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domingo, 30 de junio de 2024

Argentina: El aquilombado historial del Boeing 737 LV-JNE de Aerolíneas Argentinas


Aviones con historia: la dura vida del 737 LV-JNE de Aerolíneas Argentinas

Raul Viorel Moga




Hay aviones que «tienen suerte», pues son entregados a una aerolínea tras salir de la planta de montaje y pasan toda su vida útil volando para dicha aerolínea, sin sobresaltos y sin periplos. Pero, el 737 protagonista de nuestra historia no tuvo esa suerte.




El sexto 737 de Aerolíneas Argentinas


O el séptimo, según se mire. La aerolínea de bandera argentina recibió el 24 de enero de 1970 un Boeing 737-200 alquilado de Britannia Airways, probablemente para preparar la llegada de sus propios aviones. Esta unidad, registrada como G-AVRL estuvo volando en Argentina apenas tres meses, pues el 28 de abril fue devuelto a su dueño.


Pero si, el LV-JNE fue el sexto 737-200 recibido directamente por Aerolíneas Argentinas el 2 de octubre de 1970 y también fue el último avión recibido ese año, dado que el siguiente no llegaría hasta el 8 de octubre de 1971. Además, fue el segundo combi de la compañía, es decir, podía llevar tanto carga como pasajeros.

Al incorporarse a la flota de la aerolínea, recibió el nombre de «Ciudad de Trelew», dado que la compañía decidió nombrar a sus primeros 737 con nombres de ciudades de Argentina.

Primer susto: 1973

Cuando apenas había cumplido tres años en la flota de la compañía, nuestro 737 protagonista sufrió un primer susto: fue secuestrado en pleno vuelo.

El avión partió el 20 de octubre de 1973 del aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires con destino al aeropuerto de Salta, en el noroeste del país. A bordo se encontraban en ese momento 49 pasajeros y 7 miembros de la tripulación. En pleno vuelo, 4 pasajeros de origen uruguayo secuestraron el avión, obligándolo a tomar tierra en el aeropuerto de Tucumán, un poco más al sur de Salta.

Los secuestradores exigieron que el avión fuera repostado con la intención de volar a Lima, en Perú, desde donde volverían a repostar para llegar a Cuba. Sin embargo, las autoridades negaron el repostaje al avión y los secuestradores obligaron a la tripulación a volver a despegar.

Poco después, el avión tomó tierra en el aeropuerto de Yacuiba, una ciudad boliviana que literalmente está en la frontera con Argentina. El avión permaneció en tierra durante 4 días, un tiempo durante el cual los secuestradores fueron liberando rehenes hasta un total de 38 personas de las (sin contarlos a ellos) 53 que se encontraban a bordo del avión. Finalmente el 24 de octubre se rindieron cuando se les prometió que podrían abandonar el país.


Y nuestro 737 protagonista volvió al servicio comercial.


Segundo susto: 1975

La mala suerte se volvió a cernir sobre nuestro protagonista con otro secuestro en pleno vuelo. Esta vez, el 737 estaba realizando el vuelo 706 de Aerolíneas Argentinas el 5 de octubre de 1975. Se trataba de un vuelo regular entre las ciudades de Buenos Aires y Camba Punta pero, en medio del vuelo, un comando de la guerrilla peronista Montoneros secuestró el avión, desviándolo al aeropuerto de El Pucú.

Una vez en tierra, desalojaron a los 102 pasajeros que se encontraban a bordo del avión, pero mantuvieron cautiva a la tripulación con la intención de volar a Brasil. Antes de dirigirse a Brasil, los secuestradores desviaron el avión a Formosa para permitir el embarque de otro grupo guerrillero. Sin embargo, el avión no tuvo suficiente combustible a bordo, por lo que acabó aterrizando en un campo de cultivo cerca de la localidad de Rafaela, en la provincia de Santa Fe.


  Foto del Boeing 737-200 de Aerolíneas Argentinas LV-JNE despegando desde el campo de cultivo.


