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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Chile: El incidente del Baltimore

La crisis del Baltimore





El Caso Baltimore fue un incidente diplomático entre Chile y Estados Unidos en 1891, desencadenado por una pelea en Valparaíso entre marineros estadounidenses del USS Baltimore y ciudadanos chilenos, resultando en la muerte de dos marineros estadounidenses. Este incidente ocurrió en un contexto de tensas relaciones bilaterales tras la Guerra Civil chilena.

Génesis del Incidente

El 16 de octubre de 1891, el capitán del USS Baltimore permitió a sus marineros desembarcar en Valparaíso. Bajo los efectos del alcohol, los marineros se involucraron en una pelea con obreros chilenos en el bar True Blue, lo que resultó en la muerte de dos marineros estadounidenses y varios heridos. La policía chilena arrestó a numerosos marineros estadounidenses y chilenos. La versión estadounidense, impulsada por el embajador Patrick Egan, alegaba que el ataque fue premeditado y que la policía chilena no protegió a los marineros.

Escalada del Conflicto

El gobierno estadounidense exigió disculpas y una indemnización, calificando el incidente como un acto de hostilidad. Chile defendió que el incidente fue una pelea común y prometió una investigación judicial imparcial. Las tensiones aumentaron cuando el Secretario de Estado estadounidense, William F. Wharton, envió un ultimátum a Chile, exigiendo disculpas inmediatas y advirtiendo de una posible ruptura de relaciones diplomáticas.

Intervención Argentina

En un momento crítico, el canciller argentino, Estanislao Zeballos, ofreció apoyo logístico y moral a Estados Unidos para una posible invasión a Chile, proponiendo incluso el uso de territorio argentino para las tropas estadounidenses. Esta propuesta fue vista como una traición por parte de Chile y ha sido objeto de análisis y críticas en ambos países.

Resolución

El gobierno chileno, buscando evitar un conflicto mayor, decidió disculparse y aceptar la mediación estadounidense. También accedió a pagar una indemnización de $75,000 a las familias de los marineros fallecidos. Esta transigencia permitió la resolución diplomática del conflicto.

Análisis

El incidente Baltimore mostró la capacidad de Estados Unidos para imponer su voluntad en América Latina y marcó un precedente para futuras intervenciones, como la Guerra Hispano-Estadounidense en 1898. Para Chile, fue un recordatorio de la necesidad de manejar cuidadosamente sus relaciones internacionales, especialmente con potencias extranjeras.

Este incidente resaltó las tensiones en el hemisferio occidental y las complejidades de las relaciones diplomáticas durante el siglo XIX, especialmente en un contexto de reciente independencia y reconfiguración política en América Latina.

Puedes encontrar más detalles en el artículo de Wikipedia: Caso Baltimore.

El mejor libro al respecto es:

Sanz, Luis Santiago (1998), El caso Baltimore: Una contribución al esclarecimiento de la actitud argentina, Instituto de Publicaciones Navales.  ISBN: 950-899-011-2

domingo, 3 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: Más que diplomacia

 

El conflicto del Beagle. Cuando la diplomacia sola no alcanza

El acuerdo logrado en el diferendo sobre las posesiones marítimas en el entorno del canal de Beagle atravesó previamente un difícil proceso donde estuvieron en juego, como última ratio, las capacidades de los aparatos defensivos de cada país en apoyo de su diplomacia.

El Tratado de Límites entre Chile y la Argentina suscripto en 1881 decía: “Pertenecerán a Chile todas las islas al Sur del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos y las que haya al Occidente de la Tierra del Fuego”. La dificultad de interpretación de algo que parece tan claro fue acordar cuál era la traza del canal de Beagle. En los primeros años luego de aquel tratado, la Argentina reconoció en su cartografía que el canal de Beagle corría por el norte de las islas Picton, Nueva y Lennox. O sea que reconocía su pertenencia a Chile. Sin embargo, cuando se estudiaron las profundidades se observó que el canal giraba hacia el sur de las islas, dejándolas en la Argentina.

"El primer tratado de límites entre la Argentina y Chile data de 1881"

Los gobiernos de ambos países intentaron resolver esta cuestión. En 1960, los presidentes Arturo Frondizi y Jorge Alessandri firmaron un protocolo de arbitraje por la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Debido a resistencias en ambos países, el proceso se detuvo. Hubo otros dos intentos infructuosos, en 1964 y 1967, hasta que en julio de 1971 los presidentes Alejandro Lanusse y Salvador Allende suscribieron el Acuerdo sobre Arbitraje. Se solicitaba solo la determinación del límite en el canal Beagle y la adjudicación, a un país o al otro, de las islas Picton, Nueva y Lennox e islotes adyacentes. Se designó un tribunal arbitral de cinco jueces de la Corte Internacional de Justicia.

El laudo del 2 de mayo de 1977 dictaminó que las islas Picton, Nueva y Lennox, así como los islotes adyacentes, pertenecerían a Chile, mientras las islas Gable y Becasses fueron otorgadas a la Argentina. El Canal de Beagle quedó definido hasta su extremo Este al tocar el océano Atlántico. A ese punto se le dio la denominación XX. Los responsables del gobierno argentino no imaginaron las consecuencias que podía tener el resultado de ese arbitraje sobre la proyección marítima. Hasta entonces la aceptada posesión chilena de las demás islas ubicadas al Sur de las tres en conflicto, no había motivado reclamos de Chile por su proyección sobre el Atlántico. Pero tras el laudo, el gobierno chileno definió y aprobó por ley las denominadas Líneas de base rectas, que unían los puntos periféricos en torno al archipiélago hasta el Cabo de Hornos. En base a ellas y a partir del punto XX, Chile delimitó su área marítima económica exclusiva. Desde ese punto trazaba una línea recta equidistante de las costas de ambos países en dirección Sudeste hasta las 200 millas y luego hacia el Sur, manteniendo esa distancia de las líneas de base rectas. Alegaba aplicar las normas del derecho internacional y determinaba así un amplio triángulo marítimo en el Atlántico que quedaría en posesión de Chile. La Argentina perdería su proyección antártica y debería atravesar aguas chilenas en cualquier derrotero marítimo hacia el Sur.

Soberanía marítima

Si bien ambos países en 1971 se habían comprometido formalmente a respetar el laudo, el gobierno argentino expresó de inmediato reservas a la decisión arbitral. Se trataba de un caso en donde se ponían en juego cuestiones de soberanía marítima de la mayor importancia. Su aceptación tendría un alto costo, aunque también lo tuviera la ruptura de un compromiso internacional formalmente asumido. La Argentina podía alegar que cuando se firmó el Tratado de Límites en 1881 solo se reconocía jurisdicción marítima hasta las dos millas y que por lo tanto la cesión de las islas al Sur del Beagle no generaban derechos marítimos significativos. También se apoyaba en el principio bioceánico “Chile en el Pacífico, Argentina en el Atlántico”, establecido como complemento en el Protocolo 1893 para precisar los límites en el sector continental.

"La negociación se encauzó con el invalorable aporte del cardenal Samoré"

El gobierno argentino adelantó su rechazo a la sentencia arbitral y su disposición a iniciar una negociación política. El gobierno chileno accedió a realizar una reunión para escuchar los puntos de vista. Se realizaron dos encuentros, el primero en Buenos Aires y el segundo en Santiago de Chile. La delegación argentina estaba conducida por el general Osiris Villegas y la chilena por el ex canciller Julio Philippi. Quien suscribe esta nota formó parte de la delegación argentina. No se logró ningún acuerdo. La posición chilena era la de respetar el laudo y atenerse a las reglas del derecho internacional.


El cardenal Samoré en su reunión con Videla, en 1979

La segunda reunión, en julio de 1977, comenzó con un saludo amigable de Philippi: “Don Osiris, es un gran gusto recibirlos, pero no hay nada que tratar. Las normas del derecho internacional y los compromisos que ambos países hemos tomado lo resuelven todo. Les propongo que comamos un buen asado”. El general Villegas respondió: “No coincidimos. Hay un problema y si estamos aquí es porque consideramos que debemos encontrar una solución política”.

Las reuniones fracasaron. En la delegación argentina participaba el ex embajador en Chile Manuel Malbrán, que indagaba internamente cómo no salirse de una solución jurídica. Sin embargo, ese camino no parecía factible sin recurrir a una voluntad argentina de mantener con firmeza la preservación de las aguas australes que nunca antes habían sido reclamadas por Chile ni puestas a arbitraje.

A fines de 1977 se reunieron los cancilleres de ambos países, Oscar Montes y Patricio Carvajal, sin llegar a un acuerdo. El 19 de enero de 1978 se realizó una primera reunión en Mendoza entre los presidentes Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet. Este último preguntó hasta donde estaría la Argentina dispuesta a defender su posición. Videla respondió que hasta donde fuera necesario. Pocos días después, el 25 de enero de 1978, el gobierno argentino declaró la nulidad del laudo, mientras Chile mantenía su posición de darlo por válido y sostener sus efectos jurídicos respecto de las proyecciones marítimas. Una segunda reunión de los presidentes en Puerto Montt definió un proceso de negociación en dos etapas que se extendería durante todo 1978. Para eso se constituyó la Comisión mixta N° 2, conducida por el general Ricardo Etcheverry Boneo, por la Argentina, y Francisco Orrego por Chile.

La voluntad argentina del uso de su potencial militar se manifestó durante ese año mediante declaraciones y hechos concretos protagonizados por altos oficiales y unidades de las Fuerzas Armadas. Emergieron “halcones” que podían forzar acciones militares en caso que no se alcanzase un acuerdo que evitara una pérdida tan importante de mar argentino. También había “palomas”. La preminencia de unos u otros era permanentemente indagada por la inteligencia chilena. La evaluación de sus negociadores sobre el predominio de los halcones sobre las palomas era determinante del avance o del retroceso en el logro de un acuerdo aceptable para la Argentina. Entonces el potencial militar argentino conservaba una capacidad que en un enfrentamiento no aseguraba a Chile y tampoco a la Argentina evitar graves consecuencias humanas y materiales.

Sin acuerdo

Las negociaciones no alcanzaron un acuerdo en el plazo establecido. La representación argentina aspiraba a tener mojones en las islas atlánticas periféricas para asegurar sin riesgo futuro su proyección marítima. La delegación chilena se había fijado como límite el reconocimiento de su soberanía íntegra en todas las islas, de acuerdo con el Tratado de 1881 y pretendía la proyección marítima.


Dante Caputo durante su debate con Saadi. DYN

La ausencia de un acuerdo puso a los dos países en la antesala del uso de sus fuerzas armadas en los días previos a la Navidad de 1978. Hubo movilización de fuerzas. En conciencia, las cúpulas de ambas partes entendían que cualquier acción bélica podría tener consecuencias que nadie deseaba.

Con el conflicto bélico en sus inicios se produjo la intervención papal. Juan Pablo II ofreció su mediación. Tres meses antes, el 20 de septiembre de 1978, había enviado una carta autógrafa a los episcopados de ambos países pidiéndoles intervenir para evitar un enfrentamiento bélico. Los canales operaron rápidamente en ambos sentidos. Los dos gobiernos aceptaron la mediación papal y desistieron de cualquier acción militar. Las negociaciones se reencauzaron con el invalorable aporte del cardenal Antonio Samoré. El fallo papal fue emitido dos años después, el 12 de diciembre de 1980, luego de intensas negociaciones en Roma que permitieron encontrar los espacios para una aproximación entre las partes. Proponía una reducida zona marítima económica exclusiva para Chile y un límite sobre las aguas que al sur retomaba el meridiano del Cabo de Hornos. También establecía itinerarios de libre navegación para ambos países. La Argentina había logrado evitar lo que realmente más la afectaba y Chile mantenía su soberanía sobre las islas que tradicionalmente ocupaba. Además, quedaba limitada la proyección marítima. Con una extensa demora, el acuerdo fue sometido a un referéndum y votado favorablemente en los comienzos del gobierno de Raúl Alfonsín. Finalmente, ambos países firmaron el Tratado de Paz y Amistad el 29 de noviembre de 1984.

No debe entenderse este relato como una apología del militarismo. Por definición, la diplomacia es el instrumento de las naciones para llevar las relaciones internacionales en paz y con respeto de las propias soberanías. Por sí sola puede resolver disputas cuando las consecuencias económicas, sociales o políticas para un país son acotadas. Pero no puede desconocerse la importancia del potencial económico y el militar cuando están en discusión asuntos de mayor gravitación o cuestiones territoriales. En estos casos, la diplomacia por sí sola puede carecer de la fuerza necesaria cuando el objetivo requiere disuadir o presionar. Un país desarmado es un Estado incompleto y ese es el caso actual de la Argentina. En la guerra de Malvinas se perdió material que no fue repuesto y el estrangulamiento presupuestario a partir de 1983 logró prácticamente anular su capacidad militar.

