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domingo, 15 de junio de 2025

Conquista del desierto: La colaboración del ejército chileno con las tribus araucanas en la Patagonia

 

Combates de Pulmarí (1883): Mapuches y posible colaboración chilena



Por Esteban McLaren

Contexto histórico y desarrollo de los combates

En el verano de 1883 se produjeron dos enfrentamientos conocidos como los combates de Pulmarí, en el territorio de la actual provincia de Neuquén. Estos choques ocurrieron durante la fase final de la Campaña del Desierto argentina (1878-1885), cuando las tropas del coronel Conrado Villegas avanzaban sobre grupos mapuches resistentes. Al mismo tiempo, del lado chileno, culminaba la Pacificación de la Araucanía (campaña militar chilena de ocupación del territorio mapuche, formalmente concluida en 1883) (Wikipedia). La situación geográfica permitió que los mapuches se desplazaran a uno y otro lado de la cordillera según convenía: “la frontera que hoy divide a la Argentina y Chile sólo existía por entonces en la imaginación de Santiago y Buenos Aires” – los mapuches podían evadir a un ejército cruzando a territorio del otro país (Moyano.pdf). En este contexto, se dio la última resistencia armada significativa mapuche en suelo argentino, con la posible participación de fuerzas chilenas, lo que ha generado debate historiográfico.

Los combates tuvieron lugar cerca del lago Pulmarí (zona de Aluminé). El primero ocurrió el 6 de enero de 1883, cuando un destacamento argentino fue emboscado, y el segundo a mediados de febrero de 1883, con un enfrentamiento aún mayor en escala. Estos hechos coincidieron con la rendición o huida de muchos caciques mapuches; por ejemplo, el lonko Manuel Namuncurá cruzó a Chile tras la ofensiva argentina y luego terminaría rindiéndose con sus últimos guerreros en marzo de 1884, al regresar de Chile, hambriento y debilitado (Wikipedia). Pulmarí representó, por tanto, uno de los últimos bastiones de resistencia mapuche en Argentina, cuando ya la presión militar llegaba desde ambos lados de los Andes.


El capitán Pedro Crouzeilles del Regimiento 5 de Caballería de línea, cerca de la Vega de Chapelco muere el 25 de abril de 1881, el mismo era hermano mellizo del capitán Emilio Crouzeilles muerto en una emboscada en el combate de Pulmarí el 6 de enero de 1882. Ambos fueron enterrados junto en el Fortín Subteniente Sharples (o Fortín Collón Curá o Quequemtreu).

Testimonios militares argentinos sobre la presencia chilena

Las fuentes militares argentinas contemporáneas a los combates de Pulmarí mencionan explícitamente la posible participación de efectivos chilenos junto a los guerreros mapuches. En un parte oficial elevado por el general Villegas sobre el combate del 6 de enero de 1883, se relata que una partida de 40 soldados argentinos (al mando del capitán Emilio Crouzeilles y un teniente) fue atacada sorpresivamente en Pulmarí por un nutrido grupo indígena. El propio Villegas informó que dicho contingente fue atacado “por indios y fuerzas a cuyo frente se veía un oficial con uniforme, espada y revólver en mano” (Fuente). Este detalle –la aparición de un oficial uniformado liderando a los mapuches– desorientó al capitán Crouzeilles, quien temió estar enfrentándose por error con alguna patrulla argentina aliada, y ordenó cesar el fuego. Los mapuches (weichafe) aprovecharon la vacilación y cargaron sin detenerse, resultando muertos en la refriega los dos oficiales argentinos (Crouzeilles y el Teniente Nicanor Lazcano, quien llegó en auxilio) y buena parte de sus soldados (Fuente). Este episodio –que las crónicas militares argentinas calificaron como un “lamentable suceso”– constituyó una inesperada victoria mapuche, explicada por los argentinos en parte por la supuesta intervención de ese misterioso oficial uniformado entre las filas indígenas (Fuente).

Un segundo enfrentamiento tuvo lugar un mes más tarde, el 17 de febrero de 1883, en la misma zona. En esta ocasión, un destacamento de 16 soldados argentinos al mando del teniente coronel Juan Díaz se internó en Pulmarí persiguiendo a un grupo numeroso de indígenas. Según el informe del propio Díaz, al acercarse a la orilla del lago Aluminé su unidad fue rodeada por “100 a 150 indios” que surgían de detrás de las lomas (Fuente). Primero, los mapuches abrieron fuego a distancia, sin llegar a la carga inmediata. Díaz retrocedió buscando una posición defensiva mejor, pero entonces avistó una gran polvareda indicando que más gente les cortaba el paso por delante (Fuente). En ese momento crítico ocurrió algo inusual: “se presentó en mi flanco izquierdo un infante del ejército chileno con bandera de parlamento”, narra Díaz. El teniente coronel argentino inicialmente ordenó no abrir fuego ante la vista del parlamentario chileno; sin embargo, advirtió enseguida que detrás venía oculta una compañía de infantería (también con uniforme chileno) avanzando en guerrilla, al mismo tiempo que la “indiada” atacaba por la retaguardia (Fuente). Recordando lo sucedido en otros encuentros (quizás refiriéndose a la treta de enero), Díaz decidió actuar preventivamente: “teniendo en cuenta lo sucedido a otras comisiones anteriores, mandé romper el fuego, siendo yo el primero en efectuarlo” (Fuente). Se desató así un combate encarnizado; las fuerzas adversarias incluso cargaron a la bayoneta contra la posición argentina, llegando a apenas 40 pasos, hasta que finalmente se replegaron dejando 7 muertos en el campo, retirados luego por los indios (Fuente). Este testimonio es particularmente explícito en señalar la presencia de soldados chilenos uniformados (un abanderado de parlamento y una compañía entera) combatiendo junto a los mapuches.

En suma, los partes argentinos de 1883 aluden en dos ocasiones a presencia chilena directa: primero un “oficial con uniforme” liderando indígenas en enero, y luego un grupo de infantería chilena usando una bandera de parlamento como ardid en febrero (Fuente). Estas referencias constituyen evidencia documental contemporánea de la percepción argentina de que el Ejército de Chile (o al menos militares chilenos) estaban involucrados en los combates de Pulmarí apoyando a los resistentes mapuches.

Evidencias historiográficas y documentación chilena sobre dicha colaboración

La historiografía ha investigado con detalle estas afirmaciones para discernir si realmente hubo apoyo oficial chileno a los mapuches en Pulmarí o si se trató de casos aislados/malentendidos. Algunos historiadores argentinos han dado crédito a esos reportes: por ejemplo, Juan Carlos Walther (historiador del Ejército Argentino) recopiló estos partes en su obra La Conquista del Desierto (1970), confirmando que en Pulmarí los argentinos se enfrentaron a indígenas “y a soldados chilenos” mezclados con ellos (Wikipedia). Investigaciones modernas en inglés también recogen estos hechos: George V. Rauch señala que el 6 de enero de 1883 una sección de 10 hombres fue emboscada en Pulmarí por soldados chilenos, resultando muertos el capitán Crouzeilles, el teniente Lazcano y varios soldados (Wikipedia). Asimismo, Rauch documenta que el 17 de febrero de 1883 la patrulla de Juan Díaz fue rodeada por unos 100 indígenas apoyados por un pelotón de soldados chilenos (aprox. 50 hombres) (Wikipedia). Estos relatos secundarios corroboran que, al menos según las fuentes argentinas, efectivamente hubo militares chilenos combatiendo del lado mapuche en Pulmarí.

Ahora bien, ¿qué dicen las fuentes chilenas de la época y la historiografía chilena? Por parte de Chile, no existen registros oficiales que indiquen una orden directa de apoyar militarmente a los mapuches en territorio argentino. De hecho, el contexto político hacía improbable un apoyo abierto: en 1881 Argentina y Chile habían firmado un tratado de límites, y aunque persistían desconfianzas, ambos estados estaban más interesados en consolidar sus conquistas internas que en provocar una guerra entre sí. Documentos chilenos de la época muestran preocupación por las operaciones argentinas en Neuquén, pero en un sentido de competencia territorial más que de apoyo a los indígenas. Por ejemplo, el coronel chileno Gregorio Urrutia –encargado de la campaña final en Araucanía– fue instruido en 1882-1883 a ocupar rápidamente la zona de Villarrica y el Alto Bío-Bío para evitar que la presión argentina desde Neuquén dejara espacios sin controlar () (). En ese contexto, hubo comunicaciones entre Urrutia y los comandantes argentinos: registros señalan que el general Villegas recibió informes de Urrutia sobre las “batidas” realizadas del lado chileno contra tolderías mapuches que huían hacia la frontera (Fuente). Es decir, en vez de ayudarlos, las fuerzas chilenas perseguían a los grupos indígenas en su territorio, y mantenían al tanto a los argentinos de estas acciones.

