miércoles, 20 de septiembre de 2023

Carrera espacial: El viaje encubierto de Gordon Cooper

 

El astronauta que desde la soledad del espacio halló tesoros que mantuvo en secreto durante 40 años

Hace 60 años, Gordon Cooper dio 22 vueltas a la Tierra. El objetivo era superar a los rusos en cantidad de tiempo en el espacio. Su misión secreta, además, era detectar misiles soviéticos que apuntaran a Estados Unidos, Sin embargo, desde la distancia observó anomalías en los mares y dibujó un mapa


El 15 de mayo de ese año de la década del 60, el comandante de la Fuerza Aérea estadounidense, Gordon Cooper, fue el astronauta solitario a bordo de una nave espacial Mercury (Getty Images)

Mayo de 1963. Plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Uno de los escenarios de esa contienda era la conquista del espacio. Todavía faltaban 6 años para la llegada del hombre a la luna. Sin embargo, desde los dos lados del muro de Berlín se lanzaban misiones para avanzar en ese sentido.

El 15 de mayo de ese año de la década del 60, el comandante de la Fuerza Aérea estadounidense, Gordon Cooper, fue el astronauta solitario a bordo de una nave espacial Mercury.


El mapa de Cooper

El astronauta en su pequeño cubículo llegó a dar 22 vueltas alrededor de la Tierra. Desde allí, atado a su asiento para evitar la falta de gravedad tenía una misión especial y secreta.

Públicamente, la misión de Cooper era simplemente pasar un día en órbita, algo que habían logrado los soviéticos, pero no todavía los estadounidenses, que deseaban no quedarse atrás en la carrera espacial.

Sin embargo, se sospecha que la misión de Cooper tuvo un elemento más clandestino: el espionaje. Aunque estaba encubierto en ese momento, ahora surge que la nave espacial estaba equipada con un equipo sofisticado diseñado para detectar sitios de misiles soviéticos cerca de los Estados Unidos.

Públicamente, la misión de Cooper era simplemente pasar un día en órbita, algo que habían logrado los soviéticos, pero no todavía los estadounidenses, que deseaban no quedarse atrás en la carrera espacial (Getty Images)

El objetivo de Cooper era poder detectar desde dónde partirían los cohetes nucleares en caso de desatarse una Tercera Guerra Mundial.

El viaje de Cooper hacia las estrellas se dio siete meses después de la crisis de los misiles en Cuba. Todo indica que Washington sintió claramente que la amenaza soviética no había terminado. En 1962, los rusos habían amenazado con instalar misiles nucleares en la isla de Fidel Castro a escasos kilómetros de Estados Unidos. La tensión escaló. El mundo estuvo muy cerca de un incidente nuclear de alta escala. La charla telefónica con el famoso teléfono rojo entre Kennedy y Kruschev enfrió el conflicto.

Sin embargo, menos de un año después el astronauta enviado al espacio escaneaba la Tierra en busca de bases soviéticas alrededor del mundo.

La vista desde el espacio

Cooper detectó lo que describió como “anomalías”, particularmente en el Mar Caribe y frente a la costa de México. Estas eran, de hecho, lecturas magnéticas, lo que sugería la presencia de metal, y debido a que estaban en el agua, sabía que no podían ser sitios de misiles. ¿Era oro o algunas otras piedras preciosas?

Había cientos de estas anomalías, y pronto se dio cuenta de lo que las había causado: naufragios de barcos de siglos anteriores. Muchos de ellos podrían tener tesoros enterrados en el fondo del mar.

Tras lograr pasar el tiempo alrededor de la órbita de la Tierra, el astronauta aterrizó con su nave tras volver a traspasar con cierta tranquilidad la atmósfera de nuestro planeta.

Tras lograr pasar el tiempo alrededor de la órbita de la Tierra, el astronauta aterrizó con su nave tras volver a traspasar con cierta tranquilidad la atmósfera de nuestro planeta (NASA)

Un barco de la marina de Estados Unidos los fue a buscar al medio del Océano y lo llevó hasta Cabo Cañaveral en el centro de la NASA. Entre sus pertenencias, el piloto del espacio se guardó un secreto que no le contó a sus superiores.

Cooper había anotado las ubicaciones de esos naufragios. De vuelta en la Tierra, compiló todas las ubicaciones en un mapa, que luego usó para buscar tesoros hundidos. Su corazonada de que eran naufragios demostró ser correcta.

Luego de muchos años se puso a trabajar con el legendario cazador de tesoros Kip Wagner. Con los datos que se trajo desde el espacio, Cooper ayudó a descubrir la famosa flota del tesoro española de 1715 que se había hundido frente a la costa de Florida, Estados Unidos.

La ruta del oro perdido

En su mapa secreto Cooper había marcado cientos de esas anomalías en los océanos. En especial en la ruta entre Europa y América. Desde su pequeña cabina del Mercury, en la oscuridad y el silencio del espacio había marcado muchísimas cruces en las costas de América del norte, central y el sur.

