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martes, 10 de mayo de 2022

Argentina: Purvis, el perro de Urquiza

Purvis, el perro de Urquiza





Cuenta la historia, no la leyenda, que el General Urquiza tenía un perro bravo que lo acompañó toda su vida. Era de pelaje bayo y del tipo mastín, llamado Purvis. El can no pasó desapercibido por dos razones: primero, por sus célebres mordidas a todos los que se acercaban a Urquiza (no se salvaban de los tarascones ni los visitantes ni los altos oficiales de su Estado Mayor; tipos ásperos y curtidos en sangrientos entreveros como Basavilbaso, Galán, Urdinarrain, Galarza, le temían más al perro que a su jefe); y, segundo, porque su imagen quedó inmortalizada en el cuadro que pintó Juan Manuel Blanes de la batalla de Caseros, que puso fin a la tiranía porteña de Rosas.
Allí aparece el perro Purvis al lado del caballo de Urquiza. Cuentan los cronistas que el animal no temía ni a los cañonazos ni al estruendo de la fusilería, y cuando Urquiza encabezaba las cargas de la legendaria caballería entrerriana en la batalla, allí iba el fiel Purvis a su lado.
Cuando Sarmiento visitó a Urquiza en una de sus primeras oportunidades, escribió: “El general Urquiza tiene a su lado un enorme perro que se llama Purvis. Muerde a todo el que se acerca a su amo. Esta es la consigna. Si no recibe orden en contrario, el perro muerde. Un gruñido de tigre anuncia su presencia al que se aproxima, y un ‘¡Purvis!’ del general, en que se le intima a estarse quieto, es la primera señal de bienvenida”. Y continúa diciendo Sarmiento: “El general Paz, al verme de regreso de Buenos Aires, su primera pregunta confidencial fue: ¿No lo ha mordido el perro Purvis?”.
Ángel Elías, el secretario privado, consignó en sus memorias estas palabras del propio Urquiza referidas a Purvis: “De la campaña Oriental solo me he traído compromisos y este perro. Era un cachorro que tenía el Coronel Galarza; de repente se me reunió y aunque mandaba separarlo siempre insistía en volver a mi lado; viendo yo esta tenacidad en un perro que no me conocía, ordené que se le dejase y desde entonces no se ha separado de mi. Dígame usted Elías, ¿no hay en esto una cosa incomprensible? ¿Cómo me explica Ud. el instinto de este animal a seguirme constantemente entre ocho mil personas que había en el ejército? No tiene paz con nadie, veo que me respeta y eso que yo nunca lo halago, es mi constante compañero”.
El perro Purvis murió en el Palacio de San José. Una narración oral cuenta que tenía la mala costumbre de robar asado de la parrilla. En una ocasión lo hizo frente a un joven soldado de la guardia del palacio que indignado lo mató. El joven fue llamado a
Frente a Urquiza por el hecho a lo que el soldado respondió que según su orden todo ladrón debía morir. Urquiza cedió ante la respuesta pero posteriormente el soldado comenzó a "encontrar" dinero y joyas extraviadas, las cuales nunca tomó, intuyendo que el Gral queria tener una escusa para vengar la muerte de su fiel amigo. Lamentablemente Purvis no vivía cuando ocurrió el cobarde asesinato, donde el Tata se defendió sólo frente a su familia -espada y pistola en mano, y sin custodia alguna-, ante una partida de sicarios.
Quizás otra hubiese sido la historia con el perro Purvis a su lado, dando pelea…


viernes, 26 de junio de 2020

Señores de la guerra: La muerte por amor de Pancho Ramírez

El amor trágico de Pancho Ramírez por una cautiva y la tristeza de una novia abandonada que esperó toda la vida 

Francisco “Pancho” Ramírez, el caudillo entrerriano, dedicó su vida a construir su poder en el litoral en las primeras décadas del siglo 19. El día que conoció a la Delfina, una pelirroja cautiva de misterioso origen y que peleaba como un soldado, dejó a su prometida para vivir una gran pasión. Murió al intentar rescatar a su amor en pleno campo de batalla. La mujer con quien se había comprometido nunca dejó de amarlo
Por Adrián Pignatelli || Infobae

  Francisco Ramírez, caudillo indiscutido en el litoral.

Hasta que la muerte los separe. Ese deseo que se prometen los enamorados, Pancho y la Delfina lo cumplieron al pie de la letra. Pancho era Francisco Ramírez, el Supremo Entrerriano, título que nunca quiso usar, aunque se lo había ganado en buena ley. Y Delfina había sido una cautiva de la que se enamoraría perdidamente y que sería su compañera, en las buenas y en las malas.

La de 1810 y 1820 fue una década en la que Ramírez vivió intensamente. Había nacido en el Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, el 13 de julio de 1786 y había tomado las armas cuando estalló la revolución de Mayo, en 1810. Combatió junto a José Gervasio de Artigas en la Banda Oriental y luego lo acompañó en las luchas contra el Directorio, porteño y centralista.

Ramírez, al desplazar al delegado de Artigas, se hizo dueño de su provincia, rechazó a dos ejércitos enviados desde Buenos Aires, y paró un intento de invasión a sus tierras de los portugueses. No era producto de la suerte: Ramírez disponía del ejército más disciplinado del interior. No lo decía él, sino que el elogio venía de genios militares, como es el caso del general José María Paz.

Junto a Estanislao López, volverían a pelear contra Buenos Aires cuando dictó la Constitución unitaria de 1819, terminarían derrotando a José Rondeau en Cepeda el 31 de enero de 1820 y firmaría el Tratado del Pilar, el primero en reconocer el sistema federal. El que se sintió marginado fue Artigas, ya que el Tratado excluía a la Banda Oriental. Esto llevó a que Ramírez se enfrentase con su antiguo jefe quien, derrotado, se exiliaría de por vida en el Paraguay.

El país vivía una profunda anarquía y los porteños vieron horrorizados, en febrero de 1820, cuando López y Ramírez ataron sus caballos en las rejas que rodeaban a la Pirámide de Mayo.

Ramírez proclamó la República de Entre Ríos, que comprendía Corrientes y Misiones. Se erigió como jefe supremo de la república, y hasta dictó una constitución.

El Tratado de Benegas, firmado por Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, lo dejó afuera al entrerriano. Los recelos entre los caudillos lo llevaron a enfrentarse con el cordobés Bustos y el santafecino López. Y eso marcaría su fin.

  La Delfina, la cautiva que peleaba como un soldado y enamoró al caudillo Pancho Ramírez

El amor

Fue en 1818 cuando, en Paysandú, se deslumbró con una pelirroja llamada María Delfina, o Delfina a secas, a la que habían tomado como cautiva. No se sabe si era brasileña o portuguesa, si en realidad venía de una familia aristocrática, era la hija bastarda de un alto funcionario o simplemente una soldadera, aquella mujer que seguía a los soldados.

Tan prendado quedó Ramírez que terminó rompiendo su compromiso con Norberta Calvento, hermana de su mejor amigo, cuyas familias se conocían de toda la vida en Concepción del Uruguay. Todos daban como un hecho natural que Francisco y Norberta terminarían en el altar. Pese al desplante, Norberta igual lo esperó.

De Delfina pocos son los datos que quedaron en la historia. Solo se sabe que desde el día que se conocieron combatió vistiendo uniforme militar a la par de Ramírez. En el campo de batalla era un soldado más, lo que se convertiría en la perdición del caudillo entrerriano.

El fin

El 10 de julio de 1821 Ramírez, debilitado militarmente, intentaba llegar con escasos 200 hombres a Santiago del Estero. Pero ese día, muy cerca de Las Piedritas de Río Seco, en Córdoba, debió combatir casi durante horas contra las fuerzas de López y de Bustos, que lo superaban en número.

En desventaja, intentó huir, cuando se percató que Delfina había sido capturada por el enemigo. Entonces, sin pensarlo, lanza en mano, arremetió solo contra el grupo que retenía a su mujer. Rodeado por soldados enemigos, el capitán Maldonado lo mató de un tiro a quemarropa, que impactó en su pecho. Su caballo siguió cabalgando un trecho con el cuerpo inerte de Ramírez. Uno de sus soldados intentó recuperarlo cuando ya había caído a tierra, pero no alcanzó a hacerlo por la cercanía del enemigo.

Su cabeza como trofeo

El trompa de órdenes Nicolás Pedraza fue el encargado de decapitarlo. El cuerpo del infortunado Ramírez quedó en el campo de batalla, y su cabeza –clavada en una lanza- fue llevada a Villa de María de Río Seco, donde se la exhibió. De ahí, envuelta en piel de carnero, se la enviaron a López, en “señal de verdad”, como se dijo entonces.
  Monumento a Francisco Ramírez, erigido en Córdoba en el lugar donde exhibieron su cabeza.

El gobernador de Santa Fe le encomendó a su suegro, el doctor Manuel Rodríguez, embalsamarla. Rodríguez, que era uno de los pocos médicos que ejercía en la provincia, le cobró al estado provincial 42 pesos por sus servicios. Puesta en una jaula, primero la colgaron en el atrio de la iglesia de Santa Fe y luego en la entrada del cabildo. Todos debían convencerse de que el Supremo Entrerriano había muerto.

Que el propio gobernador López haya usado estos despojos como un pisapapeles en su escritorio de campaña forma parte de la leyenda. Lo que es cierto es que las campanas de las iglesias de Buenos Aires repicaron, festejando su muerte cuando unos días después se conoció la noticia. “Este fin tienen todos los tiranos”, escribió Juan Manuel Beruti en sus Memorias curiosas.

Por fin, acordaron enterrarla. Eran muchos los que se horrorizaban ante semejante espectáculo, pero no deseaban contrariar a la autoridad. Por las dudas, lo hicieron de noche, en la Iglesia de la Merced, en la actualidad Nuestra Señora de los Milagros, donde se realizaron estudios para localizar esos restos, ya que el año próximo se conmemorará el bicentenario de su muerte.

