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domingo, 30 de junio de 2024

Argentina: El aquilombado historial del Boeing 737 LV-JNE de Aerolíneas Argentinas


Aviones con historia: la dura vida del 737 LV-JNE de Aerolíneas Argentinas

Raul Viorel Moga




Hay aviones que «tienen suerte», pues son entregados a una aerolínea tras salir de la planta de montaje y pasan toda su vida útil volando para dicha aerolínea, sin sobresaltos y sin periplos. Pero, el 737 protagonista de nuestra historia no tuvo esa suerte.




El sexto 737 de Aerolíneas Argentinas


O el séptimo, según se mire. La aerolínea de bandera argentina recibió el 24 de enero de 1970 un Boeing 737-200 alquilado de Britannia Airways, probablemente para preparar la llegada de sus propios aviones. Esta unidad, registrada como G-AVRL estuvo volando en Argentina apenas tres meses, pues el 28 de abril fue devuelto a su dueño.


Pero si, el LV-JNE fue el sexto 737-200 recibido directamente por Aerolíneas Argentinas el 2 de octubre de 1970 y también fue el último avión recibido ese año, dado que el siguiente no llegaría hasta el 8 de octubre de 1971. Además, fue el segundo combi de la compañía, es decir, podía llevar tanto carga como pasajeros.

Al incorporarse a la flota de la aerolínea, recibió el nombre de «Ciudad de Trelew», dado que la compañía decidió nombrar a sus primeros 737 con nombres de ciudades de Argentina.

Primer susto: 1973

Cuando apenas había cumplido tres años en la flota de la compañía, nuestro 737 protagonista sufrió un primer susto: fue secuestrado en pleno vuelo.

El avión partió el 20 de octubre de 1973 del aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires con destino al aeropuerto de Salta, en el noroeste del país. A bordo se encontraban en ese momento 49 pasajeros y 7 miembros de la tripulación. En pleno vuelo, 4 pasajeros de origen uruguayo secuestraron el avión, obligándolo a tomar tierra en el aeropuerto de Tucumán, un poco más al sur de Salta.

Los secuestradores exigieron que el avión fuera repostado con la intención de volar a Lima, en Perú, desde donde volverían a repostar para llegar a Cuba. Sin embargo, las autoridades negaron el repostaje al avión y los secuestradores obligaron a la tripulación a volver a despegar.

Poco después, el avión tomó tierra en el aeropuerto de Yacuiba, una ciudad boliviana que literalmente está en la frontera con Argentina. El avión permaneció en tierra durante 4 días, un tiempo durante el cual los secuestradores fueron liberando rehenes hasta un total de 38 personas de las (sin contarlos a ellos) 53 que se encontraban a bordo del avión. Finalmente el 24 de octubre se rindieron cuando se les prometió que podrían abandonar el país.


Y nuestro 737 protagonista volvió al servicio comercial.


Segundo susto: 1975

La mala suerte se volvió a cernir sobre nuestro protagonista con otro secuestro en pleno vuelo. Esta vez, el 737 estaba realizando el vuelo 706 de Aerolíneas Argentinas el 5 de octubre de 1975. Se trataba de un vuelo regular entre las ciudades de Buenos Aires y Camba Punta pero, en medio del vuelo, un comando de la guerrilla peronista Montoneros secuestró el avión, desviándolo al aeropuerto de El Pucú.

Una vez en tierra, desalojaron a los 102 pasajeros que se encontraban a bordo del avión, pero mantuvieron cautiva a la tripulación con la intención de volar a Brasil. Antes de dirigirse a Brasil, los secuestradores desviaron el avión a Formosa para permitir el embarque de otro grupo guerrillero. Sin embargo, el avión no tuvo suficiente combustible a bordo, por lo que acabó aterrizando en un campo de cultivo cerca de la localidad de Rafaela, en la provincia de Santa Fe.


  Foto del Boeing 737-200 de Aerolíneas Argentinas LV-JNE despegando desde el campo de cultivo.


Los secuestradores consiguieron escapar, pero el avión se quedó en un terreno empantanado. El Batallón de Ingenieros de Construcciones de Santo Tomé construyó una pista con planchas metálicas de 600m de largo y 30 de ancho. El avión se aligeró lo máximo posible y los pilotos de Aerolíneas Argentinas consiguieron sacarlo en vuelo el 22 de octubre, 17 días después del secuestro. Sobre este hecho os hemos hablado en este otro artículo.

Y nuestro 737 protagonista volvió al servicio comercial (tras una revisión).

Tercer susto: 1978

Cuando todavía no se habían olvidado los dos primeros secuestros, nuestro 737 sufrió otro susto, esta vez más serio. El avión estaba realizando el vuelo AR665 entre Bahía Blanca y el aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires. Todo transcurrió de forma normal hasta la aproximación.

Cuando el avión se encontraba a pocas millas de aterrizar, comenzó a sonar a bordo la alarma de tren de aterrizaje no bajado. La tripulación decidió apagar dicha alarma para que dejase de sonar y tomaron tierra. Pero, si la alarma suena es por algo y en este caso era porque efectivamente el tren no estaba abajo, por lo que el 737 acabó tomando tierra sin el tren de aterrizaje.

A bordo se encontraban 99 pasajeros y 6 miembros de la tripulación, resultando heridos leves 6 pasajeros, aunque un pasajero falleció poco después por un paro cardíaco. Se achaca al estrés sufrido en este suceso.

Después de una larga reparación, nuestro 737 protagonista volvió al servicio comercial, una vez más.


Cuarto susto: el definitivo, 1992.

En 1992 nuestro protagonista sufrió un accidente que lo dejaría fuera de servicio, con un final que no merecía. El 20 de noviembre estaba operando el vuelo AR8525 entre San Luis y el aeropuerto Jorge Newbery. A bordo se encontraban 107 pasajeros y 6 miembros de la tripulación.

La historia, sin embargo, comienza al final del vuelo AR8524 entre Buenos Aires y San Luis con escala en Córdoba. El avión había completado el vuelo entre Córdoba y San Luis de forma normal, pero el aterrizaje en este último aeropuerto fue demasiado duro, por lo que la tripulación pidió revisar el tren del aterrizaje.


Un video grabado poco antes del accidente:



Estando todo normal, el avión se dispuso a despegar de vuelta a Buenos Aires. El avión rodó a la pista 18 para despegar, pero durante la carrera de despegue los neumáticos del tren principal derecho sufrieron problemas: el número 4 explotó y el número 3 perdió presión (había sufrido daños en el aterrizaje y comenzó a rajarse).

El avión comenzó a desviarse hacia la derecha cuando ya había superado V1, pero los pilotos decidieron abortar el despegue aplicando la máxima potencia de frenado, lo cual no fue suficiente pues el avión acabó saliéndose de la pista. Se detuvo a 125m del umbral de la pista y se procedió a evacuar a los pasajeros.

En este punto, hay algo de confusión puesto que algunas versiones aseguran que los bomberos utilizaron al menos uno de los camiones para llevar a los pasajeros a la terminal. Otros aseguran que el camión no tenía espuma y que luego se quedó sin agua. Sea como fuere, unos minutos después de la salida de pista, la aeronave comenzó a arder por el ala derecha, siendo declarado el avión como destruido sin reparación posible.

  Aerolíneas Argentinas mantuvo al 737-200 en servicio hasta el año 2009, casi 4 décadas después de haber introducido el modelo. Foto: Patrick Mutzenberg.


No hubo heridos de consideración, pero nuestro protagonista quedó destruido tras cumplir 22 años de servicio con la compañía argentina, después de varias incidencias que la mayoría de los aviones de pasajeros, por suerte, no tienen que afrontar.

Aerolíneas Argentinas retiró de servicio el último de sus 51 Boeing 737-200 en el año 2009, tras casi 4 décadas en servicio con la compañía. Pero, sin duda, «El Mufa» como fue apodado, ha quedado en la memoria colectiva por los incidentes en los que se vio envuelto y, sobre todo, por la hazaña de despegar de un campo de cultivo hace ya muchos años.

domingo, 12 de mayo de 2024

Guerra Antisubversiva: Terrorista erpiano pide volver al país porque en Cuba se está muriendo

Hace 50 años secuestró un avión de Aerolíneas Argentinas, hoy está enfermo en Cuba y su hijo pide que regrese al país

El 4 de julio de 1973, Basilio José Mazor subió al vuelo 558 de Aerolíneas Argentinas y lo desvió a La Habana mientras decía que era parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Qué sucedió a bordo. La vida después de ser un pirata aéreo. La palabra de sus hijos. Su triste presente en un pueblo del interior cubano. La historia del secuestro aéreo más olvidado de la Argentina




La única imagen que tomó el reportero gráfico Rodolfo Lo Bianco donde se puede observar el rostro de Mazor durante el secuestro

El 4 de julio de 1973, cuando tenía 24 años, Basilio José Mazor, solito él con su escopeta de dos caños recortados calibre 16, una canana cruzando al pecho y un poncho con motivos incaicos, secuestró el Boeing 737 matrícula LV-JTO de Aerolíneas Argentinas que cubriría el trayecto entre Buenos Aires y Jujuy. Hoy, 50 años después, Mazor se encuentra postrado en una cama de su casa de la localidad de Artemisa, Cuba, a 66 kilómetros al oeste y una hora de auto de La Habana, el lugar donde el 5 de julio de aquel año culminó la odisea de 19 horas que les hizo vivir a los 74 pasajeros (entre los que había un niño de 5 años y 4 bebés) y los 6 tripulantes del vuelo 588. Hace tres meses, el viejo pirata aéreo resultó víctima de dos infartos cerebrales que le afectaron el plexo braquial derecho, los nervios que van desde el cuello hasta el brazo. No puede hablar con fluidez y casi ni moverse sin ayuda.

