martes, 19 de febrero de 2019

San Martín y su último servicio a la Nación

San Martín y su último servicio a la patria



Por Martín Blanco |  Infobae


 

Nota escrita en coautoría con Roberto Colimodio

El 20 de septiembre de 1822, el general San Martín dejó instalado el primer Congreso Constituyente del Perú, renunció a su cargo de protector de dicho país, puso fin a su vida como hombre público. Habían pasado diez años de sacrificios al servicio de la nación, había logrado consolidar su independencia y la de medio continente.

Tendrá por delante nuestro máximo héroe un largo ostracismo voluntario (según sus propias palabras) en Europa, desde donde siguió atentamente el derrotero de su patria, inmersa en luchas internas y externas en el agitado período de formación del Estado nacional. Al respecto, San Martín se mantuvo firme a sus convicciones, no se mezcló jamás en las luchas intestinas, y no tomó parte por ninguno de los partidos (unitario y federal) que se disputaron el poder a sangre y fuego. El Libertador dio sobradas muestras al respecto. En marzo de 1819, en carta al caudillo santafesino Estanislao López sostuvo: "Unámonos, paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: divididos seremos esclavos; unidos, estoy seguro de que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra de honor. Mi sable no saldrá jamás de la vaina por opiniones políticas".

En similar sentido, en 1823, el entonces presidente del Perú, José de la Riva Agüero, solicitó los servicios de San Martín para resolver la contienda de carácter interna que azotaba a aquel país. La respuesta del otrora protector fue contundente: "Es incomprensible su osadía grosera al hacerme la propuesta de emplear mi sable con una guerra civil. ¡Malvado! ¿Sabe usted si este se ha teñido jamás en sangre americana?".

A no dudarlo, San Martín fue siempre consecuente con estos principios: orden en lo interno, independencia de América y soberanía nacional.

El Capitán de los Andes, fiel a su ideario, se mostró siempre atento a los conflictos de orden internacional que tuvieron como protagonista a las Provincias Unidas, llegando incluso a ofrecer sus servicios militares ante el conflicto con el Brasil, luego de haber renunciado Rivadavia, en diciembre de 1827, en carta dirigida al nuevo mandatario interino, don Vicente López y Planes. Asimismo, en 1838, con motivo del bloqueo francés y posterior asalto a la isla Martin García por parte del almirante Leblanc, San Martín, que ya estaba viviendo en Grand Bourg, se dirigió a Rosas manifestando: "Si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la Patria honradamente, en cualquier clase que se me destine".

Así llegamos al año 1845, la entonces Confederación Argentina, a la sazón al mando del gobernador de la provincia de Buenos Aires, general Juan Manuel de Rosas, fue objeto de una nueva intervención militar que bloqueó sus ríos interiores, llevada a cabo por las dos principales potencias europeas, Francia e Inglaterra.

Para entonces el Gran Capitán contaba con 67 años de edad, llevaba 21 años fuera del país, era admirado y profundamente respetado en Europa. Durante ese lapso entabló relación con infinidad de personalidades influyentes, muchos de ellos americanos, que se desempeñaban cumpliendo funciones de representación diplomática de sus respectivas naciones ante Estados europeos, siendo su domicilio visita obligada y referencial.

Carta desde Nápoles

Con motivo de la intervención anglo-francesa, el cónsul argentino en Londres, George F. Dickson, quiso conocer la opinión que tenía el Libertador sobre los hechos; la respuesta de San Martín fue categórica. Con fecha del 28 de diciembre de 1845, desde Nápoles, donde se encontraba de viaje, estampó las siguientes consideraciones, que demuestran por sí solas la claridad meridiana de sus opiniones, su intacto genio militar y su amplio conocimiento de la situación del otro lado del Atlántico.

Creemos que esta carta (que sería fundamental en los hechos diplomáticos y políticos posteriores) es una muestra cabal de su lucidez y coherencia estratégica:

"Por conducto del caballero Jackson se me ha hecho saber los deseos de Ud. relativos a conocer mi opinión sobre la actual intervención de Inglaterra y Francia en la República Argentina. No solo me presto gustoso a satisfacerlo sino que lo haré con la franqueza de mi carácter y la más absoluta imparcialidad, sintiendo solamente el que el mal estado de mi salud no me permita hacerlo con la extensión que requiere este interesante asunto.

 

No creo oportuno entrar a investigar la justicia o injusticia de la citada intervención, como tampoco los perjuicios que de ella resultarán a los súbditos de ambas naciones con la paralización de sus relaciones comerciales, igualmente que de la alarma y desconfianza que naturalmente habrá producido en los nuevos Estados sudamericanos: la inferencia de dos naciones europeas en sus contiendas interiores; solo me ceñiré a demostrar si las dos naciones intervinientes conseguirán por los medios coactivos que hasta la presente han empleado el objeto que se han propuesto, es decir, la pacificación de las dos riberas del Río de la Plata.

Según mi íntima convicción, desde ahora diré a usted (que) no lo conseguirán; por el contrario, la marcha seguida hasta el día no hará otra cosa que prolongar por un tiempo indefinido los males que se tratan de evitar y sin que haya previsión humana capaz de fijar un término a su pacificación: me explicaré.

Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside la República Argentina: nadie ignora el ascendiente muy marcado que posee sobre todo en la vasta campaña de Buenos Aires y resto de las demás provincias; y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero, ello es que la totalidad se le unirán y tomarán una parte activa en la actual contienda.

Por otra parte, es menester conocer, como la experiencia lo tiene ya demostrado, que el bloqueo que se ha declarado no tiene en las nuevas Repúblicas de América, sobre todo en la Argentina, la misma influencia que lo sería en Europa: él solo afecta a un corto número de propietarios, pero la masa del pueblo que no conoce las necesidades de estos países, le será bien indiferente su continuación. Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante las hostilidades, es decir, declarar la guerra —yo no dudo un momento podrán apoderarse de Buenos Aires con más o menos pérdida de hombres y gastos, sin embargo que la toma de una ciudad decidida a defenderse es una de las operaciones más difíciles de la guerra, pero aun en este caso estoy convencido que no podrán sostenerse por mucho tiempo en posesión de ella: los ganados, primer alimento, o por mejor decir, el único del pueblo, pueden ser retirados en muy pocos días a distancias de muchas leguas; lo mismo que las caballadas y demás medios de transporte; los pozos de las estancias inutilizados, en fin, formando un verdadero desierto de 200 leguas de llanuras sin agua ni leña, imposible de atravesar por una fuerza europea, la que correrá tantos más peligros a proporción que esta sea más numerosa, si trata de internarse. Sostener una guerra en América con tropas europeas, no solo es muy costoso, sino más que dudoso su buen éxito. Tratar de hacerla con los hijos del país; mucho dificulto y aun creo imposible encuentren quien quiera enrolarse con el extranjero. En conclusión: con 8.000 hombres de caballería, del país y 25 o 30 piezas de artillería fuerzas que con mucha facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires, sino también impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres salga a 30 leguas de la capital, sin exponerse a una completa ruina por falta de todo recurso; tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará, a menos (como es de esperar) que el nuevo ministerio inglés no cambie la política seguida por el precedente".

La repercusión

La contundencia de los conceptos militares y políticos provenientes de una autoridad en la materia, como lo era el general San Martín, no pasó desapercibida, y causó gran impacto en la política británica, pues Dickson se encargó de difundirla. Tanto es así que la mentada carta de San Martín fue publicada (sin su autorización) por la prensa inglesa, más precisamente en el periódico Morning Chronicle, con fecha 12 de febrero de 1846, en una nota donde se ponderó su rol de estratega magistral en relación con el cruce de los Andes, a la par del paso de los Alpes ejecutado por Napoleón Bonaparte. La publicación de esta carta mereció réplicas en periódicos españoles y en la Gazeta de Buenos Aires.

A mayor abundamiento, el propio Dickson, con fecha 13 de febrero de 1846, agradece la respuesta dada por San Martín y le informó que cursó diversas copias de la carta a distintas personalidades de la política británica, entre ellos a Lord Aberdeen (George Hamilton Gordon), por entonces secretario de Estado para Asuntos Exteriores, y futuro primer ministro; también al almirante Bowles (viejo amigo de San Martín), y al almirante Inglefield.

Tal fue la repercusión de la carta de San Martín que Dickson le aseguró a aquel que con sus apreciaciones "había contribuido eficazmente a corregir en alguna parte las opiniones infundadas que se mantenían en este país sobre todo lo relativo a lo Estados de Sudamérica".

No solo San Martín emitió estas opiniones "a pedido" del inglés Dickson, sino que también las sostenía en privado, como le escribió a Tomás Guido el 26 de septiembre de 1846: "Capeando desde estos puntos a Mr. Guizot hasta ver los resultados de la negociación de Mr. Hood, que a pesar de los buenos resultados que todos esperan de ella, yo soy como las mulas chúcaras que orejean al menor ruido, es decir, que estoy sobre el 'quien vive' de todo lo que viene de Inglaterra, y aunque los franceses sigan su misma política, estos son toros claros y verdaderos niños de teta comparados con las miras ambiciosas, maquiavélicas y tenaces de sus rivales, los ingleses…. De todos modos, yo tengo la confianza de que, a pesar de la desigualdad de fuerzas y recursos, el general Rosas triunfará haciendo una paz honrosa".

San Martín se mantenía informado de las sucesivas misiones diplomáticas inglesas y francesas al Río de la Plata para terminar con el conflicto, de los cambios en el gabinete británico; etcétera. "Esperamos con la mayor ansiedad los resultados de las negociaciones entabladas con nuestra Patria, la suerte haga que se termine todo con honor".

