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miércoles, 2 de octubre de 2024

Argentina: Capitán Colin I. McIntyre, voluntario al servicio del Reino Unido

Soldado Colin I. McIntyre








Colin McIntyre, fallecido a los 85 años, fue el primer editor del servicio de teletexto de la BBC, Ceefax. Cuando los ingenieros de la BBC inventaron un sistema mediante el cual se podía ocultar texto en líneas sobrantes de una señal de televisión, McIntyre dio vida a la idea proporcionando información sobre noticias, clima, viajes, deportes, precios de acciones, guías de programas y demás. Lo que, según sus palabras, comenzó como "una operación de hilo y lacre" se desarrolló de tal manera que atrajo a 22 millones de espectadores por semana y estableció el estándar para los servicios de teletexto en todo el mundo. Ceefax sigue siendo popular en las zonas restantes de Gran Bretaña que aún no han cambiado a la recepción de televisión digital.

McIntyre nació en Buenos Aires, Argentina, donde su padre, que había emigrado de Escocia, dirigía una fábrica de algodón. Fue educado en St George's College en Quilmes y dejó Argentina para ir al Reino Unido a los 18 años para unirse al esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial, comisionado en el antiguo regimiento de su padre, la Guardia Negra. No participó en ninguna acción de guerra, pero sirvió con los Lovat Scouts en Grecia en 1946 y con la 6.ª División Aerotransportada en Palestina. Durante este período escribió poesía y algunos de sus poemas fueron publicados en antologías. Cuando dejó el ejército, estudió inglés en la Universidad de Harvard, donde conoció a su futura esposa, Field.

En 1952 McIntyre se unió a la BBC y fue uno de los subeditores jefe más jóvenes de la sala de redacción del Servicio Mundial. Ascendió hasta convertirse en corresponsal de la BBC en la ONU en 1956, cubriendo las crisis de Suez y Hungría. En 1965 se convirtió en director de publicidad de la televisión de la BBC y luego en ejecutivo de promociones de programas, antes de lanzar Ceefax en 1974.

McIntyre trabajó solo al principio, escribiendo y actualizando sólo 24 páginas. Su filosofía era que Ceefax no debería sólo atender al adicto a las noticias, sino que debería adaptarse al "espectador que no consulta sus piscinas hasta el martes, al hombre que quiere información sobre vías navegables o al cinéfilo que quiere los detalles de una lista de reparto". Investigó todos los aspectos del nuevo medio: uso del color, tamaño de fuente, presentación y diseño. Le apasionaba el diseño y lo veía como una parte integral de la comunicación misma.

A sus numerosos visitantes describiría Ceefax como una "radio impresa" o "una bicicleta en la era tecnológica". Luego, su personal la apodó "bicicleta impresa". Sus colegas recuerdan que no era demasiado respetuoso con la burocracia de la BBC. Insistió en reclutar desde afuera y a aquellos cuyo éxito en la entrevista se retrasaba mientras eran examinados por seguridad, les escribía: "Tienes el trabajo, siempre que no seas miembro de las Juventudes Hitlerianas".

Cuando se jubiló anticipadamente en 1982, contaba con 20 empleados. Se fue para escribir Monumentos de guerra: cómo leer un monumento a los caídos (1990), seguido de La Segunda Guerra Mundial en el mar (1990). Había sido un miembro activo del Partido Laborista desde una edad temprana, aunque desertó al SDP y a los demócratas liberales en la década de 1980 antes de regresar al Partido Laborista en 1993. Fundó la Capilla Ceefax del Sindicato Nacional de Periodistas.

A McIntyre le sobreviven Field, sus hijas Wayne, Mithra y Miranda, su hijo Angus, siete nietos y un bisnieto.

• Colin Ian McIntyre, editor, nacido el 27 de enero de 1927; murió el 17 de mayo de 2012

martes, 24 de septiembre de 2024

Patagonia: La bandolera Elena Greenhill

Patagonia: La bandolera inglesa Elena Greenhill






Fotografía poco conocida de una joven "Grinil" a principios del siglo pasado, como siempre bien armada.
Así era apodada la temeraria bandida inglesa Elena Greenhill que asolaba el interior chubutense desde 1908, también en Río Negro y Chile. Sus correrías terminaron trágicamente en 1915, cuando fue abatida a tiros en zona de Gan Gan tras una paciente emboscada del comisario Félix Valenciano y el agente Norberto Ruiz de la policía territorial. El mismo Valenciano -que tiempo después fue uno de los represores de la Patagonia Trágica en Santa Cruz- contaba que toda la noche estuvieron largas horas montados y escondidos en un árbol por donde sabían que iba a pasar y que temblaban no sólo de frío sino de miedo, porque esa indómita mujer inspiraba terror en todas partes, que cuando por fin la divisaron y estuvo a mano le metieron bala a rabiar pero que ella -aún acribillada a balazos- nunca se quiso rendir y respondió furiosamente el fuego hasta que se quedó sin municiones y finalmente por las dudas le aplicaron el tiro de gracia en la cabeza. La brava cuatrera había sido muy famosa tanto por sus osados atracos y su temible puntería con el Winchester como por su valor e imponente personalidad y desdén hacia cualquier autoridad, inusual en esa época. En una ocasión ella sola redujo a dos milicos que pretendían capturarla y los mantuvo un tiempo en servidumbre en su cabaña, entre tantas anécdotas que cimentaron su increíble leyenda.



Alicia Del Carmen Pineda
Que hermosa joven,y que vida llena de misterios y no saber que le pasaría en minuto siguiente,siempre pienso que en vidas pasadas viví algo parecido,practique de pequeña deportes arriesgados sobre hermosos caballo lógico con el acompañamiento de mi viejo quien también me enseñó práctica de armas muy buena fui en eso tantas cosas aprendí a ganarme la vida de pequeña con la caza de liebres mi padre fue el último de los cazadores de puma en toda la zona de Río Turbio/Calafate/Lago Vieda y San Martin/ por contrato de los estancieros había mucha destrucción de animales,el anduvo siempre en eso hasta los 90.tuve una niñez única.
Por: Celso Rey García
(FOTOS ANTIGUAS DEL CHUBUT)



lunes, 27 de mayo de 2024

Patagonia: La inmigración galesa y su vida en cooperación con los aonikenks

Aonikenks y gales: Una integración virtuosa





Fotografía: de C. Foresti, c. 1883. La familia Gibbon, en su vivienda en la Colonia 16 de Octubre o Valle Hermoso.  fue el nombre dado por los colonos galeses a la zona de Trevelin.

 

Los primeros colonos galeses llegaron a Chubut en 1865. Al arribar se encontraron con una “tierra infinita y desnuda, tan poco parecida a su Gales natal”.  Su nueva ubicación en la Patagonia los alejó de la población urbana, pero los acercó a la nativa. El primer encuentro tehuelche-galés se produjo el 19 de abril de 1866 en el actual territorio de Rawson.
     Los 153 colonos galeses (56 adultos casados, 33 solteros o viudos, 12 mujeres y 52 niños) llegaron a lo que es hoy la provincia del Chubut tras 64 días de navegación a bordo del "Mimosa", una embarcación a vela de 3 palos que había partido desde el puerto de Liverpool, Inglaterra, el 25 de mayo de 1865.
     El desembarco marca el inicio de uno de los procesos de integración más virtuosos que se tengan registros entre dos pueblos que se desconocían y, a pesar de sus enormes diferencias culturales, de lengua, origen y creencias; galeses y tehuelches pudieron convivir sin situaciones cruentas o de sometimiento, más allá de algunos incidentes.
     La relación con los aborígenes fue crucial para la adaptación de los colonos a su nuevo hogar. Los indígenas les enseñaron a explorar el territorio, a aprovechar el entorno, los instruyeron en la caza de animales silvestres como el guanaco y el ñandú y los abastecieron de carne. Los colonos les proveían a su vez de pan, azúcar, manteca. Además, les enseñaron a las tehuelches a amasar el pan que tanto les gustaba.
     Ambos grupos forjaron un vínculo estable sostenido en el tiempo por el intercambio cultural y comercial. Asimismo, hubo varios casamientos entre miembros de ambas culturas. Durante los siguientes años, tanto los tehuelches como los galeses debieron integrarse a la política centralizadora del Estado Argentino, aún en formación.



     Los galeses fundaron varias ciudades en Chubut: Trelew, Rawson, Dolavon, Gaiman, Sarmiento, Las Plumas entre otras. Según el censo de 2010, había 13.546 habitantes de la Patagonia se reconocen como descendientes de tehuelches mientras que se estima que alrededor de 40.000 son de origen galés.
     La herencia de la cultura galesa atraviesa la geografía de Chubut y es una de sus tradiciones más visibles y disfrutables:
capillas de ladrillos sin cruces a la vista, casas de piedra, construcciones victorianas, coros, un servicio de té interminable y una lengua que se sigue hablando.


