lunes, 16 de mayo de 2016

Guerra contra la Subversión: Hijos víctimas de sus padres

"Los hijos de los 70 tienen las marcas y las huellas de las decisiones de los padres"

Infobae

Por: Matías Méndez Especial para Infobae

En "Hijos de los 70. Historias de la generación que heredó la tragedia argentina", Carolina Arenes y Astrid Pikielny reúnen testimonios de herederos de los diferentes actores de aquella etapa. Infobae las entrevistó





Hace tres años, las periodistas Astrid Pikielny y Carolina Arenes se lanzaron a un trabajo que aún hoy las conmueve: investigar para poder narrar la vida de los hijos de los protagonistas de los años 70. Con respeto, sin juzgarlos y evitando el golpe bajo, las autoras hicieron lo mejor que puede hacer el periodismo: ponerse a un costado sin pretensiones de protagonismo y contar una historia bien escrita. Pikielny y Arenes reunieron veintitrés crónicas, pero en realidad se trata de una sola, la de la tragedia de una etapa de la historia argentina que quizá haya sido la más difícil desde la perspectiva del vínculo entre padres e hijos.
Hijos de militares condenados por delitos de lesa humanidad, hijos nacidos en cautiverio, hijos de líderes guerrilleros, de empresarios, intelectuales o gendarmes, pasan por estas páginas con voz propia.
Las autoras ofrecen un libro necesario, con fragmentos en los que el lector debe probar su propia entereza para pasar a la página siguiente y con un enfoque original que completa una historia poco explorada (La guardería de los montoneros, el excelente trabajo de Analía Argento, es, quizás, el principal antecedente que desde la investigación periodística se había acercado a narrar la voz de los hijos).
Hijos de los 70, el libro que Sudamericana comenzó a distribuir esta semana en las librerías, es un aporte fundamental para que la sociedad argentina dé un paso hacia adelante en busca de una mejor convivencia en paz, sin ocultar las diferencias y con una democracia plena alejada de todo tipo de violencia.
—¿Qué significa narrar la tragedia?
—Pikielny: Es una responsabilidad enorme hablar de la vida de otros, son vidas que continúan después del libro. Este no es un libro de ficción. Estuvimos tres años literalmente sumergidas en las historias, en contacto permanente con ellos, más allá de las entrevistas personales. Por otro lado, es también una responsabilidad hacerlos hablar del dolor. Estamos muy agradecidas porque hayan abierto las compuertas de historias que actualizan muchas cosas, de heridas que a veces parecen cicatrizadas pero se abren; en todas las conversaciones hubo lágrimas y hubo dolor. Hay un pasado que no ha pasado, hay un pasado presente en el que obviamente en estos años estuvimos metidas tratando de acompañar y tratando de hacer nuestro trabajo de una manera honesta.
"SON HIJOS DE MILITANTES, DE MILITARES O POLICÍAS, DE PADRES MUERTOS POR LA DICTADURA, POR ERP O POR MONTONEROS, DE PADRES PRESOS..."
—Los hijos de los setenta, en términos generales, no habían hablado en forma explícita, salvo a través del arte: en la literatura con autores como Félix Bruzzone o Laura Alcoba, en el cine con "Los rubios" o, inclusive con la música. ¿Por qué creen que ocurrió?
—Arenes: Hay distintos casos, hay algunos colegas como Marta Dillon que sí se había expresado periodísticamente, pero es verdad que una buena parte lo contó a través del arte. Algunas de las personas que entrevistamos lo habían contado, pero en las páginas de los diarios y todo eso vuela mucho más rápido. Distinto es leerlo en un libro y que además haya habido mucho tiempo en los encuentros porque las entrevistas fueron muy largas. En el caso de [Mario] Firmenich, él había hablado con Analía Argento para La guardería montonera.
—Ese tal vez sea el gran antecedente del trabajo de ustedes, por fuera de los ámbitos académicos.
—Arenes: Claro, tiene puntos de contacto. Quizás acá el planteo de fondo del libro era, además de la propia historia, qué posibilidad había de pensar la historia alrededor de la propia. Por ejemplo, Firmenich hace referencias a otros dolores que no son sólo los que le tocó vivir a él. En muchas de las historias está eso.
—¿Cuál fue el criterio para elegir a los hijos protagonistas de estas historias?
—Pikielny: Queríamos diversidad, historias distintas. Hubo muchos contactos off the recordcon gente que conversó largamente con nosotros y que después prefirió no estar, porque esto actualiza dolores o porque no quieren abrir heridas familiares o, en algunos casos, porque prefieren no convivir textualmente con personas que piensan distinto. En otros casos, empezamos a hacer una serie de contactos y hubo puentes, una historia llevó a la otra y se terminaron armando un abanico de historias muy distintas de hijos de militantes, de militares, de policías, empresarios, sindicalistas, de un intelectual, hijos de padres muertos por la dictadura, de padre muertos por ERP, por montoneros, por Triple A, hijos de padres presos, hijos nacidos en cautiverio, con historias de violencia antes del golpe y después del golpe. Se terminó armando un libro que, si bien tiene puntos en algunos casos, reúne voces muy distintas y muy singulares.
"HAY MUCHOS HIJOS QUE ESTÁN CONFORMES Y LES ALCANZA CON LAS RESPUESTAS QUE OBTUVIERON EN SUS FAMILIAS"
—Una de las conclusiones que surgen después de leer estas historias es que, frente a la tragedia, las decisiones son diferentes. Es difícil encontrar una respuesta igual en estos casos. ¿Hay quienes quieren saber e investigar y hay quienes no, por ejemplo?
—Pikielny: Cambiaría el verbo: hay personas que pueden más que otras. En algunos casos, hay más recursos, más coraje y más trabajo personal. Hay hijos con un gran trabajo psicoanalítico, con mucho diván encima y en otros casos no se quiso, no se pudo o se eligió no hacerlo. Hay casos con más recursos para poder saber y hacer algo con eso que te tocó y, en otros, se hace lo que se puede y se convive con eso de la mejor manera.
—Arenes: También hay muchos hijos que están conformes y les alcanza con las respuestas que obtuvieron en sus familias, pueden vivir con eso bien y no sienten una deuda pendiente respecto a lo que falta saber. Está contestado y sólo falta vivir con esa marca.
—¿El gran dilema es cómo se lleva el peso de esa mochila?
—Arenes: Esa era la pregunta inicial. Todos tenemos que vivir con marcas, todos venimos de alguna historia y el trabajo de la vida de todos nosotros es cómo partimos. Todos partimos de eso: "¿Qué hacemos con eso? ¿Qué podemos hacer?". Esas eran las preguntas que estaban en todas estas historias. Te tocó eso, porque nadie elige la historia de la que viene. ¿Cómo te plantás? ¿Cómo resignificás esas heridas? ¿Cómo seguís?
—Pikielny: Nos parecía importante darles voz a los hijos. Los hijos no tienen que rendir cuentas penales ante la Justicia y tampoco tienen un lugar en la historia. Sin embargo, son los hijos los que tienen las marcas y las huellas de las decisiones de los padres. Era interesante visibilizar la voz de estos hijos que no han tomado decisiones y que, sin embargo, han recibido muchas de las marcas. Hijos que, a su vez, ahora son padres, entonces es interesante el cruce intergeneracional que se pone en movimiento. ¿Qué relato y que historias les cuentan estos hijos a sus propios hijos?
—Ese me parece que es un punto que atraviesa a todas las historias: no en todos los casos, pero en la mayoría, la propia maternidad o la paternidad despierta la avidez por conocer más de los padres. ¿En muchos casos ese es el punto de partida para conocer la historia?
—Arenes: En muchos casos es así. En el caso de las hermanas Donda. Justamente a Eva una de las cosas que le motoriza la necesidad de encontrarse con Victoria tiene que ver con su embarazo y después con el embarazo de la hermana. Hay algo ahí que evidentemente lleva hacia adelante. Félix lo expresa muy bien cuando dice cómo puede ser. "Tengo cuarenta años y me sigo haciendo preguntas sobre esto" y agrega: "Una respuesta provisoria (es que) mis hijos están empezando a preguntar y tengo que darles respuesta".
