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martes, 16 de abril de 2024

Roma: Arqueología satelital de fuertes romanos

Imágenes satelitales de la época de la Guerra Fría revelan cientos de fuertes de la época romana

Clare Fitzgerald || War History Online


  Crédito de la foto: "¿Un muro o una carretera? Una investigación basada en sensores remotos sobre las fortificaciones en la frontera oriental de Roma" / Jesse Casana / David D. Goodman / Carolin Ferwerda / Antiquity CC BY 4.0

Imágenes desclasificadas de satélite espía de la era de la Guerra Fría han revelado nuevos detalles sobre el Imperio Romano, ya que muestran cientos de fuertes de la época no descubiertos anteriormente. Las fotografías, capturadas durante las décadas de 1960 y 1970, muestran 396 sitios en Irak y Siria, según un estudio publicado en la revista Antiquity .


 
Crédito de la foto: “¿Un muro o un camino? Una investigación basada en sensores remotos sobre las fortificaciones en la frontera oriental de Roma” / Jesse Casana / David D. Goodman / Carolin Ferwerda / Antiquity / US Geological Survey CC BY 4.0

El estudio, titulado “¿ Un muro o un camino? Una investigación basada en sensores remotos sobre las fortificaciones en la frontera oriental de Roma , no sólo demuestra la existencia de las estructuras, sino que también cuestiona su propósito, y ahora se cuestiona una teoría ampliamente aceptada de los años 30.

Anteriormente se creía que los fuertes en esta región se usaban como una forma de defensa contra el Imperio Sasánida, pero ahora se teoriza que, en cambio, se usaban para ofrecer un paso seguro a los viajeros a lo largo de una ruta que no tenía mucha presencia militar. tráfico. La teoría anterior fue propuesta por primera vez por el misionero jesuita padre Antoine Poidebard.

"Desde la década de 1930, historiadores y arqueólogos han debatido el propósito estratégico o político de este sistema de fortificaciones", dijo en el estudio Jesse Casana del Dartmouth College en New Hampshire. "Pero pocos estudiosos han cuestionado la observación básica de Poidebard de que había una línea de fuertes que definían la frontera oriental romana".


 
Crédito de la foto: “¿Un muro o un camino? Una investigación basada en sensores remotos sobre las fortificaciones en la frontera oriental de Roma” / Jesse Casana / David D. Goodman / Carolin Ferwerda / Antiquity CC BY 4.0

Las imágenes satelitales de los fuertes de la época romana fueron tomadas durante dos programas militares estadounidenses diferentes: el Proyecto Corona , que se desarrolló entre 1960 y 1972 y fotografió a la Unión Soviética y China, y HEXAGON , una serie de satélites que vigilaron la URSS entre 1971 y 2010. 86. Las imágenes recopiladas durante Corona fueron desclasificadas en 1995, mientras que las de HEXAGON se hicieron públicas en 2011.

Para localizar los fuertes en las fotografías, el equipo dividió las imágenes en cuadrados de cinco kilómetros y utilizó mapas de referencia del estudio aéreo de Poidebard en las décadas de 1920 y 1930. El misionero francés notó las estructuras por primera vez mientras sobrevolaba el desierto sirio en un biplano y luego descubrió 116 fuertes de la época romana.

Desafortunadamente, los mapas de Poidebard estaban lejos de ser precisos y les faltaba información clave, lo que significa que el equipo tuvo que identificar los fuertes ya descubiertos utilizando características geológicas cercanas.

 
Crédito de la foto: “¿Un muro o un camino? Una investigación basada en sensores remotos sobre las fortificaciones en la frontera oriental de Roma” / Jesse Casana / David D. Goodman / Carolin Ferwerda / Antiquity / US Geological Survey CC BY 4.0

Mientras continuaban estudiando las imágenes de satélite, descubrieron que los fuertes romanos no se extendían simplemente en una línea singular de norte a sur, como se pensaba anteriormente. También se colocaron cientos de ellos de este a oeste, y se descubrieron 396 en toda la estepa siria, abarcando 116.000 millas cuadradas.

“Cuando encuentras algo romano, lo sabes. Es grande, cuadrado y de piedra”, dijo Casana a Science.org . "Una de las cosas que se hizo evidente fue que había muchas más cosas cuadradas de las que pensábamos".

Añadió en una entrevista con Space.com : “Estos fuertes tienen una forma similar a muchos fuertes romanos de otras partes de Europa y el norte de África. Hay muchos más fuertes en nuestro estudio que en otros lugares, pero esto puede deberse a que están mejor conservados y son más fáciles de reconocer. Sin embargo, podría haber sido un producto real de la construcción intensiva de fuertes, especialmente durante los siglos II y III d.C.”

En cuanto a su construcción, el equipo cree que se remontan a entre los siglos II y VI.

 
Crédito de la foto: “¿Un muro o un camino? Una investigación basada en sensores remotos sobre las fortificaciones en la frontera oriental de Roma” / Jesse Casana / David D. Goodman / Carolin Ferwerda / Antiquity / US Geological Survey CC BY 4.0

Si bien los próximos pasos implicarían que el equipo haga planes para realizar una excavación, los disturbios en la región hacen que esta sea una tarea demasiado peligrosa. Se espera que se pueda examinar mejor el lugar una vez que las tensiones hayan disminuido.


miércoles, 17 de enero de 2024

Argentina: Primer registro de la bandera flameando en Buenos Aires

Acuarela del Fuerte de Buenos Aires en 1816 mostrando orgullosa la albiceleste





6 de septiembre de 1816:
Emeric Essex Vidal, acuarelista británico, desde la borda de la fragata inglesa “Hyacinth”, pintó una acuarela de gran valor documental, donde se ve a pleno color la insignia celeste y blanca tremolando en la torre del Fuerte de la ciudad. Es la primer representación de la Bandera Nacional.
Esta acuarela sobre papel, mide 25 x 37 cm. Firmado E. E. Vidal y fechada 1816 abajo a la derecha.
Ref: En el reverso una detallada descripción de la costa de la ciudad de Buenos Ayres, debajo lleva la inscripción "The Castle of Buenos Ayres, and the beach beneath taken from the Mole Head: 6 sept. 1816 -
E.E. Vidal".
Reproducida en la lámina 58 del libro "Iconografía de Buenos Aires" de Bonifacio del Carril y Anibal Aguirre Saravia. Citamos el comentario de esta acuarela tomada del libro ".. En la primera acuarela que Vidal pintó al llegar a Buenos Aires el 6 de septiembre de 1816 dibujó, precisamente la imagen del Fuerte. Se estaban realizando en esos días las ceremonias del juramento de la independencia, declarada el 9 de julio en Tucumán.
Aparece enarbolada en el bastión norte la bandera adoptada como símbolo patrio por el Congreso. Es también la primera representación pictórica de la Bandera que se conoce. Para ejecutar esta acuarela, Vidal se situó en el antiguo muelle que existía desde la época colonial a la altura de las calle Cangallo y Sarmiento, frente a la Alameda ...".

martes, 7 de marzo de 2023

Virreinato del Río de la Plata: El malogrado Fuerte San José de la Península de Valdéz

Fuerte San José: evidencias arqueológicas sobre cómo fue la presencia española en la Patagonia


Los restos arqueológicos de uno de los enclaves defensivos y productivos instalados por la Corona Española entre 1779 y 1810 en Península Valdés dan cuenta de un establecimiento precario en un contexto de escasez y de tensiones interétnicas.


CONICET


Plano y descripción del puerto ô bahia de San Josef. . Año 1779. Fundacao Biblioteca Nacional Rio de Janeiro (Brasil). Colección De Angelis. Cartografía ARC.023,06,022


Excavaciones en Fuerte San José durante abril de 2022, Península Valdés, Chubut. Foto: gentileza investigadoras


Equipo de trabajo en abril de 2022 en Fuerte San José, Península Valdés, Chubut". Foto: gentileza investigadoras.



En el marco de las Reformas Borbónicas, el rey Carlos III toma la decisión de proteger y fortalecer su presencia en territorios indígenas en América. Este proyecto colonizador incluyó la instalación de cuatro enclaves en la costa atlántica patagónica. Un equipo de investigación arqueológica multidisciplinario del CONICET estudia los vestigios de los asentamientos del Fuerte San José y el Puesto de la Fuente, erigidos entre 1779 y 1810 en Península Valdés (Provincia del Chubut), para poder comprender los modos de vida, la complejidad de las relaciones interétnicas entre colonos y las poblaciones nativas y las estrategias de supervivencia en contextos de escasez y hostilidad. “Lo que queda en los almacenes está todo sumamente pasado (harina margas, sacos engusanados). Este almacén está muy inundado de ratas pues es el primero que se hizo y se comen todas las harinas y menestras”, reza uno de los documentos que las investigadoras registraron.

Las arqueólogas Silvana Buscaglia, del Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU, CONICET), y Marcia Bianchi Villelli, del Instituto de Investigaciones en Diversidad y Procesos de Cambio (IIDyPCa, UNRN-CONICET), trabajan hace más de veinte años en el estudio de la colonización española de la costa patagónica y, a partir del año 2014, sumaron al equipo a Solana García Guraieb, del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), y a Augusto Tessone, del Instituto de Geocronología y Geología Isotópica  (INGEIS, CONICET-UBA). En estos años, los integrantes del equipo han publicado numerosos trabajos sobre el asentamiento del Fuerte San Jorge.

“El Fuerte San José tiene algunas características especiales que lo diferencian del resto de los enclaves que se establecieron en la región. Fue un asentamiento precario, subsidiario del Fuerte Nuestra Señora del Carmen. Poco tiempo después, frente a la necesidad de agua dulce, fue creado el Puesto de la Fuente, un establecimiento complementario de carácter productivo situado en proximidades a la Salina Grande a unos 30 kilómetros del fuerte. Ambos asentamientos fueron habitados por una pequeña población militar que rotaba anualmente; perduraron por un período de treinta y un años, hasta que en 1810 las tensiones con las poblaciones indígenas desembocaron en un ataque, ocasionando la muerte de la mitad de sus ocupantes”, cuenta Buscaglia.