El secuestro del avión que protagonizó hace 50 años es el más olvidado de los que se produjeron en la década del ‘70 en Argentina.

1970, Esquel

Según relatan sus hijos, Basilio José Mazor nació el 8 de junio de 1949 en Pergamino. Vivía en la calle San Nicolás 369, la peatonal de esa localidad bonaerense. En 1970 lo hacía con sus padres y tres hermanos. Debajo de la vivienda estaba el negocio familiar. Cuatro años antes de secuestrar al Boeing de Aerolíneas, viajó a Esquel para incorporarse al servicio militar en el Regimiento 3 de Infantería de Montaña Coraceros General Pacheco. Con él coincidieron varios pergaminenses, como Julio Saladino, Angel Lanza, Marcos Carrizo y Martín Palacios. También ingresó Miguel Angel Ortíz, de la localidad cercana de Capitán Sarmiento, que lo recuerda bien: “Armamos un grupo con dos cordobeses y el resto eran de Pergamino. Y ahí estaba ‘Pirincho’ Mazor, o ‘El Ruso’, como le decíamos. ¿Cómo era? ¡Un tiro al aire!. Al poco tiempo de entrar me dijo ‘Mirá Miguel, yo no puedo estar corriendo. Me voy a hacer pasar por enfermo, porque de chico tuve Mal de los Rastrojos… Así que se puso papel secante en las axilas y en la ingle, cuando corría levantaba fiebre a lo loco. Hasta que logró que lo llevaran a trabajar a la enfermería…”.

No es la única anécdota que guarda Miguel Angel: “nos encontramos cuando me iba de licencia en una estación de servicio. Casi llorando me dijo que su madre estaba muy mal. E iba a ver si le daban permiso para viajar en avión a Pergamino. Me pidió por favor que le entregara una carta a su hermana, porque la madre, dijo, debía estar internada. Llegué a Sarmiento y al día siguiente, temprano, fui a Pergamino. Llegué a la casa y salió una chiquita que resultó ser la hermana. Le dije que llevaba una carta para su madre, y la llamó, y apareció una señora gorda, que le sobraba salud por todos lados… Después me enteré que lo habían autorizado a regresar, y en avión, para asistir a su madre”.

El secuestrador Basilio José Mazor, con la escopeta, en la cabina del capitán Dursi. Foto de Rodolfo Lo Bianco

Luego lo perdió de vista, porque “lo mandaron a Copahue, más al norte, como panadero. Pero antes me dijo ‘de mí se van a acordar mucho’. Cuando terminó la colimba, un mediodía llegué a casa después de trabajar y dijeron que me había dejado saludos un tal Basilio, que iba en moto con una chica y tenía puesto un poncho… Mucho después me enteré lo que había hecho. Era un tipo rápido, con mucha chispa, capaz de decir que había viajado a la Luna, pero no recuerdo que tuviera ideas políticas”.

Es probable que la chica que lo acompañaba en la moto fuera Mirian del Carmen Barbera. Con ella, el 24 de marzo de 1972 fueron padres de un niño al que bautizaron como el abuelo, Basilio. En el acta de nacimiento, la 317, firmada por la jueza Elda Luján Zurita, se indica que Basilio José tiene el documento nro. 7.683.226. Pero que Mirian del Carmen “no posee” identificación.

Ese hijo hoy tiene 51 años y vive en Villa Allende, Córdoba. Se mudó a esa provincia junto a su abuela y su tía luego que su padre consumara el secuestro del avión. Poco después -ya contará los detalles-, su madre, que había permanecido en Pergamino, se esfumó. Toda su vida, el joven intentó localizarla. La volvió a ver sólo una vez más. Hace poco se enteró que Mirian murió en la ciudad de Santa Fe. O eso cree.

El acta de nacimiento de Basilio Mazor hijo, en Pergamino

De Pergamino a Cuba

Un día antes de secuestrar el avión, Mazor, por entonces empleado municipal de Pergamino, cuyo legajo era el 658 y cobraba 1.032 pesos por mes (alrededor de 360 mil pesos actuales), gastó 597 -más de la mitad de su sueldo- en la agencia local de Aerolíneas Argentinas para adquirir el pasaje: el ticket llevaba el número 044.113.989300.

Por un guiño del azar, en el mismo avión viajaban dos periodistas de la revista Siete Días, de la desaparecida Editorial Abril: el redactor Roberto Vacca y el reportero gráfico Rodolfo Lo Bianco. Ambos volaban hacia Jujuy para reflejar un drama recurrente de nuestro país: esa provincia tenía el índice más alto de mortalidad infantil. Pero lo que registraron fue una historia fabulosa, se convirtieron en testigos de cada minuto del secuestro del vuelo 558 de Aerolíneas Argentinas, desde el preembarque en la puerta 2 del espigón de cabotaje del Aeropuerto Internacional de Ezeiza hasta la llegada a La Habana. Fue uno de los pocos actos de piratería aérea que se contaron desde las entrañas del suceso. El relato, que apareció en la edición 322 del 16 de julio de 1973, es una joya periodística. El testimonio del valor de dos profesionales que pusieron su oficio por encima del temor que la incierta situación imponía.

Lo primero que refleja Vacca es su extrañeza por la vestimenta de ese hombre que describió “delgado, morocho y de cutis suave”: pantalón negro, zapatillas blancas y poncho marrón con motivos incaicos. Y el creciente nerviosismo que mostraba, que otro pasajero creyó, equivocadamente, producto de ser ése “su bautismo aéreo”. La primera interacción entre secuestrador y periodista fue allí, cuando Mazor le preguntó la hora: “11.40″. Minutos después, todos estaban sentados en sus respectivos asientos. Por supuesto, en 1973 a los pasajeros no se los sometía a la lupa del escáner ni a ningún otro tipo de revisión más que la de presentar el ticket.

A las 12.45, el avión se ubicó en la cabecera de la pista. En esa época, las azafatas controlaban que los pasajeros apagaran sus cigarrillos para el despegue. El segundo comisario de a bordo, Carlos Alberto Intieri, explicó a través de los parlantes que la primera escala se haría en San Miguel de Tucumán. Una hora y media de vuelo. Y mientras las azafatas instruían al pasaje en el uso de las mascarillas, el nudo del drama se desató.

El diario Clarin reflejó el secuestro en su tapa del 5 de julio de 1973

Mazor ni siquiera esperó a que el avión estuviera en el aire. Se levantó desde el asiento B de la fila 9 que indicaba su ticket y caminó hasta la cabina de la aeronave, donde se aprestaban para el despegue el comandante Edgardo Drusi y su copiloto, Ricardo Raimondi. Se levantó el poncho y exhibió la escopeta en forma amenazante mientras anunciaba el secuestro: “Soy del Ejército Revolucionario del Pueblo. Vamos a ir primero a Córdoba, donde habrá una evacuación, y luego nos dirigiremos a Chile y después a Cuba”.

La primera orden que emitió Mazor fue que la azafata Ana Nilsson desocupara las dos primeras filas de asientos. Para calmar al resto de los pasajeros, dejó que las auxiliares hablaran con quienes estaban más atemorizados y sirvieran (¡qué época para volar!) whisky y bandejas con comida. Media hora después, el secuestrador le pidió a la otra azafata, Ángela Prina, que lo ayudara a quitarse el poncho. Así, dejó ver las cananas cruzadas con cartuchos de escopeta que llevaba debajo. Luego buscó una boina blanca que tenía una estrella roja de plástico y se la colocó. También dejó caer un anuncio tenebroso: “En un bolso que viaja dentro de la bodega hay una bomba plástica. Estallará cuando yo quiera”.

Las primeras palabras que cruzaron el periodista y el pirata aéreo fueron de queja. El solitario Mazor habló en plural: “Nos vendieron gato por liebre. Yo quería subir a un Boeing intercontinental, de gran escala. Ahora nos veremos obligados a dar saltos de canguro, de país en país”, le dijo Mazor. Y luego, sí, hizo explícita su demanda: “Que Aerolíneas Argentinas entregue 100 mil dólares al Hospital de Niños y otros 100 mil a la Comisión de Lucha contra el Mal de los Rastrojos. Lo hago sólo para demostrar que puedo hacerlo. El señor Santucho va a subir en Córdoba o en Chile”.

