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viernes, 5 de julio de 2024

Argentina: Visita de un príncipe a La Plata

 

El príncipe que llegó a La Plata y dijo que era una "ciudad fantasma"

Luis de Orleans y Bragance recorrió la capital bonaerense a comienzos del siglo XX. Asistió al Museo de Ciencias Naturales y presenció una identificación dactiloscópica hecha por Juan Vucetich. Advirtió sobre la falta de proyección del puerto y la escasez de población



De la noche a la mañana, alzar allí una ciudad destinada, en sus pensamientos, a convertirse en rival de la metrópoli que les habían quitado.

Hechas estas reservas, no tengo dificultad alguna en adherirme a la opinión del publicista que cité con anterioridad. Si las manzanas se llenaran de casas de habitantes, no hay duda de que La Plata se convertiría en la ciudad más bella de la Unión. Pero me parece que este “si” representa a la mas improbable de las hipótesis. No se improvisa así, de la noche a la mañana, una gran ciudad, a una hora de distancia de una capitan que tiene un millón de habitantes. La Plata se poblará… el día que Buenos Aires, en su frenético desarrollo, extienda hasta allí sus suburbios.c

Para rescatar su concepción embrionaria, los fundadores de la ciudad se aferran con desesperación a las últimas tablas de salvación. Se habla de ampliar el puerto de “La Ensenada”, a cinco kilómetros de aquí, de unirlo, mediante trabajos gigantescos, al de Buenos Aires. Pero, además de que estos trabajos supondrían un gasto formidable, el nuevo puerto presentaría los mismos inconvenientes que el de la capital. El porvenir no está allí, sino en Bahía Blanca o en Rosario, puertos profundos y seguros, hacia donde, tarde o temprano, se volcará todo el movimiento marítimo de las costas argentinas. Se habla también de crear una zona franca alrededor de la ciudad. Idea excelente, en teoría, pero que en la práctica requerirá todo un servicio aduanero de los más difíciles de asegurar.

Luis Felipe De Orleans y Bragance

Por el momento, La Plata sigue en estado de mito -y sólo la administración prospera-, con sus pomposos edificios, melancólicamente erguidos, como las pirámides de Egipto, en medio del desierto. Palacio de Gobierno, palacio de la Legislatura, Dirección de Escuelas, de Correos, Municipalidad, servicios hidráulicos y de vialidad: los platenses, sin duda para consolarse por la falta de casas particulares, se aprovechan a más y mejor. En esta extraordinaria ciudad fantasma hay bibliotecas y teatros, hipódromos y asilos de indigentes, sanatorios y observatorios… Todo es vasto y lujoso, ultramoderno… pero tan desprovisto de lectores, de comediantes, de caballos como de indigentes, de enfermos y de astrónomos. Incluso los funcionarios a quienes se les ha asignado estas suntuosas residencias prefieren vivir con modestia en Buenos Aires.

Si las manzanas se llenaran de casas de habitantes, no hay duda de que La Plata se convertiría en la ciudad más bella de la Unión.

Así pues, tomado el café, se nos conduce inmediatamente al edificio de la Policía, para asistir luego al desfile impecable de la guardia municipal, precedida por su banda y por el escuadrón de la gendarmería volante de la provincia.

El método de Vucetich

Después pasamos a la oficina de Vucetich. El señor Vucetich, director del Servicio Antropométrico de la provincia, es el inventor de un nuevo sistema de identificación: la dactiloscopía.

La dactiloscopía tiene us base en la diversidad infinita de dibujo que presentan, para cada individuo, las impresiones de los diez dedos. La idea de utilizar las impresiones para la identificación procede de un inglés, Francis Galton, que fue el primero en aplicarla, en el imperio indio. El mérito de Vucetich consiste en haber simplificado el método, de una manera genial, al establecer que las impresiones digitales pueden clasificarse en cuatro grupos, absolutamente distintos, según la disposición de las líneas que las componen. Para los pulgares, Vucetich designa los cuatro grupos con las letras A,I,E, V; para los demás dedos, con las cifras 1, 2, 3, 4. Así, las impresiones digitales de un individuo se designan con dos letras y ocho cifras. El número de combinaciones es tan considerable que resulta materialmente imposible que dos individuos puedan tener designaciones idénticas.

Pero pasemos a la práctica. Por orden de Vucetich traén a un detenido que acaba de llegar, uno de esos atorrantes, italianos en la mayoría de los casos, vagabundos, ladrones y quizás asesinos, que la policía apresa en abundancia, durante sus semanales redadas, en los barrios de mala fama de Buenos Aires. Nuestro moderno e inofensivo Torquemada se adueña del malviviente, le hace poner las dos manos sobre una placa recubierta de tinta de imprenta, para luego tomarle, una a una, las impresiones de los diez dedos sobre una hoja de papel blanco.

El Bertillón sudamericano lee estas impresiones como vosotros y yo leemos el diario o el difunto Champollion, los jeroglíficos egipcios.

El porvenir no está allí, sino en Bahía Blanca o en Rosario, puertos profundos y seguros, hacia donde, tarde o temprano, se volcará todo el movimiento marítimo.

