Cacique Kánkel (sentado detrás del huemul) cuando ofició de guía de la expedición de Anchorena, lago Fontana, 1902. Foto: Telmo Braga
Cuenta Eduardo Botello que en una ocasión condujo hasta la toldería de Kánkel al galés Walter Cradog Jones, uno de los primeros pobladores del valle de Sarmiento. Jones, junto con otros hombres, partieron hacia el lago Fontana con el propósito de buscar oro. En Choiquenilahue se encontraron con Eduardo Botello, quien lo invitó a asistir a una fiesta que realizarían los tehuelches. Al día siguiente, Jones, Botello y su mujer salieron a caballo con rumbo a la Cordillera de los Andes. Unos 150 kilómetros después, ya en el interior de la cordillera, arribaron a una toldería y fueron directamente al toldo del cacique.
Eduardo Botello se dirigió al cacique Kánkel, y le dijo:
-“Mirá, che, Kánkel, acá tienes un galés de Chubut”.
-“Ah, ydych chi’n nabod Berwin? Ydych chi’n nabod John Thomas?” (le pregunta si conoce a Berwin y John Thomas) “Ah, gente muy buena, muy amigos míos, respondió Kánkel.
Al día siguiente, bien temprano, los tehuelches tenían preparada una tropilla de yeguas. Känkel montó sobre su mejor parejero y enlazó una de las yeguas. Luego se acercó un hombre de la tribu, la degolló cortándola debajo de la paleta y le quito el corazón. Mientras el corazón aún latía, toda la tribu gritaba y bailaba a su alrededor. Una vez que el corazón se enfrió y las voces se acallaron, Kánkel lo tomó y rellenó con todo lo que iban a comer ese día. A continuación lo envolvieron con sogas y un indígena trepó un árbol de unos treinta metros de altura y lo colocó sobre la copa. Kánkel le explicó a Jones que esa era la ofrenda que le hacían a Dios, porque si no lo hacían, el “Gualicho” (entidad de carácter maligno) los iba a molestar. Con la carne de yegua prepararon un asado con cuero del que se sirvieron a todos los presentes.
El explorador y comerciante Francisco Pietrobelli, fundador de las poblaciones Colonia Sarmiento y Comodoro Rivadavia, lo recordó como un hombre de “estatura colosal. En 1897 Kánkel lo condujo hasta un paraje de Chile para presenciar un encuentro de varias tribus tehuelches y araucanas, en la que eligieron al jefe supremo de los araucanos:
“Dos días después me encontré casualmente con otro cacique, Canquel, jefe de una tribu tehuelche, que ya había conocido en Gaiman y establecido con su gente a lo largo del río Senguer. Canquel, lo mismo que Saloweque, era de una estatura colosal, de inteligencia despierta, pero diré también que si bien no acrecentada, estaba desenvuelta en un género más en con tacto con el mundo evolucionado. Hablaba el tehuelche, el araucano, el castellano y el idioma céltico de los galenses, por haber vivido desde niño y por muchos años en las colonias del Chubut […] Canquel el cacique y mi guía se había asimilado mucho a nuestro modo de vivir desde Gaiman, y sentía mucho a través de su inteligencia despierta nuestro modo de ser. Se podría decir que cada día su alma se despojase algo de su ser primitivo […] Pues bien, ya fuese por mi propia observación o por sugestión propia, me ha parecido viajando al lado de Canquel que él sufriese o -mejor dicho- que él gozase de algunos recuerdos del pasado. Cuanto más la escena circundante aparecía áspera y salvaje, tanto más la expresión de la obra humana se envolvía en el olvido de la lotananza cuanto más la selva era intrincada, oscura y pavorosa; y la montaña escarpada y desnuda, y el río rápido, peligroso para el vadeo, tanto más me parecía que la primera naturaleza dormida se despertase en Canquel [.] Me parecía que el hombre retornase a sentir el ambiente en el cual había nacido, y que en aquel ambiente su gran tórax respirase y sus ojos tuviesen luces de rapiña y que un nuevo no sé qué vibrase en la bestia humana de las muchas lenguas [.] El me narró muchos hechos salientes de su vida; como si hubiese conocido a José Canquel, y como si del mismo fuese un pariente lejano. Me contó extensos antecedentes de servicio prestados al Gobierno argentino; y hablaba, no como el hombre que se ensalza a si mismo, sino como aquél que habla de otros y que narra verdades de pública fe. […] Y puesto que el amigo cacique estaba en trance de contármelo todo, supe además cómo pudo él obtener por sí mismo la concesión de ocho leguas de campo pastoril, en el fértil valle Choiquenilahue cercano al río Senguer, y que pensaba vender una parte, para comprar igual monto de materiales de construcción.” (Pietrobelli, 1969)
El galés Llwyd Ap Iwan, ingeniero, agrimensor, explorador, pionero patagónico y uno de los fundadores de Phoenix Patagonian Mining & Land Company, realizó tres exploraciones junto con sus socios de la compañía a los territorios desconocidos del sur del Chubut y Norte de Santa Cruz, 1893-1894, 1894-1895 y 1897. En cada uno de los viajes a las zonas de río Guenguel, Lago Blanco y Valle Huemules, acamparon en las tolderías de Quilchamal y Kánkel. Con respecto a Kánkel, dijo:
“… hablaba bien el castellano, había hecho viajes a Buenos Aires, era naturalmente inteligente y sociable, con modales civilizados y no era ningún salvaje; con frecuencia hacía observaciones sagaces y su conversación era realmente interesante”. (Gavirati, 1998)
Ap Iwan también se refirió a su a afición a la bebida y cómo se veían perjudicados a causa de la misma:
“Este beber sistemático entre los aborígenes es su ruina. Los mercaderes no sólo arruinan a los indios vendiéndoles licor, sino que los empobrecen en gran manera demandando valores exorbitantes por las mercaderías que dan en trueque. Por media pinta de cerda o harina estos mercaderes reciben una piel de chulengo, trece de estas pieles son suficientes para poder hacer un quillango que en Buenos Aires vale 25 o 30 dólares. La misma cantidad se da por un ramo de plumas de avestruz. Por un quillango (nota: manta confeccionada con cuero de cría de guanaco) terminado el pobre indio recibe 12 yardas de una pobre tela de algodón estampada. Por 2 botellas de ginebra dan un potrillo de 2 o 3 años”. (Gavirati, 1998)
Libro “La colonización del oeste de la Patagonia central”, de Alejandro Aguado.
La Guardia Prusiana afila espadas en las escaleras de la embajada francesa en 1806 en Berlín. Imagen de Myrbach.
En el verano de 1806, Europa estaba temporalmente más o menos en paz, o, al menos, atravesando un período de "guerra falsa". Técnicamente, tanto Gran Bretaña como Rusia seguían en guerra con Francia, y había combates en Italia y los Balcanes. También continuaban las operaciones en el mar y en el mundo más amplio: la Marina Real británica vigilaba las costas europeas; una fuerza expedicionaria británica tomó Buenos Aires; y corsarios franceses, operando desde puertos tan distantes como Brest y Mauricio, atacaban las rutas marítimas con un éxito considerable en ocasiones. Sin embargo, se estaban llevando a cabo serias negociaciones de paz que, aunque pronto fracasaron, parecían descartar la posibilidad de algo comparable a la campaña de 1805. Ningún gobierno británico, ni siquiera el de los Talents, podría haberse comprometido a operaciones terrestres importantes en el continente sin el apoyo de al menos una de las grandes potencias. Tras Austerlitz, esto parecía muy lejano: Austria estaba fuera de la lucha; Prusia estaba en el bando francés; y Rusia estaba, en el mejor de los casos, decidida a adoptar una política defensiva.
Sin embargo, de manera inesperada, y menos aún por Napoleón, el otoño vio cómo el continente se sumía nuevamente en operaciones militares a gran escala y en una reanudación de la guerra de coalición. Empujada al límite por el emperador, Prusia declaró la guerra a Francia y, al igual que Austria antes de ella, aseguró el apoyo activo de Rusia. Pero los resultados no fueron mejores que en 1805. En una serie de operaciones que llevaron a la Grande Armée hasta las fronteras mismas de Rusia, el emperador derrotó a un ejército enemigo tras otro, convirtiéndose en el verdadero amo de Europa. En ningún momento fue mayor el poder del imperio francés, y el sentido de exaltación de Napoleón no conoció límites. Como proclamó a su ejército el 22 de junio de 1807:
"¡Franceses! Habéis sido dignos de vosotros mismos y de mí. Regresareis a Francia cubiertos de laureles tras haber obtenido una paz gloriosa que lleva consigo la garantía de su duración. Es hora de que nuestro país viva en reposo, seguro de la influencia maligna de Inglaterra."