Según indica el equipo de investigación, existe mucha documentación acerca del carácter y de las intenciones de la Corona Española a la hora de establecerse en ciertos sitios que consideraba estratégicos.

“Los establecimientos fueron pensados como enclaves fronterizos por ser explícitamente defensivos, con ellos se esperaba reafirmar la presencia española frente a los avances ingleses en la región, que fueran resguardos en los puertos naturales y que actuaran de apoyo para la explotación de recursos marinos y de sal disponibles en el área. Como la corona centralizaba el abastecimiento de las poblaciones y la única comunicación que tenían con el Río de la Plata era la vía marítima, cumplieron también la función de incorporar los puertos al sistema de intercambio colonial”, describe Bianchi Villelli.

Para conocer algunas características de las personas que permanecían en el Fuerte, Solana García Guraieb y Augusto Tessone trabajaron desde la bioarqueología, que permite dar cuenta del perfil biológico de las poblaciones del fuerte San José.

“Pudimos obtener mucha información a partir de estudios osteológicos y bioquímicos. Detectamos un camposanto y pudimos contrastar la información documental acerca del perfil biológico, masculino y adulto, de los pobladores, así como sus condiciones de salud precarias. La ocupación estuvo signada por enfermedades como el escorbuto. Los análisis de isótopos estables mostraron características acerca de la dieta e indicaron una diversidad de destinos de procedencia de sus residentes, incluyendo posiblemente regiones del caribe”, asegura García Guraieb.

Con respecto a las relaciones interétnicas, las investigadoras hacen énfasis en su carácter complejo y variable y en el dinamismo y reconfiguración constante de los vínculos interculturales a lo largo del espacio y el tiempo. “De este modo, en el caso del Fuerte San José observamos que desde el plano discursivo las referencias en Península Valdés muestran un gran vacío hasta 1787, al menos dentro del corpus documental relevado en el Archivo General de la Nación. En los últimos años de ocupación del Fuerte los documentos describen a las  poblaciones indígenas como predominantemente hostiles y sus contactos con los pobladores del Fuerte se relacionan con agresiones físicas, muertes y robos”, aclara Buscaglia.

 

El Fuerte que no fue

En los primeros acercamientos al sitio, las investigadoras consultaron mapas y distintas fuentes de información y detectaron discrepancias entre ellos. Por ejemplo, frente a la Isla de los Pájaros (Istmo Florentino Ameghino en la Península Valdés), existe hoy en día una réplica de lo que habría sido la capilla del fuerte San José construida con fines turísticos y conmemorativos de la gesta colonizadora. Sin embargo, a medida que avanzaron las investigaciones, se detectó que esa construcción está inspirada en realidad en la capilla colonial de la Ciudadela de Montevideo (Uruguay). Debido a una confusión en los archivos entre la batería de Montevideo y el fuerte patagónico, ambos con el mismo nombre, los planos rioplateneses se asignaron erróneamente a Península Valdés. “Estábamos paradas en el campo y recordábamos los planos y notábamos un importante desfasaje con esa narrativa. Las verdaderas instalaciones del San José se realizaron con materiales precarios. Era un fuerte de palos y cueros sin buenas condiciones de abrigo, alimentación y con escasez de agua dulce”, describe Bianchi Villelli.

Este es uno de muchos de los ejemplos de este tipo de contraste entre el relato histórico tradicional y la evidencia histórica y arqueológica: “La perspectiva de la arqueología histórica, que integra, por un lado, el examen crítico de la información documental y, por el otro, un abordaje interdisciplinario para el estudio de distintas líneas de análisis arqueológico y bioarqueológico, nos está permitiendo reevaluar los discursos tradicionales sobre un proceso complejo y multidimensional como es el colonialismo en Patagonia”, enfatiza Buscaglia.

 

Referencias bibliográficas:

Buscaglia, S. (2021). Indigenous agency and limits to the colonial order in South America. In The Routledge Handbook of the Archaeology of Indigenous-Colonial Interaction in the Americas (pp. 292-307). Routledge. https://www.taylorfrancis.com/chapters/edit/10.4324/9780429274251-22/indigenous-agency-limits-colonial-order-south-america-silvana-buscaglia

Villelli, M. B., Buscaglia, S., Calandrón, P. D., & Sellanes, A. G. (2019). Entre cerros y cañadones. Avances sobre el plano arqueológico del sitio Fuerte San José (Península Valdés, Chubut). Arqueología25(1), 141-167. https://doi.org/10.34096/arqueologia.t25.n1.6006

Bianchi Villelli, M. E. (2018). El análisis químico de las aguas. Ciencia colonial, exploración y supervivencia en Península Valdés a fines del siglo XVIII. https://doi.org/10.4000/corpusarchivos.2663

García Guraieb, S., Tessone, A., Buscaglia, S., Crespo, C. M., Bianchi Villelli, M., & Del Papa, M. (2017). Análisis bioarqueológico de un individuo recuperado en el Fuerte San José (Pla. Valdés, Pcia. de Chubut, 1779-1810). Revista del Museo de Antropología10(1), 61-76. https://doi.org/10.31048/1852.4826.v10.n1.14873

Villelli, M. B. (2017). Colonialismo en Península Valdés: entre los proyectos defensivos y las tentativas comerciales (Patagonia norte, fines del siglo XVIII). Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria25(1), 47-75. https://doi.org/10.34096/mace.v25i1.3913

Buscaglia, S. (2015). Indígenas, borbones y enclaves coloniales. Las relaciones interétnicas en el Fuerte San José durante su primera década de funcionamiento (Chubut, 1779-1789). Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana5(1). https://doi.org/10.4000/corpusarchivos.1383

Buscaglia, S. (2015). Relaciones interétnicas en el fuerte San José (Patagonia, siglo XVIII): una aproximación comparativa. http://hdl.handle.net/11336/37948

Bianchi Villelli, M. E., Buscaglia, S., & Sancci, B. (2013). Una genealogía de los planos históricos del Fuerte San José. Península Valdés, Chubut, Siglo XVIII. http://hdl.handle.net/11336/3265




domingo, 16 de enero de 2022

Escocia: Broches, duns y fuertes celtas

Broches, duns y fuertes en la Escocia celta temprana

por Angus Konstam || Broch, Crannog and Hillfort







Introducción

Cuando los romanos llegaron a Escocia en el año 80 d.C., sabían poco o nada sobre las tribus celtas que vivían en la región. Frente a la invasión, los miembros de las tribus de las tierras bajas se sometieron a la ocupación romana o se retiraron a lo que pensaban que era la seguridad de sus fuertes en la cima de las colinas. Esto resultó ser un error costoso, ya que los dos fuertes más grandes de la zona cayeron ante el poder del ejército romano y su artillería de asedio. Las tribus que resistieron (conocidas por los romanos como Selgovae y Novantae) se pusieron de rodillas a finales de año, y el gobernador romano Agricola consolidó su frontera norte a lo largo de la línea de los ríos Forth y Clyde. El área estaba completamente pacificada a principios del 82 d. C. Hasta aquí la protección defensiva de los castros de las tierras bajas. Más al norte, un nuevo desafío aguardaba a Agricola, ya que planeaba conducir sus ejércitos al este y noreste de Escocia, más allá del Firth of Forth. Estos miembros de la tribu celta habían utilizado sus bases fortificadas en lo que ahora es Stirlingshire para acosar a los romanos, y Agricola ya estaba harta. En el 83 d. C. lanzó sus legiones en una expedición de conquista, arrinconando a los miembros de las tribus "caledonianas" locales en la batalla de Mons Graupius (84) e infligiendo una derrota decisiva a sus oponentes. Durante el avance, sus flancos fueron asegurados por una serie de fuertes auxiliares romanos diseñados para evitar el movimiento de Caledonia fuera de las Tierras Altas. Su flota navegó hacia el norte hasta las Orcadas, forzando la sumisión de las comunidades costeras que encontraron.

Aunque la marea romana retrocedió debido a compromisos en otros lugares, la amenaza de ataques punitivos contra las tribus caledonianas continuó, lo que obligó a los celtas locales a mantener fuertes posiciones defensivas y garantizar su casi constante preparación para la guerra.

La línea defensiva romana a lo largo de la línea Forth-Clyde se abandonó alrededor del año 100 d. C. y se restableció la frontera entre el río Tyne y el estuario de Solway, una posición que se defendió durante el reinado del emperador Adriano (117-138 d. C.) . Los romanos regresaron al norte durante un tiempo durante el reinado del emperador Antonio Pío (138-161 d. C.), y el Muro Antonino se construyó a lo largo de la antigua línea Forth-Clyde, antes de que también fuera abandonado después de la muerte del emperador. Desde ese punto, el Muro de Adriano marcó la frontera más septentrional del imperio romano. Aunque las tribus inmediatamente al norte del muro eran relativamente pacíficas, las más al norte eran más hostiles. A principios del siglo III d. C., el emperador Septimus Severus (193-211 d. C.) dirigió expediciones punitivas contra los caledonios, al igual que el emperador Constancio I Cloro (305-306 d. C.) un siglo después. Fue durante esta última expedición cuando oímos por primera vez que se hacía referencia a los caledonios como los "pictos", o gente pintada. Los historiadores generalmente toman esta fecha como la marca que divide la era de los pictos de la de sus antepasados ​​de Caledonia, y proporciona un punto final conveniente para nuestro estudio.

En la Escocia celta temprana, había tres tipos principales de fortificaciones en uso durante este período: los brochs, los duns y los hillforts.