Carlos Enrique Arenillas:
Efectivamente surge en este libro también la relación entre galeses y tehuelches, estos últimos eran adoradores de los panes caseros de los galeses dice Munster
Leo Thomas:
La llegada de los galeses es un hito fundamental para reafirmar la soberanía argentina en la Patagonia. Tenían el permiso argentino para establecerse allí. Y reconocían al Gobierno argentino
Erna Verónica Sanchón:
Muy conmovedoras historias de la colonia galesa y su integración y vínculo con los habitantes originarios.... algunas de las historias que se cuentan son apasionantes....❣️
Mariel Clark:
Gracias por la publicación!! Muyyyy interesante
Teresita Rasetto:
Es muy interesante!!!!! Viajé hace poquito a Chubut. Me gustó mucho Gaiman y su historia. Es muy interesante
Néstor Altea:
Conocí Gaiman y sus "casas de té", jamás probé tantas exquisiteces ! Hermoso lugar !
Por: Marcela Cooke - Historia visual de la Argentina de 1830 a 1930
Fuente: Sofía Ehrenhaus
Historia Visual Argentina (HVA)

sábado, 6 de enero de 2024

Bahía Blanca: La Vitícola, la fallida colonia irlandesa

La Vitícola, la historia de una promesa que terminó en tragedia


A fines del siglo 19 llegaron a Bahía 700 irlandeses para formar una colonia y trabajar en viñedos. Pero nada de eso pasó y muchos murieron.


WIPS Digital







El paraje La Vitícola está a 25 kilómetros del casco urbano de Bahía y es parte de nuestro distrito.

Ubicado sobre la ruta nacional 33, cuenta con una estación de trenes estilo inglés que está abandonada, el boliche y la escuela ya no funcionan, y el destacamento policial.

Lleva ese nombre porque alrededor del año 1880 la empresa La Vitícola S.A desarrolló en ese sector una zona de viñedos.

Sin embargo, la historia no termina ahí, sino que tiene un episodio trágico como fue la muerte de centenares de irlandeses.



A fines del siglo XIX el país estaba en crecimiento y se necesitaba mano de obra para poder colonizar áreas libres de aborígenes. Creada la Ley de Centro Agrícolas, empezaron a llegar inmigrantes del norte de Europa para quienes se iban a fundar colonias en proximidades a las estaciones.

El norteamericano David Gartland, representante de la compañía, pretendía levantar tres centro vitivinícolas en Bahía y convenció a unos 700 irlandeses de venir a instalarse, con la promesa de otorgarles 40 hectáreas de campo, a pagar con muchas facilidades y durante 15 años.

A su vez, el sacerdote católico nacido en Dublin, Mathew Gaughren, les describió el lugar, camino a Sierra de la Ventana, como “hermoso”, con “una serie de ondulaciones en la tierra, no demasiado grandes como para llamarlas colinas” en el cual “a lo lejos pueden verse los picos de las montañas de Curamalá” y “una tierra muy fértil”.



Lo cierto es que llegaron a nuestra ciudad el 6 de febrero de 1889 y descubrieron que no había ningún desarrollo parecido a una colonia. Y con el paso de los meses, lo único que atinaron a hacer es armar tiendas de campaña bajo árboles o zanjas, con un clima hostil, de mucho frío en invierno y viento constante todo el año.

Según investigaciones, jamás se construyó nada y un centenar de menores murieron, casi con seguridad por las malas condiciones del agua y otros problemas con la alimentación, que les provocaba diarrea y otras enfermedades.

“En marzo de 1891, los últimos, poco más de 500, dejaron el lugar para volver a Buenos Aires. En la colonia quedaron la estación del ferrocarril y más de 100 muertos, en su mayoría niños irlandeses quienes yacen en un lugar ignoto, no lejos de la ciudad viva”, decía un artículo titulado “Un centenar de irlandesitos en La Vitícola”, escrito por licenciado Santiago Boland, una de las personas que más estudió el tema.

Según sus sospechas, se trató de una maniobra de la La Vitícola S.A para aprovechar la Ley de Centros Agrícolas y conseguir plata del Banco Hipotecario sindemasiada documentación.


miércoles, 13 de diciembre de 2023

Argentina: La inmigración británica

 

Inmigrantes británicos. Mucho más que ferrocarriles: la huella que dejaron los ingleses en nuestro país

Alumnos del Barker College frente al Barker Memorial Hall, Lomas de Zamora. 1924.Archivo Colegio Barker.

Las relaciones del Reino Unido con el Río de la Plata comenzaron en el siglo XVIII amparadas en un intenso vínculo comercial. Una vez instalados aquí, los ingleses fundaron colegios, clubes, empresas, y dejaron su huella en nuestro país.

Bruno Cariglino

Claro está que la inmigración británica en la Argentina no fue tan numerosa como la de otros orígenes, pero fue probablemente esta una de las comunidades más influyentes, y es por esta razón que nos ha dejado un legado innegable, que merece ser conocido y valorado.

Según Bartolomé Mitre, no hubo ningún acontecimiento trascendental en la epopeya patria en el que no haya intervenido, como actor o testigo, algún británico. Y si bien a veces pareciera ser este un tema tabú, sobre todo después de la Guerra de Malvinas, existe una extensa bibliografía al respecto. El solo repaso de una lista de nuestros líderes históricos nos permite distinguir, entre ellos, a numerosos argentinos descendientes de británicos, como Pueyrredon, Lavalle, Pellegrini, Farrell, Perón, Alfonsín, e incluso el revolucionario Ernesto “Che” Guevara. En el ámbito de la cultura, podemos encontrar a Jorge Luis Borges, Alberto Williams, María Elena Walsh o Gustavo Cerati, entre otros. También a intelectuales como Eduardo Wilde o Belisario Roldán, a científicos como el perito Francisco P. Moreno y a destacados médicos como Juan Pedro Garrahan y Cecilia Grierson.

Segunda estación de Temperley, construida en 1888.Archivo General de la Nación. INV: 45679

Pero por sobre todo no debemos olvidar, como rescata Maxine Hanon –importante investigadora de la historia de esta comunidad–, el rol de anónimos inmigrantes británicos que, con no más que su inteligencia y laboriosidad, hicieron su aporte a nuestra nación influyendo en nuestros hábitos, como maestros, sastres, carpinteros, constructores, ovejeros y otros.

En la colonia

Aunque el sistema económico colonial español era, en teoría, hermético y no permitía el comercio con otras naciones ni la radicación de extranjeros, a partir del siglo XVIII algunas autorizaciones excepcionales de ingreso de profesionales y artesanos británicos a los que se consideraba útiles, y a las que se sumó el negocio del contrabando, posibilitaron el comienzo de una relación entre estas tierras y Gran Bretaña que cobraría un creciente protagonismo en años posteriores.

Está claro que fue el comercio el principal motor de este incipiente vínculo. En rigor, la búsqueda por parte de Gran Bretaña de nuevos mercados donde vender los productos de su Revolución Industrial (que resultaban imposibles de ingresar en la Europa dominada por Napoleón) motivó las Invasiones Inglesas a Buenos Aires en 1806 y 1807 y también la toma de Montevideo. Si bien es sabido que esos intentos fracasaron, envalentonaron a los criollos en la búsqueda de su emancipación al descubrir que podían defenderse sin la ayuda de España, a la vez que los impulsaron a considerar ideas como la libertad y el comercio libre que exitosamente les dejó la propaganda británica.

Estancia Adela, Chascomús. ca. 1870.James Niven. Colección Carlos Niven. Gentileza Ediciones de la Antorcha.

Pero las invasiones no solo dejaron propaganda: por un lado, quedaron en estas tierras una buena cantidad de británicos que, primero como prisioneros, permanecieron aquí, donde entablaron una excelente relación con los criollos. Algunos se establecieron en el interior, y al respecto debemos hacer una mención especial a un grupo de ellos que ayudó a conformar las milicias de británicos residentes en Cuyo que acompañaron a San Martín, conocidas con el nombre de Cazadores Ingleses.

Por otro lado, debemos tener en cuenta otro aspecto que no es menor, y es que, tras la toma de Montevideo, los británicos lograron inundar su mercado de productos manufacturados que no tardaron en infiltrarse en Buenos Aires, y despertaron el apetito de los porteños. Esto contribuyó a que en los años siguientes se afianzara –tras algunas idas y vueltas y gracias a la existencia de permisos transitorios y al contrabando– el ingreso de mercaderías británicas al puerto porteño y la radicación de comerciantes de dicho origen, los que se agruparon en el por entonces llamado Comité de Comerciantes Británicos.

