Mostrando entradas con la etiqueta ERP. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ERP. Mostrar todas las entradas
sábado, 31 de agosto de 2024
martes, 30 de julio de 2024
Guerra Antisubversiva: La primera baja de la FAA
Primer efectivo de la Fuerza Aérea Argentina caído combatiendo la guerrilla peronista
ARGENTINA EN GUERRA. 1959-1990 GUERRA ANTISUBVERSIVA: EL 13 DE MARZO DE 1972 FALLECE UN SOLDADO CONSCRIPTO DE GUARDIA EN LA VIIª BRIGADA AÉREA DE MORÓN, GRAN BUENOS AIRES, BALEADO LA JORNADA ANTERIOR, ASESINADO POR LA SUBVERSIÓN CASTROGUEVARISTA. EL PRIMER EFECTIVO DE FUERZA AÉREA ARGENTINA CAÍDO EN COMBATE CONTRA LA SUBVERSIÓN COMUNISTA
Sean Eternos los Laureles
En 1972 la Argentina era, por gran diversidad de factores, muy distinta a la que hoy la mayoría de argentinos conocen, no sólo por gozar aún del coletazo de esa Argentina potencia que llegó a ocupar uno de los 10 primeros puestos del mundo entre finales del Siglo XIX y 1939, llegando a ser la Economía número 1 del mundo a finales del Siglo XIX y principios del XX, y conservando el puesto 6 aún durante la presidencia de Torcuato de Alvear, sino por la excelente educación, amplias perspectivas de desarrollo y trabajo que aún existían, y los altísimos índices de seguridad que eran envidiables a nivel mundial y a pesar de la violencia política que ya se vivía, siendo Argentina atacada terroristamente desde el año 1959 por mafiosas organizaciones extremistas comunistas castroguevaristas, sin que ello tenga nada que ver ni con el bombardeo a la Casa Rosada y el Golpe de Estado de 1955, que habitualmente esas mafiosas organizaciones empleaban como infantil excusa para justificar su criminal accionar, ¡pues en realidad respondian a directivas de potencias externas de gobiernos comunistas de ultraizquierda! (o sea la antítesis del peronismo fascista de ultraderecha), pues los extremistas eran comandados, entrenados y armados desde Cuba y respondían a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hoy Federación Rusa), operando generalmente a través de Checoslovaquia, lanzándose la ofensiva extremista contra los nacionalismos latinoamericanos, entre ellos contra Argentina en 1959, siendo casi aniquilada hacia 1961, para resurgir luego bajo las directivas de la Operación Manuel, ideada por los judíos Raúl Castro y Ernesto "Che" Guevara, y el cubano Ramiro Valdez, como y tal cual consta en archivos del StB o ŠtB checoslovaco (Státní bezpečnost, en eslovaco, Štátna bezpečnosť), o sea la Seguridad del Estado que era como la CIA o el KGB de ese país, como dejó constancia en su informe de inteligencia A-00921/10-67 redactado a modo de balance 3 años después de iniciada la "Operación Manuel" en 1964, por la Administración Primera, con Copia al Comité Central del Partido Comunista Checoslovaco (Octavo Departamento), y donde entre otras cosas se especificaba la captación, reclutamiento, entrenamiento, organización, equipamiento, financiación, objetivos de las fuerzas extremistas que debían actuar atacando a Latinoamérica, incluida a la Argentina, y existiendo otros 12.000 documentos de este tipo hoy desclasificados que prueban que los extremistas que actuaban en Argentina lo hicieron a órdenes de Cuba y la URSS, intermediando Checoslovaquia como filtro para la infiltración. Esta ofensiva se extinguió hacia el año 1965, pero se retomó bajo esas mismas directivas y aún mejor organizada, con mayor violencia, en 1969, para ir ya convirtiéndose en una guerra de baja intensidad, siempre con la iniciativa subversiva castroguevarista operando sucia e irregularmente contra las Instituciones y la Sociedad argentina, que respondía como podía al criminal planteó extremista.
Pero Argentina en 1972 estaba también sumergida en una transición absoluta: política, economica, social, cultural, tecnológica e industrial; de la que las Fuerzas Armadas no eran ajenas. El exiliado Teniente General y dos veces ex-Presidente de la Nacion Argentina (y golpista serial) Juan Domingo Perón estaba en pleno proceso de retorno a nuestro país, que también se encaminaba en otro retorno a esa democracia que en 1930 había comenzado a ser violada por el mismo Juan Domingo Perón (ver enlaces adjuntos), y ello ocurría en medio de la violencia política con un extremismo comunista al que el propio Perón toleraba para generar desestabilización política y social como un camino para hallanar su retorno. En ese contexto, la Fuerza Aérea Argentina también atravesaba un período de profunda evolución tecnológica, pudiendo destacar que, precisamente en el escenario donde se produjo el hecho que a continuación vamos a recordar, por esas fechas en la Base Aérea de la localidad de Morón, en el Gran Buenos Aires de la Provincia de Buenos Aires, la VIIª Brigada Aérea incorporaba los modelos de helicópteros más avanzados disponibles en el mercado, con los obsoletos cazas subsónicos de origen británico Gloster F.Mk-IV Meteor, arribados a la Argentina a partir del año 1947 cuando aún era uno de los cazas más avanzados del mundo (pero apenas 2 años antes de quedar totalmente superado por una nueva generación de jets de caza. Ídem enlaces), y que allí operaban en impotente defensa de la Capital Federal de la Nación, volando sus últimas horas en su rol de entonces casi inservibles interceptores, pues ya comenzaban a ser reemplazados por los cazas supersónicos Dassault Mirage IIIEA/DA adquiridos en 1970 y que comenzaban a incorporarse (ídem enlaces), al Escuadrón Mariano Moreno de la cercana Base Aérea de igual nombre en la localidad bonaerense así llamada, habiendo en la Base Aérea de Morón una febril actividad operativa.
Es de ese modo cómo, el domingo 12 de marzo de 1973 el Soldado Conscripto Clase 1952 (SC/52) Luis Alberto Molina, quien había nacido el 4 de agosto de 1952 en la cercana localidad de San Martín, en la provincia de Buenos Aires, se hallaba realizando una guardia perimetral en el puesto de la entrada de calle Fray Justo Santamaria de Oro en su intersección con calle Gobernador Máximo Paz (que podemos ver en unas imágenes de hoy), entrada inhabilitada en la mayor parte del tiempo, lindante con la vía pública y poco transitada pero donde habitualmente, sobre todo los fines de semana, algún ocasional transeúnte se aproximaba para apreciar la actividad aérea que ocasionalmente se realizaba y se podía ver en la pista a lo lejos, es en ese momento que se detiene un automóvil y descienden dos jóvenes mujeres que se aproximan hasta la reja y entablan un diálogo con el Soldado Molina, desconociendo qué es lo que le manifestaron pero que evidentemente se trataba de un ardid para que el centinela se arrimara al franqueo y bajara la guardia, pues las mismas eran dos avezadas terroristas comunistas castroguevaristas pertenecientes a la mafiosa organización subversiva ERP-PRT (Ejército Revolucionario del Pueblo-Partido Socialista de los Trabajadores), las cuales simulando ser simples ciudadanas curiosas o extraviadas en algún momento extrajeron sus armas de puño e intimaron al efectivo de la Fuerza Aérea para que les entregue el fusil FAL que portaba; sin embargo el Soldado Molina no se amedrentó y, lejos de dejarse intimidar intentó resistir el ataque, siendo inmediatamente agredido a balazos, logrando las subversivas sustraerle el fusil por hallarse Molina ya malherido e inconsciente en el suelo, y dándose a la inmediata fuga las agresoras ante el estupor de algunos transeúntes, que dieron rápido aviso a las autoridades de lo acontecido.
