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jueves, 27 de junio de 2024

Guerra aérea sobre Cuba, 1956-59

Guerra aérea sobre Cuba 1956-1959

Contribuido por Krzysztof Dabrowski || ACIG



Cuando se mencionan las operaciones aéreas sobre Cuba, las más famosas que vienen a la mente son las de la crisis de los misiles cubanos de 1962 y el intento de invasión de Bahía de Cochinos un año antes; pero la más larga e intensa fue la campaña COIN que libraron las fuerzas de Batista contra la insurgencia de Castro. Esta guerra civil a menudo se pasa por alto, especialmente el lado aéreo de las operaciones, que es lo que este artículo analiza en detalle.



Decir que el corrupto y opresivo gobernante de Cuba, Fulgencio Batista, no era popular entre su pueblo es quedarse corto. Teniendo esto en cuenta, no debería sorprender que muchos quisieran sacarlo del poder y, dado que votar a Batista no era una opción, se intentaron otros medios. Uno de esos intentos fue realizado por Fidel Castro, quien encabezó un ataque contra el Cuartel Moncada en Santiago el 26 de julio de 1953. [1] Esta acción fracasó con la mayoría de los atacantes muertos o capturados y Fidel terminando en prisión. Sin embargo, en 1955 fue liberado como resultado de una amnistía y se fue a México, donde comenzó a preparar una expedición armada a Cuba. Antes de continuar hay que señalar que Castro no estaba solo en su deseo de lidiar con Batista y todo lo demás que defendía el dictador. Incluso hubo complots en el ejército como el que encabezó el coronel Barquin. Entre los conspiradores también se encontraba personal de la FAEC (el brazo aéreo de Cuba, ver más abajo), por ejemplo, el teniente Villafaña, que era piloto. El complot se comprometió en abril de 1956, pero se avecinaba un desafío aún mayor al gobierno de Batista. Terminadas sus preparaciones, una banda de rebeldes armados al mando de Fidel partió hacia Cuba en el yate “Granma”.

Antes de seguir adelante, el brazo aéreo de Cuba merece unas palabras. La FAEC (Fuerza Aérea Ejército de Cuba) era una organización semiautónoma equipada principalmente con aviones antiguos de la Segunda Guerra Mundial fabricados en EE. UU., Como el B-26 "Invaders" y el P-47 "Thunderbolts" (los únicos aviones eran T -33 entrenadores con capacidad de combate), transportes y otros tipos auxiliares, así como hidroaviones, también tenían un papel marítimo. Dado que Cuba tenía su propia escuela de aviación militar, no había escasez de aviadores entrenados. Las perspectivas para el futuro parecían, si no brillantes, que al menos seguras para los Estados Unidos que se ofrecieron a proporcionar cazas F-80 a sus propias expensas. Por lo tanto, se puede afirmar que según los estándares de Centroamérica y el Caribe, la FAEC era una fuerza capaz con una base sólida.


También se conocía una "Jarra" FAEC como los P-47 "Thunderbolts". La mayoría de las fuentes afirman que el brazo aéreo de Cuba recibió 29 fuselajes ex-USAF. Junto con los B-26 "Invaders", los P-47 formaron la columna vertebral de la fuerza de combate de la FAEC. A fines de la década de 1950, el P-47 se consideraba obsoleto, pero tales aviones propulsados ​​por hélice eran muy adecuados para las tareas COIN y, por lo tanto, eran exactamente el tipo que necesitaba la FAEC para luchar contra la rebelión de Castro. Un solo P-47 debería estar en exhibición en La Habana. (Colección Albert Grandolini)


Llega Granma

Volviendo a la expedición de Castro, el régimen cubano recibió información de que algo estaba pasando y actuó en consecuencia. Aviones de la FAEC patrullaban las aguas de la costa cubana con la esperanza de localizar a “Granma” y hacer frente a los rebeldes antes de que pusieran un pie en la isla. Sin embargo, esta vez la fortuna estuvo del lado de Castro, ya que a pesar de una búsqueda aérea intensiva, en relación con el tamaño y las capacidades de la FAEC, el barco lleno de rebeldes no se descubrió hasta que llegaron a Cuba el 2 de diciembre de 1956. El único resultado del esfuerzo de la Fuerza Aérea fue una Incidente vergonzoso cuando algunos pilotos felices dispararon "Thunderbolt" ametrallaron un barco hondureño cargado de plátanos causando una serie de bajas entre su tripulación. Finalmente, el “Granma” fue avistado desde el aire [2] varado cerca de la costa, pero en ese momento los rebeldes ya estaban en tierra. Ahora "sólo" tenían que marchar tierra adentro e iniciar una revolución. Era más fácil decirlo que hacerlo y los rebeldes pronto se agotaron. Sin molestarse en ocultar su presencia, Castro y sus hombres descansaron cerca de Alegría de Pío. Mientras tanto, la FAEC buscaba a los rebeldes desde el aire y, efectivamente, divisó al grupo. Sin perder tiempo, se desplegaron tropas terrestres en el área y también se convocaron ataques aéreos. A pesar de ver el avión de reconocimiento que, por supuesto, también debe haberlos visto, los insurgentes no tomaron ni siquiera las precauciones más elementales. Como resultado, fueron atrapados con los pantalones bajados y casi completamente aniquilados porque solo veintidós escaparon del ataque de las fuerzas gubernamentales. Sin embargo, como Fidel, su hermano Raúl y el "Che" Guevara estuvieron entre los afortunados, la rebelión no fue aplastada. A partir de entonces, los rebeldes serían mucho más cuidadosos, siempre esforzándose por evitar ser detectados desde el aire; la lección se aprendió de la manera difícil, pero seguramente se asimiló.

Si bien Batista afirmó que Castro fue asesinado y le hubiera gustado olvidarse de él, este último, mientras estaba abajo, no salió. Habiendo encontrado un paraíso seguro en Sierra Maestra montañas comenzó a organizar una insurgencia y pronto se hizo notar. El 16 de enero de 1957, los rebeldes atacaron un pequeño puesto de avanzada del ejército en La Plata. Siete soldados murieron o resultaron heridos; además, el botín que incluía armas, municiones y otro equipo militar también era de considerable importancia. Anticipando correctamente que el Ejército intentaría perseguirlos, los insurgentes prepararon una emboscada y, efectivamente, una patrulla del ejército entró directamente en ella y, como resultado, fue prácticamente aniquilada. Fueron victorias modestas en términos militares, pero su valor propagandístico no podía subestimarse. Sobre todo después de que Castro concediera el 17 de febrero una entrevista a Herbert Matthews del "New York Times", era imposible ignorarlo y mucho menos reclamar su muerte. Con el tiempo, los rebeldes hicieron otro movimiento militar. El 28 de mayo los insurgentes tomaron un puesto de avanzada del ejército ubicado en El Uvero. Como fue el caso con el ataque anterior de La Plata, los rebeldes tuvieron éxito y sufrieron solo pequeñas bajas. Se capturaron cantidades sustanciales de armas y municiones, así como otros suministros, y el efecto propagandístico fue incluso mayor que antes. Pero esto no fue todo: a juzgar por los pequeños puestos de avanzada que no se pueden defender en caso de ataques insurgentes, los militares desmantelaron los ubicados en áreas infestadas de rebeldes. Es necesario decir que esta decisión aumentó enormemente la libertad de movimiento de Castro.

Golpe fallido

Los insurgentes en Sierra Maestra no eran la única preocupación de Batista. De hecho, el dictador tuvo una escapada estrecha cuando el 13 de marzo de 1957 el Palacio Presidencial en La Habana fue atacado por rebeldes del Directorio Revolucionario. Los atacantes lograron sorprender, lograron penetrar en la residencia de Batista y estuvieron cerca de matarlo o capturarlo excepto que, por pura coincidencia, había salido de su oficina y se había ido a su departamento a causa de un dolor de cabeza. En una reacción tan típica de la mayoría de los dictadores, Batista ordenó una brutal represión que eliminó a la mayoría de los miembros del Directorio Revolucionario, pero mucha gente inocente también sufrió. Estos hechos tuvieron efectos secundarios importantes: el primero fue la eliminación de un grupo rebelde que potencialmente podría ser una competencia para Castro, mientras que la brutalidad del régimen aliena aún más a la población de Cuba. El fallido ataque al palacio no lo era todo para Batista. Mientras tanto, se formó una amplia conspiración que involucró a la Armada de Cuba, la Fuerza Aérea y miembros de grupos civiles descontentos con el estado de cosas. Dichos elementos iban a intentar el derrocamiento del dictador cubano en otoño de 1957. Esta rebelión estuvo bien planeada, o eso parecía, con ataques simultáneos de la Armada, las FAEC y conspiradores armados en el terreno que se llevarían a cabo en varios lugares de la isla. . Sin embargo, los conspiradores no coordinaron adecuadamente sus acciones y cuando el 5 de septiembre de 1957 la base naval de Caya Loco en Cienfuegos se rebeló, quedó prácticamente sin apoyo externo.

Cuando la noticia de la rebelión llegó a La Habana, el régimen ordenó a la Fuerza Aérea que reconociera a Caya Loco para averiguar qué estaba pasando exactamente. Dos B-26 con el Capitán Mario Zúñiga y el Capitán Agustín Piñeira Machín a los mandos realizaron la misión. La situación se hizo clara cuando ambos recibieron fuego terrestre que sufrió daños mientras sobrevolaban la base. Sin perder tiempo, Batista envió a las FAEC para bombardear a los rebeldes para que se sometieran. Los primeros en atacar fueron los P-47, pero fueron piloteados por pilotos que también estuvieron involucrados en la conspiración. No es de extrañar que el bombardeo no produjera resultados, ya que los pilotos lanzaron la artillería en el mar o en tierra, pero sin armar primero las bombas. Desafortunadamente para los interesados, todo esto fue presenciado por oficiales superiores de la FAEC que estaban observando la acción desde un C-47 orbitando cerca. Una vez que los "Thunderbolts" regresaron a la base, sus pilotos fueron castigados y puestos bajo investigación. Mientras tanto, la tarea de bombardear a los rebeldes fue encomendada a los “invasores”, tripulados por tripulaciones que no formaban parte del complot anti-Batista. Estos aviadores insistieron en sus ataques y dieron en el blanco. No en una pequeña parte debido al bombardeo, el Ejército pudo tomar Caya Loco a un costo de 33 hombres muertos en acción. Hubo 60 muertos entre los rebeldes mientras que 83 más fueron capturados. Estos últimos fueron sacados de Cienfuegos en aviones de transporte C-54 y posteriormente entregados en manos del aparato de seguridad.

En lo que respecta a la FAEC, la rebelión tuvo varias consecuencias negativas. Para empezar, los siguientes pilotos de “Thunderbolt” fueron convocados por la corte: Mayor Enrique Carreras Rolas, Mayor Mario J. Leon Gonzáles, Capitán Gastón Bernal y Fernández, Capitán Eduardo A. Ferrer, Capitán Jorge Perramón Spencer, Teniente 1º Rolando Cossío Soto, teniente 1º Lázaro Rey Moriña, teniente 1º Aurelio Martínez Leiro, teniente 2º Alvaro Prendes y teniente 2º Martín Klein Schiller; además, muchos otros aviadores fueron dados de baja del servicio. Esto no fue exactamente un refuerzo moral para la Fuerza Aérea y para colmo de males, Batista mostraría a partir de entonces abiertamente su desconfianza hacia la FAEC, aunque su reacción no es de extrañar. También se produciría una severa repercusión de los Estados Unidos. El equipo del arma aérea se fabricó prácticamente exclusivamente en EE. UU., Pero los estadounidenses opinaron que debería usarse para la defensa de Cuba y no para lidiar con los problemas internos de Batista. Por esta razón, Estados Unidos no proporcionaría más piezas de repuesto ni artillería y la FAEC también podría despedirse de los prometidos cazas F-80 [3].

