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domingo, 17 de abril de 2022

España Imperial: La Flota de Indias, infalible contra piratas

 

«La Historia se manipula con demasiada frecuencia por la política, las frustraciones y el resentimiento»

El dos veces ganador del Premio Nacional de Historia acaba de publicar el libro 'Las flotas de Indias' (La Esfera de los libros) sobre un sistema que resultó infalible contra los piratas

César Cervera ||

Frente a los depredadores alemanes y sus emboscadas nocturnas, los líderes británicos se vieron obligados, tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial, a desempolvar métodos navales que en el pasado habían desdeñado. Los británicos estudiaron a fondo y hasta adaptaron el sistema de convoyes puesto en marcha por Felipe II, en otro tiempo su más mortal enemigo, para conseguir que la Flota de Indias no fuera alcanzada por los piratas. «Recurrir a los convoyes de buques mercantes protegidos por navíos de guerra fue la solución anglosajona al cruce del Atlántico durante la guerra para paliar los efectos de los submarinos alemanes. El caso español un precedente clarísimo y eficaz. Por eso no se olvidó», recuerda Enrique Martínez Ruiz, dos veces ganador del Premio Nacional de Historia, que acaba de publicar 'Las flotas de Indias' (La Esfera de los libros).

Portada del libro.

Este monumental libro analiza los entresijos del sistema de la Flota de Indias, que estuvo vigente durante casi dos siglos y medio en los que demostró su efectividad y se elevó como uno de los grandes hitos logísticos de su tiempo. El trayecto, que se efectuaba dos veces al año, tenía como punto de partida Sanlúcar de Barrameda, donde la flota realizaba las últimas inspecciones, y desde allí partía hacia La Gomera, en las islas Canarias. Tras la aguada (recoger agua en tierra), la escuadra conformada por unas 30 barcos navegaba entre veinte y treinta días, en función de las condiciones climáticas, hasta las islas Dominica o Martinica (Centroamérica) donde se reponían los suministros. Desde allí cada barco se repartía hacia su puerto de destino. Luego, tocaba hacer el trayecto inverso.

El objetivo era que ningún barco se desviara de su rumbo y que las grandes remesas de plata y oro cruzaran intactas el Atlántico. Para ello fue necesario una estructura «única en el mundo» y si se quiere «revolucionaria», solo al alcance de una potencia de la envergadura de España. «Cuando hablamos de las Flotas de Indias tenemos que pensar no solo en la organización naval de los viajes de ida y vuelta, sino también en la infraestructura que organizaba, desarrollaba, mantenía y protegía el funcionamiento de las flotas. Una organización compleja, que exigía infraestructura comercial, construcción de naves, redes logísticas de aprovisionamiento, puertos adecuados para las escalas, armadas protectoras de los galeones y ciudades y fortificaciones para rechazar los ataques enemigos», apunta Martínez Ruiz.

–Aparte de las cuestiones tácticas y estratégicas, se necesitaba una constante reinvención tecnológica. ¿Cómo fue capaz España, que se suele tildar de decadente, de mantener un ritmo tecnológico así durante el reinado de los Austrias?

–Estamos ante otro de los infundios que con frecuencia se lanza sobre la ciencia española, de la que se destaca su atraso debido, sobre todo, a un dogmatismo intolerante y a un inmovilismo persistente. Se desconsidera que un despliegue territorial como el de la Monarquía Hispánica solo se puede mantener con los recursos y los medios adecuados y la ciencia y la tecnología son dos de ellos. Por lo pronto, la construcción naval española era de lo más avanzado en Europa en la era de los descubrimientos. Los tratados españoles de navegación tuvieron amplia difusión en Europa, la producción cartográfica era puntera en su tiempo e institucionalmente, la Casa de la Contratación es más que un centro de contratación comercial: organiza y controla las flotas, recibe y procesa la información que dan los pilotos a su regreso de los viajes, tiene una 'escuela de pilotos'; cartógrafos, cosmógrafos, etc. que trabajan en ella. Es un centro polivalente, clave en la navegación y solo comprable a la Casa da India portuguesa, los dos centros más avanzados en la navegación y el comercio durante mucho tiempo en Europa.

«España se esforzó en mantener el comercio con América y Filipinas en régimen de monopolio, una estructura que no perjudicó el comercio mundial»

–Uno de los mitos clásicos es que la piratería británica fue el azote de los barcos españoles, ¿fueron las flotas de Indias una estrategia eficaz contra estos ataques?

–La piratería no solo fue inglesa, también fue francesa y holandesa, aunque los piratas ingleses, los «perros de la reina», tal vez, fueran los más famosos, con personajes como Drake y Hawkins. Si tenemos en cuenta que solo fue capturada una Flota, en Matanzas (Cuba, 1628) por una flota holandesa muy superior, tendremos que admitir que fue una estrategia eficaz, pues la piratería lo más que podía hacer era capturar algún barco aislado y ataques sorpresa a poblaciones costeras. Respecto a su actividad, un viejo y admirado maestro dijo que la piratería significó para la Monarquía Hispánica lo que los mosquitos en la piel de un elefante. Desde mi punto de vista, fueron sus ataques a ciudades más duros y trágicos que a las Flotas o a la navegación española en general.

–La literatura ha terminado por romantizar los ataques piratas como la reacción lógica (liberal) y necesaria contra el monopolio español en América. ¿Impuso España una estructura monopolística perjudicial para el comercio mundial?

–A los piratas, como a los corsarios y filibusteros les rodea una leyenda mítica, que le confiere un aura heroica a muchos personajes, que se presentan como símbolos de la resistencia al poderoso, valentía y abnegación, olvidando sus rasgos negativos y el rechazo que provocaron de manera generaliza hasta desaparecer en las primeras décadas del siglo XVIII. En ese tiempo, España se esforzó en mantener el comercio con América y Filipinas en régimen de monopolio, una estructura que no perjudicó el comercio mundial, pues siguió existiendo y desarrollándose; en todo caso, sería perjudicial para los intereses de las otras potencias, celosas del protagonismo español en este sentido.

Fotografía de Martínez Ruiz.

–¿Era tan profunda la dependencia económica desarrollada por la Monarquía católica por esas remesas de oro y plata americanos?

–Evidentemente, la Corona necesitó los metales americanos para mantener su aparato administrativo, diplomático y militar, pues sus posesiones estaban repartidas por las cuatro partes del mundo entonces conocidas y las necesidades defensivas era grandes. Todo ello suponía un costo elevado, que hizo quebrar la Hacienda real en varias ocasiones, sucediéndose las bancarrotas. Por eso se ha dicho y repetido que España dilapidó esa fortuna en el mantenimiento de unas guerras inútiles, que la condujeron a su ruina.

–¿Por qué España no aprovechó su dominio comercial para desarrollar una marina mercante poderosa?

–Yo sí creo que desarrolló una marina mercante poderosa y cualquiera que lea este libro pienso que llegará a la misma conclusión. Se mantiene un nexo comercial durante más de dos siglos gracias a las Flotas de Indias y al Galeón de Manila, que comunicaba Manila (Filipinas) con Acapulco (México), continuaba por tierra hasta Veracruz (México) y seguía por mar hasta La Habana (Cuba), a donde llegaban los galeones de Tierra Firme desde Cartagena de Indias (Colombia) para continuar hasta Sevilla, en España. Eso exigía no solo unos recursos navales considerables, sino también disponer de unas armadas protectoras y a todo ello hay que añadir el despliegue en el Mediterráneo. Sí creo que España tuvo una marina mercante poderosa, pero tuvo que competir con otros despliegues navales tan considerables como el británico y el holandés y en el enfrentamiento, estos no tenían que proteger un dispositivo territorial tan extenso ni unas relaciones comerciales navales tan considerables como la española, que puede competir con ellos hasta el siglo XVIII.

–Hablar del comercio de metales desde América resulta peligroso en estos tiempos de corrección política. ¿Dónde han quedado los tiempos de celebrar el encuentro cultural y el intercambio?

–La Historia se manipula con demasiada frecuencia por la política, las frustraciones y el resentimiento, como si de esa forma se pudiera cambiar el pasado, convirtiendo el discurso histórico en una especie de engaña-bobos. Estamos en uno de esos periodos, en el que la negación o el silencio se impone para no herir sensibilidades de otros, sin importar que resulte herida la nuestra.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Medioevo: La guerra pirata de 1402-1404 (1/4)

La guerra pirata, 1402–1404 

Parte I || Parte II || Parte III || Parte IV
W&W








La piratería había sido endémica en el Canal y el Golfo de Vizcaya durante siglos, pero el destructivo crucero del conde de Crawford en 1402 fue diferente. Estaba más organizado, era de mayor escala y claramente contaba con el apoyo de hombres influyentes en el gobierno francés, si no del propio consejo del rey. Los allanamientos dejaron un rastro de reclamos insatisfechos por parte de comerciantes y armadores que habían perdido sus propiedades y un legado de malestar entre los dos gobiernos. Cada uno respondió de la manera tradicional autorizando represalias contra la propiedad del otro en un ciclo creciente de violencia. Estas operaciones fueron principalmente obra de corsarios ingleses, franceses y flamencos. Inauguraron la primera gran época del corso atlántico y el nacimiento de una tradición que continuaría hasta el siglo XVIII. En una época posterior, el jurista holandés Hugo Grocio clasificaría tales operaciones como guerra privada legítima, pero algunos de los involucrados podrían llamarse piratas. El límite entre la guerra y el crimen, entre la violencia pública y privada, era tan incierto y permeable en el mar como en tierra.

El corso, una práctica que fue sancionada por el derecho internacional hasta mediados del siglo XIX, era un método de hacer la guerra que había sido desarrollado en gran parte por los ingleses desde el siglo XIII y que ya había alcanzado un alto grado de organización. Los gobiernos emitieron cartas de compromiso a los comerciantes alegando haber sufrido pérdidas a manos de nacionales de un príncipe extranjero, lo que les autorizó a recuperar sus pérdidas mediante "represalias", es decir, confiscando barcos y cargamentos de los súbditos del príncipe extranjero en el mar. En tiempo de guerra, las cartas de marca solían emitirse en términos más generales, que no se limitaban a incautaciones a modo de represalia. Autorizaron a las personas nombradas a capturar los buques mercantes y los cargamentos de enemigos declarados para su propio beneficio, siempre que dejaran en paz la propiedad neutral. El tratado anglo-francés de 1396 había prohibido la emisión de las cartas de marca y, con algunas excepciones, se había respetado la prohibición. Pero a partir de 1402 empezaron a emitirse de nuevo, y la mayoría de los corsarios tenían al menos la autoridad tácita de sus soberanos aunque no tuvieran comisiones formales. "Know you", declaraba un documento típico en inglés,

que le hemos dado permiso a nuestro querido Henry Pay para que navegue y atraviese los mares con tantos barcos, barcazas y balingers de guerra, hombres de armas y arqueros, todos completamente equipados, como pueda reclutar en para hacer todo el daño que pueda a nuestros enemigos declarados, así como para su destrucción y para la salvaguardia y defensa de nuestros fieles señores.