Pero en lugar de hacer escala en Córdoba, el capitán de la nave tomó rumbo a Chile. A las 14.25 comenzó el cruce de la cordillera. Para menguar la tensión, Drusi habló por los altoparlantes con el pasaje, señalando la ubicación del Aconcagua a la derecha del avión, por ejemplo. Sin embargo, poco después recalculó: el aeropuerto chileno de Pudahuel se encontraba inoperable por la niebla, así que descenderían en Mendoza para reabastecer de combustible el avión. Así lo informó el primer comisario del avión, Luis María Alejandro. Ya eran las tres de la tarde.

Basilio José Mazor en la imagen que captó Lo Bianco durante el secuestro que perpetró el 4 de julio de 1973 al avión de Aerolíneas Argentinas que iba a Jujuy y desvió a Cuba

Mientras Mazor controlaba al pasaje, en la cabina de mando recibían información desde la torre de control: el presidente de la Nación, Héctor J. Cámpora -que había asumido su cargo poco tiempo antes, el 25 de mayo- estaba al tanto del secuestro y tenía en sus manos la decisión de brindar o no el combustible para continuar el viaje. Mazor fue notificado de la novedad, caminó hasta la cabina y se comunicó con el aeropuerto. Según la crónica de Vacca, les dijo: “Tienen 5 minutos para entregar el combustible. De lo contrario abriré fuego contra la tripulación y los pasajeros”. El escriba notó la tensión en el secuestrador: transpiraba y su labio superior tenía un leve temblor.

Dentro de la cabina, el ambiente estaba pesado. El aire acondicionado había dejado de funcionar por las operaciones técnicas propias de la escala. Se pidió que nadie fumara para no viciar aún más el aire. Mazor, por las ventanillas del avión, notó que comenzaban a rodearlo efectivos de la Fuerza Aérea Argentina. En Pudahuel, Chile, la visibilidad era de apenas 800 metros. La tensión aumentó. El secuestrador volvió a llamar a la torre de control y con un dedo en el gatillo de la escopeta, amenazó: “El presidente está jugando con la vida de 60 pasajeros. Tengo una bomba plástica que se metalizará (Sic) automáticamente. Todo se destruirá a 400 metros a la redonda del avión. Agilicen el trámite de recarga; no me obliguen a provocar una masacre”. A las 16.30, a Drusi le informaron que en Chile el cielo se había abierto y que la visibilidad era de 1.700 metros. Con el combustible justo, decidió arriesgarse y volar hacia el país trasandino.

En Chile aún faltaban 68 días para el golpe de estado que derrocaría a Salvador Allende. El gobierno socialista era permeable a los secuestros de aviones. Once meses antes, el 15 de agosto de 1972, seis terroristas de los altos mandos del ERP, FAR y Montoneros (Roberto Mario Santucho, Marcos Osatinsky, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna) fueron liberados de la cárcel de Trelew y, junto a cuatro cómplices, secuestraron un avión de Austral y lo derivaron a Santiago de Chile. Allí, Allende les dio un salvoconducto para que llegaran a salvo a Cuba. Pero en el aeropuerto chubutense quedaron 19 miembros de las fuerzas insurgentes sin poder subir al avión. Y una semana más tarde fueron acribillados en la Base Almirante Zar, donde habían sido confinados luego de entregar sus armas. Sólo tres de ellos se salvaron.

Edgardo Dursi, el comandante, y el copiloto Ricardo Raimondi, fotografiados por Lo Bianco

A las 16.50, con el avión aterrizado en el espigón internacional del aeropuerto chileno, Mazor permitió que 39 adultos y 5 niños abandonaran la aeronave. Había alguno con un marcapasos, otro adujo que su mujer estaba enferma, y así los seleccionó. Siete minutos después comenzaron a cargar el kerosene JP1 desde un camión. Durante más de 40 minutos, las autoridades chilenas intentaron convencer al secuestrador que permitiera bajar a los pasajeros restantes. Pero no lograron el objetivo.

A las 19.25 (hora argentina) el avión ya volaba con rumbo a Perú. A esa altura, indica Vacca, todo el pasaje llamaba por su nombre de pila (Basilio) al secuestrador., Algunos conversaban, otros jugaban al truco. Ninguno lo sabía, y tampoco Mazor, pero en la bodega viajaba un cargamento de 700 millones de pesos viejos. Ya en confianza, el secuestrador le mostró a Vacca dos revólveres Rubí y una pistola Colt que les sacó a los comisarios de a bordo. “Quedate en el molde, Roberto. Están descargadas”, le dijo. Más adelante, cuando estaban por aterrizar en Lima, le confesó que llevaba 150 mil pesos. También, que pertenecía a “una nueva fracción (del ERP): además del ERP ortodoxo de Santucho, del ERP 22 de agosto y del ERP Fracción Roja, hay otra… el comando que yo comando. Es un comando suicida que se dedica desde ahora a descubrir traidores. Yo soy el comandante Ciro, ¿sabés? Esta es mi primera acción. Por otra parte, no me gustaría denominarme guerrillero sino justiciero. Si esto fracasa, yo me quito la vida”. En tono íntimo, el periodista le preguntó por su mujer. Y Mazor respondió: “Tiene 17 años. Yo salí de casa y le dije que volvía enseguida. Además es muy chica. No podría llegar a entender todo esto”.

A las 22.15, el avión carreteaba en el Aeropuerto Internacional de El Callao. Mazor le ordenó al capitán Drusi que la aeronave permaneciera a oscuras y que solicitara que el espigón estuviera iluminado. También que quienes se acercaran para las tareas de mantenimiento llevaran colgada una linterna encendida y que lo hicieran de a dos personas. Debían cargar 12.600 litros de combustible, desagotar el tanque del baño y entregar 40 raciones de alimentos: lomo con salsa de tomates, puré, arvejas, fiambre con pollo y postre. Desde Aerolíneas le pidieron que permitiera subir a un tercer piloto, Jorge “Chupete” Fernández. Luego de una breve negociación, Mazor lo autorizó. Los comisarios le recordaron que había prometido dejar bajar a más personas. Dejó que descendieran seis, entre ellas otro periodista, de apellido Nofé.

El lunes 9 de julio el avión regresó a Ezeiza, y camiones de caudales del Banco Provincia se disponían a descargar los 700 millones de pesos, de los que el secuestrador ignoraba su existencia en la bodega

La próxima escala sería en el aeropuerto de Tocumen, Panamá, para medir el nivel de aceite de las turbinas. A las cuatro de la madrugada, Vacca observó que Mazor caminaba, nervioso, de un lado a otro del avión. Se acercó y le preguntó si estaba arrepentido de lo que hizo. La respuesta fue negativa: “¡De ninguna manera! Esta es una forma de luchar por el pueblo. De evitar que no se pierdan vidas útiles. Mi hijo murió del Mal de los Rastrojos”. Una hora más tarde, fue el propio Mazor quien se aproximó a Vacca: “Yo quiero que Santucho me reconozca como miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo y que me espere en Panamá”. Y agregó: “Si Cuba no ampara a un comandante de un grupo armado, diría que el socialismo está fallando la propia cuna”.

A esta altura del viaje, la sospecha del periodista se transformó casi en una certeza: Basilio José Mazor no era un guerrillero, ni formaba parte del ERP.

A las 5.40 de la madrugada despegaron desde Panamá hacia La Habana. Mazor, que tomó a Vacca como su confidente, le reveló que pensaba entregar sus armas al llegar. “Además, estoy dispuesto a desarmar la bomba que llevamos en la bodega”, agregó. Un pasajero que escuchó la conversación encendió sus alarmas. Y cuando el secuestrador se alejó, le mencionó en voz baja al periodista: “En este avión llevamos mil palos”. Vacca caviló y se dió cuenta de algunos movimientos, unió los puntos que trazaban un dibujo impensado: antes de salir se acercó un blindado del Banco Nación, la aparición de los revólveres Rubí y la pistola Colt, los pasajeros que entraron a último momento, cuando ya todos estaban sentados.

La carta que Mazor dejó para Mirian, su esposa, antes de llegar a Cuba y le entregó al periodista Roberto Vacca, de Siete Días

Antes de tocar la pista del aeropuerto José Martí, Mazor le entregó una carta para su mujer: “Querida Mirian: por favor comprendé, esto lo hago por vocación política y no por pedir rescate para mi. Cuida al gordo y cuidate vos. Chau petiza, beso grande para vos y todos. Pronto los volveré a ver”.

A las 7.34, el avión aterrizó. Al abrirse la compuerta, un teniente del ejército cubano trepó por la escalerilla. Mazor, sin dudar, le entregó su escopeta. El militar intentó quitarle los cartuchos. No pudo. Estaba trabada. Insistió. Al final, apuntó hacia arriba y disparó. El arma no funcionaba.

La aventura de Basilio José Mazor terminó en la prisión de Pinar del Río. El avión regresó a Buenos Aires el 9 de julio.