Las circunstancias que hemos relatado en el caso del Beagle ponen de manifiesto de qué forma el efecto disuasivo de la capacidad militar acompañó las negociaciones para evitar la pérdida de jurisdicción sobre 75.000 km2 de mar y de su proyección antártica. Si el conflicto hubiera sucedido hoy, distinto hubiera sido el resultado.

Ingeniero, economista, fue secretario de Hacienda de la Nación



miércoles, 21 de junio de 2023

Guerra Fría: Tensiones posteriores a la SGM (2/2)

Tensiones posteriores a la Segunda Guerra Mundial

Parte I | Parte II
Red Star, White Star






Irónicamente, los jefes estadounidenses ahora estaban discutiendo todos los escenarios que Churchill había previsto 18 meses antes, al formular su plan para Impensable. El presidente Truman incluso había designado a un asesor especial, Clark Clifford, para informar sobre la creciente amenaza soviética, y concluyó que Stalin creía que "una paz prolongada" entre las sociedades marxista y capitalista era imposible y que el único resultado era la guerra. En una reunión de alto nivel entre los EE. UU. y Gran Bretaña, incluso el nuevo jefe de personal de los EE. UU., el general Eisenhower, hablaba de lo impensable de establecer "cabezas de puente" aliadas en Europa. Ante cualquier embestida soviética, abogó por retirar las fuerzas a las cabezas de puente en los Países Bajos. Como Churchill había recomendado anteriormente, esto negaría al enemigo el uso de bases desde las cuales lanzar ataques con cohetes contra Gran Bretaña. además de ofrecer a los Aliados una línea corta de comunicación de regreso a Gran Bretaña. El Reino Unido tendría un gran valor estratégico para las fuerzas aéreas aliadas, aunque los estadounidenses notaron que se requerirían pistas de aterrizaje más largas en las bases británicas para permitir acomodar más escuadrones B-29. El representante naval también abogó por una reocupación de Islandia para ampliar el alcance de las fuerzas navales.

Entonces, con un consenso alcanzado, la reunión se disolvió, pero no antes de que se acordara que se debe imponer el mayor secreto al plan general del Estado Mayor Conjunto Combinado, y que nadie más allá del nivel de los jefes y sus planificadores inmediatos debe ser permitir el acceso. Los jefes de EE. UU. estaban más interesados ​​en impulsar y acordar una organización de mando para EE. UU. y Gran Bretaña en el caso de una agresión soviética, que consideraban "inminente". Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que otros comandantes británicos de alto rango se involucraran en los planes. El 16 de septiembre, el mariscal de campo Montgomery, supuestamente en una visita privada a los Estados Unidos, se reunió con el general Eisenhower y el presidente Truman para discutir las opciones del plan de guerra para Occidente. Telegrafiar al primer ministro Attlee para informarle sobre los desarrollos, Montgomery se refirió al plan altamente sensible y enfatizó que era 'Personal y Visual solo para PM'. 'Hasta donde yo sé, no (repito) nadie aquí sabe nada sobre la materia.'

Montgomery estaba ansioso por agregar, 'todos están de acuerdo en que el secreto es vital'. Para cubrir sus viajes para reunirse con el Estado Mayor de Planificación Conjunta de EE. UU., los planificadores británicos utilizaron la excusa de investigar para un "informe sobre las lecciones estratégicas de la guerra reciente". Incluso hubo preocupación dentro del campo británico de que el 'Jumbo' Wilson, de amplias proporciones, podría haber presentado una gran silueta a bordo del yate donde se reunió con los jefes estadounidenses. Además, se cuestionó si los planificadores británicos deberían usar 'uniforme o mufti' cuando se reúnan con sus homólogos estadounidenses. Afortunadamente, se prescindió precipitadamente de la idea de 'cócteles' para los equipos visitantes.

Sin embargo, parecía que la estricta seguridad en los EE. UU. ahora se estaba desmoronando. Los británicos se horrorizaron al saber que los secretarios del Departamento de Guerra y el Departamento de Marina de los EE. UU. también estaban al tanto del plan y era solo cuestión de tiempo antes de que los agentes del Departamento de Estado de los EE. UU. se enteraran de los detalles. Los agentes de seguridad británicos bien pueden haber estado al tanto de las filtraciones a los soviéticos desde dentro del Departamento de Estado y temían lo peor. Attlee ciertamente lo hizo. En confidencias al mariscal de campo Wilson, afirmó que "los problemas ahora planteados son de suma importancia y valor potencial, pero cualquier fuga tendría las consecuencias más graves".

Durante octubre de 1946, los planificadores de guerra canadienses también conocieron la operación y un representante se reunió con planificadores británicos y estadounidenses para celebrar más reuniones en Londres. Las discusiones incluyeron las cabezas de puente previstas y la capacidad de las fuerzas navales para evacuar a las tropas estadounidenses y británicas de Europa continental, en caso de que el Ejército Rojo avance hacia el oeste. También estaba el problema apremiante de las renovadas amenazas soviéticas a Grecia y Turquía, así como la cuestión de la "estandarización" de armas y equipos entre EE. UU., Gran Bretaña y Canadá.

La Operación Pincher pasó por una serie de modificaciones durante el verano de 1946, y los Planificadores Conjuntos de EE. UU. se aseguraron de que siguiera siendo relevante, pero aún excluía una referencia específica al uso de bombas atómicas por parte de la fuerza de bombarderos estratégicos. Al igual que con Impensable, los planificadores hicieron pocos intentos de proyectar más allá de las etapas iniciales de un conflicto, ya que había demasiadas variables. Una de las preocupaciones constantes siguió siendo el tema de la desmovilización. Porque con la paz vino un gran deseo de 'traer a los niños a casa' lo antes posible y de reducir el enorme costo de un vasto ejército.

En consecuencia, en junio de 1946 las fuerzas armadas estadounidenses, que sumaban más de 12 millones al final de la guerra, se redujeron a menos de 3 millones. El secretario de Estado, James Byrnes, estaba frustrado con todo el proceso: "Las personas que me gritaron más fuerte para que adoptara una actitud firme hacia Rusia", se quejó, "luego gritaron aún más fuerte por la rápida desmovilización del Ejército". Tan formidable era la fuerza de los blindados y la infantería soviética que una vez que se iniciaron las reducciones de tropas estadounidenses, los planificadores concluyeron que las fuerzas terrestres aliadas no serían lo suficientemente fuertes como para avanzar hacia el interior soviético durante al menos tres años. El poder aéreo aliado ofrecía la única esperanza de victoria, empleando ataques masivos contra "el corazón industrial de Rusia".

No era realista creer que la Unión Soviética pudiera verse amenazada por el olvido en 1946. Incluso para el otoño de ese año, Estados Unidos solo poseía nueve bombas atómicas. Había dos Mark III Fat Boys destinados a pruebas en el territorio continental de EE. UU., y siete Mark III se mantuvieron en alojamientos seguros en el continente. Solo podían ser entregados a la Unión Soviética por el Silver Plate B-29, modificado adecuadamente para mantener el arma en su lugar, pero faltaban tripulaciones aéreas debidamente capacitadas, así como equipos de ensamblaje de bombas. Además, los científicos estaban volviendo a la vida civil y la producción tanto de uranio como de plutonio estaba cayendo. Sin embargo, la producción aumentaría drásticamente en los próximos años, de modo que para el momento de la primera prueba atómica soviética en 1949, EE. UU. tendría una reserva de unas 400 bombas atómicas. A pesar del consuelo de la superioridad atómica, los altos mandos de Occidente no tenían ninguna duda sobre las consecuencias de una guerra mundial inminente. 'Mi parte en la próxima guerra', escribió Sir Arthur 'Bomber' Harris, 'será ser destruido por ella'.

Mientras Gran Bretaña y Estados Unidos se enfrentaban a la Unión Soviética, Polonia, como causa, se había deslizado fuera de la lista de prioridades. Durante la Nochebuena de 1946, los 'Dieciséis polacos', que habían sido la esperanza de una futura Polonia liberada, languidecían en varias prisiones soviéticas. Uno de los líderes más destacados, el general Okulicki, pasó sus últimas horas en la prisión Butyrka de Moscú. Su desaparición, junto con la de otros miembros destacados de la resistencia polaca, en abril de 1945, contribuyó en gran medida a aumentar el clima de temor que rodeaba las intenciones soviéticas. Fue asesinado por la NKVD o murió como resultado de su huelga de hambre; se ha estimado que entre 1944 y 1947 unos 50.000 polacos, incluidos muchos miembros del AK, fueron deportados a los gulags soviéticos. En la primavera de 1946, el Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos declaró que la Unión Soviética estaba dando la máxima prioridad a "desarrollar su potencial bélico y el de sus satélites para poder derrotar a las democracias occidentales". Para combatir los planes soviéticos de 'dominación mundial eventual', Occidente también tendría que proporcionar ayuda militar y económica a los estados de primera línea, como Grecia, Turquía e Irán.

Entonces, los gobiernos occidentales de la posguerra continuaron su enfrentamiento con la Unión Soviética, una situación que se conoció como la Guerra Fría. Las elecciones de 1947 en Polonia fueron debidamente amañadas y se devolvió un gobierno comunista. Pero el gobierno polaco en el exilio en Londres siguió existiendo, a pesar del reconocimiento mundial del gobierno títere comunista en Polonia. De hecho, mostrando todo el viejo estoicismo, los polacos de Londres continuaron su existencia hasta 1991, cuando los viejos sellos presidenciales fueron finalmente entregados al primer gobierno poscomunista en Varsovia. A finales de la década de 1940, la Guerra Fría se enconó con el estallido de crisis intermitentes, como el Bloqueo de Berlín, cuando los soviéticos intentaron cortar el acceso occidental a Berlín. Occidente dispuso un puente aéreo de suministros para levantar el "sitio" y, en 1949, los soviéticos retrocedieron. Sin embargo, fue un año trascendental por otras razones: la Unión Soviética desarrolló su propia capacidad atómica y el equilibrio de poder volvió a cambiar.

La Operación Impensable podría haber sido solo otra nota al pie tranquila en la historia de la Guerra Fría, pero en 1954 hubo un extraño incidente que involucró a Churchill y Montgomery que amenazó con exponer todo el plan. En un discurso discreto en su distrito electoral de Woodford, Churchill anunció repentinamente que en 1945 había ordenado al mariscal de campo Montgomery que preservara las armas alemanas capturadas y que estuviera listo para volver a entregar esas armas a "soldados alemanes con los que deberíamos trabajar si la Unión Soviética". avance continuó'. Una prensa intrigada abordó a Montgomery por sus comentarios y se produjo una disputa sobre si Churchill había emitido o no formalmente la orden. La prensa soviética inmediatamente aprovechó sus comentarios, atacando la 'cruzada de Churchill', y hubo artículos críticos en la prensa británica y estadounidense. El Chicago Tribune atacó a Churchill y su política en tiempos de guerra con titulares que gritaban "Locura a escala olímpica". Todo el episodio estalló de la nada, pero los observadores más racionales se preguntaron por qué, en el apogeo de la Guerra Fría, el primer ministro revelaría casualmente planes tan controvertidos para atacar a la Unión Soviética. El general de división Sir Edward Spears salió en defensa de Churchill. 'Todo el asunto es absurdo', replicó. El Times se está comportando como si Sir Winston hubiera pedido ayuda a Hitler contra Rusia. Hitler estaba fuera del negocio. Pero el primer ministro aún tenía que calmar la tormenta al admitir que no pudo encontrar ningún telegrama en sus registros y que debió haber dado una orden verbal a Montgomery. En privado, confesó: 'Me puse como un ganso en Woodford.

lunes, 29 de mayo de 2023

Guerra Fría: Las tensiones posteriores a la SGM (1/2)

Tensiones posteriores a la Segunda Guerra Mundial

Parte I || Parte II
Red Star, White Star








Para el otoño de 1945, fue el turno de los estadounidenses de convertirse en los halcones en el enfrentamiento con Stalin. Estados Unidos finalmente comenzó a esbozar planes para su estrategia de posguerra, pero no hubo una directiva presidencial o 'de arriba hacia abajo' como la hubo con Churchill e Unthinkable. En cambio, los oficiales individuales, así como el Estado Mayor de Planificación Conjunta de los EE. UU. (USJPS, por sus siglas en inglés), tomaron la iniciativa de preparar informes sobre un plan estratégico de posguerra. Los planes, en esta etapa, no detallaban las operaciones, sino que analizaban la capacidad militar general de EE. UU. y sus requisitos para bases y reservas militares en todo el mundo. Se discutieron 'nuevas armas y contramedidas', con especial consideración al potencial de las bombas atómicas y los misiles guiados. Los expertos concluyeron que estas nuevas armas tenían limitaciones, lo que no cambiaría la estrategia militar de EE. UU. porque en ese momento el alcance de los cohetes tipo V-2 no podía extenderse más allá de las 1,000 millas, mientras que las bombas atómicas no podían fabricarse lo suficientemente pequeñas como para adaptarse a rondas de artillería o torpedos navales. En consecuencia, los planificadores y sus expertos creían que estas nuevas armas complementarían las armas convencionales y la idea de que las bombas atómicas podrían usarse como elemento disuasorio no parecía entrar en la ecuación. Sin embargo, los planificadores determinaron que paralizar la capacidad industrial de una nación no afectaría el resultado de ninguna guerra atómica, ya que la guerra terminaría mucho antes de que pudiera tener efecto. A fines de 1945, el plan estratégico, que encubría su objetivo con la charla de 'mantener la paz mundial', se presentó al Estado Mayor Conjunto de los EE. UU. y luego al presidente para su aprobación.