También el Libertador desde Nápoles escribió al general Rosas el 11 de enero de 1846: "En las circunstancias en que se halla nuestra Patria me hubiera sido lo más lisonjero poder ofrecer mis servicios, como lo hice a Ud. en el primer bloqueo de Francia, servicios que aunque yo los creo bien inútiles, sin embargo, demostrarían la injustísima agresión y abuso de la fuerza que en el día emplean Francia e Inglaterra contra nuestro país. Este tiene aún un viejo defensor de su honor e independencia. Ya que el estado de mi salud me priva de esta satisfacción, por lo menos me complazco en manifestar a Ud. estos sentimientos así como mi confianza, no dudosa, del triunfo de la justicia que nos asiste. Acepte Ud. mi apreciable general, los votos que hago porque termine Ud. la presente contienda con honor y felicidad".

Repercusiones en Francia

La carta de San Martín a Dickson del 28 de diciembre de 1845 no solo generó consecuencias en Inglaterra, sino también en el otro Estado beligerante, es decir, en Francia. Ya que con fecha 22 de diciembre de 1849 fue publicada en el periódico La Presse, en un momento decisivo donde el parlamento francés debía decidir si continuaba con las hostilidades, ya sin el apoyo de Inglaterra, que el 24 de noviembre de ese año había firmado la paz con la Confederación Argentina (Tratado Arana-Southern).

A su vez, y con fecha 23 de diciembre de 1849, el propio San Martín se dirigió por carta al señor Bineau, ministro de Obras Pública de Francia, donde le confirmó la autenticidad de la carta escrita a Dickson desde Nápoles, y publicada en La Presse el día anterior, añadiendo: "La opinión que entonces tenía no solamente es la misma aún, sino que en las actuales circunstancias en que Francia se encuentra ahora, sola, empeñada en la contienda, vienen a darle una nueva consagración. Estoy persuadido de que esta cuestión es más grave que lo que se la supone generalmente; y los once años de guerra por la independencia americana durante los que he comandado en jefe los ejércitos de Chile, del Perú y de las Provincias de la Confederación Argentina me han colocado en situación de poder apreciar las dificultades enormes que ella presenta y que son debidas a la posición geográfica del país, al carácter de sus habitantes y a su inmensa distancia de la Francia. Nada es imposible al poder francés, y a la intrepidez de sus soldados; más antes de emprender, los hombres políticos pesan las ventajas que deben compensar los sacrificios que hacen. No lo dudéis, os lo repito: las dificultades y los gastos serán inmensos y una vez comprometida en esta lucha, la Francia tendrá honor en no retrogradar y no hay poder humano capaz de calcular su duración".

 

Dicha carta fue leída en el Consejo de Ministros, donde el entonces ministro de Justicia de Francia, Rohuer, la consideró un documento valiosísimo para ser presentado en la Asamblea en el momento oportuno. Y el momento llegó inmediatamente, la carta de San Martín fue leída en los últimos días de 1849 en la Asamblea Legislativa de Francia, cuando se discutía allí un crédito de 2.500.000 de francos destinados a la intervención francesa en el Río de la Plata. La puja era entre quienes bregaban por continuar y profundizar la intervención, y aquellos que pretendían emular la actitud tomada por Inglaterra y solucionar el conflicto mediante la diplomacia.

Fue tal el revuelo generado en el parlamento francés con motivo de la lectura de la carta en cuestión que provocó la suspensión momentánea del debate y un profundo interés en la opinión pública. Tal es así que Mariano Balcarce, yerno del general San Martín, que desde noviembre de 1848 ejercía funciones de secretario de la Legación Argentina en Francia, consideró oportuno enviar una copia de la carta al ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, don Felipe Arana, y ponerlo al corriente de lo acontecido a causa de la notable misiva.

Vale señalar que en aquellas horas decisivas para la patria, San Martín cargó sobre sus hombros la representación de los intereses nacionales, dado que el ministro Manuel de Sarratea, que ocupaba formalmente la representación diplomática de la Confederación ante el gobierno francés, había fallecido el 21 de septiembre de 1849.

Así las cosas, la solución política adoptada por Francia fue la buscada por San Martín, la continuación de las negociaciones, y la no profundización del conflicto, que llegaría a su conclusión días después de la muerte del libertador, dado que el 31 de agosto de 1850 se firmaba el Tratado Arana- Lepredeur que pondría fin a las hostilidades.

Siguiendo al notable historiador español Augusto Barcia Trelles cabe concluir que en 1849: "San Martín, casi ciego, convaleciendo de un segundo ataque de la peste colérica (el primero fue en 1832), destrozado por los crónicos sufrimientos de sus terribles achaques, había luchado noble, valiente, elevada y eficazmente en defensa de la soberanía y de los prestigios de la Confederación Argentina, movilizando a los ministros del gobierno francés, consiguiendo que este, amparándose en la gran autoridad y suprema experiencia del veterano glorioso, adoptare criterios y conductas que significaban la paz y la dignidad para la Argentina".

De esta manera, el general San Martín realizó su último servicio a la patria, ahora ya no con el sable corvo redentor de medio continente, sino con el poder de su pluma, de su autoridad política, moral y militar.

lunes, 18 de febrero de 2019

Sarmiento: Frases memorables de un gran argentino

10 frases memorables de Domingo Faustino Sarmiento a 208 años de su nacimiento

Infobae




Domingo Faustino Sarmiento , “el padre del aula”

Domingo Faustino Sarmiento fue una de las personalidades más trascendentes y prolíficas de la historia argentina. Es difícil encasillarlo en una profesión o cargo: fue presidente de la Nación, gobernador de San Juan, ministro del interior, escritor, periodista y militar, pero ningún legado fue tan grande como el que logró como educador, como "el padre del aula". Tan así fue que el día de su muerte, el 11 de septiembre, se celebra el Día del Maestro en Argentina.

En un nuevo aniversario de su nacimiento, el número 208, un repaso por alguna de sus frases más recordadas sobre temas diversos: la educación, el poder, el nepotismo, la moral y la posición de la mujer.

  • "Si no existieran dificultades, no habría éxitos".
  • "Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela".
  • "Todos los problemas son problemas de educación".
  • "Escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento".
  • "Los discípulos son la mejor biografía del maestro".
  • "Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización".
  • "Fui nombrado presidente de la República y no de mis amigos".
  • "No está prohibido que un hermano del presidente sea ministro, pero la decencia lo impide".
  • "Es la práctica de todos los tiranos apoyarse en un sentimiento natural, pero irreflexivo de los pueblos para dominarlos".
  • "Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer".

domingo, 17 de febrero de 2019

Crisis del Beagle: Un oficial argentino a minutos de la guerra

“Íbamos a invadir Chile”: El conflicto del Beagle contado por un oficial argentino

Autor: Diego Istúriz  |  La Tercera






Curacautín y Temuco eran dos objetivos en la estrategia ofensiva del ejército argentino. La historia de Facundo, el Teniente Primero que estuvo en el campo de batalla.

Diciembre de 1978. El tren va recorriendo los 2.000 kilómetros que separan a las provincias de Salta y Neuquén, en Argentina. No se trata de un paseo turístico. Facundo va a la guerra con Chile. Atraviesa el país de norte a sur, junto a sus compañeros del Regimiento V de Caballería.

La longitud del trayecto amerita escalas. En cada detención, los hombres de uniforme reciben el calor de los pueblos envalentonados por el espíritu nacionalista. Se agitan las banderas celestes y blancas. Los vecinos exclaman su apoyo, entregan alimentos a los soldados y organizan bailes en los andenes. Todo es algarabía. La banda militar del regimiento interpreta “Hay que venir al sur” de Raffaella Carrá, acaso como un presagio de lo que está por ocurrir. Los soldados disfrutan, claro. Pero saben muy bien que sus vidas están en manos de la patria.

Facundo es Teniente Primero, tiene 28 años y su destino final es Covunco, Neuquén, un punto estratégico en el área fronteriza de la Patagonia Argentina. Llega a la posición asignada tras cinco días de viaje, cumpliendo la orden de traslado a la zona de operaciones. El objetivo es concretar un ataque ofensivo a Chile.

En Covunco se establece un campamento, próximo al Regimiento X de Infantería, que agrupa a distintas unidades militares aprestadas para el combate. Las tropas juegan campeonatos de fútbol y rugby, sorteando las tensiones de la espera. Facundo y sus colegas, expectantes, aguardan la señal. ¿Cuál es la misión? Avanzar a Curacautín y Temuco a través de los pasos Pino Hachado, Del Arco e Icalma. Hay que asentarse rápidamente en suelo chileno. Pegar primero, de eso se trata.

La estrategia del ejército argentino contempla la ejecución de operaciones ofensivas en las provincias de Neuquén y Río Negro. El plan de defensa, por su parte, se extiende a otros puntos limítrofes de una línea territorial con más de 5000 kilómetros. La geografía de la inminente guerra por las islas del Beagle se amplía mucho más allá de las aguas del archipiélago. Marina, Infantería y Caballería actúan simultáneamente en distintos frentes.

El drama aumenta más al sur, con las tropas de ambos países formadas a sólo 300 metros de distancia. Allí, en el fin del mundo, Argentina y Chile se ven las caras bien de cerca.

Los días pasan y el choque bélico comienza a dilatarse. Hay impaciencia. Llega Navidad. Año Nuevo. Facundo festeja su cumpleaños. La mediación papal surte efecto y las fricciones diplomáticas entre Argentina y Chile van atenuándose, poco a poco.

Finalmente, cuando enero está a punto de terminar, llega la orden que nadie quiere oír: hay que replegarse. Los soldados argentinos reciben la noticia con incredulidad y resignación. Se prepararon durante meses para defender la soberanía del país. Y ahora se quedan con las manos vacías, a último minuto.

Facundo y sus camaradas emprenden el regreso a Salta en tren. En cada parada los pueblos reconocen otra vez la tarea de esos servidores que abandonaron sus casas sin garantías de una pronta vuelta.

