lunes, 8 de abril de 2024
miércoles, 27 de marzo de 2024
jueves, 18 de enero de 2024
FAA: El accidente fatal del periodista Eduardo Abella Nazar
El Calquín que llevaba a un periodista aeronáutico
El 6 de Septiembre de 1957 cae desempeñando sus tareas el primer cronista aeronáutico argentino, al estrellarse el avión de ataque I.Ae-24 Calquín desde el que cubría los ejercicios de tiro y bombardeo "Vulcano I"
El 6 de septiembre de 1957, mientras participaba en un ejercicio aéreo de Tiro y Bombardeo en la zona del partido de Mar Chiquita, en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires, el avión de ataque FMA I.Ae.24 Calquín matrícula A-50 del G1A (Grupo 1 de Ataque) de la IVª Brigada Aérea de la entonces aún Aeronáutica Militar Argentina que en 1945 había sucedido al Comando de Aviación de Ejército, se precipitó a tierra en las cercanías del Destacamento Aeronáutico Militar Mar del Plata provocando la muerte de su piloto, el Primer Teniente Helvo Federico Zocchi, y de quien resultara ser su ocasional acompañante, y el periodista del diario La Nación, Eduardo Luis Abella Nazar. La máquina había rosado al I.Ae. 24 Calquín A-31 en el momento de la aproximación a tierra precipitándose. El Periodista Abella Nazar fue el primer cronista aeronáutico en perder la vida cumplirndo su trabajo, y hoy en día una placa lo recuerda en la Sala de Prensa del "Edificio Cóndor" de la Fuerza Aérea Argentina.
Las crónicas de la época relataron cómo fueron los hechos. El accidente se produjo cuando la escuadrilla de 12 I.Ae-24 Calquín de ataque y bombardeo, del G1A de la base de El Plumerillo, provincia de Mendoza, se aprestaba a descender en el aeródromo del Destacamento Aeronáutico Militar Mar del Plata luego de cumplir su misión sobre la zona de Mar Chiquita.
“En tales circunstancias -se escribió en el diario La Nación-, al tomar las máquinas formación escalonada para reconocimiento de pista y aterrizaje, una de ellas rozó a la otra provocándole la destrucción de medio plano. Esta máquina dio una vuelta de campana y se precipitó a tierra, estallando los tanques de combustible e incendiándose totalmente y falleciendo sus ocupantes: el primer teniente Helvo Federico Zocchi y el enviado especial de La Nación, Eduardo Abella Nazar.”
La crónica señalaba que “el otro avión logró mantenerse, aunque muy dificultosamente, en vuelo hasta llegar a la altura del autódromo, sobre el camino a Necochea, donde realizó un aterrizaje forzoso.
La máquina tocó suelo con violencia y se fue desplazando a tumbos, perdiendo grandes trozos de su fuselaje, cola y planos, y uno de sus motores se desprendió. Salvaron sus vidas milagrosamente el piloto Capitán Ricardo Hawalli y su acompañante, el capitán Rubén O. Jousset”, concluía la reseña del hecho.
Eduardo Luis Abella Nazar había nacido en 1934, y era el mayor de ocho hermanos e hijo del matrimonio consumado en 1933 de Eduardo María Abella Caprile (Bs. As. 18/10/1904; Bs. As.16/10/1977) y de Martha Elisa Nazar Beristayn (Bs. As. 18/10/1912, Bs. As. 6/2/2010). Su padre era bisnieto del general Bartolomé Mitre, periodista y accionista de la Nación y sobrino de Margarita Abella Caprile, poeta argentina que dirigió el suplemento literario del diario durante varios años. Realizó sus estudios en el Liceo Naval Almirante Brown y en la revista de esa institución hizo los primeros ensayos literarios.
Las notas más recordadas de Eduardo Abella Nazar en La Nación fueron al regreso de una expedición oceanográfica por los mares del Sur a bordo del balizador de la Armada Argentina ARA "Ushuaia" (luego naufragado con graves perdidas de vidas. Ver enlaces adjuntos), cuyo objetivo había sido recorrer las instalaciones de boyas, balizas y faros que abundan en el litoral patagónico, elementos que deben ser examinados y provistos de combustible una vez por año.
Y fue al regreso de ese viaje cuando Abella Nazar partió a su nueva misión periodística: las maniobras aéreas -llamadas "Vulcano I"- que se desarrollaron en Camet, Mar del Plata.
La tarea consistía en observar el ejercicio desde tierra, pero su afán e ímpetu por contarlas al tiempo de vivir una arriesgada experiencia personal lo llevaron a abordar la aeronave trágica.
En cuanto a los dos aviones I.Ae.-24 Calquín de la Aeronáutica Militar Argentina que protagonizaron este incidente, se trataba de aeronaves diseñadas y fabricadas en Argentina (ídem enlaces) por la Fábrica Militar de Aviones, y del que se planificaron no menos de 300 ejemplares en tres series de 100, incluida la variante mejorada I.Ae-28 Super Calquín, y a los que bien se podría luego haber reemplazado en la última serie por el muy superior I.Ae-39 Ñamcú, la llegada del peronismo al poder arruinó estos planes (el avión había sido concebido, diseñado antes del ascenso del peronismo al poder), y tan sólo se fabricó la primer serie que junto a los prototipos sumaron 101 ejemplares en total. En concreto el A-50, nº/serie 050, había sido entregado el 2 de agosto 1949, asignado al G1A (Grupo 1 de Ataque) el 13 de marzo de 1951, como referimos resultó destruido tras accidentarse en ese fatal accidente de Mar del Plata del 6 de septiembre de 1957 al colisionar en el aire con el Calquín A-31, regresando de los ejercicios Vulcano I que se desarrollaban en Mar Chiquita. Por su parte, el Calquín A-31, nº/serie 031, había sido entregado el 25 de septiembre de 1948 a la Aeronáutica Militar, y asignado al G1A el 13 de marzo 1951, y tras la colisión en el aire del accidente del 6 de septiembre de 1957 con el A-50 en Mar del Plata, logró continuar vuelo hasta la altura del autódromo, sobre el camino a Necochea, donde realizó un aterrizaje de emergencia y logrando salvar sus vidas ambos tripulantes, Capitán Ricardo Hawalli y su acompañante, el Capitán Rubén O. Jousset, pero resultando el Calquín con graves daños estructurales, que derivaron en su posterior desprogramación con fecha del 31 de diciembre 1957, suponiendo que fue desmantelado y sus piezas aún útiles empleadas como fuente de repuestos para los Calquín aún operativos.
En 1999, el jefe de la Base Aérea Mar del Plata, comodoro Rodolfo Savoia, acompañado por la madre de Abella Nazar y de sus hermanos Cristian y Bartolomé, descubrió una placa conmemorativa al pie del mástil de la plaza de armas, lugar en el que se depositó también una ofrenda floral (foto 4). Asimismo, se incorporaron en el Salón Histórico de la base los facsímiles de las páginas de los medios de prensa que reflejaron por aquellos días el trágico suceso que le costó la vida por primera vez a un cronista aeronáutico argentino.
El 6 de septiembre del año 2017 en la Sala de Prensa ubicada en el edificio "Cóndor" de la Fuerza Aérea Argentina se realizó un sentido homenaje a 60 años del fallecimiento del periodista aeronáutico Eduardo Abella Nazar y del Primer Teniente Helvo Federico Zocchi. Al respecto la Licenciada Florencia Sosa (y con fotografías 10 al 13 de C. Rocío Martínez) describía en Noticias en Vuelo que al comenzar el evento se encontraba presente el secretario general del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier José Videla; el subsecretario general, comodoro mayor Enrique Gómez Olivera; el jefe del Departamento de Comunicación Institucional, comodoro César Grando; personal militar superior, subalterno y civil de la Secretaría General junto a familiares de Abella Nazar y del Primer Teniente Zocchi.
El homenaje comenzó con las palabras alusivas del jefe del Departamento de Comunicación Institucional quien relató cómo ocurrió el fatal desenlace: “Un día como hoy, hace 60 años, un avión Calquín de nuestra Institución que participaba en un ejercicio de Tiro y Bombardeo que se realizaba en la laguna de Mar Chiquita se precipitó a tierra provocando un accidente fatal en las cercanías del Destacamento Aeronáutico Militar Mar del Plata”.
“La máquina tuvo un roce con otra aeronave similar y, a causa de ello, el piloto, primer teniente Helvo Zocchi, y el periodista del diario La Nación, Eduardo Abella Nazar murieron en el acto”, explicó el comodoro.
El oficial comentó que en ese entonces Abella Nazar estaba a cargo de la cobertura periodística de un ejercicio operativo, el Vulvano I: “Este vuelo era una etapa más del adiestramiento (…) Su afán e ímpetu de contar la tarea al tiempo de vivir la experiencia personal lo llevaron a abordar la trágica aeronave que lo llevaría a la muerte”.
Por su parte, el Primer Teniente Helvo Zocchi “ingresó a la Escuela de Aviación Militar en febrero de 1948 egresando como alférez en 1951. Sus destinos fueron el Grupo 1 de Observación y, poco tiempo después al Grupo 1 de Ataque en la IVª Brigada Aérea El Plumerillo, Mendoza”.
“Eduardo Abella Nazar representó un verdadero ejemplo de la actividad periodística, puesto que brindar la noticia aquí y ahora fue su legado. Los impedimentos de la profesión para él se convertían en retos, su juventud y desenfado lo consagraron a lo largo del tiempo en cada uno de los recuerdos de su memoria como el periodista aeronáutico por excelencia”, explicó el comodoro Grando y agregó: “Para nuestra institución es un honor y un deber recordar y mantener viva la llama de aquellos que han ofrendado su vida al servicio”.