Basilio Mazor hijo en Córdoba, con su esposa. Es padre de 13 hijos

Córdoba, Argentina, 2023

Basilio Mazor (h) trabaja como maestro mayor de obras. Está casado con Patricia Peralta y tiene 13 hijos. Cuando su papá secuestró el avión tenía apenas 15 meses. De vez en cuando, o cuando a Internet se le ocurre funcionar en Artemisa, Cuba, se comunica con su padre o con Gloria, su esposa. Basilio hijo, que llama por el apellido a su padre, tiene claro su objetivo: “Quiero que Mazor vuelva a la Argentina a vivir mejor, porque en Cuba no está viviendo bien. Si hablo, si hago esta movida, lo hago por él”. Su vida, lo que él decide contar de su vida, parece el argumento de una novela: a veces de espionaje, a veces un culebrón.

En 1973, por poco tiempo, Basilio permaneció con su mamá, una adolescente. Pero muy pronto, dice, “me arrebataron de su lado”. Quedó bajo la tutela de su abuela, que compró una casa del barrio Libertador San Martín en Córdoba capital y allí se fueron a vivir junto a su tía. Entretanto, su abuelo permaneció en Pergamino. El cimbronazo por el secuestro protagonizado por el hijo, asegura, produjo la separación del matrimonio. Cuando su abuela falleció, la vida familiar del niño se interrumpió. “Fui a parar al complejo Pablo Pizzurno, donde íbamos los chicos que no teníamos familia o los que estaban en la calle. Si no recuerdo mal, por la época del Mundial 78 me enviaron al hogar del cura Francisco Luchesse. Ahí me forjé, estudié, pero sin saber nada de mi familia”.

Según su relato, el juez que se lo entregó al padre Lucchese le contó su historia al sacerdote. Y cuando tenía alrededor de 13 años, por intermedio de otro religioso amigo de Lucchese, viajó a Pergamino. Fue allí cuando se enteró de las andanzas de su padre y conoció a uno de sus tíos.

Lo peor para Basilio (h) fue que su madre, Mirian, que era apenas una adolescente, desapareció de su vida. Durante muchos años la buscó. “En Pergamino ella tenía a su madre, su padrastro, un hermano en silla de ruedas y dos hermanos más. Tampoco sabían nada. Se escondió”. Recién se reencontraron, y en forma fugaz, cuando Basilio tenía unos 40 años. “Ella sufrió mucho. La encontré en Santa Fe. Una mujer de perfil muy bajo. Le pregunté que pasó y me dijo que no convenía que yo lo supiera… Después, una vecina me dijo que había muerto”.

Basilio José Mazor en Cuba en 2016

Con su padre también hubo un reencuentro. Primero telefónico, tiempo después de su visita a Pergamino. “Con Mazor hablé en la casa de la secretaria del Padre Lucchese. Todavía vivía Fidel Castro, y me dijeron que monitorearon la llamada. Mazor pensaba que yo estaba muerto. Me preguntó cómo estaba, a qué me dedicaba… yo no le pregunté nada”.

Cuatro años más tarde, cuando Basilio (h) tenía 24, cuenta que se vieron cara a cara. Mazor viajó a la Argentina. Pero no hay ni siquiera una imagen de ese reencuentro entre padre e hijo. Según él, era pobre y no tenía una cámara fotográfica. “Pasó por Buenos Aires y luego fue a Córdoba para ver a su hermana. Yo vivía cerca, en Argüello. Habrán sido tres horas. Le pregunté por su vida, de qué vivía, pero no me atreví a tocar el tema del avión. Alrededor siempre estaba mi tía. No quería que yo estuviera a solas con él… “.

Hubo una tercera visita, dice, unos seis años después, pero en esa ocasión Mazor viajó a Pergamino y no hubo contacto. “La conclusión que saqué de por qué no se quedó en Argentina es que se sentía muy perseguido, pero no sé por quién. Se que en Pergamino fue muy al choque con su familia. Por su culpa se rompió el vínculo familiar”, concluye.

Basilio José Mazor postrado en Cuba

¿Por qué se fueron casi todos de esa localidad? ¿Por qué la abuela, la tía y la madre huyeron de Pergamino luego del secuestro del avión? Según Basilio (h), todos recibieron amenazas. Él dice ver una oscura trama detrás del accionar de su padre, pero no la devela ni puede explicar con claridad: “Quisiera saber un poco más del secuestro. En esa época había muchas cosas, la Triple A, el ERP. Yo pienso que este loco lo hizo por una apuesta o porque sabía que en ese avión había algo”.

-Había mucha plata.

-Exactamente. Si él hizo eso, y pensó que su hijo estaba muerto, quiere decir que algo lo llevó a hacer una cosa de esa magnitud. Y encima escapando de la Argentina, dejando a su hijo de 15 meses y a su pareja. Si la madre de Mazor, que en paz descanse, escapó de Pergamino por amenazas de muerte, es que este se mandó una grande. A mi edad, a la historia la veo de otro lado…

Basilio José Mazor y su hija Ivys Nelly, que emigró de Cuba y se radicó en México

La Habana, Cuba, 1973/2023

Según contó en la única entrevista que brindó (al periodista Daniel Van Der Beken para La Opinión de Pergamino, en 1991), cuando salió de la cárcel, Basilio José Mazor recibió una casa y una tarjeta de racionamiento de comida y ropa del estado cubano. Trabajó como entrenador de fútbol con niños durante 13 años, como árbitro y hasta fundó, a principios de este siglo, un club para que jugaran veteranos, al que llamó “Villa Fiorito” en homenaje a Maradona, que alguna vez pasó por allí.

También se casó dos veces. La primera, con Berta. Con ella tuvo a su hija Ivys Nelly, que hoy vive en México. La segunda con Gloria, y fue padre de Glorieth, que también huyó de Cuba y reside en Miami.

El periodista, que lo entrevistó 14 años después del secuestro del avión de Aerolíneas, también le preguntó, como Vacca en pleno vuelo, si estaba arrepentido de su acción. La respuesta, quizás influida por la vida que le deparó Cuba, fue otra: “A los tres minutos de estar arriba del avión ya estaba totalmente arrepentido de lo que estaba haciendo. Solo pretendía llamar la atención sin lastimar a nadie. Si hubiese utilizado mi arma en el avión no quedaba ni el loro. Como persona cometí un error”. Y auguraba otro porvenir: “Ojala que el final de mi vida no sea trágico. Me gustaría poder vivir con mis hijas y visitar Argentina, por eso insisto tanto en el perdón de los argentinos”.

Basilio José Mazor en su casa de Artemisa, Cuba, sostenido por su hija Ivys Nelly y ante la presencia de un fisioterapeura. Sufrió dos infartos cerebrales

Según su hija Ivys Nelly, que luego de varios años sin ver a su padre viajó a Cuba a principios de este mes para colaborar en su recuperación, después de trabajar como entrenador de fútbol y preparar a otros técnicos, Basilio se dedicó a los negocios: “como es extranjero, trabajó comprando cosas para los cubanos que no pueden pagar en dólares, y cobraba por ello una comisión”. Pero advierte que en el último tiempo, por lo menos desde hace diez meses, está afectado por una severa depresión.

Ya de regreso a México, le contó a Infobae que “en la casa le daban de comer pizza y alimentos que le hacían subir la presión”, algo totalmente contraindicado para quien sufrió derrames cerebrales. Después de recorrer bastante (“en Cuba no hay ni huevos”, se queja), le compró alimentos adecuados y, pese a que no pudo internarlo como era su intención, logró que un fisioterapeuta se hiciera cargo del tratamiento en forma ambulatoria. Luego de estar nueve días junto a su padre, el hombre de 74 años ya se podía sentar en la cama con ayuda, y mover el brazo derecho hasta la altura del corazón. Pero, dijo ella, aún no estaba preparado para hablar.

A Ivys Nelly, Mazor tampoco le confió demasiado a lo largo de su vida: “De chica me dijo algo, pero no le gusta hablar del tema”. Sin embargo, contra la opinión de casi todos, ella no duda que el secuestro del avión tuvo una motivación política. Y no gasta en metáforas: “Si algo tiene mi padre, es que los tiene bien puestos”.