Cuatro décadas después

El Beagle fue una guerra sin tiros. Hoy, con 68 años, Facundo esboza una hipótesis de lo que podría haber sido el encuentro armado: “El espacio geográfico requería grandes despliegues de un lado y del otro, a lo largo de toda la frontera. Sin embargo, la guerra no podría haber durado mucho tiempo. Ninguno de los dos ejércitos tenía capacidad para un choque de varios meses. Creo, sin vanidad, que estábamos en condiciones para el éxito”, reflexiona entre mate y mate.

Facundo, paradójicamente, quería ir a la guerra y al mismo tiempo evitarla. Como buen militar siente orgullo por la designación para defender a su bandera, pero reconoce el costo de sangre que hubiera implicado ese escenario. “La lucha armada por el Beagle abría una gran herida, muy difícil de cicatrizar, entre dos países limítrofes”, agrega.

Luego de ofrecer su testimonio a Qué Pasa, el ex oficial del ejército argentino pide ser citado con un pseudónimo. Su verdadero nombre no es Facundo, pero así quiere que lo mencionen. “Tengo muchos amigos en Chile. Siento mucho respeto por el país, sus ciudadanos y mis camaradas militares chilenos. A veces la historia te pone en la situación incómoda de pelear con un amigo. Eso fue lo que me ocurrió a mí”, explica. “De todas maneras, estoy sumamente tranquilo con lo que hemos hecho”.

Facundo recuerda los cursos de paracaidismo, blindados, andinismo y equitación que compartió con sus amigos chilenos, en ambos lados de la cordillera. “Ese intercambio militar es histórico. Si estallaba la guerra, seguramente nos hubiésemos encontrado en el campo de batalla. Las vueltas de la vida te ubican en un bando o en otro. De cada uno depende responder con altura a las tareas asignadas y no tomar estos episodios como algo personal. Más allá de eso, tengo la dicha de haber dado todo por mi país”, concluye emocionado.

sábado, 16 de febrero de 2019

Crisis del Beagle: La vida de un soldado chileno

La historia de un soldado chileno en la trinchera


Autor: Pamela Silva | La Tercera






Humberto Lazo fue uno de los muchos soldados chilenos que estuvieron atrincherados por más de un año en la frontera con Argentina esperando una guerra que al final no se concretó.

Humberto Lazo tenía 18 años y llevaba seis meses cumpliendo el servicio militar en La Serena cuando lo trasladaron a, lo que él y sus compañeros pensaban, era un regimiento en Coquimbo. Cuando llegaron a Santiago y los estaban subiendo a un avión, se enteraron que los llevaban a Punta Arenas.

Pero no se quedaron en Punta Arenas, una vez ahí se hicieron parte del Regimiento Caupolicán y los cruzaron a Tierra del Fuego, donde estuvieron atrincherados un año y dos meses esperando por una guerra que nunca ocurrió.

Era 1978 y el Conflicto del Beagle estaba en su momento más intenso. “Nos dijeron que habíamos llegado a un lugar donde Chile tenía problemas con Argentina. Entonces ellos nos fueron preparando por si llegaba a suceder algo”, recuerda Humberto.

Para los hombres de la cuarta región soportar el frío intenso y los fuertes vientos del sur de Chile no fue sencillo, tampoco estar separados de sus familias sin contacto alguno durante todo el tiempo que estuvieron atrincherados. Porque en la base había un teléfono, pero ellos como simples soldados no tenían acceso a él.

Humberto y los otros soldados estaban a sólo 300 metros del enemigo, separados únicamente por un cerco con campos minados hacia ambos lados, sin poder salir de día, viendo siempre lo mismo y a las mismas personas, perdiendo la noción del tiempo. Llegó un momento en que no sabían si era lunes, miércoles o domingo.

Y aunque estaban con orden de disparo ante cualquier movimiento argentino, con la medalla de guerra puesta en el pecho y preparados para empezar la guerra en cualquier momento, Humberto asegura no haber sentido miedo. Nunca.

“Estábamos dispuestos a entregar la vida por el país. Uno chileno tenía que matar tres argentinos, ese era nuestro lema. Ya estábamos preparados porque teníamos cursos de guerrilla, estábamos listos como soldados para enfrentar una guerra”, comenta Humberto, quien a 40 años del conflicto entre ambos países sigue recordando el momento sin temor alguno.

Ricardo Pardo, compañero de regimiento de Humberto, no concuerda totalmente con su amigo. Él sí admite haber sentido miedo, sobre todos los primeros días cuando llegaron a Tierra del Fuego, cuando no sabían qué sucedería con ellos, asustado de lo que podría suceder.

Pero al igual que Humberto, Ricardo concuerda que con el paso de los días ese miedo se fue esfumando, que lo único que quedaba en ellos eran los técnicas de batalla que les enseñaban junto con un intenso orgullo de servir a la patria y un sentir, casi una necesidad, de morir defendiendo Chile.

“Te enseñan que uno tiene el honor de servir igual como sirvieron nuestros grandes héroes, y te dan la oportunidad de hacerlo. Te sientes orgulloso porque esa es la única vez que podrás hacerlo, porque no va a volver a pasar nunca más -Dios lo quiera-”, explica Ricardo.

Después de un año en las trincheras, de informes que los argentinos estaban avanzando y listos para la lucha que se desestimaban en cosa de horas para reportar que no, que estaban retrocediendo, “lo único que esperas es que disparen. Porque esa era la orden, una vez que ellos disparaban nosotros disparamos” explica Ricardo.

A tan solo 300 metros del enemigo lo único que esperaban que ese constante estado de alerta acabara y que la guerra por fin comenzase. Ellos no tenían por qué sentir miedo: Estaban mucho más preparados que los argentinos, tanto psicológicamente como en combate. O al menos, de eso los tenían convencidos.

Convencidos de que tenían que defender a Chile de una guerra que aunque nunca llegó a comenzar realmente, ellos siempre sintieron como real. Porque durante un año estuvieron alertas, pendientes de cada movimiento argentino y preparados para apretar el gatillo.

Y como para el resto de Chile el conflicto con Argentina fue una guerra que nunca empezó de verdad, sino que algo que ‘pudo haber sucedido’, a ellos los soldados de La Serena los dejaron en el olvido.

“Nosotros quedamos como soldados olvidados, como que hicieron que nunca pasó nada, nos soltaron y ahí quedamos nosotros. Nunca nos reconocieron, nunca nos dijeron ‘ustedes fueron los soldados que defendieron en su momento a su patria’, nada”, se lamenta Ricardo.

Para Humberto el sentimiento es el mismo, “dejamos a la familia para ir a responder por el país, pero a nosotros de la cuarta región nunca nos han tomado en cuenta, siempre consideran a los de Chacabuco, Concepción, Temuco, gente de Osorno, nosotros éramos una compañía entera que nunca se nos tomó en cuenta”.

Humberto, Ricardo y el resto de los soldados serenenses que estuvieron atrincherados en Tierra del Fuego formaron una agrupación, se reúnen regularmente y hace poco fueron invitados a celebrar el aniversario del Regimiento Caupolicán al sur, lo que consideran es el único reconocimiento que tendrán como veteranos de la guerra que no fue.

viernes, 15 de febrero de 2019

SGM: Las brigadas de tanques soviéticas en Stalingrado

Brigadas de tanques, Stalingrado 1942

Weapons and Warfare



La 133° Brigada de Tanques tenía casi 17 tanques KV pesados. Al inicio de la batalla, el 13 de septiembre de 1942, el 62.º Ejército tenía unos 105 tanques (78 T-34, 17 KV-1 y diez T-70) en Stalingrado: en la ciudad al sur de Tsaritsa estaban los puestos 26 y 133 Brigadas de tanques con 35 tanques. En el distrito central estaban las Brigadas de Tanques de la Guardia 6 y 6 con 37 tanques, y cerca de la Fábrica de Octubre Rojo en el norte estaban las Brigadas de Tanques 27 y 189 con 33 tanques. Sin embargo, muchos de estos AFV estaban inmóviles y solo podían usarse como puntos de fuego fijos.




Uno de los tanques destruidos de la sexta brigada de tanques en la intersección de las calles Nevskaya y Karskaya, distrito de Zapolotnovsky.



KV-1 puesto fuera d combate de la brigada del tanque 133 en la calle Sovetskaya, procedente del puente Astrakhansky (octubre de 1942)


A mediados de julio, el Ejército Rojo comenzó su plan defensivo para Stalingrado creando un nuevo Frente de Stalingrado, su comando fue transferido del Mariscal de la Unión Soviética Semyon Timoshenko al Teniente General Vasily Gordov el 23 de julio. Stalin reforzó el teatro con tres ejércitos de reserva nuevos (el 63, 62, 64), los dos últimos (comandados por el General de División Vladimir Kolpakchi y el Teniente General Vasily Chuikov, respectivamente) se colocaron en la orilla oeste del Don para bloquear cualquier avance directo alemán a la ciudad. Además, dos nuevos ejércitos de tanques, el primero y el cuarto, se formaron y se dirigieron al despliegue en Don Bend.

El propio Stalingrado se preparó para la batalla mediante la evacuación de ganado y suministros de alimentos, y la construcción de refugios, trincheras y emplazamientos de armas. Dos días después de la emisión de la Directiva Nº 45, el 6. Armee estaba muerto en su camino por falta de suministros, y debía permanecer así hasta el final de la primera semana de agosto, pero ahora estaba contra el nuevo Frente de Stalingrado. Esto comprendía siete ejércitos, tres de ellos nuevos ejércitos de reserva y dos en proceso de conversión a ejércitos de tanques, así como el 8º Ejército del Aire. La fuerza de 290 panzers de Paulus enfrentaba a más de 1,200 tanques del Ejército Rojo con más en camino.