—Pikielny: En el caso de Luciana Ogando, cuyos padres fueron militantes montoneros y al papá lo fusilan sus compañeros, cuando a ella le detectan un tumor y le comunican que no va a poder ser madre biológica, inicia el camino de necesitar hablar de todo esto, porque la estaba matando. Esa noticia pone en marcha muchas cosas y motoriza la necesidad de hablar.
"ADEMÁS DEL DOLOR DE LA DERROTA, DE TANTOS COMPAÑEROS MUERTOS, TAMBIÉN LEE LA CULPA DE ESTAR VIVA"
—En el caso de los padres de los protagonistas de este libro, esto es, los actores de los setenta, hay muchas veces cierta culpa por haber sobrevivido. Es algo recurrente, que se escucha cuando uno habla con ellos. ¿Existe eso en los hijos?
—Arenes: Vuelvo a la historia de Mario Javier Firmenich: ambos padres están vivos y encima su padre era uno de los máximos liderazgos que se dio en montoneros. No está explicitado, pero hay toda una serie de respuestas que él se da que tienden a explicar esa circunstancia. Insisto: no está explicitado y esto es una lectura, pero hay ahí una incomodidad, hay un dolor. En el caso de Luciana Ogando, ella habla de la culpa de su madre por haber sobrevivido, aunque la madre no lo diga con esas palabras, ella entiende la dificultad de su madre para hablar y darle respuestas. Ella lo que lee, además del dolor de la derrota, el dolor de tantos compañeros muertos, también lee la culpa de estar viva.
—Uno de los textos que cruza las historias es la autocrítica de Héctor Leis, el autor deTestamento de los años 70. ¿Cómo creen que funcionó ese libro en los hijos que entrevistaron?
—Pikielny: Es curioso lo que pasó con ese texto, porque se había escrito mucho antes de [Héctor] Leis, Pilar Calveiro, Hugo Vezzetti, Oscar del Barco. Había una genealogía previa a ese texto y que tiene que ver con la autocrítica. Sin embargo, lo que logró el de Leis fue salir de los círculos más pequeños académicos y políticos y convertirse en una cosa más masiva. Ese texto se leyó mucho en las cárceles, impactó muchísimo en los hijos de los militares presos. A partir de ahí, Leis empezó a recibir oleadas de emails de hijos de militares, policías y de militantes. Para ellos, fue una voz de alivio y de cierto sosiego. En algunos casos debe haber servido y de hecho hay una historia muy linda: Malena Gandolfo es la hija de un militar que está condenado y que durante mucho tiempo estuvo confinado en una enfermería de Marcos Paz. Malena oficiaba de intermediaria a través de correos electrónicos con Leis. Después de iniciar este intercambio, ambos descubrieron —los dos son budistas— que tenían el mismo Lama y que habían compartido retiros espirituales en Brasil. Malena cuenta que esperaba ansiosa todas las semanas las respuestas de Héctor Leis y que para ella y su familia esas respuestas fueron algo muy tranquilizador. Era un militar y un ex militante, ambos budistas, uno en el penal de Marcos Paz, el otro postrado por una esclerosis lateral amiotrófica, que tenían correspondencia a través de la hija.
"LEIS LES RECLAMÓ QUE ROMPIERAN EL PACTO DE SILENCIO, PERO FUE ESCUCHADO SOLO EN PARTE"
—Arenes: Lo de Leis también tuvo para mí un doble impacto: era lógico que llevara alivio a los condenados, porque de algún modo él les ofrecía una explicación, incluso una justificación. De todos modos, Leis había sido muy claro y muy explícito en la descripción de la naturaleza del crimen de Estado que habían cometido. No escatimó palabras para describir eso y hablar de la peor barbarie de la historia argentina del siglo XX. Incluso les reclamó que rompieran el pacto de silencio. Fue una voz que pudieron escuchar en parte. Abrazaron esa voz, pero a la vez es una voz que se escuchó en parte.
—¿Lo dice porque ese pacto de silencio sigue sin romperse?
—Arenes: Por eso lo digo. Luis llevó muchísimo alivio y hay otras cosas que dijo que no pudieron ser escuchadas, o por lo menos que sepamos hasta ahora; si fueron escuchadas no pudieron rendir sus frutos.
—En el caso de algunos de los hijos de represores, hay una solicitud para que expresen un pedido de perdón que es personal y no tanto un reclamo de aporte de información a la Justicia.
—Arenes: Es un doble pedido en el caso de Aníbal Guevara. Con el esfuerzo de este hijo, que está completamente entregado a defender la situación de su padre, lograron —y esto es una opinión personal— un éxito módico hasta ahora, que fue la idea de una solicitada en los diarios que después se convirtió en una página de internet, en donde un grupo de no más de treinta presos en Marcos Paz hablan de su responsabilidad y muestran alguna disposición a pedir perdón y, eventualmente, quizás a hablar alguna vez de información pendiente. Eso es con el enorme esfuerzo de hijos. Aníbal les dice a militares y policías: "Rompan la lógica que los trajo hasta acá".
"PONEN EN SUSPENSO SU VIDA Y SE ENTREGAN A LA VIDA DE LOS PADRES"
—Parecería que la única forma de que la sociedad vaya a conocer esa información de primera mano va a ser por la propia presión de esos hijos.
Arenes: Y a la vez eso es una herencia muy pesada para los hijos también. Para nosotras esa también fue una pregunta: estos padres que tienen hijos que están consagrando su vida en muchos casos a defender, diría, la verdad de los padres o la posición de los padres, que son padres que también podrían hacer algo y aliviar a sus hijos. Están los hijos, no sólo teniendo que heredar algo que no pueden evitar, también se están haciendo cargo de defenderlo públicamente. Es una tarea enorme.
—Pikielny: Son hijos que además posponen su vida, casamientos, eventos familiares, se abocan a los cuidados de salud de los padres, a los problemas legales con los abogados. Ponen en suspenso su vida y se entregan a la vida de los padres, padres que tampoco los sueltan y les dicen: "Hacé tu vida, porque esto lo tengo que resolver yo".
—¿Cómo percibieron que llevan sus apellidos, que en algunos casos tienen fuertes connotaciones?
—Arenes: En los casos de apellidos más notorios, tienen sus historias. Lo de Firmenich es curioso, porque él cuenta que depende de en qué ámbito diga su nombre, puede tanto pasar un mal momento como recibir un abrazo.
—Pikielny: Muy reivindicado y muy defendido en algunos ámbitos y repudiado en otros.
—Él pronuncia una de las frases que más me impactaron por la metáfora: "Me obligaron a militar con capucha", dice.
—Pikielny: Es una frase tremenda.
—Arenes: Es una expresión, es evidente que nadie lo obligaba, pero sí, su apellido, para militar en el ámbito donde él estaba, era un problema, eso es lo que él entendió. En el Movimiento Evita era un problema.
—Pikielny: Hacia adentro no, hacia afuera sí.
—Arenes: No dejarlo en cargos altos, no podía ser funcionario, sí podía militar y de hecho fue militante.
"ES HIJA DE MILITANTES MONTONEROS Y A SU PADRE LO FUSILAN LOS COMPAÑEROS MONTONEROS"
—¿Cuál fue la historia que más las impactó?
—Arenes: Hubo muchas, pero si tuviera que elegir, elegiría la de Luciana Ovando. Es hija de militantes montoneros y a su padre lo fusilan los compañeros montoneros. Ella crece sin conocer su historia, no porque la dictadura le hubiese confiscado la identidad, sino porque la mamá fue revelando de a poco y a pedido de ella cosas que le iba preguntando. Fue un camino dolorosísimo, muy valiente. En mi caso, la entrevista con ella fue un antes y un después.
—Arenes: Hizo todo ese recorrido y le ha pedido a la madre ese esfuerzo para que pudiera hablar un poco más. Hizo un recorrido que hoy la lleva a entender a la madre. No es una hija que está hablando para cuestionar públicamente a su madre o para lastimar la memoria de eso que su madre valora tanto y a los que guarda tanta fidelidad.
—Pikielny: Hay otra que es la del hijo del gendarme [Luis] Quijano, al que su padre lo llevó cuando era adolescente a "trabajar" con los grupos de tareas. Quijano creció sabiendo manejar armas desde muy pequeño, participó de varios operativos, el padre lo ponía a destruir documentación y en las comidas familiares el gendarme se jactaba de cuántos había matado un día y cuántos otro día. Él creció con ese padre con el que después se peleó. Lo entrevistamos en el 2014 y meses después muere el padre y al poco tiempo lo cita la jueza para contar esta historia que nos había contado a nosotras para el libro.