El Rey ordenó a sus almirantes y a todos sus oficiales en las áreas costeras que dieran cualquier consejo o asistencia que Pay pudiera requerir. Esta fue evidentemente una empresa autorizada oficialmente.

A principios del siglo XV, los ingleses habían comenzado a ampliar el alcance de sus operaciones de corsario apuntando no solo a los barcos enemigos, sino a los barcos neutrales que transportaban cargamentos enemigos. Las recompensas eran altas y los corsarios sin duda necesitaban poco aliento. Pero parece claro que la iniciativa vino del gobierno. Bloquear el comercio marítimo de un enemigo era un arma de guerra muy eficaz. Pero también fue extremadamente abrasivo y provocó amargas quejas en el siglo XV, tal como lo haría en la época de Blake o Nelson, ya que requería que los barcos neutrales se sometieran a ser detenidos y registrados en el mar y llevados a puertos ingleses si los encontraban. llevar mercancías sospechosas. Esta podría ser una experiencia aterradora. A principios de 1403, el Christopher del puerto Hanse de Danzig fue capturado en el Canal por cuatro barcos de Londres y Dartmouth que operaban desde Calais. Enrique IV entrevistó personalmente a sus maestros para descubrir los hechos antes de defender a sus súbditos en una carta al Gran Maestre de la Orden Teutónica. Esto revela muy claramente lo que el rey esperaba de los corsarios que ocupaban su cargo. El barco alemán, dijo, navegaba sin marcas nacionales. Cuando los ingleses desafiaron a la tripulación a declarar su nacionalidad, no respondieron, llenaron de hombres armados los castillos superiores, soltaron todas las velas y trataron de escapar. Los ingleses abrieron fuego con bombardas montadas en sus castillo de proa. Alcanzaron al barco que huía y lo abordaron, venciendo y capturando a la tripulación después de una larga y sangrienta lucha cuerpo a cuerpo. Se descubrió que llevaba vino de La Rochelle y la llevaron a Southampton, donde finalmente la entregaron a sus captores. Las ciudades hanseáticas habían perdido ocho barcos de esta manera durante 1402, además de otros cuatro que fueron saqueados y luego se les permitió partir. Castilla, otro importante neutral, perdió diecisiete.

La distinción entre propiedad enemiga y neutral no siempre fue fácil de aplicar. La propiedad a menudo era incierta. Los barcos enemigos podían navegar con colores neutros. Las cargas enemigas podrían transportarse en cascos neutrales y viceversa. Los manifiestos de los barcos no siempre eran honestos. No siempre estuvo claro si existía una tregua en el momento de la captura. Por supuesto, los corsarios no eran particularmente exigentes con los límites de su autoridad. Pero su comercio no fue tan libre como a veces se supone que fue. Se había desarrollado un elaborado cuerpo de práctica y derecho para decidir sobre el derecho al premio, que era administrado en parte por el canciller y el consejo del rey, en parte por los almirantes y sus diputados, mariscales, sargentos y secretarios locales. Su trabajo ha generado una gran cantidad de documentos en los registros supervivientes notablemente completos del gobierno inglés. Muestran que las denuncias de violaciones de la tregua, actos de guerra no autorizados o ataques a propiedades neutrales se tomaron en serio y se investigaron de forma rutinaria. Los corsarios, por muy favorecidos que fueran, podían ser citados ante el consejo o los oficiales de los almirantes para demostrar su derecho a la presa "como exige el derecho del mar". Había un flujo regular de órdenes para restaurar mercancías o cascos neutrales o para pagar una compensación a los armadores y comerciantes alemanes o castellanos arruinados. En un caso notable, el almirante de Inglaterra preparó especialmente un escuadrón de barcos para capturar al famoso pirata de Rye William Long, quien fue sacado de su barco en el mar y consignado a la Torre de Londres. Si algunos hombres desobedecían al rey y se salían con la suya, era de esperar de los procesos inciertos y los poderes policiales limitados del estado medieval. Pero hubo otros que pagaron sus transgresiones con su propiedad y unos pocos con su libertad o con su cuello.



El crecimiento del corso patrocinado oficialmente a principios del siglo XV reflejó la retirada progresiva de los gobiernos del costoso negocio de construir y operar los propios buques de guerra. En Francia, el gran arsenal estatal de Rouen, que había producido buques de guerra a remo desde el siglo XIII, había dejado de construir y reacondicionar barcos a finales de la década de 1380 y, aparte de breves rachas de actividad en 1405 y 1416, nunca se reinició. En Inglaterra, el último de los grandes barcos de Eduardo III, la carraca Dieulagarde de 300 toneladas, había sido regalada a un cortesano en 1380. En los primeros años de su reinado, Enrique IV poseía solo un velero además de cuatro barcazas que parecen haber Se ha utilizado principalmente para mover el equipaje de la casa real a lo largo del Támesis. Solicitar barcos no era mucho menos costoso que poseerlos, ya que el alquiler tenía que pagarse por tonelada y el salario de la tripulación por día. Principalmente por razones de costo, el gobierno inglés había confiado desde 1379 gran parte del trabajo rutinario de mantener el mar para contratar flotas levantadas por sindicatos comerciales en Londres y West Country. Los corsarios y las flotas contratadas tenían sus limitaciones. Eran indisciplinados. Pusieron al Rey en colisión con países neutrales. Tenían poco interés en sus objetivos estratégicos más amplios. Eran particularmente malos en el trabajo defensivo, como el deber de convoyes y patrullar el Canal contra los invasores costeros, que ofrecían perspectivas limitadas de botín. Un ambicioso intento de traspasar todo el trabajo de "mantener los mares" a los operadores comerciales en 1406 a cambio de las ganancias del tonelaje y las cuotas de carga resultó ser desastroso por todas estas razones, y los arreglos tuvieron que terminarse anticipadamente. Pero para las operaciones ofensivas contra el comercio enemigo y los asentamientos costeros, los corsarios desplazaron en gran medida a las flotas reales durante el reinado de Enrique IV. Operaron bajo su propio riesgo y gasto y no costaron nada en salarios, alquiler o mantenimiento. Por tanto, eran el recurso natural de los gobiernos mezquinos.

A principios del siglo XV existían sindicatos de corsarios activos en Londres, Hull, Cinque Ports y Guernsey. Pero West Country ya era el centro principal de este tipo de bucaneros, ya que lo seguiría siendo durante siglos. Dartmouth, Plymouth y Fowey eran importantes bases corsarias. Según un estatuto de Ricardo II, Dartmouth había "sobre todo los lugares del reino durante mucho tiempo y sigue siendo fuerte en el transporte marítimo y, por lo tanto, ha causado grandes estragos en los enemigos del rey en tiempo de guerra". Los corsarios ingleses más famosos, la familia Hawley de Dartmouth, padre e hijo, eran un testimonio vivo de la riqueza que se podía obtener de los premios. Hawley el mayor pudo haber sido un pirata a los ojos de los franceses y ocasionalmente a los ingleses, pero era un hombre de cierta posición social en casa, el dueño de Hawley's Hall, la casa más grande de Dartmouth, catorce veces alcalde de la ciudad y regresó dos veces al Parlamento. Fundó la Iglesia de San Salvador en Dartmouth, donde todavía se puede ver su gran bronce conmemorativo, que muestra a un caballero idealizado con armadura completa. Su hijo, que llevaba a cabo el negocio familiar, adquirió extensas propiedades en West Country, se casó con la hija de un presidente del Tribunal Supremo de King’s Bench y se sentó doce veces en el Parlamento de Dartmouth. Los Hawley estaban cerca de los gobiernos de Ricardo II y Enrique IV y comúnmente actuaban bajo comisiones reales.

Quizás más típico fue el mucho más rudo Harry Pay, el destinatario de la comisión citada anteriormente. Era un pirata profesional con base en Poole, Dorset, que había estado atacando los barcos y puertos de la Castilla neutral durante años antes de recibir una comisión. Sus operaciones en el Canal contra los franceses lo convertirían en un héroe popular en la primera década del siglo XV. Mark Mixtow de Fowey y los hermanos Spicer de Plymouth y Portsmouth eran hombres del mismo sello, aunque en menor escala y por períodos más cortos. Los Spicer habían estado involucrados activamente en la piratería en el Atlántico durante al menos dos años antes de que la ruptura con Francia diera legitimidad a sus operaciones y respetabilidad a sus vidas. Richard Spicer representó a Portsmouth en el Parlamento, sirvió en comisiones de orden y terminó como un caballero de Hampshire. Los piratas del Canal contribuyeron en gran medida a la economía de las deprimidas ciudades costeras del sur de Inglaterra y, como muestran las carreras de hombres como Hawley y Spicer, disfrutaron de un fuerte apoyo popular. Cuando William Long fue finalmente liberado de la Torre, la ciudad de Hythe celebró un banquete en su honor y Rye lo eligió al Parlamento.


Los franceses utilizaron aventureros muy similares. Los bretones eran considerados en Inglaterra como "los más grandes rovers y los más grandes ladrones que han estado en el mar muchos años". Saint-Malo, un enclave del territorio real francés dentro del ducado de Bretaña, fue el principal centro de piratería y corsario en la costa atlántica francesa. Sus marineros fueron responsables de una gran cantidad de las capturas de 1402. En marzo de 1404 se dijo que los corsarios que operaban desde Harfleur, otra base importante, habían tomado cargamentos por valor de £ 100.000 además de exigir rescates exorbitantes a sus prisioneros. Un contemporáneo describió el puerto como la capital de la piratería atlántica, rica en el botín del transporte marítimo inglés. Gravelines, aunque técnicamente formaba parte de Flandes, estaba de hecho bajo el control de los capitanes generales franceses al mando de la marcha de Calais, que lo construyó como otro importante centro corsario.

