Mostrando entradas con la etiqueta deporte. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta deporte. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de noviembre de 2022

Medioevo: Las justas

Las Justas

Weapons and Warfare


 

La justa es un conflicto individual entre dos caballeros; es distinto y diferente del torneo. A menudo se acordará que debe haber tres rondas; los dos hombres cabalgan el uno contra el otro, tratando de pasar el uno al otro por el lado izquierdo y golpearse con sus lanzas. Esto comenzó a ser popular en el siglo XIII; las justas se llevan a cabo con frecuencia antes de que comience el torneo propiamente dicho, a menudo el día anterior.

Un justista particularmente famoso del pasado fue el caballero alemán Ulrich von Liechtenstein, quien escribió sus experiencias en verso. Ulrich, de manera bastante inusual, disfrutaba del travestismo y describió un viaje que hizo vestido como la diosa Venus, durante el cual participó en innumerables justas y torneos, todo por el amor no correspondido de su dama.

Así como una mujer estaba vestida

Y todo lo que tenía era de lo mejor.

Las plumas de pavo real en mi sombrero

Eran bastante queridos, te lo diré.

Ulrich era excéntrico en otros aspectos. En una ocasión incluso ordenó un baño, durante el cual dos pajes le derramaron pétalos de rosa por todo el cuerpo, experiencia que, curiosamente, parece haber disfrutado. Si está considerando participar en torneos bajo un seudónimo, entonces el de Ulrich sería una buena elección, pero podría ser mejor afirmar que proviene de Gelderland en lugar de su verdadera patria, Estiria.

La puntuación

Los sistemas de puntuación son complejos y variarán de un evento a otro. En las justas, la puntuación más alta normalmente viene por desmontar a tu oponente; romper tu lanza es la siguiente mejor acción; golpear a tu oponente en el casco viene en tercer lugar. El premio general del torneo, el premio al 'hombre del partido', se otorgará al caballero que más se haya distinguido, y es posible que haya opiniones diferentes al respecto. Puede ser que alguien que ha sido desmontado varias veces haya demostrado una valentía conspicua y merezca ser bien recompensado.

Hay mucha técnica para aprender si quieres ser un hábil justista. Controlar a tu caballo adecuadamente es importante, pero no es fácil con tantas cosas en las que pensar al mismo tiempo. Tienes que asegurarte de que tu caballo vaya en línea recta y no se desvíe del rumbo o, peor aún, se cruce frente al otro jinete. En España se ha dado por levantar una barrera entre los dos justadores, para evitarlo, pero nadie ha pensado aún en introducirla en Francia o Inglaterra.

No caigas en la tentación de impresionar usando una lanza de gran tamaño: si das un golpe bajo con una lanza pesada y tu oponente te da un golpe alto con una lanza más ligera, te derribará. Una lanza manejable de tamaño mediano será mucho mejor que una grande y grande que te desequilibrará y te tirará de la silla. A tu caballo le irá mucho mejor si llevas una lanza más ligera. Piensa en lo que está haciendo tu oponente y ajusta tus propias tácticas en consecuencia. Es tentador cerrar los ojos justo antes del momento del impacto. No hagas esto. Tenga cuidado de no apartar el hombro; Edward Beauchamp cometió este error en una justa en 1381 y, como resultado, fue derribado de su caballo.

Ulrich von Liechtenstein era experto en técnicas de justas. Escribió un relato jactancioso de uno de sus combates:

Me volteé un poco del hombre

(dejarlo tirado era mi plan)

Entonces lo golpeé en el cuello.

Me volví y jugué con tanta habilidad

Sir Otte casi se derrama.

Aquí hay algunos puntos clave para recordar:

    Montar erguido, con estribos largos, sujetando las riendas con la mano izquierda.

    Utilice una lanza de peso manejable.

    Asegúrese de que su casco esté recto y de que tenga una buena línea de visión.

    Sostenga su lanza en la palma de su mano, no solo con sus dedos.

    No permita que la punta de su lanza se incline hacia arriba o hacia abajo.

    No tuerza ni gire el hombro.

    Si su oponente siempre apunta al mismo lugar, varíe sus propias tácticas.

    Mantén tus ojos fijos en el objetivo, no en la punta de tu lanza.

Durante la Edad Media, los torneos a menudo contenían una mêlée que consistía en caballeros que luchaban entre sí a pie o montados, ya sea divididos en dos bandos o luchando como todos contra todos. El objetivo era capturar a los caballeros enemigos para poder rescatarlos, y esto podría ser un negocio muy rentable para caballeros tan hábiles como William Marshal. Había un campo de torneo que cubría varias millas cuadradas en el norte de Francia al que acudían caballeros de toda Europa para demostrar su valía en un combate bastante real. Esta fue, de hecho, la forma original de los torneos y la más popular entre los siglos XII y XIII, siendo las justas un desarrollo posterior y que no desplazó por completo al mêlée hasta que pasaron muchos siglos. La mêlée original se enfrentó con armas normales y estaba cargada de tanto peligro como una batalla normal. Las reglas moderaron lentamente el peligro, pero en todo momento la mêlée fue más peligrosa que la justa.

La procedencia del guerrero ecuestre aristocrático fuertemente armado ha suscitado mucho debate. Se ha argumentado, sobre todo por Lynn White, que fue la llegada del estribo a la Europa occidental del siglo VIII lo que provocó el surgimiento de la caballería capaz de "combate de choque montado". con la lanza sostenida fuertemente 'acostada' debajo del brazo derecho; y que, además, dado que los caballos de guerra, las armaduras, las armas y el entrenamiento militar requerían dotación territorial para su mantenimiento, fue en efecto el estribo el responsable del establecimiento de una aristocracia feudal de guerreros ecuestres. Investigaciones más recientes, realizadas por Bernard Bachrach, entre otros, han sugerido que la plataforma de combate sólida necesaria para que un jinete participara en un combate de choque montado dependía de una combinación de estribo, sillín envolvente con canto rígido (placa trasera), y doble cincha o collares de pecho. Con el jinete así "atado al lomo del caballo en una especie de cabina de mando", fue posible, experimentalmente desde finales del siglo XI, y con mayor regularidad en el XII, nivelar una lanza apoyada con la seguridad del peso combinado de caballo y jinete detrás de él. Además, los historiadores ya no aceptan que la élite aristocrática medieval en realidad fue creada por los avances en la tecnología relacionada con los caballos. Más bien, una aristocracia militar existente -grandes señores y los caballeros domésticos a quienes armaban y montaban a caballo- adoptó nuevo equipo cuando estuvo disponible y persiguió las posibilidades tácticas que ese equipo ofrecía. Esas posibilidades no podían asegurar la supremacía en el campo de batalla para el guerrero caballeresco. Tampoco era el único componente importante en los ejércitos de campaña. Pero la distinción de élite del combate de choque a caballo, asociada como estaba con el surgimiento de la caballería como un código aristocrático de convenciones y conductas marciales, dio lugar a una imagen del noble como guerrero ecuestre que, si bien estaba firmemente arraigada en la realidad, resultó irresistible. a los ilustradores de manuscritos ya los autores de literatura romántica. Aunque presentaban un mundo idealizado, tales obras artísticas reflejaban la mentalidad marcial del noble mientras contribuían a su posterior elaboración y difusión; y no nos dejan ninguna duda de que el caballo de guerra estaba en el corazón del estilo de vida y el mundo mental del aristócrata medieval. si bien estaban firmemente arraigados en la realidad, resultaron irresistibles para los ilustradores de manuscritos y los autores de literatura romántica. Aunque presentaban un mundo idealizado, tales obras artísticas reflejaban la mentalidad marcial del noble al tiempo que contribuían a su mayor elaboración y difusión; y no nos dejan ninguna duda de que el caballo de guerra estaba en el corazón del estilo de vida y el mundo mental del aristócrata medieval. si bien estaban firmemente arraigados en la realidad, resultaron irresistibles para los ilustradores de manuscritos y los autores de literatura romántica. Aunque presentaban un mundo idealizado, tales obras artísticas reflejaban la mentalidad marcial del noble al tiempo que contribuían a su mayor elaboración y difusión; y no nos dejan ninguna duda de que el caballo de guerra estaba en el corazón del estilo de vida y el mundo mental del aristócrata medieval.