Los secuestradores consiguieron escapar, pero el avión se quedó en un terreno empantanado. El Batallón de Ingenieros de Construcciones de Santo Tomé construyó una pista con planchas metálicas de 600m de largo y 30 de ancho. El avión se aligeró lo máximo posible y los pilotos de Aerolíneas Argentinas consiguieron sacarlo en vuelo el 22 de octubre, 17 días después del secuestro. Sobre este hecho os hemos hablado en este otro artículo.

Y nuestro 737 protagonista volvió al servicio comercial (tras una revisión).

Tercer susto: 1978

Cuando todavía no se habían olvidado los dos primeros secuestros, nuestro 737 sufrió otro susto, esta vez más serio. El avión estaba realizando el vuelo AR665 entre Bahía Blanca y el aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires. Todo transcurrió de forma normal hasta la aproximación.

Cuando el avión se encontraba a pocas millas de aterrizar, comenzó a sonar a bordo la alarma de tren de aterrizaje no bajado. La tripulación decidió apagar dicha alarma para que dejase de sonar y tomaron tierra. Pero, si la alarma suena es por algo y en este caso era porque efectivamente el tren no estaba abajo, por lo que el 737 acabó tomando tierra sin el tren de aterrizaje.

A bordo se encontraban 99 pasajeros y 6 miembros de la tripulación, resultando heridos leves 6 pasajeros, aunque un pasajero falleció poco después por un paro cardíaco. Se achaca al estrés sufrido en este suceso.

Después de una larga reparación, nuestro 737 protagonista volvió al servicio comercial, una vez más.


Cuarto susto: el definitivo, 1992.

En 1992 nuestro protagonista sufrió un accidente que lo dejaría fuera de servicio, con un final que no merecía. El 20 de noviembre estaba operando el vuelo AR8525 entre San Luis y el aeropuerto Jorge Newbery. A bordo se encontraban 107 pasajeros y 6 miembros de la tripulación.

La historia, sin embargo, comienza al final del vuelo AR8524 entre Buenos Aires y San Luis con escala en Córdoba. El avión había completado el vuelo entre Córdoba y San Luis de forma normal, pero el aterrizaje en este último aeropuerto fue demasiado duro, por lo que la tripulación pidió revisar el tren del aterrizaje.


Un video grabado poco antes del accidente:



Estando todo normal, el avión se dispuso a despegar de vuelta a Buenos Aires. El avión rodó a la pista 18 para despegar, pero durante la carrera de despegue los neumáticos del tren principal derecho sufrieron problemas: el número 4 explotó y el número 3 perdió presión (había sufrido daños en el aterrizaje y comenzó a rajarse).

El avión comenzó a desviarse hacia la derecha cuando ya había superado V1, pero los pilotos decidieron abortar el despegue aplicando la máxima potencia de frenado, lo cual no fue suficiente pues el avión acabó saliéndose de la pista. Se detuvo a 125m del umbral de la pista y se procedió a evacuar a los pasajeros.

En este punto, hay algo de confusión puesto que algunas versiones aseguran que los bomberos utilizaron al menos uno de los camiones para llevar a los pasajeros a la terminal. Otros aseguran que el camión no tenía espuma y que luego se quedó sin agua. Sea como fuere, unos minutos después de la salida de pista, la aeronave comenzó a arder por el ala derecha, siendo declarado el avión como destruido sin reparación posible.

  Aerolíneas Argentinas mantuvo al 737-200 en servicio hasta el año 2009, casi 4 décadas después de haber introducido el modelo. Foto: Patrick Mutzenberg.


No hubo heridos de consideración, pero nuestro protagonista quedó destruido tras cumplir 22 años de servicio con la compañía argentina, después de varias incidencias que la mayoría de los aviones de pasajeros, por suerte, no tienen que afrontar.