La ofensiva de Stalingrado tuvo un comienzo desfavorable cuando el general Friedrich Paulus del 6 Ejército Panzer pronto estaba luchando por resistirse. Las unidades principales encontraron la línea principal de resistencia de los Ejércitos 62 y 64 soviéticos el 23 de julio. Aunque con muy poco combustible y suministros, Paulus comenzó a desalojar el flanco derecho de Kolpakchi y empujarlo hacia el Don para alcanzar el puente estratégico sobre el río en Kalach. Fuerzas armadas soviéticas significativas fueron enviadas a la cabeza de puente de Kalach para reforzar la posición y para los planes número 24 se habían formulado para un contraataque de los Ejércitos de Tanques 1º y 4º, que incluían las Brigadas de Tanques Pesados ​​133º y 158º. Entre el 25 y el 28 de julio, 550 tanques soviéticos se cometieron en la ofensiva para relevar al 62.º Ejército, siendo golpeados sin piedad por la Luftwaffe en la estepa abierta mientras Paulus intentaba aferrarse e incluso completar su cerco del 62.º Ejército.

El primer asalto en la ciudad de Stalingrado comenzó el 13 de septiembre de 1942. Las formaciones de la Wehrmacht (295 y 71 Divisiones de Infantería del 6. Armee, reforzadas con SPG de los 244 y 245 batallones de cañones de asalto) llegaron a las afueras del oeste de la ciudad desde la intersección de Razgulyaevka. y la estación de ferrocarril Opytnaya cerca de la altura 112.5 y Aviagorodok. Los soldados de la 42.ª Brigada de fusileros separados en sus trincheras cerca de Dubovaya Balka pelearían durante cuatro días más en medio cerco antes de comenzar a retirarse bajo el fuego constante de Alemania junto al río Tsartitsa a las orillas del Volga.




Las unidades del 4to Ejército Panzer (24 y 14 divisiones Panzer, 94 divisiones de infantería y 29 motorizadas) llegaron a Stalingrado al sur de la cuenca Tsaritsa cortando el 62 Ejército de Chuikov del 64 Ejército del Shumilov en la línea entre las afueras de Minin - la aldea de Kuporosny - el parque de atracciones sin terminar en la frontera entre los distritos de Kirov y Voroshilov de la ciudad. Pronto esta área se convertirá en un escenario para la lucha feroz del 64 Ejército y sus intentos de forzar su regreso al norte.

El aire estaba completamente dominado por la Luftwaffe, los observadores alemanes tenían las alturas en las afueras y casi toda la ciudad que se extendía en el arco a lo largo del río podía verse como la palma de su mano.

La sede del 62 Ejército (Pushkinskaya St., Edificio 3, puesto de mando subterráneo) en el distrito central de la ciudad y los ferris principales estaban casi totalmente indefendidos. Solo los restos del 272º regimiento NKVD reforzado por el 28º destacamento de perros antitanque intentaban atrincherarse en el área del jardín Komsomolsky en la arboleda cerca de la estación de tren. Soldados del 84. ° batallón de construcción independiente estaban construyendo posiciones defensivas en las ruinas de la estación de tren y depósito de Stalingrado-I. Los transbordadores fueron defendidos por cadetes de la Escuela Militar Ordzhonikidze (115 soldados) y varios guardias fronterizos del 79º Regimiento de Guardia de Fronteras. Una fuerza conjunta de la milicia popular y la NKVD (45 personas) operaron en la plaza del 9 de enero. Un tren blindado que navegaba a lo largo de la costa del Volga, varias cuadrillas de armas del 748º regimiento de artillería antiaérea estaban atrincheradas cerca del monumento de Holzhunov (ferry No. 2), cubriendo el muelle desde el aire.



La situación al sur del Tsaritsa, en el área del molino (silos de grano) y una planta de enlatado, no fue mejor: la 35ª División de Fusileros de la Guardia, la 244ª División de Rifles, la 10ª Brigada de Rifles, el 271º Regimiento de la NKVD y el 20º Las brigadas de rifles de motor estaban marcadas en los mapas del ejército en esa área, pero solo existían en papel. Su fuerza de combate real era sólo unos pocos cientos de hombres. La única reserva móvil, dos batallones de tanques pesados ​​KV-1 (14 vehículos) de la 133 brigada de Tanques, defendió los accesos a los silos de grano.

El lunes del 14 de septiembre comenzó muy temprano. A las 03:30 el 272º Regimiento de la 10ª División de NKVD, el regimiento combinado de la 399ª División de Rifles y los tanques supervivientes de la 6ª Brigada de Tanques hicieron un intento de recuperar el asentamiento en el campo de aviación cuando los alemanes lo capturaron en la tarde de el día anterior. El ataque tuvo lugar sin reconocimiento, preparación de artillería, apoyo de aviación y sin el apoyo de los vecinos en los flancos derecho e izquierdo. El comandante del batallón del 272º Regimiento, Dmitry Stupin, y el oficial político superior, Vladimir Partugimov, fueron asesinados después del intento de dirigir personalmente el ataque. Los oficiales al mando del regimiento combinado simplemente huyeron, el comandante del regimiento y el comisario fueron fusilados al día siguiente.

Uno de los pocos T-34 restantes de la sexta brigada de tanques fue el tanque del teniente Mikhail Vlasenko. Peleó durante diez horas seguidas el día anterior, cambiando constantemente las posiciones entre la altura de 112.5 y el asentamiento del Aeródromo. Los oficiales de la sexta brigada de tanques fueron evacuados apresuradamente del puesto de mando en el Aviagorodok hasta el cruce del río y los tanques restantes de la brigada quedaron sin control. El tanque de Vlasenko rompió una de sus huellas, la torreta estaba atascada. El cargador no pudo soportar la tensión de la batalla y huyó. El resto de la tripulación (el propio Vlasenko, el conductor Ivan Lyashenko y el operador de radio Norkin) repararon la pista bajo fuego y, después de evitar un ataque aéreo, se posicionaron cerca de los edificios del complejo Krasnie Kazarmy.

Después de un intento de ataque condenado por las unidades debilitadas del 62 Ejército, las divisiones de infantería y panzer de los dos ejércitos alemanes comenzaron su avance hacia la ciudad. Fue necesario mantenerlos fuera durante todo el día antes de la llegada de la 13ª División de Fusil de Guardias, relativamente nueva. Toda la primera línea del 62.º ejército, desde Mamayev Kurgan hasta la estación central de trenes, estaba abierta. Después del bombardeo aéreo y la preparación de artillería, atacaron la infantería de las divisiones de infantería 71 y 295 con el apoyo de los cañones de asalto. El objetivo para los soldados de la Wehrmacht era simple: abrirse paso hasta la orilla del Volga y los cruces.

jueves, 14 de febrero de 2019

Invasión francesa a México: La Legión en Camarone

La Legión Extranjera Francesa en la batalla de Camerone, México, 1863

Weapons and Warfare



La última posición de un destacamento aislado de la Legión Extranjera Francesa en México llegó a representar el espíritu de esa unidad ilustre. Su auto sacrificio personificaba el sentido del deber y el honor que superaba a todas las demás consideraciones, incluida la supervivencia, y simbolizaba el espíritu determinado de la Legión.

La intervención militar francesa en México, posteriormente conocida como la guerra franco-mexicana, había sido provocada por el gobierno mexicano que había incumplido los pagos de intereses en julio de 1861. Las flotas de Gran Bretaña, España y Francia llegaron a Veracruz poco después, con la intención de Presionar al gobierno republicano de Benito Juárez para que se someta. Aunque se habían enviado algunas tropas españolas, Gran Bretaña ni España no tenían la intención de lanzar una expedición militar completa. Fue la llegada del ejército francés y su ocupación de la ciudad oriental de Campeche el 27 de febrero de 1862 lo que demostró que los franceses eran mucho más beligerantes que sus otros socios europeos. Preocupados de que Francia intentara establecer una ocupación permanente, los británicos y los españoles retiraron sus fuerzas.

Napoleón III, emperador de los franceses, creía que la situación en México le ofrecía varios beneficios. Estaba ansioso por demostrar el poder militar del imperio francés y establecer así una posición diplomática más favorable en Europa. También estaba dispuesto a restablecer las buenas relaciones con el imperio austriaco de los Habsburgo después de una guerra concluyente y costosa contra ellos en 1859, ya que esa diplomacia sería el medio para vincular a los jefes coronados de Europa y reprimir los movimientos republicanos o revolucionarios. La acción contra la república secular de México a favor de una restauración católica y un acercamiento con Austria también complacería a los partidarios católicos de Napoleón en su país. Sin embargo, en abril de 1862, el gobierno mexicano se mantuvo desafiante y el bloqueo del puerto de Mazatlán en el Pacífico no logró cambiar la situación. De hecho, el control de una fuerza francesa en la batalla de Puebla (5 de mayo de 1862), a manos de las fuerzas mexicanas bajo el mando del general Ignacio Zaragoza, indicaba la necesidad de un esfuerzo mayor. El 14 de junio, el ejército mexicano se detuvo en las afueras de la ciudad de Veracruz en Orizba, y los refuerzos franceses comenzaron a llegar en septiembre (alcanzando un total de 38,400 soldados para finales de año). Hasta octubre, el general Achille Bazaine tomó la ofensiva repetidamente, capturando a Tampico, Tamaulipas y Xalapa, y luego, después de un bombardeo el 15 de enero de 1863, asegurando Veracruz.



El siguiente objetivo de la fuerza expedicionaria francesa era Puebla y, en marzo de 1863, se le encomendó al general Élie Frédéric Forey que pusiera sitio a la ciudad. Los mexicanos pudieron reunir un total de 80,000 hombres, pero la mayoría de estas fuerzas se dispersaron en guarniciones. Todavía era posible, sin embargo, enviar formaciones relativamente pequeñas para hostigar a los franceses y tratar de cortar sus líneas de comunicaciones desde la costa. La fuerza de asedio francesa en Puebla había solicitado reservas de alimentos, municiones y herramientas, así como tres millones de francos. Estos suministros tenían que ser transportados con una guardia relativamente pequeña por una ruta obvia: factores que jugaban en las manos del ejército mexicano.

