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martes, 22 de octubre de 2024

Guerra de independencia: El hijo del Gral. San Martín

El hijo del Gral. San Martín

Revisionistas



Hemiciclo de la Rotonda – Guayaquil, Ecuador

Desde enero de 1822 José de San Martín proyectaba entrevistarse con Simón Bolívar.  El objeto secreto —según lo escribió Rufino Guido- era el de apoderarse de Guayaquil; el público —según San Martín- pedir auxilios bélicos para terminar la guerra en el Perú (1) (2).

En el barco “Macedonia” remontó el Pacífico en julio de 1822 un hombre de 44 años, corpulento, de carácter franciscano, taciturno, positivo, metódico, nunca acostumbrado a los cumplidos ni a las palabras persuasivas (3).

Quince días antes de su arribo, Bolívar se le había adelantado y en esas 2 semanas hizo cálida y fructífera amistad con las Garaycoa.  De acuerdo al análisis posterior de los hechos, se desprende claramente que Bolívar pidió a Carmen Calderón Garaycoa el que coronara a San Martín.  Pero este no fue un acto sincero: ni estaba en la ideología de las Garaycoa, ni peor aún en el ardiente temperamento terriblemente competitivo de Bolívar.

Lo que Bolívar quería simbólicamente es herir al héroe argentino, al coronarlo quería demostrar ante todos de las ideas monárquicas de éste y el juego resultó por supuesto efectivo.

El barco en que arribó San Martín llegó al muelle el viernes 26 de julio de 1822 a las 12 del día. San Martín —hombre escrupuloso como era— estaba ya bien arreglado al arribo y según la memoria de José Gabriel Pérez, Bolívar subió a bordo y allí San Martín le abrazó y manifestó tenerle la amistad más íntima y constante (4).

Sin embargo y según otros testimonios de testigos presenciales, parece que Pérez mintió.  En efecto, según Rufino Guido y Jerónimo Espejo, al muelle llegaron salo dos ayudantes de Bolívar quienes invitaron a desembarcar a San Martín.

El muelle estaba ubicado frente a la gobernación (5), desde allí San Martín en medio de un batallón de infantería, caminó cuatro cuadras por el Malecón hasta la casa esquinera de los Luzárraga situada en la calle del Comercio (hoy Pichincha) y la San Francisco (hoy 9 de octubre) (6).

La casa era de 2 pisos, al pie de la escalera estaba Bolívar de gran parada junto con su estado mayor, entre ellos Sucre, Salom y Tomás Cipriano de Mosquera, el sombrero era muy alto, con franja de oro y con plumas (7a).

Al ver a San Martín —eran las 12 y 30— dio algunos pasos adelante para saludarlo y extendiéndole la mano le dijo: “Al fin se cumplieron mis deseos de conocer y estrechar la mano del renombrado Gral. San Martín”.

San Martín con su innata timidez le manifestó que no aceptaba aquellos encomios (6a).  Bolívar se dio cuenta entonces que la batalla la había empezado a ganar.  A poco notó que le faltaba a su opositor “la sal de la crítica” (7).

San Martín se decidió a hacer la primera pregunta: “Usted, estará muy sofocado por las pellejerías de Guayaquil” y sin dejar tiempo a que le conteste, mostrando de nuevo su horrenda timidez, le endilgó de nuevo: “¿y que cuánto tiempo están de pellejerías en medio de los mayores embarazos?”.

Pellejerías lo había utilizado para significar enredos en el primer caso y revolución en el segundo.  Bolívar no contestó casi y vino la tercera intervención del protector: “Nada tengo que decirle sobre los negocios de Guayaquil, en los que yo no tengo que mezclarle; la culpa de que Guayaquil no quiera incorporarse a Colombia, la tienen los mismos guayaquileños” (8)

De 1 a 2 de de la tarde vinieron las felicitaciones de las corporaciones y luego de las señoras.  Al final y de manera al parecer espontánea, se levantó Carmen Calderón “linda como un ángel” con las manos atrás y luego de pronunciar una arenga le puso lo que llevaba escondido: una corona de laurel esmaltado.

San Martín se puso rojo como un tomate; a la agresión inconsciente -había sido descubierto- le faltaba poros para salir.  Se quitó la corona y viendo de reojo a Bolívar dijo “que habían otros que la merecían más que él” y como el Libertador no esperaba esto y pensando que iba a su vez a ser coronado, se puso “pálido y lívido como un muerto” según el testigo Rufino Guido.

A la final, dijo que no podía desprenderse de la corona y que la guardaría para siempre.

Muchos años después la misma Carmen se lo narró al historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna (9).

Los dos grandes hombres se encerraron de 2.30 a 4 de la tarde en la misma casa de Luzárraga teniendo su primera conferencia.  El propio Bolívar en carta a Santander le dijo: “Dice (San Martín) que no quiere ser rey, pero que tampoco quiere la democracia y sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú” (10)

Bolívar le dijo que prefería el que se coronara al Gral. Itúrbide -mejicano- a cualquier Borbón.  Sin embargo San Martín en carta al Gral. Miller cinco años después negó rotundamente lo anterior, calificando de pillo e impostor al que se atreviera a decir tal cosa (11).

Bolívar se retiró a las 4 de la tarde con el sentimiento de haberlo abrochado.  De 4 a 5 recibió el argentino algunas visitas y luego caminó las 5 cuadras que le separaban de la casa de la Aduana y con su Estado Mayor fue a pagar la visita a Bolívar, permaneciendo con él de 5.30 a 6.

Pasadas las 6 regresó a comer a casa de Luzárraga.  Y luego de las 7 Guido anota como que nada: “la noche se pasó en recibir nuevas visitas y entre ellas algunas señoras”.

A nosotros no nos cabe duda que el propio Bolívar se sirvió de una dama casada para tentar al héroe.  Se llamaba Carmen Mirón y Alayón y era una real hembra: tenía 20 años, en su rostro y cuerpo revelaba no pocas gotas de sangre africana, era hija de Don Antonio Mirón, nacido en la isla de León, síndico de la capilla del Astillero en 1821, casado desde 1791 con Asunción Alayón y Troya, babieca del estado Llano (12).

Carmen era viuda de un Sr. Pérez, matrimonio que le había durado sólo pocos meses (13a).  Por el padre tenía abundante sangre árabe, por un abuelo murciano; por su madre, esta era bisnieta del español Francisco Martínez de Alayón, vecino de Guayaquil en 1687 y de Jerónima de Henao, ésta a su vez hija del secretario Antonio de Henao (13).

San Martín se quedó encandilado con su presencia.  Bolívar le había hecho sentir tan mal que necesitaba una válvula de escape; Carmen era el regalo que quizás el mismo sabio astuto de Bolívar le enviaba para mitigar sus penas.  Y se hizo una cita, ella lo esperaría en su casa el sábado 27 a primera hora de la mañana.

Y así fue, San Martín se trasladó al barrio del Astillero —donde ella vivía— con el sigilo que él acostumbraba y allí pasó 6 horas entregado a los más dulces deleites.

Ni Rufino Guido ni Jerónimo Espejo dan dato alguno sobre qué pasó con el General José de San Martín aquella luminosa mañana de julio.

El barrio del Astillero le recordó sin duda a Cádiz, tenía 151 casitas distribuidas en 9 calles todas con nombres simpáticos: Real, de la Compañía, de la Plazuela, de la Cárcel vieja, de la espalda de Gobierno, de San Agustín, de la Victoria, de la Águila y cerrada (14).

Mientras San Martín goza —aquella mañana— parcamente de la vida, Bolívar se pasa despachando correspondencia a Quito, Pasto y a la misma Guayaquil.

El protector almorzó frugalmente en la casa de Luzárraga pasado el mediodía y ordenó que todos tuvieran las maletas listas.  Se sintió casi engañado y quería volar de Guayaquil a las 24 horas de haber llegado.

A la 1 fue a la casa de la Aduana a tener la segunda y más severa conferencia con Bolívar.  Esta duró 4 horas y se han tejido muchas versiones sobre lo que hablaron, lo único seguro es que San Martín dejó el campo totalmente a Bolívar y se retiró para siempre de la vida pública.

Enseguida a las 5 pm. Bolívar ofreció una espléndida cena para 50 invitados, megalómano como él solo, se levantó e hizo el brindis: “Por los hombres más grandes de la América del Sur: el general San Martín y yo”.  Este, con la timidez y prudencia características, respondió en el segundo brindis “Por la pronta conclusión de la guerra y por la salud del Libertador”.  Y el buen argentino no se equivocaba, la tisis se notaba ya en el semblante de Bolívar, a él mientras tanto -le quedaban casi 30 años más de vida-.