“A1342 - V2412”, dice el sabio. Detrás de nosotros están los prontuarios judiciales. Un armario contiene las letras A (de la mano derecha), una caja las series 1111 a 1414. “Ni siquiera necesito de la mano izquierda”, nos dice al instante el amable Argus de la provincia, “aquí está”. Y nos tiende un prontuario que lleva la identificación “A1342 - V24142 y el nombre: “Henrique Civelli”. “¿Cómo se llama?, le pregunta al individuo. “Henrique Civelli”, responde el atorrante con uno de esos acentos cantarinos que denuncian al napolitano a cien metros de distancia. La demostración queda hecha.

No es esta la única utilidad del sistema. Sería necesario agregar un consejo al manual del perfecto ladrón: “Cuando trabajes, no coloques nunca tus manos sobre una superficie lisa, sobre todo si antes de actuar no te las lavaste. Si lo haces, sería lo mismo que dejar tu tarjeta de visita”. Incluso si la impresión es invisible, Vucetich o sus émulos lo harán aparecer con la ayuda de procedimientos químicos recientemente inventados. Y como la denominación es de las más sencillas, no está lejano el día en que todas las policías del mundo intercambien archivos con identificación digital de todos los delincuentes de sus respectivos países.

Un museo para no perderse

De la oficina de Vucetich pasamos a los bomberos, movilizados un minuto y veinte segundos después de sonar la alarma; después al jardín público, magnífico e inútil, ya que en él no se encuentran por el momento ni soldados ni niñeras; luego vamos a la Asistencia Pública, a la Universidad… Pedimos compasión. Pero todavía queda el Museo.

Los museos, en general, me inspiran un saludable temor,m sobre todo en países que como la Argentina, que carecen, por así decirlo, de pasado y quieren, cueste lo que costare, crearse uno a partir de cualquier fragmento, un pasado flamante, podría decirse. Pero yo había olvidado los tiempos prehistóricos.

¿Os gustan los tiempos prehistóricos? ¡Cómo nos envejecen! Si es así, id al Museo de La Plata. Por escasas que sean vuestras apetencias antropológicas, etnológicas, geológicas, mineralógicas, paleontológicas, arqueológicas… encontrareis allí con que satisfacerlas. Veréis plantas fósiles de la formación carbonífera o de la época mesozoica, moluscos de las edades silúricas, peces y cangrejos de la época terciaria, vestigios de la edad de piedra, de la vajilla y de las armas de gentes que ni vosotros ni yo habríamos podido conocer. Pero con quienes los eruditos alemanes, encargados de estos estudios por iniciativa del juicioso eclecticismo internacional del gobierno, viven en la más conmovedora intimidad.

Imagen del Museo de Ciencias Naturales en el Paseo del Bosque en sus primeros años de vida

Os codearéis allí con los dasipontes, los hoploforos, los dacdicuros, los milodontes, los megaterios, los trigodontes, los tocodsontes y todos los demas mamíferos gigantescos, de nombres repulsivos, que sin duda encontraron a la tierra demasiado pequeña para sus retozos y prefirieron desaparecer. Admiraréis allí al tatuajes del tamaño de un buey y osos de las cavernas que harán palidecer de envidia a los del Museo de París, ballenas fósiles y elefantes extraordinarios. ¿Sabíais que en esos remotos tiempos, tan remotos que el solo pensarlo provoca vértigo, las pampas de la Argentina, en epecial las de la Patagonia, contenían más elefantes que las selvas africanas o las junglas de Ceilán en la actualidad?

Por último, veréis también, empleado a sueldo, de la más moderna de las repúblicas, al tipo del sabio neolítico, representante también él de otra época, cuya labor sin tregua de toda la vida recibirá quizás la consagración, en caso de éxito, de una de las pocas líneas en la Larousse o alguna otra enciclopedia.


El principe se maravilló con las colecciones del museo platense

Y si todo esto os fastidia -en los detalles- podréis al menos soñar con el origen de los mundos, con el caos primitivo, con las grandes convulsiones geológicas, a través de las cuales se elaboran lentamente los tipos actuales de la vida, y remontar así, escalón por escalón, período por período, hasta el principio creador de todas las cosas. Y descansar un momento, en medio de los esqueletos y de los fósiles, de las absorbentes cuestiones del precio de la hectárea, del cálculo de la cosecha o de la intervención federal de las provincias.

*El presente texto fue publicado originalmente en Sous la Croix-du-Sud, París en 1912 y luego traducido para el libro La Plata vista por viajeros, compilado por Pedro Luis Barcia.


jueves, 24 de diciembre de 2020

SGM: Hitler en París

Hitler en París

Weapons and Warfare

Hitler en la foto junto a Speer, Breker y Giesler. La Torre Eiffel se puede ver al fondo.

El domingo 23 de junio de 1940 Adolf Hitler regresó a Francia para su infame visita a París. Estuvo acompañado por sus arquitectos favoritos Albert Speer y Hermann Giesler. El aspecto artístico de la fiesta se completó con la incorporación de Arno Breker, el escultor favorito de Hitler. Tanto Giesler escribiendo en 'Ein Anderer Hitler' como Breker en sus memorias afirman que el viaje tuvo lugar el domingo 23 de junio. Sin embargo, escribiendo en su libro 'Inside the Third Reich' Speer cita erróneamente la fecha como 28 de junio de 1940, pero como describe el momento en que entró en vigor el armisticio como parte del viaje, la fecha del 28 de junio es claramente un error en su parte. Giesler recordó más tarde lo sorprendido que estaba al ser detenido por la policía vienesa y escoltado al aeropuerto de Viena, donde lo colocaron en un avión de mensajería con destino a Francia. Sin embargo, había un propósito detrás de la decisión de Hitler de incluir a los artistas. A nivel personal, a Hitler no le importaba nada la legendaria ciudad y solo le interesaba París por su arquitectura. Los miembros civiles de su séquito estaban allí para imaginar cómo la ciudad podría ser superada por el nuevo Berlín visualizado por Hitler como la ciudad más grande e imponente del mundo. Para mezclarse con el fondo, el artista y los arquitectos se equiparon con uniformes militares.