La protección del convoy estuvo a cargo del capitán Jean Danjou, quien contó con la asistencia del teniente Clément Maudet y Jean Vilain, y estuvo acompañado por 62 legionarios de la 3ª Compañía, Légion étrangère (Legión extranjera francesa). Danjou era un veterano con considerable experiencia militar. Había servido en Argelia donde, durante una batalla en el último cuarto, su rifle había explotado y había dañado tanto su mano que tuvo que ser amputada. A pesar de la lesión, Danjou pasó a servir en la Guerra de Crimea en el Sitio de Sebastopol, y luego en las batallas de Magenta y Solferino en el norte de Italia durante la Guerra Franco-Austriaca (1859). Cuando recibió órdenes de ayudar en la protección de una columna de suministros de carros y mulas, no perdió tiempo en asumir el mando de un pequeño destacamento de legionarios. Vestidos con sus característicos chaquetas azules, pantalones holgados rojos y kepis blancos, llevaban un mosquete con su larga bayoneta y trabajaban bajo el peso de una pesada mochila. La fuerza era, como todos los demás acordaron, demasiado pequeña para la tarea, pero la enfermedad había reducido el número de tropas disponibles y el apresurado Danjou se vio obligado a presionar a los únicos hombres que había dejado en servicio.

Este pequeño destacamento había marchado durante la noche para evitar el calor del día, y a las 7 de la mañana del 30 de abril, se detuvieron para descansar. Antes de que hubieran tenido la oportunidad de preparar café, aparecieron varios escuadrones de caballería mexicana, y los Legionarios tuvieron que meterse en una formación cuadrada, todavía la forma tradicional de resistir los ataques de jinetes a pesar de la introducción de armas con rifles de mayor alcance en la Francia Ejército. Sin embargo, la caballería mexicana creía que sus números superiores y el elemento de sorpresa les daban una clara ventaja y carga. Durante algún tiempo, los legionarios franceses mantuvieron su posición, infligiendo varias bajas a los mexicanos y eliminando varios cargos enérgicos. A pesar de esto, Danjou era consciente de que su posición estaba demasiado expuesta y los rangos densos eran un objetivo demasiado grande. Por lo tanto, ordenó que, mientras mantenían una plaza suelta, los legionarios debían retirarse hacia una hacienda cercana. Lo hicieron, tomando bajas en el camino. Hacienda Camerone era una estructura rugosa de adobe y madera, pero poseía un muro de barro de 10 pies (3 m) de altura que al menos ofrecía cierta protección contra la caballería. El objetivo de Danjou era obstaculizar a la caballería mexicana el tiempo suficiente para que el convoy escapara. Mientras que algunos de la caballería mexicana desmontaron para enfrentarse a los franceses, Danjou al menos había sobrevivido al ataque inicial.

La posición francesa fue crítica. La caballería mexicana había impedido que Danjou entrara en la aldea de Camerone, e incluso la estructura principal de la hacienda había caído en sus manos. Confinada a un complejo alrededor del cual se encontraban algunas dependencias en ruinas, la posición era difícilmente sostenible. Los francotiradores mexicanos representaban a algunos legionarios que intentaban cubrir los huecos en las paredes, pero los franceses lograron vencer los juncos de los soldados desmontados y los cargos montados.

El coronel Francisco de Paula Milán, comandante de la caballería mexicana, creía que a los extranjeros no les quedaban opciones. Pidió a los franceses que se rindieran, pero Danjou todavía esperaba ganar tiempo y se negó. Se afirma que el capitán francés también juró que lucharía hasta la muerte y que sus legionarios, inspirados por esta determinación, expresaron el mismo sentimiento. Su situación comenzó a cambiar a las 11.00 horas cuando llegaron los refuerzos de Milán, un batallón de 1.200 soldados de infantería. La hacienda pronto fue rodeada y el fuego comenzó a llegar. Superados en número a veinte, los legionarios estaban expuestos al cruel calor del sol, no tenían agua y solo tenían la munición que cada hombre llevaba en sus bolsas. Durante más de una hora se intercambiaron disparos, y las bajas aumentaron constantemente en ambos lados. La hacienda se incendió, el humo y las llamas se sumaron a las miserias de la disminución de la guarnición. Al mediodía, la mitad de la fuerza francesa estaba muerta o herida. Entonces, de repente, Danjou fue golpeado en el pecho. Murió al instante.
Al amparo del fuego, la infantería mexicana intentó avanzar, y durante cuatro horas más, el destacamento francés mantuvo su fusilamiento. Fue un asunto muy unilateral. Vilain fue asesinado hacia el final de la tarde, dejando a Maudet y solo 12 más para continuar la resistencia. Rodeado por los muertos y moribundos, y envuelto en humo por las ruinas humeantes de la hacienda, esta pequeña fuerza no pudo cubrir todo el perímetro. Los mexicanos ahora podían hacer fuego en cada parte de la posición, y alrededor de las 1700 horas, después de un día de lucha, solo quedaban Maudet y cinco Legionarios.


Con todas sus municiones gastadas, Maudet y sus hombres decidieron lanzar una carga de bayoneta desesperada para llevar a tantos mexicanos como sea posible. Fue un gesto desesperado pero valiente. Cuando salieron de la hacienda en ruinas, el fuego se intensificó. Dos murieron instantáneamente pero los otros corrieron hacia adelante. Cuando las balas crujieron alrededor de ellos, el legionario Catteau trató de proteger al teniente con su propio cuerpo, pero fue derribado y Maudet cayó segundos después. Los dos sobrevivientes, heridos y disparos, yacían exhaustos y resignados a morir, pero el comandante mexicano ordenó un alto el fuego. Les ofreció la oportunidad de rendirse y, desafiantes hasta el final, estarían de acuerdo solo si se les permitía mantener sus rifles y escoltar a los otros heridos, y el cuerpo del capitán Danjou, de regreso a la costa. Algo asombrado, pero conmovido por su dedicación al deber y por su líder caído, Milan estuvo de acuerdo. Se dice que murmuró a sus propias tropas: "¿Qué puedo negarme a tales hombres? No, estos no son hombres, son demonios ".

Gracias al heroísmo incuestionable de Danjou y sus hombres, el convoy de hecho se dirigió intacto a las fuerzas francesas que sitiaban Puebla, y diecisiete días después, la ciudad cayó. El general Bazaine derrotó a la fuerza de alivio mexicana en la batalla de San Lorenzo (8 de mayo de 1863) y luego entró en la Ciudad de México en junio de ese año. El gobierno mexicano huyó al norte para continuar su resistencia desde allí, pero cada vez más del país cayó bajo el control francés. A instancias de Napoleón III, la dinastía de los Habsburgo proporcionó al nuevo gobernante, el emperador Maximiliano I de México, en abril de 1864. Se creó un ejército imperial mexicano, con voluntarios austriacos que aumentaron la nueva fuerza. La resistencia republicana mexicana continuó, sin embargo, en 1865, y Estados Unidos, emergiendo de cuatro años de guerra civil, exigió que se pusiera fin a la ocupación francesa. Unos 50,000 soldados estadounidenses se reunieron en el Río Bravo y, temiendo una guerra con América, los franceses comenzaron a evacuar México en febrero de 1866. Las fuerzas de Maximiliano fueron derrotadas posteriormente por los republicanos mexicanos en una serie de batallas hasta que, en 1867, la capital volvió a caer. El control de Juárez. Maximiliano, acusado de haber ordenado la ejecución de todos los rebeldes que se opusieron a él, fue fusilado por fusilamiento en junio de ese año y los republicanos fueron devueltos al gobierno.

La Legión Extranjera francesa, que había sufrido la mayor parte de las bajas de la fuerza expedicionaria francesa en la guerra, estaba ansiosa por no perder de vista el logro de Danjou y su destacamento en Camerone. Algún tiempo después de la batalla, la mano protésica de Danjou fue encontrada en el sitio de la lucha. Había usado la extremidad de madera pintada como un guante, pero de alguna manera debe haber sido arrancada de su cuerpo en la confusión de la batalla y haber sido dejada atrás. Fue restaurado a la Legión algunos años más tarde y en el Día de Camerone la mano de madera todavía se exhibe. Los legionarios también beben un café ceremonial para recordar el hecho de que a los hombres de Danjou se les negó este pequeño privilegio en la mañana del 30 de abril de 1863. El honor de batalla 'Camerone', bordado en la bandera del Légion étrangère, es especialmente apreciado por Legión extranjera. El epitafio erigido en el sitio de la batalla, pero desde que se perdió, registró que: "Fueron menos de sesenta en oposición a todo un ejército. Su masa los aplastó. El 30 de abril de 1863, la vida, en lugar de la valentía, abandonó a estos soldados franceses en Camerone. "Incluso si se permite una cierta licencia en este texto, Danjou y sus legionarios habían mostrado un valor excepcional, y más por el honor que por cualquier táctica. razón, habían luchado contra todas las probabilidades.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Análisis: Aniversario de la revolución islámica en Irán

Opinión: La revolución en Irán que se convirtió en una pesadilla

DW

Cuarenta años después de la Revolución Islámica, el régimen en Irán parece estar firmemente en la silla de montar, gracias a su uso efectivo de la violencia y la censura, pero puede que no continúe por mucho tiempo, dice Jamshid Barzegar de DW.

Personas que pasan frente al cartel de Khameini (Reuters / Tima / R. Homavandi)

Hace cuarenta años, cuando la Revolución Islámica depuso con éxito al último monarca de Irán, Mohammad Reza Shah Pahlavi, solo tenía siete años. Pero la edad no me impidió ser parte de las manifestaciones en aquel entonces. Mi familia, más precisamente la parte de la familia que apoyó la revolución, me llevó a algunos de ellos. Nuestra familia, como muchas otras en Irán en ese momento, estaba dividida en dos bandos: una mayoría contra el Shah y una minoría contra la revolución.