No obstante, la coordinación no fue perfecta y se registraron incidentes fronterizos. El historiador chileno Tomás Guevara documentó que durante la ocupación chilena del Alto Bío-Bío ocurrió un choque entre un destacamento chileno y otro argentino en la zona cordillerana () (). También menciona un “incidente” a raíz del viaje de un cirujano chileno (Oyarzún) que generó roces con las fuerzas argentinas (). Si bien Guevara no detalla nombres, podría estar aludiendo precisamente a los choques en Pulmarí (o situaciones similares) como hechos menores dentro de una colaboración general. Desde la perspectiva chilena, estos enfrentamientos fueron accidentales: las tropas de ambos países operaban muy cerca en perseguir a los mismos grupos, por lo que no es sorprendente que llegaran a enfrentarse confusamente en la frontera.

En cuanto a documentación específica que confirme o refute colaboración, cabe señalar que Chile nunca reconoció oficialmente haber enviado tropas a combatir en Argentina. Es plausible que los soldados chilenos mencionados en Pulmarí fuesen partidas locales actuando sin órdenes claras desde Santiago, o incluso deserciones/indisciplinas en coordinación directa con los mapuches. Algunas versiones argentinas de la época, de tono más acusatorio, llegaron a afirmar que el propio coronel Urrutia intentó aliarse con caciques para atacar Argentina: Según Estanislao Zeballos (publicista y político argentino de fines del XIX), en 1883 Urrutia se entrevistó con el cacique Manuel Namuncurá en Villarrica y le propuso armar a sus guerreros para invadir la Argentina junto con tropas chilenas, a lo que Namuncurá se habría negado (Jorge Gabriel Olarte). Este relato, aunque citado por autores modernos, no ha sido corroborado por fuentes oficiales chilenas (y Namuncurá finalmente no recibió tal apoyo). Más bien luce como parte de la retórica argentina de la época para retratar a Chile como instigador. En resumen, la evidencia documental chilena directa de una colaboración militar con los mapuches es escasa o nula. Lo que sí existe son referencias a comunicaciones y acuerdos entre chilenos y argentinos (no entre chilenos y mapuches) y la admisión de algunos choques fortuitos con fuerzas argentinas durante las operaciones simultáneas (Moyano.pdf).

Coordinación entre la Campaña del Desierto y la Pacificación de la Araucanía

Lejos de actuar en oposición, la política de fondo de ambos estados fue la de coordinar esfuerzos para eliminar la resistencia mapuche a ambos lados de la cordillera. Historiadores contemporáneos subrayan que, pese a algunos incidentes, Argentina y Chile no llevaron agendas contrarias en la “conquista” del territorio mapuche, sino complementarias. De hecho, desde antes de 1883 hubo entendimientos tácitos y explícitos: “la decisión política de chilenos y argentinos consistió en operar en forma coordinada para terminar con los últimos conatos de resistencia mapuche” (Moyano.pdf). El presidente chileno Domingo Santa María aceleró la ocupación del último reducto mapuche en Villarrica (Araucanía) en 1882, en parte para evitar que los indígenas pudieran refugiarse definitivamente del lado argentino o que Argentina ocupase esos valles antes () (). A su vez, oficiales argentinos como el general Villegas y el coronel Lorenzo Vintter mantuvieron correspondencia con sus pares chilenos, asegurándose de no entorpecerse mutuamente e intercambiando información sobre los movimientos indígenas fronterizos (Moyano.pdf).

Una prueba concreta de coordinación fue que Chile y Argentina prácticamente sincronizaron el fin de sus campañas: luego de 1883, extinguida la resistencia armada, ambos gobiernos procedieron a distribuir tierras y consolidar su autoridad en las regiones anexadas. Cuando caciques importantes lograron huir de un país a otro, la estrategia fue negarle refugio seguro: por ejemplo, tras Pulmarí, Namuncurá y sus hombres fueron hostigados en Chile (por Urrutia) y finalmente optaron por rendirse a Argentina en 1884 (Wikipedia). En paralelo, otros líderes como Sayhueque e Inakayal resistieron un poco más al sur, pero aislados y sin apoyo externo también capitularon poco después. Todo esto confirma que no hubo un “doble juego” entre las campañas – por el contrario, Argentina y Chile compartían el objetivo de someter a los mapuches y evitar que la frontera internacional sirviera de refugio permanente.

Incluso décadas antes, durante campañas previas, hubo colaboraciones inter-estatales semejantes: el general argentino Julio Roca mencionó que medio siglo atrás (en 1833) Juan Manuel de Rosas ya había coordinado operaciones con Chile contra los indígenas (Moyano.pdf). En la década de 1870, ambos países veían a la nación mapuche como un obstáculo para sus proyectos nacionales. Así lo refleja el hecho de que se acusaban mutuamente de ser base de los “indios amigos” del otro lado, pero finalmente entendieron que convenía eliminar juntos la resistencia en lugar de avivar un frente indígena común. En suma, la Campaña del Desierto argentina y la Pacificación de la Araucanía chilena estuvieron articuladas en tiempo y espacio: más allá de choques puntuales como Pulmarí, ninguna de las dos campañas hubiera logrado un resultado tan completo si el otro país hubiera brindado santuario o ayuda sustancial a los sublevados. La historiografía coincide en que, estructuralmente, fue un esfuerzo convergente de Argentina y Chile para repartirse y controlar el territorio del Wallmapu (territorio mapuche tradicional).

Influencia chilena en la resistencia mapuche en Argentina: visión historiográfica actual

Los historiadores contemporáneos analizan con detalle la llamada “influencia chilena” en las rebeliones indígenas en Argentina, matizando mitos y realidades. Durante el siglo XIX, era común en el discurso argentino atribuir las incursiones y resistencia indígena a una instigación externa: se hablaba de “indios chilenos” para referirse a los mapuches que atacaban en las pampas, insinuando que actuaban en connivencia con Chile (Moyano.pdf) (Moyano.pdf). Figuras como Estanislao Zeballos contribuyeron a esta imagen, retratando a caciques como Calfucurá casi como agentes chilenos (“vengativo, cruel y chileno” decía Zeballos) (Moyano.pdf). Esta narrativa buscaba justificar la Campaña del Desierto presentándola no solo como una guerra contra el indígena sino como una defensa de la soberanía frente a una supuesta amenaza chilena encubierta. Sin embargo, investigaciones posteriores han desmontado gran parte de esta construcción. Se ha señalado, por ejemplo, que ni caciques como Sayhueque eran “argentinos” en el sentido estatal, ni Calfucurá era “chileno”: ambos operaban en un mundo fronterizo propio, previa y al margen de las naciones, aliándose o enfrentándose entre sí según sus intereses, más que por lealtad a Buenos Aires o Santiago (Moyano.pdf) (Moyano.pdf).

Dicho esto, sí existieron vínculos objetivos entre los mapuches y Chile que impactaron en la resistencia indígena en Argentina. Por un lado, la economía del malón (ataque y robo de haciendas) dependía en gran medida de comercializar el ganado capturado en Chile. Hay evidencia de que autoridades locales chilenas toleraban (cuando no fomentaban) el comercio de reses robadas en Argentina, sabiendo su procedencia, pues eso debilitaba a los fronterizos argentinos y fortalecía la influencia chilena en Patagonia (Wikipedia) (Wikipedia). Este fenómeno, vigente desde mediados del siglo XIX, implicaba que muchos caciques mantenían lazos de intercambio con comerciantes chilenos, obteniendo armas de fuego y provisiones a cambio de animales. Así, indirectamente, Chile proveyó de armamento moderno a tribus hostiles a Argentina – por ejemplo, a inicios de 1883 algunos grupos mapuches aún disponían de fusiles Winchester y Martini-Henry de origen chileno o peruano, con los que causaron bajas a las tropas argentinas (Wikipedia). Este flujo de armas y refugio informal en el territorio chileno constituyó una forma de influencia en la capacidad de resistencia mapuche.

No obstante, una vez que Chile decidió también acabar con la autonomía mapuche en su suelo (especialmente tras el levantamiento general mapuche de 1881 en Araucanía), esa tolerancia se esfumó. De hecho, a partir de 1882-1883 Chile empezó a encerrar a los mismos líderes que antes podían comerciar libremente, y cualquier beneficio estratégico de azuzar a los indígenas contra Argentina quedó subordinado a la urgencia de pacificar su propio sur. La negativa de Namuncurá a colaborar con Urrutia (si es verídica) refleja que los mapuches tampoco confiaban plenamente en el Estado chileno, sabiendo que también los había combatido. Finalmente, tras 1883, la resistencia mapuche organizada colapsó casi simultáneamente en ambos países, dejando claro que ningún Estado ofreció apoyo duradero a los indígenas contra el otro. Por el contrario, los ejércitos de Argentina y Chile actuaron como aliados objetivos en la derrota final del pueblo mapuche, repartiendo su territorio ancestral entre sí. Esto ha llevado a historiadores como Adrián Moyano a concluir que las acusaciones cruzadas (de “chilenos entrometidos” por un lado, o de “argentinos usurpadores” por el otro) fueron en gran medida parte de la propaganda de conquista, mientras que la realidad fue una acción coordinada de ambos estados para consumar la ocupación (Moyano.pdf).