Esto quizás se mostró más claramente en el campo del torneo. Seguramente es significativo que los torneos comiencen a aparecer en las fuentes a principios del siglo XII. Aparentemente conectado con el surgimiento de las nuevas tácticas de caballería, el torneo proporcionó un campo de entrenamiento para habilidades individuales con lanza y espada, y maniobras de equipo por mandos de caballeros. También ofrecían oportunidades para crear o mejorar la reputación en las armas, aunque eso dependía de la identificación de los individuos en medio del polvo y la confusión de la refriega. Probablemente fue esta necesidad de reconocimiento en el campo del torneo, así como las demandas similares del campo de batalla, lo que provocó el desarrollo de la heráldica en el siglo XII. Junto con los pendones de lanza, las sobrevestes y los escudos lisos, el caballo de guerra enjaezado estaba blasonado con emblemas heráldicos, convirtiéndose así en un vehículo perfecto para la expresión de la identidad individual y el honor familiar dentro de la élite militar. Un mensaje similar fue transmitido por las figuras ecuestres marciales que, hasta el siglo XIV, eran tan comunes en los sellos aristocráticos, y por la participación ceremonial de los caballos de guerra, ataviados con caparazones heráldicos, en los funerales de los nobles medievales posteriores.

domingo, 22 de marzo de 2020

Argentina: El cruce a globo del Río de la Plata por Newbery y Anchorena

Un globo que no se inflaba y dos tripulantes en busca de una hazaña: cruzar el Río de la Plata en una canasta 

En diciembre de 1907 la aventura de unir Buenos Aires con Colonia sería uno de los puntapiés iniciales de la aviación en nuestro país. Jorge Newbery, un millonario y la crónica de una locura que hizo historia
Por Adrián Pignatelli || Infobae


El Pampero, en pleno proceso de inflado (Archivo General de la Nación)

Era más que evidente la discusión a los gritos entre Aarón Martín Félix de Anchorena Castellanos y el ingeniero francés Faberes. Vociferaban sin pudor. En el descampado de la Sociedad Sportiva estaban junto al globo Pampero, un gigante dormido que no terminaba de inflarse con el gas usado para el alumbrado público, y las diferencias de criterio se hacían notar.

Los comentarios de los curiosos que se agolparon ese miércoles de Navidad reconfirmaba lo que la mayoría pensaba: volar en globo era una tremenda locura.

El globo era propiedad del multimillonario argentino Anchorena Castellanos, miembro de una familia de intachable alcurnia. Este hombre de 30 años, secretario honorario en la embajada argentina en Francia, era un típico exponente de aquella oligarquía cuya ostentación había hecho posible que en Europa se hiciera popular la frase de “más rico que un argentino”.

En aquel país, el aviador brasileño Alberto Santos Dumont le había contagiado el fanatismo por el vuelo y Anchorena no tuvo mejor idea que comprarse un globo aerostático, el aparato sensación del momento.

En aquel país realizó siete vuelos en el globo que bautizó Pampero, una mole de 1200 metros cúbicos de capacidad que se distinguía por sus letras rojas sobre fondo claro.

La conquista del aire

A fines de 1907 viajó a Buenos Aires y se propuso algo que hasta el momento nadie había realizado: cruzar el Río de la Plata, uniendo las ciudades de Buenos Aires y Colonia. La revista Caras y Caretas tituló “La conquista del aire”.

El 24 de diciembre de ese año Anchorena se instaló en el campo de la Sociedad Sportiva, un verdadero centro deportivo en esa época. Allí se jugaron los primeros partidos de fútbol, hasta con equipos extranjeros como el Southampton Football Club. Y en ese predio tuvieron sus primeras sedes el Automóvil Club Argentino y el Touring Club. Hoy es el Campo Argentino de Polo.

Por la mañana, había comenzado el proceso de inflado del globo con gas y, como no llegaba a inflarse lo suficiente, comenzaron las discusiones entre Aarón de Anchorena y el ingeniero francés que había hecho venir especialmente de aquel país. En la maniobra fueron asistidos por un grupo de soldados del Regimiento de Granaderos.

En la barquilla, ya están ubicados Newbery y Anchorena, a minutos de partir.

El globo recién estuvo listo para el 25 por la mañana. Cercano al mediodía ya estaba todo en orden para partir. Anchorena, a viva voz, preguntó si alguien deseaba acompañarlo. La mayoría estaba convencida que el viaje era casi un suicidio. Sin embargo, alguien se adelantó de inmediato: Jorge Alejandro Newbery.

Hijo de un odontólogo norteamericano, Newbery se había recibido de ingeniero electricista en Estados Unidos, y había tenido como maestro al mismísimo Thomas Alva Edison. En el país fue profesor en la escuela técnica y promotor de toda actividad deportiva. Desde 1900 era Director General de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado de la municipalidad porteña, cargo que conservaría hasta su muerte. Fue uno de los primeros ídolos que tuvo nuestro país, que construyó su popularidad participando en carreras, competencias, duelos por el honor y toda actividad que significase un riesgo seguro. Los diarios lo definían como un “sportman”.

Aarón de Anchorena no le iba en zaga. En 1901 había ganado la primera carrera de autos, que se había corrido en el Hipódromo del Bajo Belgrano. Al año siguiente hizo un viaje por la Patagonia y hasta propuso comprar la isla Victoria. Conoció a Francisco P. Moreno y fue un activo promotor del sur argentino.

A Colonia

A las 11:45 el globo Pampero, comenzó a elevarse en dirección al este. Anchorena, previsor, incorporó al operativo a su lancha Pampa, quien seguiría la trayectoria del globo.

El viaje demoró dos horas y cinco minutos. Al comienzo los vientos los favoreció pero, en un momento en que perdían peligrosamente altitud, debieron desprenderse de lastre.

El globo, en pleno vuelo (AGN)

Cuando tocaron tierra, casi con lo justo, preguntaron a los lugareños dónde estaban, ya que para aligerar el globo habían arrojado por la borda los elementos de medición.