El ímpetu para planes operativos estadounidenses más detallados para un gran conflicto con la Unión Soviética tardaría meses en desarrollarse. Los planificadores estadounidenses no habían consultado con sus homólogos británicos en esta etapa, ya que, como observó un enfermo Harry Hopkins, "al escuchar a algunas personas hablar sobre los británicos, uno pensaría que los británicos son nuestros enemigos potenciales". Pero para algunos estadounidenses, el Imperio Británico era solo eso; cuando el general de división Francis Davidson, del Estado Mayor británico, estaba de gira por Estados Unidos en el otoño de 1945, fue abordado por un periodista que exigió saber acerca de los "diseños imperialistas británicos sobre Indonesia". Tal lenguaje bien podría haber salido del Kremlin, pero al menos las relaciones militares anglo-estadounidenses estaban en un nivel más cordial. Durante el otoño y el invierno de 1945 hubo una cooperación cada vez mayor entre los dos ejércitos, así como un intercambio de inteligencia sobre los despliegues soviéticos. Gradualmente, como resultado de estos expedientes constantes y verificables, corroborados por sus propios agentes en el campo, la inteligencia estadounidense comenzó a tomar en serio la amenaza soviética.

Durante octubre y noviembre de 1945, el Estado Mayor Conjunto de EE. UU. examinó informes que evaluaban la capacidad militar soviética actual en más de sesenta divisiones de infantería ofensivas, 25.000 tanques y 60.000 piezas de artillería de gran calibre. Llegaron a la conclusión de que las fuerzas soviéticas podrían invadir fácilmente Europa occidental y Oriente Medio en cualquier momento antes de 1948; tan alarmante perspectiva hizo que el Comité Conjunto de Inteligencia de EE.UU. calculara el efecto de 'bloquear' ese avance desatando armas nucleares. En lo que fue el primer plan esbozado de EE. UU. para atacar a la Unión Soviética, veinte ciudades soviéticas fueron seleccionadas como objetivos para bombas atómicas, que serían lanzadas por bombarderos pesados, pero el JIC estadounidense fue excluido de la mayoría de los secretos atómicos de EE. UU. y no habría tenido datos precisos sobre el número de bombas disponibles.

En noviembre de 1945, el Departamento de Estado de EE. UU. se alarmó con la noticia de que las tropas soviéticas vestidas de civil estaban ayudando a una revuelta tribal en el Azerbaiyán iraní con miras a anexar esta provincia adyacente. El Estado Mayor Conjunto de los EE. UU. ordenó "una reevaluación de las capacidades militares de los EE. UU. en vista de las políticas agresivas soviéticas", lo que indicaba que los propios EE. UU. ahora estaban preparando planes de contingencia para una guerra convencional con la Unión Soviética. El 2 de marzo de 1946, el Comité de Planes de Guerra Conjuntos de EE. UU. (JWPC) produjo un borrador para la Operación 'Pincher', el equivalente amplio de EE. UU. a la Operación Impensable británica. Sin embargo, el casus belli ya no era Polonia. Se suponía que la Unión Soviética ya había establecido su anillo de estados satélites para proteger sus fronteras, y el conflicto surgiría de los intentos soviéticos de infiltrarse en más países más allá de ese anillo. En particular, Pincher destacó el Medio Oriente como un punto crítico, donde los intereses estadounidenses o británicos podrían verse socavados. También podría haber incidentes en Turquía o Irán, que obligarían a los aliados occidentales a tomar represalias con la fuerza militar y, por lo tanto, desencadenarían una Tercera Guerra Mundial. El plan original preveía una guerra en algún momento entre 1946 y 1949, pero como las tensiones aumentaron drásticamente durante 1946, el lapso de tiempo se redujo drásticamente. A los planificadores estadounidenses les pareció que estaban mirando al abismo. Por supuesto, desconocían el alcance de las filtraciones de Donald Maclean y cuánto sabían los soviéticos sobre los planes estadounidenses de represalia en caso de un movimiento hostil contra Turquía. Es posible que debido al conocimiento de que Estados Unidos tomaría represalias,

Con retraso, el presidente Truman se refirió a las tácticas de Stalin en Polonia como un "ultraje". Esta conversación dura puede haber resultado del nuevo músculo atómico de EE. UU., pero su política exterior se endureció mes a mes. En febrero de 1946, George Kennan envió su famoso 'Telegrama largo' desde la Misión de Estados Unidos en Moscú a Washington. Fue un momento trascendental, ya que, en palabras del propio Kennan, "estos años habían sido una tensión para mí casi todo el tiempo, porque vi a nuestro gobierno hacer concesiones tras concesiones a los soviéticos". Parecía que tanto el gobierno estadounidense como la opinión pública habían necesitado un período de gestación antes de que pudieran abordar fácilmente la amenaza soviética.

No fue solo la administración estadounidense la que cambió su política hacia Stalin. Los temores de Churchill sobre la dominación soviética en la primavera de 1945 se habían convertido, a principios de 1946, en el pensamiento ortodoxo del Ministerio de Asuntos Exteriores británico. El Mediterráneo, Turquía e Irán eran todos vulnerables, y el norte de Italia había resultado conflictivo. También existía la preocupación de que el partido comunista francés prosoviético pudiera tomar el poder en Francia. Si estallaba un conflicto con Occidente, Stalin no tendría reparos en ordenar una insurrección comunista en Francia, a la que seguiría un intento de golpe comunista en Bélgica y, tras una guerra civil, podría seguir un régimen comunista en España. El peor temor para Gran Bretaña seguía siendo el comunismo triunfante "impulsado por el poderío económico alemán", como confirmó el JIC británico:
Sin duda, Rusia dará todo el peso al hecho de que Gran Bretaña y Estados Unidos están cansados ​​de la guerra, se enfrentan a inmensos problemas internos y están desmovilizando rápidamente sus fuerzas. En comparación, las fuerzas y la industria de Rusia siguen en pie de guerra. No se ha anunciado ninguna desmovilización adicional y las divisiones rusas se están reequipando rápidamente con el material más reciente.

Churchill, ahora libre de las restricciones políticas de un primer ministro, aunque todavía reconocido como un estadista mundial, sintió una ola creciente de realismo en Occidente. El 5 de marzo de 1946 aprovechó al máximo ese reconocimiento al dar un discurso legendario durante una gira por los Estados Unidos. En Fulton, Missouri, pronunció una advertencia solemne a Rusia y habló de que "un telón de acero" descendía sobre Europa. Le recordó al pueblo estadounidense que Occidente no podía darse el lujo de apaciguar a la Unión Soviética, ya que tal política había sido desastrosa antes de la guerra y ahora, en un mundo de posguerra, Stalin la vería simplemente como una debilidad. Sin embargo, a pesar del tono dramático de su discurso, la prensa y el público británico se mostraron tibios en su apoyo al ex primer ministro. Esto no fue sorprendente, ya que en Gran Bretaña quedaba un abrumador sentimiento de gratitud hacia la Unión Soviética por su innegable sacrificio en la guerra. Tal buena voluntad pública ciertamente fue fomentada por la dieta implacable de la propaganda prosoviética en tiempos de guerra que emitía el gobierno británico. No era realista suponer que apenas un año después el público pudiera absorber la "justicia" de un ataque a la Unión Soviética.

Independientemente de las protestas en Occidente, la supresión de Europa del Este por parte de Stalin continuó a buen ritmo. Solo en marzo de 1946, el Ministerio del Interior soviético registró que '8.360 bandidos fueron liquidados' en Ucrania, mientras que en los estados de Letonia, Lituania y Estonia de la República Socialista Soviética (SSR) del Báltico, casi 100.000 personas fueron deportadas a gulags 'para siempre'. Mientras los vagones de ganado repletos de "bandidos, nacionalistas y otros" se dirigían hacia el este, Stalin lanzó su propia réplica verbal del discurso de Churchill en Missouri, denunciándolo como "un agitador de la guerra". Pero los puntos de vista de Churchill ya no eran vistos por Estados Unidos como extremos o como un impedimento para mejorar las relaciones con Stalin. Apenas unos días antes de que Churchill pronunciara su discurso de Fulton, el JWPC de EE. UU. había finalizado sus planes de guerra de la Operación Pincher.
Es prudente enfatizar la importancia de estar tan preparado militarmente y de mostrar tal firmeza y resolución que la Unión Soviética, debido a un error de cálculo de las intenciones estadounidenses, no empuje hasta el punto que resulte en una guerra.

El borrador del plan estadounidense para su propia guerra impensable estimó que en la primavera de 1946 los soviéticos tenían cincuenta y una divisiones en Alemania y Austria, cincuenta divisiones en el Cercano Oriente o Medio Oriente y veinte divisiones en Hungría y Yugoslavia. Esta fuerza de 121 divisiones fue apoyada por una reserva central de 152 divisiones en la patria y un total de 87 divisiones de fuerzas prosoviéticas dentro de los estados satélites de Europa del Este. Lo más probable es que un ataque soviético se extendiera por toda Europa occidental y se apoderara de los puertos del canal y los Países Bajos en poco más de un mes. Se lanzarían ataques simultáneos en Italia y en el Medio Oriente. En medio de una fuerza tan abrumadora (nuevamente, una estimación de tres a uno a favor de la infantería soviética), se recomendó que las tropas estadounidenses se retiraran a España o Italia para evitar ser diezmadas por el Ejército Rojo en el continente. Era concebible que el Ejército Rojo incluso invadiera España en un intento de bloquear el Mediterráneo occidental, en cuyo caso las fuerzas estadounidenses se retirarían rápidamente y se retirarían a Gran Bretaña. Si bien Gran Bretaña se consideraba una base valiosa, se sacrificarían Alemania, Austria, Francia y los Países Bajos. Las fuerzas aliadas en retirada también se trasladarían a Oriente Medio para reforzar las defensas alrededor de la vital Zona del Canal de Suez. No fue una sorpresa que los jefes de estado mayor estadounidenses aceptaran ahora que un objetivo esencial de la política estalinista era 'dominar el mundo'.

Habría una respuesta por parte de Occidente, por supuesto, pero no hasta que el Ejército Rojo hubiera barrido Europa occidental, los Balcanes, Turquía e Irán; en el Lejano Oriente, también caerían Corea del Sur y Manchuria. Aunque Pincher no entró en más detalles, EE. UU. y sus aliados lanzarían devastadores ataques aéreos desde las bases restantes en Gran Bretaña, Egipto e India, sin duda desplegando su creciente stock de bombas atómicas, aunque el uso de tales armas todavía no se consideraba como un 'ganador de la guerra'. Mientras tanto, la Marina de los EE. UU. buscaría bloquear la Unión Soviética y destruir sus flotas navales, ya que finalmente se intentaron recuperar Europa occidental mediante un avance hacia el sur a través del Mediterráneo.