Decenas de naves a vela que comerciaban desde que Cristóbal Colón había llegado hasta las costas americanas hasta entrado el siglo XIX. Barcos que sucumbieron a fuertes tormentas marinas o que fueron atacados por piratas en la zona del caribe.

Cooper recibido por Kennedy tras su vuelo espacial de 1963 (Getty Images)

Sin embargo, la búsqueda de tesoros es un negocio costoso y arriesgado que a menudo involucra negociaciones tortuosas con los gobiernos. Y Cooper, quien murió en 2004, solo pudo explorar algunos de los naufragios en su mapa.

El astronauta siempre sospechó que entre las anomalías que había visto desde el espacio estaba el buque insignia de Colón en su viaje de 1492 a América. La Santa María y los seis barcos que se hundieron en su viaje de 1494 que pueden haber contenido grandes cantidades de tesoros.

El chico que soñaba con ser astronauta

Leroy Gordon Cooper había nacido el 6 de marzo de 1927 en Shawnee, Oklahoma. Su papá que se llamaba igual también había participado en el Ejército de Estados Unidos.

Las escuelas de vuelo del Ejército y la Marina no aceptaron candidatos el año en que se graduó de la escuela secundaria, por lo que decidió alistarse en la Infantería de Marina. Se fue a Parris Island tan pronto como se graduó. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial terminó antes de que pudiera entrar en combate.

Estaba sirviendo con la Guardia de Honor Presidencial en Washington cuando fue relevado de su servicio junto con otros reservistas de la Infantería de Marina. Después de su baja de la Infantería de Marina, se fue a Hawai a vivir con sus padres.

Su padre fue asignado a Hickham Field en ese momento. Comenzó a asistir a la Universidad de Hawái para estudiar ingeniería aeroespacial y allí conoció a su primera esposa, Trudy B. Olson. Se casaron el 29 de agosto de 1947 en Honolulu con todas las tradiciones hawaianas.

Leroy Gordon Cooper había nacido el 6 de marzo de 1927 en Shawnee, Oklahoma. Su papá que se llamaba igual también había participado en el Ejército de Estados Unidos

Ya casado, realizó entrenamiento de piloto en la base de la Fuerza Aérea Perrin, Texas, y la Base de la Fuerza Aérea Williams, Arizona. En 1950, después de recibir sus alas, fue asignado al 86th Fighter Bomber Group en Landstuhl, Alemania Occidental, donde voló aviones F-84 y F-8 durante cuatro años.

En 1954 Cooper regresó a Estados Unidos. Allí asistió al Instituto de Tecnología de la Fuerza Aérea en la Base de Dayton, Ohio, durante dos años. Se graduó allí con una licenciatura en ingeniería aeronáutica en agosto de 1956.

Por esos años encontró un anuncio de que McDonnell Aircraft Corporation en St. Louis había obtenido un contrato para construir una cápsula espacial. Esto realmente interesó a Cooper. Pronto descubrió que el Proyecto Mercury también estaba interesado en él.

El sueño de ir al espacio

Unos días después de leer el anuncio sobre la nueva cápsula, lo llamaron a Washington para una sesión informativa. Los ingenieros de la NASA pasaron una mañana entera dando a los 110 pilotos de prueba militares invitados un resumen técnico del Proyecto Mercury y cuál sería la parte de los astronautas.

Se pidió a los pilotos más tarde ese mismo día que dieran sus reacciones a lo que habían visto y oído, y que indicaran si estaban interesados o no. Cooper respondió que definitivamente estaba convencido del programa y que tenía muchas ganas de convertirse en astronauta.

Primero, los candidatos debían pasar por varias series de pruebas técnicas y psicológicas, seguidas de exámenes físicos en la Clínica Lovelace en Albuquerque, Nuevo México.

Luego, los candidatos volaron a Wright-Patterson para una ronda de pruebas psicológicas o de estrés. Los candidatos fueron aislados, vibraron, giraron, calentaron, congelaron, fatigaron y corrieron a grandes alturas. Al final, Cooper sintió que lo había hecho muy bien. De hecho, tenía plena confianza cuando regresó a Edwards de que formaría parte del equipo.

Le dijo a su jefe que comenzara a buscar un reemplazo y alertó a su familia para que estuvieran listos para mudarse. Tomó una licencia de dos semanas para prepararse para levantar las apuestas y mudarse a Langley, Virginia, sede del Grupo de Trabajo Espacial de la NASA y el Proyecto Mercury.

Durante la misión del 15 de mayo se convirtió en el primer astronauta estadounidense en dormir en órbita. Su misión duró 34 horas, 19 minutos y 49 segundos, durante las cuales completó 22 órbitas. Fue el último astronauta que viajó solo al espacio.