En síntesis, la “influencia chilena” en la resistencia mapuche dentro de Argentina existió más en la retórica que en los hechos militares decisivos. Los testimonios argentinos de Pulmarí muestran que pudo haber participación puntual de oficiales o soldados chilenos (sea por error, astucia o pequeñas partidas irregulares), lo cual quedó en la memoria militar argentina como una anécdota significativa (Fuente) (Fuente). Sin embargo, la evidencia historiográfica contemporánea tiende a refutar la idea de un apoyo institucional chileno de gran escala: más bien, ambos gobiernos colaboraron para que episodios como Pulmarí fuesen los últimos triunfos mapuches. Las coincidencias temporales y espaciales de las campañas militares indican que Chile y Argentina se coordinaron estrechamente para cerrar el “frente araucano”, compartiendo información y evitando proteger a los rebeldes del vecino (Moyano.pdf). Los historiadores actuales ven la resistencia mapuche de esos años como la lucha desesperada de un pueblo acorralado entre dos fuegos estatales, sin aliados poderosos – ni Chile ni Argentina estuvieron de su lado. Por ende, cualquier participación chilena en Pulmarí fue excepcional y contraria a la política general de Chile, que en esos meses estaba más interesada en concluir su propia campaña en Araucanía que en prolongar el conflicto apoyando a los weichafe. Los combates de Pulmarí, por tanto, se explican mejor como el último coletazo de la resistencia mapuche autónoma, con algunos episodios confusos que involucraron fuerzas chilenas a nivel táctico, pero en el marco de una estrategia binacional de conquista y reparto del territorio mapuche.


Fuentes: Documentos militares argentinos de 1883 recopilados por Walther (COMBATE DE PULMARÍ I (06/01/1883) – El arcón de la historia Argentina) (COMBATE DE PULMARI II (06/02/1883) – El arcón de la historia Argentina); análisis históricos de Juan C. Walther, Lorenzo Massa y G.V. Rauch (Conquista del Desierto - Wikipedia, la enciclopedia libre) (Conquista del Desierto - Wikipedia, la enciclopedia libre); estudio de Adrián Moyano (2006) sobre Pulmarí (Moyano.pdf); crónicas de Tomás Guevara () (); entre otros. Estas evidencias combinadas permiten esclarecer que, si bien hubo observaciones de tropas chilenas en Pulmarí, éstas no obedecieron a una alianza formal con los mapuches, sino que fueron hechos aislados en medio de una colaboración estratégica argentino-chilena mucho mayor para poner fin a la resistencia indígena en la región (Moyano.pdf). Los combates de Pulmarí representan así un episodio complejo, en el que la frontera nacional se desdibujó momentáneamente en el campo de batalla, pero cuyo desenlace contribuyó a afirmar definitivamente esa frontera a costa del pueblo mapuche.

domingo, 8 de junio de 2025

Patagonia: Asimilación de los aonikenks

Esplendor y asimilación de los tehuelches. La bandera argentina en el toldo del poderoso Sayhueque

La Voz del Chubut




Caciques Juan Cacamata y Manuel Quilchamal vestidos con ropas de blancos, década del 40. Foto: Federico Escalada

El pueblo conocido genéricamente como tehuelche, conformado por las etnias Gününa Küne, Chehuache Kenk, Metcharnuwe y Aóni Kerik, subdivididos a su vez en meridionales (entre el estrecho de Magallanes y el río Chubut) y septentrionales (entre los ríos Limay-Negro y el río Chubut), fue el autóctono de lo que hoy en día es la Patagonia argentina, y en tiempos del virreinato del Rio de La Plata, sus dominios se extendieron más allá del territorio patagónico, adentrándose en la pampa húmeda.

Hacia 1820 se sucedieron tres cruentas batallas entre estos y los manzaneros (etnia mixta de tehuelches, pehuenches y araucanos o mapuches de Chile, que habitaban entre el centro y el sur de la actual provincia de Neuquén). Tras las batallas de Barrancas Blancas, Piedra Shôtel (“allí hay puntas de flecha”) y Languiñeo (“lugar de los muertos”) -las tres en la actual provincia del Chubut-, los manzaneros se transformarían en el pueblo más poderoso de la Patagonia. Casi al mismo tiempo, pueblos culturalmente araucanizados procedentes de la actual provincia del Neuquén, como los pehuenches, se establecieron en una franja de territorio que los llevó directamente a la zona ganadera de la provincia de Buenos Aires. Una vez establecidos, en 1832, se aliaron a las tropas argentinas comandadas por Juan Manuel de Rosas para combatir a los indios ranqueles (pampeanos- norpatagónicos), que eran sus potenciales enemigos. Por su parte, los tehuelches, que se caracterizaron por ser indígenas amigos, aliados del Gobierno y de los estancieros de Buenos Aires, también acompañaron a las tropas. Una vez librados de la competencia de las tribus pampeanas, los pehuenches de las pampas -para entonces conocidos como salineros- reemplazaron a los ranqueles en las expediciones relámpago de saqueo (malones) en la frontera de Buenos Aires. El ganado luego lo comercializaban en Chile. En determinado momento fue tal la depredación que Chile llegó a exportar carne vacuna, mientras que Buenos Aires, siendo productora de ganado, sufrió desabastecimiento.


Rutas indígenas en el departamento Río Senguer

Al mismo tiempo, gran parte de las tribus tehuelches de Patagonia se concentraban en torno a las escasas poblaciones blancas establecidas en Patagonia (Carmen de Patagones, colonia galesa del Chubut, isla Pavón y Punta Arenas-Chile), o bien las visitaban periódicamente para comerciar.

La campaña militar emprendida por el Gobierno argentino entre 1878 y 1885, denominada la “Conquista del Desierto”, supuestamente fue realizada con el propósito de poner freno a los malones. Sin embargo, el verdadero objetivo de dicha campaña fue el de incorporar los territorios de los indígenas al naciente estado-nación argentino, que por entonces estaba definiendo sus fronteras. El propósito era el de reemplazar a los pueblos indígenas con inmigrantes europeos o sus descendientes, y hacer productivas sus tierras por medio de la ganadería y la agricultura. Los indígenas, que no eran considerados mano de obra califica da para la empresa económico-civilizatoria, fueron excluidos del proyecto de constitución del estado-nación.

Según la visión de nuevas corrientes historiográficas que adoptan la perspectiva indígena, el término “Conquista del Desierto” bien debería ser entendido como “Guerra por el dominio de la Pampa y la Patagonia, ya que dichos territorios no estaban deshabitados, como da a entender el término “desierto”, “Dicha perspectiva concibe a la Pampa y a la Patagonia como un espacio habitado escenario y producto de relaciones socio-económicas dinámicas y complejas”. (Méndez, 2001). Es decir, esta nueva corriente entiende a la Patagonia como un territorio que albergaba a varias naciones indígenas, el que fue conquistado tanto por la Argentina como Chile. Hasta mitad de la década de 1880, la Patagonia bien podría ser considerada un espacio autónomo.

La campaña militar no distinguió entre pueblos amigos y hostiles, y hasta los que poco tiempo antes habían sido aliados del Gobierno argentino, como los poderosos manzaneros (entendido “poderosos” en los aspectos político, militar y económico), establecidos entre el centro y sur de la actual provincia del Neuquén, fueron despojados de sus tierras a fuerza de Remington y de las innovaciones tecnológicas que combinaban telégrafo y ferrocarril. Los manzaneros, que deben su nombre a los árboles frutales que plantaron misioneros jesuitas en los siglos XVII y XVIII, habían sido reconocidos por el Gobierno de la Argentina, por medio de tratados, como una especie de país autónomo que era propicio a sus intereses, ya que su existencia impedía que la Patagonia fuera ocupada desde el norte por Chile o los indígenas chilenos. La influencia de los manzaneros, basada en redes de parentesco con tribus de las varias etnias que conformaban el “Complejo tehuelche”, se extendía desde la Cordillera hasta el sur de la actual provincia de Buenos Aires y gran parte de la Patagonia

Una bandera argentina que flameaba delante del toldo del poderoso cacique manzanero Sayhueque, regalada por el Perito Moreno, corroboraba la alianza con el Gobierno argentino. Cierto día arribaron a la toldería dos emisarios del Gobierno chileno con dos banderas de ese país. Intentaron regalárselas, pero el cacique las rechazó explicando que él era argentino y que por lo tanto enarbolaba la bandera de su país. (Martínez Sarasola, 1992).

Una vez finalizada la campaña militar en 1885, los vencidos que fueron tomados prisioneros, entre ellos Sayhueque quien por entonces era el cacique más poderoso de la Patagonia, fueron recluidos en regimientos militares del Tigre y la isla Martín García, entregados a familias adineradas de Buenos Aires para que les oficien de sirvientes, incorporados a las filas de la marina u obligados a trabajar en la zafra, en el norte argentino. Pese a ello, muchas tribus lograron evitar ser tomadas prisioneras internándose en la actual provincia de Santa Cruz, o ingresando a Chile. A instancias de hombres como el Perito Moreno, que albergó en el Museo de La Plata a dos de los principales caciques vencidos (Inacayal y Foyel), a mediados de la década de 1890 las tribus manzaneras pudieron retornar a la Patagonia. Pero su destino fue el de los desterrados, ya que fueron radicados en las reservas que les asignó el Gobierno en el Territorio del Chubut.