Una vieja herida supurante en Europa que parecía que podría precipitar la Operación Pincher fue la disputa entre Tito y Occidente sobre la región de Venezia Giulia. También fue este susto lo que reunió a los Jefes de Estado Mayor Conjunto de EE. UU. y Gran Bretaña en sus primeras sesiones de planificación para una Tercera Guerra Mundial. El primer plan impensable británico, que involucraba el ataque a las fuerzas soviéticas el 1 de julio de 1945, no había sido discutido más allá del estrecho círculo del primer ministro, su Estado Mayor Conjunto y sus Planificadores Conjuntos. De manera similar, el plan Pincher de EE. UU., sumamente sensible, se limitó inicialmente al Estado Mayor Conjunto de EE. UU., sus Planificadores Conjuntos y el comandante en jefe. Pero el 30 de agosto de 1946, el mariscal de campo Henry 'Jumbo' Maitland Wilson, en representación del Estado Mayor Conjunto británico, asistió a un almuerzo con sus homólogos estadounidenses. Al informar a su comité JCS, Wilson pudo asegurarles que al menos ambos conjuntos de jefes estaban alertas ante el riesgo de un enfrentamiento armado en Venezia Giulia, que podría atraer a ambos bloques de poder, quisieran o no la guerra. Hubo acuerdo en que, en caso de conflicto en la región de Venecia, no tenía sentido tener un plan para enviar grandes refuerzos al territorio, ya que la lucha se extendería rápidamente a Europa central. Polonia, que a fines de 1946 ya no era vista como el cable trampa, se encontraría sin embargo en el centro mismo de la actividad militar. Hubo acuerdo en que, en caso de conflicto en la región de Venecia, no tenía sentido tener un plan para enviar grandes refuerzos al territorio, ya que la lucha se extendería rápidamente a Europa central. Polonia, que a fines de 1946 ya no era vista como el cable trampa, se encontraría sin embargo en el centro mismo de la actividad militar. Hubo acuerdo en que, en caso de conflicto en la región de Venecia, no tenía sentido tener un plan para enviar grandes refuerzos al territorio, ya que la lucha se extendería rápidamente a Europa central. Polonia, que a fines de 1946 ya no era vista como el cable trampa, se encontraría sin embargo en el centro mismo de la actividad militar.

jueves, 2 de junio de 2022

Argentina: Miguel Vicente Guerrero, creador del Condor 2

Miguel Vicente Guerrero, el creador del Condor 2





Hubo un camarada que sabía como doblegar a los ingleses en Malvinas. Después de la guerra, creó un arma poderosa para ello, pero en vez de ser reconocido, lo castigaron pasándolo a retiro, desarmaron sus equipos científicos, y su muerte, el 8 de agosto del 2019, pasó casi desapercibida.
El comodoro Miguel Vicente Guerrero fue el cerebro del desarrollo del Misil Cóndor, como así también un precursor de las telecomunicaciones satelitales en nuestro país, presidente de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales y decano de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del Salvador.
Este nacionalista y hombre de ciencia tenía como objetivo crear un arma que sea una amenaza para las tropas de ocupación británicas en las Malvinas, reduciendo de esta manera la enorme diferencia militar entre la potencia de la OTAN y la Argentina. Con eso quería obligar a Gran Bretaña a entablar negociaciones, por el enorme costo económico que le significaría tener que montar en las islas defensas antimisilísticas de gran alcance.
El proyecto se completó con todo éxito, bajo el mayor de los secretos, pero fue desmantelado durante el gobierno de Menem, a instancias de sus ministros Di Tella y Cavallo. Ellos únicamente anhelaban quedar bien con el gobierno británico, y sin siquiera pedir nada a cambio.
Miguel Vicente Guerrero, “el Padre del Cóndor II” fue un hombre noble, de una mente extraordinaria, que juró dar la vida por la Patria e hizo muchísimo por ella.
Un país que le da la espalda a sus defensores, de la talla de Guerrero, está firmando el certificado de su propia defunción.



Gracias Nicolás Kasanzew

martes, 31 de marzo de 2020

Guerra Hispano-Norteamericana: El alcance del brazo armado del Tío Sam

América en la guerra hispanoamericana

W&W





(en el sentido de las agujas del reloj desde la parte superior izquierda) Cuerpo de señales que extiende las líneas telegráficas desde las zanjas soldados filipinos del USS Iowa con cascos de médula española fuera de Manila
El lado derrotado que firma el Tratado de París Roosevelt y sus Rough Riders en la captura de San Juan Hill Reemplazo de la bandera española en Fort Malate



Poco después de los grifos del 15 de febrero de 1898, el acorazado Maine de los Estados Unidos explotó y se hundió en el puerto de La Habana, llevándose consigo 266 vidas estadounidenses. Si bien la guerra contra España no comenzó hasta dos meses después, este desastre proporcionó la causa que reunió al público estadounidense a favor de la guerra. La gente ya no preguntaba si vendría la guerra, sino cuándo comenzaría.

Hoy, esa guerra evoca imágenes del Escuadrón de Dewey navegando hacia la Bahía de Manila y destruyendo la flota española o de los Rough Riders de Roosevelt cargando la colina de San Juan frente a determinados francotiradores españoles. Sin embargo, estas imágenes creen la verdad. A principios de 1898, Estados Unidos apenas se clasificó como una potencia de tercer nivel y la "sabiduría no convencional" en Europa sopesó el conflicto potencial a favor de España. De hecho, al examinar la conducta de la guerra, si los españoles hubieran estado más decididos a ganar, o más afortunados, los estadounidenses podrían haber perdido.

El camino hacia la guerra

"Ustedes proveen las fotos y yo la guerra"
-William Randolph Hearst a Frederick Remington

La guerra con España resultó de una larga serie de provocaciones, tanto reales como imaginarias. La fuente de problemas era la severidad de la administración colonial de España, agravada por su falta de voluntad para ceder autonomía u otorgar libertades políticas y económicas básicas. Cuba no había sido tan rebelde como el resto de América Latina, pero en 1868 eso cambió. Esta rebelión fue conocida como la Guerra de los Diez Años. Al finalizar en 1878, España prometió reformas y el fin de la esclavitud (finalmente abolido en 1886). Los líderes rebeldes abandonaron Cuba, se declararon el Partido Revolucionario Cubano y establecieron una sede en Nueva York.

Conocidos como la "Junta de Nueva York", estos agitadores profesionales incluyeron a Tomás Estrada Plama, Máximo Gómez, Claxito García y José Martí. En el verano de 1894, cuando el Congreso de los Estados Unidos impuso un arancel aduanero al azúcar (el arancel Wilson-Gorman), llegó la oportunidad de la Junta, ya que la economía cubana azucarera colapsaría en breve.

La nueva revolución comenzó el 24 de febrero de 1895. Después del entusiasmo inicial, la revolución se redujo a enfrentamientos esporádicos de guerrilla, principalmente en el interior de la jungla del este de Cuba. Los rebeldes fueron liderados por Máximo Gómez, quien había luchado en la Guerra de los Diez Años. Conocido como El Chino Viejo. (El viejo chino), Gómez presentaba una apariencia poco militar, pero demostró ser astuto y persistente. Al darse cuenta de que nunca podría ganar una batalla campal con los españoles, luchó contra una campaña de terrorismo calculado. Al atacar la economía cubana, podría obligar a la población a unirse a él o buscar refugio en las ciudades de la guarnición española.

Esta estrategia desconcertó al comandante en jefe español, Martínez Compos, vencedor de la Guerra de los Diez Años, quien descubrió que su fuerza de más de 100,000 regulares no podía cerrar para un combate decisivo. Compos siguió una política de defensa pasiva dividiendo la isla en zonas militares detrás de un sistema de trochas (líneas fortificadas) diseñadas para restringir el movimiento rebelde. Estas líneas destruyeron la moral de su ejército al sofocar la iniciativa.

Finalmente, fue reemplazado por el más despiadado general Valeriano Wyler y Nicolau.

Con una guerra tan sucia pero colorida en la puerta de Estados Unidos, los curiosos no carecían de noticias. Fue la oportunidad perfecta para que cada corresponsal extranjero dejara su marca en el campo. Muchos periódicos y publicaciones periódicas enviaron reporteros, incluso proporcionando algunos yates alquilados para su uso como botes de despacho privados. Con una competencia tan dura, no pocos recurrieron a inventar historias de "brutalidades" españolas. De hecho, tales fueron los artículos más populares en casa, particularmente cuando se condimentaron con "testimonios" cubanos o la "evidencia indiscutible" proporcionada por los rebeldes.

Esta fue la competencia más feroz con los periódicos Hearst y Pulitzer como los principales contendientes. La única preocupación era vender más periódicos y este sesgo, vulgaridad y sensacionalismo nos dio lo que hoy llamamos "periodismo amarillo". 1896.) La prensa amarilla fue directamente responsable de alinear la opinión pública a favor de la guerra para liberar a Cuba. Sin embargo, la fama de ciertos escritores y corresponsales se elevó por encima del periodismo amarillo. Estas personas incluyen a Richard Harding Davis, quien también cubrió las Guerras Boer y Russo-Japonesas; Stephan Crane, quien escribió The Red Badge of Courage; y pintor e ilustrador Frederic Remington.

Desafortunadamente para España, las políticas antiinsurgentes del general Wyler inflamaron la opinión pública estadounidense. Al llegar a Cuba en febrero de 1896, Wyler encontró la economía en caos y la situación militar fuera de control. Inmediatamente impuso la ley marcial y la ejecución sumaria de terroristas. Llevando ya el apodo de "Carnicero", Wyler no tuvo que ordenar muchas ejecuciones antes de que el Senado de los Estados Unidos debatiera el reconocimiento de los beligerantes cubanos. Aunque este debate finalmente desapareció, Wyler nunca estuvo completamente fuera de la vista pública. De hecho, ese otoño Wyler casi se convirtió en un problema político en las elecciones presidenciales de 1896 cuando declaró la política de "reconcentrado" (reconcentración). Wyler tenía la intención de reubicar a la población rural en pueblos guarnecidos por sus propias tropas, separando así a los leales de los rebeldes mientras expandía el sistema de trochas. El resultado fue un desastre.

Al igual que Campos, Wyler había negado su gran superioridad numérica al extender sus fuerzas por todas partes. Dado que los leales campesinos no podían producir suficiente comida, la economía ya inestable de "la Perla de las Indias" se convirtió en un caos, y la fuga financiera en España fue enorme. Peor aún, la estrategia de Wyler entregó la iniciativa a los rebeldes en el mismo momento en que los españoles deberían haber perseguido agresivamente a cada banda rebelde. Antonio Maceo, uno de los lugartenientes más hábiles de Gómez, subrayó este fracaso al llevar a su brigada de un extremo de Cuba al otro. Aunque murió en una emboscada mientras lideraba una nueva incursión (diciembre de 1896), Maceo logró la victoria a pesar de su derrota en casi todos los enfrentamientos. Al llevar la guerra al relativamente tranquilo oeste de Cuba, obligó a todos los cubanos a elegir España o la rebelión.

La tendencia general de los acontecimientos económicos mundiales también funcionó contra España. Se había desarrollado una nueva colonización industrial. La creciente madurez de los mercados europeos y el aumento coincidente de la productividad impulsaron a las naciones de Europa a buscar mercados extranjeros. España no pudo igualar su expansión con su limitada base industrial, y pronto encontró que sus colonias proporcionaban las materias primas para el desarrollo económico extranjero. Cuba produjo mucho azúcar, tabaco y varios minerales, pero el 75% de sus exportaciones se destinó a los Estados Unidos. En el severo pánico financiero mundial de 1893, el precio del azúcar se desplomó y las barreras comerciales aumentaron. En los Estados Unidos, ambos partidos políticos siguieron una política arancelaria activa que solo podía traer la ruina económica a Cuba. El público no tuvo un interés político urgente en Cuba durante las elecciones presidenciales de 1896 y nunca desarrolló una preocupación económica. De hecho, Cuba tenía solo un pequeño interés económico para los Estados Unidos.

Si bien el calor de la retórica política hizo más probable la guerra con España, el recientemente elegido presidente McKinley rechazó la idea de usar la fuerza. Envió a los españoles varias propuestas para evitar la guerra. Estos quedaron sin respuesta, aunque el general Wyler fue reemplazado en octubre de 1897. Con el reemplazo de Wyler, McKinley tuvo su mejor oportunidad para resolver la cuestión de Cuba. Para su crédito, le dio a España el tiempo suficiente para encontrar una solución, pero tal vez los jingoístas y los periódicos lo presionaron demasiado para que España salvara su honor.

