martes, 24 de diciembre de 2013

Frente Oriental: La carga de Isbucensky

La última carga de caballería




SGM: La globalización hitleriana

El mundo de Hitler

A 72 años de la trascendental derrota del ejército nazi en la Unión Soviética, florecen las ucronías que reponen el orden de los hechos y juegan a curiosear cómo se vería el mundo hoy si no hubiera sucedido lo que sucedió, y en lugar de fracasar de manera determinante el Plan Barbarroja hubiera tenido éxito. Porque, especulan los historiadores, un triunfo en su invasión relámpago al territorio de la URSS habría inclinado la guerra a favor de los nazis de manera casi irreversible. El diario alemán Der Spiegel compiló las ficciones que retratan ese mundo ucrónico, basadas en los trabajos historiográficos de Andreas Hillgruber y Michael Burleigh. Mundo en el que Hitler, “globalista insaciable” utiliza este triunfo contra las tropas rojas para lanzar de manera definitiva su avanzada por el control mundial. Entonados por el éxito, los nazis encadenarían batallas para ampliar los límites de su imperio a todo el planeta, invadiendo y sometiendo a los más diversos pueblos, hasta llegar a una batalla final contra los Estados Unidos. 


Llegado a este punto, Alemania ya se ha declarado como “capital mundial”, conectada, desde 1970, con los más importantes puntos del resto del mundo mediante una red de infinitas autopistas, que conducen a ciudades colonizadas alrededor de Crimea, el Mar Negro y Siberia, que ya reproducen las fantasías arquitectónicas del Tercer Reich. En este contexto, se deportaría a los 31 millones de habitantes de Europa del este a Siberia, en donde morirían trabajando como esclavos mientras la “elite” viviría en la parte occidental de esa Alemania que abarcaría toda Europa, siguiendo Generalplan, plan secreto de genocidio y limpieza étnica de los nazis. - 


lunes, 23 de diciembre de 2013

SGM: La diplomacia antiargentina y probrasileña de USA



El rol Estados Unidos para frenar a la Argentina y potenciar a Brasil
Documentos desclasificados en Estados Unidos revelan el deliberado plan de esa potencia para frenar el desarrollo industrial argentino y hacer de Brasil la potencia determinante del Cono Sur.


Por Carlos Escudé

La cercanía del Bicentenario exige un examen crítico de nuestros éxitos y fracasos. En ese tren, las comparaciones entre nuestro país y su vecino lusohablante pueden parecer odiosas, pero son necesarias. En verdad, quizás uno de los mejores indicios de cómo le fue a la Argentina a lo largo de las diferentes etapas de su historia resida en cómo se comparaba con Brasil en cada una de ellas.

Nuestro vecino nació con ventaja. El Imperio que, como resultado de un pacto de familia, se desgajó pacíficamente de su mãe pátria , no atravesó una crisis de independencia y era mucho más fuerte que las nacientes Provincias Unidas.

No obstante, los éxitos cosechados por nuestra Generación del 80, ya visibles en los tiempos del Centenario, revirtieron esa ventaja. Durante varias décadas tuvimos la primacía. Una comparación realizada por el industrial Torcuato Di Tella, en 1941, publicada en la emblemática Revista de Economía Argentina , indicaba que por esos tiempos un trabajador argentino podía comprar un overol con diez horas de trabajo, mientras un belga o un alemán requerían el doble de tiempo y un italiano tanto como treinta y dos horas.

Brasil ni figuraba en la lista. Y las cifras de aquel patriarca de nuestra industria coinciden con las del conocido economista británico Alfred Maizels, quien en una obra de 1963 mostró que, hacia 1937, el producto per cápita argentino era superior a los de Austria y Finlandia, y llegaba al doble del italiano y casi al triple del japonés. Otra vez, Brasil ni figuraba. Económicamente, la Argentina y Brasil estaban más allá de toda comparación.

Increíblemente, la misma ventaja se registraba en el plano militar. Según las cuidadosas investigaciones de archivo de Stanley Hilton, un estudio del estado mayor brasileño de la década de 1920, estimaba que la Argentina podía movilizar 379.000 hombres casi inmediatamente, mientras que Brasil demoraría mucho más para movilizar 136.000. También se explayaba con lujo de detalle sobre cuánto más abundante y avanzado era el armamento argentino.

Las evaluaciones de la Misión Militar Francesa al Brasil coincidían. En un informe confidencial, el general Maurice Gamelin observaba que, en Rio Grande do Sul, el Brasil se encontraba " en infériorité flagrante ". Los británicos comentaban que convertir los soldados brasileños en algo parecido a un ejército era " a lost cause ". Y las conclusiones del agregado militar norteamericano, en 1925, eran similares. Hilton, Frank McCann y Gary Frank, los principales estudiosos de la dimensión militar de esta materia, coinciden en que esta situación se mantuvo durante toda la década de 1930.

El punto de inflexión fue la Segunda Guerra Mundial. A partir de esa instancia crucial, Estados Unidos, la gran potencia en ascenso, se desempeñó como un árbitro que proporcionaba al país que le resultaba más confiable todo lo que le quitaba al que le parecía sospechoso.

Este arbitraje tendencioso, favorable a Brasil, comenzó antes del ingreso de Washington en la contienda, pero después de la caída de Francia, cuando ya estaba claro que habría que defenderse de Alemania. El favoritismo fue el fruto de una vieja relación especial entre Estados Unidos y Brasil, cultivada con inteligencia por Itamaraty desde los tiempos del barón de Rio Branco.

La hora de la verdad llegó en septiembre de 1940, cuando ambos países firmaron un acuerdo por el establecimiento de un polo siderúrgico en Volta Redonda, con financiación norteamericana. A su vez, el oportuno pacto terminó con el juego pendular de Brasil frente a Washington y a Berlín. Según documentos desenterrados por McCann, Estados Unidos adjudicó a la naciente industria del acero brasileña la misma prioridad que a proyectos similares en Estados Unidos. Como consecuencia, un agradecido presidente Getulio Vargas escribió al subsecretario Sumner Welles: "No olvidaré cuánto les debemos a usted y al Departamento de Estado por este feliz resultado".

En cuanto Estados Unidos ingresó en la guerra, el apoyo a Brasil fue acompañado por una comprensible animadversión militante contra la Argentina, que el historiador Joseph Tulchin llamó "persecución". En las medidas palabras de mi respetado colega Mario Rapoport, nuestra neutralidad descerrajó una política de sanciones por parte de esa potencia.

Este auténtico boicot, que se documentó por vez primera en mi libro de 1983, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-49 , significó privar a la Argentina de todos los insumos necesarios para su desarrollo industrial. Se nos cercó para que no pudiéramos importar combustibles, a la vez que, según documentó Hilton, se otorgó a Brasil la misma prioridad que a Gran Bretaña en materia de importaciones de petróleo.

A partir de ese momento la actitud favorable a nuestro vecino, que se había jugado con las democracias en la guerra, se acentuó de manera radical. Los documentos norteamericanos exhumados por Hilton permiten aseverar que, en abril de 1945, se decidió en Washington que Brasil debía potenciarse para que "tuviera la misma relación con el continente sudamericano que Estados Unidos tiene con el norteamericano, y reducir a la Argentina al poder relativo de México o Canadá".

La contracara de esta decisión, que puede consultarse en los documentos publicados por el Departamento de Estado (FRUS 1945, vol. 9), fue la Export Policy I de Estados Unidos hacia nuestro país, del 3 de febrero de 1945, que disponía: "La exportación de bienes de capital debe mantenerse en los mínimos actuales. Es esencial no permitir la expansión de la industria pesada en la Argentina".

En el ámbito militar, el árbitro obró con la misma decisión. La liberalidad de la legislación norteamericana en materia de apertura de secretos nos permite saber que, hacia principios de 1944, el objetivo de alterar el equilibrio militar entre la Argentina y Brasil se convirtió en una política oficial de Estados Unidos, por razones que no estaban relacionadas con el esfuerzo bélico.

Por cierto, un memorial del presidente Franklin D. Roosevelt del 12 de enero de ese año es elocuente. Dice: "Estoy totalmente de acuerdo [?] en que deberíamos proceder duramente con la Argentina. Al mismo tiempo, creo que es esencial que nos movamos inmediatamente para fortalecer al Brasil. Esto debe incluir armas y municiones norteamericanas [?] como para darle una fuerza de combate efectiva cerca de la frontera argentina, del orden de dos o tres regimientos motorizados".

A esas alturas, la suerte estaba echada. Brasil emergería de la Segunda Guerra Mundial como la potencia regional en ciernes de la América del Sur. Y la Argentina surgiría con un conjunto de problemas políticos crónicos que aún no ha conseguido resolver.

Eventualmente, Brasil se convertiría en una potencia por completo fuera de nuestro alcance. Hechos y procesos posteriores, tanto o más importantes que los que transcurrieron durante el período descripto, acentuarían nuestra declinación. Pero de todos los factores que influyeron en nuestro deterioro relativo, el que he presentado aquí es el que mejor puede documentarse. No es el producto de teorías ni el resultado de conjeturas opinables.

No obstante, no hemos perdido en todos los planos. Por el contrario, y a diferencia de aquellos tiempos que no deben añorarse, desde hace un cuarto de siglo nuestras relaciones con Brasil se caracterizan más por la cooperación que por la competencia. Hemos superado las hipótesis de conflicto de antaño. Nuestras desavenencias ya no son geopolíticas, sino comerciales, como las que caracterizan a Estados Unidos y Canadá.

Por cierto, Brasil es una potencia emergente benigna y una de las menos agresivas del orbe. Su presencia en el corazón geográfico de nuestra región ha contribuido a su paz y estabilidad, que es un ejemplo para el mundo.

Por eso, hoy podemos compararnos con ánimo erudito, sin temor a herir sensibilidades que ya están añejadas. Estas sólo agregan sabor al placer de conocer mejor el valor estratégico de las alianzas.

