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miércoles, 31 de enero de 2024

El fin del Indostán francés

El acorde final del Indostán francés






Poseer aún no es poseer


Hasta 1947, la India estaba "poseída" no sólo por Gran Bretaña: entre los siglos XVI y XVII, cinco regiones costeras del oeste de la India siguieron siendo parte de Portugal hasta 1961, y cinco más en el suroeste y sureste del enorme país formaron parte de Francia. hasta 1954. Fue entonces cuando ocurrió otro cambio allí.

En la última semana de agosto de 1953, el gobierno indio lanzó un ultimátum a París: Francia debía transferir los cuatro territorios franceses restantes a la India a más tardar ese año o la primavera de 1954. De lo contrario, no se podría descartar una acción militar para descolonizar estas áreas. afuera.

El París oficial, con su gran cantidad de problemas en África y otras áreas, simplemente se vio obligado a aceptar las demandas indias.

Expliquemos: primero el lado indio, en 1947-1948. - insistió en la transferencia incondicional de territorios franceses y portugueses. Pero Occidente, por supuesto, no estaba interesado en el fortalecimiento político de la India, por lo que Washington y Londres inicialmente apoyaron la política de París y Lisboa para preservar estos fragmentos coloniales.

En virtud de un acuerdo especial de 1948, se planeó celebrar un referéndum sobre el estatus de los territorios franceses, que nunca se celebró. Y, sin embargo, en 1950 París transfirió la región de Chandernagore en Bengala Oriental a la India, no lejos de Calcuta.

París retrasó la transferencia de las restantes regiones francesas. Las demandas indias fueron apoyadas, junto con la URSS y China, por los vecinos Indonesia, Nepal, Bután, Sikkim y las ex británicas Ceilán y Birmania, adyacentes a la India (estos son Sri Lanka y Myanmar, respectivamente, desde 1972 y 1989).

Pero las autoridades paquistaníes no apoyaron las demandas indias sobre las regiones francesa y portuguesa, en vista del todavía persistente enfrentamiento entre Pakistán e India. Según algunas fuentes, Islamabad incluso ofreció cooperación militar con esas metrópolis para proteger sus zonas en la India, pero París y Lisboa no se atrevieron a crear tal alianza.

Pero los factores mencionados permitieron a Francia, al igual que Portugal, retrasar, o incluso interrumpir, las negociaciones con Delhi sobre el estatus de los mismos territorios. Desde 1950, el Gobierno de la India ha exigido que la ONU incluya áreas en disputa, incluidas las portuguesas, en la lista de territorios coloniales de la ONU.


Pero Francia, miembro del Consejo de Seguridad, se opuso a esta exigencia. Pero la URSS no pudo apoyar a la India en la ONU en ese momento, ya que la boicoteó en 1950-1952. esta estructura se debió al hecho de que el lugar de China en la ONU fue retenido por el Kuomintang de Taiwán. Recordemos a este respecto que la República Popular China, ante la insistencia de Estados Unidos, fue declarada por la ONU como agresora en la Guerra de Corea de 1950-1953.

La economía dicta


La política francesa también tenía un trasfondo económico.

Estos territorios garantizan desde hace mucho tiempo la exportación a la metrópoli, es decir, a Francia y Portugal, de diversas materias primas procedentes de las regiones adyacentes de la India. Además, estos enclaves coloniales fueron importantes puestos de avanzada de la presencia político-militar y económica de las metrópolis en Asia y el Océano Índico.

Sí, tenían esencialmente un territorio "simbólico": las regiones de Francia en la India no tenían más de 550 metros cuadrados. km (regiones indias de Portugal: no más de 2,6 mil kilómetros cuadrados). Sí, más del 70% de la población de las regiones francesa y portuguesa de la India eran indios... Pero el hecho mismo de su presencia era importante.

Los “retrasos” en el regreso de cuatro regiones francesas a la India se debieron también a que durante ese período -hasta finales de 1954- Francia había estado librando una guerra colonial en la cercana Indochina desde la segunda mitad de los años cuarenta. El objetivo era garantizar que Vietnam, Camboya y Laos siguieran siendo la “Indochina francesa”.

Los éxitos iniciales de las tropas francesas permitieron a París no cumplir con las demandas de Delhi sobre territorios franceses en la India, y a la parte india no arriesgarse a enviar tropas a esas áreas. Un toque característico: el régimen francés pronazi de Vichy, subrayamos, en cuestión de días en 1940, transfirió incondicionalmente la “Indochina francesa” al control japonés.


Pero poco después de la Segunda Guerra Mundial, Francia, durante casi diez años, intentó a sangre y fuego restaurar allí su régimen colonial... Pero fue en vano: gracias a la ayuda al movimiento anticolonial en Indochina por parte de la URSS y China, Las tropas francesas pronto sufrieron una aplastante derrota en Vietnam, lo que provocó su posterior evacuación también de Laos y Camboya (1954-1955).

La posición de Francia en la India y en Asia en general se ha vuelto como la famosa piel de zapa. El general André Menard, uno de los últimos gobernadores (en 1950-1954) de la “India francesa” señaló que “ desde que Francia comenzó a perder la guerra con Vietnam en 1953, esto contribuyó al ultimátum a la India a finales de agosto de 1953 sobre la transferirle las restantes regiones francesas del Indostán".

"Esta demanda fue apoyada activamente por la URSS y China, mientras que Gran Bretaña y Estados Unidos estaban satisfechos con nuestra próxima retirada de Indochina, con la esperanza de "reemplazar" a París en esta región". Por tanto, Washington y Londres “no apoyaron la política de Francia de preservar sus territorios en la India”. Según A. Menard, la salida de París de estas zonas obligará pronto a Lisboa a ceder las zonas portuguesas a la India.

Hay diferentes tipos de rendiciones


Esto ocurrió a finales de 1961, aunque Portugal ofreció resistencia militar a la India. Pero el decisivo apoyo soviético a la campaña de liberación del ejército indio llevó a la rendición de las tropas portuguesas allí. La URSS incluso estaba dispuesta a prestar asistencia militar directa a la India en esta guerra, como afirmó el jefe del Presidium del Soviético Supremo de la URSS, L. I. Brezhnev, durante una visita a la India en diciembre de 1961. Poco después de esta declaración, Lisboa capituló.

En cuanto a las regiones francesas, desde finales de agosto de 1953 Francia inició una retirada gradual de sus tropas y fuerzas policiales. La administración francesa de esas zonas pidió a la parte india que extendiera la transferencia de territorios hasta el otoño de 1954 y que no desalojara por la fuerza de allí a los franceses que no partieran hacia Francia.

Delhi estuvo de acuerdo y propuso concluir un acuerdo según el cual Francia reconocería incondicionalmente el estatus indio de las áreas transferidas y no lo cuestionaría. Pero París inicialmente rechazó esta propuesta: dicen, ¿y si sería posible regresar?.

El acuerdo de París para transferir esas áreas también estuvo influenciado por el hecho de que en 1954 comenzó la guerra anticolonial de los argelinos contra Francia, y Las tropas francesas en Argelia fueron cada vez más derrotadas. Por esta razón, París ya no estaba interesada en preservar fragmentos coloniales en la India.


Como resultado, el 1 de noviembre de 1954, las regiones francesas de Pondicherry, Karikkal, Mahe y Yanaon se convirtieron oficialmente en indias; Además, la principal región francesa, Pondicherry, se convirtió en india más tarde, a partir de 1956. El gobierno de la URSS felicitó a la India por estos acontecimientos y acogió con satisfacción su política de eliminar focos de colonialismo en este país.

Durante la visita de J. Nehru a la URSS en junio de 1955, la parte soviética aseguró que apoyaría la liquidación del último fragmento francés (Pondicherry) y de las regiones portuguesas en la India. Lo mismo se repitió durante la visita de Jruschov y Bulganin a la India en noviembre de 1955.

De modo que la posición de Moscú contribuyó a la abolición definitiva de las regiones coloniales de París en el Indostán. Sin embargo, Francia no firmó un acuerdo con la India hasta agosto de 1962, según el cual se negaba a cuestionar el estatus indio de esas zonas.

Las autoridades indias no recurrieron al desalojo de los franceses que partieron voluntariamente a Francia o permanecieron en los antiguos enclaves franceses de la India. Hoy en día, casi el 100% de la población de estas zonas son indios. Al mismo tiempo, en las mismas zonas se conservan monumentos de la época francesa y al menos una cuarta parte de la población es católica.