En Francia, como en Inglaterra, la mayoría de las empresas corsarias eran empresas comerciales, financiadas por hábiles empresarios con fines de lucro. Guillebert de Fretin, un nativo de Calais pálido que había huido después de negarse a jurar lealtad al rey inglés, estableció su base en Le Crotoy en Ponthieu y alcanzó una fama de corta duración como el principal corsario francés de su tiempo. Su carrera de destrucción culminaría con el saqueo de Alderney en junio de 1403 en el que gran parte de los habitantes perdieron la vida. Los cruceros de Guillebert fueron financiados por un sindicato de comerciantes de Abbeville y casi con certeza autorizados por funcionarios franceses. Cuando los franceses retiraron temporalmente su apoyo a los corsarios franceses y lo desterraron, él y uno de sus lugartenientes continuaron sus depredaciones bajo la bandera de Escocia. Igualmente comerciales en su inspiración fueron las campañas de Wouter Jansz, probablemente el corsario flamenco más exitoso de la época, que operaba varios barcos desde Bervliet y Sluys en el noroeste de Flandes. Su hazaña más famosa fue navegar por el Támesis y capturar un carguero inglés cargado con el botín de una incursión reciente en la costa de Flandes, incluido el retablo pintado de Sint Anna ter Muiden. Jansz parece haber sido financiado al menos en parte por un corsario italiano llamado Giovanni Portofino que había aterrorizado el Mediterráneo occidental durante la década de 1390 antes de trasladar sus operaciones al norte de Europa. Los ingleses consideraban a Jansz como un "pirata notorio" y es poco probable que haya ocupado un cargo formal. Pero se hizo útil para las ciudades del estuario de Zwin al proteger las entradas contra las incursiones enemigas y ciertamente tenía protectores bien ubicados.

En julio y agosto de 1402, los embajadores ingleses y franceses se reunieron en Leulinghem para hacer frente a la escalada de violencia en el mar. Fieles a la pretensión cada vez más vacía de que la tregua de 1396 seguía vigente, llegaron a un acuerdo el 14 de agosto sobre un procedimiento de verificación y atención de reclamaciones y sobre medidas para evitar que se repita. Los marineros involucrados en ambos bandos fueron formalmente repudiados y declarados criminales impulsados ​​enteramente por malicia y codicia. Se ordenó la liberación sin pago de todos los prisioneros y cargamentos en sus manos y se cancelaron las cartas de corso pendientes y las represalias. Los piratas que persistieran en atacar a los buques mercantes no serían recibidos en ninguno de los dos países.
El repentino aumento de los combates en el mar despertó a los antiguos fantasmas en Flandes. Flandes era una provincia de Francia, pero como una de las principales regiones comerciales y navieras de Europa, había disfrutado de estrechas relaciones comerciales y políticas con Inglaterra durante siglos. Flandes necesitaba lana inglesa, materia prima indispensable para las grandes industrias textiles de las que dependía gran parte de su población. Inglaterra también fue un mercado importante para el producto terminado. Había una gran comunidad flamenca en Inglaterra, con base principalmente en Londres, y una comunidad mercantil inglesa aún mayor en Brujas y en el puerto holandés de Middelburg al otro lado del estuario del Escalda. Inglaterra y Flandes tenían un interés común en la seguridad de las rutas comerciales del Mar del Norte. No se trataba simplemente de preservar el comercio entre ellos. Como los flamencos habían aprendido a su costa en la década de 1380, el mantenimiento de la paz a través del Mar del Norte era la clave para el negocio bancario y comercial internacional de Brujas y el comercio del condado con las ciudades marítimas italianas de Venecia y Génova y las ciudades bálticas de la Liga Hanseática.7 Había una dimensión política importante en los vínculos de Flandes con Inglaterra. Los reyes ingleses siempre habían tenido aliados en las ciudades de Flandes y oportunidades incomparables de causar problemas allí. Habían sido los patrocinadores de todas las grandes revoluciones urbanas que dividieron a los flamencos y socavaron el poder de sus condes desde finales del siglo XIII. Jacob van Artevelde, el líder de la revolución flamenca de 1339, había sido cliente de Inglaterra y su hijo Felipe, que había dirigido la revolución de Gante durante las guerras civiles de la década de 1380, era un pensionista de Ricardo II. Las flotas y los ejércitos ingleses lucharon en Flandes en apoyo de su causa. Una guarnición inglesa había sido estacionada en Gante tan recientemente como en 1385.

La alianza informal entre Inglaterra y Flandes fue un problema perenne para los condes. Estaban bajo la presión constante de sus súbditos para evitar la guerra con Inglaterra o, si no podía evitarse, al menos sacar a Flandes de la línea del frente. Felipe de Borgoña había heredado estos problemas con el territorio. Los Cuatro Miembros de Flandes, una especie de gran comité que representaba los intereses de Brujas y su distrito y las ciudades industriales de Gante e Ypres, ejercían una influencia política considerable. Presionaron abiertamente por un tratado comercial que permitiera a Flandes permanecer neutral incluso en momentos en que Inglaterra y Francia estaban en guerra. Sus demandas plantearon un incómodo dilema para el duque de Borgoña. Como tío del rey y una figura considerable en su consejo, Felipe no pudo sacar fácilmente un principado francés de la órbita internacional de Francia. Pero tampoco podía ignorar el interés de las poderosas oligarquías comerciales e industriales de Flandes, de las que dependía para su autoridad política y una proporción creciente de sus ingresos.

A principios del siglo XV, cuando Francia se acercó a la guerra con Inglaterra y la guerra en el mar adquirió un impulso propio, estos antiguos dilemas resurgieron. El gobierno inglés generalmente había tratado a Flandes como un estado autónomo y neutral, a pesar de su estatus legal como parte del reino francés. Pero la expansión del corso inglés para apuntar a cargamentos franceses transportados en fondos neutrales supuso un desastre para el importante comercio de transporte flamenco. En el curso de 1402 no menos de veintisiete barcos flamencos fueron capturados en el mar a causa de la disputa de Inglaterra con Francia. Cuando amainaron las tormentas invernales en marzo de 1403 y los corsarios ingleses reanudaron sus cruceros, tomaron otros veintiséis barcos flamencos en el espacio de dos meses. El primer instinto del duque de Borgoña fue tomar represalias contra los comerciantes y mercancías ingleses en Flandes. Pero sus súbditos, aterrorizados por la pelea con su principal socio comercial, se negaron a cooperar. Reunidos en Ypres en julio de 1402, los cuatro miembros resolvieron buscar un acuerdo con Inglaterra. Como dijo uno de sus representantes a los agentes ingleses en Calais, diga lo que diga el duque "la tierra de Flandes no es enemiga del rey de Inglaterra".

Ese otoño enviaron embajadores a Inglaterra y Escocia para iniciar negociaciones por lo que equivalía a un tratado de neutralidad. Estas iniciativas culminaron en un acuerdo con el consejo de Enrique IV en Westminster el 7 de marzo de 1403. Los términos preveían una tregua temporal en espera de una conferencia en Calais en julio, cuando se esperaba llegar a un acuerdo más permanente. Mientras tanto, las mercancías flamencas serían inmunes a la incautación en Inglaterra o en el mar, con el compromiso de los flamencos de no hacer pasar las mercancías francesas como propias. Se confirió la correspondiente inmunidad a los cargamentos ingleses en Flandes. El efecto práctico fue permitir a los comerciantes flamencos excluir los productos franceses del comercio de transporte flamenco como si Francia fuera un país extranjero. Los emisarios flamencos lo entendieron perfectamente. Cuando Felipe los recibió en París después de su regreso, lo presionaron para que permitiera que Flandes "permaneciera neutral en la guerra de los dos reinos". A los pocos días les siguió una delegación de los Cuatro Miembros. Hubo "rumores y temores en todo Flandes", dijeron, de que pronto estallaría la guerra con Inglaterra. La vida del territorio dependía del comercio de telas y lana. Todos se arruinarían si se permitiera que la guerra los interrumpiera.

Dado que uno de los negociadores flamencos en Westminster era su consejero y el otro un canónigo de San Donato en Brujas, el duque de Borgoña debe haber dado al menos su consentimiento tácito a sus tratos con los ingleses. Pero los consideraba una necesidad desagradable. A medida que se acercaba la fecha fijada para la conferencia anglo-flamenca en Calais, Felipe se sometió a regañadientes a las demandas flamencas. A principios de mayo de 1403, durante un intervalo de lucidez, Carlos VI fue inducido a dejar que Felipe negociara un tratado por separado con Inglaterra en su calidad de conde de Flandes. Los términos de su autoridad negociadora fueron acordados entre sus funcionarios y los consejeros de Carlos en París durante el mes de junio. Era un documento notable, que preveía una inmunidad no solo para el comercio anglo-flamenco sino para el propio condado. El duque estaba autorizado a aceptar que, si estallaba la guerra, los flamencos no estarían obligados a tomar las armas por la causa de Francia. No se permitiría que las tropas reales francesas operaran desde Flandes a menos que los ingleses realmente la invadieran, y los barcos de guerra franceses no podrían utilizar los puertos flamencos excepto para visitas breves para tomar agua y víveres. Es obvio que algunas características de este arreglo eran completamente inaceptables para el consejo real francés y se habían incluido simplemente para satisfacer a los cuatro miembros. En un protocolo secreto redactado poco después, Felipe prometió al rey que, a pesar de la amplitud de la autoridad que se le había conferido, no acordaría nada que pudiera impedir que un ejército francés lanzara una expedición a Escocia o una invasión de Inglaterra desde los puertos flamencos.

Durante algunos años, Flandes estuvo destinada a seguir dos políticas incompatibles con Inglaterra, la política del Duque y la de los Cuatro Miembros. Los Cuatro Miembros hicieron todo lo posible para hacer cumplir el acuerdo que habían hecho con Enrique IV. Enviaron a sus agentes a todos los puertos del oeste de Flandes, desde Sluys hasta Gravelines, con órdenes de detener el equipamiento de los barcos de guerra contra Inglaterra. Al menos un corsario que desafió sus deseos fue encarcelado. Mientras tanto, Felipe de Borgoña se negó a estar obligado por el acuerdo y en abril de 1403 autorizó la incautación de mercancías inglesas por valor de 10.000 libras esterlinas por parte del alguacil del agua de Sluys en represalia por las últimas incursiones piratas en el Mar del Norte. Philip nombró a sus propios representantes para participar en la conferencia anglo-flamenca en Calais junto con los de los Cuatro Miembros, pero fueron consistentemente obstructivos, planteando una objeción de procedimiento tras otra. Como resultado, la conferencia se suspendió repetidamente sin un acuerdo permanente. No obstante, los arreglos provisionales acordados en Westminster se extendieron de una sesión a otra y se expandieron progresivamente a medida que los ingleses presionaron sus demandas y los flamencos cedieron. En agosto de 1403, los Cuatro Miembros acordaron formalizar la prohibición del transporte de cargamentos franceses en barcos flamencos y la ampliaron para incluir también las mercancías escocesas. También prometieron liberar a los prisioneros ingleses y los cargamentos incautados por los oficiales del duque. Todo esto se hizo bajo su propia autoridad sin ningún respaldo formal ni por parte del duque de Borgoña ni del rey de Francia. El consejo real francés expresó los más fuertes recelos sobre todo el asunto y, en caso de que el acuerdo de agosto nunca fuera ratificado. Pero en general se observó en la práctica y las negociaciones nunca se interrumpieron por completo. El gobierno inglés mantuvo lo que equivalía a una misión diplomática permanente en Calais encargada de la conducción de las relaciones con Flandes bajo la supervisión del vicegobernador de la ciudad de Enrique IV, Richard Aston, y un meticuloso abogado de Oxford llamado Nicholas Ryshton. Pasarían cuatro años de negociaciones continuas y propensas a accidentes antes de que finalmente se concluyera un tratado anglo-flamenco en condiciones políticas muy diferentes en 1407.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Barbarroja, el pirata islamista

Barbarroja, el terror pirata de la cristiandad.