Aerolíneas Argentinas retiró de servicio el último de sus 51 Boeing 737-200 en el año 2009, tras casi 4 décadas en servicio con la compañía. Pero, sin duda, «El Mufa» como fue apodado, ha quedado en la memoria colectiva por los incidentes en los que se vio envuelto y, sobre todo, por la hazaña de despegar de un campo de cultivo hace ya muchos años.

domingo, 7 de enero de 2024

Guerra Fría: El derribo del Boeing 747 de KAL

El derribo del vuelo 007: un misil soviético, un avión espía, 269 pasajeros muertos y el mundo al filo de una guerra nuclear

Por razones desconocidas, el 1° de septiembre de 1983 un Boeing 747 de Korean Airlines que volaba con destino a Seúl fue derribado por invadir el espacio aéreo soviético. Murieron todos los tripulantes y pasajeros, incluido un senador norteamericano. La pelea por los restos del avión, las acusaciones cruzadas entre las dos potencias y el peligro inminente de un enfrentamiento atómico



El avión del vuelo 007 de Korean Airlines (HL-7442) en tierra en Hong Kong, posiblemente pocos días antes de su vuelo final como KAL 007 del 1 de septiembre de 1983

Apenas se iniciaba septiembre de 1983 cuando el tenso equilibrio de la Guerra Fría estuvo a punto de explotar en mil pedazos a causa de otro estallido, el de un avión de pasajeros que por razones que cuarenta años más tarde siguen siendo desconocidas se desvió de su ruta. Ese fue uno de los errores -el del piloto del avión civil- que puso al mundo al borde de un enfrentamiento para nada frío, el de una guerra nuclear; el otro fue la decisión apresurada de un comandante militar.

En los Estados Unidos gobernaba Ronald Reagan y en la Unión Soviética ,el ex jefe de la KGB Yuri Andropov, llevaba menos de un año a la cabeza del Soviet Supremo, luego del prolongado liderazgo del interminable Leonid Brézhnev. La tensión entre las dos potencias venía en aumento desde principios de ese año, con el convencimiento de los soviéticos de que Estados Unidos preparaba un ataque con armas nucleares. No se trataba de una simple paranoia geopolítica, porque Ronald Reagan puso también lo suyo sobre el tablero.

El 8 de marzo, el presidente estadounidense había pronunciado un discurso más que encendido, en el cual calificó a la Unión Soviética como el “imperio del mal” y dos semanas después lanzó una iniciativa de Defensa Estratégica -que sería popularmente conocida como “Guerra de las Galaxias”- que consistía en la construcción de un sistema de defensa espacial capaz de evitar -y responder- cualquier intento de ataque nuclear contra el territorio de los Estados Unidos. Por su lado, los soviéticos estaban convencidos de que los norteamericanos preparaban en secreto una agresión nuclear contra ellos.

Para completar ese cóctel explosivo, se sumaban dos ingredientes imposibles de soslayar: ni Reagan ni Andropov eran líderes que tuvieran mucha inclinación al diálogo diplomático.

Así estaban las cosas el 1° de septiembre, cuando el vuelo 007 de Korean Airlines partió del Aeropuerto Internacional John Fitzgerald Kennedy con destino final en Seúl y 269 personas a bordo: 105 coreanos (incluidos los 29 tripulantes), 61 estadounidenses, entre los que se contaba el congresista republicano Larry MacDonald, 28 japoneses, 22 taiwaneses, quince filipinos, catorce chinos, diez canadienses, seis tailandeses, cuatro australianos, un sueco, un indio, un vietnamita y un malayo.

Sin saberlo, todos volaban hacia la muerte.

Vista aérea de la ciudad de Neftegorsk en la isla Sakhalin, la isla más grande de Rusia, en marzo de 2001. Era un punto particularmente sensible desde el punto de vista estratégico militar soviético (Laski Diffusion/Wojtek Laski/Getty Images)

Una ruta despistada

El Boeing 747 hizo escala en Anchorage, Alaska, de donde despegó a las 14 GMT, con cuarenta minutos de atraso. A las 16:30 GMT -1:30 de la madrugada en el extremo oriente soviético-, comenzó a desviarse de su ruta y penetró en el espacio aéreo soviético en dirección a la base aeronaval de Petropavlosky, en la Península Kamchatka.

Los radares de la estación militar detectaron al “avión intruso” y desde allí despegaron cuatro Mig 23 en su búsqueda. Demoraron 23 minutos en encontrarlo, cuando el Boeing estaba saliendo del espacio aéreo soviético y entraba en la zona internacional del Mar de Okhotsk. Los aviones militares volvieron a la base y se avisó a las bases de la isla Sajalin, hacia donde la aeronave coreana parecía dirigirse.