Allí, mientras superaba el tiempo de los rusos en la carrera espacial, también buscaba bases de misiles rusos. Sin embargo, la observación desde el espacio le dio mucha curisiodid al astronauta. Y logró divisar anomalías en los mares. Cada punto que marcó en su mapa secreto se convirtió en un naufragio y en un potencial tesoro enterrado a miles de metros en los mares, especialmente en las costas de América.


lunes, 18 de septiembre de 2023

Guerra contra la Subversión: El terrorista Juan Carlos Alsogaray



Juan Carlos Alsogaray, hijo del General Julio Alsogaray perteneció a Montoneros, vivía en pareja con Cecilia Taiana, comandó el ataque con bomba a un avión Hércules C-130 cuando decolaba del Aeropuerto de Tucumán. El saldo fue de 6 muertos y 26 heridos, todos gendarmes. El primo de María Julia Alsogaray. Se dice que cuando apresaron a Juan Carlos, las autoridades fueron a ver al General y le dijeron" Mi general, tenemos a su hijo", a lo que el General respondió "Yo no tengo hijos". Si bien era montonero, estaba con una patrulla del ERP en Tucumán. Allí lo agarraron y lo mataron a bayonetazos estando desarmado. Cuando fueron sus padres (el general y su esposa) Bussi le mostró las fotos de su hijo desfigurado. La madre lloró, y Bussi no se lo permitió en su presencia. Así se combatía a esta malaria.





domingo, 17 de septiembre de 2023

URSS: La economía de guerra soviética


 

¿Evaluar la economía soviética como una economía de guerra?

¿Nos ayuda la retrospectiva a una imagen más compleja? Tres factores potencialmente disponibles para explicar el bajo nivel general de efectividad militar del Ejército Rojo a fines de la década de 1930, y no sé cómo ponderarlos

Factor 1: país pobre. Más de un canal: ¿tal vez un bajo nivel de inversión en sistemas para C3I? Tal vez, la vida era barata, ¿así que los comandantes estaban dispuestos a cambiar vidas por éxito? Si la pobreza era un factor importante, no podía cambiarse rápidamente.

Factor 2: régimen represivo. Baja confianza, baja moral (dado un ejército mayoritariamente campesino), muy poca capacidad para la acción independiente. Tal vez esto mejoró en tiempos de guerra: Stalin se vio obligado a confiar más en los comandantes; los soldados se motivaron para defender la patria

Factor 3: rapidez de la modernización de la década de 1930. Miles de oficiales verdes ascendieron rápidamente, incluso si NO hubo purgas. Algunas unidades cuentan con el último equipo y no tienen idea de cómo usarlo, otras practican en sistemas obsoletos, tácticas; las operaciones combinadas son aún más difíciles

En tiempos de guerra, el Ejército Rojo se convirtió en una fuerza de combate eficaz, aunque la Unión Soviética siguió siendo un país pobre bajo un régimen represivo. ¡No es un problema nuevo! Pero la solución debe arrojar luz sobre los problemas del Ejército Rojo a fines de la década de 1930.
Profesor Mark Harrison
— https://twitter.com/mark4harrison/status/935576652934975489

Considero que este es un problema intrigante: ¿cómo se comparan tres factores relacionados pero separados en su influencia en un resultado esencialmente subjetivo (efectividad militar)? Puede encontrar hechos y cifras que acompañen a estos tres factores, sin embargo, es poco probable que alguno de ellos tenga una relación entre sí. Lo máximo que se puede observar son los resultados: una fuerza militar que tiene éxito o no, mientras que los factores subyacentes y el funcionamiento del mecanismo del sistema siguen siendo oscuros.

El objetivo de este blog es registrar hechos o fuentes interesantes a medida que los encuentre y que puedan ser relevantes, por lo que lo agregaré a medida que avance y lo abriré a comentarios para que los lectores se unan con buenas ideas.


El punto de partida es acordar una definición de Eficacia Militar , en tiempo de guerra esto es ganar batallas, operaciones, campañas y finalmente la guerra, con un nivel aceptable de bajas y destrucción general. Sin embargo, aquí hay una tensión que está bien explicada por Vauban Under Siege: Engineering Efficiency and Martial Vigor in the War of the Spanish Success de Jamel Ostwald. (Brill, 2007) cuando describe el sistema de asedio de Vauban como un paradigma de eficiencia diseñado para reducir las bajas, sin embargo, tomó tiempo y solo permitió tres asedios al año, con el resultado de que las campañas se volvieron indecisas. Él contrasta esto con el enfoque de los generales posteriores: un "Culto del Vigor", que aceleró el proceso a costa de un mayor número de bajas, pero permitió que las campañas tuvieran la oportunidad de obtener un resultado decisivo. 