Mientras McKinley mantuvo una postura pública de paz, los periódicos trabajaron para la guerra manteniendo las condiciones en Cuba ante el público. Las historias que crearon causaron disturbios en La Habana. El 12 de enero de 1898, una mafia dirigida por oficiales militares españoles atacó las oficinas de los periódicos de La Habana. Si bien no hubo amenazas a la propiedad estadounidense, el cónsul general Fitzhugh Lee, que estaba a favor de la guerra con España, solicitó que se enviara un buque de guerra estadounidense a La Habana. El 25 de enero, Maine llegó con banderas y la tripulación en las estaciones de batalla.

Tras la destrucción de Maine el 15 de febrero, McKinley se dio cuenta de que la carrera hacia la guerra era inevitable ya que el público estadounidense ahora totalmente excitado clamaba por la acción. Propuso fondos adicionales para la defensa nacional y habló activamente en contra de las políticas de España. Finalmente, cuando Madrid finalmente abandonó su política de reconcentrado y cumplió con algunas demandas estadounidenses, McKinley pidió a España que declarara un armisticio inmediato de seis meses. España otorgó esta y otras concesiones, pero sus propios jingoístas obligaron al gobierno a mantener los términos del acuerdo que preservarían la soberanía española sobre Cuba. Pronto se hizo evidente que España jugaba por tiempo. El 11 de abril, McKinley solicitó al Congreso autorización para poner fin a las hostilidades contra Cuba. El 20 de abril, se hizo la demanda final para que España ceda su autoridad en Cuba a los Estados Unidos. El 21, la Armada navegó hacia Cuba y declaró un bloqueo para gran parte de la isla a partir del 22. El 25 de abril, se declaró la guerra, retroactiva al 21.

El llamado a las armas

La aparente fuerza española al estallar la guerra es engañosa. Para oponerse a los EE. UU., España tenía en su lista de ejércitos en 1898 unos 492.067 hombres (regulares y voluntarios) distribuidos de la siguiente manera:
  • 152,284 en España
  • 278,447 sobre Cuba
  • 51,331 en Filipinas
  • 10,005 en Puerto Rico
Esta lista, sin embargo, oculta los números reales al retener a los enfermos y muertos. Desde el comienzo de la insurrección en 1895, el ejército español había sufrido unas 2.000 muertes en combate y 8.500 heridos. Otros 13,000 habían muerto por fiebre amarilla y otros 40,000 habían muerto por "otras causas". El 8 de febrero de 1897,18,000 yacían en hospitales cubanos. Para abril de 1898, el ejército español en Cuba reunió 155.302 clientes habituales y 41.518 voluntarios (más muchos miles de irregulares que en su mayoría fueron ineficaces). Ya se enfrentaba a un enemigo activo, tenía alimentos inadecuados, estaba devastado por enfermedades tropicales, apenas podía redistribuirse en Cuba y tenía pocas posibilidades de refuerzo desde España.

La guerra encontró a los Estados Unidos con un objetivo claro y definido. Una vez que Cuba fuera liberada del dominio español, la guerra terminaría. Por lo tanto, la isla sería el principal campo de batalla y el objetivo lógico principal sería su capital, La Habana, defendida por unos 31,000 regulares españoles bien arraigados. Una estrategia simple, sin embargo, el ejército de los EE. UU. Entró en la guerra lamentablemente sin preparación para procesar cualquier estrategia. En vísperas de la guerra había 28,183, que apenas tripulaban 25 infantería, 10 caballería y 5 regimientos de artillería. Algunos elementos de estos regimientos tuvieron que permanecer en los estados occidentales para vigilar a los indios. La declaración de guerra agregó 33,000 reclutas, pero de ellos solo unos pocos cientos vieron alguna pelea.

Como el ejército de los EE. UU. era tan poco fuerte, el presidente se vio obligado a convocar a regimientos de voluntarios para luchar junto a los regulares. Los planificadores consideraron movilizar a las milicias estatales (la Guardia Nacional), con un total de unos 100,000 hombres, pero luego decidieron llamar a voluntarios para crear una guerra de ciudadanos por la libertad.

La primera llamada fue para 125,000 hombres. Cada estado tenía una cuota, pero a algunos se les concedió aumentos para que todas sus organizaciones de milicias pudieran transferirse intactas al servicio federal. Por ejemplo, Pensilvania pudo transferir todos sus quince regimientos de milicias en lugar de los diez asignados. Esto fue afortunado ya que la milicia de Pensilvania fue considerada la más eficiente de todas. Como los estados generalmente otorgan un permiso de ausencia de la milicia a cada guardia que se ofreció como voluntario, los voluntarios de la milicia comprendieron la gran mayoría de la primera llamada. Se formaron en 119 regimientos de infantería, 5 regimientos de caballería, 16 baterías de artillería de campo y un regimiento de artillería pesada, además de destacamentos variados.

Una segunda convocatoria reunió a 75,000 hombres, que fueron utilizados para completar los regimientos de la primera convocatoria y, adicionalmente, algunos regimientos nuevos. Digno de mención fue la insistencia de McKinley de que se formaran cinco regimientos de voluntarios negros y que el octavo regimiento de Illinois (de color) fuera comandado por el primer coronel negro del Ejército de los EE. UU. (Coronel John R. Marshall). Ninguna de estas formaciones, sin embargo, vio combate.



Los voluntarios estaban entusiasmados y profundamente convencidos de la justicia del nuevo ejército ciudadano. El primer regimiento de caballería voluntario, denominado "Rough Riders" por los numerosos corresponsales de periódicos que cubrieron su formación y hazañas, fue reclutado de Nuevo México, Arizona, Oklahoma y el Territorio Indio. Inicialmente se incluyeron alrededor de 100 atletas de las universidades de la Ivy League (Harvard, Princeton, Yale, etc.); otros se unirían más tarde. Había broncobusters, vaqueros, hijos de veteranos confederados, algunos Rangers de Texas, un mariscal de Dodge City (Benjamin Franklin Daniels) y algunos indios conocidos solo por sus apodos: Cherokee Bill, Happy Jack of Arizona, Smokey Moore y Rattlesnake Pete. . Otros dieron nombres ficticios: un individuo deseaba redimirse de un cargo de asesinato en casa.

El regimiento fue el proyecto de Theodore Roosevelt, entonces subsecretario de la Marina. Declinó un nombramiento político como coronel del regimiento, citando su falta de experiencia. En cambio, reclutó a un conocido del ejército regular, el Capitán Leonard Wood, para que lo comandara, mientras se convirtió en teniente coronel. El Congreso había autorizado a cinco regimientos de caballería voluntarios (tres para estar en el oeste) y había asignado 780 hombres al regimiento, pero este número se elevó a 1,000 ya que más amigos de Roosevelt querían que sus hijos se unieran. El regimiento fue montado completamente mientras estaba en los Estados Unidos.

Antes de la guerra, Estados Unidos no tenía una organización militar permanente más alta que el regimiento. Regimientos voluntarios se establecieron en 12 empresas de 106 hombres. En la práctica, la mayoría promedió alrededor de 1,000 hombres, grandes en comparación con los habituales. (De los 24 regimientos regulares que no pertenecen a la artillería que vieron acción en Santiago, 21 tenían solo alrededor de 500 hombres, o incluso menos). Los regimientos voluntarios estaban llenos de nombramientos políticos; algunos oficiales voluntarios, sin embargo, habían estado con el ejército regular, y habían sido atraídos por los voluntarios por aumentos en el rango y el pago.

Los españoles se organizaron de manera similar a los EE. UU. Con 12 compañías en el regimiento, pero cada compañía contaba con unos 130 hombres. Incluyendo su sede y una banda de 47 hombres, el regimiento español contaba con 1711 hombres. En niveles superiores, España siguió la práctica europea de combinar dos regimientos para formar una brigada y dos brigadas para formar una división. Cada regimiento de artillería estaba organizado en dos batallones, cada uno con dos baterías de 4 cañones. No se encontró ningún regimiento de infantería indiviso en Santiago.
Las unidades españolas regulares estaban ampliamente dispersas en batallones e incluso compañías separadas, pero a menudo estaban bien reforzadas con tropas locales. Los que no estaban en guarniciones estáticas fueron asignados a una "columna". Estas columnas variaban en tamaño desde unas pocas compañías hasta tres o cuatro batallones. Algunos comandantes tenían una reputación temible, pero en general, el ejército español en Cuba se comportó con considerable moderación. Lamentablemente, el injerto fue generalizado. Había tantos oficiales españoles involucrados en la rivalidad internacional en la venta de armas que se dijo que casi todos los oficiales españoles por encima del rango de mayor eran empleados de Krupp o Vickers. Sin embargo, el ejército era veterano, con oficiales y hombres experimentados. Todavía podría repartir daños y continuar funcionando, incluso después de terribles bajas.

Las tropas estadounidenses sufrían de un mal equipamiento para hacer campaña en los trópicos. El problema más notable fue la regulación del uniforme azul de lana, adecuado para hacer campaña "en Montana en otoño", pero ciertamente no para los trópicos de verano con la temporada de lluvias. Solo los Rough Riders tenían uniformes marrones ligeros apropiados.

Se esperaba que cada hombre, tanto regular como voluntario, llevara todo su equipo en todo momento. El kit estándar comprendía unas 100 rondas de municiones en cartucheras colgadas alrededor de sus caderas, una bayoneta enfundada, una cantimplora cubierta de lona, ​​media carpa, dos postes y algo de ropa. Desafortunadamente para su salud, muchos soldados tiraron ropa y tiendas de campaña. Algunos llevaban los nuevos paquetes de Meriam, una mochila de lona cuadrada en forma de caja, pero la mayoría sudaba bajo el viejo rollo de manta de la Guerra Civil.

Se suponía que un soldado llevaba una ración de cinco días, pero la mayoría de las primeras acciones habían tenido poco para comer. La ración estándar era carne de res enlatada, hardtack, frijoles blancos secos y granos de café tostados. Esta dieta era demasiado pesada para los trópicos y la carne enlatada se echó a perder rápidamente. Incluso el agua no era buena, pero los pantanos cercanos representaban una amenaza mucho más grave, la fiebre amarilla. La medicina estadounidense no proporcionó respuesta, salvo la de alejarse del problema.

En combate, el regular estadounidense llevaba el rifle Krag-Jorgenson. Este repetidor tenía cinco rondas en su revista y era adecuado para un servicio rudo. La caballería llevaba la versión de carabina más un revólver. Estados Unidos tenía suficientes Krags en su arsenal (53,000 más 15,000 carabinas) para equipar a todos los nuevos reclutas para los asiduos pero, obviamente, no lo suficiente para los voluntarios. Estaban equipados con el fusil Springfield calibre .45 modelo 1873, un arma de un solo disparo. Desafortunadamente, la mayoría de las municiones disponibles para Springfield usaban polvo de carbón, que producía nubes de humo. El Springfield, sin embargo, era un arma poderosa y precisa. Disparó una bala que pesaba 500 granos contra 220 granos para el Krag. Ambos fusiles tenían aproximadamente el mismo alcance. Dado que las tácticas de fuego de EE. UU. Enfatizaron la precisión en lugar del volumen de fuego, no es sorprendente que el Springfield disfrutara de un uso tan amplio. Curiosamente, algunos Rough Riders preferían sus rifles personales de Winchester.

El soldado de infantería español llevaba el Mauser calibre .45, un repetidor que entregaba 15 balas por minuto con polvo sin humo. Los españoles favorecieron el volumen de fuego, una táctica que funcionó bien en un país cerrado.

El soldado de infantería estadounidense podría esperar poca ayuda de su artillería. La pieza estándar era un cargador de nalgas de 3.25 ″ y, como el rifle Springfield, descargaba nubes de humo cuando se disparaba. El desempeño de la artillería estadounidense sufrió de una ubicación deficiente, falta de observación y falta de coordinación con la infantería. Los españoles tenían piezas Krupp eficientes de carga de nalgas con un alcance superior a las armas americanas, pero había pocas disponibles y mucha munición resultó ser defectuosa. La mayor parte de la artillería española comprendía antiguos cargadores de bozal buenos para poco más que disparos a corta distancia.

