viernes, 15 de noviembre de 2024
jueves, 14 de noviembre de 2024
GCE: El asesinato del Teniente de Asalto José Castillo
El asesinato del Teniente de Asalto José Castillo
Fuente
Tal día como hoy, el #12deJulio de 1936, era asesinado el Tte. Castillo, Oficial de la Guardia de Asalto e instructor de las Milicias Socialistas
Asesinado por 4 desconocidos en la C/Augusto Figueroa cuando se dirigía al Cuartel de Pontejos
Pero, quien era el Tte. Castillo?.
El Teniente Castillo fue un Oficial que, 2 años antes, se negó a cumplir las órdenes de reprimir el Golpe de Octubre de 1934:
"Yo no tiro contra el pueblo"
Esta sería su respuesta cuando acudió con su Sección de Asalto para hacer valer, supuestamente, el orden constitucional republicano..
Sin embargo, meses después, cuando los trágicos sucesos del entierro del Alférez de la Guardia Civil, Anastasio de los Reyes (asesinado el 14 de Abril de 1936, durante el desfile de la celebración del V aniversario de la República), no dudó un momento en disparar contra los asistentes al Cortejo fúnebre (a aquel sepelio asistían, en su mayoría, compañeros del Guardia Civil asesinado por milicianos socialistas, y oficiales del Ejército).
Producto de esos disparos fallecería un familiar de José Antonio Primo de Rivera (Andrés Saenz de Heredia).
Como refiero, en esta ocasión, no le tembló el pulso para sacar su pistola a relucir contra el pueblo...
El Teniente Castillo sería indultado por la Amnistía de Febrero de 1936 (había sido procesado por incumplir las órdenes en Octubre del 34).
Gracias a éste indulto, en los días siguientes se le nombraría miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado, concretamente Teniente de la Guardia de Asalto.
Como tantos otros milicianos partícipes en el golpe de Octubre de aquel año, sería recompensado por el Gobierno del Frente Popular con su nombramiento como miembro de los Cuerpos del orden y la Seguridad del Estado.
No es de extrañar que, con esos mimbres, aquella Primavera fuera recordada como la Primavera Trágica en España.
El Teniente Castillo sería protagonista de no pocos sucesos que ponían en cuestión, sin duda, su pertenencia a un Cuerpo de Seguridad del Estado, de hecho, compartía esas funciones como Jefe Instructor de la criminal Motorizada (escolta personal del socialista Prieto y protagonistas del asesinato de Calvo Sotelo (que, recordemos, se produciría escasas horas después).
Estos eran los antecedentes, esta era la turbulenta y oscura historia de aquel Oficial de Asalto (con ello, quede rotundamente claro, no justifico el asesinato, ni este ni ninguno); una historia que no la encontrarás en la historiografía tradicional que, caprichosamente, tiende a equiparar los bárbaros asesinatos de un Oficial de Asalto, que incumplía órdenes, que participaba en atentados y que instruía a jóvenes terroristas, con el del líder natural de las oposiciones en aquel momento, Calvo Sotelo.
Como ya referí en anteriores hilos, entre los antecedentes al asesinato, también se encontraban los sucesos de Valencia (una Radio había sido asaltada por falangistas).
La respuesta de las milicias frentepopulistas fue desorbitada; incendios de sedes de las derechas, periódicos.
Y es que la madrugada del 11 al 12 de Julio de 1936 fue pródiga en terribles sucesos y, sin duda, estos ayudaron a caldear un ambiente que estaba ya demasiado caliente de por sí, y desde hacía mucho tiempo..
Aquel trágico día, la ciudad de Madrid, como durante los 2 meses anteriores, estaba completamente paralizada por los efectos de las huelgas.
Especialmente gravosa era la del ramo de la construcción que tenía a miles de obreros parados desde hacía semanas y un conflicto que no tenía visos de ser solucionado (la mano negra de Largo Caballero andaba detrás de la huelga más salvaje de cuántas hubo en aquellos 5 años de República).
Caos, anarquía, desórdenes continuos, huelgas de toda índole (se anunciaba también la de ferroviarios), asesinatos, amenazas, un Parlamento vacío e inactivo, un PSOE en abierta guerra civil entre Prietistas y Caballeristas.
Así es como se llegaba a aquel trágico 12 de Julio de 1936.
Lo ocurrido horas después, durante el sepelio del cadáver del Tte. Castillo en el Cuartel de Pontejos, es ya historia, otra historia...
Allí se decidiría el asesinato de los principales líderes de las derechas; Gil Robles, Calvo Sotelo y José Antonio Goicoechea (los 3 residían en la misma calle, Velázquez...).
El también Oficial de Asalto, el Teniente Máximo Moreno (imagen), sería el cabecilla de la iniciativa, una iniciativa que contaría con la "complicidad" de destacadas magistraturas del Estado y elementos subalternos del propio Gobierno del Frente Popular.