Difundiendo la rebelión

Todo el tiempo, los rebeldes de Castro trabajaron por su objetivo de poner fin al gobierno del dictador. Intensificando sus esfuerzos propagandísticos el 24 de febrero de 1958 comienza a transmitir "Radio Rebelde" y con ello los insurgentes habían ganado la capacidad de transmitir directamente su mensaje al pueblo cubano. Poco después, el 1 de marzo, Raúl Castro, al frente de 67 hombres, marchó desde Sierra Maestra hasta Sierra Cristal al norte de Santiago con el objetivo de ampliar sustancialmente el área de insurgencia. Los rebeldes tampoco pasaron por alto la necesidad de aumentar sus filas y potencia de fuego. Esto último se lograría, entre otras cosas, mediante la compra de armas en el extranjero. Para traerlos al país se alquiló en Miami un costarricense C-46 (matrícula TI-1019C). El 30 de marzo de 1958, el transporte de Curtiss con Pedro Luis Díaz Lanz a los mandos entregó las armas y municiones que tanto necesitaban a Cienaguilla, que en ese momento estaba temporalmente bajo el control de Fiedel. Durante el aterrizaje, la aeronave resultó dañada y no pudo despegar. Por esta razón, una vez descargada la carga, los insurgentes incendiaron el avión. Debido a la falta de comunicaciones adecuadas entre los rebeldes, Raúl Castro con la banda de insurgentes bajo su mando dimensionó Moa y su pista de aterrizaje el 31 de marzo esperando que el transporte aterrizara allí. Por supuesto que nunca llegó porque para entonces sus restos ya ni siquiera ardían y Raúl con sus hombres se retiró con las manos vacías. A pesar de que esto y otras cosas sucedieron, hubo poca actividad militar aérea o general en el período de finales de 1957 y principios de 1958 que valga la pena mencionar. Sin embargo, como lo demostraron los acontecimientos posteriores, esto fue un momento de calma antes de la tormenta.

A fines de la primavera de 1958, las filas de los insurgentes aumentaron a unos 300 hombres armados. Obviamente Batista no pudo tolerar esto y los esfuerzos militares COIN se intensificaron visiblemente. Frente a fuerzas enemigas superiores, los rebeldes utilizaron tácticas de emboscada cuando la situación era favorable o evadieron a las tropas gubernamentales cuando no lo era. Gracias a su flexibilidad, los insurgentes pudieron contraatacar sin mermar su limitada fuerza. En la lucha contra los rebeldes, los aviones se utilizaron ampliamente para misiones de reconocimiento y ataque una vez que se localizó un objetivo. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, alrededor de 100 misiones se volaron solo en mayo, el FAEC demostró no ser tan efectivo como se esperaba, sobre todo porque el terreno difícil y la espesa vegetación perjudicaron el reconocimiento y mitigaron los resultados de los ataques aéreos. Para empeorar las cosas, los insurgentes capturaron un aparato de radio del Ejército completo con los códigos utilizados para las comunicaciones entre las fuerzas terrestres y el avión de apoyo. De esta manera, los hombres de Castro pudieron conocer los movimientos del enemigo a tiempo y ajustar sus acciones en consecuencia. Un simple cambio de frecuencias o códigos no podría resolver el problema para las fuerzas gubernamentales, ya que en el transcurso de los enfrentamientos librados, más equipo de comunicaciones y material de código caerían en manos de los rebeldes [4]. Gracias a la capacidad de interceptar las comunicaciones de las fuerzas gubernamentales, los rebeldes tendieron una emboscada a varias unidades del Ejército que se movían en carreteras previamente declaradas libres del enemigo por el reconocimiento aéreo de la FAEC. Frustrada por la incapacidad de lidiar con los insurgentes, la Fuerza Aérea cambiaría su modus operandi a un enfoque de "quitarse los guantes". Los transportes C-47 lanzaron un gran número de folletos aconsejando a la población civil que abandonara el área operativa, creando así una zona de fuego libre donde cualquier persona que se viera podría ser atacada de inmediato. Podría decirse que este movimiento tenía sentido desde un punto de vista puramente militar, pero produjo efectos propagandísticos adversos. No todo el mundo podía o quería salir de la zona de conflicto y, como resultado, aumentaron las bajas civiles resultantes de los bombardeos de las FAEC. Los rebeldes no perdieron el tiempo en explotar esto para sus propios fines.

El FAEC no fue un "ganador de la guerra" por sí mismo, pero tener tal activo le dio al lado del gobierno una ventaja obvia. Por lo tanto, no debería sorprendernos que Castro deseara tener aviones y se dispusiera a organizar una fuerza aérea propia. Las FAR [5], como se conocieron oficialmente, iban a estar equipadas con aviones civiles comprados en el mercado comercial que luego volarían a Cuba. Para ello los insurgentes construyeron una pista de aterrizaje en la finca "La Esmeralda" en las cercanías de Sagua de Tánamo. Este iba a ser el destino del primer avión rebelde, un Cessna 195 en Miami. Sin embargo, el aeródromo rebelde fue descubierto por aviones de la FAEC el 20 de junio. Al día siguiente, un C-47 en funciones de reconocimiento le dio al aeródromo una mirada más cercana. Posteriormente, la ubicación fue "visitada" dos veces por dos formaciones de naves mixtas, cada una de las cuales consta de un "Rayo" y un "Invasor". Al enterarse de los ataques aéreos de la FAEC en curso, Raúl Castro condujo hasta el lugar para inspeccionar personalmente la situación. Llegó justo a tiempo para que su jeep fuera ametrallado por un “Castor” que sobrevoló el lugar para observar los resultados del bombardeo. En lo que respecta al rebelde Cessna, nunca llegó al destino previsto para el avión que desarrolló problemas de motor y se estrelló en las cercanías de San Germán. Su tripulación compuesta por Orestes del Río y Guillermo Verdaguer tuvo la suerte de alejarse del incidente.

Mientras tanto, los rebeldes decidieron presionar a Batista jugando "la carta estadounidense". Fidel ya había acusado a Estados Unidos de violar su propio embargo al brindar apoyo a la FAEC a través de la base estadounidense en la Bahía de Guantánamo. Dado que esto no logró atraer suficiente atención de Estados Unidos, los insurgentes concluyeron que secuestrar a estadounidenses sí lo haría. Raúl Castro ordenó que esto se hiciera el 22 de junio y pronto los rebeldes tenían bajo su custodia a 50 estadounidenses, incluidos 28 militares estadounidenses. Fue un paso audaz pero al mismo tiempo arriesgado, pero los insurgentes manejaron la situación con mucha habilidad. Pretendiendo ser más anfitriones que tomadores de rehenes, los rebeldes pronto ganaron la simpatía de sus cautivos y consiguieron que el público estadounidense los escuchara [6]. Washington, obviamente, no podía ignorar la situación, especialmente que la opinión pública en aquellos tiempos todavía importaba y Batista era visto por la "América oficial" cada vez más como un problema.


Se muestra la aeromovilidad militar cubana. Aunque no fue un factor decisivo para ganar la guerra, todavía le dio al lado del gobierno una ventaja considerable. Teniendo en cuenta la postura bastante relajada de los soldados en la foto, parece que la foto fue tomada durante un ejercicio y no durante las operaciones de combate reales. Tenga en cuenta que se está cargando un jeep en el transporte (apenas visible detrás del ala), así como un pequeño avión de observación a la derecha. (Colección Albert Grandolini)


Operación "Verano"

Ante la situación, Batista se sintió obligado a actuar. De hecho, el ejército cubano trabajaba desde mayo en un plan denominado Operación Verano, que tenía como objetivo destruir a las fuerzas rebeldes en su bastión de Sierra Maestra, poniendo fin a la insurgencia de Castro de una vez por todas. Con este fin, se desplegaron no menos de 12 000 efectivos terrestres, así como recursos navales y de aviación. El primer ataque fue lanzado el 28 de junio de 1958 por dos batallones del Ejército que avanzaron desde el ingenio Estrada Palma hacia las montañas. Resultó que no llegaron muy lejos. A pocos kilómetros de su punto de partida, las tropas gubernamentales fueron emboscadas por fuerzas rebeldes al mando del "Che" Guevara. Los insurgentes lucharon hábil y agresivamente, lo que no se puede decir de sus adversarios, por lo que el avance se detuvo primero y luego se hizo retroceder y la retirada pronto se convirtió en una derrota. Habiendo analizado este revés, los militares cubanos concluyeron que marchar hacia las montañas presentaba demasiados peligros, por lo que sería más aconsejable acercar a las tropas al enemigo sin exponerlas primero a posibles emboscadas. Un desembarco marítimo parecía ofrecer tal posibilidad y se emprendieron los preparativos para llevar a cabo una operación de este tipo. El plan elaborado requería que un batallón de fuerza principal desembarcara en la desembocadura del río La Plata con dos compañías más desembarcando hacia el oeste. Simultáneamente, otro batallón se movería sobre tierra para completar una maniobra clásica de martillo y yunque. Se esperaba que, dado que los rebeldes se concentrarían en los desembarcos anfibios, el segundo batallón podría trasladarse a las montañas sin caer en una emboscada.

El plan se puso en vigencia el 11 de julio con la fuerza principal que comprende el Batallón No.18 del Ejército de Cuba desembarcando según lo planeado, pero cuando las dos compañías adicionales intentaron llegar al lugar de aterrizaje planeado, se encontraron bajo fuego de ametralladoras pesadas. Observando la situación desde un helicóptero, el general Cantillo que estaba a cargo del operativo les ordenó desembarcar en el mismo lugar que el cuerpo principal. Sin embargo, los problemas solo estaban comenzando porque después de moverse hacia el interior, el batallón reforzado fue rápidamente rodeado por los insurgentes. Esto no fue todo para el otro batallón que se suponía que atacaría por tierra se encontró con una resistencia decidida, no logró vencerla y se retiró. Resultó que, a pesar de que el número de rebeldes era limitado, Castro no los entregó a todos a la batalla, sino que dejó al "Che" y sus hombres en reserva. Una vez que las intenciones del enemigo quedaron claras, la fuerza entró en acción y logró controlar con éxito el avance del segundo batallón. Volviendo al batallón número 18, la posición de la unidad era difícil porque estaba rodeada. En vista de las probables emboscadas, se consideró que una operación de socorro por tierra no era una opción. Por esta razón, un esfuerzo intensivo de la Fuerza Aérea parecía la única forma de salvar a las tropas asediadas. El 15 de julio, la FAEC entró en acción, pero numerosas misiones de "Invaders" y "Thunderbolts", que expandieron grandes cantidades de artillería, incluidas municiones incendiarias para quemar la vegetación que protegía a los rebeldes, demostraron no ser suficientes. Para el 21 de julio, los soldados del gobierno ya lo tuvieron y depusieron las armas.

Como resultado de esta victoria, Castro se volvió demasiado confiado, lo que lo llevó a una situación peligrosa. Es decir, dado que resultó imposible derrotar a los rebeldes en las montañas, el ejército cubano trató de llevarlos a las tierras bajas. Los insurgentes mordieron el anzuelo persiguiendo a las tropas gubernamentales en retirada solo para que su cuerpo principal caminara directamente hacia los brazos de una fuerza enemiga superior. Para el 31 de julio, a pesar de los intentos de alivio realizados por el "Che", los rebeldes de Castro seguían inmovilizados. Al no ver otra salida, Fidel se ofreció a negociar con el régimen y, en un movimiento muy sorprendente, Batista accedió a iniciar las conversaciones [7]. Castro no tenía ninguna intención de negociar en serio, pero logró ganar tiempo suficiente para que los rebeldes se escabullieran en pequeños grupos de regreso al santuario de Sierra Maestra. Cuando las conversaciones fracasaron y el Ejército decidió dar el golpe final a los insurgentes, estos últimos ya se habían ido. No tener a nadie para luchar con las tropas no podía hacer más que retirarse a sus guarniciones. Para el 8 de agosto todo había terminado, pero para el ejército cubano, el resultado final fue mucho más que una simple retirada porque todo el ejército, desde los generales en la parte superior hasta los soldados rasos, estaba desmoralizado por su incapacidad para derrotar a los rebeldes. En contraste, los insurgentes celebraron como si hubieran vencido a las tropas gubernamentales en lugar de apenas haber logrado escapar de ellas. Podría decirse que la mejor manera de resumir los resultados de la Operación "Verano" es decir que el Ejército cubano no logró eliminar a los rebeldes que sobrevivieron para luchar otro día y, como lo demostraron los acontecimientos posteriores, ese día llegó pronto.