 En los primeros meses, las discusiones políticas en el hogar y en las calles todavía formaban parte de la vida cotidiana. En la escuela tuvimos que hacer cola para cantar consignas alabando al ayatolá Jomeini y sus aliados, pero en las calles hubo momentos en que los opositores de la revolución nos rodearon y nos hicieron gritar comentarios críticos contra el clero que había llegado al poder. En casa, a los niños pronto se nos advirtió que tuviéramos cuidado y que no nos metiéramos en problemas.

Ya no surgió la pregunta de qué lado uno debería estar parado: nos sacaron de la escuela para poder ver a los "opositores de la revolución" ser colgados de la horca. Incluso hoy en día, este "título criminal" está unido a los opositores de la república islámica y es suficiente para justificar castigos particularmente severos.

Violencia contra los enemigos del sistema.

La ejecución, el encarcelamiento y el exilio fueron las herramientas principales de los líderes de la república islámica para impedir que cualquier oposición a su gobierno tomara forma. Comenzó con la ejecución de los oficiales de Shah y algunos comandantes del ejército solo unos pocos días después de que la monarquía fue derrocada. Pero poco después, en la década de 1980, también fueron asesinados miles de "ex revolucionarios", en la mayoría de los casos sin juicio.


Jamshid Barzegar encabeza el servicio Farsi de DW

El nuevo régimen islámico nunca se ha mostrado reacio a abrir fuego contra los manifestantes cuando salieron a las calles, como sucedió en 2009 y nuevamente en 2018.

Otro hecho que dejó en claro que el régimen se mantendría en el poder por todos los medios fue el de los llamados asesinatos en serie, incluidos los de los escritores. En ese momento, era periodista y miembro de la asociación de escritores iraníes.

En el otoño de 1998, los cuerpos mutilados de Dariush y Parvaneh Forouhar, dos activistas políticos, fueron encontrados en sus hogares; Dos días después, en el desierto a las afueras de Teherán, se encontraron los cuerpos de los escritores Mohammad Mokhtari y Mohammad Jafar Pouyandeh, que también eran miembros de la asociación de escritores.

Poco antes, hubo un intento de hundir a un entrenador con más de 20 escritores a bordo por una pendiente. Si bien las reuniones de nuestra asociación, llenas de miedo, fueron una nueva experiencia para los miembros jóvenes como yo, los más antiguos recordamos la atmósfera en los primeros años después de la revolución; una época en que un poeta de izquierda fue arrestado en su propia fiesta de bodas y poco después ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

Aunque se reveló, ante la insistencia del presidente Mohammad Khatami, que estaba orientado a la reforma, que los empleados del infame Ministerio de Inteligencia y Seguridad (MOIS) de la nación estaban detrás de los asesinatos, lo que condujo a algunas condenas, el sistema en sí no fue afectado. Por el contrario, la censura de la prensa se intensificó masivamente, y hubo nuevas oleadas de arrestos de periodistas y autores orientados a la reforma.

Nuevos frentes politicos

La omnipresente y persistente represión ha dado hasta ahora a la oposición pocas oportunidades de reorganizarse en una fuerza creíble y potente. Pero a medida que Irán celebra el 40 aniversario de la revolución, están surgiendo cambios en el panorama político que pueden llevar a cambios políticos reales en el futuro.

Dentro de la estructura de poder de Teherán, la división en campos ("duros" contra "reformadores") se ha vuelto tan vaga como nunca antes.

Pero a medida que disminuye la esperanza de salir de la situación económicamente desesperada, los defensores del cambio sistémico se están distanciando tanto de los guardianes intransigentes del sistema actual como de los reformadores.

En otras palabras, ahora hay dos nuevos campamentos, que se enfrentaron por primera vez durante las protestas a nivel nacional en el cambio de año 2017-18. Por un lado, los defensores del status quo y la República Islámica, por el otro, los defensores de los cambios de gran alcance, lo que significaría derribar el régimen actual.

En los casi 20 años desde que me fui de Irán, a menudo me preguntaron en entrevistas y con amigos sobre cómo continuarán las cosas en Irán. Incluso ahora tengo que decir: No sé la respuesta a esta pregunta. Pero la situación actual es comparable a la de hace 40 años, y lo que sucedió en ese momento fue más allá de la imaginación de la mayoría de la gente.

martes, 12 de febrero de 2019

La independencia de Catalunya en 1934

Proclamación del Estado Catalán de 1934



La señera, bandera oficial de Cataluña.

El 6 de octubre de 1934 tuvo lugar en Barcelona la proclamación del Estado Catalán dentro de la «República Federal Española» por parte del presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys. Estos hechos se encuadran dentro de la huelga general revolucionaria iniciada el día 5 de octubre y son posteriores a la entrada de la CEDA el 4 de octubre en el gobierno de la República, en virtud de sus resultados en las elecciones generales de noviembre de 1933, y son conocidos en la historiografía nacionalista catalana como fets del sis d'Octubre ('hechos del seis de octubre').




Antecedentes

Tras la Dictadura de Primo de Rivera el rey Alfonso XIII nombró en enero de 1930 al general Dámaso Berenguer presidente del Gobierno para que restableciera la "normalidad constitucional". Pero la "Dictablanda" del general Berenguer fracasó dando paso al breve gobierno del almirante Juan Bautista Aznar que convocó elecciones municipales para el domingo 12 de abril de 1931.1​ Antes, en agosto de 1930, los partidos republicanos se habían reunido y firmado el pacto de San Sebastián, entre los que se encontraban representantes de los partidos nacionalistas catalanes, Manuel Carrasco Formiguera (Acción Catalana), Matías Mallol Bosch (Acción Republicana de Cataluña), y Jaume Aiguader (Estat Català de Francesc Macià, uno de los grupos que formarían poco más tarde Esquerra Republicana de Catalunya). Aunque no se levantó acta por escrito ni de los temas tratados ni de los acuerdos alcanzados en la reunión, en la "Nota oficiosa" que se publicó al día siguiente en el diario El Sol y en la referencia "Otros pormenores" que Indalecio Prieto añadió a la nota oficiosa se mencionaba "el problema referente a Cataluña" que "quedó resuelto en el sentido de que los reunidos aceptaban la presentación a unas Cortes Constituyentes de un estatuto redactado libremente por Cataluña para regular su vida regional y sus relaciones con el Estado español".


La proclamación de la República Española el 14 de abril de 1931



Proclamación de la Segunda República en Barcelona en 1931.

En Cataluña, concurrieron a las elecciones municipales cuatro grupos además de los monárquicos: a la derecha, la Lliga Regionalista; en el centro, el nuevo Partit Catalanista Republicà (Acció Catalana Republicana), fruto de la fusión entre Acción Catalana y Acción Republicana de Cataluña; a la izquierda, la recién creada Esquerra Republicana de Catalunya. Al margen de los partidos catalanistas, radicales y socialistas reproducían la Conjunción Republicano-Socialista del resto de España. ERC en Barcelona obtuvo 25 concejales, frente a 12 de la Lliga Regionalista y otros 12 de la candidatura republicana-socialista).

Alrededor de la una y media de la tarde del 14 de abril, Lluís Companys, uno de los líderes de Esquerra Republicana de Cataluña salió al balcón del Ayuntamiento de Barcelona, en la Plaza de San Jaime para proclamar la República e izar la bandera republicana.3​ y una hora después y desde el mismo balcón, donde ya ondeaba también la bandera de Cataluña, el líder de Esquerra Francesc Macià se dirigió a la multitud concentrada en la plaza y proclamó, en nombre del pueblo de Cataluña, "L'Estat Català, que amb tota la cordialitat procurarem integrar a la Federació de Repúbliques Ibèriques". A media tarde Macià de nuevo se dirigía a la multitud pero esta vez desde el balcón de la Diputación de Barcelona, situado enfrente del Ayuntamiento en la misma plaza de San Jaime, para comunicarles que había tomado posesión del gobierno de Cataluña y a continuación firmaba un manifiesto en el palacio de la Diputación en que proclamaba de nuevo el "Estat Català" bajo la forma de "una República Catalana", que pedía a los otros "pueblos de España" su colaboración para crear una "Confederació de Pobles Ibèrics".4​ Una tercera declaración de Macià, por escrito como la segunda, se produjo a última hora de la tarde, cuando se supo que la República había sido proclamada en Madrid y el rey Alfonso XIII abandonaba el país, en la que, después de hacer referencia a los supuestos acuerdos alcanzados en el "Pacto de San Sebastián", se proclamó "La República Catalana com Estat integrant de la Federació Ibèrica":5​


Catalanes: Interpretando el sentimiento y los anhelos del pueblo que nos acaba de dar su sufragio, proclamo la República Catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica. De acuerdo con el Presidente de la República española Señor Niceto Alcalá Zamora, con el que hemos ratificado los acuerdos adoptados en el Pacto de San Sebastián, me hago cargo provisionalmente de las funciones de Presidente del Gobierno de Cataluña, esperando que el pueblo español y el catalán expresen cúal es en estos momentos su voluntad...

