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viernes, 23 de junio de 2023

Granaderos a Caballo: Reclutando "desacataos" en El Plumerillo

El reclutamiento de "voluntarios" en El Plumerillo






Remigio Guido Spano fué un destacado abogado, periodista y escritor, hijo del general Tomás Guido (amigo preferido de San Martin) y hermano mayor del poeta Carlos Guido Spano. Aparte de fundar diarios, también les cuento que todos los escritos que conocemos del Almirante Guillermo Brown, los tradujo él.
Tengo la fortuna de estar relacionado con algunos de sus descendientes, gracias a los cuales puedo relatarles la siguiente historia...
En el año de 1888, ya un anciano venerable, el viejo cuenta (durante una descontracturada cena de notables), la siguiente anécdota:
_"Bueno, si quieren les cuento algo simpático. Me contaba mi padre que allá por las gloriosas épocas del Campamento del Plumerillo, previo al Cruce Andino y a la batalla de Chacabuco, Don Pepe (nota de Flavio: léase San Martin) hizo una leva compulsiva de soldados.
Quiero decir que si bien eran muchos los que se unían libremente al ejército, muchos otros eran incorporados a la fuerza.
Indigentes, gauchos mal habidos, negros, zambos, mulatos y muchos alegres borrachines que daban vueltas por los almacenes y pulperias de la zona en busca del agradable néctar mendocino.
La cosa era así: Las Heras y Padre (nota de Flavio: léase Guido), a instancias de Don Pepe, organizaban las partidas de granaderos que iban a incorporar a los futuros guerreros de la Patria.
Estas partidas iban a los almacenes, a los prostibularios, a los galpones de conchabo y demás yerbas y quien estaba al mando debía convencerlos primero buenamente y luego como se pudiera. Y a veces no se podía. La cuestión se ponía pesada y peligrosa, con individuos que no sabían ni hablar pero eran una maravilla desenvainando el facón.
Estas partidas de diez granaderos, se veían muchas veces en inferioridad numérica y es entonces que se retiraban no sin antes tomar notas y marcar el punto en un mapa.
Al llegar al Plumerillo, a veces en altas horas nocturnas, llevaban el parte diario de leva a manos, nuevamente, de Padre y Don Pepe, quienes le pasaban el parte, las notas y los mapas a la "partida especial", encargada de estos menesteres cuando la cosa se complicaba un tanto.
Esta partida al mando del corajudo Ambrosio Crámer, del durísimo Rudecindo Alvarado, del cuchillero José Maria Zapiola y del temible Mariano Necochea, eran los fogueados granaderos encargados de estos casos. Y al despuntar el amanecer, hacia allí iban.
Les pido me crean amigos cuando les digo que al paso lento de estos cuatro, los cóndores remontaban apresurados el vuelo y hasta el pasto y los cardones se hundían en la tierra.
Padre aseguraba que si la misma Parca se sentase a la mesa de estos cuatro, intranquila estaría.
Como fuera, resulta que el Plumerillo era un vodevil de gritos, ordenes, olor a grasa, cuero y acero, de fuegos y calderos de plomo fundido, de barro, polvo de madera, bosta de caballo, forraje para las bestias, leña para hacer fuego, botiquines, cabrestantes, palancas, sogas, pólvora, municiones, cañones, y hasta una imprenta.
¿La actividad? Era febril. Se presentía la proximidad del cruce de los Andes y la nerviosidad de la batalla.
Claro, entre tanta leva de hombres de real valía y de otras calañas miserables, había mucho retobado que no estaba acostumbrado a recibir ordenes y mucho menos, a ejecutarlas. Malandra de cuchillo ventajero, gaucho de puñalada traicionera.