Torres en el norte: los brochs

El Broch of Gurness se encuentra en la orilla de una bahía y un sonido increíblemente hermosos en Orkney. Fue construido en algún momento entre 500 y 200 a. C., y el broche en sí formaba parte de un sitio defensivo que incluía una aldea y una serie de murallas y acequias circundantes. Los broches de la Edad de Hierro de Escocia fueron una solución prácticamente única para los requisitos defensivos de sus constructores. Espectaculares incluso en ruinas, estas estructuras a menudo combinaban las funciones de un refugio defensivo con las de un punto focal comunitario. Protegieron a la población local de pequeños bandidos, asaltos de partidas de guerra y, en ocasiones, de invasiones a gran escala. Como tales, a menudo formaban el núcleo de pequeñas comunidades o se ubicaban cerca de los asentamientos existentes. Esto significa que cualquier estudio real de ellos como fortificaciones debe combinarse con una mirada a las comunidades a las que sirvieron y a las personas que las construyeron. Desde allí podemos observar las fortificaciones que les sucedieron y que proporcionaron puntos fuertes defensivos para los pictos, que heredaron la tierra de los broches de la Edad del Hierro.

Un broch era una imponente fortificación circular construida con muros de piedra seca. Esto significó que no se utilizó mortero, pero las piedras de forma irregular se eligieron para que encajaran aproximadamente entre sí. Eran estructuras altas, sombrías y sin ventanas, que contenían un pasaje dentro de las paredes que finalmente conducía a una muralla superior. La única entrada era una puerta pequeña y fácilmente defendible a nivel del suelo. Dos muros estaban separados por pasillos, escaleras y galerías, que eventualmente conducían a través de los muros al parapeto superior circular, donde los defensores podían lanzar misiles sobre las cabezas de sus atacantes. Si bien el Broch of Gurness se considera un ejemplo temprano del género, el Broch of Mousa en Shetland es probablemente el más intacto ejemplo de una estructura de broch posterior (y más clásica). Los precursores de los primeros brochs fueron probablemente las fuertes casas circulares cuyas ruinas se encuentran en la misma zona geográfica que los brochs.



Casi todos los brochs se encuentran en el norte y el oeste de Escocia en Caithness, Orkney, Shetland y Skye, mientras que algunos otros se construyeron más al sur. La mayoría de ellos se concentran en Orkney, Shetland y Caithness. La evidencia de datación sugiere que la mayoría se construyó entre principios del siglo I a.C. y finales del siglo I d.C., aunque esto ha sido cuestionado debido al material de datación equívoco descubierto hasta ahora. Más evidencia sugiere que los "proto-broches" o precursores de la estructura clásica de los broches podrían haberse construido ya en el siglo VI a.C., aunque sabemos que algunos permanecieron en uso hasta al menos principios del siglo III d.C., si no más tarde. Aunque sabemos mucho sobre las estructuras en sí mismas y podemos analizar sus cualidades defensivas, sabemos muy poco sobre quién las construyó exactamente y por qué. Obviamente, se han propuesto numerosas teorías, y solo recientemente los arqueólogos alcanzaron un consenso general sobre lo que pudo haber sucedido.

Claramente, fueron diseñados para la defensa. Solo el Broch of Mousa tiene una altura de unos 13 metros (40 pies) y habría sido una prueba contra todos los asaltos, excepto el más decidido, a menos que el atacante tuviera artillería de asedio de estilo romano. La entrada baja y estrecha dificultaba derribar la puerta, y las paredes de Mousa eran demasiado altas para las escaleras. El interior hueco probablemente estaba techado y era lo suficientemente grande como para albergar ganado, provisiones y personas hasta que pasara la amenaza. Sabemos poco sobre quiénes podrían ser los atacantes amenazantes, pero es posible que grupos de asalto celtas, romanos o alemanes hayan llegado a estas áreas en busca de esclavos. Aunque no son inexpugnables, los broches más pequeños habrían garantizado que un ataque contra ellos hubiera sido costoso y, por lo tanto, actuaron como una forma de disuasión contra cualquier agresor potencial.

Hasta hace relativamente poco tiempo, los broch se denominaban a veces "torres pictas", o incluso se asociaban con los escandinavos (vikingos). Si bien estos vínculos han sido refutados, los términos indican una falta general de comprensión de los brochs y los constructores de broch. Sabemos algo sobre los pueblos de la prehistoria tardía que vivieron en lo que hoy es Escocia por su legado arqueológico. No eran escoceses, ya que esa entidad política fue posterior a los constructores de folletos en un milenio, pero no tenemos un nombre alternativo para identificarlos, ya que no sobreviven registros escritos de esta cultura y período. El término "celta" se ha utilizado ampliamente para describir a todas las personas de la edad del hierro de este período que habitaban la mayor parte de Europa, incluida Escocia, pero algunos arqueólogos se resisten a utilizar una denominación tan ampliamente aplicada. En cuanto al término "picto", su tiempo llegó más tarde, y los pictos generalmente se han identificado con los habitantes del noreste y centro-este de Escocia desde principios del siglo IV, cuando el nombre apareció por primera vez en los registros escritos romanos. Los constructores de broches habían desaparecido para entonces, y aunque los pictos bien pueden haber sido los descendientes de estos constructores de broches, la información arqueológica no puede demostrar un claro descenso de un grupo a otro. Se han propuesto varias teorías, incluidas algunas en las que los pictos llegaron a Escocia desde el extranjero, y de manera similar, que la gente de los broch era de alguna manera diferente de la gente precelta que habitaba el resto de Escocia.

Probablemente sea cierto que la gente precelta de Escocia se mezcló con oleadas posteriores de migrantes celtas, pero no existe una tradición celta directa de construcción de broches. Se ha sugerido que mientras el resto de Escocia fue invadido por los celtas, los constructores de broches mantuvieron su independencia y fortificaron sus asentamientos. Quienquiera que las construyera, su aparición coincidió con la llegada de los celtas, y su desuso se inició tras la llegada de los romanos a Escocia. Algunos arqueólogos han dado a los constructores de broches la denominación torpe de proto-pictos, pero esto no les hace ningún favor a los primeros. Los constructores de broches mostraban ciertas cualidades que estaban ausentes en otras partes de la tierra natal de los pictos (que incluían Orkney y Shetland), por lo que, aunque hay muchas teorías, hay pocas respuestas al misterio de quiénes eran estas enigmáticas personas. Es posible que en la época de los pictos, la población local se hubiera vuelto tan celta como el resto de Escocia. Ciertamente, sabemos que la mayoría de los broches fueron abandonados en algún momento durante el siglo III d.C., lo que se acerca lo suficiente a la aparición de los pictos como un pueblo distintivo para sugerir algún vínculo entre las dos fechas.

Blockhouses en el oeste: los duns

El término "dun" se utiliza para identificar un tipo particular de fuerte pequeño que se construyó extensamente en todo el suroeste y oeste de Escocia, con la mayor concentración en Argyll. Estas estructuras de piedra seca circular u ovalada fueron similar a los broches, pero mucho más pequeños. Si bien algunos se construyeron en terreno plano, la mayoría se construyeron en afloramientos rocosos o posiciones defensivas naturales para mejorar sus propiedades defensivas. Sus muros se construían generalmente con dos gruesos muros de piedra seca, con un núcleo sólido de escombros que se usaba como relleno entre ellos. Algunos usaban madera para unir las estructuras (como fue el caso de los primeros castros), pero la mayoría tenía una cara exterior lisa, desprovista de refuerzos de madera. En algunos ejemplos, el muro se reforzó en la base para permitir la construcción de estructuras más altas o más pesadas. Al igual que los broches, la entrada era pequeña y estaba protegida por cámaras para desalentar los intentos de golpe. Un ejemplo particularmente impresionante (el Dun de Leccamore, en Luig) incluso cuenta con una escalera interna, y otras características de diseño sugieren alguna forma de correlación entre los constructores de broches y las propiedades defensivas de estas estructuras pardas más pequeñas.

Si bien algunos duns antiguos con cordones de madera datan del siglo VI o V a.C., la mayoría parece haber sido construida durante el período posterior a la llegada de los romanos a Escocia, durante los siglos II y III d.C. Algunos muestran evidencia de ocupación, abandono y reocupación, lo que sugiere que se utilizaron cuando la situación lo ameritaba, y en tiempos más pacíficos pueden haber sido abandonados por asentamientos cercanos más espaciosos y convenientes. También muestran signos de una ocupación mucho más prolongada que los brochs del norte o los castros de las colinas al sur y al este. Dun Cuier en Barra estuvo ocupado hasta alrededor del año 500 d.C., mientras que Kildalloig en Argyll parece haber permanecido en uso hasta el siglo VIII. A diferencia de los brochs o hillforts, la mayoría de los duns parecen haber sido poco más que granjas o granjas fortificadas, pero siguieron siendo una característica del paisaje escocés durante más de mil años y sobrevivieron a otras dos formas de fortificación celta temprana.


Fortalezas en el sur: los castros

Nadie sabe cómo ni exactamente cuándo llegaron los celtas a Escocia. Hacia el final de la Edad del Bronce (alrededor del 700 a. C.), estos recién llegados comenzaron a llegar, trayendo consigo la nueva tecnología de la Edad del Hierro. Estos celtas también introdujeron una nueva característica en el paisaje escocés. Durante los siguientes ocho siglos, los castros de las colinas aparecerían en varios tamaños, desde pequeñas granjas fortificadas hasta municipios fortificados en la cima de las colinas a gran escala. Proporcionaron refugio a las comunidades celtas locales que se enfrentaron a ataques y redadas de sus vecinos. Si bien estaban bien diseñados para proteger a las tribus celtas de los de su propia especie, demostraron ser menos efectivos contra los romanos.