De 7 a 9 tuvieron un receso y a las 9 fueron al baile que les daba la Municipalidad.  San Martín se las aguantó 4 horas sin bailar: Carmen Mirón estaba allí, pero él la miraba con una desconfianza e intriga sin límites.  A la 1 le llamó a Guido y le dijo: “Llámeme Ud. a Soyer que ya nos vamos, no puedo soportar este bullicio”.  Salieron por una puerta excusada, según el mismo San Martín en su carta a Miller, Bolívar le acompañó hasta el bote y le regaló su retrato.  Al despedirse -esta vez- a Bolívar le saltó la desconfianza y San Martín al cabo de muchas horas le volvió el alma al cuerpo.  Bolívar dio unos pasos atrás para solemnizar el acto con un frío apretón de manos, pero San Martín le retuvo por el brazo y en voz baja le dijo: “Ha terminado mi vida pública. Iré a Francia y pasaré lo que me queda de vida en el retiro. Sólo el tiempo y los sucesos dirán quién de nosotros vio el futuro con más claridad” (15).

En el barco que iba rumbo a la Puna, San Martín pensaba en el orgullo de Bolívar, en su dificultad de mirar de frente a la persona, en su falta de franqueza y en su tono altanero, en sus maneras distinguidas, en su ambición.  Y pensó también en su desinterés, en su popularidad, en su constancia monstruosa, por eso 18 años después cuando el marino francés Lafond le preguntó su concepto final sobre Bolívar dijo: “Es el hombre más asombroso que ha conocido la América del Sur” (16).  En todo el viaje se pasó obsesionado en Bolívar, salían a flote todos sus defectos y sin embargo su grandeza era inconmovible.

El final

San Martín se instaló en Lima en la quinta de la Magdalena y allá en noviembre recibió la visita de Carmen ya embarazada de 4 meses.  La prometió apoyar y la regresó.  A Rosa Campuzano tampoco quiso verla más.

Su mujer estaba grave en Buenos Aires, pero temía ir, pues sabía que lo apresarían (17).

Joaquín Miguel de San Martín y Mirón nació a fines de abril de 1823 y fue bautizado en la iglesia de San Agustín, calle de San Alejo con calle de la cárcel, en Guayaquil el 13 de mayo (18).  Su partida fue inscrita con sigilo en el Archivo de la Logia en Lima, pues San Martín pidió a sus “hermanos” que no la dejaran ver sino a sus descendientes (19).

José de San Martín viajó a Chile y luego estuvo en Mendoza y Buenos Aires.  Su esposa murió muy joven en 1824 de apenas 27 años y él se embarcó con su hija de 8 años a Francia.  En 1827 estuvo en Bruselas, hacia 1840 escribió a pedido del marino Lafond algunos recuerdos sobre Bolívar; en 1846 tuvo la satisfacción de recibir en su pequeño cuarto de Grand Bourg a 1 legua de Nainsville a Domingo Faustino Sarmiento.  Tenía para entonces los ojos pequeños y ya encorvada la espalda.  En su habitación tenía el pequeño retrato de Bolívar que eéste le había regalado (20).

Su hija Mercedes fue pintora de afición y ella hizo un retrato de Bolívar por 1846 a base de las indicaciones que le dio su padre (21).

En 1848 a los 70 años estaba casi ciego, y ya no podía firmar sus cartas.

Mercedes de su matrimonio con Mariano Balcarce le había dado 2 nietas: Josefa y Mercedes.  En las guerras que la Argentina tuvo con Brasil, Francia e Inglaterra, San Martín ofreció sus servicios y las 3 veces su oferta fue rechazada.

Murió el 17 de agosto de 1850 a los 72 años en Bolougne-sur-mer (Francia).  Sus restos descansan en la catedral de Buenos Aires.

Rosita Campuzano se quedó con pasmo luego de sus amores con el héroe.  Nadie le conoció amante de 1822 a 1831, hasta que este año cedió ante un alemán llamado Juan Weniger, dueño de 2 almacenes en Lima y con él tuvo su hijo único; el alemán le quitó al niño a su madre para educarlo en un colegio (22).

Rosa en 1847 vivía de balde en los altos de la Biblioteca Nacional de Lima, gracias a la ayuda de Constancio Vigil; fue entonces cuando le entrevistó Ricardo Palma; para entonces usaba muleta y no parecía de 51 años, sino de 71.

A su hijo lo mataron en un combate por 1852.  Ventajosamente a Rostía el Congreso del Perú le otorgó una pensión mensual. Murió en 1860 a los 64 años más sola que nadie.

Carmen Mirón también guardó largo celibato por el héroe y sólo hacia 1840 procreó a Rosa Mirón y Rivera quién vivió en San Alejo de Guayaquil casada con Eusebio Castro Rivera.  Vivió atormentada por la suerte de su hijo Joaquín trotamundos por Sullana, Lima y Lambayeque.  Murió de 80 años en Guayaquil quemada por un cigarrillo que incendió su cama (23).

La truculenta vida del hijo de San Martín

Joaquín San Martín y Mirón nació en Guayaquil el 27 de abril de 1823 y se bautizó el 13 de mayo en San Agustín.  A los 18 años pasó al Perú.  Perteneció al partido liberal desde joven.  En 1852 a los 29 años estaba de marino y viajó a la Nueva Granada como tercer oficial de cargo del bergantín de guerra “6 de marzo” que había sido construido en Baltimore 7 años antes.  Tenía el grado de alférez.  El barco zarpó el 20 de setiembre de Guayaquil, arribó a Buenaventura, pero al regreso fue sorprendido en las costas del Chocó por un fuerte temporal y se encalló en los bajos de arena de Huascaona frente a Iscuandé.  Sólo 8 personas que tomaron un bote se salvaron en forma milagrosa, uno de ellos fue San Martín (23a).

Hacia 1860 se estableció en Sullana, al norte del Perú huyendo de García Moreno, y casó con Isabel García Saldarriaga, con quien tuvo 2 hijos nacidos en Lima en 1862 y 1865.  En esa ciudad se afilió a la Logia.

Por 1866 su esposa faltó a la fe del matrimonio y se separaron.  En este año y cuando García Moreno pasaba por Lima con destino a Santiago, participó en el complot para asesinarlo en unión de los refugiados ecuatorianos que vivían en Lima.

Al arribar el tren a esta ciudad el 2 de julio de 1866 a las 11.30, le atacaron Juan Viteri Villacreses –ambateño- y San Martín en momentos en que recién bajaba del tren (24).  Viteri le disparó 2 veces, pero sólo le hirió ligeramente en la frente y la otra bala traspasó el sombrero.  San Martín parece que hizo solamente de campana, pues la Corte de Lima reconoció a Viteri como único culpable.

Hacia 1868 se estableció en Lambayeque y allí tuvo sucesor en la señora Petronila Alvarado, el hijo se llamó José Joaquín, en honor al padre y al abuelo.  Por 1874 tuvo una relación con una señora Vargas.

Muerto García Moreno en 1875, regresó al Ecuador y se estableció en Máchala donde tuvo relación con una señora Avila, tenía entonces 6 hijos en 5 señoras diferentes.  Por 1883 casó a su primera hija en Guayaquil.  Cuando Caamaño subió al poder en 1884, conspiró contra éste, siendo desterrado a Lima -Allá fue precursor del saneamiento en esa ciudad (25).

Regresó al Ecuador por 1890, casando a su segundo hijo en Guayaquil en 1893.  En 1894 fue Comisario de Máchala y Santa Rosa.

Murió asesinado en 1895 a los 72 años en Gualtaco (cerca a Santa Rosa) cuando iba a despedir a unos amigos.

Según el historiador y genealogista Fernando Jurado Noboa el prócer reconoció a su hijo.

No le gustaba hablar de su origen pero a raíz de que su hijo casó con una sobrina carnal de él (de D. Joaquín) e hija de su hermana de madre Rosa Mirón y Rivera, reveló confidencialmente el secreto a su hija mayor Rosa Isabel, pidiéndole que lo guardara todo el tiempo que ella lo juzgara conveniente.

Fueron sus hijos:

1. Rosa Isabel San Martín García, nacida en Lima en 1863, m. en Guayaquil 14 de mayo 1941, ce . Manuel Andrés Pazmiño, n. de Máchala. Suc: Pazmiño-Aguilera.

2. Justo Vicente San Martín García, nacido en Lima 1865, se crió con su padre y a los 11 años, en 1876, pasó a Guayaquil, casó en San Alejo en 1893 con su prima hermana Mercedes Castro y Mirón, vecinos de Baba en 1895. En 1910 fue desterrado al Perú, cuando nuestros conflictos de frontera. Sucesión — San Martín-Guevara; San Martín-Santos; López San Martín; Moncayo-San Martín; San Martín-Morán.

3. José Joaquín San Martín Alvarado, nacido en Lambayeque por 1868, casó en Lima con María Francinet, brasilera, tuvo 1 hijo marino, otro aviador, otro médico y otro ingeniero. El médico (Mauricio) fue Rector de la Universidad de San Marcos de Lima. Descendencia en Lima y Huamanga (Perú): San Martín Navea; San Martín-Rappeto; San Martín-Fernández: San Martín-Valestra; San Martín-De la Fuente; Romero-San Martín; y Bermúdez-San Martín.

