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martes, 13 de agosto de 2024

Chile: La revuelta nazi de 1938

Matanza del Seguro Obrero



Carabineros apuntan hacia el edificio del Seguro Obrero durante la masacre.

 

La Matanza del Seguro Obrero​ fue una masacre perpetrada en Santiago el 5 de septiembre de 1938 contra miembros del Movimiento Nacional-Socialista de Chile («nacistas») que intentaban llevar a cabo un golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Alessandri y favorable al expresidente Carlos Ibáñez del Campo. 


Propósito

Estos hechos fueron iniciados por un grupo de jóvenes pertenecientes al Movimiento Nacional-Socialista de Chile que intentó provocar un golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Alessandri Palma para que Carlos Ibáñez del Campo se hiciese con el poder. El golpe fracasó y los nacistas ya rendidos fueron conducidos por la policía al edificio de la Caja del Seguro Obrero, apenas a unos pasos del Palacio de la Moneda, donde fueron masacrados.4​ Este hecho conmovió a la opinión pública, volcando el desenlace de la elección presidencial de 1938 hacia el candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda. 


Antecedentes

Situación política previa

El Movimiento Nacional-Socialista de Chile (MNSCH), organización política fundada en Santiago el 5 de abril de 1932,5​ había logrado un importante protagonismo público, obteniendo tres representantes en las elecciones parlamentarias de 1937.

Para las elecciones presidenciales de 1938, mientras las fuerzas de izquierda se agruparon en torno al Frente Popular del candidato del Partido Radical Pedro Aguirre Cerda, las de los nacistas lo hicieron en torno a la Alianza Popular Libertadora y el general Carlos Ibáñez del Campo.

Asimismo, los gobiernistas y la aristocracia liberal se conglomeraron alrededor del ministro de Economía Gustavo Ross Santa María, apodado por sus opositores como el «Ministro del Hambre» y «El Último Pirata del Pacífico». Era tal el esfuerzo del gobierno de Arturo Alessandri desplegado a favor de su candidato, que comenzó a cundir la desconfianza en los rivales de Ross; se temía que del intervencionismo se pasara directamente al fraude electoral para garantizar el continuismo del alessandrismo


Consigna: «¡Chilenos, a la acción!»

El 4 de septiembre de 1938, las fuerzas del ibañismo realizaron la multitudinaria «Marcha de la Victoria»​ desde el Parque Cousiño hasta centro de Santiago, recordando el aniversario del movimiento militar del 4 de septiembre de 1924. En la ocasión, más de 10 000 nacistas de todo Chile desfilaron por las calles luciendo sus uniformes grises, bajo cientos de banderas chilenas y de la Patria Vieja, esta última cruzada por un doble rayo rojo ascendente, símbolo del movimiento nacista ​ criollo. Se notaba ya en el ambiente el ánimo de algunos de los nacistas; un aire golpista inspiraba carteles con mensajes tales como «Mi general, estamos listos» en la marcha.

Y, efectivamente, algo se fraguaba; desde el día 2, se habían estado reuniendo en la casa de Óscar Jiménez Pinochet los jóvenes nacistas Orlando Latorre, Mario Pérez y Ricardo White, entre otros, para planificar un intento de alzamiento que debía tener lugar el 5, al día siguiente de la marcha y aprovechando la venida masiva de camaradas desde provincias para participar del acto. El jefe del movimiento chileno, Jorge González von Marées, esperaba que con el grupo de nacistas se comenzara a activar una progresión de alzamientos que llegarían hasta los supuestos elementos ibañistas de las Fuerzas Armadas, por efecto dominó, aprovechando también el gran descontento popular que reinaba hacia el gobierno.

Aunque los altos mandos de los cuarteles negaron conocer o participar de la asonada, se supo que los nacistas habían sido provistos con la ametralladora Thompson personal del general Ibáñez del Campo, apodada «el saxófono», que quedó confiada al exteniente de la Armada, el nacista Francisco Maldonado. El contacto (crucial) con jefes militares, casi todos ibañistas, fue por intermedio de Caupolicán Clavel Dinator, coronel en retiro de ejército, quien sirvió de enlace con los militares comprometidos en el golpe.​

Los jóvenes mejor entrenados pertenecientes a las Tropas Nacistas de Asalto (TNA) barajaron la posibilidad de iniciar el alzamiento tomándose edificios institucionales, como el de la Caja de Ahorros del Ministerio de Hacienda o del diario La Nación, ambos en la Plaza de la Constitución; sin embargo, después de evaluar todas las posibilidades, llegaron a la conclusión de que solo ocuparían dos: la Casa Central de la Universidad de Chile en la Alameda, y la Torre del Seguro Obrero, colindante con La Moneda. Piquetes menores del tipo comando fueron dispuestos para que derribaran torres de alta tensión que abastecían Santiago y dinamitar las cañerías matrices del agua potable.

Para poner el plan en práctica, había una consigna a cuyo conjuro ningún nacista podía negarse según lo juramentado: «¡Chileno, a la acción!». ​ 


5 de septiembre de 1938

Toma del Seguro Obrero

 



El cabo 1.º de carabineros José Luis Salazar Aedo, asesinado durante la toma del edificio del Seguro Obrero.

El lunes 5 de septiembre de 1938 cerca del mediodía, treinta y dos jóvenes nacistas bajo el mando de Gerardo Gallmeyer Klotze (teniente de las TNA) se tomaron la Caja del Seguro Obrero.5​ Los jóvenes comenzaron a cerrar la puerta del edificio, pero el mayordomo del edificio trató de impedirlo. Este inconveniente no previsto desató los acontecimientos. La dueña de un puesto de diarios escuchó el grito del mayordomo, dando aviso al cabo de carabineros José Luis Salazar Aedo que pasaba por el lugar. Al ver la situación y pensando que se trataba de un asalto, sacó su arma de servicio en gesto de intimidación, pero un nacista, al percatarse del gesto amenazador del carabinero, abrió fuego contra Salazar, quien herido de muerte, logró caminar hasta la vereda norte de Moneda, frente a la Intendencia, cayendo al suelo y despertando la alarma entre todos los presentes. Murió unos minutos más tarde, mientras era atendido y cuando la alerta pública ya se había desatado.

Los amotinados se parapetaron en los pisos superiores de la torre, armaron barricadas en las escaleras del séptimo piso y, bajo amenaza de armas, tomaron como rehenes a los funcionarios en el nivel 12, último piso de la torre. La poca cantidad de funcionarios se debía a que era la hora de colación. En posteriores declaraciones, estos trabajadores admitieron haber sido tratados con amabilidad por los insurrectos. Entre estos funcionarios había 14 mujeres. Otros miembros de los TNA se distribuyeron estratégicamente en otros pisos, observando los movimientos en el exterior de la torre. Julio César Villasiz se instaló en una ventana del décimo piso con un transmisor, con que se comunicaban por radio con Óscar Jiménez Pinochet.

Mientras esto ocurría en la torre, un pequeño grupo de nacistas no especificado llegó hasta las oficinas de transmisión de la Radio Hucke y, tomándose los equipos, arrebataron el micrófono al locutor para anunciar a todo Santiago: «¡Ha comenzado la revolución!». En esta toma hubo otra refriega con los empleados de la radio, que terminó en balazos, pero afortunadamente sin heridos ni víctimas de ningún lado. 