La proclamación de la “República Catalana” hecha por Macià en Barcelona fue el problema más inmediato que tuvo que afrontar el Gobierno Provisional de la Segunda República Española. Así el 17 de abril, sólo tres día después de haberse proclamado la República, tres ministros del Gobierno Provisional (los catalanes Marcelino Domingo y Lluis Nicolau d’Olwer, más Fernando de los Ríos) se entrevistaban en Barcelona con Francesc Macià alcanzando un acuerdo por el que Esquerra Republicana de Cataluña renunciaba a la “República Catalana” a cambio del compromiso del Gobierno Provisional de que presentaría en las futuras Cortes Constituyentes el Estatuto de Autonomía que decidiera Cataluña, previamente “aprobado por la Asamblea de Ayuntamientos catalanes”, y del reconocimiento del gobierno catalán que dejaría de llamarse Consejo de Gobierno de la República Catalana para tomar el nombre Gobierno de la Generalidad de Cataluña recuperando así el nombre de la institución del Principado que fue abolida por Felipe V en los decretos de Nueva Planta de 1716.6​

El Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932

El proyecto de estatuto para Cataluña, llamado Estatuto de Nuria fue refrendado el 3 de agosto de 1931 por el pueblo de Cataluña por una abrumadora mayoría y fue presentado a las Cortes Constituyentes por el presidente de la Generalitat Francesc Macià. Pero el Estatuto respondía a un modelo federal de Estado y rebasaba en cuanto a denominación y en cuanto a competencias a lo que se había aprobado en la Constitución de 1931 (ya que el "Estado integral" definido en la Constitución respondía a una concepción unitaria, no federal), aunque condicionó los debates parlamentarios sobre la organización territorial del Estado.7​

Entre enero y abril de 1932 una comisión de las Cortes adecuaron el proyecto de Estatuto de Cataluña a la Constitución y aun así encontró una enorme oposición en la cámara para su aprobación, especialmente entre la Minoría Agraria (donde estaba integrada Acción Nacional, núcleo aglutinante de la futura CEDA) y los diputados de la Comunión Tradicionalista que ya se habían separado de los diputados del PNV en la Minoría vasco-navarra, y que incluyó una amplia movilización callejera “antiseparatista”. Tras cuatro meses de debates interminables, sólo el fallido golpe de Estado del general Sanjurjo de agosto de 1932 motivó que se acelerara la discusión del Estatuto, que finalmente fue aprobado el 9 de septiembre por 314 votos a favor (todos los partidos que apoyaban al gobierno, más la mayoría de los diputados del Partido Republicano Radical) y 24 en contra. El Estatuto era menos de lo que los nacionalistas catalanes habían esperado (la versión final eliminaba todas las frases que implicaban soberanía para Cataluña; se rechazaba la fórmula federal; los idiomas castellano y catalán eran declarados igualmente oficiales, etc), "pero cuando el presidente del Consejo de ministros Manuel Azaña fue a Barcelona para la ceremonia de presentación, lo recibieron con una tremenda ovación”.

A las pocas semanas de la aprobación de Estatuto, se celebraban elecciones al Parlamento de Cataluña, con nuevo triunfo arrollador de ERC, que conseguía 56 de los 85 escaños en juego. El Parlamento se constituía el 6 de diciembre, con Lluís Companys como primer Presidente de la cámara legislativa, y ERC formaba un gobierno monocolor. En enero de 1934 la autonomía catalana asumía facultades judiciales con la creación del Tribunal de Casación de Cataluña, así como nuevos poderes ejecutivos, incluyendo los de Orden Público al desaparecer de la estructura política la figura de los gobernadores civiles, que representaban al Estado español en Cataluña. Antes, el día de Navidad de 1933 moría el presidente Macià. El 1 de enero de 1934 era elegido Lluís Companys para sucederlo.

El conflicto con el gobierno del Partido Radical: la Ley de Contratos de Cultivos de 1934

Mientras, en noviembre de 1933 se celebraron las segundas elecciones generales del periodo republicano, que fueron ganadas por la CEDA de José María Gil-Robles, con casi 120 escaños. En segundo lugar quedó el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, con poco más de cien escaños. Los socialistas perdieron la mitad de sus escaños y los republicanos de izquierda quedaron virtualmente barridos de la cámara. Las diferencias políticas entre el gobierno de izquierda de la Generalidad y los gobiernos de la derecha de España, inicialmente sin ministros extremistas de la CEDA, dificultaban las relaciones entre ambos poderes y el normal ejercicio de la autonomía.

En Cataluña, uno de los principales propósitos del presidente Companys, uno de los fundadores de la Unió de Rabassaires, era la de realizar una reforma agraria adaptada a las especificidades del campo catalán, en el que miles de pequeños agricultores dedicados al cultivo de la uva, no disponían de la propiedad de la tierra, sino que la cultivaban bajo contratos a largo plazo que dependían de la vida de las viñas (rabassa morta). El programa de la Unió de Rabassaires propugnaba el acceso a la propiedad de la tierra por parte de los pequeños agricultores, los rabassaires.9​ Así, el Parlamento de Cataluña aprobó, el 11 de abril de 1934, la Ley de Contratos de Cultivo (equivalente de la ley de arrendamientos estatal que no pudo ser aprobada en las Cortes Españolas en el verano de 1933), la cual garantizaba a los rabassaires la explotación de tierras durante un mínimo de seis años y la posibilidad de comprar las parcelas que hubieran estado cultivando durante al menos quince años.10​ Ello llevó a la derecha catalana de la Lliga, representante de los terratenientes catalanes, y que colaboraba en las Cortes Españolas con la CEDA, a reclamar la declaración de inconstitucionalidad de la ley, pidiéndole al gobierno Samper que recurriese la ley ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, cosa que hizo. El recurso se basaba en una presunta invasión de competencias estatales, las referentes a las obligaciones contractuales (que el artículo 15 de la Constitución de 1931 reservaba al Estado), en tanto que la Generalidad aducía que en virtud del artículo 12 del Estatuto, le correspondía la legislación en materia de política social agraria. El 8 de junio de 1934, el tribunal declaró, por 13 votos a 10 y sin que muchos de sus integrantes hubiesen oído el caso, incompetente al Parlamento de Cataluña sobre el tema y anuló por tanto la ley. La respuesta de la Generalidad fue la aprobación por el Parlamento de Cataluña de una ley virtualmente idéntica, aunque Samper y Companys iniciaron una negociación a lo largo del verano para buscar una fórmula que hiciera compatible la ley con la Constitución.

La anulación de la Ley de Contratos de Cultivos creó una grave crisis política entre Madrid y Barcelona (incluyendo la retirada de los diputados de ERC de las Cortes Españolas) y una considerable exacerbación nacionalista, que favorecía las actividades paramilitares y la propaganda separatista de las Joventuts d'Estat Català, dirigidas por Josep Dencàs. Dencàs logró la consejería de Gobernación el 18 de septiembre represaliando además al movimiento anarcosindicalista de la ciudad, en tanto que a Miquel Badia, de ERC, se le encargan los servicios de Orden Público de Cataluña.

Del 1 al 6 de octubre

Las Cortes Españolas se reunieron el 1 de octubre y la CEDA manifestó que retiraba su confianza al gobierno del Partido Republicano Radical presidido por Ricardo Samper, exigiendo la participación en el que se formara a continuación. Al día siguiente caía el gobierno Samper, que había tratado de llegar a un acuerdo sobre la ley de contratos con Companys, y el día 4 de octubre Alejandro Lerroux formaba un nuevo gobierno en el que entraban por primera vez ministros de la CEDA. Inmediatamente los socialistas declaraban una huelga general revolucionaria en toda España para el día siguiente.12​

El 5 de octubre, la Alianza Obrera de Cataluña declaró la huelga general, sin el apoyo de la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña de la CNT, que dos días antes había publicado en Solidaridad Obrera un "Manifiesto" en el que decía:13​

Nuestra posición no ha sufrido variante... [ya que] para el pueblo escarnecido, para los explotados, no puede haber diferencia entres los gobernantes [...] todos son iguales en la persecución del proletariado, todos son fascistas cuando de defender los privilegios se trata. [...] Todo para la CNT. Nada para los políticos

A pesar de que la CNT no apoyó la huelga, Barcelona quedó paralizada. El conseller de Gobernación Dencàs, por su cuenta, ordenó detener algunos dirigentes anarquistas, lo que indignó a grandes sectores de la población. El problema era que las fuerzas de orden público con que podía contar la Generalidad se limitaban a unos centenares de mozos de escuadra y algunos guardias de asalto.11​

El 6 de octubre la Alianza Obrera organizó una manifestación que se dirigió hacia la Plaza de San Jaime con pancartas reclamando la "República Catalana" pero se disolvió pacíficamente. En realidad aquel día no hubo actos de violencia en Barcelona y fueron muy escasos en el resto de Cataluña.14​ Al parecer el presidente de la Generalidad Companys trató de hablar por teléfono con el presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora para advertirle que le sería imposible contener las reacciones izquierdistas y nacionalistas contra el nuevo gobierno al que se había incorporado la CEDA, aunque no logró hablar personalmente con él. Esa mañana Companys había conocido el anuncio del gobierno de Lerroux de declarar el estado de guerra en toda España.15​

La proclamación

A las ocho y diez minutos de la tarde del 6 de octubre, Lluís Companys apareció en el balcón de la Generalidad acompañado de sus consejeros y proclamó la República Catalana.

¡Catalanes! Las fuerzas monárquicas y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República, han logrado su objetivo y han asaltado el Poder. Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, y los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña constituyen hoy el soporte de las actuales instituciones. (...)
Cataluña enarbola su bandera, llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta al Gobierno de la Generalidad, que desde este momento rompe toda relación con las instituciones falseadas. En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del Poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal Española, y al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica.