A las fuerzas estadounidenses debe agregarse el ejército rebelde cubano. Según los registros oficiales cubanos, 53,774 sirvieron en la Revolución desde 1895 hasta 1898. Cuando los Estados Unidos invadieron, los rebeldes sumaban unos 15,000, de los cuales alrededor de 6,500 se podían encontrar en la provincia de Santiago, al mando de Claxito García. El resto estaba bastante aislado de Santiago. Las fuerzas rebeldes estaban atrozmente equipadas, muchas yendo a la batalla apenas vestidas y armadas solo con machetes. Los que portaban armas a menudo no tenían más de una o dos rondas; de hecho, los cartuchos españoles de Mauser eran una forma de moneda en La Habana. Los rebeldes no podían participar en el combate cuerpo a cuerpo, ya que carecían de firmeza y disciplina, habiendo perdido a muchos de sus mejores oficiales.

domingo, 15 de marzo de 2020

Guerra hispano-americana: El incidente del Maine

¡Recuerda el Maine! (1898)

W&W




El grito de batalla de la guerra hispanoamericana, acuñado por la prensa jingo, despertó el sentimiento de guerra después de que el USS Maine fuera destruido en una explosión mientras estaba anclado en el puerto de La Habana. El hundimiento sirvió como causa para que Estados Unidos declare la guerra a España. El acorazado Maine llegó a Cuba, aparentemente para una visita naval "amistosa", a las 11:00 a. metro. el 25 de enero de 1898. Con España involucrada en una cruel guerra colonial con los rebeldes cubanos, tales visitas se habían evitado desde 1895, pero a medida que crecía la simpatía estadounidense por los rebeldes, también lo hizo el sentimiento antiamericano entre los leales españoles en La Habana. Los disturbios en La Habana el 12 de enero de 1898 preocuparon al cónsul estadounidense, Fitzhugh Lee, quien cableó que "los barcos pueden ser necesarios más tarde pero no ahora". Aunque La Habana se calmó, la administración McKinley ordenó el 24 de enero el Maine a La Habana.

El Maine era un acorazado de segunda clase, con un peso de 6.682 toneladas y una velocidad máxima de 17 nudos. Los cañones principales de la batería a veces estaban dispuestos de una manera bastante extraña: la torreta delantera del Maine estaba en el lado de estribor del barco y no podía disparar efectivamente a babor, y la torreta posterior en el lado de babor no podía disparar efectivamente a estribor. Esta era una limitación obvia, y se corrigió en la siguiente clase de barcos colocando las torretas en la línea central.

Aunque los funcionarios españoles preferirían que el Maine estuviera en otro lugar, eran cordiales y la ciudad estaba en calma. Sin embargo, el Capitán Charles D. Sigsbee no permitió la libertad de sus marineros por temor a un incidente. La seguridad en el barco era alta. La vigilancia del barco se amplió considerablemente y los centinelas estaban armados. Ambas calderas se mantuvieron en funcionamiento, una desviación de la práctica habitual de operar una sola caldera, en caso de que el barco fuera llamado a la acción inmediata, y se mantuvieron proyectiles cerca de todas las armas del Maine.

A las 9:40 de la tarde del 15 de febrero, una explosión arrasó el Maine y lo envió al fondo del puerto de La Habana. El primero, una pequeña explosión amortiguada, fue seguido por una tremenda explosión que arrasó toda la mitad delantera de la nave y, casi en un instante, mató a 252 hombres. El barco se instaló rápidamente en el fondo, y los sobrevivientes confundidos pronto nadaban en las aguas turbias del puerto o se subían a botes de rescate. Sorprendentemente, no hubo pánico; El ordenado capitán del capitán Sigsbee, el soldado de infantería de marina William Anthony, proporcionó a la historia un ejemplo memorable de atención al deber cuando, al encontrarse con el capitán en un pasillo, dijo: "Tengo que informar, señor, que el barco está volando y se está hundiendo".


Tres de los botes de Maine no sufrieron daños y fueron arrojados al agua, y llegaron otros botes para ayudar en el esfuerzo de rescate. El Capitán Sigsbee era reacio a abandonar su barco mientras existía la posibilidad de rescatar al personal que podría estar atrapado en los restos, pero los incendios estaban provocando proyectiles en algunas de las revistas y se hizo imposible permanecer a bordo.

El capitán envió un cable inmediato al Secretario de la Armada, tanto para informar sobre el desastre como para prevenir la especulación sobre la causa. "La opinión pública debería suspenderse hasta nuevo informe", dijo, pero sabía que estaba silbando al viento.

Con la parte delantera completa de la nave destruida, 260 hombres fueron asesinados (de una tripulación de 355). Los periódicos inmediatamente atribuyeron la explosión a la traición española y pidieron la guerra.

Los periódicos habían recibido la noticia a las 2:00 a. m., y la carrera estaba en marcha. El Journal se apresuró a anunciar que los españoles eran responsables, citando no menos autoridad que el subsecretario Roosevelt. Basado en las opiniones reportadas de los "oficiales navales", el Journal también fue capaz de graficar gráficamente la ubicación de la mina enemiga que debe haber causado el hundimiento; pero, sin dejar nada al azar, el Sr. Hearst también ofreció una recompensa de $ 50,000 por evidencia adicional. El Sr. Pulitzer envió un barco a La Habana, llevando a un equipo de investigadores que iban a descubrir la verdadera historia del mundo.



La Marina hizo los preparativos para convocar a un tribunal de investigación formal y envió buzos desde Key West para recuperar las llaves de la revista y el libro de cifrado, e inspeccionar los daños bajo el agua. Los buzos informaron que había un agujero en el fondo del barco; pero ninguno de ellos eran ingenieros de construcción y no estaban realmente calificados para emitir juicios. Los españoles sugirieron que se realizara una investigación conjunta, en beneficio de ambos países, pero esto fue rechazado con frialdad, al igual que el permiso para inspeccionar los restos. Los españoles siguieron adelante y llevaron a cabo su propia investigación, utilizando cualquier evidencia disponible públicamente.

Se celebró un gran funeral de estado por los muertos de Maine, al que asistieron todas las autoridades militares, civiles y eclesiásticas de La Habana. No había dudas sobre la autenticidad del shock y el dolor mostrados por los miembros de la comunidad oficial, y las ceremonias se llevaron a cabo con profunda y sincera simpatía. El Capitán Sigsbee se sintió incómodo ante la idea de que se debía leer una ceremonia católica sobre los muertos protestantes, pero el clima tropical no permitió demorar hasta que se pudiera localizar a un ministro protestante. El capitán satisfizo sus dudas lo mejor que pudo al leer el sepelio episcopal para sí mismo, camino al cementerio.

Una corte de investigación naval concluyó el 20 de marzo que una mina submarina hundió el Maine, aunque no se pudo determinar la responsabilidad de instalar la mina. Los españoles ofrecieron enviar el asunto a arbitraje para resolver el costo del daño e incluso acordaron un armisticio (que duraría tanto como el general al mando en Cuba pensara prudente) en la guerra contra los rebeldes cubanos. Pero Estados Unidos no estaba de humor para el arbitraje o las negociaciones.
El presidente William McKinley había experimentado la carnicería de la guerra de primera mano como oficial durante la Guerra Civil. Esperaba que la incapacidad del informe de culpar a los españoles por el hundimiento dejaría abierta la oportunidad de negociar una solución pacífica del hundimiento y del estatus político de Cuba. Pero el sentimiento público no estaba con él. Los informes de atrocidades españolas en Cuba, tanto reales como imaginarias, y el hambre masiva producida por las políticas militares de España crearon una gran simpatía por los rebeldes cubanos. La publicación unas semanas antes de la explosión de Maine de la carta de Lomé, en la que el ministro español había hecho comentarios despectivos sobre el presidente, incitó el crecimiento de la fiebre de la guerra en los Estados Unidos. Inclinándose ante la presión, McKinley, el 11 de abril de 1898, solicitó al Congreso la autoridad para usar las fuerzas armadas para intervenir en Cuba. El Congreso debatió durante una semana antes de acordar el 19 de abril por resolución conjunta. McKinley lo firmó al día siguiente y comenzó la guerra.

Setenta y ocho años después, un estudio, utilizando la última tecnología naval, realizado por el Contraalmirante Hyman Rickover de la Marina de los EE. UU., Concluyó que una explosión interna que ocurría en uno de los bunkers de carbón había causado el hundimiento del Maine.


Las consultas principales

Pocos días después de la destrucción del acorazado Maine, se convocó a un tribunal de investigación de la Marina de los EE. UU. en La Habana en el faro de Mangrove. Capitán Wm. T. Sampson fue el presidente. El deber más importante era determinar si el desastre se debió a un sabotaje o una causa interna accidental.

La primera acción que se tomó fue hacer que los buzos investigaran los restos, pero este examen llevaría tiempo. Mientras tanto, el tribunal escuchó el testimonio de los sobrevivientes, 98 de una tripulación original de 350 oficiales y hombres, aunque más pronto sucumbieron a sus heridas.

A partir del gran volumen de testimonios, el tribunal redujo el campo de posibles explicaciones del desastre al examinar cuestiones tales como el estado del cableado eléctrico, el almacenamiento de combustibles y municiones, zapatos de seguridad, equipo de detección de gases e incluso la posibilidad de un loco. . Más tarde, los informes de los buzos le dieron al tribunal un nuevo conjunto de circunstancias para investigar. Una fuerza poderosa había empujado la quilla de la nave desde abajo y había perforado su armadura y placas en el babor, pero las placas de estribor fueron expulsadas hacia afuera. Incluso se encontró un cráter en el lecho del puerto. Dado que el testimonio previo había establecido que hubo dos explosiones separadas, el tribunal concluyó que la primera había sido causada por una mina y la segunda era una revista en explosión. Algunas municiones continuaron explotando incluso cuando Hulk se instaló en el fondo del puerto. El tribunal de investigación español, que se reunió simultáneamente, se opuso a la teoría de la explosión de la mina citando que no se encontraron peces muertos ni se observó un géiser. Desafortunadamente, la corte española no pudo enviar a sus propios buzos (¡en su propio puerto!) Debido al protocolo diplomático. La corte española también cuestionó el nivel de formación de los marineros estadounidenses.

Si bien el caso de la Marina no fue hermético, la evidencia respalda firmemente las conclusiones de la corte estadounidense. No obstante, en 1911 se levantaron los restos del naufragio y se convocó un segundo tribunal de investigación. Sin evidencia nueva descubierta, ese tribunal reafirmó el hallazgo del tribunal anterior de que la primera explosión fue exterior al barco. El naufragio de Maine se trasladó posteriormente más lejos al mar y hasta la fecha no se han presentado nuevas pruebas físicas.

En los años transcurridos desde la segunda investigación, el debate sobre la causa exacta del desastre ha continuado. Un informe publicado por el almirante Rickover en 1976 resume una teoría popular. Esta teoría sostiene que la explosión fue el resultado del contacto del gas de carbón (metano) con un sistema de cableado eléctrico crudo. El gas se habría formado en el búnker Ai6 casi inaccesible; cerca de la revista de municiones de reserva de 6 pulgadas que explotó. Esta teoría explica el problema en aquellos años de barcos que explotaron aparentemente sin razón, el origen del gas de carbón no se entendió completamente en 1898. Sin embargo, el tribunal de 1898 investigó de cerca la condición del búnker A16 y no encontró nada malo.

La destrucción del Maine fue un evento fortuito y oportuno para algunos grupos políticos y la teoría de la explosión accidental dependía de un tipo de evento tan raro que es difícil evitar la sospecha de que su pérdida no fue accidental. Los anarquistas de la época no habrían tenido ningún escrúpulo sobre el sabotaje. Si efectivamente hubo una mina, la cuestión de quién fue la mina permanece abierta hasta el día de hoy.

"teoría de la conspiración"

¿Cuál fue, entonces, la historia "verdadera"? El almirante HG Rickover realizó un nuevo examen de la explosión en 1976. Observó los problemas de la investigación original de 1898 en los Estados Unidos: la experiencia limitada, las malas condiciones de buceo en el puerto y las preguntas inadecuadas durante las audiencias contribuyeron a una investigación que no fue tan exhaustiva. como debería haber sido, dada la importancia de su resultado. Incluso los expertos contemporáneos cuestionaron la probabilidad de que una mina haya sido la causa del desastre. La presión pública para hacer algo con los restos de Maine llevó al Congreso a asignar $ 650,000 en 1910 para eliminar los restos y recuperar los cuerpos que aún están allí para enterrarlos en el cementerio de Arlington. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército recibió la responsabilidad principal del esfuerzo. En 1911, una nueva junta de investigación llegó a La Habana con más experiencia que 1898. Tomaron registros detallados del daño y muchas fotografías y diagramas. Sin embargo, su conclusión final (aunque difiere de 1898 en detalles técnicos) fue que la explosión primaria todavía se debía a la colocación de una mina, que había provocado otra explosión en las revistas. A los fines del estudio de Rickover, dos expertos reexaminaron todas las pruebas y concluyeron que, de hecho, la explosión primaria había sido interna, posiblemente causada por un incendio en un búnker que provocó explosiones en las revistas.

