El derribo del vuelo 007: un misil soviético, un avión espía, 269 pasajeros muertos y el mundo al filo de una guerra nuclear
Por
razones desconocidas, el 1° de septiembre de 1983 un Boeing 747 de
Korean Airlines que volaba con destino a Seúl fue derribado por invadir
el espacio aéreo soviético. Murieron todos los tripulantes y pasajeros,
incluido un senador norteamericano. La pelea por los restos del avión,
las acusaciones cruzadas entre las dos potencias y el peligro inminente
de un enfrentamiento atómico
Por Daniel Cecchini || Infobae
El
avión del vuelo 007 de Korean Airlines (HL-7442) en tierra en Hong
Kong, posiblemente pocos días antes de su vuelo final como KAL 007 del 1
de septiembre de 1983 Apenas
se iniciaba septiembre de 1983 cuando el tenso equilibrio de la Guerra
Fría estuvo a punto de explotar en mil pedazos a causa de otro
estallido, el de un avión de pasajeros que por razones que cuarenta años
más tarde siguen siendo desconocidas se desvió de su ruta. Ese fue uno
de los errores -el del piloto del avión civil- que puso al mundo al borde de un enfrentamiento para nada frío, el de una guerra nuclear; el otro fue la decisión apresurada de un comandante militar.
En
los Estados Unidos gobernaba Ronald Reagan y en la Unión Soviética ,el
ex jefe de la KGB Yuri Andropov, llevaba menos de un año a la cabeza del
Soviet Supremo, luego del prolongado liderazgo del interminable Leonid
Brézhnev. La tensión entre las dos potencias venía en aumento desde
principios de ese año, con el convencimiento de los soviéticos de que
Estados Unidos preparaba un ataque con armas nucleares. No se trataba de
una simple paranoia geopolítica, porque Ronald Reagan puso también lo
suyo sobre el tablero.
El
8 de marzo, el presidente estadounidense había pronunciado un discurso
más que encendido, en el cual calificó a la Unión Soviética como el
“imperio del mal” y dos semanas después lanzó una iniciativa de Defensa
Estratégica -que sería popularmente conocida como “Guerra de las
Galaxias”- que consistía en la construcción de un sistema de defensa
espacial capaz de evitar -y responder- cualquier intento de ataque
nuclear contra el territorio de los Estados Unidos. Por su lado, los
soviéticos estaban convencidos de que los norteamericanos preparaban en
secreto una agresión nuclear contra ellos.
Para completar ese cóctel explosivo, se sumaban dos ingredientes imposibles de soslayar: ni Reagan ni Andropov eran líderes que tuvieran mucha inclinación al diálogo diplomático.
Así
estaban las cosas el 1° de septiembre, cuando el vuelo 007 de Korean
Airlines partió del Aeropuerto Internacional John Fitzgerald Kennedy con
destino final en Seúl y 269 personas a bordo: 105 coreanos
(incluidos los 29 tripulantes), 61 estadounidenses, entre los que se
contaba el congresista republicano Larry MacDonald, 28 japoneses, 22
taiwaneses, quince filipinos, catorce chinos, diez canadienses, seis
tailandeses, cuatro australianos, un sueco, un indio, un vietnamita y un
malayo.
Sin saberlo, todos volaban hacia la muerte.
Vista
aérea de la ciudad de Neftegorsk en la isla Sakhalin, la isla más
grande de Rusia, en marzo de 2001. Era un punto particularmente sensible
desde el punto de vista estratégico militar soviético (Laski
Diffusion/Wojtek Laski/Getty Images) El
Boeing 747 hizo escala en Anchorage, Alaska, de donde despegó a las 14
GMT, con cuarenta minutos de atraso. A las 16:30 GMT -1:30 de la
madrugada en el extremo oriente soviético-, comenzó a desviarse de su
ruta y penetró en el espacio aéreo soviético en dirección a la base aeronaval de Petropavlosky, en la Península Kamchatka.
Los
radares de la estación militar detectaron al “avión intruso” y desde
allí despegaron cuatro Mig 23 en su búsqueda. Demoraron 23 minutos en
encontrarlo, cuando el Boeing estaba saliendo del espacio aéreo
soviético y entraba en la zona internacional del Mar de Okhotsk. Los
aviones militares volvieron a la base y se avisó a las bases de la isla
Sajalin, hacia donde la aeronave coreana parecía dirigirse.