Delfina, la infortunada compañera, ayudada por oficiales de Ramírez, había logrado escapar a Santiago del Estero. Con el tiempo, iría a vivir a Concepción del Uruguay, donde falleció, soltera, el 28 de junio de 1839.

En 1827 Justo José de Urquiza mandó construir una pirámide, colocada en la plaza de Concepción del Uruguay, en homenaje a Ramírez. Y en el lugar donde murió y se le cortó la cabeza, hoy hay un monumento.
  Pirámide erigida por Urquiza en honor a Ramírez.

La que sobrevivió, en esta suerte de triángulo amoroso fue Norberta, quien murió el 22 de noviembre de 1880, a los 90 años. Había permanecido soltera, vistiendo riguroso luto, encerrada en su casa -en la que siempre había esperado el regreso de Ramírez- cuidada por una sobrina.

Como mortaja, le habrían colocado el hábito de las carmelitas, aunque otra página un tanto más romántica de un idilio que no fue, nos dice que pudo ser enterrada con su vestido de novia, que aún conservaba. Porque así, de una u otra forma, iría, por fin, al encuentro del amor de su vida.

viernes, 20 de marzo de 2020

El caudillismo latinoamericano: El eterno infierno

Caudillos

W&W



Maximiliano Hernández Martínez

Gabriel García Márquez sobre el caudillo definitivo


El novelista colombiano (1928–2014), famoso por sus retratos absurdos de los tiranos latinoamericanos, se refiere en este extracto de su discurso de aceptación del Premio Nobel a las payasadas y el salvajismo de algunos militares destacados:

Nuestra independencia del dominio español no nos puso fuera del alcance de la locura. El general Antonio López de Santana, tres veces dictador de México, celebró un magnífico funeral por la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los pasteles. El general Gabriel García Moreno gobernó Ecuador durante dieciséis años como monarca absoluto; A su paso, el cadáver estaba sentado en la silla presidencial, vestido con uniforme de gala y una capa protectora de medallas. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teosófico de El Salvador que había matado a treinta mil campesinos en una masacre salvaje, inventó un péndulo para detectar veneno en su comida y tenía farolas envueltas en papel rojo para vencer una epidemia de escarlatina. La estatua del general Francisco Morazán erigida en la plaza principal de Tegucigalpa es en realidad una del mariscal Ney, comprada en un almacén de esculturas de segunda mano en París.

De Gabriel García Márquez, "La soledad de América Latina" (Conferencia Nobel, 8 de diciembre de 1982).

Las alineaciones y realineamientos políticos dejaron una huella permanente en la era poscolonial. En la mayoría de los estudios de la historia latinoamericana, las décadas posteriores a la independencia han sido vistas como un tiempo de agitación perpetua. Como lo expresa Peter Bakewell en su extensa historia de América Latina: “aunque sería tonto e incorrecto descartar las décadas posteriores a la independencia como simplemente un período de caos indescriptible, la calma política estuvo notablemente ausente en un momento en que era mucho necesario ". Históricamente, ni el proceso de forjar una nueva nación, ni el de crear un sentido de lealtad a esa nación, el nacionalismo, puede verse como una trayectoria ideológica única. El nacionalismo está en casa a la izquierda o la derecha; abrazado por el librepensador radical o el conservador, por el reformador progresista o el tradicionalista retrospectivo. El nacionalismo latinoamericano y la definición particular de identidad nacional de la región variaron con el tiempo y el lugar, se basaron en nociones competitivas de poder y dependieron de los derechos otorgados a los indios, negros, mestizos y personas de raza mixta. En manos de los caudillos, uno u otro grupo racial fue restringido o promovido, y una u otra concepción de masculinidad o feminidad se erigió como el ideal, junto con los símbolos y rituales estándar (banderas, himnos, lenguaje y costumbres) que unieron a la comunidad. .

Un autoritarismo emergente, personificado por los caudillos personalistas, marcó la era posterior a la independencia como una de codicia y poder individuales excesivos, basada en la desconfianza de los extranjeros y los gobiernos extranjeros. Algunos caudillos eran egoístas, retrospectivos y antiintelectuales, mientras que otros eran progresistas y reformistas. Algunos caudillos abolieron la esclavitud, instituyeron estructuras educativas, construyeron ferrocarriles y otros sistemas de transporte, y trataron de forjar unidades económicas capaces de generar negocios con empresarios que representan a empresas europeas y estadounidenses. Debido a que los caudillos no encajaban en un solo molde ni representaban una sola visión política, y porque tendían a ascender al poder a través de redes de lealtad personal, algunos historiadores los han caracterizado como "populistas". Es cierto que el populismo es un frustrante vago e impreciso. etiqueta que ha significado diferentes cosas en diferentes períodos históricos, pero la flexibilidad del término puede ayudar a definir el caudillo. Como "hombre fuerte", el caudillo toleraba poca o ninguna oposición, y confiaba en la fuerza armada para mantener su poder. Como "populista", el caudillo obtuvo su poder de aquellos que le eran leales, muchos de los cuales eran pequeños productores en deuda con su beneficencia y el patrocinio que repartió para garantizar su lealtad.

Argentina y los tiranos

El arquetípico caudillo Juan Manuel de Rosas (1793-1877) subió al poder en Argentina en 1829 y gobernó hasta 1852, obteniendo su apoyo de los estancieros al sur de Buenos Aires, la capital. Rosas comenzó su carrera en el ejército, siguiendo un camino común a muchos jóvenes ambiciosos activos en la búsqueda de la independencia. Primo de la rica familia terrateniente Anchorena, la carrera militar y la influencia de Rosas ayudaron a construir los recursos de la dinastía en la provincia. Rosas es conocido por desarrollar un mini gobierno y un sistema de autoridad en su patrimonio que finalmente se extendió a la región circundante. Exigió el respeto absoluto, la obediencia, la lealtad y el trabajo diligente de los indios, peones de la deuda de raza mixta y gauchos (vaqueros) a cambio de empleo en su rancho o membresía en su ejército personal. Rosas rechazó los intentos de la capital de centralizar la autoridad, modernizar y construir el mercado de exportación, o hacer cumplir otras medidas destinadas a servir al país en su conjunto. Aunque a veces expresó su firme adhesión a un sistema federalizado y control local, Rosas estaba principalmente preocupado por la autoridad absoluta centralizada en sí mismo y en aquellos leales a él. En 1828 comenzó una guerra de guerrillas contra el liderazgo del país y finalmente lanzó un asalto exitoso a la capital, respaldado por un ejército de gauchos, milicianos campesinos y una variedad de vagabundos que había movilizado en una fuerza de combate. A fines de 1829 controlaba la gobernación de la provincia de Buenos Aires, un puesto que utilizó como trampolín para el liderazgo de Argentina que mantuvo hasta su derrota y exilio a Inglaterra a principios de 1852.

Durante sus más de dos décadas de gobierno, Rosas personificó el caudillismo. Después de usar las fuerzas rurales de las estancias para llegar al poder, los envió de regreso a la tierra de la que habían venido y en su lugar confiaron en el ejército regular, los paramilitares que hicieron sus órdenes extra legales, y la burocracia policial y policial. Inicialmente intentó obtener el apoyo de empresas y artesanos nacionales imponiendo aranceles estrictos a los bienes importados con la esperanza de revivir la industria nacional. El esfuerzo fracasó, obligándolo a levantar la prohibición de las importaciones esenciales, especialmente textiles, y abrir la puerta a las manufacturas británicas para satisfacer la demanda de los consumidores argentinos. Rosas mantuvo el control del poder legislativo, negándole recursos y asegurando un sello de goma para sus muchos edictos; la legislatura sirvió principalmente como escaparatismo para visitantes extranjeros y dignatarios. Rosas mantuvo su popularidad a través del mecenazgo y el control estricto de la prensa y los órganos de relaciones públicas, pero principalmente se basó en la represión: encarcelar, exiliar o matar a quienes se oponían a él. Este método, particularmente su dominio férreo sobre Buenos Aires, el mercado de exportación e importación, la policía y el ejército, le permitió al general un monopolio sobre la sede del poder nacional durante casi 20 años, pero no aseguró la paz en todo el país. .

El escritor Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) capturó la rivalidad y los celos entre los estancieros, así como el descontento entre los habitantes urbanos liberales y cosmopolitas, en la crónica épica Facundo, publicada en 1845 y luego traducida como La vida en la República Argentina en los días de los tiranos; o Civilización y barbarie. Sarmiento utilizó el personaje de Juan Facundo Quiroga como el caudillo bárbaro arquetípico. Aunque Sarmiento describió el atraso del caudillo rural, su estereotipo se extendió también al campesino sin tierra, arrojando un manto racista sobre la inteligencia del habitante rural en una cuenta clásica de "culpar a la víctima". Rosas ciertamente obtuvo el apoyo de otros caudillos y un segmento de la población rural pobre, pero también de comerciantes urbanos y legisladores complacientes, que a menudo se beneficiaron de su gobierno autoritario.

A fines de la década de 1840 y principios de la década de 1850, la autoridad de Rosas estaba amenazada por los estancieros en otras partes del país que deseaban un mejor acceso a los mercados regionales y las líneas navieras locales, en lugar de canalizar todo el comercio a través del puerto de Buenos Aires. El período fue casi una repetición del llamado al libre comercio y el fin del monopolio colonial que había galvanizado a las fuerzas de independencia y los hombres fuertes locales medio siglo antes. En 1852, Rosas se vio atacado política y militarmente. Perdió ante un ejército invasor compuesto por fuerzas de Brasil y Uruguay y ejércitos regionales rivales dentro de la propia Argentina. Los británicos, que se habían beneficiado de la dependencia de Rosas del apoyo monetario inglés a cambio del control británico asegurado del mercado de exportación / importación, lo llevaron rápidamente a un barco y al exilio en Inglaterra, donde finalmente murió.