De inmediato el Soldado Molina fue asistido, se le brindaron atenciones en la enfermería de la misma Guarnición Aérea, y luego se lo trasladó al Hospital Aeronáutico Central, donde al día siguiente falleció. El médico de guardia en la Guarnición de Morón que en esa jornada atendió al Soldado Molina, el Doctor Fernando Espiniella, recuerda que recibió "un balazo en el tórax por debajo de su tetilla izquierda que perforó pleura y pulmón con importante pérdida de sangre, lo canalizé y lo transportamos en un Hiuss al HAC con sus piernas hacia arriba para tratar el shock. Soldados compañeros se ofrecieron y dieron su sangre para Molina. Una actitud de solidaridad y compañerismo como nunca ví en mi vida. Pocas horas después de una intervención quirúrgica muy complicada falleció. Fuí a la Compañía de Soldados y dí la triste noticia; llanto, bronca, impotencia, insultos se juntaron entre sus compañeros. Era la última guardia que hacía su clase pues esa semana se iban de baja."
El Soldado Conscripto Clase 52 Luis Alberto Molina, había sido asesinado, y fue la primera baja mortal de la Fuerza Aérea Argentina provocada por elementos subversivos desde que iniciaron su accionar 13 años antes, pues hasta ese momento la aeronáutica militar de nuestro país no había formado parte de los principales objetivos del terrorismo comunista. Fue ascendido, post mortem, al grado inmediato superior de Cabo, mediante Orden 256/73 del 9 de marzo de 1973 - BAR Nº 1856.
Durante la visita que el 18 de abril de 1975 el Presidente de facto chileno, General Don Augusto Pinochet Ugarte, realizara a nuestro país para reunirse con la Presidente de la Nación Argentina, Doña María Estela Martínez de Perón, con el fin de discutir, entre otros temas, la elaboración del oportuno Plan Cóndor ¡para responder coordinadamente a 16 años de coordinada agresión terrorista contra los nacionalismos latinoamericanos!, si bien el Presidente chileno nunca salió de la Base Aérea Militar de Morón, lugar donde se celebró el encuentro, no sabía lo cerca que estuvo de ser víctima de un atentado terrorista, y si bien al caer la noche de esa misma jornada, Pinochet abordó el mismo avión en el que había llegado y partió de regreso a Chile, escoltado por la escuadrilla de cazas que lo había acompañado durante su travesía por territorio argentino, pocas horas después se supo que la Policía de la Provincia de Buenos Aires había desbaratado un atentado contra su persona, organizado por la mafiosa BDDT (Banda De Delincuentes Terroristas), como en vida el propio Presidente Perón calificaba a las organizaciones terroristas, y se trataba precisamente de la misma que Perón expulsó de Plaza de Mayo, Montoneros-JP.
El hecho tuvo lugar el 10 de abril, en el Camino de Cintura, en el deslinde de los partidos de La Matanza y Morón, donde un comando de terroristas judeomarxistas castroguevaristas apostados a lo largo del trayecto abrieron fuego contra efectivos policiales, desencadenando un tiroteo que finalizó al cabo de una hora con la detención de 6 extremistas -entre ellos una mujer- y el secuestro de igual número de vehículos, además del armamento. A consecuencia de ese enfrentamiento la policía bonaerense desbarató una poderosa célula de la “Junta Coordinadora Revolucionaria”, que los diarios de la época la dieron por “extinguida”, aunque en esas fechas desconocían la verdadera dimensión de la organización que nucleaba al ERP-PRT de Argentina, MIR de Chile, PRTB-ELN de Bolivia y MLN-T Tupamaros de Uruguay), falleciendo 2 extremistas y resultando heridos graves dos policías, pero produciéndose la detención de 25 terroristas (21 extranjeros), el secuestro de un poderoso arsenal valuado en 1.000 millones de pesos viejos. ¿Que tenía que ver este suceso con el asesinato del primer efectivo de Fuerza Aérea Argentina acaecido unos 3 años antes?
Los detenidos en el enfrentamiento resultaron ser Miguel E. Acosta, Roberto Aníbal Bottarini, Héctor Horacio Borotto, Ricardo Horacio Oudkerk, Armando Tomás Cernada y María Cristina Rodríguez, a quienes se les secuestró una pistola Browning calibre 9×19 número de serie 12.561 de la Policía Federal, robada al Agente Ramón Díaz el 1 de noviembre de 1973; una pistola Colt 11,25 mm N° 112.131, sustraída durante el copamiento de la empresa Chrysler, el 18 de octubre de 1971; , una pistola Browning 7,65 mm N° 22.695 y un revolver Rubí de fabricación nacional N° 64.200, ¡y el fusil FAL calibre 7,62×51 mm perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina, arrebatado al Soldado Luis Roberto Molina el 13 de marzo de 1972, antes de ser ultimado! (orden del día de la Policía de la Provincia de Buenos Aires N° 23.268); siendo los vehículos capturados un Fiat 128 chapa C-420142, un Fiat 125 chapa B-067437, otro Fiat 128 chapa B-1183715, una camioneta pick-up Ford chapa B-1056102 y un Rastrojero diésel chapa B-1222969. Por encontrárselos vinculados a la causa, fueron también legal y constitucionalmente detenidos Dante "Canca" Gullo, montonero y dirigente de la JP (compañeros de andanzas de Patricia "La Piba", "Cali", "Carolina Serrano" Bullrich), y Dardo Cabo, director de “El Descamisado”. Se supo ese mismo día, que en lo más recio del tiroteo un importante número de terroristas habían logrado escapar, algunos a bordo de una camioneta desde la cual, según versiones extraoficiales, habrían arrojado granadas.
En aquellas fechas el suceso de este humilde argentino que prestando su Servicio Militar Obligatorio dio todo por la Patria al ser asesinado por los acaudalados burgueses y aristócratas subversivos comunistas que conformaban los cuadros de las mafiosas organizaciones subversivas, eran titulares de las tapas de diarios y noticieros televisivos, que son los mismos diarios y noticieros televisivos que hoy guardan silencio de aquellos sucesos cada vez que victimizan a los victimarios terroristas comunistas al mismo tiempo que invisibilizan a sus verdaderas víctimas y demonizan a todo aquel que en defensa de la Patria se vió forzado a combatirlos en esa guerra sucia e irregularmente planteada por los mismos subversivos.
Hoy, en la Base Aérea de Morón los apátridas políticos que gobiernan Argentina han colocado placas de honor para glorificar a los terroristas castroguevaristas que bajo órdenes de potencias externas atacaban sucia e irregularmente a la Argentina, a nuestra Sociedad, a nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad, incluida la misma Base Aérea de Morón donde asesinaron al Soldado SC/52 Luis Alberto Molina, una verdadera infamia, que es mayor aún al no permitir que ninguna placa recordatoria haga honor a ese valiente soldado que, haciendo honor a las palabras del General Manuel Belgrano "No hallo medio entre salvar a la patria o morir con honor", sin dudar dió su vida muriendo con honor para salvar la Patria del extremista flagelo comunista totalitario.