Así, en 1953-1954. Francia perdió todas sus colonias en la India y en Asia en general. Además, París abandonó Indochina y la India al mismo tiempo.
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lunes, 8 de mayo de 2023

Colonialismo: La guerra en el Océano Índico, 1803-06

La guerra en el Océano Índico, 1803-06

Weapons and Warfare




Derrota del almirante francés Linois por el comodoro Dance, febrero.
15 1804

Defensa del Centurión en Vizagapatam Road, septiembre. 15 de 1804

Para la Royal Navy, no había estación más exigente que las Indias Orientales. El comando se extendía sobre un área enorme, que ascendía a casi 29 millones de millas cuadradas desde el Cabo de Buena Esperanza en el oeste hasta Manila en el este, lo que dificultaba enormemente la localización de las fuerzas enemigas y la coordinación de las operaciones. En una ocasión, en 1805, dos flotas británicas pasaron meses navegando por el Océano Índico en un intento de combinar fuerzas, solo para fallar una y otra vez. De ello se deducía que proteger el comercio británico contra las depredaciones enemigas era un gran desafío, aún más difícil por la escasez de recursos dedicados a la región. En julio de 1803 la fuerza naval ascendía a tan sólo nueve barcos y no fue hasta el año siguiente cuando la flota empezó a alcanzar un tamaño respetable. Es más, todos los barcos mercantes que entraban y salían de la región viajaban a lo largo de una ruta comercial precaria, obligados a negociar con corsarios enemigos con base en los puertos franceses en Ile Bonaparte (antes Ile Bourbon, y hoy en día Reunión) e Ile de France (Mauricio). La defensa del comercio británico se complicó aún más por el monzón, que creó ventanas específicas en las que el comercio podía entrar y salir de la región, restricciones estacionales que eran bien conocidas por los escuadrones franceses que observaban mientras esperaban atacar la navegación británica.

La armada se vio obstaculizada aún más por las malas cartas de navegación, los comerciantes que no cooperaban y la amenaza siempre presente de la fiebre. Entre 1806 y 1810, más de mil hombres murieron a causa de enfermedades, y la armada se vio obligada a recurrir a la impresión a gran escala de barcos mercantes para compensar las deficiencias de mano de obra. Sin embargo, quizás el mayor desafío fue la gran distancia entre una flota en el Océano Índico y el Almirantazgo en Londres. Los comandantes navales a menudo operaban con información desactualizada y sin una idea clara de lo que el Almirantazgo deseaba que hicieran. Una carta enviada por mar tardaba entre cuatro y cinco meses en llegar, mientras que el paso por tierra a través de Turquía y Oriente Medio estaba plagado de peligros. En pocas palabras, los mensajes tardaron mucho tiempo en llegar a la India e incluso más cuando las flotas enemigas navegaban por el Océano Índico: un mensaje enviado a finales de 1803 tardó once meses en llegar. Los comandantes navales mantuvieron correspondencia con el Almirantazgo, pero esencialmente se les dejó solos, obligados a juzgar situaciones y tomar decisiones sin recurrir a una autoridad superior. Como resultado, la guerra en el Este permaneció remota y aislada del resto del conflicto naval.

Tal era la distancia que incluso las declaraciones de guerra podían tardar meses en llegar. Julio de 1803 encontró al almirante Peter Rainier mirando expectante el puerto de Pondicherry, un puerto no fortificado en la costa sureste de la India. Anclado en el interior estaba una flota francesa que había navegado hacia el Océano Índico durante la Paz de Amiens bajo el mando de Charles-Alexandre Durand Linois. Durante dos meses, Rainiero recibió rumores no confirmados de que se había reanudado la guerra entre Gran Bretaña y Francia, pero sin autorización oficial se abstuvo de atacar. Rainier había estado al mando de la estación de las Indias Orientales durante ocho años, un papel que lo había convertido en un hombre increíblemente rico: a su muerte, su propiedad estaba valorada en casi un cuarto de millón de libras, una suma asombrosa incluso para los estándares de premios navales. En 1803 estaba ansioso por volver a casa y ya había intentado renunciar a su cargo una vez antes. Sin embargo, con su conocimiento incomparable de la región, el Almirantazgo se mostró reacio a permitirle regresar e insistió en que permaneciera al mando. En la noche del 24 de julio, anticipando correctamente la noticia de la guerra, la escuadra francesa pasó por delante de su flota y se hizo a la mar. Rainiero se quedó luchando. "A la luz del día envié barcos en diferentes direcciones para observar el rumbo que había tomado", escribió al Almirantazgo, "pero ninguno de ellos pudo verlo". No fue hasta finales de agosto que la noticia de la guerra llegó a Rainiero, momento en el que la flota de Linois había desaparecido en el vasto Océano Índico. e insistió en que él permaneciera al mando. En la noche del 24 de julio, anticipando correctamente la noticia de la guerra, la escuadra francesa pasó por delante de su flota y se hizo a la mar. Rainiero se quedó luchando. "A la luz del día envié barcos en diferentes direcciones para observar el rumbo que había tomado", escribió al Almirantazgo, "pero ninguno de ellos pudo verlo". No fue hasta finales de agosto que la noticia de la guerra llegó a Rainiero, momento en el que la flota de Linois había desaparecido en el vasto Océano Índico. e insistió en que él permaneciera al mando. En la noche del 24 de julio, anticipando correctamente la noticia de la guerra, la escuadra francesa pasó por delante de su flota y se hizo a la mar. Rainiero se quedó luchando. "A la luz del día envié barcos en diferentes direcciones para observar el rumbo que había tomado", escribió al Almirantazgo, "pero ninguno de ellos pudo verlo". No fue hasta finales de agosto que la noticia de la guerra llegó a Rainiero, momento en el que la flota de Linois había desaparecido en el vasto Océano Índico.

La fuga de Linois golpeó el corazón del imperio comercial de Gran Bretaña. Desde la pérdida de las colonias americanas, las Indias Orientales se habían convertido en una región de gran oportunidad comercial, mientras que el comercio con India y China había crecido rápidamente a fines del siglo XVIII. En 1803 representó £ 6,3 millones de importaciones británicas, más que cualquier otra región del mundo. Fue de vital importancia para la ejecución de la guerra por parte del gobierno británico, ya que los ingresos generados por el comercio trajeron vastos recursos fiscales a las arcas de la nación. En 1803, solo los ingresos del té valían 1,7 millones de libras esterlinas para el Tesoro, suficiente para cubrir una sexta parte del presupuesto naval total. Este comercio fue realizado exclusivamente por la principal organización comercial de su época, la Compañía de las Indias Orientales, que gobernaba el comercio británico a través del Océano Índico. Aunque es una empresa semiprivada, gobernó y administró efectivamente grandes extensiones de la India, su poder centralizado en tres presidencias en Madrás, Bombay y Calcuta, con un puesto de avanzada adicional en Penang. La Compañía actuó como un estado por derecho propio, financiando un ejército privado para respaldar sus intereses, y también apoyó una pequeña fuerza naval conocida como Bombay Marine. Sin embargo, esto fue insuficiente para las necesidades de la Compañía y, por lo tanto, se encargó a la Royal Navy que protegiera la vasta costa de la región de las incursiones francesas, al tiempo que defendía el comercio marítimo de la Compañía. y también apoyó una pequeña fuerza naval conocida como Bombay Marine. Sin embargo, esto fue insuficiente para las necesidades de la Compañía y, por lo tanto, se encargó a la Royal Navy que protegiera la vasta costa de la región de las incursiones francesas, al tiempo que defendía el comercio marítimo de la Compañía. y también apoyó una pequeña fuerza naval conocida como Bombay Marine. Sin embargo, esto fue insuficiente para las necesidades de la Compañía y, por lo tanto, se encargó a la Royal Navy que protegiera la vasta costa de la región de las incursiones francesas, al tiempo que defendía el comercio marítimo de la Compañía.

La naturaleza única de la estación de las Indias Orientales provocó emociones contrastantes entre los oficiales y marineros destacados en la región. Como podía atestiguar el saldo bancario de Rainiero, se podía ganar un premio considerable y, para otros, el exótico Oriente prometía novedad y aventura. Robert Hay, un marinero a bordo de Culloden en su viaje a las Indias Orientales en 1804, quedó inicialmente fascinado por lo que encontró:

"La apariencia de todo aquí era nueva y extraña", escribió más tarde. Sin embargo, no todos estaban tan entusiasmados e incluso el propio Hay comenzó a tener dudas: en estos climas cálidos, los hombres tienen una cantidad mucho mayor de enemigos que los molestan que en las regiones más templadas. El primero y el más diminuto, aunque no el menos molesto, es el mosquito. . . en cuanto cae la oscuridad de la noche, comienzan sus depredaciones, y ¡ay de cada centímetro de piel humana expuesta a los ataques, especialmente de los europeos recién llegados, cuyo rostro, después de dormir en tierra la primera noche, puede estar tan desfigurado hasta el punto de ser apenas reconocible por sus conocidos más íntimos.