La reacción del gobierno

El presidente Arturo Alessandri Palma, alertado por los disparos de la torre, observó desde La Moneda al carabinero Salazar Aedo caer herido por los disparos de los nacistas. «El león de Tarapacá», como se le conocía, estaba seguro de que se iniciaba «una revolución nacista, que era menester conjurar con rapidez y energía»,7​ salió al exterior para obtener información de los testigos de los hechos.

Dentro del edificio de la Intendencia de Santiago, el presidente visiblemente alterado paseaba de un lado a otro. Al escuchar el comentario que ahí se hacía, exclamó «¡cómo se les ocurre que van a ser bandoleros; esos son los nacistas; esto tiene que tener ramificaciones!».​ Al ver que la rebelión no conseguía ser sofocada, Alessandri entró en un verdadero frenesí, pensando que venía un golpe de Estado. El presidente ordenó llamar al comandante en jefe del Ejército Óscar Novoa; al general director de Carabineros Humberto Arriagada, a la Escuela de Carabineros con todo su armamento; al jefe de la Guarnición Militar, y al jefe de Investigaciones.​

Designó a Arriagada para que encabezara personalmente el operativo contra los nacistas desde La Moneda y la vecina Intendencia. El presidente le ordenó reducir a los dos grupos nacis antes de las 16 horas;5​ de lo contrario, intervendría el ejército. El general Arriagada, irritado y comprometido por el presidente, temía que sus hombres no fueran capaces de cumplir la misión encomendada, exclamó molesto «Que no me hagan pasar vergüenza».


Sofocamiento

 


«Las ametralladoras de los carabineros rompen fuego contra los asaltantes de la Caja de Seguro». Fotografía de El Diario Ilustrado.

 

Pese a la gran cantidad de barricadas entre los pisos inferiores, los nacistas no consideraron el peligro por los francotiradores. Cerca de las 14:30, el nacista Gallmeyer se asomó por una de las ventanas del séptimo piso, como lo había hecho varias veces en el día para inspeccionar los alrededores, recibiendo de lleno un balazo en la cabeza.​ Gallmeyer fue el primer y único nacista muerto en combate en el Seguro Obrero. Su camarada médico, Marcos Magasich, se acercó al cuerpo del infortunado intentando ayudar, pero ya era tarde; no pudo hacer más que constatar su muerte y el cuerpo fue colocado en otra habitación. Ricardo White asumió el mando del grupo.​ Más tarde se dijo que este disparo había provenido del Palacio de Gobierno.

A las 15 horas, una hora antes de lo convenido, llegaron tropas del ejército del regimiento Buin. Los jóvenes nacistas, al verlos, rompieron en gritos de alborozo creyendo que eran tropas pro-ibañistas que venían en su apoyo, pero los soldados reforzaron a la policía, tomando posiciones y disparando sobre el edificio. Ricardo White gritó: «Hemos sido traicionados. Estamos perdidos... ¡Chilenos, a la acción! ¡Moriremos por nuestra causa! ¡Viva Chile! ¡Viva el Movimiento Nacional Socialista!».

Mientras los nacistas intentaban resistir, y continuaban con el fuego contra los carabineros, éstos fueron lentamente abriéndose paso a través de los primeros pisos, y obligándolos a retroceder. 

 

Toma de la sede central de la Universidad de Chile

 


Tropas del regimiento Tacna apuntan con artillería el edificio de la Universidad de Chile.

Simultáneamente a los hechos en la Caja del Seguro Obrero, treinta y dos jóvenes tomaban rápidamente la casa central de la Universidad de Chile.​ Este grupo fue dirigido por Mario Pérez, seguido de César Parada y Francisco Maldonado. Les acompañaron y asistieron de cerca Enrique Magasich, Enrique Herrera Jarpa y Alberto Montes. Tomaron de rehén al rector Juvenal Hernández Jaque y a otros empleados que sesionaban en la Junta del Estadio Nacional (complejo deportivo que estaba a punto de ser inaugurado); el rector fue llevado por Parada y otros siete u ocho nazis desde la Sala del Consejo de la Casa Central hasta un lugar seguro para él y para su secretaria. Todos los demás funcionarios, incluyendo los presentes en la reunión, fueron expulsados hasta la calle Alameda, seguidos del tronar de las pesadas puertas que se cerraron herméticamente a sus espaldas.

Los rehenes liberados de la Universidad informaron de los hechos a Carabineros, quienes rodearon el edificio. Cerca de las 13 horas comenzó un tiroteo que hirió a dos oficiales: el teniente Rubén MacPherson había sido alcanzado en ambas piernas, mientras que el capitán del Grupo de Instrucción, Dagoberto Collins, fue herido en el tórax por un proyectil. Ambos fueron llevados a la asistencia pública.

Por órdenes de Alessandri, tropas del regimiento Tacna apostaron artillería frente a la Universidad, haciendo dos cargas contra la puerta de esta, en donde murieron cuatro jóvenes, quedando otros tres gravemente heridos y a quienes se les dio muerte sumaria después de haberse rendido.6​ Por la puerta destrozada, ingresaron carabineros y soldados. Los amotinados se rindieron luego de una breve resistencia. Después de ser retenidos una hora dentro del edificio, los rendidos fueron conducidos por la calle con las manos en alto, en dirección a la Caja del Seguro Obrero, que se encontraba a pocas cuadras del lugar. La columna desfiló ante el público y la prensa, quienes gritaron pidiendo misericordia por los detenidos.

Entre los nacistas que conducía Carabineros iba Félix Maragaño, de la ciudad de Osorno, acompañado por otros de los mayores del grupo, como Guillermo Cuello, que sostenía un pañuelo blanco con el que se había atendido una herida. También saldría al exterior Jesús Ballesteros, un candidato a diputado del Movimiento, seguido del resto de los rebeldes. Entre ellos estaba uno de los más jóvenes de todos, Jorge Jaraquemada, de 18 años, que lucía un profundo corte en la cabeza del cual sangraba profusamente.

La calma comenzó a restaurarse relativamente y los muchachos empezaron a salir en fila cerca de las 14:40 horas. El rector de la casa de estudios, Juvenal Hernández, asomó ileso a la calle, junto a su secretaria, luego del cautiverio.

Los detenidos de la Universidad comenzaron a ser obligados a marchar en fila en un extraño ir y venir por las calles del sector. Al pasar por la puerta de Morandé 80, el general Arriagada, al ver a los rendidos exclamó: «¡A estos carajos me los matan a todos!».

 

Termina la resistencia


Marcha de los nacistas rendidos en la Universidad al Edificio del Seguro Obrero.

Carabineros escolta a los nacistas rendidos.

Los jóvenes marcharon fuertemente custodiados junto al edificio del Seguro Obrero, una vez más, para intentar persuadirlos de deponer definitivamente el combate. Mientras, estos continúan atrincherados y detonando explosivos de bajo poder por el eje de la escalera. Las balas siguen en el vaivén, pero la resistencia es cada vez menor.

Al ver que la estrategia de pasear a los muchachos no había terminado con el ánimo de los revoltosos, y cuando estos ya habían pasado por el cruce de Morandé con Agustinas, se dio la orden de devolverlos y meterlos a todos dentro del mismo edificio donde permanecían los demás.

Dentro del edificio son revisados nuevamente y se les hizo subir al quinto piso, quedando fuera dos Carabineros realizando guardia.