Desde aquel Cuartel de Pontejos se preparó, se planeó y se discutió a conciencia, la barbarie más cruel que tendría lugar escasas horas después por las calles de Madrid y, como refiero, se haría en presencia de destacados elementos subalternos del Estado.
Pero eso, es otra historia..
miércoles, 13 de noviembre de 2024
martes, 12 de noviembre de 2024
lunes, 11 de noviembre de 2024
España: Biografía del rey Fernando VI (1746–59)
Rey Fernando VI (1746–59)
Retrato de Louis Michel Van Loo
Fernando VI de Borbón fue el rey de España desde 1746 hasta su muerte en 1759. Nacido el 23 de septiembre de 1713, fue el tercer hijo de Felipe V y su primera esposa, María Luisa de Saboya. Su reinado se caracterizó por un período de paz y estabilidad interna, así como por la neutralidad en los conflictos europeos, lo que permitió a España recuperarse económicamente y consolidar su posición en el continente.
Juventud y Ascenso al Trono
Fernando VI tuvo una juventud marcada por las tensiones en la corte española, especialmente debido a la influencia de su madrastra, Isabel de Farnesio, quien promovía los intereses de sus propios hijos. Sin embargo, a la muerte de su padre en 1746, Fernando ascendió al trono. Su ascenso fue recibido con esperanza, ya que se esperaba que su reinado trajera un cambio positivo tras los tumultuosos años de Felipe V.
Política Interna
Durante su reinado, Fernando VI y su principal ministro, el Marqués de la Ensenada, se enfocaron en reformar la administración y mejorar las finanzas del país. Ensenada implementó varias reformas, incluyendo la modernización de la marina y el ejército, la mejora de la recaudación de impuestos y la promoción de la agricultura y la industria. Estas reformas ayudaron a estabilizar la economía española y a reducir la dependencia de préstamos extranjeros.
Fernando VI también se destacó por su apoyo a la cultura y las ciencias. Fundó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y apoyó la creación de instituciones científicas y educativas. Su reinado es visto como un período de florecimiento cultural y artístico en España.
Las conspiraciones en la corte giraban en torno a Ensenada después del Tratado de Límites, y encontró el desagrado real por corresponder sobre sus términos con el Rey Carlos de Nápoles, medio hermano de Fernando VI. En 1754, los enemigos de Ensenada provocaron su caída, un resultado que el embajador inglés Benjamin Keene reclamó como suyo. Aunque la carrera de Ensenada terminó en desgracia, logró mucho durante su década en el poder, incluyendo la negociación de un nuevo acuerdo con el Vaticano: el Concordato de 1753. Este acuerdo resolvió disputas jurisdiccionales entre el papado y la corona española, y clarificó e incrementó el papel de la corona en la vida religiosa de España.
El legado más importante de Ensenada fue su enfoque en la necesidad de fortalecer la economía española y reconstruir la capacidad naval tanto para necesidades militares como mercantiles. Al igual que su rival Carvajal, pensaba que la corona debía desempeñar un papel importante en el desarrollo de todos los recursos del estado, tanto humanos como materiales. Con una población en crecimiento y una economía fuerte, España podría defender sus intereses en Europa y en el extranjero. La encuesta gubernamental llamada “Catastro de la Ensenada” tenía como objetivo evaluar la riqueza territorial del reino, con la intención de instituir un impuesto único basado en la riqueza. Aunque esta reforma encontró resistencia y nunca se implementó, el Catastro sigue siendo la fuente de información más importante sobre la economía española del siglo XVIII.
En lugar de una reforma fiscal general, Ensenada tuvo que conformarse con revisiones parciales de los impuestos existentes. También instituyó otras reformas que contribuyeron a una economía más fuerte y una capacidad militar mejorada. Por ejemplo, estableció bancos de semillas (pósitos) que ayudaron a las familias agrícolas pobres a sobrevivir en tiempos difíciles sin agotar sus semillas para la próxima siembra. En el ámbito militar, su oficina publicó un nuevo conjunto de regulaciones navales en 1748, fundamentales para la reforma naval de Ensenada, que creó tres grandes distritos navales y un registro marítimo basado en incentivos económicos.
Después de 1754, con Carvajal y Ensenada fuera del poder, las reformas gubernamentales perdieron impulso en todas las áreas. Ricardo Wall, un burócrata mediocre de ascendencia irlandesa, se convirtió en el asesor dominante del rey. Aunque algunos historiadores lo consideran pro-inglés, parece haber carecido de una visión clara para la política exterior española. Algunos de los nombrados por Ensenada permanecieron en el gobierno, con sus sentimientos pro-franceses y anti-ingleses intactos. En la creciente rivalidad entre Francia e Inglaterra, la neutralidad que Wall y el rey parecían favorecer no fue necesariamente una mala elección. Evitar la guerra permitió a España concentrarse en el crecimiento económico continuo.