Sajalin,
cuna del actor Yul Brinner, era un lugar particularmente sensible desde
el punto de vista estratégico militar soviético, en especial por el
permanente tránsito de submarinos nucleares por el mar de Okhost.
Según el documento La potencia militar soviética,
de la Agencia de Inteligencia de la Defensa norteamericana, la isla
contaba con dos bases aéreas, una base naval, un aeropuerto civil, un
astillero y una dotación permanente de 20.000 soldados.
Ni la isla ni su espacio aéreo figuraban en la ruta programada para el vuelo 007, pero inexplicablemente, a las 2:42 de la madrugada soviética, el Boeing 747 entró allí.
Un
avión soviético I1-14 Crate durante la intercepción de un avión
Hércules HC-130 involucrado en las operaciones de búsqueda y rescate del
derribado Korean Airlines 747 (Corbis vía Getty Images)
Apenas
el avión de pasajeros coreano se introdujo en el espacio aéreo de la
isla Sajajín, de una de las bases despegaron seis cazas para
interceptarlo. A las 3:05, el SU-15 piloteado por el teniente coronel
Osipovich avistó el objetivo, que volaba 10.000 metros de altura y a
unos 750 kilómetros por hora. A esa velocidad, en unos veinte minutos
saldría nuevamente del espacio aéreo soviético.
El piloto del Boeing, Chun Byung-il, y su copiloto, Kim Si-il no parecían tener idea de dónde estaban realmente,
ni tampoco de lo que estaba ocurriendo alrededor de su avión. A las
3:16 se pusieron en contacto con la torre de control de Narita, Japón, y
pidieron autorización para subir a 12.000 metros e indican su posición.
Byung-il
informó a la torre que estaba en su ruta normal, volando al sur de las
islas Kuriles. Inexplicablemente, los operadores de la torre no
comprobaron -o, si lo hicieron, no se lo informaron- que esos datos no
coincidían con la posición que indicaba el radar.
A
las 3:20, el teniente coronel Guennadi Osipovich recibió la orden de
acercarse al Boeing coreano y hacer un disparo de advertencia. Los
registros de las conversaciones con la base no dan elementos para saber
si lo hizo o no.
A las 3:26, el vuelo 007 estaba a un minuto de salir a salvo del espacio aéreo soviético, pero nunca pudo hacerlo.
El
hijo del difunto Larry McDonald, político estadounidense muerto a bordo
del vuelo de Korean Air Lines que fue derribado por la Unión Soviética,
habló a los manifestantes frente a la Casa Blanca días después de la
tragedia (Corbis via Getty Images) Espacio
aéreo de la isla Sajalin, Unión Soviética, a 5.000 metros de altitud,
jueves 1° de septiembre de 1983, hora local: 3.26. Diálogo radial
captado por las fuerzas de autodefensa japonesas entre la base aérea de
la isla y el teniente coronel Guennadi Osipovich, piloto de un caza
SU-15 en misión de intercepción de un avión intruso.
Base: -Apunten al objetivo.
Piloto: -Blanco en la mira.
Base: -Disparen.
Piloto: -Fuego.
Base: -Informe.
Piloto: -El blanco, destruido.
Los
restos del avión derribado cayeron repartiéndose entre aguas soviéticas
y aguas internacionales. Eso implicó que ninguna de las partes tuviera
todos los elementos para saber qué había ocurrido realmente. Tampoco
compartieron la información.
El
secretario de Defensa de los Estados Unidos, Caspar Weinberger, fue el
primero en hablar: “La Unión soviética impide que otros países colaboren
en la búsqueda de los restos del aparato para poder fabricar pruebas
que conviertan a un avión comercial en un avión espía”, dijo en una
conferencia de prensa convocada de urgencia.
Para
los norteamericanos se trataba del ataque injustificado contra un avión
de pasajeros, para los soviéticos, el Boeing 747 derribado formaba
parte de una sofisticada operación de espionaje de la que, además, participaron aviones militares ocultos a la “sombra” de un avión comercial.