Antes de continuar, surge la pregunta obvia: ¿por qué fracasó la Operación "Verano" o, para decirlo con otras palabras, cómo fue posible que 12 000 hombres no pudieran derrotar a solo 300? Para empezar, las cifras son engañosas porque a la gran mayoría de las tropas se les tuvo que encomendar la tarea de bloquear el área operativa. Además, el terreno montañoso favorecía a los rebeldes y "canalizaba" los movimientos de tropas, lo que también limitaba el número de hombres que podían desplegarse para la batalla en cualquier lugar dado; lo que significa que no era posible utilizar más de uno o dos batallones para la lucha real con la excepción del combate final de la operación. Los propios soldados presentaron otro conjunto de problemas. Su nivel de formación era inadecuado ya que más de la mitad de ellos eran hombres reclutados poco antes. La mayoría se alistó en el ejército después de no encontrar un empleo civil en lugar de porque tenían un sentido de deber patriótico. Servir a un dictador impopular tampoco era un incentivo para luchar. En pocas palabras, no debería sorprendernos que hombres que carecían de formación y motivación fracasaran en su tarea. Como se demostró, las tropas no estaban a la altura del trabajo, pero su liderazgo no era mejor. El control operativo se dividió entre los generales Cantillo y Chaviano; este último, aunque menos competente que el primero, estaba políticamente mejor conectado. Por último, pero no menos importante, la aviación o, más precisamente, su ausencia también fue un factor importante en el resultado de los combates. Las fuentes disponibles parecen indicar que la FAEC participó poco en el desarrollo de la Operación "Verano". La única contribución notable de la Fuerza Aérea se hizo cuando la situación del Batallón N ° 18 se volvió terrible, pero dado que esa unidad no pudo ser revivida ni salir del cerco, el poder aéreo por sí sola no pudo salvarla. Finalmente, es justo decir que los insurgentes no se habrían derretido tan fácilmente en las montañas si hubiera habido aviones de la FAEC sobre la escena.

FAEC versus FAR

Habiendo sobrevivido a la ofensiva de Batista, Castro ahora podía lanzar una propia. El líder rebelde decidió que era hora de que la insurgencia envolviera al resto de Cuba. Para que esto sucediera, grupos de rebeldes (columnas) liderados por hombres de confianza de Fidel fueron enviados a otras partes de la isla. Debían evitar la confrontación con las fuerzas gubernamentales mientras estaban en marcha y esforzarse por llegar a las zonas montañosas donde se pudiera encontrar refugio. Una vez bien establecidos en las montañas, los rebeldes los utilizarían como base para su actividad en un área determinada. Entre los que encabezaron una columna estaba el "Che" Guevara. El 30 de agosto un Beechcraft D 18 rebelde con armas y municiones para los hombres de Guevara aterrizó en las cercanías de Cayo Espino. Sin embargo, el lugar de aterrizaje fue visto desde el aire por la FAEC y en poco tiempo fue objeto de intensos ataques aéreos. También se enviaron tropas gubernamentales para asegurar la ubicación. Si eso no fuera suficiente, los rebeldes también perdieron un camión que transportaba combustible para sus vehículos: "Che" y sus hombres planearon viajar con estilo en lugar de marchar a pie todo el camino. Para detener el bombardeo, los insurgentes incendiaron el avión que atraía la atención del enemigo y el 31 de agosto partieron a pie. Al final resultó que sus problemas no habían terminado. La columna rebelde en movimiento pronto fue localizada por reconocimiento aéreo y la Fuerza Aérea lanzó ataques intensivos para hacer frente a ellos. “Invasores” y “Thunderbolts” apoyados por transportes C-47 golpearon a los insurgentes mientras aviones de observación ligeros intentaban seguirles la pista. A los rebeldes les resultó difícil esconderse de los omnipresentes "ojos en el cielo" y, como resultado, fueron bombardeados con frecuencia o bajo la amenaza de un ataque aéreo. Sin embargo, a pesar de esto, así como de otras penurias y dificultades, el 15 de octubre "Che" y sus hombres estaban instalados en el Escambray. Mientras tanto, más columnas rebeldes se dirigieron a otras partes de Cuba y, con la llegada del otoño, la insurgencia estaba afectando un área cada vez mayor.

En noviembre, los rebeldes habían logrado avances sustanciales, pero aún no habían alcanzado sus objetivos, siendo la FAEC un obstáculo importante en el camino o más bien por encima de él. De hecho, a pesar del embargo estadounidense, la Fuerza Aérea estaba mejorando sus habilidades tácticas al introducir operaciones nocturnas; Las primeras misiones nocturnas de ataque se realizaron el 10 de noviembre contra insurgentes que asaltaron un destacamento del Ejército en Minas de Ocujal. También se realizaron más salidas de ataque en otras áreas según lo requiriera la situación militar en desarrollo. Lo que podría describirse como una batalla clásica de la guerra se libró por el pueblo Guisa. En un movimiento de apertura, el 20 de noviembre, los insurgentes rodearon una compañía del ejército cubano de 133 hombres que estaba estacionada allí. Una feroz batalla estalló al día siguiente cuando los soldados, aunque aislados, no tenían intención de rendirse, especialmente porque los refuerzos se enviaron rápidamente. Antes de que pasaran por los B-26 llegaron a la escena bombardeos y ametrallamientos intensos. Los “Invasores” utilizaron completamente las opciones de armamento disponibles para ellos: ametralladoras cal .50, cohetes de 5 pulgadas, así como bombas HE, fragmentación y napalm. Mientras tanto, la columna de socorro tenía aviones Pa-22 con ametralladoras montadas en la puerta "escopeta voladora" sobre sus cabezas. Eran muy necesarios para que los rebeldes establecieran emboscadas dando a los artilleros la oportunidad de expandir alrededor de mil rondas de municiones de .30 cal. Por su parte, los insurgentes no miraban boquiabiertos al cielo sin hacer nada, sino que decidieron poner a prueba sus habilidades de tiro contra objetivos voladores. Afirmaron que un avión fue derribado y que puede haber algo de sustancia en esto, la víctima posiblemente sea un Pa-22. Además de participar directamente en el combate, la FAEC brindó un apoyo útil con sus aviones de transporte entregando municiones y otros suministros. La batalla duró diez días: la columna de socorro llegó a Guisa solo para ser aislada, lo que obligó al Ejército a alimentar refuerzos adicionales, incluidos los blindados, en la lucha. Al mismo tiempo, la Fuerza Aérea llevó a cabo numerosas misiones de ataque realizadas en su mayor parte por "Invasores" y "Thunderbolts". Finalmente, tropas gubernamentales con apoyo aéreo lograron abrirse paso a través de un corredor hacia las asediadas fuerzas en Guisa, pero ante la actividad rebelde se hizo evidente que el lugar no pudo ser retenido. Dadas las circunstancias, se decidió evacuar la guarnición, lo que no significó otra cosa que una victoria para los insurgentes.

Mientras se llevaban a cabo todos estos desarrollos, ambas partes siguieron trabajando en sus respectivas capacidades de aviación. La FAEC se esforzaba por seguir siendo una fuerza capaz frente a los crecientes problemas. El mantenimiento de aviones fabricados en Estados Unidos se estaba volviendo cada vez más difícil debido al embargo estadounidense. Para mantenerlos operativos se probaron varias soluciones, por ejemplo, se utilizaron frenos adaptados de camiones en el B-26 (¡sic!). Otro problema fue el gasto en artillería causado por las operaciones de combate en curso. Para hacer frente a la escasez resultante, los cubanos comenzaron a fabricar municiones en el país. Sin embargo, la falta de experiencia en este campo trajo un resultado trágico: el teniente Héctor González Hernández murió y su T-33 se perdió cuando una bomba de 250 libras fabricada en Cuba explotó mientras aún estaba bajo el ala del avión. Las bombas que detonan prematuramente son un peligro grave, pero las que no explotan en absoluto también son un problema. Las bombas fallidas lanzadas por aviones de la FAEC pronto se convierten en una fuente importante de explosivos para los rebeldes. Como se demostró, las reparaciones improvisadas de aviones y las bombas de aficionados no fueron suficientes para satisfacer la demanda de una campaña aérea intensiva. Era evidente que se necesitaban nuevos aviones y, dado que Estados Unidos no los proporcionaría [8], Batista se dirigió a Gran Bretaña. Debido a que en ese momento los excedentes de Sea Furies estaban fácilmente disponibles, se compraron aviones de este tipo para la FAEC. Además de participar directamente en el combate y proporcionar apoyo relacionado con el combate, la Fuerza Aérea también desempeñó un papel importante en mantener al ejército del país provisto de armamento. El embargo estadounidense presentó un grave problema, pero Batista pudo comprar armas a la República Dominicana y Nicaragua gracias a los "viejos amigos" Trujillo y Somoza que no defraudaron a ningún otro dictador, especialmente porque se podía ganar dinero en el proceso. Los aviones de transporte de la FAEC realizaron numerosas salidas para traer dichos suministros militares desde su lugar de compra a Cuba. [9]



Un "Sea Fury" de la FAR en exhibición en 1959. Dado que Batista no pudo obtener aviones de combate de los Estados Unidos debido al embargo, se dirigió a Gran Bretaña para ese propósito. Las "Furias del Mar" llegaron demasiado tarde para ser de alguna utilidad para las FAEC, pero proporcionaron a las FAR una capacidad de combate creíble (como se demostró claramente en Bahía de Cochinos) hasta la llegada de los MiG. Tenga en cuenta los cohetes debajo de las alas que se muestran con una buena ventaja, también se pueden ver los tanques de caída que descansan contra el tren de aterrizaje. Una serie 542 de Sea Fury todavía existe en La Habana. (Colección Albert Grandolini)


Transportes de la FAEC. Sin la capacidad que ofrecen estos aviones para trasladar hombres y suministros alrededor de Cuba, así como para traer material de guerra muy necesario del exterior, las fuerzas del gobierno habrían sido derrotadas por los insurgentes de Castro mucho antes. (Colección Albert Grandolini)


Al mismo tiempo, los rebeldes intentaban construir las FAR. En su búsqueda de aviones que pudieran comprarse en el extranjero y luego volar a Cuba, se encontraron con varios militares excedentes. Los operativos rebeldes en los Estados Unidos lograron comprar un solo "Trojan" T-28 y dos "Mustangs" P-51, pero el último dúo no alcanzó el estado operativo hasta el final de las hostilidades. Los insurgentes también intentaron construir aviones por su cuenta comenzando con un helicóptero. Sin embargo, a pesar de sus mejores esfuerzos, el proyecto resultó demasiado difícil técnicamente de completar. Otra fuente de aviones fueron los secuestros. Los rebeldes secuestraron tres aviones: el 22 de octubre un DC 3 (CU-T266), el 5 de noviembre otro DC 3 (CU-T8) y un Super 260 el 25 de noviembre. Todos los aviones fueron trasladados a Mayarí Arriba y luego camuflados junto a la pista. [10] Ambos DC 3 fueron destruidos el 12 de noviembre. Un piloto de B-26 de mirada aguda e inquisitiva vio montículos de vegetación junto a la pista que parecían estar fuera de lugar. A petición suya, se envió otro B-26 y ametrallaron la "vegetación". Como resultado, ambos DC 3 se incendiaron y fueron consumidos por las llamas. Con la atención de FAEC ahora atraída, Mayarí Arriba fue sometida a ataques aéreos adicionales a fines de mes (más sobre esto a continuación). Además, los rebeldes también lograron capturar un solo avión de la FAEC el 10 de noviembre. Más precisamente, cayó en sus manos porque la aeronave en cuestión, un OS2U-3 "Kingfisher" pilotado por el teniente A. E. Bascaró Sánchez, desarrolló problemas de motor y se vio obligado a aterrizar en territorio controlado por los rebeldes. [11]


Una ordenada alineación de los "Trojans" T 28 de FAR. Fueron heredados de la escuela de aviación militar de la FAEC (Escuela Aviación Militar). Las series conocidas incluyen 150, 151, 152 y 153. Además, los rebeldes de Castro también lograron obtener un solo "troyano". Al menos un T-28 sobrevive hasta hoy en exhibición en La Habana. (Colección Albert Grandolini)


En el período del 21 al 23 de noviembre, la FAEC realizó varias "visitas" a Mayarí Arriba. La ubicación se convirtió en un objetivo atractivo después de que los aviones secuestrados por los rebeldes fueran descubiertos en el aeródromo local (ver arriba). Pensando que el Ejército podría incluso airear tropas allí, los insurgentes bloquearon la pista colocando obstáculos a través de ella. Además, el rebelde "Kingfisher", que estaba esperando reparaciones del motor, pasó a utilizarse como emplazamiento antiaéreo. Es decir, su arma fue disparada contra el avión atacante desde la posición del artillero trasero. El fuego no fue solo un gesto de desafío, ya que dañó un "Invasor" el 22 de noviembre y un "Thunderbolt" un día después. Pronto la guerra aérea se volvería menos unilateral, ya que las tropas gubernamentales se encontraron en el extremo receptor del bombardeo aéreo. El 7 de diciembre, las FAR llevaron a cabo su primera verdadera misión de combate. En lo que se conoció como Operación "A-001", el "Martín pescador" tripulado por Silva Tablada y Leonel Paján (piloto y artillero respectivamente) bombardeó La Maya donde una guarnición de 200 hombres resistía con éxito a los insurgentes. A pesar de que solo se lanzaron dos bombas, se logró el efecto deseado y las tropas se rindieron. Tres misiones de ataque más fueron voladas por el "Kingfisher" escoltado por el "Trojan", este último con Jorge Triana a los mandos. Todos tuvieron como objetivo Sagua de Tánamo y dieron como resultado que la guarnición de esa ciudad deponga las armas el 20 de diciembre. Sin embargo, las acciones de FAR, aunque tuvieron algún significado táctico, fueron en su mayor parte de valor simbólico. Para ponerlos en perspectiva, basta decir que solo en el período de tiempo del 16 al 24 de diciembre, la FAEC realizó 70 misiones de combate solo sobre la provincia de Oriente.