Mrs Evans, directora de enfermeras del Hospital Británico.Archiva General del a Nación. AR-AGN-AGAS01-DDF-RG-2266-114658

A partir de la Revolución de Mayo

A partir de 1810, las restricciones coloniales cesaron y el comercio entre nuestras tierras y Gran Bretaña comenzó a crecer con otra fuerza. El mencionado Comité de Comerciantes Británicos se convirtió en la British Commercial Rooms, la primera institución británico-argentina, que abrió en 1815 una biblioteca –la British Subscription Library– y hacia 1821 una estafeta postal propia, y que décadas más tarde devendría en la creación del Club de Residentes Extranjeros. Hacia 1817 ya dominaba el comercio exterior de nuestro país. Para tener una cabal idea de la creciente importancia de la relación comercial entre ambos países, vale mencionar que entre 1821 y 1823 arribaron a Buenos Aires el doble de barcos mercantes con bandera británica que de cualquier otro origen.

Mientras se acentuaba la radicación de comerciantes de dicha nacionalidad en nuestro país, en las islas británicas se iba corriendo rápidamente la voz y pronto comenzaron a llegar carpinteros, herreros, sastres, relojeros, periodistas, médicos, maestros, e incluso militares y marinos, que en poco tiempo predominaron en la joven Armada argentina.

Atuendo típico escocés en un desfile. 1931.Archivo General de la Nación . DDF-RG-2991-145753

En 1824 sucedieron dos hechos trascendentales en la historia de la comunidad argentino-británica: se estableció en Buenos Aires el primer cónsul oficial del Gobierno británico, Woodbine Parish, con el auspicio del ministro de Asuntos Exteriores George Canning, y tras la derrota de las tropas españolas en Ayacucho, la corona británica reconoció formalmente la independencia de los nuevos estados sudamericanos.

Se completan estos importantes sucesos en 1825 con la firma del tratado de amistad, comercio y navegación entre Argentina y Gran Bretaña, que dejó asentado el reconocimiento de nuestra independencia, estableció definitivamente la libertad de culto en nuestro país –permitiendo a los inmigrantes construir sus templos y cementerios–, les otorgó a los residentes derechos y garantías con los que antes no contaban, e impulsó diversos proyectos de inmigración, comercio, minería y agricultura que venían gestándose desde tiempo antes.

Tras la toma de Montevideo, los británicos lograron inundar su mercado de productos manufacturados que no tardaron en infiltrarse en Buenos Aires, y despertaron el apetito de los porteños.

Es así como, en este contexto, entre 1825 y 1826 se sucedió la primera y única inmigración organizada de británicos en la Argentina, que se conforma de los proyectos de colonias agrícolas de Beaumont en Entre Ríos y San Pedro, los inmigrantes llegados en los barcos de la Agricultural Company of the River Plate, la colonia agrícola de Santa Catalina-Monte Grande en Lomas de Zamora­ –proyectada por los hermanos John y William Parish Robertson–, los emprendimientos mineros de la Famatina Mining Company y la River Plate Mining Association, y numerosos inmigrantes y aventureros que vinieron por su cuenta, a los que se sumaron los profesionales contratados por el Gobierno argentino para la realización de obras públicas.

De los proyectos de colonias agrícolas, el único que prosperó varios años fue el de Santa Catalina-Monte Grande, al cual se incorporaron luego muchos inmigrantes de los proyectos que habían fracasado, y el resto se estableció en Buenos Aires, en algunas estancias de dueños británicos, e incluso otros se embarcaron en la escuadra del almirante Brown.

"Torre de los Ingleses". Proyectada por el Arq Ambrose Macdonald Poynter y construida por Gardom y Hopkins. Fue el regalo que la Comunidad Británica le hizo a la Argentina en el Centenario.Gentileza Marcelo Caradonna. FACBA

La colonia de Santa Catalina estaba formada no solo por granjeros –entre los que se encontraba William Grierson, abuelo de la primera médica argentina Cecilia Grierson–, sino también por el arquitecto y pintor Richard Adams –reconocido posteriormente por obras como la Iglesia Anglicana St. Johnʼs y la demolida Iglesia Presbiteriana de San Andrés y por sus pinturas de Buenos Aires–, el prestigioso botánico y paisajista John Tweedie –quien proyectó en este sitio el primer bosque implantado del país, cercó potreros productivos con talas nativos y, posteriormente, se convirtió en un explorador y difusor a nivel mundial de la flora nativa argentina–, un médico, una institutriz, herreros, carpinteros, albañiles y personas de otros oficios. La mayoría de los colonos provenían de Escocia (por eso se construyó allí la primera capilla presbiteriana del país), pero vale aclarar que el arquitecto y los trabajadores de la construcción eran londinenses.

La importancia del comercio fue tanta que, en 1889, la Argentina absorbió entre el 40 y el 50% de sus inversiones fuera del Reino Unido, por lo que se convirtió en el país no anglófono más vinculado económica y financieramente con Gran Bretaña.

Esta colonia se dispersó hacia 1830 y la mayoría de sus miembros se establecieron en Buenos Aires, Lomas de Zamora, Quilmes (actual Florencio Varela), el antiguo Monte Chingolo (hoy cercanías de Ministro Rivadavia), San Vicente y Chascomús. La mayoría de ellos se convirtieron en prósperos estancieros. Pero Santa Catalina, la primera colonia agraria y de inmigrantes de la Argentina, fue un hito en la historia del agro nacional por los adelantos tecnológicos que incorporó. Allí se produjo, por ejemplo, la primera manteca en panes del país. Probablemente por estos antecedentes, el sitio fue elegido en 1868 por la Sociedad Rural Argentina y el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires para instalar la primera institución de enseñanza agraria de la Argentina, donde años después se recibieron los primeros ingenieros agrónomos y veterinarios del país. Por todos estos motivos, las 700 hectáreas aún rurales de Santa Catalina en pleno conurbano bonaerense se declararon Lugar Histórico Nacional.

Las instituciones y la consolidación de la comunidad

Entre 1820 y 1830, ya existían en Buenos Aires diversas entidades educativas, religiosas, deportivas, de salud, bancarias y periodísticas de la comunidad argentino-británica, que fueron predecesoras de muchas de las que todavía existen.

Ya en 1821 se había instalado el pequeño cementerio protestante del Socorro, el cual fue reemplazado en 1833 por el de Victoria (actual Plaza 1º de Mayo), que a finales de siglo fue desmantelado al cederse una sección de Chacarita para cementerio protestante.v

Con motivo de la visita de lso príncipes Eduardo y Jorge, en 1931, el ACA colocó una gran pacarta dándoels la bienvenida sobre la calle Florida.Archivo General de la Nación. AR-AGN-AGAS01-DDF-RG-68-10072

En cuanto a las iglesias, en 1825 abrió la primera capilla anglicana –reemplazada en 1831 por la actual St. Johnʼs–; en 1829, la presbiteriana escocesa –St. Andrewʼs se inauguró en 1835–, y en 1842, la metodista, relacionada con la comunidad norteamericana.

Gracias a la tarea del educador y pastor bautista escocés James Thompson, llegado en 1818 para difundir el sistema lancasteriano de enseñanza pública, y posteriormente de John Armstrong, en 1825 se concreta la fundación de la Sociedad Bíblica Argentina. Pero recién a finales de siglo, el rol en la educación argentina de otro británico, el pastor y filántropo inglés William C. Morris, tendrá un nivel diferente de reconocimiento por su destacable labor.

En 1826 se fundaron la Buenos Ayres British and Foreign Society, el British Packet, and Argentine News (primer medio de prensa de la colectividad, que más tarde sería seguido por The Standard y Buenos Aires Herald) y el Buenos Aires Race Club. En 1827 fue el turno de la British Friendly Society –luego Hospital Británico, fundado en 1844– y de la British Philanthropic Society, que devino en el siglo XX en The League of the Empire y The British Society in the Argentine Republic. Algunas de estas instituciones son las antecesoras del actual ABCC (Consejo de la Comunidad Argentino Británica).

Iglesia Presbiteriana Escocesa de San Andrés. Estaba en Piedras 55. Fue demolida cuando se iniciaron las obras de la Avenida de Mayo.Samuel Rimathé. Colección César Gotta.

En la década de 1830 se fundaron el Buenos Aires Cricket Club (pionero en el deporte argentino), la Union Subscription Library and Reading Room, el Committee of British Merchants, el Permanent Committee of British Subjects, la Escuela Escocesa San Andrés, la British Episcopal School y la Escuela de Primeras Letras de la Iglesia Metodista. Paralelamente, Charles Darwin recorría extensamente el país, tomando nota y dando difusión no solo a la naturaleza argentina, sino también a diferentes aspectos de la vida local.

