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domingo, 6 de noviembre de 2022

Conquista de América: La batalla de Cajamarca

Cajamarca

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Conquista española del Perú, 1532

Francisco Pizarro conquistó la mayor cantidad de territorio jamás tomado en una sola batalla cuando derrotó al Imperio Inca en Cajamarca en 1532. La victoria de Pizarro abrió el camino para que España reclamara la mayor parte de América del Sur y sus tremendas riquezas, así como imprimió al continente con su lengua, cultura y religión.

Los viajes de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo ofrecieron un anticipo de la vasta riqueza y los recursos que se encuentran en las Américas, y la victoria de Hernán Cortés sobre los aztecas demostró que había grandes riquezas para tomar. No sorprende que otros exploradores españoles acudieran en masa a la zona, algunos para promover la causa de su país, la mayoría para ganar su propia fortuna personal.

Francisco Pizarro fue uno de estos últimos. Hijo ilegítimo de un soldado profesional, Pizarro se unió al ejército español cuando era adolescente y luego navegó hacia La Española, desde donde participó en la expedición de Vasco de Balboa que cruzó Panamá y “descubrió” el Océano Pacífico en 1513. En el camino, escuchó historias de la gran riqueza que pertenecía a las tribus nativas del sur.

Después de enterarse del éxito de Cortés en México, Pizarro recibió permiso para dirigir expediciones por la costa del Pacífico de lo que ahora es Colombia, primero en 1524-1525 y luego nuevamente en 1526-1528. La segunda expedición experimentó tales penurias que sus hombres querían volver a casa. Según la leyenda, Pizarro dibujó una línea en la arena con su espada e invitó a cualquiera que deseara “riqueza y gloria” a cruzar y continuar con él en su búsqueda.

Trece hombres cruzaron la línea y soportaron un difícil viaje hacia lo que hoy es Perú, donde se pusieron en contacto con los incas. Después de negociaciones pacíficas con los líderes incas, los españoles regresaron a Panamá y navegaron a España con una pequeña cantidad de oro e incluso algunas llamas. El emperador Carlos V quedó tan impresionado que ascendió a Pizarro a capitán general, lo nombró gobernador de todas las tierras seiscientas millas al sur de Panamá y financió una expedición para regresar a la tierra de los Incas.

Pizarro zarpó hacia Sudamérica en enero de 1531 con 265 soldados y 65 caballos. La mayoría de los soldados llevaban lanzas o espadas. Al menos tres tenían mosquetes primitivos llamados arcabuces y veinte más llevaban ballestas. Entre los miembros de la expedición se encontraban cuatro de los hermanos de Pizarro y todos los trece aventureros originales que habían cruzado la línea de la espada de su comandante en busca de “riqueza y gloria”.



Entre la riqueza y la gloria se encontraba un ejército de 30.000 incas que representaban un imperio centenario que se extendía 2.700 millas desde el actual Ecuador hasta Santiago de Chile. Los Incas habían ensamblado su Imperio expandiéndose hacia afuera desde su territorio natal en el Valle del Cuzco. Habían obligado a las tribus derrotadas a asimilar las tradiciones incas, hablar su idioma y proporcionar soldados para su ejército. Cuando llegaron los españoles, los incas habían construido más de 10,000 millas de caminos, con puentes colgantes, para desarrollar el comercio en todo el imperio. También se habían convertido en maestros canteros con templos y hogares finamente elaborados.

Aproximadamente cuando Pizarro desembarcó en la costa del Pacífico, el líder inca, considerado una deidad, murió, dejando a sus hijos peleando por el liderazgo. Uno de estos hijos, Atahualpa, mató a la mayoría de sus hermanos y asumió el trono poco antes de saber que los hombres blancos habían regresado a sus tierras incas.

Pizarro y su “ejército” llegaron al borde sur de los Andes en el actual Perú en junio de 1532. Sin desanimarse por el informe de que el ejército inca contaba con 30.000, Pizarro avanzó hacia el interior y cruzó las montañas, una hazaña en sí misma. Al llegar al pueblo de Cajamarca en una meseta en la vertiente oriental de los Andes, el oficial español invitó al rey inca a una reunión. Atahualpa, creyéndose una deidad y poco impresionado por la pequeña fuerza española, llegó con una fuerza defensiva de solo tres o cuatro mil.

A pesar de las probabilidades, Pizarro decidió actuar en lugar de hablar. Con sus arcabuces y caballería a la cabeza, atacó el 16 de noviembre de 1532. Sorprendido por el asalto y atemorizado por las armas de fuego y los caballos, el ejército inca se desintegró, dejando prisionero a Atahualpa. La única baja española fue Pizarro, quien sufrió una herida leve mientras capturaba personalmente al líder inca.



Pizarro exigió un rescate de oro de los incas por su rey, cuya cantidad dice la leyenda que llenaría una habitación tan alta como un hombre pudiera alcanzar: más de 2500 pies cúbicos. Otras dos habitaciones debían ser llenadas de plata. Pizarro y sus hombres tenían asegurada su riqueza pero no su seguridad, ya que seguían siendo un grupo extremadamente pequeño de hombres rodeados por un gran ejército. Para aumentar sus probabilidades, el líder español enfrentó a Inca contra Inca hasta que la mayoría de los líderes viables se mataron entre sí. Pizarro luego marchó hacia la antigua capital inca en Cuzco y colocó a su rey elegido personalmente en el trono. Atahualpa, que ya no era necesario, fue sentenciado a ser quemado en la hoguera como pagano, pero fue estrangulado después de que profesara aceptar el cristianismo español.

Pizarro regresó a la costa y estableció la ciudad portuaria de Lima, donde llegaron más soldados españoles y líderes civiles para gobernar y explotar las riquezas de la región. Algunos levantamientos incas menores ocurrieron en 1536, pero los guerreros nativos no fueron rival para los españoles. Pizarro vivió en esplendor hasta que fue asesinado en 1541 por un seguidor que creía que no estaba recibiendo su parte justa del botín.

En una sola batalla, con solo él mismo herido, Pizarro conquistó más de la mitad de América del Sur y su población de más de seis millones de personas. La selva recuperó los palacios y caminos incas mientras sus riquezas partían en barcos españoles. La cultura y religión Inca dejó de existir. Durante los siguientes tres siglos, España gobernó la mayor parte de la costa norte y del Pacífico de América del Sur. Su idioma, cultura y religión todavía dominan allí hoy.

martes, 16 de agosto de 2022

Conquista de América: Pizarro marcha con 1000 perros sobre Perú

¡Gonzalo Pizarro marchando con mil perros!

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Gonzalo Pizarro y Alonso fue un conquistador español y medio hermano paterno menor de Francisco Pizarro, el conquistador del Imperio Inca.


Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco, trajo hasta mil perros con él en una expedición que comenzó en Perú en 1541. Esta puede ser la reunión más grande de perros de ataque en la historia, pero los españoles tenían perros que podían usar en la batalla contra los nativos. .

 
Gonzalo Pizarro recibió la noticia de su nombramiento en el gobierno de Quito con no disimulado placer; no tanto por la posesión que le dio de esta antigua provincia india, cuanto por el campo que abrió para el descubrimiento hacia el este, la tierra legendaria de las especias orientales, que había cautivado durante mucho tiempo la imaginación de los Conquistadores. Regresó a su gobierno sin demora y no encontró dificultad en despertar un entusiasmo similar al suyo en el seno de sus seguidores. En poco tiempo reunió a trescientos cincuenta españoles y cuatro mil indios. Iban montados ciento cincuenta de su compañía, y todos estaban equipados de la manera más completa para la empresa. Proveyó, además, contra el hambre con una gran cantidad de provisiones y una inmensa manada de cerdos que lo seguían en la retaguardia.