Acompañado por este inusual séquito y un equipo de filmación, Hitler recorrió las calles desiertas de la capital francesa en las primeras horas de esa infame mañana de domingo.

Tenemos la suerte de tener un registro completo del día que fue publicado en el libro 'Ein Anderer Hitler' de Hermann Giesler, que contiene una descripción completa de un testigo ocular de su famosa visita a París el 23 de junio de 1940. En el proceso, Giesler también proporciona un relato completo de sus propias conversaciones personales con Hitler sobre los amplios planos arquitectónicos de las ciudades de Berlín, Múnich y Linz, que se preveía que encarnarían el concepto Grossdeutschland (Gran Alemania).

Giesler comienza cuando un destacamento de la policía lo detuvo el 22 de junio de 1940 cuando se dirigía a una obra en construcción cerca de Viena y le ordenó que se dirigiera al aeropuerto de Viena. Allí, abordó un Ju esperando. 52 avión de mensajería que aterrizó en una pista de aterrizaje en el norte de Francia, tras lo cual fue conducido al cuartel general de Adolf Hitler en Brûly-de-Peche, al norte de Sedan. El armisticio estaba programado para comenzar el día siguiente a la medianoche. Tan pronto como se encontraron, Hitler no perdió tiempo en relatarle a Giesler sus opiniones personales sobre su gran triunfo y su deseo de ver París lo antes posible.

—Está bien, Giesler, en ese momento no tenías forma de saberlo, pero yo confiaba en mi plan estratégico, los detalles tácticos esenciales y mi fe en el poder de combate de las fuerzas armadas alemanas. A partir de ahí, el calendario sabiamente planeado avanzó de forma natural. Recuerdo que durante el invierno [de 1939] te invité a que vinieras conmigo a París; He invitado a Breker y Speer a venir. Con mis artistas, quiero mirar París. Partiremos temprano en la mañana ".

En compañía de Arno Breker y Albert Speer, Hitler, junto con su personal y ayudantes de campo, disfrutaron de una sencilla cena juntos en dos largas mesas en una sencilla cabaña. A Giesler le sorprendió la falta de triunfalismo.

“No hubo actitud triunfal, ni voces retumbantes, sólo dignidad sombría. Los rostros de los que ostentaban la autoridad aún mostraban los signos de la tensión de las últimas semanas. Me consideraba indigno del honor de sentarme con ellos ".


La fiesta partió de Brûly-de-Peche a las 4 de la mañana en el Ju privado del Führer. 52 y aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget, donde los esperaba una flota de Mercedes descapotable. Hitler ocupó su lugar habitual en el asiento del pasajero delantero y se le unieron Speer, Breker, Giesler, el ayudante de las SS Schaub y su oficial de ordenanza, el coronel Speidel. 

 

“El antiguo agregado militar de París nos adelantó como guía. Con nuestras luces tenues solo podíamos ver las siluetas de los edificios. Pasamos puntos de control: los guardias salieron y saludaron; se podía detectar que el armisticio aún no estaba plenamente en vigor. Adolf Hitler se sentó frente a mí y recordé la última noche de invierno cuando habló sobre París, y recordé su confianza en que vería la ciudad pronto. Ahora su deseo se estaba volviendo realidad. Pero no vino a París como Comandante Supremo de la Wehrmacht alemana, llegó como Bauherr (jefe de construcción) de las nuevas ciudades alemanas que ya había imaginado con sus nuevos aspectos. Vino aquí para comparar arquitectura, para experimentar el ambiente de la ciudad en compañía de sus dos arquitectos y un escultor, aunque nos acompañó un séquito militar, soldados que sin duda se habían ganado el honor de ver la capital francesa con él. '


La parada del breve recorrido por París fue la Ópera Imperial. Esta magnífica estructura fue diseñada por el arquitecto Garnier. Adolf Hitler se había familiarizado con los planos del edificio y parecía dispuesto a mostrar sus conocimientos. Dentro del edificio, Giesler recordó que fue Hitler quien abrió el camino, señalando características notables del edificio.

“Podría ser que la disparidad entre la atmósfera simple de la sede del Führer en el pequeño pueblo de Bruly y esta espléndida exhibición del Imperio histórico amplificara la impresión que causó. Hasta ese momento, solo estaba familiarizado con la fachada de la Ópera y me asombró la noción bien pensada del plan básico, impresionado por la disposición de las amplias habitaciones: los pasillos de entrada, la lujosa escalera, los vestíbulos y el espléndido, teatro interior de oro brillante. Estábamos parados en el palco del medio. Adolf Hitler estaba cautivado: proporciones deliciosas, notablemente atractivas, ¡y qué festividad! Era un teatro con un carisma distintivo, independientemente de su extravagancia de la "Belle Epoque" y una diversidad de estilo que incluye un toque de barroco exagerado. Hitler repitió que su principal reputación se basa en estas hermosas proporciones. "Me gustaría ver la sala de recepción, el salón del presidente detrás del palco del proscenio", dijo Hitler. Se produjo una cierta vacilación. "Según el plan de Garnier, debe ser por aquí". Al principio, el guardia estaba confundido, pero luego recordó que después de una renovación se removió la habitación. Hitler observó con acritud: "La república democrática ni siquiera favorece a su presidente con su propio salón de recepción".