4. Juan San Martín, nacida en Perú por 1871.

5. Eduardo San Martín Vargas, nacido en Perú por 1874, c. en Guayaquil con Enma Lanfranco y es. en n. Vargas.

6. Teniente coronel Luis Alberto San Martín Avila, nacido en Máchala por 1877, ce. Matilde Hurtado.

Testimonio documental

Reunido en julio de 1972 el Instituto Genealógico de Guayaquil, bajo la presidencia de D. Pedro Robles Chambers y con la asistencia de los Sres. Julio Pimentel Carbo, Genaro Cucalón, Clemente Pino, Luis Noboa y Jorge Arteaga.

CONSIDERANDO

1. Que la copia de la partida bautismal de D. Joaquín San Martín Mirón que se conserva en la Logia de Lima es un documento auténtico, que ha sido enviado al Instituto por el Dr. Fernando Romero, Rector de la Universidad de San Cristóbal en Huamanga.

2. Que el retrato original de D. Joaquín y que lo ha adquirido, el Sr. Robles Chambers, muestra un parecido extraordinario con el héroe.

3. Que encaja perfectamente los cálculos entre fechas de concepción y nacimiento de D. Joaquín.

4. Que en Guayaquil y Lima se han mantenido constantes y respetables tradiciones sobre el origen verídico de la familia San Martín.

5. Que los descendientes de ambas ramas han sido tenidos por personas serias y honorables, incapaces de fraguar orígenes falsos.

6. Que el testimonio oral de Da. Rosa Isabel San Martín, nieta del héroe, muerta en 1941 en Guayaquil, merece todo crédito.

ACUERDA

Aceptar como verídica la paternidad de D. Joaquín San Martín y Mirón.

Referencias

(1)La Entrevista de Guayaquil II, 248 .

(2)Carlos Salas: Bibliografía de San Martín, III, 81 .

(3)Teodoro Alvarado: La histórica entrevista de Guayaquil de 1822, Bol. ANH. 120 pg. 159, Quito.

(4)Cartas del Libertador, Tomo III, 254.

(5)Manuel Villavicencio: Geografía del Ecuador, 1858 , ver plano de Guayaquil.

(6)Jerónimo Espejo afirma lo de Luzárraga.

(7a)Para nosotros es muy dudosa la presencia de Sucre, aunque Espejo la asienta.

(6a)La entrevista de Guayaquil, II, 24 8 – 250 .

(7)Abel R. Castillo: Sobre la entrevista de Bolívar y San Martín, Bol. ANH 120 , Quito, pg. 278 .

(8)Hemos reconstruido esto en base a la citada carta de José Gabriel Pérez a la Cancillería de Bogotá.

(9)Julio C. Chávez: San Martín y Bolívar en Guayaquil, Buenos Aires 1950, pg. 140.

(10)Cartas del Libertador, III, 262.

(11)Carlos Salas, Oc. III, 81.

(12)Arch. Catedral Guayaquil Baut. 1792-1802.

(13)Fichero Robles – Chambers.

(13a)Luis Ramírez Ch.: La bisnieta de San Martín, Rev. La Otra , Guayaquil 1988, pg. 60 – 61 . Mercedes San Martín de Checa, clarífica parentesco co n procer, El Universo, Guayaquil, julio 26, 1972.

(14)Gustavo Monroy : Documento s de la época colonial de Guayaquil, Bol. CIH T.2, pg. 73

(15)Teodoro Alvarado: oc. 163.

(16)Abel R. Castillo: oc. 290.

(17)Javier Peñalosa: oc. 34.

(18)Arch. Robles Chambers, Guayaquil.

(19)Carta del Dr. Mauricio San Martín, Rector de la Universidad de S. Marcos a Pedro Robles, Arch. de éste.

(20)Sus herederos le obsequiaron al Museo Histórico de Buenos Aires.

(21)Se ha publicado varias veces, por ej. en la Rev. El Libertador de Quito No. 105.

(22)Rodolfo Pérez: Nuestro Guayaquil Antiguo, 118.

(23)Archivo Robles, Guayaquil.

(23a)Mariano Sánchez: Naufragio del bergantín de guerra 6 de marzo, Instituto de Historia Marítima. Rev. 1989, pgs. 19-27, Guayaquil.

(24)Severo Gómez jurado: Vida de García Moreno, V, 222 – 223

(25)Archivo Robles, Guayaquil.

Fuente

Barrera, Isaac: José de San Martín el Libertador del Sur, Bol. ANH , nums 76, pgs. 225-232, Quito 1950.

Diario El Globo Nº. 1851 Guayaquil 3 de noviembre de 1893

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Jurado Novoa, Fernando – Las noches de los Libertadores – Vol 2. IADAP, Colección Identidad, Quito, Ecuador (1991).

Portal revisionistas.com.ar

Videla Morón, Mario – San Martín y sus vinculaciones familiares, Rev. Genealogía 18, Buenos Aires 1979

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Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

jueves, 4 de julio de 2024

Biografía: Eustoquio Frías, el granadero de San Martín que llegó a general

El granadero Eustoquio Frías que llegó a general







EL 20 DE SEPTIEMBRE DE 1801, EN CACHI, SALTA, NACE EUSTOQUIO FRÍAS, GRANADERO DE SAN MARTÍN, QUIEN LLEGARÍA AL GRADO DE TENIENTE GENERAL DEL EJÉRCITO ARGENTINO, Y FUE EL ÚLTIMO GRANADERO QUE VIO BUENOS AIRES: "...LA PATRIA ERA POBRE Y YO TAMBIÉN."

Eustoquio Frías fue el último de los jefes del Ejército de los Andes que vio Buenos Aires. Un día le preguntó el presidente de la Nación Argentina, Caros Pellegrini, si aún conservaba alguna de sus espadas usadas en las campañas Libertadoras, y Frías le contestó con voz pausada: "No, aunque he cuidado mucho mis armas, porque la Patria era pobre y yo también. El sable que me regaló Necochea en Mendoza, lo rompí en Junín. Ya estaba algo sentido...."
Nacido el 20 de septiembre de 1801 en Cachi, Salta, Virreinato Español del Río de la Plata, era hijo del comandante Pedro José Frías Castellanos, que perdió una pierna en la batalla de Tucumán, y de la patriota María Loreto Sánchez Peón y Ávila, junto con Juana Moro una de las líderes de la organización de espionaje constituida por las salteñas. En esa batalla, por orden del mismo general Manuel Belgrano, el niño se dedicó a alcanzar agua a los soldados de la artillería patriota.



Tuvo contacto por primera vez con el Regimiento de Granaderos a Caballo en 1814, época en que el entonces coronel José de San Martín era Jefe del Ejército del Norte, y juró que algún día iba a pertenecer a mismo. Cuando su familia se mudó a San Juan, antes de cumplir los 15 años se incorporó como cadete a los Ganaderos, en marzo de 1816, gracias al padrinazgo del comandante Mariano Necochea, que había conocido a su padre durante las campañas del Alto Perú, aunque no participó en el Cruce de los Andes ni en la campaña de Chile.
No obstante en 1818 fue trasladado a Chile con el último Batallón de Granaderos y participó de la campaña de Chillán, o segunda del sur de Chile. Hizo la campaña del Perú y participó de las campañas de la sierra, de Quito, de Puertos Intermedios y de Ayacucho, y en las batallas de Nasca, Cerro de Pasco, Callao, Riobamba y Pichincha, en todos los casos a órdenes del coronel Juan Lavalle.
Cuando Lavalle regresó a Lima, dejó los Granaderos a cargo de Frías, que los llevó hasta la capital peruana unos meses más tarde. Hizo toda la campaña del Perú, fue de la primera y segunda expedición a la sierra, a las órdenes de Arenales, se batió en Nazca y en cerro de Pasco. Concurrió al asalto del Callao, a la campaña de Quito y fue uno de los noventa y seis granaderos con que Lavalle cumplió la hazaña de Riobamba. Lo condecoraron en Pichincha. Volvió a Lima conduciendo a los granaderos que habían quedado en la capital del Ecuador. A mediados de enero de 1823 combatió en Chunchanga, donde una bala le cruzó el brazo derecho. En 1824 formó entre los 120 granaderos que se incorporan al Ejército de Simón Bolívar en Huarar. Con ellos llegó hasta la batalla de Junín.
En la batalla de Ayacucho fue una de las 80 lanzas, todas en manos de granaderos argentinos, que participaron en la victoria; y allí fue herido de un bayonetazo en la rodilla.
Regresó a la Argentina en diciembre de 1825, como bien se reflejó el 25 de diciembre de 1825 cuando se publicó la noticia de que había llegado a Mendoza, conducido por el coronel Félix Regado (o Bogado), el "resto del Ejército de Los Andes, después de nueve años de campaña", y se dio la lista de los diecinueve o veinte "sobrevivientes", entre los cuales figuraba el portaestandarte Eustoquio Frías. Estos restos del Regimiento de Granaderos arribaron a Buenos Aires en febrero de 1826, y allí la unidad fue disuelta; no obstante Frías se incorporó a la campaña del Brasil en el Regimiento de Caballería N° 16, a órdenes de Olavarría, luchando en el Ombú. En la batalla de Ituzaingó combatió a órdenes del coronel Juan Lavalle, siendo ascendidos ambos al término de la batalla; Lavalle alcanzó el grado de general, y Frías el de capitán.



