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jueves, 12 de noviembre de 2020

Europa 1945: El punto de quiebre

Europa 1945, los dramas después de la gran guerra: violaciones, venganzas, los sobrevivientes de los campos y mucho dolor 

La Segunda Guerra Mundial había llegado a su fin después de casi seis años. Era el turno de la paz. Comenzaba un proceso de sanación, pero también de horror, muerte e injusticias. Llegaron los acusados de colaboracionistas, los abusos a millones de mujeres, más hambre y más espanto. Cómo se reconstruyó Europa después de haberse hecho jirones

Por Matías Bauso || Infobae





1945 fue el año en que empezó la sanación pero también el de la revancha y el dolor. Fue necesariamente un tiempo de confusión y de reparación, de horror y de esperanza (Granger/Shutterstock)

Hitler se había suicidado una semana antes. Los soviéticos ya estaban en Berlín. La rendición alemana es cuestión de horas. La guerra llegará a su fin después de casi seis años. Era el turno de la paz. Pero los procesos históricos son complejos, varias situaciones contradictorias pueden convivir en un mismo momento. Los cambios no son automáticos ni las soluciones mágicas.

El fin de la guerra era el primer paso para llegar a la tranquilidad. Pero que terminaran los enfrentamientos armados no implicaba que el mundo a partir de ese momento sería un lugar idílico. El fin de la guerra también tuvo mucho dolor, venganza, violaciones, muerte e injusticias. Faltaba mucho trabajo y mucho sufrimiento para acceder a una nueva normalidad. 1945 fue el año en que empezó la sanación pero también el de la revancha y el dolor. Fue necesariamente un tiempo de confusión y de reparación, de horror y de esperanza.

El mundo debía reconstruirse luego de haberse hecho jirones. Esa reconstrucción no fue ni inmediata ni pareja. El recuento de los grandes hechos políticos -establecimientos de gobiernos, juzgamientos, ocupaciones, rehabilitaciones- muchas veces hace que se olviden los profundos dramas humanos. La visión global, el movimiento en ese tablero que es el mundo, pierde de vista las individualidades, los dramas personales por más masivos y similares que fueran.

Muchos se mostraron ilusionados con el regreso a los viejos tiempos. Eso significaba para ellos la firma de la capitulación. Pero habían sucedido demasiadas desgracias, había habido mucha muerte, la locura y la abyección habían permanecido demasiado tiempo como para que todo volviera a ser como antes.

El pasado no volvería. Un nuevo mundo empezaba. Pero esa nueva normalidad, con muchos elementos muy superadores del pasado y con otros que significan un retroceso, todavía requeriría muchos sacrificios y mucho trabajo para instalarse.

  El fin de la Segunda Guerra Mundial

Algo de eso muestra una escena que muchas veces ha pasado desapercibida. En el momento de la firma de la rendición alemana, el mariscal Wilhem Keitel sin dejar que ninguna emoción se filtrara en su expresión le dijo secamente a los comandantes soviéticos que estaba horrorizado por la dimensión de la destrucción de Berlín. Uno de los oficiales del Ejército Rojo le respondió con la misma parquedad: “¿Usted mostró el mismo horror por los cientos de pueblos y ciudades soviéticas que fueron arrasadas tras sus órdenes? Decenas de miles de niños quedaron sepultados bajo las ruinas de esos lugares”. Keitel no respondió nada.

La alegría inicial se transformó en euforia. La guerra había terminado. El mundo sería distinto. Era el momento de la paz. Sin embargo, los ánimos exultantes de algunos debían convivir con el hambre, la enfermedad, la pobreza, la lejanía del hogar o la ausencia de este. Y ninguno de esos eran estados intermedios. Había demasiada enfermedad. Demasiada pobreza. Demasiada hambre. Nada extraño: lo que las guerras suelen provocar.

La capitulación de unos, la victoria de otros no significaron la prosperidad inmediata. El fin de la guerra no funcionó como un interruptor que al apretarlo cambió de inmediato el estado de las sociedades.

En muchas grandes ciudades europeas hubo desfiles victoriosos, fiesta en las clases, bailes y besos. En otras sólo había desolación. En el mismo lugar un ejército podía ser visto como una fuerza de liberación o como despiadados conquistadores.

La libertad no era la solución a todos los problemas. La miseria seguía allí. Los familiares muertos no resucitaban y se iba a necesitar de mucho dinero y mucho trabajo para volver a levantar las ciudades arrasadas por las bombas.