De acuerdo a la visión de los historiadores José Luis De la Granja, Justo Beramendi y Pere Anguera la proclamación de Companys, quien horas antes se había negado a dar armas a los sindicatos, no fue un acto secesionista, puesto que estuvo acompañada de la invitación a constituir en Barcelona un Gobierno republicano provisional. «Su actitud sólo puede explicarse por la voluntad de frenar una auténtica revolución social, poniéndose al frente de un pronunciamiento político que asumía su dirección y la desactivaba, y por la necesidad de evitar la pérdida de control por la ERC de los sindicatos, en especial el agrario, que constituía una de sus principales fuentes de votantes. La actuación se justifica también por la presión de los distintos grupos de la izquierda marxista e independentista a favor de una defensa radical de los acuerdos del Parlament».16​

Según el historiador Jordi Canal, «la acción de Lluís Companys resultó, en esencia, populista, viril y martirial». Populista, porque pretendía «provocar una amplia movilización ciudadana para presionar y amenazar al Estado»; viril, porque Companys «necesitaba reafirmar su frecuentemente cuestionado nacionalismo frente a Estat Català, Dencàs y los hermanos Badia»; y martirial, porque a lo largo de 1934 había asumido «una posición victimista y, en cierto modo, abocada fatal pero fecundamente al martirio», como lo probaría el siguiente comentario que Companys hizo en privado en junio de ese año: «Ha llegado la hora de dar la batalla y de hacer la revolución. Es posible que Cataluña pierda y que algunos de nosotros dejemos la vida en ello; pero perdiendo, Cataluña gana, puesto que necesita sus propios mártires, que le asegurarán mañana la victoria definitiva».17​

Poco antes de retirarse del balcón en el que acababa de proclamar el Estado Catalán parece que Companys dijo: «Ara ja no direu que no sóc prou catalanista» ('Ahora ya no diréis que no soy suficientemente catalanista').18​ El director del diario conservador La Vanguardia Agustí Calvet, Gaziel, tras escuchar el discurso de Companys por la radio, se mostró muy crítico con la decisión de Companys:
Es algo formidable. Mientras escucho me parece que estuviera soñando. Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra. ¡Y una declaración de guerra —que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente— en el preciso instante en que Cataluña, tras siglos de sumisión, había logrado sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias, la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se habría atrevido a hacer lo mismo con ella.

Tras pronunciar el discurso Companys comunicó sus propósitos al capitán general de entonces y general en jefe de la IV División Orgánica, con sede en Barcelona, el general Domingo Batet de ideas moderadas, pidiéndole que se pusiera a sus órdenes "para servir a la República Federal que acabo de proclamar". El general parlamentó entonces con Enrique Pérez Farrás, el jefe de los Mozos de Escuadra, para que se presentara en la Capitanía y se pusiera a sus órdenes. Éste le respondió que sólo obedecía al presidente de la Generalidad. Batet habló a continuación con el presidente del Consejo de Ministros, Lerroux y, siguiendo sus órdenes, proclamó el estado de guerra aplicando la Ley de Orden Público de 1933.20​

Al anochecer aparecieron las primeras barricadas, se distribuyeron grupos armados por las calles y se preparó a los edificios oficiales para la resistencia. La Generalidad se defendió con un centenar de Mozos de Escuadra dirigidos por Pérez Farrás; la Alianza Obrera ocupó el local de Fomento del Trabajo Nacional en la Vía Layetana con unos 400 hombres; un número similar de partidarios del PSOE se concentraron en la Casa del Pueblo de la calle Nueva de San Fracisco; y en general los grupos con fusiles estaban preparados en los locales de La Falç, Nosaltres Sols! y el CADCI (Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria) en la Rambla de Santa Mónica.21​

Cerca de las once de la noche, una compañía de infantería y una batería del regimiento de artillería llegó a la Rambla de Santa Mónica y cuando el capitán se dispuso a leer el bando de proclamación del estado de guerra, desde el local del CADCI empezaron a disparar resultando muertos un sargento y heridos otros siete militares. La repuesta fue el bombardeo de artillería sobre el centro resultando muertos Jaume Compte, Manuel González Alba y Amadeu Bardina, dirigentes del Partit Català Proletari. El resto se rindieron a la una y media de la madrugada del día 7 de octubre.22​

Unas horas antes, hacia las diez de la noche del día 6, una compañía de artillería había ocupado la Plaza de la República (actual Plaza de San Jaime) informando a Pérez Farrás sus jefes de que tenían órdenes de tomar los dos edificios oficiales. Tras un tiroteo, los mozos de escuadra se replegaron al Ayuntamiento. Allí se acababa de votar una moción presentada por el alcalde Carles Pi i Sunyer de adhesión al Gobierno de la Generalidad. El asedio se amplió con la llegada de una compañía de ametralladoras.21​

Mientras, Dencàs, Badia y otros miembros de ERC, junto con unos ochenta guardias y un centenar de hombres pésimamente armados, se hicieron fuertes en la Comisaría de Orden Público de la Vía Layetana frente el asedio al que le sometieron las tropas que habían salido de Capitanía.22​

El general Batet, a pesar de tener órdenes estrictas de atacar por parte del ministro de la Guerra, y a sabiendas de que tenía la situación completamente controlada, dejó pasar el tiempo esperando reducir a los rebeldes.23​ A las seis de la mañana del día 7, diez horas más tarde de la proclamación, Companys comunicaba al general Batet su rendición.24​ Esa noche, el consejero de Gobernación Dencàs huyó del Palacio de la Generalidad por las alcantarillas y logró escapar a Francia.25​

La rendición

Sobre las siete de la mañana del 7 de octubre las tropas entraron en el Palacio de la Generalidad y detuvieron a Companys y a su gobierno y a los diputados Josep Tarradellas, Antoni Xirau, Joan Casanellas, Estanislau Ruiz, y al presidente del parlamento Joan Casanovas. Acto seguido detuvieron también en el Ayuntamiento al alcalde Carles Pi i Sunyer y a los concejales de ERC que le seguían. Los apresados fueron trasladados al buque Uruguay anclado en el puerto de Barcelona y reconvertido en prisión. Aquella mañana, las calles fueron quedando vacías de gente y todo fue volviendo a la normalidad. Incluso un representante de la CNT aconsejaba por la radio volver al trabajo, apostando por la organización obrera y la no colaboración con los partidos burgueses nacionalistas.26​

Pese a la gravedad de los hechos, se considera que el general Batet consiguió dominar la situación con el mínimo de destrucción y violencia, actitud que le valió ataques de la derecha y de algunos sectores militares por un lado (Batet sería fusilado durante la Guerra Civil por los franquistas) y de los insurrectos, por no ponerse a sus órdenes. Por su participación en el sofocamiento de la insurrección obtuvo de la República la Cruz Laureada de San Fernando, en 1934.

En Asturias, en la que se denominó la Revolución de Asturias, los hechos serían mucho más sangrientos con centenares de muertes por el enfrentamiento entre la Guardia Civil y el Ejército contra la Alianza Obrera.

Consecuencias

En la fracasada rebelión murieron cuarenta y seis personas: treinta y ocho civiles y ocho militares.27​ Más de tres mil personas fueron encarceladas, la mayoría de ellas en el vapor "Uruguay", y puestas bajo la jurisdicción de los consejos de guerra. También fue detenido Azaña, que se encontraba casualmente en Barcelona para asistir a los funerales del que fuera ministro de su gabinete Jaume Carner. Los militares que habían formado parte de la insurrección, el comandante Enrique Pérez Farrás y los capitanes Escofet y Ricart, fueron condenados a muerte, siendo su pena conmutada por la de prisión perpetua por el presidente de la República, Alcalá Zamora, a pesar de las protestas tanto de la CEDA como del Partido Republicano Liberal Demócrata de Melquíades Álvarez, que pedían mano dura.28​ El presidente y el gobierno de la Generalidad fueron juzgados por el Tribunal de Garantías Constitucionales y fueron condenados en junio de 1935 por rebelión militar a treinta años de prisión, que cumplirán, unos en el penal de Cartagena y otros en el del Puerto de Santa María. «Las fotografías de Companys tras los barrotes de su celda, amplia y eficazmente explotadas, contribuyeron de manera poderosa a forjar la imagen del president como mito».29​ El 23 de febrero de 1935 son dejados en libertad provisional el alcalde de Barcelona y los concejales detenidos.30​

El gobierno de Lerroux desató «una dura oleada represiva con la clausura de centros políticos y sindicales, la supresión de periódicos, la destitución de ayuntamientos y miles de detenidos, sin que hubieran tenido una actuación directa en los hechos», lo que evidenció «una voluntad punitiva a menudo arbitraria y con componentes de venganza de clase o ideológica».16​

La autonomía catalana fue suspendida indefinidamente por una ley aprobada el 14 de diciembre a propuesta del Gobierno (la CEDA exigía la derogación del Estatuto) y la Generalidad de Cataluña fue sustituida por un Consejo de la Generalidad designado por el Gobierno y con un presidente denominado gobernador general de Cataluña. El primero fue el coronel Francisco Jiménez Arenas, que ejercía como "presidente accidental" de la Generalidad desde el 7 de octubre. Se clausuró el Parlamento de Cataluña y alrededor de cien ayuntamientos fueron disueltos siendo sustituidos por comisiones gestoras integradas por políticos de derechas.31​

En enero de 1935 el coronel Jiménez Arenas fue sustituido por Manuel Portela Valladares. En abril de 1935, cuando se levantó el estado de guerra, Portela fue sustituido a su vez por el radical Juan Pich y Pon —quien compaginó el cargo de gobernador de Cataluña con el de alcalde de Barcelona—32​, y algunas de las competencias de la Generalidad le fueron devueltas, pero no las de Orden Público.30​ La Lliga participó en ese gobierno, «lo que confirmó su imagen de cómplice de los enemigos de la autonomía y alejó de ella a sectores de clases medias, pese a que paralelamente, desde finales del mismo octubre, denunciara al Gobierno central por aprovechar la situación creada para suprimir o recortar las facultades autonómicas, sosteniendo que "no se debe castigar a un pueblo por los errores de sus gobernantes". En nombre de la Lliga, el vicepresidente del Parlamento catalán, A. Martínez Domingo, impugnó ante el Tribunal de Garantías la ley de 2 de enero de 1935, que vaciaba de contenidos a la Generalidad».16​ Pich y Pon se vio envuelto en el escándalo del estraperlo por lo que acabó siendo sustituido como gobernador general de Cataluña y presidente de la Generalitat por Ignacio Villalonga de la Derecha Regional Valenciana, un hombre próximo al líder de la Lliga Francesc Cambó.32​

La Ley de Contratos de Cultivo fue anulada y se tramitaron casi tres mil juicios de desahucio de "rabassaires" y de aparceros —muchos rabasaires fueron encarcelados en el barco prisión Manuel Arnús, anclado en el puerto de Tarragona—32​ . Los periódicos nacionalistas y de izquierdas fueron suspendidos.



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