La flota franco-española comandada por Don Juan José Navarro expulsó a
la flota británica al mando de Thomas Mathews cerca de Toulon en 1744.
Cuando estalló la guerra en 1756, Fernando VI se negó a participar, incluso cuando los territorios de ultramar estaban en juego. La guerra, conocida en Europa como la "Guerra de los Siete Años" y en América del Norte como la "Guerra Franco-India", España la llamó la "Primera Guerra Marítima Anglo-Francesa". En un clima diplomático fluido, la guerra presentó una “revolución diplomática”, donde Francia se alió con Austria en lugar de Prusia, e Inglaterra con Prusia en lugar de Austria. Aunque Inglaterra quería una alianza con España, esta probablemente se benefició de su neutralidad a corto plazo, especialmente porque la monarquía española estaba en desorden en los últimos años de la década de 1750.
La muerte de la Reina Bárbara de Braganza en 1758 afectó profundamente a Fernando VI, quien pronto cayó en una profunda depresión, similar a la que había afectado a su padre. Cuando Fernando murió en 1759, la locura reinaba. Tanto el rey como la reina están enterrados en el Convento de las Salesas Reales en Madrid.
A pesar de que su reinado duró solo catorce años, Fernando VI continuó con el programa de reformas borbónicas y el programa de construcción real iniciado por su padre. Su reinado se caracterizó por el nombramiento de hombres capaces leales a los intereses de la corona y del estado español. Aunque la enfermedad mental del rey afectó su capacidad, trabajó arduamente para ser un monarca ilustrado y mantener a España fuera de las guerras que dominaban el siglo XVIII.
Política Exterior
En términos de política exterior, Fernando VI adoptó una postura de estricta neutralidad, evitando involucrarse en las guerras y conflictos que asolaban Europa en ese momento. Esta política de neutralidad permitió a España concentrarse en sus asuntos internos y recuperarse de las devastaciones de las guerras anteriores. Sin embargo, esta postura también generó tensiones con otras potencias europeas, especialmente con Francia y Gran Bretaña, que esperaban el apoyo de España en sus respectivos conflictos.
Matrimonio y Vida Personal
Fernando VI estuvo casado con Bárbara de Braganza, una princesa portuguesa. Su matrimonio fue muy feliz y Bárbara tuvo una gran influencia en el rey. Sin embargo, la pareja no tuvo hijos, lo que creó incertidumbre sobre la sucesión al trono. La muerte de Bárbara en 1758 afectó profundamente a Fernando, quien cayó en una profunda depresión que afectó su salud y su capacidad para gobernar.
Muerte y Sucesión
Fernando VI murió el 10 de agosto de 1759. Fue sucedido por su hermanastro, Carlos III, hijo de Isabel de Farnesio. La transición fue relativamente pacífica, gracias en parte a las políticas de Fernando que habían estabilizado el país y preparado el camino para un cambio ordenado de poder.
Legado
El reinado de Fernando VI es recordado como un período de paz y prosperidad relativa para España. Sus políticas de neutralidad y reforma interna permitieron al país recuperarse de las guerras del siglo anterior y sentaron las bases para el desarrollo futuro bajo Carlos III. Su apoyo a la cultura y las ciencias también dejó un legado duradero, con instituciones que continuaron desempeñando un papel importante en la vida cultural y educativa de España.
En resumen, Fernando VI fue un monarca que, a través de la paz y la reforma, contribuyó significativamente al bienestar y desarrollo de España durante su reinado. Su enfoque en la estabilidad interna y la neutralidad externa ayudó a consolidar la nación y prepararla para los desafíos futuros.
domingo, 10 de noviembre de 2024
Guerra del Paraguay: El terror a las enfermedades
El terror de las enfermedades en la Guerra del Paraguay
La mayoría de los soldados que participaron en el mayor conflicto armado de América del Sur murieron a causa del cólera y otras dolencias infecciosas, no por las heridas de la batalla
En 1982, el historiador Jorge Prata de Sousa encontró en el Archivo Histórico del Ejército de Brasil, en el centro de la ciudad de Río de Janeiro, una colección con 27 libros, cada uno con entre 100 y 370 páginas, que registraban los movimientos en los 10 hospitales y enfermerías de campaña que atendieron a los enfermos o heridos durante la Guerra del Paraguay, el mayor conflicto bélico entre países sudamericanos, que tuvo lugar entre diciembre de 1864 y abril de 1870. Prata de Sousa no pudo evaluarlos de inmediato porque estaba yéndose a hacer una maestría en México, pero volvió a ellos en 2008, durante su investigación posdoctoral en la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz (Ensp/Fiocruz), y desde 2018 los está estudiando nuevamente, ahora intercambiando información con la historiadora Janyne Barbosa, de la Universidad Federal Fluminense.