 

Libro “La colonización del oeste de la Patagonia central”, de Alejandro Aguado

jueves, 5 de junio de 2025

Conquista del desierto: La victoria sobre los chilenos en Pulmari (1883)

Victoria Argentina contra Chile y sus socios indios: Combates de Pulmarí






En la vastedad de los valles neuquinos, donde el cielo se repliega sobre los pehuenes y la bruma de los lagos entibia el recuerdo, se libraron los combates de Pulmarí. Fue allí, en ese intersticio remoto entre la civilización que avanzaba al paso de los Remington y el mundo antiguo que moría a lanzazos, donde el Ejército Argentino escribió —con sangre propia— una de sus páginas más extrañas y desoladas. No fueron simples escaramuzas de campaña, sino episodios densos, casi metafísicos, en los que la noción misma de la soberanía se confundía con el bosque, la nieve, y las sombras veloces de los jinetes mapuche.

Era el 6 de enero de 1883 cuando la primera llamarada del combate estalló en el valle de Pulmarí. El Capitán Emilio Crouzeilles comandaba una pequeña partida de 10 soldados —hombres curtidos, probablemente veteranos de otras entradas de la Campaña al Desierto, pero lejos de los fastos de Buenos Aires, eran apenas el nervio expuesto de un Estado que tanteaba a ciegas los bordes de su mapa. Avanzaban en persecución de “un grupo de salvajes”, tal como registraría el parte del coronel Villegas, sin imaginar que detrás de cada colina los esperaba la historia: una emboscada feroz, ejecutada por más de un centenar de guerreros de las tribus de Reukekura y Namuncurá.

La lucha fue breve y brutal. En una coreografía despiadada, las lanzas danzaron más veloces que los percutores, y cuando el polvo se asentó, el Capitán yacía con 36 heridas abiertas en su carne y tres balas alojadas en su cuerpo. El Teniente Nicanor Lazcano, que había acudido en su auxilio con cinco soldados más, encontró allí también su fin. No fue una derrota táctica: fue una conmoción. El parte de Villegas, frío y exculpatorio, atribuyó el desastre a la presencia de un oficial chileno entre las filas indígenas. Aquel uniforme confundió a los argentinos, escribió, tal vez porque la idea de una traición interna —de un mapa quebrado desde el otro lado de la cordillera— era más tolerable que la realidad de haber sido superados por jinetes descalzos y libres.

Pero Pulmarí no fue un combate aislado. Fue el primero de una trilogía siniestra. Un mes después, el 16 de febrero, otro destacamento avanzaba desde el este, guiado por una rastrillada hasta las orillas del lago Aluminé. Esta vez el Ejército no se enfrentaba solo a los weichafe mapuche, sino que entre las lomas surgieron figuras aún más inquietantes: una compañía de infantería chilena, camuflada tras la bandera de parlamento. El parte del oficial argentino describe con nitidez la incertidumbre del momento: mientras los indígenas amenazaban la retaguardia, un emisario chileno avanzaba hacia el flanco izquierdo, izando un trapo blanco. Detrás de él, sin embargo, marchaban en formación los soldados del sur de la cordillera.

El oficial argentino, acaso recordando la matanza de enero, no vaciló. Fue él mismo quien dio la orden de abrir fuego. Se trabó entonces un combate a bayoneta calada en plena cordillera, tan feroz como desprolijo, una danza de acero entre médanos secos y laderas abruptas. Los atacantes, entre ellos los mapuche y los infantes trasandinos, cayeron a apenas cuarenta pasos de la posición argentina. Siete muertos quedaron sobre el terreno, recogidos por los indígenas al retirarse. Pero los soldados argentinos también se retiraron, y a pie. Otra vez el valle había rechazado a sus conquistadores.

No era solo el terreno el que operaba contra el avance argentino: era la memoria, era el espíritu irreductible de quienes aún vivían en su tierra como si el siglo XIX no hubiera traído consigo la noción de frontera. Reukekura, hermano del legendario Calfucurá, había resistido hasta el último aliento de la cordura geográfica, escapando entre lagos y pehuenes junto a los últimos lanceros. Y aunque sus fuerzas se fueron diezmando, la fuerza moral de su resistencia impregnó de solemnidad el espacio. Cuando en abril de 1883 se presentó finalmente ante un regimiento argentino, llevaba consigo apenas ochenta y nueve hombres de lanza y ciento ochenta y un almas más, mujeres y niños. ¿Dónde habían quedado aquellos tres mil jinetes que, en 1860, habían hecho retroceder a las tropas de Murga?

Quizás ya eran sombras entre los peñascos, o quizá, como sugería un cronista, el hambre y la nieve los habían vencido antes que las balas. El Ejército los llamaba “recién llegados”, pero eran los mapuche quienes conocían los pasajes secretos, las veranadas, los nombres del viento. Los soldados argentinos, aunque valientes, eran visitantes de un mundo ajeno, y esa extranjería se paga con sangre.

El tercer combate, de una índole más política que militar, habría de ocurrir mucho después, en los años finales del siglo XX. Pero en los dos primeros, la gesta de Pulmarí no fue la de una campaña gloriosa, sino la de una obstinación. Los informes oficiales, desde Villegas hasta Walther, insistieron en ennoblecer la caída de los oficiales argentinos, llamándolos mártires de la civilización. Y en parte, lo eran. Capitán Crouzeilles, Teniente Lazcano, Teniente Nogueira: sus nombres se fundieron en la nieve, sí, pero también en la ambivalencia de una guerra que enfrentó a un ejército moderno con un pueblo que aún hablaba en términos de espíritu y territorio.

Hay una escena que resume todo lo que fue Pulmarí. La escribió un testigo sin nombre: el alambrado prolijamente volteado por las comunidades mapuche en los años noventa. Postes enteros, acostados sobre la ladera como huesos de un animal viejo. Nadie cerca, pero la operación era evidente, masiva, ordenada. En esa imagen —serena, tensa— reverbera la misma voluntad que llevó a los weichafe a emboscar a los soldados en 1883. Una voluntad de permanencia. Una negativa a desaparecer.

Y acaso sea eso lo que el Ejército enfrentó en Pulmarí: no solo a una resistencia indígena armada, sino a una ontología. A una forma de estar en el mundo que no se rendía ni ante el Remington ni ante el parte oficial. Las tropas argentinas pelearon con valor —nadie lo niega— y muchos dejaron su vida entre la nieve, a la sombra del pehuén. Pero el combate de Pulmarí fue, sobre todo, un espejo. Uno donde la república en expansión se vio enfrentada a la mirada altiva de quienes ya estaban allí, desde antes del tiempo y antes del Estado.

Pulmarí fue, es, y seguirá siendo, un territorio en disputa. No por sus hectáreas ni por su valor estratégico, sino por el relato. Porque mientras unos inscriben allí el sacrificio de la patria, otros leen el eco de su despojo. Y entre esos dos silencios —el de los muertos y el de los olvidados— se libra todavía, sin balas pero con memoria, la verdadera batalla.



Fuentes

Arcón de la historia
Hechos históricos

martes, 3 de junio de 2025

Argentina: Mapa de tribus indígenas hacia 1878



Mapa de las Pampas y la Patagonia en el año 1878, año del comienzo de la Conquista del Desierto ⚔ y comienzo del fin de los cacicazgos Indígenas en el Sur.

A principios de este año, el Cacique Namuncurá fue desalojado de Chillihué por el Ejército Argentino y forzado a residir en Lihuel Calel, debilitando así la poderosa Confederación de las Salinas Grandes de Calfucurá 📉. La Confederación Norpatagónica (también referida como la Gobernación Indigena de las Manzanas🍎) era la entidad liderada por Vicente Sayhueque sobre más de 25 caciques en un territorio extendido desde los Andes ⛰ hasta el Atlántico 🌊.

Eventualmente cayó, junto con todos los Caciques que se oponían, un 18 de Octubre de 1884.

sábado, 31 de mayo de 2025

Patagonia: Los fusilamientos de Varela que reestablecieron el orden y progreso en la región

Patagonia trágica, 1921. El coronel Varela condujo la brutal represión en Santa Cruz, labor festejada por la Liga Patriótica y los ingleses.

La Voz de Chubut





El coronel Varela del Ejército Argentino

Actor de los polémicos sucesos de los años 20, traducidos en controvertidas obras como La Patagonia rebelde o Los vengadores de la Patagonia. El detonante que provocó el levantamiento masivo de peones rurales principalmente en el territorio de Santa Cruz fueron los paupérrimos salarios que percibían y la ola socialista-anarquista que fue ingresando por Buenos Aires desde Europa.

Como contrapartida estaban los intereses de estancieros británicos, dueños de la mayoría de los campos sureños e influyentes en la economía y en la política porteña.

Para soliviantar a los peones apareció en escena el chileno Antonio Soto, quien llegó a Río Gallegos con una compañía de teatro en 1919. Allí conoció al abogado José María Borrero que dirigía el periódico La Verdad.


Antonio Soto, en 1920

Soto cambió el teatro por la política trabajando como estibador y fue elegido secretario general de la Unión Obrera, exhortando a sus seguidores a abandonar el trabajo y presionando a los comerciantes para levantar el boicot. Atacaron las estancias saqueándolas y poco pudo hacer la policía para detenerlos.