La primera logia masónica inglesa de la Argentina, llamada Excelsior, se consagró en 1853 y fue más tarde seguida por otras, algunas de las cuales siguen existiendo. Dos años después se comenzó la construcción de la Aduana de Taylor, parte de cuyas ruinas hoy integran el Museo del Bicentenario, proyecto del arquitecto inglés Edward Taylor, quien había llegado en 1825 y se había sumado a la colonia Santa Catalina.

Además de los ferrocarriles, los ingleses hicieron inversiones en puertos; en compañías de tranvías, de electricidad, gas, aguas corrientes; en frigoríficos; en actividades industriales, agropecuarias, forestales, comerciales, financieras, aseguradoras y de importación.

Para cerrar el tema institucional, no debemos olvidar mencionar a aquellas entidades nacionales que si bien no fueron creadas para agrupar a personas de la comunidad británica, contaron con ellas entre sus miembros relevantes o fundadores, por ejemplo, el Banco de la Provincia de Buenos Aires, el primero de Hispanoamérica, fundado en 1822 como Banco de Descuentos; la Sociedad El Camoatí (primera Bolsa de Comercio de Buenos Aires, en 1846); la Sociedad Rural Argentina (1866), o la Sociedad Argentina Protectora de Animales (1879).

Décadas de apogeo

Hacia mediados del siglo XIX, las nuevas tecnologías habían permitido en Gran Bretaña la producción de bienes que debían ser ubicados en el extranjero, a la vez que surgía allí cada vez más la necesidad de importar materias primas que la Argentina podía proveer.

En este contexto, se dio en nuestro país la llegada del ferrocarril en 1857 y la posterior apertura de los diversos ramales en las décadas siguientes, a lo que se sumaron inversiones de capitales británicos en puertos; en compañías de tranvías, de electricidad, gas, aguas corrientes; en frigoríficos; en actividades industriales, agropecuarias, forestales, comerciales, financieras, aseguradoras y de importación (de maquinarias agrícolas y materiales de construcción, por ejemplo), entre otros rubros fundamentales para esta etapa de la historia argentina.

Alumnado del Temperley British School (actual colegio William Shakespeare), fundado en 1922. Foto ca. 1930.Gentileza Colegio William Shakespeare

De esta forma se consolidaba aquello que se venía gestando desde las décadas anteriores, y a partir de 1880 nuestro país se convertía en el país no anglófono más vinculado económica y financieramente con Gran Bretaña. Para dar una idea de esto, podríamos mencionar que, en 1889, la Argentina absorbió entre el 40 y el 50% de las inversiones británicas hechas fuera del Reino Unido, mientras se transformaba en su mayor proveedor de materias primas, incluso por sobre sus propias colonias.

Lomas de Zamora y Quilmes fueron los enclaves preferidos de la comunidad. Entre 1865 y 1925 fundaron allí tres iglesias protestantes, un cementerio, varias logias e industrias, tres colegios, y cinco clubes deportivos y un club social que siguen en funcionamiento.

Así se dio una nueva oleada inmigratoria desde las islas británicas hacia nuestro país. En esta ocasión fue principalmente de obreros especializados, técnicos y profesionales, a la vez que, de la mano del ferrocarril, se expandían las actividades de la comunidad argentino-británica hacia los suburbios de Buenos Aires y el interior del país. Y donde los nuevos inmigrantes se afincaban, se fundaban nuevas instituciones religiosas, educativas, deportivas y sociales, muchas de las cuales todavía subsisten y son bien reconocidas. A modo de ejemplo podríamos mencionar el caso de Lomas de Zamora, que por entonces era el suburbio de Buenos Aires favorito de la comunidad, seguido por Quilmes. Entre 1865 y 1925 la comunidad fundó allí tres iglesias protestantes, un cementerio, varias logias, varias industrias, tres colegios, cinco clubes deportivos y un club social que siguen en pleno funcionamiento, más un anexo del Hospital Británico, varias instituciones que cerraron o se transformaron con los años y hasta un partido político municipal. En menor medida, esto se repitió en otros suburbios, ciudades y pueblos, como Flores, Belgrano, Rosario, Bahía Blanca, Río Gallegos, etcétera. Y de la mano de estos inmigrantes y de sus instituciones, se generaron importantes cambios en los modos de vida y en los paisajes de estos sitios, que terminaron asimilándose con los criollos.

La influencia británica en el desarrollo de la Patagonia

Debemos hacer dos menciones importantes sobre la inmigración británica en la Patagonia por el legado significativo que han tenido en su cultura y economía. La primera se refiere a la colonia galesa establecida en la provincia de Chubut. La segunda mención es sobre los emprendimientos ovejeros de inmigrantes británicos en Santa Cruz y Tierra del Fuego, que dejaron su huella en la cultura local, en la arquitectura y en la gastronomía. Una figura fundamental fue Thomas Bridges, quien se instaló junto a su grupo en convivencia con los pueblos originarios de Tierra del Fuego en 1871, e izó la bandera argentina en 1884 al fundar el Gobierno argentino la ciudad de Ushuaia, un hecho clave en momentos en que no estaban claros los límites con Chile. Su hijo, Lucas Bridges, relata en el libro El último confín de la Tierra la vida de su familia con los onas y los yámanas, y cómo fue que pasaron de ser misioneros a consolidados ovejeros. Su estancia Harberton (declarada Monumento Histórico Nacional) no fue la única de su tipo, y la introducción de las ovejas por parte de estos emprendedores colonos británicos en este sector del país, además del coraje y la perseverancia de los pastores y esquiladores escoceses que llegaron para trabajar en ellas, transformó la economía y la cultura patagónicas.

El legado británico en la cultura argentina actual

Las marcas del aporte británico en nuestro país se encuentran sin mucho escarbar en nombres de sitios, en la arquitectura y en los paisajes urbanos y rurales argentinos, así como en instituciones y costumbres que son parte de nuestra vida cotidiana, incluidos los clubes deportivos y los colegios, estos últimos, probablemente, los mayores responsables de que la Argentina sea el país de América Latina con mejor nivel de inglés.

Banco Británico de la América del Sud, en la esquina de Reconquista y Bartolmé Mitre. Había allí otras dos entidades del mismo origien: el Banco de Londres y Brasil y el de Londres y América del Sur.Archivo General de la Nación

El concepto de “paisaje cultural”, cada vez más en boga, nos puede hacer pensar en aquellos entornos moldeados por el ferrocarril, con sus suburbios residenciales a la inglesa en las afueras de Buenos Aires, sus chalets con jardines arbolados, sus clubes, colegios, iglesias, y costumbres; también las colonias y los talleres ferroviarios. Las estancias patagónicas, con sus nombres ingleses, su arquitectura, sus jardines, sus ovejas. También varias estancias de la llanura pampeana, como la del Espartillar y Adela, en Chascomús, o La Caledonia en Cañuelas, donde se dice que se inventó el dulce de leche. Su nombre es tan escocés como el de su propietario, John Miller, uno de los tantos británicos que hicieron aportes cruciales al progreso del agro nacional, empezando por el desarrollo de la industria láctea y la agricultura en Santa Catalina.

Si bien la inmigración británica no fue tan numerosa, su presencia ha dejado una huella en el paisaje cultural: las estancias patagónicas con sus nombres ingleses y sus ovejas, las estaciones de ferrocarril, los chalets con jardines cuidados, los clubes y los colegios son parte de él.

Y si hay algo que los argentinos hemos sabido sostener con pasión y profesionalismo es la excelencia en los deportes, la gran mayoría fueron introducidos en nuestro país por los inmigrantes británicos: el fútbol (inevitable mencionar las figuras de Alexander Watson Hutton y los hermanos Thomas y James Hogg), el rugby, el hockey, el tenis, el polo, el yachting, el turf, el cricket, el golf... Entre los históricos clubes argentinos fundados por británicos, podemos mencionar el Buenos Aires Lawn Tennis, Alumni Athletic, Belgrano Athletic, Lomas Athletic, Quilmes Athletic, Banfield, Hurlingham, Newellʼs Old Boys, Buenos Aires Rowing, Tigre Boat, Gazcón Lawn Tennis, y muchos más, sin enumerar todos los relacionados con los ferrocarriles y con las asociaciones como la AFA.

