Mostrando entradas con la etiqueta sacrificio humano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sacrificio humano. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de junio de 2018

Pueblos originarios: La masacre de niños en Perú

Descubren en Perú los restos del mayor sacrificio de niños del mundo

En la ciudad de Chan Chan, los investigadores han encontrado restos de 140 niños y 200 llamas de hace 550 años, según National Geographic


Restos de la fosa común de niños de Perú. (Gabriel Prieto / AP)

REDACCIÓN/AGENCIAS, Barcelona
La Vanguardia


Chan Chan (Perú), es la ciudad de barro más grande del continente y durante años se ha conocido como el territorio que vio nacer una de las primeras civilizaciones de América Latina, los Chimbú. Sin embargo, ahora la urbe pasará a ser recordada por ser el lugar en el que se cometió el mayor sacrificio de niños de la América precolombina.

La revista National Geographic anunció este viernes en exclusiva, que un grupo de investigadores había descubierto en el territorio una hecatombe sin precedentes. Según explica la publicación, los arqueólogos descubrieron en la costa norte del Perú los restos óseos de 140 niños, que acompañados de 200 llama s murieron de manera simultánea hace 550 años.

La existencia de sacrificios humanos en las civilizaciones precolombinas es un hecho que se ha acreditado en diversas ocasiones gracias a las momias encontradas en los Andes. Sin embargo, según apuntan los investigadores, nunca se había dado a conocer un sacrificio de esta magnitud, que lleva oculto siglos cerca de la turística ciudad de Trujillo.



"Es complicado saber si pasó el mismo día, pero sí en el transcurso de una semana o unos pocos días", explica en la publicación el arqueólogo de la Universidad Nacional de Trujillo Gabriel Prieto, artífice del descubrimiento junto a John Verano, de la Universidad de Nueva Orleans (Estados Unidos) que iniciaron la expedición en 2011.

Según se recoge en la revista, los exámenes practicados a los restos óseos determinaron que en la hecatombe murieron a partes iguales niños y niñas de edades que oscilan entre los 6 y 15 años, aunque la mayoría tenía entre 8 y 12 años, mientras que las llamas también eran ejemplares jóvenes, de entre 6 y 9 meses.

Ante los motivos que llevaron a cometer semejante sacrificio, Prieto apunta a uqe podría tratarse posiblemente de una "respuesta desesperada" de los gobernantes Chimú frente a una inundación o riada causada por las lluvias torrenciales del fenómeno climatológico de El Niño, un evento periódico que el año pasado causó en la misma región cerca de 80.000 damnificados.


Restos óseos encontrados enla fosa común de niños de Perú (Gabriel Prieto / AP)

En este sentido y a pesar de la inexistencia de escritos de esa civilización, los investigadores sostienen que la muerte de esos niños sería una ofrenda para "aplacar la ira de los dioses" y acabar así con las lluvias que podrían haber puesto en peligro el mayor exponente arquitectónico de los Chimú.

"Ellos ofrecieron lo más importante que tenían. Por un lado, sus niños, y por otro, las llamas, el único animal de carga de la zona andina que además era un elemento importante en la dieta, ya que su carne era lo más consumido por los Chimú", explica Prieto. El sacrificio consistió en hacer un corte horizontal en el pecho que partiera el esternón por la mitad para, posiblemente, romperles la caja torácica y así quizás extraerles el corazón, "aunque eso es muy difícil de demostrar", aclaró el arqueólogo.

domingo, 17 de junio de 2018

Aztecas: La gran sequía de 1454 y el genocidio que le siguió

Cuando la gente “se uno-aconejó” 

La gran sequía de 1454 en la Cuenca de México

Leonardo López Luján | Arqueología Mexicana




Las acciones desesperadas de los seres humanos ante los efectos devastadores de la naturaleza quedan en ocasiones registradas en los contextos arqueológicos. Un depósito ritual excavado en las ruinas del recinto sagrado de Tenochtitlan nos remite a un holocausto que se realizó a mediados del siglo XV para aplacar la furia de los dioses de la lluvia. El análisis de dicho contexto a la luz de los datos de la arqueología, la antropología física, la historia y la meteorología nos ayuda a dilucidar con inusual detalle cómo y por qué se realizó esta ceremonia sangrienta.