CABO LUIS ALBERTO MOLINA, ¡SALUDO UNO!
domingo, 12 de mayo de 2024
Guerra Antisubversiva: Terrorista erpiano pide volver al país porque en Cuba se está muriendo
Hace 50 años secuestró un avión de Aerolíneas Argentinas, hoy está enfermo en Cuba y su hijo pide que regrese al país
El 4 de julio de 1973, Basilio José Mazor subió al vuelo 558 de Aerolíneas Argentinas y lo desvió a La Habana mientras decía que era parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Qué sucedió a bordo. La vida después de ser un pirata aéreo. La palabra de sus hijos. Su triste presente en un pueblo del interior cubano. La historia del secuestro aéreo más olvidado de la Argentina
Por Hugo Martin || Infobae
El 4 de julio de 1973, cuando tenía 24 años, Basilio José Mazor, solito él con su escopeta de dos caños recortados calibre 16, una canana cruzando al pecho y un poncho con motivos incaicos, secuestró el Boeing 737 matrícula LV-JTO de Aerolíneas Argentinas que cubriría el trayecto entre Buenos Aires y Jujuy. Hoy, 50 años después, Mazor se encuentra postrado en una cama de su casa de la localidad de Artemisa, Cuba, a 66 kilómetros al oeste y una hora de auto de La Habana, el lugar donde el 5 de julio de aquel año culminó la odisea de 19 horas que les hizo vivir a los 74 pasajeros (entre los que había un niño de 5 años y 4 bebés) y los 6 tripulantes del vuelo 588. Hace tres meses, el viejo pirata aéreo resultó víctima de dos infartos cerebrales que le afectaron el plexo braquial derecho, los nervios que van desde el cuello hasta el brazo. No puede hablar con fluidez y casi ni moverse sin ayuda.
El secuestro del avión que protagonizó hace 50 años es el más olvidado de los que se produjeron en la década del ‘70 en Argentina.
1970, Esquel
Según relatan sus hijos, Basilio José Mazor nació el 8 de junio de 1949 en Pergamino. Vivía en la calle San Nicolás 369, la peatonal de esa localidad bonaerense. En 1970 lo hacía con sus padres y tres hermanos. Debajo de la vivienda estaba el negocio familiar. Cuatro años antes de secuestrar al Boeing de Aerolíneas, viajó a Esquel para incorporarse al servicio militar en el Regimiento 3 de Infantería de Montaña Coraceros General Pacheco. Con él coincidieron varios pergaminenses, como Julio Saladino, Angel Lanza, Marcos Carrizo y Martín Palacios. También ingresó Miguel Angel Ortíz, de la localidad cercana de Capitán Sarmiento, que lo recuerda bien: “Armamos un grupo con dos cordobeses y el resto eran de Pergamino. Y ahí estaba ‘Pirincho’ Mazor, o ‘El Ruso’, como le decíamos. ¿Cómo era? ¡Un tiro al aire!. Al poco tiempo de entrar me dijo ‘Mirá Miguel, yo no puedo estar corriendo. Me voy a hacer pasar por enfermo, porque de chico tuve Mal de los Rastrojos… Así que se puso papel secante en las axilas y en la ingle, cuando corría levantaba fiebre a lo loco. Hasta que logró que lo llevaran a trabajar a la enfermería…”.
No es la única anécdota que guarda Miguel Angel: “nos encontramos cuando me iba de licencia en una estación de servicio. Casi llorando me dijo que su madre estaba muy mal. E iba a ver si le daban permiso para viajar en avión a Pergamino. Me pidió por favor que le entregara una carta a su hermana, porque la madre, dijo, debía estar internada. Llegué a Sarmiento y al día siguiente, temprano, fui a Pergamino. Llegué a la casa y salió una chiquita que resultó ser la hermana. Le dije que llevaba una carta para su madre, y la llamó, y apareció una señora gorda, que le sobraba salud por todos lados… Después me enteré que lo habían autorizado a regresar, y en avión, para asistir a su madre”.
Luego lo perdió de vista, porque “lo mandaron a Copahue, más al norte, como panadero. Pero antes me dijo ‘de mí se van a acordar mucho’. Cuando terminó la colimba, un mediodía llegué a casa después de trabajar y dijeron que me había dejado saludos un tal Basilio, que iba en moto con una chica y tenía puesto un poncho… Mucho después me enteré lo que había hecho. Era un tipo rápido, con mucha chispa, capaz de decir que había viajado a la Luna, pero no recuerdo que tuviera ideas políticas”.
Es probable que la chica que lo acompañaba en la moto fuera Mirian del Carmen Barbera. Con ella, el 24 de marzo de 1972 fueron padres de un niño al que bautizaron como el abuelo, Basilio. En el acta de nacimiento, la 317, firmada por la jueza Elda Luján Zurita, se indica que Basilio José tiene el documento nro. 7.683.226. Pero que Mirian del Carmen “no posee” identificación.
Ese hijo hoy tiene 51 años y vive en Villa Allende, Córdoba. Se mudó a esa provincia junto a su abuela y su tía luego que su padre consumara el secuestro del avión. Poco después -ya contará los detalles-, su madre, que había permanecido en Pergamino, se esfumó. Toda su vida, el joven intentó localizarla. La volvió a ver sólo una vez más. Hace poco se enteró que Mirian murió en la ciudad de Santa Fe. O eso cree.
De Pergamino a Cuba
Un día antes de secuestrar el avión, Mazor, por entonces empleado municipal de Pergamino, cuyo legajo era el 658 y cobraba 1.032 pesos por mes (alrededor de 360 mil pesos actuales), gastó 597 -más de la mitad de su sueldo- en la agencia local de Aerolíneas Argentinas para adquirir el pasaje: el ticket llevaba el número 044.113.989300.
Por un guiño del azar, en el mismo avión viajaban dos periodistas de la revista Siete Días, de la desaparecida Editorial Abril: el redactor Roberto Vacca y el reportero gráfico Rodolfo Lo Bianco. Ambos volaban hacia Jujuy para reflejar un drama recurrente de nuestro país: esa provincia tenía el índice más alto de mortalidad infantil. Pero lo que registraron fue una historia fabulosa, se convirtieron en testigos de cada minuto del secuestro del vuelo 558 de Aerolíneas Argentinas, desde el preembarque en la puerta 2 del espigón de cabotaje del Aeropuerto Internacional de Ezeiza hasta la llegada a La Habana. Fue uno de los pocos actos de piratería aérea que se contaron desde las entrañas del suceso. El relato, que apareció en la edición 322 del 16 de julio de 1973, es una joya periodística. El testimonio del valor de dos profesionales que pusieron su oficio por encima del temor que la incierta situación imponía.