Era a principios de 1540 cuando emprendió esta célebre expedición. La primera parte del viaje se realizó con comparativamente poca dificultad, mientras los españoles estaban todavía en la tierra de los Incas; porque las distracciones del Perú no se habían sentido en esta lejana provincia, donde la gente sencilla vivía aún como bajo el dominio primitivo de los Hijos del Sol. Pero la escena cambió al entrar en el territorio de Quixos, donde el carácter de los habitantes, así como el clima, parecían ser de otro tipo. El país estaba atravesado por elevadas cadenas de los Andes, y los aventureros pronto se enredaron en sus pasos profundos e intrincados. A medida que ascendían hacia las regiones más elevadas, los vientos helados que soplaban por las laderas de las Cordilleras entumecían sus extremidades, y muchos de los nativos encontraron una tumba invernal en el desierto. Al cruzar esta formidable barrera, experimentaron uno de esos tremendos terremotos que, en estas regiones volcánicas, tan a menudo sacuden las montañas hasta su base. En un lugar, la tierra fue partida en dos por los terribles tormentos de la Naturaleza, mientras corrientes de vapor sulfuroso salían de la cavidad, y una aldea con algunos cientos de casas se precipitaba en el espantoso abismo.

Al descender por las laderas orientales, el clima cambió; y, a medida que iban bajando, el frío feroz fue sucedido por un calor sofocante, mientras tempestades de truenos y relámpagos, precipitándose desde las gargantas de la sierra, se derramaban sobre sus cabezas sin apenas interrupción de día ni de noche, como si las deidades ofendidas del lugar estaban dispuestas a vengarse de los invasores de sus soledades montañesas. Durante más de seis semanas, el diluvio continuó sin cesar, y los vagabundos desolados, mojados y cansados ​​por el trabajo incesante, apenas podían arrastrar sus extremidades por el suelo roto y saturado de humedad. Después de algunos meses de penoso viaje, en el que tuvieron que cruzar muchos pantanos y arroyos de montaña, llegaron por fin a Canelas, la Tierra de la Canela. Vieron los árboles que llevaban la preciosa corteza, extendiéndose en amplios bosques; sin embargo, por muy valioso que haya sido un artículo para el comercio en situaciones accesibles, en estas regiones remotas era de poco valor para ellos. Pero, de las tribus errantes de salvajes que encontraban ocasionalmente en su camino, supieron que a diez días de distancia había una tierra rica y fructífera, abundante en oro, y habitada por naciones populosas. Gonzalo Pizarro ya había llegado a los límites originalmente propuestos para la expedición. Pero esta información renovó sus esperanzas y resolvió llevar la aventura más lejos. Hubiera sido bueno para él y sus seguidores, si se hubieran contentado con volver sobre sus pasos. de las tribus errantes de salvajes que encontraban ocasionalmente en su camino, supieron que a diez días de distancia había una tierra rica y fructífera, abundante en oro, y habitada por naciones populosas. Gonzalo Pizarro ya había llegado a los límites originalmente propuestos para la expedición. Pero esta información renovó sus esperanzas y resolvió llevar la aventura más lejos. Hubiera sido bueno para él y sus seguidores, si se hubieran contentado con volver sobre sus pasos. de las tribus errantes de salvajes que encontraban ocasionalmente en su camino, supieron que a diez días de distancia había una tierra rica y fructífera, abundante en oro, y habitada por naciones populosas. Gonzalo Pizarro ya había llegado a los límites originalmente propuestos para la expedición. Pero esta información renovó sus esperanzas y resolvió llevar la aventura más lejos. Hubiera sido bueno para él y sus seguidores, si se hubieran contentado con volver sobre sus pasos.

Continuando su marcha, el país ahora se extendía en amplias sabanas terminadas en bosques que, a medida que se acercaban, parecían extenderse por todos lados hasta el borde mismo del horizonte. Aquí contemplaron árboles de ese crecimiento estupendo que sólo se ve en las regiones equinocciales. ¡Algunos eran tan grandes que dieciséis hombres apenas podían abarcarlos con los brazos extendidos! El bosque estaba densamente enmarañado con enredaderas y enredaderas parásitas, que colgaban en vistosos festones de árbol en árbol, revistiéndolos con un hermoso ropaje a la vista, pero formando una red impenetrable. A cada paso de su camino, se vieron obligados a abrir un paso con sus hachas, mientras sus ropas, podridas por los efectos de las lluvias torrenciales a las que habían estado expuestos, se enganchaban en cada arbusto y zarza, y colgaban alrededor de ellos en jirones Sus provisiones, echadas a perder por el tiempo, hacía tiempo que habían fallado, y el ganado que se habían llevado con ellos se había consumido o se había escapado por los bosques y pasos de montaña. Habían partido con casi mil perros, muchos de ellos de la raza feroz que se usaba para cazar a los desafortunados nativos. Ahora los mataron gustosamente, pero sus miserables cadáveres proporcionaron un magro banquete para los hambrientos viajeros; y, cuando se acabaron, sólo tenían las hierbas y las raíces peligrosas que podían recoger en el bosque.

Por fin, la desgastada compañía llegó a una amplia extensión de agua formada por el Napo, uno de los grandes afluentes del Amazonas, y que, aunque sólo es un río de tercera o cuarta categoría en América, pasaría por uno de primera magnitud. en el Viejo Mundo. La vista alegró sus corazones, ya que, serpenteando a lo largo de sus orillas, esperaban encontrar una ruta más segura y practicable. Después de atravesar sus límites por una distancia considerable, cercados por matorrales que exigieron al máximo su fuerza para vencer, Gonzalo y su grupo llegaron a escuchar un estruendo que sonaba como un trueno subterráneo. El río, azotado con furia, se desplomó sobre rápidos con una velocidad espantosa, y los condujo al borde de una magnífica catarata que, para sus maravillosas fantasías, se precipitó hacia abajo en un gran volumen de espuma a la profundidad de mil doscientos pies! Los espantosos sonidos que habían oído a una distancia de seis leguas se hicieron aún más opresivos para los espíritus por la sombría quietud de los bosques circundantes. Los rudos guerreros estaban llenos de sentimientos de asombro. Ni un ladrido hizo hoyuelos en las aguas. No se veía ningún ser vivo excepto los habitantes salvajes del desierto, la boa difícil de manejar y el repugnante caimán que tomaba el sol en las orillas del arroyo. Los árboles alzándose con magnificencia extendida hacia el cielo, el río rodando en su lecho rocoso como había rodado durante siglos, la soledad y el silencio de la escena, rotos solo por la ronca caída de las aguas, o el leve susurro de las bosque,

A cierta distancia por encima y por debajo de las cataratas, el lecho del río se contraía de modo que su ancho no excedía los veinte pies. Presionados por el hambre, los aventureros decidieron, a toda costa, cruzar al lado opuesto, con la esperanza de encontrar un país que les diera sustento. Se construyó un frágil puente arrojando los enormes troncos de los árboles a través del abismo, donde los acantilados, como si se partieran en dos por alguna convulsión de la naturaleza, descendían en picado a una profundidad perpendicular de varios cientos de pies. Sobre esta calzada aireada, los hombres y los caballos lograron efectuar su paso con la pérdida de un solo español, quien, mareado por mirar hacia abajo sin darse cuenta, perdió el equilibrio y cayó en las oleadas hirvientes de abajo.