A su regreso a Buenos Aires, acompañó a Lavalle en la revolución contra Manuel Dorrego y en la guerra contra Juan Manuel de Rosas; luchó en Navarro y Puente de Márquez. Permaneció en Buenos Aires cuando Lavalle se exilió, y fue destinado a la frontera oeste con los indígenas.
A fines de 1830, cuando se estaba organizando la campaña contra la Liga del Interior, Frías fue convocado para la misma. Pero escribió al gobernador Rosas, pidiéndole su pase a retiro, ya que, según su puño y letra, "pertenezco al partido contrario al de V.E. y mis sentimientos tal vez me obliguen a traicionarle, y para no dar un paso que me desagrada, suplico a V.E. se digne concederme el retiro."
Rosas lo llamó -según Ibarguren- para manifestarle "que le agradaba su franqueza", le donó quinientos pesos, le concedió el retiro y le aseguró que en caso de necesidad lo buscara -"no al gobernador, sino a Rosas"- pues no lo iba a olvidar.
Permaneció en Buenos Aires, dedicado al comercio. Cuando la presión de los partidarios de Rosas se hizo insostenible, en 1839 se exilió en Montevideo, desde donde pasó a la provincia de Entre Ríos, incorporándose al ejército de Lavalle.
Fue uno de los oficiales del segundo ejército correntino contra Rosas, combatiendo en las batallas de Don Cristóbal, Sauce y Quebracho Herrado. El general Lavalle lo nombró segundo jefe de la división del coronel José María Vilela, destinada a la campaña de Cuyo, con el grado de teniente coronel. En la derrota de Sancala fue tomado prisionero y conducido a pie hasta Buenos Aires.
Durante ocho meses permaneció encerrado en un calabozo del cuartel de Retiro, hasta que fue liberado por pedido expreso del jefe de la escuadra francesa del Río de la Plata.
En marzo de 1842 se fugó a Montevideo, donde participó de la defensa de la ciudad durante el sitio impuesto por el general Manuel Oribe. Luego pasó a Corrientes a órdenes del general José María Paz, y se quedó allí después de las desavenencias entre éste y los Madariaga. Participó en la batalla de Vences y (tras la derrota) huyó al Paraguay.
Regresó al Uruguay cuando le llegó la noticia de la rendición de Oribe. Se incorporó al Ejército Grande de Urquiza y participó en la batalla de Caseros. Apoyó la revolución del 11 de septiembre de 1852 y la defensa contra el sitio de Buenos Aires impuesto por los federales.
Fue destinado como comandante a la frontera oeste, con sede en Salto, y realizó varias campañas contra los indígenas a órdenes de Emilio Mitre. Mandó en jefe una importante campaña hacia la sierra de la Ventana en 1858, que no obtuvo resultados satisfactorios.
Participó en la victoria porteña en la batalla de Pavón, tras la que fue ascendido al grado de general, y regresó a la frontera.



No fue admitido en la guerra del Paraguay por su avanzada edad, salvo en breves misiones de intendencia y administración. Después de la batalla de Tuyutí fue ascendido al grado de general de división. Pero, ¡molesto porque no se le permitía luchar!, pidió el pase a retiro.
Fue ascendido a teniente general en retiro en 1882. Dos años más tarde, fue nombrado comandante de la Guarnición Militar Buenos Aires, un cargo puramente administrativo.
Destaca de esa época una fotografía de él junto a un moreno asistente, tomada por Witcomb, pudiéndose leer al dorso de la misma “Dedicada en recuerdo de amistad a la amable y simpática señorita Brígida López”, y firmada “Eustoquio Frías”, con fecha: “Buenos Ays. Enero 28 de 1886”.
Aún ocupaba el cargo de comandante de la Guarnición Militar Buenos Aires cuando se sucedió la golpista revolución radical de 1890, pero no tuvo actuación alguna en la misma. Pasó definitivamente a retiro en diciembre de ese año.
Falleció en Buenos Aires el 16 de marzo de 1891, descansando sus restos durante 40 años en el Cementerio de la Recoleta, hasta ser trasladados a la ciudad de Salta, donde aún permanecen hoy, en el Panteón de las Glorias del Norte, de esa ciudad.


lunes, 25 de marzo de 2024

Granaderos a caballo: La caballería de marina

Caballería de Marina





Ya el Ejército de los Andes, había subido los inmensos montes, descendido del lado chileno, y derrotado a las tropas del Rey en "Chacabuco", el 12 de febrero de 1817.
El avance patriota es imparable y el 20 de febrero Valparaíso cae en poder de los insurgentes.
Sin embargo, algunos buques que se hallaban en alta mar desconocían el cambio político que había acontecido en las costas chilenas. Es así que el día 22 arriba al puerto porteño (la ciudad de Valparaíso utiliza el mismo gentilicio que la ciudad de Buenos Aires) un bergantín-transporte llamado "Águila". Ya es noche cerrada, por eso sus tripulantes no desembarcan, y quedan sin enterarse que el puerto estaba en manos de argentinos y chilenos.
Ver semejante presa anclada frente a sus narices, y no pretender capturarla, fue inspiración de un instante en la mente de los patriotas.
Se decide hacer un asalto nocturno. Y para eso se le encomienda a un muy joven Oficial de Granaderos que realice tal peligrosa tarea. Su nombre: Isidoro Suarez, el mismo Oficial que se cubrirá de Gloria en "Junín" y su famosa carga al frente de los Húsares, en 1824.
¡Apenas había cumplido los 18 años el 2 de enero de ese año!
Se embarca en un bote, acompañado por 14 Granaderos a Caballo y siete marineros. Exactamente a la una de la mañana del 23 de febrero de 1817, inicia el asalto al bergantín.
Ochenta hombres del Rey guarnecían aquel barco, los cuales fueron tomados por absoluta sorpresa por aquel puñado de valientes, que inmediatamente dirigieron el buque bajo la protección de las baterías costeras. Cualquier intento de resistencia por parte de aquellos ochenta marinos españoles hubiese significado el cañoneo del navío. Rápidamente se rinden a aquel grupo de corajudos.
Semejante acto de arrojo le valió a aquel joven Alferez, Isidoro Suarez de apenas 18 años, el ascenso inmediato a Teniente.
Su Glorioso sable, ya estrenado en "Chacabuco" y refrendado en el Asalto al "Aguila", seguirá regalando hermosas Joyas Heroicas a la Corona de Gloria de la Nación Argentina.
Así, aquel puñado de Granaderos a Caballo, se convirtieron por un rato, en Caballería de Marina.
Fte. Revista "Caras y Caretas".

miércoles, 9 de agosto de 2023

Argentina: Escultura de Fernando Pugliese sobre la acción de Cabral

Cabral en San Lorenzo




La misma se encuentra en el Regimiento de Granaderos a Caballo, ubicado sobre la Avenida Luis María Campos 554, la cual exhibe temporariamente, sobre la vereda, frente a su puerta de ingreso, en determinadas fechas.
Esta recrea el heroico salvataje realizado por el Sargento Cabral al General San Martín en medio del histórico combate.
Fotos: E imágenes del grupo escultórico desde distintos ángulos.
Fernando Pugliese: Es el artista responsable y ha diseñado parques temáticos, museos, esculturas hiperrealistas de próceres, artistas, animales, personajes históricos, monumentos en la vía pública, figuras religiosas ubicadas en distintos puntos del país y del mundo. Ambientaciones y servicios a agencias de publicidad, particulares y gobernaciones, utilizando materiales policromáticos, bronce, mármol, epoxis, fibra de vidrio o texturas de acuerdo a lo solicitado.