En un intento por frenar a los alzados, en calidad de mediador, fue enviado por los uniformados a los pisos superiores el nacista detenido en la universidad, Humberto Yuric, joven estudiante de leyes de 22 años. Subió dos veces a parlamentar. Sin embargo, Yuric no regresó y se unió a los cerca de 25 rebeldes que aún quedaban arriba.5​ Los uniformados intentan negociar la rendición otra vez, y envían ahora a Guillermo Cuello como ultimátum, pero con la falsa promesa de que nadie saldría lastimado.

Eran pasadas las 16:30 horas. White bajó la mirada, y tras dar un vistazo alrededor, a sus jóvenes camaradas que arriesgaban la vida en tal locura, comprendió que era el fin del intento revolucionario. Arrojó su arma al suelo y declaró en voz alta al resto, con un visible gesto de agotamiento: «No hay nada que hacer. Tendremos que rendirnos. No hemos tenido suerte».

Cuello, White y Yuric bajaron hasta donde los uniformados para condicionar la rendición de acuerdo a las promesas. La toma del Seguro Obrero había terminado. 

 

La masacre


Cadáveres de los jóvenes nacistas chilenos asesinados en la Masacre del Seguro Obrero.

Ya desarmados, los golpistas capturados fueron puestos contra la pared del sexto piso, todos con las manos en alto. Un pelotón de armas comenzó a apuntarles al cuerpo desde ese momento. El nerviosismo y la angustia cundieron más aún entre todos, pues podían percibir que el ambiente no parecía ser el de una rendición que terminara pacíficamente.

En el primer piso, los jefes policiales recibieron instrucciones superiores claras: «la orden es que no baje ninguno».​ El coronel Roberto González, quien tenía la misión de desalojar el edificio, recibió un papel doblado diciéndole «De orden de mi General y del Gobierno, HAY QUE LIQUIDARLOS A TODOS».​ González se negó a cumplir la orden y se dirigió a la Intendencia, donde intercedió con el intendente Bustamante, quien lo derivó al general Arriagada, quien respondió «¿Cómo se te ocurre pedir perdón para esos que han muerto carabineros?». Ante la insistencia de González, el general indicó que hablaría con el presidente, pero la gestión no prosperó.

Alrededor de las 17:30, los jóvenes estaban entre el sexto y el quinto piso. Algunos, presintiendo su destino, comenzaron a cantar el himno de combate de las Tropas de Asalto. En un momento, una ráfaga de rifles cayó sobre todos los rendidos, de cuyos cuerpos brotó un río de sangre que escurrió escaleras abajo. Fueron repasados y despojados de sus pertenencias de valor.

Los rendidos de la universidad fueron sacados de la oficina donde se encontraban, ordenándoles bajar un piso. Alberto Cabello, funcionario del Seguro, en la confusión fue encerrado junto con los rendidos de la Universidad. Se identificó ante un oficial, que le respondió con un golpe de cacha en la cabeza y un «Tú eres de los mismos. Pero baja si podís».​ Cabello había bajado dos escalones cuando fue asesinado por Alberto Droguet Raud.​

Para ocultar la masacre, los cuerpos fueron arrastrados al borde de la escalera para dar la impresión de haber sido muertos en combate o por los disparos hechos desde fuera del edificio. O que se habían baleado entre sí, cuando se usó a los rendidos de la Universidad como parapetos de los policías.

De los 63 nacistas chilenos que protagonizaron el fallido golpe del 5 de septiembre de 1938, solo sobrevivieron cuatro: Hernández, Montes, Pizarro y Vargas. Todos los demás fueron asesinados. Sus cadáveres fueron sacados del edificio del Seguro Obrero a las 4 de la mañana y trasladados al Instituto Médico Legal. Desde allí fueron rescatados por sus compañeros y familiares, a quienes se les prohibió velarlos. Solo podían llevarlos directamente desde la morgue al cementerio. Entre quienes asistieron al reconocimiento de muertos y posteriores funerales, se encontraba el poeta Gonzalo Rojas, amigo del nacista Francisco Parada. 

 

Repercusiones y consecuencias



Titular de La Nación después de la masacre.

Titular de El Diario Ilustrado informando la entrega de Jorge González von Marées a Carabineros.

El mismo 5 de septiembre, Carlos Ibáñez del Campo se presentó en la Escuela de Aplicación de Infantería del Ejército, donde quedó detenido.​ El fracaso del putsch obligó a Ibáñez a bajar su candidatura poco antes de las elecciones y apoyar públicamente la de Aguirre Cerda; más tarde partió nuevamente al exilio.

Al día siguiente, Jorge González von Marées y Óscar Jiménez Pinochet se entregaron a las autoridades. El ministro en visita Arcadio Erbetta dictó sentencia el 23 de octubre de 1938: daba por comprobados los delitos de rebelión y conspiración contra el gobierno y el asesinato del carabinero Salazar. Condenaba a veinte años de reclusión mayor a González von Marées, a quince años a Jiménez Pinochet y a penas menores a otros procesados. Ibáñez del Campo fue absuelto.

El desprestigio del gobierno de Arturo Alessandri Palma por la matanza, así como el apoyo que entregaron los ibañistas y nacistas al Frente Popular, fueron determinantes en la victoria del candidato Pedro Aguirre Cerda, quien ganó por una estrecha diferencia de 4111 votos. El 24 de diciembre de 1938, ya como presidente, Pedro Aguirre Cerda indultó a González von Marées, a Jiménez y a otros condenados.​ El general Arriagada fue llamado a retiro.

La comisión de la Cámara de Diputados que investigó el caso constató la compra del silencio de la tropa, los ascensos de otros y el intento de Alessandri de influenciar al magistrado Erbetta.8​ Además, concluyó que la orden de matar a los jóvenes nacistas provino de una autoridad superior impartida por el general Arriagada o el presidente Alessandri. A pesar de las pruebas, la mayoría derechista de la Cámara rechazó el informe.

El fiscal militar Ernesto Banderas Cañas condenó por el asesinato de los jóvenes nacistas a Arriagada, González Cifuentes y Pezoa a 80 años de presidio mayor, y a Droguett a presidio perpetuo.5​8​ Finalmente, la Corte de Apelaciones sobreseyó definitivamente a Ibáñez del Campo y a los nacistas procesados. El 10 de julio de 1940, Aguirre Cerda decretó el indulto para los condenados por la justicia militar por la matanza.

Quizás la consecuencia más importante fue el fin del nacismo como movimiento político en Chile. 


Responsabilidades

A la fecha aún no está claro quién fue el responsable de la orden de matar a los elementos golpistas. Sin embargo, tácitamente la responsabilidad es gubernamental, ya que las fuerzas armadas están sujetas al ejecutivo.

Existen algunas versiones que aseguran que escucharon fuera del despacho presidencial a un iracundo Arturo Alessandri Palma diciendo: «Mátenlos a todos» y así lo transmitió al general Arriagada. Existen también versiones que sindican que el propio presidente Alessandri habría tratado de encubrir las muertes haciendo creer que los nacistas se habían matado entre sí, lo cual finalmente no era verdad. Curiosamente, el mismo día que se dio a conocer esa versión, El Diario Ilustrado colocó un aviso informando que la semana siguiente se exhibiría en el Cine Central la película de Danielle Darrieux llamada Escándalo matrimonial, quizá como una estrategia para distraer la atención del público.

Por otro lado, las acusaciones contra Alessandri están cimentadas en especulaciones y muy pocas pruebas palpables; lo cierto es que no existe una historia oficial en relación con este tema que es y seguirá siendo una fuerte pugna entre historiadores. 

 

Testimonios


Placa que recuerda a los asesinados en la Matanza del Seguro Obrero.