Caudillismo populista: Paraguay y Bolivia

La carrera de Rosas fue un estudio de caso sobre caudillismo, un fenómeno que dependía del apoyo externo de intereses financieros y mercantiles en gran parte extranjeros. Del mismo modo, ilustra que el privilegio del liberalismo en Europa estaba anclado en el autoritarismo colonial y neocolonial, a pesar de la justicia propia y la superioridad moral reclamada en gran parte del resto del mundo. Nada demuestra mejor esa contradicción que una comparación entre la vida, la carrera y el destino final de Juan Manuel de Rosas y el de José Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay. Francia gobernó Paraguay desde 1811 hasta su muerte en 1840, un período que coincidió con el caudillismo en Argentina y en otras partes de América Latina. Aunque a veces se incluye en la lista de gobernantes fuertes de la época, Francia usó su poder para intentar establecer una forma de sociedad muy diferente, basada en los principios comunales y el control local en lugar del autoritarismo centralizado. A veces contada entre los dictadores de su época, la historia contemporánea ha visto a Francia como un líder honesto y populista, que promovió la prosperidad económica soberana en el Paraguay devastado por la guerra. Los viajeros escoceses, los hermanos John Parish Robertson y William Parish observaron que Francia, un Doctor en Teología austero, simplemente vestido, modesto y eficiente, tenía el respeto de todas las partes; que él "nunca defendería una causa injusta; mientras estuvo siempre listo para tomar la parte de los pobres y los débiles contra los ricos y los fuertes ".

Durante todo el período colonial, Paraguay fue un remanso del imperio, la gente allí era una mezcla de indios guaraníes y primeros colonos españoles que durante generaciones vivieron una existencia agrícola bastante simple. Después de la independencia, las tierras que habían pertenecido a la Iglesia y al estado español volvieron al gobierno. En lugar de usarlo para sí mismo, como lo habían hecho los otros libertadores, Francia estableció ranchos estatales y alquiló la tierra por una tarifa nominal a aquellos dispuestos a labrarla, con el objetivo de reconstruir la sociedad india comunal que había existido en Paraguay antes de la llegada de Colonos europeos. Rechazando los favores de la élite terrateniente, la Iglesia Católica y los inversores extranjeros, Francia usó su autoridad para reorganizar la sociedad de acuerdo con las demandas de los pobres. Nacionalizó la Iglesia, abolió el diezmo, declaró la libertad religiosa y puso al clero en la nómina del gobierno. Permitir a los campesinos trabajadores y sin tierra la oportunidad de ganarse la vida en las estancias administradas por el estado enfureció a los estancieros, que durante mucho tiempo habían dependido de los campesinos locales como una fuente de mano de obra barata y lista. Francia también cerró los consejos municipales que estaban en manos de la élite terrateniente tradicional, o restringió severamente su autoridad, pero permitió que los consejos locales continuaran en áreas donde la mayoría eran pequeños productores, artesanos y trabajadores calificados y no calificados. Estableció obras estatales de hierro y textiles, y ganadería y pequeñas industrias artesanales, de las cuales una amplia franja de la población ordinaria obtuvo una vida modesta.

Fue el desprecio de Francia por los terratenientes ricos, los comerciantes y la Iglesia, y su interferencia con el poder paternalista y global de la élite gobernante que provocó la oposición a sus políticas. Fue acusado de anticlericalismo por frenar la autoridad absoluta de la Iglesia, pero en realidad utilizó fondos estatales para construir nuevas iglesias, apoyar festivales religiosos y atender cementerios. También ordenó una toma estatal de la gestión de los servicios de bienestar social (como orfanatos, hospitales y atención a los indigentes), que anteriormente habían estado bajo los auspicios de la Iglesia y en beneficio de la élite local. Además, bajo Francia, para disgusto de los poderosos estancieros argentinos, Paraguay prosperó. Se mantuvo un comercio bastante animado a través de una ruta terrestre a Buenos Aires. Si la élite española de la vieja línea y la jerarquía católica denunciaron a Francia por su trato dictatorial hacia ellos, la mayoría de los paraguayos aplaudieron sus medidas. Al no haber recibido ningún apoyo o beneficio particular de las clases dominantes establecidas, y haber sufrido bajo la carga de los diezmos altos para un clero que exigía el pago de sacramentos y parcelas de entierro en cementerios católicos, la masa de paraguayos encontró en Francia un líder honesto y comprensivo. .
En el momento de la muerte de Francia en 1840, la prosperidad de Paraguay también estaba vinculada a su política de neutralidad vigilante hacia sus vecinos grandes y poderosos: Argentina y Brasil. Las administraciones posteriores siguieron débilmente el camino de Francia, gastando esfuerzos para expandir las líneas de ferrocarril y telégrafo, mejorar el sistema educativo y renovar la ciudad capital de Asunción. Pero en un movimiento particularmente mal concebido, Francisco Solano López (1826-1870), presidente de 1862 a 1870, intercedió del lado del vecino Uruguay y declaró la guerra a Argentina y luego a Brasil. Después de un viaje a Francia cuando era joven, Solano López aparentemente se cautivó con las hazañas de Napoleón y se hizo llamar el "Napoleón de América del Sur". Ambos eran militares, pero la comparación prácticamente se detuvo allí. Solano López llevó a miles de soldados a la muerte en una guerra inútil y sin sentido contra Argentina, Brasil y Uruguay, quienes formaron lo que se conoció como la "Triple Alianza" y desencadenaron ejércitos que asolaron el pequeño Paraguay desde 1864 hasta 1870. Esta matanza es conocida como la Guerra de la Triple Alianza, o la Guerra paraguaya.

El papel de Gran Bretaña en el apoyo a los agresores en la guerra es un tema de controversia. Algunos, principalmente historiadores paraguayos y argentinos, afirman que los británicos temían que la independencia económica paraguaya pudiera resultar contagiosa. La evidencia no ha sido sólida en apoyo de esta afirmación. Lo que se sabe es que Brasil, Uruguay y Argentina libraron una guerra de exterminio contra Paraguay y su gente, a un gran costo para ellos y un costo indescriptible para el pequeño Paraguay. En seis años, se eliminaron innumerables números de indígenas guaraníes; Más del 80 por ciento de la población masculina en el país entre las edades de 14 y 65 años fueron asesinados, y Paraguay quedó postrado. Cualquier apariencia de prosperidad e independencia que Francia había iniciado fue destruida.

Algunos historiadores argumentan que Solano López era un David que luchaba contra el Goliat de sus vecinos más grandes y poderosos, pero la mayoría concluye que llevó a Paraguay a una guerra que nunca podría ganar, y que casi lo destruyó. Indiscutiblemente, Solano López recurrió a las tácticas más brutales, eliminando cualquier signo de oposición entre sus compatriotas, incluidos su propia familia y sus asesores más cercanos. Miles murieron en la batalla, pero cientos más fueron torturados y asesinados por el dictador y sus secuaces en su búsqueda paranoica de la gloria personal. Los comerciantes británicos probablemente se beneficiaron de la destrucción de la competencia de los productores nacionales en Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay, ya que los países desperdiciaron valiosos recursos humanos e industriales en una guerra sin sentido. En nombre del liberalismo económico, Gran Bretaña dio el golpe final a los restos del populismo de Francia y aseguró para su floreciente clase obrera y fábricas hambrientas en el otro lado del Atlántico un suministro listo de pieles, carne seca, lana y productos agrícolas. .

Manuel Isidoro Belzú (1808-1865), quien gobernó Bolivia desde 1848 hasta 1855, tenía algunas similitudes con Francia. Un caudillo populista, Belzú intentó modernizar el pequeño país dividiendo la riqueza de la nación y recompensando el trabajo de los pobres y desposeídos. Sus esfuerzos le valieron la admiración de las masas y la enemistad de los ricos criollos. Durante los siete años que ocupó la presidencia, Belzú instigó políticas económicas proteccionistas para defender a los pequeños productores indígenas y promulgó un código minero nacionalista que retuvo los recursos de la nación en manos de empresas bolivianas, provocando así la ira de influyentes británicos, así como peruanos e influyentes. Naves chilenas e intereses mineros. A pesar de su popularidad en muchos sectores, Belzú tenía muchos enemigos poderosos (supuestamente sobrevivió a más de 40 intentos de asesinato), muchos de los cuales querían destruir los proyectos estatales que beneficiaban a un programa nacionalista pero también mejoraron la esfera pública en la que se encontraban los pobres del país. confiado.

Al igual que Francia, Belzú se sintió atraído por proyectos de bienestar social comunales, patrocinados por el estado, que tocaron una cuerda sensible con los indios en particular, ya que el comunalismo era más representativo de los valores indígenas que la propiedad privada y las propuestas de comercio internacional favorecidas por los criollos urbanos. Belzú dejó el cargo en 1855, después de presidir el primer censo civil en la historia de Bolivia. Permaneció en el extranjero y fuera del centro de atención pública durante varios años, pero comenzó a considerar regresar a la presidencia en 1861, solo para ser abatido por uno de sus rivales. Las políticas de Francia duraron más que las de Belzú, probablemente porque las de los primeros se basaron en un reordenamiento más fundamental de la sociedad paraguaya. Aunque intentaba promulgar un programa similar, Belzú no pudo crear un legado duradero, y sus programas populistas murieron en gran medida con él. En el tiempo transcurrido desde la independencia, Bolivia ha perdido la mitad de su territorio frente a la vecina Argentina, Chile, Perú y Brasil a través de la guerra y los acuerdos alcanzados bajo la amenaza de invasión.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Peronismo: Falseando la historia de la esposa del tirano Perón

Falsear la historia: recordando a Eva Perón

Por Nestor Genta || Tribuna de Periodistas



Un nuevo aniversario y una polémica que no cesa


Escribir sobre los personajes históricos es difícil, máxime cuando se trata de actores sociales que son amados u odiados, sin término medio. Tal es el caso de María Eva Duarte de Perón, Evita.