Algunos de los que tenían experiencia previa en la región aprovecharon la oportunidad para cambiar el mando: el teniente Hawkins de Culloden 'no era aficionado a la India' y fue transferido a un barco en una estación de origen después de descubrir su destino. Fue precisamente por esta razón que el Almirantazgo decidió que el experimentado Rainier debería permanecer en la estación, al menos hasta que se pudiera encontrar un reemplazo adecuado. Con la flota de Linois suelta en el Océano Índico y capaz de atacar cualquiera de las posesiones indias de Gran Bretaña, Rainiero estaba tratando de encontrar una aguja en un pajar. El Comandante en Jefe se enfrentó a una elección difícil: podía concentrar sus recursos en proteger el comercio de la Compañía u organizarlos para defender las posesiones indias de Gran Bretaña, pero sus medios limitados significaban que no podía hacer ambas cosas. Frustrado por esta escasez de recursos, se vio obligado a explicar al gobernador general, el marqués Wellesley, que no tenía barcos de repuesto para perseguir a Linois. Rainier organizó su flota para defender lo que creía que eran las partes más débiles de la costa india, en Goa, Bombay y Trincomalee, mientras que un pequeño destacamento de una fragata y dos balandras fue enviado al mando del capitán Walter Bathurst para proteger Madrás. Rainiero mantuvo juntos sus cuatro barcos de línea, que incluían el Centurion de 50 cañones, para repeler cualquier incursión francesa sorpresa. Frente a esta fuerza limitada, durante los siguientes dos años y medio, el escuadrón de Linois demostró ser un adversario persistente y agresivo, atacando el comercio y asaltando los asentamientos británicos, regresando cada invierno a su base en Mauricio. Enfrentado a un enemigo tan ágil y escurridizo, Rainier estaba constantemente tratando de ponerse al día. el marqués Wellesley, que no tenía barcos de repuesto para perseguir a Linois. Rainier organizó su flota para defender lo que creía que eran las partes más débiles de la costa india, en Goa, Bombay y Trincomalee, mientras que un pequeño destacamento de una fragata y dos balandras fue enviado al mando del capitán Walter Bathurst para proteger Madrás. Rainiero mantuvo juntos sus cuatro barcos de línea, que incluían el Centurion de 50 cañones, para repeler cualquier incursión francesa sorpresa. Frente a esta fuerza limitada, durante los siguientes dos años y medio, el escuadrón de Linois demostró ser un adversario persistente y agresivo, atacando el comercio y asaltando los asentamientos británicos, regresando cada invierno a su base en Mauricio. Enfrentado a un enemigo tan ágil y escurridizo, Rainier estaba constantemente tratando de ponerse al día. el marqués Wellesley, que no tenía barcos de repuesto para perseguir a Linois. Rainier organizó su flota para defender lo que creía que eran las partes más débiles de la costa india, en Goa, Bombay y Trincomalee, mientras que un pequeño destacamento de una fragata y dos balandras fue enviado al mando del capitán Walter Bathurst para proteger Madrás. Rainiero mantuvo juntos sus cuatro barcos de línea, que incluían el Centurion de 50 cañones, para repeler cualquier incursión francesa sorpresa. Frente a esta fuerza limitada, durante los siguientes dos años y medio, el escuadrón de Linois demostró ser un adversario persistente y agresivo, atacando el comercio y asaltando los asentamientos británicos, regresando cada invierno a su base en Mauricio. Enfrentado a un enemigo tan ágil y escurridizo, Rainier estaba constantemente tratando de ponerse al día. 

La amenaza francesa se hizo evidente rápidamente. Habiendo escapado de Pondicherry en julio, Linois se dirigió al sur a Ile de France, donde finalmente confirmó que se había declarado la guerra. El 8 de octubre, Linois se hizo a la mar con el buque de guerra Marengo, dos fragatas, Belle Poule y Simillante, y la corbeta Berceau, y se dirigió de nuevo al norte. Era muy consciente de su ventaja operativa sobre Rainiero. Como explicó en 1803, `hay muchos puntos que proteger, sus fuerzas deben estirarse mucho. Eso me da la esperanza de hacerles mucho daño recorriendo grandes distancias dentro de las diferentes partes de los mares Índicos. La capacidad francesa para atacar repentinamente y con un efecto devastador quedó demostrada el 2 de diciembre de 1803, cuando la escuadra de Linois descendió inesperadamente sobre Sumatra y navegó hacia el puerto de Bencoolen. Volando los colores británicos hasta el último minuto, el escuadrón tomó a los británicos desprevenidos y los engañó por completo: la guarnición incluso envió a un piloto para ayudar a llevar la flota al puerto. Se tomaron dos presas y se quemaron cinco mercantes, mientras que las partidas de desembarco incendiaron los almacenes. Habiendo causado estragos, Linois escapó a la seguridad de la cercana colonia holandesa de Batavia. Rainer no se enteró de la redada hasta dos meses después, momento en el que Linois ya se había ido.

Los recursos limitados de Rainier también significaron que el convoy anual de China, que transportaba grandes cantidades de té a Gran Bretaña, zarpó el 31 de enero de 1804 sin escolta naval. Partió con 27 indios mal armados, con un cargamento valorado en 8 millones de libras esterlinas a bordo. Era un blanco fácil para los franceses, y al amanecer del 14 de febrero fue interceptado cerca de la entrada este del Estrecho de Malaca por el escuadrón de Linois. En un engaño que fue tan valiente como afortunado, el comandante del convoy, Nathaniel Dance, se dirigió directamente hacia los franceses con sus barcos en una formación de línea de batalla y les ordenó enarbolar la insignia naval. Esperaba engañar al comandante enemigo y, por suerte, Linois había recibido información errónea de que las fuerzas navales británicas estaban en la región. Creyendo que los indios son navíos de línea, retrasó la acción adicional hasta la mañana siguiente. Habiendo atacado finalmente, un breve y confuso encuentro de cuarenta minutos convenció a Linois de que se enfrentaba a barcos de guerra y tomó la terrible decisión de zarpar. Decidido a mantener la simulación, Dance señaló una persecución general tras el enemigo en retirada, y Linois fue completamente engañado. La Batalla de Pulo Aura, como se la conoció, fue un triunfo para la Compañía de las Indias Orientales y un desastre para los franceses, pero demostró claramente que la Royal Navy estaba sobrecargada. En octubre y noviembre de 1804, Rainiero ordenó tantos barcos como fuera posible para proteger el comercio de China a través del Estrecho de Malaca y para asegurarse de que no se repitiera Pulo Aura. y tomó la terrible decisión de zarpar. Decidido a mantener la simulación, Dance señaló una persecución general tras el enemigo en retirada, y Linois fue completamente engañado. La Batalla de Pulo Aura, como se la conoció, fue un triunfo para la Compañía de las Indias Orientales y un desastre para los franceses, pero demostró claramente que la Royal Navy estaba sobrecargada. En octubre y noviembre de 1804, Rainiero ordenó tantos barcos como fuera posible para proteger el comercio de China a través del Estrecho de Malaca y para asegurarse de que no se repitiera Pulo Aura. y tomó la terrible decisión de zarpar. Decidido a mantener la simulación, Dance señaló una persecución general tras el enemigo en retirada, y Linois fue completamente engañado. La Batalla de Pulo Aura, como se la conoció, fue un triunfo para la Compañía de las Indias Orientales y un desastre para los franceses, pero demostró claramente que la Royal Navy estaba sobrecargada. En octubre y noviembre de 1804, Rainiero ordenó tantos barcos como fuera posible para proteger el comercio de China a través del Estrecho de Malaca y para asegurarse de que no se repitiera Pulo Aura. fue un triunfo para la Compañía de las Indias Orientales y un desastre para los franceses, pero demostró claramente que la Royal Navy estaba sobrecargada. En octubre y noviembre de 1804, Rainiero ordenó tantos barcos como fuera posible para proteger el comercio de China a través del Estrecho de Malaca y para asegurarse de que no se repitiera Pulo Aura. fue un triunfo para la Compañía de las Indias Orientales y un desastre para los franceses, pero demostró claramente que la Royal Navy estaba sobrecargada. En octubre y noviembre de 1804, Rainiero ordenó tantos barcos como fuera posible para proteger el comercio de China a través del Estrecho de Malaca y para asegurarse de que no se repitiera Pulo Aura.

