveniencia de poner la suma en las notas que se le dirigían, y lo despidió sin escucharle el mensaje.  En la tarde siguiente llegó el general Pacheco a Santos Lugares.  Reyes fue a anunciarlo y se volvió a conversar con el coronel Bustos.  No habían pasado cinco minutos cuando con asombro estos jefes vieron salir de las habitaciones de Rosas al general Pacheco, cabizbajo, que pasó sin saludarlos, montó a caballo y se dirigió a la chacra de Witt (5) desde donde asistió a los hechos de armas que tuvieron lugar en esos días.

La victoria de Alvarez fue naturalmente celebrada en el campo de Urquiza, y retempló la moral de los aliados quienes, en presencia de ella y de las facilidades que venía proporcionándoles el enemigo, llegaron a imaginarse, y no sin motivo, que en breves días entrarían con el arma a discreción en Buenos Aires.  En el campo de Rosas, si se experimentó la impresión de esa derrota, no se tradujo en signo visible alguno; que antes por el contrario, en la noche del 1º de febrero se pasaron de los aliados a Santos Lugares como 400 hombres, los cuales fueron recibidos entre las aclamaciones de sus antiguos compañeros.  El mismo espíritu de decisión en favor de Rosas mostraban las poblaciones de Buenos Aires, movidas por cierto atavismo encarnado en sentimientos enérgicos, que vivían al calor del esfuerzo común iniciado en la adversidad, e incontrastablemente mantenido entre los rudos vaivenes de la lucha.  Los que formaban en el ejército creían defender el honro nacional contra un extranjero que invadía la Patria.  ¿Sería eso pura poesía?  Es la poesía del honor, el cual no tiene más que un eco para la conciencia individual: las gentes de las campañas no veían más que el hecho inaudito de la invasión del Imperio del Brasil y rodeaban a Rosas en quien personificaban la salvación de la Patria.

Véase lo que respecto de esto último decía el general César Díaz, jefe de la división oriental del ejército aliado: “Los habitantes de Luján manifestaban hacia nosotros la misma estudiada indiferencia que los de Pergamino; y a los signos exteriores con que éstos habían hecho conocer su parcialidad con Rosas, agregaban otras acciones que denotaban con bastante claridad sus sentimientos.  Exageraban el número y calidad de las tropas de Rosas.  Traían a la memoria todas las tempestades políticas que aquél había conjurado, y tenían por cosa averiguada que saldría también victorioso del nuevo peligro que lo amenazaba”.

Y cuando todo el ejército aliado acampó en Alvarez, véase cuales eran las impresiones del general Urquiza, según el mismo general Díaz: “Fui a visitar, dice el general Urquiza y lo encontré en la tienda del mayor general.  Se trató primero de la triste decepción que acabábamos de experimentar respecto del espíritu de que habíamos supuesto animado a Buenos Aires.  Hasta entonces no se nos había presentado un pasado.  Si no hubiera sido –dijo el general- el interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera debido conservarme aliado a Rosas, porque estoy persuadido que es un hombre muy popular en este país”.  Y el general Díaz agrega: “Si Rosas era públicamente odiado, como se decía, o más bien, si ya no era temido, ¿cómo es que dejaban escapar tan bella ocasión de satisfacer sus anhelados deseos?  ¿Cómo es que se les veía hacer ostentación de un exagerado celo en defensa de su propia esclavitud?  En cuanto a mí, tengo una profunda convicción, formada por los hechos que he presenciado, de que el prestigio del poder de Rosas en 1852 era tan grande, o tal vez mayor, de lo que había sido diez años antes, y que la sumisión y aun la confianza del pueblo en la superioridad de su genio, no le habían jamás abandonado”. (6)

Referencias

(1) Papeles de Martiniano Chilavert (Copia en archivo de Adolfo Saldías).
(2) Manuscrito en el Archivo de Adolfo Saldías.
(3) Referencia del señor Antonino Reyes.
(4) Manuscrito original en el archivo de Adolfo Saldías.
(5) Referencia del señor Antonio Reyes.
(6) Véase “Memorias inéditas”, páginas 263 y 270.