Habían caído en terrenos que pertenecían a la estancia de Tomás Bell, a 30 kilómetros de la costa en Conchillas, al norte de Colonia. Habían logrado la proeza.

Dos destinos distintos

El 13 de enero de 1908 Anchorena y Newbery serían los socios fundadores del Aero Club Argentino, que fue la primera institución aeronáutica del país. Pero sus caminos se dividieron: la familia le insistió a Anchorena que dejase de volar, hasta le adquirió una estancia en Uruguay para terminar de convencerlo. Anchorena fallecería en esa estancia el 24 de febrero de 1965.

En cambio, Newbery seguiría haciendo historia en la aviación local. No ya con el Pampero, que desaparecería con su hermano Eduardo y el sargento Romero una noche del 17 de octubre de 1908 y nunca más se sabría de ellos, sino con otros globos, como el Huracán, con el que batiría varios récords de distancia y permanencia en el aire. Tal fue la trascendencia de sus hazañas que un grupo de fanáticos del fútbol, que habían fundado un club, le pidieron permiso para usar el nombre de su globo. De esta manera, Jorge Newbery fue socio honorario del Club Huracán.

El 1 de marzo de 1914, en Los Tamarindos, Mendoza, preparando el primer cruce en avión de la cordillera de los Andes, Newbery se estrelló mientras realizaba un vuelo de exhibición. Ya, para entonces, había escrito más de una página en la aeronáutica argentina.

jueves, 23 de agosto de 2018

Yugoeslavia: Cuando Tito vivió en Argentina y fue hincha de futbol

La leyenda del Mariscal Tito en la Argentina, el croata que lideró Yugoslavia durante 40 años y fue hincha de Estudiantes de La Plata

Existe una misteriosa historia que vincula a Josip Broz con nuestro país, marcada por testimonios que la confirman y registros incompletos que impiden probarla. El exilio en la Argentina, su trabajo en un frigorífico de Berisso y su pasión por Estudiantes de La Plata. Además, la casaca roja y blanca de los pincharratas que lo enamoró porque eran los colores de su club, el Estrella Roja de Belgrado, y de la Selección croata


Por Daniel Cecchini | Infobae


  El Mariscal Tito

Más allá del resultado del partido de hoy entre las selecciones de Croacia y Francia, que consagrará un nuevo campeón del mundo, una de las imágenes que quedará sin duda impresa en la memoria del Mundial de 2018 es la de Kolinda Grabar-Kitarović, la presidenta croata, alentando a su equipo nacional enfundada en la camiseta oficial a cuadros albirrojos.

El fútbol es pasión de multitudes en Croacia, como lo era en la antigua Yugoslavia -de la que Croacia era obligada parte- y Kolinda Grabar-Kitarović no es la primera dirigente política de esas tierras que se deja capturar por ese amor.

Otro croata llamado Josip Broz, que pasó a la historia como el Mariscal Tito, dirigente comunista y artífice de la unificación yugoslava después de la Segunda Guerra Mundial, también fue un verdadero fanático del nogomet –que así se dice fútbol en ese idioma-, pasión que no abandonó durante su supuesto breve exilio en la Argentina, donde se afirma que se refugió en la ciudad de Berisso y se hizo hincha de Estudiantes de La Plata, seducido por el color de su camiseta.
  Kolinda Grabar-Kitarovic, presidenta de Croacia en las tribunas del estadio Nizhny Novgorod alentó a la Selección de su país (AP Photo/Darko Bandic)

De la misma manera que está atravesada por la grieta que separa a pinchas y triperos, La Plata es una ciudad dividida cuando se trata de considerar cierta o falsa la presencia de Tito y su pasión por Estudiantes.

En Berisso, en cambio, nadie duda que Josip Broz vivió en la ciudad y, si se saca el tema, sobran los vecinos que aseguran que hay pruebas fehacientes.

Unos pocos datos, una colección de indicios, relatos orales transmitidos de una generación a otra y hasta un mural pintado en el viejo bar Sportman que lo muestra –con indudable anacronismo- junto al dueño del local y al mítico Cipriano Reyes, dirigente del Swift que encabezó el 17 de octubre de 1945, permiten armar el rompecabezas que cuenta una historia.

Una biografía misteriosa

Josip Broz nació el 7 de mayo de 1892 en Kumrovec, en lo que por entonces era Croacia-Eslavonia, parte del imperio Austro-Húngaro, en territorio de la actual Croacia. Era el séptimo hijo de una familia campesina formada por un croata y una eslovena.

Su biografía previa a la llegada al poder está plagada de datos difusos que se entrelazan hasta construir un misterio potenciado por los años que vivió en la clandestinidad.
  Trabajadores de Swift en Berisso, 1930

A los 15 años dejó su casa y se fue a vivir solo a la ciudad de Susak, donde consiguió trabajo como aprendiz de cerrajero. Poco después tomó contacto con la Unión de Trabajadores de la Metalurgia y en 1910 se afilió al Partido Socialdemócrata de Croacia y Eslovenia.

Los años siguientes lo encuentran en Kamnik, Eslovenia, Cenkovo y Bohemia, trabajando en diferentes fábricas metalúrgicas donde realizó una intensa actividad sindical que le valió las primeras persecuciones políticas. Otras fuentes dicen que también estuvo en Alemania y en Austria, trabajando en las plantas automotrices de Mercedes Benz y de Daimler.

Poco antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, fue reclutado por el ejército austrohúngaro, donde pasó más tiempo detenido por hacer propaganda contra la guerra que en el frente de batalla, hasta que en abril de 1915 fue herido por un obús en el omóplato y capturado por los rusos en Bukovina.

La revolución de octubre de 1917 lo encontró preso en un campo de trabajo en los Montes Urales desde donde pasó, sin transición, a integrar las filas del Ejército Rojo al tiempo que se afiliaba al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, precursor del Partido Comunista de la Unión Soviética.

La historia dice que retornó a Croacia en 1920, donde pronto se transformó en dirigente del Partido Comunista yugoslavo –declarado ilegal en 1921 – hasta que fue capturado y condenado a prisión a principios de 1928. Fue por esos años que adoptó en nombre de guerra con que pasaría a la historia: "Tito".

Fuga y viaje a la Argentina

Sentenciado a cinco años de prisión por "actividades sediciosas", Tito fue a parar a la cárcel de Lepoglaba. Allí, sus conocimientos como electricista le facilitaron una rápida fuga. Lo propios guardiacárceles lo sacaban al pueblo con otros presidiarios para que hiciera reparaciones en sus casas o en las de otros vecinos del pueblo.

El equipo de Estudiantes de La Plata en 1931, “Los profesores”

La historia –o quizás la leyenda – cuenta que cuando llevaba pocos meses detrás de las rejas, lo llevaron junto con otros dos comunistas detenidos a arreglar el sistema eléctrico de uno de los bares del pueblo, custodiados por un solo guardia. El mito también dice que el guardia se emborrachó y que los tres presos se escaparon sin que nadie les pusiera obstáculos.