Los análisis de los registros que contienen nombres, edades, grados militares, motivos de la hospitalización, tratamientos, fechas de ingreso y egreso de los hospitales y cantidades de curados o fallecidos, de lo cual se ocupó Barbosa, dimensionaron por primera vez el impacto de las enfermedades en esa guerra: alrededor del 70 % de los integrantes de las tropas aliadas (Brasil, Argentina y Uruguay) habrían muerto a causa de enfermedades infecciosas, principalmente cólera, paludismo, viruela, neumonía y disentería.
El trabajo de ambos aporta un enfoque amplio sobre las causas de la mortandad en la guerra que unió a la llamada Triple Alianza –conformada por Brasil, Uruguay y Argentina– contra Paraguay y, sumado a otros, da cuenta de la precariedad de las condiciones sanitarias en que vivían y luchaban los soldados. Antes, los historiadores tan solo disponían de una conclusión genérica de que las enfermedades habían causado más muertos que las heridas de batalla. La guerra concluyó con unos 60.000 decesos para el bando brasileño, mientras que Paraguay, derrotado en el conflicto que inició al invadir lo que entonces era la provincia de Mato Grosso, perdió alrededor de 280.000 combatientes, más de la mitad de su población.
“Las altas tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas también caracterizaron a otras guerras de la misma época, tales como la de Crimea, en Rusia (1853-1856), y la Guerra de Secesión, en Estados Unidos (1861-1865)”, dice Prata de Sousa, autor del libro intitulado Escravidão ou morte: Os escravos brasileiros na Guerra do Paraguai [Esclavitud o muerte. Los esclavos brasileños en la Guerra del Paraguay] (editorial Mauad, 1996). Fueron lo que se conoció como guerras de trincheras, zanjas excavadas que servían de cobijo a las tropas, pero facilitaban la propagación de enfermedades infecciosas, a causa de la falta de higiene, la abundancia de roedores e insectos y las inundaciones.
“La Guerra del Paraguay fue una guerra epidémica”, concluye Barbosa. “Las enfermedades infecciosas eran parte del conflicto, de principio a fin, sin contar los brotes, como fue el caso del cólera”. El historiador Leonardo Bahiense, quien realiza una pasantía posdoctoral en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), reitera: “Tan solo el cólera fue responsable, como mínimo, de 4.535 muertos entre los soldados brasileños durante el tiempo que duró la guerra”. Según él, con base en documentación que se conserva en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, durante el primer semestre de 1868, el 52,5 % de los decesos entre las tropas aliadas obedeció a la grave deshidratación causada por la bacteria Vibrio cholerae y un 3,6 % al paludismo y otras enfermedades caracterizadas genéricamente como fiebres. “A menudo”, añade la investigadora de la UFF, “los soldados y prisioneros paraguayos con cólera eran abandonados en los caminos por orden de los comandantes, cuando las tropas se desplazaban de un campamento a otro”.
Los relatos de quienes vivieron la guerra respaldan sus conclusiones. En el libro A retirada da Laguna, publicado en francés en 1871 y en portugués tres años más tarde, el ingeniero militar Alfredo Taunay (1843-1899) describió a los brotes de cólera como “el adversario oculto”, “que no perdonaba a nadie”. “La peste es la mayor enemiga que tenemos”, informó el mariscal de campo Manuel Luís Osório (1808-1879) al ministro de Guerra, Ângelo Muniz da Silva Ferraz (1812-1867), al asumir el mando de las tropas, en julio de 1867.
En los libros del Archivo del Ejército, Barbosa halló registros de una categoría de enfermedades infecciosas raramente recordada en los relatos de la época, las enfermedades de transmisión sexual: “La sífilis era habitual. Los oficiales acusaban a sus esposas o amantes que convivían con los soldados. En los campamentos había prostitución, principalmente con las paraguayas, a causa del hambre”. Una peculiaridad de esta guerra residió en que las mujeres que acompañaban a la tropa eran las madres, hijas, hermanas o las parejas de los soldados, para quienes lavaban los uniformes y cocinaban.
Incluso los desplazamientos eran riesgosos. “Un grupo de médicos y enfermeros que partió en abril de 1865 desde la ciudad de Río de Janeiro se unió a un batallón de 500 soldados en la ciudad de São Paulo, pero tuvieron que detenerse dos semanas después en Campinas, donde había un brote de viruela que causó la muerte de seis integrantes de la tropa”, relata el médico intensivista José Maria Orlando, autor de Vencendo a morte – Como as guerras fizeram a medicina evoluir (editorial Matrix, 2016). Tras ello, el grupo debió enfrentarse al paludismo que transmitían los insectos que proliferaban en las ciénagas del Pantanal, que debían atravesar para llegar a los campos de batalla, casi nueve meses después.
