sábado, 16 de marzo de 2024
domingo, 3 de diciembre de 2023
Carrera armamentística Argentina-Chile: El abrazo del estrecho
El histórico abrazo del Estrecho: la muñeca diplomática de Roca cuando estuvimos por ir a la guerra con Chile
En 1899 el presidente Julio A. Roca decidió tomar el toro por las astas y viajar a Chile para coronar las negociaciones que se hacían a contrarreloj. Los reclamos de territorios en disputa habían llevado a ambos países a una carrera armamentística que por poco no terminó en un conflicto armado
Por Adrián Pignatelli || Infobae
Martín Rivadavia, un marino de 46 años ascendido a comodoro en octubre de 1896 y ministro de Marina en el segundo gobierno de Julio Argentino Roca, no se movía del puesto de mando del Acorazado General Belgrano, comprado a nuevo a Italia el año anterior. Llevaba un pasajero ilustre, al propio Presidente, que iba a reunirse con su par chileno, Federico Errázuriz.
El encuentro sería en Punta Arenas y el ministro tuvo una idea de la que se arrepintió cuando era demasiado tarde: en lugar de acceder a Chile por el Canal de Beagle y el Estrecho de Magallanes, le propuso a Roca hacerlo por los canales fueguinos, lo que representaba una navegación mucho más complicada y riesgosa, pero que sabía que sorprendería a los chilenos. Aclaró que él mismo respondería personalmente por la decisión tomada.
El Presidente aceptó gustoso y cuando llegaron a destino se enteró de que Rivadavia había sudado a mares y que guardaba una pistola con la que pensaba volarse la cabeza si se hundía el acorazado con el Presidente a bordo, en esos canales que no eran del todo conocidos.
Había asumido la primera magistratura el 12 de octubre de 1898. En la carrera hacia la Casa Rosada, asomaban dos candidatos potables: uno era él y otro Carlos Pellegrini. El general Bartolomé Mitre intentó cortar el avance de Roca a la presidencia al proponer una alianza entre radicales y nacionalistas. Pero Hipólito Yrigoyen la rechazó de plano. Él era el líder indiscutido desde el suicidio de su tío Leandro Alem el año anterior.
Lo que primó a la hora de ungir a Roca presidente fue la situación internacional, especialmente con nuestros vecinos los chilenos. Ese país venía de proclamarse triunfador en su guerra contra Perú y Bolivia y ese ambiente de un posible enfrentamiento por cuestiones limítrofes amenazaban la paz. Para algunos políticos, la guerra era un hecho, y quién mejor para conducirla que el único militar que nunca había sido derrotado. Así se afianzó la idea de su candidatura.
Ya no era un joven de 37 años, sino que a sus 55 años se había convertido, según lo describe Ibarguren, en una persona flexible, tolerante, reflexiva y observadora.
Fue elegido gracias al voto de 218 electores. Su vice era Norberto Quirno Costa, con experiencia en política exterior.
“Felizmente, nos hallamos en paz y concordia con todas las naciones del mundo”, señaló Roca. “Las últimas cuestiones de límites, que heredamos del coloniaje, marchan a su solución, por los medios y procedimientos que presenten los tratados internacionales. La cuestión de Chile, resuelta desde 1891, ha sido entregada al arbitraje y de acuerdo con el tratado de este año y el de 1893. Esperamos tranquilos el fallo del árbitro, confiados en que nada turbará nuestras relaciones internacionales y en que la terminación pacífica de este largo pleito que será una victoria de la razón y del buen sentido, influirá en las relaciones de los estados sudamericanos”.
Era consciente de la situación irresuelta con Chile. Unas de las cuestiones que se resolvería entonces sería la Puna de Atacama, un conflicto que se arrastraba desde el fin de la guerra del Pacífico, cuando Chile ocupó tierras que estaban en disputa entre Argentina y Bolivia. A partir de un laudo celebrado en Buenos Aires entre el 1 y el 9 de marzo de 1899, Argentina terminó quedándose con el ochenta por ciento y Chile con el veinte restante del sector en disputa.
De la mano de su ministro de guerra Pablo Riccheri modernizó el Ejército y adquirió armamento. También se creó el ministerio de Marina, a cuyo frente puso a Martín Rivadavia y compró barcos, en un vasto plan que incluyó la ley 4031 del servicio militar obligatorio.