La historia del hundimiento del USS Maine es claramente central en la historia de la guerra hispanoamericana; pero también plantea problemas que tienen que ver con el papel de la prensa en la creación de "teorías de conspiración" para satisfacer sus propósitos (aumento de la circulación y el jingoismo), así como el tema de la evidencia científica y su papel en el establecimiento de la "verdad". En esta historia, la evidencia técnica es fundamental para determinar la historia "verdadera" del Maine y si una guerra comenzó por un accidente. Ciertamente, el papel de la evidencia técnica o científica sigue siendo fundamental para la necesidad de la sociedad de determinar la "verdad" de los eventos, pero esta historia también revela que la evidencia técnica (que no es infalible) puede recibir demasiado poder. Rickover especula si un resultado diferente podría haber ocurrido si la investigación de 1898 hubiera llegado a una conclusión diferente. Si bien eso solo puede ser una hipótesis, sin embargo, plantea la cuestión de cuán importante fue la "teoría de la conspiración" sobre el Maine, reforzada por la "verdad" de una investigación científica y las acciones inflamatorias de la prensa, en la configuración del curso de historia.

viernes, 12 de abril de 2019

México: Los incidentes diplomáticos posteriores a la Revolución Mexicana

México y el Mundo Exterior, 1910-20

Weapons and Warfare



Todos los gobiernos mexicanos después del fin de la ocupación francesa del siglo XIX y la mal concebida monarquía liberal de Maximiliano intentaron lograr el desarrollo económico nacional mediante la participación extranjera. Esto significó soportar las consecuencias que se derivaron de la inmigración y la importación de conocimientos, tecnología e inversión extranjeros. Las presiones extranjeras vinieron en forma de arrogantes y exigentes acreedores franceses, presiones políticas del Departamento de Estado de los Estados Unidos, manipulaciones de barones petroleros británicos recién nombrados y mano de obra japonesa japonesa contratada recientemente. Además, los planificadores gubernamentales mexicanos también trataron con comerciantes y financieros de la Alemania recientemente unificada, que consideraron menos imperialistas que sus contrapartes en Londres y París. Sin embargo, los planificadores también discutieron rumores y dificultades que llegaron desde Venezuela y el Caribe, donde los incidentes de cañoneras alemanas sugirieron que ellos también continuaron alimentando la esperanza de una esfera de influencia latinoamericana en el nuevo siglo veinte. En privado, funcionarios de alto nivel de la administración Porfirio Díaz admitieron cierta simpatía por tales impulsos extranjeros agresivos. Después de todo, durante décadas los mexicanos habían afirmado una esfera de influencia distinta sobre Guatemala y otros países centroamericanos. Parecía alimentado por el simple impulso humano de querer el control, ya que era parte de la política de la "civilización" blanca occidental.

Las influencias culturales extranjeras moldearon las actitudes mexicanas tanto como las restricciones económicas capitalistas y las presiones diplomáticas de Londres, París o Washington. La Iglesia Católica, dominada por el clero español, predicó su mantra de un resurgimiento de la piedad europea basada en los dogmas de hierro de la Contrarreforma. Con ello surgió una insistencia en la preservación de las jerarquías sociales, raciales y de género españolas, así como en los ideales infundados, pero inspiradores y románticos de la hispanidad; es decir, que los grupos de hispanohablantes formaron un grupo étnico casi biológicamente separado en el mundo. México fue incluido en los esfuerzos globales del siglo XIX por parte de la Iglesia Católica para disuadir a los creyentes de caer bajo la influencia de ideologías nuevas y atractivas, como las ciencias naturales y el marxismo. Esto también significó una silenciosa tolerancia papal para una nueva organización sindical católica más radical que también abordó las inhumanas condiciones de trabajo de los trabajadores industriales en ciudades como Puebla y Monterrey. Los anarcosindicalistas mexicanos, animados por amigos españoles e italianos, ya no eran los únicos que atacaban el problema.



En los pocos centros urbanos grandes, los mexicanos de clase alta continuaron los esfuerzos para construir y luego imponer una cultura nacional basada en las costumbres europeas a la gran mayoría obstinada que no quería nada de eso. A veces esto significaba promover la ópera italiana e imitar los códigos de vestimenta parisinos. En otros momentos apareció en forma de promover nuevas normas de comportamiento en pequeñas tiendas industriales y, en ocasiones, como un ataque frontal contra las vacaciones católicas por parte de modernizadores menos piadosos pero más emprendedores. El gobierno porfiriano respaldó esta batalla por los corazones y las mentes de los mestizos con concursos de arquitectura para edificios federales y diseños para monumentos históricos y sellos. Incluso la arqueología nacional y las ferias internacionales se emplearon para este propósito. Las elites esperaban que estos nuevos rituales culturales y el simbolismo descarado que los acompañaba transformarían a la nación de un conjunto de muchas áreas geográficas diversas, dominadas por la Ciudad de México, en una nación que había dejado atrás su legado de nativos americanos y funcionaba cada vez más de acuerdo con el positivista europeo. normas

La gente rural obstinadamente socavó estos coqueteos de clase alta con ideas extranjeras al descuidarlos culturalmente, así como al organizar disturbios ocasionales. La mayoría de la población rural no quería volverse moderna, rechazó los ajustes emocionales que venían con el estilo de vida industrial y se rió de los ideales estéticos franceses. Todas las tensiones creadas por las contradicciones de los treinta y cinco años de políticas de desarrollo porfirianas conectaron a más y más mexicanos a través de la frustración. Para 1910, todas las clases estaban seguras de que el gobierno y su presidente tenían que cambiar.

La mayoría de los observadores extranjeros contemporáneos no entendieron la profundidad de las contradicciones de la nación. Independientemente de las tensiones políticas y las rebeliones que se produjeron durante el juego electoral en 1910 entre Porfirio Díaz, Bernardo Reyes y Francisco Madero, los observadores extranjeros los interpretaron como algo que podía esperarse en un entorno cultural y político que consideraban profundamente incivilizado. Notaron el número de rebeliones locales más altas de lo normal en el norte, las luchas zapatistas contra los propietarios de plantaciones de azúcar en Morelos y la supresión de las células conspirativas revolucionarias urbanas en las ciudades. Sin embargo, se consolaron con el cliché de que estos también constituían un solo “levantamiento latinoamericano”. Los propietarios y gerentes de compañías extranjeras vieron estos desafíos a Díaz, primero, como una oportunidad para expandir su territorio económico. En segundo lugar, se argumentó, las élites descontentas y desunidas podrían estar dispuestas a hacer nuevas concesiones a los intereses económicos extranjeros y tal vez reducir la influencia de los rivales. Por ejemplo, los intereses petroleros de los Estados Unidos reforzaron las reservas de Madero sobre el petróleo británico. Por coincidencia, este sentimiento se tradujo en un aumento de la influencia financiera alemana en el fortalecimiento del campamento de Madero. No es sorprendente que las compañías británicas y francesas respaldaran el status quo, con la esperanza de que los puños de hierro de los soldados porfirianos y las milicias rurales eventualmente derrocaran los avances estadounidenses y alemanes.

En contraste, los líderes de las revoluciones regionales fueron mucho más realistas acerca de sus vínculos con los intereses extranjeros. Para Pancho Villa, el acceso al interior de los EE. UU. Garantizó el flujo de armas estadounidenses a él y otros rebeldes chihuahuenses. Para Madero, el exilio temporal en San Antonio, Texas, brindó seguridad y la oportunidad de reorientar su desafío político urbano previamente reformista a Díaz hacia una alianza con los rebeldes en Chihuahua. Fue ayudado por Felix Sommerfeld, quien incursionó en varios servicios secretos regionales. Los zapatistas en Morelos se distinguieron por su falta de apoyo extranjero y, por lo tanto, sintieron todo el peso de la represión gubernamental en una guerra sin fin en Morelos. Irónicamente, en Yucatán, los vínculos rentables con los mercados agrícolas en los Estados Unidos y Europa cimentaron el statu quo social y político, evitando así el estallido de movimientos revolucionarios sostenibles y abiertos entre los peones de la deuda maya.

A lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, los rebeldes apreciaron cómo el dinero extranjero, las armas y el acceso a un interior logístico podrían ser tan importantes como la ideología y los vínculos sociales, si sus rebeliones duraran más de unos pocos días y tuvieran una oportunidad contra el gobierno en Estados Unidos. Ciudad de México. Para los contrarrevolucionarios en la Ciudad de México, el control sobre los puertos en el Golfo de México y los ingresos fiscales continuos de la industria petrolera británica proporcionaron dinero suficiente para iniciar una modernización acelerada y el despliegue militar.

El colapso político del Porfiriato en 1911 y la reticencia de los revolucionarios en todas las regiones a intercambiar sus armas o unirse al ejército federal del recién creado gobierno de Madero sugirió a los observadores nacionales y extranjeros que estaba sucediendo algo radicalmente diferente. Claramente, estos desarrollos fueron más que una rebelión promedio o una pelea entre rivales nacionales que podrían ser explotados por intereses empresariales extranjeros. Tanto los intereses extranjeros como las elites domésticas acordaron que era necesario detener el poder en continua expansión de las clases más bajas y su creciente actividad política sin canalizar.

Las sugerencias para soluciones al "problema" difirieron considerablemente de un campo a otro. Los gobiernos europeos y los representantes de las empresas favorecieron la represión directa y, como era de esperar, respaldaron a la persona que vieron como el contrarrevolucionario neoportiano, Victoriano Huerta, contra los rebeldes. En el medio se encontraba el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, quien en su mayoría siguió sus propios objetivos y desatendió las directivas del recién elegido Woodrow Wilson. Jugó un papel crítico en permitir que el general Huerta realizara un golpe de estado contra Madero, y en el asesinato de Madero, junto con su vicepresidente.

En Washington, DC, el presidente Wilson comenzó a ver los desarrollos mexicanos como un ejemplo de sus esfuerzos idealistas, pero ingenuos, para convertir a América Latina en una democracia. Después de varios meses de esfuerzos fallidos para obtener el control sobre Huerta o, al menos, para alcanzar un modus vivendi con él, el presidente Wilson se convirtió en un decidido oponente de la dictadura militar emergente de Huerta. Al quedarse con pocas alternativas, Wilson cambió su apoyo a la coalición revolucionaria de los constitucionalistas en el norte. El idealismo de Wilson había elevado el conflicto a un problema regional latinoamericano.

En 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial en Europa y el establecimiento que lo acompañó del bloqueo económico británico del Océano Atlántico replantearon nuevamente el contexto internacional de la Revolución Mexicana. Para los europeos, las reservas de petróleo de México y su proximidad a los Estados Unidos sugirieron una manipulación de las facciones revolucionarias como una herramienta indirecta para privar a sus enemigos de valiosos recursos estratégicos y mano de obra para futuras batallas. Por ejemplo, los planificadores de guerra alemanes teorizaron y experimentaron cómo una posible guerra entre Estados Unidos y México podría atar a las tropas estadounidenses en un campo de batalla mexicano y así garantizar la continuidad de la neutralidad estadounidense en la Primera Guerra Mundial. Además, el sabotaje en los campos petroleros podría privar a los británicos Marina de una importante fuente de combustible para su defensa contra Alemania. A su vez, los planificadores de la guerra británicos debatieron cómo podían proteger la producción petrolera británica en México contra los ataques alemanes sin invitar a las compañías rivales de los Estados Unidos a explotar un choque de este tipo. Para la marina británica, un tema crítico era cómo mantener el control sobre las rutas de envío del Atlántico, para que no se viera privado de una fuente de combustible crítica.

Los británicos reflexionaron sobre el tema de si y cómo arrastrar a Estados Unidos fuera de la neutralidad y de la guerra a su lado. Tener a los Estados Unidos como un aliado sin duda inclinaría el equilibrio estratégico contra Alemania en unos meses. Los planificadores de los Estados Unidos observaron con creciente preocupación las actividades de los agentes alemanes y otros europeos en los diversos campos revolucionarios. Por diferentes motivos, la continuación de la Revolución interesó a todas las principales potencias extranjeras. Para entonces, el conflicto doméstico había desarrollado nuevas dimensiones internacionales como un problema bilateral entre los Estados Unidos y México, una preocupación latinoamericana y un espectáculo secundario cada vez más importante para los estrategas militares europeos y estadounidenses.