Después de su vergonzosa derrota, Linois regresó algo escarmentado a Ile de France. En Europa, Napoleón estaba furioso: 'la conducta del almirante Linois es miserable', escribió a Decres. Ha hecho de la bandera francesa el hazmerreír del Universo. Linois tuvo una entrevista incómoda con el gobernador general francés, Charles Mathieu Isidore Decaen, igualmente poco impresionado, quien lo instó a regresar al mar de inmediato. Obedientemente, Linois continuó aprovechando el comercio británico durante el resto de 1804, con cierto éxito. En septiembre, su pequeño escuadrón atacó barcos navales estacionados en Vizagapatam, dañando gravemente al Centurión británico y saliendo con el barco de las Indias Orientales Princess Charlotte. La operación demostró una vez más la dificultad de proteger un largo litoral, pero Linois nuevamente fue objeto de fuertes críticas por parte de Decaen por no aniquilar el buque de guerra británico. Sin embargo, sus ataques comenzaron a pasar factura a Rainiero, ahora envejecido y cada vez más agotado por las demandas de la estación, y en 1804 se envió un reemplazo para tomar el mando. La tarea final de Rainiero fue escoltar el comercio de China de regreso a Gran Bretaña: en septiembre de 1805, un convoy con carga por valor de £ 15 millones llegó a casa sin pérdidas. Este fue el más valioso que jamás haya salido de aguas indias y un final apropiado para la larga y poco apreciada carrera de Rainier. en septiembre de 1805, un convoy con un cargamento valorado en 15 millones de libras esterlinas llegó a casa sin pérdidas. Este fue el más valioso que jamás haya salido de aguas indias y un final apropiado para la larga y poco apreciada carrera de Rainier. 

Su reemplazo fue el contraalmirante Edward Pellew, que anteriormente había estado al mando de Ferrol. Asertivo y dinámico, trajo un nuevo vigor a la guerra en el Este. Mientras zarpaba, y con una prosa característicamente vivaz, soñaba con "dar un golpe a los enemigos inveterados e inquietos de la humanidad". Una serie de refuerzos de Gran Bretaña complementaron la flota de las Indias Orientales a lo largo de 1804, y Pellew pudo extender sus fuerzas mucho más que Rainiero, enviando barcos para proteger el comercio con China y el Estrecho de Malaca. Como muchos otros, Pellew luchó por adaptarse al clima opresivo y pasó sus primeras semanas lamentando amargamente todo lo que había hecho para asegurar el nombramiento:

Hemos llegado a nuestro destino sin accidente y hemos sentido el calor resplandeciente de un Termómetro a 88º, no sé cómo debería aguantar tal derretimiento. . . No puedo decir que esté muy impresionado con el país y, a menudo, estoy muy enojado conmigo mismo por haber sido fundamental para que dejara Inglaterra y creo que no actué sabiamente.

Estaba aún menos impresionado con los administradores que encontró en la tierra: 'En resumen, es un clima de indolencia y lujo', escribió, 'unido a la avaricia y la opresión que realmente me disgustan'. Fue despiadadamente grosero con los jóvenes que encontró holgazaneando pronunciando "elegantes citas de Shakespeare", y criticó el control de la India por parte de la Compañía de las Indias Orientales, que comparó con la dominación de Europa por parte de Napoleón. Sin embargo, no tuvo reparos en detener las ambiciones imperiales francesas.

Desde el comienzo de su mando, Pellew recibió numerosas quejas sobre las deficiencias en la protección del comercio por parte de la marina. Una de las primeras cartas era de Lord Wellesley, lamentando "la irritante lista de las capturas realizadas recientemente por los franceses en estos mares, y llevadas al Mauricio frente a nuestros cruceros de esa isla". Este punto quedó inmediatamente claro cuando Linois resurgió en el verano de 1805: el 1 de julio, su pequeña pero poderosa escuadra interceptó y capturó al indio Brunswick de 1.200 toneladas frente a Ceilán. Brunswick había perdido muchos hombres por la impresión naval y estaba muy superado en términos de armas: amenazado con una andanada abrumadora, su capitán no tuvo más remedio que rendirse. A bordo estaba el guardiamarina Thomas Addison, quien estaba devastado por abandonar el barco: 'No puedo expresar la intensidad de mis sentimientos', escribió más tarde, 'siendo obligado a entregar en manos del enemigo este hermoso, hermoso y valioso barco'. Addison y los oficiales del barco fueron retenidos a bordo de Marengo, donde se vieron obligados a someterse a condiciones difíciles. `Tienen una mala idea de la limpieza; la pulcritud está fuera de discusión”, escribió Addison. `Nuestra vida era miserable. Sólo dos comidas por día; los dos juntos difícilmente harían un buen desayuno inglés, con medio litro de burdeos agrio y medio litro de agua. 

Después de esta valiosa captura, Linois navegó hacia el sur con la esperanza de aprovecharse de la ruta comercial entre el Cabo y Madrás. En agosto, su flota se encontró con un convoy de once grandes barcos que navegaban hacia el este, comandados por el contraalmirante Thomas Troubridge, hasta hace poco Lord del Almirantazgo en Whitehall. Linois se dirigió para interceptar, solo que esta vez encontró una verdadera escolta naval defendiendo el convoy. Las dos flotas intercambiaron disparos distantes: Addison, aún aprisionada en las profundidades de Marengo, se vio obligada a escuchar los sonidos de la batalla. "El fuego comenzó ahora con gran entusiasmo", recordó, "escuchamos un regreso atronador del buque de guerra inglés, que pronto fue seguido por terribles gritos entre cubiertas". Troubridge no intentó perseguir a Linois, ya que su tarea era llevar el convoy a la India en lugar de eliminar a los cruceros franceses. "No vimos más a los franceses", escribió una de sus pasajeras, Mary Sherwood, "pero luego nos cercioramos de que habíamos hecho sufrir a Linois tan severamente que se alegró de irse". Mientras Troubridge se dirigía al norte, Linois se dirigió al Cabo, su escuadrón debilitado por las sucesivas tormentas, y luego al Atlántico Sur, donde pretendía asaltar la costa de África Occidental. El 13 de marzo de 1806 se encontró con la escuadra comandada por John Borlase Warren que había salido de Gran Bretaña meses antes en busca de la flota de Willaumez. Obligado a luchar contra un enemigo superior por primera vez (el buque insignia de Warren era el poderoso London de 90 cañones), Marengo quedó reducido a un casco destrozado antes de que el comandante francés finalmente se rindiera. Después de casi tres años de navegación, había capturado barcos por valor de 600.000 libras esterlinas, una suma considerable que había causado gran preocupación en la India y Londres.


El buque de guerra británico Londres capturando el Marengo del almirante Linois, 13 de marzo de 1806




   

lunes, 24 de enero de 2022

Imperio Centroafricano: Canibalismo y el más bárbaro colonialismo francés

Bokassa, el emperador caníbal que se comía a los ministros que no funcionaban y decía ser un apóstol de Cristo

Dirigió con ferocidad a la República Centroafricana. Tuvo 17 esposas (a una la comió) y 58 hijos. Su mandato fue espeluznante. Llegó a canibalizar a opositores, aliados y cientos de niños. Fue derrocado después de 13 años, en los que sostuvo el poder a base de pagar por protección a Francia con uranio y diamantes

El 4 de diciembre de 1976, en una fastuosa ceremonia, Jean-Bedel Bokassa se autoproclamó Emperador

Se comía a sus ministros. Literal. Primero los hacía asar, luego los servía en un banquete a sus invitados especiales y, a los postres, revelaba la materia prima del menú. Así lo contó el entonces ministro de Cooperación francés, Robert Galley: al final de un banquete de estado en su honor, el emperador le dijo, y también a sus invitados: “No se han dado cuenta, pero acaban de comer carne humana”. Parece que era carne de un miembro de su gabinete que no funcionaba como debía. O como el emperador quería. Igual, como solución a una minicrisis de gabinete, suena un poco drástico.

El tipo era caníbal. Y un caníbal del poder también. Jean Bedel Bokassa, según su nombre francés, se había adueñado de la presidencia de la República Centroafricana el primer día de 1966 y había permanecido como tal hasta el 4 de diciembre de 1976. Ese día, se proclamó emperador y lo fue hasta el 20 de septiembre de 1979, en la que fue derrocado por sus mandantes: Francia.

Fue entonces que se hicieron públicos sus horrores. En privado, se sabía todo, incluso que el emperador comía la carne de muchos chicos asfixiados o torturados en las mazmorras de palacio: sus cuerpos colmaban las cámaras frigoríficas del palacio imperial. También se comió a una de sus ex esposas: tuvo diecisiete, muchas al mismo tiempo, y cincuenta y ocho hijos. Ya con el emperador derrotado, su cocinero personal confesó que le obligaron a elaborar comida con carne humana bajo amenaza de muerte. Y que, en los viajes presidenciales privados al exterior, el dictador se alimentaba con jamón, chorizos y otros embutidos “elaborados con la misma materia prima”. Textual. Fue ese particular chef quien reveló que Bokassa ordenó ejecutar a uno de sus ministros para servirlo, adobado es de suponer, al resto de su gabinete. El mensaje fue claro y entendido de inmediato. Cuando ya no pudo comerse a sus adversarios políticos, por desabastecimiento acaso, empezó a matar a gente de otras profesiones. El diario soviético “Izvestia” reveló que Bokassa “se comió al único matemático del país”. Y si no se los comía, los servía como alimento de los cocodrilos que nadaban orondos en los pozos del palacio.