“Muchos de los soldados no estaban vacunados contra la viruela y eran portadores de enfermedades propias de sus regiones”, comenta la historiadora Maria Teresa Garritano Dourado, del Instituto Histórico y Geográfico de Mato Grosso do Sul, basándose principalmente en los documentos del Archivo de la Marina, también de Río de Janeiro. Autora de A história esquecida da Guerra do Paraguai: Fome, doenças e penalidades [La historia olvidada de la Guerra del Paraguay: Hambre, enfermedades y penurias] (editorial UFMS, 2014), ella identificó otro enemigo: el clima. “Ante la falta de ropa adecuada y al no estar acostumbrados al clima del sur, los soldados del norte se morían de frío”, relata. “La lucha no era solamente contra el enemigo, sino también por la supervivencia en los campamentos”.
El general Dionísio Evangelista de Castro Cerqueira (1847-1910), quien estuvo en el frente y escribió Reminiscências da campanha do Paraguai, 1865-1870 (Biblioteca do Exército, 1929), relató que en los campamentos se bebía “agua espesa y amarillenta, contaminada por la proximidad de los cadáveres”. Los muertos se amontonaban o se los arrojaba a los ríos, contaminando el agua. Otro problema era la faena y la preparación de los animales con los que se alimentaban: las vísceras y otras partes que no se aprovechaban se dejaban expuestas al sol, generando mal olor. “Los buitres y los caranchos [aves de rapiña] se encargaban de la limpieza, devorando los restos”, describió el oficial.
Los heridos en combates
Los cirujanos civiles que fueron al frente de batalla, concluyó
Bahiense, inicialmente aprendieron con los informes de los equipos
médicos que habían servido en guerras anteriores. En las Guerras
Napoleónicas (1803-1815), Dominique Jean Larrey (1766-1842) cirujano en
jefe del ejército francés, insistió en ubicar a los equipos quirúrgicos
cerca del frente de batalla, para asegurar una atención de prisa y el
rápido retiro de los hombres heridos en ambulancias, en ese entonces
tiradas por caballos. En la Guerra de Crimea, la enfermera inglesa
Florence Nightingale (1820-1910) implementó lo que Orlando denominaba
“filosofía de la UTI [unidad de terapia intensiva]”: ubicar a los
pacientes más graves cerca del puesto de enfermería, para su atención
permanente, y a los menos graves más lejos.
“Durante la Guerra del Paraguay, se suscitó un fructífero debate al respecto de las técnicas quirúrgicas”, recalca Bahiense. Se discutió, por ejemplo, si el mejor momento para amputar un brazo o una pierna [afectados por balas, machetes o bayonetas] era inmediatamente después de ser heridos o si se debía esperar a que el combatiente asimile que había sido herido. Aunque las intervenciones quirúrgicas fueran bien hechas, los soldados podían morir poco después debido a una infección generalizada, a causa de la escasa preocupación –y conocimientos– acerca de la asepsia. Él comprobó que los medicamentos –principalmente el cloroformo, que se usaba como anestésico, y el opio, para el dolor–, los vendajes y la ropa para los pacientes hospitalizados tenían gran demanda, porque siempre se agotaban las existencias.
“Las guerras, al igual que las epidemias, han hecho del mundo un campo de experimentación y, aún a costa de un inmenso sufrimiento, han acelerado el descubrimiento de nuevas técnicas quirúrgicas, el tratamiento de las quemaduras o de las enfermedades infecciosas”, comenta Orlando. Según él, solo a partir de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue que el número de muertes por heridas en combate comenzó a ser mayor –en este caso, el doble– que las causadas por enfermedades infecciosas.
Las razones de este cambio han sido la mejora de las condiciones de higiene y la adopción de técnicas de tratamiento: se les inyectaba a los heridos una solución salina directamente en sus venas para compensar las consecuencias de la gran pérdida de sangre. A partir de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el uso de antibióticos como la penicilina redujo aún más la mortandad de los soldados a causa de las infecciones generadas por las heridas. Durante la Guerra de Corea (1950-1953), las amputaciones se hicieron menos necesarias con el desarrollo de las técnicas de cirugía vascular.
Bahiense apunta otra razón para la elevada mortalidad debido a las enfermedades infecciosas durante la Guerra del Paraguay: “En Brasil todavía no existía la enfermería profesional, como en Estados Unidos y en Europa”. El equipo de asistencia de los cirujanos estaba integrado por soldados, cabos o prisioneros paraguayos adiestrados a toda prisa con un curso rápido de enfermería y luego reemplazados por las religiosas o las mujeres que acompañaban a los militares.Entre ellas se destacó Anna Nery (1814-1880) quien se convirtió en una referente del área en Brasil. A disgusto por tener que separarse de dos de sus hijos, ambos reclutados para marchar al frente, se alistó como voluntaria para cuidar a los heridos. Tras conseguir la autorización del gobierno de Bahía, Nery los acompañó, aprendió nociones de enfermería con unas monjas en Rio Grande do Sul y trabajó como enfermera en los hospitales del frente de batalla. En reconocimiento a su labor, el emperador Pedro II le concedió una pensión vitalicia, con la cual pudo educar a sus otros hijos.