Sajalin, cuna del actor Yul Brinner, era un lugar particularmente sensible desde el punto de vista estratégico militar soviético, en especial por el permanente tránsito de submarinos nucleares por el mar de Okhost.

Según el documento La potencia militar soviética, de la Agencia de Inteligencia de la Defensa norteamericana, la isla contaba con dos bases aéreas, una base naval, un aeropuerto civil, un astillero y una dotación permanente de 20.000 soldados.

Ni la isla ni su espacio aéreo figuraban en la ruta programada para el vuelo 007, pero inexplicablemente, a las 2:42 de la madrugada soviética, el Boeing 747 entró allí.

Un avión soviético I1-14 Crate durante la intercepción de un avión Hércules HC-130 involucrado en las operaciones de búsqueda y rescate del derribado Korean Airlines 747 (Corbis vía Getty Images)

En la mira del enemigo

Apenas el avión de pasajeros coreano se introdujo en el espacio aéreo de la isla Sajajín, de una de las bases despegaron seis cazas para interceptarlo. A las 3:05, el SU-15 piloteado por el teniente coronel Osipovich avistó el objetivo, que volaba 10.000 metros de altura y a unos 750 kilómetros por hora. A esa velocidad, en unos veinte minutos saldría nuevamente del espacio aéreo soviético.

El piloto del Boeing, Chun Byung-il, y su copiloto, Kim Si-il no parecían tener idea de dónde estaban realmente, ni tampoco de lo que estaba ocurriendo alrededor de su avión. A las 3:16 se pusieron en contacto con la torre de control de Narita, Japón, y pidieron autorización para subir a 12.000 metros e indican su posición.

Byung-il informó a la torre que estaba en su ruta normal, volando al sur de las islas Kuriles. Inexplicablemente, los operadores de la torre no comprobaron -o, si lo hicieron, no se lo informaron- que esos datos no coincidían con la posición que indicaba el radar.

A las 3:20, el teniente coronel Guennadi Osipovich recibió la orden de acercarse al Boeing coreano y hacer un disparo de advertencia. Los registros de las conversaciones con la base no dan elementos para saber si lo hizo o no.

A las 3:26, el vuelo 007 estaba a un minuto de salir a salvo del espacio aéreo soviético, pero nunca pudo hacerlo.

El hijo del difunto Larry McDonald, político estadounidense muerto a bordo del vuelo de Korean Air Lines que fue derribado por la Unión Soviética, habló a los manifestantes frente a la Casa Blanca días después de la tragedia (Corbis via Getty Images)

“El blanco, destruido”

Espacio aéreo de la isla Sajalin, Unión Soviética, a 5.000 metros de altitud, jueves 1° de septiembre de 1983, hora local: 3.26. Diálogo radial captado por las fuerzas de autodefensa japonesas entre la base aérea de la isla y el teniente coronel Guennadi Osipovich, piloto de un caza SU-15 en misión de intercepción de un avión intruso.

Base: -Apunten al objetivo.

Piloto: -Blanco en la mira.

Base: -Disparen.

Piloto: -Fuego.

Base: -Informe.

Piloto: -El blanco, destruido.

Los restos del avión derribado cayeron repartiéndose entre aguas soviéticas y aguas internacionales. Eso implicó que ninguna de las partes tuviera todos los elementos para saber qué había ocurrido realmente. Tampoco compartieron la información.

El secretario de Defensa de los Estados Unidos, Caspar Weinberger, fue el primero en hablar: “La Unión soviética impide que otros países colaboren en la búsqueda de los restos del aparato para poder fabricar pruebas que conviertan a un avión comercial en un avión espía”, dijo en una conferencia de prensa convocada de urgencia.

Para los norteamericanos se trataba del ataque injustificado contra un avión de pasajeros, para los soviéticos, el Boeing 747 derribado formaba parte de una sofisticada operación de espionaje de la que, además, participaron aviones militares ocultos a la “sombra” de un avión comercial.