Bokassa en su visita al presidente Charles de Gaulle en París (Photo by James Andanson/Sygma via Getty Images)

Entre el 17 y el 19 de abril de 1979, ya con su estrella en declive a los ojos de Francia, hizo asesinar en una violenta represión a un centenar de chicos estudiantes que manifestaron en la capital, Bangui, contra la decisión del gobierno imperial de imponerles el uso de un uniforme escolar carísimo, que sus padres no podían pagar, según denunció Amnesty International. La tortura a los opositores era un elemento cultural del imperio y Bokassa participaba en muchas de ellas, en forma activa, se entiende. Apaleaba o ejecutaba, o apaleaba y ejecutaba a los ladrones en ceremonias públicas todas televisadas, o dictaba normas extravagantes de riguroso cumplimiento, como una que prohibió que sonaran los tambores en horarios hábiles, por lo que los tambores sonaban cuando todos dormían, que la música cura todos los males.

¿Cómo puede un demente tan peligroso ocupar durante trece años el más alto cargo de un país? La pregunta tiene dos respuestas: uranio y diamantes. Bokassa no fue el primer tipo que llega a la cima y no sabe qué hacer, o no tiene lo que hay que tener para hacerlo. No todos se almuerzan a un caballero, pero en general derivan por manual hacia lo rocambolesco: se proclaman emperador, faraón, rey del mundo o lo que fuere. El tratamiento que se le debía dar a Bokassa era el de “Su Majestad Bokassa I, emperador de Centroáfrica, Mariscal de Centroáfrica, Apóstol de la paz y Servidor de Cristo Dios”. Su secreto era ceder a Francia el uranio que pedía y aportar diamantes a los bolsillos de los más altos funcionarios, por empezar los del presidente Valery Giscard D’Estaing, por ejemplo, que perdió su reelección a manos de Francois Mitterrand a raíz del escándalo desatado por los diamantes de Bokassa.

Había nacido el 22 de febrero de 1921 en Bangui, capital de la entonces África Ecuatorial. Huérfano a los seis años, lo educó su abuelo con la ayuda de misioneros franceses. A los dieciocho años se convirtió en militar y se enroló en las Fuerzas Francesas Libres. Como miembro del ejército francés, en 1944 peleó, y fue condecorado, durante el desembarco aliado en la Provenza. Francia lo honró con la Legión de Honor y la Cruz de Guerra. Dejó el ejército de Francia para integrar el de República Centroafricana cuando la nación se independizó de Francia, al menos en lo formal, durante la gran ola independentista africana de inicios de los años 60.

Antes de convertirse en tirano y emperador de la República Centroafricana, Bokassa luchó para Francia en la Segunda Guerra Mundial y fue condecorado. En la imagen, en una visita a Rumania en 1970 (Wikipedia)

Ascendió veloz al grado de coronel y al cargo de jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas porque el entonces presidente, David Dacko, era su primo, a quien derrocó en 1966 con un golpe de Estado, mientras el país se hundía en una enorme crisis económica. Ocupó entonces los dos cargos, presidente de la república y del gobierno, liquidó la constitución, gobernó por decreto y con el tiempo se hizo nombrar cabeza del Movimiento para la Evolución Social de África del Norte (MESAN), el único partido político del país.

La República Centroafricana es un país paupérrimo, rodeado de países tanto o más obres: Chad, Camerún, Congo, República Democrático del Congo, Sudán y Sudán del Sur. En 1969, Bokassa viajó a Francia y fue recibido por Charles de Gaulle, a quien llamó, embelesado y astuto, “Papá”. De Gaulle lo calificó de imbécil, pero tuvo hacia él cierta consideración por consejo de Jacques Foccart, secretario para Asuntos Africanos. Asistió al funeral de Estado en honor a De Gaulle en 1970, donde se hizo conocido por llorar desconsolado en Notre Dame. Fue con Giscard con quien tejió sus mejores vínculos: lo hizo un cazador de fieras en las sabanas de la República Centroafricana, y le llenó las manos con diamantes, uno de ellos, según reveló el propio Bokassa, valuado en un millón de francos de 1973. A cambio de esas naderías y del uranio con el que Francia elaboraba sus armas nucleares, Bokassa pedía poco: que sostuvieran su régimen de terror.

El emperador Jean-Bedel Bokassa y su esposa, la emperatriz Catherine, el 4 de diciembre de 1977, un año después de su proclamación (AP Photo)

Francia lo hizo hasta que le fue imposible. En casa, las cosas para el todavía presidente de la República Centroafricana empezaban a complicarse. Un golpe de Estado fallido en abril de 1969 hizo que Bokassa afianzara su poder y eliminara a su principal rival militar, el coronel Alexandre Banza. Lo hizo a su manera. La revista americana “Time” reveló que Banza fue arrastrado ante Bokassa, en plena reunión de gabinete, para que el presidente lo cortara en pedazos seleccionados con una navaja. Que luego los guardias lo golpearon hasta partirle la espalda. Lo arrastraron luego por las calles de Bangui hasta que finalmente le dispararon. “Le Monde” fue más piadoso con la descripción: “Banza fue asesinado en circunstancias tan repugnantes que todavía dan escalofríos”.

En marzo de 1972 Bokassa se hizo proclamar presidente vitalicio, para qué andar con más rodeos, por un congreso extraordinario del MESAN. Y dos años después, se ascendió a mariscal. Superó otro golpe fallido en diciembre de 1974, con su secuela de centenares de opositores torturados y ejecutados, y sobrevivió por los pelos a un intento de asesinato en febrero de 1976. De modo que huyó hacia adelante, convencido de que debía instaurar una monarquía. Pidió ayuda, y la obtuvo, al entonces líder libio Muhammad Khadafi que fue su fuente de inspiración. Bokassa disolvió el gobierno en septiembre de 1976, renunció a sus cargos ministeriales y creó el Consejo de la Revolución Centroafricana: un nuevo órgano de gestión del Estado, bajo su presidencia, desde luego.

Cuando Khadafi visitó Bangui, Bokassa decidió convertirse al Islam porque buscaba la ayuda económica de Libia. Adoptó el nombre de Salah Eddine Ahmed Bokassa. El 4 de diciembre hizo que la ya desahuciada República Centroafricana pasara a ser una monarquía y creó el Imperio Centroafricano. Todo imperio precisa un emperador, así que Bokassa volvió al catolicismo y se coronó a sí mismo en una ceremonia insensata. Antes de la entronización, el flamante emperador pidió a su “hermano”, el Papa Pablo VI que oficiara la ceremonia, en remedo de la coronación de Napoleón con quien Bokassa se sentía también hermanado. El Vaticano, por la razón que fuere, decidió tomar debida distancia del disparate, y lo mismo hicieron, entre otros, el presidente de Yugoslavia, mariscal Josip Broz Tito, el emperador Hirohito, de Japón, y el sha de Irán, Mohammed Reza Pahlevi, que pegaron el faltazo a la fiesta.

El 25 de mayo de 1979, acuciado por las acusaciones internacionales de canibalismo y muerte de niños, Bokassa posó con su familia, en un intento de mejorar su reputación (Photo by Keystone/Getty Images)

Los trajes del emperador y la emperatriz, su decimoquinta esposa, llevaban engarzadas ochocientas mil perlas en el de él y otras tantas de oro en el de ella. Ocho caballos blancos llegados desde Normandía, se supone que en avión, tiraron de la carroza que llevó a la pareja al falso palacio real: era un estadio de fútbol adaptado para la ocasión, con un trono en forma de águila imperial bañado en oro. Francia aportó los cascos metálicos para la flamante guardia imperial, toneladas de comida, vino y fuegos artificiales para amenizar la jornada, y sesenta vehículos Mercedes Benz para transportar a la familia imperial y a sus invitados. No hay registros de que en las mesas se haya servido otra cosa que los alimentos que enviaron los franceses, que sabían lo que hacían.

Bokassa se hizo rico en trece años de poder. Usó las minas del país y la fuerza de trabajo de sus habitantes para amasar millones, en especial con el negocio de los diamantes, mientras caía la economía y los tres millones y medio de centroafricanos se hundían aún más en la miseria. Para Francia, mientras hubiera uranio había esperanza. Hasta que los delirios de Bokassa y sus violaciones a los derechos humanos, la persecución de los disidentes y los asesinatos de los opositores se hicieron imposibles de admitir. Y de ocultar. Francia lo objetó y Estados Unidos le retiró su apoyo, en especial después de la gigantesca matanza de aquellos colegiales del uniforme inalcanzable, en abril de 1979.