Aunque el anillo defensivo de principios de la Edad del Bronce en Meldon Bridge en Lothian es probablemente el sitio fortificado más antiguo de Escocia, las primeras fortificaciones en la cima de una colina aparecieron alrededor del 600 a. C. o un poco antes. Estos tomaron la forma de círculos fortificados entrelazados con madera. En algunos casos, las murallas sufrieron daños por el fuego durante su período de uso, lo que permitió la datación por carbono de los sitios. Si bien el rango de datación es amplio, la mayoría parece haberse construido o expandido activamente durante el siglo VI a. C. o más tarde. Estas estructuras de madera se siguieron construyendo en Escocia hasta la llegada de los romanos a finales del siglo I d.C., aunque el estilo de las fortificaciones se volvió más elaborado con el tiempo. El entrelazado de madera era una técnica utilizada para estabilizar tanto las murallas de tierra, las paredes de piedra o el relleno de escombros colocando vigas de madera horizontales a lo largo de la estructura, uniéndola. En otras palabras, la madera proporcionó un marco macizo que se llenó de piedras y escombros, y luego se recuperó con piedra sólida. Luego se construyó una pasarela de madera y una empalizada sobre este perímetro defensivo. Puertas de madera gruesas protegían las entradas a estos recintos en la cima de la colina.

Los ejemplos sobrevivientes, como el muro de piedra y tierra de la fortificación de Abernethy en Perthshire (ocupada durante el siglo I a.C.) muestran las ranuras sobrevivientes en los muros donde se colocaron estas vigas y se habían podrido. En los casos en que los fuertes fueron destruidos por el fuego (probablemente durante un asalto), el daño causado por la madera en llamas ha dejado su marca en la mampostería sobreviviente, que a veces se ha fusionado. En raras ocasiones, los restos de cordones de madera sobreviven, como en Kaimes Hill en Midlothian. Se construyeron fuertes entretejidos de madera en todo el centro y este de Escocia y alrededor de Moray Firth al norte, y esta distribución coincide con la de los primeros hallazgos celtas, como las cabezas de hacha que datan del siglo VII a. C. y posteriores. Esto prueba que los primeros pueblos celtas que ocuparon el centro y este de Escocia dependían de este tipo de fortificaciones para su protección.

La naturaleza de estos castros cambió con el tiempo. En algunos casos, las estructuras originales de madera fueron reemplazadas o reconstruidas en períodos posteriores. En Kaimes Hill, una serie de murallas revestidas de piedra reemplazaron estas defensas anteriores, y se cavaron una serie de zanjas alrededor del perímetro para fortalecer la posición. Un refinamiento adicional fue el engaste de un anillo de piedra puntiagudas alrededor del exterior de la pared, creando un obstáculo perturbador que obstaculizaría a los atacantes. El problema con los cordones de madera era que las maderas eran difíciles de reemplazar una vez que se pudrían, o podían ser destruidas por el fuego con relativa facilidad. La evidencia arqueológica sugiere que, si bien el cordón de madera continuó usándose en Escocia durante el período celta temprano, la debilidad del diseño fue evidente para los constructores. En consecuencia, cuando las tribus celtas locales de las tierras bajas de Escocia se enfrentaron a la perspectiva de una invasión romana a finales del siglo I d.C., muchos fuertes se reforzaron y mejoraron mediante la adición de muros de piedra y la excavación de zanjas fuera de los muros. Además de sus muros o murallas de tierra, la mayoría de estas posiciones defensivas estaban rematadas por empalizadas de madera.

Estos fuertes se construyeron casi exclusivamente en la cima de las colinas para mejorar sus capacidades defensivas y, en muchos casos, las murallas encerraban algún tipo de asentamiento interior. De unos 1.500 sitios fortificados en Escocia, la mayoría de estos fuertes estaban ubicados en las tierras bajas de Escocia, debajo de la línea Forth-Clyde. Esta cifra sorprendentemente alta incluye pequeñas granjas fortificadas y estructuras de piedra aisladas del mismo período celta temprano. Como algunos de estos se construyeron más de 700 años antes de la aparición de los romanos, no sorprende que muchos hayan sido abandonados durante siglos en el siglo I d.C., aunque algunos permanecieron en uso continuo a lo largo de su historia. A diferencia de los extensos castros de las colinas como el castillo de Maiden en Inglaterra, estas fortificaciones escocesas eran pequeñas y probablemente solo servían a pequeñas comunidades locales. Las dos excepciones fueron Traprain Law y Eildon Hill, las cuales eran posiciones defensivas sustanciales, y la última contenía más de 300 rotondas. Esto significaba que en tiempos de peligro, toda una tribu podía buscar refugio dentro de sus muros. Uno de los problemas con los castros de las colinas escocesas es la falta de información disponible sobre su historia. Rara vez sabemos cuánto tiempo estuvieron ocupados o cuándo, y qué función desempeñaron aparte de la defensiva. Parece que, al menos en ciertos períodos, los castros que encerraban asentamientos tendían a estar bajo ocupación continua cuando aparecieron los romanos.

Otra variante del fortín era el fuerte promontorio, que se encontraba en varios puntos a lo largo de la costa este de Escocia, como St. Abb's Head, Dunnotar y Urquhart (el último en realidad estaba en las orillas del lago Ness, no en el mar del Norte). . Todos menos el último probablemente se establecieron como sitios fortificados mucho antes del 300 d.C., pero los tres se convirtieron en fortificaciones importantes durante el período Picto, y los dos últimos fueron fortificaciones Pictas reales. Del mismo modo, el promontorio de Burghead en Moray Firth se desarrolló como una fortaleza picta. En los tres sitios, se utilizaron elementos de los diseños del antiguo fuerte en la cima de la colina, ya que el promontorio estaba aislado del continente por una serie de muros defensivos y zanjas. Una vez más, la fortificación de Burghead puede haber sido anterior al comienzo del período histórico de los pictos, pero la falta de evidencia de datación sólida hace que sea imposible decirlo con certeza. Ciertamente, el sistema de tres líneas de defensas de tierra y escombros y zanjas intermedias es similar al que se encuentra en los fuertes de las colinas desde el 300 a. C. en adelante, y sabemos que los pictos agregaron una ciudadela interior al punto fortificado en Burghead. El lugar también era un buen fondeadero, y se ha sugerido que Burghead se utilizó como base picta desde la cual se lanzaron incursiones marítimas por la costa hacia la Gran Bretaña romana. Ciertamente, parece haber un legado de métodos de construcción que unieron las fortificaciones pictas conocidas (Inverness, Dunadd, Dundurn, Dunottar, Dunkeld, Clunie, Scone, Inveralmond y Forteviot) con las fortalezas anteriores en la cima de una colina en la misma área (Tayside, Moray y Grampian ).


Resumen

En resumen, aunque el paisaje de la Edad de Hierro de Escocia está plagado de fortificaciones, estas se pueden dividir en tres grupos. Los broches de las islas del norte y del oeste son prácticamente únicos y su diseño muestra un alto nivel de apreciación arquitectónica y militar. Al suroeste, los duns eran contrapartes más pequeñas y era menos probable que estuvieran situados en lugares costeros. Estos permanecieron en uso hasta mucho después de la llegada de los escoceses de Irlanda, y sobrevivieron a casi todas las fortificaciones costeras que probablemente fueron utilizadas tanto por los celtas como por sus descendientes pictos en el este de Escocia. En cuanto a la erupción de castros en el sur de Escocia, la mayoría dejó de utilizarse tras la invasión romana de finales del siglo I d.C. A pesar de esto, sus métodos de construcción fueron adaptados para su uso por los pictos, así como por los pueblos escoceses que habitaban las tierras bajas del sur cuando los romanos se retiraron. Escocia es única en el sentido de que muchos de sus monumentos aún existen y se han salvado de siglos de desarrollo. Aunque la región produjo métodos de fortificación celta temprana que eran únicos, cualquier estudio de estos sitios defensivos nos ayuda a entender tanto a las personas que las construyeron como a sus descendientes pictos o escoceses.


Otras lecturas

Armit, Ian, Celtic Scotland, Historic Scotland Publication – Batsford Press, London, 1997
Breeze, David J., Roman Scotland, Historic Scotland Publication – Batsford Press, 1996
Ritchie, Anna, and Breeze, David, Invaders of Scotland, Historic Scotland Publication – HMSO, 1990
Ritchie, Graham and Anna, Scotland: Archaeology and Early History, Edinburgh University Press, 1991
Ritchie. J. N. G., Brochs of Scotland, Shire Publications, 1988
Sutherland, Elizabeth, In Search of the Picts, Constable and Co., 1994
Wagner, Paul, Warrior 50: PictishWarrior AD 297–849, Osprey, 2002


sábado, 25 de abril de 2020

La crisis de la "munición torpedo" de 1886: El fin de los fuertes de ladrillo y cemento

1886: La crisis de la munición de torpedo

Por Renaud Mayers ||  The Defensiomen





1886: La crisis de la munición de torpedos. 1886 vio el amanecer de la artillería moderna y el anochecer de las fortificaciones de la era de ladrillo y mortero.


Desde principios de la década de 1870 hasta mediados de la década de 1880, muchas innovaciones transformaron los sistemas de artillería: los proyectiles de hierro fundido dieron paso a los de acero. Los proyectiles pasaron de ser esféricos a cilíndricos. Las piezas de avancarga dieron paso a las de carga trasera.

Finalmente, la pólvora negra fue reemplazado por explosivos químicos más estables pero mucho más potentes. Los resultados finales significaron que en una década más o menos, las plataformas de artillería ganaron en alcance, potencia y letalidad.


Fuerte Malmaison

En 1886, el ejército francés realizó pruebas con proyectiles modernos en el fuerte de Malmaison, una fortaleza de piedra, ladrillo y mortero del tipo Séré de Rivières, cubierta de terraplenes inclinados y rodeada por un foso seco. Esos proyectiles modernos se llamaban en ese momento "Torpedo Shell" debido a su forma esbelta.

El fuerte fue preparado para la "guerra" con ventanas obstruidas por vigas de acero y colchones, según las regulaciones del Ejército en ese momento. Malmaison fue posteriormente bombardeada. Las municiones modernas también fueron detonadas remotamente en el foso. Los resultados aterrorizaron no solo al alto mando francés sino a varios arquitectos militares de la época: los proyectiles que se detonaron en el foso produjeron metralla que podría dañar y, a veces, penetrar las vigas de acero utilizadas para condenar las ventanas.