Por último, señaló el bronce que lleva el nombre de la Sala de Periodistas “Eduardo Abella Nazar” y concluyó su discurso diciendo que se trata de un “merecido y justo homenaje a su memoria y a la actividad del periodista que día tras día se destaca por comunicar y transmitir los hechos con veracidad y profesionalismo”.
A continuación, el secretario general entregó un testimonio recordatorio de esta cálida jornada de reconocimiento a la familia del periodista y del piloto de la Fuerza Aérea Argentina.
Otro de los momentos emotivos de la jornada ocurrió durante el discurso del hermano del periodista fallecido, Bartolomé Abella Nazar que dijo: “Se cumplen 60 años del día que en Beccar recibimos la triste noticia del accidente que sufrió Eduardo con el primer teniente Helvo Zocchi, por ese motivo, la sala lleva su nombre. Ese día quedará para siempre en nuestro recuerdo por haber perdido a nuestro hermano, hermanándonos para siempre con la querida Fuerza Aérea Argentina”.
“Eduardo era el mayor de 8 hijos varones y perteneció a la segunda promoción del Liceo Naval Militar Almirante Guillermo Brown del cual egresó con el grado de Guardiamarina de la Reserva Naval”, explicó Bartolomé y agregó “Su vocación por las letras y su relación familiar, nuestro padre, el bisnieto del general Bartolomé Mitre, era periodista y cronista de La Nación, permitió que ingresara al diario en la categoría más baja del escalafón. Entró en el plomo del periodismo, que es el archivo, hasta que alguien lo rescató y lo nombró cronista”.
“Su redacción llena de historia, eximios periodistas, algunas mentes brillantes y lo más destacado de las letras argentinas convivían a diario (…) En esa redacción fue donde transitó su camino en el periodismo, un periodismo serio, profundo, comprometido y siempre en busca de la verdad. Creo, sin temor a equivocarme, que su formación naval lo llevó a inclinarse al periodismo especializado en informar sobre las actividades de las Fuerzas Armadas”, comentó su hermano.
Al hablar sobre el día del fallecimiento de Eduardo, confesó que su labor era cubrir el ejercicio en tierra pero que “su afán por informar, su compromiso por transmitir desde el lugar y el destino con su mano siniestra quiso que se embarcara junto con Helvo Zocchi, que al tratar de aterrizar rozó el ala del compañero de Escuadrón precipitándose a tierra en un trágico final. Entre los restos se encontraron las anotaciones de una nota que jamás llegó a escribir, tenía sólo 23 años”.
Por último, agradeció a la Fuerza Aérea Argentina por haber instituido el Premio Abella Nazar desde el año 2014 para mantener vivo el recuerdo del periodista y reconocer al personal de los diferentes destinos de la Institución que se destacan en el desempeño de su función en tareas de difusión y labor periodística.
“Su vida no quedó entre los hierros de una nave estrellada porque el legado que honró sobradamente sigue latiendo, irradiando y guiando a quienes entendemos la vida como un mandato para enaltecer los carismas dados y ponerlos al servicio y a disposición de la gente de su Patria. En nombre de su familia, muchas gracias”, concluyó Bartolomé seguido de un cálido aplauso.
A continuación, los presentes participaron de un ágape al que se unió el jefe de Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier general “VGM” Enrique Víctor Amrein, quien se acercó para dialogar con los familiares de quienes dieron su vida en el cumplimiento de su vocación.
Por haber vivido en San Isidro hasta su muerte, en su homenaje hay un proyecto -hasta inexplicablemente cajoneado-, impulsado por el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, de designar con su nombre una calle del partido.
Desde hace muchos años hay, en la Redacción de La Nacion, un retrato que recuerda al joven periodista.
martes, 27 de junio de 2023
Argentina: El jubileo de Mitre en 1901
El jubileo del Gral. Mitre
El 26 de junio de 1901, Bartolomé Mitre cumplió 80 años y se celebró en todo el país su jubileo. Hubo actos en cada rincón del país en su honor, miles de ciudadanos se acercaron a su hogar a saludarlo y el presidente Julio Argentino Roca declaró al día como fiesta nacional en honor al prócer viviente.
A la salida del sol del día 26 de junio, 21 cañonazos despertaron a los porteños en cada una de las 21 secciones del municipio de la Capital Federal. Mitre llegaba a los 80 años. A la mañana por disposición del ministro Ricchieri una compañía del Batallón 2 de Infantería con banda de música que llenó el ambiente de aires marciales, se apostó rindiendo honores frente a la casa de Mitre.
Se embanderaron las calles y las casas particulares, se organizaron desfiles populares, se renombraron calles y plazas con su nombre, aparecieron en todos los diarios del país homenajes al patricio y hubo una gran manifestación que terminó con miles de personas en su puerta.
En Buenos Aires, por ejemplo, la calle de la Piedad recibió el nuevo nombre de “Bartolomé Mitre”, gesto imitado por ciudades y pueblos del interior con sus calles, plazas y paseos. En diversos puntos del país se acuñaron medallas con la efigie de Mitre, a la vez que se realizaron en su honor Te Deum en múltiples templos católicos y funciones de gala en las principales salas teatrales.
Los diarios y revistas se sumar al homenaje, lanzando ediciones especiales por su jubileo. Algunos comerciantes del país vendían chales, abanicos y pañuelos con la efigie del general, y hasta se fabricaron cigarrillos y vinos marca "Mitre".
Durante aquella jornada, por la casa de Bartolomé Mitre, ubicada en San Martín 336, se acercaron para expresarle sus saludos las más altas autoridades nacionales, incluido el presidente Roca, viejos subordinados y compañeros de armas de tantas campañas militares, veteranos de la Guerra del Paraguay, figuras de la política nacional, representantes de gobiernos e instituciones del exterior, miembros de asociaciones nacionales, diversas comunidades de extranjeros residentes en el país y un gentío de ciudadanos del común. La ya histórica vivienda de Mitre se convirtió en un auténtico muestrario de los más diversos obsequios y recuerdos que recibía desde todos los puntos del país.
A las 8.30 de la noche, Mitre ingresó a la sala del Teatro de la Opera, en medio de los aplausos y la ovación de más de 1.500 personas, no había un lugar, para presenciar la función que se ofrecía en su honor.
Mitre se ubicó en el palco oficial, acompañado por sus amigos Guillermo Udaondo, Emilio Frers y José Evaristo Uriburu, miembros de la Comisión de Homenaje, quienes se encargaron de la organización de los festejos. Acallados los aplausos que duraron largo tiempo, los acordes del himno nacional ejecutado por la orquesta bajo la batuta de Arturo Toscanini y entonados por los presentes abrieron la función.
Fue puesta en acción la opera Rigoletto, con la participación de Enrico Caruso y Hericela Darclée. Una vez terminada Mitre salió del teatro e hizo el trayecto hasta su hogar caminando acompañado por una gran manifestación popular en medio de las aclamaciones de esa multitud, según lo comentaron los diarios de la época.
Fotografía de la Comisión Nacional del Jubileo, quienes organizaron los festejos en honor al general Mitre, y que estaba integrada por José Evaristo Uriburu, Guillermo Udaondo, Emilio Frers, José León Suárez, Antonio F. Piñero, Adolfo P. Carranza, Luis A. Huergo, Lorenzo Anadón, y otros.
Refiriéndose al país que presenció en su juventud, recordó que “en medio de la lucha por la independencia y después de ella, vivió atormentado por la anarquía, el despotismo o la guerra civil, sin lograr unificarse ni completar su organización política. De este caos, ha surgido la nación actual, unida, constituida y consolidada. Hace cincuenta años, éramos una agrupación informe, cuya cohesión sólo se mantenía por el instinto o la violencia. Hoy, somos una nación compacta, y que puede exhibir sus títulos ante el mundo”.
El momento culminante de la jornada fue el discurso que pronunció Mitre por la tarde en agradecimiento a la manifestación popular, desde la terraza de su casa y rodeado por familiares y amigos.
domingo, 15 de marzo de 2020
Guerra hispano-americana: El incidente del Maine
¡Recuerda el Maine! (1898)
W&WEl grito de batalla de la guerra hispanoamericana, acuñado por la prensa jingo, despertó el sentimiento de guerra después de que el USS Maine fuera destruido en una explosión mientras estaba anclado en el puerto de La Habana. El hundimiento sirvió como causa para que Estados Unidos declare la guerra a España. El acorazado Maine llegó a Cuba, aparentemente para una visita naval "amistosa", a las 11:00 a. metro. el 25 de enero de 1898. Con España involucrada en una cruel guerra colonial con los rebeldes cubanos, tales visitas se habían evitado desde 1895, pero a medida que crecía la simpatía estadounidense por los rebeldes, también lo hizo el sentimiento antiamericano entre los leales españoles en La Habana. Los disturbios en La Habana el 12 de enero de 1898 preocuparon al cónsul estadounidense, Fitzhugh Lee, quien cableó que "los barcos pueden ser necesarios más tarde pero no ahora". Aunque La Habana se calmó, la administración McKinley ordenó el 24 de enero el Maine a La Habana.
El Maine era un acorazado de segunda clase, con un peso de 6.682 toneladas y una velocidad máxima de 17 nudos. Los cañones principales de la batería a veces estaban dispuestos de una manera bastante extraña: la torreta delantera del Maine estaba en el lado de estribor del barco y no podía disparar efectivamente a babor, y la torreta posterior en el lado de babor no podía disparar efectivamente a estribor. Esta era una limitación obvia, y se corrigió en la siguiente clase de barcos colocando las torretas en la línea central.