El 28/01/1921, el Regimiento de Caballería del Ejército Argentino zarpó de Buenos Aires con la orden de pacificar el territorio, a cargo del oficial Héctor B. Varela, un militar de ilimitado patriotismo, estudioso de la disciplina prusiana, que quería que sus hombres se comportaran como tales.

Al principio, Varela contrarió a los terratenientes extranjeros, porque su programa de pacificación consistía en indultar a todos los huelguistas que entregaran las armas. Pero cuando Soto proclamó la victoria total sobre la propiedad privada, el ejército y el Estado, Varela se sintió ridiculizado y reaccionó con la mayor dureza.

Ese invierno, los huelguistas cometieron vejaciones a lo largo de toda la costa con Soto al frente. En su segunda campaña empezaron a tomar rehenes en las estancias, elucubrando Soto una revolución que se extendería al resto del país. Borrero desertó pagado por los estancieros Braun y Menéndez.

El presidente Yrigoyen autorizó a Varela a utilizar “medidas extremas” para doblegar a los huelguistas. Desembarcó en Punta Loyola el 11/11/1921. Ambos grupos extremistas y exacerbados se enfrentaron con consecuencias que debieron ser previsibles para los políticos de entonces. Los huelguistas se dispersaron sin combatir, mientras el ejército difundía comunicados sobre enfrentamientos armados y arsenales capturados. En cinco oportunidades, los soldados lograron que los huelguistas capitularan, tras la promesa de respetarles la vida. En todas, los fusilamientos comenzaron después. Centenares de hombres cayeron en las tumbas cavadas por ellos mismos o los acribillaban y apilaban los cadáveres sobre hogueras alimentadas por arbustos “mata negra”.

El ensueño de Soto terminó en la estancia La Anita, establecimiento de los Menéndez, cuando sus hombres comenzaron a fugarse al acercarse el ejército.


Última foto de Facón Grande, horas antes de ser fusilado por Varela

El 07/12/1921, Varela envió a uno de sus hombres con la propuesta de rendición incondicional y que se respetarían las vidas. Aquella noche, Soto y algunos de los cabecillas escaparon a Puerto Natales. Los chilotes esperaron a los soldados creyendo que los expulsarían a Chile, pero la orden de Varela fue igual a las anteriores. De los 300 hombres que se rindieron, algunos se salvaron por ser mano de obra calificada. Los demás, unos 120, murieron allí.

El resultado regocijó a la comunidad inglesa. El coronel Varela, sobre el que habían recaído sospechas de cobardía, se había redimido con creces. El Magellan Times alabó su “espléndido coraje, en virtud del cual había circulado por la línea de fuego como quien participa en una parada militar (…) Los habitantes de la Patagonia deberían sacarse el sombrero ante el 10 de Caballería, ante esos valerosos caballeros”.

La gente resentida tomó este acto mostrando la hilacha marxista. Siempre se recuerda, según el escrito comunista de origen alemán, Oswald Bayer, que durante un banquete, que se celebró en Río Gallegos con miembros de la Liga Patriótica Argentina, los veinte británicos presentes, poco versados en la lengua castellana, rompieron a cantar: For he’s a jolly good fellow (Porque es un buen compañero), ante el estupor del patriota Varela. A su regreso, este oficial se encontró con leyendas de anarquistas terroristas que rezaban: “Muera el caníbal del Sur”.

El Congreso estaba conmocionado porque la orden de represión fue dada por el propio Yrigoyen, y porque Varela había cometido el error de matar a un funcionario socialista. Entonces se lo designó como director de una escuela de caballería para que se calmaran los ánimos. El 27/01/1923, Kurt Wilkens, un anarquista tolstoiano, mató cobardemente a tiros al coronel Varela en las calles de Buenos Aires luego de haberlo dejado inhabilitado con una granada. Un mes más tarde, el 26 de febrero, Wilkens fue ajusticiado a su vez en la Cárcel de Encausados por su guardián. Antonio Soto murió impune de trombosis cerebral el 11/05/1963 y Borrero en 1930 en Santiago del Estero.


miércoles, 28 de mayo de 2025

Inmigración galesa: Las escuelas en la Patagonia

Los galeses y la educación: desde los ranchos de “Fuerte Viejo”, a las capillas y al sinnúmero de escuelas que fundaron y posteriormente se nacionalizaron.

La Voz de Chubut



Escuela de Drofa Gabets, 1910.

Desde la escuela dominical, que no se había interrumpido a bordo del “Mimosa”, se evidenció el interés de los colonos por la educación, tanto religiosa como cultural. Desde el inicio mismo de su instalación en 1865, entre las chozas de madera levantadas en el “Fuerte Viejo”, (restos de la fortaleza construida por Henry Libanus Jones), unos días antes se dispuso un aula donde el pastor Lewis Humphreys impartió la enseñanza. La noticia se conoció en Gales en el periódico “Baner ac Amserau Cymru” en su edición del 10 de febrero de 1866, por lo que se puede deducir que la tarea educativa comenzó apenas se instalaron en tierra chubutense. Al ausentarse el Pastor Humphreys en 1867 fue reemplazado por el Pastor Robert Meirion Williams por un breve lapso ya que pronto se alejó de la Colonia.

Finalmente, en el mes de octubre de 1868, Richard Jones Berwyn respondió al pedido de los vecinos y resolvió habilitar una escuela. Las carencias no fueron obstáculo ya que a falta de papel y tiza se emplearon piedras planas y trozos de greda que se recogían en las lomas cercanas. A falta de edificio se instaló la escuela al abrigo de los molles y los fumes que abundaban y a falta de libros se usó la Biblia para practicar las letras y para la formación del temple de la nueva generación que crecía en el desierto. A medida que se avanzó en el tiempo se complementó la lectura con las páginas ideadas por el maestro. El libro de Berwyn se empleó por varios años en las escuelas de la Colonia. El texto manuscrito en un principio fue impreso en dos ediciones posteriores.

Se estima que esas páginas escolares fueron las primeras que se editaron en idioma galés en una imprenta sudamericana.

El infortunio de un barco que naufragó dos millas al norte de la desembocadura del río Chubut, en 1871, proporcionó material para el refugio escolar. La cabina del capitán, arrastrada hacia una elevación del terreno en TreRawson, funcionó como aula durante varios años.

En ese tramo inicial del poblamiento, las escuelas eran organizadas y sostenidas por los vecinos. El idioma empleado en la enseñanza era el galés, lengua en la que se expresaban los niños en sus hogares y en la comunidad.

A medida que se extendía la ocupación en el valle, se levantaban las capillas y las escuelas, que en la mayoría de los casos funcionaban en el mismo edificio. Después de la escuela de Rawson, fueron surgiendo otras, en Glyn Du, en Gaiman, en Rhandir, en Bryn Gwyn con el nombre de “Cefn Hir”, en Moriah, otra en Bryn Gwyn “Llwyn Onn”, en Drofa Dulog, en Treorki, en Maesteg, en Tair Helygen (Tres Sauces), en Casablanca, en Trelew, en Bryn Crwn, en la Colonia 16 de Octubre, en 28 de Julio, en Ebenezer, en Drofa Gabets y en Las Margaritas (paraje cordillerano). La Escuela para Señoritas en Trelew y la Escuela Intermedia de Gaiman dieron inicio a la educación en el nivel secundario.

Por más de diez años y mucho tiempo después, aquel puñado colonizador en las soledades del sur de la República, no fue considerado para nada. Transcurrió largo tiempo antes de que el Gobierno Nacional comenzara a interesarse por la educación en la Colonia Galesa. Aún después de la sanción de la Ley de Educación Común, en 1884, la Patagonia permanecía al margen. Mientras tanto, se regía por sus propias leyes y en junio de 1877 se resolvió formar la primera Comisión Escolar. Inició su gestión solicitando el apoyo del Consejo Nacional de Educación para la designación de un maestro bilingüe (galés – castellano) con el propósito de integrar a los niños al idioma del país. En adelante se procedió a crear comisiones en los distintos distritos.

Al quedar establecido el Municipio de Gaiman, se aprobó rápidamente la Ordenanza para otorgar un subsidio a las llamadas un subsidio a las llamadas “Escuelas Voluntarias” de su jurisdicción.

Varias de las escuelas actuales en la provincia del Chubut, tienen su origen en aquellas humildes aulas del inicio, donde los maestros eran galeses. En ocasiones, cuando la necesidad era apremiante y los maestros escasos, un vecino con cierta ilustración, era invitado por los colonos para hacerse cargo de la enseñanza.