Los proyectiles de 155 mm que impactaron en el fuerte causaron daños al techo de ladrillo que tenía 80 cm de espesor y estaba cubierto por 1,5 m de tierra compacta. Los proyectiles de 220 mm a menudo penetraban por completo en el fuerte, detonando en el interior con resultados catastróficos. De agosto a octubre, se dispararon 170 proyectiles contra el fuerte de Malmaison. Los proyectiles de 155 mm pesaban 40 kg. Los proyectiles de 220 mm llegaron a 90 kg. El fuerte quedó en ruinas ...



Fuerte Malmaison: daño de proyectil de 220 mm.

La conclusión fue simple: ¡todas las fortificaciones "modernas" construidas en Europa desde 1870 en adelante ya estaban obsoletas en 1886! La próxima generación de fuertes tendría que construirse más profundo y en concreto para tener una oportunidad de sobrevivir.

sábado, 27 de abril de 2019

USMC: Incursión sobre fuertes coreanos en 1871

"Incursión de río en Corea"

Weapons and Warfare





El combate a mayor escala en el que Leathernecks participó en las tres décadas posteriores a la Guerra Civil fue la Expedición de Corea de 1871. El 23 de mayo de ese año, cinco buques de la Flota Asiática del Contraalmirante John Rodgers, la fragata Colorado, Alaska, Benicia, y los cañoneros Monocacy y Palos, entraron en Roze Roads en la costa oeste de Corea, no lejos de Chemulpo (la actual Inchon). A bordo del buque insignia del almirante Rodgers, el Colorado, se encontraba Frederick F. Low, el ministro de Estados Unidos en China, que había sido enviado a abrir relaciones diplomáticas con el reino ermitaño de Corea. Se estableció contacto con los habitantes locales, y el 31 apareció una pequeña delegación de funcionarios coreanos de tercer y quinto rango. Low se negó a recibirlos y ordenó a su secretaria que explicara que se requería la presencia de funcionarios de primera fila calificados para llevar a cabo negociaciones. Mientras tanto, se informó a los coreanos, los estadounidenses deseaban trazar el río Salee, como se llamaba el canal del río Han entre Kanghwa-do (isla) y la península de Kumpo. A medida que los Han conducen a la ciudad capital de Seúl, se podría haber esperado que los coreanos consideraran un acto tan provocativo, a pesar de las garantías estadounidenses de buena voluntad, pero no plantearon objeciones. Se asignaron veinticuatro horas para que notificaran a las autoridades correspondientes.





En consecuencia, al mediodía del 1 de junio, cuatro lanzamientos de vapor seguidos por Monocacy y Palos se dispusieron a comenzar la encuesta. A medida que se acercaban a las fortificaciones en las alturas de Kanghwa-do, los coreanos abrieron fuego. La parte topográfica respondió con entusiasmo, desbaratando los fuertes y regresó al anclaje de la flota. Las bajas estadounidenses fueron dos hombres heridos.

El almirante Rodgers esperó nueve días por una disculpa o mejores mareas. El primero no llegó, y el 10 de junio una expedición punitiva entró en el río con la misión de capturar y destruir los fuertes errantes. La fuerza de desembarco contaba con 686 oficiales y hombres, incluidos 109 infantes de marina organizados en dos pequeñas compañías y una batería naval de siete obuses de 12 libras. El apoyo a los incendios sería provisto por los botes y cuatro lanchas de vapor que montan 12 libras en sus arcos. El comandante L. A. Kimberly fue puesto al mando de la fuerza de desembarco; El capitán McLane Tilton lideró sus Leathernecks. Tilton fue uno de esos personajes poco convencionales para los cuales el Cuerpo siempre pareció ejercer atracción. (Al escribir a su esposa de un despliegue en el Mediterráneo, informó que cuando salía a cubierta por primera vez todos los días: "Si alguien me pregunta cómo está, viejo, le respondo:" No me siento muy bien; ningún caballero está bien. la mañana.'")

Tres fortalezas, cada una con una batería de agua amurallada, dominaban la costa de Kanghwa-do. En el curso de la operación, los estadounidenses los bautizaron como el reducto marino, Fort Monocacy y The Citadel. El Monocacy tomó a los dos primeros bajo fuego poco después del mediodía. Ambos habían sido silenciados cuando los Palos aparecieron con los barcos del grupo de desembarco remolcados aproximadamente una hora después. Los botes se lanzaron a media milla por debajo del fuerte más cercano, y a las 13.45 de la tarde, las Bluejackets y los Marines comenzaron a luchar en tierra a través de un lodo ancho y hasta las rodillas "cruzado por profundas compuertas", observó un disgustado Tilton, "lleno de blandos y silenciosos barro más profundo ”. Algunos hombres dejaron sus zapatos, calcetines, mallas e incluso las piernas de los pantalones, y los obuses se atascaron en sus barriles. Afortunadamente, los coreanos no intentaron oponerse al desembarco.

Los Leathernecks habían sido seleccionados para servir como la guardia avanzada de la expedición. Tilton los desplegó en una línea de escaramuza tan pronto como dejaron los barcos. Una vez que ambas compañías alcanzaron terreno firme, el Comandante Kimberly le ordenó a Tilton que condujera a sus Marines hacia el fuerte, un reducto de piedra elíptica con paredes de 12 pies. La mayoría de los marineros se quedaron atrás para sacar las armas de la basura. En la aproximación de los Marines, los defensores de la bata blanca del fuerte huyeron, disparando algunos disparos de despedida. El trabajo montó 54 cañones, pero todos, excepto dos, eran cargadores de bronce insignificantes. Tilton detuvo a sus hombres hasta que surgió el cuerpo principal, "cuando se nos ordenó seguir avanzando", escribió, "lo que hicimos, recorriendo los campos lo más lejos posible desde la izquierda de la línea de marzo, el río estaba en nuestro derecho, y tomó una posición en una loma boscosa. . . al mando de una hermosa vista de las hermosas colinas y los campos de arroz inundados que nos rodean ”. En este punto, recibió órdenes de quedarse para pasar la noche. Era 1630 antes de que las armas fueran arrastradas a tierra, y quedaban muy pocas horas de luz diurna para demoler el fuerte capturado y enfrentar el siguiente. Los marineros atacaron media milla en la parte trasera.


Mapa de las operaciones navales americanas en Corea, 1871.

La fuerza de desembarco se movió a las 0530 de la mañana siguiente. Su apoyo al fuego se redujo con la retirada de los Palos, que se había lastimado en una roca inexplorada mientras se realizaba el desembarco, pero el disponible de Monocacy y los lanzamientos sería más que suficiente. El segundo fuerte, una estructura de granito desconchada de aproximadamente 90 pies cuadrados, estaba sobre un acantilado a una milla río arriba. Los hombres de Tilton lo encontraron desierto. Mientras un marinero se divertía al tirar 33 pequeños cañones de bronce sobre el acantilado hacia el río, otros miembros de la expedición dispararon las cuatro grandes armas del fuerte y derribaron dos de sus muros. Luego se reanudó la marcha.
La trayectoria entre los dos primeros fuertes había sido relativamente fácil, pero más allá del segundo se volvió extremadamente difícil, "la topografía del país es indescriptible", informó Tilton, "se asemeja a una especie de 'mar picado' de inmensas colinas y profundos barrancos yaciendo en todas las posiciones posibles ”. En ese momento, la columna sufrió un disparo de largo alcance de mosquetes de una fuerza coreana que se estima en un número de 2,000 a 5,000 entre algunas colinas más allá del flanco izquierdo de los estadounidenses. Cinco cañones apoyados por tres compañías de marinos fueron desplegados para mantener a este cuerpo bajo control, y el resto del grupo continuó su avance. En dos ocasiones, los coreanos se apresuraron hacia el destacamento, pero unas cuantas balas de artillería los hicieron retroceder cada vez.

La última y más fuerte de las fortificaciones coreanas, La Ciudadela, era un reducto de piedra que coronaba una colina empinada y cónica en una península, a unas dos millas río arriba de su vecino. El Monocacy y los lanzamientos de vapor abrieron fuego sobre la Ciudadela a aproximadamente las 1100. Al mediodía, el Comandante Kimberly detuvo su comando a 600 yardas del fuerte para darles un respiro a los hombres. Para entonces, los partidos de los coreanos que se vieron caer sobre La Ciudadela y el bosque de banderas en y alrededor no dejaron ninguna duda de que la posición sería defendida.

Después de indicar al Monocacy que cesara el fuego, la fiesta de asalto, 350 marineros e infantes de marina con bayonetas fijas, se lanzaron para ocupar una cordillera a solo 120 metros del fuerte. Aunque los hombres de Tilton todavía estaban armados con el mosquetón de rifle Springfield modelo 1861 (en sus palabras "un viejo 'Muzzle-Fuzzel"), rápidamente establecieron la superioridad del fuego sobre los defensores del fuerte, que estaban armados con candados, un arma de fuego. Eso había desaparecido de los arsenales occidentales 200 años antes. "Los disparos continuaron por solo unos minutos, digamos cuatro", escribió Tilton, "en medio de las melancólicas canciones del enemigo, su comportamiento es valeroso en extremo".

A las 12.30, el teniente comandante Silas Casey, al mando del batallón Bluejacket, dio la orden de cargar. “[Y] mientras los pequeños grupos de nuestras fuerzas avanzaban cada vez más cerca del profundo barranco entre nosotros”, continuó Tilton, “algunos de [los coreanos] montaron el parapeto y lanzaron piedras, etc., lanzándonos las exclamaciones. de desafío. ”El primer estadounidense en La Ciudadela, el teniente de la Marina Hugh W. McKee, cayó mortalmente herido por una bola de mosquete en la ingle y una lanza en el costado. El lancero también apuñaló al teniente comandante Winfield Scott Schley, que había seguido de cerca a McKee. El punto pasó entre el brazo izquierdo de Schley y su pecho, sujetando su manga a su abrigo, y le disparó al hombre.