Partido de criquet en Puerto Madero. 1929.Archivo General dela Nación. AR-AGN-AGAS01-DDF-RG-1459-151484

Es necesario nombrar también a los ingenieros y arquitectos que construyeron los edificios e infraestructura de las ciudades donde vivimos: Bateman, Bevans, Adams, Taylor, Bassett-Smith, Chambers, Merry, Conder, Farmer, Follett, Medhurst-Thomas, Smith, Collcutt, y tantos otros, sin contar a descendientes de británicos, como Arnoldo Jacobs o Amancio Williams. Todos ellos ayudaron a enriquecer nuestro patrimonio cultural actual y a conformar el ambiente de sitios que nos identifican como argentinos y que son tan diversos como la Av. de Mayo y la Av. Alvear en Buenos Aires, ciudades como Rosario o Mar del Plata, suburbios como Lomas de Zamora, Quilmes, San Isidro o Hurlingham, colonias ferroviarias como las de Remedios de Escalada en Buenos Aires o Darwin y Río Colorado en Río Negro, y hasta enclaves remotos como el antiguo Hotel Puente del Inca en Mendoza.

Campeonato de tenis femenino. Lawn Tennis Club. 1910.Archivo General de la Nación. AGN-AGAS01-DDF-RG-INV 37436


sábado, 21 de enero de 2023

Argentina: Inmigración británica a Cañuelas en el siglo 19

Así era Cañuelas hace 150 años

El “Manual del Río de la Plata” publicado en 1869 describe la estructura productiva del partido, que tenía una fuerte preponderancia del ganado ovino, con casi un millón de cabezas.


InfoCañuelas



 
Producción ovina en Argentina. Litografía 1863.

Hace 150 años Cañuelas era un pueblito de 2 mil habitantes, con una actividad centrada en la ganadería y con un total de 162 estancias: la principal era la del escocés Juan McClymont.

Contrariamente a lo que se cree, el stock de ovejas superaba holgadamente al número de vacunos, lo que convertía a Cañuelas en un importante centro de producción ovina, actividad promovida por los hacendados ingleses, irlandeses y escoceses.

Los datos, con un minucioso detalle numérico, se encuentran en el “Manual del Río de la Plata”, publicado el 17 de marzo de 1869 por los hermanos Edward T. Mulhall y Michael G. Mulhall, este último periodista y estadístico. El libro es una mina de oro con información sobre el Cañuelas de la época y los demás distritos bonaerenses.

DESCRIPCIÓN DE CAÑUELAS Y SUS ESTANCIAS

El manual de los hermanos Mulhall informa que Cañuelas tenía una superficie de 41 leguas cuadradas y 162 estancias con un valor de la tierra que alcanzaba los $ 400,000 por legua.

“El partido ha sido famoso por sus cabañas de carneros premiados y ovejas destinadas al mejoramiento de la raza, y algunos de sus establecimientos son notablemente finos. Los campos son adecuados para la cría de ovejas, ya que retienen el agua hasta un período tardío en verano, y al hacer pozos se encuentra agua a muy poca profundidad. También se atiende a la agricultura, no habiendo menos de 308 chacras, que cubren alrededor de 15,000 acres de labranza (6 mil hectáreas). Fue uno de los primeros partidos donde se establecieron los ingleses y nuestros compatriotas suman más de 200”. 

En otros párrafos el libro ofrece un listado de las principales estancias del partido, indicando su superficie en leguas: McClymont (3 y 1/4) / W. Whyte (3) / E. Villegas, Acosta (2 y 1/4) / Alfaro, Familia Castro (2) / Halbach (1 y 1/2) / Martínez de Hoz, R. Carranza, L. Agüero (1 y 1/8) / Lahitte, Tobar, Barreda, Cárdenas, Familia García, A. Pereyra (1) / C. Villegas, F. Tavares, Lalama, L. Loysa, Familia Thompson (3/4) / Familia Avila, Alegre, Carrizo (2/8) / R. Millán, Familia Martínez, Rosa, Bargas (1/2) / Morales (1/3), Cebey, Ramos, Núñez, Peter Ball, Casares, W. Dickson, D. Pereyra, H. Harilaos (1/4), Sra. Lenona, Alcoba, E. Loysa, F. Pérez, Mrs. Hanlon (1/8).

“Las estancias de Whyte y McClymont se encuentran entre las mejores del país. La primera se llama La Campana, ubicada entre el Arroyo de Cañuelas y el río Matanzas, famosa por sus razas superiores de ovejas, caballos y vacas, en su mayoría importados de Inglaterra. Esta estancia se levantó en un estilo inglés puro, a un gran costo, y fue una de las primeras en Buenos Aires que fue cercada completamente mediante alambrado”. 

“La propiedad de McClymont se ubica al Sudeste de la ciudad de Cañuelas, a unas dos leguas, y tiene un carácter similar a la anterior: estos establecimientos modelo fueron fundados por dos empresarios escoceses, quienes pueden ser considerados como los pioneros de la industria en esta parte del país. Sus casas son de estilo señorial, rodeadas de huertos, campos de trigo y extensas praderas.”

“La estancia de Halbach en Los Remedios, entre Monte Grande y el río Matanzas, fue otra valiosa propiedad, pero cambió de manos hace un par de años; los edificios y plantaciones fueron vendidos por un décimo de su valor. No menos desafortunada fue una sociedad anónima llamada Sociedad Pastoril, dedicada principalmente a la crianza e importación de ovejas y ganado fino: las tierras se ubican en El Ombú, a medio camino entre Cañuelas y San Vicente, contiguo a la estancia de Alfaro, y que comprende más de dos leguas cuadradas. La empresa quebró, y el señor Martínez de Hoz ahora se dedica al mismo negocio, importando animales de raza de Inglaterra y Alemania.”

El manual informa que el stock del partido de Cañuelas estaba compuesto de 12.902 vacas, 13.003 caballos, 16.380 ovejas finas, 818.158 ovejas mestizas, 1.000 ovejas criollas y 122 cerdos; con un promedio de 350 vacas, 350 caballos y 21.000 ovejas por legua cuadrada.

 

Casco de la estancia La Campana, de Juan McClymont.

 

ESTRUCTURA URBANA

Hacia 1869 la población urbana y rural de Cañuelas ascendía a 4.191 argentinos, 131 italianos, 247 españoles, 88 franceses, 79 ingleses, 19 alemanes y 174 de diverso origen, dando un total de 4.933. Existían 252 casas y 708 ranchos, 5 alcaldes, 20 tenientes, 12 policías y 650 guardias nacionales.

“El pueblo de Cañuelas tenía alrededor de 2.000 habitantes, en su mayoría pobladores de la Vieja España o los Pirineos. “Está muy bien situado y tiene una nueva Iglesia, además de escuelas públicas a las que asisten 54 niños y 48 niñas. Los irlandeses de este distrito reciben la visita del Reverendo Mr. Curran, de Lobos, una vez al mes, y el pastor escocés, Reverendo Mr. Smyth, asiste una vez al mes en la estancia del señor McClymont.” 

Sobre los profesionales, oficios y comercios, el manual detalla que había un médico residente y 2 boticarios; 4 tiendas y 15 almacenes; 6 carpinterías que empleaban a 20 hombres; 2 forjas que empleaban a 4 hombres; 3 hornos de ladrillos que producían alrededor de 2.000.000 de ladrillos por temporada; 4 zapateros que empleaban a 30 hombres y mujeres; un platero y asistente; 5 barracas para almacenar productos, las que mantenían 30 carros de bueyes constantemente empleados; 24 ladrilleros y 40 albañiles, que trabajaban constantemente; 1 panadero, 1 hotel, 4 posadas, 1 sastre y asistente, 1 fabricante de velas, 3 billares y 6 carnicerías”.

Asimismo, había 70 casas que abonaban impuestos. Las de mejor construcción eran propiedad de Castro, González, Arrieta, Fuentes, John Griffin, Villegas, Zelarayán, Rodríguez, Muñiz, Bletcher, García y Galicia, valoradas desde $ 70.000 hacia arriba. 

Al momento de la publicación tres eran las principales autoridades del pueblo: el juez de Paz don Desiderio Davel; el cura párroco Rev. Alfonso Raffaeli; y el director de Correos es Don Ventura Cano. El municipio tenía seis miembros, con ingresos municipales de $ 160.000. 

Los libros de registro muestran que de cada 100 niños bautizados, 55 eran "legítimos" y 45 "ilegítimos", lo que se aproximaba al promedio de los distritos rurales.

LOS AUTORES

Los hermanos Edward T. Mulhall (1832-1899) y Michael G. Mulhall (1836-1900) nacieron en Irlanda. Edward llegó a mediados de la década de 1850 y se dedicó a la cría de ovejas, primero en Ranchos y luego cerca de Zárate. Michael arribó al país en 1860 y convenció a su hermano mayor para que abandonara la cría de ovejas y se dedicara al periodismo. La asociación resultante condujo primero a la fundación de “The Standard” de Buenos Aires en mayo de 1861, un periódico dirigido a la comunidad de habla inglesa en Argentina, que se editó hasta entrado el siglo XX. 