La nacionalización fue llegando de a poco:

  • Rawson, en 1882. Hoy Escuela Provincial N° 4 “General José de San Martín”
  • Bryn Gwyn, en 1893. Hoy Escuela Provincial N° 61 Abraham Matthews”
  • Treorki, en 1895. Hoy Escuela Provincial N°55 “Teniente de Fragata Daniel Enrique Miguel”
  • Maesteg, en 1895. Hoy transferida al Dique Florentino Ameghino, Escuela Provincial N° 56 “Florentino Ameghino”.
  • Colonia 16 de Octubre, en 1895. La histórica Escuela Nacional N° 18 de río Corintos. Clausurada en 1990 y declarada “sitio histórico”. En las instalaciones ocupadas en la última etapa funciona el Museo histórico.
  • Casablanca, en 1895, Hoy Escuela Provincial N° 3 “Almirante Marcos A. Zar”
  • Trelew, 1896. Hoy Escuela Provincial N° 5 “Domingo Faustino Sarmiento”
  • Drofa Dulog, en 1896. Hoy Escuela Provincial N° 66 “John Carrog Jones”
  • Gaiman, en 1899. Hoy Escuela Provincial N° 100 “Bartolomé Mitre”
  • Las Margaritas, en 1908. Hoy Escuela Provincial N° 76 “María Luisa Pieruzzini de Morelli”
  • Bryn Crwn, en 1910. Clausurada en 1968.
  • 28 de Julio, en 1911. Clausurada en 1993.
  • Ebenezer, en 1911. Hoy Escuela Provincial N° 140 “Michael D. Jones”
  • Drofa Gabets, en 1895. Hoy Escuela Provincial N° 78 “Puente Hendre”
  • Escuela Intermedia de Gaiman. Hoy Instituto Secundario Camwy incorporado al nivel de enseñanza media oficial.


 

Por Arie Lloyd de Lewis, del libro “Chubut, tierra de arraigos”.

lunes, 26 de mayo de 2025

25 de Mayo: En Río Gallegos, los aonikenks participan en 1899

25 de Mayo de 1899 con Aonikenks en Río Gallegos


Un 25 de mayo de 1899, en Río Gallegos, nuestros originarios, los Aonikenk, festejaban este día patrio.

Por: Mario Palandri – Tehuelche, el verdadero pueblo originario de Pampa y Patagonia.

sábado, 17 de mayo de 2025

Patagonia: Criollos y aonikenks

Criollos casados con aborígenes


Esta imagen estuvo en muestro archivo décadas, provocándonos preguntas antes de entender todo lo que implica la palabra criollo. Al fin pudimos encontrar su origen.
El paleontólogo John Bell Hatcher comenta que a fines del siglo XIX en los toldos conviven mujeres tehuelches con europeos de "inclasificable procedencia", entre quienes predominan los de sangre francesa, española y portuguesa. (Nótese que obvia apuntar austro húngaros e ingleses)
Imagen de la serie de fotos del libro de Mondelo "Tehuelches danza con fotos"
En el interior dice: Europeo "aindiado" con sus hijos.


* En el interior dice: europeo "aindiado" con sus hijos.


* Mujer Tehuelche (Aonikenk) con un niño criollo en brazos
Imagen Peter Adams.
1817
Compartía: Placido Puel
Foto: Peter Adams. Albúmina sobre cartón.
Fuente: Centro de Estudios del Hombre Austral. IP UMAG. Punta Arenas, Chile.

sábado, 3 de mayo de 2025

Patagonia: Los primeros colonos del Lago Argentino

Protagonista de las primeras aventuras y colonos del Lago Argentino




Foto : Pareja Máximo y doña Concepción, en su chacra de la colonia Perito Moreno.

La colonia Francisco Moreno junto al paraje pto Bandera, los aserraderos ´´ los Ventisqueros ´´ en P Magallanes y avellaneda, supieron ser sede de la migratoria., la primera colonia cordillerana de la provincia de Santa Cruz, quizás de los más lindos parajes jamás soñados en la Patagonia.   
Tierra de de pioneros., oportunidades, su azul profundo se vio teñido por el rojo de la sangre de aquellos mártires de la huelga.
Años después ya convertida en una pujante colonia agrícola ganadera y turística a kilómetros de allí, el coloso de magia azul del mismo nombre tocaría por primera vez a la península de magallanes e inundaría por 2 años la colonia.
Las aguas arrasarían con casi todo en sus 2 años de permanencia, los testimonios de la época son desgarradores.
El susto de los colonos fue tal al ver que las aguas no bajaban, que muchos se retiraron hacia la estepa 80 kilómetros donde hoy esta la ciudad de El Calafate - cabecera departamental y nodo -. otros a pto Bandera/ los ventisqueros o ventisquero moreno como se lo llamaba en la época) ., otros se adentraron en el cerro Buenos Aires, muy pocos resistieron allí la embestida del agua.
seria esa la primera vez que el glaciar cierra en la península de Magallanes para luego romper.
Con el tiempo la colonia fue recuperando su esplendor, si bien el departamento Lago Argentino por aquellos años era expulsor demográficamente hablando, algunos nuevos pioneros., familiares de ex colonos, eran visionarios y volvían a postar a la zona.
Corrían ya tiempos en que el territorio se había transformaba en provincia., el looby de algún funcionario público( Aristizabal ) con intereses en El Calafate haría que el Aeropuerto en vez de hacerse en la pampa de la Anita se hiciera en sus tierras en el pueblo a 80 kilómetros en zona de estepa.
Desde aquel entonces las trampas y cerrojos impulsados por famosas familias., con empresas adictas a la obra pública estatal, a través del amiguismo., el abuso de poder y las falsas pantallas están a la orden del día .
Todo tan solo para quedarse con el monopolio del turismo en nuestra zona a través del mal gobierno y las trampas .
Les secuestraron hasta el nombre ., el paisaje ., les declararon zona protegida ., les cuasi confiscaron todo  salvo a los amigos del poder  .
Tal es así que en la actualidad la zona es vendida como El Calafate y no por ejemplo como colonia Francisco Moreno o Lago Argentino, lo que podría decirse seria una verdad a medias.
Por los 90s la provincia pide la reconvertir al turismo la zona., es trasformada en zona protegida victima de intereses de otra zona.



Vecinos de El Calafate en especial las familias dueñas de nuevos y lujosos hoteles antes enemigas / competencia , se unen ., se oponen in limine ( sin leer ) a el plan de manejo Boullon Erice Oliver .,pedido y firmado por Kirchner Gobernador diciendo que el paisaje cordillerano de este lado del lado es igual al de el calafate , a todas luces una mentira , pues luego estas mismas familias serian las que se quedaran con todo a través de concesiones poco cristalinas y negocios con el estado .
Como eran mas ., muy influyentes , no volvieron a tratar otro plan , aunque así lo tenían que hacer si o si en 180 días a propósito , aprovecharon la medida de no innovar de la justicia para que solo el poder ., los amigos del poder puedan hacer cosas en la zona y que a a 80 kilómetros en la estepa se centrara todo haciendo un gran negocio con ello .
Casi 25 años pasaron desde entonces , El calafate fue transformado de un apacible y bello pueblo de lago y estepa de unos 3000 mil habitantes a una ciudad de 30 mil mas turistas sin preparación medioambiental alguna ,lejos del recurso que vende como suyo , lo cual le trae aparejado todo tipo de problemas .
Punta Bandera .,el cerro Buenos Aires ., la Peninsula de Magallanes ., la colonia Francisco moreno siguen aun sin poder sacarse los grilletes .
Con la medida cerrojo adoptada desde los 90 s para beneficio de unos pocos hoteleros , se dejo a la provincia ., su gente condenada a la estepa pues las zonas que empezaban a tener un desarrollo en la cordillera (, misma franja que las demás provincias de la patagonia si desarrollan) son victimas de cerrojos jurídicos y falsas pantallas , donde solo los adjudicatarios de obras publicas pueden hacer cosas , mientras que los demás dueños de este lado del lago ,son victimas de trampas y les han pisoteados todos y cada uno de sus derechos constitucionales con falsas pantallas y dilaciones .
Gran error histórico, la medida no hace más que dejar en la estepa a toda la población de la provincia.
La solución de fondo ya existe., fue pagada por la provincia., pedida por la provincia y firmada por el aquel entonces gobernador, el corruptísimo Néstor Kirchner.
Plan de manejo Boulon , Erice , Oliver .
También habría que sumarle la herramienta creada por un gran consultor internacional Tito lagos Firmada por todos los propietarios, la cual habla de la creación de un consorcio quienes junto a las ongs y el estado crearan herramientas para el correcto uso y cuidado del recurso a proteger en la zona
El Parque nacional los glaciares ya tiene 700 mil hectáreas
No tenemos medio poblado cordillerano, verde como las demás provincias si tienen. Tenemos más de 800 kilómetros de largo de franja cordillerana.


Publico: Manuel Tobías
(colonia Francisco Moreno)

jueves, 1 de mayo de 2025

Patagonia: Criminales y aonikenks

George Muster - James Radburne (Jimmy)






Esta selección de testimonios de la relación intercultural foráneo-patagona no puede obviar la mención de dos de ellos por su singularidad, dado el tiempo prolongado que abarcaron las correspondientes convivencias –que de eso se trató en verdad– y por la riquísima y variada información de interés etnográfico obtenida. Nos referimos a los testimonios del inglés George Ch. Musters que realizó a lo largo de un año, entre 1869 y 1870, un memorable viaje transpatagónico en compañía de un grupo aónikenk desde la isla Pavón (río Santa Cruz) hasta el pueblo de Carmen de Patagones; y de James Radburne, un inmigrante inglés que arribó a Punta Arenas en 1892, iniciando así una vida de aventuras en cuyo transcurso interactuó larga e intensamente con los aborígenes, con la parcialidad aónikenk del distrito de El Zurdo, trabando con ellos una fuerte amistad al punto de casarse con una india y formar familia con ella. Si el primero dejó un relato interesantísimo de su aventura, devenido clásico de la literatura histórica patagónica (At  home  with  Patagonians, Londres 1871), el segundo confió sus recuerdos a Herbert Childs, un periodista norteamericano de los años de 1930, quien los incluyó en su libro El  Jimmy, A Patagonian Outlaw (Nueva york 1937).  Una y otra obra son fuentes inestimables de información etnohistórica y, por tanto, de obligada consulta para quien se interese en la materia.