Weapons and Warfare



El Mediterráneo del siglo XVI fue devastado por piratas brutales llamados corsarios. Cuando la más temida de todas, Barbarroja, aliada con el Imperio Otomano, ninguna nave o ciudad cristiana estaba a salvo.




Desde su base en Argel, África del Norte, Hayreddin Barbarroja aterrorizó el Mediterráneo occidental en la primera mitad del siglo XVI. Sin temor a ello, secuestró barcos y saquearon puertos, cargando sus galeras piratas con vastas acumulaciones de tesoros y prisioneros destinados a la esclavitud. Sin embargo, Barbarroja era mucho más que un soldado de fortuna. Era un guerrero hábil con un instinto político que lo llevó a fundar un reino próspero, se alió con el imperio islámico de los turcos otomanos y desafió activamente a uno de los monarcas más poderosos de la Europa cristiana, el emperador español Carlos V.

Sin embargo, Barbarroja tuvo modestos comienzos. Nació en la isla griega de Lesbos, hijo de un renegado cristiano que se había unido al ejército otomano. Oruç, el hermano mayor de Barbarroja, fue el primero en lanzarse al mar en busca de aventuras. No está claro si Oruç se unió a la poderosa marina otomana o a un buque mercante, pero en 1503 su barco fue atacado y capturado por los Caballeros Hospitalarios, una orden militar cristiana con sede en la isla de Rodas, en la actual Grecia. Oruç pasó dos años terribles como esclavo en una de las galeras en una de las naves de los caballeros, pero finalmente logró escapar. Reunidos con su hermano, se establecieron en la isla de Djerba, frente a las costas de Túnez. El lugar era una verdadera guarida de corsarios, y se unieron con entusiasmo a sus filas.

Los hermanos encontraron que tenían un talento para la piratería. Sus ataques contra barcos cristianos, especialmente los españoles, les trajeron enormes cantidades de botín y atrajeron la atención del emir de Argel, con quien se unieron. Pronto comandaron una flota de aproximadamente una docena de barcos, que usaron para lanzar ataques audaces contra los baluartes españoles en el norte de África. Fue mientras atacaba a uno de estos que Oruç perdió un brazo por un disparo de un mosquete temprano llamado arcabuces.

Fundando un reino pirata

Oruç había empezado a soñar con convertirse en algo más que un simple pirata: quería gobernar su propio reino del norte de África. Su oportunidad llegó en 1516, cuando el emir de Argel solicitó su ayuda para expulsar a los soldados españoles del vecino Peñón de Argel, una pequeña fortaleza isleña. Sin ser un hombre que se pierda una oportunidad, Oruç estableció su gobierno en la ciudad de Argel, eliminando al emir, que aparentemente se ahogó mientras tomaba su baño diario. Oruç se hizo proclamar sultán, para alegría de su hermano y de un creciente ejército de partidarios.

Oruç no se detuvo allí. Se movió rápidamente para capturar las ciudades argelinas de Ténes y Tlemcen, creando para sí mismo un poderoso reino del norte de África que amenazaba y desafiaba la autoridad del rey Carlos, a poca distancia de España. La reacción española no tardó en llegar. En 1518, una flota partió del puerto de Orán, controlado por los españoles, y los soldados asaltaron Tlemcen. Oruç huyó, y se lo encontró escondido en un corral de cabras, donde un soldado español lo lancó y luego lo decapitó, un final ignominioso para el gran corsario.



En Argel, Barbarroja asumió como líder de los corsarios. Ante la renovada presión española, Barbarroja mostró su astucia política y buscó la ayuda de Süleyman el Magnífico, el sultán islámico del vasto Imperio Otomano centrado en Constantinopla, la actual Estambul, Turquía. Süleyman le envió 2.000 janízaros, la élite del ejército otomano. A cambio, Argel se convirtió en un nuevo sanjak otomano, o distrito. Esto le permitió a Barbarroja continuar con su piratería mientras consolidaba su posición al conquistar fortalezas adicionales. Sin embargo, la principal amenaza seguía en su puerta: los españoles todavía ocupaban el Peñón de Argel. En 1529, bombardeó la guarnición para rendirse antes de matar a muerte a su comandante.

Sultán contra emperador

La fama de Barbarroja se extendió por todo el mundo musulmán. Los corsarios experimentados, como Sinan el judío y Ali Caraman, llegaron a Argel, atraídos por las perspectivas de hacer su fortuna. Pero Barbarroja luchó tanto por la política como por la piratería. Cuando el gran almirante genovés de Carlos V, Andrea Doria, capturó puertos en la Grecia otomana, Süleyman convocó a Barbarroja, quien respondió rápidamente a la llamada. Para impresionar al sultán, cargó a sus barcos con lujosos regalos: tigres, leones, camellos, seda, telas de oro, plata y oro, así como esclavos y 200 mujeres para el harén en Estambul. Süleyman estaba encantado y se convirtió en almirante de Barbarroja en jefe de la flota otomana.

Barbarroja ahora comandaba más de cien galeras y galerías, o medias galeras, y comenzó una fuerte campaña naval en todo el Mediterráneo. Después de reconquistar los puertos griegos, la flota de Barbarroja aterrorizó la costa italiana. Cerca de Nápoles, Barbarroja y sus hombres intentaron capturar a la bella condesa Giulia Gonzaga, quien solo escapó por poco. Barbarroja incluso amenazó a Roma, donde los cardenales abandonaron a un papa moribundo, Clemente VII, que huyó después de saquear el tesoro papal. Sin embargo, estas redadas eran solo parte de una estrategia más grande, una distracción para distraer de la verdadera meta de Barbarroja, Túnez. Funcionó; Tomó por sorpresa el puerto en 1534.

La venganza de Barbarroja

Sin embargo, el éxito de Barbarroja fue breve. Al año siguiente, Carlos V envió una poderosa expedición militar que logró recuperar Túnez después de un asedio de una semana salpicado de sangrientas batallas. De vuelta en Argel, Barbarroja no se desanimó y salió por venganza. Navegó hacia el Mediterráneo occidental y, al acercarse a la isla española de Menorca, sus barcos izaron banderas capturadas de la flota española el año anterior. Este truco de guerra le permitió entrar en el puerto sin ser molestado. Cuando la pobre guarnición se dio cuenta del engaño, intentaron una defensa, pero se rindieron unos días después con la promesa de que se salvarían vidas y bienes. Barbarroja rompió esta promesa y de todos modos despidió a la ciudad, llevando a cientos de personas a vender como esclavas.

Durante los siguientes años, Barbarroja, que ahora comandaba 150 barcos, allanó todo el litoral cristiano del Mediterráneo. En 1538, acorralado en el puerto otomano de Preveza, Grecia, derrotó a una flota más fuerte comandada por Andrea Doria. En 1541 también repelió la gran expedición que Carlos V dirigió personalmente contra Argel. Las crónicas españolas mencionan que Barbarroja, a sus 70 años, se enamoró de la hija del gobernador español de la fortaleza costera italiana de Reggio. Fiel a su forma, Barbarroja se la llevó.

Un héroe musulman

Barbarroja se dirigió desde Italia a los puertos franceses de Marsella y Toulon. Fue recibido con todos los honores, ya que Francia y el Imperio Otomano habían formado una alianza, unida por su rivalidad con Charles V. Desde Francia, algunos de los barcos de Barbarroja navegaban a lo largo de la costa española saqueando pueblos y ciudades.

En 1545, Barbarroja finalmente se retiró a Estambul, donde pasó el último año de su vida, dictando pacíficamente sus memorias. Murió el 4 de julio de 1546 y fue enterrado en Estambul en el Barbus de Türbesi, el mausoleo de Barbarroja. La tumba fue construida por el célebre Mimar Sinan, considerado el Miguel Ángel Otomano. Todavía se encuentra en el moderno distrito de Besiktas, en el banco europeo del Bósforo. Durante muchos años, ningún barco turco salió de Estambul sin hacer un saludo honorífico a la tumba del marinero más temido del país, cuyo epitafio dice: "[Esta es la tumba] del conquistador de Argel y de Túnez, el ferviente soldado islámico de Dios. el Capudan Khair-ed-Deen [Barbarroja], sobre quien puede descansar la protección de Dios ".

martes, 23 de julio de 2019

Roma: La campaña contra los piratas

Campaña contra los piratas, 66-67 aC

Weapons and Warfare



Los lembos (Lat. Lembus, Plautus, Mercator, I, 2,81 y II, 1,35) fue un barco rápido ilirio, probablemente originalmente utilizado en piratería y muy importante para los romanos por su capacidad de carga de hombres, equipo y botín. Puede ser abierto y agradable, con una fuerte capacidad de embestir y remar a dos niveles (biremis). A partir de esto se desarrolló la liburna.


Pompeyo, a quien se le ordenó limpiar los mares de piratas, tenía plena autoridad sobre todo el Mediterráneo y el Mar Negro, y todas las tierras dentro de un radio de 80 km (50 millas) del mar. Levantó 500 barcos, 120.000 soldados y 5000 caballería. Luego dividió esta fuerza en 13 órdenes. La única área que quedó (deliberadamente) sin vigilancia fue Cilicia. Pompeyo tomó un escuadrón de 60 barcos y llevó a los piratas de Sicilia a los brazos de otro escuadrón. Luego se dirigió al norte de África y completó el triángulo al unirse con otro legado de la costa de Cerdeña, asegurando así las tres áreas principales de producción de granos que servían a Roma. Pompeyo barrió el Mediterráneo desde España hacia el este, derrotando o conduciendo a los piratas ante él. Los restos debidamente reunidos en Cilicia, donde Pompeyo había planeado un asalto total tanto por tierra como por mar. Unos cuantos baluartes piratas fueron destruidos, y hubo una batalla final en la bahía de Coracesium, pero gracias a la clemencia de Pompeyo, la mayoría de los piratas se rindieron fácilmente.