La batalla de Santa Clara

Sin embargo, todo esto fue de importancia secundaria porque el verdadero enfrentamiento llegó con la batalla por Santa Clara. La ciudad estaba ubicada en el centro de Cuba y su captura permitiría a los insurgentes bloquear los movimientos desde el oeste hacia el este y viceversa cortando así de facto la isla en dos. A mediados de diciembre los rebeldes pasaron a la ofensiva tomando las localidades de Fomento, Remedios, Caibarién, Cienfuegos y Yaguajay. Sólo en estos últimos lugares se encontró una seria resistencia. A finales de mes, fuerzas rebeldes que convergían desde todas las direcciones atacaron Santa Clara. Tratando de influir en el resultado de la batalla a favor del Ejército, las FAEC envían "Thunderbolts", "Invaders" y por primera vez "Sea Furies". Sin embargo, los ataques aéreos, aunque no facilitaron las cosas a los insurgentes, llegaron demasiado tarde y no consiguieron revertir la suerte de la guerra. La lucha por la ciudad, caracterizada por varios episodios dramáticos, terminó con una victoria rebelde el 31 de diciembre. La derrota de las fuerzas gubernamentales y la consiguiente captura de Santa Clara por parte de los rebeldes fue el punto de inflexión en la guerra, como lo demostraron los acontecimientos posteriores.

Las noticias de los avances rebeldes fueron recibidas con tristeza por Batista y sus compinches, los llamados "Batistanos". Además, Estados Unidos, a través de su embajador en Cuba, estaba presionando al dictador para que dimitiera. La perspectiva de tener que salir del país era ahora una posibilidad realista para Batista. Para no sorprenderse por los acontecimientos repentinos, el dictador hizo arreglos para una rápida huida en avión. La proverbial gota que colmó el vaso fue la captura de Santa Clara. Batista recibió esta información mientras celebraba el Año Nuevo y sin terminar la fiesta decidió huir de Cuba. A las 2:10 a.m. el dictador abordó un DC-4 y fue seguido por su familia, así como por los mejores "Batistanos" en otros cuatro aviones. Una vez a salvo, Batista ordenó al coronel Antonio Soto Rodríguez, que estaba en los controles de la aeronave, que volara a República Dominicana. Luego, el quinteto aéreo se partió con dos aviones siguiendo al de Batista mientras que el resto puso rumbo a Florida. El trío con el dictador a bordo aterrizó en San Isidor, República Dominicana y era claramente esperado, pues el general Ramfis (hijo de Trujillo) estaba allí para recibir a los "invitados" cubanos. En contraste, los que aterrizaron en Jacksonville, Estados Unidos, fueron una sorpresa para todos. Aquí termina la historia, al menos su primera parte, porque Cuba sería el centro de mucha más actividad aérea y militar en los años siguientes.

Antes de cerrar, merecen unas breves observaciones para resumir la guerra aérea sobre Cuba. La FAEC luchó en circunstancias difíciles, pero hizo una contribución significativa a la lucha. Se podría decir que sus aviones antiguos propulsados ​​por hélice de la Segunda Guerra Mundial eran más adecuados para las tareas COIN que los aviones rápidos que eran en ese momento la vanguardia de la aviación militar. En más de una ocasión la Fuerza Aérea Cubana brindó un apoyo táctico muy necesario al Ejército, además de que también fue importante el apoyo logístico que brindó. Habiendo dicho esto, surge la pregunta obvia: si la FAEC fue tan buena, ¿por qué fracasó el esfuerzo militar del gobierno? Decir que funcionó bien no significa que fue perfecto. En varias ocasiones la Fuerza Aérea no coordinó adecuadamente sus acciones con el Ejército, lo que unido a la dificultad del terreno hizo que los resultados obtenidos dejaran en ocasiones mucho que desear. También debe tenerse en cuenta que la FAEC se enfrentó a una lucha cuesta arriba contra las dificultades técnicas, la falta de repuestos, la escasez de municiones y similares. La derrota también tuvo mucho que ver con la situación general, incluida la moral generalmente baja de los militares cubanos, especialmente los soldados de infantería que llevaban la carga principal de luchar en la guerra. Sin embargo, la razón principal es que un dictador corrupto e impopular como Batista no podría sobrevivir a un desafío serio a largo plazo. Cuando apareció tal desafío en forma de una insurgencia duradera, era solo cuestión de tiempo antes de que fuera derrocado y la FAEC solo pudiera retrasarlo.



Un T-28 "Trojan" rinde homenaje volador por el aniversario desde 1960 del atentado contra el Cuartel Moncada en Santiago el 26 de julio de 1953 como lo muestra claramente la inscripción del fuselaje. (Colección Albert Grandolini)


Un helicóptero Sikorsky H-19 (S-55) de la FAR sobrevolando uno de esos mítines populares que tanto les gusta organizar a las autoridades cubanas de la posrevolución. (Colección Albert Grandolini)


Notas al pie


  1. Al menos, los cuarteles de Bayamo también fueron asaltados el mismo día.
  2. El capitán Gastón Bernal, quien fue uno de los pilotos involucrados en la búsqueda, incluso afirmó haberla ametrallado, pero hay poca evidencia para sustentar esta afirmación.
  3. El fin del apoyo material no significó el fin completo de toda la asistencia militar, ya que el personal estadounidense involucrado en el entrenamiento de la FAEC se quedaría.
  4. Un simple cambio de códigos y frecuencias no podría remediar el problema porque los insurgentes capturarían aún más equipos de comunicaciones en un futuro próximo. A principios de agosto, cuando la gran ofensiva del gobierno llegó a su fin, nada menos que 14 aparatos de radio del Ejército habían caído en manos de los rebeldes.
  5. FAR originalmente significaba Fuerza Aérea Rebelde (Fuerza Aérea Rebelde), que luego se cambió a Fuerza Aérea Revolucionaria: este último sigue siendo el título oficial del brazo aéreo de Cuba hasta el día de hoy.
  6. A uno de los militares estadounidenses retenidos se le permitió incluso retener su arma (¡sic!) Y una vez liberados, algunos ex cautivos hablaron en superlativos de Castro y sus rebeldes.
  7. Incluso ahora es difícil decir exactamente por qué el régimen acordó negociar. Se dan varias razones, pero todas son una cuestión de conjeturas en lugar de estar basadas en pruebas "contundentes". Para empezar, el ejército cubano sobrestimó el número de rebeldes de Castro juzgando su fuerza en 1000 y quizás hasta 2000 hombres además, los combates hasta ahora han demostrado que los insurgentes son un enemigo peligroso y liquidarlos podría resultar muy complicado. costoso. Finalmente, Batista podría haber estado bajo una creciente presión de Estados Unidos para detener la acción militar, pero esto es puramente especulativo.
  8. De hecho, Estados Unidos confiscó diez "Trojan" T-28 comprados para la FAEC.
  9. Además, se compraron un gran número de armas en Italia. Estos fueron luego trasladados a Cuba vía Columbia por los "Flying Tigers", una compañía de aviación dirigida por ex miembros de AVG, como se puede deducir fácilmente.
  10. Todos los aviones secuestrados eran cubanos y sus pasajeros fueron bien tratados y pronto fueron liberados. Las únicas bajas fueron el piloto del Super-260 Mario Díaz, quien fue asesinado por los rebeldes.
  11. Para confundir al ejército cubano, los insurgentes afirmaron que fue "interceptado", dando a entender que los rebeldes tenían aviones de combate operativos, lo cual no fue el caso.

martes, 14 de mayo de 2024

Revolución cubana: Fidel hace ingresar a Cuba en un infierno comunista

“¡Señores, esto se acabó!”: la noche que Fulgencio Batista huyó de Cuba y le dejó el camino libre a Fidel Castro

Las horas finales del dictador cubano tuvieron ribetes insólitos. La fiesta que dio el 31 de diciembre por la noche y cómo dejó plantados a sus invitados para escapar. La situación económica de Cuba en el momento de la revolución. La carta del Che Guevara para romper con su primera esposa. El rol del embajador de los Estados Unidos. Y la extorsión del dictador dominicano Trujillo para dejar salir a Batista


Fulgencio Batista y su esposa, Marta Fernández Miranda

El miércoles 31 de diciembre de 1958 se desarrollaron los instantes previos a la partida del dictador cubano Fulgencio Batista, sus familiares y sus colaboradores más íntimos. No fueron como se conto más tarde en las películas de Hollywood. La recepción no se llevó a cabo en un hotel-casino de lujo y no se escuchaba la estrofa”…te vas yo no sé por qué, la vida lo quiso así” cantada por “El Guapachoso” Rolando Laserie en su exitoso “Tenía que ser así”, aunque podía haber sido así porque era una canción de despedida. Para millones de cubanos se iba una época y llegaba otra. Presentían que diferente aunque no sospechaban tan terrible, tan triste... Y ya lleva más de medio siglo.

El estrepitoso derrumbe de Batista había comenzado días antes. En el atardecer del miércoles 17 de diciembre de 1958, Earl T. Smith, el embajador de los EEUU en Cuba entró en la residencia “Kuquine”, propiedad de Fulgencio Batista. Según Smith, durante dos horas y media intentó convencer a Batista para que abandonara el poder cuanto antes y facilitara la asunción de una junta militar. Para el gobierno norteamericano Batista no tenía más nada que proponer porque “había perdido el dominio de la situación”. En lo que se asimilaba a una respuesta negativa, Batista contestó que el ejército se “desintegraría” si se marchaba del país. Minutos más tarde, volviendo sobre sus pasos, preguntó si podía establecerse en Daytona Beach, Estado de la Florida, y Smith le contestó que sería mejor, para su seguridad personal, que se pasara un año en España.

Faltaban apenas dos semanas para que Fulgencio Batista huyera, no a los Estados Unidos sino a la República Dominicana presidida por Rafael Trujillo, luego a Portugal y España donde moriría en 1973. Batista no podía permanecer más en el poder porque todo su entorno estaba viciado. Otros, más drásticos, dirán “podrido”. Tenía un ejército casi intacto de 40.000 efectivos pero los altos mandos no querían combatir contra unos pocos cientos de guerrilleros. ¿Falta de convicción, de voluntad, para pelear? El gobierno de Batista se desintegraba de a poco sin que se pudiera evidenciar que la situación económica cubana era desesperante. “A pesar de la intermitente violencia revolucionaria, 1957 fue el año cumbre de la economía cubana. A fines del mismo, La Habana rebosaba de actividad, alegría y optimismo” se atrevió a decir Mario Lazo en su obra “Cuba traicionada. Una daga en el corazón”. La inflación era baja, fluían inversiones, la balanza comercial era favorable y La Habana era considerada una de las ciudades más adelantadas del planeta. Cuba, con una población de 6,5 millones de habitantes, tenía una tasa de mortalidad infantil más baja que la de Estados Unidos, Canadá y la Argentina. ¿Había pobreza, desigualdades? Claro que las había pero no en la dimensión que vendría más tarde.