Lo primero que refleja Vacca es su extrañeza por la vestimenta de ese hombre que describió “delgado, morocho y de cutis suave”: pantalón negro, zapatillas blancas y poncho marrón con motivos incaicos. Y el creciente nerviosismo que mostraba, que otro pasajero creyó, equivocadamente, producto de ser ése “su bautismo aéreo”. La primera interacción entre secuestrador y periodista fue allí, cuando Mazor le preguntó la hora: “11.40″. Minutos después, todos estaban sentados en sus respectivos asientos. Por supuesto, en 1973 a los pasajeros no se los sometía a la lupa del escáner ni a ningún otro tipo de revisión más que la de presentar el ticket.
A las 12.45, el avión se ubicó en la cabecera de la pista. En esa época, las azafatas controlaban que los pasajeros apagaran sus cigarrillos para el despegue. El segundo comisario de a bordo, Carlos Alberto Intieri, explicó a través de los parlantes que la primera escala se haría en San Miguel de Tucumán. Una hora y media de vuelo. Y mientras las azafatas instruían al pasaje en el uso de las mascarillas, el nudo del drama se desató.
Mazor ni siquiera esperó a que el avión estuviera en el aire. Se levantó desde el asiento B de la fila 9 que indicaba su ticket y caminó hasta la cabina de la aeronave, donde se aprestaban para el despegue el comandante Edgardo Drusi y su copiloto, Ricardo Raimondi. Se levantó el poncho y exhibió la escopeta en forma amenazante mientras anunciaba el secuestro: “Soy del Ejército Revolucionario del Pueblo. Vamos a ir primero a Córdoba, donde habrá una evacuación, y luego nos dirigiremos a Chile y después a Cuba”.
La primera orden que emitió Mazor fue que la azafata Ana Nilsson desocupara las dos primeras filas de asientos. Para calmar al resto de los pasajeros, dejó que las auxiliares hablaran con quienes estaban más atemorizados y sirvieran (¡qué época para volar!) whisky y bandejas con comida. Media hora después, el secuestrador le pidió a la otra azafata, Ángela Prina, que lo ayudara a quitarse el poncho. Así, dejó ver las cananas cruzadas con cartuchos de escopeta que llevaba debajo. Luego buscó una boina blanca que tenía una estrella roja de plástico y se la colocó. También dejó caer un anuncio tenebroso: “En un bolso que viaja dentro de la bodega hay una bomba plástica. Estallará cuando yo quiera”.
Las primeras palabras que cruzaron el periodista y el pirata aéreo fueron de queja. El solitario Mazor habló en plural: “Nos vendieron gato por liebre. Yo quería subir a un Boeing intercontinental, de gran escala. Ahora nos veremos obligados a dar saltos de canguro, de país en país”, le dijo Mazor. Y luego, sí, hizo explícita su demanda: “Que Aerolíneas Argentinas entregue 100 mil dólares al Hospital de Niños y otros 100 mil a la Comisión de Lucha contra el Mal de los Rastrojos. Lo hago sólo para demostrar que puedo hacerlo. El señor Santucho va a subir en Córdoba o en Chile”.
Pero en lugar de hacer escala en Córdoba, el capitán de la nave tomó rumbo a Chile. A las 14.25 comenzó el cruce de la cordillera. Para menguar la tensión, Drusi habló por los altoparlantes con el pasaje, señalando la ubicación del Aconcagua a la derecha del avión, por ejemplo. Sin embargo, poco después recalculó: el aeropuerto chileno de Pudahuel se encontraba inoperable por la niebla, así que descenderían en Mendoza para reabastecer de combustible el avión. Así lo informó el primer comisario del avión, Luis María Alejandro. Ya eran las tres de la tarde.
Mientras Mazor controlaba al pasaje, en la cabina de mando recibían información desde la torre de control: el presidente de la Nación, Héctor J. Cámpora -que había asumido su cargo poco tiempo antes, el 25 de mayo- estaba al tanto del secuestro y tenía en sus manos la decisión de brindar o no el combustible para continuar el viaje. Mazor fue notificado de la novedad, caminó hasta la cabina y se comunicó con el aeropuerto. Según la crónica de Vacca, les dijo: “Tienen 5 minutos para entregar el combustible. De lo contrario abriré fuego contra la tripulación y los pasajeros”. El escriba notó la tensión en el secuestrador: transpiraba y su labio superior tenía un leve temblor.
Dentro de la cabina, el ambiente estaba pesado. El aire acondicionado había dejado de funcionar por las operaciones técnicas propias de la escala. Se pidió que nadie fumara para no viciar aún más el aire. Mazor, por las ventanillas del avión, notó que comenzaban a rodearlo efectivos de la Fuerza Aérea Argentina. En Pudahuel, Chile, la visibilidad era de apenas 800 metros. La tensión aumentó. El secuestrador volvió a llamar a la torre de control y con un dedo en el gatillo de la escopeta, amenazó: “El presidente está jugando con la vida de 60 pasajeros. Tengo una bomba plástica que se metalizará (Sic) automáticamente. Todo se destruirá a 400 metros a la redonda del avión. Agilicen el trámite de recarga; no me obliguen a provocar una masacre”. A las 16.30, a Drusi le informaron que en Chile el cielo se había abierto y que la visibilidad era de 1.700 metros. Con el combustible justo, decidió arriesgarse y volar hacia el país trasandino.
En Chile aún faltaban 68 días para el golpe de estado que derrocaría a Salvador Allende. El gobierno socialista era permeable a los secuestros de aviones. Once meses antes, el 15 de agosto de 1972, seis terroristas de los altos mandos del ERP, FAR y Montoneros (Roberto Mario Santucho, Marcos Osatinsky, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna) fueron liberados de la cárcel de Trelew y, junto a cuatro cómplices, secuestraron un avión de Austral y lo derivaron a Santiago de Chile. Allí, Allende les dio un salvoconducto para que llegaran a salvo a Cuba. Pero en el aeropuerto chubutense quedaron 19 miembros de las fuerzas insurgentes sin poder subir al avión. Y una semana más tarde fueron acribillados en la Base Almirante Zar, donde habían sido confinados luego de entregar sus armas. Sólo tres de ellos se salvaron.
A las 16.50, con el avión aterrizado en el espigón internacional del aeropuerto chileno, Mazor permitió que 39 adultos y 5 niños abandonaran la aeronave. Había alguno con un marcapasos, otro adujo que su mujer estaba enferma, y así los seleccionó. Siete minutos después comenzaron a cargar el kerosene JP1 desde un camión. Durante más de 40 minutos, las autoridades chilenas intentaron convencer al secuestrador que permitiera bajar a los pasajeros restantes. Pero no lograron el objetivo.
A las 19.25 (hora argentina) el avión ya volaba con rumbo a Perú. A esa altura, indica Vacca, todo el pasaje llamaba por su nombre de pila (Basilio) al secuestrador., Algunos conversaban, otros jugaban al truco. Ninguno lo sabía, y tampoco Mazor, pero en la bodega viajaba un cargamento de 700 millones de pesos viejos. Ya en confianza, el secuestrador le mostró a Vacca dos revólveres Rubí y una pistola Colt que les sacó a los comisarios de a bordo. “Quedate en el molde, Roberto. Están descargadas”, le dijo. Más adelante, cuando estaban por aterrizar en Lima, le confesó que llevaba 150 mil pesos. También, que pertenecía a “una nueva fracción (del ERP): además del ERP ortodoxo de Santucho, del ERP 22 de agosto y del ERP Fracción Roja, hay otra… el comando que yo comando. Es un comando suicida que se dedica desde ahora a descubrir traidores. Yo soy el comandante Ciro, ¿sabés? Esta es mi primera acción. Por otra parte, no me gustaría denominarme guerrillero sino justiciero. Si esto fracasa, yo me quito la vida”. En tono íntimo, el periodista le preguntó por su mujer. Y Mazor respondió: “Tiene 17 años. Yo salí de casa y le dije que volvía enseguida. Además es muy chica. No podría llegar a entender todo esto”.