jueves, 7 de diciembre de 2023

Guerra Antisubversiva: El secuestro y asesinato de Larrabure

Guerra Antisubversiva



En la noche del noche del 10 de Agosto de 1974 subversivos del ERP-PRT, ayudados por un soldado traidor, intentan tomar por asalto la Fábrica de Pólvora y Explosivos de Villa María, Córdoba, y asesinan al Cabo 1° Marcelino Cuello de la Policía de la Provincia de Córdoba, secuestrando, para asesinar luego de un año de torturador cautiverio, al Mayor del Ejército Argentino, Julio Argentino del Valle Larrabure en plena democracia, con un gobierno elegido por el 62% de votos, y poco después de haber fallecido el Presidente electo, Teniente General Juan Domingo Perón, sin que jamás haya cesado el accionar extremista comunista que desde 1959 intentaba tomar el poder por la fuerza y nada tuvo nunca que ver ni con el bombardeo a Plaza de Mayo ni con el golpe de Estado de 1955 (golpe de Estado respuesta al inconstitucionalismo y golpismo que Perón puso en marcha desde 1930, y repitió en 1943, y en 1945), habiendo el Presidente Perón, el 28 de abril de 1974 en una conferencia brindada en el Centro Cultural San Martín, dejado bien en claro que el peronismo rechazaba rotundamente al socialismo, e incluso luego, el 1° de Mayo de 1974 y frente a millones de argentinos, habiendo expulsado de Plaza de Mayo y luego del peronismo a todos los comunistas montoneros infiltrados en el peronismo (que son los mismos comunistas montoneros que hoy, simulando ser peronistas, único modo que los voten, gobiernan. Ver enlaces adjuntos), el extremismo de todas las facciones, Montoneros, ERP, FAL, FAR, OCPO, etc., todas izquierdistas y todas a órdenes de potencias externas bajo los lineamientos de la Operación Manuel, ideada por los judíos Raúl Castro Ruz y Ernesto "Che" Guevara, y el cubano Ramiro Valdéz (tal cual consta en el Informe A-00940/67 elaborado por el StB o Státní bezpečnost, en eslovaco, Štátna bezpečnos en checo, los Servicios de Inteligencia checoslovacos, con copia para la Administración Primera, Octavo Departamento, del Partido Comunista Checoslovaco, hoy desclasificados, y existiendo 10.000 documentos más, que revelan que obraban a órdenes de Cuba y la URSS), recrudecieron el accionar extremista al saber debil al gobierno de Doña María Estela Martínez, y dentro de ese recrudecimiento de ofensiva terrorista, principalmente llevado a cabo por Montoneros y ERP, se produjo un audaz golpe de mano en la provincia de Córdoba.
Por esas fechas, la guerra que el extremismo llevaba a cabo en el noroeste argentino cobraba ya dimensiones extremas, y las fuerzas subversivas se movían ya en la campiña y el monte tucumano, desplegando efectivos de nivel Batallón, que en apenas meses alcanzaron el nivel de Brigada, y por ello necesitaba con urgencia proveerse de una cadena de abastecimiento material para mantener operativos a sus cuadros. En ese sentido, su Estado Mayor decidió poner en marcha un vasto plan militar destinado a obtener armamento, con el cual proveer su frente rural.
  Durante una reunión plenaria llevada a cabo en un lugar no determinado, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), que era la facción militar del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores; donde si algo brillaba por su ausencia era, precisamente, los TRABAJADORES, ya que estaba conformado por acomodados burgueses y aristócratas, igual que Montoneros), decidió ejecutar un ataque simultáneo contra el Regimiento de Infantería Aerotransportada 17 del Ejército Argentino, asentado en Catamarca, y la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos, también del Ejército Argentino, asentada en Villa María, provincia de Córdoba, ambas unidades castrenses que por sus dimensiones y equipamiento requerirían de una planificación meticulosa y una considerable fuerza de asalto para garantizar el éxito de la operación.
  A comienzos del mes de agosto de 1974, el ERP impartió las primeras directivas, seleccionando a una fracción de la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” (de entidad Batallón entonces, y que alcanzaría el mivel de Brigada reducida/Regimiento reforzado para el siguiente año), para batir el primer objetivo, y a la Compañía “Decididos de Córdoba” para el segundo. Siendo en total 147 efectivos, distribuidos en 47 hombres (y mujeres) para el primero y 60 para el segundo objetivo, quienes debían iniciar los aprestos necesarios de manera inmediata para una acción sincronizada.