domingo, 15 de mayo de 2016

Historia argentina: La guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana (1837-1839)

La Guerra Contra la Confederación Peruano–Boliviana (1837-1839) 

Por Sebastián Miranda 
Licenciado en Historia 


El 19 de mayo de 1837 el entonces encargado del manejo de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana, comenzando el conflicto con dicha confederación. Se trató de una reacción originada como consecuencia de las agresiones que el Mariscal Santa Cruz, dictador de Perú y Bolivia, venía ejerciendo sobre nuestro país. 

Las causas de la guerra 

Terminada la guerra de independencia Bolivia se separó del Perú y se proclamó como república independiente en 1825. A este hecho siguió, en ambos Estados, un período de guerras civiles entre diferentes grupos que se disputaban el poder. Tras una larga lucha en 1836 el Mariscal Andrés de Santa Cruz, viejo guerrero del ejército de Bolívar y dictador de Bolivia, tomó el control del Perú decretando la unión entre ambas repúblicas. Nació así la Confederación Peruano-Boliviana que fue reconocida por la mayoría de los gobiernos de Europa y América. 


 

Andrés de Santa Cruz buscaba la formación de una confederación de repúblicas americanas y continuó su proceso de expansión hacia el sur, comenzando sus fuerzas a incursionar sobre el norte de Argentina y Chile lo que motivó las protestas de ambos gobiernos a pesar de lo cual continuaron las incursiones. A su vez estableció contactos con Fructuoso Rivera, presidente de la Banda Oriental y enemigo de Rosas. Su plan consistía en fomentar el desorden en las provincias del norte a la vez que Rivera lo hacía en las de la Mesopotamia, tras lo cual - bajo el pretexto de razones de orden y humanidad - colocarían estas provincias bajo su protección. Santa Cruz también dio amplio apoyo a los emigrados unitarios que desde el territorio boliviano realizaban ataques a los gobernadores federales de las provincias del norte lo que motivó nuevamente las protestas de la Confederación Argentina. 