A las 22.15, el avión carreteaba en el Aeropuerto Internacional de El Callao. Mazor le ordenó al capitán Drusi que la aeronave permaneciera a oscuras y que solicitara que el espigón estuviera iluminado. También que quienes se acercaran para las tareas de mantenimiento llevaran colgada una linterna encendida y que lo hicieran de a dos personas. Debían cargar 12.600 litros de combustible, desagotar el tanque del baño y entregar 40 raciones de alimentos: lomo con salsa de tomates, puré, arvejas, fiambre con pollo y postre. Desde Aerolíneas le pidieron que permitiera subir a un tercer piloto, Jorge “Chupete” Fernández. Luego de una breve negociación, Mazor lo autorizó. Los comisarios le recordaron que había prometido dejar bajar a más personas. Dejó que descendieran seis, entre ellas otro periodista, de apellido Nofé.
La próxima escala sería en el aeropuerto de Tocumen, Panamá, para medir el nivel de aceite de las turbinas. A las cuatro de la madrugada, Vacca observó que Mazor caminaba, nervioso, de un lado a otro del avión. Se acercó y le preguntó si estaba arrepentido de lo que hizo. La respuesta fue negativa: “¡De ninguna manera! Esta es una forma de luchar por el pueblo. De evitar que no se pierdan vidas útiles. Mi hijo murió del Mal de los Rastrojos”. Una hora más tarde, fue el propio Mazor quien se aproximó a Vacca: “Yo quiero que Santucho me reconozca como miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo y que me espere en Panamá”. Y agregó: “Si Cuba no ampara a un comandante de un grupo armado, diría que el socialismo está fallando la propia cuna”.
A esta altura del viaje, la sospecha del periodista se transformó casi en una certeza: Basilio José Mazor no era un guerrillero, ni formaba parte del ERP.
A las 5.40 de la madrugada despegaron desde Panamá hacia La Habana. Mazor, que tomó a Vacca como su confidente, le reveló que pensaba entregar sus armas al llegar. “Además, estoy dispuesto a desarmar la bomba que llevamos en la bodega”, agregó. Un pasajero que escuchó la conversación encendió sus alarmas. Y cuando el secuestrador se alejó, le mencionó en voz baja al periodista: “En este avión llevamos mil palos”. Vacca caviló y se dió cuenta de algunos movimientos, unió los puntos que trazaban un dibujo impensado: antes de salir se acercó un blindado del Banco Nación, la aparición de los revólveres Rubí y la pistola Colt, los pasajeros que entraron a último momento, cuando ya todos estaban sentados.
Antes de tocar la pista del aeropuerto José Martí, Mazor le entregó una carta para su mujer: “Querida Mirian: por favor comprendé, esto lo hago por vocación política y no por pedir rescate para mi. Cuida al gordo y cuidate vos. Chau petiza, beso grande para vos y todos. Pronto los volveré a ver”.
A las 7.34, el avión aterrizó. Al abrirse la compuerta, un teniente del ejército cubano trepó por la escalerilla. Mazor, sin dudar, le entregó su escopeta. El militar intentó quitarle los cartuchos. No pudo. Estaba trabada. Insistió. Al final, apuntó hacia arriba y disparó. El arma no funcionaba.
La aventura de Basilio José Mazor terminó en la prisión de Pinar del Río. El avión regresó a Buenos Aires el 9 de julio.
Córdoba, Argentina, 2023
Basilio Mazor (h) trabaja como maestro mayor de obras. Está casado con Patricia Peralta y tiene 13 hijos. Cuando su papá secuestró el avión tenía apenas 15 meses. De vez en cuando, o cuando a Internet se le ocurre funcionar en Artemisa, Cuba, se comunica con su padre o con Gloria, su esposa. Basilio hijo, que llama por el apellido a su padre, tiene claro su objetivo: “Quiero que Mazor vuelva a la Argentina a vivir mejor, porque en Cuba no está viviendo bien. Si hablo, si hago esta movida, lo hago por él”. Su vida, lo que él decide contar de su vida, parece el argumento de una novela: a veces de espionaje, a veces un culebrón.
En 1973, por poco tiempo, Basilio permaneció con su mamá, una adolescente. Pero muy pronto, dice, “me arrebataron de su lado”. Quedó bajo la tutela de su abuela, que compró una casa del barrio Libertador San Martín en Córdoba capital y allí se fueron a vivir junto a su tía. Entretanto, su abuelo permaneció en Pergamino. El cimbronazo por el secuestro protagonizado por el hijo, asegura, produjo la separación del matrimonio. Cuando su abuela falleció, la vida familiar del niño se interrumpió. “Fui a parar al complejo Pablo Pizzurno, donde íbamos los chicos que no teníamos familia o los que estaban en la calle. Si no recuerdo mal, por la época del Mundial 78 me enviaron al hogar del cura Francisco Luchesse. Ahí me forjé, estudié, pero sin saber nada de mi familia”.
Según su relato, el juez que se lo entregó al padre Lucchese le contó su historia al sacerdote. Y cuando tenía alrededor de 13 años, por intermedio de otro religioso amigo de Lucchese, viajó a Pergamino. Fue allí cuando se enteró de las andanzas de su padre y conoció a uno de sus tíos.
Lo peor para Basilio (h) fue que su madre, Mirian, que era apenas una adolescente, desapareció de su vida. Durante muchos años la buscó. “En Pergamino ella tenía a su madre, su padrastro, un hermano en silla de ruedas y dos hermanos más. Tampoco sabían nada. Se escondió”. Recién se reencontraron, y en forma fugaz, cuando Basilio tenía unos 40 años. “Ella sufrió mucho. La encontré en Santa Fe. Una mujer de perfil muy bajo. Le pregunté que pasó y me dijo que no convenía que yo lo supiera… Después, una vecina me dijo que había muerto”.
Con su padre también hubo un reencuentro. Primero telefónico, tiempo después de su visita a Pergamino. “Con Mazor hablé en la casa de la secretaria del Padre Lucchese. Todavía vivía Fidel Castro, y me dijeron que monitorearon la llamada. Mazor pensaba que yo estaba muerto. Me preguntó cómo estaba, a qué me dedicaba… yo no le pregunté nada”.
Cuatro años más tarde, cuando Basilio (h) tenía 24, cuenta que se vieron cara a cara. Mazor viajó a la Argentina. Pero no hay ni siquiera una imagen de ese reencuentro entre padre e hijo. Según él, era pobre y no tenía una cámara fotográfica. “Pasó por Buenos Aires y luego fue a Córdoba para ver a su hermana. Yo vivía cerca, en Argüello. Habrán sido tres horas. Le pregunté por su vida, de qué vivía, pero no me atreví a tocar el tema del avión. Alrededor siempre estaba mi tía. No quería que yo estuviera a solas con él… “.