Más tarde el trabajo asociado de Michael y Edward Mulhall llevó a la publicación de la destacada serie de cuatro ediciones en inglés de los Manuales del Río de la Plata, una importante fuente de consulta sobre la economía de fines del siglo XIX. Michael G. Mulhall fue periodista, autor y estadístico. La lista de sus libros es extensa, uno de los más conocidos es The English in South America, publicado en 1878.




lunes, 21 de noviembre de 2022

Argentina: La familia Sheridan y su inmigración

Pasión por la ganadería y el arte en la vida de la familia irlandesa Sheridan

Roberto L. Elissalde
La Nación




Fragmento del célebre cuadro de Henry Sheridan

Pedro Sheridan, natural de Dublin, Irlanda, llegó a con 24 años a Buenos Aires en 1817 era “alto, rubio, de ojos azules, nariz larga y barba escasa” y se dedicó con su hermano James al comercio de paños; tres años después pasó por Montevideo a Inglaterra donde lo esperaba Mary Butterworth con la que se casó en agosto de 1820. La imprevista muerte de su hermano hizo regresar al matrimonio a hacerse cargo del negocio en 1823, pero pronto cambió el mostrador por las tareas rurales y la cría de ganado y compró en sociedad con Thomas Whitfield y John Harrat una estancia de 800 varas de frente por legua y media de fondo en el partido de la Magdalena, que habrían de ampliar en 1826 con otra de dos leguas y cuarto de frente y fondo cerca del antiguo pueblo de Ranchos.

La sociedad llamada “Tres Amigos” comenzó en 1824 la explotación de un lote de ovejas Southdown, que llegaron al país por iniciativa de Rivadavia; que agrandaron con otro de ovinos sajones y después merinos. Ricardo Hoog, recuerda que en estos campos poblados de abrojos y pajas bravas, todo se había preparado para recibir a los ovinos, y que el paisanaje, acostumbrado a dormir a la luz de luna, quedó impresionado ante los lujosos galpones que se habían construido para albergar a los lanares finos, tanto que desde entonces la cabaña fue conocida como “Los Galpones”.

Sheridan y Harriat, verdaderos promotores, tuvieron éxito en su empresa y buen rédito económico, que fue imitado por otros productores, como que Maxime Hanon recuerda aquella definición de Carlos H. Pellegrini la “Merinomanía” o chascarrillo de Juan Manuel de Rosas “¡Vamos a tener que esquilar las vacas!”.

En Buenos Aires, Peter vivía en la calle de la Paz (Reconquista) en una casa que le alquilaba al general Pueyrredon y habitaba una quinta en la zona de la Recoleta. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Mary (1826), Alfred (1827), Elizabeth (1829) y Henry. Dispuesto a darle una excelente educación a sus hijos, en 1835 la esposa con tres hijos, el segundo había fallecido el año anterior, viajaron a Liverpool, donde se instalaron. Maru Butterworth, falleció a fines de 1835 y los niños quedaron bajo la tutela de sus parientes. Sheridan, ampliamente vinculado a la sociedad local como que frecuentó a Manuelita Rosas, benefactor de la comunidad británica murió en la estancia “Los Sajones” el 6 de enero de 1844 y fue sepultado en el cementerio protestante de la calle Victoria.

Elizabeth y Henry regresaron al país en 1857 para hacerse cargo de la herencia paterna, luego de un engorroso juicio ya que fueron representados por ser menores de edad, lo que finalmente se zanjó cinco años después. Henry, que había nacido en Buenos Aires el 13 de setiembre de 1833, heredó sin duda el refinamiento de su padre que poseía en la estancia una selecta biblioteca de autores ingleses y franceses y, a su llegada, La Tribuna destacó su fama de pintor romántico. En el taller de Fusoni en la calle Cangallo 114, donde exponían los más destacados plásticos del momento, en 1859 exhibió con su maestro José León Palliere unas 60 obras, algunas de ellas como la tropa de carretas en la pampa; fue subastada en una conocida casa de remates en Londres.

Esta obra de 3,20 x 2m144 m, mereció este comentario de J. J. Long en La Tribuna del 26 de febrero de 1864: “un gran cuadro al óleo que representa y convoy de carretas arrastradas por bueyes en medio de inmensa pampa; el suelo y el cielo ejecutados por Sheridan, pintor inglés (era porteño) distinguido en este género”. Se propuso instalar en nuestra ciudad, con una academia de dibujo; pero una úlcera perforada acabó con sus días, a los 22 años el 29 de agosto de 1860, y sus restos fueron sepultados en el mismo cementerio que los de su padre.

Mulhall, que editaba The Standard afirmó que Henry había dejado los mejores paisajes de Sud América que haya pintado un artista nacido en este continente. Padre e hijo honraron uno como ganadero e impulsor de nuestra riqueza y el otro como artista a nuestro país.

lunes, 20 de enero de 2014

Argentina: Un criollo británico llamado Fotheringham

Argentina e Inglaterra: cruce de influencias 
Por Rolando Hanglin | Para LA NACION 

El cruce de influencias entre la Argentina e Inglaterra ha sido muy intenso, en diversos períodos históricos. Sobre todo, entre las invasiones inglesas y la Revolución de Mayo, durante toda la gesta de San Martín, y también en tiempos de Rosas. Según el autor británico H.S. Ferns, la alianza comercial entre Inglaterra y la Argentina en el siglo XIX es la más íntima y persistente entre dos naciones en toda la historia. Ferns se basa, para su estudio "Inglaterra y Argentina en el Siglo XIX", exclusivamente en fuentes británicas relacionadas con negocios financieros, comercio de carnes, cueros y granos, inversiones, radicaciones de capital, construcción de puertos y ferrocarriles, etcétera. 

Ignacio Fotheringham es un prócer argentino nacido en Southampton, así como Juan Manuel de Rosas es un prócer argentino fallecido en Southampton, donde vivió 25 años y condujo su propia granja, la Burgess Farm de Swaithling. 

Ignacio Fotheringham es un prócer argentino nacido en Southampton, así como Juan Manuel de Rosas es un prócer argentino fallecido en Southampton. 
Ignacio Hamilton Fotheringham nació el 11 de septiembre de 1842, de familia militar. Su padre fue el coronel don Roberto Fotheringham, de actuación en la India, y su madre Inés María Huddleston. Familia católica que concurría a misa en la parroquia del R.P. Mount. Todos estos datos figuran en la obra "Memorias de un soldado" (900 páginas, dos tomos, agotado) donde Ignacio se queja francamente de su familia, en especial por el trato frío y distante. Muy al estilo británico, internaron a sus hijos en colegios de Bélgica y la propia Gran Bretaña. Siempre lejos. 

Ignacio se inicia como guardiamarina y lo envían a India Oriental. Allí se producen inconvenientes y el muchacho queda boyando, de regreso en Southampton, sin destino cierto. La muerte de su madre le brinda una pequeña herencia y el chico decide emigrar a Australia. Estaba muy solo, sin novia, amigos ni parientes, pues todos andaban diseminados por el vasto imperio británico. De modo que, a los 20 años, recorre la ciudad saludando a sus amistades para despedirse. Así es que visita a Manuelita Rosas y su marido Máximo Terrero, vecinos de la familia. 

- ¿Australia?- le dice Manuelita- ...¿Por qué no viaja a nuestro lindo país, Argentina? ¡Allí será feliz! 

Ignacio no lo piensa mucho: se embarca rumbo a Buenos Aires, con cartas de recomendación para don Carlos Keen, los señores Terrero y Dorrego (antiguos socios de Rosas) y otros hacendados británicos, que eran muchos y de gran predicamento en el país. 

¿Quién era Rosas para Ignacio Fotheringham, en aquella época? Una suerte de militar español, exilado por razones de alta política. 

El caso es que Ignacio, ya en Buenos Aires, se conchaba como puestero en el campo que había sido reducto de Rosas, "Los Cerrillos" y allí trabaja durante tres años, aprendiendo el idioma, las costumbres paisanas y las mañas de los caballos. Se hace criollo. Tanto es así que, ya en 1865, se engancha como soldado para la guerra del Paraguay. Sin saber muy bien por qué, lo hacen subteniente a los quince días. De ahí en adelante, Fotheringham sirvió durante cuarenta años al Ejército argentino. Nunca obtuvo la ciudadanía: era inglés. Combatió en la guerra del Paraguay, realizó una expedición a Leuvucó (capital de los ranqueles) con Roca en 1872, participó de la Campaña al Desierto de 1879 y fue gobernador militar del Chaco en 1894. 