En diciembre de ese año, mientras el emperador estaba de visita oficial en Libia, fue derrocado por un golpe de Estado amparado por tropas francesas, que restauraron en el poder a David Dacko, el primo a quien Bokassa había derrocado en 1966. De inmediato, el emperador pidió ayuda a su amigo Khadafi y Khadafi, de inmediato también, le hizo saber que ya le importaba nada: era un derrocado en el exilio. Bokassa viajó a París y a los brazos de su amigo, el presidente Giscard. Pero el presidente Giscard ya no era su amigo y rehusó cualquier tipo de contacto con el desterrado, aunque se ocupó de encontrarle un país que lo cobijara. Fue Costa de Marfil. El presidente Houphouet-Boignhy aceptó no de muy buen grado darle asilo. Cuando en 1983 Bokassa intentó volver a su país a poner las cosas en orden, su operativo de regreso fue abortado por las autoridades locales, que lo expulsaron del país. Fue a parar de nuevo a Francia, gobernada ahora por Francois Mitterrand que no tuvo más remedio, o lo tuvo y no lo usó, que aceptarlo. Bokassa fue a vivir a un palacete de su propiedad, cercano a París. Ahorros no le faltaban, se ve.

Bokassa, ya destituido, en el Castillo Haudricourt, de su propiedad, ubicado en las afueras de Paris (Photo by Jacques Pavlovsky/Sygma via Getty Images)

En 1986, convencido de que en París podía matarlo una bala perdida, o un automovilista imprudente en una calle aislada y sin luz, el emperador regresó a la República Centroafricana a enfrentar lo que hubiera que enfrentar. Llegó el 24 de octubre de 1986, hace hoy treinta y cinco años. Fue arrestado y juzgado por traición, asesinato, canibalismo y apropiación de bienes y fondos estatales. La acusación de canibalismo fue anulada porque los hechos no pudieron ser demostrados. Se ve que, a digestión pasada, eximición de cargos. El 12 de junio de 1987, el tribunal republicano lo condenó a muerte. Ocho meses después, la sentencia fue conmutada por la de cadena perpetua. Y meses más tarde, rebajada a veinte años de cárcel.

En 1993, cuando la democracia retornó a la República Centroafricana, el presidente saliente, André Kolingba, dictó como último acto de su generoso gobierno, una amnistía general para todos los presos que incluyó a Bokassa y a varios de los más fieles miembros de su otrora corte de esplendor. El cocinero no figuraba entre los presos. Todos fueron liberados el 1 de agosto.

El 3 de noviembre de 1996 un infarto agudo fulminó al dictador, enfermo cardíaco casi crónico, con cierta insuficiencia renal y un par de ataques cerebrales. Tenía 75 años. Antes de su muerte, había dicho que era el decimotercer apóstol de Cristo.

Faltaría más.

 

sábado, 4 de diciembre de 2021

Reino de Italia: Las guerras coloniales italianas

Guerras coloniales italianas (1882-1936)

Africa - Axis and Allieds




La búsqueda italiana de prestigio. Aunque parecería que la búsqueda de un imperio de ultramar sería una prioridad baja para el estado italiano recién unificado, con su falta de integración interna, serias disputas fronterizas con Austria y una escasez general de recursos, Roma todavía buscaba este objetivo en la competencia. con las otras grandes potencias del siglo XIX. Los objetivos eran el prestigio internacional, los mercados potenciales y una salida para el exceso de población de Italia que aún estaría bajo el control político de Roma. Un ímpetu particular para la expansión italiana fue la resonancia del mismo nombre Roma con imperio.

Si bien el gobierno británico permitió que se afianzara en lo que ahora es Somalia, los esfuerzos italianos para crear un protectorado sobre el Imperio etíope fracasaron. A pesar de perder ante los impuestos feudales en Dogali en 1887, Roma firmó el tratado de Wichale con el emperador Menelik II en 1889. El emperador creía que había firmado un tratado reconociendo su soberanía. El gobierno italiano sintió que había ligado hábilmente a los etíopes con una admisión de señorío. Cuando Menelik llegó a comprender el verdadero significado del tratado, repudió el documento en 1893 y fue a la guerra.

El punto culminante de esta campaña fue la desastrosa Batalla de Adowa en 1896, aunque los italianos también se enfrentaron a un punto muerto en Amba Alagi (1895) y Macalle (1896). Esencialmente, el conflicto ítalo-etíope se había convertido en una lucha por poderes entre Londres y París por el control del Sudán, con el resultado de que el ejército etíope, aunque esencialmente una horda feudal, tenía acceso a las armas modernas francesas y rusas. Cuando se suma a las cifras brutas y la ferocidad guerrera tradicional del ejército de Menelik, el resultado fue una aplastante derrota italiana. Roma ni siquiera pudo montar una campaña de represalia para vengarse de la peor humillación jamás recibida por un estado tradicional sobre un ejército occidental moderno.

El segundo gran esfuerzo de los italianos se produjo en el norte de África, ya que el incidente de Agadir animó a Roma a tratar de convertir su área de influencia en Cyrenica y Tripolitania (Libia moderna) en una colonia formal, principalmente por temor al engrandecimiento francés. Este movimiento condujo a la Guerra Italo-Turco (1910-1911), que, aunque fue una guerra entre ejércitos organizados, se trató principalmente de asegurar las posesiones coloniales en compensación por las ganancias de otros gobiernos.

Una vez que los turcos dieron un paso atrás en su confrontación con los italianos, principalmente para lidiar con la Guerra de los Balcanes, Roma se encontró atrapada en una guerra de guerrillas de larga duración con los Senussi, una cultura de nómadas del desierto sin intención de comprometer sus tradiciones por el en aras de las aspiraciones económicas y políticas de Roma. Con el estímulo de Turquía y Alemania, los Senussi (bajo su emir Idris) pudieron luchar contra los italianos hasta paralizarlos; en 1919 Roma se vio obligada a conceder autonomía a los nómadas.

Estas eran circunstancias que Benito Mussolini no estaba dispuesto a tolerar cuando llegara al poder, aunque no era obvio que estuviera interesado en perseguir un imperio formal. Como exsocialista, Mussolini era nominalmente un antiimperialista. También se planteó la consideración más cínica de si adoptar esa postura serviría mejor a los fines del nuevo régimen. Al final, Mussolini se preocupó aún más por lograr victorias para su régimen a fin de solidificar su poder interno, además de los habituales objetivos coloniales italianos.

Mussolini asignó a Emilio De Bono la tarea de dominar a los Senussi, iniciando así una campaña que se prolongó hasta principios de la década de 1930. De Bono fue elegido porque era el soldado más eminente en unirse a la causa fascista, y su éxito reflejaría la gloria en el movimiento Blackshirt, pero su falta de progreso lo llevó a ser reemplazado por los generales del ejército regular Pietro Badoglio y Rodolfo Graziani.

Su estrategia fue el método tradicional anti-insurrección de concentrar a la población no combatiente en campamentos seguros para separarla de los combatientes activos, no habiendo más de 1,000 guerrilleros activos al mismo tiempo. La campaña contra la insurgencia se llevó a cabo con toda la brutalidad fascista esperada y gran parte de la infraestructura social y económica de los pueblos tradicionales de Libia fue destruida; se calculó que en 1932 unas 100.000 personas habían muerto sólo en Cyrenica, aproximadamente la mitad de la población de esa región.

Probablemente era inevitable que Mussolini volviera a examinar la cuestión de exigir la venganza de Etiopía por la debacle de 1896, razón fundamental dada a la población italiana. Aunque Roma había podido ejercer más influencia sobre Addis Abeba, Haile Selassi había seguido tratando de enfrentar a las principales potencias europeas entre sí para mantener la soberanía de su estado. Creyendo que tenía las manos libres de Londres y París, Mussolini comenzó su segunda guerra colonial al igual que lo había hecho en su campaña en el norte de África, al enviar a De Bono con una gran fuerza de milicias de Blackshirt para marchar sobre el gorro etíope para acaparar toda la gloria de su régimen.

Como antes, se requirió una fuerza mayor de lo esperado (se movilizaron unos 800.000 hombres) bajo el mando de oficiales profesionales para llevar a término la campaña formal, una campaña que asqueó a las democracias con el uso de armas químicas, esparcidas indiscriminadamente por aire. Gran parte de la guerra se volvió inconexa después de la derrota del ejército regular etíope.

Sin embargo, la conquista militar formal no condujo a una región pacífica y los italianos se encontraron lidiando con un nivel constante de insurrección, un asunto que no ayudó al control fragmentario que el gobierno central etíope había ejercido sobre el país. Ni la violencia sanguinaria ni la benevolencia relativa pudieron solidificar la posición italiana antes de la derrota del país a manos de los británicos en 1941 y la pérdida total del imperio. Toda la aventura italiana en el imperialismo recuerda la supuesta cita del canciller Otto von Bismarck: "Los italianos tienen un gran apetito pero dientes débiles".