Fidel Castro en su entrada a La Habana

En materia de bienes suntuarios, en 1959, según las estadísticas de Naciones Unidas, había una radio cada cinco habitantes; un televisor cada 28; un teléfono cada 38 y un automóvil cada 40 habitantes. La educación pública tenía 25 mil maestros y 3.500 la privada. Cuando el escaso exilio cubano llegó a la Argentina se sorprendió por el grado de ausencia de confort en que se vivía. Más aún cuando se sostenía que ese país fuerte, que prometía, en el Sur de Sudamérica, era acaso una potencia emergente. En Centroamérica, a manera de ponderación, se sostenía que “los cubanos son los argentinos del Caribe”. En Buenos Aires circulaban los Packard 49 mientras La Habana estaba atestada de los modelos más modernos de la época, hoy fieles testigos de tiempos mejores. Entonces, el problema en Cuba era político, institucional, y Batista se negaba a reconocerlo. Una sociedad moderna, o que aspiraba a serlo, no podía contar con ese Presidente que, además, era un dictador. Entonces llegó Fidel Castro, algo peor. Cuando Cuba, en general, se dio cuenta, había cambiado un dictador por un tirano. Así, se fueron los gringos y llegaron los bolos (rusos).

El sábado 20 de diciembre cayó la guarnición de Palma de Soriano, sobre la Carretera Central, casi en el medio de las ciudades de Bayamo y Santiago. La ciudad de Cienfuegos, en la provincia de Las Villas, estaba al alcance de las manos del Che y Camilo Cienfuegos. Todo se venía abajo. Hugh Thomas, en su obra “Cuba, la lucha por la libertad”, agrega que la llegada de Ernesto Guevara a Las Villas contó con la adhesión del Partido Comunista a “la causa revolucionaria”: esto significó que los comunistas de Las Villas ya estaban en armas y estuvieron dispuestos a apoyarlo en todo”. En el frente de Las Villas un tren blindado cargado con soldados y pertrechos para enfrentar a Guevara luego de negociaciones fue vendido por el coronel Hernández en cincuenta mil pesos, pagados por Arnaldo Milián, representante clandestino en Las Villas del PSP (comunista). Cuando el pago se concretó, a Hernández se le permitió escapar a Miami en un monomotor Cesna. Los jefes militares que no se rendían por la fuerza de las armas lo hacían tras recibir sumas de dinero. El 7 de julio de 1968, hablando sobre la revolución castrista, Juan Domingo Perón le diría a un grupo de estudiantes argentinos en Madrid: “En Cuba los revolucionarios luchaban contra un Ejército que era cualquier cosa menos un Ejército. Mandaban un general y le daban 10.000 dólares y entregaba todo. Eso era jauja. En nuestros países no. En nuestros países hay una fuerza militar organizada, que sabe luchar, que va a luchar, disciplinada, etc. Y hasta que esa disciplina no se rompa es difícil voltear ese muro, diremos así.”

El 24 de diciembre de 1958 tres altos jefes militares cubanos entraron en la residencia del embajador Smith para conferenciar. El más importante era Francisco Tabernilla Dolz, conocido por la tropa como El Viejo Pancho, comandante en jefe de las fuerzas armadas cubanas. Durante el diálogo Tabernilla Dolz le dijo a Smith que la situación era gravísima y que sus soldados no querían pelear. Eso significaba que el gobierno no podría sobrevivir mucho tiempo”. Entre el 24 y el 31 de diciembre se realizaron innumerables alternativas para frenar la victoria de Fidel Castro.

El embajador Smith en La Habana

Mientras se tejían toda clase de alternativas y rumores, el domingo 28 de diciembre Castro se encontró con el general Eulogio Cantillo, con el consentimiento del general Francisco Tabernilla Dolz en las cercanías de Palma Soriano. En esa oportunidad, Castro volvió rechazar la idea de la formación de una Junta Militar y exigió la entrega del poder a las fuerzas del Ejército Rebelde. Antes de despedirse Cantillo se comprometió ante testigos a encabezar una sublevación militar el miércoles 31 de diciembre de 1958, detener a Batista y entregar el mando. En consecuencia Fidel mandó detener las actividades militares para darle tiempo a Cantillo para que entrara en La Habana pero el general rompió su palabra, le informó a Fulgencio Batista y le dio plazo hasta el 6 de enero de 1959 para abandonar Cuba. Batista presentía su caída por eso el 29 mandó secretamente a sus hijos al exterior (EEUU) y quemó sus papeles privados y su correspondencia. El 30 de diciembre la columna de Ernesto “Che” Guevara tomó gran parte de la ciudad de Santa Clara y se hizo de cuantiosos pertrechos militares. El miércoles, 31 de diciembre de 1958, como todos los años, Batista solía invitar, mediante tarjeta RSVP, a numerosos invitados a esperar la llegada del Año Nuevo en los salones del Cuartel de Columbia (hoy Ciudad Escolar Libertad) defendido por un amplio murallón con torretas para soldados cada 20 metros. Esta vez la lista de invitados no pasaba de setenta, es lo que contó el embajador Earl E. T. Smith con precisos detalles. La atmósfera era tensa y se podía observar que tanto el secretario privado del dueño de casa (Andrés Domingo) y el Ministro de Estado, Gonzalo Güell, caminaban entre las mesas aferrados a grandes sobres de papel Manila. Pocos podían saber que adentro estaban los pasaportes. Batista se paseó entre los presentes y saludaba a cada uno de los invitados con una palabra agradable. Gran parte de la recepción se la pasó en el hall de entrada, con sus íntimos, y en un cuarto adyacente donde recibía informes de la situación que le entregaban los jefes militares. A eso de la una de la madrugada la señora Marta Fernández Miranda de Batista abandonó el salón anunciando que se iba a cambiar de vestido porque sentía frío. Minutos más tarde los invitados comenzaron a abandonar la fiesta y se despedían del dueño de casa con un “hasta mañana Presidente”, sin sospechar la mayoría que no lo verían más. Cerca de las dos de la madrugada Fulgencio Batista renunció y se designó un gobierno provisional presidido por Carlos Piedra, un veterano juez de la Corte de Justicia. El general Eulogio Cantillo Porras fue designado titular del Estado Mayor del Ejército.

Castro en su primer discurso en La Habana

Seguidamente, Batista, su esposa, su hijo Jorge; jefes de las Fuerzas Armadas; ministros de gobierno y jefes de la policía, sus esposas y sus hijos, se dirigieron al aeropuerto militar de Columbia, en cuya pista esperaban tres aviones DC-4 del Ejército de Cuba, conducidos por pilotos de Cubana de Aviación. Los pilotos no sabían a quiénes esperaban, ni su misión, hasta que vieron llegar la caravana de unos 30 automóviles con el ex presidente a la cabeza. Fulgencio Batista no estaba en condiciones de decidir quiénes serían algunos de los “elegidos” a huir. Esa tarea, según se cuenta, la cumplió el coronel Orlando Piedra Negueruela. Luego de gritar “Señores, ¡esto se acabó!” el temible jefe policial de Batista hizo subir, entre otros, a los jefes más duros de la represión batistiana…sin contar los que ya estaban ya dentro. Los motores de los aviones casi no dejaban escuchar. La Operación Fuga terminaba, mientras que en las inmediaciones de la pista decenas de hombres se enfrentaban a un incierto destino. Por ejemplo, José Castaño Quevedo, el segundo de Mariano Faget (jefe de la represión anticomunista), no alcanzó a escapar y fue fusilado por el Che Guevara en la fortaleza de La Cabaña. Los pilotos no sabían cuál era el plan de vuelo, recién lo conocieron cuando estuvieron en el aire. Uno de los aviones transportó a Batista, su esposa y su hijo, el Ministro de Estado Güell y su esposa, el doctor Rivero Agüero, el coronel Piedra y otros funcionarios. Batista se tuvo que contentar con aterrizar en Ciudad Trujillo, República Dominicana. Los otros dos aviones salieron con el gobernador de La Habana, Francisco “Panchín” Batista Zaldívar, hermano del presidente, y demás colaboradores íntimos. Todo fue tan poco planificado que el embajador play boy dominicano Porfirio Rubirosa, yerno de Trujillo, le contó a Smith que su gobierno desconocía el destino de Batista. Fue como un “aquí estoy”. A las 8 de la mañana Ranfis Trujillo, primogénito de El Benefactor dominicano, recibió a los fugados en la Base Militar San Isidro. La caravana de la derrota estaba compuesta por el ex presidente, sus familiares, su servicio doméstico, generales, almirantes, embajadores, agentes policiales. Fueron llevados a la embajada cubana donde Batista habló telefónicamente con Leónidas R. Trujillo. Poco después el grupo se dividió. Unos fueron al Palacio Presidencial, otros al Hotel Jaragua, los más a modestos hoteles. Los Batista y sus 25 valijas, más sus empleadas domésticas, estuvieron dos semanas en el Palacio Presidencial. El Presidente Trujillo estaba indignado con Batista. Le dijo a su ayuda de cámara: “Este tipo le ha regalado el país a los fidelistas. Ahora tenemos el costado abierto al ataque directo. Por eso no me contesto la oferta de apoyo por aire, mar y tierra que le llevó (el general Arturo) Espaillat. Llama a Ranfis y averigua con él si Johnny Abbes García (jefe del Servicio de Inteligencia de Trujillo) había sido dejado abandonado por Batista en La Habana.” Después de confirmarlo, Trujillo no le perdonó el haberlo dejado abandonado en Cuba. Abbes García portaba papeles muy secretos de la intimidad trujillista y finalmente pudo escapar de las fuerzas castristas.

El ex Secretario de Prensa del dictador cubano, Enrique Porras, detallo que Batista le debía dinero a Trujillo por compras previas de armamentos, que debió abonar antes de salir de República Dominicana: 600.000 dólares de armamentos; 800.000 dólares por pago pendiente al traficante de armas americano y 2.500.000 de dólares para dejarlo salir de Santo Domingo. Después de pagar dichas cantidades, Trujillo exigió un millón más, lo que retrasó en 24 horas su salida de la isla mientras conseguía la cantidad reclamada.

Carlos Argentino con el clarinete acompañado por Celia Cruz

En los primeros instantes del 1° de enero de 1959, a unos kilómetros del Cuartel de Columbia, el clima del Nuevo Año era diferente. Otros aires se respiraban en la residencia y el jardín del presidente del Tribunal de Cuentas. Mujeres de largo, algunos hombres con smoking de saco piel de tiburón, otros de traje blanco… nada de guayaberas. Un muy moderno equipo de sonido vibraba a todo volumen obligando a varias parejas a formar un trencito que se mecía. Desde la calle se escuchaba la voz de un argentino que recitaba, acompañado por unos fabulosos instrumentos de viento y un coro:

“Lola con tu indiferencia a mí corazón lo vas a matar

Sabes muy bien que se está muriendo por ti.

Sin tu querer sé que dejará de latir

Lola, ay Lolita Lola, conmigo vas a acabar.”

Era el tema “Ave María Lola” de La Sonora Matancera, con la voz de Israel Vitensztein Vurm, más conocido como Carlos Argentino, el Rey de la Pachanga, un muchacho nacido en el lejano barrio de La Paternal, Buenos Aires, e hincha del club del fútbol Argentinos Juniors. Bien entrada la madrugada, mientras la fiesta alcanzaba su mayor nivel una persona del servicio doméstico se acercó al dueño de casa para decirle que tenía un llamado telefónico. El titular del Tribunal de Cuentas escuchó que le decían: “Batista se fue del país”. Cuando colgó, incrédulo, comentó a los presentes el mensaje que le habían dado y se sumergió nuevamente en la pista de baile. Algunos de los invitados que estaban un poco más sobrios se abalanzaron sobre el teléfono, se comunicaron con otras fuentes, y confirmaron que la noticia era cierta. A partir de ese instante se produjo una fenomenal corrida en la que se pisaban unos a otros intentando salir de la residencia, apurados por dirigirse a sus automóviles. No muy lejos de allí, en la residencia del embajador de Brasil, Vasco y Virginia Leitao da Cunha celebraban el Año Nuevo junto con algunos colaboradores y su asilada Juana de la Caridad “Juanita” Castro Ruz, hermana menor de Fidel y Raúl. Tal como cuenta en “Mis hermanos” bien pasada la medianoche se escucharon fuertes golpes en la puerta de la casa al tiempo que un hombre del otro lado gritaba: “¡Ábranme la puerta, por favor. Ábranla!”. Los dueños de casa fueron a recibir al desesperado visitante. Al verlo, la esposa del embajador exclamó: “Otto, por Dios. ¿Qué sucede que has llegado en estas condiciones”.