Muchos fueron los asesinados ese día: obreros, oficinistas, abogados, padres de familia, estudiantes. Entre ellos estaba Bruno Brüning Schwarzenberg, un joven de 27 años y estudiante de contabilidad de la Universidad Católica. Lo que sucedió con él fue relatado por un carabinero que estaba haciendo guardia:
Montaba guardia junto a los cadáveres. De pronto, vi que uno de los cuerpos se movía. Era un mozo rubio, muy blanco, de ojos azules muy claros. Yo le dije que no se moviera. Un oficial me reprendió: ¿Acaso tratas de salvar a ese?. Hizo fuego contra el herido, quien cayó sobre un costado y, mirando fijamente al oficial, con esos ojos tan claros, exclamó: "¡Muero contento por la Patria!".

Pese al gran número de historias acontecidas ese día, sin duda alguna la más reconocida fue la de Pedro Molleda Ortega de 19 años, quien, mientras los carabineros remataban a los heridos, se levantó gritando «¡Viva Chile!», a lo que un oficial respondió disparándole a quemarropa. Pese a estar herido, desafiante, Molleda volvió a levantarse y gritó con fuerza:

¡No importa, camaradas. Nuestra sangre salvará a Chile!.6

Entonces el oficial hostigado lo atacó a sablazos hasta dejarlo hecho pedazos. Aún hoy, esta frase es la punta de lanza entre los seguidores del nacionalsocialismo chileno y de otras facciones nacionalistas en Chile.






domingo, 11 de agosto de 2024

Brasil: El combate aéreo de la Revolución Constitucionalista de 1932

 

BRASIL

Revolución Constitucionalista Brasileña de 1932


NOMBRE VICTORIAS FUERZA AÉREA

Rodríguez, Lysios Augusto 1 Aviacao Constitucionalistas
Pereira, Abilino 1 Aviacao Constitucionalistas

Victorias aire-aire

Fecha Unidad Aeronave Piloto Víctima c/a Unidad
08.08.1932 Aviacao Constitucionalistas Potez 25 TOE
(A-212, c/n 1819)
LA Rodríguez
A. Pereira (*)
Potez 25 TOE
(A-177, c/n 1832)
Grupo Misto de Aviacao Paulista
(*) ... artillero

 

Esta es una reconstrucción de uno de los dos Potez 25 TOE operados por los Paulistas. El avión pasó a ser conocido como 'Nosso Potez' ('Nuestro Potez') y derribó al Federal Potez A-117 antes de estrellarse el 21 o 23 de septiembre. Su matrícula A-212 estaba oculta bajo la banda blanca paulista.
(Obra de arte de Luca Canossa)

 
Los federales desplegaron seis Potez 25 TOE como bombarderos. Este, registrado como A-117, fue el único derribado en combate aéreo durante la Guerra Paulista, y también fue el primer avión derribado en combate aéreo en toda América Latina.
(Obra de arte de Luca Canossa)


Fuentes y literatura

  1. de Gabiola, Javier Garcia: Paulista War, Volume 1: The Last Civil War in Brazil, 1932, Latin America@War Book 18, Helion & Company, 2020. ISBN 978-1-915113-40-5
  2. de Gabiola, Javier Garcia: Paulista War, Volume 2: The Last Civil War in Brazil, 1932, Latin America@War Book 24, Helion & Company, 2021. ISBN 978-1-915113-43-6
  3. Flores, Jackson, Jr.: The Brazilian Air War, in Air Enthusiast No. 35, Jan-Apr 1988.
  4. Hagedorn, Dan: Latin American Air Wars 1912-1969, Hikoki Publications / Specialty Press, 1st edition, November 30, 2006. ISBN: ISBN-13: 978-1902109442
  5. Hagedorn, Dan: Letecké války a letadla v Latinské Americe 1921-1969, Naše vojsko, Praha 2011. ISBN: 978-80-206-1233-5
  6. History of the Brazilian Air Force, http://www.mat.ufrgs.br/~rudnei/fab/eng/histrevo.html.
  7. Magnus, Allan: Air Aces Home Page, http://users.accesscomm.ca/magnusfamily/airaces1.htm.
 

miércoles, 12 de junio de 2024

Argentina: Gaucho declarando

 Año 1936

Declaración en la puerta de casa.

Buenos Aires, República Argentina.
AR-AGN-AGN01-AGAS-Ddf-rg-2589-140958. Buenos Aires. Argentina. (AGN│Archivo General de la Nación)


miércoles, 24 de enero de 2024

República de Weimar: La influencia de las tácticas de asalto en la formación del nuevo ejército

 

Unidades de asalto de la Primera Guerra Mundial como modelo para la Reichswehr de los años 20



 
Compañía del 9.º Regimiento de Infantería (prusiano), Jüterbog, 1921



Este material completa la serie de artículos dedicados a las unidades de asalto alemanas en la Primera Guerra Mundial.

Traducción del artículo Die Stoßtruppen des Weltkriegs als Vorbilder in der Reichswehr unter Hans von Seeckt (1920–1926), publicado en el recurso en línea alemán Arbeitskreis Militärgeschichte eV
Autor: Linus Birrel
Traducción: Slug_BDMP


Desarrollo de tácticas de asalto en la Primera Guerra Mundial.


Después de que las operaciones de combate maniobrables en el frente occidental fueran detenidas por fuego masivo de nuevas armas (ametralladoras) y la guerra adquiriera un carácter posicional en el otoño de 1914, “todos los pensamientos de los líderes militares estaban ocupados en cómo recuperar la maniobrabilidad en nivel táctico y operativo” (1 ).

El ejército de la Entente se centró en crear un vehículo blindado que combinara la potencia de fuego de los cañones y ametralladoras con la movilidad en la que finalmente se convirtió el tanque (2).

Los alemanes, por su parte, desarrollaron un nuevo concepto para el uso de los medios disponibles en la ofensiva, combinando flexibilidad, movilidad, sorpresa y velocidad (3). La base de las nuevas tácticas fueron las acciones de ataque de unidades de infantería especialmente entrenadas y equipadas, que debían atravesar las líneas defensivas enemigas, llamadas líneas de asalto (Stosstrupps).

Las tácticas de asalto fueron el resultado de una serie de experimentos, algunos de los cuales provinieron del alto mando militar y otros fueron el resultado de la iniciativa de las tropas combatientes. Esta táctica evolucionó constantemente bajo la influencia de cambios en las armas y las condiciones de batalla.

En mayo de 1916, las tácticas de asalto en su forma experimental fueron utilizadas por primera vez en el frente occidental por batallones de asalto especialmente formados (5). Estos batallones estaban subordinados a los comandantes del ejército y participaban en operaciones en sectores particularmente críticos del frente. Al mismo tiempo, estos batallones se dedicaban a entrenar tácticas de asalto para oficiales y soldados de otras unidades.

El historiador Christian Stachelbeck evalúa estos batallones de asalto como “la locomotora de un proceso continuo de mejora de los métodos de combate con armas combinadas al nivel táctico más bajo y de formación del personal en este sentido” (6). Gracias a esto, hubo un intercambio de conocimientos y experiencias entre las tropas activas y el comando, entre tropas en diferentes teatros de operaciones militares. El Alto Mando del Ejército (OHL) desempeñó en este caso la función de “agente pragmático de modernización” (7).