Hubo una tercera visita, dice, unos seis años después, pero en esa ocasión Mazor viajó a Pergamino y no hubo contacto. “La conclusión que saqué de por qué no se quedó en Argentina es que se sentía muy perseguido, pero no sé por quién. Se que en Pergamino fue muy al choque con su familia. Por su culpa se rompió el vínculo familiar”, concluye.
¿Por qué se fueron casi todos de esa localidad? ¿Por qué la abuela, la tía y la madre huyeron de Pergamino luego del secuestro del avión? Según Basilio (h), todos recibieron amenazas. Él dice ver una oscura trama detrás del accionar de su padre, pero no la devela ni puede explicar con claridad: “Quisiera saber un poco más del secuestro. En esa época había muchas cosas, la Triple A, el ERP. Yo pienso que este loco lo hizo por una apuesta o porque sabía que en ese avión había algo”.
-Había mucha plata.
-Exactamente. Si él hizo eso, y pensó que su hijo estaba muerto, quiere decir que algo lo llevó a hacer una cosa de esa magnitud. Y encima escapando de la Argentina, dejando a su hijo de 15 meses y a su pareja. Si la madre de Mazor, que en paz descanse, escapó de Pergamino por amenazas de muerte, es que este se mandó una grande. A mi edad, a la historia la veo de otro lado…
La Habana, Cuba, 1973/2023
Según contó en la única entrevista que brindó (al periodista Daniel Van Der Beken para La Opinión de Pergamino, en 1991), cuando salió de la cárcel, Basilio José Mazor recibió una casa y una tarjeta de racionamiento de comida y ropa del estado cubano. Trabajó como entrenador de fútbol con niños durante 13 años, como árbitro y hasta fundó, a principios de este siglo, un club para que jugaran veteranos, al que llamó “Villa Fiorito” en homenaje a Maradona, que alguna vez pasó por allí.
También se casó dos veces. La primera, con Berta. Con ella tuvo a su hija Ivys Nelly, que hoy vive en México. La segunda con Gloria, y fue padre de Glorieth, que también huyó de Cuba y reside en Miami.
El periodista, que lo entrevistó 14 años después del secuestro del avión de Aerolíneas, también le preguntó, como Vacca en pleno vuelo, si estaba arrepentido de su acción. La respuesta, quizás influida por la vida que le deparó Cuba, fue otra: “A los tres minutos de estar arriba del avión ya estaba totalmente arrepentido de lo que estaba haciendo. Solo pretendía llamar la atención sin lastimar a nadie. Si hubiese utilizado mi arma en el avión no quedaba ni el loro. Como persona cometí un error”. Y auguraba otro porvenir: “Ojala que el final de mi vida no sea trágico. Me gustaría poder vivir con mis hijas y visitar Argentina, por eso insisto tanto en el perdón de los argentinos”.
Según su hija Ivys Nelly, que luego de varios años sin ver a su padre viajó a Cuba a principios de este mes para colaborar en su recuperación, después de trabajar como entrenador de fútbol y preparar a otros técnicos, Basilio se dedicó a los negocios: “como es extranjero, trabajó comprando cosas para los cubanos que no pueden pagar en dólares, y cobraba por ello una comisión”. Pero advierte que en el último tiempo, por lo menos desde hace diez meses, está afectado por una severa depresión.
Ya de regreso a México, le contó a Infobae que “en la casa le daban de comer pizza y alimentos que le hacían subir la presión”, algo totalmente contraindicado para quien sufrió derrames cerebrales. Después de recorrer bastante (“en Cuba no hay ni huevos”, se queja), le compró alimentos adecuados y, pese a que no pudo internarlo como era su intención, logró que un fisioterapeuta se hiciera cargo del tratamiento en forma ambulatoria. Luego de estar nueve días junto a su padre, el hombre de 74 años ya se podía sentar en la cama con ayuda, y mover el brazo derecho hasta la altura del corazón. Pero, dijo ella, aún no estaba preparado para hablar.
A Ivys Nelly, Mazor tampoco le confió demasiado a lo largo de su vida: “De chica me dijo algo, pero no le gusta hablar del tema”. Sin embargo, contra la opinión de casi todos, ella no duda que el secuestro del avión tuvo una motivación política. Y no gasta en metáforas: “Si algo tiene mi padre, es que los tiene bien puestos”.
domingo, 28 de enero de 2024
Guerra Antisubversiva: La muerte del Subteniente Rodolfo Berdina y el soldado conscripto Ismael Maldonado
Guerra Antisubversiva
El 5 de septiembre de 1975, en el marco del Operativo Independencia, una patrulla del Ejército Argentino es emboscada en el monte tucumano, y caen en combate el Subteniente Rodolfo Berdina y el soldado conscripto Ismael Maldonado
El 5 de septiembre de 1975 una sección de combate, perteneciente a la Fuerza de Tareas "Aconquija", llevaba unas 40 horas operando en el monte, tiempo durante el cual se desarrollaron intensos enfrentamientos sin que se produjeran bajas en los efectivos del Ejército Argentino. El 5 de septiembre, el Elemento de Combate recibe la orden de replegarse a su base. La sección a cargo y del Subteniente Rodolfo Hernán Berdina había ya iniciado el largo y penoso repliegue en medio de tan inhóspito territorio, cuando se cruzaron con el enemigo en el paraje Potrero Negro, iniciándose un violento enfrentamiento de forma inmediata. El Subteniente Berdina sobrepasó a la carrera a sus hombres lanzándose al ataque, seguido por el Soldado Ismael Maldonado. Al llegar a una distancia muy cercana al grupo extremista, ambos caen alcanzados por el fuego enemigo, resultando muerto al instante el Soldado Maldonado; mientras el Subteniente Berdina cayó herido de gravedad. Finalizado el combate con el repliegue de varios subversivos heridos, el Subteniente Berdina fue evacuado al Hospital Militar de Tucumán, nosocomio en el que fue operado. Falleció a medianoche de esa jornada.
Fue ascendido post mortem al grado de Teniente. El Soldado Maldonado también fue ascendido al grado inmediato, alcanzando la jerarquía de Cabo.
A continuación transcribimos la carta escrita por la madre del subteniente Berdina, en la que nos da un ejemplo de aceptación y grandeza personal:
“Me dirijo a aquellos que troncharon la vida de mi hijo, a los que sin mostrarse a la luz pretenden destrozar los pilares indestructibles de nuestra Patria. Soy la madre del Subteniente Berdina, de ese subteniente con mayúsculas porque supo defender sus ideales de argentino y de militar, dando la cara, peleando de frente y de pie. Ni él, ni sus soldados necesitaron drogarse para ello. Porque el valor es así, consciente, claro, sin elixires que empañen su acción y sus ideas. No los maldigo, les doy las gracias en nombre de él y de todos los héroes que dejaron su vida por amor a Dios, a la Patria y a la familia, porque todavía esa es la fe del soldado, esa es su meta. Mi perdida es irreparable, pero me siente henchida de orgullo porque sé que mi Rodolfo está en la gloria de Dios y en el corazón de todos los compañeros que lucharon o no a su lado. Gracias"
El Subteniente Rodolfo Hernán Berdina nació en Puerto Belgrano, provincia de Buenos Aires, el 7 de noviembre de 1952. Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 2 de marzo de 1970 y egresó como subteniente de infantería el 6 de diciembre de 1974.