Este balance de bajas contra los resultados generales tiene una gran relevancia para los conflictos del siglo XX, como la Gran Guerra y particularmente para la Guerra Soviético-Alemana, donde la capacidad soviética para lanzar múltiples ofensivas simultáneamente estiró las reservas estratégicas alemanas más allá del punto de ruptura. En el Primer Período (junio de 1941 a noviembre de 1942), el Ejército Rojo solo pudo lanzar ofensivas individuales y, a menudo, con grandes espacios entre ellas. Para el Segundo Período (noviembre de 1942 a enero de 1944) se podrían lanzar varias ofensivas al mismo tiempo, por ejemplo, las Operaciones Marte y Urano, aunque aún podría haber largas brechas entre las ofensivas. Fue en el Tercer Período (enero de 1944 a mayo de 1945) cuando el Ejército Rojo pudo lanzar múltiples ofensivas en el frente,Heeresgruppe Mitte. El ritmo de las operaciones fue un factor clave para mantener el avance en movimiento y no permitir que la línea del frente se solidificara en atrincheramientos fuertemente fortificados. 

Un enfoque podría ser encontrar uno o más ejércitos de comparación para dar un 'punto de referencia' contra el cual podría evaluarse el Ejército Rojo. Lo que buscamos es un ejército que use ferrocarriles, carretas tiradas por caballos y transporte motorizado limitado, dependa de la infantería y la artillería pesada para los avances, tanques para la explotación, poderío aéreo para apoyar el campo de batalla y un nivel limitado de tecnología. Italia y Hungría podrían ser candidatos por su nivel de PIB per cápita, sin embargo, las fuerzas soviéticas los derrotaron consistentemente en el campo.

El más obvio es la propia Alemania, pero el Heer probablemente tuvo el nivel más alto de efectividad militar contra el cual incluso las fuerzas británicas y estadounidenses ricas y tecnológicamente avanzadas lucharon por prevalecer. Las Waffen SS tenían altos niveles de equipo, pero sufrieron muchas bajas (sin necesidad de una disciplina draconiana) a pesar de ser una fuerza militar altamente efectiva. Por el contrario, las divisiones de campo de la Luftwaffe tenían una reserva de mano de obra igualmente talentosa (el Heer habría considerado a todo el personal como material para suboficiales), un nivel de equipo a la par con el Heer y un historial operativo lamentable, por lo que no había nada inherente. sobre ser alemán lo que confirió efectividad militar, más bien fueron las tradiciones de larga data del Heer y su filosofía operativa las que lograron la efectividad.  

Un candidato menos obvio podría ser el Ejército Británico de la Gran Guerra, ya que tenía muchas de las características del Ejército Rojo y pasó por un período similar de rápida expansión en personal, oficiales y equipo, aprovechando una población con poca experiencia militar. y pasó por una curva de aprendizaje similar de eficiencia militar, teniendo que idear nuevas tácticas y armamento adecuado para la guerra en la que estaba involucrado. Sufrió muchas bajas en 1916 y 1917 ganando las habilidades tácticas que elevarían su eficiencia en 1918 a los éxitos. ganó en los Cien Días de 1918, irónicamente cuando sufría escasez de mano de obra de la misma manera que la experimentaría el Ejército Rojo en 1944. Ambos usaron infantería y artillería pesada, apoyados por tanques pesados ​​para romper la línea alemana y luego tanques más ligeros para explotar en las profundidades.Inicialmente pensé que el ejército francés podría ser un candidato, especialmente dado que la doctrina defectuosa le costó bajas deslumbrantes tanto en 1914 como en 1917; sin embargo, no se expandió desde una base limitada hasta tal punto y tenía una base profesional más amplia a la que recurrir.


Esta tabla está tomada de Stalin's Keys to Victory: The Rebirth of the Red Army  de Walter Scott Dunn con los datos extraídos de GF Krivosheev Soviet Casualties and Combat Losses in the Twentieth Century  que Dunn usa para mostrar que la proporción de Muertos a Heridos cayó constantemente sobre el curso de la guerra que, según él, demuestra la creciente eficiencia táctica del Ejército Rojo. El porcentaje general de bajas (línea roja) cae durante el período con un promedio de 17,5 % para el conjunto de datos, mientras que la proporción de muertos y heridos cae significativamente desde 1943 en adelante, con un promedio de 0,53 para el conjunto de datos.

viernes, 15 de septiembre de 2023

Guerra Antisubversiva: Granadas montoneras encontradas en la familia que fundó SACOA

Las granadas de Montoneros fueron encontradas en un departamento de la familia que fundó Sacoa

Se trata de la familia Mochkovsky, el apellido detrás de la histórica cadena de videojuegos. El fiscal Matías Vila los investiga por tenencia ilegal de explosivos tras el incendio ocurrido anoche en el domicilio de la calle Salguero

Por Federico Fahsbender




Video: el incendio y las armas en la calle Salguero

Cualquier argentino que haya veraneado en la Costa Atlántica o deambulado por la calle Lavalle se divirtió en Sacoa. Es la marca que es sinónimo de videojuegos en la Argentina. Fue fundada por la familia Mochkovsky a fines de los años 70. Hoy, los Mochkovsky se ven envueltos en una situación compleja con la ley, una situación que comenzó por accidente.