Columna publicada en la edición del 10 de julio de La Nación.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Germanofilia de Perón

Un resabio de las simpatías germanófilas de Perón


En 1945, la normalización de las relaciones con Estados Unidos exigía que el gobierno argentino cumpliera con las resoluciones de la Conferencia de Chapultepec. Según el embajador Braden, esto implicaba que todas las empresas alemanas y japonesas fueran colocadas bajo severo control hasta que la propiedad pudiera ser transferida a manos argentinas y todos los miembros del Eje fueran eliminados de las mismas. Asimismo debían incluirse estos individuos en la Lista Pública y completar la investigación y el censo “Refugio”. Lo que estaba en juego eran entre 300 y 400 empresas de distintas dimensiones. Los ingleses calcularon en 1945 que los bienes de capital alemanes susceptibles de ser confiscados rondaban los 100 millones de dólares. (1)

    Luego de la declaración de guerra argentina a Japón y Alemania, el 27 de marzo de 1945, un decreto del presidente Farrell de la misma fecha retiró la personería jurídica a las empresas alemanas y japonesas domiciliadas en la Argentina, embargó sus títulos de propiedad, bienes y valores y las puso bajo control de un consejo administrativo -establecido ya en 1944 en el ámbito de la Secretaría de Industria y Comercio. Poco más tarde, el gobierno congeló los valores de los funcionarios de las empresas afectadas por la medida anterior y confiscó la propiedad argentina que perteneciera a los estados alemán y japonés. En mayo de 1945, una Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad Enemiga autónoma sustituyó al consejo administrativo, y finalmente en agosto la responsabilidad fue trasladada al Ministerio de Relaciones Exteriores. Seis compañías de seguros y los dos bancos alemanes fueron liquidados rápidamente, pero en el resto de los casos la tarea resultó complicada y lenta. Hacia principios de 1946, se habían liquidado 2 firmas del Eje, tomado posesión de 76, e “intervenido” 73. Continuaban bajo investigación 229 firmas y se tenían bajo control las cuentas y valores de 802 personas. (2)
    Los diplomáticos norteamericanos expresaron su disconformidad con el curso de las investigaciones. La lentitud con que se procedía permitía a muchas firmas su vaciamiento antes de la liquidación por el gobierno argentino. Asimismo los norteamericanos se quejaron de que las empresas pertenecientes a alemanes prominentes como Ludwig Freude, Richard Staudt, Fritz Mandl, Thilo Martens y Karl Schmits parecían intocables. El presidente Perón y su ministro Miguel Miranda dieron su aprobación para la liquidación de las firmas, pero insistieron en que era inaceptable la desaparición de empresas que no pudieran ser reemplazadas; en cuyo caso debía llegarse a un acuerdo para “argentinizarlas”. No obstante, las exigencias fueron disminuyendo poco a poco. En julio de 1946, la Lista Pública fue levantada, la investigación del Regugio fue cerrada sin novedades importantes, y la nacionalización de ciertas firmas alemanas que el Congreso debía decidir en septiembre fue postergada. Perón llegó a un acuerdo de cuatro puntos con el embajador Messersmith, por el cual el gobierno argentino cumpliría con sus compromisos de las conferencias de Chapultepec y San Francisco. El embajador consideraba que dos de dichos puntos ya habían sido cumplidos. En noviembre de 1946, la comisión comunicó que hasta ese momento habían sido liquidadas 2 compañías, tomado 70 e “intervenido” 71. Se consideraba liquidar 16 más, argentinizar 7 y convertir 5 en empresas mixtas público privadas. Las investigaciones continuaban sobre otras 195. En enero de 1947 se informó que el gobierno adquiriría 60 de las compañías por un valor de 100 millones de pesos. Sin embargo, algunas de las complicaciones legales derivadas de estos traspasos todavía no se habían resuelto en la década del sesenta. (3) 
    La deportación de los agentes nazis exigidos al gobierno argentino por el gobierno norteamericano fue igualmente problemática y puso de manifiesto la misma renuencia de las autoridades argentinas a llevarla a cabo que en el caso de la propiedad enemiga. Hacia junio de 1946 habían sido expulsadas 38 personas y los posibles deportados habían disminuido de 900 a 227. El embajador Messersmith señaló a Perón que cualquier gesto que indicara que la política filogermana estaba siendo dejada de lado por el gobierno argentino tendría un efecto muy positivo sobre la opinión pública norteamericana. El 21 de diciembre, 13 supuestos agentes -considerados menores por las autoridades de control aliadas- fueron deportados a bordo del transporte naval Pampa. En mayo  de 1947, entre 8 latinoamericanos deportados a Alemania se hallaban Hans Harnisch y Wolf Franczok, dos de los agentes nazis más conspicuos que trabajaron en la Argentina. Esta fue la última expulsión de importancia y precedió al anuncio del presidente Truman de que las relaciones con la Argentina se habían normalizado. Por cierto, los funcionarios aliados de la Alemania ocupada estuvieron muy poco conformes con la actitud argentina de enviar “llenadores de cuota”, cuya participación en las actividades de espionaje habían sido casi nulas. (4)
    La suerte de los espías nazis que actuaron en la Argentina fue diversa. Wolf Franczok se dio cuenta pronto que él y sus camaradas fueron sacrificados ante las maquinaciones de Perón. Detenido en Alemania, describió con detalles sus casi dos años de cárcel en la Argentina. Señaló también como Werner Könnecke, luego de pactar con Coordinación Federal, había tratado de convencer a sus ex cómplices de hacer de Hans Harnisch el chivo emisario del caso Hellmuth y de borrar de sus confesiones todo rastro de las relaciones entre la red Bolívar y Perón, Brinckmann, González y Aumann, además del paraguayo Stagni y el boliviano Paz Estenssoro. Como contrapartida a su cooperación se le prometió a los prisioneros que los intereses alemanes en la Argentina serían respetados, que los detenidos serían bien tratados y que los inocentes serían rápidamente liberados, promesas que sólo fueron cumplidas en algunos casos. (5) 
    Si bien los tribunales resolvieron, a comienzos de 1946, que el presidente tenía facultades en virtud de la ley de Residencia para expulsar del país a los extranjeros indeseables, en mayo la Corte Suprema sostuvo dicho dictamen, pero afirmó que a las personas afectadas les asistía el derecho de conocer el motivo de la acusación en su contra. De esta manera, entre mayo y agosto de 1946, la mayor parte de los integrantes de la red Bolívar fueron liberados con solicitudes de hábeas corpus, manteniéndose en libertad hasta que el presidente Perón expidió el decreto Nº 18.480/946 del 15 de noviembre, ordenando nuevamente la detención y deportación de ellos. La presión desapareció luego por unos meses hasta que sobrevino la solución final acordada por Perón y Messersmith, que dispuso la deportación de algunos más. En estas circunstancias y cansado de escapar, Franczok se entregó.  Con todo hubo algunos que parecieron gozar de inmunidad ante la deportación. Estos fueron los casos de Seidlitz, Mandl, un misterioso experto bancario llamado Heinrich Dörge, Thilo Martens, Staudt, Freude y Becker. Los tres últimos eran buscados especialmente por los norteamericanos. (6)
    Cuando el gobierno argentino intervino las compañías de Staudt, el magnate afirmó que sus capitales eran exclusivamente argentinos, y su influencia, sobre todo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, le permitió retirar la mayor parte de sus inversiones. Además mantuvo su inmunidad a pesar de las exigencias norteamericanas de que fuera deportado, siendo probable que, al igual que Mandl, hubiera colaborado con un millón de pesos para la campaña electoral de Perón. El caso de Ludwig Freude fue similar. Existían sospechas de que fuera un testaferro de inversores alemanes, dada la rapidez con que había logrado el control de la Compañía General de Construcciones; había sido visitante asiduo de la embajada alemana y había recibido los fondos de ésta antes que sus funcionarios fueran repatriados en 1944; y era ciudadano alemán, con pasaporte alemán recibido en noviembre de 1937. Sin embargo, luego del caso Hellmuth, Freude había logrado gran influencia sobre Perón, quien lo visitaba en su casa de Belgrano. La Junta de Vigilancia no logró hallar evidencia de la procedencia alemana del capital de Freude, ni de dinero recibido de la embajada aparte del destinado a obras de caridad. Por otra parte, Perón dispuso que una antigua solicitud de naturalización de Freude -que databa de 1935- fuera encontrada en una pequeña ciudad de Mendoza y aceptada como válida por la justicia de esa provincia (Freude había olvidado completar las formalidades y prestar el juramento de práctica). Ante un pedido de Braden, en septiembre de 1945, de que se emprendiera alguna acción contra Freude, el ministro de Relaciones Exteriores Cooke respondió que aquél estaba muy bien conectado con la administración Farrell y que no podía ser tocado. Poco después Cooke dijo a los británicos que la deportación de Freude en el Higlland Monarch estaba arreglada en febrero de 1946, pero que a último momento la orden había sido cancelada. Por otra parte, su hijo Rodolfo acompañó a Perón en la campaña electoral en febrero de 1946. Luego Perón creó una repartición ultrasecreta, la División Informaciones, nombrando a Rodolfo Freude jefe de la misma. El nuevo organismo se ocupaba del control de todo lo referente a los ex espías nazis con la colaboración de Jorge Osinde, el capitán Abel Rodríguez, jefe de Coordinación Federal, y Eduardo Bravo Casares. Allí se realizaba la selección de los “llenadores de cuota” para la deportación, y disponían los permisos de entrada y las “rehabilitaciones” para los que regresaban. (7) 
    Por su parte, Siegfried Becker fue arrestado por Coordinación Federal en abril de 1945. Sus primeras declaraciones respecto de sus conexiones políticas fueron imprudentes e implicaron a Perón, por lo cual su testimonio debió ser tomado nuevamente y reducido de 300 a unos 110 folios. Esta declaración fue entregada por el Ministerio de Relaciones Exteriores a Estados Unidos a principios de octubre, cuidadosamente expurgada de los pasajes que hacían revelaciones inconvenientes sobre el caso Hellmuth. Becker obtuvo su libertad por hábeas corpus luego de la asunción de Perón, y poco se sabe de su vida posterior. Un informe norteamericano lo ubicaba a principios de 1947 en Santiago del Estero bajo la protección del coronel Aristóbulo Mittelbach, lo cual debía contar necesariamente con el aval del presidente. Se especula que podría haber sido reclutado en esa época para el “Programa Deserción” del Departamento de Estado entre los ex ciudadanos del Eje. (8)
    