Tilton estaba entre media docena de oficiales que llevaron a sus hombres al fuerte momentos más tarde. Los coreanos se mantuvieron firmes, y la lucha se hizo mano a mano. Abrazando el parapeto, el soldado Michael McNamara se encontró con un soldado enemigo que le señalaba un cerillo. Arrancó el arma de las manos del coreano y lo mató con él. El soldado James Dougherty cerró y mató al hombre que los estadounidenses identificaron como el comandante de las fuerzas coreanas. Tilton, el soldado Hugh Purvis y el cabo Charles Brown se reunieron con el estándar principal de The Citadel, una pancarta de algodón amarillo de 12 pies cuadrados adornada con caracteres negros que significaban "comandante general". Durante cinco minutos, el interior del fuerte fue una escena de combate desesperado. Luego, los defensores restantes huyeron cuesta abajo hacia el río, bajo el fuego de los marines, una compañía de marineros y los dos obuses que habían acompañado a los atacantes.

Un total de 143 muertos y heridos coreanos fueron contados dentro y alrededor de la Ciudadela, y el Teniente Comandante Schley, el ayudante de la fuerza de desembarco, estimó que otros 100 habían muerto en vuelo. Se capturaron cuarenta y siete banderas y 481 piezas de artillería, la mayoría bastante pequeñas pero que incluyen 27 piezas de gran tamaño (20 libras y más). El grupo de asalto perdió tres hombres muertos y diez heridos, con un soldado de la Marina en cada categoría. El capitán Tilton estaba gratamente sorprendido por su supervivencia. En una carta a casa unos días después, escribió: "Nunca más esperaba ver a mi esposa y mi bebé, y si no hubiera sido porque los coreanos [sic] no pueden disparar a la verdad, nunca debería". se retiró como teniente coronel en 1897. Nueve marineros y seis marines recibieron la Medalla de Honor. Entre estos últimos se encontraban el cabo Brown y el soldado Purvis, que se habían reunido con Tilton en el asta de la ciudadela.

La fuerza de desembarco volvió a desembarcar temprano a la mañana siguiente, dejando la Ciudadela en ruinas. "Por lo tanto", escribió el Almirante Rodgers, "fue un ataque traicionero contra nuestra gente y un insulto a nuestra bandera resuelta". Sin embargo, desde el punto de vista militar, la operación no fue un golpe maestro en la diplomacia. Las comunicaciones posteriores con las autoridades coreanas, realizadas por mensajes vinculados a un polo en una isla cerca del fondeadero, fueron totalmente improductivas, y el 3 de julio la flota se retiró. Un tratado con Corea no fue negociado hasta 1882.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Guerra de Crimea: La batalla de Kinburn


La batalla de Kinburn


La introducción del cañón largo para disparar proyectiles horizontalmente, tanto para el servicio terrestre como marítimo, con una tendencia a aumentar los calibres,. . . Puede considerarse ahora la política y la práctica establecidas de todas las potencias militares de Europa.
La primera línea del comandante Delafield en su Informe oficial, después de su visita a Europa con una comisión militar de los Estados Unidos en 1854-1856, da por sentado que las baterías flotantes (fundas) se han convertido en elementos de la guerra anfibia, por lo que cuanto antes empiece a tener Tantos buenos como el francés mejor será para ti.
Sir Edmund Lyons un Primer Lord del Mar británico

Quizás la lección más valiosa de la guerra de 1854-55 fue la importancia para el poder naval de poder utilizar rápidamente los inventos más nuevos y formidables producidos por el ingenio del hombre. La lección, desafortunadamente, no ha sido completamente aprendida por Gran Bretaña, incluso hasta hoy. Sin embargo, la guerra condujo directa o indirectamente a muchas reformas navales, incluida la introducción del servicio continuo para los marineros, la construcción de acorazados y el desarrollo del poder del arma.
Wm. Laird Clowes, escribiendo en 1901

El curso de la guerra en el Mar Negro se centró principalmente en la Península de Crimea. Los rusos habían iniciado la guerra con Turquía al destruir un pequeño escuadrón turco-egipcio formado por cuatro fragatas y siete corbetas, con una flota de seis barcos de línea, dos fragatas y tres pequeños barcos de vapor en Sinope. Los disparos de artillería rusos de 60 libras habían sido muy destructivos, causando muchos incendios, y los turcos perdieron 3.000 hombres y todos menos un barco (la fragata Taif comandada por un capitán británico). Esta fue la primera acción en la que los cañones de armas fueron decisivos, con los turcos desplegando pero dos de los 236 cañones contra el total ruso de 76 cañones de un total de 372 cañones. Paixhans, poco después de la batalla, escribió un folleto que apareció en el Moniteur Universal el 21 de febrero de 1854 y señalaba el efecto mortal de la pistola.

Anteriormente hubo algunas acciones navales menores que involucraban disparos de concha. Los rusos usaron cañones de armas en 1788 contra los turcos, mientras que el arma de Paixhans se empleó por primera vez en combate en 1838 en Vera Cruz en México. Fue empleado de nuevo en la guerra turco-egipcia de 1839-40. El uso temprano más conocido en la batalla fue en 1849 entre el navío danés Christian VIII y las baterías de la costa de Prusia, en la batalla de Eckernfjorde. El Christian VIII fue destruido en esa acción, pero la causa principal de su pérdida fue un disparo al rojo vivo (tiro redondo calentado en un horno y luego cargado cuidadosamente) disparado desde las baterías de la orilla. Shell Guns había estado presente, pero jugaron un papel secundario en esa acción, aunque a veces se le atribuye incorrectamente la pérdida del Christian VIII.

Pero Sinope fue el catalizador que llevó a las Grandes Potencias Aliadas a la guerra contra Rusia. Había un temor a la fuerza rusa, y los Aliados pensaron que la acción de Rusia había roto una tregua (no había tregua).

En 1854, los aliados montaron un desembarco cerca de Sebastopol, el principal puerto naval ruso en el Mar Negro, ubicado en la península de Crimea, con la intención de apoderarse y destruir rápidamente la flota y las instalaciones portuarias navales allí. En cambio, se convirtió en un largo asedio de dos años con grandes pérdidas, principalmente debido a una enfermedad, aunque al final la flota rusa se hundió y el puerto se destruyó.

Irónicamente, cuando la flota aliada (el contingente británico principalmente navegando) cruzó el Mar Negro, fue terriblemente vulnerable a los ataques, ya que los barcos franceses de la línea estaban atestados con más de 1,800 a 2,000 soldados por barco, lo que los hace casi impracticable en combate. Junto con la necesidad aliada de cubrir varios cientos de transportes en convoy, la flota de navegación rusa más pequeña podría haber asestado un golpe que habría retrasado el esfuerzo aliado en todo un año.

Con el fin del terrible asedio, los aliados buscaron otros medios para presionar y llevar a Rusia a la mesa de la paz. Se propusieron varias campañas posibles, pero Napoleón III, que había cometido la mayor parte de las tropas en el Mar Negro, optó por el golpe más pequeño contra los rusos, a medida que el otoño avanzaba hacia el invierno. Este golpe se dirigirá contra Fort Kinburn, donde una nueva arma revolucionaria vería el combate por primera vez.

Fue después de la destrucción de la flota turca por parte de los rusos (con sus armas de concha de diseño francés como el arma decisiva), que el emperador Napoleón III se dio cuenta de que sus naves de línea serían ineficaces contra las fortalezas costeras rusas. La '' efectividad del fuego en la batalla. . . un estudiante de artillería tal como Louis Napoleón lo entendió fácilmente y fue el catalizador para que el Emperador ordenara a sus diseñadores que comenzaran a trabajar con baterías de vapor de hierro. Conocía tanto los experimentos franceses con armadura en la década de 1840, como el diseño propuesto con una placa de blindaje de 90 mm a lo largo de la línea de flotación y en medio del barco en la sala de máquinas de un barco francés de la línea. Napoleón, un artillero por derecho propio, temía el poder de la pistola y pensó, correctamente, que revestir una nave de hierro la protegería de los efectos. Con potentes baterías de vapor de poca profundidad, Napoleón sintió que tenía la respuesta para la derrota rusa. La Armada francesa vio dos propósitos principales para estos nuevos buques. Uno era ayudar en la realización de asedios y el otro para defender una costa. Así comenzó el trabajo.



Con un estímulo de Napoleón, el equipo de diseño francés se puso a trabajar en la producción de una batería flotante a vapor con un tiro poco profundo que transportaría pistolas grandes y estaría protegida contra disparos y carcasas mediante planchas de hierro. Inicialmente, los barcos fueron diseñados para ser utilizados contra Kronstadt en el Báltico, pero luego fueron ordenados en 1855 al Mar Negro. Esto se debió a dos razones. Primero, el invierno de 1854/55 en Crimea fue terrible, ya que Sebastopol no había caído y las tropas aliadas sufrieron mucho por la enfermedad y la incompetencia. En segundo lugar, si las baterías blindadas flotantes fueran al Báltico para reducir Kronstadt, no habría un ejército aliado que lo ocupara, ya que todos los refuerzos eran necesarios para concluir con éxito la lucha de Crimea.


Esquema británico de la pila de vapor francesa, tal como se utiliza en la guerra de Crimea.


Pilas de vapor francesas de la clase Tonnate. La nave tenía 15 mm de armadura de cubierta.

Los experimentos con hierro en 1854 concluyeron con la comprensión de que el hierro por sí mismo se rompería y se rompería, aunque detendría la primera ronda. Pero al usar un respaldo de madera sustancial, la combinación de los dos era invencible contra las armas de la época. En julio de 1854, la construcción de cinco baterías con 100 mm (4 pulgadas) de placa de hierro estaba en marcha. Tres debían proceder al Mar Negro una vez finalizado, mientras que otros dos fueron aplazados para la campaña propuesta de 1856 en el Báltico.