En el centro de las tácticas de las unidades de asalto estaba la unidad organizativa más pequeña: un escuadrón formado por un comandante, un suboficial y entre 6 y 8 soldados. Esta sección actuó de forma independiente, pero en constante comunicación con otras secciones del batallón. Este enfoque en unidades pequeñas era nuevo, pero esta idea estaba en el aire en los círculos militares incluso en tiempos de paz (8).

La práctica de combate confirmó la exactitud de tales decisiones. En los campos de batalla de la guerra de trincheras, las unidades pequeñas eran más maniobrables que las tradicionales cadenas de fusileros de compañía o pelotón y menos vulnerables al fuego enemigo.

La mayor maniobrabilidad también se vio facilitada por el hecho de que las unidades de asalto no se esforzaron por adoptar la formación de combate prescrita por el reglamento, sino que se movieron en formación suelta, de cobertura en cobertura. El objetivo era superar la zona neutral lo más rápido posible y con las menores pérdidas. Después de eso, era necesario irrumpir en las trincheras enemigas, si era posible, limpiarlas del enemigo y seguir adelante. Para facilitar las acciones de las tropas de asalto, las posiciones enemigas debían estar previamente expuestas al fuego de artillería.

Sin embargo, para mantener el efecto sorpresa, el ataque de artillería debería haber sido breve. Las unidades de línea siguieron a los aviones de ataque, suprimiendo los restos de la resistencia enemiga y aprovechando su éxito.

El historiador Ralf Raths considera que los factores decisivos para el éxito de las operaciones de asalto son la superioridad del fuego sobre el enemigo en la dirección del ataque, una formación de combate relajada, la determinación y la cohesión del equipo militar (9). Para que una pequeña unidad de fuego tenga superioridad de fuego sobre el enemigo, necesita un amplio arsenal de armas de combate: una cantidad significativa de granadas de mano, ametralladoras ligeras, lanzallamas y morteros.

El hecho de que las tácticas de asalto pudieran aplicarse en masa en operaciones a gran escala, como la ofensiva de primavera de 1918, es resultado del trabajo de batallones de asalto experimentales. Si en 1916 las habilidades de asalto eran el destino de unas pocas unidades seleccionadas, en 1917 se convirtieron en una parte obligatoria de las operaciones de infantería (10). Esto sucedió, entre otras cosas, porque, junto con el entrenamiento del personal sobre la base de batallones de asalto, las tácticas de asalto también se incluían en las instrucciones para el entrenamiento de infantería.

Ya en noviembre de 1916, OHL ordenó la creación de un nuevo manual de entrenamiento de infantería, que tuviera en cuenta la experiencia de las operaciones de asalto. El resultado fue el “Manual de entrenamiento para tropas de infantería en la guerra” (Ausbildungsvorschrift fuer die Fusstruppen im Kriege) de 1917 (11).

A cada compañía de infantería se le ordenó organizar un grupo de asalto con sus mejores hombres, entrenados y equipados según el modelo de los batallones de asalto. Así, creció el número de aviones de ataque en las tropas. Hasta qué punto las tácticas de asalto se habían arraigado en las tropas durante el último año de la guerra se evidencia en la propuesta de la dirección del Grupo de Ejércitos Kronprinz Ruprecht de disolver los batallones de asalto, presentada a la OHL ya durante la Operación Michael en 1918.

El primer intendente general, el general de infantería Erich Ludendorff, sin embargo, creía:

“Debemos abstenernos de disolver los batallones de asalto. Los considero, como antes, indispensables como educativos. Aunque las tácticas de asalto se han convertido en parte de la práctica diaria de las tropas en la guerra de trincheras, muchos carecen de una verdadera comprensión de la importancia de la interacción de diversas fuerzas y medios en la batalla. Y nos enfrentamos a esto todo el tiempo. Por lo tanto, entrenar a los comandantes de bajo nivel seguirá siendo la tarea más importante de los batallones de asalto durante mucho tiempo” (12).

Después de que la Operación Michael y otras que la siguieron hasta julio de 1918 no lograron los resultados deseados, aproximadamente la mitad de los batallones de asalto se disolvieron, ya que el comando alemán no vio más oportunidades para realizar operaciones ofensivas (13). Sin embargo, los éxitos tácticos de estas operaciones son innegables (14).

El propio Ludendorff, en junio de 1918, evaluó el éxito de las nuevas tácticas de infantería de la siguiente manera: “Las nuevas opiniones sobre los métodos de ataque y el entrenamiento de las tropas, expuestas en el reglamento, quedaron completamente confirmadas” (15). Sin embargo, el primer Intendente General no podía quedarse callado ante las carencias: “Si algo faltaba era tiempo de preparación” (16).

Sin embargo, este reconocimiento es más bien un intento de ocultar el principal problema en la implementación de tácticas de asalto, que se manifestó en la ofensiva de primavera: la inconsistencia de muchos comandantes con la complejidad de las tareas que les fueron asignadas. Estas personas actuaron de manera anticuada pero familiar o intentaron (sin éxito) combinar lo antiguo y lo nuevo (17). El nivel de preparación de los compuestos activos también varió mucho (18).

Desarrollo de tácticas de asalto en la Reichswehr.

Para apreciar la influencia de las tácticas de asalto en las tácticas de infantería de la Reichswehr de posguerra, es necesario estudiar los documentos orientativos pertinentes. Aunque la Reichswehr heredó el personal y las opiniones del ejército del Kaiser, el período de su formación a principios de la década de 1920 se caracterizó por la aparición de una serie de nuevas regulaciones.

Esto se explica por el deseo de la dirección militar de desarrollar una doctrina militar nueva y realista, teniendo en cuenta la experiencia de la guerra anterior y las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles. Este trabajo se llevó a cabo bajo la dirección del general Hans von Seeckt, quien durante muchos años fue el comandante de las fuerzas terrestres (19).

 
General Hans von Seeckt

Los más importantes en términos de acciones de infantería fueron dos documentos:

– Fuerungsvorschrift “DVPl.Nr. 487 Fuerung und Gefecht der verbundenen Waffen” (también llamado FuG) – instrucción rectora (legal – Nota del traductor) Nr. 487 “Gestión del combate con armas combinadas” de 1921, que reemplazó el reglamento de campo de 1908;

– “H.Dv.Nr. 130 Ausbildungsvorschrift für die Infanterie" (AVI): instrucciones para el entrenamiento de infantería de 1922, que reemplazaron a las de 1918.

FuG no se canceló hasta 1933 y AVI se revisó ya en 1936 (20). Esto indica su influencia a largo plazo en el desarrollo de las fuerzas terrestres alemanas.

Un estudio de estos documentos desde el punto de vista de las tácticas de infantería muestra que se basan exclusivamente en tácticas de asalto, pero nunca se menciona el término "unidades de asalto" (Stosstrupp). Acercarse al enemigo en AVI se describe de la siguiente manera:

“A medida que se acercan al enemigo, las tropas se dividen en unidades cada vez más pequeñas, que se aplican al terreno. Esta fragmentación en unidades pequeñas y diminutas, cuyas formaciones de combate no están reguladas por ninguna normativa, permite aprovechar las ventajas que ofrece el terreno” (21).

Esto corresponde plenamente a las tácticas de asalto de la guerra mundial, además de depender del escuadrón de infantería como unidad táctica principal.

En la implementación de tácticas de asalto, los estatutos de la Reichswehr son incluso más consistentes que su predecesor. Concluyó que, bajo la influencia de las armas modernas, los atacantes en áreas abiertas a menudo se ven obligados a “dividir escuadrones iguales en subgrupos o dispersarse por completo, y cada combatiente actúa de forma independiente” (22).