Hitler y su séquito salieron por la entrada principal para ver la famosa fachada a la luz del día. Luego se trasladaron al Madeleine, que no movió a Hitler y el séquito pronto se movió por las calles desiertas. “Lentamente, en un amplio círculo, rodeamos las fuentes y los obeliscos de Luxor en la Place de la Concord. Adolf Hitler se paró en su automóvil para obtener una vista panorámica. Miró a través de la gran plaza hacia las Tullerías y el Louvre, luego a través del río Sena hasta el edificio de la Chambre des Députés. Al comienzo de los Campos Elíseos, pidió detenerse. Mirando las murallas del Almirantazgo, ahora podía observar el frontón de la columna de la Madeleine a través del corto espacio de la calle Rue Royal, ahora era realmente efectivo.

Adolf Hitler se tomó su tiempo para absorber todo esto, luego una breve señal con su mano y condujimos lentamente a lo largo de los Campos Elíseos algo ascendentes hacia el Étoile con su imponente Arco de Triunfo. Evaluando todo críticamente, sus ojos miraron la construcción de la carretera, que podía ver a través de las calles arboladas alrededor de Round Point. Toda su concentración absorta estaba en el Arco y el sistema de carreteras en el que se planeó el área circundante del Étoile. Contempló los relieves del lado derecho e izquierdo del Arco con una breve mirada (capturan la historia de la Marsellesa) y las inscripciones cinceladas (los franceses no olvidarán ninguna de sus victoriosas batallas). Conocía cada detalle de la literatura histórica.

Adolf Hitler compartió sus pensamientos sobre este viaje matutino con Geisler, quien luego registró lo que Hitler le había dicho.

“La extensión bien equipada de la Place de la Concord impresiona naturalmente, ya que la plaza se extiende desde los Jardines de las Tullerías hasta el Louvre, con vistas al curso bajo del Sena hasta los ministerios y la Chambre des Députés. Ópticamente, también incluye el desarrollo hacia la Madeleine y el amplio espacio abierto del inicio de los Campos Elíseos. Desde la perspectiva de un hombre, eso es casi ilimitado. La vista desde el Concorde era hermosa, con sus fuentes y obelisco en primer plano, hacia el Almirantazgo, la rue Royal con la Madelein al fondo. 

Desde el Étoile se dirigieron al Trocadero, contemplando el coloso del siglo XIX, la Torre Eiffel, al otro lado del Sena desde la gran terraza del Palais Chaillot. Fue aquí donde Hoffmann tomó sus fotografías icónicas que muestran a Geisler y Hitler. Giesler recordó que entabló una larga conversación con Hitler en ese momento del proceso.

“Adolf Hitler me dijo que considera la Torre Eiffel no solo como el comienzo de un nuevo estándar de edificios, sino también como el comienzo de un tipo de ingeniería tectónica. "Esta torre no solo es sinónimo de París y la exposición mundial en ese momento, sino que será un ejemplo de clasicismo y marca el comienzo de una nueva era". Con esto se refería a la era de la tecnología moderna con nuevos horizontes y dimensiones (Groessenordnungen), en ese momento inalcanzable. Lo que vino a continuación fueron puentes de grandes luces, edificios con grandes dimensiones verticales que, gracias a cálculos de ingeniería exactos, ahora podían formar estructuras icónicas. Pero solo a través de la armonización entre ingenieros, artistas y arquitectos pudo ver la posibilidad de una mayor creatividad. El clasicismo, al que tenemos que apuntar, solo puede alcanzarse mediante la tectónica con nuevos materiales, siendo el acero y el hormigón armado los definitivos y esenciales.

Continuamos conduciendo y nos detuvimos brevemente en un palacio de la ciudad bien proporcionado, que sería la futura embajada alemana. Adolf Hitler dio órdenes particulares para su renovación con el apoyo de los conservadores franceses.

A continuación, Adolf Hitler mostró su decepción con el Panteón en la parte superior del Barrio Latino al abandonar el edificio abruptamente. De nuevo al aire libre, negó con la cabeza y suspiró.

“Dios mío, no se merece su nombre, si piensas en el Panteón Romano con su interior clásico, la iluminación única del techo abierto, combina dignidad con gravedad. Y luego miras eso ”, y señaló hacia atrás,“ más que sombrío incluso en este brillante día de verano ”. Cuando regresaban a su automóvil, algunas mujeres los vieron, gritando: c'est lui, ese es él.