Sin embargo, ganaron poco con el intercambio. El campo tenía el mismo aspecto poco prometedor, y las riberas de los ríos estaban salpicadas de árboles gigantescos o bordeadas de matorrales impenetrables. Las tribus de indios, con quienes se encontraban ocasionalmente en el desierto sin caminos, eran feroces y hostiles, y estaban enzarzados en perpetuas escaramuzas con ellos. De ellos supieron que se iba a encontrar un país fructífero río abajo a la distancia de sólo unos pocos días de viaje, y los españoles continuaron su cansado camino, aún esperando y aún engañados, mientras la tierra prometida revoloteaba ante ellos, como el arco iris, retrocediendo a medida que avanzaban.

Al fin, agotado por el trabajo y el sufrimiento, Gonzalo resolvió construir una barca lo suficientemente grande para transportar la parte más débil de su compañía y su equipaje. Los bosques le proporcionaron madera; las herraduras de los caballos que habían muerto en el camino o habían sido sacrificados para comer, se convirtieron en clavos; la goma destilada de los árboles tomó el lugar de la brea; y las ropas andrajosas de los soldados sustituían a la estopa. Fue un trabajo de dificultad; pero Gonzalo animó a sus hombres en la tarea, y dio ejemplo tomando parte en sus trabajos. Al cabo de dos meses se completó un bergantín, toscamente ensamblado, pero fuerte y de carga suficiente para llevar a la mitad de la compañía, el primer barco europeo que flotó en estas aguas interiores.

Gonzalo dio el mando a Francisco de Orellana, un caballero de Truxillo, en cuyo coraje y devoción a sí mismo pensó que podía confiar. La tropa ahora avanzaba, siguiendo todavía el curso descendente del río, mientras el bergantín se mantenía al costado; y cuando intervino un promontorio audaz o un terreno más impracticable, proporcionó ayuda oportuna mediante el transporte de los soldados más débiles. De esta manera viajaron, durante muchas semanas fatigosas, a través del lúgubre desierto en las fronteras del Napo. Cada pizca de provisiones se había consumido hacía mucho tiempo. El último de sus caballos había sido devorado. Para apaciguar los mordiscos del hambre, se complacían en comer el cuero de sus sillas de montar y cinturones. Los bosques les proporcionaban escaso sustento y se alimentaban con avidez de sapos, serpientes y otros reptiles que ocasionalmente encontraban.

No es este el lugar para dejar constancia de las circunstancias de OrellanaLa extraordinaria expedición de. Tuvo éxito en su empresa. Pero es maravilloso que haya escapado al naufragio en la navegación peligrosa y desconocida de ese río. Muchas veces su barco estuvo a punto de hacerse añicos en sus rocas y en sus furiosos rápidos; y corría un peligro aún mayor por parte de las tribus guerreras de sus fronteras, que caían sobre su pequeña tropa cada vez que intentaba desembarcar, y seguían su estela durante millas en sus canoas. Por fin salió del gran río; y una vez en el mar, Orellana se dirigió a la isla de Cubagua; pasando de allí a España, se dirigió a la corte y contó las circunstancias de su viaje: de las naciones de Amazonas que había encontrado en las orillas del río, el El Dorado, del que el informe le aseguraba que existía en la vecindad, y otros maravillas, —la exageración más que la acuñación de una fantasía crédula. Su audiencia escuchó con oídos atentos los relatos del viajero; y en una era de maravillas, cuando los misterios de Oriente y Occidente salían a la luz cada hora, se les podría disculpar por no discernir la verdadera línea entre el romance y la realidad.

No encontró ninguna dificultad en obtener una comisión para conquistar y colonizar los reinos que había descubierto. Pronto se vio a sí mismo a la cabeza de quinientos seguidores, dispuesto a compartir los peligros y los beneficios de su expedición. Pero ni él ni su país estaban destinados a realizar estas ganancias. Murió en su viaje de ida, y las tierras bañadas por el Amazonas cayeron dentro de los territorios de Portugal. El infortunado navegante ni siquiera disfrutó del honor indiviso de dar su nombre a las aguas que había descubierto. Sólo disfrutó de la estéril gloria del descubrimiento, seguramente no compensada por las inicuas circunstancias que lo acompañaron.

Uno del partido de Orellana mantuvo una tenaz oposición a sus procedimientos, por repugnantes tanto a la humanidad como al honor. Este fue Sánchez de Vargas; y el cruel comandante se vengó de él abandonándolo a su suerte en la desolada región donde ahora lo encontraban sus compatriotas.

Los españoles escucharon con horror el relato de Vargas, y casi se les heló la sangre en las venas al verse así abandonados en el corazón de este remoto desierto, y privados de su único medio de escapar de él. Hicieron un esfuerzo para proseguir su viaje a lo largo de las orillas, pero, después de algunos días arduos, las fuerzas y el ánimo fallaron, ¡y se rindieron desesperados!

Fue entonces cuando las cualidades de Gonzalo Pizarro, como líder apto en la hora del desánimo y el peligro, brillaron conspicuamente. Avanzar más lejos era inútil. Quedarse donde estaban, sin comida ni ropa, sin defensa de los feroces animales del bosque y de los feroces nativos, era imposible. Quedaba un solo curso; era volver a Quito. Pero esto trajo consigo el recuerdo del pasado, de sufrimientos que podían estimar muy bien, difícilmente soportables ni siquiera en la imaginación. Estaban ya por lo menos a cuatrocientas leguas de Quito, y había pasado más de un año desde que habían emprendido su dolorosa peregrinación. ¡Cómo podrían volver a encontrarse con estos peligros!

Sin embargo, no había alternativa. Gonzalo trató de tranquilizar a sus seguidores insistiendo en la invencible constancia que habían mostrado hasta entonces; exhortándolos a mostrarse aún dignos del nombre de castellanos. Les recordó la gloria que adquirirían para siempre por su heroica hazaña, cuando llegaran a su propio país. Los haría volver, dijo, por otro camino, y no podía ser sino que se encontraran en alguna parte con aquellas regiones abundantes de que tantas veces habían oído hablar. Era algo, al menos, que cada paso los llevaría más cerca de casa; y como, en todo caso, era claramente el único camino que quedaba ahora, debían prepararse para afrontarlo como hombres. El espíritu sustentaría el cuerpo; ¡y las dificultades encontradas en el espíritu correcto ya estaban medio vencidas!

Los soldados escucharon con entusiasmo sus palabras de promesa y aliento. La confianza de su líder dio vida a los abatidos. Sintieron la fuerza de su razonamiento, y al prestar oído atento a sus seguridades, revivió en sus pechos el orgullo del viejo honor castellano, y todos captaron algo del generoso entusiasmo de su comandante. Él tenía, en verdad, derecho a su devoción. Desde la primera hora de la expedición, había soportado libremente su parte en sus privaciones. Lejos de reclamar la ventaja de su posición, había tomado su suerte con el soldado más pobre; ministrando a las necesidades de los enfermos, animando los espíritus de los abatidos, compartiendo su asignación limitada con sus seguidores hambrientos, llevando su parte completa en el trabajo y la carga de la marcha, mostrándose siempre como su fiel camarada, nada menos que su capitán. Encontró el beneficio de esta conducta en una hora difícil como la presente.