Como veremos, estas palabras eran huecas. Incluso antes de que estallara la nueva ronda de combates, podría argumentarse que Napoleón había cometido un error capital al reorganizar Alemania de una manera hostil a los intereses de Austria y Prusia. Pero mucho más dañinos fueron los eventos que siguieron en los doce meses posteriores. No contento con desafiar a Rusia en los Balcanes, Napoleón estableció un estado polaco, golpeando así en el corazón mismo de las pretensiones rusas de ser una gran potencia europea. En el continente en su conjunto, el emperador involucró a cada uno de sus habitantes en un gran sacrificio colectivo para cerrar sus puertos al comercio británico y, finalmente, llevar a Londres a la bancarrota para forzar su rendición. Como observa Fouché, este era un hombre embriagado por el triunfo:
"El delirio causado por los maravillosos resultados de la campaña prusiana completó la intoxicación de Francia... Napoleón se creía hijo del destino, llamado a romper todos los cetros. La paz... ya no era considerada... La idea de destruir el poder de Inglaterra, el único obstáculo para la monarquía universal, se convirtió en su resolución fija."
Las consecuencias a largo plazo de estos desarrollos –en esencia, la garantía de nuevos conflictos y, más específicamente, acciones policiales directas por parte de Francia– serán analizadas en su debido momento. Aquí lo que importa es entender por qué Prusia abrió las hostilidades de manera repentina y en solitario, cuando un año antes podría haberlo hecho junto a una coalición poderosa. En resumen, Federico Guillermo III descubrió abruptamente los límites de la amistad de Napoleón.
Los problemas comenzaron con el acuerdo que Haugwitz había firmado con Napoleón después de Austerlitz en Schönbrunn. Primero, estaba el tema de las obligaciones internacionales de Prusia, ya que según los términos del tratado de Basilea de 1795, Prusia era garante de la independencia de Hannover. Segundo, estaba la cuestión de la neutralidad de Prusia, cuya restauración era de suma importancia. Y tercero, estaba el futuro: si Prusia tomaba el control de Hannover, era evidente que los subsidios británicos, que algún día podrían ser necesarios, no estarían disponibles.
En medio de gran indignación, Haugwitz fue enviado de regreso a Napoleón para proponer una serie de enmiendas al tratado, una de las cuales sugería que Hannover no fuera anexado, sino simplemente ocupado y mantenido como moneda de cambio para ser devuelto a su gobernante a cambio de otros territorios al final de la guerra. Esto, sin embargo, no sirvió de nada. Por el contrario, Haugwitz se enfrentó a condiciones aún peores. No solo Hannover sería prusiano, sino que Potsdam tendría que cerrar sus puertos al comercio británico. Se insinuó que el fracaso en aceptar estos términos llevaría a la guerra, y con Prusia incapaz de luchar –por razones de costo, el ejército había sido desmovilizado inmediatamente– Federico Guillermo ratificó el nuevo acuerdo el 9 de marzo y, de hecho, declaró la guerra a Gran Bretaña.
Prusia humillada
Las consecuencias de este acto fueron muy graves. Aunque apenas hubo disparos entre británicos y prusianos, la pérdida de ingresos aduaneros redujo los ingresos estatales en un 25 %. Como si esto no fuera suficientemente malo, Prusia también experimentó un período de humillación sin precedentes. En julio de 1806, Napoleón organizó su nueva Confederación del Rin sin consultar en absoluto a Prusia. Para añadir insulto a la herida, el emperador sugirió que Federico Guillermo formara su propia confederación o incluso un imperio en el norte de Alemania, mientras incitaba a estados como Sajonia y Hesse-Kassel a rechazar la idea o dejaba claro que no evacuaría Hamburgo ni Lübeck.
Peor aún, se reveló que durante las negociaciones fallidas con los Talents, Napoleón había ofrecido devolver Hannover a Gran Bretaña. Para el consternado Federico Guillermo, realmente parecía que el fin de Prusia estaba cerca, especialmente porque había persistentes rumores de movimientos de tropas francesas al sur y al oeste. Como escribió a Alejandro I: “[Napoleón] pretende destruirme.” El 9 de agosto, el ejército prusiano fue movilizado, y el 1 de octubre se emitió un ultimátum exigiendo que Francia retirara todas sus fuerzas de Alemania antes del 8 de octubre o enfrentara la guerra.
La decisión fatal de Prusia
Incluso entonces, surgieron dudas sobre si Federico Guillermo hablaba en serio. Había voces en Prusia que pedían la guerra, pero el propio rey probablemente estaba apostando a que Napoleón no buscaría enfrentarse al prestigio militar de Prusia. Como señaló Ferdinand von Funck, un oficial de caballería y consejero del rey de Sajonia:
"Todas las circunstancias apuntan claramente al hecho de que Federico Guillermo III siempre albergó la esperanza secreta de que Napoleón evitaría un enfrentamiento con el prestigio militar de Prusia y que, al ver la seriedad de la situación, negociaría la recuperación de la amistad prusiana mediante la restauración de las provincias franconas, los territorios de Westfalia, o mediante la entrega voluntaria de parte de Sajonia. Así, el rey silenciaría a los descontentos en su propio país mediante el prestigio de una expansión fresca y barata."
Los propios líderes militares prusianos tampoco estaban preparados para la guerra. Las memorias del general Muffling, enviado al estado mayor del duque de Brunswick, revelan la falta de planificación:
"Encontré al duque, como generalísimo, inseguro sobre las relaciones políticas de Prusia con Francia e Inglaterra, inseguro sobre la fuerza y posición de los ejércitos franceses en Alemania, y sin ningún plan definido sobre lo que debía hacerse. Había aceptado el mando únicamente para evitar la guerra."
La perspectiva de Napoleón
En cuanto a Napoleón, ¿realmente deseaba una guerra con Prusia? La manera en que Potsdam fue provocada sugiere que buscaba un conflicto, pero las evidencias muestran que estaba más enfocado en consolidar la Confederación del Rin. Según Talleyrand, Napoleón temía a Prusia:
"No fue sin un secreto desasosiego que el emperador fue por primera vez a medir sus fuerzas contra las de Prusia. La antigua gloria del ejército prusiano le imponía respeto."
Sin embargo, esta afirmación parece poco plausible. En realidad, Napoleón no esperaba que Prusia fuera a la guerra. Subestimó por completo el descontento en Potsdam. Como escribió a Talleyrand el 12 de septiembre de 1806:
"La idea de que Prusia podría enfrentarse a mí por sí sola es demasiado absurda para merecer discusión... Ella seguirá actuando como lo ha hecho: armándose hoy, desarmándose mañana, permaneciendo al margen, espada en mano, mientras se libra la batalla, para luego llegar a un acuerdo con el vencedor."
Lo que vemos aquí es una mezcla de desprecio y exceso de confianza. Napoleón no deseaba un nuevo conflicto en 1806, pero tampoco supo cómo evitarlo.
La información, en inglés, con respecto a la resistencia danesa a la invasión alemana del 9 de abril de 1940 parece ser escasa. He escrito el artículo siguiente, para ayudar a llenar este boquete.
Las fuerzas danesas en la frontera
Las fuerzas danesas en la frontera germano-danesa consistían en:
In Søgaardlejren (Campo Søgaard) (4to Batallón) 1ra, 2da y 3ro compañía de la infantería (biciclistas), armada con ametralladoras livianas y un número de trípodes. 4to Compañía (motoristas), armada con 4 autocañones de 20mm, y 4 ametralladoras ligeras en trípodes. 1 compañía pesada (a partir del 2da batallón/Fodfolkspionerkommandoet), armada con 6 autocañones de 20mm, y 5 ametralladoras ligeras en trípodes.
In Haderslev (del 3er Batallón) 1 compañía de infantería, armada con 7 ametralladoras livianas y 3 ametralladoras livianas en trípodes. 1 compañía pesada, armada con 4 ametralladoras pesadas y 2 morteros medios. 1 compañía antitanques (2do regimiento), armada con arma de 4 x de 37mm y los 4 auto-cañones antitanques de 20 milímetros. 1 batería de artillería (8vo batallón de artillería), con las arma de campo de 4 x 75mm.
En Tønder La escuela NCO de Fodfolkspionerkommandoet, agrupada en un pelotón de auto-cañón de 20 milímetros (con 2 armas y 1 metralleta ligera), 1 pelotón de bicicletas (con 4 ametralladoras livianas), 1 compañía de infantería (Fodfolkspionerkompagni) con 4 pelotones (cada uno con 4 ametralladoras livianas en trípodes).
En Sønderborg (3er Batallón) 3 compañías de infantería La Escuela NCO del Ejército (Sergent- og Oversergentskolen)
Al Sur de Jutlandia 3 baterías anti-aéreas (14to Batallón de Artillería), armado con 8 x 75 mm cañones antiaéreos y 9 x 20 mm auto-cañones
4to Batallón El 4to batallón tuvo encuentros de combate pesado a horas tempranas del 9 de abril.
Agruparon al batallón en varios destacamentos, según las indicaciones de las tablas.