Un descubrimiento excepcional

En el verano de 1980, a escasos días de mi ingreso al Proyecto Templo Mayor en la Ciudad de México, el profesor Eduardo Matos Moctezuma me encomendó explorar un área que hasta hacía poco había sido ocupada por un edificio moderno de cinco niveles. Bajo sus cimientos de concreto, según consta en mi diario de campo, comenzaban a emerger vestigios de la época colonial, entre ellos el fuste de una columna, el estribo de una silla de montar, una pulserita de perlas y abundante cerámica vidriada. También se adivinaban, a escaso metro y medio del nivel de la calle de Argentina, los maltrechos muros de una caja cuadrangular de piedra, los cuales pronto nos revelaron que encerraban un espectacular depósito ritual de tiempos mexicas.

 Al confirmar su presencia el 28 de julio, lo bautizamos con el poco romántico nombre de “Ofrenda 48” e integramos un equipo de trabajo con el experimentado oficial Maximiliano Acevedo, el jovial restaurador Ezequiel Pérez, el joven fotógrafo Salvador Guilliem y el autor de estas líneas. Por instrucciones expresas del profesor Matos, seríamos supervisados por el pasante de arqueología Francisco Hinojosa y por el pasante de antropología física Juan Alberto Román, quienes fijarían las estrategias de excavación y registro de la información. A partir de ese momento y hasta el 7 de enero del siguiente año en que extrajimos el último objeto de la caja, nuestras actividades fueron tan intensas como apasionantes.

La arqueología

 La Ofrenda 48 se localizaba en el sector noroeste del Templo Mayor de Tenochtitlan, es decir, dentro de la mitad de la pirámide consagrada al culto de Tláloc y sus asistentes, los diminutos tlaloque (López Luján, 1982, 1993). Estaba contenida en una caja de sillares, cuyos muros fueron levantados de manera improvisada sobre un pequeño altar de la etapa IVa, la cual se remonta al reinado de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469 d.C.). El espacio interno de este amplio receptáculo cuadrangular estaba estucado y medía 170 cm de norte a sur, 111 cm de este a oeste y al menos 54 cm de profundidad. Por desgracia, tanto la caja como buena parte de su contenido más superficial habían sido severamente alterados por los fundamentos de un inmueble del virreinato.

Tomando como base de análisis nuestros informes de campo es posible reconstruir de principio a fin los pasos seguidos a mediados del siglo XV en el ritual que dio origen a la Ofrenda 48. Puede decirse de manera sucinta que los oficiantes de la ceremonia comenzaron la oblación depositando en el fondo de la caja una capa homogénea de arena gris oscura de origen marino. A continuación, acomodaron sobre ella varios cadáveres de niños, la mayoría en decúbito dorsal flexionado, es decir, recostados boca arriba y con las extremidades contraídas. Debieron de haberlos sepultado con ricos atavíos, pues algunos de los esqueletos que exhumamos aún conservaban sus collares elaborados con diminutos chalchihuites, en tanto que otros dos lucían sobre el pecho discos de madera –de 27 y 32 cm de diámetro, respectivamente– recubiertos con mosaico de cerúlea turquesa. Resulta interesante que cinco esqueletos tuvieran todavía una cuenta de piedra verde en el interior de la cavidad bucal.

 Como parte de un tercer nivel, los oficiantes dispusieron muchos más cadáveres infantiles, aunque en esta ocasión salpicados con pigmento azul, y mancharon del mismo color las esquinas noroeste, suroeste y sureste del depósito ritual. Por encima de estos cuerpos inertes, distribuyeron después varias calabazas –en el norte, el centro y el sur de la caja–, así como caracolitos marinos, una concha tallada en forma de flor, pequeñas aves, una navajilla de obsidiana y copal. Finalmente, en lo que parece haber sido la capa más elevada de la ofrenda, colocaron al menos 11 esculturas de tezontle policromado de unos 30 cm de altura, las cuales imitan jarras con el rostro de Tláloc. De manera significativa, las recostaron deliberadamente sobre uno de sus flancos, orientándolas en sentido este-oeste. Entreverados con las esculturas recuperamos ahí numerosos huesos humanos rotos y sin relación anatómica, pedacería de estuco –quizá de la tapadera original de la caja– y muchos fragmentos de alfarería española y novohispana.