Por cierto, el mayor Oscar Contal, el jefe de Coordinación Federal que había realizado las detenciones de los espías alemanes, fue expulsado de su cargo por oponerse a la liberación del yerno de Ludwig Freude, Werner Köennecke. Antes de dejar su puesto, Contal, envió el 2º Sumario con todas las declaraciones y la lista de los 60 detenidos al juez Horacio Fox, quien debía hacerse cargo del caso. No obstante las pruebas materiales de la investigación no llegaron al juez. Los textos de telegramas, códigos y diagramas fueron conservados por el Ministerio del Interior, y los equipos técnicos pasaron a poder de los servicios de inteligencia argentinos. La intención era evitar que esta evidencia pudiera ser utilizada en contra de Perón en caso de que algún gobierno opositor llegara al poder. (9) 

    Por otra parte, a fines de octubre de 1945 regresaba a la Argentina Osmar Hellmuth, el enviado del gobierno argentino para adquirir armamento en Alemania, y que fuera detenido por los británicos camino a su misión dos años antes. Hellmuth fue entregado a las autoridades argentinas, pero no quedó incomunicado debido al tiempo transcurrido desde la fecha en que se habrían cometido los actos delictuosos que se le imputaban. De inmediato fue conducido por dos oficiales de Coordinación Federal a una entrevista con Ludwig Freude. Dos días después fue recibido por Perón, quien aparentemente le hizo promesas que no cumplió. En el proceso judicial que se le siguió, declararon en su favor el coronel González, el general Gilbert y el almirante Sueyro, quienes negaron que la Argentina hubiera intentado obtener armamento de Alemania, aunque reconocieron haberlo enviado a ese país. Gilbert señaló los “fines altamente patrióticos” de su misión, y González confirmó la participación de Perón en los acontecimientos. Debido a estos testimonios, el 23 de febrero de 1946, Hellmuth era liberado, siendo sobreseído definitivamente de los cargos en su contra el 30 de diciembre de 1947. En la misma época que Hellmuth, también había vuelto a la Argentina otro espía germano-argentino, Ernst Hoppe, quien había tenido la frustrada misión de recibir aquel submarino nazi que debía arribar a la Argentina a principios de 1944. El encargado de negocios norteamericano no comprendía la decisión británica de devolver estos espías justamente en momentos en que el gobierno norteamericano trataba de que la Argentina deportara los ex espías que aún permanecían en este país. (10)
   
 En febrero de 1946, la jefatura de Coordinación Federal fue asumida por el capitán Abel Rodríguez, hombre de confianza del presidente Perón y de su esposa, y que estaba bajo la influencia de los Freude, padre e hijo. Rodríguez, con la colaboración de Freude y Koennecke, puso especial empeño en la destrucción de las declaraciones de los espías, principalmente las que comprometían al grupo. Personas que habían tenido vinculación con el Grupo Azul, con el que estaba relacionado Freude, fueron liberadas o sus declaraciones destruidas. Finalmente, el 6 de septiembre de 1946 Perón firmaba un decreto “desnazificando” a su amigo alemán Ludwig Freude y éste nunca más volvería a ser molestado. (11) 
    Como se dijo, pocos días después de la asunción de Perón a la presidencia el 4 de junio de 1946, se produjo la liberación de Becker, Franczok, Harnisch y Schröll. No obstante, la embajada de Estados Unidos continuó presionando para que los ex espías alemanes fueran deportados, a cuyo fin aportaba listas con direcciones y datos a la Oficina de Enlace del Ministerio de Relaciones Exteriores para ser giradas a Coordinación Federal. El funcionario que las recibía notó que Coordinación siempre llegaba cuando los espías ya habían huido. Ante las presiones, Perón se vio obligado a firmar el decreto 14840 del 15 de noviembre de 1946, ordenando la detención y expulsión de 52 agentes del Eje. Algunos de éstos recibieron un duro trato, otros -como Becker y Schröll- en cambio fueron alertados. La División Informaciones ordenó el arresto de Harnisch -cuya enemistad con Ludwig Freude era manifiesta- a principios de febrero de 1947. En su último testimonio, Harnisch involucró a Perón y a los Freude, y amenazó con decir toda la verdad si era deportado. Finalmente partió rumbo a Alemania en mayo de 1947. Jamás lo interrogaron sobre Becker y, a pesar de que algunos policías intentaron aclarar su situación, la influencia de Freude sobre Perón lo hizo imposible. En el mismo barco viajaron Franczok y Schröll y otros cinco “llenadores de cuota”. Otros, como Harmeyer y Amorín habían sido deportados el año anterior. De los interrogatorios y los informes de todos ellos surgiría la evidencia de las relaciones entre el régimen militar del GOU y el SD de Himmler. (12) 