En marzo y abril de 2022, la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, campus de Aquidauana, celebrará un congreso internacional para debatir sobre el 150º aniversario del final de la guerra, que se cumplió el año pasado.
sábado, 9 de noviembre de 2024
Espionaje: Las redes de espionaje romanas
La Red de Espionaje de Cicerón en la Antigua Roma
- La red de espionaje de Cicerón: En la antigua Roma, Cicerón (106-43
a.C.) utilizó una red de informantes y espías para proteger la República
de conspiraciones y amenazas externas.
Marco Tulio Cicerón, una de las figuras más emblemáticas de la historia romana, es conocido por su elocuencia, su filosofía y su papel crucial en la política de la República Romana. Sin embargo, un aspecto menos conocido de su vida es su habilidad para manejar una red de informantes y espías, una faceta que fue vital para proteger la República de conspiraciones y amenazas tanto internas como externas.
Contexto Político y Social
Cicerón vivió en una época de grandes turbulencias políticas y sociales. La República Romana estaba constantemente amenazada por conflictos internos, guerras civiles y la ambición de individuos poderosos que buscaban consolidar su poder personal. Durante su carrera, Cicerón se enfrentó a figuras como Lucio Sergio Catilina, Cayo Julio César y Marco Antonio, todos los cuales representaban, en distintos momentos, serias amenazas para la estabilidad de la República.
La Red de Informantes
La red de espionaje de Cicerón no era una organización formal con jerarquías claras como podríamos imaginar en la actualidad, sino una colección de contactos e informantes distribuidos estratégicamente en diferentes niveles de la sociedad romana. Esta red incluía esclavos, libertos, senadores, comerciantes y soldados, todos los cuales proporcionaban a Cicerón información crucial sobre las actividades y conspiraciones de sus enemigos.
Uno de los métodos más efectivos de Cicerón para obtener información fue a través de su red de clientes y patrones. En la sociedad romana, las relaciones de clientela eran fundamentales; un patrón ofrecía protección y beneficios a sus clientes a cambio de lealtad y apoyo. Cicerón, con su habilidad oratoria y su posición social, mantenía una amplia red de clientes que a menudo le proporcionaban información valiosa.
La Conspiración de Catilina
Uno de los ejemplos más notables del uso de esta red de espionaje fue durante la Conspiración de Catilina en el 63 a.C. Catilina, un senador romano con ambiciones desmedidas, planeaba derrocar el gobierno republicano mediante una serie de levantamientos y asesinatos. Cicerón, que en ese momento era cónsul, utilizó su red de informantes para descubrir y frustrar estos planes.
La información crucial llegó a través de Fulvia, una amante de uno de los conspiradores, quien reveló los detalles del complot a Cicerón. Con esta información, Cicerón pudo interceptar cartas incriminatorias y presentar pruebas ante el Senado, lo que llevó a la detención y ejecución de varios conspiradores y a la huida de Catilina. Este episodio no solo destacó la habilidad de Cicerón para manejar información secreta, sino también su destreza en la política y la oratoria, al convencer al Senado de la gravedad de la amenaza.
Espionaje en Tiempos de Guerra
Durante las guerras civiles que siguieron a la muerte de César, la capacidad de Cicerón para reunir información fue nuevamente puesta a prueba. Tras el asesinato de César en el 44 a.C., Roma se sumió en un caos político, y diferentes facciones luchaban por el control. Cicerón se alineó con el Senado y los republicanos contra Marco Antonio, a quien veía como una amenaza para la libertad de Roma.
A través de su red de espías, Cicerón monitoreó los movimientos de Marco Antonio y sus seguidores. Informantes dentro del ejército y la administración de Antonio le proporcionaron detalles sobre sus planes y estrategias, permitiendo a Cicerón coordinar la resistencia y mantener informados a sus aliados en el Senado.
Métodos y Técnicas
Cicerón utilizaba varios métodos para comunicarse con sus informantes y asegurar la confidencialidad de la información. Las cartas cifradas y los mensajes codificados eran comunes, y Cicerón a menudo empleaba mensajeros de confianza para transportar información sensible. Además, las reuniones clandestinas en lugares seguros eran una práctica habitual para discutir asuntos delicados sin temor a ser espiados.
La astucia de Cicerón también se manifestaba en su habilidad para manipular la información pública. Utilizaba discursos en el Senado y ante el pueblo para lanzar acusaciones y sembrar dudas sobre sus enemigos, a menudo basándose en información obtenida a través de su red de espionaje. Este uso estratégico de la información le permitió influir en la opinión pública y en las decisiones políticas de manera significativa.