Las tropas estuvieron en alarma completa a las 13:30 del 8 de abril, y estuvieron listas para tomar posiciones en acción de una invasión alemana.
Un reconocimiento cuidadoso había sido hecho con respecto a las posiciones, pero para no provocar a los alemanes, toda la excavación y el fortalecimiento sin embargo habían sido prohibidos terminantemente.
En el 04:17 la alarma fue sonada, en las tropas salió de sus cuarteles en el 04:35, dirigiendo hacia sus posiciones.
Los destacamentos de Korskro y de Bredevad
Apenas algunos minutos antes de la llegada de las primeras tropas alemanas, el destacamento de Bredevad tomó posiciones a las 06:30.
Observaron los vehículos ligeros blindados y motoristas alemanes a 300 metro al sur, y los auto-cañones 20mm comenzaron a disparar, incapacitando al vehículo ligero blindado del frente.
Soldados daneses y un vehículo ligero blindado alemán averiado en Bredevad. De la fuente 2.
La Infantería alemana se desmontó y atacó a pie, acompañado por 3 vehículos ligeros blindados.
La lucha pesada siguió, con muerto y herido en ambos lados, y 2 vehículos ligeros blindados más fueron puestos de la acción.
En el 07:15 una columna motorizada alemana grande marchó de Tinglev hacia Bredevad, así evitando que el separación aquí se retire. Por lo tanto fue desarmada por los alemanes.
El destacamento de Korskro hizo un alto en Rabsted, que fue ocupado en el 06:45.
A partir del dos capturó a jinetes de correo alemanes que fue aprendido que una unidad acorazado alemana marchaba de Korskro, y que Bredevad había sido capturado ya.
El destacamento reasumió la marcha vía los caminos secundarios, y se enteró sobre el alto el fuego cuando alcanzaron Hellevad (aproximadamente 18 kilómetros al noreste).
En Bredevad los soldados Paul Søgaard y Peder Jørgen Andersen fueron muertos, e hirieron al sargento J. Løvgreen, B.A., soldado Larsen y soldados P. Jespersen, Norw Bak y C.J. Hansen.
Los destacamentos de Gaardeby, de Perbøl, de Oksekær, de Vilsbæk y de Kliplev
Los destacamentos a partir de la 3ra compañía eliminaron de sus alojamientos, situaron en Kliplev, y alcanzaron sus posiciones ante las tropas alemanas.
El destacamento de Gaardeby sin embargo era el único a partir de la 3ro compañía que consideró la acción.
Llegó sus posiciones en el 04:45 e hizo una barricada con los varios instrumentos de una granja próxima.
Dos vehículos ligeros blindados alemanes observaron la barricada (en el 05:30) pero eliminaron antes de que el destacamento podría abrir el fuego. Para evitar ser desbordada, el cañón auto fue pedido en una nueva posición.
Vehículos ligeros blindados mas alemanes poco posteriores dieron vuelta para arriba, y comenzaron a descascar a la dotación de arma, que intentaban desesperadamente conseguir el arma en su nueva posición. Finalmente tuvieron éxito, y abrieron el fuego en los vehículos ligeros blindados, rayando probablemente alguno.
Antes de que la acción adicional podría ocurrir, el destacamento fue pedido para evacuar sus posiciones y para moverse al norte.
El destacamento de Lundtoftebjærg
Los 2 auto-cañones y la ametralladora ligera del pelotón antitanques llegaron sus posiciones en la mella del tiempo, y el 04:50 una columna de vehículos ligeros blindados, de motocicletas y de otros vehículos llegó. De posiciones improvisadas los autocañones abrieron fuego, incapacitando 2 vehículos ligeros blindados. Cuando los motoristas enemigos desmontaron les dispararon con sus ametralladoras ligeras.
Las balas perdidas comenzaron un fuego en un edificio agrícola. El humo retrasó el fuego alemán.
Una cierta hora después del 05:00 los alemanes montaron un ataque, apoyado por los vehículos todo terreno (tipo desconocido), y el pelotón antitanques se replegó hacia Aabenraa.
El pelotón de bicicletas tomó las posiciones en el puente ferroviario, aproximadamente 1.5 kilómetros al norte del pelotón antitanques. Poco tiempo después, la columna alemana lo continuó anticipado y alcanzado el pelotón. El fuego de los vehículos ligeros blindados y de los aviones de combate de bajo vuelo forzaron al pelotón a hacer un repliegue de la lucha. Una sección fue tomada a preso, pero el comandante del pelotón y a las secciones escapar.
Del pelotón el soldado de bicicleta Karl Gunnar Jørgensen fue matado y el soldado H. Hansen fue herido.
El destacamento de Kværs
Los 2 pelotones a partir de la 2da compañía llegaron su posición en el 05:05 y comenzaron a cavar adentro, apenas sur de Kværs.
Poco después de, el fuego pesada era forma oída Lundtoftebjærg, y los aviones de combate de bajo vuelo alemanes atacaron al pelotón.
No se observó a ningunas tropas enemigas antes de 08:00 cuando los vehículos ligeros blindados alemanes aparecieron en la parte posterior de las posiciones. Desarmaron al pelotón en Kværs.
Los destacamentos de Hokkerup y de Rønshoved
Los destacamentos tomaron sus posiciones en el 05:10 y el 05:20.
En Hokkerup una barricada mejorada fue instalada con gran rapidez, y en el 05:30 los vehículos ligeros blindados y los motoristas alemanes atacaron la posición. El auto-cañón abrió fuego, así pegando los primeros 3 vehículos ligeros blindados en la columna.
Los motoristas alemanes desmontaron y atacaron. El ataque fue apoyado por un arma de 37 milímetros (quizás un Flak 36 de 3.7 cm), de la cual sin embargo fue tratado rápidamente, por dos golpes directos en la arma, a partir de uno de los auto-cañones.
Las posiciones danesas también fueron atacadas por aviones de combate de vuelo bajo.
En el 06:15 el destacamento de Hokkerup fue rodeado y tomado prisionero.
Mataron al sargento C.H. Vous y soldado J. Jørgensen; hirieron al Segundo Teniente A. Olsen y soldados B.I. Jensen y L.O.M.K. Jepsen.
Antes de alcanzar sus posiciones el destacamento de Rønshoved fue atacado por aviones de combate de bajo vuelo. Sobre aprendiendo que el destacamento de Hokkerup se había rendido ellos se replegaron hacia Sønderborg, llegando el 10:15.
El destacamento de Bjærgskov
Pz I alemán.
De Niemiecka Broń Pancerna 1933-1945.
El oficial al mando, el teniente coronel S.E. Clausen, y la reserva del 2do batallón de bicicletas a pelotón (a partir de la 1ra y 2da compañía) y un pelotón de motocicletas (a partir de la 4ta compañía) tomaron posiciones en Bjærgskov, alrededor de 05:00.
Colocaron al pelotón a partir de la 1ra compañía a lo largo del borde meridional del bosque, con los cañones y los autoametralladoras más lejos al norte. El pelotón a partir de la 2da compañía estaba en las partes norteñas del bosque.
En el 06:30 los vehículos ligeros blindados enemigos aparecieron 300 metros al sur del bosque. Las secciones delanteras fueron ordenadas luchar su parte de la manera hacia los auto-cañones, que muy pronto comenzaron a disparar sobre los vehículos ligeros blindados.
Un vehículo ligero blindado condujo sobre uno de los autocañones, y mataron al artillero Bjarne y al soldado Christian Poulsen. Un vehículo ligero blindado sin embargo, fue dañado.
Dispersaron a las tropas danesas en los bosques durante la lucha, y los bosques finalmente fueron rodeadas por los vehículos ligeros blindados y los tanques alemanes (tipo desconocido, pero quizás un Pz I o Pz II), así forzando a los soldados daneses a rendirse.
Los soldados M.L. Andersen, J.C. Fredensborg, B. Jørgensen y camillero H.Finseth fueron heridos.
Otros progresos - en el Sdr. Hostrup y Aabenraa
En el 05:40 el CO pidió a pelotón/pelotón a partir de la 2da compañía hacia Stubbæk Skov (4 kilómetros de sur de Aabenraa).
En el Sdr. Hostrup el pelotón de bicicletas fue atacado por aviones de combate volando bajo; el soldado Frode Peter Christensen fue matado, y cabo H. Mathiesen y soldados E. Hindsgaul y J.M. Vestergaard fueron heridos. Alcanzando sus posiciones, el pelotón sostuvo el fuego automático pesado. Parecía probablemente que los alemanes se preparaban para atacar, y por lo tanto el pelotón se replegó, con Aaabenraa hacia Knivsbjerg.
Pidieron a Aabenraa y tomó el pelotón antitanques del destacamento de Lundtoftebjærg posiciones en las cercanías meridionales. Poco tiempo después una columna de cerca de 15 vehículos enemigos condujo para arriba a lo largo de la carretera 10.