  La Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos era una de las unidades más significativas del Ejército Argentino. Creada por decreto oficial en el año 1937, tuvo por finalidad el autoabastecimiento para las Fuerzas Armadas y de Seguridad, de acuerdo a las exigencias del sistema de producción para la Defensa Nacional. Sus instalaciones abarcaban un predio de 316 hectáreas distante a 7 kilómetros del centro de Villa María; y comenzando de manera inmediata la producción de éter dietílico, pólvoras monobásicas, pólvoras de doble base, nitrocelulosas, de ácidos, de nitroglicerina y de dinamitas para uso militar y civil. Posteriormente se comenzó a elaborar nitrocelulosa para lacas y todo tipo de pinturas y pólvoras. En 1947 fue tema de controversia internacional, por parte de Chile, debido a la extracción ilegal de azufre que las Fuerzas Armadas argentinas efectuaban en el cerro Julia, de la Corrida de Cori, territorio de la Puna atacameña perteneciente a Chile. El producto era cargado en camiones militares y conducido a las industrias que el Ejército poseía en Villa María y Río Tercero, hecho denunciado por el ciudadano croata nacionalizado chileno Danko Zlozilo Pavlicevic, en 1954, un año antes de la caída de Perón. Para el año 1974, la planta, de unos 700 empleados castrenses y civiles, entre personal especializado, la mayoría técnicos e ingenieros, y operarios (lo que da una buena idea no sólo del volumen de producción, sino de lo grandiosa que era Argentina antes de que los argentinos, votando cualquier cosa una y otra vez, arruináramos todo), contaba con una dotación de entre 60 y 70 conscriptos a las órdenes de un Teniente Coronel, un Mayor y un Capitán.
  De este modo, y contando con labores de inteligencia previa, y un "as en la manga", la noche del 10 de agosto de 1974, siendo las 21.30 horas, una pareja joven ingresó en el motel “El Pasatiempo” (o "El Descanso" según algunos medios de prensa), sito en la Ruta Provincial N° 2, a un kilómetro al sudoeste de Villa María. Cuando el conserje se disponía a entregarle las llaves de la habitación, la muchacha extrajo de su bolso una pistola de puño y le ordenó ponerse de pie, a lo que éste obedeció atemorizado en momentos que varios sujetos armados irrumpían en el local, dirigiéndose resueltamente, habitación por habitación, para reducir a todos los clientes y garantizar el dominio absoluto de las instalaciones. Detrás de ellos ingresaron Juan Eliseo (nombre de guerra “Comandante Pedro”) Ledesma, y otros dos desconocidos, quienes se instalaron en la recepción para montar el puesto de comando de la operación, con una central de comunicaciones.
  A través de radios portátiles, Ledesma comenzó a impartir directivas a subversivos que se encontraban afuera en tanto los extremistas obligaban a las parejas a abandonar las habitaciones, concentrándolas en un pequeño recinto, junto al conserje y los nuevos huéspedes que iban llegando. Casi todos lo hicieron en paños menores o desnudos, pues algunas de ellas fueron sorprendidas en pleno acto sexual, y a pesar del frío extremo que hacía, tampoco les permitieron arroparse.
  Según el plan operacional, el grueso de la fuerza de asalto debía avanzar rumbo al objetivo, la mayoría luciendo uniformes militares, para lo cual se valían de un ómnibus y varios vehículos robados, entre ellos dos camiones y un jeep; pero mientras ello tenía lugar, llegó al motel una pareja en su automóvil la cual, al notar movimientos extraños, así como advertir parte del establecimiento a obscuras, decidió retirarse retrocediendo hacia la ruta. Los extremistas les hicieron señas indicándoles detenerse pero lejos de obedecer, el conductor aceleró y se alejó hacia Villa María, recibiendo varios disparos desde diferentes posiciones.
  El vehículo logró escapar y una vez en la ciudad se detuvo en la seccional sudoeste de la Policía de la Provincia de Córdoba, alertando a la guardia de lo que estaba sucediendo en el motel, la cual, de manera inmediata dio aviso al Comando Radioeléctrico, que dispuso el envío de 2 móviles para determinar lo que sucedía. Al llegar al inmueble, los móviles patrulleros se detuvieron y al menos dos de los agentes policiales descendieron, para dirigirse resueltamente a la entrada.
  Al advertir su presencia, los extremistas abrieron fuego sobre el personal policial, obligando a los policías a retroceder y retirarse. Ante el brutal fuego recibido, era evidente no se trataba de delincuentes comunes, por lo que uno de los patrulleros se encaminó a la ciudad, en busca de refuerzos, mientras el otro lo hizo hacia la unidad militar donde esperaba obtener apoyo.
  A su vez y sin amedrentarse, a las 23:30 Ledesma impartió la orden de ataque y los subversivos iniciaron el avance.
  El grueso de su fuerza partió desde el motel, atravesando 40 metros a campo descubierto hasta dar con un camino al que los lugareños llamaban “El Arenero”. Se detuvieron unos instantes frente a una chacra contigua al Cuartel, reconocida previamente durante la planificación y al notar el área despejada se introdujeron en ella para avanzar hacia los fondos del mismo, en el más absoluto silencio. Lo hicieron agazapados, encolumnados de a dos, sin pronunciar palabra, atentos a las señas que les hacían sus jefes.
  Tras cruzar los 150 metros del terreno, llegaron a un alambrado al cual cortaron para seguir campo traviesa.
  El Polígono de Tiro del Cuartel era el punto donde los pelotones extremistas debían concentrarse y hacia allí dirigirse hasta un segundo cerco de alambres, bordeando el Río Tercero, donde aguardaba el "as en la manga" que poseían, y les había facilitado toda la información para el acceso, el soldado conscripto Mario Eugenio Antonio Pettigiani, un acaudalado burgués que estando obligado a realizar su Servicio Militar Obligatorio por la Patria, aprovechó a traicionar la Patria sirviendo a potencias externas; quien primero les hizo señas y luego los ayudó a cortar el tejido para ingresar en la unidad. Lo hicieron siempre encolumnados de a dos pero en esta ocasión mucho más espaciados, lo más agazapados posible a efectos de no llamar la atención de los centinelas que si bien permanecían alejados, pues la ruta de irrupción había sido cuidadosamente elegida, podrían notar movimientos y que ahora estaban en un sector al alcance de las potentes luces de la fábrica y las armas de los centinelas, y siempre existía la posibilidad de la inesperada aparición del Cabo de rondín.
  Precedidos por el conscripto traidor, los extremistas cubrieron los 40 metros hasta el puesto de guardia Nº 5 y una vez allí, Pettiggiani extrajo su pistola y redujo al centinela. Ese fue el punto donde se dividieron, enfilando cada pelotón hacia los objetivos asignados, la Compañía, la Guardia Central, la Administración y el Casino de Oficiales, donde precisamente se daba una cena.
  Fue en ese preciso instante, cuando se escucharon disparos procedentes del motel. La policía había rodeado el edificio y después de formar un semicírculo comenzó a batir la posición intentando neutralizar a sus ocupantes, que desde las aberturas respondieron con nutrido de armas automáticas, generándose un violento tiroteo que obligó a los policías a retroceder y ponerse a cubierto para devolver la agresión.
  Fue en esa circunstancia que al menos dos proyectiles alcanzaron al Cabo Primero Marcelino Cuello, de la Policía cordobesa quien cayó sin vida sobre el pavimento. El oficial Miguel Ángel Liendo Moral resultó herido y quedó tendido en el suelo mientras los extremistas intentaban acribillar a ambos policías caídos, zumbando y rebotando las balas cerca de sus cabezas.
  En la habitación donde habían encerrado a los rehenes, las mujeres gritaban y lloraban aterradas mientras los hombres intentaban calmarlas. En la Fábrica Militar, en tanto, la fuerza atacante continuaba su desplazamiento, hasta que se toparon con un inesperado escollo. En la puerta principal, Jorge Carlos Fernández, el Soldado Conscripto de guardia, advirtió la presencia de la columna en aproximación, y tras dar la voz de alto, y no obtener respuesta, abrió fuego y se trabó en desigual lucha, pero increiblemente clavando al terreno a los incursores.
  Así estaba la situación, el Soldado Fernández no había cedido ni un centímetro de terreno, y disparaba hacia la obscuridad cuando el traidor Pettiggiani obrando de la misma manera que en el otro puesto de guardia, entró; Fernández se volvió un instante para ver quién era y al reconocer a su compañero, incluso con la pistola en la mano, pensó era el primer apoyo que llegaba, e incluso le dijo a Pettiggiani que se cuidara, y siguió tirando contra los extremistas. No imaginaba lo que estaba a punto de suceder. Llegándole por detrás, el traidor alzó su mano, le apoyó su pistola .45 en la cabeza y le descerrajó un disparo. Fernández cayó prácticamente inconsciente aunque alcanzó a sentir dos balazos más en el hemitórax y los golpes que le propinó su agresor, una vez estaba ya indefenso en el suelo; pues Pettiggiani se le acercó, le dio al menos un culatazo y varios puntapiés en tanto sus compañeros se adueñaban de la posición y tomaban control del puesto de guardia, dando por muerto a Fernández.
  Justo en ese momento, se detuvo frente al acceso el patrullero proveniente del motel. Sus ocupantes no imaginaban que los soldados parados enfrente eran elementos subversivos y por eso no tuvieron inmediata reacción. Ni bien bajaron del móvil se vieron encañonados pero lejos de amilanarse, extrajeron sus armas y comenzaron a tirar. Pero todo fue inútil, pues terminaron por ser rodeados, desarmados y capturados.
  Con la Guardia Central en su poder, entre 4 y 5 extremistas vestidos con uniforme militar abordaron un jeep de la unidad y partieron rumbo al Puesto Nº 1, al cual dominaron sin inconvenientes.
  En el motel, mientras tanto, el tiroteo arreciaba. Bien pertrechados, los extremistas pusieron fuera de combate a los agentes Pedro Aguilera, Juan Bruno y Juan Carlos Gutiérrez, obligando al resto a aferrarse al terreno. Aun así, un disparo alcanzó al extremista Justino César "Chechi" Argañaraz, hiriéndolo gravemente.
   Contando con el apoyo de un segundo entregador, el soldado Tagassich, familiar de uno de los atacantes, una sección se encaminó al Casino de Oficiales, donde tenía lugar un evento social (la despedida de un médico recientemente trasladado); otras dos lo hicieron hacia los arsenales y el polvorín y una tercera a la casa del jefe de la unidad, Teniente Coronel Osvaldo Jorge Guardone, quien no había acudido a la fiesta por encontrarse enfermo.
  Posicionados frente a la residencia de este alto oficial, los insurgentes la rodearon y valiéndose de un megáfono intimaron al mismo a rendirse. La idea era secuestrarlo para mantenerlo en una de las infames "cárceles del pueblo" para usarlo como rehén en un intercambio o algo similar, pero lejos de lo esperado, el Teniente Coronel se asomó por una ventana y con enorme valor repelió la agresión.
  Lo hizo utilizando armamento diverso y efectuando constantes cambios de posiciones con la intención de confundir al enemigo. Su esposa tomó parte en el combate al abrir fuego desde la parte posterior, todo ello permaneciendo los cinco hijos de la pareja en el interior de la vivienda, el mayor de ellos de 13 años de edad.
  El intercambio de disparos fue intenso y sostenido, y es de resaltar que los extremistas que en sus publicaciones, comunicados y partes de guerra, solían poner énfasis en su coraje y valentía al enfrentar, como ciertamente lo hicieron, a un enemigo poderoso y algunas veces superior, bien evitaban remarcar cuando el oponente era quien les hacía frente disminuido como sucedía la mayoría de las veces, y más cuando ese enemigo disminuido los ponía en fuga y provocándoles bajas, como sucedió en esta oportunidad. Aún enfermo, solo y desprevenido como se encontraba, Guardone mostró un temple inesperado y logró herir de muerte a Ivar "Manuel" Brolo, jefe de la sección de asalto y rechazar la embestida.
  Repelida por la firme determinación de Guardone y su esposa, la sección encargada de su secuestro emprendió la retirada, llevándose a la rastra a Brolo, quien morirá una hora después.
  En mérito a su valerosa acción, al Teniente Coronel Guardone le fue conferida la medalla "La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate". Curiosamente, el extremista caído en combate en plena Democracia mientras intentaba asesinar a un militar y su familia en su casa, figura como "víctima" del Estado argentino, y el Estado argentino ha premiado a su familia mediante una injustificada "indemnización" millonaria.
  La acción más violenta tuvo lugar en el Casino de Oficiales, donde los subversivos irrumpieron a los gritos, esgrimiendo sus armas. Sorprendidos cuando cenaban, rodeados de mujeres y niños, los militares que allí había no tuvieron la más mínima oportunidad de defenderse. Al verlos ingresar, el Mayor Julio Argentino del Valle Larrabure, Subdirector del establecimiento, se dio a conocer y les pidió mantener la cordura. Los insurgentes lo tomaron de la solapa (vestían todos de civil), le colocaron unas improvisadas esposas hechas a base de sogas y se lo llevaron junto al Capitán Roberto A. García, oficial de fábrica recientemente ascendido.