Legado y Consecuencias
El legado de Cicerón como maestro de la información y la inteligencia se refleja en la manera en que manejó las amenazas a la República. Su habilidad para recopilar y utilizar información secreta no solo salvó su vida en múltiples ocasiones, sino que también jugó un papel crucial en la preservación temporal de la República frente a sus numerosos enemigos.
Sin embargo, la dependencia de Cicerón en su red de espionaje y su inclinación a confrontar a figuras poderosas también contribuyeron a su caída. En el 43 a.C., como parte del Segundo Triunvirato, Marco Antonio, Octavio y Lépido lo incluyeron en las proscripciones, listas de enemigos del estado que debían ser eliminados. Cicerón fue ejecutado, y su muerte marcó el fin de una era en la política romana.
Conclusión
La red de espionaje de Cicerón es un testimonio de su astucia y habilidad como político y orador. En una época de constantes amenazas y conspiraciones, su capacidad para manejar información y utilizarla estratégicamente fue crucial para su éxito y para la protección de la República Romana. Aunque finalmente pagó con su vida, el legado de Cicerón en la historia de Roma y en el arte de la inteligencia política perdura hasta hoy, recordándonos la importancia de la información y la vigilancia en la preservación de la libertad y la justicia.
viernes, 8 de noviembre de 2024
Crisis del Beagle: El desastroso recorrido del submarino Simpson chileno
La desconocida historia del submarino Chileno, que estuvo a horas de activar la defensa
La Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile en el conflicto de 1978
Al mando del “Simpson”, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina.
Para ello debió enfrentar múltiples desventajas y el peso de una tarea en la que no tenía margen de error.
Hace exactamente 30 años, 81 chilenos aguardaban el inicio de la guerra metidos en un viejo tubo de hierro.
La tripulación del submarino “Simpson” tenía una orden perentoria del almirante José Toribio Merino: impedir por las armas cualquier intento de desembarco argentino en las islas del Beagle.
De máximo riesgo, la misión encerraba además dos problemas que la hacían casi suicida: el “Simpson” era un sumergible veterano de la II Guerra Mundial que difícilmente escaparía del contraataque enemigo; y tendría que enfrentar la hora “H”, el inicio del ataque trasandino, en solitario. Este adverso escenario convirtió la extenuante patrulla de guerra del “Simpson” -duró casi 70 días- en uno de los capítulos más desconocidos de la tensión que a fines de 1978 estuvo a punto de enfrentar a Chile y Argentina. Treinta años después, el comandante de esa nave, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing, revela los secretos de una misión en la que, reconoce, “envejecí algunos años”.
Solo y sin snorkel
A comienzos de 1978, la Armada tenía cuatro submarinos, pero sólo tres disponibles. El “Thomson”, gemelo del “Simpson”, estaba desguazado, y los recién llegados “Hyatt” y “O’Brien” eran de los más modernos de la región.
La Flota de Mar (Flomar) de Argentina también tenía cuatro submarinos, pero todos operativos: dos estadounidenses de la II Guerra Mundial (“Santa Fe” y “Santiago del Estero”) y dos 209 alemanes (“San Luis” y “Salta”) recién comprados.
A fines de año, la ventaja argentina pasó de leve a mayúscula. El “O’Brien” entró a dique para mantención y al “Hyatt” le falló un motor. Tuvo que regresar a Talcahuano.
La noticia caló hondo en el “Simpson”. Durante todo el año, y a medida que las negociaciones diplomáticas con Argentina se empantanaban, la tripulación había entrenado intensamente para repeler una eventual invasión. Ahora tendrían que hacerlo solos.
Y ése no era el único factor en contra. Por su antigüedad, la nave carecía de snorkel, una especie de tubo de escape retráctil que le permite navegar a 20 metros bajo la superficie usando sus motores diésel. Éstos, a su vez, recargan las baterías eléctricas, que son las que pueden llevarlo a silenciosos descensos de hasta 600 pies de profundidad.
Sin snorkel, el “Simpson” estaba obligado a emerger por períodos de hasta ocho horas para recargar baterías, haciéndose detectable para los radares o aviones enemigos.
En la práctica, el buque no podía sumergirse más de 24 horas, y a escasos cinco nudos por hora. Si había que evadir un ataque, las baterías se agotarían antes.
Scheihing recuerda que otra desventaja era el armamento. La “Enmienda Kennedy” había dejado a los submarinos chilenos con antiguos torpedos a vapor MK 14 y MK 27. Los argentinos tenían eléctricos MK 37, de más alcance y confiabilidad. “No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban”, explica.
Por eso, cuando recibió la orden de Merino, tomó el sistema de comunicación interna, leyó el mensaje a sus hombres y los arengó: “¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina. Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que antes que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!”. Tras un momento de silencio, detalla el comandante, “se escuchó como un rugido en todo el submarino: ‘¡Viva Chile, m…!'”.