viernes, 23 de junio de 2023

Granaderos a Caballo: Reclutando "desacataos" en El Plumerillo

El reclutamiento de "voluntarios" en El Plumerillo






Remigio Guido Spano fué un destacado abogado, periodista y escritor, hijo del general Tomás Guido (amigo preferido de San Martin) y hermano mayor del poeta Carlos Guido Spano. Aparte de fundar diarios, también les cuento que todos los escritos que conocemos del Almirante Guillermo Brown, los tradujo él.
Tengo la fortuna de estar relacionado con algunos de sus descendientes, gracias a los cuales puedo relatarles la siguiente historia...
En el año de 1888, ya un anciano venerable, el viejo cuenta (durante una descontracturada cena de notables), la siguiente anécdota:
_"Bueno, si quieren les cuento algo simpático. Me contaba mi padre que allá por las gloriosas épocas del Campamento del Plumerillo, previo al Cruce Andino y a la batalla de Chacabuco, Don Pepe (nota de Flavio: léase San Martin) hizo una leva compulsiva de soldados.
Quiero decir que si bien eran muchos los que se unían libremente al ejército, muchos otros eran incorporados a la fuerza.
Indigentes, gauchos mal habidos, negros, zambos, mulatos y muchos alegres borrachines que daban vueltas por los almacenes y pulperias de la zona en busca del agradable néctar mendocino.
La cosa era así: Las Heras y Padre (nota de Flavio: léase Guido), a instancias de Don Pepe, organizaban las partidas de granaderos que iban a incorporar a los futuros guerreros de la Patria.
Estas partidas iban a los almacenes, a los prostibularios, a los galpones de conchabo y demás yerbas y quien estaba al mando debía convencerlos primero buenamente y luego como se pudiera. Y a veces no se podía. La cuestión se ponía pesada y peligrosa, con individuos que no sabían ni hablar pero eran una maravilla desenvainando el facón.
Estas partidas de diez granaderos, se veían muchas veces en inferioridad numérica y es entonces que se retiraban no sin antes tomar notas y marcar el punto en un mapa.
Al llegar al Plumerillo, a veces en altas horas nocturnas, llevaban el parte diario de leva a manos, nuevamente, de Padre y Don Pepe, quienes le pasaban el parte, las notas y los mapas a la "partida especial", encargada de estos menesteres cuando la cosa se complicaba un tanto.
Esta partida al mando del corajudo Ambrosio Crámer, del durísimo Rudecindo Alvarado, del cuchillero José Maria Zapiola y del temible Mariano Necochea, eran los fogueados granaderos encargados de estos casos. Y al despuntar el amanecer, hacia allí iban.
Les pido me crean amigos cuando les digo que al paso lento de estos cuatro, los cóndores remontaban apresurados el vuelo y hasta el pasto y los cardones se hundían en la tierra.
Padre aseguraba que si la misma Parca se sentase a la mesa de estos cuatro, intranquila estaría.
Como fuera, resulta que el Plumerillo era un vodevil de gritos, ordenes, olor a grasa, cuero y acero, de fuegos y calderos de plomo fundido, de barro, polvo de madera, bosta de caballo, forraje para las bestias, leña para hacer fuego, botiquines, cabrestantes, palancas, sogas, pólvora, municiones, cañones, y hasta una imprenta.
¿La actividad? Era febril. Se presentía la proximidad del cruce de los Andes y la nerviosidad de la batalla.
Claro, entre tanta leva de hombres de real valía y de otras calañas miserables, había mucho retobado que no estaba acostumbrado a recibir ordenes y mucho menos, a ejecutarlas. Malandra de cuchillo ventajero, gaucho de puñalada traicionera.
Y estaban los que para aparentar jinetas de hombre bravo, hasta le gritaban procacidades al mismo San Martin, al paso del Gran Hombre.
Cuando pasaban estas cosas, un sutil cabeceo de Don Pepe activaba una serie de eventos, casi de rutina: de donde el miserable nunca adivinaba, aparecía Necochea y le aplicaba un seco y brutal talerazo sobre la espalda. El ladino giraba feroz ya con facón desenvainado, solo para ser cruzado otra vez y duramente con un talerazo esta vez sobre el rostro, que por costumbre un par de dientes se llevaba puesto. Siempre ante la mirada fija de Necochea, que no temía al verijero, ni al obús ni a la misma Parca. Necochea peleaba a puño desnudo en el mismo campo de batalla, miren si le iba a temer a un cuchillito.
De ahí lo agarraba el tucumano Juan Manuel Cabot, que a punta de tacuara y durante tres dias completos sin dormir le enseñaba a la fuerza a marchar a paso redoblado, oblicuo, lateral, métrico, ligero, geométrico, diagonal, de instrucción, de maniobra, de flanco, marchoso y de ataque. Errarle a un paso, un dia de arresto. Dos dias de arresto para el segundo. A partir de los diez yerros, se computaba dia de arresto con noche de estaqueada. Por supuesto, cada error iba acompañado de un siseante tacuarazo en el muslo o pantorrilla desnudos, que dolía una yarará y media.
Decía padre que era un espectáculo ver al Teniente Coronel Cabot sudado y vociferando ordenes en cueros y marchando él mismo emparejado al pobre cristiano, dia y noche, inhumano, incluso durante las heladas madrugadas.
Exhausto, no terminaba alli la "instrucción forzada": lo agarraba Eusebio Brizuela, jefe de Maestranza, Provisión y Ranchada, que lo ponia a pelar unos 100 kilos entre papas y zanahorias.
Al fin, lo que quedaba del pobre hombre lo recauchutaba Fray Luis Beltrán, que durante toda una noche lo adoctrinaba en los misterios de Dios y la Virgen.
Resultado? Ese antiguo vago, luego de quince dias más de instrucción militar, era ya un Granadero hecho, derecho y listo para servir a la Patria y a sus jefes.
Antes de Chacabuco, el mismo Don Pepe había mandado una avanzada sobre territorio chileno para que lo informaran sobre la posición de las fuerzas realistas, con tan mala suerte que Nepomuceno Garcia, el jefe de la avanzada, fué aprehendido y a su vez, torturado para que revelara la posición y cantidad de efectivos del Ejército de los Andes. Ni una palabra le fué arrancada al valeroso soldado, que a la segunda noche pudo escaparse y regresar a sus líneas. Al presentarse a San Martín, todo golpeado, lleno de moretones, y con un par de dientes y uñas de menos, el Gran Capitán le dijo: "Orgulloso quedo Granadero, que ni la más deshonrosa maldad de los godos logró de usted hacerle proferir información alguna que pudiera comprometer los próximos pasos de este Ejército Libertador".
Me dijo padre que la respuesta de Garcia, no fué menos monumental:
"Mi Coronel, ningún orgullo, solo cumplí con el mandato, por Ud conferido. Aparte, pasé con el fray Beltrán toda una noche de golpes y mas golpes con su santa biblia de madera sobre mi mollera, hasta que me aprendí el Padrenuestro, Credo y todas las décimas del Rosario, mire Señor si un maturrango iba a poder atemorizarme. Ni solo un poco!!"
Contaba Padre ante estas situaciones que Don Pepe miraba reciamente hacia un costado, solo para no desarmarse a carcajadas frente a la soldadesca"
Bueno, esta es la historia oral que yo defiendo, la que no es oficial, la que no está en boca de ningún historiador, la que no figura en grandes libros. Solo en cartas familiares, cuyos integrantes nunca estuvieron interesados en dar a conocer.

sábado, 9 de julio de 2022

Argentina: Amantes en el siglo XIX

La pasión argentina: amantes del siglo XIX

De muchos protagonistas de la Historia argentina se han conocido sus vínculos amorosos: los oficiales y los clandestinos. En el siglo XIX, los varones fueron, sobre todo, quienes se vincularon de este modo, incluso las elegidas para la pasión tenían sus títulos refrendados por la sociedad: mancebas, barraganas, queridas o no tanto. Pero también hubo señoras que, siendo las oficiales, optaron por armar relaciones prohibidas fuera de sus matrimonios.

Manuel Belgrano jamás se casó pero eso no invalidó sus conquistas amorosas. Con dos de ellas tuvo hijos, con una francesa, en cambio, vivió un ardoroso affaire en el exterior con fecha de caducidad. María Josefa Ezcurra, la hermana mayor de Encarnación, fue su primer amor a poco de volver a Buenos Aires. Sin embargo, el padre de la muchacha no quiso saber nada y boicoteó el asunto. La casaron con un primo venido de Cádiz, pero donde hubo fuego, sabemos cómo termina el dicho. Lo siguió al norte, donde Belgrano hacía la guerra, vivieron el romance a puertas cerradas pero Pepa volvió, tras un final poco feliz, al seno parental con hijo incluido.

La otra pasión del león cansado fue con la joven tucumana Dolores Helguero, también casada con otro caballero y madre de la “ahijadita” del creador de la Bandera, Manuela Mónica.

Y San Martín también

José de San Martín también tuvo sus cosas. La más conocida fue la beldad ecuatoriana, Rosita Campuzano, que cautivó al Libertador en Lima, en tiempos de la campaña al Alto Perú. Pero parece que el padre de la Patria tuvo mucho amor para dar –aunque la legítima Remedios se quejara por lo poco recibido –y también desplegó su pasión con Jesusa, la criada de su esposa, de la que se dice, fue la madre de un hijo oculto del General.


José de San Martín. Pasiones y engaño.

Señores con amantes, pero ellas también eligieron calmar la sed amorosa. Remedios de Escalada, la joven con quien José de San Martín se casó el 12 de septiembre de 1812, cansada de la soledad en la Gobernación de Cuyo, les puso el ojo a dos subalternos de su marido. Esto le valió, enterado el Libertador, pocas palabras pero un dedo acusador y el consiguiente desprecio del lecho conyugal. Remedios y la pequeña Merceditas, hija de ambos, subieron al carruaje –seguido de cerca por un coche con un féretro por si moría en el camino –y regresaron a Buenos Aires.