El objetivo de Roca era mostrarse fuerte, en el ajedrez del cono sur, frente a Chile y a Brasil.
“Roca fue una figura central del proceso de consolidación del Estado nacional entre fines del siglo XIX e inicios del XX, y por aquellos años sus gobiernos tuvieron que enfrentar delicados conflictos con el Vaticano y con países limítrofes. También se retomaron antiguos reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas. Asimismo, se dio gran importancia a la organización y desarrollo de un cuerpo diplomático, enviado a diversas partes del mundo”, explican desde el Museo Roca.
Como los peritos de ambos países no lograban ponerse de acuerdo, Roca tomó el toro por las astas y decidió concretar un viejo anhelo, el de viajar al sur y cerrar él la cuestión.
No fue una decisión apresurada: daba el puntapié inicial de los presidentes argentinos que se involucraban personalmente en la solución de diferendos internacionales. Se la llamó la diplomacia presidencial, algo novedoso para la época. “Era consciente que la guerra había sido un impedimento en los procesos de modernización del Estado y de desarrollo económico”, se explica en un trabajo del citado museo. Sabía que su par chileno opinaba lo mismo.
Junto a su ministro de Marina y secretarios, el 20 de enero de 1899 partió en el ferrocarril del Sud hasta Bahía Blanca, donde abordó el acorazado Belgrano. Luego, el ministro de Relaciones Exteriores Amancio Alcorta lo alcanzó con el Transporte Chaco. Una comitiva de periodistas lo seguía en el crucero liviano Patria.
En Puerto Belgrano -entonces se llamaba Puerto Militar- visitó las obras que se estaban realizando. A Puerto Madryn llegaron con lluvia y fueron en ferrocarril hasta Trelew. De ahí se trasladó en carruaje a Rawson y Gaiman.
Nuevamente a bordo, continuaron el viaje bordeando la costa patagónica. En Río Gallegos se hospedó en la casa del gobernador del territorio de Santa Cruz, Matías Mackinlay Zapiola. Cuando los pobladores se enteraron se concentraron y Roca les habló desde el balcón, donde prometió la concreción de obras. Era la primera vez que un Presidente los visitaba. Esa casa se demolió pero se conservó el balcón.
Cuando navegaban hacia Ushuaia, quiso visitar la estancia Haberton, donde fue agasajado por la viuda del dueño. El Presidente aprovechó a conversar con los indígenas onas y yaganes que trabajaban allí.
Debía cumplir con la agenda. Para el 15 de febrero al mediodía el mandatario chileno lo esperaba en Punta Arenas, tramo que cumplieron siguiendo la ruta propuesta por el comodoro Rivadavia. Al anochecer del 14, la comitiva argentina fondeó en Puerto Hambre, donde se sumó la fragata Sarmiento, el buque escuela que había decidido modificar su itinerario para sumarse al viaje.
Los chilenos apostados en el muelle del puerto se sorprendieron al ver cerca de las dos de la tarde que la flota argentina aparecía por el sur y no por el este, el camino fácil y conocido. Junto al buque insignia O’Higgins, estaban los cruceros livianos Zenteno y Errázuriz y el transporte Argamos.
Apenas se avistó a los buques, en un día soleado en el que soplaba una brisa helada, fueron recibidos con interminables salvas de cañones. Había expectativa y ansiedad entre los funcionarios chilenos.
Errázurriz envió una embarcación con una comisión integrada por el general Vergara y el coronel Quintavalla para arreglar los detalles del ceremonial. El chileno ofrecía ir al buque argentino, pero Roca, vestido de civil y con banda presidencial -dejó a bordo su uniforme militar y medallas- se adelantó y abordó el O’Higgins, junto a sus ministros Alcorta y Rivadavia. Su par chileno estaba acompañado por sus ministros de Relaciones Exteriores, Guerra y Marina, Justicia e Instrucción Pública y por el director de la Armada, Jorge Montt, ex presidente.
Se saludó con Errázuriz con un apretón de manos, no con un abrazo. Igualmente pasó a la historia como “El abrazo del Estrecho”. La banda militar de la marina chilena ejecutó los himnos.
Luego, el chileno abordó el Belgrano y repitieron los saludos.