A
los ojos del público -y en los titulares de los medios-, el
“incidente”, como se lo calificó en la jerga diplomática, estaba
envuelto en un halo de misterio que se potenciaba por un dato cinematográfico: el número 007 del vuelo, la misma cifra que identificaba al agente secreto James Bond.
Una
vista frontal aire-aire de un avión RC-135 Stratolifter del Ala
Estratégica 306 durante una misión de reabastecimiento de combustible
sobre el Mar del Norte (USAF/Getty Images)
No
era la primera vez durante la Guerra Fría que los soviéticos derribaban
un avión extranjero que hubiera incursionado en su espacio aéreo. En
los primeros casos se trató de aviones de espionaje o militares, pero pronto las aeronaves comerciales también se transformaron en blanco de los cazas de interceptación.
El
primer incidente databa del 1° de mayo de 1960, cuando un avión espía
U-2 norteamericano fue derribado por la artillería antiaérea unos 2.000
kilómetros dentro del territorio soviético. El piloto era un agente de
la CIA, Gary Powers, que sobrevivió y en los interrogatorios reveló os
objetivos de su misión. En 1962 fue canjeado por espías soviéticos
detenidos en los Estados Unidos.
El
primer caso que involucró a un avión comercial ocurrió el 18 de julio
de 1977 y tuvo como protagonista a una compañía aérea argentina,
Transportes Aéreos Rioplatenses, propietaria de un avión que volaba
desde Chipre a Teherán y se internó en el espacio aéreo de la Armenia
soviética, cerca de la frontera turco-iraní. El Canadair CL-44 argentino
fue chocado con un caza que había salido a interceptarlo y los dos
aviones cayeron. No hubo sobrevivientes.
Oficialmente,
el carguero argentino trasladaba medicamentos, pero voceros soviéticos
-en coincidencia con algunas fuentes occidentales, citadas por el Sunday Times de Londres- llevaba armas para el agonizante régimen del Sha Reza Pahlevi.
Tampoco
era la primera vez que un avión de Korean Airlines protagonizaba un
episodio de ese tipo. El 21 de abril de 1978, un Boeing de la misma
compañía fue obligado a aterrizar cuando había entrado en el espacio
aéreo soviético. Al tocar tierra se desestabilizó, rompió un ala y
murieron dos pasajeros.
El
crucero de misiles guiados soviético Petropavlovsk ensombrece las
operaciones de salvamento del vuelo 007 (KAL-007) de Korean Air Lines.
El avión comercial fue derribado por aviones soviéticos sobre la isla de
Sakhalin. Los 269 pasajeros y tripulantes murieron (Corbis vía Getty
Images)
Después
del derribo, la polémica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética
escaló aún más cuando se descubrió que un avión espía norteamericano
estaba operando muy cerca del Boeing 747 de KAL cuando éste fue
detectado por primera vez por los radares soviéticos.
Se
trataba de un RC-135 que volaba a 110 kilómetros de distancia del avión
de pasajeros surcoreano mientras cumplía una misión de monitoreo sobre
el cumplimiento de la URSS del tratado de limitación de armas
estratégicas.
Luego
de algunas vacilaciones, la Casa Blanca reconoció la existencia de ese
avión, pero descartó que tuviera relación con el Boeing de KAL: “Es
falso que haya alguna relación entre el RC-135 y el Boeing 747 de Korean
Airlines. En ningún momento nuestro avión entró en el espacio aéreo soviético.
Es posible que los soviéticos hayan pensado que era un RC-135 cuando el
avión coreano fue detectado por primera vez, una hora y media antes de
abatirlo, pero como contaban con información visual y de los radares,
cuando le dispararon sabían que era un avión civil”, dijo el vocero del
presidente Ronald Reagan, Larry Speakes.
Para
los soviéticos, las cosas no eran tan sencillas: “El Boeing formaba
parte, junto con el RC-135 norteamericano, de una operación de
espionaje. Sabemos que los dos vuelos estaban perfectamente coordinados
para dificultar nuestra tarea de control y confundir a nuestras fuerzas
de defensa antiaérea. El 747 estaba equipado con material electrónico
sofisticado para mantener contactos breves y codificados, típicos de los
vuelos de espionaje, con aviones militares de los Estados Unidos”, le
retrucó el jefe del Estado Mayor del ejército de la URSS, el mariscal
Nikolai Orgakov.