 
Bandera de la Confederación Peruano-Boliviana 


Ya en 1834 Santa Cruz había prestado auxilios a una incursión del coronel unitario Javier López sobre el norte que culminó con su derrota de Chiflón. En 1835 se produjo otro ataque de López desde Bolivia pero fue nuevamente derrotado, en este caso en la batalla de Monte Grande. Ese mismo año Felipe Figueroa con fuerzas organizadas en Bolivia invadió la provincia de Catamarca. Al año siguiente Mariano Vásquez atacó con fuerzas bolivianas los poblados de Talina, Tupiza y La Puna. También dio apoyo a una expedición organizada en Perú al mando del general Freyre que se proponía derrocar al gobierno de Chile pero fue interceptada por una incursión de naves chilenas sobre el puerto de El Callao. Al reiterarse las agresiones, los gobiernos de Argentina y Chile comenzaron los contactos para el establecimiento de una alianza en contra de Santa Cruz. Esta nunca llegó a materializarse por escrito pero sí de palabra. El 11 de noviembre de 1836 Chile declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana. Argentina hizo lo propio el 19 de mayo del año siguiente. 

Las fuerzas opuestas 

La Confederación Argentina 
He tomado el año de 1838 como base para describir el estado de las fuerzas opuestas ya que fue el momento álgido de la campaña, pero se debe tener en cuenta que la composición de las mismas fue variando con el paso del tiempo. 

Rosas nombró como comandante del ejército nacional en el norte al general Alejandro Heredia, caudillo de Tucumán y una de las figuras de mayor influencia en la zona tras la muerte de Facundo Quiroga. Las fuerzas a cargo de Heredia eran muy limitadas por lo que debió comenzar a organizarlas por su propia cuenta. Ante la carencia de medios solicitó auxilios a Buenos Aires. Rosas envió importantes cantidades de pertrechos entre los que se contaban: 500 tercerolas y carabinas, 900 fusiles, 700 sables, 3.500 piedras de fusil y unos 54.500 cartuchos. A su vez las provincias del norte y el litoral aportaron más armas y soldados con lo que se logró poner en pie una fuerza de unos 3.500 hombres que para 1838 quedó organizada en tres divisiones. 
 
General Alejandro Heredia 

La primera a cargo del gobernador de Salta, General Pablo Alemán. Estaba compuesta de la siguiente manera: 2 regimientos y dos escuadrones de caballería, los primeros eran el “Coraceros de la Confederación Argentina” y “Lanceros de Salta” y los segundos el “Dragones de Jujuy” y el “Restaurador de Aguilar” y 5 regimientos de infantería, el 1 y 2 de milicias de Jujuy y el 6, 9 y 10 de milicias de Salta. En total unos 1.000 hombres. 

La segunda división era mandada por el General Manuel Virto y la formaban: 2 regimientos y 4 escuadrones de caballería los primeros eran el “Restauradores” y el 3 de milicias y los segundos eran el “Coraceros de la Guardia”, el de granaderos, el de guías y el de lanceros. A estas unidades se sumaban dos batallones de infantería, el “Libertad” y el de “Cazadores”. En total unos 1.500 hombres. 

La tercera división la formaban 1.000 hombres con 2 piezas de artillería, agrupados en las siguientes unidades: 4 regimientos y 2 escuadrones de caballería, los “Coraceros de la Muerte”, “De Rifles”, “Coraceros Argentinos”, 11 de milicias, 4 de milicias y “Granaderos de Santa Bárbara”. A ellos se sumaban dos batallones de infantería, el “Defensores” y el "Voltígeros”. La división estaba a cargo del General Gregorio Paz. 

El armamento lo componían fusiles de chispa de 16mm con bayoneta con un alcance eficaz de 200 metros y máximo de entre 400 y 500 metros. Se sumaban las carabinas con un alcance algo menor al de los fusiles, sables, pistolas y lanzas. La artillería fue muy poco usada debido a que se operaba en un terreno que en general era montañoso por lo que no convenía el cargar con pesadas piezas, a lo sumo se llevaban culebrinas o morteros. En esta época de nuestra historia la caballería se organizaba en regimientos compuestos de cuatro escuadrones cada uno, aunque en la guerra contra la Confederación formada por Perú y Bolivia tenían solamente dos. 

La infantería argentina solía organizarse en regimientos compuestos a su vez por dos o más batallones divididos en compañías. El número de hombres variaba según la disponibilidad de efectivos. A su vez solía dividirse a la infantería en las unidades de línea (combatían en orden cerrado) y en las de ligera que combatían en orden disperso, lo que se llama comúnmente a manera de “guerrillas”. 

La Confederación Peruano-Boliviana 
En ese caso lamentablemente es menor la información de la que se dispone. El grueso del ejército de la Confederación, unos 5.000 hombres, se encontraba en el propio territorio del Perú presto a enfrentar el ataque de las fuerzas chilenas que desembarcarían allí. A esta fuerza se la conoció como “fuerza norte”. Sobre la frontera con nuestro país Santa Cruz ubicó a unos 2.000 - 4.000 hombres (las cifras son muy variables) al mando del General Felipe Braun con el objetivo de mantener a raya a las fuerzas argentinas hasta que el grueso del ejército derrotara a las unidades chilenas. 


 

La campaña contra la CPB

Para 1838 las fuerzas de Santa Cruz se componían de 4 batallones de infantería, los 2, 5, 6 y 8 con 300, 380, 700 y 600 hombres respectivamente; 4 escuadrones de caballería 2 de ellos de cazadores, 1 de coraceros y 1 de guías y una brigada de artillería con 4 piezas al mando del comandante García. El armamento de estas unidades era muy similar al de las argentinas. 

En lo que se refiere al entrenamiento hay que destacar que era mejor el de las unidades ubicadas en Bolivia que el de las nacionales. Santa Cruz se había preocupado desde el principio de su gestión de fortalecer al ejército para utilizarlo como principal argumento de su proyecto de expansión. Santa Cruz contó con una gran ventaja a nivel militar con respecto a nuestro país durante la guerra, mientras él pudo concentrar todas sus fuerzas contra Chile y Argentina, las fuerzas de la Confederación Argentina no pudieron hacer lo mismo. Esto se debió a que a la vez que se producía la guerra con Bolivia y Perú la Argentina debió enfrentarse al bloqueo y los ataques de Francia, a la campaña de las fuerzas unitarias en el litoral y a la revolución de los hacendados del sur de Buenos Aires por lo que no se pudo emplear el ejército nacional en su totalidad en el norte. 