Fue destinado al Regimiento de Infantería de Monte 28 en Tartagal, unidad dependiente de la Vª Brigada de Infantería. Con un formidable entrenamiento, altísima moral y voluntad de dar todo por la Patria, a pesar de apenas haber iniciado su servicio con responsabilidad de mando, marchó al frente de batalla y en primera línea junto a uno de sus hombres, y cayó en combate defendiendo la Patria.
TENIENTE RODOLFO HERNÁN BERDINA, CABO ISMAEL MALDONADO, ¡SALUDO UNO!
sábado, 23 de diciembre de 2023
El hambre y las ganas de comer: Alfonsín se encuentra con Santucho
La verdadera historia del encuentro secreto entre Alfonsín y Santucho
En septiembre de 1975, el líder del PRT-ERP había recibido información precisa sobre la fecha del golpe contra el gobierno de Isabel Perón. Le encomendó a Manuel Gaggero que le organizara una reunión con el dirigente radical para advertirle. 44 años después, Gaggero cuenta a Infobae cómo fue aquella reunión
Por Eduardo Anguita (terrorista) yDaniel Cecchini
Infobae
El asesino y el inútil
-Va a manejar él – dijo Raúl Alfonsín señalando a Raúl Borrás.
-No, mire Raúl, él no va a manejar. Va a manejar el compañero nuestro y ustedes van a ir "cerrados", ustedes no van a saber adónde van – le respondió Manuel Gaggero.
Corría un viento fresco por la avenida Acoyte, en el barrio porteño de Caballito, esa mañana de mediados de septiembre de 1975. La primavera, cercana en el calendario, parecía estar muy lejos con ese frío que helaba la sangre, casi como un anticipo de la catástrofe que se avecinaba.
Desde principios de junio de ese año, Mario Roberto Santucho y el resto del buró político del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) sabían que civiles y militares preparan un golpe contra el desgastado gobierno de María Estela Martínez de Perón. La información la había obtenido Juan Manghini, contador igual que Santucho, curtidos en los sindicatos azucareros de Tucumán. Manghini, un duro y de porte imponente, era el responsable de inteligencia del PRT-ERP a quien todos conocían como el Capitán Pepe.
El dato venía de la mano de Rafael Perrota, director del diario Cronista Comercial, un hombre con muy buenas relaciones con el poder económico que informaba a la organización revolucionaria.
Corría un viento fresco por la avenida Acoyte, en el barrio porteño de Caballito, esa mañana de mediados de septiembre de 1975. La primavera, cercana en el calendario, parecía estar muy lejos con ese frío que helaba la sangre, casi como un anticipo de la catástrofe que se avecinaba
Un aviso de golpe
Para septiembre, el frente legal del PRT había quedado muy reducido: ya habían disuelto el Frente Antimperialista por el Socialismo (FAS) y el Movimiento Sindical de Base (MSB), sus apuestas más fuertes de superficie, debido al estado de sitio y a la acción de la Triple A.
Lo que había quedado de aquellas experiencias legales eran los contactos con los partidos políticos tradicionales y con dirigentes sindicales combativos. Dado que el PRT estaba lejos de simpatizar con el peronismo y Santucho venía de familia radical, tenía por Alfonsín un especial respeto: no solo por sus diferencias con Ricardo Balbín sino porque el programa de Renovación y Cambio –la agrupación creada por Alfonsín- tenía un programa con contenidos casi revolucionarios.
Manuel Gaggero –ex director del diario El Mundo, ya clausurado por el gobierno- era el encargado de hace los contactos y Eduardo Merbilhaá, el secretario del buró político que utilizaba el nombre de Alberto Vega, le bajaba la línea.
Gaggero se entendía bien con Merbilhaá, aunque no dejaba de sorprenderle que ese muchacho inteligente, casi abogado, que venía de una familia acomodada de La Plata, con una rama de estancieros de la pampa húmeda, se comiera deliberadamente las eses y usara modismos propios de las barriadas obreras.
-Mirá, hermanito, tenemos que hablar con Alfonsín, con Alende y con otros dirigentes de los partidos democráticos. Les tenemos que avisar que el golpe ya tiene fecha precisa y que estamos dispuestos a proponer un armisticio y a armar un Frente Antigolpista con ellos– le había encargado unos días antes.
Manuel Gaggero –ex director del diario El Mundo, ya clausurado por el gobierno- era el encargado de hace los contactos y Eduardo Merbilhaá, el secretario del buró político que utilizaba el nombre de Alberto Vega, le bajaba la línea
El armado del encuentro
Ganguero puso manos a la obra y pocos días después fue a ver a Alfonsín.
No le costó trabajo verlo. "Con Alfonsín veníamos reuniéndonos cada
quince días para hablar de la situación política. Siempre me recibía bien, con mucha cordialidad, y eso que yo ya estaba en la clandestinidad.
Por aquella época, a diferencia de Balbín, siempre mostraba interés por
lo que pensaba el PRT", recuerda a Infobae casi 44 años después para Infobae.
-Mire, Raúl. Tenemos información que queremos participarle y Santucho quiere hablar con usted– le dijo Gaggero cuando se encontraron.
-Yo no tengo ningún problema– respondió Alfonsín y preguntó: – ¿Puedo ir con dos amigos?
-¿Con quiénes?– quiso saber el hombre del PRT.
-Con Borrás y Amaya– respondió el radical.
-Sí, por supuesto.
La elección de Raúl Borrás y Mario Abel Amaya dio confianza a Gaggero. Alfonsín iba a ir bien acompañado, con gente de mentalidad abierta.
"Borrás era un viejo amigo del viejo Pujals, el padre de Luis (militante del PRT), mi cuñado, y era de Pergamino. Un tipo muy afectivo, que había tenido una actitud muy valiente cuando secuestraron a Luis en el 71 (Luis Pujals sigue desaparecido. Borrás había sido muy solidario. Con Mario Amaya teníamos una relación muy estrecha. Yo lo visitaba permanentemente. Él era como un compañero, digamos. Ahí nomás fijamos la fecha", relata Gaggero a Infobae.
Con los ojos cerrados
A las diez de la mañana del día fijado, Manuel Gaggero y Eduardo
Merbilhaá esperaron a Alfonsín y sus acompañantes en una esquina de
Acoyte antes de llegar al Parque Centenario. Los radicales llegaron puntuales, como Manuel les había recomendado, por razones de seguridad.
Gaggero recuerda la escena: "Llegaron, bajaron del auto y nos saludamos muy afectivamente. Ahí les presenté a Merbilhaá, como Alberto Vega, y les dije que él iba a manejar y que ellos iban a tener que ir cerrados. Al principio, Alfonsín se sorprendió, pero cuando les expliqué que era una medida de seguridad no sólo para nosotros sino también para ellos, por si alguna vez los interrogaban, lo entendió".
-Bueno, si es así no hay problema, Manuel. Vamos – dijo Alfonsín.
Subieron los cinco al auto, con Merbilhaá al volante, que empezó a dar vueltas mientras los otros mantenían la vista baja. Unos minutos después, Manuel se bajó.