En este informe, trataré de cruzar los discursos de Eva Perón, la biografía, de 1995 y Evita y su conciencia de pobre, de 2008; ambos de Alicia Dujovne Ortiz.

El primero, es un libro de enorme repercusión, difundido por la maquinaria comercial-editorial en la Argentina y también en: Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, Finlandia, Grecia, Brasil, Portugal, Rusia, Polonia, Corea, China y Japón. O sea, que estos 15 países extranjeros tienen como fuente de la vida y obra de Eva Perón el trabajo de la mencionada escritora.

En cuanto al segundo texto, se presenta como un “diálogo ficcional”, irreal, falso, que aparece en la contratapa de la publicación Miradas al Sur del 20 de julio de este año. Aún no se exporta, a pesar de que el editor Eduardo Anguita y los editores del medio gráfico lo consideran tan sustancial como para anunciarlo en la tapa o primera plana.

Me cuesta entender cómo este “diario dominical” puede convocar a esta autora que tiene una biografía tan errática a cuestas. No juzgo la calidad de sus otras obras. Simplemente encuentro muchas fallas en esta biografía, o biografía-novelada o novela-biográfica.

Evidentemente, vivimos tiempos en que, parafraseando al evangelista Mateo (15,14), los ciegos guían a los ciegos.

La búsqueda y la interpretación de los datos

Grosso modo, tanto el historiador como el periodista de investigación cuentan con dos recursos para su labor: la heurística y la hermenéutica.

La primera, es el conjunto de testimonios probatorios de que lo que se dice es verdad. Estas fuentes pueden ser públicas (diarios, leyes, decretos, etc.) y privadas (contratos, certificado de nacimiento, correspondencia personal, ropa, muebles, etc.). Mientras que la Hermenéutica, es la interpretación de los acontecimientos.

Ambas están sujetas a desviaciones.

Por otro lado, es complejo ubicarse desde el hoy para valorar el pasado (enfoque whig). El historiador francés Lucien Fevbre recomienda ponerse en la cabeza y en la piel del personaje a tratar para comprender lo que fueron, lo que quisieron y lo que consiguieron.

Asociado a estos puntos, no se puede soslayar el etnocentrismo, el relativismo cultural y la historia contrafáctica.

Básicamente, en la primera teoría juzgo desde mi visión, desde el nosotros versus el otro. Todo lo que escape a mi patrón será anormal, incorrecto.

El relativismo cultural argumenta que cada cultura debe ser examinada como una totalidad y sólo en términos de sí misma, sin caer en el extremo de justificarlo todo. Por eso, Dujovne Ortiz juzga en la biografía de Evita desde su en grupo:

“Seamos justos. Esa gente [la que compone la Unión Democrática] educada en el amor a la Revolución Francesa, estaba convencida de tener la razón al gritar junto a Braden: ¡Libros sí, botas no! Al oír la respuesta peronista ‘Alpargatas sí, libros no! Se comprende muy bien el miedo experimentado por la gente culta: miedo a la Argentina ignorante, la de los radioteatros y de Evita. Miedo a la barbarie”. (1)

Y cuando describe a el otro lo denigra: “una masa de carnes sudadas y de pelambres hirsutas, oscura como lo desconocido y negra como el terror. Y eso olía a transpiración, a suciedad, a alcohol, gritaba groserías, se reía muy fuerte, meaba contra las paredes, se lavaba los pies y las axilas en las fuentes de la histórica plaza. (…) bandas de atorrantes de rostros patibularios, obreros de los frigoríficos que tenían el olor a animal pegado a los cuerpos y parecían salidos de El Matadero de Echeverría. El diputado radical Ernesto Sanmartino no hizo sino expresar un disgusto compartido, cuando llamó ‘aluvión zoológico’ a ese pueblo que, al fin, el 17 de octubre, mostró su rostro verdadero”. (2)

En cuanto a la historia contrafáctica es lo pudo haber pasado si…

El historiador británico Edward Hallett Carr desacredita esta corriente histórica al aseverar: “La historia es una crónica de lo que la gente ha hecho, no de aquello que dejó de hacer.” No obstante, cae en contradicción al emplearla en sus investigaciones sobre la Revolución Rusa.

Además, esta historia se hace fuerte en Gran Bretaña con Niall Ferguson.

Escapa a esta exposición, el trato detallado de asuntos tan importantes. De cualquier manera, creo que la idea está plasmada.

Me parece útil como método para estudiar obras como “la biografía”, aparentemente inocentes y objetivas, la teoría de la Gestalt o Forma, que afirma que percibimos conjuntos organizados de sensaciones y no entidades dispersas sin elaborar. Parece complejo pero es fácil si lo explico de otra manera.

Para leer esta ficción que propone “El diario dominical de Buenos Aires Económico” deberíamos adentrarnos en quién es la autora, qué escribe, dónde lo hace, quién financia su obra y su telos. Es similar a las preguntas que sugiere el especialista y sociólogo Harold Lasswell, en 1948, para analizar los contenidos de las campañas políticas: ¿quién, dice qué, a través de qué canal, a quién, con qué efectos? Hoy por hoy, habría que agregar la semiótica y el análisis del discurso.

Vuelven a la carga: el peronismo sin Perón

En el caso del “diálogo ficcional entre Evita y Cristina Fernández” de Miradas al Sur, cuesta discernir si la aurora quiere santificar o demonizar a Evita o a Cristina Fernández o a ambas en conjunto.

Es un discurso bizarro y confuso, poco creíble tanto para los peronistas como para los contras.

Lo que sí queda manifiesto es que se pretende imponer desde la superestructura cultural un peronismo sin Perón. Una Evita con “conciencia de pobre” o “memoria de pobre” pero sola. Sin encajarla en el engranaje del peronismo, alejada del movimiento de Liberación Nacional y, fundamentalmente, distanciada de los trabajadores y del Estado.

Para buena suerte del lector, se aclara que es ficción, ya que varios escritores “objetivos” utilizan la novela histórica para bajar línea ideológica y se muestran inocentes de culpa y cargo.

En la presentación del “diálogo falso” se advierte que Alicia Dujovne Ortiz es “autora de una completa biografía de la abandera de los pobres”. ¿Habrá leído algún periodista del staff de Miradas al Sur la biografía que mencionan? Pareciera que no…


Y el exilio parió a Evita

Apelo a mi memoria externa: mi biblioteca. La sobrina del gran investigador Raúl Scalabrini Ortiz escribe Eva Perón, la biografía, casi en simultáneo con Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, ambos exiliados y becarios de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation.

Dujovne Ortiz no es una especialista en historia argentina, ni en peronismo, ni en Evita. Así lo declara con honestidad a diario Clarín, en 1996, cuando la entrevistan. El trabajo lo encarga Héctor Bianciotti, de la editorial Grasset. Su respuesta defensiva es: “¡Pero si yo de Evita no sé nada!”. Esta ignorancia no es impedimento para que un escritor investigue. Declara para el gran diario argentino que a su padre, la Revolución de 1943 le quema los libros de su editorial marxista y lo pone preso durante un par de años. Sin embargo, cuando se va del Partido Comunista después de 1945, reconoce en Perón elementos rescatables. Por el contrario, su madre es una escritora feminista que “tenía un antiperonismo visceral y despreciaba a Evita. Los chistes sobre el régimen fueron mi pan cotidiano”.

En una entrevista posterior, Ana Inés Larre Borges le pregunta: “Usted proviene de un medio familiar que, según sus propias palabras, tenía los ojos puestos en Europa, y creció ajena a los grandes mitos argentinos. Sin embargo ésos han sido los que le han traído la fama como escritora. ¿Cree que fue el exilio el que la hizo reencontrarse con esa mitología?”.

Responde: “Sí, completamente. No me hubiera ocupado jamás de Maradona, ni probablemente tampoco de Eva Perón, ni de los temas de tango que estoy tocando ahora, sin la experiencia del exilio. Simplemente porque cuando estaba en Argentina soñaba con París; al llegar a París, el sueño ya estaba realizado y entonces ¿con qué voy a soñar si no es con lo que dejé detrás de mí, y por qué no con un país misterioso, con el que jamás había tenido relación o con el que no había creído tener relación?”. (3)

Aquí no menciona la solicitud de Héctor Bianciotti. La respuesta habla por sí misma.

Pareciera que ambos periodistas, Dujovne Ortiz y Martínez, los une el exilio, la beca y el antiperonismo.


Dos errores históricos, pero hay más

Desde la hermosa París, acepta escribir la biografía de Evita, por lo que se supone que los datos utilizados son fidedignos ya que no tiene la libertad de la novela para recrear los hechos; muchas veces, para decir cualquier cosa. Total, es un género de ficción.

Tal vez, la urgencia editorial la lleva a cometer algunos errores históricos como, por ejemplo, atribuir al peronismo la denominación “década infame” para el periodo 1930-1940 —comienza con el golpe de estado militar que derroca al presidente Hipólito Yrigoyen y finaliza con otro, esta vez, cae el presidente Ramón Castillo. Algunos la sitúan de 1932 a 1943—. En realidad, tal mote proviene del autodidacto tucumano José Luis Torres, quien escribe en 1945 su obra “La década infame”.

Otro desliz histórico consiste en situar a Héctor Pedro Blomberg, autor del vals “La pulpera de Santa Lucía”, en una corriente nacionalista “que reivindica al dictador [Rosas]”, cuando es partidario de Mitre, liberal a lo argentino y califica al Restaurador como “tirano”. Es el “primer tirano”, el segundo es el innombrable, al que prohíbe el decreto Nº 4161 de marzo de 1956.


Ficciona, ficciona, que algo queda

La obra-biográfica ataca a Perón desde la utilización de Evita. La técnica no es nueva, pero resulta útil.

No en vano dijo el político John William Bebe Cooke que el peronismo es “el hecho maldito del país burgués”.