Situación inicial 
Para 1837 Alejandro Heredia se encontraba en Tucumán preparando el grueso del ejército para comenzar las operaciones sobre la frontera. Heredia había encargado al general Pablo Alemán la cobertura de la frontera mientras él completaba el entrenamiento de las fuerzas argentinas. Alemán apenas desplegó unos 380 hombres dispersos en diversas localidades de la frontera que quedó en un estado de suma vulnerabilidad. Por otra parte la preparación del ejército se demoró demasiado por lo que la iniciativa de la guerra quedó inicialmente en manos de los bolivianos. 

El general Felipe Braun había recibido órdenes de Santa Cruz de mantenerse a la defensiva hasta que él pudiera derrotar a las fuerzas chilenas, pero al ver la inactividad de las fuerzas argentinas decidió atacar la frontera argentina. Braun intentaría hacer retroceder a las fuerzas argentinas hacia el sur con el objetivo de asegurar la frontera. 

La posición de Braun se vio favorecida por la demora en el inicio de la invasión chilena al Perú. Dicha demora se debió al alzamiento de las tropas del coronel Vidaurre, en Quillota, y el asesinato de Diego Portales, ministro chileno. 

La invasión de Braun al norte argentino 
Aprovechando la inactividad de las fuerzas argentinas el general Felipe Braun concentró sus fuerzas en Tupiza y a fines de agosto de 1837 avanzó hacia el sur para invadir el norte argentino entrando por Jujuy. El 28 de agosto de 1837 una columna compuesta por unos 100 hombres ingresó por La Quiaca al poblado de Cochinoca reduciendo a las autoridades de La Puna y al destacamento de la zona. La segunda de las columnas, ubicada al oeste de la primera, tomó los poblados de Santa Victoria e Iruya tras rendir a las fuerzas de dudosa lealtad al mando del coronel Manuel Sevilla. De esta manera quedó el camino abierto hacia Jujuy. Ambas columnas se reunieron en la quebrada de Humahuaca el 11 de septiembre. 

Alejandro Heredia recién había tenido noticia de estos movimientos el día 9 de septiembre por lo que tardó en reaccionar. Envió a su hermano Felipe con la vanguardia del ejército compuesta por un escuadrón del regimiento “Restauradores a Caballo”, otro del “Cristinos de la Guardia”, un escuadrón de milicia y una compañía de tiradores como refuerzo, en total 400 hombres. El 12 de septiembre la vanguardia nacional llegó a unos 500 metros al sur del poblado de Humahuaca y fue recibida por los disparos de una avanzada boliviana a la que dispersó rápidamente, comenzando de esta manera el combate de Humahuaca. Por las características del terreno, montañoso, las fuerzas de Heredia no pudieron flanquear a los bolivianos por lo que las atacaron frontalmente. Tras varias cargas retrocedieron siendo perseguidos por los soldados argentinos. La persecución se detuvo por el descubrimiento de una considerable fuerza enemiga ubicada más al norte. Se trataba de una columna dirigida por el teniente coronel Campero y que había sido mandada por Braun para permitir la retirada de sus fuerzas ya que en ese momento creyó erróneamente que las fuerzas argentinas eran el ejército completo y no como en realidad ocurría simplemente la reducida fuerza de vanguardia. 

Felipe Heredia continuó el avance al día siguiente y el 13 de septiembre se encontró nuevamente con las fuerzas de Braun que se habían atrincherado en las alturas de Santa Bárbara. Para atacar la posición Heredia dividió a sus tropas en dos columnas, la derecha quedó formada por un escuadrón del “Cristinos de la Guardia”, otro del de milicias y la compañía de tiradores. La columna de la izquierda se formó con un escuadrón del “Restauradores”. Sorpresivamente el teniente coronel Benito Macías, comandante del “Restauradores”, ordenó a su escuadrón cargar sin recibir orden previa de Heredia. Viendo esta situación Felipe Heredia ordenó al escuadrón del “Cristinos de la Guardia” cargar inmediatamente. Este escuadrón fracasó en su carga, pero las fuerzas argentinas se reorganizaron y volvieron a cargar logrando hacer retroceder a los bolivianos que se retiraron hacia el norte. Ante la proximidad de nuevas fuerzas enemigas Heredia no continuó la persecución. 

El 11 de diciembre un destacamento de soldados argentinos al mando del capitán Aramayo sorprendió a una fuera boliviana al mando del comandante Calqui en Tres Cruces tomando varios prisioneros, armas y ganado. Las acciones a menor escala continuaron y el 2 de febrero de 1838 un destacamento nacional al mando del capitán Gutiérrez tomó prisioneros a 10 soldados bolivianos en la zona de Rincón de las Casillas, al sur de Negra Muerta. El destacamento argentino se encaminó a Negra Muerta para esperar la llegada de una columna enviada por Braun y emboscarla. Allí mediante un brillante ardid Gutiérrez logró que en medio de la obscuridad dos destacamentos bolivianos se confundieran y, creyendo que se trataba del enemigo, abrieron fuego uno sobre el otro, prolongándose el enfrentamiento hasta que se dieron cuenta del error cometido. A pesar de las victorias obtenidas, Alejandro Heredia no pudo emplear a las fuerzas argentinas en una invasión a Bolivia debido a una serie de sublevaciones producidas en las provincias del norte. 

Derrota chilena y retirada argentina 
Mientras se desarrollaban estos enfrentamientos en el norte argentino Chile lanzó una expedición sobre la costa del Perú a las órdenes del Almirante Blanco Encalada. 

Los chilenos desembarcaron y establecieron un gobierno provisional en Arequipa tras lo cual avanzaron al norte por terreno desértico, las enfermedades, la sed y las epidemias mermaron mucho a los 4.000 hombres de esta expedición. Santa Cruz lo sabía y con el grueso del ejército de la Confederación Peruano-Boliviana marchó para enfrentar a Blanco Encalada. El almirante chileno viéndose en una completa inferioridad de condiciones se rindió firmando la paz de Paucarpata por la cual Chile quedó momentáneamente fuera de la guerra. Heredia se enteró de este hecho en enero de 1838 y comprendió la gravedad de la situación ya que ahora se presentaba el peligro de que Santa Cruz decidiera avanzar con todo su ejército sobre el norte argentino. Aprovechando esto Braun volvió a avanzar sobre el norte argentino y a su vez Heredia retrocedió concentrado al ejército en Itaimari y Hornillos. 
 