    De los 80 integrantes de la red nazi que tuvieron causas judiciales o los afectaron decretos de expulsión después de la guerra, sólo 7 fueron condenados, todos ellos agentes menores por actos cometidos durante el gobierno de Castillo. Otros 10 fueron deportados o dejaron el país sin sentencia judicial. Un total de 63 fueron sobreseídos entre 1947 y 1948. (13)
    Por otra parte, cuando la Francia ocupada por los alemanes fue recuperada, a mediados de 1944, muchos alemanes y franceses colaboracionistas se dirigieron a España a través de los Pirineos, donde existía una importante comunidad alemana. Sin embargo, la situación de éstos dejaría de ser cómoda a partir del 2 de mayo de 1944, cuando el gobierno de Franco dio por terminada su colaboración con el Eje, alcanzando una serie de acuerdos con Londres y Washington. Los refugiados debieron entonces buscar otros países hacia donde dirigirse. Hacia el final de la contienda, la red coordinada por Charles L’Escat (en su pasaporte argentino figuraría como Carlos Hipólito Lesca Saralegui) guió hasta Sudamérica a muchos que buscaban refugio ante el inminente desenlace. Sin embargo, esta posibilidad quedó cerrada en los primeros meses de la posguerra. L’Escat llegó al puerto de Montevideo en un buque español el 3 de octubre de 1946. En enero de 1947, luego de que el gobierno uruguayo respondiera favorablemente a la extradición solicitada por el gobierno francés, L’Escat se estableció en la Argentina. El pedido de extradición recibido posteriormente por el gobierno argentino fue archivado por Perón. (14) 
    La colaboración argentina en la huida de los nazis se había iniciado prudentemente en 1944.En agosto de ese año los norteamericanos tenían evidencia de que el consulado argentino en Lisboa entregaba pasaportes argentinos con el nombre real de los fugitivos. Otro informe de octubre de 1945 señalaba el comercio desempeñado por el cónsul general argentino en Barcelona, Miguel A. Molina, quien vendía pasaportes a agentes alemanes. Molina estaba vinculado con el español Samuel Sequerra, director de la Organización de Ayuda Conjunta para España y Portugal. Los barcos de la línea Dodero cubrían la ruta Génova-Buenos Aires, haciendo escala en Barcelona. Esta conexión en Barcelona constituyó una de las principales rutas de escape europeas hasta 1949. (15) 
    En la Argentina, el jefe de la Secretaría de la Presidencia de Perón, José Figuerola, un ex colaborador del dictador José Antonio Primo de Rivera en España que se había nacionalizado argentino, facilitaba las cosas, pues tenía las conexiones necesarias para que las personas que huían de España pudieran hacerlo a través de la compañía Iberia. Figuerola había estado en la mira de la Comisión Especial de Investigación de Actividades Antiargentinas por sus reuniones con el espía del SD y jefe de prensa de la embajada alemana Gottfried Sandstede. (16)
    Otra vía de escape fueron las “ratlines” o Vía Vaticana -que utilizaba los monasterios establecidos en Zagreb, Lijubljana, Trieste, Venecia, Roma y Grumo-, y cuyo principal organizador fue el padre Krunoslav Draganovic, secretario del Instituto Croata de San Girolano. Por esta vía llegaron a la Argentina criminales de guerra y ex colaboracionistas con los regímenes de las potencias del Eje. El contacto de Draganovic en la Argentina para este tipo de operaciones fue Branko Benzon, ex ministro del Estado Libre de Croacia y embajador de Croacia ante el Tercer Reich. Entre 1946 y 1949 Benzon fue “asesor para la inmigración yugoslava y croata”, formando parte del cuerpo de “asesores confidenciales” del director de la Dirección General de Migraciones, Pablo Diana. Su función era “encausar la corriente inmigratoria Centro Europea con el consentimiento del Señor Presidente de la Nación”, según fue señalado en el informe secreto elaborado por Coordinación Federal en 1948. (17) 
    En Europa era un problema urgente resolver la situación de miles de bálticos, polacos, ucranianos, servios, croatas y otros, muchos con un pasado colaboracionista y que eran reclamados por la Unión Soviética o sus nuevos estados satélites. La cuestión era relevante en Italia, donde el gobierno exigía el traslado de gran cantidad de europeos orientales de los campos provisorios, y a los cuales los británicos y los norteamericanos no deseaban devolver a sus lugares de origen -dado el comienzo de la Guerra Fría- pero tampoco les encontraban destino. (18) 
    Ján Durkanski, ex ministro de Eslovaquia, fue uno de los criminales de guerra que ingresó a la Argentina a través de la vía dirigida por Draganovic y gracias a la intervención de Benzon. Los contactos entre Draganovic y Ante Pavelic permiten inferir que éste y sus ocho colaboradores llegados a la Argentina en 1947 pudieron haber seguido el mismo camino. La resolución administrativa (1949), por la que se autorizó a Erich Priebke a obtener nueva documentación con su nombre real, consigna los mecanismos que según el solicitante había empleado para entrar al país. Como muchos otros que llegaron a la Argentina a través de las “ratlines”, Priebke tuvo el apoyo de las asociaciones católicas de Roma, por cuyo intermedio consiguió que las autoridades argentinas visaran el pasaporte que le había otorgado la Cruz Roja Internacional. (19)
    Draganovic también puso su organización a disposición de los nazis que Estados Unidos deseaba enviar a Sudamérica. De esta manera, se hizo cargo del “carnicero de Lyons”, el oficial SS Klaus Barbie, quien le fue entregado por oficiales de inteligencia norteamericanos en la estación de trenes de Génova. Draganovic acompañó a Barbie al consulado argentino, donde obtuvo una visa que le permitió obtener documentos de la Cruz Roja con apellido falso para él y su familia. Barbie y otros nazis se embarcaron en Génova, en marzo de 1951, con destino a Buenos Aires para luego trasladarse a Bolivia. Draganovic también colaboró con el gobierno argentino para posibilitar la llegada a la Argentina de los técnicos que el diseñador alemán Kurt Tank necesitaba para la fábrica de aviones en Córdoba. Estos recibieron pasaportes de la Cruz Roja como croatas y fueron recibidos en el convento de monjas Centocelle hasta que tomaron un avión de la Flota Aero Mercante Argentina con destino a Buenos Aires. En este grupo llegó escondido el criminal de guerra Gerhard Bohne, encargado del programa de eutanasia del Reich. (20) 
    En diciembre de 1946, Perón colocaba a un hombre de la Iglesia al frente de la flamante Delegación Argentina de Inmigración en Europa, cuya sede central se estableció en Roma. El presbítero José Clemente Silva, hermano de un amigo de Perón, partió para Italia con la misión de organizar el traslado a la Argentina de varios millones de europeos que fueran útiles para los planes de industrialización argentinos. El sacerdote debía encargarse también del traslado de personas destacadas que no tuvieran documentación. La Delegación comunicó formalmente a Gran Bretaña y Estados Unidos su deseo de reclutar científicos y técnicos alemanes, pero el proyecto no fue ampliamente difundido. Las operaciones más importantes de la Delegación se llevaron a cabo en Italia, donde luego de arduas negociaciones se firmó un acuerdo para establecer las condiciones de reclutamiento el 21 de febrero de 1947. Consecuentemente, el ex espía del Abwehr (Servicio de espionaje militar del Reich) Reinhard Kopps -conocido luego en Bariloche como Juan Maler- inició su colaboración con el obispo austríaco Alois Hudal, rector de la iglesia alemana Santa María dell’Anima en Roma, a fin de enviar grupos de nazis hacia la Argentina. Kopps recibía las solicitudes y hacía los arreglos con el consulado argentino en Génova. Los permisos de ingreso eran otorgados por la Dirección de Migraciones en Buenos Aires, los pasaportes por la Cruz Roja y el transporte lo hacía la empresa Dodero. Miles de inmigrantes llegaron a la Argentina por esta vía, pero pocos fueron trabajadores o técnicos especializados; la mayoría estuvo constituida por intelectuales o capitalistas con antecedentes de colaboracionistas, entre los cuales figuraron Vittorio Mussolini, hijo del Duce, y dirigentes partidarios como Carlo Scorza y Ettore Mutti. (21)
    Otra vía de salida de Europa fue a través de la frontera germano-danesa. Muchos nazis se internaban en Dinamarca con el auxilio de una unidad de la Wehrmacht que el gobierno danés había autorizado a permanecer en el país para el levantamiento de minas. Esta vía fue utilizada por Carlos Fuldner -adscripto a la División de Informaciones de la Presidencia- para hacer llegar a la Argentina a las personas que reunía en sus misiones oficiales a Europa realizadas entre 1947 y 1949. Estas revestían carácter reservado, debido a “poderosas razones de estado” y a las “dificultades de conciencia -que podrían comportar- para algunos funcionarios ante los cuales le era prohibido entrar en detalles o hablar abiertamente”, sobre las actuaciones de esas personas durante los regímenes fascistas. Para disponer de una persona jurídica que solicitara el libre ingreso de “personas que interesaban a la República” y al mismo tiempo eludir la responsabilidad que podía recaer en los encargados de esas misiones, se estableció la agencia de viajes Vianord. (22) 
    Un grupo de empresarios germano-argentinos dirigidos por el fuerte industrial Friedrich Schlottmann, del grupo textil Sedalama, se encargó del rescate de los alemanes refugiados en los países escandinavos. La operación fue encargada a Carlos Schultz. Para respaldar el proyecto se creó en Buenos Aires un Comité Báltico encabezado por Federico Müller-Ludwig, director del diario Freie Presse. Schultz consiguió la aprobación del proyecto por el director de Migraciones, Santiago Peralta, quien le entregó cartas de presentación para los cónsules argentinos en Europa y dio garantías para el ingreso de por lo menos mil personas. En 1947, Schultz lograba que los gobiernos sueco y noruego conmutaran penas a colaboracionistas que estaban interesados en viajar a la Argentina. Las listas de candidatos enviadas por Schultz a Peralta fueron siempre autorizadas sin excepción. Los consulados argentinos otorgaban los pasaportes de la Cruz Roja a las presentaciones de Schultz sin realizar ninguna verificación. Schultz se aseguraba de que no hubiera comunistas entre los propuestos para no perder el apoyo de Peralta. Consiguió de esta manera el ingreso a la Argentina de unos mil alemanes. Pero en noviembre de 1947 Schultz fue arrestado por las autoridades suecas y sometido a juicio junto a una banda de falsificadores de pasaportes. La detención causó un grave problema al embajador, capitán Héctor Russo, quien envió urgentes cables al ministro Bramuglia, señalando que esas operaciones únicamente lograban fortalecer la opinión internacional de que la Argentina era un país declaradamente nazi. El embajador sin embargo no recibió ninguna respuesta. Finalmente, la justicia sueca ordenó a Schultz salir del país. (23)
    Una misión semejante a la de Shultz, pero en este caso de carácter oficial, fue encomendada a Carlos Piñeyro, quien había sido cónsul en Danzig, Beirut y Suecia, hasta su arribo al consulado argentino en Copenhagen, en mayo de 1945. Dos años más tarde fue llamado a Buenos Aires, donde fue adscripto a la División Informaciones entre junio y agosto de 1947. En esta fecha fue enviado nuevamente a Copenhagen como agente reservado. Aquí se conectó con la unidad alemana que se encontraba realizando la tarea del desminado en la frontera con Alemania, a fin de poder ingresar ilegalmente a Dinamarca a los científicos y técnicos nazis reunidos por los enviados de Perón en Europa. El propio jefe de la unidad Toepke acompañó a varios a Copenhagen, entre ellos al diseñador de aviones, Kurt Tank, quien traía el diseño del “Pulqui”, que Perón haría fabricar en Córdoba. Piñeyro entregaba a estas personas pasaportes argentinos con nombres falsos, los cuales les permitían tomar un vuelo a Buenos Aires. Pero la División de Informaciones vio su ruta danesa cerrada en noviembre de 1947, cuando el “argentino” Ernesto Foucard fue detenido tratando de tomar un avión con destino a Ginebra y conexión posterior a Buenos Aires. El individuo resultó ser el profesor alemán Karl Gustav Friedrich Thalau. Poco después, Toepke también era arrestado cuando atravesaba la frontera con otro experto en aviación alemán, Paul Friedrich Klages. El embajador argentino en Dinamarca, Riéffolo Bessone, fue citado por el gobierno danés, el cual exigió el cese de las mencionadas operaciones. Inmediatamente, Piñeyro y su colaborador Mouret fueron retirados, y el embajador Bessone trasladado a Irlanda un poco más tarde. (24) 
    Todas estas redes llegaban a la División de Informaciones de la Presidencia de la Nación, dirigida por Rodolfo Freude. Bajo las directivas del presidente Perón, esta repartición se dedicaba a rescatar ex colaboradores del Tercer Reich que se consideraran útiles al país. Freude actuaba en coordinación con Pablo Diana, un ex empleado de la vicepresidencia de Perón durante el gobierno militar, designado jefe de la Dirección de Migraciones en junio de 1947. Perón le había hecho saber en el momento de su nombramiento que la política inmigratoria la dirigía personalmente el presidente. Para desempeñar su tarea, Diana disponía de una serie de asesores, con quienes se reunía en presencia del presidente. Entre otros, figuraban Eugenio Monti de Valsassini, el “conde de Monti”, Branko Benzon, Pierre Daye, George Degay y Carlos Fuldner, Víctor de la Serna, García Santillán y Smolinski, el ex presidente del Banco Central Orlando Maroglio y el secretario de Aeronáutica, brigadier Bartolomé de la Colina. (25)
    La por mucho tiempo supuesta existencia de un grupo dedicado a rescatar refugiados europeos dentro de la División Informaciones quedó confirmada con el descubrimiento en el Archivo General de la Nación de un abultado sumario del año 1949, producto de la investigación de las irregularidades cometidas en la Dirección de Migraciones durante la gestión de Diana. Dirigido a constatar la entrada al país de “indeseables” judíos y comunistas, el sumario se encontró con la existencia de órdenes para el ingreso de otro grupo de “indeseables”. Toda la plana mayor de Migraciones, incluidos Diana y Fuldner, fue interrogada por los sumariantes Angel S. Taboada y Román Sosa Liprandi. Todos los declarantes señalaron a Freude y Perón como sus superiores. (26) 
    El criterio de la Dirección de Migraciones era no permitir el ingreso al país a comunistas ni judíos. En el caso de los últimos, su ingreso estaba vedado especialmente por los directores de la repartición que eran antisemitas -Santiago Peralta hasta junio de 1947 y luego Diana-. Las solicitudes de israelitas debían ser negadas desde un principio. Las instrucciones de Diana a los asesores eran claras: en cuanto propusieran a un judío, la vinculación con la Dirección se terminaba. Para el trabajo interno se manejaban además algunos códigos. En el caso de que los legajos tuvieran una F en lápiz rojo -que significaba Fuldner-, Diana sabía que debía conceder la radicación incluso si eran personas entradas clandestinamente al país, porque aquél era un agente reservado del presidente. Si el expediente contenía la palabra Banco en el extremo superior izquierdo, esto significaba que el Banco Central había intervenido en el trámite y que podía dársele curso. Finalmente la palabra “Presid” identificaba a un numeroso grupo de legajos que recibían tratamiento especial por haber sido iniciados por el propio Perón. Por otra parte, cuando la cantidad de pedidos de ingreso a favor de sus camaradas firmados por Fuldner excedió las posibilidades de Migraciones, Fulner acordó con Diana que aquéllos se presentaran por intermedio de la agencia de viajes Vianord. (27) 
    Es interesante destacar que luego de ser interrogados por los norteamericanos en Alemania, los ex espías nazis eran mantenidos por un cierto tiempo en campos de detención y luego liberados. La Europa de posguerra no les ofrecía posibilidades de trabajo, por lo cual aquéllos procedentes de la Argentina decidieron en la mayoría de los casos volver a este país. Recibieron para hacerlo documentación de “Libre desembarco” de Migraciones, pero debían entrar bajo la categoría “Doc Def”, porque las órdenes de expulsión en su contra seguían vigentes. Hacia 1950, muchos de ellos habían encontrado ocupación en áreas del gobierno o en las fuerzas armadas. No obstante, su situación legal permanecía sin aclararse. Su presencia en el país no podía admitirse porque ello contrariaba los compromisos derivados del Acta de Chapultepec. Perón apeló entonces a una solución intermedia: la firma de una serie de “indultos” secretos. Comenzó con dos decretos personales en julio de 1950, en favor del ex espía Hans Leuters y de un ex jefe del partido Nazi argentino, Enrique Volberg.
   