Damasita Boedo fue la joven más bonita de la sociedad salteña. De familia federal, su querido hermano Mariano fue fusilado por las huestes de Juan Galo de Lavalle, espada unitaria por antonomasia. La muchacha juró vengar la muerte de Mariano pero se enamoró de su asesino. Convertida en su amante, acompañó a Lavalle en sus últimas horas. Durmió con el enemigo y conoció la desmesura de la pasión, transformándola en una locura de amor.

Justo José de Urquiza es el prócer argentino con más mujeres –a la luz del sol –en su haber. Coleccionó mujeres, hijos, poder, territorio y dinero. Localidad en la que se detenía, sitio propicio para encontrar compañía femenina. Muchas veces por una noche, otras con más jornadas y luego la criatura, fruto del vientre con deseo. Eso sí, jamás se desentendió. El hombre dejaba dividendos para la crianza y muchos de ellos vivieron con él. Domingo Faustino Sarmiento, cuando ya no lo necesitó luego de la derrota de Rosas en Caseros, lo señaló como dueño de harem. Es que el entrerriano vivía con varias señoras al mismo tiempo.

Y aunque parezca mentira –o no tanto –las altas jerarquías de la Iglesia también desparramaban sus ansias amatorias. Mientras se acusaba y fusilaba al sacerdote Ladislao Gutiérrez por cometer una herejía con su feligresa Camila O’Gorman, el deán Felipe Palacio y Elortondo convivía con su barragana, que lo había hecho padre por primera vez, y luego con Pepa Gómez, su “casera” en público, pero su amor en privado. También le dio una hija. Y no era el único.

 

lunes, 14 de febrero de 2022

Guerra de la independencia: Detalles sobre la batalla de Chacabuco


La verdad detrás de la crónica sobre la victoria de San Martín en Chacabuco

Las verdades en las crónicas de guerra tienen sus altibajos, más aun tratándose de episodios ocurridos en tiempos de comunicaciones rústicas. Aquí Marcelo Calabria recoge documentación histórica para hablar de Chacabuco.


Juan Marcelo Calabria || Memo




El 12 de Febrero de 1817, tenía lugar la batalla de Chacabuco librada por el Ejército de los Andes contra las huestes realistas que ocupaban el entonces reino de Chile. Este importante episodio de la Revolución Americana, ampliamente conocido como un verdadero hito en la campaña independentista del continente, no sólo constituye la victoria más resonante de las armas patriotas hasta ese momento, sino que además marca el principio del fin de la dominación española en Sudamérica.

Sin embargo pese que el encuentro armado ha sido tratado y versado por innumerables autores, hay uno de sus pasajes que sigue despertando nuestro interés, quedando retratado en las memorias y las obras de muchos de sus protagonistas directos, quienes por ventura, veteranos soldados de la guerra de independencia, no callaron un hecho de tanta importancia que da lugar a un análisis muy rico y extenso, el que por supuesto no pretendemos agotar en estas líneas.

Resulta interesante que, pese a lo asegurado por la tradición sanmartiniana, en realidad la acción de la Cuesta de Chacabuco no se desenvolvió acabadamente según el plan del Jefe del Ejército de los Andes, quien la había proyectado minuciosa y anticipadamente, en tanto realizaba la gran Epopeya del Cruce de los Andes, preparado desde mucho tiempo antes desde su "Ínsula Cuyana". Luego de cruzar las altas cumbres el ejército fijó su cuartel general en la Cuesta de Chacabuco, desde allí San Martín organizó sus fuerzas de ataque en dos divisiones, las más numerosa y con mayor poder de fuego a las órdenes del Brigadier Miguel Estanislao Soler que debería rodear y atacar por el flanco al enemigo, siendo la columna sobre la que recaía el mayor peso del combate y la que, según el plan sanmartiniano, decidiría la batalla; mientras que la otra división a las órdenes del general O' Higgins debía realizar operaciones de distracción sobre el frente enemigo sin comprometer una acción directa, a fin de esperar que el ala del ejército al mando de Soler alcanzara el punto indicado, dando forma de esta manera a la acción envolvente estratégicamente diseñada por San Martín. Aquí residía el éxito de la esperada victoria, según el plan presentado a la Junta de Guerra el 11 de Febrero por la noche, momento en que el Capitán de Los Andes, se encontraba seguro de la victoria.

Tal como lo aseguró Leopoldo R. Ornstein en sus exhaustivos trabajos: La Batalla de Chacabuco: Sorprendentes revelaciones, - 1958-, La campaña de Los Andes a la luz de las doctrinas de guerra modernas - 1929-, De Chacabuco a Maipú -1933- y Personalidad militar del General San Martín -1965-: ..."Torre Batera, Banyuls del Mar y Port-Vendres fueron otras tantas experiencias (militares) que le hicieron sentir en carne propia las penurias de la guerra defensiva y los gravísimos inconvenientes de las operaciones de larga duración, despertando en él, por antítesis, esa predilección que manifestó en las guerras americanas por las acciones rápidas, enérgicas y decisivas..."En 24 días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del Globo, concluimos con los tiranos y dimos la Libertad a Chile". Tal como reza en su primer parte al gobierno de Buenos Aires sobre la victoria de Chacabuco".

Esa experiencia adquirida durante sus 20 años de servicios en el ejército español, le permitían descubrir sobre el terreno y en las noches de desvelos la estrategias más efectivas para lograr, con la menor efusión de sangre y evitando los enfrentamientos civiles los resultados esperados, lo que a su vez generaba gran confianza e infundía valor en todos y cada uno de los integrantes de su ejército. Según relata Olazábal: "... me paseaba cerca de la puerta, por estar de guardia de su persona como segundo de los ochenta granaderos a caballo que componían su escolta, cuando me vio me dijo: - y bien, ¿qué tal estamos para mañana? - Como siempre señor, perfectamente. - ¡Bien! Duro con los latones sobre la cabeza de los matuchos, que queden pataleando...". Unos instantes antes de lo sucedido, José Francisco de San Martín había decidido adelantar dos días la batalla planificada para el 14 de ese mes, y ahora confiado en sus "muchachos" esperaba demostrar que había llegado a América para dar su vida por la causa de la libertad e independencia.



Durante toda la madrugada del día 12 las huestes comenzaron sus movimientos y preparativos para la acción y al despuntar el alba comenzaron los primeros enfrentamientos. Todo marchaba según lo planificado y San Martín observaba los movimientos de sus tropas desde el emplazamiento del Estado Mayor en lo alto de la Cuesta, cuando desde su catalejo pudo observar que un jinete trataba de subir a todo galope para avisarle que en el campo de batalla las cosas se complicaban, impuesto por el Teniente Rufino Guido - tal el jinete que había llegado hasta él - del ataque de frente iniciado contra el grueso de las tropas enemigas y que había sido dispuesto por el brigadier O‘Higgins con sus dos únicos batallones, quien desobedeciendo las órdenes impartidas por el comandante en jefe ponía en riesgo, ante tal arrojo, toda la acción.

En efecto, repitiendo las arengas de Rancagua: "Soldados: Vivir con honor o morir con gloria, el Valiente siga, Columnas a la carga..." el héroe de Chile se lanzó al ataque, comandando sus columnas con arrojo y valor, pero sin considerar que la división de Soler aún no terminaba de rodear la cuesta según el plan acordado la noche anterior. Sin duda O`Higgins vio la oportunidad de desplegar sus fuerzas convencidas del efecto que causaría su ataque frontal, el que finalmente resultaría fallido.

En este momento decisivo del combate San Martín se puso al frente de sus granaderos y logró revertir todo el curso de la batalla, tal como lo explica el testimonio del mismo Rufino Guido al decir: "Vimos llegar a nuestro General con la bandera de los Andes en la mano y a la infantería (Batallones 7 y 8) que formaban en columnas de ataque, los que como el Regimiento (de Granaderos a Caballo), recibimos la orden de cargar al enemigo. Todos la cumplimos inflamados de valor y entusiasmo, tal era la confianza que teníamos en quien la ordenaba, y a pesar de la resistencia del enemigo, por sus fuegos al emprender nuestra carga, fue completamente derrotado, no pudiendo resistir sino muy poco tiempo la carga por su frente y el ataque simultáneo que recibía por su flanco izquierdo dado por el valiente Necochea de la división del general Soler".



Estas líneas nos permiten ver como ante el peligro de sufrir una atroz derrota y al decir del General Espejo: "al ver en tan inminente riesgo la obra que le costaba tantos sudores y desvelos, el pundonor, la responsabilidad, el despecho quizás lo condujeron (al General San Martín) a la cabeza de los Granaderos, resuelto a triunfar o no sobrevivir si se consumaba el infortunio". Logrando de esta manera revertir la situación de desventaja y finalmente lograr el triunfo en Chacabuco.