  Mientras eso ocurría, en otros puntos de la unidad continuaban los combates entre atacantes y conscriptos. Un pelotón subversivo se acercó al depósito de explosivos donde se guardaba el armamento pesado pero fue contenido y rechazado. De todas maneras, logró ingresar en los arsenales y comenzó a extraer el armamento para cargarlo en los dos camiones recientemente arribados, los cuales llegaron escoltados por otros vehículos.
  En medio del tiroteo, pero cubiertos por tiradores, se apoderaron de 100 fusiles FAL, 2 FAP, 10 ametralladoras Madsen con sus portacargadores, 4 ametralladoras FN MAG, 60 subfusiles PAM-M3A1, cajones con granadas antitanque y municiones, todo lo cual, comenzaron a colocar en la parte posterior de los rodados.
  A García y Larrabure los subieron a una ambulancia y un automóvil, respectivamente para partir a toda velocidad, siguiendo a los camiones y los vehículos restantes, algunos de ellos sustraídos a los militares frente al Casino.
  Durante la huida, el Capitán García pudo liberar sus manos y saltar fuera de la ambulancia, pero fue alcanzado por dos certeros disparos, cayendo agonizante al suelo. Los insurgentes frenaron bruscamente, lo subieron nuevamente a la ambulancia y se alejaron, siempre disparando para cubrir su salida.
  Mientras era conducido en la ambulancia, el Capitán García fue sometido a interrogatorio. Sus captores procedieron salvajemente al golpearlo esposado, aplicarle quemaduras y finalmente descerrajarle dos disparos, abandonándolo moribundo en el interior del rodado.
  Los conscriptos presentaron una fuerte resistencia, sobre todo en el sector de depósitos pero al no contar con sus oficiales por hallarse prisioneros, lo hicieron desordenadamente y terminaron por ser desbordados. De todas maneras, las manchas de sangre en distintos puntos del establecimiento, así como en los vehículos abandonados (también en su interior encontraron armas y vainas servidas), fueron prueba elocuente de que la fuerza agresora había sufrido numerosos heridos, no pudiendo probarse jamás si de ellos alguno falleció luego (y hoy bien podría ser parte de esa lista de supuestas "víctimas" desaparecidas/asesinadas por el Estado argentino, pero en realidad  terroristas muertos en combate).
  Finalizadas las acciones, los pelotones subversivos abandonaron la fábrica y se replegaron al hotel-base para dispersarse por diferentes caminos, iniciándose de manera inmediata la persecución, bloqueándose las rutas y estableciéndose retenes en torno a la localidad.
  En horas de la madrugada, un Fiat 128 robado la noche anterior en Villa María, se desplazaba velozmente por la ruta 35, en dirección a la capital provincial. Lo conducía el médico José Luis Buscaroli, integrante de la división sanitaria del ERP y partícipe del copamiento; cuando en inmediaciones de Alta Gracia, el facultativo advirtió a la distancia el control policial montado por efectivos del departamento de Santa María e intentando evadirlo tomó un camino de tierra, buscando alejarse del lugar, pero advertidos de la maniobra, los policías se lanzaron en su busca iniciando una cinematográfica persecución que finalizó de manera abrupta, cuando el conductor perdió el control del rodado y volcó de costado, dando numerosos tumbos, falleciendo Buscaroli en el acto (y por lo cual, increiblemente, hoy figura como víctima del Estado argentino, o sea que es parte de esa mentira del supuesto "Terrorismo de Estado", y parte de los miles de millones U$D de los argentinos que como premios disfrazados de "indemnizaciones" por ser víctimas de nada, esos terroristas o sus deudos recibieron con el "curro de los derechos humanos"), ni así su compañero, un sujeto de apellido González (que en un primer momento los medios de prensa dijeron que se llamaba Sánchez y luego Fernández), oriundo de Tucumán, quien emergió aturdido de los restos del rodado, manifestando haber tomado parte en el ataque. Al ser reducido, los agentes le encontraron una pistola calibre 11.25 y algunos cargadores junto a 2.500 $ Ley 18.188.
  Horas después, comenzaron a aparecer abandonados los automotores utilizados por la guerrilla, el primero en Laboulaye, el segundo en Villa Nueva y un tercero en Oliva, todos con manchas de sangre.
  En el Barrio Clínicas de la ciudad de Córdoba fue hallado un Ford Falcon con indicios de haber participado en el hecho.
  El automóvil sedán del capitán Elicardi quedó en la localidad de La Payosa; poco después se recibió una denuncia dando cuenta de la presencia de otros en Hernando, cerca de Villa Nueva, en Las Predices y Alta Gracia, puntos por los cuales huyeron los atacantes.
  A las 17:00 del 11 de agosto se hizo presente en la Fábrica el comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, General Ernesto Federico Della Croce, quien venía dispuesto a dirigir personalmente la represión en tanto desde Buenos Aires viajaba el General Santiago Omar Riveros, director de Fabricaciones Militares, a efectos de prestar su colaboración e interiorizarse de los pormenores.
  Para el Mayor Julio Argentino del Valle Larrabure en cambio, comenzaba una larga odisea, soportando un torturador cautiverio (en el que jamás reveló secreto alguno, admirablemente), que finalizaría en forma cruenta más de un año después, cuando resultó estrangulado con un alambre, para ser su cuerpo abandonado en la vía pública como un mafioso mensaje de terror.
  La ambulancia con el Capitán García fue dejada en la calle Neuquén, cerca del Bulevar Sarmiento de la ciudad de Córdoba, donde la policía lo encontraron con un hilo de vida, un brazo y una pierna rotos, y dos impactos en el vientre, además de algunas quemaduras. Fue primeramente derivado al Hospital Aeronáutico “Agesilao Milano” situado en Avenida Colón al 500 de Córdoba y luego al Hospital Militar Regional de la misma ciudad. Al soldado Fernández, se lo derivó al hospital de Villa María, donde quedó internado con pronóstico reservado.
  Posteriormente fue conducido al Hospital Fernández de Buenos Aires, donde permaneció varias semanas en espera de una recuperación que solo se produjo en parte. Quedó hemipléjico de por vida, terminó por perder a su novia y apenas le concedieron una mínima pensión por los servicios prestados a la patria. Inexplicablemente, el Proceso de Reorganización Nacional que reivindicaba la lucha antisubversiva, le retiró la pensión y en su lugar le entregó un diploma de honor. Le consiguieron un trabajo en Fabricaciones Militares, en la Capital Federal (con el tiempo logró volver a caminar), se ofreció como voluntario para ir a Malvinas aunque fue rechazado por su estado físico y con el tiempo regresó a Villa María, donde vive de su escasa jubilación, olvidado e ignorado por la ciudadanía. Por el contrario, el soldado traidor y asesino Mario Pettiggiani fue merecedor de honores y reconocimientos en su falsa condición de “detenido-desaparecido” por la dictadura. En su memoria de descubrió una placa en una escuela de Oliva y se le rinde tributo en el desmemoriado Parque de la Memoria subversiva cada vez que las organizaciones de derechos humanos arremeten con el tema del terrorismo de Estado. Hay quienes dicen que aún vive en Barcelona según refiere Alfonso Ludueña en “Homenaje al TERRORISTA, TRAIDOR y ASESINO ‘MARIO EUGENIO PETTIGGIANI’" (Mendoza Transparente. Autopista de Información Confiable, 21 de octubre de 2016 http://www.mendozatransparente.com.ar/.../pettigianitraidor).
  Al ser revisada la barraca donde dormía Pettiggiani, se encontraron varios objetos personales, entre ellos una carta donde revelaba su ideología y su pertenencia al ERP.
  Ni bien se tomó conocimiento del hecho, se adoptaron las primeras medidas para neutralizar el accionar de los subversivos y cortarles las vías de escape.
  El 11 de agosto se practicaron cerca de treinta allanamientos en diferentes puntos de la provincia, el primero, en el domicilio del soldado traidor Mario Eugenio Pettigiani, en la localidad de Oliva, donde su padre era un prominente médico y el segundo en la vivienda ocupada por José Buscaroli. Al mismo tiempo, la policía pudo determinar que el acompañante de este último era Manuel "Luis" Alberto González, oriundo de Tucumán, quien quedó a disposición de la justicia en tanto se lo trataban de heridas.
  Buscaroli era intensamente buscado por las autoridades luego de la detención de María Cristina Bollatti, esposa de Hugo Alfredo Irurzún, implicados ambos en varios atentados.
  La nómina de bajas incluía un muerto por el lado de las fuerzas legales, el Cabo Primero Marcelino Cuello, fallecido durante el enfrentamiento frente al motel “El Pasatiempo”; siete heridos: el Oficial de la policía provincial Miguel Ángel Liendo Moral, los Agentes Pedro Aguilera, Juan Carlos Gutiérrez y Juan Bruno, el Capitán del Ejército Roberto A. García, oficial de fábrica atacado a mansalva durante su cautiverio; el Suboficial Mayor del Ejército Ramón Albornoz, alcanzado por varios impactos y, el Soldado Conscripto clase 1954 Jorge Carlos Fernández, quien quedó hemipléjico de por vida, con el lado derecho inmovilizado, además de otros dos reclutas con heridas leves.
  Del lado extremista los muertos conocidos fueron tres, Ivar "Manuel" Brolo, abatido por el Teniente Coronel Guardone cuando los terroristas intentaban ingresar en su domicilio; Justino César Argañaraz, al recibir una bala policial dentro del motel-base (falleció esa misma noche y fue enterrado en un lugar clandestino) y José Luis Buscaroli, fallecido durante la fuga, como consecuencia del accidente. En cuanto a los heridos, no se puede precisar exactamente su número pero debió ser elevado a juzgar por las manchas de sangre encontradas en la unidad militar y los autos abandonados, y es muy probable que entre ellos varios puedan haber fallecido y al igual que en toda guerra contra insurgencia y como hacen todas las fuerzas insurgentes, ocultaron las bajas, y desde ya hoy muchos de ellos son los que están dibujados como víctimas del Estado, como desaparecidos.
  Durante todo aquel día y hasta altas horas de la noche, el Ministro Robledo mantuvo permanentemente contacto con el Estado Mayor Conjunto y altos funcionarios civiles y militares, informándose de la situación o poniéndolos al tanto de la investigación.
  En el Edificio Libertador la actividad fue intensa durante toda la jornada. A las 05.00 del 11 de agosto se hizo presente en su despacho del 3º piso el General Leandro Anaya, urgido por conocer la situación; detrás suyo lo hicieron los Generales de División Luis Alberto Betti, jefe del Estado Mayor Conjunto y Emiliano Antonio Fiouret, Director General de Fabricaciones Militares, seguidos poco después por los Generales de Brigada Jorge Rafael Videla, jefe del Estado Mayor; Roberto Eduardo Viola, secretario del comando; Carlos Alberto Dalla Tea y Eduardo Pedro Epíscopo, ambos jefes de Inteligencia, quienes procedieron a evaluar los hechos junto a otros altos oficiales. Ignoraban que en pocas horas tendría lugar un nuevo enfrentamiento en el norte, más vasto y mucho más violento que el anterior.
  Pasadas las 14.30 del 11 de agosto, el Teniente Coronel Justo José Villanueva, jefe de Prensa del Estado Mayor Conjunto, leyó el comunicado oficial titulado “Ataque a una fábrica militar por parte de un grupo subversivo”. Decía el mismo:
"Aproximadamente a la 1 hora del día 11 de agosto de 1974, un numeroso grupo de la guerrilla armada atacó la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos Villa María, ubicada en la localidad homónima de la provincia de Córdoba.
  Dicho grupo subversivo estaba constituido por aproximadamente 70 hombres fuertemente armados, vistiendo uniformes militares y a quienes acompañaban algunas mujeres.
  El grupo subversivo contó con la complicidad de un soldado entregador que presta servicios en la citada fábrica.
  En la acción llevada a cabo se apoderaron de armamento y munición y tomaron como rehenes al mayor D. Julio Argentino del Valle Larrabure y al capitán D. Roberto A. García, subdirector y oficial de fábrica, intentando hacer lo propio con el director de la misma, teniente coronel D. Jorge Osvaldo Guardone quien repelió el ataque con un intercambio de más de cincuenta disparos de armas largas, lo que motivó la fuga del grupo atacante.
  Al huir llevaron consigo a los guerrilleros heridos y al mayor Larrabure, abandonando al capitán García quien fue posteriormente encontrado dentro de una ambulancia gravemente herido.
  Como resultado de la acción perdió la vida el suboficial Cuello de la policía de Córdoba, resultando heridos el agente Aguilera y cuarto soldados pertenecientes a la fábrica.
  Además de los guerrilleros heridos durante la acción, resultó muerto el médico cordobés José L. Buscaroli, cuando trataba de eludir el control policial de Alta Gracia al dirigirse al valle de Calamuchita y detenido un apellido de apellido Fernández [sic] de la provincia de Tucumán, quien manifestó ser integrante de una organización declarada fuera de la ley y haber recibido la cantidad de m$n 250.000 por su participación en el hecho.
  El establecimiento atacado es parte de un grupo de 14 que integran Fabricaciones Militares y viene trabajando desde 1937 en la producción de elementos químicos para la actividad privada, particularmente pólvora y dinamita para uso minero, nitrocelulosa para pinturas, esmaltes lacas, barnices y películas radiográficas y nitroglicerinas para productos farmacéuticos. Trabajan en la misma más de 700 operarios.
Se sustancia el correspondiente sumario."
CABO PRIMERO MARCELINO CUELLO, CORONEL JULIO ARGENTINO DEL VALLE LARRABURE, ¡SALUDO UNO!
▪️Imágenes:


•1: Mayor ingeniero químico
Julio Argentino del Valle Larrabure
subdirector de la Fábrica Militar de
Pólvora y Explosivos de Villa María
•2: Cabo Primero Marcelino Cuello de la Policía de la Provincia de Córdoba, caído el 10 de agosto de 1974.
•3: El soldado Jorge Carlos Fernández siendo condecorado por el Jefe del Ejército Argentino, General Claudio Pasqualini. Solo, resistía el embate extremista, quedó inválido tras ser atacado por la espalda por el conscripto traidor Eduardo Pettiggiani.
•4: Portada de la revista "Estrella Roja", órgano de difusión subversiva del ERP, dando cuenta del ataque a la Fábrica de Pólvora y Explosivos de Villa María, y el secuestro del Mayor Larrabure.
•5: Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María.
•6 y 7: Acceso principal a la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, vista en el momento del ataque, y como se ve hoy.
•8: Personal policial conduce armamento y uniformes utilizados por los atacantes (foto La Nación)


•9: Motel "El Pasatiempo" utilizado por la guerrilla como base de operaciones (foto diario La Nación)


•10: Lugar frente al motel "El Pasatiempo" donde cayó asesinado el Cabo Primero Marcelino Cuello (foto La Nación)
•11: Vainas servidas y esposas hechas con soga utilizadas por los terroristas. Fueron halladas en el interior del motel (foto diario La Nación)
•12: Capitán Ingeniero Químico Roberto A. García (foto diario La Nación)
•13: Ambulancia con la cual los subversivos evacuaron securstrados al Mayor Larrabure y al Capitán García. Policías cordobeses la hallaron en la calle Neuquën, cerca del boulevard Sarmiento, de la ciudad de Córdoba, con el Capitán García en su interior, que los extremistas lo habían abandonado agonizando.
•14: Para todos los ignorantes de hoy, y los porfiados que se hacen los desmemoriados, el 28 de abril de 1974, el Presidente de la Nación, Teniente General Juan Domingo Perón, en una conferencia de prensa en el Centro Cultural San Martín, dejó bien en claro que ni él ni el peronismo eran socialistas, y nada tenían que ver con esa corriente, como los socialistas y comunistas que Perón luego expulsó de Plaza de Mayo y ordenó aniquilarlos, pero hoy dirigen el peronismo, no cuentan. En ese clima, estando Argentina en plena Guerra Antisubversiva, se dio el asalto a la Fábrica de Pólvora y Explosivos.
•15: El 1° de Mayo de 1974 el Presidente de la Nación Argentina, Teniente General Juan Domingo Perón, expulsó de Plaza de Mayo y del peronismo, y luego ordenó aniquilarlos, a todos los comunistas montoneros. Los que sobrevivieron, son los antiperonistas que hoy dirigen el peronismo y gobiernan Argentina.
•16: El soldado conscripto traidor Mario E. Pettigiani, era un comunista infiltrado que, aprovechando que realizaba su Servicio Militar Obligatorio, aprovechó para servir a potencias externas que atacaban a la Argentina. Hasta el día de hoy permanece prófugo e impune por los crímenes que cometió, no obstante figura como "víctima" del Estado y se le rinden honores de Estado a pesar de haber sido un delincuente y un enemigo que le hacía la guerra a la Argentina (foto diario La Razón)
•17: El soldado Jorge Carlos Fernández, que defendiendo la Patria se estaba enfrentando, solo, contra docenas de extremistas, fue baleado en la cabeza por la espalda por de el.soldado traidor Pettiggiani, cuando Fernàndez pensó que lo venía a ayudar. Fernández quedó inválido de por vida. Aquí muestra la gorra de servicio que llevaba puesta y el agujero que dejó el balazo que le pegó a traición Pettiggiani, le estalló el cráneo. La guarda como recuerdo.
•18: Zona donde se produjo el combate (foto diario La Nación)
•19: Plano de la fábrica y desplazamiento de los grupos subversivos (foto "Estrella Roja")
•20 al 22: De Cadete del Colegio Militar de la Nación, a Mayor, y con su familia, una buena parte de su vida Julio Argentino del Valle Larrabure la dedico al servicio de la Patria.
•23 al 26: Los medios de todo el país reflejaron los trágicos hechos de Villa María y Catamarca.
•27: El mayor Larraburre estuvo un año en torturador cautiverio. Sin embargo, las actas de interrogatorio luego secuestradas por la policía, demuestra que, increiblemente, jamás reveló secreto alguno.
•28 al 36: Finalmente fue asesinado por sus captores, y la autopsia reveló la desnutrición y torturas padecidas encerrado en las jaulas y pozos que lo tenían cautivo y pueden ver en imágenes. Todo esto cuando ya los juzgados y fiscalías no podían actuar, acosados por el terrorismo, y mucho antes del golpe de 1976...
•37 y 38: Las posibilidades que los conocimientos de Larrabure, en el desarrollo de propelentes sólido, para el programa coheteríl argentino, hayan sido útiles, no se pueden descartar, y es uno de los tantos capítulos de la historia argentina ocultos por los mafiosos terroristas que gobiernan en Argentina desde 1983 a hoy.
•39 y 40: Acción-reacción. Quienes atacaron primero, sucia e irregularmente, a la Argentina, fueron los comunistas a partir de 1959, por más que se quieran hacer las víctimas; en 1975 el PERONISMO en el poder respondió LEGAL Y CONSTITUCIONALMENTE, y las Fuerzas Armadas y de Seguridad sólo obedecieron.
•41 al 44: Hoy se rinden humilde tributo institucional a los caídos y supervivientes de aquella gesta patria contra la subversión. Sin embargo, a la subversión que atacaba a la Argentina, atentaba contra el estado de derecho y contra el pueblo argentino, se le rinden pompososos honores de Estado, y se han gastado entre 2.300 y 14.000 millones U$D en promover la mentira terrorista y ayudar a los terroristas.