"Yo estaba encargado de armar todo, pero no iba a participar de la reunión, no me correspondía. El encuentro fue en una casa de la zona Oeste del Gran Buenos Aires, donde vivían unos compañeros. Por supuesto, yo no conocía el lugar. Ahí había una pequeña guardia de seguridad y estaban esperando Santucho y otros dos miembros del buró político del Partido, Benito Urteaga y el Gringo Domingo Mena. Ellos tres, más Eduardo Merbilhaá, fueron los que participaron de la reunión con Alfonsín, Borrás y Amaya", relata Gaggero.
El saludo entre los radicales y los guerrilleros
En los días siguientes, Manuel pudo reconstruir parte de lo ocurrido en
el encuentro a través de los relatos de Merbihaá, Alfonsín y Amaya.
El lugar era una casa baja, muy sencilla. Adentro, Santucho, Mena y Urteaga los esperaban junto a unos sillones de cuerina, con el mate apoyado en una mesa ratona. Alfonsín estiró la mano con mucho oficio.
-Yo creo que no nos habíamos visto antes, pero hay varios Santucho radicales…
Santucho retrucó enseguida.
-Mi abuela Teodora fue seguidora de Alem desde el primer disparo de la Revolución del Parque, doctor, y mi padre también fue radical.
Borrás saludó familiarmente a Urteaga, cuyo padre había sido puntero en San Nicolás. Además, antes de incorporarse al PRT, Benito había militado en el radicalismo y era uno de los jóvenes que había estado en las escalinatas de la Casa Rosada cuando Pistarini derrocó a Illia en el 66. Borrás se lo explicó a su jefe.
-El amigo también supo ser correligionario hace unos años…
El lugar era una casa baja, muy sencilla. Adentro, Santucho, Mena y Urteaga los esperaban junto a unos sillones de cuerina, con el mate apoyado en una mesa ratona. Alfonsín estiró la mano con mucho oficio
El recuerdo de Merbilhaá
Más tarde, Merbilhaá le hizo a Gaggero una síntesis de lo que habían conversado.
-Los radichetas escucharon muy interesados. El Negro (Santucho) les hizo un informe completo de la situación del gobierno en base a los datos de inteligencia. Les hablo del golpe que se viene. A Alfonsín lo impresionó una información acerca de una reunión en la que estuvo la esposa de Videla, después de aquella vez que la Chabela habló con una capa y un sombrero… La mujer de Videla estaba indignada porque decía que se quería disfrazar de militar, pero que eso se iba a terminar pronto, que su marido iba a ser presidente y que se iba a terminar esa payasada. Además, el Negro (Santucho) le dijo que si el campo popular no se unía y lo frenaba, el golpe se iba a hacer a mediados de marzo, cuando terminan las licencias de toda la oficialidad.
Santucho, según Alfonsín
Unos días después, Gaggero volvió a visitar a Alfonsín, que se mostró
satisfecho con la reunión y reconstruyó lo que recuerda de lo
transmitido por el jefe de Renovación y Cambio: "Estoy totalmente
impresionado, la claridad y el enfoque del análisis que tiene Santucho,
nos expuso todo con lujo de detalles toda la información que habían
recibido. Por otra parte, me parece un acto de generosidad de
parte de ustedes el hecho de interrumpir la lucha armada en aras de un
entendimiento y de denominadores comunes. De manera que si
ustedes y el resto de los grupos armados suspenden el accionar podríamos
intentar las coincidencias básicas para salir de esta situación.
Más de cuatro décadas después, Gaggero vuelve sobre aquel encuentro. "A Raúl le pareció bárbara la reunión. Unos días después lo fui a ver y me reiteró la claridad que tenía Santucho y, sobre todo, el trato, que era muy amable. Me lo describió como un tipo humilde, le había caído muy bien. Conmigo, en ningún momento, Alfonsín, cuestionó la actividad armada. Él no estaba de acuerdo, por supuesto, pero tampoco hizo eje en eso. En el fondo -esto es una interpretación personal- los radicales sentían más simpatía por nosotros (el ERP) que por los Montoneros, porque ellos eran peronistas y nosotros no", cuenta.
Alende, Sueldo y Alberte
Durante todo septiembre, Manuel Gaggero trabajó febrilmente en
el armado de otras reuniones de dirigentes de los partidos democráticos
con Santucho y otros miembros del buró político del PRT. En pocos días, Santucho se reunió con el mayor Bernardo Alberte –que había sido delegado personal de Juan Perón-,
con Horacio Sueldo –fundador del Partido de la Democracia Cristiana- y
con el líder del Partido Intransigente, Oscar Alende, que había sido
gobernador bonaerense en tiempos de Arturo Frondizi.
"Con Alende fue más fácil. Yo lo visitaba semanalmente y él sentía una gran simpatía por nosotros, por el Partido, un gran respeto a la militancia. Con el Partido Intransigente habíamos hecho varios acuerdos. Incluso hicimos un acuerdo para que muchos militantes del PRT entraran a las filas intransigentes. Ahí podían moverse con una cobertura legal. O sea que había una relación estrecha", relata Gaggero a Infobae.
En los meses que siguieron, la preparación del golpe no se detuvo y el gobierno de María Estela Martínez de Perón apostó a incrementar la represión estatal y paraestatal. En poco tiempo, la propuesta del PRT de formar un frente antigolpista se fue desvaneciendo: era impracticable. Todos los dirigentes políticos sabían que el golpe no se iba a frenar.
Durante todo septiembre, Manuel Gaggero trabajó febrilmente en el armado de otras reuniones de dirigentes de los partidos democráticos con Santucho y otros miembros del buró político del PRT. En pocos días, Santucho se reunió con el mayor Bernardo Alberte –que había sido delegado personal de Juan Perón-, con Horacio Sueldo –fundador del Partido de la Democracia Cristiana- y con el líder del Partido Intransigente, Oscar Alende, que había sido gobernador bonaerense en tiempos de Arturo Frondizi
Casi 44 años después, Manuel Gaggero vuelve a aquellos días.
"Estas situaciones eran medio increíbles, que dirigentes de la talla de Alfonsín vinieran sin ningún problemas a reunirse con el Negro. Evidentemente había una confianza. Imaginate, una reunión con Santucho, el hombre malo, el perseguido, el más buscado", dice.
Una voz radical
El periodista y escritor Oscar Muiño –autor de Alfonsín. Mitos y verdades del padre de la democracia-, fue consultado por estos cronistas y se remitió a una frase textual de su reciente libro La guerra de los Cien Años. Revolución, martirio y resurrección del movimiento estudiantil.
-Los vínculos del PRT con el radicalismo permiten vías abiertas. Luis El Colorado Menucci (dirigente de La Plata, junto a Sergio Karakachoff y Federico Storani) recuerda una reunión en la que "el único no radical era (Enrique) Gorriarán Merlo. Uno de los que llevaba la relación con el PRT era (Luis) Changui (Cáceres) y se juntaba cada tanto. Una vez –dice Menucci- yo lo acompaño al Changui y vamos a verlo a Alfonsín con dos de los jefes del PRT, Merbilháa y Urteaga. Alfonsín estaba incómodo, molesto. Para aliviar la cosa, le habla a Benito Urteaga –el segundo de Santucho- del padre, que había sido diputado radical. Urteaga le contesta: Sí, tenemos tanta relación que al ERP casi le ponemos Ejercito Radical del Pueblo. A Raúl no le hizo nada de gracia".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)