Uno de los cañones autos en las cercanías de Aabenraa, momentos antes que llegó la columna alemana.
De la fuente 2.
Los auto-cañones dispararon sobre los vehículos alemanes, incapacitando el tanque de cabeza y rayando golpes en otros vehículos en la columna. Los alemanes dispararon detrás, y las motocicletas se replegaronbajo fuego pesado hacia Knivsbjerg, donde encuentran con el pelotón de bicicletas.
En Knivsbjerg el CO pidió a pelotón hacia Haderslev y tomar posiciones en las partes norteñas de esta ciudad. Cuando llegaron los tanques alemanes más adelante, era sin embargo imposible luchar, debido a una gran cantidad de civiles que apretaban alrededor de los soldados daneses. La guerra seguía siendo novela a los daneses, y la mayoría de la gente era inconsciente de la situación real…
En conclusión
La Parte 2, se ocupa de las otras unidades de la infantería en Haderslev, Tønder y Sønderborg.
La Parte 3, se ocupa de las fuerzas alemanas implicadas en la lucha.
La mayor parte de el texto con respecto a los varios destacamentos es una traducción abreviada de la fuente 1, mientras que las tablas con respecto a la composición del 4to batallón derivan la información de forma de varias fuentes, incluyendo los 3 mencionados.
Para la información con respecto al ejército danés los uniformes refieren a los uniformes y al equipo daneses de la infantería a través de los últimos 200 años; para la información con respecto a la organización (en formato del wargame) referir al ejército danés 1940.
Ilustraciones de color
Las ilustraciones de color del ejército danés usado en este artículo son dibujadas por Christian Würgler Hansen y derivan de una hoja (formato A4) que vino como recinto con el compartimiento Chakoten, en los 1990 ' IES temprano.
Hoy, la hoja se vende en el museo danés real del arsenal en Copenhague. Además, algunos de los dibujos están disponibles como postales también.
Texto a las ilustraciones de color de soldados daneses
1- Motocicleta Nimbo con el autocañón M.1933 de 20mm. Vestido de los soldados es el uniforme M.1915 y el gabán grises.
2- Soldado de infantería de bicicleta. Sobre el uniforme gris M.1915 el soldado lleva el gabán negro M.1910.
3- Motocicleta Nimbo con la ametralladora liviana o pesada de 8mm. El conductor usa un juego coloreado de color caqui de la motocicleta.
4- Equipo de ametralladora liviano, con gabanes negros M.1910 sobre el uniforme gris M.1915.
5- Soldados de infantería de arrodillamiento, con los gabanes negros M.1910 sobre el uniforme gris M.1915.
6- Oficial de arrodillamiento, en el uniforme marrón-amarillo M.1923
7- Un soldado, un capitán y un soldado en los uniformes que se habrían podido usar el 9 de abril de 1940.
Fuentes
Den danske Hær IV, 9. april 1940 by Helge Klint og J. Leisner, Sixtus Publications, Copenhagen 1978.
Soldaterne den 9. april 1940 by Kay Søren Nielsen, The Royal Danish Arsenal Museum, Copenhagen 1990, ISBN 87-7233-847-4.
9. April skildret i breve fra danske soldater edited by Arne Stevns, København 1940.
En esta región el aire es muy seco y, por ello, más sensible el frío. Los labios están continuamente agrietados. Los indios se untan, principalmente Hernández y Vera. Manzana se unta con grasa y dice que desde ahora no se lavará más, pues es malo lavarse, ya que la piel, en vez de suavizarse, sólo se vuelve áspera. Quise comer un churrasco de la carne de guanaco que trajimos con nosotros. Los indios no quisieron. Tan cerca de Yamnago no querían comer carne flaca. Cierto que el guanaco era “de buena carne”, pero en Yamnago los había más gordos.
.....In this region the air is very dry and, therefore, more sensitive to cold. The lips are continually chapped. The Indians anoint themselves, mainly Hernández and Vera. Apple smears herself with grease and says that from now on she will not wash anymore, because it is bad to wash, since the skin, instead of softening, only becomes rough. I wanted to eat a churrasco made from the guanaco meat that we brought with us. The Indians didn't want to. This close to Yamnago they did not want to eat skinny meat. It is true that the guanaco was "of good meat", but in Yamnago there were fatter ones
...En esta región el aire es muy seco y, por lo tanto, más sensible al frío.
Los labios están continuamente agrietados. Los indígenas se untan, principalmente Hernández y Vera. Apple se embadurna con grasa y dice que, a partir de ahora, no se lavará más, porque lavarse es malo, ya que la piel, en lugar de suavizarse, solo se vuelve más áspera.
Quise comer un churrasco hecho con la carne de guanaco que llevamos con nosotros. Los indígenas no quisieron. Tan cerca de Yamnago no querían comer carne flaca. Es cierto que el guanaco era "de buena carne", pero en Yamnago había otros más gordos.
Por: Fabian Sandes (vestigios tehuelches) Tomado de libro GEORGES CLARAZ VIAJE AL RIO CHUBUT - Aspectos naturalistIcos y etnológicos (1865-1866) Ediciones Continente. Publicación del Grupo - Rodolfo Casamiquela, En los Caminos de la Ciencia Patagónica CAPIPE - Rafael Huasque Foto Opacak
La ración de ron, una ración diaria de ron que se daba a los marineros de la Marina Real, era una larga tradición que comenzó en el siglo XVII y continuó hasta 1970.
Introducido inicialmente para reemplazar a la cerveza, sirvió como un refuerzo moral y una herramienta para mantener la disciplina entre la tripulación.
La práctica fue finalmente abolida debido a preocupaciones sobre la salud, la seguridad y la necesidad de una mayor eficiencia operativa en una fuerza naval moderna.
Orígenes de la ración de ron
Los orígenes de la ración de ron están profundamente arraigados en los desafíos y oportunidades prácticas que encontró la Marina Real durante el siglo XVII. Inicialmente, la ración diaria estándar para los marineros consistía en cerveza. Esta elección era práctica por varias razones: la cerveza era relativamente fácil de producir, era una bebida familiar para los marineros británicos y proporcionaba hidratación y una pequeña cantidad de nutrición. Sin embargo, la cerveza planteaba importantes problemas logísticos para la marina. Era voluminosa y perecedera, lo que dificultaba su almacenamiento y transporte en viajes largos, que a menudo duraban varios meses.
A medida que el Imperio Británico expandía sus territorios, particularmente en el Caribe, surgieron nuevas oportunidades para el aprovisionamiento de la flota. Las islas del Caribe, con su clima cálido y suelo fértil, eran ideales para el cultivo de la caña de azúcar. La industria azucarera en estas colonias se convirtió rápidamente en una piedra angular de la economía británica. Uno de los subproductos de la producción de azúcar era la melaza, que podía fermentarse y destilarse para obtener ron. El ron, a diferencia de la cerveza, era altamente concentrado y no perecedero, lo que lo convertía en una alternativa ideal para las provisiones navales.
Dibujo de WRNS entregando a los marineros su ración de ron durante la Segunda Guerra Mundial.
El momento decisivo para la introducción del ron en la Marina Real Británica llegó en 1655, tras la captura de Jamaica por parte de los británicos a los españoles. Jamaica pronto se convirtió en una de las colonias productoras de azúcar y ron más importantes del Imperio Británico. Con un suministro constante y abundante de ron disponible, se hizo posible reemplazar la cerveza por ron como ración diaria de los marineros.
La transición del ron de un complemento ocasional a una ración regular se formalizó en 1731, cuando el Almirantazgo emitió una normativa que estandarizaba su distribución. Según estas normas, cada marinero tenía derecho a media pinta de ron al día, que normalmente se dividía en dos raciones. Se trataba de una cantidad considerable teniendo en cuenta el alto contenido de alcohol del ron, que a menudo superaba el 50% de alcohol por volumen.
La decisión de ofrecer ron en lugar de cerveza también tuvo implicaciones estratégicas. El fuerte licor destilado no solo era más compacto y duradero, sino también más potente, lo que significaba que se podían transportar cantidades más pequeñas para lograr el efecto deseado. Además, el ron se podía almacenar en barriles de madera, que ya eran un estándar en los barcos para almacenar otras provisiones, lo que simplificaba aún más la logística.
La ración de ron y la disciplina naval
La vida a bordo de un barco de la Marina Real Británica durante los siglos XVII y XVIII era dura y monótona. Los marineros se enfrentaban a largos periodos en el mar, a menudo en condiciones incómodas y de hacinamiento, con la amenaza constante de enfermedades, mala alimentación y los peligros del combate. La ración de ron proporcionaba un momento de respiro y consuelo en una rutina que de otro modo sería agotadora. La anticipación del trago diario era un estímulo moral, un placer pequeño pero significativo que los marineros esperaban con ansias en medio de los rigores diarios de la vida naval.