--”Oficialmente, les estoy pidiendo asilo, mi vida corre peligro”. Quien hablaba sobresaltado era Otto Meruelos, el Ministro de Información de Fulgencio Batista.

--”¿Asilo político? ¿Tú? ¿Acaso Batista se te ha volteado en contra y quiere matarte?”

-- “Vasco, Virginia: peor que eso ¡El presidente Batista se despidió hace unos minutos del país y se ha marchado al extranjero! Los rebeldes han tomado prácticamente todo el territorio y es cuestión de días que entren en La Habana. Batista se ha marchado al exilio, sin darnos indicio alguno, y nos ha dejado colgados. Mi vida está en peligro.”

Camilo Cienfuegos y Fidel Castro

Así fue como la hermana de Fidel Castro Ruz se enteró del colapso del gobierno de Fulgencio Batista. Esa noche parecía que se acercaba la felicidad para “Juanita”. No duró demasiado, en menos de un lustro huiría de Cuba. De la Cuba gobernada por sus hermanos y el Che Guevara, a quien detestaba. Consideraba que se habían traicionado los ideales de la revolución. Juana de la Caridad Castro Ruz se sintió estafada. En realidad, a contramano de toda la parafernalia histórica del castrismo, repetida hasta el cansancio una y mil veces, la toma del poder por el comunismo en Cuba fue una de las experiencias más exitosas del Partido Socialista Popular (PSP) cubano. Socialista se decía pero en realidad era comunista. La operación no se imaginó en 1959, venía de antes. No fue el producto del “vacío” creado por el gobierno norteamericano, aunque la insensatez estadounidense le tendió una alfombra roja.

El comandante Fidel Castro pasó la noche del 31 de diciembre de 1958 en un ingenio azucarero cercano a Palma Soriano, provincia de Oriente, acompañado por Celia Sánchez Manduley (a) Norma y algunos de sus comandantes y se enteró de que el dictador había huido, durante la madrugada, escuchando la radio. Coincidentemente, a pocas cuadras del comando de Castro se encontraba el actor Errol Flynn rodando una película. En la mañana del 1° de enero de 1959, Fidel Castro lanzó una proclama por Radio Rebelde desconociendo al gobierno provisorio del doctor Piedra y llamó a una huelga general para el día siguiente. Al mismo tiempo ordenó a los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara de la Serna avanzar sobre La Habana y apoderarse del Cuartel Columbia y la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Raúl Castro se hizo cargo del mando militar en Santiago. Él se reservó el cargo de Comandante en Jefe del Ejército. Los comandantes Cienfuegos y Guevara del MR-26 de Julio arribaron a La Habana la tarde del viernes 2 de enero de 1959, el mismo día que Fidel Castro y su columna entraba en Santiago, la segunda ciudad más importante de Cuba, rodeado por una adhesión popular enorme. Desde allí nombró a Manuel Urrutia Lleó presidente provisional de Cuba y declaró a Santiago la capital provisional del país. Lejos de las formalidades, Castro comenzó a gobernar, inicialmente con un claro objetivo: destruir todo aquello que ligaba con “el viejo orden” y, como dijo en su primer discurso, “la revolución empieza ahora”. Urrutia sólo pudo designar en su gabinete al Ministro de Justicia porque todos los demás se los nombró Castro. Con las primeras luces del 3 de enero Guevara se hizo cargo de La Cabaña, un antiguo fuerte que dominaba el puerto de La Habana, que pasaría a convertirse en el símbolo atroz de la represión castrista. Sus efectivos, rendidos previamente a los guerrilleros del 26 de Julio, lo esperaban en formación castrense. Guevara les dirigió unas palabras y los humilló calificándolos de “ejército colonial” que sólo le podían enseñar a sus milicianos a marchar mientras éstos podían enseñarles a “combatir”. Jon Lee Anderson en su libro “Che Guevara, una vida revolucionaria” observa que La Cabaña era un destino militar modesto para Guevara y explica que Fidel Castro lo quiso así para no exponerlo porque para los batistianos, sus seguidores y Washington era un “comunista internacional” y no quería tener problemas antes de asirse del poder.

A través de la Carretera Central, Fidel Castro encabezó durante cinco días una larga marcha desde Santiago hacia la ciudad de La Habana en la que fue aclamado por las multitudes de todos los pueblos de las provincias Oriente, Camagüey, Las Villas, Matanzas y La Habana. Todo seguido atentamente por la televisión nacional. Después de Venezuela, el miércoles 7 de enero de 1959 el gobierno de los EEUU reconoció al gobierno revolucionario de Urrutia Lleó. Tres días más tarde el gobierno soviético –que no tenía embajada en La Habana-- también lo reconoció. Ese mismo día, Castro ya se encontraba en la provincia de Matanzas y el primer periodista televisivo extranjero que pudo entrevistarlo fue el director del noticiero de Televisa, Jacobo Zabludovsky, quien seis meses antes había hecho lo mismo con Fulgencio Batista y éste le dijo que todos los guerrilleros habían muerto.

Fidel Castro sobre un tanque capturado al ejército en La Habana

Fidel Castro entró en La Habana a bordo de un tanque y luego en un jeep militar recorrió el Malecón y las principales avenidas de la ciudad. Más tarde habló a una multitud que deliraba en el cuartel militar de Columbia. En un momento lo miró al comandante Cienfuegos y le preguntó en voz alta: “¿Lo hago bien Camilo?” En un momento de su agotadora jornada del jueves 8 de enero de 1959, el comandante Ernesto “Che” Guevara tomo una hoja impresa con los títulos de “República de Cuba”, más abajo “Ministerio de Defensa Nacional. Ejército” y comenzó a escribir una carta de despedida (cuya copia tengo en mi archivo) que decía así:

“Querida Hilda:

La magnitud de cosas que había que resolver me impidió escribirte antes y lo hago hoy, día de la entrada de Fidel que ha volcado sobre él La Habana entera.

Podría escribirte muy largo sobre todo lo que pasa por mi cabeza luego de una lucha tan ardiente que llega a su primera etapa hoy, empezando ya la segunda. Te interesará mucho todo esto, ya lo sé, pero el problema personal que hay entre nosotros hace que me vea obligado a hablar de ello.

Tú siempre ignoraste mi resolución de acabar nuestras relaciones pero eso estaba firme en mi espíritu y nunca me consideré ligado a ti después de la salida del “Granma”; ése era nuestro acuerdo.

Ahora llegamos al punto de conflicto: considerándome libre establecí relaciones con una muchacha cubana y vivo con ella a la espera de poder formalizar nuestra situación.

Tu presencia aquí no traerá más que conflictos y problemas personales para mí.

Quiero que comprendas que siempre traté de herirte lo menos posible, respeté todo lo que me permitían las circunstancias nuestro pacto y públicamente ser mi mujer, quisiera que la retribución tuya y un divorcio sencillo, sin publicidad.

Te diré que lo que más quiero en este momento es ver a Hildita. Veré si puedo darme un viaje por Perú cuando cese el” (incomprensible) “de reconstrucción que hay” (incomprensible).

Hilda. No quiero escribir más las palabras huelgan. Te abraza con todo el cariño de compañero y padre de nuestra hija.”

Ernesto.

Ernesto Guevara recibe a sus padres el 9 de enero de 1959

Al día siguiente de escribir la carta, el viernes 9 de enero de 1959, el argentino comandante Ernesto Guevara será declarado “ciudadano nativo” de Cuba. El mismo día, en un avión de Cubana de Aviación fletado por Camilo Cienfuegos arribaron a La Habana, Ernesto y Celia, sus padres, acompañados por Celia hija y su hermano Juan Martín. También llegaron varios cubanos exiliados en Buenos Aires y su amigo Jorge Masetti, a quien se le encargaría fundar la agencia noticiosa Prensa Latina y que cuatro años más tarde intentaría invadir Orán, Salta, con soldados cubanos. Guevara ya convivía con Aleida March cuando marcharon juntos hacia La Habana el 2 de enero de 1959. El 22 de mayo de 1959 logró su divorcio de Gadea y el 2 de junio, a punto de cumplir treinta y un años, se casó con Aleida. La fiesta de casamiento se llevó a cabo en la casa del jefe de su escolta Juan Alberto Castellanos Villamar (cubano, integrante del Ejército Guerrillero del Pueblo que lideró Jorge Massetti y que asoló la Argentina a través de Salta) y asistieron, entre otros, Efigenio Ameijeiras, jefe de la Policía Nacional Revolucionaria; Raúl Castro y su esposa Vilma Espín; Harry Villegas Tamayo (a) Pombo (que lo seguiría más tarde al Congo y a Bolivia) y Celia Sánchez Manduley, amiga íntima de Fidel Castro. Diez días más tarde iniciaba un largo viaje que lo llevaría a Italia, Egipto, Yugoslavia, Cercano Oriente, India, Indonesia y Japón, con el objetivo de abrir y ampliar nuevos mercados para el azúcar cubano. En El Cairo inició secretamente negociaciones con la URSS, acuerdo que sería anunciado al año siguiente con la visita de Anastas A. Mikoyan.




domingo, 12 de mayo de 2024

Guerra Antisubversiva: Terrorista erpiano pide volver al país porque en Cuba se está muriendo

Hace 50 años secuestró un avión de Aerolíneas Argentinas, hoy está enfermo en Cuba y su hijo pide que regrese al país

El 4 de julio de 1973, Basilio José Mazor subió al vuelo 558 de Aerolíneas Argentinas y lo desvió a La Habana mientras decía que era parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Qué sucedió a bordo. La vida después de ser un pirata aéreo. La palabra de sus hijos. Su triste presente en un pueblo del interior cubano. La historia del secuestro aéreo más olvidado de la Argentina




La única imagen que tomó el reportero gráfico Rodolfo Lo Bianco donde se puede observar el rostro de Mazor durante el secuestro

El 4 de julio de 1973, cuando tenía 24 años, Basilio José Mazor, solito él con su escopeta de dos caños recortados calibre 16, una canana cruzando al pecho y un poncho con motivos incaicos, secuestró el Boeing 737 matrícula LV-JTO de Aerolíneas Argentinas que cubriría el trayecto entre Buenos Aires y Jujuy. Hoy, 50 años después, Mazor se encuentra postrado en una cama de su casa de la localidad de Artemisa, Cuba, a 66 kilómetros al oeste y una hora de auto de La Habana, el lugar donde el 5 de julio de aquel año culminó la odisea de 19 horas que les hizo vivir a los 74 pasajeros (entre los que había un niño de 5 años y 4 bebés) y los 6 tripulantes del vuelo 588. Hace tres meses, el viejo pirata aéreo resultó víctima de dos infartos cerebrales que le afectaron el plexo braquial derecho, los nervios que van desde el cuello hasta el brazo. No puede hablar con fluidez y casi ni moverse sin ayuda.

El secuestro del avión que protagonizó hace 50 años es el más olvidado de los que se produjeron en la década del ‘70 en Argentina.