Y estaban los que para aparentar jinetas de hombre bravo, hasta le gritaban procacidades al mismo San Martin, al paso del Gran Hombre.
Cuando pasaban estas cosas, un sutil cabeceo de Don Pepe activaba una serie de eventos, casi de rutina: de donde el miserable nunca adivinaba, aparecía Necochea y le aplicaba un seco y brutal talerazo sobre la espalda. El ladino giraba feroz ya con facón desenvainado, solo para ser cruzado otra vez y duramente con un talerazo esta vez sobre el rostro, que por costumbre un par de dientes se llevaba puesto. Siempre ante la mirada fija de Necochea, que no temía al verijero, ni al obús ni a la misma Parca. Necochea peleaba a puño desnudo en el mismo campo de batalla, miren si le iba a temer a un cuchillito.
De ahí lo agarraba el tucumano Juan Manuel Cabot, que a punta de tacuara y durante tres dias completos sin dormir le enseñaba a la fuerza a marchar a paso redoblado, oblicuo, lateral, métrico, ligero, geométrico, diagonal, de instrucción, de maniobra, de flanco, marchoso y de ataque. Errarle a un paso, un dia de arresto. Dos dias de arresto para el segundo. A partir de los diez yerros, se computaba dia de arresto con noche de estaqueada. Por supuesto, cada error iba acompañado de un siseante tacuarazo en el muslo o pantorrilla desnudos, que dolía una yarará y media.
Decía padre que era un espectáculo ver al Teniente Coronel Cabot sudado y vociferando ordenes en cueros y marchando él mismo emparejado al pobre cristiano, dia y noche, inhumano, incluso durante las heladas madrugadas.
Exhausto, no terminaba alli la "instrucción forzada": lo agarraba Eusebio Brizuela, jefe de Maestranza, Provisión y Ranchada, que lo ponia a pelar unos 100 kilos entre papas y zanahorias.
Al fin, lo que quedaba del pobre hombre lo recauchutaba Fray Luis Beltrán, que durante toda una noche lo adoctrinaba en los misterios de Dios y la Virgen.
Resultado? Ese antiguo vago, luego de quince dias más de instrucción militar, era ya un Granadero hecho, derecho y listo para servir a la Patria y a sus jefes.
Antes de Chacabuco, el mismo Don Pepe había mandado una avanzada sobre territorio chileno para que lo informaran sobre la posición de las fuerzas realistas, con tan mala suerte que Nepomuceno Garcia, el jefe de la avanzada, fué aprehendido y a su vez, torturado para que revelara la posición y cantidad de efectivos del Ejército de los Andes. Ni una palabra le fué arrancada al valeroso soldado, que a la segunda noche pudo escaparse y regresar a sus líneas. Al presentarse a San Martín, todo golpeado, lleno de moretones, y con un par de dientes y uñas de menos, el Gran Capitán le dijo: "Orgulloso quedo Granadero, que ni la más deshonrosa maldad de los godos logró de usted hacerle proferir información alguna que pudiera comprometer los próximos pasos de este Ejército Libertador".
Me dijo padre que la respuesta de Garcia, no fué menos monumental:
"Mi Coronel, ningún orgullo, solo cumplí con el mandato, por Ud conferido. Aparte, pasé con el fray Beltrán toda una noche de golpes y mas golpes con su santa biblia de madera sobre mi mollera, hasta que me aprendí el Padrenuestro, Credo y todas las décimas del Rosario, mire Señor si un maturrango iba a poder atemorizarme. Ni solo un poco!!"
Contaba Padre ante estas situaciones que Don Pepe miraba reciamente hacia un costado, solo para no desarmarse a carcajadas frente a la soldadesca"
Bueno, esta es la historia oral que yo defiendo, la que no es oficial, la que no está en boca de ningún historiador, la que no figura en grandes libros. Solo en cartas familiares, cuyos integrantes nunca estuvieron interesados en dar a conocer.