Le dolía profundamente que lo llamaran gringo, y recomendó a sus hijos nunca emigrar, no ser extranjeros 
Fotheringham se casó en 1873 con Adela Ordóñez, una señorita de Río Cuarto, ciudad entonces cercada por los indios. El inglés tuvo un batallón de hijos y nietos. Viajó varias veces a Europa y a los Estados Unidos, incluso a su ciudad natal de Southampton. Se retiró en 1905. Su casa en Río IV era una quinta rodeada por las calles Alsina, General Paz, Pedernera y Sobre Monte (así, separado en dos vocablos, se escribía entonces este apellido). Actualmente, en ese solar se alza el Concejo Deliberante de la ciudad. Vivió también en una casona de la calle Tucumán (hoy Fotheringham) 176-78. Fue sede de la Comandancia de Fronteras, cargo que supo ocupar el propio Ignacio, y hoy Museo Histórico Regional. 

Fotheringham fue compañero de armas de Bartolomé Mitre, el propio Roca, Racedo, Dardo Rocha. Valiente soldado y delicado escritor, también merece el título de criollo macanudísimo. Le dolía profundamente que lo llamaran "gringo", y recomendó a sus hijos "nunca emigrar, no ser extranjeros". Cosas del destino: antes de morir en 1925, Ignacio visitó un par de veces la ciudad de Southampton y conversó con el Padre Mount, que había sido confesor de su familia y también párroco de Rosas. Cuando mencionaron a este último, Fotheringham lo calificó tal cual había oído en la Argentina antirrosista de 1863, a la que llegara diez años después de Caseros. 

- ¡Ah ese tirano sangriento!- le dijo al Padre Mount. 
Ignacio Fotheringham

- ¡Calle, no diga usted eso! El general Rosas fue uno de los hombres más bondadosos que he conocido en mi vida. 

Un poco desconcertado, Fotheringham averiguó algo más sobre Rosas. Por ejemplo, que era un sobresaliente jinete. En las cabalgatas y cacerías a que lo invitaba su amigo Lord Palmerston (ex premier inglés) asombraba con su destreza, aunque ya era hombre mayor. Cierta vez, el caballo rodó y Rosas "cayó parado" como se estilaba en el campo argentino. Digamos: el montado se le escurrió entre las piernas y él siguió caminando. Otra vez sacó el lazo del recado y enlazó a un ciervo por las astas. Detalle estrambótico: en su casa de Southampton, Rosas tenía un despachito donde escribía sus rabiosas memorias de exilado y expropiado, que nunca publicó: se sentaba en un silloncito colorado y tenía otro igual, para las visitas. Pero cuando alguien pasaba a verlo y amagaba con sentarse en el sillón, lo atajaba: "¡No por favor, no ocupe ese asiento que estoy esperando al General Urquiza!". Obviamente, Urquiza nunca llegaba. 

En su tierra adoptiva, aquel vecino de Rosas encontró el calor afectivo que es nuestro patrimonio 
Don Ignacio encontró en Río IV su hogar y formó su familia, que sin duda perdura en Córdoba. Conservó para siempre su gratitud por los Terrero, los Dorrego y Manuelita Rosas, que le dieron su primer empleo en la remota Argentina. Consideraba que Rosas debía ser analizado sin fanatismo. 

Curiosa anécdota: a los 15 años, cuando el joven Ignacio fue a despedirse de su padre para viajar a la India, armó solito su bolso y golpeó la puerta del dormitorio de "El Viejo", como él lo llamaba en criollo. 

- Me despido, padre. ¡Me voy! 

- ¡Adiós hijo, que Dios te bendiga!- respondió el padre, sin siquiera abrir la puerta para darle un abrazo. Los dos Fotheringham no volvieron a verse. 

Entendemos que la madre de Ignacio ya había muerto, por aquel entonces. Y deducimos que, en su tierra adoptiva, aquel vecino de Rosas encontró el calor afectivo que es nuestro patrimonio..

sábado, 11 de enero de 2014

Argentina: Parish y Rosas

Rosas y uno 
Por Rolando Hanglin | Para LA NACION 

Esta columna no debería pertenecer a la serie de los "pensamientos" sino, más bien, a la de las "confesiones". Cuando uno llega a cierta edad, tiende a decir su verdad profunda, por lo menos hasta donde la conoce, ya sin ánimo de impresionar a nadie. Es hora de mostrarse. 

Fui educado en la línea "San Martín-Rosas-Perón". Mi madre, la profesora de Historia Salomé Unia, contaba los acontecimientos argentinos desde 1810 como una atrayente novela, y en esa trama había tres héroes, todos generales del Ejército: San Martín, Rosas y Perón. Mi padre Roddy (más completo: Rowland Ruddock Hanglin) era anglo-argentino. Para algunos sonará raro, pero mi padre fue fervoroso peronista y, con el correr de los años, se hizo partidario de Arturo Frondizi. 

Estas son las ideas que uno ha mamado y que forman el pavimento de su propia mentalidad. Por aquel entonces, Rosas era sinónimo de anti-británico, y conviene recordar que, hasta los años 30-40, toda la política argentina estaba marcada por dicho tema. Desde 1770 en adelante, los ingleses tuvieron una intervención muy intensa en Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. No hablemos ya de la India, Pakistan, Africa. El "anticolonialismo" fue una bandera de las naciones postergadas, en la primera mitad del Siglo XX. Después de la caída de Perón, en 1955, empezó a hablarse del imperialismo yanqui. Ya Perón había construido su gran movimiento social demonizando al influyente embajador americano en Buenos Aires, Mr. Spruille Braden. El slogan victorioso fue "Braden o Perón", y con esa consigna el coronel venció a todos los partidos políticos sumados, desde el conservador hasta el comunista. A partir de los años 60, en Argentina se entendió que el Reino Unido había pasado a la historia, y que el presente estaba dividido en dos mitades: el área USA y el dominio URSS. 

Por eso, los militares argentinos creyeron que "el viejo león apolillado" no reaccionaría si le quitábamos las Malvinas de un manotazo, y lo intentaron. Lo que siguió fue una cruel lección sobre las realidades de la vida. 

De todos modos: cuando yo tenía diez años (hace 55) todavía se juzgaba a Rosas como antibritánico, a primera vista, y la vuelta de Obligado se veía como una batalla heroica contra la prepotencia de Londres. 

Con los anglo-argentinos ocurre algo raro. Somos muchísimos, y muy variados: los chacareros de origen irlandés, los galeses de la Patagonia desde Arnold hasta Johnston, los escoceses de la Provincia de Buenos Aires, los ingleses que se adueñaron del comercio de la Capital a partir de 1806. Los de Temperley, los de Hurlingham, los de Belgrano, los de Luján, los de Lomas, los de Río Gallegos, los de Rawson, etc. Pero los intelectuales o dirigentes que se han hecho notar pertenecen a la izquierda, al nacionalismo, al peronismo o a la poesía independiente. Digamos: no tienen nada de probritánicos. Podemos contar a John William Cooke, William Patrick Kelly, Mario "Pacho" O´Donnell, Rodolfo J. Walsh, Rodolfo Fogwill, María Elena Walsh, y hasta Peter Campbell ("Peidro Canbél") que llegó con las invasiones inglesas y se quedó a vivir en las pampas, convirtiéndose en un gaucho colorado de bota de potro, coleta y dos aritos. Porque, señores, los gauchos usaban arito. No uno, sino dos. Casi estamos tentados de mencionar a Guillermo Brown y a Raúl Alfonsín Foulkes. La historia de nuestro país está llena de ingleses y anglos. Sin embargo, casi ninguno de ellos fue "pro-británico", en sus ideas y proclamas. Más bien, lo contrario. 

Cuando cursé mi secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires, los grandes referentes eran Domingo Faustino Sarmiento, Amadeo Jacques, Florencio Varela, Salvador María del Carril, Bernardino Rivadavia, Mariano Moreno, Manuel Belgrano. Todos liberales europeístas. Me sentía un poco incómodo frente a mi condiscípulo de primer año, "Charly" Ortiz de Rosas, rubio y de ojos celestes como el Restaurador. Rosas estaba descripto, en la historia oficial de aquellos días, como un Monstruo en su Orgía de Sangre. 

Cabe acotar que, en estas circunstancias, uno comprende que la línea San Martín-Rosas-Perón no existe como continuidad de personas afines, ni tampoco la línea Mayo-Caseros (1810-1852) sino que todo está mezclado, de manera que no es posible formar una guerra entre Buenos y Malos. 

El lector de temas históricos siente el impulso de investigar. Conocer, descubrir, entender. Naturalmente, es imposible investigar si uno tiene resuelta la sentencia desde el comienzo. Si ya conocés el resultado: ¿Para qué averiguar más? 