`` Dimos la vuelta y condujimos por la rue de Castiglioni hasta la Place Vendôme, con su famosa columna en esta plaza de magníficas formas, luego la rue de la Paix hasta la Place de l'Opéra, con una vista elevada de lo vivo, aunque algo teatral, fachada de la Ópera, ahora con mucha luz. “Ciertamente”, me dijo más tarde; “Es muy decorativo, un poco demasiado rico, pero obviamente se ajusta al gusto del estilo de esa época. Al planificar nuestra arquitectura, apuntaremos a un clasicismo de formas más severas y afiladas, según nuestro carácter. Lo que he visto en París me obliga a comparar los logros de la arquitectura alemana del mismo período: Gilly, Schinkel, Klenze, Hansen y Semper, y Siccardsburg con su Ópera de Viena; soy de la opinión de que pueden ocupar su lugar. Por no hablar de las grandes creaciones de los arquitectos barrocos como Lukas Hildebrandt, Fischer von Erlach, Balthasar Neumann, Prandtauer y otros. Lo que los alemanes extrañan es la continuidad y la persistencia en sus objetivos arquitectónicos, pero esto todavía es reconocible en la Alemania de la Edad Media con las catedrales y cúpulas de las comunidades de la ciudad y los edificios barrocos de las casas reales ".


A continuación, Geisler recordó el viaje a Montmartre, donde Hitler apenas miró al Sacré Cœur. Desde la terraza elevada frente a la iglesia, quiso considerar la vista de París que acababa de visitar. “Adolf Hitler creía que, en la medida en que podía ver la concentración de París desde aquí, los monumentos y lugares se destacaban solo débilmente de la monotonía de las viviendas y los edificios funcionales. La gran cohesión del Louvre al Étoile, la Île-de-France con Notre Dame, el fluir del Sena a la Torre Eiffel apenas se mantiene. En realidad, solo esta torre, pensada y construida para una exposición, mantiene, independientemente de su filigrana transparencia vista desde aquí, su reputación. Lo que dijo es que la Torre justifica su existencia en esta ciudad solo por la tendencia vertical deliberadamente planificada, una característica asombrosa para esa época. Naturalmente, para la ciudad de París significó una novedad simbólica, una ciudad con una tradición histórica tan profunda desde los romanos hasta las épocas muy significativas de los reyes, la revolución, el imperio, los edificios de la república después de Napoleón III; todos carecen de sentido, no tienen importancia para la estructura general de la ciudad, con la excepción de la Torre Eiffel ". 

sábado, 16 de mayo de 2020

Encuentro Perón-Pinochet de 1974

Secretos y consecuencias de la entrevista de Perón y Pinochet en la Base Aérea de Morón 

Sucedió el 16 de mayo de 1974, meses después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende en Chile, y duró dos horas. Allí, el dictador chileno le expresó su preocupación por los asilados que habían escapado a nuestro país y estaban cerca de la frontera. Años después, se supo qué sorprendente conclusión sacó el trasandino de aquel encuentro

Por Juan Bautista "Tata" Yofre || Infobae


Perón y Pinochet pasan revista a las tropas en la Base Aérea de Morón

Para tratar el encuentro de Juan Domingo Perón con el general Augusto Pinochet Ugarte lo primero que se debe hacer es preguntarse en qué condiciones llegaron los dos a la entrevista de Morón. ¿En qué tiempo estaban parados y qué circunstancias los rodeaban?

El doctor Pedro Ramón Cossio, en su libro ‘Perón, testimonios médicos y vivencias’ relata que “el general Perón en diversas ocasiones, estando yo en el cuarto (se refiere a cuando lo atendía en la residencia de Gaspar Campos 1065) que él creía – y esto lo siguió pensando hasta su muerte—que en Ezeiza lo habían querido matar grupos guerrilleros o terroristas, para luego iniciar, en medio de la conmoción, una revolución socialista”.

Cossio tiempo más tarde, me dijo: “Yo creo que él llegó con el convencimiento y tuvo la prueba de que en Ezeiza grupos de izquierda lo quería matar, para a partir de ahí empezar una revolución socialista. Y él todo el tiempo vivió con esa idea y murió convencido que en Ezeiza algún grupo de izquierda lo quería matar”. Su amigo el dirigente conservador Vicente Solano Lima sostuvo lo mismo.

Al opinar sobre el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, el martes 11 de septiembre de 1973, en la intimidad de su residencia, Juan Domingo Perón le dijo al joven médico Pedro Ramón Cossio (h), que “con lo que ha pasado en Chile desde ese lado estamos protegidos”. El testimonio es coincidente con las declaraciones de Perón a “Il Giornalle D’Italia” (septiembre de 1973). En la oportunidad, Perón destacó que la caída de Salvador Allende había cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina” y aseguró estar menos preocupado por el problema “de lo que la mayoría de los argentinos creen.” También afirmó al mismo medio italiano “los responsables de los acontecimientos en Chile fueron los guerrilleros y no los militares.” En las mismas horas, en puerta de su casa en Gaspar Campos, tras conversar con los médicos Jorge Taiana y el cardiólogo Pedro Cossio, preguntado sobre el suicidio del mandatario chileno, Perón le dijo al periodismo: “eso es emplear otro recurso cuando no queda otra puerta para salir, su actitud es la actitud de un hombre que tiene vergüenza de las circunstancias…hay hombres que no pueden resistir eso”.

En las horas posteriores al golpe, Patricio Alwyn, presidente de la Democracia Cristiana de Chile, dijo: “Nosotros tenemos el convencimiento de que la llamada vía chilena de construcción del socialismo que empujó y enarboló como bandera la Unidad Popular, y exhibió mucho en el extranjero, estaba rotundamente fracasada y eso lo sabían los militantes de la Unidad Popular y lo sabía Allende. Y por eso ellos se aprestaban a través de la organización de milicias armadas- muy fuertemente equipadas que constituían un verdadero ejército paralelo- para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder. En esas circunstancias pensamos que la acción de las Fuerzas Armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de una guerra civil o en una tiranía comunista.” Unos años más tarde diría todo lo contrario.