Los franceses, en una muestra inusual de espíritu de camaradería, se contactaron con el Almirantazgo británico en agosto y les informaron de sus avances. Les enviaron todos los datos de prueba relevantes posibles y ayudaron a los británicos a construir sus baterías. Pero las baterías de vapor blindadas de ambas naciones demostrarían ser pobres navegantes.

Los británicos colocaron cinco baterías, de las cuales una fue destruida en un incendio mientras se encontraba en construcción. De los cuatro completados, dos, el Glatton y el Meteor, partieron hacia el Mar Negro y los otros dos se instalaron para la campaña propuesta de 1856 en el Báltico. Las baterías británicas eran un poco más rápidas y más maniobrables que las baterías francesas, armadas con dos armas menos, pero llegaron demasiado tarde para participar en la Batalla de Kinburn.



El mayor Delafield incluyó algunos dibujos bastante detallados y una discusión sobre la construcción de las baterías de vapor blindadas británicas que pudo examinar en su informe. Informó de estas embarcaciones como pequeñas naves rechonchas de 172 pies de longitud y 43 pies de viga. La resistencia de la plataforma se incrementó "cubriéndola (tres metros) con sacos de arena". Curiosamente, escribió incorrectamente que la placa de hierro tenía 4.5 pulgadas de espesor, en lugar de las 4 pulgadas reales. Delafield informó sobre los experimentos llevados a cabo en 1854 en Portsmouth que habían demostrado que la armadura con soporte de madera era una prueba contra todas las armas de artillería y los cañones más pequeños que disparaban. Sin embargo, un triturador de 68 libras a 400 yardas con una carga de polvo de 16 libras y disparando un tiro de hierro forjado "penetró en las placas" y el respaldo de madera de 6-7 pulgadas. Tiro de hierro fundido de la misma pistola, como lo señaló Baxter, "rompió las placas y puso en marcha los pernos".

A fines de julio y principios de agosto de 1855, los franceses enviaron tres de sus nuevas baterías de vapor blindadas, Lave, Devastation y Tonnante, al Mar Negro. Estas baterías de vapor desplazaron 1,575 toneladas, tenían 170 pies de largo, tenían 38 pies de haz y un tiro de 8,5 pies. Sus cinturones, y los de los barcos británicos, a veces se dan como 4,5 pulgadas, pero eran 4 pulgadas. Llevaban dieciséis de 50 libras que podían ser combatidos desde un costado. Blindados con hierro forjado que se extendía por debajo de la línea de flotación, podían vaporizar entre 3.5 y 4 nudos. Uno de los tres tenía una "torre blindada improvisada" (el contralmirante británico Edmund Lyons lo llamó "guardia de seguridad"). Eran feos "... excesivamente calientes y mal ventilados, difíciles de maniobrar e inferiores en velocidad a los acorazados británicos similares". Fueron remolcados por tres buques de guerra franceses al Mar Negro y llegaron a fines de septiembre. de la batalla se pensó en colocar sacos de arena arriba y abajo de la cubierta para armadura de cubierta, pero se decidió en contra. El uso de arena para la protección volverá a aparecer en la historia del acorazado.

Kinburn se encuentra entre Odessa y la península de Crimea y guarda el delta de los ríos Bug y Dnieper. El importante puerto de Nicolaiev yacía en el Bug. Antes de la construcción de los ferrocarriles, estos dos ríos eran las principales arterias para el transporte en el sur de Rusia.

Las fortificaciones reales fueron tripuladas por 1,500 soldados bajo el General de División Kokonovitch en tres posiciones. El fuerte de piedra principal tenía 50 armas (algunas fuentes dan 60) con algunas de las armas en casamatas. Había dos baterías de arena adicionales montando 10 y 11 cañones. No había armas grandes, la más grande era la de hierro fundido ruso estándar de 24 libras. Una batería adicional que cubría la Bahía Dnieper en Otchakof jugó un pequeño papel en la próxima batalla.



La acción contra Kinburn se inició con la flota aliada a menudo barcos de línea (seis eran británicos), con 17 fragatas y balandras británicas, tres corbetas francesas, 11 buques de mortero (cinco franceses y seis británicos), 22 cañoneros (12 franceses). y 10 británicos), diez transportes cargados con 8,000 tropas aliadas, y algunas embarcaciones menores que se dirigían a Kinburn después de una pelea en Odessa. La fuerza estaba bajo el vicealmirante francés Armand-Joseph Bruat y el contraalmirante británico Edmund Lyons (más tarde embajador británico en Washington al comienzo de la Guerra Civil Americana). Llegaron de Kinburn el 14 de octubre de 1855.

Las aguas de Kinburn se inspeccionaron antes de la batalla, se tomaron los sondeos y se confirmó que las naves de la línea podrían acercarse a 1200 yardas de las fortalezas que dejaron dos pies de agua debajo de sus corrientes profundas. La acción comenzó con cinco cañoneras inglesas y cuatro francesas en la parte trasera de los fuertes la noche del 14 de octubre, sufriendo un fuego ineficaz tanto de Kinburn como de Otchakof, y desembarcaron 8.000 soldados bajo el futuro mariscal francés Bazaine a la cabeza de Escupir de la tierra el 15 de octubre. La guarnición rusa ahora estaba completamente cortada y rodeada.


Las tres baterías de vapor francesas, con equipos seleccionados para esta operación, guardaron todos sus aparejos menores y el embudo se bajó para la acción. Anteriormente, el alférez de Raffin de la Devastación había tomado un bote pequeño y había colocado tres boyas para las tres baterías de vapor, y fue disparado por el fuerte por este acto audaz.

La batalla comenzó el 17 de octubre con las baterías de vapor francesas colocándose entre las 08:45 y las 09:30. El plan original requería cerrar a 600 metros, pero en su lugar, la Devastación se ancló a 877 metros, el Lave a 975 y el Tonnante a 1.150 metros del fuerte ruso. La Devastación abrió fuego primero a las 09:06, seguido poco después por los demás. La ventaja del anclaje era que permitía una plataforma de disparo más estable para un disparo preciso. Los barcos de mortero también abrieron fuego de apoyo de largo alcance 2,800 yardas al sur en los fuertes. Todas las armas y equipos lucharon desde el costado del rodamiento y se abrió un fuego más destructivo en el fuerte.

Las baterías de vapor lucharon durante cuatro horas, dispararon 3,177 disparos y proyectiles contra las fortificaciones rusas, y cuando el fuego ruso disminuyó a última hora de la mañana, los cañoneros de la retaguardia se unieron. Su fuego ciertamente contribuyó a la victoria aliada.

A las 12:50 HMS Hannibal, 91 cañones, tomaron posición al final del asador para cubrir el paso de las corbetas francesas y las fragatas británicas a la bahía. El Aníbal silenció rápidamente la batería de saliva. Las fragatas y corbetas que se dirigían a la bahía estaban en posición y disparando a las 13:30, justo antes de que Fort Kinburn se rindiera.

Sin embargo, la flota principal entró en una acción pesada, avanzando a la posición de disparo justo después del mediodía. HMS Princess Royal cerró a 650 yardas de la batería central a las 12:30. Durante la siguiente hora, detrás de ella y más lejos, a distancias de más de 1.600 yardas desde los fuertes, había tres barcos británicos de la línea y cuatro buques de línea franceses, mientras que un buque de línea británico, el HMS St. Jean d'Acre, tomó Posición arriba en la proa de la princesa real. Estas naves, cada una a aproximadamente 250 yardas de la siguiente, abrieron un fuego pesado. En 45 minutos, solo el HMS Agamenón disparó 500 rondas, mientras que las fragatas que apoyaban a los barcos de la línea dispararon de 200 a 300 cada una.

Las fuentes varían, pero aparentemente el fuego ruso cesó a las 13:50 y los Aliados detuvieron su fuego a las 14:10. El asta de la bandera rusa había sido disparada, y el fuerte y las baterías estaban en ruinas; Los rusos habían perdido 45 muertos y 130 heridos. Los términos se arreglaron a las 15:00 de la tarde y los Aliados tomaron posesión de las fortificaciones.

James P. Baxter resume el fuego ruso sobre la Devastación, el golpe más duro y el más cercano de los tres acorazados franceses.

Veintinueve disparos sacudieron su armadura de cuatro pulgadas y treinta y cinco surcos arados en su cubierta de roble pesado. Una cáscara, sin embargo, entró en la batería a través de la escotilla principal protegida imperfectamente, y dos más a través de los puertos, matando a dos hombres e hiriendo a otros trece.

Los otros dos fueron golpeados más de 60 veces cada uno, pero solo el Tonnante sufrió nueve heridos. La princesa real sufrió dos heridos, las únicas otras pérdidas aliadas ese día.

Un testigo clásico del bombardeo de Kinburn fue Sir William Howard Russell (nombrado caballero en 1897), corresponsal del London Times. Poco después del evento, escribió un largo artículo que reflejaba el espíritu de la época y lo mostraba como el acontecimiento decisivo del período hasta la batalla del Monitor y Merrimack lo eclipsó.

Las baterías flotantes de los franceses se abrieron con un magnífico choque a las 9:30 a.m. y una en particular se distinguió por la regularidad, la precisión y el peso del fuego durante todo el día.

Los rusos respondieron con prontitud, y las baterías debieron haber sido sometidas a una prueba severa, ya que el agua fue salpicada en pilares por disparos por todas partes.

El éxito del experimento (baterías con carcasa de hierro) está completo. Estaban anclados a solo 800 metros de las baterías rusas. El disparo del enemigo a ese corto alcance no tuvo ningún efecto sobre ellos; las bolas saltaron de sus lados sin dejar ninguna impresión, como la que hace una bola de pistola sobre el objetivo en una galería de tiro.

El disparo se podía escuchar golpeando claramente los lados de la batería con un golpe fuerte, y luego se podía ver volando hacia atrás, golpeando el agua en varios ángulos, según la dirección que tomaron, hasta que cayeron exhaustos.