Aunque los funcionarios españoles preferirían que el Maine estuviera en otro lugar, eran cordiales y la ciudad estaba en calma. Sin embargo, el Capitán Charles D. Sigsbee no permitió la libertad de sus marineros por temor a un incidente. La seguridad en el barco era alta. La vigilancia del barco se amplió considerablemente y los centinelas estaban armados. Ambas calderas se mantuvieron en funcionamiento, una desviación de la práctica habitual de operar una sola caldera, en caso de que el barco fuera llamado a la acción inmediata, y se mantuvieron proyectiles cerca de todas las armas del Maine.
A las 9:40 de la tarde del 15 de febrero, una explosión arrasó el Maine y lo envió al fondo del puerto de La Habana. El primero, una pequeña explosión amortiguada, fue seguido por una tremenda explosión que arrasó toda la mitad delantera de la nave y, casi en un instante, mató a 252 hombres. El barco se instaló rápidamente en el fondo, y los sobrevivientes confundidos pronto nadaban en las aguas turbias del puerto o se subían a botes de rescate. Sorprendentemente, no hubo pánico; El ordenado capitán del capitán Sigsbee, el soldado de infantería de marina William Anthony, proporcionó a la historia un ejemplo memorable de atención al deber cuando, al encontrarse con el capitán en un pasillo, dijo: "Tengo que informar, señor, que el barco está volando y se está hundiendo".
Tres de los botes de Maine no sufrieron daños y fueron arrojados al agua, y llegaron otros botes para ayudar en el esfuerzo de rescate. El Capitán Sigsbee era reacio a abandonar su barco mientras existía la posibilidad de rescatar al personal que podría estar atrapado en los restos, pero los incendios estaban provocando proyectiles en algunas de las revistas y se hizo imposible permanecer a bordo.
El capitán envió un cable inmediato al Secretario de la Armada, tanto para informar sobre el desastre como para prevenir la especulación sobre la causa. "La opinión pública debería suspenderse hasta nuevo informe", dijo, pero sabía que estaba silbando al viento.
Con la parte delantera completa de la nave destruida, 260 hombres fueron asesinados (de una tripulación de 355). Los periódicos inmediatamente atribuyeron la explosión a la traición española y pidieron la guerra.
Los periódicos habían recibido la noticia a las 2:00 a. m., y la carrera estaba en marcha. El Journal se apresuró a anunciar que los españoles eran responsables, citando no menos autoridad que el subsecretario Roosevelt. Basado en las opiniones reportadas de los "oficiales navales", el Journal también fue capaz de graficar gráficamente la ubicación de la mina enemiga que debe haber causado el hundimiento; pero, sin dejar nada al azar, el Sr. Hearst también ofreció una recompensa de $ 50,000 por evidencia adicional. El Sr. Pulitzer envió un barco a La Habana, llevando a un equipo de investigadores que iban a descubrir la verdadera historia del mundo.
La Marina hizo los preparativos para convocar a un tribunal de investigación formal y envió buzos desde Key West para recuperar las llaves de la revista y el libro de cifrado, e inspeccionar los daños bajo el agua. Los buzos informaron que había un agujero en el fondo del barco; pero ninguno de ellos eran ingenieros de construcción y no estaban realmente calificados para emitir juicios. Los españoles sugirieron que se realizara una investigación conjunta, en beneficio de ambos países, pero esto fue rechazado con frialdad, al igual que el permiso para inspeccionar los restos. Los españoles siguieron adelante y llevaron a cabo su propia investigación, utilizando cualquier evidencia disponible públicamente.
Se celebró un gran funeral de estado por los muertos de Maine, al que asistieron todas las autoridades militares, civiles y eclesiásticas de La Habana. No había dudas sobre la autenticidad del shock y el dolor mostrados por los miembros de la comunidad oficial, y las ceremonias se llevaron a cabo con profunda y sincera simpatía. El Capitán Sigsbee se sintió incómodo ante la idea de que se debía leer una ceremonia católica sobre los muertos protestantes, pero el clima tropical no permitió demorar hasta que se pudiera localizar a un ministro protestante. El capitán satisfizo sus dudas lo mejor que pudo al leer el sepelio episcopal para sí mismo, camino al cementerio.
Una corte de investigación naval concluyó el 20 de marzo que una mina submarina hundió el Maine, aunque no se pudo determinar la responsabilidad de instalar la mina. Los españoles ofrecieron enviar el asunto a arbitraje para resolver el costo del daño e incluso acordaron un armisticio (que duraría tanto como el general al mando en Cuba pensara prudente) en la guerra contra los rebeldes cubanos. Pero Estados Unidos no estaba de humor para el arbitraje o las negociaciones.
El presidente William McKinley había experimentado la carnicería de la guerra de primera mano como oficial durante la Guerra Civil. Esperaba que la incapacidad del informe de culpar a los españoles por el hundimiento dejaría abierta la oportunidad de negociar una solución pacífica del hundimiento y del estatus político de Cuba. Pero el sentimiento público no estaba con él. Los informes de atrocidades españolas en Cuba, tanto reales como imaginarias, y el hambre masiva producida por las políticas militares de España crearon una gran simpatía por los rebeldes cubanos. La publicación unas semanas antes de la explosión de Maine de la carta de Lomé, en la que el ministro español había hecho comentarios despectivos sobre el presidente, incitó el crecimiento de la fiebre de la guerra en los Estados Unidos. Inclinándose ante la presión, McKinley, el 11 de abril de 1898, solicitó al Congreso la autoridad para usar las fuerzas armadas para intervenir en Cuba. El Congreso debatió durante una semana antes de acordar el 19 de abril por resolución conjunta. McKinley lo firmó al día siguiente y comenzó la guerra.
Setenta y ocho años después, un estudio, utilizando la última tecnología naval, realizado por el Contraalmirante Hyman Rickover de la Marina de los EE. UU., Concluyó que una explosión interna que ocurría en uno de los bunkers de carbón había causado el hundimiento del Maine.
Las consultas principales
Pocos días después de la destrucción del acorazado Maine, se convocó a un tribunal de investigación de la Marina de los EE. UU. en La Habana en el faro de Mangrove. Capitán Wm. T. Sampson fue el presidente. El deber más importante era determinar si el desastre se debió a un sabotaje o una causa interna accidental.La primera acción que se tomó fue hacer que los buzos investigaran los restos, pero este examen llevaría tiempo. Mientras tanto, el tribunal escuchó el testimonio de los sobrevivientes, 98 de una tripulación original de 350 oficiales y hombres, aunque más pronto sucumbieron a sus heridas.
A partir del gran volumen de testimonios, el tribunal redujo el campo de posibles explicaciones del desastre al examinar cuestiones tales como el estado del cableado eléctrico, el almacenamiento de combustibles y municiones, zapatos de seguridad, equipo de detección de gases e incluso la posibilidad de un loco. . Más tarde, los informes de los buzos le dieron al tribunal un nuevo conjunto de circunstancias para investigar. Una fuerza poderosa había empujado la quilla de la nave desde abajo y había perforado su armadura y placas en el babor, pero las placas de estribor fueron expulsadas hacia afuera. Incluso se encontró un cráter en el lecho del puerto. Dado que el testimonio previo había establecido que hubo dos explosiones separadas, el tribunal concluyó que la primera había sido causada por una mina y la segunda era una revista en explosión. Algunas municiones continuaron explotando incluso cuando Hulk se instaló en el fondo del puerto. El tribunal de investigación español, que se reunió simultáneamente, se opuso a la teoría de la explosión de la mina citando que no se encontraron peces muertos ni se observó un géiser. Desafortunadamente, la corte española no pudo enviar a sus propios buzos (¡en su propio puerto!) Debido al protocolo diplomático. La corte española también cuestionó el nivel de formación de los marineros estadounidenses.
Si bien el caso de la Marina no fue hermético, la evidencia respalda firmemente las conclusiones de la corte estadounidense. No obstante, en 1911 se levantaron los restos del naufragio y se convocó un segundo tribunal de investigación. Sin evidencia nueva descubierta, ese tribunal reafirmó el hallazgo del tribunal anterior de que la primera explosión fue exterior al barco. El naufragio de Maine se trasladó posteriormente más lejos al mar y hasta la fecha no se han presentado nuevas pruebas físicas.
En los años transcurridos desde la segunda investigación, el debate sobre la causa exacta del desastre ha continuado. Un informe publicado por el almirante Rickover en 1976 resume una teoría popular. Esta teoría sostiene que la explosión fue el resultado del contacto del gas de carbón (metano) con un sistema de cableado eléctrico crudo. El gas se habría formado en el búnker Ai6 casi inaccesible; cerca de la revista de municiones de reserva de 6 pulgadas que explotó. Esta teoría explica el problema en aquellos años de barcos que explotaron aparentemente sin razón, el origen del gas de carbón no se entendió completamente en 1898. Sin embargo, el tribunal de 1898 investigó de cerca la condición del búnker A16 y no encontró nada malo.
La destrucción del Maine fue un evento fortuito y oportuno para algunos grupos políticos y la teoría de la explosión accidental dependía de un tipo de evento tan raro que es difícil evitar la sospecha de que su pérdida no fue accidental. Los anarquistas de la época no habrían tenido ningún escrúpulo sobre el sabotaje. Si efectivamente hubo una mina, la cuestión de quién fue la mina permanece abierta hasta el día de hoy.