Opina Dujovne Ortíz que “todo el peronismo parecía una traba para el desarrollo de un país en el que hubo uno de los primeros partidos comunistas del Cono Sur y movimientos socialista y anarquista importantes. El peronismo fue una involución, regresiva y peligrosa en el sentido de que tocara la entraña del pueblo con tanta irracionalidad. Pero todo esto se retrabaja con el tiempo y uno llega a la conclusión de que si esto ocurrió en el país es porque era una necesidad ineludible”. (4)


Algunos epítetos para la pareja

Perón se presenta como: “incrédulo”, “simulador”, “ambicioso”, corazón estrecho e infranqueable, “sólo podía amar empequeñeciendo”, “le faltaba experiencia humana”, “experto en el arte de desorientar a su prójimo”, estéril, cómico, “frío, maquiavélico, “carente de sinceridad”, “astuto”, “taimado”, “cobarde y capón”, “tramposo”, “avaro”, “ambicioso”, “camaleón”, “desalmado”, fascista.

Lo reafirma en la entrevista de Larre Borges: “Tenía otro tipo de carisma: el del criollo ladino, la cosa esquinada, los dichos camperos. El Perón viejo era irresistiblemente gracioso. Tenía una cosa simpática y seductora, era como el viejo Vizcacha. Eso es carisma, pero no es excitante. Y su genio fue percibir que la gente necesitaba alguien absolutamente fascinante y que no le bastaba el dictador de siempre, macho, sino que era necesaria una mamá. La originalidad de este fenómeno argentino es que no está el hombre sólo, muy viril y con bigotes, sino que hay la pareja humana. Papá y mamá, pero ambiguos. Un Perón que tenía caracteres feminoides, ambigüedades -no es el macho viril que dice las cosas de frente- y una mujer con todos los aspectos exteriores de la femineidad, pero sin hijos”. (5)

Con respecto a su biografiada, manifiesta Dujovne Ortiz, por ese entonces, que es: “frívola”, “manipuladora”, “insolente”, “insaciable” y “genio del simulacro”. Agrega que “una vez recalentada, era capaz de crueldad. El fanatismo, el sectarismo que ella reconocía y hasta reivindicaba, nos permite creerlo así. Y en efecto, un rumor inverificable pero muy persistente la acusaba de haber dado personalmente la orden de torturar a unas empleadas de la Unión Telefónica”. Lea de nuevo: “rumor inverificable”. Como aconseja Michael Ritter, consultor en comunicación estratégica: “El rumor sólo se combate con información”.

Añade a posteriori: “Después de realizar toda la parte de investigación me encontré con que no sólo el personaje de Evita es la contradicción viviente, sino que cada hecho, por mínimo que sea, tiene, por lo bajo, diez versiones contradictorias. ¿Dónde está la verdad? Hay una verdad de los hechos, pero todas las versiones contradictorias van agregando luz. Las cosas han pasado de una sola manera pero no hay ocultación, o deslizamiento hacia la izquierda o hacia la derecha, que no aclaren más aun el hecho. De modo que después de un tiempo me di cuenta de que todo lo que se decía sobre Evita, lo mejor y lo peor, era cierto”. (6)

Por ende, desde esta óptica, Evita es virgen pero también santa y puta.

Al preguntarle sobre su biografía y las novelas de Tomás Eloy Martínez y de Abel Posse, que también se adentran en Eva como figura central del peronismo y la minimización de Perón, responde: “en relación con las otras novelas, pienso que si hemos coincidido en esto por algo será. La descalificación de Perón será porque el tiempo va decantando las cosas. En mí hay una reacción absolutamente instintiva, humana. Entre el personaje de un seductor que parte de un vacío afectivo y seduce en base a decirle al otro lo que el otro quiere oír, tramposo, maquiavélico, helado, astuto, incapaz de jugarse por una pasión; y el de una mujer totalmente apasionada y frontal, que está obligada a trampear por su marginalidad y también porque está casada con un tramposo, mi elección es por el personaje femenino y mi identificación es con una tragedia femenina. Ella es una mujer que quiere existir, que quiere tener un poder nominal, un nombre, un nombramiento, todo lo que nunca tuvo como hija ilegítima; no lo logra y se enferma de un cáncer”. (7)

En la nueva versión de Evita, la de 2008, la de Miradas al Sur, la que la autora aclara que es la de “mis fantasías”, sigue manteniendo la coherencia al percibirla como “autoritaria, vengativa, guiada por un odio a los oligarcas”.


El oro nazi: sí, so, no

También, retoma el asunto de las cuentas bancarias de Evita en Suiza y el oro nazi. Morigera la acusación afirmando que los datos no son confirmados, pero más adelante agrega: “son lo bastante importantes y numerosos como para justificar nuestra decisión de exponerlos aquí”.

Años después, en 1996, declara en Clarín que “la historia del tesoro que presuntamente habrían traído los nazis a la Argentina y habría estado manejado por Perón figura en mi libro [Eva Perón, la biografía] pero no afirmo que sea cierta”.

Incorpora que “quizás aleccionada por algún anarquista que le habló de la distribución directa de la riqueza, Evita organizó su Fundación con un criterio práctico y femenino que evitaba cuidadosamente toda abstracción (…) ¿Por qué distribuir directamente? Porque todo método indirecto habría conducido a que la plata se filtrara por distintos bolsillos. Si esa empresa distributiva pareció delirante, fue a causa de su tamaño; en realidad no tuvimos en la Argentina nada mejor pensado ni armado ni organizado ni más honesto. Muy a pesar suyo, la comisión liquidadora nombrada por la Libertadora tuvo que admitir que ni los zapatos, ni en los fideos, ni en los vestiditos de princesa, ni en nada de lo que manejado por Evita se robó un peso”.

Es probable, que cuando dice que “todo método indirecto habría conducido a que la plata se filtrara por distintos bolsillos” reactualice el mito de que el gobierno peronista es de ladrones. Sin embargo, a pesar de las supuestas e improbadas cuentas de Evita en Suiza y el oro nazi, explica que la Libertadora, más bien la fusiladota, admite que Evita no roba ni un peso.


Roban pero hacen

Se desconoce si algún anarquista la “aleccionó” cuando está junto a Perón, pero en la adolescencia “un novio anarquista le muestra un camino de lucha hasta que muere, víctima de la represión policial, en una cárcel de Junín”. (8)

Resume Marysa Navarro, la mejor biógrafa de Eva Duarte: “ en ‘La razón de mi vida’, Evita cuenta que su programa de ayuda social comenzó poco a poco, después de las elecciones de febrero de 1946, cuando se dio cuenta que ‘las esperanzas del pueblo se concretaban en peticiones lo más variadas, desde una obra de gobierno extraordinaria y aún fantástica que solicitaba toda una ciudad hasta la pelota de foot-ball que quería un ‘changuito’ del norte o la muñeca que deseaba una coyita. La miseria y el dolor que existían en la Argentina eran muy grandes, dice Evita, y Perón se había comprometido a terminar con la injusticia social. Como él no podía cumplir con su promesa ‘de un día para otro’ y las necesidades de los descamisados apremiaban, ella decidió ponerse al servicio de los que buscaban ayuda. Les dijo: ‘Aquí estoy. Quiero servir de algo para mi pueblo. Cuando advertí que mi voz todavía tímida había sido escuchada por los descamisados de mi país, cuando empecé a ver que llegaban cartas y más cartas, y hombres y mujeres, jóvenes y niños y ancianos empezaban a golpear las puertas de nuestra residencia privada, recién me di cuenta de lo que iba a significar mi corazonada' . Según Evita, así comenzó, poco a poco. ‘No podría decir exactamente qué día fue. Lo cierto es que primero atendí personalmente todo. Luego tuve que pedir auxilio’. El contacto diario con la gente que requería su ayuda, primero en su oficina de Correos, luego en el Ministerio de Trabajo y continuaba llegando a la residencia presidencial, las visitas a lugares como el bañado de Flores y otros barrios tanto en Buenos Aires como en el interior de la República, donde la gente se amontonaba en condiciones de vida miserables, acrecentaron en ella la necesidad de remediar las premuras inmediatas de los que solicitaban su amparo. En un principio la ayuda se llevó a cabo sin un plan determinado, en respuesta a los problemas que le planteaban. Así por ejemplo, como los pedidos de ropa y comida eran muchos, recurrió a sindicatos para que hicieran donaciones. En un garaje abandonado de la residencia presidencial, fue acumulando azúcar, telas, ropas, zapatos, etc. Era un verdadero almacén y así fue bautizado: Las Delicias". (9)


Las retenciones, la desconfianza al Estado y la soja

Dujovne Ortiz insiste en la distribución directa: “Suena raro esbozar el retrato de una mujer de poder que desconfía del Estado, pero creo que su distribución directa estaba en las antípodas de las retenciones: mucha oficina, mucho funcionario chorro por el medio, habría rezongado. Aunque completamente de acuerdo con sacarles a los multimillonarios para darles a los multidesposeídos, se habría dado cuenta de que la nueva derecha, costeaba a grandes puntarrajos con retazos de izquierda, no basta con morderla como a una zanahoria, porque es una derecha tramposa que se disfraza de gauchito. Y como era de campo, habría comprendido que el enemigo principal ahora tiene un nombre, cortito pero nada inocente: soja”.

Eva está en todo momento con Perón y con el proyecto de su marido. No tiene un proyecto propio. Se coloca junto a él. Está con él, con su política. La nueva derecha es el mismo perro con distinto collar que Evita conoce muy bien. Simplemente no los llama con ese epíteto.

Además, esa frase “mucha oficina, mucho funcionario chorro por el medio” suena a que con las empresas privadas la cosa funciona mejor. Y tiene un tufillo a “pibe no hagas política, no ves que son todos ladrones”. Entonces, se desalienta a la juventud y se impide que sea nuevos “cuadros”, que no hagan política en la Universidad ni en los distintos niveles educativos, ni se incorporen a los diversos partidos democráticos locales.