POMPEYO LOS GRANDES FALTAS DE LOS PIRATOS CILIARES, 66 a. C. Fue Pompeyo el Grande quien aplastó a los piratas del Cilician y dio libertad y seguridad a los canales de la República Romana. Para hacer esto, Pompeyo recibió del Senado, después de largos debates, poderes extraordinarios en el 67 AC: el poder proconsular (Imperium Proconsolare) durante tres años en toda la cuenca del Mediterráneo hasta el Mar Negro, con el derecho de operar hasta 45 millas tierra adentro. Quince legados fueron sometidos a él con el título de propraetores y 20 legiones (120,000 hombres) y 4,000 jinetes, 270 barcos y un presupuesto de 6,000 talentos. En una campaña rápida y bien organizada derrotó a los piratas. Dos meses fueron suficientes para patrullar el Mar Negro y erradicar a los alborotadores; luego fue el turno de Creta y Cilicia (App., Mithridatic War, 96). Los piratas fueron destruidos en sus propios territorios y entregaron a Pompeya una gran cantidad de armas y barcos, algunos en construcción, algunos ya en el mar, junto con bronce, hierro, tela para velas, cuerdas y varios tipos de madera. En Cilicia se tomaron 71 naves para su captura y 300 para entrega. Esta escena muestra una operación anfibia de la flota de Pompeyo el Grande contra los piratas. El principal barco romano es un `tres '. Las naves de Cilician en llamas son dos myoparones.


El período inicial de la expansión romana estuvo marcado por una sucesión de guerras con vecinos cercanos y lejanos. Primero fueron los otros estados en Italia y luego Cartago. Cuando Cartago fue derrotado, la Roma se volvió hacia el este. Macedonia, Grecia y luego el Pontus (Turquía asiática moderna) cayeron a Roma durante varios años. Pero fue mientras Roma se centró en estas guerras que la piratería levantó su cabeza en el Mediterráneo oriental.

Durante muchos años, la isla de Rodas utilizó su armada para reprimir la piratería y proteger su posición como puerto de tránsito en el lucrativo comercio de este a oeste. Sin embargo, Rhodes se cayó del reino macedonio y apeló a Roma, quien envió una fuerza de quinqueremes para defender a su aliado. La fuerza combinada obligó a los macedonios a demandar por la paz. En virtud del tratado, los romanos ganaron la pequeña isla de Delos, que devolvieron a Macedonia con la condición de que funcionara como un puerto libre sin impuestos ni cuotas sobre las mercancías que entran o salen. Desafortunadamente para Rhodes, la presencia de este paraíso fiscal en el exterior socavó los ingresos de su comercio y de la isla y su marina entró en declive a largo plazo. Como Rhodes ya no puede vigilar las aguas del Mediterráneo, los piratas extienden sus depredaciones más allá del Mediterráneo oriental. Los puertos y las ciudades costeras fueron saqueados, los santuarios profanados y los cargamentos, tripulaciones y barcos capturados en el mar. Las mercancías, los barcos y su tripulación se vendieron en varios mercados. Los cautivos ricos fueron llevados a rescate.

Los mercaderes ordinarios del mundo antiguo navegaban en barcos mucho más simples en diseño que los buques de guerra de la época. Dichos barcos no podían costear a los remeros caros del buque de guerra y tenían que confiar en el mástil principal único y la vela cuadrada única con el refinamiento opcional de bauprés y la segunda vela cuadrada, más pequeña. Las naves posteriores agregaron una vela triangular sobre la cañería para propulsión adicional. Los buques mercantes podrían tener una longitud de hasta 60 m (200 pies), posiblemente con más de un mástil, pero en general tenían solo 30 m (100 pies) de largo y 8 m (26 pies) en viga, extrayendo solo 3 m (10 pies) de agua y transportando Cargas de alrededor de 100-150 toneladas brutas. Construidos para la capacidad en lugar de la velocidad, no fueron rápidos, tal vez de 5 a 6 nudos si el viento lo permitía. Las tripulaciones se redujeron al mínimo ya que consumieron los beneficios: 10-15 hombres eran habituales en un barco de tamaño mediano; menos en una nave más pequeña y más en una más grande.
Mientras que el mercader a vela dependía del viento para la velocidad, el barco de guerra o el barco pirata de propulsión a remo no se vio afectado por los vientos principales o los mares agitados. Dado que la vela cuadrada significaba que el comerciante navegaría más rápido en dirección al viento, las tácticas piratas eran simples: navegar en el viento para que cualquier presa que venía por el otro lado encontrara casi imposible escapar. Alternativamente, los piratas se esconden detrás de los promontorios para un arrebato rápido para atrapar a cualquier comerciante que pase. El miedo y la intimidación eran las mejores armas para inducir una rendición rápida. Frente a un barco pirata aparentemente lleno de hombres armados y sin forma de escapar, la mayoría de los barcos mercantes se verían obligados a capitular. Luego, los piratas podían usar sus remos para girar la nave y llevar sus arcos a la popa de la víctima, donde era seguro abordar. La tripulación estaría amontonada debajo y bien atada y los piratas instalarían su propia tripulación para navegar el premio para el hogar.

Los piratas crecieron tan extendidos y poderosos que cuando el líder rebelde Spartacus y su ejército de ex esclavos quedaron atrapados en el dedo del pie de Italia en el 72 AC, negociaron con los piratas para evacuar a todo el ejército, unos 90,000 hombres, mujeres y niños. en barco Los piratas fueron pagados aún más por el político romano Crassus para que no cumpliera el contrato. El problema de la piratería llegó a tal punto que los piratas capturaron a dos Praetors romanos, junto con su personal. Otro escuadrón atacó el puerto de Roma en Ostia y saqueó otras ciudades de la región.

La cita de Pompeyo

En muchos sentidos, la élite romana se benefició de las actividades del pirata. Para aquellos que podían comprar, la piratería mantenía bajo el precio de los esclavos y la oferta era abundante. Por otro lado, sí interrumpió el comercio. Así que las clases más ricas de Roma, que necesitaban comprar esclavos para trabajar en sus fincas, se beneficiaron mientras que las clases mercantiles y las clases inferiores y sus trabajadores sufrieron. En el 69 aC, sin embargo, los piratas se destacaron y saquearon la isla de Delos. No es de extrañar, entonces, que el cónsul Metelo haya sido elegido como ejército para reducir la base pirata en Creta. Se dirigió y emprendió su tarea, reuniendo a algunos piratas y estableciéndose para asediar a otros en la base principal de piratas de la isla.

En el 67 a. C., el tribuno romano Aulus Gabinus presentó un proyecto de ley a la Asamblea de los Pueblos para nombrar al general más famoso de la época, Pompeyo Magnus, más conocido como Pompeyo, para barrer a los piratas de los mares de una vez por todas. Las ramificaciones fueron enormes. Limpiar el Mediterráneo de los piratas facilitaría enormemente la suerte del hombre común. De hecho, los precios en los mercados de Roma cayeron significativamente simplemente en la presentación de este proyecto de ley. Los ciudadanos romanos, la plebe, estaban justo detrás de la idea. Sin embargo, las clases dominantes ricas, los senadores y, en menor medida, los caballeros estaban casi universalmente en contra del proyecto de ley. La única excepción notable fue Julio César. Siempre el populista, apoyó la moción. Fue pasado

Pompeyo ya había disfrutado de una carrera militar muy distinguida. Primero fue nombrado comandante de un ejército a la edad de 24 años, apoyando al lado de Sulla en una guerra civil anterior. Aunque ocasionalmente fue acusado de crueldad, tuvo tanto éxito durante las campañas en Sicilia y en África que fue aclamado "Grande" por Sulla. Incluso pidió y le concedieron una procesión triunfal que no debería haber sido permitida dado su rango juvenil y juvenil. Apenas murió Sila, se avecinó otra guerra civil y Pompeyo se encontró en España, liderando un ejército contra Sertorio. Aunque fue apoyado por un segundo ejército bajo Metelo, fue Pompeyo quien ganó un segundo triunfo. Fue un logro verdaderamente notable.

Los recursos inicialmente propuestos para Pompeyo en esta próxima tarea fueron enormes. Comprendieron unos 200 barcos más remeros, tripulantes de vela y marines que suman un total de más de 40,000 hombres. Le darían 15 legados (comandantes militares), un tesoro ilimitado y poderes ilimitados en todo el Mediterráneo y hasta 7 km (4,5 millas) hacia el interior. Sin embargo, la votación se pospuso por un día y cuando se aprobó la versión modificada final, la Asamblea votó a través de una fuerza aún mayor. Esto consistió en no menos de 500 barcos, 120,000 de infantería y 5000 hombres de caballería, 24 comandantes militares de alto rango y un par de cuestores (magistrados responsables de las finanzas militares). Contra esto, sin embargo, los piratas tenían la reputación de tener 1000 barcos a su disposición y bases grandes y pequeñas en todo el Mediterráneo.
Pompeya contra los piratas del mar 67 aC

Los piratas debían evitar el contacto con elementos militares más poderosos para poder continuar extrayendo el saqueo de puertos y comunidades menos defendidas en el Mediterráneo, mientras que los escuadrones romanos buscaron reunir a los piratas y llevarlos a una justicia muy rudimentaria. Pompeyo eligió dividir el Mediterráneo en áreas discretas y conquistar cada una de ellas, comenzando en el extremo oeste de la costa de España. Esto condujo a los piratas hacia la costa sur de Turquía y el enfrentamiento final ocurrió cerca de Soli, en el sur de Turquía actual. Allí, el asalto de Pompeyo derrotó a los piratas, destruyendo sus fortalezas en el área. Aunque aclamado como una gran victoria del Imperio, no tuvo éxito a largo plazo. Pocos años después, en Sicilia, Anthony y Octavian tuvieron que unirse para combatir al hijo de Pompeyo, que había recurrido a la piratería.

La planificación y la preparación son claves para el éxito de cualquier empresa y las órdenes de Pompey fueron decisivas. El Mediterráneo se dividió en 13 áreas y a cada una se le asignó un comandante y una fuerza apropiada para la amenaza en esa área. Pompeyo mantuvo el control directo sobre una reserva de 60 de sus mejores barcos, casi seguramente quinqueremes con tripulaciones bien entrenadas. Comenzando con las aguas al oeste de Italia, los comandantes locales restringieron los movimientos marítimos de los piratas y los obligaron a desembarcar, donde fueron destruidos. Solo tomó 40 días para limpiar estos mares de la amenaza. Aquellos piratas que escaparon, regresaron a las bases a lo largo de la inhóspita costa de Cilicia en lo que hoy es Turquía.