 Para conocer la situación de todos los involucrados, en 1951 el mayor Osinde, jefe de Coordinación Federal, ordenó el rastreo de todos los antiguos espías que figuraban en los decretos de expulsión, tomándoles luego declaración para conocer su situación laboral, su grado de integración en la sociedad argentina y sus creencias religiosas. Todos superaron la prueba ampliamente, apareciendo muchos de ellos relativamente prósperos. Poco después, en febrero de 1952, considerando que ya no existían los motivos de orden internacional que habían provocado las medidas en su contra, el presidente Perón y el ministro del Interior, Angel Borlenghi, firmaron el decreto 3625, indultando a 24 ex miembros de las organizaciones nazis. Otros seis germanos recibieron la gracia al año siguiente. No obstante, las gestiones de la embajada de Alemania en Buenos Aires y por alguna razón especial, Perón no favoreció a Harmeyer y a Franczok. Estos tuvieron que esperar hasta la llegada de la Revolución Libertadora, para que el general Aramburu firmara sus indultos. (28) 
Angel Borlenghi

    Por cierto, el comienzo de la Guerra Fría modificó la relación de los países, incluso de los que habían formado parte de los Aliados, con muchas personas que habían pertenecido a los regímenes nazi-fascistas. El interés de algunos gobiernos en el desarrollo científico y técnico de la Alemania nazi, con el propósito de aplicarlo a sus propios proyectos industriales o estratégicos provocó las operaciones de reclutamiento de “cerebros”. En Estados Unidos se organizó la operación Paperclip y en la Unión Soviética laOsavakim. Incluso Estados Unidos valoró en alto grado los “capitales ideológicos”, es decir los compuestos por los anticomunistas de la Unión Soviética y de las naciones del Este europeo. Actualmente se sabe que no todas las “ratlines” conducían a Sudamérica, también muchas lo hacían a diversos puntos de Estados Unidos. De la misma manera, la Argentina, Brasil y otros estados sudamericanos buscaron atraer ese “capital humano”. (29)
    A fines de agosto de 1946, el Congreso argentino ratificaba el Acta de Chapultepec, lo cual implicaba que el país no podría permitir el ingreso de responsables de crímenes de guerra. Sin embargo, Perón se atendría a su propia política para el asilo de refugiados de guerra, promulgada el año anterior, que establecía que no tendrían refugio en territorio argentino aquellos acusados de crímenes de guerra, ni se admitirían el capital o los bienes de tales personas. La definición de “criminal de guerra” y los procedimientos para llevarlo ante la justicia seguirían las normas de la Comisión Interamericano de Justicia. Por cierto, el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino mantuvo durante esos años relaciones formales con las autoridades aliadas de ocupación en Alemania en cuanto a las solicitudes de alemanes que deseaban emigrar. (30) No obstante, como se ha visto, esto no impidió toda una intensa actividad de enviados reservados del gobierno argentino, que cooptaron y trajeron al país gran cantidad de colaboracionistas e incluso criminales de guerra, y que las solicitudes de extradición de los últimos fueran completamente ignoradas. (31) 
    Más aún, el Ejecutivo otorgó una amnistía por el decreto Nº 15.972, que alcanzó a todos los que habían ingresado al país ilegalmente. Este indulto de carácter general fue seguido de una serie de resoluciones que habrían beneficiado a aquéllos que debían ocultar su verdadera identidad. Así, por ejemplo, con el fin de otorgar inmunidad a los asilados políticos, cuya extradición podía ser solicitada en virtud de tratados internacionales firmados por la Argentina, se dictó el decreto Nº 19.935 del 22 de agosto de 1949, confiriéndoles el status de “asilados residentes”, lo cual los autorizaba a obtener una tarjeta de libre circulación. Por otro lado, el artículo 35 de la Constitución de 1949 permitía a las personas que hubieran regularizado su situación obtener la carta de ciudadanía. Como la impunidad era evidente, muchos incluso decidieron solicitar nueva documentación con sus nombres reales. (32) 
  • NOTAS
  1. Embajada de Estados Unidos 1275, Buenos Aires, 17 de junio de 1945, 862.20235/fecha; Embajada británica a FO, Buenos Aires, 29 de agosto de 1945, con extractos del memo a MEW, 24 de junio de 1940, /44733, cit. en Ronald C. Newton, El cuarto lado del triángulo. La “amenaza nazi” en la Argentina (1931-1947), Buenos Aires, Sudamericana, 1995, pp. 435-436.
  2. Ibid., pp. 436-437.
  3. Embajada de Estados Unidos 2000, Buenos Aires, 9 de febrero de 1946, adjuntando tercer informe SAFEHAVEN, ABB, caja 3, archivo 36; memo de conversación Perón/Faltisek, 10 de diciembre de 1945, 835.00/fecha; memos anónimos, 10 y 30 de septiembre de 1946, memos RPA, caja 20; La República Argentina ante el Libro Azul, 205ss, las tablas de las versiones inglesa y castellana no concuerdan; Embajada británica 58 a Depto. de Guerra Económica, FO, Buenos Aires, 8 de noviembre de 1946, /51818; New York Times, 25 de enero de 1947, cit. en ibid., p. 437.
  4. Comunicado de prensa presidencial, fines de mayo de 1947, en /61123; Embajada británica 156/47, Buenos Aires, 14 de noviembre de 1947, /61123, cit. en ibid., pp. 437-438. Se dice que Perón estaba enojado con el jefe de la Policía Federal, coronel Filomeno Velasco, que había permitido huir a 39 de los destinados al Pampa. Un año antes, en diciembre de 1945, un oficial de Coordinación Federal llamado Rodríguez se había convertido en el chivo expiatorio por el fracaso en detener aunque fuera a uno de un grupo de potenciales deportados a bordo del Red JacketIbid., p. 454, n. 42.
  5. Ibid., p. 438.
  6. Interrogatorio de Franczok (3), apéndices 4 y 5; L. Rout y J. Bratzel, The Shadow War: German Espionage and United States Counterespionage in Latin America during World War Two, Frederick, Md., University Presses of America, 1986, pp. 419-430; Martin a Mann, memos ARA sobre la Argentina, caja 20; memo agregado legal, embajada de Estados Unidos, Buenos Aires, 1º de enero de 1946, RG 84, BAPR 1946, caja 84, archivo 820.02; memo, Clark a Tewksbury, ibid., 14 de enero de 1946, ibid.; OMGUS 612, Berlín, 26 de febrero de 1946, RG 59, ABB, caja 3, archivo 36; embajada británica 58, 6 de noviembre de 1946, /51818, cit. en R. C. Newton, op. cit., p. 438-439.  Los nombres de Seidlitz y Becker aparecieron en el decreto de deportación del 15 de noviembre de 1946. Dörge trabajaba para el Deutsche Industrienbank como especialista en organizar bancos de crédito industrial. Fue consejero del Banco Central y del Ministerio de Hacienda. En 1945 se informó que formaba parte del “trust de cerebros” de Perón. Ibid., p. 454, n. 47 y 48.
  7. Embajada británica, “Heads of Foreign Missions Report for 1937”, Buenos Aires, 2 de marzo de 1938, /21412; Blue Book, pp. 60-64; Perfil de... Haushofer, Registro de Individuos Alemanes Particulares, RG 242, T253, marcos 1703-13 (ref. a la pertenencia de Staudt a la Deutsche Akademie, Munich); DLPZ, 19 de abril de 1933; Der Deutsche in Argentinien 9, Nº 88 (agosto de 1938); Hemmen, leg. alemana a AA, Buenos Aires, 4 de enero de 1933; Thermann a Bohle, Buenos Aires, 4 y 10 de octubre de 1940; memo ref. Firma Bromberg, Wirtschaftsgruppe Maschinenbau a Sedlmayer vía AA, 31 de octubre de 1940, AA/PA, Ha Po 9b, “Vertretungen deutscher Firmen in Argentinien”, vol. 3 (1940-1941); Braden 53 a MRE, Buenos Aires, 5 de septiembre de 1945, MRE/AC, DP, “Guerra con Alemania y Japón 1945”, archivo 28; Blue Book, pp. 41-42, 59-60; Blue and White Book, pp. 237-42; embajada de Estados Unidos 1162, Buenos Aires, 24 de octubre de 1945, 740.35112a/fecha; ibid., 1257, 5 de noviembre de 1945, ABB, caja 3, archivo 43; agregado militar, Buenos Aires, 772-45, 23 de noviembre de 1945, ibid., caja 28, Informes MID/ONI (sobre sucesos de octubre de 1945); aerograma emb. de Estados Unidos 33, Buenos Aires, 11 de enero de 1946, ibid., caja 16, archivo cables Buenos Aires, 11-20 de enero de 1946; ibid., 2346, 27 de marzo de 1946, ibid., caja 2, archivo 35; ibid., 1180, 8 de noviembre de 1946, ibid., caja 2, archivo 21; memo 30 de octubre de 1946, memos RPA, caja 20; Noble, emb. británica, a Bevin, Buenos Aires, 23 de abril de 1946, /51792; interrogatorio de Franczok (3), apéndice 7, cit. en R.C. Newton, op. cit., pp. 439-441. También interrogatorio Harnisch, 1947, NARA, RG 84, Caja 102; interrogatorio Franczok, 1947, ídem, Caja 101; declaración bajo juramento de Amorín, 8 de abril de 1947; declaración jurada de Harmeyer, 15 de abril de 1947; y declaración jurada de Schwaiger, 9 de abril de 1947; las tres en NARA, RG 59, Caja 6743, cit. en Uki Goñi, Perón y los alemanes, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 243-244.