Le ahorraré al lector la recapitulación de los sufrimientos soportados por los españoles en su marcha retrógrada a Quito. Tomaron una ruta más al norte que aquella por la que se habían acercado al Amazonas; y, si se acompañó con menos dificultades, experimentaron angustias aún mayores por su mayor incapacidad para vencerlas. Su único sustento era la escasa comida que podían recoger en el bosque, o encontrar felizmente en algún asentamiento indio abandonado, o exprimir con violencia a los nativos. Algunos enfermaron y se desplomaron en el camino, porque no había quien los socorriera. La miseria intensa los había vuelto egoístas; y muchos pobres desgraciados fueron abandonados a su suerte, para morir solos en el desierto, o, más probablemente, para ser devorados, mientras vivían, por los animales salvajes que vagaban por él.

Finalmente, en junio de 1542, después de algo más de un año consumido en su marcha de regreso a casa, la desgastada compañía llegó a las elevadas llanuras en las cercanías de Quito. ¡Pero qué diferente su aspecto del que habían exhibido al salir por las puertas de la misma capital, dos años y medio antes, con gran esperanza romántica y con todo el orgullo del atavío militar! Sus caballos se han ido, sus brazos están rotos y oxidados, las pieles de animales salvajes en lugar de ropa colgando flojamente alrededor de sus extremidades, sus largos y enmarañados mechones caen salvajemente sobre sus hombros, sus rostros quemados y ennegrecidos por el sol tropical, sus cuerpos devastados por el hambre. y dolorosamente desfigurado por las cicatrices, parecía como si el osario hubiera entregado a sus muertos, mientras, con paso incierto, se deslizaban lentamente hacia adelante como una tropa de espectros lúgubres.

Los pocos habitantes cristianos del lugar, con sus esposas e hijos, salieron a recibir a sus paisanos. Les ministraron todo el alivio y refrigerio en su poder; y, mientras escuchaban el triste relato de sus sufrimientos, mezclaban sus lágrimas con las de los vagabundos. Toda la compañía entró entonces en la capital, donde su primer acto —debe mencionarse— fue ir en grupo a la iglesia y ofrecer acción de gracias al Todopoderoso por su milagrosa preservación a través de su larga y peligrosa peregrinación. Tal fue el final de la expedición al Amazonas; una expedición que, por sus peligros y penurias, la duración de su duración y la constancia con la que fueron soportadas, permanece, quizás, sin igual en los anales del descubrimiento americano.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Conquista de América: Becerrillo, el perro de guerra de los conquistadores

Becerrillo: El temible perro de guerra de los conquistadores Españoles

Ancient Origins


Los perros se han utilizado como poderosas armas de guerra durante al menos los últimos 3000 años. Se sabe que los antiguos egipcios, griegos, persas, sármatas, británicos y romanos utilizaron perros en combate o para exploradores, centinelas, rastreadores o verdugos. Pero los conquistadores españoles emplearon perros de guerra a una escala que rara vez se había visto antes y con un efecto devastador.

Cristóbal Colón fue el primero en usar perros como armas en el Nuevo Mundo. Los liberó sobre los indígenas de La Española en 1493 y para dispersar grupos que llegaron a detener su desembarco en Jamaica en 1494. Pero fue la Batalla de Vega Real en 1495 la que despertó a Colón del potencial que tenían los perros como armas contra los habitantes. de esta nueva tierra.

El 27 de marzo de 1495, Colón y su hermano Bartolomé marcharon hacia el interior de La Española con 200 hombres, 20 jinetes y 20 perros mastines españoles para luchar contra los nativos arawak, que se oponían al dominio español. Las fuerzas fueron dirigidas por el conquistador español Alonso de Ojeda, quien había aprendido el arte de usar perros de guerra en batallas contra los moros de Granada. En el libro ¨The Pawprints of History: Dogs in the Course of Human Events¨, el autor Stanley Coren describe la escena:

“Reunió a los perros en el flanco de la derecha y esperó hasta que la batalla alcanzó un alto nivel de furia. Luego soltó a los veinte mastines, gritando "¡Tómalos!". Los perros enojados se abalanzaron sobre los combatientes nativos en una falange furiosa, arrojándose sobre los cuerpos desnudos de los indios. Agarraron a sus oponentes por la barriga y la garganta. Cuando los indios aturdidos caían al suelo, los perros los destripaban y los despedazaban. Pasando de una víctima sangrienta a otra, los perros atravesaron las filas nativas ".

Con cada viaje posterior a las Américas, se llevaron cientos y luego miles de perros más. La raza más popular era el mastín, que podía pesar hasta 250 libras y aplastar huesos con sus enormes mandíbulas. Su gran tamaño y apariencia feroz infundieron terror entre la población nativa. Conquistadores famosos, como Balboa, Velásquez, Cortés, De Soto, Toledo, Coronado y Pizarro, todos usaron perros como instrumentos de subyugación, ejecución y como una forma de guerra psicológica. Pero fue Juan Ponce de León, un alto funcionario militar del gobierno colonial de La Española, quien desató al guerrero más feroz de todos: Becerrillo.


Los perros mastines se utilizaron como armas de guerra. (typau / Adobe Stock)

Becerrillo: el 'perro' que fue entrenado para matar

Becerrillo, un nombre que significa "Toro Pequeño", era un mastín de piel roja y ojos marrones propiedad del explorador español Juan Ponce de León, pero a menudo confiado al cuidado de los conquistadores Capitán Diego Guilarte de Salazar y Sancho de Aragón.

Los orígenes de Becerrillo son inciertos, pero se cree que nació en las Américas en las perreras de Ponce de León. Los primeros registros de él datan de 1511, pero para entonces ya se lo describía como cicatrices de batalla deportivas.

Ponce de León fue el conquistador de Puerto Rico. Después de aterrizar allí en 1508, se llenó los bolsillos de oro antes de convencer al hijo de Cristóbal Colón, Diego, de que lo declarara gobernador de la isla. Luego partió con hombres y perros para someter a la población nativa y hacerse rico.



Grabado español del siglo XVII (en color) de Juan Ponce de León (dominio público)

Entrenó su preciada posesión Becerrillo para convertirse en un arma poderosa. Al perro se le enseñó a distinguir entre los españoles y los nativos, a buscar y matar a los cautivos fugitivos y a matar en la batalla.

El historiador y cronista español del siglo XVI, Bartolomé de las Casas, informó que Becerrillo “atacó a sus enemigos con rabia frenética y defendió a sus amigos con mucho coraje…”, y agregó que los indígenas tenían “más miedo de diez soldados españoles con Becerrillo que cien por sí mismos ".

Becerrillo era tan hábil para rastrear, matar y aterrorizar a los nativos, que valió 50 soldados para Ponce en su campaña para someter al pueblo taíno de Puerto Rico.

En 1512, la suerte de Ponce de León cambiaría. Diego Colón sintió envidia de las riquezas que Ponce de León estaba adquiriendo en Puerto Rico. Diego convenció al rey de que lo nombrara gobernador, usurpando oficialmente a Ponce. No dispuesto a abandonar su búsqueda de riqueza, Ponce consiguió una subvención para conquistar una isla llamada Bimini, según se rumoreaba, estaba llena de oro y tesoros. Zarpó en 1512, dejando Becerrillo al cuidado de Guilarte de Salazar y Sancho de Aragón.

Salazar se apresuró a utilizar a Becerrillo en la batalla. Una noche, Becerrillo alertó a los conquistadores de un ataque sorpresa lanzado por los nativos. Salazar se lanzó a la acción con el perro a su lado, y en solo 30 minutos, Becerrillo había atacado y matado a 33 de los nativos, dejando atrás un campo de batalla de cuerpos.