En una batería, las abolladuras de 63 disparos son visibles contra las placas de un lado, sin contar las marcas de otro que han echado un vistazo a lo largo de las cubiertas o han golpeado los bordes de los baluartes; sin embargo, todo el daño que se le ha hecho a ese buque ha sido el arranque de tres remaches.

El capitán de la bandera de Lyon escribió, al describir el efecto del fuego ruso sobre el acorazado francés, que "los proyectiles se rompieron contra ellos como un cristal". Y las baterías francesas estaban "perfectas". El vicealmirante francés Bruat escribió después al almirante Francois Alphonse Hamelin, ministro de Marina francés:

Atribuyó la pronta victoria que hemos obtenido, en primer lugar, al rodear completamente el fuerte por tierra y mar; en el segundo, al fuego de las baterías flotantes que ya habían abierto brechas perceptibles en las murallas y cuyo objetivo, dirigido con notable precisión, fue capaz de derribar las paredes más sólidas. Todos esperan el uso de estas formidables máquinas de guerra,. . .

La historiadora holandesa Anthonie van Dijk dijo más tarde que "las tres baterías francesas, ... que entraron en acción, demostraron su valía más allá de cualquier duda". Franklin Wallin diría en las planchas de hierro de los barcos que "había sido una pregunta especulativa, pero después de Kinburn era una necesidad evidente".

Claramente, las baterías de vapor francesas ganaron esta acción y fueron la punta de la lanza que entregó las fortificaciones rusas en manos de los aliados. Los otros buques de guerra ayudaron, pero su papel era claramente secundario. Si una fuerza naval formidable, como estaba previsto, se había dirigido al Báltico en 1856 para intentar la fortaleza rusa en Kronstadt, el plan exigía que las baterías de vapor francesas y británicas abrieran el camino para que el resto de la flota diera el golpe de gracia. .

Estas mismas tres baterías francesas se movilizarían nuevamente para la guerra con Austria en Italia en 1859 y llegaron a Venecia el día en que Austria y Francia declararon un armisticio. No vieron ninguna otra acción después de esto.



Fuente: Ironclads at War. The Origin and Development of the Armored Warship, 1854-1891 por Jack Greene y Alessandro Massignani, Combined Publishing, Pennsylvania


viernes, 19 de octubre de 2018

Fuerte de Ensenada y la intervención franco-británica de 1846

La Ensenada y la Soberanía Nacional





 Fuerte Barragán

La Ensenada de Barragán tuvo ciertas características que resultaron de suma importancia a lo largo de su existencia. Su ubicación geográfica sobre las costas del Río de la Plata y la caleta que le sirvió como puerto natural. La proximidad de Buenos aires –centro político del nuevo virreinato- y una antigüedad considerable como asentamiento poblacional.

Todos estos factores al combinarse hicieron a la ciudad partícipe de muchos de los acontecimientos que luego serían decisivos. Hasta podría hablarse de un cierto paralelismo entre la historia general de la nación y la particular de nuestra comunidad. Así podríamos remontarnos hasta el primer proyecto de puerto y fortificación, por el entonces gobernador Bruno Mauricio de Zabala en 1730. La instalación efectiva de esas baterías (San Bruno, San José y Nueva), desde donde el comandante Francisco de Alzaibar resistió el ataque de los portugueses a principios de 1736, luego de un combate que duró más de doce horas. El 24 de Junio de 1806 se presenta ante nuestras costas una flota de guerra inglesa. Unas salvas disuasivas disparadas desde el fuerte (al mando del entonces Capitán de Navío Santiago de Liniers) hicieron que el desembarco se derivara hacia las playas de Quilmes. La segunda invasión inglesa se produjo efectivamente en la Ensenada y fue un ensenadense –un vecino desconocido- el que galopó las doce leguas hasta Buenos Aires, para dar aviso de la misma al Cabildo (24 de Julio de 1807).

Después, un 25 de enero de 1811, y desde el Arroyo “La Fama” partió una fragata inglesa que llevó al fogoso secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, al exilio y a la muerte. Como una ironía del destino, su antiguo adversario Cornelio Saavedra también estuvo desterrado en la Ensenada a principios de 1817.

Cerca de las costas ensenadenses pasaron las campañas navales de las luchas por la Independencia, de la guerra de corso (la expedición de Hipólito Bouchard partió de este puerto) y del conflicto con el Imperio del Brasil. Entonces se libró la heroica y desesperada batalla de Monte Santiago, entre una poderosa flota brasilera y la argentina al mando del almirante Guillermo Brown. Ello sucedió un 8 de Abril de 1827 y allí murió al comando del bergantín “Independencia” el intrépido Francisco Drumond.

Como puede verse, la participación de la Ensenada en las luchas por la independencia y la soberanía fue una constante a través de esos años iniciales de nuestra historia. Pero eso no fue todo…

Corría el año 1845 y las potencias hegemónicas de entonces (Inglaterra y Francia) se aprestaban a intervenir –una vez más- en las cuestiones del Plata. Los argumentos eran los de siempre, la defensa de la “Civilización”, el “Humanismo” y la “Libertad”, conceptos tan abstractos como útiles para esconder los verdaderos objetivos: La libre navegación de los ríos interiores y la consecuente penetración económica. Como siempre con inestimable colaboración de algunos compatriotas que priorizaban los negocios por sobre la patria.

Solo quedaba un obstáculo: El entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores -don Juan Manuel de Rosas- no era hombre fácil de amedrentar. Además a los argentinos de la época no se los corría con la vaina, ni eran –como decía San Martín- simples empanadas que se podían comer con el solo esfuerzo de abrir la boca.

¡Habría que pelear!

No parece ser este el lugar apropiado ni la oportunidad para describir la intervención anglo-francesa, la campaña del Paraná de 1846 ni la defensa territorial por las fuerzas de la Confederación al mando del general Lucio N. Mansilla.



Cañón en la tronera del Fuerte Barragán

A grandes rasgos se puede citar el combate de “la Vuelta de Obligado (seguramente el más épico de todos) un 20 de Noviembre de 1845, los de “Acevedo” y “San Lorenzo”. El del “Quebracho”, allí un 4 de Junio de 1846 la flota invasora sufrió tan dura derrota que obligó a las potencias europeas a buscar un arreglo pacífico a la cuestión.

¿Y qué tienen que ver estos acontecimientos con la Ensenada? Veamos:

En la madrugada del 21 de Abril de 1846, los anglo-franceses intentan forzar el puerto con intenciones de desembarco. Fueron rechazados por las baterías costeras al mando del General Prudencio Ortiz de Rozas (hermano del gobernador y jefe del Regimiento Nº 6) entonces seis lanchas (tres inglesas y tres francesas) se infiltraron en el puerto y procedieron a abordar e incendiar algunos barcos neutrales.

Una partida de milicianos al mando del Coronel José María Pinedo (Comandante de la Batería Ensenada) repelió el ataque y ante sus tiros los invasores se retiraron en desorden. Después se dirigieron hacia Punta Lara –hostigados siempre por las partidas- para posteriormente hacerse a la vela río afuera.

Lo navíos atacados pertenecían al reino de Cerdeña, tres resultaron incendiados: la goleta “Fama Argentina”, el pailebote “Bella Rita” y la zumaca “Beatriz”. Los dos primeros se perdieron con su carga, el fuego de la “Beatriz” pudo ser dominado por la acción de los vecinos y el Juez de Paz, que era don Florencio Torres. También resultaron saqueadas las goletas “Los Amigos” y “Catalina”, así como el pailebote de los prácticos del río.

Se puede resaltar lo expresado por el Coronel Pinedo: “Que no podía menos que decirse que los vecinos de la Ensenada eran dignos de toda consideración porque todos ellos se presentaron a tomar armas indignados contra los titulados humanistas y civilizadores de incendios y robos, dándoles el verdadero y justo título que deben tener, el de piratas, pues ni los mismos piratas cometen las bajezas y latrocinios tan asquerosos que ejecutan los autotitulados pacificadores anglo-franceses”. Para redondear diciendo “Como no nos pueden dominar se desquitan incendiando” (Parte del 29 de Abril de 1846 al Capitán del puerto don Francisco Elía). El gobierno presentó una protesta diplomática dado que el puerto de la Ensenada no había sido declarado bloqueado y los buques atacados eran neutrales (sardos). Posteriormente promulgó un decreto que decía: “Constituyéndose en el deber de poner a salvo esta sociedad, no menos que propiedades neutrales y argentinas de tales incendios y depredaciones” para concluir: “Cualquier comandante, oficial o marinero inglés o francés que fuera tomado en cualquier puerto o río de la provincia, sacando violentamente los buques mercantes nacionales o extranjeros, bien para incendiarlos o saquearlos serán castigado como “incendiario” con la pena descripta por las leyes para estos criminales” (Decreto del 1º de Mayo de 1846).

Esto es todo lo que permite rescatar la crónica. El resto solo puede ser dejado a la imaginación o las suposiciones conjeturales. Pero resulta más que tentador el preguntarse:

¿Cómo habrá sido realmente esa jornada?

Puede pensarse que algún ensenadense regló el tiro de los cañones de la batería. Quizás otro ignoto vecino fue el que izó al tope del mástil la bandera Azul y Blanca de la Confederación.

¿Fue el mismo don Prudencio, el que con el clásico ¡Viva la Patria! diera inicio al fuego de artillería?

Posiblemente nunca sepamos con exactitud todo lo pasado, que como otros tantos acontecimientos cargarán con su cuota de misterio.

Pero más allá de la fría descripción de los hechos y fechas está la historia viva, que deriva –con el tiempo- en memoria colectiva de los pueblos. Ésta a veces se escribe y otras veces no, pero permanece vigente aún con estos misterios.

Solo resta una estrofa recordatoria de aquellas épocas heroicas:

¡Háblame del Fuerte y sus prohombres!
la batalla naval desesperada.
Cuando se era Nación entre naciones
y tronaba el cañón por la Ensenada.


Que así sea…

Autor: Adolfo R. Lupinucci

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