A los ojos del público -y en los titulares de los medios-, el “incidente”, como se lo calificó en la jerga diplomática, estaba envuelto en un halo de misterio que se potenciaba por un dato cinematográfico: el número 007 del vuelo, la misma cifra que identificaba al agente secreto James Bond.

Una vista frontal aire-aire de un avión RC-135 Stratolifter del Ala Estratégica 306 durante una misión de reabastecimiento de combustible sobre el Mar del Norte (USAF/Getty Images)

Historias de “aviones espía”

No era la primera vez durante la Guerra Fría que los soviéticos derribaban un avión extranjero que hubiera incursionado en su espacio aéreo. En los primeros casos se trató de aviones de espionaje o militares, pero pronto las aeronaves comerciales también se transformaron en blanco de los cazas de interceptación.

El primer incidente databa del 1° de mayo de 1960, cuando un avión espía U-2 norteamericano fue derribado por la artillería antiaérea unos 2.000 kilómetros dentro del territorio soviético. El piloto era un agente de la CIA, Gary Powers, que sobrevivió y en los interrogatorios reveló os objetivos de su misión. En 1962 fue canjeado por espías soviéticos detenidos en los Estados Unidos.

El primer caso que involucró a un avión comercial ocurrió el 18 de julio de 1977 y tuvo como protagonista a una compañía aérea argentina, Transportes Aéreos Rioplatenses, propietaria de un avión que volaba desde Chipre a Teherán y se internó en el espacio aéreo de la Armenia soviética, cerca de la frontera turco-iraní. El Canadair CL-44 argentino fue chocado con un caza que había salido a interceptarlo y los dos aviones cayeron. No hubo sobrevivientes.

Oficialmente, el carguero argentino trasladaba medicamentos, pero voceros soviéticos -en coincidencia con algunas fuentes occidentales, citadas por el Sunday Times de Londres- llevaba armas para el agonizante régimen del Sha Reza Pahlevi.

Tampoco era la primera vez que un avión de Korean Airlines protagonizaba un episodio de ese tipo. El 21 de abril de 1978, un Boeing de la misma compañía fue obligado a aterrizar cuando había entrado en el espacio aéreo soviético. Al tocar tierra se desestabilizó, rompió un ala y murieron dos pasajeros.

El crucero de misiles guiados soviético Petropavlovsk ensombrece las operaciones de salvamento del vuelo 007 (KAL-007) de Korean Air Lines. El avión comercial fue derribado por aviones soviéticos sobre la isla de Sakhalin. Los 269 pasajeros y tripulantes murieron (Corbis vía Getty Images)

El avión fantasma

Después del derribo, la polémica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética escaló aún más cuando se descubrió que un avión espía norteamericano estaba operando muy cerca del Boeing 747 de KAL cuando éste fue detectado por primera vez por los radares soviéticos.

Se trataba de un RC-135 que volaba a 110 kilómetros de distancia del avión de pasajeros surcoreano mientras cumplía una misión de monitoreo sobre el cumplimiento de la URSS del tratado de limitación de armas estratégicas.

Luego de algunas vacilaciones, la Casa Blanca reconoció la existencia de ese avión, pero descartó que tuviera relación con el Boeing de KAL: “Es falso que haya alguna relación entre el RC-135 y el Boeing 747 de Korean Airlines. En ningún momento nuestro avión entró en el espacio aéreo soviético. Es posible que los soviéticos hayan pensado que era un RC-135 cuando el avión coreano fue detectado por primera vez, una hora y media antes de abatirlo, pero como contaban con información visual y de los radares, cuando le dispararon sabían que era un avión civil”, dijo el vocero del presidente Ronald Reagan, Larry Speakes.

Para los soviéticos, las cosas no eran tan sencillas: “El Boeing formaba parte, junto con el RC-135 norteamericano, de una operación de espionaje. Sabemos que los dos vuelos estaban perfectamente coordinados para dificultar nuestra tarea de control y confundir a nuestras fuerzas de defensa antiaérea. El 747 estaba equipado con material electrónico sofisticado para mantener contactos breves y codificados, típicos de los vuelos de espionaje, con aviones militares de los Estados Unidos”, le retrucó el jefe del Estado Mayor del ejército de la URSS, el mariscal Nikolai Orgakov.