Becerrillo muestra piedad

Mientras Becerrillo había sido entrenado para matar, un relato histórico, relatado en ¨Pawprints of History¨ de Coren, cuenta una historia de misericordia. Los conquistadores estaban acampados fuera del asentamiento de Caparra en Puerto Rico esperando la llegada del gobernador español. Buscando algo para divertirse, Salazar le dio un papel doblado a una anciana, diciéndole que se lo entregara al gobernador. Cuando la mujer comenzó su camino, Salazar soltó a Becerrillo y le ordenó que la matara. Mientras el perro corría hacia ella, la mujer se arrodilló y se informó que gritó: "Por favor, mi señor perro. Estoy en camino para llevar esta carta a los cristianos. Te lo ruego, mi señor perro, por favor no lastimarme."

Becerrillo olfateó a la mujer y luego, desobedeciendo las órdenes de su amo, se volvió y se alejó. Cuando el gobernador fue informado de lo ocurrido, liberó a la anciana y prohibió aterrorizar más a los lugareños, declarando: "No permitiré que la compasión y la clemencia de un perro eclipsen a las de un verdadero cristiano".

Muerte

La campaña de terror cometida a través de Becerrillo llegó a su fin una mañana de 1514 cuando los indígenas caribes de la isla de Vieques capturaron Sancho de Aragón. Según el historiador español Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés en su Historia de 1535, el perro persiguió a los atacantes que habían despegado en canoas, abriéndose paso por el agua. Becerrillo se convirtió en un blanco fácil y fue alcanzado por una andanada de flechas. Los soldados españoles cauterizaron sus heridas, pero murió poco después. Se le dio un entierro secreto y, según Oviedo, se lamentó más que a sus compañeros caídos.

Como todo soldado y todo perro leal a su amo, Becerrillo fue obediente y leal hasta el final. Puede que haya matado a muchos, pero fueron sus amos los verdaderos asesinos.

Imagen de portada: una ilustración de perros de guerra españoles con armadura de batalla, que debe haber sido similar al Becerrillo de la fama del conquistador español. (Dominio público).

Autora: Joanna Gillan

viernes, 25 de septiembre de 2020

Conquista de América: La muerte de Moctezuma




Izquierda: Como consecuencia de la matanza que Pedro de Alvarado llevó a cabo durante la celebración de la fiesta de tóxcatl en el Templo Mayor de Tenochtitlan, los mexicas sitiaron a los españoles. Para calmar a la multitud, los conquistadores hicieron salir a Motecuhzoma II para arengarla e intentar tranquilizarla. En la escena se ve a un español que sujeta por el cuello con una cuerda a Motecuhzoma y enfrente hay un personaje vestido con máxtlatl o taparrabos, con una espada española clavada en el vientre. Una glosa en náhuatl, muy deteriorada, incluye el posible nombre del muerto: “mo[tecu]ço-matzin”. Códice Moctezuma. Centro: En el Códice Florentino fue dibujado Itzquauhtzin, gobernador de Tlatelolco, cuando desde la terraza de un edificio habló con los mexicas. En el texto del Florentino se afirma que Motecuhzoma estaba presente. Códice Florentino, lib. XII, f.36v. Derecha: En la versión enmendada de 1585 del lib. XII de la Historia General de las cosas de Nueva España, que se conserva en la Boston Public Library, se dice que a Motecuhzoma y a Itzquauhtzin “que los mataron los españoles del fuerte” ejecutándolos mediante garrote, es decir, los estrangularon. Dos españoles arrojan el cadáver de Motecuhzoma II al agua, cerca del muro donde estaba la piedra que llamaban teoáyoc. Códice Florentino, lib. XII, f. 40v. Digitalización: Raíces


La muerte de Motecuhzoma II. Entre todos lo mataron y él solito se murió


Juan José Batalla Rosado || Arqueología Mexicana


Es imposible concluir cómo murió realmente Motecuhzoma II y cuál fue el bando que se ocupó de ello. Entre la versión de la pedrada propinada por los mexicas o su posible suicidio, que ofrecen los españoles, y la ejecución por espada, cuchillo o estrangulamiento mantenida por los indígenas media un abismo. Lo importante de la cuestión es que a ninguna de las partes le interesaba un Motecuhzoma Xocoyotzin vivo.

Lo único que tenemos por cierto sobre la muerte de Motecuhzoma Xocoyotzin es que falleció a finales de junio de 1520, antes de la huida de los españoles de México-Tenochtitlan en la llamada “noche triste” del día 30 de dicho mes. Ahora bien, la pregunta que aún hoy en día se plantea es ¿quién mató a Motecuhzoma II? Dos son las versiones que se han mantenido: fueron los indígenas mediante una pedrada o los españoles atravesándolo con una espada, de varias puñaladas o aplicándole garrote, es decir, estrangulamiento. A ellas también se podría añadir la posibilidad del suicidio.
 En estas páginas vamos a revisar las pruebas que permiten mantener ambas historias utilizando las fuentes del siglo XVI, tanto las crónicas como los códices pictóricos y sus comentarios explicativos. Como veremos, el resultado de la investigación no nos va a permitir establecer con claridad quién fue el autor del “asesinato”, ni cómo se llevó a cabo, aunque en nuestra opinión, a ambos bandos les interesaba matarlo o no les importaba su muerte, por un motivo u otro, de ahí el subtítulo que hemos utilizado en este trabajo pues, dada la situación creada, lo mejor que podía hacer Motecuhzoma Xocoyotzin era morirse, aunque hubiera que ayudarlo para ello.

Versión española: pedrada en la terraza del palacio


Los textos de los conquistadores coinciden en señalar que, tras la victoria de Hernán Cortés sobre Pánfilo de Narváez y su regreso a Tenochtitlan, Motecuhzoma sale a la terraza del palacio donde los españoles estaban cercados para intentar aplacar los ánimos de los mexicas, tras la matanza llevada a cabo por Pedro de Alvarado durante la celebración de la fiesta de tóxcatl. Ahora bien, no hay acuerdo unánime sobre de quién fue la idea. Entre otros, Hernán Cortés (segunda carta de Relación) y fray Juan de Torquemada (Monarquía Indiana, lib. IV, cap. LXX) mantienen que fue el propio Motecuhzoma el que lo solicitó, pero Bernal Díaz del Castillo (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, cap. CXXVI) nos dice que fue a petición de Cortés y que el tlatoani se negó, y tuvo que ser convencido por el padre De la Merced y Cristóbal de Olid. Por su parte, Bernardino Vázquez de Tapia (Relación de méritos y servicios) y Francisco de Aguilar (Relación breve de la conquista de la Nueva España, séptima jornada) indican también que la solicitud partió de Hernán Cortés. Ahora bien, todos coinciden en relatar que al asomarse Motecuhzoma a la terraza recibió el golpe de una piedra en la cabeza, del que terminó muriendo al cabo de tres días, fruto de una fuerte depresión más que por la herida sufrida. Incluso en la versión de Bernal Díaz (cap. CXXVII) se menciona la posibilidad de un suicidio: “él [Motecuhzoma] debió mandar que le pusiesen alguna cosa con la que se pasmó”.


Batalla Rosado, Juan José, “La muerte de Motecuhzoma II. Entre todos lo mataron y él solito se murió”, Arqueología Mexicana, Núm. 112, pp. 48-53.

domingo, 28 de junio de 2020

La conquista vikinga de Inglaterra

La conquista danesa de Inglaterra (980–1016)

W&W




Inglaterra, 878

El capítulo final de la saga vikinga se desarrolló como una competencia de décadas entre reyes por el control de Inglaterra en medio de una rivalidad real por el norte. Aunque la mayoría de los jugadores clave eran de ascendencia escandinava, el poder marítimo solo jugó un papel secundario. Quizás porque los hombres del norte todavía dominaban los mares del norte, las únicas batallas navales de alguna importancia se libraron entre adversarios escandinavos en aguas escandinavas.