Fuente

Díaz, César – “Memorias Inéditas” – Publ. Adriano Díaz – Buenos Aires (1878).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo, Buenos Aires (1951)


Se permite la reproducción citando la fuente: http://www.revisionistas.com.ar/?p=7303

miércoles, 14 de marzo de 2018

Revolución Libertadora: El bombardeo de Mar del Plata

Hace 61 años bombardeaban el puerto de Mar del Plata

Se cumplen este lunes 61 años de uno de los episodios más traumáticos y menos contados de la historia marplatense: el bombardeo sobre Mar del Plata, acción que determinó la caída de Juan Domingo Perón.
La Capital



Los tanques de combustible del puerto a poco de ser cañoneados al amanecer del 19 de septiembre de 1955 desde un buque de la Armada. Aporte de Nair Miño a Fotos de Familia

Al amanecer del 19 de septiembre de 1955, la Marina de Guerra bombardeó dos objetivos de la costa: la Escuela de Artillería (actual AADA 601) y los tanques de combustible de YPF ubicados en el puerto. Muchos creen erroneamente que fueron los globos de gas de Punta Mogotes, que en realidad aún no habían sido instalados.

El ataque a la ciudad determinó la renuncia y el exilio del presidente Juan Domingo Perón y fue el corolario del movimiento revolucionario que se había iniciado en Córdoba el 16 de septiembre.

El golpe de estado, conocido como Revolución Libertadora, fue encabezado por el general Eduardo Lonardi y el contralmirante Isaac F. Rojas junto a un grupo de civiles antiperonistas.

El ataque comenzó cerca las 6.40 de una jornada gris cuando un avión naval hizo un fallido intento de destruir los tanques de combustible. Luego, el crucero “9 de Julio” tomó posición a 8500 metros de la costa y durante diez minutos cañoneó el objetivo, destruyendo nueve de los once tanques. La versión oficial, jamás refutada históricamente, indica que no hubo víctimas.


Comercio del puerto dañado por una de las bombas durante el ataque que marcó el éxito de la “Revolución Libertadora”. Aporte de Nancy Amalfi a Fotos de Familia

Minutos antes del mediodía, los destructores San Juan, San Luis y Entre Ríos cañonearon durante doce minutos la “Escuela de Artillería Antiaérea” (hoy AADA 601), unidad leal a Perón que había sido evacuada ante la inminencia del ataque, que destruyó la antena del radar y el tanque de agua.

Las fuerzas navales también dispararon contra tropas del Ejército que se habían apostado con piezas de artillería en la zona del Golf Club y que huyeron en forma precipitada.

Las crónicas de la época también ofrecen referencias sobre grupos de civiles armados que se apostaron en la escollera norte con el propósito de evitar el desembarco de los marinos, produciéndose un enfrentamiento que terminó con la retirada de los partidarios de Perón.

Sorpresa y horror

¿Estaba alertada la población marplatense?. La mayoría de los testimonios oídos a lo largo de los años nos hablan de sorpresa y de horror.

La historia oficial indica que el domingo 18 de septiembre el jefe de la Base Naval recibió un mensaje del “Comando Revolucionario”, ordenándole “informar a la población por todos los medios que a partir del amanecer serán bombardeadas las posiciones que se oponen al movimiento, además de la Escuela Antiaérea y los tanques de petróleo del puerto”. Se requería, además, la evacuación de toda la costa “desde Playa Grande hasta la Bristol en una profundidad mínima de cinco cuadras y las proximidades de los otros objetivos”.


Saqueo y quema de la biblioteca del Sindicato de Empleados de Comercio (Córdoba entre Rivadavia y San Martín). Aporte de Guillermo Bianchi a Fotos de Familia.