La mayor amenaza para el éxito de Pompeyo vino del interior de Roma. Los amplios poderes del general eran envidiados y temidos, especialmente por aquellos que más se beneficiaban de la actividad de los piratas. El cónsul Piso, a salvo dentro de las murallas de Roma, llegó a revocar las órdenes de Pompeyo, pagando a algunas de las tripulaciones de los barcos. Mientras la flota de Pompeyo navegaba hacia el sur alrededor del pie de Italia para atacar a los piratas en el Adriático, Pompeyo regresó a Roma. Allí, su amigo y partidario, Gabinius, ya había comenzado el proceso de despedir a Piso de su puesto de cónsul. Esto habría sido una mancha terrible y permanente en el honor y la reputación de su familia. Sin embargo, después de haber recuperado a sus tripulaciones, a Pompeyo se le retiró el proyecto de ley y, por lo tanto, se dejó salir a Piso. Mientras tanto, Roma se había transformado: los mercados estaban llenos de alimentos de todo el Mediterráneo y los precios casi volvían a la normalidad. Desde Roma, Pompeyo se dirigió a Brundisium en la costa este de Italia y se embarcó para Grecia y la parte final de la guerra.

Algunos de los escuadrones piratas más aislados se rindieron a Pompeyo, quien confiscó sus barcos y arrestó a los hombres. No llegó a crucificar a los piratas, la forma normal de ejecución de tal crimen (todos los sobrevivientes de la rebelión de Espartaco habían sido crucificados). Así alentado, una gran cantidad de piratas también enviaron un mensaje de rendición de Creta, donde estaban sentados a un sitio de Metelo. Pompeyo aceptó su rendición y envió a uno de sus propios comandantes, Lucio Octavio, con instrucciones de que nadie debería prestar atención a Metelo, sino solo a Octavio. Mettelus estaba comprensiblemente lívido y continuó el asedio. Octavio, siguiendo las órdenes de Pompeyo, ahora planteó la defensa de la ciudad en nombre de los piratas. Finalmente, la ciudad, y Octavian, se vieron obligados a rendirse. Metelo humilló a su rival frente al ejército reunido antes de enviarlo de regreso a Roma con una pulga en la oreja.

La rehabilitación de Pompeyo funcionó. Alrededor de 20,000 antiguos piratas fueron finalmente asentados en áreas interiores poco pobladas como Dyme en Achea, en la costa norte del Peloponeso, y Soli, en lo que hoy es Turquía. Sin embargo, un cuerpo sustancial de los malhechores ocupó las fortalezas de las montañas de Cilicia con sus familias. La inevitable batalla con los hombres de Pompeyo tuvo lugar en Coracesium en Cilicia en 67 a. Que hubo una batalla y que los piratas la perdieron es todo lo que se sabe. Sin embargo, la victoria de Pompeyo no fue sorprendente. Los hombres entrenados y experimentados del ejército y la armada de Pompeyo, con su equipo adecuado, eran más que un rival para los piratas indisciplinados. Vale la pena registrar que entre los despojos de la guerra después de la última batalla había 90 barcos equipados con carneros de cabeza de bronce.

Pompeya contra los piratas del mar 67 DC

Los piratas debían evitar el contacto con elementos militares más poderosos para poder continuar extrayendo el saqueo de puertos y comunidades menos defendidas en el Mediterráneo, mientras que los escuadrones romanos buscaron reunir a los piratas y llevarlos a una justicia muy rudimentaria. Pompeyo eligió dividir el Mediterráneo en áreas discretas y conquistar cada una de ellas, comenzando en el extremo oeste de la costa de España. Esto condujo a los piratas hacia la costa sur de Turquía y el enfrentamiento final ocurrió cerca de Soli, en el sur de Turquía actual. Allí, el asalto de Pompeyo derrotó a los piratas, destruyendo sus fortalezas en el área. Aunque aclamado como una gran victoria del Imperio, no tuvo éxito a largo plazo. Pocos años después, en Sicilia, Anthony y Octavian tuvieron que unirse para combatir al hijo de Pompeyo, que había recurrido a la piratería.

La planificación y la preparación son claves para el éxito de cualquier empresa y las órdenes de Pompey fueron decisivas. El Mediterráneo se dividió en 13 áreas y a cada una se le asignó un comandante y una fuerza apropiada para la amenaza en esa área. Pompeyo mantuvo el control directo sobre una reserva de 60 de sus mejores barcos, casi seguramente quinqueremes con tripulaciones bien entrenadas. Comenzando con las aguas al oeste de Italia, los comandantes locales restringieron los movimientos marítimos de los piratas y los obligaron a desembarcar, donde fueron destruidos. Solo tomó 40 días para limpiar estos mares de la amenaza. Aquellos piratas que escaparon, regresaron a las bases a lo largo de la inhóspita costa de Cilicia en lo que hoy es Turquía.

La mayor amenaza para el éxito de Pompeyo vino del interior de Roma. Los amplios poderes del general eran envidiados y temidos, especialmente por aquellos que más se beneficiaban de la actividad de los piratas. El cónsul Piso, a salvo dentro de las murallas de Roma, llegó a revocar las órdenes de Pompeyo, pagando a algunas de las tripulaciones de los barcos. Mientras la flota de Pompeyo navegaba hacia el sur alrededor del pie de Italia para atacar a los piratas en el Adriático, Pompeyo regresó a Roma. Allí, su amigo y partidario, Gabinius, ya había comenzado el proceso de despedir a Piso de su puesto de cónsul. Esto habría sido una mancha terrible y permanente en el honor y la reputación de su familia. Sin embargo, después de haber recuperado a sus tripulaciones, a Pompeyo se le retiró el proyecto de ley y, por lo tanto, se dejó salir a Piso. Mientras tanto, Roma se había transformado: los mercados estaban llenos de alimentos de todo el Mediterráneo y los precios casi volvían a la normalidad. Desde Roma, Pompeyo se dirigió a Brundisium en la costa este de Italia y se embarcó para Grecia y la parte final de la guerra.

Algunos de los escuadrones piratas más aislados se rindieron a Pompeyo, quien confiscó sus barcos y arrestó a los hombres. No llegó a crucificar a los piratas, la forma normal de ejecución de tal crimen (todos los sobrevivientes de la rebelión de Espartaco habían sido crucificados). Así alentado, una gran cantidad de piratas también enviaron un mensaje de rendición de Creta, donde estaban sentados a un sitio de Metelo. Pompeyo aceptó su rendición y envió a uno de sus propios comandantes, Lucio Octavio, con instrucciones de que nadie debería prestar atención a Metelo, sino solo a Octavio. Mettelus estaba comprensiblemente lívido y continuó el asedio. Octavio, siguiendo las órdenes de Pompeyo, ahora planteó la defensa de la ciudad en nombre de los piratas. Finalmente, la ciudad, y Octavian, se vieron obligados a rendirse. Metelo humilló a su rival frente al ejército reunido antes de enviarlo de regreso a Roma con una pulga en la oreja.

La rehabilitación de Pompeyo funcionó. Alrededor de 20,000 antiguos piratas fueron finalmente asentados en áreas interiores poco pobladas como Dyme en Achea, en la costa norte del Peloponeso, y Soli, en lo que hoy es Turquía. Sin embargo, un cuerpo sustancial de los malhechores ocupó las fortalezas de las montañas de Cilicia con sus familias. La inevitable batalla con los hombres de Pompeyo tuvo lugar en Coracesium en Cilicia en 67 a. Que hubo una batalla y que los piratas la perdieron es todo lo que se sabe. Sin embargo, la victoria de Pompeyo no fue sorprendente. Los hombres entrenados y experimentados del ejército y la armada de Pompeyo, con su equipo adecuado, eran más que un rival para los piratas indisciplinados. Vale la pena registrar que entre los despojos de la guerra después de la última batalla había 90 barcos equipados con carneros de cabeza de bronce.

viernes, 18 de enero de 2019

Guerras bárbaras de la US Navy: El asalto a Quallah Battoo

Luchando piratas en Quallah Battoo


Weapons and Warfare



Artista de Quallah Battoo: Coronel Charles H. Waterhouse, USMCR

A menos de diez grados al norte del ecuador, en la isla de Sumatra, se encuentra la rica región de cultivo de pimiento de Acheh. A partir de la década de 1790, los barcos comerciales de Nueva Inglaterra se detendrían a lo largo de la costa occidental de la isla para intercambiar plata española por la especia, necesaria no solo para condimentar y conservar alimentos, sino también para el lucrativo comercio transatlántico con Europa.

Los barcos estadounidenses, basados ​​principalmente en Salem, habían realizado casi mil viajes que llevaban 370 millones de libras de pimienta por valor de 17 millones de dólares al por mayor, casi la mitad de la pimienta producida en Acheh durante este período. Una libra de pimienta luego se vendió por $ 13.

Los barcos estadounidenses eran más rápidos, y a los holandeses y británicos no les gustaba su competencia en este lucrativo negocio. Ellos presionaron al sultán de Acheh, Muhammed Shaw, para detener a los barcos estadounidenses en violación de las leyes comerciales. Los británicos llegaron al extremo de tratar de excluir por completo el comercio estadounidense de Acheh. No está claro cuánto de la piratería en los barcos estadounidenses fue un robo puro y qué tanto fue influenciado por los juegos de poder coloniales de ese período.

En enero de 1831, uno de estos buques mercantes estadounidenses, la Amistad, echó el ancla de la ciudad de Quallah Battoo en Sumatra para enfrentar una carga de pimienta. Una banda de piratas malayos en tres proas, o barcos, abordaron la Amistad, asesinaron a gran parte de la tripulación, saquearon el cargamento y llevaron el barco a tierra. Su saqueo incluía cuatro cofres de opio que se usaban en medicina y 18,000 dólares españoles.

Las flotas piratas malayas a lo largo del estrecho de Malaka fueron consideradas los "vikingos del este". Sus proas eran de 50 pies de largo, rápidas y ágiles, con remos y velas ligeras, y estaban armadas con cañones giratorios montados en mamparos. Los piratas, vestidos de escarlata y cota de malla, blandieron krises, una espada con una hoja ondulada, espadas de dos manos y candeleros. Eran famosos por asesinar a cada alma a bordo, o por vender a los pocos sobrevivientes a la esclavitud.

El capitán de la amistad, Charles Endicott, había estado en tierra durante el ataque. Cuando presentó una queja al jefe local, Mahomet, el insulto se agregó a la lesión de Mahomet y luego puso un precio a la cabeza del Capitán y sus oficiales. Con la ayuda de un amigable jefe nativo, Po Adam, Endicott contó con la ayuda de otros tres capitanes mercantes que aceptaron ayudarlo a recuperar su embarcación. Aunque el barco fue recapturado y devuelto, sus dueños enviaron una vigorosa protesta al presidente Andrew Jackson exigiendo retribución.