Al igual que los británicos, las potencias del Eje, aunque con menos entusiasmo, buscaron estirar los recursos de sus enemigos, en particular en África Oriental y Oriente Medio. En África Oriental, las fuerzas italianas aprovecharon la distracción británica para invadir la Somalilandia británica desde Etiopía el 5 de agosto de 1940 y conquistarla fácilmente. El mes anterior habían penetrado en Kenia y habían ocupado ciudades fronterizas en el Sudán anglo-egipcio. Las fuerzas italianas eran más grandes que las fuerzas del Imperio Británico en el área, pero estaban aisladas de los refuerzos. En septiembre, a pesar de la amenaza planteada a Egipto por los italianos en Libia, el C-en C británico de Oriente Medio, el general Wavell, envió la 5ª División India a Sudán. La 1ª División Sudafricana se formó en Kenia. Después de los éxitos de Wavell en el desierto occidental en diciembre, la 4.a División India también fue enviada por el Nilo.

Había varias razones por las que los británicos deseaban librar una campaña en Etiopía, a pesar de estar tan lejos de los principales escenarios de guerra. El primer ministro sudafricano, Jan Smuts, necesitaba una victoria para obtener apoyo público para la guerra. Los británicos estaban preocupados por contrarrestar la creciente influencia alemana con algunos musulmanes en el Medio Oriente obteniendo una victoria en el nexo de las partes africana y asiática del mundo islámico. Estratégicamente, dominaba los accesos al Canal de Suez, aunque los italianos nunca tuvieron la fuerza naval allí para hacer de esto una seria amenaza. La campaña comenzó cuando fuerzas irregulares llamadas "Fuerza de Gideon" bajo el mando del coronel Orde Wingate, incluidas las fuerzas patriotas etíopes y el propio emperador Haile Selassie, cruzaron de Sudán a Etiopía. Las divisiones indias también lo hicieron el 19 de enero. El 11 de febrero, los sudafricanos, con las fuerzas de África occidental y oriental, al mando del general Alan Cunningham, atacaron desde Kenia.

Siguió una campaña anticuada de fortalezas en las montañas y fortalezas en el desierto. Los indios tomaron Eritrea el 2 de abril, después de feroces combates alrededor de Keren. Habiendo tomado fácilmente la Somalilandia italiana, Cunningham libró una dura batalla en Harar, ganada por sus tropas nigerianas de la Real Fuerza Fronteriza de África Occidental. El 5 de abril, cuando las tropas coloniales italianas se desvanecieron, Addis Abeba cayó y Haile Selassie regresó triunfante con Wingate el 5 de mayo.


Referencias y lecturas adicionales

  • Gooch, John. Army, State and Society in Italy, 1870–1915. London: Macmillan, 1989.
  • Mack Smith, Denis. Mussolini’s Italian Empire. New York: Viking Press, 1976.
  • Mockler,Anthony. Haile Selassi’s War: The Italian-Ethiopian Campaign, 1935–1941. New York: Random House, 1984.
  • Tripodi, Paola. The Colonial Legacy in Somalia: Rome and Mogadishu from Colonial Administration to Operation Restore Hope. New York: St.Martin’s Press, 1999.

viernes, 18 de diciembre de 2020

Independencia: ¿Por qué las colonias españolas se separaron y la portuguesa se mantuvo unida?

Por qué la América española se dividió en muchos países mientras que Brasil quedó en uno solo

Derechos de autor de la imagen BBC/Kako Abraham
Image caption La América española se dividió en 19 Estados mientras que la portuguesa solo en uno, Brasil.

Cuando Cristóbal Colón tocó tierra tras su travesía del Atlántico, en 1492, no imaginaba todavía que cambiaría el curso de la historia para siempre.

Tampoco pensaría que de allí a pocos años desencadenaría una lucha entre las dos mayores potencias económicas y militares de la época, España y Portugal, por hacerse con las riquezas de ese territorio aún desconocido para los europeos.

Dos años después, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y el de Portugal, Juan II, llegaron a un compromiso y firmaron en Tordesillas (entonces Reino de Castilla) un pacto para repartirse las tierras "descubiertas y por descubrir" fuera de Europa.

Derechos de autor de la imagen BBC/Cecilia Tombesi
Image caption El Tratado de Tordesillas estableció en 1494 el reparto de las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo entre las coronas españolas y portuguesas.

Más de 500 años después, el mapa latinoamericano sigue exhibiendo la herencia cultural de esa lucha: desde los cañones del río Bravo hasta las frías laderas de la Tierra del Fuego, los idiomas más hablados son el español y el portugués.

Pero, mientras el castellano se habla en 19 Estados distintos, el portugués sigue siendo la lengua oficial de uno solo, Brasil.

¿Por qué la América española se fracturó en tantos países mientras que la América portuguesa quedó sustancialmente igual que en la época de la colonización?

Hay varias razones que explican este acontecimiento y los historiadores no siempre coinciden.

 
El Tratado de Tordesillas fue el resultado de un proceso de un año repleto de incertidumbre.

Diferencia en la administración de las colonias

Una de las causas tiene que ver con la distancia geográfica entre las ciudades de las antiguas colonias y la forma en que eran administradas por sus respectivas metrópolis.

Según el historiador mexicano Alfredo Ávila Rueda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aunque la América portuguesa - el actual Brasil- tenía unas dimensiones continentales, la mayor parte de la población se concentraba en las ciudades costeras y la distancia entre ellas eran menores que las que había en la América española.

Ésta estaba formada por cuatro grandes virreinatos: Nueva España, Perú, Río de la Plata y Nueva Granada. Cada uno de ellos respondía a la Monarquía Hispánica, era administrado localmente y tenía pocos vínculos con los otros.

Además se crearon varias capitanías, como las de Venezuela, Guatemala, Chile y Quito, que tenían gobiernos independientes de los virreinatos.

"La administración española se estableció alrededor de dos centros principales: México y Lima. Eso no sucedió en Brasil, donde la administración era mucho más centralizada", explica el historiador mexicano.

 
 
Militar liberal y líder político venezolano, Simón Bolívar fue uno de los primeros en luchar por la descolonización de la América española.

Españoles nacidos en España vs. españoles nacidos en las colonias

Otra diferencia, según el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, está relacionada con la formación de las elites en los dos imperios coloniales.

"En Brasil, la élite era mucho más homogénea ideológicamente que la española", explica Carvalho, y esto se debió a que el país luso nunca permitió la creación de universidades en su colonia. Hasta los colegios de enseñanza superior se crearon sólo después de la llegada de la corte en Brasil, en 1808.

Por lo tanto, los brasileños que querían tener educación universitaria tenían que viajar a Portugal.

"Ante la petición de crear una escuela de Medicina en Minas Gerais, en el siglo XVIII, la respuesta de la Corte fue: 'ahora piden una facultad de Medicina, en poco tiempo van a pedir una facultad de Derecho y luego van a querer la independencia'", ejemplifica el historiador brasileño.

El reparto de poder en las élites en los imperios era bastante distinta.

Una vez formados - 1.242 estudiantes brasileños pasaron por la Universidad portuguesa de Coimbra entre 1772 y 1872- esos ex alumnos volvían a Brasil y ocupaban cargos importantes en la administración de la colonia, lo que, en opinión de Carvalho, favoreció un sentimiento de unidad en la colonia, garantizó la obediencia a la corte real y generó confianza en las virtudes del poder centralizado.

Por el contrario, durante el mismo período, 150 mil estudiantes se formaron en las academias de la América española. En las colonias había al menos 23 universidades, tres de ellas sólo en México.

Por esta razón, argumenta el historiador, los movimientos de independencia en la América española comenzaron a ganar fuerza, en el siglo XIX, sobre todo en los lugares donde había universidades y prácticamente todos los lugares donde había una universidad acabaron dando origen a un país diferente.

El historiador Ávila Rueda, sin embargo, rechaza esta última hipótesis. "Estas universidades eran en su mayoría reaccionarias, aliadas de la Corona española", asevera.

"La Universidad de México, por ejemplo, era reaccionaria a tal punto que, en 1830 -tras la independencia- el gobierno mexicano decidió cerrarla porque creía que no sería posible reformarla", añade.

 
El argentino José de San Martín es también conocido como El Libertador de Argentina, Chile y Perú.

El catedrático mexicano asegura que la circulación de periódicos, libros y folletos en la América española - que, en cambio, no estaba permitida en la América portuguesa (la prohibición se levantó solo en 1808, con la llegada de la corte portuguesa a Brasil)- tuvo un papel mucho más relevante en la construcción de las identidades regionales que las universidades.

Al mismo tiempo, en la América española las elites locales nacidas en las colonias, los así llamados "criollos" (grandes propietarios de tierras, arrendatarios de minas, comerciantes y ganaderos) eran despreciados por los nacidos en España, los Peninsulares.

Sin embargo, hasta 1700, cuando España era gobernada por la dinastía de los Habsburgo, las colonias tuvieron bastante autonomía. Pero todo cambió con las reformas borbónicas llevadas a cabo por el rey Carlos III.

En aquel momento España necesitaba aumentar la extracción de riqueza de sus colonias para financiar sus guerras y mantener su imperio.