Conteniendo como contienen uno y otro libro recurrentes noticias que dan cuenta acerca de la índole indígena, no cabe en sus casos extraer selectivamente sus opiniones sobre la materia que nos ocupa, y sí valorarlos como documentos que sin solución de continuidad informan de manera explícita sobre todo cuando se refiere al carácter predominantemente pacífico de los aónikenk históricos.



Extrato de LOS AÓNIKENK ¿EPITOME DEL BUEN SALVAJE? de
MATEO MARTINIC B.*
Jose Pavoni
El Jimmy fugitivo de la Patagonia es un lindo libro para leer.
Elena Beatriz Primo
Jimmy se trata de Button? leí sobre el en algunos libros como "La tierra del fuego"de Silvia Iparraguirre y otros.Su historia y la de Fuegia relacionada a los zoológicos humanos y la cita de Darwin y Fitz Roy .
Jose Pavoni




Elena Beatriz Primo No tiene nada que ver es el de la tapa del libro que esta en una de las fotos del articulo, James Radburne (Jimmy) es un ingles aventurero que llego a la patagonia y convivió con la tribu del cacique Mulato y se casó con una hija o familiar del cacique, no recuerdo bien hace varios años que leí el libro, trabajó en estancias de tierra del fuego y relata las matanzas de selknams u onas por parte de buscadores de oro y estancieros, luego viene a la patagonia Argentina y traba relación con el cacique mulato y convive intermitentemente en sus toldos varios años para terminar con el matrimonio con Juana una aoni kenk y se radica en el lago San Martin donde funda la estancia "La Nana". Muy lindo libro lo recomiendo.
Por : Jose Pavoni - TEHUELCHE EL VERDADERO PUEBLO ORIGINARIO DE PAMPA Y PATAGONIA

viernes, 25 de abril de 2025

Patagonia: "La colonia Rouquaud"

Primera industria en el territorio de Santa Cruz

"La colonia Rouquaud"






Ernest Rouquaud Keenton (1822-1907) fue un comerciante, colono y colonizador francés de la Patagonia Argentina.
Nació en Montgiscard , Francia, el 22 de febrero de 1822. Hijo de Jacques Rouquaud y Julia Keenton,.
Había llegado al Río de la Plata en 1841, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas .
Ernest Rouquaud contrajo matrimonio el 2 de agosto de 1843 en la Catedral de Buenos Aires con María Luisa Périchon, con quien tuvo 5 hijos Ernesto. Eloísa. Pablo. Luisa y Julia.
Rouquaud fue dueño de un establecimiento industrial ubicado en las afueras de Avellaneda (Provincia de Buenos Aires) donde procesaba productos pecuarios.



Rouquaud conoció a don Luis Piedra Buena, quien le habló con entusiasmo de los mares ignotos y las tierras inexploradas de la Patagonia. Rouquaud se convenció que allá en el sur lo esperaba una gran oportunidad; la posibilidad de colonizar tierras y hacer una gran fortuna.
En 1871 obtuvo la concesión del gobierno argentino para fundar una colonia en el Territorio de Santa Cruz para la explotación de un fábrica e industrializar el pescado mediante el salado y la obtención de aceite y harina de pescado. Con este asentamiento también contribuía a ejercer los derechos de soberanía en este desprotegido suelo argentino.
“Hay que recordar que por esa época el actual territorio santacruceño era parte de las controversias de límites entre Chile y la Argentina. Chile había fundado primero Fuerte Bulnes y de allí nació luego Punta Arenas. Con este dominio magallánico Chile penetraba hacia el norte y pretendía, por lo menos, soberanía hasta el río Santa Cruz. La Argentina había descuidado su presencia en el actual territorio patagónico, y esta ausencia se profundizó con la Guerra del Paraguay. Sólo Piedra Buena, con sus viajes y salvatajes, y sobre todo con su instalación en la isla Pavón a partir de 1859, dieron a la Argentina algo más que su dominio teórico sobre la región. A pesar de la urgencia de una efectiva toma de posesión de la Patagonia por parte de la Argentina, la solicitud de una extensa concesión de tierras por parte de Rouquaud, “para poblar con colonias agrícolas e industriales dos zonas de terreno, una en la margen derecha y otra sobre la margen izquierda del río Santa Cruz, que se denominaría Colonia de Nueve de Julio y Colonia de Once de Septiembre”, tuvo un trámite lento y engorroso.
La autorización fue concedida en julio de 1871, pero con limitaciones, ya que la concesión competía con las gestiones de otro francés, Leonardo Crozat de Sempére, quien, aparentemente, no tenía el mismo espíritu colono de Rouquaud, sino que pretendía el aval del gobierno argentino para luego negociar esos papeles en el extranjero. A pesar de todas las trabas –incluyendo una primera nota diplomática de Chile señalando que no iba a tolerar instalación de colonos al sur del río Santa Cruz”.
En 1872, el presidente Domingo Faustino Sarmiento otorgó a Ernest Rouquaud la concesión en el Territorio de Santa Cruz . Aspiraba a colonizar y explotar los recursos marinos del sur argentino.
El 22 de enero de ese año zarpó de Buenos Aires el barco "Roebuck", de novecientas toneladas, hacia la Patagonia. Trayendo consigo parte de la familia Rouquaud a Ernesto Rouquaud hijo y sus hermanas Eloísa de 26 años y Luisa de 16. Los artesanos eran un albañil, dos carpinteros un tonelero y veinte operarios.  materiales de construcción, maquinas, útiles, víveres, ropas, armas y municiones para la caza que proveería de carne fresca de guanaco y avestruz.



La expedición llega a destino a comienzo de febrero anclando en la zona “DEL MORRO WEDELL” eligiendo al cañadón denominado “De los Misioneros” (nombre dado por el comandante Luis Piedra Buena por el intento de evangelización de los catequistas “Schmidt y Hunziker” en 1862) por disponer de agua dulce y potable, ofrecer abrigo en tierra como también a las embarcaciones.
Una vez realizada la descarga, ubicados en tierra con techos, estufas, dormitorios y los pasajeros ya dispuesto a producir, el barco regresa nuevamente a Buenos Aires.  
Las instalaciones en el lugar quedaron así: “casa principal, casillas, galpón industrial, depósito de víveres y materiales” a cien metros de la playa en la parte llana donde después se realizaron de ladrillos. Para instalar una pesquería y otros establecimientos industriales afines, como la fabricación de aceite de pescado y saladero. A los cinco meses la factoría ya estaba instalada y Roquaud se apuró a enviar al lugar varias familias de pescadores.
El 13 de septiembre de ese mismo año, zarpaba el último de los barcos contratados, el “Etincelle”. En él don Ernesto embarcó lo que quedaba de su familia: su esposa Luisa Perichón, su hija Julia y ocho criaturas. Se llevaron todos los muebles, alfombras, cortinados, un violoncelo, dos pianos y servidumbre como para una casa de quince habitaciones. Las bodegas del Etincelle contenían además ochenta barriles de azúcar, algunos caballos, cabras y diversas aves domésticas. La quimera estaba en marcha, ya no había vuelta atrás.
Posteriormente el Congreso Nacional favoreció con la concesión definitiva de estas tierras a Crozat de Sempére en lugar de a Rouquaud. No obstante, se produjo un entendimiento y Sempére transfiere a Rouquaud “cinco mil varas de frente sobre el río Santa Cruz”, donde ya se encuentra instalada la factoría con unas “sesenta personas”.
La colonia Rouquaud se desarrolló en el paraje elegido, de espaldas al cerro y mirando a la playa del río Santa Cruz.
Los contratiempos, se fueron sucediendo. La pesca no rendía, el río tormentoso se llevaba redes, botes y el viento hacía muy difícil la tarea. Como una maldición uno de los hijos, Pablo al querer retener a nado uno de los botes que se soltó de su amarra,perece ahogado en una noche trágica.
Llegaron las visitas eran tehuelches dispuestos al trueque, pero su primera visita se transformó en la última. Rouquaud no tenían experiencia habían llevado solamente azúcar para negociar con los indígenas y no aguardiente que era lo que fundamentalmente buscaban.
Posteriormente, la presión chilena, en la zona con naves de ese país, las amenazas del gobernador de Punta Arenas. Rouquaud se propuso obtener la efectiva protección de la autoridad nacional y logró entrevistarse con el entonces presidente Domingo F. Sarmiento, quien le prometió la presencia del buque estación “Brown”. Una mañana llegó por fin a la colonia una nave. No era el “Brown”, sino algo más módico, la goleta “Chubut”.
Con esta nave desaliñada llegaron el comandante Lawrence y los subtenientes Palacios y Feilberg, de la marina argentina. Los marinos tenían como instrucción instalar allí una Capitanía de Puerto, y así lo hicieron. Esta Capitanía funcionó primero por tres meses, ya que la Chubut debió partir hacia Carmen de Patagones para traer nuevos víveres.