En Berlín y en las otras ciudades alemanas por las que pasó el Ejército Rojo la norma fueron las violaciones masivas. Más de dos millones de mujeres ultrajadas. De los 12 a los 70 años. Las mujeres eran objetos, medios para consumar la venganza (Northcliffe Collection/ANL/Shutterstock)

Creer que en Europa, la firma de la rendición alemana hizo cesar las muertes es un error. La cantidad de enfermos y heridos, la diseminación de enfermedades que no podían enfrentarse. No había ni equipos médicos, ni personal ni medicamentos para tanta población. Y, hasta en los casos en que esa ayuda llegaba y era abundante, podía resultar perjudicial. Muchos murieron tras darse atracones con la comida que les proporcionaron los aliados: sus organismos no estaban preparados para comer raciones razonables de alimentos.

La guerra había dejado destrucción y dolor. Con la exaltación del triunfo, la tranquilidad de que el peligro de ser asesinado por una bomba hubiera quedado atrás, la posibilidad de vislumbrar un futuro por primera vez en cinco años. Pero con ese entusiasmo convivía la sed de venganza.


Los sobrevivientes de Auschwitz eran espectros humanos, ya no tenían hogar. Volver a sus países fue una tarea mucho más difícil de la que se había pensado (Shutterstock)

Una foto de Robert Capa, sacada unos meses antes, grafica la situación. Es de la liberación de la ciudad francesa de Chartres. Una mujer camina en medio de una multitud, en sus brazos un bebé envuelto en una manta. Delante de ella camina un hombre con un hatajo de ropa; el hombre, presumiblemente el padre de la mujer, con una boina en su cabeza lleva la vista clavada en el piso y un gesto amargo en la cara. La mujer, detalle fundamental, está rapada. Alguien rasuró a cero su pelo. El signo de la ignominia, la marca de la colaboración con los ocupantes nazis. El bebé en sus brazos parece ser la prueba más cabal de ello. Dos policías la llevan detenida o la escoltan, no sé sabe. Alrededor y detrás de ella centenares de habitantes del pueblo. Se burlan de ella, sonríen con satisfacción, disfrutan de la situación. En sus caras hay deleite, una furiosa alegría por el cambio de destino de la mujer.

Momentos similares ocurrieron en todas las ciudades europeas tras el fin de la guerra. Los acusados de colaboracionistas, las mujeres que habían entablado relaciones con el enemigo eran castigadas, lapidadas.

En Berlín y en las otras ciudades alemanas por las que pasó el Ejército Rojo la norma fueron las violaciones masivas. Más de dos millones de mujeres ultrajadas. De los 12 a los 70 años. Las mujeres eran objetos, medios para consumar la venganza. La retribución de lo que los nazis habían hecho en sus tierras. Nadie ponía freno a la situación.

Las calles vacías, cubiertas de escombros, con el humo saliendo de los restos todavía calientes de muchas edificaciones, fueron el escenario de múltiples atrocidades. El vencedor imponía su ley, la del Talión. Faltaba mucho tiempo para que la razonabilidad se impusiera.

Del lado de las tropas aliadas también existen registros de abusos y violaciones aunque no tan masivos ni sistemáticos. No estaba tan acendrado el sentido de venganza y las autoridades militares impusieron límites disciplinarios con mayor velocidad.


 
El mercado negro era el único lugar en que se conseguían productos de primera necesidad. Arroz, un jabón, pan. Se saqueaban ruinas, se atacaba a una anciana que caminaba por la calle con una bolsa de verduras (Sovfoto/Universal Images Group/Shutterstock)

La desesperación y la escasez hizo que muchas mujeres y también muchos hombres se entregaran a los soldados enemigos. Era una forma de conseguir alimentos y otros bienes que en medio de tantas carencias se convertían en mercancías muy valiosas. La miseria era abrumadora. Parecía faltar todo. Sociedades enteras martirizadas por el hambre. El mercado negro era el único lugar en que se conseguían productos de primera necesidad. Arroz, un jabón, pan. Se saqueaban ruinas, se atacaba a una anciana que caminaba por la calle con una bolsa de verduras, o una pandilla de chicos de 11 años tiraba al piso a una mujer para quedase con un pedazo de pan.

En el otro frente, en el Pacífico, uno de los argumentos con el que los líderes japoneses motivaban a su pueblo a luchar hasta las últimas consecuencias era el de que en caso de derrota sus mujeres serían mancilladas por el enemigo. Lo que los japoneses hacían no era más que recordar su propia experiencia como invasores de China una década antes. Para ellos no había otra forma en que un ejército invasor (o conquistador) pudiera comportarse. En Japón los excesos y los abusos fueron menores. Pero la guerra finalizó luego del lanzamiento de dos bombas atómicas que mataron cientos de miles de personas y que dejaron como herencia a varias generaciones diezmadas por la radiación.