Pero si atacaba por error, este oficial dejaría a Chile como país agresor y en una compleja perspectiva de cara a una negociación de paz.
“Fue una situación de guerra (…) Yo estaba autorizado para romper las hostilidades. ¡Imagínese! Era el primer contacto. La responsabilidad era tremenda. Primero, porque rompería las hostilidades, y segundo, porque pondría en jaque la seguridad del submarino, que es lo de menos cuando se trata de hundir al resto”, explica.
¿Disparó el “Simpson”?
Ricardo Burzaco, experto argentino en el tema, publicó recientemente una investigación sobre las operaciones submarinas transandinas de 1978 en la revista Defensa y Seguridad.
Allí sostiene que el “Simpson” fue descubierto dos veces por sumergibles argentinos. Primero por el “Santiago del Estero”, que lo encontró cargando baterías en la superficie, y luego por el “Salta”, justo antes de la hora “H”, que también lo divisó a nivel del mar. La máxima tensión reinante llevó a que el capitán argentino ordenara preparar torpedos.
Como no estaban en aguas argentinas, agrega Burzaco, el comandante argentino dudó en atacar. En ese momento el oficial sonarista lanzó una alarma de torpedo enemigo, por lo que ordenó una maniobra evasiva. Luego, el rumor de un supuesto proyectil chileno se desvaneció.
Tajante, Scheihing niega esta versión y asegura que el “Simpson” nunca tuvo contacto con adversarios. “No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)”, sostiene.
Hacia el final de la patrulla, la tripulación del “Simpson” ya sentía el rigor de la tensión bélica. Los víveres eran escasos, no quedaban alimentos frescos y el aire dentro del submarino era pesado, mezcla de aceite y gases. Sólo podían bañarse -si limpiarse el cuerpo con una esponja mojada puede considerarse un baño- cada tres días. Sólo querían que el conflicto se zanjara de una vez, por las armas o por la paz.
La providencial conjunción de una tormenta con olas de hasta 15 metros, que retrasó la operación “Soberanía”, y la mediación del Papa Juan Pablo II, sin embargo, terminarían por impedir el enfrentamiento. El “Simpson” pudo volver a su base.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye el vicealmirante (r) Hernán Rivera.
El “Prat”, primer objetivo argentino
Si el “Simpson” abría fuego contra una invasión argentina, enseguida sería el turno del crucero “Prat”, buque insignia de la Escuadra que debía disparar su artillería contra la flota de desembarco adversaria.
A bordo estaba el ahora vicealmirante (r) Hernán Rivera, por entonces jefe del estado mayor de la Escuadra.
Por su naturaleza, el “Prat” probablemente habría sido el primer objetivo de los ataques argentinos, tanto aéreos como marítimos y submarinos. En el buque insignia lo sabían, pero nadie, dice Rivera, manifestó temor. “En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión”, sostiene.
La gran ventaja de la flota argentina, explica, era el portaaviones “25 de Mayo”, que le daba supremacía aérea y hacía vulnerables a los buques chilenos.
La Escuadra chilena, agrega, tenía a su favor la cohesión alcanzada por las tripulaciones tras un año de intenso entrenamiento, la eficiencia de la aviación naval -informaba cada cuatro horas la posición de los buques argentinos- y el refugio natural que ofrecían los fondeaderos en los canales.
“Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (…) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando”, asegura Rivera.
Así, las naves chilenas lograban disimular falencias como la escasez de pertrechos, debido al embargo de Estados Unidos, y el hecho que la iniciativa estaba en manos de los argentinos.
Con todo, admite el retirado oficial, “el ‘Prat’ habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del ’25 de Mayo’. Por eso nos colocamos en una disposición de combate en la que primero estaban los buques misileros, que en el fondo eran los que iban a decidir esta cuestión en el combate de superficie”.
Rivera recuerda como el momento más crítico el 20 de diciembre de 1978, cuando recibieron la orden de salir al paso de la flota argentina. El vicealmirante Raúl López Silva, comandante en jefe de la Escuadra, reunió a los capitanes de todos los buques y les advirtió: “Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos”.
Pocas horas después, cuando la Escuadra aún salía hacia el teatro de operaciones, sonó el citado zafarrancho. “Le prometo que nunca vi tanta rapidez para cubrir los puestos de combate”, recuerda Rivera. La alarma, eso sí, resultó falsa. El “contacto” del sonar resultó ser una sonda estadounidense que recolectaba datos atmosféricos.
Así fue que ambas fuerzas llegaron a estar a unas 10 horas de poder atacarse con sus misiles, lo que fue impedido por la mediación papal. Rivera asegura que la Divina Providencia también hizo lo suyo, desatando un temporal que dilató la “Operación Soberanía”, que debía comenzar tres días antes de la “Hora H” con la toma de unas pequeñas islas al sur del Beagle.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye.
Autor: Iván Martinic
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