Así concluiría, descripta en una apretada síntesis, la batalla dando lugar al lacónico parte elevado por San Martín al superior gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en el que no daba cuenta de este inconveniente, ni de su participación en la batalla; por el contrario resaltaba el valor y la acción de los generales O'Higgins y Soler, como la de muchos otros oficiales, pero nada decía sobre él mismo, pese a ser el verdadero vencedor de Chacabuco al frente "de sus muchachos", como solía llamar a los Granaderos a Caballo.


Reconstrucción del esquema de distribución de tropas en Chacabuco.

Poco después al llegar el Capitán Manuel de Escalada a Mendoza, de paso a Buenos Aires, con el parte de la acción, este informó a Toribio Luzuriaga -Gobernador de esta provincia- que "El triunfo de tan gloriosa acción se ha debido al valor impertérrito de nuestro ínclito general, el Exmo. Señor don José de San Martín, que a la cabeza de dos escuadrones (fueron tres) derrotó y desbarató al fiero tirano de Chile".

La noticia inquietó al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón quien escribió a San Martín en los siguientes términos: "sé por Luzuriaga que Ud. con dos escuadrones de Granaderos tuvo que meterse en las filas enemigas. De esto infiero, que la cosa estuvo muy apurada, o que no tuvo Ud. un jefe de caballería de confianza; porque en otro caso yo acusaría a Ud. del riesgo en que se puso. Dígame Ud. con la franqueza que debe que hubo en esto; mientras yo quedo en el más grave cuidado con la noticia que también me da Luzuriaga, que en resultas de la fatiga personal que Ud. tomó en la acción, quedaba muy afligido de su pecho. Por Dios cuídese Ud. porque su vida y su salud interesan extraordinariamente al país y sus amigos".

El disgusto de Pueyrredón tenía verdadero asidero, ya que resultaba incomprensible que "un militar de su experiencia se arriesgara en batalla sabiendo que los altos oficiales y en especial el máximo comandante no debían tomar parte directamente en las acciones a fin de evitar que en plena batalla quedara descabezado el ejército, salvo que algo muy grave determinara un accionar semejante. Y así fue, tal como hemos representado: la situación demandó esta intervención y fue precisamente gracias a ella que se emprendió el firme camino hacia la independencia del continente.

Años después, ya en el exilio en carta a Miller, el mismo José de San Martín, comentaba sobre este episodio: "La Batalla de Chacabuco puede decirse es la obra de los Granaderos a Caballo... (y al final de la exposición dice el prócer colocándose él en tercera persona, impulsado por su habitual modestia) ... el n° 8, al mando del comandante Cramer, se desordenó por la pérdida que sufría; pero el 7 mantuvo su formación haciendo alto. En esa situación que demostraba bien claramente lo poco que podía esperarse habiendo fallado el primer ataque, el general en jefe con dos escuadrones de Granaderos a Caballo cargó la derecha de los enemigos, la que puso en derrota, visto este suceso por la infantería repitió su ataque con denuedo, consiguiendo igualmente desordenar su izquierda; a este tiempo el comandante Necochea a quien el General Soler había mandado adelantar, no pudiendo llegar con su infantería, llegó muy oportunamente por la espalda de los enemigos, lo que acabó de completar su dispersión... El general Soler llegó a pesar de sus esfuerzos media hora después de la acción; el general O'Higgins manifestó una bravura que jamás ha desmentido...".

Pocos días después de la resonante victoria, con fecha 26 de Febrero, escribe el destacado Historiador y Genealogista Roberto A. Colimodio, en su libro: "Los Héroes Olvidados de la Cuesta de Chacabuco", el Superior Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata emitía el despacho con el nombramiento de San Martín como Brigadier de los Ejércitos de la Patria atendiendo "el relevante mérito y muy distinguidos servicios... que ha rendido a la Patria en el glorioso triunfo en las Cuestas de Chacabuco, acreditando en esta memorable acción toda la intrepidez, destreza, conocimiento y demás virtudes militares que se requieren para el acierto de las operaciones de guerra, he venido a nombrarle como le nombro, Brigadier de la Patria... Juan Martín de Pueyrredón".

Fiel a su modestia e impronta, continúa Colimodio, sobre el uso de cargos y honores de los no que no era afecto, San Martín respondió en estos términos: "El Sr. Secretario de Estado del Departamento de Guerra se ha servido dirigirme en nota del 3 (de marzo) el Despacho de Brigadier de nuestra milicia Nacional con que ha tenido a bien condecorarme ese Superior Gobierno por la conquista de Chile. Yo me considero sobradamente recompensado con haber merecido la aprobación de este servicio; es el único premio capaz de satisfacer el corazón de un hombre que no aspira a otra cosa. Antes de ahora tengo empeñada mi palabra de no admitir grado ni empleo alguno, Militar ni Político; por lo mismo espero que VE no comprometerá mi honor para con los pueblos y que no atribuirá a amor propio la devolución del Despacho, cierto de que contento con el empleo a que me ha elevado V.E. sacrificaré mi existencia gustoso en Obsequio de la Patria y servicio de VE. José de San Martín.

Estos fueron los hechos en este inolvidable combate de la guerra de la independencia, donde nuevamente sobresalen las condiciones de estratega, político y militar de San Martín, como así también sus valores humanos y su hombría de bien marcada por su franqueza, humildad y sinceridad que los caracterizaron toda su vida. A la par de su gran denuedo como soldado, profesionalismo como comandante, acción estratégica y valentía al frente de sus huestes, debemos subrayar su visión política al comprender que en todo momento debía enaltecer la figura de su compañero quien prefiguraba como al conductor del futuro Estado de Chile, como así también a los oficiales del Ejército de Los Andes quienes lo secundarían en la gran campaña de liberación de estas Repúblicas; más aún aunque ello significara callar su propia valía en la batalla y renunciar a la gloria de ser el artífice, protagonista y conductor directo de la gran victoria de Chacabuco

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Monumento en Chile a la Batalla de Chacabuco.

(*) Fuente: "San Martín, modelo de líder americano". Edición Digital. Mendoza. Setiembre, 2020.

sábado, 2 de mayo de 2020

San Martín: Uniformes de granaderos

Tropas sanmartinianas




Uniforme del Soldado de Caballería perteneciente al Regimiento de Coraceros "General Lavalle" Nro 4 - Año: 1826. (Colección de E. Marenco)
 

Uniforme de Granadero perteneciente al Regimiento de Granaderos a Caballo - Año: 1812. (Colección de E. Marenco) 


Uniforme de Ingenieros del Ejército de Los Andes - Año: 1816.
(Colección de E. Marenco)


lunes, 27 de abril de 2020

San Martín: Josefa Dominga Balcarce, la nieta del Libertador, heroína de Francia

Pepita, la nieta del general San Martín, a quien los franceses consideran heroína de guerra 

Durante la Primera Guerra Mundial, Josefa -la nieta del Padre de la Patria- hizo de su casa un hospital de campaña, donde atendía a heridos franceses y alemanes. Por eso, en Francia le otorgaron la Legión de Honor. Cuando murió y la Argentina quiso repatriar sus restos, desde París se negaron, porque querían que descansara en esa tierra.

Por Adrián Pignatelli || Infobae

  Josefa Dominga, la nieta preferida de San Martín.

Josefa Dominga Balcarce fue una de las nietas de José de San Martín y, curiosamente, por su papel en la asistencia de heridos durante la Primera Guerra Mundial, Francia le otorgó la Legión de Honor. Había transformado su casa en un asilo de ancianos y su acción filantrópica fue su sello distintivo.

En la noche del 13 de diciembre de 1832, en Chez Grignon, el restorán de moda de la burguesía parisina, todo era alegría. El general José de San Martín había invitado a una cena para celebrar el casamiento de su hija, Mercedes Tomasa, de 17 años con Mariano Severo Balcarce, de 24.

San Martín vivía con su hija en una casa de la calle Provence nº 32, en la ciudad capital. Cuando estalló una epidemia del cólera, estimaron conveniente tomar distancia y se establecieron en Montmorency, un pueblito de 1600 habitantes, a veinte kilómetros al norte de París. A pesar de todo, en marzo de 1832, Mercedes contrajo el cólera y San Martín, tres días después. Al mes, ambos estaban repuestos, pero a su papá lo atacó una enfermedad gástrica intestinal que lo tuvo a maltraer.
  Mercedes, la hija de José de San Martín.

Quien los cuidó y se ocupó de los trámites fue Mariano Severo Balcarce, un joven argentino, hijo del general Antonio González Balcarce, que había fallecido en 1819. Mariano se desempeñaba en la legación argentina en París. Sobre su yerno -le contaba por carta a su amigo O’Higgins- que “su juiciosidad no guarda proporción con su edad de 24 años; amable, instruido, aplicado, ha sabido hacerse amar y respetar de cuantos lo han tratado”,
  Mariano Balcarce, el yerno del Libertador.

Entre cuidados y atenciones nació el amor entre la pareja, se casaron y se embarcaron hacia Buenos Aires. El propio San Martín estuvo por acompañarlos, pero no se sentía del todo bien.