El ritual de la ración de ron también fomentaba un sentido de camaradería entre la tripulación. Las experiencias compartidas, como el acto comunitario de recibir y consumir el trago, ayudaban a crear vínculos entre los marineros, creando una fuerza de combate unificada y cohesionada. Este sentido de unidad y moral era crucial para mantener altos niveles de rendimiento y preparación, especialmente durante los viajes largos y arduos.
Midiendo 'The Tot' a bordo del HMS Belfast.Imagen de Kjetil Bjørnsrud CC BY 2.5 Midiendo 'The Tot' a bordo del HMS Belfast. Imagen de Kjetil Bjørnsrud CC BY 2.5
Por otra parte, la distribución del ron estaba estrictamente controlada por los oficiales navales, que lo utilizaban como medio para imponer la disciplina y recompensar el buen comportamiento. La ración diaria de ron era distribuida por el sobrecargo del barco bajo la atenta mirada de los oficiales, que se aseguraban de que se distribuyera de forma justa y de acuerdo con las normas. Este mecanismo de control también permitía a los oficiales retener el ron como forma de castigo por las infracciones, reforzando así la disciplina.
La posibilidad de embriaguez y los problemas asociados exigían una regulación estricta. Para mitigar los riesgos, el ron se solía diluir con agua para crear grog, una práctica introducida por el almirante Edward Vernon en 1740. La iniciativa de Vernon de mezclar ron con agua, creando grog en una proporción de 4:1, tenía como objetivo reducir la probabilidad de intoxicación. El grog también tenía el beneficio práctico de hacer que la ración durara más, lo que proporcionaba un aumento sostenido de la moral durante todo el día.
El almirante Vernon, conocido como “Old Grog” por la capa de grog que vestía, instituyó este cambio para combatir los efectos nocivos del consumo de ron puro. La dilución no solo disminuyó el impacto inmediato del alcohol, sino que también ayudó a prevenir la deshidratación y mitigar algunos riesgos para la salud. Además, la adición de jugo de cítricos al grog ayudó a prevenir el escorbuto, una afección común entre los marineros debido a la falta de vitamina C.
El aspecto ritualista de la ración de ron también contribuyó a la cultura de la Marina Real. Los horarios y procedimientos específicos para distribuir el ron se convirtieron en parte de la tradición naval, con frases fijas como “¡Ánimo!” que marcaban el inicio de la distribución. Estas tradiciones ayudaron a inculcar un sentido de identidad y continuidad entre los marineros, vinculando a generaciones de personal naval a través de costumbres compartidas.
La decadencia de la ración de ron
A mediados del siglo XX, la naturaleza de la guerra naval había experimentado cambios significativos. La introducción de tecnología más avanzada y sofisticada en los buques de guerra exigía a los marineros mantener mayores niveles de alerta, precisión y pericia técnica. El manejo y mantenimiento de maquinaria compleja, sistemas de navegación avanzados y nuevo armamento exigía que los marineros estuvieran en óptimas condiciones físicas y mentales. Los efectos del consumo de alcohol, incluso en cantidades moderadas, se consideraban cada vez más incompatibles con estas exigencias.
A medida que los buques de guerra se hicieron más rápidos, más maniobrables y equipados con armamento más sensible y poderoso, el margen de error se redujo considerablemente. La posibilidad de que el alcohol afectara el juicio, ralentizara los tiempos de reacción y redujera la coordinación se convirtió en una preocupación seria. La seguridad y la eficacia de las operaciones navales dependían de la capacidad de la tripulación para realizar sus tareas con la máxima eficiencia y el mínimo riesgo, lo que hacía que el consumo diario de alcohol fuera cada vez más insostenible.
En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, se hizo cada vez más hincapié en la salud y el bienestar del personal militar. Los avances en la ciencia médica y una mejor comprensión de los efectos a largo plazo del consumo de alcohol en la salud llevaron a un mayor escrutinio de las raciones de ron. El consumo crónico de alcohol se asoció a una serie de problemas de salud, entre ellos enfermedades hepáticas, problemas cardiovasculares y deterioro de la función cognitiva.
La tripulación a bordo del HMS Royal Oak recibe sus raciones de ron en 1916.
La presión para lograr estándares profesionales más elevados dentro de la Marina Real también jugó un papel crucial en la decisión de abolir la ración de ron. A medida que la Marina buscaba presentarse como una fuerza moderna y profesional, el consumo diario de alcohol por parte de su personal se consideraba cada vez más anacrónico y poco profesional. La Marina Real pretendía alinearse con las prácticas de otras armadas modernas, muchas de las cuales ya habían eliminado tradiciones similares.
La decisión de poner fin al racionamiento de ron fue impulsada tanto por presiones internas como externas. En el ámbito interno, los líderes navales reconocían cada vez más que la tradición, si bien históricamente significativa, ya no era adecuada para la marina moderna. Los informes y estudios que destacaban el impacto negativo del alcohol en la salud y el rendimiento de los marineros proporcionaban pruebas contundentes de que se debía cambiar. Además, el movimiento de abstinencia, que había cobrado impulso a lo largo del siglo XIX y principios del XX, seguía influyendo en la opinión pública y la política militar.
En el ámbito externo, las actitudes sociales respecto del consumo de alcohol estaban cambiando. En el período de posguerra, se observó un mayor apoyo a los estilos de vida más saludables y una mayor conciencia de los peligros del abuso del alcohol. Estos cambios de actitud se reflejaron en el contexto cultural más amplio e influyeron en el apoyo público y político a la reforma en el ejército.
La decisión de la Junta del Almirantazgo en 1969 de eliminar gradualmente la ración de ron fue trascendental. Para facilitar la transición, la decisión se implementó gradualmente, y culminó con la entrega final del tot diario el 31 de julio de 1970, un día que se conoció como el "Día del Tot Negro". En este día, los marineros recibían su última ración de ron y se celebraban ceremonias especiales para marcar el final de la tradición. Algunos marineros lamentaron la pérdida de una preciada costumbre que había sido parte de la vida naval durante más de 300 años, mientras que otros lo vieron como un paso necesario hacia adelante.
En lugar de la ración de ron, la Marina Real introdujo una compensación monetaria conocida como “asignación de grog”, destinada a proporcionar a los marineros un beneficio alternativo. Además, se puso a disposición cerveza a bordo en condiciones controladas, lo que permitió un consumo de alcohol más moderado y regulado.
La cerveza, una de las bebidas más antiguas que se conocen, se consume desde al menos el quinto milenio a. C., debido a la fermentación natural de cereales ricos en azúcar. Al igual que muchos de los primeros logros culturales de la humanidad, la receta más antigua registrada para elaborar cerveza tiene su origen en Mesopotamia. Estas primeras fórmulas de cerveza probablemente se elaboraban utilizando cebada extraída del pan. La importancia de la cerveza en la cultura sumeria se ve subrayada por la presencia de Ninkasi, la diosa de la cerveza y el alcohol. Ninkasi era venerada como una deidad tutelar, y su asociación con la cerveza refleja la importancia de la elaboración de cerveza en la sociedad sumeria, tanto como un alimento básico diario como un ritual cultural. Algunos de los extractos de un poema sumerio de 3900 años de antigüedad en honor a Ninkasi (el Himno a Ninkasi), traducido por Miguel Civil, dicen así:
Tú eres quien remoja la malta en un tarro, Las olas suben y las olas bajan. Ninkasi, tú eres quien remoja la malta en un tarro, Las olas suben y las olas bajan.
Cuando viertes la cerveza filtrada del tanque colector, Es [como] la avalancha del Tigris y el Éufrates. Ninkasi, tú eres quien vierte la cerveza filtrada del tanque colector, Es [como] la avalancha del Tigris y el Éufrates.
La cerveza desempeñó un papel crucial en la economía feudal de muchas ciudades-estado de Mesopotamia. Un artefacto de 5.000 años de antigüedad de Uruk (actual Irak), que data de alrededor del 3300 a. C., proporciona una idea de esta conexión. En escritura cuneiforme, la tablilla representa una cabeza humana comiendo de un cuenco y bebiendo de un recipiente cónico. El cuenco simboliza una ración de comida, mientras que el vaso cónico representa el consumo de cerveza. Más allá de estas imágenes, la tablilla está grabada con marcas que registran la cantidad de cerveza asignada a cada trabajador. Esto convierte a este artefacto en el recibo de sueldo más antiguo del mundo, lo que ofrece una visión del sistema laboral jerárquico de la época. Los trabajadores eran compensados con cerveza, lo que indica que esta bebida no era solo un alimento básico sino una forma de moneda, lo que revela el profundo papel económico y social de la cerveza en la antigua Mesopotamia. (Imagen: sello cilíndrico babilónico de Ur, alrededor del 2600 a. C., que muestra a dos personas bebiendo cerveza de un frasco con pajitas; fuente: Biblical Archaeology)
Cuarenta y cinco años después de que Argentina y Chile estuvieran al borde de la guerra por unos islotes en el canal de Beagle,
en el pequeño pueblo de pescadores de Puerto Almanza, del lado
argentino del canal, todavía se pueden ver una serie de cañones
abandonados, mudos testigos de un conflicto que estuvo a solo unas horas
de desatarse, enfrentando a las dos dictaduras más espantosas del Cono
Sur. Hoy, ese lugar es un punto turístico apreciado por las magníficas
centollas que se pescan en el lugar. Y permite ver al otro lado del
canal la pequeña localidad chilena de Puerto Williams. Un paisaje
maravilloso, pero que 45 años atrás estuvo a punto de transformarse en
un infierno.