FuG también sigue los principios de las tácticas de asalto. Dice: "... para reducir las pérdidas, el avance no se lleva a cabo mediante cadenas de rifles, sino mediante una formación de batalla escalonada de grupos móviles que se aplican constantemente al terreno" (23).

Ralf Raths, en su estudio de las tácticas del ejército alemán antes de 1918, concluye que la Reichswehr no desarrolló tácticas de asalto, sino que las siguió diligentemente: “En la República de Weimar, los principios tácticos desarrollados por la guerra anterior se formalizaron en las regulaciones de la Reichswehr e introdujeron al entrenamiento de combate” (24).

En los ejercicios y maniobras de la Reichswehr, se notó que un ataque de infantería representaba el avance de muchos pequeños grupos que interactuaban. En los grupos de batalla improvisados ​​(Kampfgruppe), que incluyen piezas de infantería y artillería, pequeños grupos actúan en concierto. Una consecuencia del fomento de la responsabilidad y la iniciativa por parte del comando fue que cada comandante subalterno tenía que poder liderar dicho grupo de batalla (25).

Uno de los documentos que salió de la pluma del inspector de infantería, el teniente general Friedrich von Taysen en marzo de 1924, muestra, por un lado, la profunda conexión entre las tácticas de infantería del Reichswehr y los elementos de las tácticas de asalto y, por otro lado, las peculiaridades de la Originalidad de las conclusiones extraídas por los alemanes como resultado de la Guerra Mundial. La razón de esto fueron los comentarios de un observador extranjero anónimo en los ejercicios de la Reichswehr, que dudaba de la posibilidad de implementar tácticas de infantería alemanas en una guerra futura.

La respuesta de Theisen no es tanto una respuesta a este observador como una prueba para sí mismo de la corrección de las tácticas elegidas. En primer lugar, el autor expresa comprensión al observador: “No hay duda de que los ataques de nuestra infantería en los ejercicios a menudo pueden parecerse al movimiento de soldados dispersos” (26).

Sin embargo, Theisen desestima las conclusiones del observador: “La impresión de fragmentación no es una consecuencia del error de nuestras acciones... sino del hábil uso de los pliegues del terreno por parte de nuestros combatientes... Un observador superficial sólo ve personas individuales , aparentemente corriendo sin sentido por el campo, y no se da cuenta de sus camaradas bien escondidos... y sobre la base Esto lleva a la conclusión sobre el bullicio sin sentido de los soldados solteros” (27).

El autor no está de acuerdo en que este método de acción sea demasiado difícil para los soldados, ya que requiere “gran independencia y capacidad de adaptación al terreno, así como comprensión de las tácticas” (28). La experiencia en combate confirma que tiene razón: “Usar formaciones de batalla densas es lo mismo que “expulsar al diablo con la ayuda de Belcebú”. Esto significa no preocuparse por toda la experiencia de la guerra” (29).

Theisen defiende apasionadamente las nuevas tácticas y las distingue de los métodos de otros ejércitos: “Debemos preservar nuestras formas y métodos de acción... Nacieron de la necesidad militar, elaborados en la retaguardia por batallones de asalto y tropas en reposo en 1917 y se justificaron plenamente en las ofensivas de 1918... Por supuesto, nuestros métodos son demasiado complejos si tenemos la oportunidad de abrumar al enemigo con cadáveres al "estilo Brusílov" o confiar únicamente en vehículos de combate y potencia de fuego" (30).

 
General Friedrich von Theisen

La Reichswehr mantuvo su continuidad en el campo táctico con el ejército del Kaiser, por lo que no es sorprendente cuánta atención se prestó al estudio y análisis de la experiencia de la guerra mundial. Esto fue hecho por cientos de oficiales del comando central de la Reichswehr, Truppenamt (un análogo del Estado Mayor, que Alemania tenía prohibido tener según los términos del Tratado de Versalles. - Nota del traductor). Este proceso fue iniciado por el general Seeckt en diciembre de 1919 (31).

La influencia de los partidarios de las tácticas de asalto lideradas por el general Seeckt


Además de la experiencia de la guerra, la dirección del desarrollo de los asuntos militares alemanes después de 1918 estuvo determinada por otro factor. La dirección militar se vio obligada a actuar dentro de los límites impuestos por los países victoriosos y que determinaban el tamaño, la estructura y el armamento de la Reichswehr. Se vio obligado, a pesar de las restricciones del orden mundial de la posguerra, a cumplir la principal tarea político-militar: garantizar la seguridad de Alemania. FuG establece los ambiciosos objetivos de una gran potencia moderna y poderosa, pero muestra en detalle las realidades de un ejército pequeño y débilmente armado (32).

La solución de Seeckt fue dominar teóricamente los tipos de armas prohibidas y prepararse para combatirlas. “Incluso sin estos medios de combate, debemos estar preparados para enfrentar al enemigo con armas modernas. Su ausencia no debería frenar nuestro deseo de actuar ofensivamente. La alta movilidad, el buen entrenamiento y la capacidad de utilizar las características del terreno permitirán reemplazar al menos parcialmente (nuevos tipos de armas)” (33).

Estas líneas expresaban la opinión del comandante de las fuerzas terrestres de que la Reichswehr podría enfrentarse a posibles adversarios armados sin restricciones si se basara en una doctrina militar basada en la experiencia de la guerra mundial.

No es casualidad que los principios descritos anteriormente correspondieran a las tácticas de asalto: buen entrenamiento de las tropas, movilidad y aprovechamiento de las características del terreno en la ofensiva. Según Seeckt, la calidad de las tropas no sólo está determinada por “el entrenamiento puramente militar y técnico-militar”. La formación del personal "debería contribuir al desarrollo de la independencia y las cualidades de lucha de la personalidad del soldado, satisfaciendo las necesidades de una guerra moderna y rica en tecnología" (34).

Seeckt creía que “en la lucha entre el hombre y la tecnología, no se puede confiar en el número de soldados... La mejora de la calidad de la tecnología debería conducir a un aumento máximo de las cualidades del hombre” (35). Gerhard Gross concluye que Seeckt “no buscaba crear un ejército de masas, sino un ejército de élite, formado por combatientes bien entrenados y altamente motivados” (36). Con el término “ejército de élite”, Gross designó una frontera cualitativa y cuantitativa con los ejércitos de masas cuyas fuerzas lucharon en la guerra mundial y cuya idoneidad para una guerra futura negaba Seeckt, basándose en experiencias previas.

“A partir de un estudio profundo de la experiencia de la guerra, poco a poco se irá comprendiendo que la época de los ejércitos masivos ha pasado y que el futuro pertenece a los pequeños y profesionales (en el original “hochwertigen” - de alta calidad. - Traductor nota) ejércitos, aptos para llevar a cabo operaciones rápidas y decisivas. Así, el espíritu volverá a triunfar sobre la tecnología” (37).

Seeckt consideró que la lentitud y el mal control de tropas masivas y relativamente mal entrenadas fueron la razón de la transición a la guerra de trincheras, que finalmente condujo a la derrota de Alemania. Al mismo tiempo, propuso una discusión militar-profesional sobre el control operativo de las fuerzas armadas en la era de los ejércitos de masas (38).

Se llevó a cabo no sólo a puertas cerradas del Estado Mayor (Truppenamt) o en las páginas de publicaciones altamente especializadas, sino también en la sociedad, por ejemplo, en la revista Militaer-Wochenblatt, una revista oficial que se publica tres veces por semana, rica en las tradiciones (39). Tanto su equipo de autores como sus lectores estaban formados principalmente por funcionarios actuales y anteriores.