San Martín había abandonado Buenos Aires en compañía de su pequeña hija, a quien criaba su suegra Tomasa de la Quintanilla desde que había fallecido Remedios, y el 23 de abril de 1824 desembarcó en El Havre con ella. Como le encontraron paquetes de diarios anti monárquicos destinados a distintos amigos y conocidos que vivían en Europa, no lo dejaron ingresar, y debió seguir viaje a Inglaterra. En Londres, su hija permaneció como pupila primero en el Hampstead College y luego en un colegio de monjas, mientras su papá se estableció en Bélgica, donde escribiría en 1825 las famosas máximas para su hija.

Luego de un frustrado retorno a Buenos Aires en 1829, en el que no quiso desembarcar, volvió a Europa. En Francia adquirió una casa en la calle Provence nº32, donde vivió con su hija y con su fiel criado, Eusebio Soto. En 1834 adquirió una casa de campo de tres plantas en un terreno de una hectárea, en Gran Bourg, a treinta kilómetros de París. Allí solía pasar desde Semana Santa hasta el día de los difuntos.

La residencia que ocupó San Martín en Grand Bourg.

Pepita

En 1836 volvieron Mercedes y Mariano y el 14 de julio de ese mismo año nacería la protagonista de esta historia: Josefa Dominga. Su primer nombre fue en honor a su abuelo materno; el segundo, por su abuela paterna. En la familia le decían Pepita.

Desde el día mismo de su nacimiento, abuelo y nieta tuvieron un vínculo especial. Fue San Martín el que personalmente la inscribió en el registro civil de Evry-sur-Seine. Y quien la dejaba jugar, a gusto y placer, con las medallas que había ganado, en la época que combatía a Napoleón, en las filas del ejército español.

La revolución que estalló en 1848, que provocó la renuncia del rey Luis Felipe I y que dio paso a la Segunda República, lo convenció a San Martín de buscar ámbitos más tranquilos. Ese lugar fue Boulogne sur Mer, una población costera frente al Canal de la Mancha. Alquiló un segundo piso de una vivienda en el número 5 de la rue Grande en Boulogne-sur-Mer, propiedad de Henry Adolphe Gerard, abogado, periodista y además el biblotecario del pueblo. Se haría amigo de San Martín.
  Boulogne sur Mer, el último lugar donde vivió el Libertador y su familia.

El general, nacido en Yapeyú moriría allí el sábado 17 de agosto de 1850, a las 15 horas.

El Petit Chateau

Cuatro años más tarde, Mariano Balcarce adquirió, en el pueblo de Brunoy, a veinte kilómetros de París, una mansión que había pertenecido, entre otros, al conde de Provenza, hermano de Luis XVI y quien luego sería el rey Luis XVIII. Desde tiempos inmemoriales, era el “Petit Chateau”. A lo largo del tiempo, había sufrido varias modificaciones, especialmente cuando fue parcialmente destruida durante la Revolución Francesa.

En 1861, a los 27 años, murió la otra nieta de San Martín, María Mercedes. La sepultaron en una bóveda en el cementerio de Brunoy y también llevaron los restos de su abuelo. Ese mismo año, Josefa se casó con Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, embajador de México en Francia. No tendrían hijos.

Mercedes, la hija de San Martín, que había nacido en Mendoza en 1816 cuando su papá era gobernador de Cuyo, que fue testigo de la enfermedad y agonía de su mamá Remedios y que fuera cariñosamente malcriada por su abuela, falleció en 1875; su esposo Mariano lo haría diez años después.

La memoria de San Martín

Josefa y su marido estuvieron el 21 de abril de 1880 en El Havre, despidiendo los restos del Libertador, que el vapor Villarino llevaría a Buenos Aires. Lo primero que hizo Josefa fue donar la valiosa correspondencia de su abuelo a Bartolomé Mitre, y cedió el mobiliario que le había pertenecido al Museo Histórico Nacional. Lo hizo junto con un croquis, en el que detallaba la disposición de los muebles de la habitación donde había fallecido. Eso permitió recrear el ambiente, tal como se lo puede contemplar en la actualidad.
  El Petit Chateau, en una pintura de la época en la que pertenecía a la realeza francesa.

Un hospital para la guerra

Cuando Josefa enviudó en 1904, modificó el Petit Chateau, donde vivía. Había creado, a fines del año anterior, la “Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada”, que llevaría adelante un hogar de ancianos y un centro asistencial para los más necesitados. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, transformó su casa y asilo en un hospital. La asistieron en esta tarea las hermanas de la Congregación de la Sagresse.

Trabajaba a la par que todos. Hablaba varios idiomas, como el inglés, italiano, alemán, griego y latín. Y por supuesto el español, a pesar de que nunca conocería Argentina, al que se refería como “nuestro amado país”.

La dirección médica de lo que durante la guerra fue el Hospital Auxiliar Nº 89, empezó a funcionar el 14 de octubre de 1914, y estuvo a cargo del cirujano jefe Dr. Jules León Ladroitte.

Constaba de 50 camas, dos modernos quirófanos, y salas de esterilización, laboratorio y radiología. Por la proximidad con el frente de batalla, atendían tanto a heridos franceses como alemanes. Lo único que Josefa preguntaba era “¿Están heridos? Entonces, ¡éntrelos!”

El problema fue cuando Alemania inició la segunda gran ofensiva del Marne, entre julio y agosto de 1918. Los franceses evacuaron toda el área, que comprendía a Brunoy. Aun así, Josefa no quiso irse.

Cuando la guerra terminó, recibió del gobierno francés la condecoración de la Legión de Honor y además fue distinguida por la Cruz Roja. Se había ganado la admiración de los soldados que se habían atendido en ese hospital, que volvió a ser asilo de ancianos. En su testamento, lo cedió a la Sociedad Filantrópica de París.

Daguerrotipo de San Martín, tomado un par de años antes de su muerte.

La casa de su bisabuelo, que estaba en la esquina de las actuales Perón y San Martín en el microcentro porteño, la donó al Patronato de la Infancia. Josefa murió en Brunoy el 17 de abril de 1924. Tenía 87 años. Tanto ella como su abuelo son ciudadanos ilustres de la ciudad y una calle lleva el nombre de ella.

Cuando se trasladaron los restos de sus padres y hermana a Mendoza, en 1951, el gobierno francés se negó a la repatriación de los de Josefa. Porque ellos consideran que es un heroína nacional que merece descansar en la tierra en la que nació y vivió. Ese mismo suelo que había sido refugio de su ilustre abuelo que, de chica, la dejaba jugar con sus medallas.

lunes, 13 de abril de 2020

SGM: El milagro de la estatua de San Martín en Boulogne-sur-mer

El milagro de la estatua de San Martín en Boulogne

Marcelo García
Historias Lado B



Vista aérea del bombardeo del apostadero de submarinos en Boulogne Sur-Mer. Dentro de la cuadrìcula se encuentra la estatua del Libertador.

A finales de 1944, las bombas de los aviones aliados no dejaban de caer sobre la costera ciudad de Boulogne Sur-Mer, en el norte de la Francia ocupada por los Nazis. La cercanía del famoso Paso de Calais -lugar más cercano entre los territorios de Francia y Gran Bretaña en el Canal de la Mancha- ubicaban a la ciudad en una ruta obligada y la convertían en blanco constante de los incesantes bombardeos aéreos dada la cercana ubicación de un apostadero de U-Boots alemanes. Así las cosas, Boulogne Sur-Mer llegó a soportar estoicamente 487 bombardeos que la dejaron prácticamente en ruinas. Barrios enteros desaparecieron y a lo largo de toda la zona costera no había quedado ladrillo sobre ladrillo.


Boulogne Sur-Mer bombardeada en 1944 y la estatua de San Martín "milagrosamente preservada.

Cerca del apostadero naval de submarinos alemanes, a unos doscientos metros del lugar, se emplazaba -y sigue ubicada allí- una estatua ecuestre del General don José de San Martín; el militar argentino y libertador de América que tras un largo exilio pasó a la eternidad el 17 de Agosto de 1850, precisamente allí, en Boulogne Sur-Mer.


Imágenes actuales de la estatua ecuestre de San Martín en Boulogne Sur-Mer.

Las bombas aliadas cayeron a un lado y al otro del monumento y, sin embargo, apenas unas pocas esquirlas lograrían impactar en su base casi sin dañarla. La magnífica estatua de San Martín, sobrevivió de un modo -que para los pobladores del lugar- resultaba sencillamente inexplicable. No habían pasado previamente los "Hombre Monumentos" norteamericanos por allí preservando obras dignas de toda admiración. Para muchos, tan sólo la providencia o la intervención de algo parecido a un verdadero milagro se había encargado de preservarla de la destrucción. Imágenes posteriores a los bombardeos dan cuenta de lo que muchos llegaron a pensar. No pocos fueron los que creyeron en "El milagro de la estatua del General José de San Martín". Desde entonces, así se lo conoce.