Cañón abandonado en Puerto Almanza, del lado argentino del canal de Beagle. (Imagen: Gabriela Máximo)
Las 22.00 del día 22 de diciembre de 1978, un viernes, era el momento
en que debería comenzar el ataque argentino a la isla Nueva, una de las
tres en disputa con Chile, en la desembocadura del canal de Beagle -las
otras dos son Picton y Lennox-, iniciando lo que el régimen militar de
Argentina bautizó como Operación Soberanía. El
conflicto llevó a la mayor movilización de tropas en la historia de
ambos países. La cancillería argentina llegó a enviar telegramas
secretos a sus embajadores en el que se les informaba que en 24 horas
debían comunicar a los países respectivos que Argentina estaba en
situación de guerra con Chile.
La flota argentina había partido horas antes,
estando compuesta por un portaaviones, un crucero, cuatro destructores,
dos corbetas y cuatro submarinos. Los esperaban tres cruceros, cuatro
destructores, tres fragatas y tres submarinos chilenos, desplegados en
el área de operaciones. Los chilenos que sintonizaban el día 19 el
noticiario matinal de Radio Minería, escucharon cómo el canciller
argentino decía que se había agotado el tiempo de las palabras y
comenzaba el tiempo de la acción en las relaciones con Chile.
“Atacar y destruir cualquier buque enemigo en aguas territoriales chilenas”, dijo el jefe de la Armada, José Toribio
El vicealmirante chileno Raúl López Silva, a cargo de la Escuadra
Nacional de su país, había recibido un mensaje del almirante José
Toribio Merino, jefe de la Armada y uno de los 4 miembros de la Junta Militar,
afirmando: “Prepararse para iniciar acciones de guerra al amanecer,
agresión inminente”. Horas después recibiría esta orden, escueta, de
solo diez palabras: “Atacar y destruir cualquier buque enemigo en aguas
territoriales chilenas”. El embajador de EEUU en Chile había entregado
al canciller Cubillos fotografías satelitales mostrando el avance de
tropas argentinas hacia Chile en todas las zonas de frontera, norte,
centro y sur.
Un audio del comandante del destructor Portales, el capitán de navío
Mariano Sepúlveda se conocería tiempo después: “Se estima que la
escuadra argentina llegará al objetivo en las primeras horas de mañana
20. ¡Que cada uno de nosotros cumpla con su deber!”.
Las condiciones del mar eran absolutamente desfavorables, con olas
gigantescas y una lluvia torrencial, que hacía imposible llevar a cabo
la misión. El movimiento del mar impedía que los 15 aviones que llevaba
el portaaviones argentino 25 de Mayo pudieran despegar. Por
tanto el portaaviones debía ser custodiado por naves que pasaban de
ofensivas a defensivas. Pero, además, acababan de dar fruto las negociaciones para que el Papa Juan Pablo II interviniera.
Es por eso que a las 18.30 los buques argentinos recibieron la orden de
cambiar de rumbo y regresar a sus bases. Faltaban solo tres horas y
media para que se iniciara la Operación Soberanía, cuando los argentinos
empezaban a dar la vuelta. El radiograma firmado por el general Roberto
Viola ordenando suspender las acciones, informaba que se aceptaba la
mediación papal “momentáneamente”. Un fallo en el sistema de
comunicación hizo que las unidades que debían invadir por tierra
territorio chileno desde la provincia de Neuquén, no recibieran el
mensaje y a las 20.00 tropas de la X Brigada de Infantería penetraron en
territorio enemigo. Hubo que enviar helicópteros para parar esta
incursión.
“En una misa con un capellán nos dieron la extremaunción y nos
repartieron las chapas de identificación para nuestros futuros
cadáveres, con grupo sanguíneo, y a la vez firmamos un testamento para
nuestras familias”, le dijo años después a la BBC Marcelo Jorge Kalen,
entonces un soldado argentino de 19 años, comando paracaidista.
Para Chile no era una novedad ir a la guerra con alguno de sus
vecinos por conflictos limítrofes, pero con Argentina no se había
llegado a un enfrentamiento armado
Para Chile no era novedad ir a la guerra con alguno de sus vecinos
por conflictos limítrofes. Entre 1879 y 1883, libró la Guerra del
Pacífico. Y entre 1836 y 1839, se enfrentó a la Confederación
Peruano-Boliviana. Pero con Argentina, a pesar de los numerosos litigios
fronterizos no se había llegado a un enfrentamiento armado.
A esta situación de 1978 se llegó después de que Argentina no acató la resolución adoptada por una Corte formada por juristas internacionales, bajo el arbitrio de la Corona Británica,
que declarara las islas territorio chileno. Los dos países se habían
sometido voluntariamente al arbitraje, pero el gobierno militar
argentino declaró el fallo “insanablemente nulo”.
A partir de ahí Argentina comenzó a prepararse para la guerra. En el
centro de control aeronáutico situado en el cerro Renca, cerca de
Santiago, empezaron a detectar cazas argentinos entrando a territorio de
Chile. Los aviones se retiraban en cuanto los chilenos despegaban para
interceptarlos.
Cañón abandonado. (Imagen: Gabriela Máximo)
A lo largo del mes de noviembre de este 1978, Argentina convocó a los
soldados que habían concluido el año anterior el servicio militar, para
sumarse a los que todavía estaban prestando servicio y en diciembre
hubo una concentración inédita de tropas en el sur y en toda la frontera
con Chile. Junto a la movilización, hubo ejercicios de oscurecimiento
en ciudades como Mendoza, próxima a la frontera, y también en Buenos
Aires. Una ruta de la provincia de San Juan, fronteriza con Chile, fue
ensanchada para permitir el aterrizaje de aviones. Hubo algunos comandos
de ambos países que se infiltraron en territorio enemigo, llegando a
producirse tiroteo. Un capitán argentino fue detenido en la ciudad
chilena de Puerto Natales. Buques argentinos ingresaban a aguas que los
chilenos consideraban suyas, maniobras que eran interpretadas por Chile
como intentos de provocar incidente.
La mayor parte de la prensa argentina contribuyó al clima bélico.
Numerosos ciudadanos chilenos fueron detenidos y deportados, sobre todo
en Trelew y Comodoro Rivadavia. Había 350.000 chilenos viviendo en la
Patagonia argentina y 200.000 en otras ciudades. Turistas del país
vecino fueron hostilizados.
La Operación Soberanía contemplaba que los
argentinos invadirían las islas en disputa, al tiempo que 15.000
efectivos y 200 tanques del V Cuerpo del Ejército cruzarían la frontera
para apoderarse de Puerto Natales y de ahí seguir hacia Punta Arenas.
Unos 1.500 paracaidistas debían saltar sobre Punta Arenas y otros tantos
sobre las islas en conflicto. Efectivos del III Cuerpo, al mando del
general Luciano Benjamín Menéndez, ingresarían a Chile a la altura de
Temuco, Valdivia y Puerto Montt, para llegar a Valparaíso, el principal
puerto del país. Y en el norte, al frente de los hombres del I Cuerpo de
Ejército, estaba preparado para intervenir el general Leopoldo
Fortunato Galtieri –el mismo que cuatro años más tarde, como jefe de la
Junta Militar, desataría la guerra de las Malvinas.
“Cruzaremos los Andes, les comeremos las gallinas, violaremos a las
mujeres y orinaré en el Pacífico”, aseguró el general Luciano Benjamín
Menéndez
Los argentinos se jactaban de que iba a ser un paseo. Tenían una
importante superioridad aérea, con varias bases cerca de la cordillera,
con lo que podían ingresar a territorio chileno en cuestión de minutos.
El general Luciano Benjamín Menéndez, el principal promotor de la
guerra, soñaba con desfilar por las calles de Santiago e hizo varias
declaraciones incendiarias, como que el brindis de fin de año lo harían
en el Palacio de La Moneda “y después iremos a orinar el champagne en el
Pacífico”. A los 40 años del conflicto, el general Martín Balza dijo,
en un artículo en Infobae, que la frase de Menéndez fue todavía
más brutal: “Cruzaremos los Andes, les comeremos las gallinas,
violaremos a las mujeres y orinaré en el Pacífico”, habría dicho el
comandante.