1970, Esquel

Según relatan sus hijos, Basilio José Mazor nació el 8 de junio de 1949 en Pergamino. Vivía en la calle San Nicolás 369, la peatonal de esa localidad bonaerense. En 1970 lo hacía con sus padres y tres hermanos. Debajo de la vivienda estaba el negocio familiar. Cuatro años antes de secuestrar al Boeing de Aerolíneas, viajó a Esquel para incorporarse al servicio militar en el Regimiento 3 de Infantería de Montaña Coraceros General Pacheco. Con él coincidieron varios pergaminenses, como Julio Saladino, Angel Lanza, Marcos Carrizo y Martín Palacios. También ingresó Miguel Angel Ortíz, de la localidad cercana de Capitán Sarmiento, que lo recuerda bien: “Armamos un grupo con dos cordobeses y el resto eran de Pergamino. Y ahí estaba ‘Pirincho’ Mazor, o ‘El Ruso’, como le decíamos. ¿Cómo era? ¡Un tiro al aire!. Al poco tiempo de entrar me dijo ‘Mirá Miguel, yo no puedo estar corriendo. Me voy a hacer pasar por enfermo, porque de chico tuve Mal de los Rastrojos… Así que se puso papel secante en las axilas y en la ingle, cuando corría levantaba fiebre a lo loco. Hasta que logró que lo llevaran a trabajar a la enfermería…”.

No es la única anécdota que guarda Miguel Angel: “nos encontramos cuando me iba de licencia en una estación de servicio. Casi llorando me dijo que su madre estaba muy mal. E iba a ver si le daban permiso para viajar en avión a Pergamino. Me pidió por favor que le entregara una carta a su hermana, porque la madre, dijo, debía estar internada. Llegué a Sarmiento y al día siguiente, temprano, fui a Pergamino. Llegué a la casa y salió una chiquita que resultó ser la hermana. Le dije que llevaba una carta para su madre, y la llamó, y apareció una señora gorda, que le sobraba salud por todos lados… Después me enteré que lo habían autorizado a regresar, y en avión, para asistir a su madre”.

El secuestrador Basilio José Mazor, con la escopeta, en la cabina del capitán Dursi. Foto de Rodolfo Lo Bianco

Luego lo perdió de vista, porque “lo mandaron a Copahue, más al norte, como panadero. Pero antes me dijo ‘de mí se van a acordar mucho’. Cuando terminó la colimba, un mediodía llegué a casa después de trabajar y dijeron que me había dejado saludos un tal Basilio, que iba en moto con una chica y tenía puesto un poncho… Mucho después me enteré lo que había hecho. Era un tipo rápido, con mucha chispa, capaz de decir que había viajado a la Luna, pero no recuerdo que tuviera ideas políticas”.

Es probable que la chica que lo acompañaba en la moto fuera Mirian del Carmen Barbera. Con ella, el 24 de marzo de 1972 fueron padres de un niño al que bautizaron como el abuelo, Basilio. En el acta de nacimiento, la 317, firmada por la jueza Elda Luján Zurita, se indica que Basilio José tiene el documento nro. 7.683.226. Pero que Mirian del Carmen “no posee” identificación.

Ese hijo hoy tiene 51 años y vive en Villa Allende, Córdoba. Se mudó a esa provincia junto a su abuela y su tía luego que su padre consumara el secuestro del avión. Poco después -ya contará los detalles-, su madre, que había permanecido en Pergamino, se esfumó. Toda su vida, el joven intentó localizarla. La volvió a ver sólo una vez más. Hace poco se enteró que Mirian murió en la ciudad de Santa Fe. O eso cree.

El acta de nacimiento de Basilio Mazor hijo, en Pergamino

De Pergamino a Cuba

Un día antes de secuestrar el avión, Mazor, por entonces empleado municipal de Pergamino, cuyo legajo era el 658 y cobraba 1.032 pesos por mes (alrededor de 360 mil pesos actuales), gastó 597 -más de la mitad de su sueldo- en la agencia local de Aerolíneas Argentinas para adquirir el pasaje: el ticket llevaba el número 044.113.989300.

Por un guiño del azar, en el mismo avión viajaban dos periodistas de la revista Siete Días, de la desaparecida Editorial Abril: el redactor Roberto Vacca y el reportero gráfico Rodolfo Lo Bianco. Ambos volaban hacia Jujuy para reflejar un drama recurrente de nuestro país: esa provincia tenía el índice más alto de mortalidad infantil. Pero lo que registraron fue una historia fabulosa, se convirtieron en testigos de cada minuto del secuestro del vuelo 558 de Aerolíneas Argentinas, desde el preembarque en la puerta 2 del espigón de cabotaje del Aeropuerto Internacional de Ezeiza hasta la llegada a La Habana. Fue uno de los pocos actos de piratería aérea que se contaron desde las entrañas del suceso. El relato, que apareció en la edición 322 del 16 de julio de 1973, es una joya periodística. El testimonio del valor de dos profesionales que pusieron su oficio por encima del temor que la incierta situación imponía.

Lo primero que refleja Vacca es su extrañeza por la vestimenta de ese hombre que describió “delgado, morocho y de cutis suave”: pantalón negro, zapatillas blancas y poncho marrón con motivos incaicos. Y el creciente nerviosismo que mostraba, que otro pasajero creyó, equivocadamente, producto de ser ése “su bautismo aéreo”. La primera interacción entre secuestrador y periodista fue allí, cuando Mazor le preguntó la hora: “11.40″. Minutos después, todos estaban sentados en sus respectivos asientos. Por supuesto, en 1973 a los pasajeros no se los sometía a la lupa del escáner ni a ningún otro tipo de revisión más que la de presentar el ticket.

A las 12.45, el avión se ubicó en la cabecera de la pista. En esa época, las azafatas controlaban que los pasajeros apagaran sus cigarrillos para el despegue. El segundo comisario de a bordo, Carlos Alberto Intieri, explicó a través de los parlantes que la primera escala se haría en San Miguel de Tucumán. Una hora y media de vuelo. Y mientras las azafatas instruían al pasaje en el uso de las mascarillas, el nudo del drama se desató.

El diario Clarin reflejó el secuestro en su tapa del 5 de julio de 1973

Mazor ni siquiera esperó a que el avión estuviera en el aire. Se levantó desde el asiento B de la fila 9 que indicaba su ticket y caminó hasta la cabina de la aeronave, donde se aprestaban para el despegue el comandante Edgardo Drusi y su copiloto, Ricardo Raimondi. Se levantó el poncho y exhibió la escopeta en forma amenazante mientras anunciaba el secuestro: “Soy del Ejército Revolucionario del Pueblo. Vamos a ir primero a Córdoba, donde habrá una evacuación, y luego nos dirigiremos a Chile y después a Cuba”.

La primera orden que emitió Mazor fue que la azafata Ana Nilsson desocupara las dos primeras filas de asientos. Para calmar al resto de los pasajeros, dejó que las auxiliares hablaran con quienes estaban más atemorizados y sirvieran (¡qué época para volar!) whisky y bandejas con comida. Media hora después, el secuestrador le pidió a la otra azafata, Ángela Prina, que lo ayudara a quitarse el poncho. Así, dejó ver las cananas cruzadas con cartuchos de escopeta que llevaba debajo. Luego buscó una boina blanca que tenía una estrella roja de plástico y se la colocó. También dejó caer un anuncio tenebroso: “En un bolso que viaja dentro de la bodega hay una bomba plástica. Estallará cuando yo quiera”.

Las primeras palabras que cruzaron el periodista y el pirata aéreo fueron de queja. El solitario Mazor habló en plural: “Nos vendieron gato por liebre. Yo quería subir a un Boeing intercontinental, de gran escala. Ahora nos veremos obligados a dar saltos de canguro, de país en país”, le dijo Mazor. Y luego, sí, hizo explícita su demanda: “Que Aerolíneas Argentinas entregue 100 mil dólares al Hospital de Niños y otros 100 mil a la Comisión de Lucha contra el Mal de los Rastrojos. Lo hago sólo para demostrar que puedo hacerlo. El señor Santucho va a subir en Córdoba o en Chile”.

Pero en lugar de hacer escala en Córdoba, el capitán de la nave tomó rumbo a Chile. A las 14.25 comenzó el cruce de la cordillera. Para menguar la tensión, Drusi habló por los altoparlantes con el pasaje, señalando la ubicación del Aconcagua a la derecha del avión, por ejemplo. Sin embargo, poco después recalculó: el aeropuerto chileno de Pudahuel se encontraba inoperable por la niebla, así que descenderían en Mendoza para reabastecer de combustible el avión. Así lo informó el primer comisario del avión, Luis María Alejandro. Ya eran las tres de la tarde.

Basilio José Mazor en la imagen que captó Lo Bianco durante el secuestro que perpetró el 4 de julio de 1973 al avión de Aerolíneas Argentinas que iba a Jujuy y desvió a Cuba

Mientras Mazor controlaba al pasaje, en la cabina de mando recibían información desde la torre de control: el presidente de la Nación, Héctor J. Cámpora -que había asumido su cargo poco tiempo antes, el 25 de mayo- estaba al tanto del secuestro y tenía en sus manos la decisión de brindar o no el combustible para continuar el viaje. Mazor fue notificado de la novedad, caminó hasta la cabina y se comunicó con el aeropuerto. Según la crónica de Vacca, les dijo: “Tienen 5 minutos para entregar el combustible. De lo contrario abriré fuego contra la tripulación y los pasajeros”. El escriba notó la tensión en el secuestrador: transpiraba y su labio superior tenía un leve temblor.

Dentro de la cabina, el ambiente estaba pesado. El aire acondicionado había dejado de funcionar por las operaciones técnicas propias de la escala. Se pidió que nadie fumara para no viciar aún más el aire. Mazor, por las ventanillas del avión, notó que comenzaban a rodearlo efectivos de la Fuerza Aérea Argentina. En Pudahuel, Chile, la visibilidad era de apenas 800 metros. La tensión aumentó. El secuestrador volvió a llamar a la torre de control y con un dedo en el gatillo de la escopeta, amenazó: “El presidente está jugando con la vida de 60 pasajeros. Tengo una bomba plástica que se metalizará (Sic) automáticamente. Todo se destruirá a 400 metros a la redonda del avión. Agilicen el trámite de recarga; no me obliguen a provocar una masacre”. A las 16.30, a Drusi le informaron que en Chile el cielo se había abierto y que la visibilidad era de 1.700 metros. Con el combustible justo, decidió arriesgarse y volar hacia el país trasandino.

En Chile aún faltaban 68 días para el golpe de estado que derrocaría a Salvador Allende. El gobierno socialista era permeable a los secuestros de aviones. Once meses antes, el 15 de agosto de 1972, seis terroristas de los altos mandos del ERP, FAR y Montoneros (Roberto Mario Santucho, Marcos Osatinsky, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna) fueron liberados de la cárcel de Trelew y, junto a cuatro cómplices, secuestraron un avión de Austral y lo derivaron a Santiago de Chile. Allí, Allende les dio un salvoconducto para que llegaran a salvo a Cuba. Pero en el aeropuerto chubutense quedaron 19 miembros de las fuerzas insurgentes sin poder subir al avión. Y una semana más tarde fueron acribillados en la Base Almirante Zar, donde habían sido confinados luego de entregar sus armas. Sólo tres de ellos se salvaron.

Edgardo Dursi, el comandante, y el copiloto Ricardo Raimondi, fotografiados por Lo Bianco

A las 16.50, con el avión aterrizado en el espigón internacional del aeropuerto chileno, Mazor permitió que 39 adultos y 5 niños abandonaran la aeronave. Había alguno con un marcapasos, otro adujo que su mujer estaba enferma, y así los seleccionó. Siete minutos después comenzaron a cargar el kerosene JP1 desde un camión. Durante más de 40 minutos, las autoridades chilenas intentaron convencer al secuestrador que permitiera bajar a los pasajeros restantes. Pero no lograron el objetivo.

A las 19.25 (hora argentina) el avión ya volaba con rumbo a Perú. A esa altura, indica Vacca, todo el pasaje llamaba por su nombre de pila (Basilio) al secuestrador., Algunos conversaban, otros jugaban al truco. Ninguno lo sabía, y tampoco Mazor, pero en la bodega viajaba un cargamento de 700 millones de pesos viejos. Ya en confianza, el secuestrador le mostró a Vacca dos revólveres Rubí y una pistola Colt que les sacó a los comisarios de a bordo. “Quedate en el molde, Roberto. Están descargadas”, le dijo. Más adelante, cuando estaban por aterrizar en Lima, le confesó que llevaba 150 mil pesos. También, que pertenecía a “una nueva fracción (del ERP): además del ERP ortodoxo de Santucho, del ERP 22 de agosto y del ERP Fracción Roja, hay otra… el comando que yo comando. Es un comando suicida que se dedica desde ahora a descubrir traidores. Yo soy el comandante Ciro, ¿sabés? Esta es mi primera acción. Por otra parte, no me gustaría denominarme guerrillero sino justiciero. Si esto fracasa, yo me quito la vida”. En tono íntimo, el periodista le preguntó por su mujer. Y Mazor respondió: “Tiene 17 años. Yo salí de casa y le dije que volvía enseguida. Además es muy chica. No podría llegar a entender todo esto”.