Poco después, con pasaportes falsos provistos por el Partido Comunista, cruzaron la frontera y Tito –oculto bajo otra identidad – llegó hasta el puerto de Génova, donde consiguió embarcarse en el carguero de bandera italiana Principesca María, que tenía como destino la Argentina. Luego de un mes cruzando el Atlántico, cuenta la leyenda que Josip Broz desembarcó en el Puerto de Buenos Aires y desde allí –por razones desconocidas – se dirigió a Berisso. Corrían los últimos meses de 1928.

Obrero y pincharrata

El mecánico que hablaba español con un acento indescifrable y consiguió empleo en el Frigorífico Swift de Berisso se presentaba como Walter, pero todos le decían "El Ruso". Era hombre de pocas palabras, que trabajaba con eficiencia y que, cuando entraba en confianza, hablaba con sus compañeros sobre la hermandad de los obreros explotados.

  Montaje del Mariscal Tito y el equipo en la pagina web de Estudiantes de La Plata

En 1999, el diario Hoy de La Plata publicó un largo artículo con testimonios de antiguos vecinos de Berisso sobre la posible presencia de Tito en esa ciudad.

"Cuentan que en la sala del frigorífico Swift, trabajaba un hombre enigmático. Desde las 8 de la mañana, y durante 12 horas intensas, el mecánico peleaba en el más absoluto de los silencios con las viejas máquinas averiadas. Si bien se hacía llamar Walter, todos presentían que el muchacho de unos 38 años escondía tras sus lentes una misteriosa realidad", dice.

En ese mismo artículo, Jaime Sternovich – hijo de inmigrantes radicados en Berisso – dice que no tiene dudas sobre la verdadera identidad de Walter: "Yo sé que el mismísimo Mariscal Tito vivió en Berisso escondido de los yugoeslavos que lo perseguían por ser comunista", asegura.
  La calle Nueva York de Berisso en década de los 30, donde los testimonios afirman que vivió “el Ruso Walter”

Otro viejo vecino de origen croata, Tonka Baric, fue más allá y dijo que Walter se alojaba en una pensión popularmente conocida como "la del Turco", en la calle Nueva York, avenida principal de la ciudad, y que comía casi todos los días en el restaurante "El Águila", ya desaparecido, a poca distancia de la pensión.

Lo que pronto llamó la atención a los compañeros del Ruso Walter fue el enamoramiento a primera vista que tuvo con Estudiantes de La Plata, equipo al que empezó a seguir siempre que jugaba de local y, si podía, también en lo partidos que le tocaban como visitante.

Era un caso raro en Berisso, donde la inmensa mayoría simpatizaba –y simpatiza – con el equipo rival, Gimnasia y Esgrima, al punto que a sus hinchas se los conoce como "los triperos", precisamente porque muchos de ellos trabajaban en los frigoríficos.
 
El bar Sportman de Berisso, con Tito al fondo

Mas extraño aún resultaba si se tenían en cuenta las posiciones políticas de Walter, que naturalmente debieron haberlo inclinado por Gimnasia, un club de gran arraigo en los sectores populares, y no por Estudiantes, más afianzado en la clase media y entre los alumnos de la Universidad Nacional de La Plata, a cuyos estudiantes de Medicina el club debe el nombre popular de "pincharratas".

En la tribuna del viejo estadio de las calles 1 y 57, Tito debe haber gritado los goles pinchas al unísono con otro hincha famoso, Ernesto Sábato, egresado de la UNLP.

Pudo haber influido en esa elección el elegante juego que exhibía aquel Estudiantes de principios de la década de los 30, a cuyos jugadores se conocía como "los profesores".

En 1931, el equipo integrado entre otros por Nolo Ferreira, Alejandro Scopelli, Alberto Zozaya, Enrique Guaita y Miguel Ángel Lauri estuvo cerca de ganar el primer campeonato profesional de la Argentina y terminó tercero con la delantera más efectiva -104 goles -, detrás de Boca y San Lorenzo.

Pero, en realidad, la pasión de Tito por Estudiantes no tenía que ver con la calidad del juego sino con la nostalgia. Lo explica la propia página del club. Allí dice: "Tito, lejos de influenciarse por su entorno, se enamoró de Estudiantes. ¿Qué ocurrió? La camiseta rayada albirroja le recordaba el club del que era hincha en su tierra natal, el cuál luego se fusionaría con otro para dar a luz al conocido Estrella Roja de Belgrado".

Reencuentro albirrojo con el Mariscal

Fue poco el tiempo que el futuro Mariscal Tito, Walter por entonces, pudo alentar a Estudiantes de La Plata. Su actividad política en el frigorífico Swift lo puso en la mira de la dictadura de Uriburu, que lo consideró "un elemento peligroso" por intentar organizar a los obreros para reclamar mejoras en las condiciones de trabajo.

Fue despedido y estuvo encarcelado unos días, hasta que se le aplicó la Ley de Residencia, que permitía expulsar del país a "todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público".
 
El Mariscal Tito y su esposa Jovanka Broz, ya como líder de Yugoslavia

Así, Josip Broz o Tito o Walter o El Ruso, el mecánico pincharrata fue devuelto a Europa, donde no demoraría en pasar a la historia como jefe de la resistencia a los nazis en la Segunda Guerra Mundial y artífice de la segunda Yugoslavia.

Pero la distancia no apagó su amor por Estudiantes de La Plata. Y el Mariscal Tito –ya convertido en mandatario de su país y jefe del Movimiento de Países No Alineados – lo demostraría en 1969, precisamente el momento de mayor gloria del equipó platense.

En 1968, después de ganar Copa Intercontinental frente al Manchester, la delegación de Estudiantes realizó una gira por distintos países de Europa, incluyendo Yugoslavia. Allí, aquel obrero del frigorífico era el poderoso Mariscal -y no del área- que recibió al plantel pincha y a sus acompañantes, entre los que estaba Manuel "Nolo" Ferreira, integrante del equipo de "los profesores".

Tito lo reconoció sin que nadie se los presentara y le dijo:

-A usted lo vi jugar muchas veces en La Plata. No puedo olvidar a ese equipo.

Ferreira se quedó mudo y entonces, con una sonrisa, el Mariscal le repitió de memoria, sin equivocarse, de uno al once, aquella formación de 1931.

Final de la copa 2018

Cuando este mediodía, en el estadio Luzhniki de Moscú, las selecciones de Francia y Croacia salgan a la cancha, seguramente la presidenta Kolinda Grabar-Kitarović estará en la tribuna para alentar al equipo de su país. Será una de las fotos del Mundial. Pero ninguna foto podrá registrar al fantasma que estará alentando a su lado, también enfundado en una camiseta albirroja: el fantasma del Mariscal Tito.

miércoles, 25 de enero de 2017

Conflictos americanos: La guerra de las 100 horas (2/6)

La Guerra de las 100 Horas (Parte 2) 
por Mario A. Overall | 20-Apr-04 

Parte 1 | Parte 2 | Parte 3

2. El Plan de Invasión Salvadoreño 
Denominado Plan de Campaña, Capitín General Gerardo Barrios , el plan de invasión venía siendo desarrollado desde 1967 por el Estado Mayor salvadoreño, y contemplaba la utilización de cuatro Batallones de Infantería y uno de Artillería, distribuidos en cuatro frentes o Teatros de Operaciones , siendo éstos el del Norte (TON), el de Chalatenango (TOCH), el Occidental (TOOC) y el Oriental (TOO). Así mismo, el plan ordenaba la implementación de la llamada Fuerza Expedicionaria , formada por nueve compañías de la Guardia Nacional, que actuaban bajo las órdenes del Teatro de Operaciones Norte. En aquellos días, las tropas Salvadoreñas estaban equipadas con fusiles G-3 y ametralladoras HK-21, y eran apoyadas por piezas de artillería de 105mm, dos tanques M3A1 Stuart y varios vehículos que habían sido blindados localmente, a los cuales los integrantes del Escuadrón de Caballería motorizada llamaban las niñas. 