"teoría de la conspiración"
¿Cuál fue, entonces, la historia "verdadera"? El almirante HG Rickover realizó un nuevo examen de la explosión en 1976. Observó los problemas de la investigación original de 1898 en los Estados Unidos: la experiencia limitada, las malas condiciones de buceo en el puerto y las preguntas inadecuadas durante las audiencias contribuyeron a una investigación que no fue tan exhaustiva. como debería haber sido, dada la importancia de su resultado. Incluso los expertos contemporáneos cuestionaron la probabilidad de que una mina haya sido la causa del desastre. La presión pública para hacer algo con los restos de Maine llevó al Congreso a asignar $ 650,000 en 1910 para eliminar los restos y recuperar los cuerpos que aún están allí para enterrarlos en el cementerio de Arlington. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército recibió la responsabilidad principal del esfuerzo. En 1911, una nueva junta de investigación llegó a La Habana con más experiencia que 1898. Tomaron registros detallados del daño y muchas fotografías y diagramas. Sin embargo, su conclusión final (aunque difiere de 1898 en detalles técnicos) fue que la explosión primaria todavía se debía a la colocación de una mina, que había provocado otra explosión en las revistas. A los fines del estudio de Rickover, dos expertos reexaminaron todas las pruebas y concluyeron que, de hecho, la explosión primaria había sido interna, posiblemente causada por un incendio en un búnker que provocó explosiones en las revistas.La historia del hundimiento del USS Maine es claramente central en la historia de la guerra hispanoamericana; pero también plantea problemas que tienen que ver con el papel de la prensa en la creación de "teorías de conspiración" para satisfacer sus propósitos (aumento de la circulación y el jingoismo), así como el tema de la evidencia científica y su papel en el establecimiento de la "verdad". En esta historia, la evidencia técnica es fundamental para determinar la historia "verdadera" del Maine y si una guerra comenzó por un accidente. Ciertamente, el papel de la evidencia técnica o científica sigue siendo fundamental para la necesidad de la sociedad de determinar la "verdad" de los eventos, pero esta historia también revela que la evidencia técnica (que no es infalible) puede recibir demasiado poder. Rickover especula si un resultado diferente podría haber ocurrido si la investigación de 1898 hubiera llegado a una conclusión diferente. Si bien eso solo puede ser una hipótesis, sin embargo, plantea la cuestión de cuán importante fue la "teoría de la conspiración" sobre el Maine, reforzada por la "verdad" de una investigación científica y las acciones inflamatorias de la prensa, en la configuración del curso de historia.
martes, 3 de diciembre de 2019
Comunismo: Cuando el periodismo derribó el Muro de Berlín
Riccardo Ehram, el periodista que derribó el Muro de Berlín con una pregunta
La consulta del corresponsal de la agencia italiana ANSA a un portavoz del gobierno de Alemania Oriental hizo que decenas de miles de alemanes orientales forzaran el paso hacia el lado Occidental. Había caído la pared más simbólica del siglo XXPor Gustavo Sierra || Infobae
Riccardo Ehram, el periodista que tiró el muro de Berlín.
“Riccardo, ¿che cazzo hai fatto?” (Riccardo, ¿qué carajo hiciste?), gritaba al otro lado de ese teléfono negro el embajador de Italia en la RDA, Alberto Indelicatto. “Todos los periodistas me dijeron que has sido tú quien causó todo esto”, seguía el diplomático diciendo a Riccardo Ehrman, el corresponsal de la agencia estatal italiana ANSA en Berlín Este. “Riccardo, e un casino” (es un desastre). En el “reto” del embajador había una mezcla de enojo y orgullo.
No había pasado una hora desde que Riccardo Ehrman había realizado una pregunta al portavoz oficial del gobierno de la República Democrática de Alemania que derrumbó el muro que había dividido Berlín durante 28 años. Era el 9 de noviembre de 1989. Treinta años más tarde, Riccardo Ehrman, recuerda aquel episodio con nostalgia y los ojos aguados de sus nueve décadas de vida. Lo hace mientras riega sus plantas del balcón de su departamento en el barrio La Latina de Madrid, donde vive desde entonces con su esposa española, Margarita.
Esa tarde primaveral de noviembre del 89, los periodistas acreditados fueron convocados a una rutinaria conferencia de prensa de Günter Schabowski, vocero y primer secretario del Partido Comunista de la RDA. Riccardo tenía información de que “era posible” de que no se tratara de una rueda de prensa más. Tenía que estar atento a las palabras de Schabowski. Suponía que, como todo en la esfera de la Unión Soviética, se podría deslizar alguna palabra que pudiera ser interpretada por los “kremlinólogos” de entonces. Nada directo. Ese no era el estilo en ese Berlín oscuro y represivo en el que reinaba la Stasi, la policía secreta del régimen.
Cuando llegó, Riccardo ya no tenía butaca en la pequeña sala y se sentó a un costado del estado. “Schabowski, estuvo hablando dos horas sin decir nada, como siempre”, dice Ehrman. Cuando llegó el turno de preguntas, Ehrman levantó la mano varias veces, pero Schabowski lo ignoró. Casi al finalizar, el portavoz miró al italiano y lo dejó preguntar. Ehrman tenía la pregunta preparada y la soltó con un cierto temblor en su voz: “¿No cree que han cometido un error con su ley de permisos para viajar?”. Aparentemente, un asunto burocrático de los tantos que regían entonces en ese país. Pero no. Era una pregunta crucial.
Günter Schabowski, vocero y primer secretario del Partido Comunista de la RDA.
Era un momento muy crítico para la RDA. Miles de alemanes del Este estaban escapando por Hungría hacia Austria. Cada día había manifestaciones en diversas ciudades pidiendo libertad. Pero en lugar de facilitar las visas, el gobierno comunista había reaccionado endureciendo la política de permisos de viaje. Ese era el “error” al que se refería Ehrman.
Schabowski contestó enojado, con la cara roja. “¿Error? Nada de eso. De hecho, tengo aquí el borrador de una nueva ley de viajes”, dijo y sacó una hoja de papel membretada del partido. “Una ley que concede a los ciudadanos la decisión soberana de viajar adonde quieran”, dijo Schabowski. Y añadió: “Hemos decidido hoy que los ciudadanos de la RDA puedan viajar por los pasos fronterizos". Ehrman no podía creer lo que estaba escuchando y comenzó a lanzar una pregunta tras otra al portavoz.
-¿Sólo con el pasaporte?
Schabowski acercó el papel para ver mejor. Se produjo un silencio como si el recinto hubiera descendido, de pronto, a las profundidades del mar.
-Ehhh, con carné de identidad -respondió Schabowski.
-¿Cuándo? -gritaron varios periodistas a la vez.
Schabowski se rasca la cabeza y aclara.
-Los visados de salida se entregarán sin demora y quedan anulados los requisitos previos (demostrar la necesidad del viaje o vínculos familiares).
-¿Cuándo entra en vigor?.
El portavoz vuelve a mirar sus papeles
-Según la información de que dispongo, con efecto inmediato.
-¿Vale también para Berlín Occidental?
Schabowski vuelve a mirar los papeles. Vacila. Baja la vista. Se acomoda los anteojos.
-La salida puede realizarse a través de todos los pasos fronterizos de la RDA con la RFA y Berlín Occidental.
La sala, súbitamente, no solo subió a la superficie ebullente, sino que se prendió fuego. Los periodistas comenzaron a correr hacia los teléfonos.
El intercambio entre Riccardo Ehrman y sus colegas con Günter Schabowski ya era Historia. De hecho, lo que había sucedido en ese momento era la caída del Muro de Berlín.
La conferencia de prensa se estaba transmitiendo en directo por varias cadenas de televisión tanto del Este como del Oeste. Miles de berlineses del Este salieron corriendo a los puestos fronterizos exigiendo salir de inmediato. Los guardias no sabían qué hacer. ¿Dónde está la orden? ¿Dónde están los permisos? ¿Sus visas? “No hacen falta: lo dijeron en televisión”, respondía la gente. Y en lugar de disparar como hubieran hecho hasta un momento antes, los guardias levantaron las barreras. Las radios hicieron el resto cuando comenzaron a difundir la noticia. Con sed de libertad, los alemanes del Este se subieron a sus endebles autos soviéticos y salieron a dar un paseo prohibido hasta el momento. La alegría era inmensa.
Alemanes de uno y otro lado del muro festejan su caída el 9 de noviembre de 1989.
Después de mandar su despacho a Roma, Riccardo Ehrman se acercó al puesto de aduana de la Friedrichstrasse, en el Mitte de Berlín. La gente que estaba en la larga fila para pasar al lado occidental lo reconoció. “¡Miren, ese es el periodista que hizo la pregunta!”, contó Ehrman a un periodista español que lo entrevistó poco tiempo después. “Unos muchachos que vinieron a darme la mano, estaban tan felices que comenzaron a saltar a mi alrededor y terminaron levantándome en hombros”, cuenta.
Luego fue a la Postdamer Plazt, no muy lejos del Checkpoint Charlie (el cruce controlado por los estadounidenses) y vio que estaban derribando el Muro a martillazos. Ehrman recogió varios trozos. La mayoría los regaló. Sólo se quedó con uno muy pequeño que tiene en una repisa de su casa.