Por otro lado, el enemigo principal no es la soja, que es simplemente un vegetal. Me recuerda al titular de Clarín del 27 de junio de 2002: La crisis causó dos nuevas muertes, cuando la cruenta realidad muestra a las claras que miembros de la policía asesinan a los manifestantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en el Puente Pueyrredón, Avellaneda.

El tema de las retenciones escapa a este informe y es tratado desde hace más de tres meses por distintos especialistas. En mi caso, como soy subjetivo e ideológico, recurro a la opinión del contador, ensayista e historiador Norberto Galasso: “Nadie puede dudar de que hay en juego miles de millones de dólares si se aplican o no las retenciones, enorme renta que se redistribuiría hacia el Pueblo o sería usufructuada exclusivamente por el sector agropecuario, especialmente por los grupos parasitarios que han hecho un dios de la renta y el mercado. En solo una frase, [Alfredo] De Angeli ha revelado el centro de la discusión: ‘El que quiera comer lomo, que lo pague 80 pesos el kilo, como pasa en Uruguay’. Así barrió de un solo golpe con todos los falsos argumentos que se oponían a quienes explicaron, desde el Campo Popular, la necesidad de desconectar los precios internos de los altos precios internacionales y transparentó, por fin, la avidez insaciable de estos sectores y su profundo sentido antisolidario. Con esa frase, cerró el debate. Y esa señora de clase media de Flores o Caballito que se sometió a ‘la zoncera’ mediática de endiosar al campo, ahora ya se ha enterado de cuáles son las intenciones y lo que deberá afrontar a la hora de preparar la comida familiar. Esperemos que no ocurra, como decía Jauretche, que ‘cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada’ (…) resulta evidente que esta insurrección agropecuaria —de tinte claramente corporativista, a la cual le cabría perfectamente la caracterización de fascista— no sólo va por la renta agraria diferencial, enorme hoy por los altos precios internacionales, sino contra un gobierno que considera expresión del setentismo, de los piqueteros, del montonerismo y otras calificaciones que estiman denigrantes y que les resultan insoportables porque expresan lo mejor del peronismo, fuertemente atravesado por la crisis desde la muerte de Perón (…) Lo que está en disputa son dos modelos opuestos. El nacional y popular, que avanza en el intento de redistribuir ingresos y que debe profundizar sus medidas —recupero de las fuentes de energía y las empresas públicas, ley de radiodifusión y otras— y el modelo agroexportador dependiente que marcó la mayor parte de nuestra historia hasta 1945, en beneficio de unos pocos, los de siempre, liderados por la Sociedad Rural y los grandes diarios que fueron cómplices tanto del menemismo como de la dictadura genocida del 76/83”. (10)

Si a algún lector no le parece clara la postura de Dujovne Ortiz en cuanto a las retenciones, vale la pena releer lo antedicho. Dice en su “diálogo ficcional” que Evita “estaba en las antípodas de las retenciones”. La Presidenta sí lo está. ¿Y cuál es la posición de la escritora? No estás en el escrito de Miradas al Sur pero sí en Página/ 12: “Por sentido de la equidad, y porque el enriquecimiento desorbitado de un puñado de gente me da dentera, desde el comienzo del conflicto he apoyado las tan cacareadas, baladas o mugidas retenciones; y no puedo menos que felicitarme de que con esa plata, la Presidenta se proponga construir hospitales. Sin embargo, tampoco puedo menos que acongojarme al comprobar que los dimes y diretes entre el Gobierno diz que bifronte, y los cuatro jinetes del Apocalipsis, reunidos al grito de mozo jinetazo ahijuna, no hayan tenido en cuenta que, si se sigue sembrando nuestra tierra con semilla transgénica y espolvoreándola con los pesticidas que son su media naranja, ni los nuevos hospitales darán abasto. Toda redistribución de la riqueza que no le imponga las más draconianas trabas legales a Monsanto y a la sojización del territorio sólo será otro modo, por cierto no exclusivamente argentino, de una sola y misma complicidad”. (11)


Ucronía entre Evita y Julio Cobos

La coordina de talleres literarios en el Musée d’Art et d’Histoire du Judaïsme de París, tal vez, sin mala intención, vuelve a la carga con la visión de una Evita autoritaria y vengativa cuando la imagina “dirigiéndose hacia la Casa Rosada sin tomarse ni la molestia de estacionar en el Congreso para encajarle un sopapo a Cobos”.

Le agrego amarillismo: “Mientras Cobos dice ‘La historia me juzgará’ se le aproxima una octogenaria y le pega un bife. Altas fuentes gubernamentales aseguran que la agresora se parece a Eva Perón”.

¿Será un mensaje solapado para Cristina Fernández?



Evita la ‘metepatas’

Luego, la Evita de su imaginación le dice a la Presidenta: “Nena, metiste más patas en seis meses que yo en treinta y tres años”. No aclara esos errores. ¿No serán aciertos?

Seguidamente, Evita se convierte en ecologista al aconsejarle a Cristina Fernández:

“¿No ves que esa plantita transgénica regada con pesticidas nos va a dejar sin tierra, porque en un par de cosechas no queda nada, y sin habitantes, porque trae la enfermedad de la que yo me morí (…) cada minuto que pasa es un bosque menos en el Chaco, una familia de Santiago que se queda sin su campito de siempre y se va a una villa”. Curiosamente, esta Eva no ataca a las multinacionales que realizan el gran negocio de las semillas. ¿Serán las empresas que publicitan en “La Nación” y “Clarín”? Como expresé, en “Mirada al Sur” no se la menciona, pero sí en Página/ 12: Non Sancto. (12)


Evita contra el Plan Quinquenal

Al referirse a los pobres expone: “vas a ver que nunca te salen con planes quinquenales sino con programitas de mínima”. Cabe señalar que los pobres no tienen idea del Plan Quinquenal porque es propio del Gobierno de Perón, que es expuesto el 21 de octubre de 1946 en el Congreso. Tiene que ver con la situación económica de la Argentina y la forma de logran la liberación nacional, sin dejar de lado la justicia social. Obviamente, los pobres no saben de comercio exterior, política monetaria, nacionalización de los servicios, etc.; pero sí comprenden que se benefician con su aplicación.


Evita: la doble discurso

Por otro lado, la Evita imaginaria aconseja a la Presidenta “seguí con ese tonito de mina conciliadora que tan bien te sale. Me gustó cómo reaccionaste cuando se te cayó la 125, eso sí es ser mujer, firme, tranquilita y con cabeza. Seguí por ese lado, pasales la pomada y coqueteales a los oligarcas (…) sacales donaciones directas que vayan a proyectos directos”.

Es palpable que tanto años en Europa alejan a Dujovne Ortiz del carácter de Cristina Fernández, quien justamente no tiene “tonito de mina conciliadora”, ni es “tranquilita”.

La Evita verdadera, “mujer”, “firme”, pero no muy “tranquilita” ni “conciliadora” expone: “Pude ser una mujer de Presidente como lo fueron otras. Es un papel sencillo y agradable: trabajo de los días de fiesta, trabajo de recibir honores, de ‘engalanarse’ para representar según un protocolo que es casi lo mismo que pude hacer antes, y creo que más o menos bien, en el teatro o en el cine. En cuanto a la hostilidad oligárquica no puedo menos que sonreírme. Y me pregunto: ¿por qué hubiese podido rechazarme la oligarquía? ¿Por mi origen humilde? ¿Por mi actividad artística? ¿Pero acaso alguna vez esa clase de gente tuvo en cuenta aquí, o en cualquier parte del mundo, estas cosas, tratándose de la mujer de un Presidente?

Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil. El poder y el dinero no tuvieron nunca malos antecedentes para un oligarca genuino. La verdad es otra: yo, que había aprendido de Perón a elegir los caminos poco frecuentados, no quise seguir el antiguo modelo de esposa de Presidente, Además, quien me conozca un poco, no digo de ahora, sino desde antes, desde que yo era una simple ‘chica’ argentina, sabe que no hubieses podido jamás representar la fría comedia de los salones oligarcas (…) quien comprenda a ‘Evita’ tal vez encuentre luego fácilmente comprensible a sus ‘descamisados’, el pueblo mismo, y ése nunca se sentirá más de lo que es…¡nunca se convertirá por lo tanto en oligarca, que es lo peor que puede sucederle a un peronista”. (13)

Con respecto a las donaciones directas, son de cuidado en un capitalismo exacerbado como el de la Argentina. Si se refiere a las donaciones forzosas, remito a la investigadora Navarro: “Américo Ghioldi en ‘El mito de Eva Perón’ relata que ‘el gobierno totalitario puso los poderes de coacción, de violencia y de amenaza en las arbitrarias y caprichosas manos de la Esposa del primer magistrado, la que impuso ‘contribuciones espontáneas’ de personas, empresas, instituciones, capitalistas, trabajadores, etc”. La resistencia a estos supuestos chantajes acarreaba sanciones muy duras y se citaba generalmente dos casos de empresas que se negaron a pagarlos y fueron perseguidas por el gobierno: los laboratorios Massone y la Fábrica de caramelos mu-mu. Es muy factible que colaboradores de Evita hayan ejercido presiones indebidas ante empresarios para obtener recursos o donaciones forzosas de mercadería. Es de pensar que esto sucedía sin su conocimiento, aunque no es imposible creer que si llegara a enterarse, hiciera la vista gorda pues ‘así los ricos se veían obligados a devolver lo que pertenecía a los pobres’. También es probable que los empresarios no vieran con buenos ojos la obligación de contribuir a la Fundación con cada firma de convenios laborales y lo consideraban una forma de chantaje”. (14)

Agrega el biógrafo de Perón, Norberto Galasso: “Con respecto a las presiones realizadas para obtener donaciones ‘voluntarias’, el padre Benítez reconocía con un guiño de ojos: ‘No éramos angelitos ni mucho menos. Y no voy a negar que presionábamos y que algunas vengancitas nos tomamos’, para insistir luego en que la grande obra realizada justificaba algunas de esas transgresiones”. (15)

Evita: la metepúas

Si el lenguaje que usa la galardonada con el Premio Konex 2004 es impropio de la Evita de carne y hueso, menos aún diría: “sos linda, pico de oro y, si me permitís, con más cintura política que el bizco de tu marido”. Esta Evita viejita y contra-fáctica de 2008, la que propone la escritora, seguramente lee los libelos que se escriben sobre ella y su marido Perón, por lo que resulta imposible que cargue con ese epíteto contra Néstor Kirchner. A propósito de estos dislates, el padre Hernán Benítez, íntimo del matrimonio, es partícipe del amor de la pareja y al referirse a algún que otro libro y a alguna que otra película se enoja: “qué vamos a creer en esas peleas, esos insultos, hija de p…, cómo se te ocurre, cancerosa. Todas burradas (…) No hay que caer en las estupideces que le digan los novelistas”. (16)


Evita y el cáncer provocado por Perón

En la biografía y en la entrevista de la periodista Larre Borges, Dujovne Ortiz considera a Perón responsable de la enfermedad terminal de Evita.