Brigadier Juan Manuel de Rosas 

Las fuerzas argentinas a pesar de la peligrosa situación emprendieron algunas acciones menores contra los bolivianos. El coronel Paz logró tomar San Antonio de los Cobres, el coronel Mateo Ríos avanzó desde Orán hacia Iruya y el teniente coronel Baca hostilizó a los bolivianos, la acción combinada de estas fuerzas obligó a Braun a retroceder. La situación nuevamente se tornó favorable a las fuerzas argentinas ya que el gobierno chileno rechazó el acuerdo de Paucarpata y comenzó a preparan una nueva expedición sobre el Perú por lo que Santa Cruz no pudo mandar al grueso de sus tropas contra la Confederación Argentina. El general Heredia no se mostraba demasiado activo lo que motivó los reclamos de Chile. Heredia ofreció su renuncia pero fue rechazada por Rosas y le ordenó la preparación de una expedición para atacar a los bolivianos. 

Campaña de Alejandro Heredia 
Con sus fuerzas ya reorganizadas el general Alejandro Heredia se dispuso a tomar la ofensiva contra las tropas de Braun. A tal fin organizó al ejército del norte en tres divisiones. La primera de ellas quedó al mando del coronel Manuel Virto con unos 1.200-1.500 hombres y tenía como misión el avanzar hacia las montañas de Iruya para atacar al grueso del ejército boliviano por la retaguardia e impedir su retirada. La segunda división estaba compuesta por 1.000 hombres al mando del general Gregorio Paz y debía ocupar la frontera con Tarija y amenazar la ciudad de Chuquisaca. 

La tercera división al mando Pablo Alemán permanecería a retaguardia de las otras divisiones para actuar como reserva. La vanguardia de la división del general Gregorio Paz inició la marcha el 27 de mayo de 1838 con el coronel Mateo Ríos al frente. A los dos días atacó a una avanzada boliviana que se había ubicado en el pueblo de Carapari. El comandante de la guarnición, Cuellas, se mostró dispuesto a rendirse pero explicó que debía convencer a sus oficiales que se encontraban acampados en Zapatera. Estos no accedieron a rendirse por lo que Paz decidió atacarlos. A tal efecto dividió a sus fuerzas en dos columnas. La primera de ellas al mando del coronel Mateo Ríos avanzó por el camino de Itau, la segunda al mando de Paz lo hizo por el camino de Saladillo. 

La vanguardia boliviana fue atacada por una compañía de tiradores y 15 hombres del regimiento “Coraceros Argentinos” por lo que comenzó a retirarse, fue entonces cuando el teniente coronel Bárcena avanzó con una compañía de tiradores y la mitad del escuadrón “Granaderos de Santa Bárbara” para cortarles el paso. Mientras se producía la persecución, que se prolongó unos 20 km., un escuadrón al mando del comandante Cuellas desertó y se unió a las fuerzas nacionales. La columna del general Paz siguió avanzando y el 8 de junio de 1838 derrotó a una avanzada boliviana en San Diego. En esta acción participaron la segunda compañía de granaderos, 15 tiradores del regimiento “Coraceros Argentinos” y una compañía del batallón “Defensores”. 




Cerca de la localidad de El Pajonal el general Gregorio Paz destacó al teniente coronel Ubiens con 200 hombres para que se ubicara a retaguardia del enemigo y cortara su retirada pero los bolivianos dando cuenta de la maniobra se retiraron y lograron eludir el cerco. La división continuó el avance llegando a las proximidades de Tarija pero al aproximarse nota la presencia de una fuerza enemiga de considerable tamaño por lo que Paz decidió retroceder el 24 de junio. Durante la retirada las fuerzas nacionales fueron derrotadas en Cuesta de Cayambuyo y continuamente hostilizadas por los bolivianos sufriendo fuertes pérdidas. A la vez que se desarrollaban estas acciones la columna del coronel Virto también participaba en las operaciones. Esta columna había partido el 5 de junio de 1838 de San Andrés con rumbo a Abra de Zenta. En el camino se reunieron con las tropas enviadas desde Jujuy al mando del coronel Iriarte. 

El 11 de junio la división se encontraba cerca de la población de Iruya donde las tropas de Braun se habían atrincherado fuertemente. Al frente de la vanguardia marchaba el coronel Rivas para tomar las alturas ocupadas por el enemigo. La compañía de “Voltígeros” del capitán Lorenzo Alvarez atacó la población con gran determinación pero fracasó. Virto mandó en repetidas oportunidades sus fuerzas contra el dispositivo boliviano pero no logró doblegarlo. Como último intento mandó la reserva pero aún así no pudo seguir avanzando por lo que debió retroceder. 

El 22 de agosto de 1838 el general Heredia ordenó la retirada de las fuerzas nacionales tras haber fracasado las columnas en cumplir con los objetivos asignados. 

El 12 de noviembre de 1838 estalló en el noroeste argentino la rebelión dando comienzo a lo que se llamó la “Coalición del Norte”. Ese día el general Alejandro Heredia fue asesinado por una partida de rebeldes por lo que las acciones se vieron nuevamente detenidas. 

El fin de la guerra 
El 20 de enero de 1839 las fuerzas chilenas desembarcadas en el Perú al mando del general Manuel Bulnes se enfrentaron al ejército del general Andrés de Santa Cruz en Yungay, tras cinco horas de duros combates las fuerzas de la Confederación Peruano-Boliviana fueron completamente derrotadas. Tras la batalla la confederación se disolvió. El general Velasco fue elegido como nuevo presidente de Bolivia. Las nuevas autoridades mostraron buena voluntad con respecto al problema originado años antes con nuestro país por la disputa en torno a la posesión de la provincia de Tarija. El gobierno argentino podría haber aprovechado la situación de encontrarse como vencedor para ocupar la disputada provincia, pero no lo hizo. Juan Manuel de Rosas consideró que lo correcto era que la cuestión debía ser decidida por los habitantes de la zona. Se realizó una consulta y Tarija se incorporó a Bolivia. 

El 26 de abril de 1839 el gobierno argentino dio oficialmente por terminada la guerra. 