Ayer por la tarde, personal de Bomberos y la Policía de la Ciudad llegó a un departamento de la familia en la calle Salguero en Recoleta para apagar un incendio en curso. Cuando las llamas cedieron, entraron al lugar para inspeccionarlo: encontraron 6 granadas y mas de 90 armas cortas y largas, algunas con las leyendas “Montoneros” y “Sabino Navarro”, por José Sabino Navarro, militante peronista, muerto en 1971, eluno de los fundadores de la organización guerrillera, así como tres silenciadores y un arma tumbera de considerable buen diseño.

El hecho fue reportado a la Unidad de Flagrancias Norte bajo el fiscal Matías Vila, que inició una causa por el posible delito de tenencia ilegal de armas de guerra y explosivos. Según fuentes del caso, Vila fue consultado por el incendio y recibió la versión de que se trataba de un simple hecho de coleccionismo. Sin embargo, la cantidad de armas le llamó la atención. Al ver las granadas, convocó de urgencia a la división Explosivos de la fuerza porteña.

Las mismas fuentes indican que varios familiares quisieron ingresar a retirar objetos, placas y certificados. El fiscal no se los permitió y blindó el lugar para que no se retire nada.

Por lo menos, un miembro de la familia Mochkvosky, un empresario de 53 años, ya fue identificado en la causa. Se encuentra fuera del país. El domicilio se encuentra vinculado en los registros de la AFIP a Jorge Mochkovsky, de 76 años, que integró el directorio de Sacoa SA en los años 90.

Las granadas con la leyenda de Navarro y Montoneros

El comisario Miguel García, de la fuerza porteña, afirmó en conferencia de prensa que se sospecha que el incendio comenzó por un desperfecto eléctrico.

“Cuando concurrimos al lugar, notamos que había seis granadas, además de las armas de fuego, por lo cual el día de ayer se procedió a la evacuación de todo el edificio, parte de la cuadra y se estableció un perímetro”, agregó el comisario García.

En cuanto a las armas de fuego, García señaló que, entre ellas, hay algunas que “son de uso prohibido, por ejemplo bastones que disparan cartuchos de escopeta y silenciadores”.

La ruta de proveniencia de las granadas que llevan las marcas de Montoneros es incierta: pueden ser un obsequio de un viejo militante que las guardó durante años, o una posible compra en el mercado negro de armas de fuego que históricamente funcionó en la ciudad de Buenos Aires.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Accidente nuclear: El suicidio del científico que reveló los secretos de Chernobyl

 

El suicidio del científico que reveló al mundo los secretos de Chernobyl y acusaron de traidor los soviéticos

Valeri Legásov murió el 27 de abril de 1988, dos años y un día después de la peor tragedia nuclear de la historia. Lo hizo después de garantizarse que todo el mundo supiese por qué había explotado el cuarto bloque de la Central Eléctrica Atómica de Chernobyl. La historia de un hombre que recién fue reconocido por su patria cuando la Unión Soviética era cosa del pasado


El 27 de abril de 1988, Valeri Legásov, el científico que lideró las tareas posteriores, esperó que su esposa y su hija salieran de la casa y, en una de las habitaciones posteriores, se ahorcó

Volvió a escuchar las cinco cintas que había grabado. Todas y cada una desnudaban los errores, la desidia, los descuidos, las omisiones, los consejos desoídos, las culpas, la indiferencia, la negligencia que habían llevado al desastre de Chernobyl, que había ocurrido dos años y un día antes. Después, en la mañana del 27 de abril de 1988, hace treinta y cinco años, el prestigioso científico soviético Valeri Legásov envolvió las cintas en un primoroso paquete y las puso a resguardo.

Se sabía vigilado por la KGB porque había pasado de científico brillante a poco menos que un desertor, un apóstata, un hombre que había dañado el legado histórico de la URSS y su prestigio internacional, golpeado ya por el accidente nuclear. El primer ministro soviético, Mikhail Gorbachov, estaba empeñado en un proceso de reestructuración y transparencia, perestroika y glasnot, pero las viejas estructuras de la URSS estalinista seguían intactas y aceitadas. A Legásov lo vigilaban, el hombre de ciencia lo sabía y lo aceptaba casi con melancólico fatalismo. Resignado después de escuchar las cintas que serían su testamento, enfundado en un grueso suéter de lana, dejó a un costado sus anteojos con marco de hueso, dio de comer a su gato, saboreó un cigarrillo y se colgó de una viga.