Expresa que “Evita es la intercesora, ella siempre lo dijo. Tenía esa frase extraordinaria: ‘Yo quiero ser el puente entre el pueblo y el General, pasen sobre mí’. En sus formas públicas el discurso de Evita era ramplón, histórico, era un discurso de sumisión inenarrable a Perón. Por dos motivos: uno fue que no tenía otro remedio, para sobrevivir, que decir que él era el sol. En privado decía: ‘Sí, es el sol, pero no se le acerquen porque quema’. Y también porque realmente tenía un agradecimiento al hombre que la había levantado, que la había legitimado, que se había casado con ella. Un sometimiento que en mi opinión la llevó a morirse. Evita hoy hubiese podido tener un discurso feminista, hubiese podido admitir su ambición personal, no habría tenido que dar vuelta la rabia contra ella misma y morirse de un cáncer”. 17

En La Novela de Perón, Tomás Eloy Martínez cita un informe de la CIA: “’Central Intelligence Agency - Report. Nro. FIR DB-312/04751-73’

‘…desde que Eva quedó inmovilizada en la cama, Perón no entró jamás al cuarto. Al parecer, se paraba en la puerta y desde allí le preguntaba cómo seguía. Procuraba mantenerse lejos. Temía que el cáncer fuera contagioso”. 18
Imagino a esta Evita imaginaria de 2008, quien no puede creer lo que lee. Busca más información en la biografía que Dujovne Ortiz. Pero no puede leerla porque la autora la escribe originalmente en francés. Entonces, con sus 89 años u 86 según otros autores, consigue una traducción al castellano. Tal vez, se asombre ante la coincidencia de Martínez, la CIA y la consejera literaria de la editorial Gallimard que dice en el último capítulo de su obra que Perón no se acerca a ella porque el cáncer de útero provoca mal olor.

Si se me permite hacer historia contrafáctica, no estaría feliz con la manera en que presentan a su marido, un Perón ignorante y a la vez impiadoso que no se acerca a ella, una moribunda que pesa 38 kilos.


Evita y el “evitismo”

Y si cito libros, es interesante exponer la visión del padre Hernán Benítez, confesor de Evita. Dice al respecto Galasso: “Con el correr del tiempo, me animo a sostener que el Padre había descubierto los peligros del ‘evitismo’. Lo supongo así dada su diversa reacción frente a los libros publicados sobre Evita, en los años anteriores a su muerte: abominaba de ‘Santa Evita’, el de Tomás E. Martínez y criticaba mucho la biografía de Alicia Dujovne Ortiz. En cambio, le gustaba el libro de [Abel] Posse, donde la relación Perón-Eva se halla planteada seriamente, con equilibrio y rigor”. 19

Sobre esta última dice el sacerdote: “Alicia Dujovne Ortiz vino a pedirme información para luego tejer una serie de patrañas acerca del peronismo y el nazismo”. (20)

No olvida la autora de “Anita cubierta de arena” de preguntarse “¿qué sería Evita si viviera?”. Inquietud que tiene desde su biografía, en la que sugiere: “Ella habría sido de izquierda. No forzosamente montonera”. En “Miradas al Sur” continúan sus dudas: “No sé si la Evita de mis fantasías habría sido montonera”. Y finaliza su “diálogo ficcional”: “pero aparte de una Evita cartonera, si alguna idea me hace soñar –tal como ella, en su sermón imaginario, se lo aconseja a Cristina- es la de una Evita piquetera que al frente de un movimiento ciudadano de lucha contra la soja, se planta ante los matones contratados para talar los bosques, vociferando: “No pasarán”.


Evita deja de ser evita

O sea que la Evita remixada del presente, encabezaría un movimiento que se limita luchar contra la soja y se planta ante los trabajadores taladores de bosques y les grita: “No pasarán”. Entonces, deja de ser la Evita peronista para ser (Isidora) Dolores Ibárruri Gómez (La Pasionaria), una luchadora del Partido Comunista español, quien en el Asedio de Madrid, durante la Guerra Civil Española, emplea esa frase. No obstante, cabe destacar que esta valiente activista tiene una hija a la que llama Eva, quien muere muy joven.

Finalmente, me parece que más que “conciencia pobre” o “memoria pobre” hay pobreza intelectual…en los que eligieron a Dujovne Ortíz para conmemorar el 56º aniversario de la muerte de Evita.



Néstor Genta

Citas bibliográficas y reconocimiento de autores


1. Dujovne Ortiz, Alicia. Eva Perón: la biografía. Aguilar. Buenos Aires. 1995. p.111.
2.Ibid. p. 127.
3.4.5.6.7.Larre Borges Ana Inés. Los mitos de la Argentina perdida. Brecha, Nro. 603. Montevideo, Uruguay, 1997.
http://www.literatura.org/Dujovne/dorepo.html
8.Galasso Norberto. Perón. Formación, ascenso y caída (1893-1955). Tomo I. Colihue. Grandes Biografías. Buenos Aires.2005.p.190.
9. Navarro Marysa. Evita. Ediciones Corregidor. España. 1981. p.232.
10. Galasso Norberto. La cara oculta del conflicto por las retenciones
Miércoles 16 de julio de 2008. www.copenoa.com.ar/La-cara-oculta-del-conflicto-por.html
11.12. Dujovne Ortiz, Alicia. Non sancto.29 de Junio de 2008.
www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-106919-2008-06-29.html
13. Perón Eva. La razón de mi vida. Ediciones Peuser. Buenos Aires.1951.pp.86/9.
14. Navarro Marysa. Op.Cit. p.250.
15.Galasso Norberto. Perón. Formación, ascenso y caída (1893-1955). Tomo I. Colihue. Grandes Biografías. Buenos Aires.2005.p.560.
16. Ibid. 558.
17.Larre Borges Ana Inés.Op. Cit.
18. Martínez Tomas Eloy. La novela de Perón. Editorial Planeta. España. 1993. p. 333.
19. Galasso Norberto. Yo fui el confesor de Eva Perón (Padre Hernán Benítez). Homo Sapiens Ediciones. 1999. Rosario. p. 66.
20. Ibid. p.30.

jueves, 29 de marzo de 2018

Argentina: Quiroga, su salud y su entierro de pie

Facundo Quiroga, la leyenda del caudillo que fue enterrado de pie

En un nuevo aniversario de su muerte, tres pequeñas historias que revelan aspectos casi desconocidos del político y militar argentino: su ludopatía, la relación con su caballo Moro y el curioso recorrido de sus huesos

Por Omar López Mato Infobae



Facundo Quiroga, en el clásico cuadro de Alfonso Fermepin

El general Quiroga quiso entrar en la sombra
llevando seis o siete degollados de escolta
Jorge Luis Borges ("El general Quiroga va en coche al muere")

Si bien todos sabemos que Facundo Quiroga murió de un tiro en la cara, una enfermedad invalidante carcomía las articulaciones del general, que le impedía montar. De allí esta galera que lo condujo "al muere", como relata Borges en su poema. De haber podido andar a caballo, es muy probable que hubiese escapado de esa trampa mortal.


Después de la derrota de Oncativo, aunque Juan Manuel de Rosas astutamente la hizo pasar como una victoria, y durante su permanencia en Buenos Aires, se agravaron las dos afecciones que hostigaban a Quiroga: la ludomanía y el reuma. Ninguna de las dos lo abandonaría hasta Barranca Yaco. Con la primera no le fue tan mal, gastó y ganó fortunas, pero el balance debe haber sido positivo porque en poco le cambió el ritmo de vida. Dicen que el hombre era supersticioso, que nada hacía los días 13 y que creía o hacía creer que su famoso caballo Moro podía ver el futuro y que solo a él se lo confiaba. Sus soldados estaban convencidos de estos poderes y antes de iniciar una batalla, el Moro y Quiroga sostenían largos diálogos que la tropa contemplaba en reverencial silencio. Hasta antes de partir, en el que sería su último viaje, Quiroga le reclamó a Estanislao López la devolución de su Moro, extraviado después de Oncativo. Estanislao le dio larga al asunto y al final el general y Moro nunca se volvieron a ver. Quizás el Moro le hubiese advertido sobre su aciago destino.

Si bien fue afortunado en el juego, con el reuma la historia fue distinta, ya que durante la batalla de Rodeo de Medio, el estado físico de Quiroga era tan lamentable que debió contentarse con ver el combate desde una carreta. El comandante Aresti, jefe de la caballería unitaria, pasó varias veces frente a él sin reconocerlo. Tal era su decadencia que nadie identificaba al Tigre de los Llanos con ese viejo tullido. De haberlo hecho, quizás otra hubiese sido la historia, de la misma forma que una casual boleada terminó con la carrera del general Paz.