La batalla por Inglaterra comenzó con el misterioso asesinato del rey Eduardo en el castillo de Corfe en marzo de 978, porque este evento trajo al trono Æthelred the Unready (o más correctamente "los mal aconsejados"). La fuerte línea de sucesores de Alfred se había disipado y Æthelred, de apenas doce años en el momento de su adhesión, estaba mal equipado para lidiar con el renovado asalto vikingo desde el mar. Las incursiones en las costas sur y oeste de Inglaterra, aprovechando la debilidad percibida, comenzaron a llegar ya en 980. Inicialmente, los merodeadores podrían haber venido de Irlanda, pero pronto comenzaron a llegar desde Escandinavia, debido en parte a la reducción de la afluencia. de plata árabe, que había comenzado a disminuir a principios de siglo. Las incursiones eran pequeñas al principio y dirigidas por jefes menores, tal como lo fueron al comienzo de la era vikinga. Siete barcos saquearon Southampton en 981 y solo tres saquearon Portland en 982. Sin embargo, en la década de 990, grandes señores y reyes a la cabeza de grandes flotas estaban devastando las costas de Inglaterra.

Olaf Tryggvason, futuro rey de Noruega, devastó Folkestone en 991 con una flota de noventa y tres barcos antes de pasar a Sandwich, Ipswich y finalmente Maldon, donde asesinó a Ealdorman Byrhtnoth y su ejército. Tres años más tarde se unió con Svein Forkbeard de Dinamarca para atacar Londres con noventa y cuatro barcos. Solo después de exigir un tributo de 16,000 libras en plata, los dos acordaron partir. Sería el primero de varios pagos por la paz, más tarde llamado Danegeld ("homenaje a Dane"). Finalmente, la corona de Inglaterra literalmente pagaría lo suficiente en tributo para financiar su propia conquista. Además, los pagos no trajeron paz. Las flotas de asaltantes remunerados con plata inglesa a menudo fueron reemplazadas por otras igualmente rapaces. Otra flota danesa devastó el extremo sur de la isla desde Watchet en la desembocadura del Severn en 997 hasta Rochester en el estuario del Támesis en 999.178. La Crónica anglosajona se lamentó de que Æthelred respondió a todo con ineptitud característica: "Entonces el rey con sus consejeros decidieron que ellos [los asaltantes daneses] debían enfrentarse a un ejército de barcos y también a un ejército de tierra, pero cuando los barcos estaban listos, había demoras día a día, lo que angustiaba a los desgraciados que yacían en el barcos. »La flota danesa finalmente partió hacia Normandía por su propia cuenta el verano siguiente.

El único respiro que recibió Inglaterra después de este último estragos fue cuando los antiguos aliados Olaf Tryggvason y Svein Forkbeard tuvieron una disputa por el control de Noruega en el cambio de milenio. Olaf explotó el asesinato de Earl Hakon Sigurdsson, el gobernante de facto de Noruega, a manos de un esclavo en 995 al usar su parte del tributo inglés de 994 para financiar su asunción de la corona noruega. Svein, sin embargo, consideró esto como una provocación, ya que se consideraba a sí mismo señor supremo de Noruega, al igual que su padre y predecesor, Harald Bluetooth. Entonces, en septiembre de 1000, arregló con sus aliados, Earl Erik Hakonsson (hijo de Hakon) y Olaf Skötkonung, rey de Svear, emboscar a Olaf Tryggvason mientras navegaba a casa desde Wendland en la costa sur del Báltico. Contra la flota aliada de setenta y un buques de guerra, Tryggvason solo tenía once, pero uno de ellos era el gran drakkar (ship barco de dragones ’) Ormrinn Langi (‘ Serpiente Larga ’). Se suponía que tenía treinta y cuatro asientos de remo, lo que significa que probablemente tenía unos 45 m de largo. Además, se dijo que cada uno de estos bancos de remo había acomodado a ocho remeros para un total de 272 tripulantes más treinta cazas adicionales en la proa, lo que le dio al buque un complemento de tripulación de más de 300. Y cada miembro de la tripulación fue especialmente elegido, la mayoría viniendo del séquito real. El Heimskringla afirmó que era "el barco mejor equipado y más costoso que se haya construido en Noruega". Cuando Olaf Tryggvason vio al anfitrión enemigo acercarse a un lugar en el Báltico occidental llamado Svöld (la ubicación exacta es incierta), ordenó que todas sus embarcaciones se unieran y se aseguró de que las otras dos naves dragón, Short Serpent y Crane, fueran atadas. la suya a cada lado. "Esta pelea fue muy aguda y sangrienta", dijo Snorre Sturlason, el autor de Heimskringla. Sin embargo, el resultado del encuentro nunca estuvo realmente en duda. Los números superiores de Svein le permitieron atacar los extremos de la línea de Olaf y despejar cada barco de uno en uno hasta llegar a la Serpiente Larga. Con el tiempo, incluso este gran drakkar cayó y Olaf, con su escudo sobre su cabeza, se arrojó al mar para convertirse en material de sagas.

Sin embargo, nada de esto hizo que los ingleses fueran menos vulnerables al ataque vikingo. El "ejército de barcos de asalto" danés que había invernado en Normandía en 1000 regresó por más en 1001. Trabajando desde la Isla de Wight, devastó la costa sur desde Devon hasta Sussex. Redthelred volvió a recurrir al soborno en 1002 para deshacerse de los asaltantes: 24,000 libras en plata esta vez, junto con los suministros. Luego, perversamente, procedió a eliminar cualquier beneficio posible de la transacción al ordenar la masacre de todos los daneses en su reino el día de San Brice, el 13 de noviembre de ese mismo año. Según los informes, entre los asesinados estaba Lady Gunnhild, hermana de Svein Forkbeard. Esto, por supuesto, provocó una retribución de este último el año próximo. Exeter, Wilton, Salisbury, Norwich y Thetford pagaron el precio. Según la Crónica anglosajona, lo único que indujo al rey danés a abandonar finalmente el reino en 1005 fue una "gran hambruna, durante toda la raza inglesa, de modo que nadie recordara nunca uno tan sombrío". Pero Svein regresó con su flota al año siguiente para retomar, casi sin oposición, donde lo había dejado. Para entonces, en el año 1007, el rescate del reino había aumentado a 36,000 libras de plata más provisiones.



Tales pagos de tributos cada vez mayores solo parecían invitar a más extorsiones violentas. Elthelred intentó romper el ciclo de apaciguamiento pecuniario en 1008 al ordenar que cada 310 pieles fueran responsables de producir un buque de guerra, pero una vez más el liderazgo débil condenó a la empresa. Al menos un centenar de barcos se recolectaron en Sandwich, pero las luchas internas y la traición provocaron la apropiación indebida de veinte y el resto se quemó. El jefe danés Thorkel el Alto llegó a Sandwich en agosto de 1009. Su campaña culminó con la captura de Canterbury en 1011. También le costó la vida al arzobispo Ælfheah en 1012 y Æthelred 48,000 libras adicionales de tributo. Para ser justos, Elthelred pensó que estaba comprando la lealtad de Thorkel y obteniendo una flota de cuarenta y cinco barcos en el acuerdo. Sin embargo, le sirvió poco. Svein Forkbeard apareció en Sandwich en julio de 1013 con una 'flota numerosa' de 'naves en torre' tan magníficas que un monje del monasterio de San Omer en Flandes se enfureció poéticamente durante un paso completo de Encomium Emmae Reginae (un panegírico del siglo XI). a la reina Emma de Inglaterra). Dejando de lado el embellecimiento literario, Else Roesdahl probablemente tenga razón cuando dice que los barcos deben haber sido similares a los barcos Skuldelev 2 y 5. A finales de año, Inglaterra era suya y Ethelred se había refugiado en la corte del duque Ricardo II de Normandía, el hermano de su esposa Emma.