  8. Declaraciones de Becker, 22 y 23 de mayo de 1945, 2º Sumario, Cuerpo 7; 2º Sumario, Cuerpos 6, folios 1218-23; Cuerpo 4 de la causa judicial 793/45, folios 752-3; declaración de Melita Tietz, 14 de mayo de 1945, 2º Sumario, Cuerpo 7; interrogatorio de Franczok, 1947, NARA, RG 84, Caja 101; las direcciones en la libreta de Becker se hallan en memorándum del agregado legal norteamericano sobre Becker, 18 de abril de 1946, NARA, RG 84, Caja 84; la “prórroga” para la declaración de Becker en 2º Sumario, Cuerpo 6, folio 1255; detalles del arresto de Becker, Contal, 13 de agosto de 1997; nota de Cooke a Cabot, 4 de octubre de 1945; nota de Cabot al Departamento de Estado, 20 de octubre de 1945; y “Voluntary Declaration” de Becker, todas en NARA, RG 84, Caja 63, cit. en U. Goñi, op. cit., p. 227. También memo “Becker”, 26 de agosto de 1946, BAPR 1946, caja 84, archivo 820.02; Leeper 58, Buenos Aires, 17 de enero de 1947, /61121; L. Rout y J. Bratzel, The Shadow War, p. 431 y n. 280; interrogatorios de Ezratty Rolland y Amorín, cit. en R.C. Newton, op. cit., p. 441.
  9. Nota de Cooke a Cabot, 4 de octubre de 1945; nota de Cabot al Departamento de Estado, 20 de octubre de 1945; y “Voluntary Declaration” de Becker, todas en NARA, RG 84, Caja 63; AGPJN, Causa 793/45, 2º Sumario de Espionaje Alemán, Policía Federal, 9 cuerpos; interrogatorio Franczok, NARA, RG 84, Caja 101, cit. en U. Goñi, op. cit., p. 229.
  10. AGPJN, Causa 793/45, cuerpos principales, folios 177-188; las declaraciones de González, Sueyro y Gilbert en folios 337-8, 366 y 394; conversación de Goñi con mujer allegada a Hellmuth, 28 y 30 de agosto de 1997; legajo de Osmar Hellmuth, RREE; nota de Cabot al Departamento de Estado, 17 de octubre de 1945, NARA, RG 59, Caja 6736, cit. en ibid., pp. 234-235.
  11. Interrogatorio Harnisch, 1947, NARA, RG 84, Caja 102; decreto 9631-M.623, 6 de septiembre de 1946, en RREE, JVDFPE, “Investigación sobre el Señor Ludovico Freude”, Expediente 50448-F-46, cit. en ibid., pp. 241-242.
  12. Interrogatorio Harnisch, 1947, NARA, RG 84, Caja 102; declaración jurada de Harmeyer, 15 de abril de 1947, NARA, RG 59, Caja 6743; declaración jurada de Schröll, 15 de septiembre de 1947, NARA, RG 84, Caja 102; La Prensa, 6 y 7 de febrero de 1947, cit. en ibid., pp. 244-247.
  13. Ibid., p. 248.
  14. Beatriz Gurevich, “Prólogo. Etnicidad, ideología y política migratoria”, DAIA, Proyecto Testimonio. Revelaciones de los archivos argentinos sobre la política oficial en la era nazi-fascista, Buenos Aires, Planeta, 1998, pp. 52-53. Véase DAIA, op. cit., tomo II, pp. 15-16, caso Charles L’Escat; AMREC, D.P., Francia, 1946, Caja 17, Exp. Nº 22, Nota 121-R-1946, Buenos Aires, 3 de octubre de 1946; ibid., Buenos Aires, 20 de enero de 1947, cit. en B. Gurevich, op. cit., p.  53. Charles L’Escat nació en Francia y obtuvo la nacionalidad argentina. Fue inculpado de inteligencia con el enemigo, crimen de derecho común previsto por los artículos 75/5, 76/3, 84/4 del Código Federal francés y por la jurisprudencia internacional sentada por el tribunal de Nüremberg el 1º de octubre de 1946. Ibid., p. 71, n. 70. Véase también U. Goñi, op. cit., pp. 259-261, cuyas fuentes son: telegrama A-297 de la embajada norteamericana en Madrid, 8 de mayo de 1945, NARA, RG 59, Caja 6748; nota de Messersmith a Washington, 4 de diciembre de 1946, NARA, RG 59, Caja 6749; declaración de Hans Sommer, 27 de noviembre de 1946, NARA, RG 59, Caja 6749; y su declaración bajo el nombre de Herbert Senner, 31 de julio de 1946, NARA, RG 59, Caja 6748; Hoover a Neal, 27 de noviembre de 1946, NARA, RG 59, Caja 6749. Véase también R.C. Newton, op. cit., p. 443.
  15. U. Goñi, op. cit., p. 259.
  16. Ibid., p. 262.
  17. Mudd memo del 30 de enero de 1947, CIC informe de Caniglia y Zappala del 15 de marzo de 1947, USNA, citado por Mark Aarons y John Loftus, Unboly Trinity, New York, 1991, pp. 78 y 76; AMREC, Varios, 1948, Caja 58, Exp. 1, f. 7, “Pedido de informes, Oficina de Enlace con el Ministerio del Interior y la Policía Federal” (documento sin membrete ni firma), en Archivo Testimonio, cit. en B. Gurevich, op. cit., p. 53.
  18. R.C. Newton, op. cit., pp. 446-447.
  19. La República Checoslovaca solicitó el arresto y la extradición de Jun Durkanski y otros sospechosos de crímenes de guerra y de homicidio. Documentos sobre extradición de Durkanski, Votech Hora y otros en DAIA, op. cit., tomo II; Declaración de Draganovic a las autoridades de Yugoslavia, 26 de septiembre de 1967, cit. por M. Aarons y J. Loftus, op. cit., p. 76; AMREC, D.P., Europa, Caja 41, Exp. Nº1, 1947, Nota S/Nº, Buenos Aires, 7 de agosto de 1947; AGN, Sección Nacional de Migraciones, Libro Copiador Nº 4, Exp. 293544/49, Dictámenes 1614/2334, 6/09 al 11/10, folio 401, en Archivo Testimonio, cit. en B. Gurevich, op. cit., pp. 53-54.
  20. H. Meding, op. cit., pp. 46-48, 76-81 y 90-92; M. Aarons y J. Loftus, Unholy Trinity, Nueva York, St. Martin’s Press, 1992; T. Bower, Klaus Barbie, Butcher of Lyons, Londres, M. Joseph, 1984, p. 180, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 267-268.
  21. Idem supra, cit. en ibid., pp. 266-267; R.C. Newton, op. cit., p. 445. Un informe de la Santa Sede, remitido a la cancillería argentina por el embajador Conrado Traverso en 1947, mencionaba el beneplácito del papa Pío XII por la disposición del gobierno argentino para recibir a quienes debían dejar Europa luego de la derrota del Eje. AMREC, D.P., Santa Sede, 2/946, Notas de I. Castiñeiras a Cooke y Bramuglia, cit. en B. Gurevich, op. cit., pp. 54-55.
  22. Antecedentes de Carlos Fuldner en DAIA, op. cit., tomo I, Apéndice; citas textuales en “Sumario Administrativo”, declaraciones de Carlos Fuldner, ibid.; las empresas creadas por Carlos Fuldner en ibid., Anexo II, cit. en B. Gurevich, op. cit., p. 54; R. C. Newton, op. cit., p. 443.
  23. Holger Meding, Flucht vor Nürnberg?, Colonia, Böhlau, 1992; “Detención del ciudadano argentino Carlos Schultz por falsificación de pasaporte”, RREE, DAP, Dinamarca, 1947, Expediente 8; “Illegal Movement of German Citizens to Argentina”, Nota 129 de la embajada norteamericana en La Haya, 1º de marzo de 1948, NARA, RG 319, Caja 2882, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 262-263. Shultz se trasladó a Madrid donde, gracias a sus conexiones con el jefe de policía, obtuvo pasaportes españoles para nuevos clientes. También consiguió visas para alemanes que huían a través de la frontera suiza. En Suiza, la obtención de la visa argentina permitía a éstos obtener un “Ersatzpass” con el cual podían comprar un pasaje de KLM a Sudamérica. Por esta vía fueron rescatadas las dos hijas del industrial Schlottmann y sus maridos. El movimiento fue advertido por los norteamericanos, que notaron que los suizos no interrogaban demasiado a los alemanes que deseaban viajar a la Argentina, y a quienes cobraban una buena suma de dinero por el documento de residencia temporaria que pedía KLM para vender los pasajes. Por cierto, las hazañas de Shultz lo hicieron acreedor al puesto de edecán del gobernador de Buenos Aires, teniente coronel Domingo Mercante. Ibid., pp. 264-265.
  24. H. Meding, op. cit., p. 74; DAIA, op. cit., tomo I, p. 501, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 265-266.
  25. La conformación del grupo que se reunía en la casa de gobierno surge de la declaración de Carlos Fuldner, 18 de agosto de 1949; también declaraciones de Diana, 13-16-17-20-31 de mayo y 1-3-6-7 de junio de 1949; todas en Sumario Administrativo Nº295.342, AGN, Secretaría Técnica, Caja 547, también denominado “Sumario Diana”, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 269-270.
  26. El sumario fue descubierto por los historiadores del Proyecto Testimonio de la DAIA. Sus partes principales están reproducidas en el tomo I de esta obra. Cit. en ibid., pp. 270-271.
  27. Declaraciones de Diana, 13-16-17-20-31 de mayo y 1-3-6-7 de junio de 1949; también declaraciones de Hartkopp y Orliac, Dalmiro Amaya y Bernardo Amaya, 23 de mayo de 1949, Sumario Diana, AGN, cit. en ibid., p. 272. Haim Avni estima entre 1000 y 1550 el número de judíos ingresados legalmente a la Argentina entre 1945 y 1950, y otros 3000 ilegalmente. H. Avni, Argentina y la historia de la inmigración judía, 1810-1950, traducido del hebreo, Jerusalén, Universidad hebrea, 1983, pp. 517-518, cit. en R.C. Newton, op. cit., p. 457, n. 93.
  28. Decretos secretos 13644/1950, 13645/1950, 8482/1951, 3625/1952, 677/1953, 842/1953, 10153/1953, 10386/1953, 13506/1953, 10213/1956 y 13689/1956, contenidos en los expedientes 1947-S-141; 1950-S-83; 1951-S-268; y 1955-S-110, AGMI, cit. en U. Goñi, op. cit., pp. 282-283.
  29. B. Gurevich, op. cit., p. 54; R.C. Newton, op. cit., p. 443.
  30. R.C. Newton, op. cit., p. 444.
  31. B. Gurevich, op. cit., pp. 55-56.
  32. Ibid., pp. 56-57 y 73-74, notas 95, 96 y 97.
Aclaración: Las obras citadas (op. cit.) que no se mencionan explícitamente en este listado de citas, se encuentran en las páginas inmediatamente anteriores. Para ello, haga un click en el botón "Anterior". También puede utilizar la opción "Búsqueda" , ingresando el nombre del autor de las obras respecto de las cuales se requiere información.