 

Contrario a lo que han repetido diversas fuentes, el plan Salvadoreño no pretendía una invasión total a Honduras, ni tomar Tegucigalpa en 72 horas para luego establecer un gobierno títere . El Salvador simplemente no tenía la capacidad para lanzar una campaña semejante. Por el contrario, lo que se pretendía era ejercer un movimiento distribuido en múltiples frentes, que permitiera tomar territorio Hondureño y capturar las principales poblaciones fronterizas para luego pedir la intervención de la Organización de Estados Americanos y forzar una solución negociada. Sin embargo, el plan no descartaba algunos avances de oportunidad mís allí de esas poblaciones, siempre que el abastecimiento de las tropas lo permitiera. De esa cuenta, las acciones principales de la campaña terrestre del Ejército Salvadoreño se desarrollarían en tres frentes de forma casi simultínea, siendo éstos frentes los Teatros de Operaciones Norte, el de Chalatenango y el de Oriente. 

En lo que respecta a la Fuerza Aérea Salvadoreña -FAS- al inicio de la guerra estaba equipada con un TF-51 Cavalier Mustang Mk.II, cuatro F-51 Cavalier Mustang Mk.II, un F-51D Mustang, seis FG-1D (variante del F4U-4 construida por Good Year), un SNJ-5, un DC-4M, cinco U-17A, seis T-41 y cuatro transportes C-47, todos conformando el llamado "Grupo de Combate", que a su vez estaba organizado en tres escuadrones: El de Caza-Bombardeo (F-51 / FG-1D), el de transporte (C-47 / Aviones Civiles) y el de Reconocimiento (SNJ-5 / U-17A / T-41 / Aviones Civiles). Durante el conflicto, la FAS adquiriría mís aviones, especialmente Mustangs, pero al momento del inicio de las hostilidades éste era su orden de batalla. Así mismo, contaba con un Escuadrón Aerotransportado conformado por paracaidistas, un grupo de Mantenimiento, uno de Comunicaciones y uno mís de seguridad y servicios de base, totalizando mil hombres, de los cuales solo 34 eran pilotos. 

3. Situación Militar de Honduras 
Desde 1935 el Alto Mando Militar Hondureño ha basado sus métodos de defensa nacional en el poderío aéreo. De esa cuenta su ejército, en tiempos de paz, se mantiene con el personal mínimo necesario para su funcionamiento. Sin embargo, en caso de conflicto el número de efectivos puede verse incrementado con milicianos civiles, quienes son integrados con fines operacionales principalmente defensivos. De hecho, el Ejército Hondureño es el mís pequeño de Centro América y carece de una capacidad ofensiva importante. 

Al inicio de la guerra con El Salvador, el Ejército Hondureño estaba conformado por tres batallones de Infantería, seis Batallones de Zona, un Batallón de Ingenieros y dos baterí-as de obuses de 75 mm. Sus hombres estaban equipados con fusiles Garand y Mauser, y no se contaba con apoyo de tanques u otros equipos blindados similares. Así mismo, el Ejército Hondureño establecería dos frentes o teatros de operaciones, siendo éstos el Teatro de Operaciones Sur o (TOS) que coincidía con el teatro oriental del Ejército Salvadoreño en El Amatillo, y el Teatro de Operaciones Sur-Occidental que hacía frente al teatro Norte Salvadoreño en Nueva Ocotepeque. 

 
En contraste, la Fuerza Aérea Hondureña -FAH- estaba relativamente mejor conformada y equipada que su contraparte Salvadoreña. Su orden de batalla a mediados de Julio de 1969 listaba seis F4U-5N, cinco F4U-4, cinco transportes C-47, un transporte cuatrimotor C-54, un C-45, tres Cessna 185B, cinco entrenadores artillados T-28A y seis entrenadores AT-6 también artillados. Con respecto a su personal, la FAH estaba integrada por mís de 20 pilotos y aproximadamente 750 especialistas que conformaban las secciones de mantenimiento, armamento, seguridad y servicios de base. También contaba con una sección de paracaidistas.


Fuente: Fuerzas Militares Dominicanas

martes, 17 de enero de 2017

Conflictos americanos: La guerra de las 100 horas (1/6)

La Guerra de las 100 Horas (Parte 1) 
por Mario A. Overall | 20-Apr-04 

Parte 1 | Parte 2 | Parte 3

1. Introducción 
La mal llamada "Guerra del Fútbol" entre Honduras y El Salvador ocurrida en Julio de 1969, tiene orígenes complicados que van más allá de una simple pasión deportiva desbordada. El término acuñado por los medios de prensa, fue producto de la idea errónea de que ambas naciones habían cruzado espadas luego de que sus respectivas selecciones nacionales se enfrentaran en una serie de partidos de fútbol. Sin embargo, no hay nada más alejado de la verdad. Así mismo se ha mencionado que la invasión Salvadoreña a Honduras era el resultado de una insoportable "explosión demográfica" que ahogaba al más pequeño de los países de Centroamérica. Ambas falsedades, repetidas hasta el agotamiento por diversas fuentes históricas, sólo sirven para denigrar a los habitantes de los dos países involucrados en éstos hechos de armas, que lejos de ser movidos por pasiones mundanas, un supuesto carácter sanguíneo ó por un insensato amor a la guerra, terminaron enfrentados por motivos serios y de trasfondo netamente económico. 


Para poder entender los orígenes de éste conflicto, es necesario regresar a principios del siglo XX, cuando las empresas Norteamericanas United Fruit Company y su rival, la Standard Fruit Company, operaban en la región, particularmente en Honduras. Ambas transnacionales se dedicaban a la siembra y cultivo de banano, utilizando para el efecto las grandes extensiones de tierra fértil con que contaba Honduras. Con el transcurrir del tiempo, se hizo necesario requerir mano de obra extranjera, ya que los Hondureños involucrados en esas actividades resultaban insuficientes. Para el efecto, se contrataron los servicios de campesinos Salvadoreños que vivían en las áreas fronterizas, las cuales por cierto, estaban mal definidas y eran el objeto de un sinfín de reclamaciones territoriales por parte de ambos países. 

Al percatarse de las oportunidades de trabajo en Honduras, la inmigración de campesinos Salvadoreños se incrementó y continuó incrementándose en los siguientes años. Ya para el final de la década de los 60, eran casi 300,000 Salvadoreños los que habitaban en tierras Hondureñas. Por su parte, el gobierno de aquél país veía con beneplácito la presencia de dichos campesinos, y en general toleraba la situación legal de los mismos, ya que no les exigía obtener la nacionalidad Hondureña. 