Como balance de la misma se puede decir que si bien la Argentina no logró victorias decisivas durante su desarrollo sí se logró algo que fue fundamental para la Nación. Se pudieron desbaratar los planes de Santa Cruz de anexar a la Confederación Peruano-Boliviana las provincias del noroeste por lo que se logró mantener la integridad territorial y la soberanía de la Argentina, esto es más destacable si tenemos en cuenta que por esos días la Confederación Argentina debió enfrentarse también con otra agresión desde el exterior, el bloqueo de Francia. Este fue apoyado por numerosos movimientos internos encabezados por los unitarios que no mostraron el menos escrúpulo –salvo gloriosas excepciones como el caso de Martiniano Chilavert- a la hora de intentar derrocar a Rosas, aunque fuera con armas y dinero francés y que ello implicara la disgregación de la integridad territorial de nuestra Patria. 

Sirva este trabajo a manera de sencillo y humilde homenaje a los valientes que dieron la vida en esta contienda por preservar la soberanía Argentina en esos momentos decisivos para la nación. 


Bibliografía 
-BASILE, Clemente: Una Guerra Poco Conocida, Buenos Aires, Círculo Militar, 1943. Biblioteca del Oficial. 
-CHÁVEZ, Fermín: Rosas su Iconografía, Buenos Aires, Oriente, 1970. 
-COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN: Atlas Histórico-Militar Argentino, Buenos Aires, Colegio Militar de la Nación, 1970. 
-SALDÍAS, Adolfo: Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1951, T II. 
-SECRETARÍA GENERAL DEL EJÉRCITO: Semblanza Histórica del Ejército Argentino, Buenos Aires, Ejército Argentino. 
-SIERRA, Vicente: Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1969, T VIII. 

Defensa y Seguridad

sábado, 14 de mayo de 2016

SGM: La operación Antropoide y las vejaciones a mujeres polacas

Después de la muerte pal de Hitler, los nazis recreado sus heridas en un experimento enfermo
Por Mackenzie Dawson | New York Post
La mujer polaca había regresado a Ravensbrück, 70 años después de que ella había visto por última vez el lugar. Esta vez, ella estaba en una silla de ruedas, paseó por un voluntario atento que la llamaba su "tía" y llevaba una bufanda de la bandera polaca con su número de campos de concentración estampada en ella. Se detenían periódicamente para tomar autofotos con algunos de los jóvenes que se habían reunido para celebrar el aniversario de la liberación del campo.


"Lila Girls" de Martha Salón Kelly
(Ballantine Books)

Stanislawa "Stasha" Sledziejowska-Osiczko fue uno de los afortunados. Ella había llegado a casa.

Stasha era un miembro de los conejos de Ravensbrück, 72 prisioneras polacas católicas que fueron sometidos a una serie de experimentos médicos inhumanos por los médicos nazis en los campos de concentración única exclusivamente femenino de la Segunda Guerra Mundial. El nombre del grupo proviene de su tratamiento como conejos de laboratorio médico - y también, porque los experimentos crueles menudo los dejaron con lesiones y deformidades que significaba hopping era la única manera de que pudieran moverse.

Su historia nunca ha sido ampliamente dicho, pero ahora, una nueva novela llamada "lila Girls" de Martha Salón Kelly, describe su increíble viaje, que se extendió desde el campo de concentración a los Estados Unidos, donde un filántropo y miembro de la jet conocida llamada Caroline ferriday les ayudaría a recuperarse de sus heridas terribles. Sus circunstancias no podrían haber sido más diferente que la de los prisioneros de Ravensbrück - y sin embargo, se convirtió en uno de sus mayores defensores durante un tiempo cuando la realidad de los campos de concentración parecía muy lejano para la mayoría de los estadounidenses.


Carolina Ferriday, más a la derecha, organizó el 35 de las mujeres torturadas para venir a los Estados para la rehabilitación física y mental. Ella celebró la Navidad con algunos de ellos en su casa de Connecticut en 1958. Photo: Connecticut Signals

"En el principio, [comandante de la SS] Heinrich Himmler utilizó [Ravensbrück] como un campo de espectáculo. Había flores en las jardineras, jaulas de pájaros y un hermoso camino bordeado de árboles. Himmler lo mostraría a la Cruz Roja internacional para demostrar [fue] supuestamente tratar bien a los prisioneros ", dice Kelly del campo 56 millas al norte de Berlín, que albergaba a las prostitutas, los socialistas, comunistas, manifestantes políticos, abortistas y los testigos de Jehová, entre las otros.


La médica alemán Herta Oberhauser, que estaba desesperada por ser un cirujano y realizó muchos de los experimentos brutales. finalmente fue condenada a 20 años de prueba en los médicos de Nuremberg ', pero sólo sirve cinco. Photo: United States Holocaust Memorial Museum Archivos Fotográficos


"En medio de la guerra, que necesitaban todas las manos a trabajar, por lo que no se ejecutan a tantas personas. Hacia el final, cuando [Alemania era] perder, comenzaron a usar las cámaras de gas "unos 120.000 prisioneros pasaron por el campo en el transcurso de la guerra.; 50.000 murieron.

Mientras que "lila Girls" es una novela, Kelly utiliza varias personas reales como personajes, incluyendo a Caroline Ferriday y un médico alemán llamado Herta Oberheuser, que realizó muchos de los experimentos. Un dermatólogo que estaba desesperado por convertirse en un cirujano, Oberheuser aprovechó la oportunidad de trabajar en el campo. (Más tarde, estaría condenado a 20 años durante el juicio los médicos de Nuremberg 'Ella sólo sirvió cinco años;. Después de ser liberada, se iba a abrir una clínica médica familiar en Stocksee, Alemania).

experimentos de sulfonamidas de Ravensbrück, como se les conocía, se llevaron a cabo para probar la eficacia de los medicamentos a base de sulfa. Estudiaron nervio y la regeneración de tejidos, incluyendo el trasplante de médula de una persona a otra. De lo contrario prisioneros sanos tenían partes de hueso, músculo y tejido extirpado sin anestesia; amputaron las extremidades sanas.

Mientras que la investigación fue aparentemente para estudiar las heridas de guerra, "Eso fue [sólo] lo que los nazis querían que la gente cree", dice Kelly.