A las 22.15, el avión carreteaba en el Aeropuerto Internacional de El Callao. Mazor le ordenó al capitán Drusi que la aeronave permaneciera a oscuras y que solicitara que el espigón estuviera iluminado. También que quienes se acercaran para las tareas de mantenimiento llevaran colgada una linterna encendida y que lo hicieran de a dos personas. Debían cargar 12.600 litros de combustible, desagotar el tanque del baño y entregar 40 raciones de alimentos: lomo con salsa de tomates, puré, arvejas, fiambre con pollo y postre. Desde Aerolíneas le pidieron que permitiera subir a un tercer piloto, Jorge “Chupete” Fernández. Luego de una breve negociación, Mazor lo autorizó. Los comisarios le recordaron que había prometido dejar bajar a más personas. Dejó que descendieran seis, entre ellas otro periodista, de apellido Nofé.

El lunes 9 de julio el avión regresó a Ezeiza, y camiones de caudales del Banco Provincia se disponían a descargar los 700 millones de pesos, de los que el secuestrador ignoraba su existencia en la bodega

La próxima escala sería en el aeropuerto de Tocumen, Panamá, para medir el nivel de aceite de las turbinas. A las cuatro de la madrugada, Vacca observó que Mazor caminaba, nervioso, de un lado a otro del avión. Se acercó y le preguntó si estaba arrepentido de lo que hizo. La respuesta fue negativa: “¡De ninguna manera! Esta es una forma de luchar por el pueblo. De evitar que no se pierdan vidas útiles. Mi hijo murió del Mal de los Rastrojos”. Una hora más tarde, fue el propio Mazor quien se aproximó a Vacca: “Yo quiero que Santucho me reconozca como miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo y que me espere en Panamá”. Y agregó: “Si Cuba no ampara a un comandante de un grupo armado, diría que el socialismo está fallando la propia cuna”.

A esta altura del viaje, la sospecha del periodista se transformó casi en una certeza: Basilio José Mazor no era un guerrillero, ni formaba parte del ERP.

A las 5.40 de la madrugada despegaron desde Panamá hacia La Habana. Mazor, que tomó a Vacca como su confidente, le reveló que pensaba entregar sus armas al llegar. “Además, estoy dispuesto a desarmar la bomba que llevamos en la bodega”, agregó. Un pasajero que escuchó la conversación encendió sus alarmas. Y cuando el secuestrador se alejó, le mencionó en voz baja al periodista: “En este avión llevamos mil palos”. Vacca caviló y se dió cuenta de algunos movimientos, unió los puntos que trazaban un dibujo impensado: antes de salir se acercó un blindado del Banco Nación, la aparición de los revólveres Rubí y la pistola Colt, los pasajeros que entraron a último momento, cuando ya todos estaban sentados.

La carta que Mazor dejó para Mirian, su esposa, antes de llegar a Cuba y le entregó al periodista Roberto Vacca, de Siete Días

Antes de tocar la pista del aeropuerto José Martí, Mazor le entregó una carta para su mujer: “Querida Mirian: por favor comprendé, esto lo hago por vocación política y no por pedir rescate para mi. Cuida al gordo y cuidate vos. Chau petiza, beso grande para vos y todos. Pronto los volveré a ver”.

A las 7.34, el avión aterrizó. Al abrirse la compuerta, un teniente del ejército cubano trepó por la escalerilla. Mazor, sin dudar, le entregó su escopeta. El militar intentó quitarle los cartuchos. No pudo. Estaba trabada. Insistió. Al final, apuntó hacia arriba y disparó. El arma no funcionaba.

La aventura de Basilio José Mazor terminó en la prisión de Pinar del Río. El avión regresó a Buenos Aires el 9 de julio.

Basilio Mazor hijo en Córdoba, con su esposa. Es padre de 13 hijos

Córdoba, Argentina, 2023

Basilio Mazor (h) trabaja como maestro mayor de obras. Está casado con Patricia Peralta y tiene 13 hijos. Cuando su papá secuestró el avión tenía apenas 15 meses. De vez en cuando, o cuando a Internet se le ocurre funcionar en Artemisa, Cuba, se comunica con su padre o con Gloria, su esposa. Basilio hijo, que llama por el apellido a su padre, tiene claro su objetivo: “Quiero que Mazor vuelva a la Argentina a vivir mejor, porque en Cuba no está viviendo bien. Si hablo, si hago esta movida, lo hago por él”. Su vida, lo que él decide contar de su vida, parece el argumento de una novela: a veces de espionaje, a veces un culebrón.

En 1973, por poco tiempo, Basilio permaneció con su mamá, una adolescente. Pero muy pronto, dice, “me arrebataron de su lado”. Quedó bajo la tutela de su abuela, que compró una casa del barrio Libertador San Martín en Córdoba capital y allí se fueron a vivir junto a su tía. Entretanto, su abuelo permaneció en Pergamino. El cimbronazo por el secuestro protagonizado por el hijo, asegura, produjo la separación del matrimonio. Cuando su abuela falleció, la vida familiar del niño se interrumpió. “Fui a parar al complejo Pablo Pizzurno, donde íbamos los chicos que no teníamos familia o los que estaban en la calle. Si no recuerdo mal, por la época del Mundial 78 me enviaron al hogar del cura Francisco Luchesse. Ahí me forjé, estudié, pero sin saber nada de mi familia”.

Según su relato, el juez que se lo entregó al padre Lucchese le contó su historia al sacerdote. Y cuando tenía alrededor de 13 años, por intermedio de otro religioso amigo de Lucchese, viajó a Pergamino. Fue allí cuando se enteró de las andanzas de su padre y conoció a uno de sus tíos.

Lo peor para Basilio (h) fue que su madre, Mirian, que era apenas una adolescente, desapareció de su vida. Durante muchos años la buscó. “En Pergamino ella tenía a su madre, su padrastro, un hermano en silla de ruedas y dos hermanos más. Tampoco sabían nada. Se escondió”. Recién se reencontraron, y en forma fugaz, cuando Basilio tenía unos 40 años. “Ella sufrió mucho. La encontré en Santa Fe. Una mujer de perfil muy bajo. Le pregunté que pasó y me dijo que no convenía que yo lo supiera… Después, una vecina me dijo que había muerto”.

Basilio José Mazor en Cuba en 2016

Con su padre también hubo un reencuentro. Primero telefónico, tiempo después de su visita a Pergamino. “Con Mazor hablé en la casa de la secretaria del Padre Lucchese. Todavía vivía Fidel Castro, y me dijeron que monitorearon la llamada. Mazor pensaba que yo estaba muerto. Me preguntó cómo estaba, a qué me dedicaba… yo no le pregunté nada”.

Cuatro años más tarde, cuando Basilio (h) tenía 24, cuenta que se vieron cara a cara. Mazor viajó a la Argentina. Pero no hay ni siquiera una imagen de ese reencuentro entre padre e hijo. Según él, era pobre y no tenía una cámara fotográfica. “Pasó por Buenos Aires y luego fue a Córdoba para ver a su hermana. Yo vivía cerca, en Argüello. Habrán sido tres horas. Le pregunté por su vida, de qué vivía, pero no me atreví a tocar el tema del avión. Alrededor siempre estaba mi tía. No quería que yo estuviera a solas con él… “.

Hubo una tercera visita, dice, unos seis años después, pero en esa ocasión Mazor viajó a Pergamino y no hubo contacto. “La conclusión que saqué de por qué no se quedó en Argentina es que se sentía muy perseguido, pero no sé por quién. Se que en Pergamino fue muy al choque con su familia. Por su culpa se rompió el vínculo familiar”, concluye.

Basilio José Mazor postrado en Cuba

¿Por qué se fueron casi todos de esa localidad? ¿Por qué la abuela, la tía y la madre huyeron de Pergamino luego del secuestro del avión? Según Basilio (h), todos recibieron amenazas. Él dice ver una oscura trama detrás del accionar de su padre, pero no la devela ni puede explicar con claridad: “Quisiera saber un poco más del secuestro. En esa época había muchas cosas, la Triple A, el ERP. Yo pienso que este loco lo hizo por una apuesta o porque sabía que en ese avión había algo”.

-Había mucha plata.

-Exactamente. Si él hizo eso, y pensó que su hijo estaba muerto, quiere decir que algo lo llevó a hacer una cosa de esa magnitud. Y encima escapando de la Argentina, dejando a su hijo de 15 meses y a su pareja. Si la madre de Mazor, que en paz descanse, escapó de Pergamino por amenazas de muerte, es que este se mandó una grande. A mi edad, a la historia la veo de otro lado…

Basilio José Mazor y su hija Ivys Nelly, que emigró de Cuba y se radicó en México

La Habana, Cuba, 1973/2023

Según contó en la única entrevista que brindó (al periodista Daniel Van Der Beken para La Opinión de Pergamino, en 1991), cuando salió de la cárcel, Basilio José Mazor recibió una casa y una tarjeta de racionamiento de comida y ropa del estado cubano. Trabajó como entrenador de fútbol con niños durante 13 años, como árbitro y hasta fundó, a principios de este siglo, un club para que jugaran veteranos, al que llamó “Villa Fiorito” en homenaje a Maradona, que alguna vez pasó por allí.

También se casó dos veces. La primera, con Berta. Con ella tuvo a su hija Ivys Nelly, que hoy vive en México. La segunda con Gloria, y fue padre de Glorieth, que también huyó de Cuba y reside en Miami.

El periodista, que lo entrevistó 14 años después del secuestro del avión de Aerolíneas, también le preguntó, como Vacca en pleno vuelo, si estaba arrepentido de su acción. La respuesta, quizás influida por la vida que le deparó Cuba, fue otra: “A los tres minutos de estar arriba del avión ya estaba totalmente arrepentido de lo que estaba haciendo. Solo pretendía llamar la atención sin lastimar a nadie. Si hubiese utilizado mi arma en el avión no quedaba ni el loro. Como persona cometí un error”. Y auguraba otro porvenir: “Ojala que el final de mi vida no sea trágico. Me gustaría poder vivir con mis hijas y visitar Argentina, por eso insisto tanto en el perdón de los argentinos”.

Basilio José Mazor en su casa de Artemisa, Cuba, sostenido por su hija Ivys Nelly y ante la presencia de un fisioterapeura. Sufrió dos infartos cerebrales

Según su hija Ivys Nelly, que luego de varios años sin ver a su padre viajó a Cuba a principios de este mes para colaborar en su recuperación, después de trabajar como entrenador de fútbol y preparar a otros técnicos, Basilio se dedicó a los negocios: “como es extranjero, trabajó comprando cosas para los cubanos que no pueden pagar en dólares, y cobraba por ello una comisión”. Pero advierte que en el último tiempo, por lo menos desde hace diez meses, está afectado por una severa depresión.

Ya de regreso a México, le contó a Infobae que “en la casa le daban de comer pizza y alimentos que le hacían subir la presión”, algo totalmente contraindicado para quien sufrió derrames cerebrales. Después de recorrer bastante (“en Cuba no hay ni huevos”, se queja), le compró alimentos adecuados y, pese a que no pudo internarlo como era su intención, logró que un fisioterapeuta se hiciera cargo del tratamiento en forma ambulatoria. Luego de estar nueve días junto a su padre, el hombre de 74 años ya se podía sentar en la cama con ayuda, y mover el brazo derecho hasta la altura del corazón. Pero, dijo ella, aún no estaba preparado para hablar.

A Ivys Nelly, Mazor tampoco le confió demasiado a lo largo de su vida: “De chica me dijo algo, pero no le gusta hablar del tema”. Sin embargo, contra la opinión de casi todos, ella no duda que el secuestro del avión tuvo una motivación política. Y no gasta en metáforas: “Si algo tiene mi padre, es que los tiene bien puestos”.