La Guerra Fría se estaba recalentando. Pasarían diez años antes de que se supiera la verdad.
En
el ataque aéreo murieron 105 coreanos, 61 estadounidenses, 28
japoneses, 22 taiwaneses, 15 filipinos, 14 chinos, 10 canadienses, 6
tailandeses, 4 australianos, un sueco, un sueco, un hindú, un vietnamita
y un malayo (Corvis vía Getty Images) Tras
la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la posterior disolución de la
Unión Soviética, las nuevas autoridades rusa desclasificaron documentos y
comenzaron a brindar información sobre algunos confusos episodios de la
Guerra Fría.
En 1993, Moscú reconoció que las cajas negras del vuelo 007 de Korean Airlines estaban en su poder y dio a conocer su contenido.
Las
transcripciones recuperadas de la cabina de mando del 747 indican que
la tripulación no era consciente de que estaban fuera de curso y, por lo
tanto, violando el espacio aéreo soviético, a unos 500 kilómetros al
oeste de la ruta planeada.
En
base a ese material se concluyó que ese rumbo fue fijado por accidente
durante la escala en Anchorage y que la tripulación no notó el error y
se dejó llevar por el piloto automático en la dirección equivocada. “Falta de conciencia situacional y coordinación del vuelo”, dictaminó la investigación que revisó el material.
El
teniente coronel Osipovich aportó también lo suyo y dijo que no se
siguieron los estándares internacionales de intercepción, y que había
sido instruido por las autoridades militares para que mintiera en
televisión sobre los disparos de advertencia que en realidad nunca había
realizado. Los soviéticos habían declarado oficialmente que hicieron
llamadas por radio, pero que el KAL 007 no respondió. Y se mantuvieron
en su versión, aunque ningún otro aparato o monitor terrestre cubriendo
las frecuencias de emergencias en ese momento oyó jamás esos avisos.
En una entrevista que concedió a The New York Times,
el ya retirado teniente coronel Guennadi Osipovich relató: “No informé a
tierra que se trataba de un Boeing. Ellos tampoco me preguntaron. Sí
pregunté qué debía hacer. Se asustaron y me dijeron que tenía que
obligarlo a aterrizar. Ése fue nuestro gran error. Ya no había tiempo,
en 25 segundos estaría en territorio neutral y ya no podríamos
obligarlo. Expliqué la situación y dije que lo tenía en la mira.
Entonces me dieron la orden de disparar”.
“¿Qué sintió al derribar el avión?”, le preguntó el periodista.
“Hubiera
preferido obligarlo a bajar y tomar una botella de vodka con el piloto,
pero no tenía alternativa y disparé. Fue un disparo afortunado. No
sentí nada, era lo que debía hacer”, respondió.
Los
familiares lloran y queman incienso en un servicio conmemorativo en
Seúl por las víctimas del derribo de un jumbo de Korean Airlines por
parte de la Unión Soviética en 1983 (Corbis via Getty Images)
A
pesar de su alto costo en vidas, de su enorme repercusión internacional
y de la escalada diplomática que provocó, el derribo del vuelo 007 de
Korean Airlines no marcó el punto más alto de la tensión entre Estados
Unidos y la Unión Soviética durante 1983.
Hubo
otro episodio, ocurrido dos meses después, que estuvo mucho más cerca
de desatar un enfrentamiento nuclear. El mundo demoró años en conocerlo,
porque fue mantenido en el más riguroso de los secretos.
Una
serie de documentos divulgados en este siglo por la Oficina de Historia
del Departamento de Estado de los Estados Unidos, hicieron conocer un
episodio que fue bautizado con el sugestivo nombre de “War Scare 1983″
(el susto de guerra de 1983), y que estuvo mucho más cerca de desatar un
verdadero conflicto atómico.
La
documentación muestra cómo, en noviembre de ese año, altos mandos
militares estadounidenses responsables de valorar y tomar decisiones,
actuaron sobre la base de información incompleta y estuvieron al filo de
haber provocado de forma no intencional un ataque nuclear por parte de
la Unión Soviética, lo que habría desencadenado la temida “destrucción mutua asegurada” de ambas superpotencias.
Pero esa es otra historia.