Había desempeñado una tarea vital en la tragedia atómica de la central nuclear Vladimir Lenin levantada en Chernobyl, al norte de Ucrania. Horas después del desastre, insistió en que fuera evacuada la ciudad de Prípiat, vecina a la central atómica; limitó el alcance de la tragedia, que iba a provocar una gigantesca salida al aire de material radiactivo y más de veinticinco mil muertos, sin contar con las enfermedades que aparecieron en los meses siguientes, entre ellas noventa y tres mil casos de cáncer; luego tuvo a su cargo la investigación del desastre; elaboró un informe demoledor y lo expuso durante cinco horas en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de Viena, en el que condenaba de alguna forma a las autoridades científicas y políticas de la URSS; él mismo enfermó de cáncer y se convirtió, a causa de su honestidad, en un paria en aquella sociedad que se abroqueló en el silencio, el ocultamiento y la hipocresía. La transparencia del camarada Gorbachov era buena, pero no hacía falta tanta.

La foto muestra una vista aérea de la planta nuclear de Chernobyl y los daños causados ​​por una explosión y un posterior incendio en el reactor cuatro (AP Photo/Volodymyr Repik, File)

¿Qué fue Chernobyl? El 26 de abril de 1986, en esa central nuclear de Ucrania, que pertenecía entonces a la Unión Soviética y hoy, invadida por Rusia, libra una guerra por su independencia, se produjo el hasta hoy mayor accidente nuclear de la historia. Pasó lo que nunca podía pasar. Fue durante un ejercicio de seguridad en un reactor nuclear del tipo RBMK, que consistía en la simulación de un corte de energía eléctrica en la planta, para desarrollar un procedimiento de seguridad destinado a mantener la circulación de agua refrigerante del reactor número cuatro de la central atómica. Todo se fue de madre, el núcleo del reactor se sobrecalentó y hubo dos explosiones sucesivas, seguidas de un incendio. Los estallidos volaron la tapa del reactor, que pesaba mil doscientas toneladas, y una nube de gases radioactivos cubrió el cielo y se extendió por 162 mil kilómetros cuadrados que abarcaron gran parte de Europa y de América del Norte.

El material radioactivo que despidió Chernobyl fue quinientas veces mayor que el que liberó la bomba atómica lanzada por Estados Unidos en Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Trece países de Europa central y oriental detectaron altos niveles de radioactividad y declararon el estado de emergencia. Treinta y una personas murieron en el momento del accidente u horas después y en las siguientes dos semanas. Fueron muertes espantosas, cuerpos quemados, consumidos por la radiación, que presentaban grandes manchas en la piel, manchas oscuras, vivas, que desaparecían y regresaban con mayor intensidad. Cerca de mil personas recibieron grandes dosis de radiación y cerca de trescientas mil fueron contaminadas con diferentes niveles de gravedad. Seiscientas mil personas quedaron expuestas luego al aire y la tierra envenenados, cuando empezaron las tareas de descontaminación que siguieron al accidente y aconsejadas por Legásov. En total, cinco millones de personas vivieron en las áreas contaminadas y otras cuatrocientas mil en zonas altamente contaminadas. Hasta hoy, y pasaron ya treinta y siete años, no existen cifras oficiales de muertos: sólo se conocen estudios teóricos o estadísticos. La zona permanecerá contaminada por los próximos quinientos años.

En el momento del estallido del reactor y del edificio que lo albergaba en Chernobyl, a la una y veintitrés de la mañana de aquel sábado 26 de abril. Legásov conversaba en Moscú con Anatoly Alexandrov, titular de la Russia Academy of Science (RAS). Un urgente llamado telefónico pidió a Alexandrov el envío inmediato de un científico a Kiev. De modo que Alexandrov envió a Legásov, a quien tenía muy cerca, en un avión que ya lo esperaba en el aeropuerto de Vnukovo. Parecía la persona indicada: en su momento Legásov había cuestionado la seguridad de los reactores nucleares RBMK, y habían sido censurado y rebatido. ¿Qué podía saber un simple químico?

La deposición duró cinco horas y Legásov contestó las preguntas de los especialistas más reconocidos de todo el planeta. Los expertos esperaban encontrarse con eufemismos y omisiones y se encontraron explicaciones y asunción de responsabilidades (Wikipedia / IAEA)

No era un simple químico. Era un tipo brillante. Había nacido en Tula, ciento setenta kilómetros al sur de Moscú, fue un chico estudioso en los años de la Segunda Guerra, medalla de oro de su secundaria, la número 56 de Moscú. En 1961 se graduó, también con honores, en la facultad de Ingeniería Físico-Química de la Universidad Dmitri Mendeléyev, en los días de pleno auge soviético en el desarrollo de la industria nuclear y de la búsqueda de especialistas en el sector de la energía. Lo buscaron para ofrecerle hacer un doctorado el en Instituto de Energía Atómica Kurchátov, pero Legásov tenía otros planes: se empleó en la Plata Química Siberiana de Tomsk que trabajaba en el desarrollo del plutonio para armas nucleares. Sentía que aquello, el armamento nuclear, era lo suyo en plena escalada de la Guerra Fría.