Para lograrlo, la Corona decidió expandir los privilegios de los Peninsulares, que pasaron a ocupar los cargos administrativos anteriormente destinados a los criollos.

Paralelamente, las reformas realizadas por la Iglesia Católica redujeron los papeles y los privilegios del clero más bajo, que también estaba formado en su mayoría por criollos.

Napoleón invade Portugal y la familia real portuguesa huye a Brasil

La familia real portuguesa huyó hacia Brasil después de la invasión de las tropas de Napoleón Bonaparte.

Según los historiadores, tal vez la razón más importante para explicar el mantenimiento de la unidad de Brasil fue la huida de la familia real portuguesa.

En 1808, después de que el ejército de Napoleón Bonaparte invadiera Portugal, el príncipe regente João huyó a Río de Janeiro y trasladó consigo toda la corte y el aparato gubernamental: archivos, bibliotecas reales, la tesorería y hasta 15 mil personas.

Río de Janeiro se convirtió entonces en la sede político-administrativa del imperio luso y la presencia del rey en territorio brasileño sirvió como fuente de legitimidad para que la colonia se mantuviera unida.

"Si João no hubiera huido a Brasil, el país se habría dividido en cinco o seis estados distintos y las zonas económicamente más próspera, como Pernambuco y Río de Janeiro, habrían logrado su independencia", señala Carvalho.

Vacío de poder en España

El levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, duramente reprimido por las tropas napoleónicas, dio el pistoletazo de salida para la guerra de independencia española.

En España, la invasión del general francés obligó al rey Carlos IV y a su hijo, Fernando VII, a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José, que más tarde se convertiría en José I de España.

Esto generó un vacío de poder.

Varias juntas administrativas de las colonias se negaron a recibir órdenes de Napoleón y se mostraron fieles a su autonomía y a Fernando VII.

Sin embargo, cuando el monarca español recobró su trono, intentó usar la fuerza para restablecer la sumisión de las colonias.

Pero la mayor experiencia de autogobierno madurada por los criollos, la política discriminatoria hacia ellos por parte de la Corona Española y los ideales iluministas popularizados por las revoluciones americana y francesa atizaron las rebeliones y, entre 1809 a 1826, se libraron a lo largo del continente las sangrientas guerras de independencia.

 
El cambio de monarca en el trono español fomentó los movimientos de independencia en las colonias.

Por otro lado, cuando Napoleón fue derrotado, João VI creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve y mantuvo la capital en Río de Janeiro hasta que la corte exigió su regreso a Lisboa, en 1820, y la aceptación de una constitución liberal.

João VI dejó la administración de Brasil en manos de su hijo Pedro. Éste declaró la independencia del país en 1822 y estableció una monarquía constitucional con él como monarca.

¿Temor a una revuelta de esclavos?

Las preocupaciones económicas y sociales también contribuyeron fuertemente a asegurar la unidad de Brasil.

Según el historiador estadounidense Richard Graham, profesor emérito de la Universidad de Texas y considerado uno de los mayores expertos en historia de América Latina en Estados Unidos, los terratenientes y los hombres más ricos de las ciudades acabaron aceptando la autoridad central por dos razones: la amenaza de desorden social y la legitimidad del poder monárquico.

Aunque Brasil logró su independencia sin tener que recurrir a la fuerza militar, los líderes de la región buscaban una mayor libertad de la capital, Río de Janeiro, dice Graham.

Pero, con el tiempo, percibieron que el autogobierno regional o la independencia podrían debilitar su autoridad tanto sobre los esclavos como sobre las clases inferiores en general. Es decir, temían el desorden social.

Según datos de The Trans-Atlantic Slave Trade Database -un proyecto internacional de catalogación de datos sobre el tráfico de esclavos al que participa, entre otros, la Universidad de Harvard- entre 1500 y 1875, la América española recibió 1,3 millones de esclavos traídos de África.

En el mismo período, solo en Brasil desembarcaron casi 5 millones. Ningún otro lugar del mundo recibió tantos esclavos.

 
Las posibles revueltas de esclavos fue una de las razones por mantener la unidad territorial de Brasil.

"La clase dominante temía que los esclavos pudieran aprovecharse de sus divisiones internas para rebelarse" como ya había pasado en Haití, añade.

En la América española, por otro lado, "las élites aprendieron que podían gobernar muy bien con una población inquieta", explica el historiador estadounidense.

"Todos los países hispanoamericanos tomaron medidas que pretendían acabar con la esclavitud. Muchos mestizos (y en algunos casos, como el de Venezuela, los mulatos) tenían el mando de las fuerzas militares y eran a menudo recompensados con posesión de tierras tomadas de los leales a la corona", afirma Graham.

El fin de los virreinatos y el surgimiento de países

Pero ¿por qué las fronteras de los países recién independizados en la América española no se mantuvieron iguales a las de los cuatro virreinatos?

Es decir, ¿por qué hubo tanta fragmentación?

"En la época colonial, el concepto de frontera era distinto al de los Estados modernos", explica el historiador Ávila Rueda. "Por aquel entonces regía un sistema de jurisdicciones que a veces se sobreponían unas a otras".

Para entenderlo mejor, Ávila Rueda cita el caso del virreinato de Nueva España, un territorio que comprendía parte de Estados Unidos, México y Centroamérica.

 
El primer país de Latinoamérica en conseguir la independencia fue Colombia, mientras que él último fue Cuba.

"Creemos que el virreinato de Nueva España se mantuvo como un país unido, que corresponde al México actual. Pero nos olvidamos que después de la independencia surgió el imperio mexicano, que incluía la actual América Central. Posteriormente, con la disolución del imperio mexicano, se establecieron la federación mexicana y la federación centroamericana, que más tarde se desintegraría en otros países", relata Ávila Rueda.

De la misma manera "hubo un proceso de fragmentación en toda la América española", añade. "Algunas de estas provincias formaron confederaciones para tener mayor fuerza militar y defenderse de otros enemigos, y otras fueron unidas a la fuerza, como hizo Simón Bolívar".

Graham coincide con la tesis de Ávila Rueda. "Si te independizas de España, ¿por qué querrás quedar sometido a los mandos y desmanes de, por ejemplo, Buenos Aires? Las fronteras actuales de los países de América Latina tardaron en consolidarse y fueron en muchos casos el resultado de disputas internas que acontecieron después de la independencia", explica.

 
Pedro I declaró la Independencia de Brasil en las orillas del río Ipiranga.

El sueño bolivariano

Pero es importante recordar que también en la América española hubo planes de unificación que no prosperaron.

En 1822 Simón Bolívar y José de San Martín, dos de las figuras más importantes de la descolonización, se reunieron en la ciudad de Guayaquil, en Ecuador, para discutir el futuro de la América Española.

Bolívar era partidario de la unidad de las ex colonias (él fue quien forzó la unificación de Colombia y Venezuela) y la formación de una federación de repúblicas.

San Martín, en cambio, defendía la restauración de la monarquía bajo la forma de gobiernos liderados por príncipes europeos.

La idea de Bolívar volvió a ser discutida en el Congreso de Panamá, en 1826, pero acabó rechazada.

¿Y si España hubiera transferido la corte a las Américas como hizo Portugal?

El historiador estadounidense William Spence Robertson cita en uno de sus artículos la frase pronunciada en 1821 por un observador español: "México no aceptaría las leyes sancionadas en Lima, ni Lima aceptaría las leyes sancionadas en México".

"La pregunta principal es dónde habría elegido establecerse el monarca. No creo que México habría permanecido leal a un rey establecido en Lima y no en Madrid", afirma Graham.

"Pero es cierto que si Fernando VII se hubiera trasladado la corte a las Américas, hoy habría menos divisiones de las que en realidad ocurrieron", añade.

Porque, según Graham, los reyes garantizan la legitimidad del poder.

Agustín de Iturbide fue declarado emperador de México con el nombre de Agustín I, después de la independencia de España.

Rebeliones en Brasil

Pero el proceso de unificación territorial en Brasil tampoco fue totalmente pacífico.

Hubo movimientos de carácter independentistas en Minas Gerais (1789), en Bahía (1798) y en Pernambuco (1817), aunque esas revueltas fueron fomentadas más por un sentimiento de autonomía que por el deseo de ruptura entre la colonia y la metrópoli.

Según Ávila Rueda, "considerado que en la América portuguesa no hubo una guerra de independencia, sino una continuidad con el traslado de la corte, el gobierno de Río de Janeiro tenía más fuerza para reprimir estas rebeliones."

"En cambio, el gobierno de México no tenía fuerza suficiente para evitar el desmembramiento de Centroamérica, así como tampoco el gobierno de Buenos Aires en relación a Uruguay o Paraguay", concluye.

Con la colaboración de Angelo Attanasio, de BBC Mundo.

Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 6 y el 9 de septiembre de 2018.


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