Los revolucionarios reconocieron su importancia creciente y, a su vez, trataron de vender su participación lo más caro posible. Las ganancias militares a corto plazo comenzaron a reemplazar los planes políticos nacionales a largo plazo. Para los constitucionalistas, la internacionalización de la Revolución ofreció a los aliados extranjeros críticos en su lucha contra la dictadura de Huerta en la Ciudad de México. Cuando los Estados Unidos ordenaron una intervención limitada en 1914 en Veracruz, el presidente Victoriano Huerta sufrió una humillación decisiva. Finalmente, la presión combinada de la revolución doméstica y la oposición de los Estados Unidos lo obligó a abandonar su intento de hacer retroceder el reloj político en México. La situación internacionalmente delicada exigió que el presidente Wilson participe en negociaciones políticas con cada facción revolucionaria importante para determinar el sucesor de Huerta. Al final, la guerra mundial en expansión y los vínculos de sus jugadores europeos con las facciones revolucionarias anti-EE. UU. hicieron imposible que los planificadores de los Estados Unidos eligieran a un presidente mexicano. En cambio, Argentina, Brasil y Chile actuaron como mediadores en la competencia subsiguiente sobre la presidencia. Los problemas de selección presidencial no volverían a tener un papel tan importante en el hemisferio hasta la década de los noventa. El inesperado ganador fue el político nacionalista Venustiano Carranza, que ciertamente no es un candidato cómodo para Wilson. Después del ascenso de Carranza a la presidencia, la naturaleza de la Revolución se convirtió en una guerra civil librada entre facciones de la anterior coalición revolucionaria anti-Huerta. Además, las regiones que no habían participado en la Revolución fueron ocupadas por los carrancistas y obligadas a alinear su política y economía regional con los cambios en la Ciudad de México.

La intensificación de los combates ofreció más opciones para renovar las manipulaciones europeas y estadounidenses tras bambalinas. Pancho Villa se sintió tan traicionado por el reacio pero creciente apoyo de Wilson a Pax Carranza que el Chihuahuan decidió violar la soberanía territorial de los EE. UU. Y atacar la pequeña ciudad fronteriza de Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo de 1916. Villa esperaba que ambos produjeran un cambio. del apoyo nacionalista popular lejos de Carranza y de provocar que Estados Unidos invadiera México. Inmediatamente, una guerra entre EE. UU. Y México demostraría los límites del poder de Carranza con respecto a los Estados Unidos. Villa esperaba que la impotencia predicha de Carranza podría provocar un resurgimiento de la rebelión de Villa en el norte. Esperaba luchar simultáneamente contra Carranza y los Estados Unidos y volver a entrar en la batalla por la presidencia.

Las acciones de Villa no lograron provocar una confrontación militar entre Estados Unidos y México. Sin embargo, la opinión popular de los Estados Unidos enojada exigió al presidente Wilson alguna acción pública contra la violación por parte de Villa del territorio de los Estados Unidos y el asesinato de ciudadanos estadounidenses. Wilson eligió aplacar el sentimiento popular anti-mexicano enviando al general John J. Pershing y diez mil soldados en una expedición punitiva a Chihuahua con la tarea de capturar a Villa. Durante los meses siguientes, Villa eludió a los perseguidores estadounidenses en las montañas impenetrables de Chihuahua. Más importante aún, Carranza volvió la crisis a su favor. Una diplomacia inesperadamente agresiva y una política de prensa confrontacional, así como determinados soldados mexicanos en la guarnición de Carrizal, que lucharon en una batalla contra las tropas de Pershing, provocaron el retiro de las fuerzas de los Estados Unidos. El fracaso del general Pershing estuvo algo oculto por la expedición de un año en Chihuahua, seguida de un impresionante e injustificado regreso triunfal al territorio de los Estados Unidos. La relación entre Carranza y Wilson recibió un daño duradero. Carranza reconoció que en los próximos años no podría esperar ninguna ayuda financiera o política de los Estados Unidos para la reconstrucción de su nación. Así, irónicamente, solo Alemania, si hubiera ganado la guerra, podría haber sido un posible amigo del gobierno de Carranza.

El surgimiento en 1916 de una guerra naval sin restricciones entre Alemania, Gran Bretaña y los Estados Unidos solo confirmó el continuo significado internacional del conflicto mexicano para las grandes potencias europeas. Los alemanes reflexionaron sobre cómo enredar los recursos estadounidenses en las Américas para que no pudieran desplegarse en los campos de batalla europeos. Una opción en consideración fue la creación de una alianza militar germano-mexicana que convertiría a México en territorio enemigo para los Estados Unidos. Alemania trató de tentar a Carranza a considerar seriamente la oferta. En febrero de 1917, los alemanes le prometieron como recompensa el regreso del territorio perdido a los Estados Unidos como resultado de la guerra entre Estados Unidos y México, después de una conclusión victoriosa de la Primera Guerra Mundial. Cuando se discutió la oferta entre el ministro alemán y México. Von Eckhardt y el subsecretario de Estado alemán Zimmerman fueron interceptados por las fuerzas de inteligencia británicas y estadounidenses, y la suerte proporcionó a las potencias aliadas un arma de propaganda que se recordaría a lo largo del siglo XX. La revelación del esquema alemán propuesto en el llamado Telegram Zimmerman reforzó las sospechas profundas entre los responsables políticos de Washington sobre las lealtades de Carranza y los posibles motivos detrás de su nacionalismo. No es sorprendente que la insistencia de Carranza en la neutralidad de los mexicanos durante la guerra se interpretara en el Congreso de los Estados Unidos como no beligerancia en nombre de Alemania. Ayudó a Wilson a obtener apoyo dentro del Congreso de los Estados Unidos para ingresar a la Primera Guerra Mundial en abril de 1917.

Carranza no confundió las promesas alemanas de participación en el caso de un mexicano-estadounidense. guerra. Quería la confirmación de que los alemanes veían en México más que la puerta trasera de Estados Unidos, un potencial interior estratégico y un escenario ideal para los ataques secretos que explotaban la neutralidad continua de México. En junio de 1916, el gobierno alemán admitió su incapacidad para darle a Carranza lo que más necesitaba: oro para tener un banco nacional mexicano independiente. Carranza se volvió más selectivo con los socios alemanes, pero continuó las relaciones con un pequeño número de individuos críticos. No podía simplemente rechazar los enfoques alemanes. Cualquier actitud abiertamente negativa hacia Alemania podría alentar a Berlín a abandonar la consideración cuidadosa de las sensibilidades mexicanas e iniciar actividades de sabotaje en los campos petroleros. Lo más probable es que el sabotaje en la industria petrolera provoque una intervención de los Estados Unidos que reduzca a México a un campo de batalla entre los militares aliados y alemanes. Durante el resto de la Primera Guerra Mundial, las relaciones entre Alemania y México se mantuvieron oficialmente amigables y comprometidas. Von Eckhardt ayudó a Carranza con información de inteligencia sobre agentes aliados. A fines de 1917 y 1918, alentó al representante de Carranza, Isidro Fabela, a moverse entre la Ciudad de México, Buenos Aires y Madrid, explorando si el apoyo del gobierno alemán podría hacer que el jefe revolucionario sea financieramente independiente de los bancos Aliados. Los agentes mexicanos se hicieron amigos de agentes alemanes y japoneses, trabajando contra Estados Unidos en Sudamérica. Unos pocos líderes de la Armada japonesa buscaban relaciones de venta de armas con Carranza que el emperador japonés ignoró. Con razón, en Washington, los observadores de los Estados Unidos siguieron las interacciones entre Alemania, México y Japón como un problema de seguridad nacional y consideraron la posibilidad de confrontar a las fuerzas alemanas dentro de México. El sobresaliente trabajo de inteligencia de los EE. UU. Impidió una gran campaña de sabotaje alemana en 1918 en los Estados Unidos planeada en la Ciudad de México.
Algunas actividades mexicanas, alemanas y japonesas contra Estados Unidos continuaron después del armisticio de noviembre de 1918. Debido a que la política francesa y de los Estados Unidos aisló al México revolucionario, Carranza intentó unificar la lucha contra los Estados Unidos. Grupos en América Latina, tratando de derrotar el lanzamiento de la Liga de las Naciones. Además, negoció con fabricantes de armas españoles, belgas, italianos y austriacos para construir una industria de armas mexicana independiente que pudiera suministrar sus fuerzas en una posible guerra futura contra el Ejército de los Estados Unidos. El asesinato de Carranza por parte de rivales políticos en 1920 eliminó a este importante nacionalista latinoamericano de la lucha contra los Estados Unidos. Escena política, superada en alcance y habilidad solo por Fidel Castro en los años sesenta. Sin embargo, solo la exitosa conferencia naval de Washington de 1921 convirtió un fortalecimiento del intercambio de inteligencia de mexicanos, japoneses y alemanes de una creciente amenaza en una curiosidad histórica.

En retrospectiva, Carranza merece ser reconocido como uno de los principales creadores de política exterior de México del siglo XX. Bajo las circunstancias revolucionarias más difíciles, logró mantener a su país y sus ciudadanos fuera de la participación militar directa tanto de Alemania como de los Aliados durante la Primera Guerra Mundial. Su diplomacia hábil impidió una guerra devastadora entre los Estados Unidos y México o una presencia militar más larga en los Estados Unidos en suelo mexicano. Mientras tanto, logró asegurar a los alemanes el suficiente interés mexicano en la cooperación futura para evitar el sabotaje de las industrias petroleras británicas y estadounidenses en México. También aisló a Villa en Chihuahua y mantuvo a los manipuladores alemanes a distancia. Finalmente, se enfrentó vigorosamente al presidente de los Estados Unidos, Wilson, a través de la diplomacia, la propaganda y la demostración simbólica del coraje militar. En medio de esta situación explosiva, él y los representantes de otras facciones revolucionarias aprobaron la Constitución de 1917, que creó la base legal para que los presidentes posteriores logren la soberanía sobre el territorio nacional y los recursos naturales.

En público, Carranza prefería hablar solo de un conjunto de principios políticos —llamado más tarde Doctrina de Carranza— que guiaban las relaciones exteriores a través de varias décadas del siglo veinte. Sus puntos más importantes fueron el rechazo de la Doctrina Monroe, una demanda de respeto extranjero por la soberanía económica y territorial de México, la insistencia de que todas las potencias extranjeras acepten el concepto de no intervención en América Latina y, finalmente, un énfasis en la importancia. de negociar alianzas con países europeos y latinoamericanos que podrían contrarrestar el destino geográfico de México de la frontera con los Estados Unidos. En las circunstancias nacionales e internacionales más difíciles, Carranza rompió con el laissez-faire porfiriano y estableció una agenda revolucionaria nacionalista distinta que buscaba soluciones domésticas a los desafíos internacionales de la expansión del capitalismo y las antiguas rivalidades de gran poder en Europa.

La insistencia dogmática de Carranza en la autodefinición resultó ser oportuna. Después de la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos reemplazaron a Gran Bretaña como la potencia económica y política más importante de América Latina. La recién fundada Liga de las Naciones reconoció la aplicación de la Doctrina Monroe, negándose a ayudar a los países latinoamericanos en contra de las políticas de Estados Unidos con poca visión y aficionada de la diplomacia del big stick y el dólar durante las presidencias republicanas de los años veinte.

Para 1921, el retiro de Villa de la revolución, los asesinatos de Zapata y Carranza, y el retiro de Wilson de la Casa Blanca brindaron una nueva oportunidad para que los representantes mexicanos y estadounidenses forjaran una relación más estrecha y constructiva. Sin embargo, los siguientes cuatro años siguieron siendo tan difíciles para el estado revolucionario emergente como lo habían sido los años anteriores.

En una brusca ruptura con el universalismo wilsoniano, Harding se alivió de la percepción ingenua de que la democracia podría decretarse de la noche a la mañana en México. Otros posibles beneficios del giro de los Estados Unidos hacia el aislacionismo no se materializaron. La discriminación racial de los Estados Unidos contra los mexicanos continuó e incluso se intensificó en el contexto de los debates sobre la inmigración xenófoba de los años veinte. La postura de laissez-faire política y económica de los republicanos solo dificultó las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y México. Ahora que el gobierno de los Estados Unidos era solo uno de los muchos intereses políticos de laissez-faire en Washington, los contactos de los Estados Unidos con México se diversificaron hasta el punto de un caos destructivo.