Lo que Riccardo no contó por mucho tiempo es que cuando hizo la pregunta que tiró ese muro, tenía una información obtenida gracias a la mano culinaria de su esposa Margarita. Los Ehrman habían llegado a Berlín del Este en 1976. Él era un periodista ya experimentado que había trabajado para ANSA en varios países. Hablaba alemán y en ese momento ser corresponsal detrás de la Cortina de Hierro era la ambición de muchos. Consiguieron un departamento bastante confortable y grande en el sector controlado por los soviéticos, que eran los verdaderos “patrones” de la ciudad y el país. Sus primeros amigos fueron diplomáticos occidentales, pero de a poco comenzaron a intimar con algunos funcionarios alemanes y rusos. “Los seducíamos por el estómago”, dice Ehrman entre risas. “Mi mujer cocina muy buenos platos italianos y teníamos acceso a productos italianos que no se conseguían en la órbita soviética. “Hacíamos cenas a las que íbamos invitando a personajes del gobierno y así nos enterábamos de lo que estaba sucediendo. De otra manera era muy difícil”, explica. Por la casa de los Ehrman pasaban regularmente Klaus Gysi, ministro de Cultura; Oskar Fischer, el canciller; Günter Pötschke, director de la agencia de noticias oficial, ADN. Y muchos otros. Incluso, algunos que pedían que no dijeran a nadie que habían estado allí.
Los atraían los raviolis, los fetuccini a la Alfredo o el ossobuco preparados por Margarita. Pero la clave era la grappa, el aguardiente italiano, que alemanes y rusos bebían como agua de manantial. “Empezaban con un aperitivo, después mucho vino rosso y terminaban con varias copas de grappa que me enviaban en cajas desde la agencia”, recuerda Ehrman. Cuando se emborrachaban, comenzaban a hablar. Y así el corresponsal italiano se convirtió en un uno de los periodistas mejor informados de la RDA. Comentaban intimidades de los jerarcas; de las visitas a la embajada soviética, frente a la Puerta de Brandemburgo, para recibir instrucciones; de la distribución de alimentos; los contactos secretos con funcionarios occidentales para coordinar intercambios de espías. Hasta que una noche de los primeros días de noviembre del 89, hablando de la crisis generada por la salida de miles de alemanes del Este por Hungría y Checoslovaquia, Günter Pötschke, el jefe de la agencia estatal de noticias, le dijo que la clave estaba en una ley de viajes. “Cuando vayas a la próxima rueda de prensa pregunta sobre la nueva legislación para salir del país. Creo que hay alguien que la está parando”, le dijo. Dos días más tarde, Ehrman tuvo la oportunidad.
Conferencia de prensa de Günter Schabowski, vocero y primer secretario del Partido Comunista de la RDA, el 9 de noviembre de 1989. Riccardo Ehrman está sentado en el escenario, en la esquina del podium.
Riccardo fue a la conferencia de prensa con dudas. No tenía muy en claro de qué se trataba la nueva ley, si era una flexibilización de los permisos de viajes, si era para facilitar los viajes dentro del bloque soviético o si se trataba de eliminar las restricciones para pasar a Alemania Occidental. Lanzó la pregunta y por la cara del portavoz Schabowski se dio cuenta de que había tocado una cuerda muy sensible. Le temblaban las manos cuando sacó la hoja de papel de su bolsillo. Era apenas un borrador de la ley, pero al decir que tenía efecto a partir de ese momento, provocó el derrumbe del muro que separaba las dos Alemanias y el propio. Al día siguiente fue destituido por el politburó del partido.
Schabowski pasó dos años en el ostracismo más absoluto hasta que reapareció convertido en diseñador y corrector de textos de la revista Heimat-Nachrichten (Noticias de la Patria), en Bebra, una pequeña localidad en el estado de Hesse. Una modesta ocupación para alguien que había tenido tanto poder en la República Democrática Alemana. Había sido director del periódico Neues Deutschland, responsable del partido en Berlín, miembro del Comité Central y, al final, del Politburó. Todos los periodistas sospechaban que semejante ascenso se debía a su mujer rusa, Irina, probablemente una agente de la KGB.
Riccardo Ehrman siguió unos años en Berlín. Ya tenía fama de ser buen periodista y mejor gourmet. Creó la filial alemana de la Accademia Italiana della Cucina, una organización mundial que promueve los restaurantes de auténtica comida italiana. Schabowski y Ehrman se siguieron viendo. Para el décimo aniversario de la caída del Muro se tomaron fotos juntos ante lo que quedaba de esos bloques de cemento. Schabowski escribió un libro de memorias, donde recordaba aquel 9 de noviembre, bajo el título de “Hicimos casi todo mal” (Wir haben fast alle falsch gemacht).
Según Schabowski, la hoja que le había entregado Egon Krenz, el nuevo secretario general del SED (el partido comunista) y jefe de Estado, no mencionaba una fecha concreta y, nervioso y acorralado por los periodistas, improvisó el fatídico “con efecto inmediato”. “Queríamos satisfacer las expectativas del pueblo y demostrar que se podía iniciar un nuevo camino bajo la égida del socialismo”, escribió. Krenz y Schabowski junto a Siegfried Lorenz, otro miembro del Politburó, habían forzado tres semanas antes la defenestración de Erich Honecker, el líder histórico que había dirigido el país durante 13 años con brutalidad soviética. Ocurrió después de una larga disputa dentro del SED entre la línea dura y los partidarios de emprender reformas y abrir las fronteras ante la fuerte presión popular.
El proyecto de modificación de la ley de los viajes al extranjero llevaba semanas dando vueltas entre el Consejo de Ministros y el Politburó, bloqueado entre marchas y contramarchas. Schabowski explicó en su libro que la nueva norma “fue el verdadero motivo de la ruptura con Honecker y de su caída". El antiguo líder salió al exilio en Moscú hasta que allí también cambiaron los vientos y se refugió en Santiago de Chile, donde vivía una de sus hijas. Allí murió en mayo de 1994.
El ex periodista y vocero de la RDA, Guenter Schabowski,. en una foto muchos años después de la caída del Muro, al presentar su libro "Hicimos casi todo mal"
El proceso había comenzado en agosto de 1989, cuando el gobierno reformista de Hungría suprimió las restricciones fronterizas con Austria que era la puerta de salida de la Cortina de Hierro. En septiembre, más de 13.000 alemanes orientales consiguieron escapar al Oeste a través de Hungría. Miles trataron también de alcanzar Occidente tomando las instalaciones diplomáticas en Praga, Checoslovaquia. La respuesta de la RDA fue poner a disposición de los refugiados trenes especiales hacia Alemania Occidental. Como excusa afirmaba que estaba expulsando a “criminales y traidores antisociales irresponsables”. Pero ya no podían ocultar nada. En ciudades alemanas del Este como Dresde y Leipzig se registraban enormes marchas reclamando las libertades democráticas, la disolución de la Stasi y reformas dentro del socialismo.
Ignorando las protestas, Honecker y el resto del Politburó celebraron el 40º aniversario de la RDA en Berlín Este el 7 de octubre con un tradicional desfile de enorme cantidad de soldados junto a tanques y misiles. Esa misma noche comenzaron las primeras manifestaciones multitudinarias en Berlín Oriental. Once días después caía Honecker y asumía Krenz. El nuevo gobierno no duró ni un mes. El 9 de noviembre la multitud forzaba la salida hacia el lado occidental mientras jóvenes de los dos lados golpeaban con picos y masas el muro de la vergüenza. Los alemanes occidentales estaban tan felices que recibían a sus hermanos orientales con fiestas en sus casas. El canciller Helmut Kohl decidió homenajear a todos los que cruzaban desde el Este y les entregó 100 marcos occidentales como regalo de bienvenida.
martes, 19 de febrero de 2019
San Martín y su último servicio a la Nación
San Martín y su último servicio a la patria
Por Martín Blanco | Infobae
Nota escrita en coautoría con Roberto Colimodio
El 20 de septiembre de 1822, el general San Martín dejó instalado el primer Congreso Constituyente del Perú, renunció a su cargo de protector de dicho país, puso fin a su vida como hombre público. Habían pasado diez años de sacrificios al servicio de la nación, había logrado consolidar su independencia y la de medio continente.
Tendrá por delante nuestro máximo héroe un largo ostracismo voluntario (según sus propias palabras) en Europa, desde donde siguió atentamente el derrotero de su patria, inmersa en luchas internas y externas en el agitado período de formación del Estado nacional. Al respecto, San Martín se mantuvo firme a sus convicciones, no se mezcló jamás en las luchas intestinas, y no tomó parte por ninguno de los partidos (unitario y federal) que se disputaron el poder a sangre y fuego. El Libertador dio sobradas muestras al respecto. En marzo de 1819, en carta al caudillo santafesino Estanislao López sostuvo: "Unámonos, paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: divididos seremos esclavos; unidos, estoy seguro de que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra de honor. Mi sable no saldrá jamás de la vaina por opiniones políticas".
En similar sentido, en 1823, el entonces presidente del Perú, José de la Riva Agüero, solicitó los servicios de San Martín para resolver la contienda de carácter interna que azotaba a aquel país. La respuesta del otrora protector fue contundente: "Es incomprensible su osadía grosera al hacerme la propuesta de emplear mi sable con una guerra civil. ¡Malvado! ¿Sabe usted si este se ha teñido jamás en sangre americana?".
A no dudarlo, San Martín fue siempre consecuente con estos principios: orden en lo interno, independencia de América y soberanía nacional.
El Capitán de los Andes, fiel a su ideario, se mostró siempre atento a los conflictos de orden internacional que tuvieron como protagonista a las Provincias Unidas, llegando incluso a ofrecer sus servicios militares ante el conflicto con el Brasil, luego de haber renunciado Rivadavia, en diciembre de 1827, en carta dirigida al nuevo mandatario interino, don Vicente López y Planes. Asimismo, en 1838, con motivo del bloqueo francés y posterior asalto a la isla Martin García por parte del almirante Leblanc, San Martín, que ya estaba viviendo en Grand Bourg, se dirigió a Rosas manifestando: "Si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la Patria honradamente, en cualquier clase que se me destine".