Su jefe político Eduardo Frei Montalva fue coherente con lo que pensaba y vivió. Cuando Allende le pidió unas declaraciones para tranquilizar a la sociedad chilena tras la victoria electoral de la Unidad Popular del 4 de septiembre de 1970 con el 36 % del electorado, Frei le dijo: “No puedo hacerlo, porque tú sabes que no soy marxista y, además, porque creo que pese a tus buenas intenciones las acciones de (tus) partidarios llevarán a Chile antes de dos años a una dictadura totalitaria”, según le contó al embajador argentino Javier Teodoro Gallac y que éste lo volcó en el cable “Secreto” Nº 612/616, del 30 de septiembre de 1970.

Lucía Hiriart de Pinochet, su esposo, Juan Perón y María Estela Martínez de Perón.

Y en una carta a Mariano Rumor (presidente de la Internacional Socialdemócrata) reconoció que Allende “estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación, de tal manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos viviendo un régimen absolutamente anormal y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar en plenitud en Chile una dictadura totalitaria”.

Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón

La Junta Militar chilena hizo llegar una carta formal al gobierno argentino expresando el deseo de continuar manteniendo relaciones abiertas en el camino de los acuerdos permanente de ambos gobiernos. El gobierno del presidente interino Raúl Alberto Lastiri reconoció a las nuevas autoridades trasandinas el 19 de septiembre.

La campaña presidencial del 23 de septiembre de 1973 que llevó al poder a Perón por tercera vez sólo registraba algunos detalles menores que apenas animaban al comentario, como la picardía de Perón al cerrar la contienda con un mensaje a la población que fue difundido por el Canal 9 de televisión de Buenos Aires. Frente a los sucesos de Chile, el líder justicialista manifestó la necesidad de “poner las barbas en remojo”. Obligado por una ansiosa opinión política de propios y ajenos a expresarse sobre el golpe militar en el país trasandino, Perón optó por la cautela.

El 62,7 por ciento del electorado votó por la fórmula Perón-Perón, un trece por ciento más que en la elección de Cámpora, en tanto el radicalismo obtenía 2.905.719 votos. Si la población respiraba aliviada por la finalización de la campaña electoral y particularmente confiaba en la figura de Perón como el líder político del momento para comenzar a transitar una época de calma, pronto volvió a resultar sorprendida por la violencia que parecía no acabar nunca.

Dos días más tarde un comando de FAR y Montoneros (que se decían peronistas) asesinó a balazos al jefe de la CGT, José Ignacio Rucci. Fue, en primera instancia la respuesta brutal por el papel preponderante que había tenido Rucci en la caída de Cámpora el 13 de julio; asimismo lo acusaban de haber tenido un papel especial en los incidentes de Ezeiza. Tras el crimen de José Ignacio Rucci, el jefe del peronismo convocó a hombres que se habían replegado después de los hechos de Ezeiza —el coronel (RE) Jorge Osinde, entre otros—y les encargó nuevamente la tarea de contener la marea subversiva y por último descerrajó la depuración.

Así lo relató el semanario Primera Plana: “El viernes 28 de septiembre de 1973, en Olivos, Perón habló con la claridad que caracterizaba a todas sus últimas intervenciones. Según ha trascendido, ante los miembros del Consejo Superior del justicialismo sostuvo que el Movimiento era objeto de una “agresión externa”. No hizo ninguna alusión a la CIA u otros organismos del ‘imperialismo yanqui’: arremetió sin más ni más contra el marxismo…y declaró la guerra a los “simuladores”, de quienes afirmo que les iba a ‘arrancar la camiseta peronista’ para que no quedaran dudas ‘del juego en el que estaban empeñados…..frente a un gobierno popular –señalo—no les queda otro camino que la infiltración”. ‘En adelante seremos todos combatientes’”, señaló Perón. Y culminó uno de sus párrafos con: “Yo soy peronista por tanto, no soy marxista”.

Unos días más tarde llegaría la respuesta orgánica: El “Documento Reservado” estableciendo “Drásticas instrucciones a los dirigentes del Movimiento para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista”, informó La Opinión del 2 de octubre en su portada. La introducción del Documento no daba para análisis alternativos: “El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista, que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes”.

Esta “guerra” según el documento se manifestaba a través de campañas de “desprestigio”; “infiltración de esos grupos marxistas en los cuadros del Movimiento”; “amenazas, atentados y agresiones” contra los cuadros del partido y la población en general. La parte introductoria termina considerando que “el estado de guerra que se nos impone no puede ser eludido, y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también atacar al enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión”. Frente a tales órdenes Ricardo Otero, Ministro de Trabajo, atinó a comentar: “los que quieren la patria socialista que se escapen”.

Primer saludo de Juan Perón a Pinochet al llegar a la Base Aérea de Morón.