Asimismo, a principios de la década de los 60, las naciones Centroamericanas buscaban la liberalización del comercio en la región, en el marco de un Mercado Común Centroamericano, el cual sería establecido precisamente en 1960. Sin embargo, poco después de su creación, se hizo notorio que el país más favorecido sería El Salvador, ya que sus exportaciones aumentarían seis veces, mientras que las de Honduras el país más afectado- sólo crecerían un 50%, relegándola a la calidad de una nación satélite. Este hecho provocó que cierto resentimiento empezara a darse en los sectores económicos Hondureños, dando lugar a que se denunciaran los convenios comerciales firmados entre ambos países, pues se sentía que sus contrapartes Salvadoreños se estaban enriqueciendo a sus costillas. Para empeorar las cosas, los cambios políticos en Honduras terminarían por enfriar considerablemente las relaciones con El Salvador, lo que afectaría en el trato de los Hondureños hacia los campesinos Salvadoreños asentados en el país, el cual se hizo cada vez más hostil. 

Con el transcurrir del tiempo, los terratenientes Hondureños, quienes influenciaban en gran medida la escena política, también empezaron a sentirse dañados por la presencia de los campesinos Salvadoreños, aduciendo que esa situación únicamente beneficiaba al vecino país. Pronto también ellos empezarían a presionar al gobierno para que expulsara a los campesinos Salvadoreños que no quisieran obtener la nacionalidad Hondureña. Resultado de esto serían varios desalojos violentos de algunas familias Salvadoreñas en áreas fronterizas, acompañadas de la negación de servicios de salud y educación para aquellos que se habían quedado. 

En medio de esporádicos brotes de violencia contra los campesinos inmigrantes, los dos gobiernos iniciaron negociaciones tendientes a solucionar el problema, llegando a firmar tres acuerdos migratorios, el primero de ellos en 1962 seguido por otro más en 1965 y el último en 1968. Sin embargo, mientras los gobiernos negociaban, surgían grupos armados extraoficiales en Honduras con el objetivo de hostigar y controlar a la población Salvadoreña asentada en aquel país. Esta situación se vio empeorada por un golpe de estado que llevaría a la presidencia al general Hondureño Oswaldo López Arellano, quien tenía una visión muy distinta a la de su antecesor con respecto a la situación de los inmigrantes. 

El número de expulsiones de Salvadoreños fue en aumento, al igual que la intensidad de la violencia con que éstos desalojos se realizaban. Sin embargo, la gota que derramaría el vaso se daría en Junio de 1969, cuando el gobierno Hondureño instituye una reforma agraria, en la cual no toma en cuenta a los campesinos Salvadoreños, y para empeorar las cosas, los desaloja de las tierras que ocupaban para entregárselas a campesinos Hondureños. Las actividades de los grupos armados, ahora apoyados tácitamente por el gobierno, se incrementan, mientras que se realiza la primera expulsión oficial a gran escala de Salvadoreños, durante la cual, más de cien familias son desalojadas violentamente. 

El retorno de los campesinos a El Salvador rápidamente provoca problemas para el gobierno de ese país, ya que todos ellos regresaban en calidad de desempleados, a los cuales había que alimentar, vestir y darles algún tipo de morada, todo ello en medio de una severa crisis económica que ni siquiera las ventajas obtenidas a través del Mercomun habían podido aliviar. Al mismo tiempo, ocurrían incidentes fronterizos que involucraban a tropas Salvadoreñas, que ingresaban a territorio Hondureño sin objetivo aparente, provocando su captura con el consabido enfrentamiento diplomático. Así mismo, las autoridades Salvadoreñas capturan a un familiar del presidente Hondureño radicado en El Salvador, y lo encarcelan. La tensión se incrementaba por momentos, pero la gestión del ex presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Jonson de visita en Honduras por esas fechas- finalmente lograría que las tropas Salvadoreñas fueran liberadas a cambio de poner en libertad al pariente del presidente Hondureño. 

Con ese delicado trasfondo político se iniciaban las eliminatorias para la Copa Jules Rimet de fútbol a celebrarse en México el año siguiente (1970), y durante las cuales los equipos de El Salvador y Honduras debían enfrentarse para obtener la clasificación. El primer encuentro se efectuaría en Tegucigalpa, Honduras, el cual sería ganado por el equipo local. Sin embargo, a pesar de que la victoria había favorecido a Honduras, se registran encontronazos entre los aficionados de uno y otro país, provocando heridos. 

El segundo encuentro se verificaría en San Salvador, el cual sería ganado por el equipo Salvadoreño. Sin embargo, en las horas previas al encuentro, los aficionados locales habían hecho lo posible por molestar a los seleccionados Hondureños, haciendo gala de una conducta claramente hostil. Durante el encuentro, los aficionados Hondureños también serían víctimas de agresiones que terminarían en fuertes trifulcas en las calles. Mientras esto sucedía, en Honduras también habían problemas, ya que algunas casas y negocios de Salvadoreños eran incendiados, mientras que sus propietarios eran objeto de vejámenes por parte de turbas. 
Luego del partido, la violencia contra los inmigrantes Salvadoreños en Honduras se vería incrementada, provocando fuertes protestas por parte del gobierno Salvadoreño. Finalmente, el 27 de Junio de 1969, se rompían las relaciones diplomáticas entre los dos países, al tiempo que seguían llegando a El Salvador grandes cantidades de inmigrantes que habían sido desalojados. Historias de terror contadas por los desalojados empezaron a circular entre la población Salvadoreña, enardeciendo el sentimiento patrio y provocando amplio rechazo hacia los Hondureños. 

Al día siguiente del rompimiento de las relaciones diplomáticas, los equipos de ambos países debían enfrentarse nuevamente. Dicho partido se realizaría en la ciudad de México, y sería el definitivo para la clasificación. Poco después de que terminara el encuentro, que ganaría la selección de El Salvador, la turba de nuevo hacía de las suyas en Honduras, atacando casas y negocios de Salvadoreños, dejando como saldo varios heridos. 

En los siguientes días, el gobierno de Honduras iniciaría una campaña de desarme de la población civil, que rápidamente degeneraría en acciones contra los Salvadoreños que aún habitaban las zonas fronterizas. Esta acción provocaría que el gobierno Salvadoreño buscara la intervención de la Organización de Estados Americanos como mediadora en la solución del conflicto, sin embargo los intentos serían infructuosos. Poco después, se iniciaba la movilización de tropas de ambos países hacia la frontera común, principalmente a lo largo del río Goascorán, en un área colindante con el Golfo de Fonseca. 


 

Los incidentes fronterizos no se harían esperar, siendo quizás el más grave de todos el ocurrido el 3 de Julio, cuando un DC-3 de la empresa SAHSA (Servicio Aéreo de Honduras S.A.) es atacado por fuego antiaéreo Salvadoreño, mientras ganaba altura luego de despegar del aeródromo de Nueva Ocotepeque, a ocho kilómetros de la frontera con El Salvador. Luego de escapar del área, los pilotos del DC-3 reportan el incidente a la Fuerza Aérea Hondureña, que rápidamente envía dos T-28 desde el Aeropuerto Internacional de Toncontín en Tegucigalpa- con el objetivo de determinar de donde había provenido el ataque. Al llegar, los dos aviones son recibidos con fuego antiaéreo de nuevo, pero no atacan ya que se les habían dado ordenes de no hacerlo. Los pilotos Hondureños sólo se limitan a marcar el área en sus mapas para luego regresar a Toncontín. 