Así llegamos al año 1845, la entonces Confederación Argentina, a la sazón al mando del gobernador de la provincia de Buenos Aires, general Juan Manuel de Rosas, fue objeto de una nueva intervención militar que bloqueó sus ríos interiores, llevada a cabo por las dos principales potencias europeas, Francia e Inglaterra.
Para entonces el Gran Capitán contaba con 67 años de edad, llevaba 21 años fuera del país, era admirado y profundamente respetado en Europa. Durante ese lapso entabló relación con infinidad de personalidades influyentes, muchos de ellos americanos, que se desempeñaban cumpliendo funciones de representación diplomática de sus respectivas naciones ante Estados europeos, siendo su domicilio visita obligada y referencial.
Carta desde Nápoles
Con motivo de la intervención anglo-francesa, el cónsul argentino en Londres, George F. Dickson, quiso conocer la opinión que tenía el Libertador sobre los hechos; la respuesta de San Martín fue categórica. Con fecha del 28 de diciembre de 1845, desde Nápoles, donde se encontraba de viaje, estampó las siguientes consideraciones, que demuestran por sí solas la claridad meridiana de sus opiniones, su intacto genio militar y su amplio conocimiento de la situación del otro lado del Atlántico.Creemos que esta carta (que sería fundamental en los hechos diplomáticos y políticos posteriores) es una muestra cabal de su lucidez y coherencia estratégica:
"Por conducto del caballero Jackson se me ha hecho saber los deseos de Ud. relativos a conocer mi opinión sobre la actual intervención de Inglaterra y Francia en la República Argentina. No solo me presto gustoso a satisfacerlo sino que lo haré con la franqueza de mi carácter y la más absoluta imparcialidad, sintiendo solamente el que el mal estado de mi salud no me permita hacerlo con la extensión que requiere este interesante asunto.
No creo oportuno entrar a investigar la justicia o injusticia de la citada intervención, como tampoco los perjuicios que de ella resultarán a los súbditos de ambas naciones con la paralización de sus relaciones comerciales, igualmente que de la alarma y desconfianza que naturalmente habrá producido en los nuevos Estados sudamericanos: la inferencia de dos naciones europeas en sus contiendas interiores; solo me ceñiré a demostrar si las dos naciones intervinientes conseguirán por los medios coactivos que hasta la presente han empleado el objeto que se han propuesto, es decir, la pacificación de las dos riberas del Río de la Plata.
Según mi íntima convicción, desde ahora diré a usted (que) no lo conseguirán; por el contrario, la marcha seguida hasta el día no hará otra cosa que prolongar por un tiempo indefinido los males que se tratan de evitar y sin que haya previsión humana capaz de fijar un término a su pacificación: me explicaré.
Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside la República Argentina: nadie ignora el ascendiente muy marcado que posee sobre todo en la vasta campaña de Buenos Aires y resto de las demás provincias; y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero, ello es que la totalidad se le unirán y tomarán una parte activa en la actual contienda.
Por otra parte, es menester conocer, como la experiencia lo tiene ya demostrado, que el bloqueo que se ha declarado no tiene en las nuevas Repúblicas de América, sobre todo en la Argentina, la misma influencia que lo sería en Europa: él solo afecta a un corto número de propietarios, pero la masa del pueblo que no conoce las necesidades de estos países, le será bien indiferente su continuación. Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante las hostilidades, es decir, declarar la guerra —yo no dudo un momento podrán apoderarse de Buenos Aires con más o menos pérdida de hombres y gastos, sin embargo que la toma de una ciudad decidida a defenderse es una de las operaciones más difíciles de la guerra, pero aun en este caso estoy convencido que no podrán sostenerse por mucho tiempo en posesión de ella: los ganados, primer alimento, o por mejor decir, el único del pueblo, pueden ser retirados en muy pocos días a distancias de muchas leguas; lo mismo que las caballadas y demás medios de transporte; los pozos de las estancias inutilizados, en fin, formando un verdadero desierto de 200 leguas de llanuras sin agua ni leña, imposible de atravesar por una fuerza europea, la que correrá tantos más peligros a proporción que esta sea más numerosa, si trata de internarse. Sostener una guerra en América con tropas europeas, no solo es muy costoso, sino más que dudoso su buen éxito. Tratar de hacerla con los hijos del país; mucho dificulto y aun creo imposible encuentren quien quiera enrolarse con el extranjero. En conclusión: con 8.000 hombres de caballería, del país y 25 o 30 piezas de artillería fuerzas que con mucha facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires, sino también impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres salga a 30 leguas de la capital, sin exponerse a una completa ruina por falta de todo recurso; tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará, a menos (como es de esperar) que el nuevo ministerio inglés no cambie la política seguida por el precedente".
La repercusión
La contundencia de los conceptos militares y políticos provenientes de una autoridad en la materia, como lo era el general San Martín, no pasó desapercibida, y causó gran impacto en la política británica, pues Dickson se encargó de difundirla. Tanto es así que la mentada carta de San Martín fue publicada (sin su autorización) por la prensa inglesa, más precisamente en el periódico Morning Chronicle, con fecha 12 de febrero de 1846, en una nota donde se ponderó su rol de estratega magistral en relación con el cruce de los Andes, a la par del paso de los Alpes ejecutado por Napoleón Bonaparte. La publicación de esta carta mereció réplicas en periódicos españoles y en la Gazeta de Buenos Aires.A mayor abundamiento, el propio Dickson, con fecha 13 de febrero de 1846, agradece la respuesta dada por San Martín y le informó que cursó diversas copias de la carta a distintas personalidades de la política británica, entre ellos a Lord Aberdeen (George Hamilton Gordon), por entonces secretario de Estado para Asuntos Exteriores, y futuro primer ministro; también al almirante Bowles (viejo amigo de San Martín), y al almirante Inglefield.
Tal fue la repercusión de la carta de San Martín que Dickson le aseguró a aquel que con sus apreciaciones "había contribuido eficazmente a corregir en alguna parte las opiniones infundadas que se mantenían en este país sobre todo lo relativo a lo Estados de Sudamérica".
No solo San Martín emitió estas opiniones "a pedido" del inglés Dickson, sino que también las sostenía en privado, como le escribió a Tomás Guido el 26 de septiembre de 1846: "Capeando desde estos puntos a Mr. Guizot hasta ver los resultados de la negociación de Mr. Hood, que a pesar de los buenos resultados que todos esperan de ella, yo soy como las mulas chúcaras que orejean al menor ruido, es decir, que estoy sobre el 'quien vive' de todo lo que viene de Inglaterra, y aunque los franceses sigan su misma política, estos son toros claros y verdaderos niños de teta comparados con las miras ambiciosas, maquiavélicas y tenaces de sus rivales, los ingleses…. De todos modos, yo tengo la confianza de que, a pesar de la desigualdad de fuerzas y recursos, el general Rosas triunfará haciendo una paz honrosa".
San Martín se mantenía informado de las sucesivas misiones diplomáticas inglesas y francesas al Río de la Plata para terminar con el conflicto, de los cambios en el gabinete británico; etcétera. "Esperamos con la mayor ansiedad los resultados de las negociaciones entabladas con nuestra Patria, la suerte haga que se termine todo con honor".
También el Libertador desde Nápoles escribió al general Rosas el 11 de enero de 1846: "En las circunstancias en que se halla nuestra Patria me hubiera sido lo más lisonjero poder ofrecer mis servicios, como lo hice a Ud. en el primer bloqueo de Francia, servicios que aunque yo los creo bien inútiles, sin embargo, demostrarían la injustísima agresión y abuso de la fuerza que en el día emplean Francia e Inglaterra contra nuestro país. Este tiene aún un viejo defensor de su honor e independencia. Ya que el estado de mi salud me priva de esta satisfacción, por lo menos me complazco en manifestar a Ud. estos sentimientos así como mi confianza, no dudosa, del triunfo de la justicia que nos asiste. Acepte Ud. mi apreciable general, los votos que hago porque termine Ud. la presente contienda con honor y felicidad".
Repercusiones en Francia
La carta de San Martín a Dickson del 28 de diciembre de 1845 no solo generó consecuencias en Inglaterra, sino también en el otro Estado beligerante, es decir, en Francia. Ya que con fecha 22 de diciembre de 1849 fue publicada en el periódico La Presse, en un momento decisivo donde el parlamento francés debía decidir si continuaba con las hostilidades, ya sin el apoyo de Inglaterra, que el 24 de noviembre de ese año había firmado la paz con la Confederación Argentina (Tratado Arana-Southern).A su vez, y con fecha 23 de diciembre de 1849, el propio San Martín se dirigió por carta al señor Bineau, ministro de Obras Pública de Francia, donde le confirmó la autenticidad de la carta escrita a Dickson desde Nápoles, y publicada en La Presse el día anterior, añadiendo: "La opinión que entonces tenía no solamente es la misma aún, sino que en las actuales circunstancias en que Francia se encuentra ahora, sola, empeñada en la contienda, vienen a darle una nueva consagración. Estoy persuadido de que esta cuestión es más grave que lo que se la supone generalmente; y los once años de guerra por la independencia americana durante los que he comandado en jefe los ejércitos de Chile, del Perú y de las Provincias de la Confederación Argentina me han colocado en situación de poder apreciar las dificultades enormes que ella presenta y que son debidas a la posición geográfica del país, al carácter de sus habitantes y a su inmensa distancia de la Francia. Nada es imposible al poder francés, y a la intrepidez de sus soldados; más antes de emprender, los hombres políticos pesan las ventajas que deben compensar los sacrificios que hacen. No lo dudéis, os lo repito: las dificultades y los gastos serán inmensos y una vez comprometida en esta lucha, la Francia tendrá honor en no retrogradar y no hay poder humano capaz de calcular su duración".