Historia de las Relaciones Internacionales

sábado, 21 de diciembre de 2013

Crisis del Beagle: La intercepción de Márquez





21 de Diciembre de 1978
Escaramuzas varias entre todas las fuerzas contendientes 

La tarde del 21 de diciembre, fotos satelitales de la inteligencia estadounidense mostraron un avance de tanques en las cercanías del paso Puyehue ( Paso Pajaritos, actualmente Paso Cardenal Samoré )por el lado argentino, con el fin de partir a Chile en dos.34. Desde Osorno (Chile) y por la Ruta Panamericana Austral se comunica con Villa La Angostura en nuestro país. A las 19.19hs de ese mismo día la aviación naval chilena detectó a nuestra flota a la altura del meridiano 59 casi frente a las islas.

A las 22 h los aviones chilenos informaron haber detectado en la zona del Cabo de Hornos a nuestra flota en posición de ataque. La flota argentina, comandada por el Contraalmirante Humberto J. Barbuzzi, tomó posiciones al este del Cabo de Hornos en las aguas poco profundas del Banco Burdwood para minimizar el peligro de los submarinos.

En otro incidente, un avión Skyhawk naval A-4Q pilotado por el TN Marquez (que falleciera en Malvinas) interceptó un Caza Aviocar 212 chileno de patrulla naval cerca de la flota, pero el piloto fue ordenado de no disparar primero. A las 23hs hubo un falso informe de un avión de exploración de la FACH quien creyó vera nuestras fuerzas cuando en realidad eran las torpederas chilenas Fresia, Guacolda, Quidora y Tegualda. El día D iba a ser el jueves 21 de diciembre a las 23.45hs.




Argentina: El Tratado Antártico

El Tratado Antártico

En 1947, una expedición argentina al mando del capitán Luis M. García realizó un amplio reconocimiento al oeste de la península Antártica, instalando balizas y estableciendo un observatorio meteorológico en una isla del grupo de las Melchior. Poco después, el 12 de julio de ese mismo año, los cancilleres argentino y chileno, Bramuglia y Gómez, firmaron en Buenos Aires una declaración conjunta, afirmando los derechos de la Argentina y Chile sobre la Antártida y tomando la decisión de encarar conjuntamente el conocimiento científico y la explotación de la región, además de expresar el deseo de que se pudieran fijar los límites en la misma. (1) 
    Al establecerse el destacamento Melchior, el canciller chileno envió una nota al embajador argentino comunicándole la “tolerancia” chilena a esa instalación argentina. En enero de 1948, el canciller Bramuglia le respondió lo siguiente: “ mi gobierno desea expresar que las expediciones argentinas actúan dentro del sector antártico argentino, formulando por su parte las reservas del caso por los actos que pudieran realizar en el mismo sector las expediciones chilenas que lo visiten”. No obstante, en marzo se alcanzó un acuerdo sobre la cuestión. El nuevo canciller chileno Vergara Donoso y el representante argentino La Rosa firmaron una declaración conjunta por la cual ambas partes se comprometían a proteger y defender la porción de la Antártida comprendida entre los meridianos 25º y 90º hasta que se establecieran los límites. (2) 