martes, 2 de marzo de 2021

Roma: El reclutamiento en el imperio

Reclutamiento en la República Romana

W&W




Una reconstrucción de la batalla de Pydna, por Peter Connolly, que demuestra cómo el terreno accidentado interrumpió la falange macedonia, lo que permitió a los romanos acercarse a los falangitas y utilizar su superioridad con la espada con buenos resultados.



En varias etapas de su historia, el ejército romano estuvo compuesto por milicias, ciudadanos soldados, mercenarios y tropas profesionales, tanto reclutas como voluntarios, aunque no hubo un desarrollo lineal claro. El primer ejército romano habrá estado formado por el rey, sus sirvientes, los nobles y cualquier miembro del clan que pudiera organizarse para luchar, principalmente en incursiones contra las comunidades vecinas. Se trataba de una milicia ciudadana habituada a la guerra estacional, en la que podemos suponer que los soldados estaban motivados por ideas de supervivencia, autodefensa y patriotismo. Al protegerse a sí mismos, a sus familias y a sus minifundios, también aseguraron la supervivencia del estado romano. Por supuesto, la presión de los compañeros también habrá sido importante, ya que vieron a otros pequeños agricultores en las filas con ellos.

A medida que Roma se desarrolló política y militarmente, la voluntad de las clases altas por lo general prevaleció en las decisiones sobre la guerra y la paz, y el gobierno reclutaba regularmente a sus ciudadanos, aunque prefería a aquellos que podían equiparse. Esto, sin embargo, no significaba que el pueblo romano fuera soldados renuentes. Al contrario, aparentemente eran bastante beligerantes. La recaudación del ejército legionario de Roma a mediados del siglo III a. C. sugiere que se alistó una gran proporción de hombres elegibles con propiedades (assidui). Aparentemente, los ciudadanos estaban dispuestos a servir en gran número al menos hasta mediados del siglo II a. C. En el año 225 a. C., quizás alrededor del 17 por ciento de los ciudadanos varones adultos estaban en el ejército, aumentando a más del 25 por ciento en el clímax de la guerra con Aníbal. Además, después del 218 a. C., las campañas ya no eran estacionales sino que podían durar todo el año. Es difícil ver cómo, incluso con el uso del servicio militar obligatorio, el Senado podría haber seguido una política exterior activa sin una medida significativa de apoyo y cooperación popular. El dramaturgo cómico Plauto, que escribía entre c. 205 y 184 a.C., ciertamente asume que su audiencia está familiarizada con la guerra. A menudo usa metáforas militares específicamente romanas, coloca una famosa narrativa de batalla en un contexto romano y, en una característica común de su trabajo, los Prólogos, comúnmente termina deseando lo mejor al público en la guerra.

La guerra romana en este período fue a menudo brutal. Los métodos de las tropas para lidiar con las ciudades capturadas hicieron que el historiador griego Polibio, que tenía experiencia militar, comentara que eran más violentos que los ejércitos helenísticos. De hecho, los métodos de lucha romanos y la ferocidad de las tropas romanas aparentemente intimidaron a los soldados macedonios. Se ha sugerido que los romanos tenían una pronunciada disposición a utilizar la violencia contra los pueblos extranjeros y "se comportaron de forma algo más feroz que la mayoría de los demás pueblos políticamente avanzados del mundo mediterráneo". Quizás, por tanto, en una sociedad violenta y belicosa, los hombres aceptaron fácilmente la idea de ir a la batalla para matar a quienes veían como enemigos.











Sin embargo, la esperanza de ganancia personal probablemente tuvo mayor peso para animar a los hombres a servir. La introducción de una asignación diaria en efectivo a principios del siglo IV muestra que el propio estado reconoció la necesidad de recompensar a sus soldados por su servicio. Los soldados de un ejército victorioso esperaban adquirir botín y esclavos, y esto se ilustra mejor por la creciente generosidad de los donativos distribuidos en los triunfos. Por lo tanto, los soldados podrían haberse sentido atraídos por la reputación de un general anteriormente exitoso, bajo cuyo mando podían esperar la victoria y las ganancias. Así, Escipión Emiliano pudo reunir 4000 voluntarios para el sitio de Numancia en 137 a. C., confiando en su prestigio, popularidad y conexiones con la clientela.

Después de c. 150 a. C. declinó el entusiasmo por el servicio militar. La larga guerra en España estaba resultando difícil e impopular; había poco botín, y los informes de batallas frecuentes, altas tasas de bajas y el valor del enemigo desconcertaron a muchos hombres en edad militar. En consecuencia, hubo intentos de evadir la tasa. Además, la guerra de los esclavos en Sicilia y el deber de guarnición no rentable en Macedonia crearon más problemas de reclutamiento para el gobierno. De hecho, la calificación de la propiedad para el servicio se redujo en 214 y se redujo nuevamente en el siglo II. A medida que los hombres debían servir por más tiempo o eran llamados a filas en más ocasiones, la vida se volvió más difícil para los pequeños agricultores sin recursos ni protectores poderosos. La ausencia continua de seis años o más de Italia podía traer la ruina de una granja, y todo esto era un desincentivo al servicio que el gobierno tendría que superar o enfrentarse a una crisis de moral entre sus soldados.

En 107 a. C., el cónsul C. Marius reunió fuerzas adicionales para la problemática guerra en África contra Yugurta al aceptar como voluntarios a hombres que no poseían la cantidad requerida de propiedades (proletarios). Dada la disminución en la calificación de la propiedad en años anteriores, es probable que no fueran notablemente más pobres que el tipo de soldado reclutado en épocas anteriores, pero potencialmente el camino estaba abierto para el reclutamiento de más soldados que no tenían tierras ni medios de subsistencia. apoyo que no sea la vida militar. Ahora había un elemento más mercenario, en el sentido de que eventualmente más soldados buscaron una carrera militar rentable, sirvieron durante períodos más largos y tendían a ser leales a los comandantes que tenían éxito y velaban por sus intereses.