"Mi salud sigue en una alternativa cruel. Los ratos de despejo no compensan los del decaimiento y destemplanza que sufro; sin embargo yo pugno contra los males y no desmayo si del todo no me abandonan las fuerzas", le escribió a Rosas, quien, pocos días después de su partida, le envió una fórmula casera para el reumatismo, preparado con base en ajo machacado, polvo dulce de mercurio y aceite para frotarse sobre las articulaciones doloridas. No tuvo oportunidad de usarla porque, para entonces, todos sus males se habían curado con una bala que le entró al cráneo por la órbita izquierda. Facundo perdió la última partida jugando mano a mano con la muerte.

Félix Luna sostenía que Quiroga podía haber sido la figura del país: el hombre hablaba de Constitución y organización nacional, su figura tenía relieve político en todo el territorio de la Confederación, a punto tal de competir en prestigio con el mismísimo Restaurador, pero los Reinafé (cuyo nombre original era Queenfaith) se cobraron antiguas deudas en un oscuro paraje de Córdoba.


Fueron tantos los avisos de la partida que lo acechaban que solamente una persona enceguecida por la soberbia podía negarse a creer que nadie se atrevería a ultimarlo. Murió por una bala certera, tan certera como los rencores que había generado, tan certera como su orgullo indomable.

Sobre huesos y tumbas

Aun después de muerto, los huesos maltrechos de Facundo Quiroga continuaron conjurando su historia de gloria. De la capilla ardiente de Sinsacate fueron a reposar al cementerio de la catedral de Córdoba y finalmente, a pedido de su esposa, terminaron en la cripta de la Iglesia San Francisco y, por último, una bóveda en el Cementerio de la Recoleta bajo la imagen de la Dolorosa, la estatua que su yerno, el barón Demarchi, había encargado a su amigo, el escultor Tartarini. En este rincón recoleto una leyenda fue tomando cuerpo: El Tigre había sido enterrado de pie, siguiendo una vieja tradición de los caballeros castellanos.



Hace 10 años, el arquitecto y arqueólogo argentino Daniel Schávelzón, Jorge Alfonsín y quien escribe quisieron develar este misterio. ¿El general Quiroga estaba de pie? En realidad en esta tumba no había un ataúd del general, ni de pie ni acostado. ¿Dónde estaba el general? Schávelzón, valiéndose de un eco sonar, buscó tras las paredes asimétricas de esta tumba y con el permiso de la familia se perforó una pared donde se descubrió un esplendido ataúd de bronce. De pie, como le corresponde a un macho argentino que se presenta ante el Creador.

Hasta allí seguimos la sombra del general, porque la familia no permitió examinar el contenido del sarcófago. Por pedido de sus descendientes, finalmente el brigadier Quiroga no espera más de pie. Desdiciendo el poema de Borges, aunque siga siendo inmortal y un fantasma, ese hombre que supo poner retemblor en las lanzas que lo siguieron en las batallas y entreveros donde se ganó la fama que aún hoy lo persigue como una sombra.

sábado, 26 de agosto de 2017

Interior argentino: El fucking caudillo Estanislao López

Estanislao, el patrón del Litoral
¿Qué hubiese hecho Estanilao López con Los Monos o cualquier otra organización que desafiara su autoridad? Inevitable preguntárselo el día cuando el juez Ismael Manfrín, quien presidirá el tribunal del juicio contra la banda narco, suspendió el inicio del juicio, invocando nuevo material probatorio y la posible inclusión en el pelotón de enjuiciados de Ramón Machuca, más conocido como Monchi Cantero, quien iba a ser juzgado separado de los otros 23 imputados. Pero también es necesario preguntarlo al cumplirse 179 años de la muerte de López.
Por Urgente 24




Nació en Santa Fe el 22 de noviembre de 1786, hijo del oficial de milicias, Juan Manuel Roldán Ávila y María Antonia López Isaurralde. Estanislao López asistió a la escuela franciscana de su ciudad hasta los 15 años, que ya estaba marchando a órdenes de su padre en la lucha contra los indios del Chaco y a los 17 años ingresó en la Compañía de Milicias provinciales.

En 1806, con la 2da. invasión británica, se unió a la expedición de Santa Fe que luchó en Ciudad de Buenos Aires, y 4 años después integró el movimiento militar patriota desde el Cuerpo de Blandengues de Santa Fe. Luchó a las órdenes del general Manuel Belgrano en la expedición al Paraguay, fue capturado por los españoles en la batalla de Paraguarí, conducido a Montevideo pero pudo escaparse y se puso a órdenes del general José Casimiro Rondeau.

En 1811 regresó a Santa Fe con el cargo de alférez y participó en los combates contra los españoles que bloqueaban los puertos sobre el río Paraná, pero también combatió contra los aborígenes del Chaco.

Más tarde peleó contra los caudillos federales de Entre Ríos en el Combate del Espinillo y otra vez fue prisionero, y así pudo conocer al caudillo José Artigas. Y hubo o empatía o respeto.

López se estrenó como caudillo en 1816, a órdenes del comandante Mariano Vera.

López y Artigas comandaron las tropas en la revuelta del ejército de Santa Fe contra el gobierno de Buenos Aires y derrotaron al ejército bonaerense del general Juan José Viamonte. Luego de esta batalla, fue ascendido a capitán y nombrado jefe de la frontera norte de Santa Fe, desde donde emprendió una nueva expedición contra los pueblos indígenas.

Los Combates del Brigadier Estanislao López



En 1818, aprovechó la revolución contra el Gobierno de Vera y el 23/07/1818, a sus 31 años, asumió como nuevo gobernador, y fue el patrón de Santa Fe hasta el día de su muerte.

López fue reelecto durante 2 décadas, y gozó de un amplio apoyo de la población que le reconoció el estímulo a la agricultura y a la ganadería, la separación de la provincia respecto al gobierno bonaerense, la tranquilidad de las fronteras, el inicio de escuelas y cierta mejora en la administración de Justicia.

López tuvo que ganarse el respeto de su gente reprimiendo el movimiento autonomista del gobernador Juan Ramón Balcarce, general del ejército de Buenos Aires, quien organizó una invasión a la provincia desde Córdoba, al mando del coronel Juan Bautista Bustos, y desde el sur.

López decidió desgastar a su enemigo con ataques relámpagos permanentes, una guerra de guerrillas. Esto hizo con Bustos en Fraile Muerto, dejándolo sin caballos y volviendo inmediatamente a Santa Fe para recibir a las tropas de Balcarce, aunque no tuvo el mismo resultado. Entonces, López huyo hacia el norte y los porteños tomaron Santa Fe. Pero después de un tiempo, López fue por la revancha y volvió a recuperar su capital.

Juan Martín de Pueyrredón no reconoció esta derrota y envió a Juan José Viamonte a Santa Fe para reforzar el frente de Bustos, y López reaccionó igual que en el pasado: un ataque rápido y precido a los cordobeses para regresar contra los bonaerenses, pero esta vez, luego del empate frente a Bustos y la victoria frente a Viamonte, se enteró, según sus apologistas, que las guerras domésticas afectaban la campaña del General José de San Martín.

Entonces, el 12/04/1819, firmó con el Directorio Supremo el armisticio de San Lorenzo, con el que consiguió un breve respiro, mientras hacía sancionar la 1ra. Constitución que hubo en las Provincias Unidas, la de Santa Fe.


Estanislao López y Pancho Ramírez



En Buenos Aires, Rondeau reemplazó a Pueyrredón, pero con similar estrategia pidió ayuda a las fuerzas orientales y al Ejército del Norte pero ambos se negaron y dejaron al Directorio sólo frente a los federales de López y Francisco Ramírez, que respondían a Artigas, y José Miguel Carrera y Carlos María de Alvear, el 01/02/1820 en la batalla de Cepeda.

La importancia del combate fue la disolución del Directorio y que Buenos Aires aceptara su igualdad respecto de las demás provincias. Poco después se firmó el Tratado del Pilar entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, que establecía la paz entre los federales y Buenos Aires.

Pero no se cumplió, López invadió nuevamente Buenos Aires y venció en la batalla de Cañada de la Cruz.

Pero los porteños, dirigidos por Manuel Dorrego, derrotaron a Alvear y Carrera en San Nicolás, y a López en Pavón.

Así se llegó a la sangrienta Batalla de Gamonas, en la que López volvió a derrotar a Buenos Aires.

Regresó la paz, el 24/11/1820 con el Tratado de Benegas. López consiguió una indemnización por las invasiones porteñas que su provincia había sufrido, y el coronel Juan Manuel de Rosas se encargó de pagarla.

Durante los años siguientes, López gobernó su provincia asegurado por el Tratado del Cuadrilátero, del 25/01/1822, entre Entre Ríos, Corrientes, Buenos Aires y Santa Fe. Entonces pudo enfocarse en mejorar su economía ganadera y comercial.

Liga de Pueblos Libres



Después de la Convención Nacional que se reunió en Santa Fe, los representantes de las Provincias Unidas nombraron a López jefe del ejército federal, y al gobernador de Buenos Aires, Dorrego, encargado de las relaciones exteriores.

En diciembre de 1828, Juan Lavalle derrocó y asesinó al gobernador Dorrego. López y Rosas se aliaron y lo derrotaron en la batalla de Puente de Márquez. Rosas fue el nuevo gobernador.

López y Rosas, al frente de la Liga del Litoral, atacaron juntos a José María Paz, líder de la Liga Unitaria del Interior y dos veces victorioso sobre el riojano Facundo Quiroga. La Batalla de Fraile Muerto (provincia de Córdoba, Argentina, 05/02/1831) enfrentó al coronel Juan Esteban Pedernera y los federales bajo la dirección del coronel Ángel Pacheco. El triunfo de los federales consolidó la hegemonía de López, Quiroga y Rosas.

López era una de las grandes figuras del Federalismo, en especial de quienes no querían someterse a Rosas, pero iba perdiendo prestigio e influencia porque los gobernadores sólo reconocían a Rosas como su jefe.

López, el árbitro del Litoral, murió de turbeculosis en Santa Fe en junio de 1838, a sus 52 años. El luto por su muerte duró 1 mes y Santa Fe fue escenario del mayor cortejo fúnebre de su historia.