Ese mismo día, los T-28s de la Fuerza Aérea Hondureña serían despachados nuevamente, ya que se detecta la presencia de un avión no identificado sobrevolando las poblaciones de Gualcince y Candelaria, muy cerca de la frontera Salvadoreña. El avión, un Piper PA-28 "Cherokee" identificado con la matricula Salvadoreña YS-234P, es interceptado y se le ordena aterrizar en el aeródromo más cercano. Sin embargo el piloto de aquella aeronave se rehúsa a acatar las órdenes de los pilotos Hondureños y escapa hacia El Salvador a toda velocidad. Los pilotos de los T-28s, Coronel José Serra y Subteniente Roberto Mendoza, luego de verificar que el intruso se ha marchado, regresan a su base en Tegucigalpa. 

La presencia del Cherokee en Honduras era parte de la avanzada Salvadoreña tendiente a recabar información cartográfica y de inteligencia, previendo que se tuviera que entrar en combate con aquella nación. Para el efecto, los Salvadoreños habían estado utilizando un Cessna 310 del Instituto de Cartografía Nacional y varios aviones civiles, entre ellos el Cherokee ya mencionado, los cuales estaban volando en misiones de reconocimiento desde finales de Junio de 1969, sobre distintas áreas de Honduras, pero con mayor insistencia sobre Tegucigalpa, San Pedro Sula y las áreas fronterizas cercanas al Golfo de Fonseca. 

Durante los siguientes días la guerra de nervios iría en aumento, en medio de mutuas acusaciones de ataques a puestos fronterizos y violaciones de los espacios aéreos de ambas naciones. Finalmente, el 12 de Julio, la Fuerza Aérea Hondureña entra en estado de alerta, formando en el proceso dos comandos de operaciones. Esta maniobra respondía a la necesidad de realizar una dispersión táctica, en la cual el grueso de aeronaves de la FAH permanecería en el aeropuerto Toncontín, en Tegucigalpa, mientras que un grupo de aviones sería trasladado hacia el aeropuerto de La Mesa, en San Pedro Sula, donde se conformaría el "Comando Norte". 

Por su parte, la Fuerza Aérea Salvadoreña también inicia maniobras de orden táctico, empezando a preparar las pistas ubicadas en la isla Madresal, San Miguel, Santa Ana, San Andrés y Usulután, hacia donde serían dispersados los aviones luego de que se produjeran los primeros enfrentamientos. Así mismo, se convocaba a todos los pilotos civiles de El Salvador para que se integraran a la Fuerza Aérea en calidad de voluntarios, ya que el número de pilotos militares era bastante escaso. 

Con todas estas acciones de las Fuerzas Aéreas de los dos países, y otras tantas llevadas a cabo por sus respectivos ejércitos, que incluyeron movilizaciones de tropas a los puntos fronterizos cercanos al Golfo de Fonseca y la región Norte de El Salvador, se preparaba finalmente el escenario para lo que sería un enfrentamiento corto pero intenso. 



Fuente original: Fuerzas Militares Dominicanas

lunes, 26 de septiembre de 2016

Entreguerra: El futbolista noruego que sacó a Hitler del palco

El futbolista que sacó a Hitler del palco
Noruega se conmueve con el documental del héroe del equipo que logró el bronce ante Alemania en los Juegos de Berlín

KRISTIN SULENG - El País


Frantzen en su época de futbolista. S. RYDLAND EL PAÍS VÍDEO

Entre los 55.000 espectadores que se encontraban en el Poststadion de Berlín estaba Adolf Hitler, en el palco de honor, que asistía a su primer partido de fútbol como Führer, flanqueado por Rudolf Hess, Joseph Goebbels y Hermann Göring, la trinidad sagrada del Tercer Reich. El aparato esperaba que sus chicos repitieran el 9-0 que le habían endosado a Luxemburgo en el partido de apertura de los primeros Juegos Olímpicos celebrados en casa. Eran los cuartos de final del torneo. Los contrincantes, llegados de una Noruega prepetrolera, todavía pobre entre los vecinos nórdicos, no podían pronosticar lo contrario. Pero la ansiada victoria del colosal anfitrión acabó en amarga derrota a manos del humilde visitante. Los dos goles vikingos obligaron a abandonar el estadio a la jerarquía nazi antes del final del partido. Aquel 0-2 ante Noruega resultaba humillante.

El papel más decisivo en la victoria lo tuvo el ágil extremo derecha noruego, que confundió de principio a fin a la defensa germana. Era el debutante Odd Frantzen, de 23 años, trabajador del puerto de Bergen, que jugaba por primera vez en el equipo nacional. Procedente del Hardy, el club de la clase obrera de la segunda ciudad de Noruega, Frantzen fue el único reserva que pudo saltar al césped y compartir el bronce de los jugadores nórdicos en los Juegos de Berlín de 1936, la primera y única medalla del fútbol noruego en un gran torneo. El recuerdo del heroico evento antes de la gran guerra permanece hoy inseparable del trauma posterior bajo la ocupación germana de Noruega entre 1940 y 1945.

Si aquel partido fue una epopeya, la vida del héroe Frantzen, que acabó siendo un tabú para los noruegos, fue una tragedia. “Era un héroe de la clase obrera cuya vida estuvo a la sombra de la sociedad, por ser obrero, por su adicción al alcohol y un accidente laboral. La gente no quería asociar la victoria a un alcohólico, y prefirió a héroes de vida sencilla y decente”, explica a este diario el periodista Sølve Rydland, autor del amplio reportaje sobre este ídolo olvidado con el que la radiotelevisión pública noruega NRK ha conmovido al país escandinavo.

Nacido en 1913 en Nygård, zona industrial de Bergen, Frantzen, sin apenas escuela, sin saber idiomas ni haber viajado nunca, tenía muy pocas cartas para ser jugador internacional, pero lo compensaba un perfil tan frío y astuto en el césped como intrépido y abierto fuera de él. Por su origen trabajador, nunca encajó los excesos de la fama tras clasificarse por primera vez la selección noruega para la Copa Mundial de Fútbol en 1938. “Frantzen fue determinante para la clasificación”, recuerda Rydland.

Con una prometedora carrera truncada por la guerra, el exfutbolista perdió una pierna tras accidentarse con un tractor en el puerto transportando sacos de azúcar. A los 48 años, ya había descendido al infierno del alcohol, que nunca remontaría, sin saber el nefasto destino que le aguardaba. Una noche de octubre de 1977, Frantzen, de 61 años, con prótesis y muletas, perdió la vida víctima de un joven de 25 años, ebrio tras una fiesta, que asaltó su casa en busca de alcohol. Lo mató a patadas. El agresor calzaba zuecos reforzados de acero.