Los chilenos fueron mucho más discretos. En Chile también se
movilizaron tropas, pero de noche, para no alarmar a la población. Los
medios chilenos, contrariamente a lo que sucedía en Argentina, mantenían
la reserva. El general Fernando Matthei, miembro de la Junta, diría
años más tarde: “Decidimos mantener la boca cerrada, cuidar nuestro
lenguaje, no hacer declaraciones altisonantes, patrioteras ni
chauvinistas”. El entonces canciller, Hernán Cubillos, diría dos
décadas después que “estaba seguro que tras una prolongada guerra, las
fuerzas chilenas llegarían a invadir Buenos Aires”.
El propio dictador Augusto Pinochet, que asumió
personalmente el manejo del conflicto, le dijo a la periodista María
Eugenia Oyarzún que el ejército chileno tuvo 10.000 hombres dispuestos a
llegar hasta la ciudad argentina de Bahía Blanca -poco más de 600
kilómetros al sur de Buenos Aires- y desde ahí cortar todos los pasos
hacia el sur, dividiendo a la Argentina en dos. Reconoció que un triunfo
militar sobre Argentina habría sido muy difícil: “Se habría tratado de
una guerra de montonera, matando todos los días, fusilando gente, tanto
por parte de los argentinos como por la nuestra”.
Si la guerra hubiera estallado, se habría podido convertir en un
conflicto a nivel continental con costos altísimos para los dos países.
Según el periodista argentino Bruno Passarelli, autor de El delirio armado
(Sudamericana, 1998). El embajador norteamericano en Buenos Aires, Raúl
Castro, le advirtió al general argentino Carlos Suárez Mason: “No va a
ser una guerrita circunscripta a la posesión de las islas, sino una
guerra total en la que los muertos de ambas partes, solo en la primera
semana, se ha calculado que serán unos 20.000”.
Los chilenos temían que la ocasión fuera aprovechada por los vecinos Bolivia y Perú,
con los cuales tenían viejas pendencias limítrofes. Es lo que en la
jerga militar se conocía como HV3, Hipótesis Vecinal 3, conflicto armado
con los tres vecinos, de manera simultánea. El 17 de marzo de 1978 el
dictador boliviano Hugo Banzer había roto relaciones diplomáticas con
Chile, iniciando una ofensiva en la ONU y la OEA a favor de una salida
al mar para su país. En octubre de ese mismo año, el dictador argentino
Jorge Videla se reunió con el general Pereda, que acababa de derrocar a
Banzer y firmaron un comunicado apoyando el pedido de salida al mar de
Bolivia, así como la soberanía argentina en el Atlántico Sur, incluyendo
Malvinas y el Beagle.
En Perú, el gobierno militar encabezado por el nacionalista de
izquierda Juan Velasco Alvarado, que había mantenido buenas relaciones
con el gobierno socialista chileno de Salvador Allende,
se venía preparando para el conflicto con Chile para recuperar Arica, y
tenía armamento soviético que lo colocaba en una situación favorable,
frente al embargo de armas que venía sufriendo la dictadura de Chile
desde 1976. Pero a esta altura Velasco estaba ya muy enfermo y su
sucesor, el general Francisco Morales Bermúdez dio un golpe de timón al
centro.
“La situación en la base de Punta Arenas era una verdadera pesadilla.
Los aviones estaban a la intemperie y sin protección de ninguna
especie", reconoció años más tarde el general chileno Matthei
En 1978, Chile tenía una población de 11,1 millones de habitantes y
Argentina de 26,4. La economía argentina era cuatro veces la chilena. El
gasto militar era de 750 dólares por habitante en Chile y 1.600 en
Argentina. El general Matthei reconocería años más tarde que la Fuerza
Aérea chilena no estaba preparada para la guerra, con los pocos
efectivos disponibles concentrados en el norte, ante la perspectiva de
la guerra con Perú. “La situación en la base de Punta Arenas era una
verdadera pesadilla (…) Los aviones estaban a la intemperie y sin
protección de ninguna especie, de manera que cualquier aparato argentino
podía verlos y ametrallarlos. Pero esto no quiere decir que el
resultado de la guerra estaba decidido".
Ese 1978, los militares argentinos vivían un momento de euforia. La
selección de fútbol que dirigía César Luis Menotti -con Kempes,
Passarella, Alonso, Ardiles y Bertoni entre sus jugadores más
destacados- acababa de ganar el mundial celebrado en el propio país,
apenas se hablaba de la represión y los desaparecidos y la condena
internacional no era tan unánime.
En Chile, el régimen estaba con tensiones internas. Pinochet convocó
un referéndum en enero para conseguir un respaldo a su persona, tras las
sucesivas condenas de la comunidad internacional por violaciones a los
derechos humanos. La presión de los EE.UU. por el asesinato en
Washington de Orlando Letelier se hizo insoportable. El hallazgo de
restos de campesinos enterrados clandestinamente en una mina de cal en
Lonquén, desmentía la teoría oficial que negaba la existencia de
desaparecidos. Y el general Gustavo Leigh, que venía siendo cada vez más
crítico con Pinochet y sus planes políticos y económicos, acabó
perdiendo el pulso que mantenía con Pinochet y fue expulsado de la
Junta. Eso tuvo como consecuencia que Pinochet afianzara su posición,
concentrando todo el poder en su persona, cosa que no sucedía en
Argentina, con Videla teniendo que lidiar con el resto de la Junta y con
unas FF.AA. divididas entre “blandos” y “duros”.
LA MEDIACIÓN DEL VATICANO
El último esfuerzo diplomático para evitar la guerra lo hizo Chile.
El 12 de diciembre, el canciller Hernán Cubillos viajó a Buenos Aires
para entrevistarse con su homólogo argentino, Washington Pastor. Ambos
llegaron al acuerdo de solicitar la mediación papal, pero horas más
tarde el acuerdo fue desconocido por la Junta argentina. Inmediatamente
después de este encuentro hubo una reunión de la cúpula militar
argentina en el edificio Cóndor, con la ausencia de Videla y del
canciller, donde se le puso fecha y hora a la guerra: 22 de diciembre a
las 22.00. Durante diez prevaleció la lógica de la guerra, pero el
sector más duro de los militares argentinos terminaron por aceptar la
mediación papal.
Antonio Samoré.
El papel de la Iglesia de ambos países y del Vaticano fue decisivo.
Juan Pablo II había llegado al papado en agosto de 1978. El nuncio en
Buenos Aires, Pío Laghi le informó inmediatamente de los planes de
guerra de los militares argentinos. Juan Pablo II recibiría en secreto
al cardenal Raúl Primatesta, presidente de la Conferencia Episcopal, que
le dijo que Videla solo estaba dispuesto a detener la guerra si el papa
intervenía personalmente. Antes, cuando asumió el papado Juan Pablo I,
que murió el 28 de septiembre de ese año tras menos de un mes en el
cargo, el cardenal chileno Raúl Silva Henríquez también le pidió su
mediación. En la ceremonia en la que todos los cardenales saludaban al
nuevo papa, el chileno estuvo largo rato arrodillado besándole el
anillo, y pidiéndole su intervención. Juan Pablo I llegó a mandar una
carta a los dos gobiernos pidiendo la paz.
Tras conseguir parar la máquina de la guerra, el papa envió al cardenal Antonio Samoré
para que mediase el acuerdo. El italiano tendría por delante un arduo
trabajo. Argentina llegó a plantear reclamaciones sobre diez islas. “En
la larga historia de los conflictos y controversias limítrofes era la
primera vez que un país reclamaba, como soberano, un lugar donde jamás
había puesto un pie”, le dijo Samoré al obispo argentino Justo Laguna.
La mediación ya llevaba tres años cuando Argentina inició la guerra de
Malvinas contra el Reino Unido. La falta de acuerdos llevó a Samoré a
decir que “no aguantaba más”, amenazando con su renuncia. El proceso
solo se destrabó cuando Argentina recuperó la democracia, en 1983. Pero
Samoré no llega a verlo, porque murió el 4 de febrero de ese año.
POR FIN, UN ACUERDO
La decisión fue que las tres islas del Beagle quedarían para Chile,
pero Argentina lograba el reconocimiento de una gran zona marítima y se
mantenía el principio del Atlántico para Argentina y el Pacífico para
Chile. Raúl Alfonsín, el primer presidente argentino
tras el fin de la dictadura, decidió darle mayor fuerza al acuerdo
celebrando un referéndum no vinculante, que fue respaldado por el 81,13 %
de los votantes, con 17,24 % de votos negativos. Hubo una participación
del 70,17 %, pese a que no era una consulta de participación
obligatoria.
HISTORIA DIPLOMÁTICA DEL CONFLICTO
Las
diferencias entre Argentina y Chile por los límites en el Beagle
pudieron ser solucionadas por los distintos tratados que firmaron ambos
países a lo largo de más de un siglo. En 1826 y 1855 se comprometieron a
respetar los territorios que ambas naciones tenían antes de su
emancipación. Chile estableció en su Constitución que el país abarcaba
desde los Andes hasta el Pacífico y desde el desierto de Atacama hasta
el Cabo de Hornos. Pero la cordillera no llega hasta el Cabo de Hornos,
se desplaza hacia el Pacífico a la altura de la provincia argentina de
Santa Cruz y acaba sumergiéndose bajo el océano cerca del Estrecho de
Magallanes. Para la Tierra del Fuego sería necesario trazar una frontera
relativamente arbitraria.