Inmediatamente después de la guerra, el Militaer-Wochenblatt se convirtió en un foro para diversas discusiones sobre el futuro de los asuntos militares alemanes. El debate reflejó la percepción de la realidad de aquella parte de la sociedad que, junto con la monarquía, más sufrió la derrota de la guerra.

Estas publicaciones se basaban en diferentes ideas sobre el futuro soldado, el contenido y duración de su entrenamiento, así como su motivación y autoestima.
Si hablamos de unidades de asalto durante la guerra, la mayoría de las veces sirvieron como modelos a seguir sobre los cuales debería basarse el entrenamiento de infantería en el futuro (40).

 
Ernst Jünger

Uno de los defensores más fervientes de este argumento fue Ernst Jünger. El entonces teniente publicó dos artículos en el Militair-Wochenblatt en 1920 y 1921. En ellos postuló una imagen del soldado y de su papel, que tenía sus raíces en las unidades de asalto:

“Los nuevos tiempos pintan una nueva imagen del soldado: inteligente, disciplinado, experimentado en batallas y deportes, un luchador de ataque despiadado. Él es parte de una unidad muy unida, un equipo de élite... Y aunque este equipo es pequeño, el espíritu de lucha hace maravillas..." (41).

Jünger, un oficial de primera línea con múltiples condecoraciones, se basó en su propia experiencia en tácticas de asalto. “La disciplina de un ejército de masas debe dar paso a la autodisciplina del luchador solitario consciente” (42). “El excesivo formalismo de las enseñanzas de antes de la guerra”, según el autor, contradecía esto (43).

El autor contrasta al luchador solitario con “la masa sin rostro... ya que en él reside una gran fuerza y ​​un gran valor” (44). Justificó la necesidad de avanzar en esta dirección, su aceleración, por el efecto aplastante de las modernas armas automáticas. Obligó a la división de fuerzas: “Sólo hay una manera de aumentar significativamente el poder de combate de nuestras tropas: asegurar que menos personas logren los mismos resultados en el mismo espacio que antes grandes masas” (45).

Sus argumentos estaban dirigidos contra los partidarios de ejércitos de masas:

“El futuro campo de batalla pertenecerá a aquellos que, además de equipos de alta calidad, dispongan de material humano igualmente de alta calidad y con la preparación física, moral, psicológica y técnica adecuada” (46).

Los argumentos de Jünger no quedaron sin respuesta.

Uno de los autores con el seudónimo de Julius Frontinus describió los límites de lo que era posible para las ideas de Jünger: “Las personas que son necesarias para la guerra moderna en la visión de Jünger son pocas en cualquier ejército” (47). Basándose en esto, Frontinus llegó a la conclusión de que los ejercicios seguirían siendo una parte integral del entrenamiento militar.

Como muestran los ejemplos anteriores, Militair-Wochenblatt sirvió como campo de discusión durante la formación de la Reichswehr. Proporcionan información sobre la variedad de opiniones sobre la naturaleza de las nuevas fuerzas armadas, aunque su influencia en la opinión pública es difícil de evaluar.

En cualquier caso, la supremacía en la toma de decisiones quedó en manos de la dirección de la Reichswehr y de Hans von Seeckt personalmente. Su influencia fue multinivel. Se extendió tanto al desarrollo de estatutos y manuales de capacitación que determinaron el camino del desarrollo de la Reichswehr como al nombramiento de personas para puestos de liderazgo. No es sorprendente que uno de los subordinados de Seeckt, el inspector de infantería, se convirtiera nada menos que en el mencionado Friedrich von Theisen.

Fue un defensor de métodos de guerra basados ​​​​en la experiencia de las unidades de asalto. Bajo su mando sirvió Ernst Jünger, quien fue uno de los oficiales responsables en la comisión del desarrollo de nuevas regulaciones para escribir los artículos del manual para el entrenamiento de infantería (AVI). Theisen valoró y alentó a Jünger, cuyas publicaciones en el semanario militar eran totalmente consistentes con la posición de los partidarios del "ejército de élite" que la dirección de la Reichswehr y el propio general von Seeckt buscaban crear (48).

Además, después de la publicación de la novela de Jünger En tormentas de acero en 1920, uno de los críticos de la publicación oficial Heeresverordnungsblatt la evaluó profesionalmente y la recomendó como “recomendaciones instructivas para comandantes y soldados jóvenes” (49).

Lo mismo puede decirse del oficial Ruele von Lilienstern, quien, con el apoyo y permiso de la Inspección de Infantería, publicó en septiembre de 1921 un manual sobre entrenamiento de combate de escuadrones de infantería, que pasó por al menos cuatro ediciones durante la década de 1920 (50).

La constante introducción del estilo de lucha desarrollado durante la Guerra Mundial en las tácticas de infantería del Reichswehr se evidencia en el comentario retrospectivo de Lilienstern: “Lo que era el deseo y la esperanza cuando apareció este libro por primera vez se ha convertido en gran medida en una realidad” (51).

Según el autor, las razones que llevaron al surgimiento de las tácticas de asalto durante la guerra no han perdido su relevancia, sino todo lo contrario: “Nuestro ejército es pequeño... Cuanto mayor debería ser su valor interno. La presencia de ánimo y el deseo de una acción decisiva de todos deben compensarnos la falta de números” (52).

conclusiones


La influencia de las tácticas de asalto en el desarrollo de la Reichswehr se puede medir a través de los documentos de orientación y las instrucciones de entrenamiento publicadas a principios de la década de 1920. Lo mismo indican las publicaciones de los partidarios de esta táctica en debates profesionales.

Pero también dicen que no hubo unidad en el cuerpo de oficiales a la hora de evaluar la experiencia de la Guerra Mundial y su uso en el futuro. Bajo el liderazgo del general Seeckt, los puestos de liderazgo en la Reichswehr fueron ocupados por partidarios de esta táctica, como el inspector de infantería Friedrich von Theisen. A su vez, Theisen apoyó a los oficiales que buscaban introducir tácticas de asalto en la Reichswehr y a aquellos que correspondían a las opiniones de von Seeckt sobre el desarrollo general del ejército.

Parte de esta actividad fue la promoción de un mayor papel del soldado que cumpla con las altas exigencias de las nuevas tácticas. Se suponía que entrenar tropas basándose en tácticas perfectas y altas cualidades individuales de los combatientes aseguraría la superioridad en la batalla, incluso en ausencia de tipos modernos de armas prohibidas por los términos del Tratado de Versalles.

En el período inmediatamente posterior a la guerra, a los dirigentes de la Reichswehr les pareció que de esta manera sería posible demostrar las ventajas del concepto de ejército de élite, a saber: mejor control y mayor movilidad.