En una crónica publicada por LA CAPITAL el 20 de septiembre se lee que los bombardeos “confirmaron lo que venían anticipando algunas emisoras uruguayas”, de donde se deduce que a nivel local no hubo información.

Sí hay registros del intenso movimiento que en la mañana del 19 de septiembre realizaron efectivos policiales en todo el sector costero, golpeando puerta por puerta para pedir la evacuación de los hogares.

Un despertar aterrador

Pero muchos se enteraron al despertar con el ruido aterrador de las bombas. En la población portuaria recayó la mayor cuota de horror, no sólo por los estruendos cercanos ni por la negra columna de humo que se alzó desde los tanques en ignición. Se sumó que algunas bombas cayeron sobre viviendas y comercios de ese populoso barrio. La crónica periodística del día siguiente da cuenta de varias personas heridas.

No debe olvidarse que sólo tres meses antes la aviación naval había bombardeado y ametrallado Plaza de Mayo, con cruento saldo en la población civil. El temor de una nueva masacre no era infundado y cundió en la población marplatense, al tiempo que se propalaron rumores sobre posibles bombardeos en otros puntos de la ciudad, como la Estación de Ferrocarril.


Un vecino marplatense -Tito Arrigo- posa junto a un proyectil disparado por el Crucero 9 de Julio. El lugar: la calle Alem frente al cementerio. Aporte de Gisela Arrigo a Fotos de Familia.

Ello motivó que miles de marplatenses se alejaran de sus casas en busca de lugares que consideraban seguros, utilizando para ello los más diversos medios de locomoción o simplemente a pie, llevándose los enseres que pudieron.

El bombardeo sobre Mar del Plata fue el primer paso de un plan anunciado que seguiría con idénticos ataques sobre las destilerías de La Plata y de Dock Sud. La renuncia de Perón puso fin a las maniobras. El horror de aquel día sólo se vivió en Mar del Plata.

martes, 13 de marzo de 2018

SGM: Video a color del Afrika Korps

Impresionantes tomas en color de Erwin Rommel y Afrika Korps (video)

War History Online



Después de haber ganado una sólida reputación como un genio militar de primer orden, Rommel fue ascendido a Teniente General y se le asignó el nuevo Afrika Korps, que había sido creado con la intención de ser enviado a Libia para ayudar a las tropas italianas que luchan por salir adelante. con avances británicos en el territorio del Eje en el norte de África.

Ignorando las órdenes de asumir una postura defensiva, Rommel lanzó inmediatamente un ataque relámpago contra las fuerzas británicas sorprendidas y su Afrika Korps avanzó rápidamente, expulsando al general Waverley de su posición fortificada en Benghazi.

En un intento por aprovecharse de la confusión que resultó de la caída de Benghazi, Rommel continuó presionando hacia adelante, conduciendo a los británicos antes que él y finalmente envolviendo al enemigo dentro de Tobruk.

Rommel puso a Tobruk bajo asedio pero se encontró con la resistencia firme y resuelta de los soldados británicos y australianos.

En junio de 1941, Wavell lanzó un contraataque aliado, Operation Battleaxe, pero fue gravemente mutilado por el Afrika Corps de Rommel.

Después de eso, Rommel logró una serie de victorias, la mayoría de las veces contra fuerzas muy superiores, como Tobruk, Gazala y El Alamein.

En el proceso, no solo obtuvo una formidable reputación de valentía personal y genio estratégico, sino también de gallardía y piedad, como lo demostró ampliamente cuando envió suministros médicos a las fuerzas neozelandesas dentro de las líneas aliadas.


Debido a la falta de refuerzos y suministros que obstaculizaran su capacidad para dar un golpe de gracia a las fuerzas aliadas en el norte de Afrika, Rommel se vio obligado a ponerse a la defensiva y luego retirar sus fuerzas restantes del teatro norteafricano.