Pero dos años después se unió al Instituto Kurchátov. Se casó con Margarita Kijáilovna, tuvo una hija, Inga Legásova y en 1972, ya doctor en Química, entró en la RAS como miembro correspondiente y uno de los más jóvenes: tenía cuarenta y seis años. Siempre puso casi por encima de sus propios trabajos científicos, la necesidad de aumentar la protección y los métodos de seguridad en las centrales nucleares para prevenir y en lo posible evitar grandes catástrofes.

Y ahora Legásov estaba casi al pie del escenario tan temido: un reactor nuclear que había volado y una gigantesca nube tóxica, un poderoso asesino se esparcía con el viento y caía como una maldición sobre la URSS y Europa. Desde el primer minuto él mismo quedó expuesto a la radiación, que iba a desatarle luego un cáncer de pulmón. En la zozobra paralizadora que siguió al estallido, y al igual que todos los científicos que integraron la comisión investigadora del accidente ordenada por el gobierno de la URSS, Legásov oyó la versión de la luz: poco antes de la explosión en Chernobyl, varias personas vieron una extraña luz sobre la central atómica. Alguien incluso la fotografió y lo que mostraba la foto era un cuerpo luminoso que parecía suspendido sobre el edificio del reactor cuatro.

Valeri Legásov tenía 51 años cuando procuró dejar grabado en cinco cassettes la verdad sobre lo ocurrido en Chernobyl: lo que no pudo contar en esos dos años anteriores, lo que no pudo decir en la Agencia Internacional de Energía Atómica en Viena (Wikipedia / IAEA)

Legásov ordenó la evacuación de Pripyat y de sus alrededores, una operación titánica, casi imposible de cumplir, que comenzó al día siguiente. Consistía en desalojar a campesinos de sus casas y obligarlos a dejar todas sus pertenencias. La radioactividad suponía una grave amenaza, pero era una amenaza invisible. ¿Por qué dejar sus casas, sus ropas, sus huertos, sus fotos, sus cacerolas y hasta sus mascotas? Se encargaron de la tarea imposible los llamados “liquidadores”, muchos voluntarios pero otros muchos llevados a Chernobyl por la fuerza, todos expuestos a la radiación, muchos murieron en los años siguientes, pero en esos días iniciales usaron un poder de convicción que no tenían, o la fuerza, que sí tenían.

La tarea duró semanas. Mientras, la gente moría de a racimos en los hospitales o en sus casas; empezaron a aparecer chicos pelados, sin cejas, sin pestañas, conscientes de su muerte inminente; los liquidadores cavaban la tierra para enterrar la que había esto expuesta a la radiación; enterrar la tierra parecía un disparate gigantesco, pero así quedaban también bajo tierra las huertas de los habitantes, sus repollos, sus papas, sus zanahorias, todas envenenadas; morían viejos y adolescentes que ahora estaban activos y enfurecidos con su destino y dentro de tres horas estaban muertos; los liquidadores serraban los bosques y enterraban los troncos envueltos en plástico en grandes fosas abiertas como fauces. Todo lo que hubiese tocado la radioactividad, debía ser enterrado.

Los liquidadores también mataban a las mascotas: “Hay que dispararles de lejos, para no verles los ojos”, dijo uno. Llenaban enormes contenedores con los animalitos muertos y los llevaban a las fosas comunes. Otro de los liquidadores reveló: “Nuestras instrucciones eran cavar de tal forma que no se llegara a las aguas subterráneas y que el fondo de la fosa estuviese cubierto de plástico. Pero las órdenes, como comprenderá, no se cumplían: no había plástico, no se perdía tiempo buscando el lugar adecuado”. Los chicos dibujaban la tragedia: los árboles yacían con las raíces hacia arriba, algunos animales habían tomado formas monstruosas, el agua de los ríos era de color rojo o amarillo.

Los que no quedaron satisfechos con la honestidad intelectual del científico fueron las autoridades de la Unión Soviética. Legásov había reconocido muchas más cosas de las que el Kremlin no estaba dispuesto (Wikipedia / IAEA)

Los escarabajos se convirtieron en guías. No se veían por ningún sitio. Ni escarabajos, ni sus larvas. Ni lombrices, el manjar preferido de las gallinas, que se habían hundido en la tierra. “Si no hay escarabajos ni lombrices, es porque allí es alta la radiación”, decían los liquidadores. Varios alcaldes de pueblos vecinos a la central atómica intentaron comprar el favor de los liquidadores con cajones de vodka que los encargados de “limpiar” la zona bebían en cantidad. Unos pedían a cambio que en la lista de pueblos a ser evacuados no figurara el suyo. Pero otros pedían, también a cambio de vodka, que sí incluyeran a sus vecinos en la lista de evacuados para salvarles la vida. En pleno desastre, los liquidadores ironizaban: “Ahora va a resultar que el mejor remedio contra la radiación es la vodka Stolichnaya”. Y la gente moría por decenas sin despedirse, sin besarse, sin acariciarse por temor al contagio; los seres queridos habían dejado de serlo: ahora eran “elementos que debían ser desactivados”. Así, y peor, lo narraron las víctimas a Svetlana Alexiévich, Nobel de Literatura en 2015, que lo volcó todo en un libro de aterradora belleza Voces de Chernobyl.