Yo también tuve 20 años. En aquella época, creía que lo mejor que podía pasarle a nuestro país era elegir presidente a don Arturo Jauretche. Fundador de FORJA, crítico de los alvearistas y rebelde ante los chupamedias de Perón, fue eyectado del peronismo en 1950. Permaneció como referente de los revisionistas y los nacional-populares con arraigo en la provincia de Buenos Aires, el territorio propio de Rosas. Más adelante, lo substituyó en la moda intelectual don Jorge Abelardo Ramos, un gran escritor de temas históricos y políticos. Y hoy parece estar de actualidad (otra vez) el Sr. Jauretche, mi favorito de los 20 años, cuando no había elecciones en nuestro país. Jauretche nunca tuvo la menor chance de subir al poder. No anduvo ni cerca. 

Cuando uno se encuentra con las cosas raras de la vida y la historia, entiende que debe empezar a estudiar. Porque todo, absolutamente todo, está en los libros. Y nada, absolutamente nada, hay en los foros de internet, más que insultos, exclamaciones, orgasmos de 4 letras y frases sueltas. 

Buscando, buscando, buscando, me encontré con el libro del señor Raed. 

¿ROSAS, CONDECORANDO AL EMBAJADOR INGLES? 

En mi adolescencia, lo normal era atribuirle al brigadier general Juan Manuel de Rosas la condición de caudillo bonaerense, jefe de los estancieros y dictador absoluto de la Nación, con el rótulo formal de gobernador de Buenos Aires, entre los años 1830 y 1852. Nos enseñaron que fue derrocado por Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros, que luego se exilió en Inglaterra, y punto. Fue un nacionalista cabal, católico, patriota, duro con los indios y -sobre todo- enemigo de los ingleses. Hoy día lo reivindican todos los nacionalistas, de izquierda y de derecha. 

Al cabo de los años, uno se encuentra con el libro de José Raed: "Rosas y el cónsul general Inglés, las condecoraciones". ¿Qué condecoraciones? ¿Para los piratas que nos robaron las Malvinas? 

Mr. Parish

Y bien: hubo condecoraciones, no una sino tres. 

El condecorado fue Mr. Woodbine Parish, nacido en Londres el 14 de septiembre de 1786, hijo de Mr. Woodbine Parish y de Mrs. Elizabeth Headley. Este hombre perteneció al servicio exterior británico, revistando en Paris, Sicilia y Nápoles. Colaboró también con Mr. Thomas Maitland, quien -para los lectores que hemos seguido las publicaciones de Rodolfo Terragno y Juan Baustista Sejean- ostenta un nombre familiar, ya que presentó a la Corona Británica un plan estratégico destinado a conquistar Buenos Aires, luego Santiago de Chile, invadiendo después Lima por el Pacífico, y así arrebatar a los españoles el corazón monárquico de Hispanoamérica. ¡Exactamente lo que hizo San Martín! Ya estaba escrito y planeado por los ingleses antes del año 1800. 

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Toda nuestra historia huele a tweed, a puerto, a cuero, a foot-ball, a scotch-whisky. 

Seguramente, Mr. Parish prestó servicios discretos pero importantes a la Confederación Argentina que conducía Rosas. Estoy seguro de que el Restaurador no les regaló nada a los ingleses, y también estoy seguro de que lo recibieron con toda cordialidad en Southampton, porque el amor con amor se paga. Más que eso, no sé. 

Existen otros vasos comunicantes entre San Martín y Rosas. El Libertador mantuvo una cálida correspondencia con el Restaurador de las Leyes (es decir, el hombre del Orden) y le legó su famoso sable corvo, hoy custodiado por los Granaderos. En todos estos vasos intervienen los ingleses. 

El Sr. Woodbine Parish, cónsul general del Reino Británico en el Río de la Plata, recibió de Rosas, a través de su canciller don Felipe Arana: la condición de ciudadano honorario de la Confederación Argentina, el título de coronel de Caballería de la misma y el derecho a utilizar la bandera argentina, sus colores y escarapelas, en el escudo de armas de su familia. 

Todo esto: ¿A cambio de qué favores? 

Repito, no sabemos. Pero, Inglaterra nos había arrebatado las Islas Malvinas en una operación pirata, que aún pervive y, tal como van las cosas, puede durar un par de siglos más. Por otra parte, si los porteños no nos hicimos problemas al perder el Uruguay, el Paraguay, el Alto Perú, y hoy discutimos al general Roca porque cometió el atropello de salvar la Patagonia para nosotros... ¿Estamos tan dolidos por la pérdida de las Malvinas, cuando sólo hemos retenido el 40 por ciento del Virreinato del Río de la Plata? ¿O fingimos un patriotismo ensangrentado cuando las grandes derrotas nos resbalaron sobre la piel? ¿Somos patriotas o bufones? Y no se trata de que esos territorios fueran "propiedad" de Buenos Aires, sino de la integridad de una gran nación hispana-sudamericana equivalente al Brasil, cuya capital podía estar en Montevideo, La Paz o Río Cuarto. 

Rosas, después de la gesta de Obligado y los enfrentamientos con Francia e Inglaterra, fue derrocado por los unitarios y sus amigos (liberales europeístas) en 1852. Como él mismo lo testimonia, tenía todo organizado para subir -si Caseros resultaba adverso- a una chalupa inglesa y abandonar Buenos Aires, con destino a Londres. Con la ayuda del cónsul británico, Mr. William Gore, así lo hizo con sus 17 cajones de archivo y sus enormes baúles. En Inglaterra fue recibido con honores (una salva de 21 cañonazos en el puerto de Southampton, para escándalo de "The Times", que censuró a las numerosas personalidades de la nobleza y el funcionariado que acudieron a estrechar la mano del general Rosas, una mano "manchada de sangre") y luego administró su propia chacra inglesa durante 25 años. Había gobernado la provincia con mano de hierro, por 20 años. Manejó su "farm", cerca de Southampton, hasta su muerte, antes de cumplir 84. 

Su último amigo, en aquellos tristes años de exilio, fue el Sr. Justo José de Urquiza. El mismo que lo había depuesto, y que lamentó en sus cartas el "maldito día" en que se le ocurrió voltear a don Juan Manuel. 

PROGRAMA DE ESTUDIOS 

Estas noticias concernientes al Sr. Parish nos dejan estupefactos. Porque, además, los sobrinos del cónsul, señores John y William Parish Robertson, vivieron en estas tierras desde 1806 hasta 1830, y presenciaron toda la época de Rosas. Más aún: el señor Parish Robertson fue testigo privilegiado de la batalla de San Lorenzo (única librada por San Martín en nuestro territorio) y terminó comprando un campo en esa localidad, que finalmente... vendió a ¡los socios de Rosas, la familia Terrero! 

Dice, en su libro sobre Rosas-Parish, el Sr. Raed: "El obsequio efectuado por Rosas es de una gravedad sin precedentes que ningún otro gobernante, por obsecuente que fuera con alguna potencia extranjera, llegó a hacer como expresión de servilismo... 

Rosas estuvo íntimamente ligado a los intereses ingleses, mercantiles y comerciales, representando los objetivos de su clase, ganadera y terrateniente de la provincia de Buenos Aires, a veces coincidiendo con el Litoral...Las fuerzas de la revolución necesitaban imperiosamente el apoyo internacional de Inglaterra. Pero eso no significaba ponerse de rodillas". 

Agregamos algunos detalles: Rosas no participó de la revolución de mayo. Su ídolo y protector personal fue el virrey Santiago de Liniers, un monárquico francés, partidario del Ancien Régime, fusilado por orden de Moreno y/o Monteagudo. Juan Manuel se arrimó a Buenos Aires hacia 1820, para restaurar el orden, la ley, el respeto por la propiedad, la religión y la familia. 

En otras palabras: fue un caudillo español, precursor de Francisco Franco y del General Perón, que también fueron admiradores de Mussolini. 

¿Hay que enojarse? No, hay que estudiar un poco más. 

Si el lector encuentra que nuestra historia, según estas breves líneas que escribe un simple periodista, historiador aficionado si se quiere, está llena de paradojas, hasta el punto de que todo parece una cadena de mentiras e imposturas...le recuerdo que la Revolución Libertadora de 1955, como primera medida, prohibió que se pronunciara el nombre de Juan Perón. No sus ideas, no su historia, no su movimiento. No: su nombre. Surgieron así mil maneras de nombrarlo: "el tirano prófugo, el dictador depuesto, el canalla, el líder, el que te dije, el macho, el jefe, Pocho". 

En fin. Si esto es una revolución "libertadora", yo soy el Papa de Roma.