En la agitación política de la última República ya no había un solo ejército del estado romano, sino ejércitos individuales que servían bajo el mando de líderes en competencia. Cerca de 250.000 italianos, muchos de los cuales habrán sido reclutas, estaban armados. Las legiones también se formaron fuera de Italia de ciudadanos romanos, y a menudo de no ciudadanos. Julio César reclutó a la legión V Alaudae de la Galia Transalpina, mientras que Pompeyo y Antonio también estaban activos de esta manera. Además, César empleó a no romanos como tropas mercenarias en una capacidad especializada, en particular la caballería gala y alemana. Los líderes militares probablemente tomaron lo que pudieron obtener en forma de reclutas, y los principales incentivos para la valentía en la batalla fueron las donaciones, el botín y el encanto de los generales individuales cuyo historial prometía un éxito continuo. Julio César era famoso por su estrecha relación personal con sus hombres, que había construido durante diez años de lucrativas y exitosas campañas en la Galia. La lealtad y la devoción de sus tropas no se vieron mermadas por los reveses militares o las duras condiciones, y se dijo que Pompeyo, al ver el pan hecho con hierbas y pasto con que vivía el ejército de César en el sitio de Dyrrachium, ordenó que se escondiera de él. sus hombres en caso de que la resolución del enemigo minara su propio espíritu. Soldados como estos prestaban juramento de servicio personalmente a sus comandantes, y de hecho eran virtualmente mercenarios, apoyando a sus líderes pagadores no por la obligación de la ley sino por incentivos personales, y luchando no contra los enemigos de Roma sino contra los privados. adversarios y conciudadanos. El servicio militar era ahora una especie de paquete financiero, que implicaba un servicio prolongado a cambio de un pago regular y otros beneficios. Por lo tanto, el ejército romano no tenía necesariamente ningún sentimiento patriótico fuerte o ideales políticos, o una idea clara de lealtad al Senado o Roma. Había agudizado sus habilidades en la guerra contra otros romanos y había desarrollado una fuerte expectativa de éxito. Con un enfoque profesional en los preparativos militares y una tradición de liderazgo sólido por parte de sus oficiales, especialmente los centuriones, también había desarrollado un fuerte sentido de comunidad militar.

lunes, 1 de octubre de 2018

Los 4 tipos de soldados de Napoleón (2/2)

Los 4 tipos de hombres que lucharon por Napoleón

Andrew Knighton - War History Online



Parte 1 | Parte 2



Auxiliares de los estados de satélites




Además de los territorios bajo control directo, la Francia imperial adquirió una selección de estados satélites, como el Reino de España y el Reino de Italia. Rotos militarmente por los ejércitos de Napoleón, estaban empeñados en su voluntad política. Se instalaron nuevos líderes, incluidos miembros de la familia de Napoleón. Aunque no era parte del Imperio francés, formaban parte de un sistema político más amplio.

Estos estados de satélites fueron vitales para la estrategia militar de Napoleón. Junto con el Imperio, mantuvieron una postura hostil hacia Gran Bretaña: la flota que el Almirante Nelson derrotó en Trafalgar estaba compuesta por barcos españoles y franceses.

También contribuyeron a los ejércitos franceses en tierra. Al igual que con los estándares de águila que los franceses siguieron en la batalla, Napoleón tomó una hoja del libro de jugadas imperial romano. Los estados de satélites proporcionaron auxiliares en lugar de unidades para el núcleo del ejército.

Estos soldados tenían la posición más ambigua dentro de los ejércitos napoleónicos. Teóricamente, luchaban por sus países, y muchos pueden haber conservado esos motivos. Al igual que con los territorios conquistados, algunos soldados profesionales estaban felices de luchar por quien quiera pagarles.

Pero al permanecer teóricamente independientes, estas naciones conservaron cierto espíritu nacional y una sensación de existir por separado del ejército francés, junto con el resentimiento de ser ordenados por los comandantes franceses. En España en particular, lucharon contra sus compatriotas en una guerra brutal que nos dio el término "guerrilla". Era una posición extraña en la que estar.


Desertores y voluntarios extranjeros




Finalmente llegaron los desertores y voluntarios. La causa de la política revolucionaria francesa atrajo a los hombres a luchar por esta nación reformada y en expansión, especialmente en los primeros días cuando prometía la posibilidad de un gobierno republicano en todo el continente.