Lista de literatura usada:
1. Gerhard Groß, Das Dogma der Beweglichkeit. Überlegungen zur Genese der deutschen Heerestaktik im Zeitalter der Weltkriege, en: Bruno Thoß/Hans-Erich Volkmann (Ed.), Erster Weltkrieg – Zweiter Weltkrieg. Ein Vergleich, Paderborn 2002, págs. 143–166, hier S. 150.
2. Robert Foley, ¿Burros tontos o zorros astutos? Aprendizaje en los ejércitos británico y alemán durante la Gran Guerra, en: International Affairs 90 (2014), S. 293.
3. Groß, Dogma, S. 151; vgl. Jonathan Bailey, La Primera Guerra Mundial y el nacimiento del estilo moderno de guerra, en: The Strategic and Combat Studies Institute 22 (1996), S. 11 y f.
4. Der Begriff der Stoßtruppen meint im Folgenden die Gesamtheit der militärischen Einheiten des deutschen Heers im Ersten Weltkrieg, deren Angehörige in der Anwendung der Stoßtrupptaktik ausgebildet und hierfür spezifisch ausgerüstet worden waren, um in geschlossenen Sturm-moder Stoßtru pps eingesetzt zu werden.
5. Ralf Raths, Vom Massensturm zur Stoßtrupptaktik. Die deutsche Landkriegstaktik im Spiegel von Dienstvorschriften und Publizistik 1906 bis 1918, Friburgo 2009, S. 165 y f.
6. Christian Stachelbeck, Militärische Effektivität im Ersten Weltkrieg. Die 11. Bayerische Infanteriedivision 1915 bis 1918, Paderborn 2010, pág. 99.
7. Ders., “Was an Eisen eingesetzt wurde, konnte an Blut gespart werden”. Taktisches Lernen im deutschen Heer im Kontext der Materialschlachten des Jahres 1916, en: Ders. (Hrsg.), Materialschlachten 1916. Ereignis, Bedeutung, Erinnerung, Leiden 2017, S. 111–124, aquí S. 117.
8. Raths, Stoßtrupptaktik, S. 169; vgl. Bruce Gudmundsson, Tácticas de Stormtroop. Innovación en el ejército alemán 1914–1918, Nueva York 1989, págs. 50.
9. Raths, Stoßtrupptaktik, págs. 167 y siguientes.
10. Ebd., S. 189.
11. Ebd., S. 187 y siguientes.
12. Fernspruch vom 14.04.1918 von der Heeresgruppe Kronprinz Rupprecht an das AOK 2, betreffend der Auflösung von Sturmbataillonen, BArch, PH 10-III/22, S. 39. 13.
Raths, Stoßtrupptaktik, S. 166.
14. Gerhard Groß, Mythos und Wirklichkeit. Geschichte des operativen Denkens im deutschen Heer von Moltke d.Ä. bis Heusinger, Paderborn 2012, S. 137.
15. Chef des Generalstabes des Feldheeres, Überarbeitung der Richtlinien und Grundsätze zur Ausbildung der Truppe nach der ‚Blücher-Offensive' (09/06/1918), BArch, PH 3/1019, S 8
16. Ebd., S. 9.
Christoph Nübel, Durchhalten und Überleben an der Westfront. Raum und Körper im Ersten Weltkrieg, Paderborn 2014, pág. 136.
18. Stachelbeck, Effektivität, pág. 139.
19. Hans von Seeckt war von 1920 bis zu seiner Verabschiedung infolge eines politischen Skandals im Jahr 1926 Chef der Heeresleitung der Reichswehr. In this Funktion war er der maßgebliche Entscheidungsträger für die Ausformung des deutschen Militärs und seiner Doktrin. Seine Rolle gewann dadurch noch an Bedeutsamkeit, dass diese Phase grundlegend für den Aufbau der neuen Streitkraft war, deren Wehrgesetz erst am 21. März 1921 verabschiedet wurde. Vgl. Jürgen Förster, Die Wehrmacht im NS-Staat. Eine strukturgeschichtliche Analyse, Múnich 2007, pág. 5.
20. Marco Sigg, Der Unterführer als Feldherr im Taschenformat. Theorie und Praxis der Auftragstaktik im deutschen Heer 1869 bis 1945, Paderborn 2014, págs. 59, 61.
21. HDv. No. 130 Ausbildungsvorschrift für die Infanterie, Heft 1, Berlín 1922, BArch, RH 1/1151, pág. 27 y f.
22. Ebd., S. 28 y siguientes.
23. DVPl. No. 487. Führung und Gefecht der verbundenen Waffen, Abschnitt I–XI, Berlín 1921, BArch, RH 1/125, S. 184 y f.
24. Raths, Stoßtrupptaktik, pág. 203.
25. Robert Citino, El camino hacia la guerra relámpago. Doctrina y entrenamiento en el ejército alemán, 1920–1939, Londres 1999, pág. 28.
26. Friedrich von Taysen, Entspricht die heutige Kampfweise unserer Infanterie der Leistungsfähigkeit eines kurz ausgebildeten Massenheeres? Berlín 1924, BArch, RH 12-2/66, S. 1.
27. Ebd., S. 2.
28. Ebd., S. 3.
29. Ebd., S. 4.
30. Ebd., S. once.
31. Markus Pöhlmann, Von Versailles nach Armageddon. Totalisierungserfahrung und Kriegserwartung in deutschen Militärzeitschriften, en: Stig Förster (Ed.), An der Schwelle zum Totalen Krieg. Die militärische Debatte über den Krieg der Zukunft 1919–1939, Paderborn 2002, S. 323–391, aquí S. 334.
32. Vgl. Wilhelm Velten, Das Deutsche Reichsheer und die Grundlagen cerquero Truppenführung. Entwicklung, Hauptprobleme und Aspekte, Münster 1982, pág. 84.
33. DVPl. No. 487, pág. 3.
34. Hans von Seeckt, Die Reichswehr, Leipzig 1933, pág. 37 y siguientes.
35. Ebd., pág. 27.
36. Groß, Mythos, pág. 154.
37. Hans von Seeckt, Landesverteidigung, Berlín 1930, pág. 67 y siguientes.
38. Groß, Mythos, pág. 152.
39. Zum Militär-Wochenblatt vgl. Christian Haller, Die deutschen Militärfachzeitschriften 1918–1933, en: Markus Pöhlmann (Ed.), Deutsche Militärfachzeitschriften im 20. Jahrhundert, Potsdam 2012, S. 25–35, hier S. 28–30.
40. Mayor Hüttmann, Die Kampfweise der Infanterie auf Grund der neuen Ausbildungsvorschrift für die Infanterie vom 26.10.1922, Beihefte zum Militär-Wochenblatt, Berlín 1924, pág. 1. 41. Ernst Jünger, Skizze moderner Gefechtsf ührung, en: Militär-W
ochenblatt 105 (1920), sp. 433.
42. Ders., Die Technik in der Zukunftsschlacht, en: Militär-Wochenblatt 106 (1921), sp. 289 f.
43. Ders., Skizze, sp. 433.
44. Ders., Technik, Sp. z o. 290.
45. Ebd., Sp. 288.
46. Ebd., sp. 290.
47. Julius Frontinus, Helden und Drill, en: Militär-Wochenblatt 105 (1920), sp. 541 f.
48. Helmuth Kiesel, Ernst Jünger. Die Biographie, Múnich 2007, pág. 165.
49. Tagebuch eines Stosstruppführers, en: Heeresverordnungsblatt 3 (63) 1921, pág. 482.
50. Rühle von Lilienstern, Die Gruppe. Die Ausbildung der Infanterie-Gruppe im Gefecht an Beispielen auf Grund der Kriegserfahrungen, Berlín 1927, S. III. Vorname oder Dienstrang bleiben in der Quelle ungenannt.
51. Ebd., pág. 1.
52. Ebd., pág. 65.
Autor:
Fotos utilizadas:
"Arbeitskreis Militärgeschichte eV", fuentes abiertas
Artículos de esta serie:
Unidades de asalto alemanas en la Primera Guerra Mundial
El principio del fin. Tropas de asalto alemanas en la Operación Michael 1918