    En 1956 se estableció el Comité Especial para las Investigaciones Antárticas, con el propósito de intercambiar información científica entre sus miembros. Más tarde dicho Comité decidió realizar un Año Geofísico Internacional, que tuvo lugar entre el 1º de julio y el 31 de diciembre de 1958. Durante sus reuniones, la Argentina y Chile advirtieron expresamente que las investigaciones no producirían ningún derecho territorial y que las bases científicas establecidas en el territorio antártico deberían ser desmanteladas una vez concluido el plazo establecido. No obstante, a mediados del Año Geofísico, la Unión Soviética comunicó a los demás países que mantendría sus bases científicas hasta terminar las investigaciones en curso, las cuales no finalizarían en el término del mencionado Año. Tanto los estados europeos, como Japón, la Unión Sudafricana y Nueva Zelanda no se pronunciaron frente a la actitud soviética, esperando que Estados Unidos fijara su posición. La respuesta del Departamento de Estado fue invitar a todos los países con intereses en el continente antártico a participar de una conferencia para acordar un tratado. (3)
    A la invitación norteamericana respondieron afirmativamente todos los países que habían tenido participación del Año Geofísico Internacional. De esta manera, la Conferencia Antártica se inauguró en la capital norteamericana, el 15 de octubre de 1959, pero la atmósfera era de incertidumbre. Concurrieron a ella los representantes de doce estados, de los cuales siete sostenían su soberanía sobre alguna fracción del continente antártico: Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda, y el Reino Unido. Los derechos de la Argentina, Chile y el Reino Unido se superponían de manera considerable. Los otros cinco países: Bélgica, Estados Unidos, Japón, Sudáfrica y la Unión Soviética habían realizado exploraciones en la región, pero no habían presentado reclamaciones territoriales. (4) 
    Ciertos aspectos de la futura reglamentación para la Antártida tenían el consenso general, como por ejemplo el tema de la pacificación de la zona, que debía quedar excluida de toda actividad bélica, así como la garantía de investigación científica para cualquier país. Los problemas más difíciles de solucionar eran el carácter supranacional del acuerdo a alcanzarse, y la consideración de los reclamos de soberanía. 
    Todos los delegados fijaron sus posiciones en los discursos inaugurales. La posición de la Argentina, explicitada por su representante, el embajador Adolfo Scilingo, consistía en establecer el uso pacífico de la Antártida y la cooperación científica dentro de los límites convenidos, y que la Conferencia no modificara en lo más mínimo los derechos de las partes. Respecto de la utilización del territorio, el gobierno argentino sostenía la necesidad de poner límites a la libertad absoluta, con el propósito de preservar los intereses ecológicos, y la prohibición de realizar pruebas nucleares y depositar desechos radiactivos. La última proposición sorprendió tanto a la delegación norteamericana como a la soviética y la insistencia argentina en la misma estuvo cerca de provocar una crisis en la reunión. La Argentina también adoptó una posición muy firme respecto de la supranacionalidad y la creación de una organización internacional, postulando un tratado que dispusiera una injerencia mínima sobre las actividades en la zona. Trató de evitar asimismo que se tratara el tema de la soberanía. (5) 
    El tratado fue firmado finalmente el 1º de diciembre de 1959. Estaba de acuerdo con las expectativas argentinas, en el sentido de que proscribía las actividades de naturaleza militar, estableciéndose la primera prohibición nuclear limitada; se resguardaban los derechos de las partes respecto de la cooperación científica; se evitaba la internacionalización y se protegía el medio ambiente. Asimismo, el artículo IV establece por un lado, que ninguna de sus disposiciones se interpretará como una renuncia a los derechos o reclamos de soberanía territorial que se hubiera hecho valer con anterioridad, y por otro, que ninguna acción que se realice mientras el tratado conserve vigencia será válida para hacer valer un reclamo de soberanía territorial. Con todo, la Argentina presentó reservas al texto definitivo de este artículo IV para preservar sus derechos. (6) 
    El Tratado Antártico entró en vigencia el 23 de junio de 1961. Los doce estados signatarios formaron el Consejo de Estados Pretendientes en calidad de “miembros plenos o de consulta”, limitándose la autoridad del Consejo a hacer recomendaciones por voto unánime. Además de los signatarios hay estados adherentes, que si bien no tuvieron actuación en la Antártida reconocen el tratado como un medio adecuado para regular las actividades en la zona. Incluso el tratado permite a los estados adherentes pasar a la categoría de miembros plenos. 
    Luego de la puesta en vigencia, el Tratado Antártico tuvo sus logros. De acuerdo con su objetivo primitivo, pudo evitar conflictos en la zona. Los países signatarios acordaron suspender sus reclamos (aunque no renunciar a ellos) mientras el tratado estuviera vigente. El Consejo también logró internacionalizar y desmilitarizar el continente antártico, prohibir pruebas nucleares y desechos radiactivos y asegurar que la región sea utilizada con fines pacíficos, incluyendo principalmente la exploración conjunta y las investigaciones científicas. Los países signatarios obtuvieron libre acceso a toda la región con derechos recíprocos a inspeccionar sus instalaciones. El tratado prohíbe “cualquier medida de naturaleza militar, tal como el establecimiento de bases militares y fortificaciones, la realización de maniobras militares así como la prueba de cualquier tipo de armamento”. Permite personal militar y equipos únicamente para trabajar con fines científicos u otros objetivos pacíficos. (7) 
    En su discurso del 1º de mayo de 1960, el presidente Frondizi dedicó un párrafo a la Conferencia sobre la Antártida, afirmando que la Argentina había podido incluir en el Tratado su oposición a la internacionalización de la zona. Los principios de libertad y cooperación científica también habían sido incluidos en el Tratado. (8) Por otra parte, en preparación de la visita del presidente Frondizi al Reino Unido, la embajada británica envió un informe sobre la política del gobierno argentino respecto de la Antártida. De acuerdo con este informe, el gobierno argentino estaba ansioso por trabajar conjuntamente con el Reino Unido en el sector antártico. (9)
    En 1955 el gobierno británico había invitado a la Argentina y Chile a presentar la disputa sobre el territorio antártico a la Corte Internacional de Justicia o a un Tribunal de Arbitraje. Esta invitación fue rechazada por ambos países. En noviembre de 1949, los tres países habían firmado, por primera vez, una Declaración Tripartita por la que se comprometían a no enviar buques de guerra al sur del paralelo 60 durante el verano. El gobierno argentino consideró innecesario mantener esta declaración una vez que entrara en vigencia el Tratado Antártico. (10) Mientras el gobierno británico aceptaba la propuesta argentina, el chileno consideraba necesario renovar la Declaración. Sin embargo, el gobierno chileno aseguraba que estaba dispuesto a abandonar la declaración siempre y cuando el gobierno argentino le enviara un compromiso escrito sobre la ausencia de ejercicios navales en la zona. (11) Finalmente, los tres gobiernos firmaron el siguiente texto:
Desde 1949 los gobiernos de Chile, Gran Bretaña y Argentina han hecho, anualmente, declaraciones simultáneas a fin de evitar cualquier malentendido en la Antártida que pudiera afectar sus amistosas relaciones según las cuales no preveían el envío de barcos de guerra al sur de los 60 grados de latitud sur con excepción de movimientos ya habituales de años anteriores. Los gobiernos de Chile, Gran Bretaña y Argentina consideran que, estando hoy vigente el Tratado Antártico, han desaparecido las razones que motivaron tal declaración ya que dicho instrumento internacional, especialmente su artículo primero, asegura la utilización exclusivamente pacífica de la Antártida y prohíbe, en consecuencia, la realización de todo acto o maniobras de carácter militar. Por las razones expuestas, los gobiernos de Chile, Gran Bretaña y Argentina resuelven no renovar, en el futuro, la Declaración tripartita y manifiestan que, de acuerdo al Tratado Antártico, no prevén el envío de barcos de guerra a la Antártida sino para los fines científicos contemplados en él. (12)
  • NOTAS
  1. M.A. Scenna, Argentina-Chile, op. cit., p. 167.
  2. Ibid., pp. 167-168.
  3. J.A. Lanús, op. cit., II, p. 162.
  4. Ibid., II, p. 164; G. Pope Atkins, op. cit., pp. 448-450.
  5. J.A. Lanús, op. cit., II, pp. 165-166.
  6. Ibid., II, pp. 166-167.
  7. G. Pope Atkins, op. cit., p. 449.
  8. FO, 371/147755, 6-5-1960.
  9. FO, 371/147768, 3-6-1960. 
  10. FO, 371/155809, 7-8-1961.
  11. FO, 371/155809, 6-11-1961.
  12. FO, 371/155809, 11-1961. 

Historia de las Relaciones Exteriores de Argentina

viernes, 20 de diciembre de 2013

Colonialismo: Gran Bretaña quemó sus culposos documentos

Revelado: Cómo sucios secretos del Imperio británico se hicieron humo en las colonias


Miles de documentos confidenciales se destruyeron el imperio británico se acercaba a su fin en muchas colonias


En abril de 1957, cinco camiones sin marcar dejaron la Alta Comisión Británica en Kuala Lumpur y se dirigieron a la base de la Royal Navy en Singapur con su puesto de archivos que detallan los secretos del imperio británico en Malaya. Su destino era, en palabras de un funcionario, el " incinerador espléndida ".

Esta misión "discreta " en los últimos días de la dominación británica sobre lo que llegó a Malasia fue uno de los cientos de operaciones similares. A medida que el sol finalmente se ponía en el Imperio, los diplomáticos se apresuraron a repatriar o destruir cientos de miles de documentos "sucias" que contienen Que evidencia Londres había decidido nunca verá la luz del día. Unos 50 años más tarde, la magnitud de la operación para ocultar los secretos de la dominación británica en el extranjero - incluyendo detalles de las atrocidades cometidas durante la rebelión Mau Mau en Kenia - se revela en documentos dados a conocer hoy por los Archivos Nacionales de Kew, al oeste de Londres.

El llamado "archivo migrado" detalla las medidas extraordinarias para que la Oficina Colonial fue a ocultar información a sus antiguos súbditos en al menos 23 países y territorios en los años 1950 y 1960.

Entre los documentos es una nota de Londres Que requiere que todos los documentos secretos en el extranjero para ser revisado por el Poder Especial o funcionario de enlace MI5 para Asegurar Que ningún documento Lo que podría " avergonzar " Gran Bretaña o mostrar " el prejuicio racial o los prejuicios religiosos " fueron destruidos o enviados casa.

Las ramificaciones de la operación para ocultar el archivo resultante de 8.800 archivos - un secreto muy bien guardado hasta que el Gobierno Whitehall recientemente perdió los juicios de alto perfil - todavía se hacen sentir en las reclamaciones de indemnización para las víctimas de las atrocidades cometidas durante el régimen británico de Kenia a Malaya.

Los familiares de los 24 trabajadores de plantaciones de caucho malayas supuestamente asesinados por soldados británicos en la localidad malaya de Batang Kali en 1948 regresaron a la Corte de Apelación de esta semana para tratar de revertir la cola fallo que el gobierno británico no se hace responsable de la masacre.

La mayor parte de los registros de la investigación inicial sobre los homicidios fueron destruidos, más probable durante el período de ocho meses que incluía el envío de los camiones a Singapur.

El memo de grabar la operación de destrucción en 1957 señala la cola oficial de enlace MI5 supervisar la cola operación cree como resultado " el riesgo de compromiso y la vergüenza [ de Gran Bretaña ] es leve. "

John Halford, del bufete de abogados Bindmans, que representa a los familiares Batang Kali y de las víctimas, dijo a The Independent:

"Oficiales británicos a través de los años han estado desesperados por consignar la atrocidad Batang Kali a la historia, a pesar de quienes estaban allí los niños siguen siendo muy vivo y conducido a la búsqueda de justicia."

Conocido en varias colonias antiguas de la "Operación Legado", el Whitehall fijó una lista de los tipos de materiales que quería fuesen removidos, incluyendo todo lo que "podría avergonzar a los miembros de la policía, las fuerzas militares, funcionarios públicos (como informantes de la policía o agentes)". Una vez que se habían retirado los documentos de las cosas "sucias" las cosas "limpias" restante se hacían pasar a un nuevo estrato de administradores que supervisan los procesos independentistas que deliberadamente no se les dijo sobre el proceso de tamizado anterior.

También ordenó la destrucción o eliminación de "todos los documentos que puedan ser interpretados, ya sea por malicia o razonabilidad, que indica el prejuicio racial o prejuicios."

Según las normas, todos los materiales marcados "Top Secret" o "secreto" fueron enviados ya sea a Gran Bretaña a través de la RAF o la marina, o destruidos, ya sea por quemados o " bien colocado en cajas pesadas y hundidos en una profunda y la corriente de agua libre en la distancia máxima posible de la costa."

Entre los documentos hay una nota oficial de "Que debe controlar cuidadosamente las hogueras de secretos y evitar una situación similar a la India en 1947, cuando la prensa local estuvo lleno de informes acerca de la "cortina de humo", que cayeron sobre Delhi a finales del Raj de los oficiales británicos quemando sus papeles.

Los archivos muestran que en los meses antes de Kenya obtuvo su independencia en diciembre de 1963, unas 307 cajas de materiales fueron enviados de vuelta a Gran Bretaña.

La evidencia ha permanecido oculta durante cinco décadas hasta casos judiciales expreso en nombre de las víctimas de la brutalidad obligaron su revelación del año pasado y el posterior pago de 20 millones de libras y la disculpa del secretario de Relaciones Exteriores, William Hague, este verano.


The Independent