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris Nanterre y director del Proyecto Templo Mayor, INAH.

López Luján, Leonardo, “Cuando la gente ‘se uno-aconejó’ La gran sequía de 1454 en la Cuenca de México”, Arqueología Mexicana núm. 149, pp. 36-45.




Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:

http://raices.com.mx/tienda/revistas-desastres-en-mexico-AM149

viernes, 24 de noviembre de 2017

Restos de españoles sacrificados por Aztecas


Restos de un esqueleto de filiación étnica europea, estaba en posición anatómica y había sido desmembrado pos mortem para obtener los llamados “huesos trofeo”, muy apreciados por los guerreros. La osamenta estaba acompañada de una pequeña jarra cerámica de la fase Azteca IV. Foto: Enrique Martínez Vargas



Sacrificio de españoles capturados en Zultépec, Tlaxcala

Plataforma del Grupo Habitacional E. Zultépec-Tecoaque, Tlaxcala. Foto: Enrique Martínez Vargas




Zultépec-Tecoaque se localiza en la región occidental del estado de Tlaxcala, en el municipio de Calpulalpan. En 1520 el asentamiento fue escenario de uno de los episodios relevantes del contacto entre europeos e indígenas acolhuas al inicio de la conquista de México cuando capturaron a una caravana de españoles y sus aliados locales. Algunos detalles en relación con los acontecimientos aparecen en algunas de las fuentes históricas del siglo XVI (Cartas de Relación de Hernán Cortes, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, entre otras).

En la zona habitacional de Zultépec-Tecoaque, que se localiza hacia el oeste, norte y sur del centro ceremonial, es posible observar modificaciones realizadas en el último momento constructivo del asentamiento (1520-1521 d.C.) para resguardar a los cautivos y controlar la circulación y contacto de los capturados con la mayor parte de la población.


Izquierda: En algunos rellenos de plataformas se han localizado grandes concentraciones de materiales arqueológicos asociados al último momento en que el asentamiento estuvo poblado. Generalmente, fueron fragmentos de vasijas de carácter ceremonial de origen prehispánico (fase cerámica Azteca IV) mezclados con fragmentos de cerámica europea. Derecha: En la plataforma del Grupo Habitacional E se encontraron los fragmentos de una olivera con asas. Fotos: Enrique Martínez Vargas

Durante las exploraciones en el Grupo Habitacional Sur, en el aposento ubicado en la esquina noreste se localizaron en contacto con el piso restos de un esqueleto de sexo femenino con características que permitieron establecer su filiación europea. El análisis antropofísico y espacial de los restos óseos permitió establecer que estaba colocado en posición anatómica y en proceso de desmembramiento pos mortem; se observa la falta de algunos de los huesos largos inferiores: pelvis y fémur, del lado izquierdo; y la ausencia de parte de los superiores: húmero, cúbito y radio, del lado derecho, además de ambas manos. Ello permite suponer que después del sacrificio, el cuerpo fue llevado al aposento, el cual era adecuado para la manipulación cultural pos mortem de los cadáveres, de manera especial para la extracción de huesos largos, posiblemente para la obtención de los llamados “huesos trofeo” apreciados por los guerreros. La osamenta estaba acompañada de una pequeña jarra de cerámica de la fase Azteca IV, en cuyo interior se localizaron restos de una rata de campo cocida.

Tomado de Enrique Martínez Vargas, “La historia no escrita de Zultépec Tecoaque, Tlaxcala”, Arqueología Mexicana, núm. 139, pp. 54-59.

Arqueología Mexicana