Juan Perón asumió el 12 de octubre de 1973 e intentó iniciar una etapa de orden dentro de su Movimiento y el país. Entre otros actos expulsó a los integrantes del bloque de diputados ligados con Montoneros (febrero de 1974); cundo el ERP atacó un importante cuartel del Ejército, el Presidente se puso el uniforme y luego habló de “exterminar” a la guerrilla; el 1º de de Mayo de 1974 reivindico a la ortodoxia y echo a Montoneros de la Plaza de Mayo tras ser personalmente agraviado.

El Ejército Argentino había seguido atentamente los acontecimientos del derrocamiento de Salvador Allende. Unos días después del golpe, la Jefatura de Inteligencia elevaba al Comandante General, general de división Jorge Raúl Carcagno, una primera evaluación de la situación chilena, especialmente en lo referente a su “marco externo”.

Redactado con un estilo formal y una sintaxis dura, el documento “Marco Externo-Ámbito Regional” explicaba que “el golpe de estado de las FFAA mantiene la expectativa general acerca de la evolución del gobierno chileno. Las reacciones producidas en diversas naciones son muy variadas. (...) “a. Brasil. La tendencia general es de apoyo al golpe y de condenación al gobierno depuesto. Las FFAA brasileñas justifican el movimiento. El gobierno de Brasil ofrece la posibilidad de apoyo económico y técnico para la reconstrucción chilena. b. Paraguay. En general, es unánime la opinión pública y del gobierno, en apoyo a la revolución militar que habría puesto fin a un proceso político considerado negativo. Las publicaciones de Asunción adjudican a la Argentina una actitud poco efectiva contra la extrema izquierda. c. Perú. Hubo una gran difusión de los acontecimientos. Se considera que el derrocamiento del gobierno de Allende puede motivar complicaciones a Perú en el orden interno y externo. En cuanto al ámbito exterior se espera conocer el apoyo que Chile pueda recibir de EEUU, lo que podría colocar a este país en una situación opuesta a Perú”. Sobre Cuba se indicaba que “las relaciones están rotas” y que la Junta Militar había denunciado “la injerencia cubana en Chile" y llevado el problema ante las Naciones Unidas”.

Bajo el subtítulo “probable evolución”, la Inteligencia Militar argentina estimaba que:

“Chile dejaría de constituir un foco de irradiación del comunismo en América. Sin embargo, la persecución desatada contra los comunistas chilenos y de otras nacionalidades permite prever la afluencia de dirigentes marxistas hacia otros países, especialmente a los vecinos”.

Los militares argentinos advertían que podía desatarse “una verdadera puja por atraer a Chile hacia las áreas de influencia de los distintos estados hegemónicos”, tanto en los planos económico como ideológico: “En tal sentido, incidirá la decisión de Brasil al reconocer en forma inmediata al gobierno surgido del golpe de estado”.

“EEUU ha de presionar a la Junta Militar con el objetivo de retomar la explotación cuprífera, o bien condicionar la citada explotación y la posible comercialización de este material de gran valor estratégico. Es probable que se incremente la acción interna de la oposición a Nixon a fin de que limite o restrinja la ayuda a Chile mientras persista la represión. Se estima que EEUU, por otra parte no va a suministrar ayuda en forma incondicional, previamente exigirá seguridad para sus inversiones. En estas tratativas, la renegociación de la deuda externa chilena ha de jugar un papel preponderante”.

El tercer punto trataba las “incidencias” del golpe en el país “por su proximidad geográfica, Argentina puede recibir el mayor contingente de comunistas desplazados de Chile. Además, por la misma razón pueden constituirse en nuestro territorio bases operativas para actuar contra el gobierno militar chileno. A pesar del control de fronteras que se efectúa, la gran extensión limítrofe facilitará dichas acciones... Por todo ello, es de esperar el acercamiento de la Junta Militar hacia nuestro país, siempre que una política más agresiva de Brasil no logre volcar enteramente hacia su órbita al país transandino”.

Después de casi 20 meses de gobierno en Chile, el 14 de mayo de 1974, el general Augusto Pinochet Ugarte realizó su primera visita de Estado a Paraguay. Si viajó a saludar al general Alfredo Stroessner para buscar una señal de reconocimiento, en realidad la primera salida debió ser hecha a Brasilia y no a Asunción. El golpe del 11 de septiembre de 1973 contó mucho más con la colaboración del régimen militar brasileño que de cualquier otro país de Latinoamérica.

Los que vivieron en Santiago de Chile los días finales del gobierno de Salvador Allende saben bien que el embajador brasileño Antonio Cándido da Cámara Canto fue considerado el “5º miembro de la Junta Militar” por su cercanía al nuevo gobierno. De todas maneras, durante su estadía en Asunción, Pinochet declaró a su colega paraguayo General Honoris Causa del Ejército de Chile.

Una vez terminada su visita a Asunción, Augusto Pinochet emprendió viaje a Chile, pero antes tocó suelo argentino -el 16 de mayo- en la Base Aérea de Morón, sede de la VII Brigada, cuyo comandante era el comodoro Jesús Orlando Capellini.

Augusto Pinochet

Capellini tuvo el extraño privilegio de ser actor y testigo de cuatro momentos históricos de la Argentina y el peronismo. Uno, siendo Jefe de la Región Aérea Centro con base en Ezeiza cuando llegó Juan Domingo Perón el 17 de noviembre de 1972; dos cuando ejercía la jefatura de la VII Brigada Aérea con base en Morón, el 20 de junio de 1973; tres en abril de 1974 en Morón, cuando Perón recibió al General Augusto Pinochet Ugarte y cuatro, en noviembre de 1974, cuando descendieron en Morón los restos mortales de María Eva Duarte de Perón para seguir rumbo en otro avión al Aeroparque Metropolitano.