Hubo una reunión importante entre ellos al día siguiente, por la noche, en la que organizó un banquete. Se imprimió el menú, escrito en francés y con platos que aludían a la jornada, como “pigeons aux a vocats, a la Belgrano” y “soufflé de volaille, a la O’Higgins”. Una orquesta ejecutó diversas piezas musicales a lo largo de la velada.
A la hora de los brindis, el mandatario transandino expresó que “la paz, siempre benéfica, es fecunda entre naciones vecinas y hermanas, armoniza sus intereses materiales y políticos, estimula su progreso, da vigor a sus esfuerzos, hace más íntimos sus vínculos sociales y contribuye a la solución amistosa de sus dificultades y conflictos. La paz es un don de la Divina Providencia”.
Por su parte, Roca dijo que “la paz, como medio y como fin de civilización y engrandecimiento es, en verdad, un don de la Divina Providencia, pero es también un supremo deber moral y práctico para las naciones que tenemos el deber de gobernar. Pienso, pues, como el señor presidente de Chile y confundo mis sentimientos y mis deseos con los suyos, como se confunden en estos momentos las notas de nuestros himnos, las salvas de nuestros cañones y las aspiraciones de nuestras almas”.
Acordaron dirimir las disputas de límites por el camino diplomático. Tres años después se firmarían los Pactos de Mayo, donde ambos países renunciaban a reclamos de expansiones territoriales, que alejaron el fantasma de la guerra. Errázuriz falleció en julio de 1901 en el ejercicio de su cargo, y su sucesor Germán Riesco continuó con la misma política.
Roca permaneció tres días en Punta Arenas. El 22 de febrero ya estaba de regreso en Buenos Aires.
Ese mismo año viajó a Uruguay y Brasil. A este último país lo hizo acompañado, entre otros, por los generales Nicolás Levalle, José Garmendia y Luis María Campos, veteranos de la Guerra de la Triple Alianza.
El objetivo principal del viaje fue el encuentro con el presidente brasileño Campos Salles, con quien estableció muy buenas relaciones y le sirvió a Roca para estrechar lazos y mantener el equilibrio en la región.
Algo ducho en la materia debía ser, ya que cuando ya no era más presidente, le encomendaron dos misiones diplomáticas al Brasil, a fin de aquietar tensiones derivadas de la carrera armamentística y de ocupación de territorios. La última la cumplió en 1912, dos años antes de su muerte.
Pasaron 124 años del aquel histórico encuentro entre Roca y Errázuriz, donde el sentido común solo estuvo ausente en el comodoro Martín Rivadavia, que sorprendió a propios y a extraños con sus dotes de navegante y experto conocedor de los peligrosos canales fueguinos. Todo lo vale para evitar una guerra.
Fuentes: Museo Roca – Instituto de Investigaciones Históricas; Félix Luna – Soy Roca; Carlos Ibarguren – La historia que he vivido; diario El Mercurio; revista Caras y Caretas
domingo, 20 de noviembre de 2016
Historia argentina: El Abrazo del Estrecho (1899)
Existen divergencias de interpretación respecto de quién partió la iniciativa de la entrevista entre ambos presidentes. Para algunos autores se debió a Roca, partidario de eliminar el largo diferendo bilateral a través del diálogo directo. Para otros, en cambio, la idea partió de Francisco P. Moreno, y fue acogida favorablemente por Roca. Sin embargo, para El Diario, de Buenos Aires, la iniciativa surgió de Chile, por su deseo de convenir entre ambos países "el condominio político internacional con proyecciones geográficas". Por su parte, La Nación, en su editorial del 18 de enero de 1899, sugirió que no sería ajena al encuentro de los presidentes la larga visita realizada a Roca, el día anterior, por el nuevo ministro de Chile en Buenos Aires, Du Putron, en un momento en que una violenta revolución en Bolivia y la posibilidad de una intervención chilena en el Altiplano impulsaban a la diplomacia chilena a buscar una conciliación con la Argentina, y así cerrar -o al menos postergar- un frente de conflicto para las autoridades de Santiago. En esta misma línea de razonamiento, La Prensa sostuvo que la entrevista tenía por objeto realizar la aspiración de Chile de que la República Argentina la dejara en completa libertad de acción para resolver a su manera sus problemas con Perú y Bolivia, aún sin definición después de la guerra sostenida con ambas naciones en 1879 y en la que resultara victoriosa.