En el libro de Alberto R. Jordán, El Proceso, se afirma que en
1843 Chile comienza su expansión hacia el este con la fundación de un
fuerte en pleno Estrecho de Magallanes, que después dará lugar a la
ciudad de Punta Arenas: “A pesar de las protestas argentinas, esta
expansión prosigue en los años siguientes y se cristaliza, ya a fines de
la década de 1870, en una suerte de colonización de nuestra actual
provincia de Santa Cruz. Desde allí Chile lanza expediciones y captura
buques extranjeros que navegan por el Atlántico, indicando así, con
hechos concretos, que no pensaba limitar su soberanía a la estrecha
franja comprendida desde los Andes hasta el Pacífico”. Una circunstancia
favoreció en esos años a Argentina: la decisión chilena de despojar a
Bolivia de su salida al mar obligó a los chilenos a retirarse de la
Patagonia, ante la imposibilidad de mantener abiertos dos frentes de
guerra.
En 1876 se empezó a gestar el Tratado General de Límites en el que Chile
sugirió dividir la Patagonia por el paralelo 45º, a la altura de la
provincia argentina de Chubut: todas las tierras situadas al sur serían
chilenas. Propuesta rechazada por Argentina, que sostuvo que el límite
de los Andes debía seguirse hasta donde fuera posible y que en la Tierra
del Fuego debía seguirse una línea más o menos vertical. Se impuso la
propuesta del entonces ministro argentino de Relaciones Exteriores
Bernardo de Irigoyen, reservando la Patagonia para Argentina,
reconociendo a Chile el derecho sobre la vía que comunica los dos
océanos y repartiendo en partes iguales la Isla Grande de la Tierra de
Fuego. Pero las islas e islotes al sur quedaron sujetos a
interpretaciones opuestas.
En 1902, durante el gobierno del general Julio Argentino Roca, se acordó
que los pleitos serían sometidos a la corona británica. Posteriormente
Argentina consideró que el país europeo no era un árbitro adecuado,
teniendo en cuenta el factor Malvinas.
En 1971 ambos países vuelven a someterse al arbitraje británico. En
Chile esta Allende en la presidencia, mientras en Argentina el
presidente de facto era el general Alejandro Agustín Lanusse. El
arbitraje británico era puramente formal. La soberana, Isabel II, se
limitaba a recibir el fallo de los cinco jueces de diversas
nacionalidades de tres continentes - Estados Unidos, Francia, Nigeria,
Reino Unido y Suecia- entregando al final la decisión a las partes, sin
ninguna intervención en el contenido.
El 18 de febrero de 1977 la Corte emitió su dictamen y la soberana
británica lo entregó a Chile y Argentina el 2 de mayo. El fallo recogió
la tesis argentina de que el Canal de Beagle, entre la Isla Novarina y
la Tierra de Fuego, debía ser dividida por su línea media, contra la
pretensión de Chile de que se le reconociese la posesión total del
canal, desde una orilla a la otra, en lo que se denominó la “costa
seca”. Pero el laudo otorgaba a Chile la posesión total de las tres
islas en disputa.
El fallo no aplacó las declaraciones hostiles de los argentinos. El
almirante Massera, jefe de la Armada y miembro de la Junta Militar,
exhortó a los infantes de Marina en Tierra del Fuego el 22 de febrero de
1978: “Todo el país está mirando hacia el Sur, seguro de que el
gobierno de las Fuerzas Armadas no va a canjear la honra y los bienes de
los argentinos por el decorativo elogio de aquellos que enmarcan su
debilidad o sus intereses con falaces apelaciones a la paz. Amamos la
paz, pero la paz deja de ser un valor moral cuando su precio es la
justicia y el derecho. La Argentina de hoy, unida como nunca, sabe que
sus Fuerzas Armadas no permitirán que la buena fe sea malversada. Como
las unidades del Ejército y de la Fuerza Aérea, todos los componentes
del poder naval están listos para cumplir con el mandato de un pueblo
que no admite más tergiversaciones. Que nadie lo olvide, se está
agotando el tiempo de las palabras”.
Los dictadores de ambos países, Videla y Pinochet, se reunieron dos
veces a comienzos de 1978. Primero en Plumerillo (Mendoza, Argentina),
en un encuentro que duró 12 horas, el 19 de enero; y el 19 de febrero en
Puerto Montt (Chile), durante 13 horas. El general Matthei, comandante
de la Fuerza Aérea chilena, recordó la primera reunión como inútil:
“Pinochet se encerró durante varias horas con el general Videla,
mientras nosotros nos reuníamos con nuestros colegas a discutir
diferentes propuestas. En realidad, sentí que tanto ellos como nosotros
estábamos haciendo el gesto de juntarnos a conversar, pero que nadie
creía que de esa reunión pudiera salir algo realmente útil. Simplemente,
las posiciones no coincidían. A mi juicio, esta cita -al igual que la
posterior efectuada en Puerto Montt, formó parte de una partitura
operática [sic] en que las partes actuaron según su propio libreto, pero
a nadie le importaba un rábano lo que se decía”.
Pinochet y Videla
El 25 de enero Argentina declaró el laudo “insanablemente nulo”,
considerando que transgredía derechos e intereses permanentes argentinos
que jamás habían sido sometidos a arbitraje. De acuerdo a la
interpretación argentina, su gobierno no estaba obligado a admitir los
términos del fallo. El canciller Oscar Montes, argumentó: “La Argentina,
asistida por destacados internacionalistas, ha encontrado en el laudo
errores de derecho que son inaceptables. No se trata de una posición
caprichosa de un mal perdedor”. Apuntó también errores históricos y
geográficos, “como, por ejemplo, cuando se determina que el océano
Atlántico llega hasta la Isla de los Estados y no hasta el cabo de
Hornos”.
La reacción argentina fue considerada una “salvajada jurídica” por los
chilenos. Y Argentina rompía una tradición jurídica de respeto a los
fallos de aquellos árbitros internacionales a los que se había sometido
voluntariamente para dirimir anteriores conflictos. Pablo Lacoste,
profesor en universidades chilenas y argentinas, observó: “Esta
tradición comenzó en la década de 1870: después de la Guerra de la
Triple Alianza, la clase dirigente argentina tomó la decisión de
renunciar al uso de la fuerza y, en su lugar, emplear mecanismos
políticos de solución de controversias para solucionar los temas de
límites pendientes con sus vecinos (…) En 1876, en el caso del Chaco
Boreal, el presidente de EE.UU. falló a favor de Paraguay y Argentina lo
aceptó; en 1895, en el litigio por las Misiones Orientales, el
presidente de los EE.UU. falló a favor de Brasil, y la Argentina lo
aceptó; en 1899, 1902 y 1966 se produjeron tres fallos arbitrales
referentes a la frontera con Chile y la Argentina los volvió a aceptar.
Con estas decisiones, Argentina evitó nuevas guerras, mantuvo más de un
siglo de paz y construyó una sólida tradición pacifista en su política
exterior”.
La segunda reunión entre los dictadores se produjo después de conocerse
el fallo británico. Pinochet sorprendió a los argentinos con un discurso
que dejó a Videla fuera de juego y sin respuesta: “Ha quedado
taxativamente establecido que las negociaciones no configuran
modificación alguna de las posiciones que las partes sostienen con
respecto al laudo arbitral en la región. Mi gobierno ratificó en forma
oficial y pública que, de acuerdo a los compromisos previstos, la
delimitación de las jurisdicciones quedó refrendada en forma definitiva
en la sentencia de Su Majestad Británica. Por tanto, las negociaciones a
realizar en ningún caso afectarán los derechos que en esa área el laudo
reconoció para Chile”.
Las palabras de Pinochet causaron “desagrado y sorpresa” en la
Argentina, según escribió entonces el diario La Nación. Videla respondió
con un discurso de circunstancias que cayó mal a los halcones de Buenos
Aires. En el libro Disposición Final, Videla le dice al
periodista Ceferino Reato: “Pinochet me planteó un problema. ¿Qué hacer?
¿Retirarme al frente de mi delegación y romper la posibilidad de una
negociación que, más allá de ese discurso inesperado (de Pinochet) había
quedado plasmada en el documento firmado? Opté por una respuesta de
circunstancia sobre la hermandad entre ambos países, la
complementariedad comercial... Me pareció lo mejor, no quise romper
todo. La comisión que me acompañaba se enojó conmigo, consideró ese
discurso como una aflojada. En la Argentina también cayó muy mal, los
comandantes se sintieron todos halcones”.