Legásov ordenó enterrar el reactor debajo de cinco mil toneladas de materiales diferentes. Eso también fue obra de los liquidadores que primero caminaron sobre las ruinas humeantes del edificio y después volaron por sobre ellas mil ochocientas veces en helicópteros que arrojaron boro, para evitar que se estallaran más reacciones en cadena, plomo para blindar los fragmentos del núcleo del reactor, arena para limitar las partículas radioactivas en la atmósfera y dolomita para absorber el calor liberado por la radioactividad y generar dióxido de carbono que ahogara probables nuevos focos de incendio.

Cuatro meses después del desastre, Legásov fue invitado a hablar ante la OIEA, en Viena. Se trataba de informar a sus colegas extranjeros sobre qué había pasado en Chernóbnyl. Debió ser Gorbachov el orador, pero el primer ministro decidió que fuese Legásov quien llevara la voz de la URSS porque era el científico que mejor conocía el caso. Las conclusiones fueron tremendas. Legásov sostuvo que la explosión había sido el resultado de yerros técnicos y humanos: defectos en la construcción del reactor y desconocimiento total de parte del personal de la planta atómica de los problemas integrales. Y también de los no tan integrales: Legásov señaló que los jefes de la planta atómica encargados de la prueba sobre el reactor cuatro, ni siquiera sabían que se podía originar una explosión y mucho menos qué hacer ante una emergencia de ese tipo.

La explosión en Chernobyl envió grandes cantidades de material radiactivo a la atmósfera en Ucrania. A pesar de la defensa de la glasnost de Gorbachov, los soviéticos no informaron al mundo exterior del desastre durante dos días

Legásov habló durante cinco horas ante la comunidad científica europea que lo colmó de elogios: “Vieron que su principal objetivo no era justificar a la Unión Soviética –dijo su hija Inga– sino, por el contrario, educar a la comunidad mundial sobre qué hacer en un caso semejante”.

Legásov recibió el reconocimiento mundial y fue incluido en la lista de los diez mejores científicos del mundo y nombrado Persona del Año en Europa. Pero en la URSS ocurrió lo contrario. Sus colegas lo ralearon, la jerarquía de la URSS pensó que había dejado mal parado al imperio con sus críticas a la seguridad de la planta nuclear; la leyenda dice que fue Gorbachov quien tachó su nombre de la lista de los premiados por su labor en Chernobyl, porque “otros científicos no lo recomiendan”.

Aun así, en agosto de 1987, durante el juicio que les siguieron a las autoridades de la planta nuclear, Legásov reiteró su informe del año anterior. Dijo que el personal no había cumplido las normas de seguridad; que existían fallos de diseño en el sistema de parada del reactor que, en determinadas condiciones, provocaban un aumento de potencia que aquella madrugada terminó en el estallido del núcleo central. Dijo que la URSS era la única nación del mundo con reactores de uso militar moderados por grafito y refrigerados por agua, que los convertía en inseguros y reveló otras omisiones técnicas, destinadas a hacer más económico el funcionamiento de la planta nuclear sin calcular la inseguridad que conllevaban esas omisiones.

Treinta y una personas murieron en el momento del accidente u horas después y en las siguientes dos semanas. Pero la cifra oficial de muertes por el accidente nuclear es un signo de pregunta

Era, también, una confesión. Sin alusión alguna, Legásov había revelado el nombre y la conducta de parte de la jerarquía científica de la URSS. De manera que, como en los tiempos de Stalin, lo despojaron de sus premios, trabaron su carrera profesional, lo arrinconaron en un despacho sin ningún poder de decisión y lo condenaron al ostracismo y al olvido. Recién después de ocho años de su muerte, en 1996, y ya disuelta la URSS, Legásov fue reconocido por el presidente Boris Yeltsin, como Héroe de la Federación Rusa por “el valor y el heroísmo” mostrado en Chernobyl. Pero el último año de su vida fue muy duro. Su hija, Inga contó: “Entró en una profunda depresión, lo vi devorado por dentro; además, la enfermedad provocada por la radiación lo hizo todo peor. Dejó de comer, dejó de dormir… Sabía bien qué era lo que llegaría después y lo doloroso que sería. Probablemente, no quiso ser una carga para mi madre a la que adoraba”.

Finalmente, dejó grabadas sus conclusiones sobre el desastre. Y dos años y un día después del desastre de Chernobyl, se ahorcó en su casa.

Antes, le dio de comer a su gato. Está enterrado en el cementerio de Novodevichy, en Moscú.