El presidente Jackson declaró que se había cometido una "indignación audaz" en los mares de las Indias Orientales que involucraban el "saqueo" de uno de sus mercaderes comprometidos en el comercio de pimienta en un puerto de Sumatra. Al parecer, no había espacio para la acción diplomática, ya que Jackson creía que “los perpetradores piratas pertenecían a tribus en un estado de la sociedad tal que no se puede seguir el procedimiento habitual entre las naciones civilizadas. "Envié de inmediato una fragata con órdenes de exigir satisfacción inmediata por la lesión y la indemnización a los enfermos".

En Nueva York, la fragata Potomac, equipada con cuarenta y dos cañones de 32 libras, estaba amañada y lista para navegar hacia la expedición punitiva. La fragata tenía órdenes de "infligir castigo" y llevaba un destacamento de marines y tres destacamentos de marinos bajo el Comodoro Downes para castigar a los nativos por su traición.

Originalmente bajo las órdenes de proceder a China a través del Cabo de Hornos y el Pacífico, la ruta del Potomac se cambió al Cabo de Buena Esperanza y al Océano Índico como resultado de la protesta de los propietarios de la Amistad y la protesta del público en general. El 5 de febrero, después de navegar durante cinco meses, el Potomac, disfrazado de un hombre de las Indias Orientales Danesas, se encontraba a cinco millas de Quallah Battoo.

A las 2 a.m. del día siguiente, 282 infantes de marina y marineros se embarcaron en los barcos del barco y se lanzaron a la playa para atacar. Divididos en grupos, los hombres fueron asignados a cada uno de los cuatro fuertes que custodiaban la ciudad. Al amanecer, la columna dirigida por los tenientes marinos Alvin Edson y George Terrett avanzó. Los marines que se dirigen a Tuko de Lima se encuentran en la jungla detrás de la ciudad.

A los pocos minutos del acercamiento de la Marina, los malayos fueron alertados y la lucha se intensificó. El enemigo se enfrentó a los marines con cañones, mosquetes y trabucos (escopetas tempranas). Adelantándose, la "disciplina superior y el ardor de los marines parecían compensar completamente su falta de números". Rompieron las paredes exteriores, volaron la puerta de la estacada y capturaron el fuerte. Edson, con una pequeña guardia, atravesó la ciudad para unirse al ataque en el fuerte restante.

Mientras el humo de las otras fortalezas flotaba sobre nosotros, Edson, sus marines y un destacamento de marineros se estrellaron contra las paredes de bambú del fuerte de Duramond y se enfrentaron a los malayos que manejaban kris. Vestido con su uniforme azul, el teniente Edson paró la estocada de un defensor con su espada Mameluke, mientras que un marine a su lado paró con su bayoneta. En este combate cuerpo a cuerpo con los marines, los malayos lucharon hasta la muerte. En cuestión de minutos, la fortaleza fue tomada, con solo unos pocos malayos para huir a la jungla.

Con las fortalezas desmanteladas, la ciudad en llamas, algunos malayos escondidos en la jungla y el oleaje en alza, los marines y los marineros fueron retirados del mercado. Más de 150 piratas malayos, incluido Mahomet, fueron asesinados, con los estadounidenses sufriendo solo un marinero y dos infantes de marina muertos y 11 heridos.

Este ataque exitoso disuadirá a los malayos y otros de agresiones similares durante bastante tiempo. Además de su habilidad con el acero frío, los estadounidenses habían salido victoriosos debido a su cañón de largo alcance y calibre ligero y su capacidad para lanzar disparos rápidos con rifles.

Al amparo de una guardia marina, los barcos se embarcaron para el Potomac. Más tarde en el día, todas las manos se reunieron en cubierta para presenciar el entierro de sus tres compañeros de barco muertos en el ataque.

Otros rajas de estados cercanos enviaron delegaciones al barco alegando que Downes les ahorra el mismo destino que habían sufrido en Quallah Battoo. Downes les informó que si algún barco estadounidense fuera atacado nuevamente, se daría el mismo tratamiento a los perpetradores.

A la mañana siguiente, el Potomac se movió a una milla de Quallah Battoo, agotó su largo cañón de 32 libras y bombardeó la ciudad, matando a otros 300 nativos antes de zarpar y dirigirse hacia el mar. Esta fue la primera intervención militar oficial de los Estados Unidos en Asia. Esta fue la segunda vez, después de Trípoli, que los marines fueron convocados para proteger a las empresas estadounidenses y tomar represalias por el asesinato de ciudadanos estadounidenses.

Es interesante observar que 180 años después, las fuerzas estadounidenses están nuevamente comprometidas en situaciones similares con los piratas de hoy en día frente a las costas de Somalia.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Segunda guerra holando-británica y el rol de Escocia

Guerra contra los holandeses

Weapons and Warfare



Bruce Von Stetina - "El segundo día de la batalla de cuatro días de 1666" Batalla de la segunda guerra angloholandesa.

La consecuencia para Escocia de su participación en las Guerras Civiles fue una década de ocupación de los cromwellianos, un yugo que no se levantó hasta la Restauración de Carlos II en 1660. Los corsarios escoceses no estaban fuera del negocio, simplemente estaban descansando; El estallido de la Segunda Guerra Holandesa en marzo de 1665 fue para anunciar el comienzo de una verdadera edad de oro del saqueo. Los preparativos se habían iniciado en el otoño anterior, a medida que aumentaban las tensiones y se reclutaba a unos 500 escoceses para el servicio naval, muchos de los cuales perdieron la vida cuando Londres estalló en Gravesend. Desde el principio, los asaltantes holandeses estuvieron activos en el Mar del Norte y restringieron severamente la libre circulación de comerciantes. Se estableció una guarnición en Shetland para vigilar el Sound of Bressay, que ahora asume un mayor valor estratégico con la Royal Navy al mando de las rutas del Canal. A medida que se profundizaron las hostilidades, los corsarios escoceses, instigados por un enfoque "flexible" de las cortes del Almirantazgo, disfrutaron de una bonanza. Leith estaba llena de premios. Las "lanchas flotantes" holandesas, los "hukers" y los mercaderes holandeses, los antiguos cazaban en las rutas marítimas de Noruega, donde cargaban con madera.

Una de las "estrellas" en ascenso de la industria del corsario fue William Hamilton de Dundee, maestro de los Rothes de 22 armas. Recogió no menos de 22 premios, el más valioso de los cuales, Charity, cargado de pieles, obtuvo unos £ 4,000 escoceses, una suma muy apreciable. Irónicamente, el brote de peste que afectó a Londres en los últimos meses de 1665 y cerró el puerto, vinculado a una peste similar que se extendió por Flandes, agudizó el hambre de los dueños y amos escoceses. Hamilton comenzó su primer crucero en marzo de 1666 y disfrutó de una serie de éxitos inmediatos. Su segundo crucero comenzó en junio, cuando consiguió diez premios más, incluida la recuperación de una fragata escocesa Morton de Wemyss, que el enemigo había tomado anteriormente. A fines de junio o principios de julio, Rothes estaba navegando como parte de un escuadrón de cuatro escoceses y se involucró en una acción brusca contra una flotilla holandesa superior, cuatro de los cuales fueron capturados y el resto fue visto con pérdidas. Hamilton fue reportado muerto pero, de hecho, sobrevivió. Muy agraviado por las depredaciones de los escoceses, los holandeses enviaron a tres hombres de guerra para bloquear el Forth. Hamilton se unió a John Brown de Leith y John Aitchison de Pittenweem, cuando se embarcó para montar un desafío. Se produjo una acción más enérgica y, aunque los corsarios escoceses dieron buena cuenta de sí mismos, los holandeses demostraron ser demasiado fuertes para vencerlos.

Esto fue solo un comienzo. Los holandeses se vieron gravemente afectados por la audacia de los corsarios y su comercio se vio muy afectado. En consecuencia, el 29/30 de abril de 1667 montaron una redada en vigor contra el Forth. Una veintena de velas entraron en Leith Road la noche del 30; tres hombres de guerra ingleses estaban a menos de dos millas, pero permanecieron inactivos ". . . Los capitanes están penosamente borrachos. . . 'Burntisland fue bombardeado, pero los fuertes respondieron con un fuerte fuego y los atacantes no pudieron obtener ninguna ventaja. Los locales volaron a las armas y surgió el regimiento de Dalziell. Los magistrados de Leith hundieron uno de los premios de Hamilton como un barco de bloque y montaron armas, suficientes para frustrar el intento del enemigo de enviar una nave de fuego. Los atacantes no lograron nada y, a principios de mayo, Hamilton estaba de nuevo activo, eliminando un buque de guerra de 30 cañones. Rothes no fue de ninguna manera el único corsario activo. Gideon Murray, quien fue el capitán del

Thistle of Leith, de 16 cañones, obtuvo 17 premios; John Brown, también de Leith con Lamb (16 cañones), anotó hasta diez. Otros que lograron capturas notables fueron James Bennet (Barbara), William Gedd (Good Fortune), James Alexander (Lesley), George Cheyne y Andrew Smeaton.

Tan pronto como partieron los holandeses, se produjo una nueva alarma, el 29 de mayo, cuando el sonido de los disparos navales disparó la alarma y los ciudadanos de Leith se apresuraron nuevamente a las armas, se hundió una nueva nave de bloqueo y las armas fueron tripuladas. Afortunadamente, este fue un pánico totalmente falso. Los recién llegados eran un escuadrón inglés bajo el mando de Sir Jeremy Smith, que descargaron su artillería para mantener la estación en la niebla. Las naves de Smith ya se habían encontrado con un convoy enemigo y se habían llevado 14 premios y seguían aumentando su puntuación de la manera más impresionante. El auge en la construcción de buques de guerra trajo un beneficio adicional, creando un mercado para la madera. El omnipresente Pett compró pino del norte de Escocia, y un empresario emprendedor de Edimburgo, Patrick Lyell, se estableció como corredor de la madera y los cordajes tomados como carga de premio. Cuando el Tratado de Breda, sellado el 21 de julio de 1667, puso fin a las hostilidades, se terminó la bonanza, pero los corsarios escoceses traían premios hasta prácticamente el momento de la firma. El Capitán Archer del Joseph de 6 cañones de Newcastle upon Tyne, que viajaba bajo una comisión escocesa, trajo una serie de grandes premios, ¡y el Capitán Wood de Berwick anotó ocho!