Muchos años más tarde, Capellini me recordó que se le avisó pocas horas antes del arribo del mandatario chileno y tuvo que acondicionar, en horas, el lugar del encuentro.

La cumbre se realizó en la biblioteca de la base que se terminó de pintar la noche anterior. Como estaba muy desprovista de adornos, Capellini trajo de su casa una alfombra y unos adornos del Congo que había adquirido en 1961, cuando volaba para una misión de Naciones Unidas.

La cita mereció largos cabildeos y gestiones paralelas. Una de ellas la cumplió el asesor de Pinochet, el civil Alvaro Puga un mes antes, ocasión en que se vio con Perón. Hablaron y convinieron en términos generales una agenda abierta. Cuestiones de seguridad, temas comunes y del proceso del Canal del Beagle que se estaba desarrollando en La Haya y que debía ser resuelta por una comisión de juristas “Ad hoc”, elegida por ambos países según el “Acta de Salta” de julio de 1971, firmada por los presidentes Alejandro Agustín Lanusse y Salvador Allende. Preguntado Puga si recordaba los términos de la conversación que mantuvo con Perón, sólo me dijo (en 1984) que cuando se habló del Canal del Beagle el presidente argentino comentó que esa cuestión no podía dividir a Chile y la Argentina y, a manera de chiste, le dijo: “En todo caso la jugamos a las chapitas”. Al encuentro de Puga le siguió el viaje a Chile del jefe de Inteligencia del Ejército, general Carlos Dalla Tea, quien antes de viajar mantuvo una prolongada conversación con Perón, según la revista argentina Mercado del 30 de abril de 1974.

Algunos tramos de ese encuentro se encuentran en Perón, de Carlos A. Fernández Pardo y Leopoldo Frenkel, y en las propias Memorias del general Augusto Pinochet. En la intimidad, Perón se sentía “cubierto” por el gobierno de la Junta Militar, porque Chile no era ya un santuario para el terrorismo argentino. Sus 5.000 kilómetros y sus pasos fronterizos estaban medianamente bien protegidos de ambos lados. De todas maneras, Pinochet contó que expresó su preocupación por la instalación de numerosos asilados chilenos cerca de la frontera, lo que obligaba a sus fuerzas de seguridad a mantenerse en estado de alerta.

Juan Domingo Perón en 1974

Perón se comprometió a trasladarlos a zonas más alejadas y para tranquilizarlo le dijo “Perón tarda, pero cumple”. Debe recordarse que ya para aquella época -febrero de 1974- se había realizado bajo la dirección del comisario Alberto “Tubo” Villar la primera reunión de coordinación de las fuerzas de seguridad del Cono Sur y que sorpresivamente fue grabada por un infiltrado de Montoneros. También se trató el tema de la Antártida y cuestiones de complementación económica. Luego de casi dos horas, Pinochet continuó rumbo a Santiago.

Tras la cumbre, David Popper, el embajador americano en Chile, el viernes 17 de mayo de 1974, envió el cable Nº 02716 a Washington comentando el interés chileno por contactarse con los “líderes del Cono Sur” y considerar “la formación de un bloque antimarxista”. Le dice al Departamento de Estado que “conocen y hemos informado de los lazos de la Inteligencia policial y de seguridad entre Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, etcétera. para combatir al terrorismo izquierdista y la preocupación del canciller chileno Huerta por la presencia de terroristas chilenos en la frontera argentina.”

Por último, hay una versión dentro de la madeja que envolvió al asesinato de Carlos Prats, ex jefe del Ejército en tiempos de Allende, y que aquí en la Argentina investigó la jueza María Servini de Cubría y que en Chile dilucidó años más tarde el juez Alejandro Solís. En los testimonios ante el juez, Ramón Huidobro, ex embajador de Allende en Buenos Aires, y amigo de Prats, relato que el ex general le contó que al llegar a Chile Pinochet comentó que la entrevista había sido un fracaso porque Perón le recordó que las FF.AA. no eran propiedad de los comandantes y que le iba a ser difícil ayudarlo dada la mala imagen del gobierno de la Junta por la cruel represión. Prats sería asesinado en septiembre de 1974 por un comando que respondía al jefe de la DINA (Manuel Contreras) y a su superior Augusto Pinochet.

La cumbre provocó numerosas declaraciones de repudio de parte de los sectores democráticos progresistas y no progresistas, hasta algunas manifestaciones de la JP. La Legislatura de Buenos Aires trató una declaración de protesta que mereció que su titular, el justicialista Miguel Unamuno (más tarde Ministro de Trabajo de Isabel Perón) fuera reconvenido por el propio presidente de la Nación: “Mire Unamuno, yo soy el presidente de la Nación y tengo dos misiones fundamentales, encargarme del Gobierno del país y de las Relaciones Exteriores. Ustedes, que son concejales, tienen otras tres misiones. ¿Sabe cuáles son? Alumbrado, barrido y limpieza... Che, Unamuno, no jodan más con Pinochet”.

Al año siguiente, en abril, en el mismo lugar, Augusto Pinochet e María Estela “Isabel” Martínez de Perón mantendrían otro encuentro.