Dicha carta fue leída en el Consejo de Ministros, donde el entonces ministro de Justicia de Francia, Rohuer, la consideró un documento valiosísimo para ser presentado en la Asamblea en el momento oportuno. Y el momento llegó inmediatamente, la carta de San Martín fue leída en los últimos días de 1849 en la Asamblea Legislativa de Francia, cuando se discutía allí un crédito de 2.500.000 de francos destinados a la intervención francesa en el Río de la Plata. La puja era entre quienes bregaban por continuar y profundizar la intervención, y aquellos que pretendían emular la actitud tomada por Inglaterra y solucionar el conflicto mediante la diplomacia.
Fue tal el revuelo generado en el parlamento francés con motivo de la lectura de la carta en cuestión que provocó la suspensión momentánea del debate y un profundo interés en la opinión pública. Tal es así que Mariano Balcarce, yerno del general San Martín, que desde noviembre de 1848 ejercía funciones de secretario de la Legación Argentina en Francia, consideró oportuno enviar una copia de la carta al ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, don Felipe Arana, y ponerlo al corriente de lo acontecido a causa de la notable misiva.
Vale señalar que en aquellas horas decisivas para la patria, San Martín cargó sobre sus hombros la representación de los intereses nacionales, dado que el ministro Manuel de Sarratea, que ocupaba formalmente la representación diplomática de la Confederación ante el gobierno francés, había fallecido el 21 de septiembre de 1849.
Así las cosas, la solución política adoptada por Francia fue la buscada por San Martín, la continuación de las negociaciones, y la no profundización del conflicto, que llegaría a su conclusión días después de la muerte del libertador, dado que el 31 de agosto de 1850 se firmaba el Tratado Arana- Lepredeur que pondría fin a las hostilidades.
Siguiendo al notable historiador español Augusto Barcia Trelles cabe concluir que en 1849: "San Martín, casi ciego, convaleciendo de un segundo ataque de la peste colérica (el primero fue en 1832), destrozado por los crónicos sufrimientos de sus terribles achaques, había luchado noble, valiente, elevada y eficazmente en defensa de la soberanía y de los prestigios de la Confederación Argentina, movilizando a los ministros del gobierno francés, consiguiendo que este, amparándose en la gran autoridad y suprema experiencia del veterano glorioso, adoptare criterios y conductas que significaban la paz y la dignidad para la Argentina".
De esta manera, el general San Martín realizó su último servicio a la patria, ahora ya no con el sable corvo redentor de medio continente, sino con el poder de su pluma, de su autoridad política, moral y militar.
lunes, 11 de junio de 2018
Comunicaciones: El engaño de las noticias falsas a través del tiempo
La larga historia de las noticias falsas
La utilización política de las mentiras empezó mucho antes de las redes sociales, la construcción de otras realidades ha sido una constante desde la antigua Grecia
Guillermo Altares | El Pais
Soldados alemanes durante la cuarta batalla de Ypres, en octubre de 1918. Paul Thompson Getty Images
La primera víctima de la guerra es la verdad, sostiene un viejo dicho periodístico. Aunque lo cierto es que bien podría decirse que la verdad es víctima recurrente en cualquier sociedad organizada, porque la mentira política es un arte tan viejo como la civilización. La verdad es un concepto escurridizo en metafísica y cambiante en ciencia —un nuevo descubrimiento puede anular lo que se daba por cierto—, pero en el día a día el asunto es muy diferente: hay cosas que han ocurrido y otras que no; pero los hechos, reales o inventados, influyen en nuestra percepción y opinión.
Desde la Antigüedad, verdad y mentira se han mezclado muchísimas veces y esas realidades falsas han influido en el presente. Ya lo escribió el gran historiador francés Paul Veyne en su ensayo ¿Creían los griegos en sus mitos? (Granica): "Los hombres no encuentran la verdad, la construyen, como construyen su historia".
Llegados a este punto conviene hacer una distinción entre noticias falsas y propaganda: ambas crecen y se multiplican en el mismo ecosistema, pero no son exactamente iguales. La propaganda busca convencer, ser eficaz, y para eso puede recurrir a todo tipo de instrumentos, desde el arte hasta el cine, los pasquines o las redes sociales. Las noticias falsas, una de las ramas de la propaganda, son diferentes: buscan engañar, crear otra realidad. La preocupación por la forma en la que estos engaños cuajan y por los mecanismos a través de los que se crean y se multiplican no es nueva: Reflexiones de un historiador sobre las falsas noticias de la guerra (Réflexions d'un historien sur les fausses nouvelles de la guerre, Allia, 2012) es el título de un pequeño e influyente ensayo que publicó originalmente Marc Bloch... en 1921.
Este historiador, asesinado por los nazis en 1944, fue uno de los más influyentes del siglo XX. Impulsó la Escuela de los Anales, que cambió el foco de la investigación del pasado hacia la vida cotidiana, y regresó de las trincheras de la Primera Guerra Mundial alucinado por la importancia que las noticias falsas habían tenido. Eso le llevó a reflexionar sobre su origen y difusión en un texto que podría haber sido escrito en la era del Brexit, Vladímir Putin y Donald Trump, en estos tiempos de las redes sociales y los mensajes virales. "Las noticias falsas han levantado a las masas. Las noticias falsas, en todas sus formas, han llenado la vida de la humanidad. ¿Cómo nacen? ¿De qué elementos extraen su sustancia? ¿Cómo se propagan y crecen?", escribe, para señalar un poco más adelante: "Un error solo se propaga y se amplifica, solo cobra vida con una condición: encontrar en la sociedad en la que se expande un caldo de cultivo favorable. En él, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones". En otras palabras, las noticias falsas necesitan gente que quiera creerlas.
Cambiar la historia
El siglo XX y lo que llevamos del XXI ha sido la era de las mentiras masivas. Tres de los grandes conflictos en los que se metió Estados Unidos en ese periodo empezaron con invenciones: la guerra de Cuba (1898), con la manipulación de los periódicos; la guerra de Vietnam (1955-1975), con el incidente del golfo de Tonkin, y la invasión de Irak en 2003, con las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein. "La guerra contra España fue obra de Hearst y de Pulitzer", escribió el reportero Manuel Leguineche en su ensayo sobre el nacimiento del periodismo sensacionalista, Yo pondré la guerra (El País Aguilar). "Fue su gran oportunidad de cambiar la historia, de crear una psicosis de guerra, de fabricarla, por medio de sensacionalismo, tirada, circulación millonaria, venta masiva, patada en el estómago del lector".A la vez que surgieron los diarios de circulación masiva, nació un cierto escepticismo hacia ellos. Era como si algunos se empeñasen en demostrar que la verdad estaba en otro lado. Esa desconfianza se prolonga hasta nuestros días con aquellos que creen erróneamente que la prensa cuenta mentiras y las redes sociales verdades. Con el telégrafo llegó la posibilidad de enviar rápidamente historias a larga distancia, con la linotipia se pudieron imprimir masivamente y con los nuevos medios de transporte se distribuyeron en numerosos lugares. Pero en ese mismo momento, a finales del siglo XIX, surgió la desconfianza hacia lo que contaban, la misma que nutre ahora a los que buscan esa otra verdad en Facebook, que para algunos es la única ventana al mundo. Es muy significativa en ese sentido una escena de Estudio en escarlata, la primera novela de Sherlock Holmes, publicada en 1887, en la que el detective y Watson repasan los diferentes diarios —The Daily Telegraph, Daily News, Standard— y todos cuentan una versión falsa del crimen que están investigando, impulsada por motivos políticos: unos culpan a los europeos, otros a los extranjeros o los liberales. Ninguno maneja una pista fiable.
Una de las grandes tragedias del siglo XX, las matanzas masivas promovidas por los grandes totalitarismos, logró esconderse detrás de noticias falsas. Las dictaduras nazi y soviética no solo fabricaron falsedades tremendas, sino que fueron capaces de construir otra realidad en la que lo verdadero y lo falso eran elementos accesorios. Como señaló el escritor francés Emmanuel Carrère, "en la URSS no se abolió la propiedad privada, se abolió la realidad". Ahora puede resultar casi increíble que mientras Stalin asesinaba y deportaba a millones de personas, la bondad del socialismo se mantenía como un dogma en grandes sectores de Occidente. Demasiada gente pensó, de buena o mala fe, que la realidad era, en ese caso, una noticia falseada. El historiador Tony Judt lo explicaba así en Pensar el siglo XX (Taurus): "Los que entendieron correctamente el siglo tuvieron que ser capaces de imaginar un mundo para el que no existían precedentes. Tuvieron que suponer que esa situación insólita y a todas luces absurda estaba sucediendo en realidad, en lugar de dar por hecho, como todos los demás, que era grotescamente inimaginable".