La mayoría de los experimentos probó la eficacia de las sulfonamidas. De lo contrario prisioneros sanos tenían partes de hueso, músculo y tejido extirpado sin anestesia; extremidades sanas eran amputadas. Foto: United States Holocaust Memorial Museum Archivos Fotográficos

Los experimentos fueron en realidad precipitados por la muerte de uno de los amigos cercanos de Hitler, de alto rango oficial de las SS Reinhard Heydrich, que murió a causa de las heridas sufridas durante un atentado con coche bomba en 1942. Heydrich fue tratado por el médico personal de Himmler, el Dr. Karl Gebhardt, que se negó utilizar las sulfamidas cuando se opera en él. Cuando murió, Hitler culpó Gebhardt, insistiendo Heydrich murió a manos de la gangrena gaseosa.

modal de activación
Los experimentos comenzaron después de la muerte de uno de los amigos cercanos de Hitler, Reinhard Heydrich (izquierda) quién es el médico se negó a utilizar las sulfamidas cuando se opera en él. Los experimentos recreados, y por lo general exageradas, las lesiones y demostrar a Hitler que no usar sulfa era la correcta decision.Photo: Getty Images

Gebhardt ideó los experimentos con Himmler para probar a Hitler de que la decisión de evitar las sulfonamidas era correcta. lesiones de Heydrich se vuelven a crear en detalle en las mujeres, con el fin de investigar qué había salido mal. Los médicos podrían maximizar deliberadamente el potencial de infecciones mediante la inserción de fragmentos de vidrio y bacterias en las heridas abiertas antes de coser para arriba.

En un primer momento, los experimentos se llevaron a cabo en los prisioneros masculinos en Sachsenhausen, un campamento en Oranienburg, Alemania, pero los que fueron suspendidos debido a que los presos se quejaron demasiado y resultaban difíciles de controlar.

Por lo que los médicos volvieron a las mujeres, pensando que presentarían dócilmente.

"Se llevaban a grupos de 10 mujeres, mantenerlos por un tiempo y luego utilizar un grupo diferente", dice Kelly. "Algunos de ellos murieron durante los experimentos, y varios fueron ejecutados inmediatamente después. Algunos no habían cicatrizado, y tuvo que ser llevado a la pared de tiro ".


Las piernas del prisionero Jadwiga Dzido llevaban las cicatrices del tratamiento espantosa.

En la investigación de datos para "Lila niñas," Kelly habló con varios supervivientes de Ravensbrück, que le dijeron un detalle desgarrador: Cuando las mujeres estaban a punto de ser ejecutado, que harían de los pelos.

"Ellos pellizcar sus mejillas de color, hacer el pelo, hacer lo mejor que pudieron sujetas a sus maridos para ese último paseo", dice Kelly.

"Y ellos hablaron sobre si sería lo suficientemente valiente para gritar: ¡Viva Polonia, 'porque los nazis odiaban eso. Hubo una bebida sedante [guardias] les daría, y algunas mujeres se negó a tomarlo ".

Durante los últimos meses de la guerra, los nazis determinado para ejecutar todos los conejos restantes, como que estaban viviendo prueba de las atrocidades cometidas. Pero otros internos Ravensbrück intervinieron en una gran muestra de solidaridad.

Los conejos se habían reunido en una habitación y estaban circulando rumores; todo el mundo creía que esto sería la noche de su ejecución.

Fue entonces cuando un grupo de prisioneros rusos cerró la red eléctrica, hundiendo el campo en la oscuridad y que permite a las mujeres que se esconden debajo de búnkeres y en los espacios del ático. Se quedaron a salvo de esta manera hasta marzo de 1945, cuando fueron rescatados y llevados a Suecia a través de la Cruz Roja (y, eventualmente, de regreso a su nativa Polonia).

Cuando las mujeres estaban a punto de ser ejecutadas, las peinaban bien
Ravensbrück fue uno de los últimos campos liberados, dejando el un montón de tiempo nazis para destruir documentos. Como resultado, se sabe poco sobre el campo. Pero en el momento en que se cerró, los resultados de los innumerables experimentos de conejo se inclinan a favor de Gebhardt.

La historia de los conejos fue en gran parte no contada hasta 1958, cuando Ferriday, que vivía en Connecticut y vino de una fortuna productos secos ricos de Nueva York, aprendió de él de un amigo y periodista Norman Cousins ​​convencido para escribir un artículo en el Saturday Review. donativos de los lectores vierte en, por un total de $ 5.000 - una buena cantidad en el momento.

Ferriday, entonces de 56 años, se determinó: Las mujeres que vienen a los Estados Unidos, y que ayudaría a obtener tratamiento para sus heridas de Ravensbrück.


Stanislaus Sledziejowska-Osiczko o "Stasha," uno de los pocos supervivientes de Ravensbrück, que regresaron al campamento para el 70 aniversario de su liberación.

"Los estadounidenses justo después de la guerra eran muy enfermo de la guerra [la]", dice Kelly. "Eso es lo que era increíble - que ella era capaz de galvanizar a la gente."


Ferriday juntó $ 5,000 - considerada una buena cantidad en 1958 - para ayudar a los sobrevivientes de Ravensbrück. Photo: Cortesía de Anna Jarosky, Connecticut Signals

Después de meses de negociaciones con el gobierno comunista de Polonia, 35 de los conejos - casi la mitad del grupo - llegó a los Estados para el tratamiento extenso, tanto física como mental.

Las mujeres fueron a diferentes ciudades, dependiendo de qué hospitales fueron los más adecuados para manejar sus lesiones específicas. Cuatro de los ex prisioneros se quedaron en la casa de Ferriday en Bethlehem, Connecticut para la Navidad en 1958.

Cuando Kelly fue a Ravensbrück en 2015 para el 70 aniversario de su liberación, se encontró con Stasha, ahora uno de los cinco conejos que sobreviven, cada uno de los cuales tiene un ayudante voluntario que cuida de ellos.

"Cuando le pregunté acerca de venir a América que responda a Caroline, que era lo único que ella tiene problemas hablando, porque quería quedarse [en Estados Unidos] y ser actriz", dice Kelly.

"Después de todo lo que le pasó a ella - el hecho de que Stasha tuvo que volver a casa de América, que era lo más triste!

"Pero hay una maravillosa paz como a los conejos con los que hablé. No odian más. Dejan que todo vaya. [Cuando se habla de Ravensbrück], dijo Stasha, 'Yo no guardo rencor en absoluto. Me perdono por completo. ' "