El asesino pasó cinco años en prisión. Frantzen murió en el gélido anonimato. “Desde la emisión del documental, muchas personas mayores han contactado para compartir sus historias sobre Frantzen. Para la mayoría de ellos fue muy importante”, asegura el periodista de NRK. Treinta y nueve años después, el reportaje no solo ha suscitado muestras emotivas de recuerdo. También la iniciativa, a propuesta del partido marxista Rødt, de otorgar una calle o espacio público al héroe de Berlín, como desagravio a décadas de olvido, que ahora estudia el Ayuntamiento de Bergen, su ciudad natal.

lunes, 9 de febrero de 2015

SGM: El fútbol en los campos de concentración

Marcar un gol en el infierno
El horror de Mauthausen se detenía una vez por semana, los domingos, para jugar al fútbol
Los alemanes se aburrían y pidieron a un español que organizase una liga
Natalia Junquera - El País



Cada día decenas de hombres morían en la cantera del campo de concentración. Por la imposibilidad de compatibilizar piedras de 50 kilos con el hambre y el frío que los devoraba. Porque a veces las patadas de los SS para meterles prisa les hacían rodar 186 escalones y ya no podían volver a levantarse. Los presos se acostumbraron a que la nieve se volviera roja de sangre; al trasiego de carretillas llenas de cadáveres, al olor del crematorio donde arrojaban los cuerpos de los que ya no servían para trabajar. Pero el horror se detenía durante 90 minutos una vez por semana. Cada domingo un grupo de españoles capitaneado por un burgalés llamado Saturnino Navazo jugaba un partido de fútbol en el infierno de Mauthausen.

Aquellos encuentros entre presos de distintas nacionalidades pasaron casi desapercibidos en el relato de la barbarie nazi. Un libro y un documental los recuperan ahora. El primero se titula Los últimos españoles de Mauthausen (Ediciones B), de Carlos Hernández. El segundo, Rebeldes del fútbol, de los franceses Gilles Perez y Gilles Rof, cuenta con la participación del futbolista Eric Cantona, cuya madre es hija de exiliados españoles.

“Jugaban con rabia”, recuerda a EL PAÍS Siegfried Meir, el espectador más joven de aquellos partidos —tenía 11 años cuando llegó a Mauthausen procedente de Auschwitz, donde habían muerto sus padres—. “El fútbol les salvó la vida”, asegura. “Los alemanes también eran humanos y se aburrían. Para disfrutar de aquel entretenimiento, para que jugaran mejor, sacaron a los españoles de la cantera y los mandaron a la cocina a pelar patatas, que no solo pelaban, sino que también robaban y repartían”.

El fútbol les permitió llenar el estómago y mucho más. Aquella breve distracción les devolvía los domingos todo lo que perdían de lunes a sábado. Recuperaban el orgullo —porque durante esos 90 minutos no obedecían órdenes; eran ellos los que decidían todos sus movimientos—; el nombre —porque mientras duraba el encuentro dejaban de ser ese número con el que se les identificaba en el campo— y las ganas de vivir —porque ese era el efecto que provocaba quitarse el sucio pijama de Mauthausen para calzarse unas botas de fútbol y ponerse una camiseta y un pantalón limpios para jugar—.

El deporte les salvó la vida. Les permitió comer más y salir de la contera donde muchos morían
“Se formó una pequeña liga y jugaban contra polacos, austriacos...”, recuerda Meir, de 81 años. “Casi siempre ganaban los españoles”. Varios habían sido jugadores profesionales, como Navazo, que había dejado el fútbol para luchar con el bando republicano al estallar la Guerra Civil.

Meir salió de Mauthausen cogido de su mano. El burgalés le trató como un hijo y al salir del infierno le enseñó a olvidar todo lo que había aprendido en él. Por ejemplo, que no hacía falta que escondiera azúcar bajo la almohada o que robara leche en las tiendas porque en su casa siempre tendría comida suficiente. “A él el fútbol le salvó la vida y a mi Navazo me la dio. Si no se hubiera quedado conmigo, habría acabado en la cárcel”.

viernes, 5 de diciembre de 2014

SGM: El baseball arruina la Operación Greif

El béisbol resultó el peor enemigo de la «Wehrmacht» en las Ardenas
ALBERTO IGNACIO ARILLA - ABC


Los comandos de Skorzeny que, vestidos con uniformes de Estados Unidos y hablando inglés, debían sembrar el caos tras las líneas enemigas antes de la ofensiva, pudieron ser descubiertos y arrestados por no saber contestar sencillas preguntas sobre el popular deporte norteamericano

Una veintena de los comandos de Skorzeny fueron fusilados bajo la acusación de espionaje por vestir uniforme enemigo. Se les descubrió por no poder contestar unas sencillas preguntas sobre el popular deporte americano del béisbolLa ofensiva desatada en Las Ardenas a mediados de diciembre de 1944 resultó el último intento de Hitler de imponerse a los aliados en el frente occidental. Sus mejores unidades blindadas debían avanzar rápidamente hacia el mar, ocupando Bruselas y Amberes, de manera que al norte de esa línea quedaran embolsados varios ejércitos ingleses y americanos, en una operación hasta cierto punto similar a la desarrollada en 1940 y que supuso la total derrota de franceses, belgas e ingleses.

La Operación Wacht am Rhein (Guardia del Rin) debía ir precedida por la denominada Operación Greif (Grifo), consistente en infiltrar tras las líneas enemigas cerca de un centenar de alemanes camuflados como soldados americanos con el objetivo de causar el mayor caos posible en la zona, dando órdenes o noticias falsas, desviando unidades y alterando todos los indicativos de los cruces de carreteras. Además de los soldados, estas fuerzas disponían de vehículos y carros de combate en su mayoría tomados al enemigo, pero otros de la amplia panoplia de blindados alemanes debidamente camuflados.

Bajo las órdenes de Otto Skorzeny, a quien el Führer en persona había encargado la puesta en marcha de este plan, los escogidos entre los militares alemanes por su mejor conocimiento del inglés se prepararon concienzudamente a lo largo de cerca de dos meses para representar lo mejor posible su papel. Y su inicial actuación fue un éxito, hasta el punto de que los mandos militares norteamericanos pronto advirtieron que semejante caos en sus líneas del frente no podía ser casual, cayendo pronto en la cuenta de lo que estaba sucediendo… Y rápidamente utilizaron un pequeño truco para descubrir a los infiltrados: hacer preguntas sobre el béisbol y los últimos resultados de la liga de ese deporte a cualquier soldado o grupo de soldados que no pudiera ser reconocido por un oficial superior y de confianza.

Desde ese momento, la Operación Greif resultó un fracaso. Al menos una veintena de los comandos de Skorzeny fuero descubiertos, arrestados, juzgados por espionaje (por llevar uniforme enemigo) y fusilados. El resto huyó hacia las líneas alemanas, mientras los americanos restablecían un mínimo orden entre sus unidades. Las divisiones panzer que entraron en acción después de los infiltrados de Skorzeny tuvieron un éxito inicial, pero menos de una decena de días más tarde, sin haber alcanzado ni tan siquiera las riberas del Mosa, la ofensiva se detuvo.