La Guerra Fría se estaba recalentando. Pasarían diez años antes de que se supiera la verdad.

En el ataque aéreo murieron 105 coreanos, 61 estadounidenses, 28 japoneses, 22 taiwaneses, 15 filipinos, 14 chinos, 10 canadienses, 6 tailandeses, 4 australianos, un sueco, un sueco, un hindú, un vietnamita y un malayo (Corvis vía Getty Images)

“Un disparo afortunado”

Tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la posterior disolución de la Unión Soviética, las nuevas autoridades rusa desclasificaron documentos y comenzaron a brindar información sobre algunos confusos episodios de la Guerra Fría.

En 1993, Moscú reconoció que las cajas negras del vuelo 007 de Korean Airlines estaban en su poder y dio a conocer su contenido.

Las transcripciones recuperadas de la cabina de mando del 747 indican que la tripulación no era consciente de que estaban fuera de curso y, por lo tanto, violando el espacio aéreo soviético, a unos 500 kilómetros al oeste de la ruta planeada.

En base a ese material se concluyó que ese rumbo fue fijado por accidente durante la escala en Anchorage y que la tripulación no notó el error y se dejó llevar por el piloto automático en la dirección equivocada. “Falta de conciencia situacional y coordinación del vuelo”, dictaminó la investigación que revisó el material.

El teniente coronel Osipovich aportó también lo suyo y dijo que no se siguieron los estándares internacionales de intercepción, y que había sido instruido por las autoridades militares para que mintiera en televisión sobre los disparos de advertencia que en realidad nunca había realizado. Los soviéticos habían declarado oficialmente que hicieron llamadas por radio, pero que el KAL 007 no respondió. Y se mantuvieron en su versión, aunque ningún otro aparato o monitor terrestre cubriendo las frecuencias de emergencias en ese momento oyó jamás esos avisos.

En una entrevista que concedió a The New York Times, el ya retirado teniente coronel Guennadi Osipovich relató: “No informé a tierra que se trataba de un Boeing. Ellos tampoco me preguntaron. Sí pregunté qué debía hacer. Se asustaron y me dijeron que tenía que obligarlo a aterrizar. Ése fue nuestro gran error. Ya no había tiempo, en 25 segundos estaría en territorio neutral y ya no podríamos obligarlo. Expliqué la situación y dije que lo tenía en la mira. Entonces me dieron la orden de disparar”.

“¿Qué sintió al derribar el avión?”, le preguntó el periodista.

“Hubiera preferido obligarlo a bajar y tomar una botella de vodka con el piloto, pero no tenía alternativa y disparé. Fue un disparo afortunado. No sentí nada, era lo que debía hacer”, respondió.

Los familiares lloran y queman incienso en un servicio conmemorativo en Seúl por las víctimas del derribo de un jumbo de Korean Airlines por parte de la Unión Soviética en 1983 (Corbis via Getty Images)

Al filo del abismo

A pesar de su alto costo en vidas, de su enorme repercusión internacional y de la escalada diplomática que provocó, el derribo del vuelo 007 de Korean Airlines no marcó el punto más alto de la tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante 1983.

Hubo otro episodio, ocurrido dos meses después, que estuvo mucho más cerca de desatar un enfrentamiento nuclear. El mundo demoró años en conocerlo, porque fue mantenido en el más riguroso de los secretos.

Una serie de documentos divulgados en este siglo por la Oficina de Historia del Departamento de Estado de los Estados Unidos, hicieron conocer un episodio que fue bautizado con el sugestivo nombre de “War Scare 1983″ (el susto de guerra de 1983), y que estuvo mucho más cerca de desatar un verdadero conflicto atómico.

La documentación muestra cómo, en noviembre de ese año, altos mandos militares estadounidenses responsables de valorar y tomar decisiones, actuaron sobre la base de información incompleta y estuvieron al filo de haber provocado de forma no intencional un ataque nuclear por parte de la Unión Soviética, lo que habría desencadenado la temida “destrucción mutua asegurada” de ambas superpotencias.

Pero esa es otra historia.