El exilio de Elthelred fue breve. Svein Forkbeard murió el 3 de febrero de 1014, pocas semanas después de ganar el reino. Sus fuerzas prometieron su lealtad a su hijo Cnut, de apenas dieciocho años, pero la nobleza inglesa retiró a Æthelred de Normandía. Para variar, este último actuó con cierto despacho, desembolsando 21,000 libras en plata para garantizar la lealtad de la flota de Thorkel. Frente a una aristocracia inglesa unida, Cnut se vio obligado a retirarse a Dinamarca. Pero no cedería tan fácilmente lo que consideraba su patrimonio. Con la ayuda de su hermano Harald, ahora rey de Dinamarca, Cnut equipó una nueva y poderosa flota, numerando hasta 200 barcos según el Encomium Emmae Reginae. Regresó a Sandwich en el verano de 1015 y pronto sometió a Wessex, lo que provocó que el ealdorman Eadric lo abandonara con cuarenta de las naves del rey. En la primavera de 1016, Cnut penetró en el estuario del Támesis con una flota de 160. Pero incluso antes de que pudiera llegar a Londres, Æthelred abandonó su infeliz vida el 23 de abril. "Luego, en los días de rogación [7–9 de mayo] los barcos [daneses] llegaron a Greenwich e inmediatamente se volvieron a Londres", relató la Crónica anglosajona ", cavaron una zanja en el lado sur y arrastraron sus barcos al lado oeste del puente [London Bridge], y luego hizo una cama con la ciudad para que nadie pudiera entrar o salir. »El hijo de Æthelred, Edmund, luchó con ganas, incluso aliviando a Londres en un punto, pero en Ashingdon en Essex el 18 de octubre Cnut ganó su corona. Edmund falleció apenas un mes después.

El fin de la era vikinga (1017-1066)

Cnut se movió rápidamente para consolidar su conquista. Se coronó formalmente en Londres el 6 de enero de 1017 y en julio se casó con la viuda de Æthelred, Emma, ​​para ganarse el favor de sus nuevos súbditos. En 1018 disolvió su gran anfitrión danés, salvó cuarenta barcos, con un pago de tributo de 10,500 libras de plata solo de Londres y 72,000 libras del resto del reino. Su hermano Harald murió ese mismo año, dejando a Cnut en control de Dinamarca. En 1027, Escocia se sometió a él y en 1028 se apoderó de Noruega de Olaf Haraldsson haciendo desfilar una magnífica flota por su costa sin oposición. En palabras del erudito vikingo Gwyn Jones, "una vez más, un rey que había perdido el mando del mar había perdido su reino como consecuencia, y Knut, que tenía ese mando, heredó". En una peregrinación a Roma para asistir a la coronación de Conrad II como Emperador del Sacro Imperio Romano, Cnut escribió una carta al pueblo inglés proclamándose a sí mismo "el rey de toda Inglaterra y Dinamarca y los noruegos y algunos de los suecos". Los vikingos y los herederos escandinavos de su legado habían alcanzado su cénit: ocuparon tierras tan lejanas como Groenlandia; Yaroslav el Sabio había llevado a los Varangian Rus a la cúspide de su poder como Gran Príncipe de Kiev; el Reino de Dublín floreció bajo Sigtrygg Silkbeard; los descendientes del jefe vikingo Rollo gobernaron sobre uno de los ducados más poderosos de la cristiandad; y ahora el vástago de la realeza vikinga dominaba Inglaterra y la mayor parte de Escandinavia.

La misma audacia que había ayudado a crear la victoria vikinga ahora contribuiría a su derrota. Cnut murió en Dorset el 12 de noviembre de 1035, poniendo en marcha una oleada de sucesiones en un corto lapso. Harald Harefoot, su hijo de su amante Ælfgifu, heredó la corona de Inglaterra, mientras que Harthacnut, el hijo de Cnut de Emma, ​​tomó el trono de Dinamarca. Magnus, el hijo del antiguo enemigo de Cnut, Olaf Haraldsson, irónicamente se convirtió en rey de Noruega. Cuando Harald Harefoot murió en 1040, Harthacnut lo reemplazó como rey de Inglaterra, pero él mismo falleció en 1042 y fue sucedido por Edward, el hijo de Æthelred de Emma. Al mismo tiempo, Magnus asumió la soberanía sobre Dinamarca. Esto fue impugnado por Earl Svein Estridsson, el sobrino de Cnut, quien conoció a Magnus en una de las confrontaciones marítimas clásicas de la época: la Batalla de Aarhus en 1043. Los dos contendientes reales azotaron sus barcos largos en líneas opuestas y las dos líneas chocaron con el arco. inclinarse frente a la costa este de Jutlandia en Navidad. Como lo dijo Snorre Sturlason, la situación cambió cuando Magnus saltó de su propio muro de escudos para dirigir el abordaje y la posterior limpieza del buque insignia de Svein. Sin embargo, el propio Estridsson escapó, y en 1045 se unió a Harald Hardrada, tío de Magnus y rival por el control de Noruega, que acababa de regresar del servicio como capitán de la Guardia Varangiana del emperador bizantino. Esto hizo que Magnus aplacara a Harald al compartir el trono de Noruega con él. La muerte de Magnus en 1047 dejó a Harald sosteniendo solo la corona de Noruega, mientras que Svein Estridsson dominó Dinamarca. No dispuesto a aceptar esto, Harald Hardrada inició una lucha prolongada para absorber Dinamarca a expensas de Svein. El conflicto finalmente llegó a su punto culminante en la batalla de Nissa en la costa de Halland en la primavera de 1062.
Según el Heimskringla, Hardrada esencialmente desafió a Svein a un duelo ganador en el mar: 'En el invierno, el Rey Harald envió un mensaje al sur a Dinamarca al Rey Svein de que la primavera siguiente debería venir del sur al Elv [el Göta río en el suroeste de Suecia, justo al norte de Copenhague] para encontrarse con él, y luego ambos deberían luchar de tal manera que compartan sus tierras, y que uno de ellos debería tener ambos reinos ". Harald reunió una flota de 150 barcos con el propósito , incluyendo un gran drakkar como su buque insignia. "Construido después del tamaño de la Serpiente Larga", dijo Snorre Sturlason, se jactaba de setenta remos entre la "cabeza de dragón" dorada en la proa y la "cola del dragón" en la popa. Sin embargo, Svein no se presentó en el lugar y la hora señalados, por lo que Harald se apresuró en la costa de Halland (una provincia del sudoeste de Suecia) para sacarlo. Funcionó. Svein lo buscó con 300 barcos y lo encontró en la desembocadura del río Nissan (actual Halmstad) a última hora de la tarde del 9 de agosto. Ambas partes azotaron todas sus naves con la excepción de un pequeño escuadrón bajo Earl Hakon Ivarsson que Harald permitió maniobrar libremente. Esto fue decisivo. La batalla fue larga y dura, y duró toda la noche, pero finalmente el escuadrón de Hakon cambió el rumbo atacando los flancos de la línea danesa y eliminando los buques vulnerables para que pudieran ser abrumados uno a la vez. Por la mañana, Svein había huido, junto con la mayoría de sus seguidores, dejando atrás setenta naves vacías. A pesar del resultado, ambos reyes fueron debilitados por la larga guerra y finalmente concluyeron una paz imparcial en 1064 en el río Göta.