Al igual que en la Guerra Civil Española de la década de 1930, los hombres de otras partes de Europa vinieron a luchar por una nación debido a los principios que representaba. Por supuesto, pudo haber habido deserciones más cínicas: hombres que vieron la escritura en la pared para las naciones que defendieron contra los franceses, o que vieron un potencial para mejores condiciones en el nuevo ejército. Pero esto no puede explicar a todos los irlandeses, prusianos, portugueses y otros que vinieron de fuera del sistema imperial.

Estos hombres fueron claramente considerados como más confiables que los de las naciones satélite. Se integraron en unidades francesas, se establecieron en Francia y se convirtieron en parte de la nación.

viernes, 16 de junio de 2017

Los 4 tipos de soldados de Napoleón (1/2)

Los 4 tipos de hombres que lucharon por Napoleón

Andrew Knighton - War History Online


Parte 1 | Parte 2




El poder impresionante del Imperio napoleónico fue construido sobre la sangre y el valor de millones de soldados. Aunque Napoleón es recordado como un icono de Francia, los hombres que lucharon por él no eran todos franceses. Vinieron de diferentes naciones y fueron impulsados ​​por diferentes motivos.

Los "viejos franceses"




El núcleo del ejército de Napoleón provenía de la "vieja Francia", el área que había sido francesa antes de las guerras revolucionarias y las vastas campañas de Napoleón. Estos hombres eran franceses al centro, luchando en un ejército nacional por una causa nacional, bajo el líder más inspirador que su nación jamás había producido.

Aunque reclutados del mismo territorio, los viejos soldados franceses napoleónicos eran un grupo diferente de los que habían luchado antes de la Revolución Francesa.


El cuerpo de oficiales había sido transformado por el sangriento churn de la política revolucionaria. Hasta 1789, el ejército francés había sido conducido por aristócratas, como los ejércitos europeos habían sido desde el amanecer de la historia registrada. La pérdida de su poder tradicional y la amenaza de la guillotina llevaron a muchos de estos hombres a huir de Francia.

Los que se quedaron y sobrevivieron a las purgas fueron acompañados por profesionales de más humilde trasfondo, pero con mayor habilidad profesional, ya sea de verdadera bestia o de aristocracia menor como el propio Napoleón.



Los soldados comunes también eran un grupo diferente. El fervor con que los gobiernos revolucionarios franceses trataron de difundir la llama de la revolución y la reacción del resto de Europa pusieron a Francia en guerra con muchos de sus vecinos.

Para luchar contra estas guerras, se necesitaban más hombres que nunca, por lo que el reclutamiento se introdujo por primera vez en la Europa moderna. Hombres de toda Francia y de todos los sectores de la vida fueron atraídos al ejército. Muchos no estaban motivados por los intereses convencionales de los soldados - el pillaje y la paga. En cambio, un orgulloso sentido de la identidad revolucionaria y nacionalista los vinculaba al ejército, a la nación ya sus comandantes.

Mientras que estos viejos franceses eran el núcleo del ejército, no constituían la mayoría. Entre un tercio y dos quintos de los soldados de Napoleón eran lo que llamaríamos "franceses". El resto provenía de más allá de las antiguas fronteras.


Hombres de otros departamentos no franceses




El éxito en la guerra llevó a conquistas. Aunque Napoleón no tomó a cada nación derrotada bajo su gobierno, muchas regiones se convirtieron en parte de un nuevo Imperio francés. De Roma en el sur a Hamburgo en el norte, Barcelona en el oeste a la costa dálmata en el este, una selección previamente desconectada del territorio se hizo francesa.

Estos departamentos no franceses del Imperio francés eran áreas obvias para el reclutamiento. Como en cualquier conquista, había colaboradores, así como aquellos que se resistieron o simplemente aceptaron su cambio de circunstancias. Para los soldados profesionales de estas regiones, la elección fue entre luchar por Napoleón y abandonar su país.

Sus hogares habían sido a menudo parte de imperios distantes desconectados de sus vidas, y la mayor diferencia entre luchar por los franceses y luchar por el Sacro Imperio Romano era que ellos llegarían a ganar.

Para otros, había un principio en juego. En los primeros tiempos, antes de ser nombrado emperador, Napoleón lideró una nación revolucionaria prometiendo una mayor igualdad y derechos para todos. Incluso después de convertirse en emperador, Francia era todavía el estado más igualitario y racional de Europa, y aquellos con principios revolucionarios estaban dispuestos a expandirse y defender su nueva forma de vida.