La paz resultó ser un interludio. La rivalidad entre Inglaterra y las Provincias Unidas era demasiado convincente. En abril de 1672, los tambores sonaban de nuevo, y el rey necesitaba marineros escoceses una vez más. El duque de Lennox, en su calidad de almirante de Escocia, estaba facultado para emitir cartas de marca. No había escasez de compradores y, dentro de una semana, se estaban habilitando una cantidad de alcaparras. Tan popular era la noción de corsario que muchos marineros de Newcastle se apresuraban al norte para buscar comisiones fuera de Escocia. Sobrevive un registro fascinante, que detalla la adquisición y el equipamiento de Lyon, de Dundee, capitaneado por Thomas Lyell y con el Conde de Kinghorn como principal accionista. La compraron en Leith por unas £ 2,700. Cinco de sus grandes armas fueron compradas por una suma adicional de £ 496, y los propietarios incurrieron en el gasto adicional de acondicionamiento, nuevas velas de lona y tachuelas, aparejos y cordeles, un nuevo barco y reparaciones de la bomba. Se tuvo que contratar una tripulación y los víveres: carne de res, cerdo, galletas, pescado seco, cerveza y sal. El capitán disfrutó de algunos suministros adicionales de licor y tabaco. El artillero maestro, sus necesidades más prácticas, necesitaba pólvora y tiro, papel para cartuchos, esponjas, un nuevo cucharón de cobre. También se compraron pistolas giratorias y una cantidad de armas pequeñas. Los costos totales superaron los £ 6,000 escoceses, un desembolso sustancial, y Lyon no partió en su primer crucero hasta el 10 de junio.
Como inversión, pronto demostró su valía y regresó con dos preciosos premios, motivo de cierta celebración, a pesar de que los asuntos tortuosos y costosos de los procedimientos judiciales se avecinaban. La guerra fue el presagio de una cosecha madura para la corte del Almirantazgo, y Susan Mowat calcula que los rendimientos durante 1672 fueron realmente atractivos, con el Juez Almirante recogiendo unos £ 12,000 escoceses, un dividendo muy aceptable para uno que no se había aventurado ni de cuello ni ¡bolso! Para los propietarios de Lyon, su segundo crucero, que comenzó el 11 de septiembre, fue sustancialmente menos gratificante. Ella había sufrido algunos daños menores en su viaje inicial, pero ahora estaba atravesada por la tormenta y encallada en la costa de Escandinavia. Su rescate y reparación fueron prolongados, y finalmente llegó cojeando a su casa sin nada que mostrar para su crucero, aparte de los costos significativos. Fue vendida en el curso del verano siguiente con una pérdida considerable. El corsario fue, en todos los sentidos, una empresa de alto riesgo.

Otro inversionista en este juego de altas apuestas fue el mismo Lennox. El Lord Almirante era dueño de su propia fragata, Speedwell, y su capitán era el experimentado Richard Borthwick, uno que había aprendido su oficio en el conflicto anterior. Somos afortunados en que una cantidad de su teniente, la correspondencia de Charles Whittington, sobrevive. Speedwell zarpó de Harwich el 27 de abril, navegando con otra fragata, Portland. El duque de Lennox estaba a bordo del otro barco, pero los barcos pronto se separaron y Speedwell dio caza a una flotilla de botes. Como registra Whittington:

Nos separamos de ellos en el extremo este del Dogger [Banco], persiguiendo a un dogger en la noche, y a la mañana siguiente vimos remolcar grandes botes, que perdimos en la niebla. Al día siguiente vimos diez botes voladores desde St. Tuball, los cuales perseguimos hasta el jueves, viernes y sábado, y tomamos seis. . .

Este fue un comienzo muy alentador; Mientras navegaba desde Leith en junio, la fragata se llevó dos premios más. A fines del verano, estaba activa frente a la costa holandesa, tomando un banco de embarcaciones pequeñas y llevando a otros a tierra. Esto fue después de que ella causó un poco de molestia en Newcastle, donde su pandilla de prensa había estado activa. A pesar de que golpeó la costa holandesa, causó mucha alarma y provocó la furia impotente de la milicia, el empeoramiento del clima y la presencia de varios hombres de guerra holandeses le negaron capturas valiosas. Speedwell emprendió un nuevo crucero en el otoño, sufriendo mucho por el mal tiempo, como reflejan las cartas de Whittington. Mientras golpeaba las duras aguas del Mar del Norte, perdió a su dueño. Lennox se había caído por la borda y se había ahogado. El tiempo de Speedwell como corsario escocés estaba por terminar. La muerte del duque causó una pausa, ya que las comisiones que había emitido ahora habían caducado y tuvieron que ser validadas temporalmente por el Lord Canciller. En marzo de 1673, el hermano del rey, James, duque de York, el futuro James II, fue nombrado Alto Almirante, aunque esto no despejó de inmediato el retraso. Los días de Halcyon estaban llegando a su fin. Se tomaron muchos premios, pero la facilidad de acomodación de la ley escocesa se había ajustado para reflejar el examen más detenido de la práctica inglesa. Más y más casos fueron "manchados": los capitanes no lograron establecer su caso y los buques capturados no recibieron premios legales.

Si los corsarios, a fines del siglo xvn, estaban disfrutando de una especie de auge comercial, el resto del país no. Los tiempos eran difíciles; Escocia seguía siendo una pequeña nación en los márgenes de Europa. La restauración y la amenaza a la independencia religiosa habían provocado una reacción de los miembros más extremistas de Kirk. En primer lugar, el abortivo Pentland Rising de 1666, luego la serie de disturbios y represión centrada en el sudoeste y conocida como "el momento de la muerte". Después de los nuevos trastornos políticos de la "Revolución Gloriosa", con una economía más pequeña y exportaciones limitadas, las desventajas exacerbadas por una serie de malas cosechas en la década de 1690, prevaleció un clima de recesión e incertidumbre en Escocia. Incluso los corsarios encontraron la guerra con Francia después de 1689 no mucho para su gusto. Algunos premios se tendrían en la costa oeste, pero los días de gloria habían desaparecido. Una de las soluciones propuestas fue la defendida por William Paterson, fundador del Banco de Inglaterra: la creación de una colonia comercial en el istmo de Panamá.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Piratas: Black Bart, el puritano abstemio

Black Bart, el único abstemio conocido en el mundo de la piratería


Javier Sanz — Historias de la Historia



Bartholomew Roberts, también conocido como Black Bart, como muchos otros piratas nació en Gales, sin embargo poco más tenía en común con ellos. Tras servir como marino de un navío esclavista, se pasó a la tripulación de Howel Davis, el pirata que los capturó y del que heredaría su tripulación tras su muerte. Una vez convertido en capitán, empezó a distinguirse entre los de su calaña por su espíritu puritano. Era bien conocido, sobre todo, por no beber alcohol, solo té, y aunque intentó transmitir esta costumbre a sus compañeros de correrías, le fue imposible convirtiéndose en el único abstemio conocido del mundo de la piratería. Además, trataba con corrección a las mujeres y nunca forzó a ningún hombre a que se uniera a su tripulación.

Su carácter y su forma de pensar, claros derivados del puritanismo, no encajaban con su forma de vida ostentosa y lujosa. Era amante de las telas caras, la pedrería, las flores, las plumas y las sedas, así como de las armas trabajadas y relucientes. Por ello no es de extrañar que cuando, entre los tesoros de una presa, se encontró una gran cruz de diamantes destinada al rey de Portugal, se la guardara para lucirla en las grandes ocasiones, como en grandes batallas. Sería en estas situaciones cuando aparecía en cubierta ataviado con sus mejores galas, luciendo la cruz y un enorme sombrero con plumas, incluso su último deseo, que fue respetado por su tripulación, fue que si moría en combate se le vistiera con sus ropajes favoritas y se arrojara su cuerpo el mar. Y así se hizo en febrero de 1722 frente a las costas de África Occidental, cuando su cuerpo se hundió vestido de púrpura y encajes.



Black Bart

Es indudable que su aspecto era más parecido al de un gentleman de la época que la de un pirata perseguido por las autoridades de diversos países y colonias. Fue por este motivo que, en el apogeo de su carrera, Roberts mandó confeccionar la bandera por la que se le identificaría. De fondo negro, en la bandera aparecía su figura armada con una espada y con cada uno de sus pies sobre una calavera, bajo las cuales se podían leer las letras A.B.H. y A.M.H., las siglas de “A Barbadian’s Head” y “A Martinican’s Head“, una referencia directa a los gobernadores de Barbados y Martinica que habían pretendido capturarle.



Pero por lo que realmente Roberts pasaría a la historia, si pasamos por alto el hecho de que se le atribuyen más de cuatrocientas capturas, es por el código de conducta que instauró en su tripulación, siendo este lo más parecido a unas leyes piratas. En este sentido, debemos tener en cuenta que no fue el único capitán en marcar unas normas internas, sin embargo las suyas fueron las más curiosas y populares, ya que además las hacía cumplir a rajatabla y estaban elaboradas desde su peculiar punto de vista de ver la vida, que chocaba diametralmente con su lema: “una vida corta y alegre” (al estilo de “Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver” de James Dean). Escritas tras una deserción en masa en 1721, estas normas han llegado hasta el día de hoy gracias a la obra Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas, publicada originalmente en 1724 con la firma del Capitán Charles Johnson:


I. Cada hombre tiene un voto en todos los asuntos que se traten. Todos tendrán acceso a las provisiones y licores, y podrán consumirlas a su antojo excepto que la escasez haga necesario su racionamiento por el bien de todos.

II. Todo hombre será llamado por turnos, según la lista, al reparto del botín independientemente de su participación y se le permitirá cambiarse de ropa para la ocasión. Si alguien defrauda al resto por valor mayor a un dólar de plata (real de a ocho español), será abandonado a su suerte en el mar como castigo. Si el robo fuese entre miembros de la tripulación, esta se contentará con cortar las orejas y la nariz al culpable y lo desembarcará en tierra, no en lugar deshabitado pero sí en algún sitio donde seguro encontrará adversidades.

III. Nadie jugará a las cartas o dados por dinero.

IV. Las luces y velas se apagarán a las 8 de la noche; si después de esa hora algún miembro de la tripulación quiere seguir bebiendo, podrá hacerlo solo en cubierta y sin luz.

V. Todos deben mantener sus armas, pistolas y sables limpios y listos para la acción.

VI. No se permiten niños ni mujeres a bordo. Si alguien subiese al barco a una mujer disfrazada, sufrirá la muerte.

VII. En batalla, la deserción será castigada con la muerte o el abandono a su suerte en una isla desierta.

VIII. No se permiten las peleas a bordo. Las disputas se resolverán en tierra, con la espada o a pistola, y será declarado vencedor el que haga la primera sangre.

IX. Si algún miembro de la tripulación perdiera una extremidad o quedara impedido, se le darán 800 dólares de plata del inventario común; por heridas menores, en proporción a su gravedad.

X. El capitán y su segundo recibirán dos partes del botín; el maestre, contramaestre y cañonero una parte y media, y el resto de los oficiales, una parte y un cuarto.

XI. Los músicos tendrán descanso el sábado pero no los otros seis días y noches, a no ser por concesión extraordinaria.

Colaboración de Francesc Marí Company