Harald, sin embargo, se mantuvo decidido a aumentar sus propiedades. Creyó ver su oportunidad dos años después cuando Edward el Confesor murió y el hermano de su esposa, Harold Godwinson, presionó su reclamación impugnada a la corona de Inglaterra. El propio reclamo de Harald Hardrada al trono fue tenue basado en una supuesta promesa que Harthacnut le hizo al sobrino de Harald, Magnus, de que Magnus heredaría Inglaterra sin la muerte de Harthacnut. No obstante, Harald probablemente sintió que su reclamo era al menos tan legítimo como el de Harold Godwinson o William de Normandía. No habría dejado que el mundano asunto de la legitimidad lo disuadiera en cualquier caso, ya que estaba claramente seguro de que tenía el poder militar para respaldar su argumento.

Y, de hecho, al unir fuerzas con Tostig Godwinson (el hermano rebelde de Harold) en el Tyne en Escocia, Hardrada pudo reunir una temible flota de 300 barcos para su invasión planeada. Con él, devastó la costa de Yorkshire en el verano de 1066 antes de ingresar al estuario de Humber para finalmente varar su flota a orillas del Ouse, cerca de Riccall, a 16 km (10 millas) al sur de York. Derrotó a las fuerzas combinadas de Edwin de Mercia y Morcar de Northumbria en Gate Fulford el 20 de septiembre. York se sometió en silencio, prometiendo su apoyo en la campaña para conquistar Inglaterra. Harald debe haberse sentido sumamente seguro de sí mismo en ese momento, pero la arrogancia sería su ruina. Fue en Stamford Bridge, a 19 km (12 millas) de los alardeados barcos de los vikingos, que el 25 de septiembre Harold Godwinson, después de una marcha forzada desde la costa sur donde había estado esperando a William, sorprendió y derrotó al último gran ejército de vikingos. invasores, luchando debajo de un estandarte de batalla apropiadamente llamado 'Land-waster'.

Snorre Sturlason sostuvo que antes de la batalla que lo mató, se escuchó que Harald Hardrada, este consumado jefe vikingo, recitó el siguiente verso Skaldic:

No nos arrastramos a la batalla
bajo el refugio de escudos,
antes del choque de las armas;
esto es lo que la diosa leal
de la tierra del halcón nos lo ordenó.
El portador del collar me dijo hace mucho tiempo
para mantener el casco alto
en el estruendo de las armas,
cuando el hielo de la valquiria
conoció los cráneos de los hombres.

Y así terminó la embestida vikinga, no con un encuentro en el mar, sino en un enfrentamiento en tierra, a millas de los barcos más cercanos.

viernes, 10 de enero de 2020

Conquista de América: Desmitificación

La desmitificación de la conquista de América 

A 500 años de la llegada de Hernán Cortés al continente americano, versiones difieren en cómo han sido retratados estos personajes


Infobae

  (Foto: Archivo)

Fue el 8 de noviembre de 1519 cuando fue el choque de dos mundos, pues Hernán Cortés y Moctezuma se encontraron en Tenochtitlan, el corazón del imperio azteca. Sin embagro, hasta la fecha los hechos están rodeados de mitos, es por eso que académicos de El Colegio Nacional, hablan de los detalles más polémicos que giraron al rededor de este hecho histórico.

Cortés zarpó con 11 naves bajo las órdernes del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, hacia Yucatán para comerciar y saquear el oro y riqueza que esperaban que tuviera el Golfo de México.

Sin embargo, Cortés planeó seguir hasta el imperio azteca y fue así como decidió encallar los navíos y no destruirlos como se cree. "Ni las hundió ni las quemó. Las encalló, las envaró para frenar a los inconformes que querían regresar a Cuba”, dijo el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, fundador del Proyecto del Templo Mayor a el diario El País.

Uno de los puntos principales que las leyendas han elevado, es el que Moctezuma recibió a Cortés como un dios, puesto que el tlatoani siempre ha sido retratado como un hombre supersticioso y temeroso.
  Foto: (Archivo)

“Quizá los primeros 10 minutos Moctezuma pensó que podría ser aquel el regreso de Quetzalcóatl, pero al minuto 11 ya no. El tlatoani mexica ya veía el peligro que se presentaba”, agregó Matos.

El arqueólogo también agregó que cuando Moctezuma envió regalos para Cortés, fue con la intención de alejarlo. Sin embargo, estos obsequios llamaron la atención del español. Y, aunque el recibimiento fue pacífico, todo fue un plan para combatirlo de manera diplomática.

Los españoles fueron alojados en el palacio del padre del tlatoani, Axayácatl, en donde la convivencia fue tensa. Pero cuando Cortés fue hacia Veracruz, Pedro de Alvarado hizo una sangrienta matanza en el recinto sagrado de Tenochritlan, lo que provocó el levantamiento mexica. El líder mexica fue entonces apresado en ese mismo palacio.

“Le arrojan piedras, varas, y no logra convencer a sus súbditos. La versión española es que queda mal herido de una pedrada y muere. Yo pienso que fueron los españoles: al haber fracasado Moctezuma en calmar los ímpetus de su gente, ya no les servía a los conquistadores, era un estorbo”, apunta Matos.
 

El lenguaje no se mezcló por primera vez en este territorio, puesto que los españoles ya tenían un castellano mestizado gracias a su estancia en Cuba. Tenían vestigios de lengua taína y caribe, así como indigenismos como "huracán, canoa, hamaca, ají”, agregó Concepción Company, doctora en filología.

Otro de los mitosas más popularizados a lo largo de los años es el de Malitzin, quien ha sido mal vista por traicionar a su gente. Sin embargo esto no es cierto, puesto que ella no era mexica, sino maya-chontal. "Al contrario. Ella había sido testigo de la expansión del imperio mexica. Estaba uniéndose para apoyar a quienes quizás pudieran defenderlos en contra de Tenochtitlan”, apuntó Matos.

Una de las razones por la cual los conquistadores llegaron al territorio, fue para explotar minerales como el oro. No obstante, fue una desilusión, porque los olmecas, mayas, zapotecas y mexicas valoraban mucho más las plumas finas como las del quetzal, así como piedras metamórficas azules y verdes como el jade. “A la hora de repartir nos dieron tan poco (oro) que ni siquiera lo aceptamos”, dijo el cronista Bernal Díaz del Castillo.
 

Además, uno de los mitos más grandes era la cantidad de soldados que tenía el ejército español, pues aunque su contingente era de 700 a 1,000 hombres, los españoles consiguieron aliados dentro de los pueblos sometidos por los mexicas.

"En la costa del Golfo y en los actuales Estados de Puebla y Tlaxcala. La presión tributaria era muy fuerte y para ellos fue una manera de liberarse de ese yugo. Fueron miles los que se unieron al contingente español”, recalcó Matos.

16,000 tlaxcaltecas lucharon junto a Alcarado y Cristóbal de Olid, mientras que “8,000 indios de guerra de Chalco y Huejotzingo” fueron lideradors por Gonzalo de Sandoval.