Mensajeros del desastre
La historiadora francesa Annette Becker ha estudiado la influencia que la propaganda de la Primera Guerra Mundial tuvo en la Segunda. Las noticias falsas difundidas contra los alemanes entre 1914 y 1918, cuando se les acusaba de todo tipo de bestialidades con fines propagandísticos, tuvieron un efecto negativo en la percepción de las atrocidades que sí fueron cometidas entre 1939 y 1945, sobre todo en relación al Holocausto. Un ejemplo de ello fueron las dificultades que tuvieron para ser creídos los primeros agentes polacos que trajeron la noticia del exterminio de los judíos por parte de los nazis. En su libro Mensajeros del desastre (Messagers du désastre, Fayard), que acaba de salir en Francia, Becker relata la historia de Jan Karski, un héroe polaco que se jugó la vida para llevar la noticia del Holocausto a Londres. No le creyeron cuando informó a los aliados de lo que ocurría. Un alto oficial británico le explicó: "Señor, durante la Primera Guerra Mundial difundimos la propaganda de que soldados alemanes aplastaban a niños belgas contra los muros. Creo que hicimos bien. Nos ayudó a debilitar la moral del enemigo, a aumentar el odio contra los alemanes. Necesitamos informes como el suyo". Karski agregó: "Se notaba claramente que no me creía". De nuevo, una noticia verdadera era percibida como falsa.Pero las reglas que intuyó Marc Bloch hace un siglo, que las noticias falsas necesitan una sociedad dispuesta a creerlas, comenzaron a aplicarse mucho antes de la era de la comunicación de masas, desde los creadores del pensamiento histórico, primero Heródoto y luego Tucídides. "La democracia ateniense tiene una especie de momento fundacional, de hito crucial, que en realidad fue una genial construcción narrativa", explica el helenista Óscar Martínez, profesor de griego, presidente de la delegación de Madrid de la Sociedad Española de Estudios Clásicos y autor de Héroes que miran a los ojos de los dioses (Edaf).
"Se trata del ensalzamiento de los tiranicidas Harmodio y Aristogitón, quienes pasan por ser los fundadores heroicos de la democracia ya que asesinaron al tirano de Atenas. Pero cuando Heródoto y Tucídides narran este episodio se ve claramente que hay cosas que no casan: no mataron al tirano, sino a su hermano, y la tiranía duró cuatro años. Y ponen de manifiesto que las causas del magnicidio fueron más bien un asunto personal, incluso amoroso", prosigue Martínez. Con la voluntad de investigar —la palabra que emplea Heródoto es historie— nació la lucha contra las noticias falsas.
En la antigua Roma, los gobernantes eran muy conscientes de la importancia que tenía la información y de que era esencial adaptarla a sus necesidades políticas, independientemente de la realidad. "En Roma las noticias se transmitían fundamentalmente a través de las imágenes", explica el investigador Néstor F. Marqués, que publicó recientemente Un año en la antigua Roma: La vida cotidiana de los romanos a través de su calendario (Espasa). "No todo el mundo sabía leer o escribir, por lo que la información visual era muy importante. La forma más rápida de difundir la llegada de un nuevo emperador era acuñar monedas con su cara", prosigue. Y ahí encuentra Marqués un ejemplo de manual de noticia falsa: "El emperador Septimio Severo, nacido en Leptis Magna y que nada tenía que ver con su antecesor, el malogrado Cómodo, para legitimar su poder decidió extender la idea de que él mismo era el hermano perdido de Cómodo, hijo ilegítimo de Marco Aurelio y, por ello, la persona más idónea para ocupar el cargo. En las primeras monedas que acuñó hizo que le retrataran con unos rasgos muy parecidos a los de Marco Aurelio".
Profanación de un crucifijo (Familia de herejes azotando un crucifijo), de Francisco Rizi. Museo Nacional del Prado
Noticias y juglares
También en la Edad Media las noticias se propagaban con sorprendente eficacia a pesar de que las condiciones materiales no acompañaban al movimiento informativo. Claude Gauvard, profesora emérita en La Sorbona, ha investigado las formas de transmisión de información en ese periodo: "Un caballo podía recorrer 30 kilómetros al día, pero el tiempo que tardaba en transmitirse una información podía acelerarse dependiendo del interés de la noticia", explica en un correo electrónico. Las órdenes mendicantes tenían un papel importante en la diseminación de información, al igual que los juglares, los peregrinos o los vagabundos, porque todos ellos recorrían grandes distancias. Las ciudades también tenían correos organizados y sellos para lacrar mensajes y tratar de certificar la veracidad de las misivas. Gracias a todo esto, la circulación de bulos era intensa y políticamente relevante. Gauvard pone como ejemplo de noticia falsa clásica medieval la historia del rey, conde o señor que desaparece en la batalla y que reaparece, anciano y transformado.Un motivo para la construcción de noticias falsas en aquel periodo era tratar de explicar así la justificación de actos que, de otra forma, serían intolerables, como el magnicidio. "El duque de Borgoña, tras encargar en 1407 el asesinato del duque de Orleans, llevó a cabo una campaña epistolar: se dirigió a las ciudades del reino, a los príncipes, a la Iglesia, hasta al Papa. En ellas argumentaba que el duque de Orleans era un tirano, que intentó asesinar a la familia real", explica Gauvard, y cuenta que hubo muchos otros casos de campañas certeras de desinformación, que llegaron incluso a afectar a Juana de Arco. Pero la historiadora cree que el ejemplo más claro para demostrar la importancia que tuvieron las mentiras son las cazas de las brujas y las calumnias contra los judíos, auténticas campañas de desinformación con resultados catastróficos. "Pudieron ser movimientos populares, pero fueron manipulados por las autoridades", asegura.
En un libro de reciente aparición, Crimen e ilusión. El arte de la verdad en el Siglo de Oro (Marcial Pons), Felipe Pereda, profesor de arte español en la Universidad de Harvard, ha estudiado a fondo otro escandaloso y apasionante caso en el que la construcción de una noticia falsa tuvo implicaciones políticas. Ocurrió en el Madrid del siglo XVII, y es un ejemplo claro de persecución antisemita. "En 1632 se produjo un auto de fe en el que fueron quemados cuatro marranos (judíos conversos) portugueses y otros fueron enviados a galeras. Todos ellos eran acusados de haber profanado dos años antes un crucifijo. Las autoridades sostenían que el objeto se habría resistido a ser quemado y que incluso habría hablado a esas personas. Aquel fue uno de los grandes escándalos del primer Gobierno del conde-duque de Olivares, a quien se acusaba de favorecer a los banqueros marranos por encima de los genoveses", explica Pereda.
La persecución en la calle de las Infantas, donde vivían aquellos judíos, tuvo motivaciones políticas. Como explica el investigador del antisemitismo en España Uriel Macías, el eco de aquel caso fue tal que Calderón de la Barca escribió una obra, El nuevo palacio del Retiro, y Quevedo redactó un furibundo panfleto antisemita, Execración contra los judíos. En 1650, Quevedo también publicó La isla de los Monopantos, una obra en la que por primera vez se habla del complot judío universal para dominar el mundo, teoría que sería explotada a fondo por Los protocolos de los sabios de Sión, una de las grandes falsificaciones de la historia, que encontró amplia difusión a principales del siglo XX. Históricamente el antisemitismo ha sido un terreno fértil para plantar mentiras.
La Inquisición se aprovechaba y, al mismo tiempo, lo azuzaba. "En la inmensa mayoría de las leyendas antisemitas es fácilmente trazable cómo se forjan las mentiras", explica Macías, y relata que, tras el auto de fe de 1632, se convocaron concursos literarios sobre el tema y la Inquisición distribuyó panfletos anticristianos, presuntamente escritos por judíos, que habían sido falsificados de arriba abajo para agitar y convencer al pueblo. Aquel proceso contra los marranos no solo se basó en pruebas inventadas, sino que fue una chapuza jurídica: el único testigo era un niño menor de 10 años, con graves problemas cognitivos, algo en teoría inaceptable por la Inquisición, que se saltó sus propias normas.
Las casas de los judíos fueron destruidas y allí se erigió el convento de Capuchinos de la Paciencia de Cristo, con una capilla situada exactamente en el mismo espacio donde se produjo el imaginario sacrilegio. Se instalaron allí cuatro pinturas enormes realizadas por Francisco Rizi, Francisco Camilo, Andrés de Vargas y Francisco Hernández. "Los cuadros reconstruyen con documentadísimo cuidado la escena del crimen, describen los detalles de los sucesos, identifican a cada uno de sus protagonistas y, lo que es más importante, convierten a los espectadores en testigos de los hechos", escribe Pereda en su ensayo. El punto de vista es el del único testigo de la profanación. Tres de los cuadros se encuentran en depósito en el Museo del Prado, ya que la capilla se destruyó en el XIX. No hicieron falta entonces redes sociales para construir desde cero la mentira perfecta, para crear una realidad incontestable aunque falsa.
Otro ejemplo de la eficacia de la Inquisición en la diseminación de historias falsas es el caso del Santo Niño de La Guardia ocurrido en Toledo. Varios judíos y conversos fueron acusados de asesinar a un niño que nunca existió (y a pesar de ello, sigue siendo venerado en la actualidad). Políticamente este suceso inventado en 1490 tuvo un impacto formidable: fue uno de los pretextos para la expulsión en 1492. "Nunca se echó en falta ningún niño, ni se encontró ningún cuerpo", explica la historiadora Mercedes García-Arenal, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "Pero se montó un proceso con confesiones bajo tortura y varios judíos y judeosconversos fueron quemados. Este hecho sirvió para acallar las voces alzadas en contra de la Inquisición y para decretar la expulsión de los judíos",
El rédito político de las noticias falsas es grande, y lo fue mucho antes de Internet, pero siempre ha necesitado de un buen caldo de cultivo. Las mentiras que se cuelan y convencen a las masas no llegaron con las redes.