Posteriormente fondeó en la zona una goleta inglesa, la “Tucutayú”, que Rouquaud aprovechó para viajar a las Islas Malvinas para trocar pieles, plumas y dinero por ganado vacuno. Los novillos llegaron a la colonia, pero como no se cercó el cañadón, el ganado se volvió bagual.
A fines de julio de 1873 llegó la cañonera chilena “Covadonga”, “enemiga” en los papeles pero que entabló por varios días civilizadas relaciones con la familia Rouquaud e incluso el médico de la nave chilena atendió a doña Luisa Perichón de Rouquaud al sufrir un aneurisma y la cuidó solícitamente durante los días de su agonía hasta su irremediable final. Los más de cien hombres del “Covadonga” incluso hicieron de respetuoso séquito en el entierro antes de marcharse con rumbo a Punta Arenas. Se supone que los restos de la esposa y el hijo de Rouquaud descansan en el cementerio del lugar, donde se encuentran todavía lapidas y cruces, el mismo está ubicado al oeste de la chacra Monserrat.
A principios de octubre regresó la “Chubut” y se restableció la Capitanía.
En noviembre llegó la corbeta chilena “Abtaoo”, quien traía el “encargo” del gobernador de Punta Arenas de ofrecer a los Rouquard “casa, servicio, cuanto pueda necesitar su familia”. Caridad interesada, como se dice, que patrióticamente fue rechazada.
Después de la visita de la “Covadonga” y la “Abatoo”. Chile finalmente envió a la zona a la corbeta “Chacabuco”, buque de la armada provisto de tropas de desembarco. Se daban las condiciones para un conflicto grave entre los dos países.
Al fondear la corbeta chilena, la goleta “Chubut” levantó anclas y remontó el curso del río hacia el reparo de la isla Pavón.
El comandante Lawrence no lo hizo por cobardía, sino que “no quería que los chilenos conocieran la miseria de la goleta y su tripulación desprovista de víveres y de uniformes y sin oficiales a bordo”, según declaró.
Con la “Chacabuco” se instaló otra Capitanía, pero de muy distinto color. Hay que remarcar esto. En la década de 1870 tanto Chile como Argentina tenían una Capitanía, un destacamento oficial, sobre el Río Santa Cruz. Ante el cariz de los acontecimientos, Ernesto Rouquaud aparentó quedar al margen de la inminente contienda argentino-chilena, e hizo en la colonia bandera ¡francesa!.
Sucesivas incursiones de naves chilenas le hicieron comprender a don Ernesto que la vida en la colonia se hacía imposible, por lo que decidió emprender viaje a Santiago. Una vez en la capital chilena, se entrevistó con el representante de la Argentina en Chile, el señor Félix Frías, quien le aconsejó ponerse en contacto con las autoridades chilenas. Estas le propusieron que si abandonaba la colonia le pagarían 90.000 "patacones", suma que habían evaluado las construcciones. Se le aseguraba que, una vez resuelta la cuestión de límites, si el territorio se le adjudicaba a nuestro país, el gobierno chileno le transferiría las mejoras en forma gratuita. Consideró la proposición conveniente y dispuso consultar al señor Frías antes de contestar. Este se negó en forma rotunda diciendo, no nos conviene, una vez en dominio de la colonia será muy difícil desalojarlos. Los trámites siguieron sin prosperar, solamente con promesas que nunca se cumplieron por parte de ambos países. Decepcionado se embarcó para Punta Arena, donde llegó en el otoño de 1874.
Sólo le restaba ahora a los Rouquaud abandonar la colonia, en donde quedaban quince personas que fueron embarcadas en la nave "Chacabuco" rumbo a Buenos Aires. El hijo mayor Ernesto se quedó para organizar el traslado de todo lo útil que quedaba y trasladarlo a Patagones, con el barco "Pascuales Cuartino". Con el cual se hizo a la mar. Nunca se supo más de ese viaje ni sus tripulantes. Una versión afirma que la nave, años después, fue advertida en Montevideo con algunas modificaciones, pero jamás pudo averiguarse lo ocurrido en aquel viaje del año 1874.
En Buenos Aires, el señor Rouquaud, pobre y desengañado, sólo le quedaban energías para tratar de concretar una reparación, cosa que nunca logró.
Falleció en Buenos Aires el 10 de mayo de 1907 a los 85 años.
En 1912, sus descendientes presentaron una demanda contra la Nación, que no prosperó por haber prescriptos los derechos.
Aquí termina la historia de uno de los tantos soñadores que se aventuraron a internarse en los entonces lejanos y desconocidos territorios y que, a pesar de correr distintas suertes, todos sirvieron en alguna medida para afianzar la soberanía en nuestra querida Patagonia.


Datos extraídos libros:

  • Puerto Santa Cruz Un Pueblo Histórico – Adolfo Carlos Oroz (1916 – 2014).
  • Historia de Santa Cruz – Juan Hilarión Lenzi (1898 – 1970).
  • Aporte fotografías históricas - Carlos Carrizo

sábado, 12 de abril de 2025

Argentina: La captura del pacífico cacique Orkeke

La captura de Orkeke




Extraigo del libro KEU-KENK – políticas indígenas en la Patagonia 1865-1965 de Liliana E. Perez



El texto es una copia de la crónica de Nicanor Larrain, que fue testigo y cronista del viaje y de la captura de Orkeke y su tribu.
El día 15 de Junio de 1883, tomaron mayor actividad los preparativos de la expedición que el gobernador de la Patagonia Coronel D. Lorenzo Vinter debía realizar sobre las indiadas del sur especialmente sobre las de Saihueqye y Anacallal. Treinta Soldados, dos jefes, dos oficiales y tres tripulantes particulares que constituían las fuerzas expedicionarias, se embarcaron en la noche, pero aun se ignoraba el termino del viaje y aun los puertos de escala, condiciones de reserva que se explican muy bien, dada la naturaleza de la misión confiada a Vinter, quien se embarcara momentos antes de salir en vapor.
Este viaje del Villarino (nombre del vapor) tenia por misión terminar con la campaña, limpiando el territorio de lo que consideraban una amenaza a la paz y el progreso. Así relata Larrain la llegada del regimiento a cargo de Lorenzo Vinter a las costas de Puerto Deseado.
El coronel Vinter con dos acompañantes se dirigió a las ruinas donde había algunos caballos y fuegos encendidos. Pronto vimos llegar a las ruinas dos indios con quienes conferencio Winter. Que luego se volvió a bordo para poder disponer el desembarco de soldados y caballos. Entonces pude bajar a tierra y me encontré con unos mercachifles chilenos, uno español y dos galeses del Chubut que con sus mercaderías de Punta Arenas venían a negociar con los indios, lo que constituye un trato ilícito del que ejerce el comercio sin patente ni licencia alguna y el contrabando que introduce al país mercaderías que no han pagado derecho de aduanas.
El Coronel Vinter cuya actividad y disposiciones ejecutivas me hago deber elogiar, mando a desembarcar 25 hombres que antes de dos horas se pusieron en camino hacia una toldería que se supo que existía a 15 lenguas a distancias.



Quien estaba a cargo de esta misión de caer sobre la toldería someter y capturar a sus miembros era el Teniente Coronel Lino Oris de Roa y el indio amigo ( ascendido a mayor Miguel Linares), este ultimo ( Linares) era el responsable de administrar las raciones de los acuerdos, en relación con los dirigentes de Carmen de Patagones.
Estos llevaban un indio rehén llamado Gencho que les sirvió de guía hasta el lugar de emplazamiento de los toldos de Orkeke, que comercializaba frecuentemente en el amplio margen comprendido por la Isla Pavon y la colonia Galesa del Chubut.
Luego se vio bajar a las alturas de las montañas a cuyo respaldo estaban las ruinas ( continua Larrain), una multitud de indios que venían a caballo o rezando en alta voz, de un modo particular por la monotonía de la música y la extrañeza del lenguaje. Eran 17 varones y 37 entre mujeres y niños, indios que componían la parcialidad del cacique Orkeke y tenían levantado 7 toldos a 15 leguas de Deseado. Algunos tenían con las caras pintadas en fajas negras, que corrían sobre las cejas y formaban un ovalo bajando por los carrillos hasta terminar en el mentón. Llamaron mi atención la uniformidad del traje, la resignación que todos manifestaron, el semblante de bondad en los varones, cierta altanería en las mujeres, y sobre todo el canto monótono de la multitud repetía “ LE QUENEQUE YAQUE DE YA, LE YA, LE YU QUELELO” canto triste que repitieron al despedirse de aquella costas.
De ahí parte el Villarino a Buenos Aires, deportando a la tribu de Orkeke y también a los mercachifles, hizo escala ( el buque) en la colonia galesa del Chubut, en la cual bajaron gran parte de las tropas, el teniente coronel Lino Roa, el mayor Miguel Linares y un abogado ingles llamado Williams Andrews. Finalmente una vez llegados a Buenos Aires, los indígenas fueron colocados en los cuarteles de Retiro.


Por: Carlos Lanni
TEHUELCHE EL VERDADERO PUEBLO ORIGINARIO DE PAMPA Y PATAGONIA