Canciller chileno Juan José Latorre
El "Abrazo del Estrecho" fue un simple apretón de manos -ni Roca ni Errazuriz Echaurren querían la guerra. Errázuriz tuvo que deshacerse de su ministro de relaciones exteriores, Juan José Latorre, quien después hizo flotar una versión de que habia entregado un ultimátum al ministro argentino en Santiago en septiembre de 1898 -ultimátum que solo existió en la febril imaginación de su secretario, Phillips. El ministro chileno en Buenos Aires, Carlos Walker Martínez enviaba telegramas a Santiago con falsos reportes sobre la falta de preparación argentina, según él la ARA estaba por incorporar un buque lde 8.000-10.000 toneladas llamado "Juan de Austria", cuando el único buque de ese tipo existente era un crucero cañonero español que había sido hundido en la bahia de Manila en Julio de ese año por el escuadrón del Almirante Dewey.
Carlos Walker Martinez
Walker Martinez urgía a su gobierno a "declarar la guerra antes de que llegaran los nuevos barcos para la ARA, y atacar cuando la cordillera nevada aún nos protegía". Errázuriz desestimó los informes de su ministro. Despechado, Walker Martinez renunció, pasando a la oposición y desde su banco en el congreso de Chile continuó importunando al gobierno chileno denunciando invasiones de territorio chileno por tropas argentinas... lo que resultó ser un mero episodio policial pues se trataba de 5-7 soldados persiguiendo a cuatreros chilenos... Roca zarpo de Puerto Militar en Febrero de 1899, visitando a varios puertos patagónicos antes de llegar al estrecho. El ARA Belgrano, que conducia a Roca, y al Ministro de Guerra Gral. Luis Maria Campos, y al Ministro de Marina, Comodoro Martín Rivadavia. Acompañaban al ARA Belgrano el crucero-torpedero ARA Patria, en transporte ARA Villarino y la fragata ARA Sarmiento. En Punta Arenas se encontrarían con el crucero protegido "O Higgins" que llevaba al presidente de Chile, el crucero protegido "Ministro Zenteno" y el transporte "Angamos". Se hallaba asimismo en Punta Arenas el crucero protegido "Presidente Errázuriz", buque estacionado en esas aguas. El ARA Villarino llegó a Punta Arenas el 15 de Febrero anunciando a las autoridades chilenas que la escuadra argentina llegaría a las 12.00 horas del día. Mientras los binoculares de oficiales y civiles chilenos escudriñaban las aguas en dirección al Atlántico, y aquí cito a un historiador chileno:
"Pero en vano: fue por el Sur donde aparecieron los blancos perfiles de las naves de guerra del país vecino... El viaje desde Ushuaia lo había realizado la división naval por los canales fueguinos, ruta hasta entonces poco conocida y nunca recorrida por barcos de calado, haciendo en ello gala significativa de pericia profesional." (1) |
El timonel del crucero acorazado ARA Belgrano, al llegar al Estrecho era nada menos que el Comodoro Martin Rivadavia, uno de muchos oficiales, que cuando eran cadetes se habían formado en la ruda escuela de la "Escuadrilla de Cutters", meras cascaras de nuez a vela de 40-75 toneladas de desplazamiento en mares donde, en invierno, las olas llegan a sobrepasar los 15 metros de altura.
Más allá de la discusión sobre el origen de la entrevista entre los presidentes argentino y chileno, lo cierto fue que durante la segunda administración de Roca se puso de manifiesto la voluntad de acercamiento con el gobierno de Chile. Claras demostraciones de esto fueron las decisiones de apelar al arbitraje de la reina británica, para resolver una parte de la cuestión limítrofe, y de aceptar el laudo Buchanan, sobre la Puna de Atacama.
Abordaje del buque chileno O'Higgins por parte del Gral Roca
El "Abrazo del Estrecho"
Presidente Federico Errázuriz (Chile)
Presidente Julio Argentino Roca (Argentina)
Fuentes
Brunner
(1) Braun Menéndez, Armando , Pequeña Historia Magallánica (Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires,, Santiago de Chile, pag.177
Historia de las Relaciones Exteriores de Argentina