Estaban también los sobrevivientes de los campos de concentración. Espectros, con un número tatuado en el brazo, con un delgado hilo de vida habitando su cuerpo. Arriados como ganado hacia alejados lagers en Europa Oriental, los escasos que escaparon del horror debían regresar a sus tierras, no ya a sus casas que habían sido saqueadas o asignadas a otros. Pero primero debían estabilizarse. Recuperar peso, regularizar comidas, dejar atrás enfermedades. Las repatriaciones fueron más complejas de lo recordado. Algunos desde un campo situado en la actual Polonia eran derivados a localidades rusas y de ahí recién emprendían el regreso a Italia u Holanda. Una odisea que duró meses y que se cobró también muchas vidas. Mientras tanto sus familiares esperaban, cada vez con menos ilusiones, alguna noticia.

“La libertad, la improbable, imposible libertad, tan lejana de Auschwitz que sólo en sueños osábamos esperarla, había llegado; y no nos había llevado a la Tierra Prometida. Estaba a nuestro alrededor, pero en forma de una despiadada llanura desierta. Nos esperaban más pruebas, más fatigas, más hambres, más hielo, más miedo”, escribió Primo Levi en La Tregua. Los sobrevivientes estaban regresando a la superficie, saliendo a flote en un camino que había que sortear, no libre de dolor y crueldad.

Mujeres llevando flores a soldados soviéticos en Berlín (Northcliffe Collection/ANL/Shutterstock)

El caos dominaba. Los eventos sucedían azarosamente, casi sin lógica, como si se tratara de un misterio a resolver. Un campo de refugiados al que llegó un cargamento de raciones. Además de algunos medicamentos y de latas de comida, casi sin razón de ser, entre los paquetes se habían colado dos grandes cajas con lápices labiales. Luego de la sorpresa el oficial británico a cargo, el teniente coronel Gonin ordenó distribuirlos entre las mujeres. Las mujeres yacían en las camas sin sábanas, no tenían nada de nada. Las costillas amenazaban con cortar la delgada piel que las recubría, muchas respiraban con dificultad pero tenían los labios pintados de un carmesí intenso.

“Creo que nada hizo más por esas mujeres que el lápiz labial. Ya no eran un número. Esa nimiedad les mostraba que volvían a ser individuos. Ese mínima posibilidad de prestar atención a la apariencia, en darse un pequeño gusto, les devolvía la humanidad que habían tratado de quitarles”, escribió el oficial británico años después.

Se vivió también una notable liberación sexual. Los índices de nacimiento en los meses posteriores son de los más altos de la historia europea. Luego de tantas privaciones y sufrimientos, el sexo era una manera contundente de recuperar, de reafirmar la humanidad que los nazis habían tratado de quitarles. Algunos se sobresaltaron y hablaron de indecencia y de libertinaje. La mayoría lo vivió con naturalidad e intensidad. Había otro motivo importante: oponerle vida a tanta muerte. Los nacimientos eran una confirmación contundente, irrefutable de vitalidad. Una manera de ir reconstruyendo lo derruido. Ian Buruma escribe en su libro Year Zero. A History of 1945: “El sexo no era sólo cuestión de placer; era, una desafío, una muestra de rebeldía contra la extinción”.

  Las calles vacías, cubiertas de escombros, con el humo saliendo de los restos todavía calientes de muchas edificaciones, fueron el escenario de múltiples atrocidades (Northcliffe Collection/ANL/Shutterstock)

En 1945 el mundo adquirió su nueva forma. Lo ocurrido ese año sentó las bases de todo lo bueno y lo malo que vino después. El transcurso del tiempo mostraría que el regreso al mundo anterior a la guerra era imposible. Los equilibrios se habían modificado pero también había cambiado la gente.

Los países que salieron victoriosos verían caer sus colonias en los años siguientes; Japón y Alemania empezaban la recuperación desde cero. Las mujeres empezaban a tener otro papel en la sociedad; la ausencia de los hombres durante tantos años habían demostrado lo que durante tanto tiempo no se había querido ver: sus condiciones, su fortaleza, sus habilidades, la igualdad de condiciones (aunque todavía se estaba muy lejos de la igualdad de oportunidades: tan lejos que todavía, 75 años después, no se alcanzó).

Pero no sólo la liberación femenina salió a la luz dentro de las ideas, instituciones y conflictos que definirían las siguientes décadas (probablemente, al menos, hasta la caída del Muro en 1989) están las Naciones Unidas, el comunismo como posibilidad en muchos países, el pacifismo japonés, la unidad europea, la hegemonía norteamericana, el estado de bienestar y, por supuesto, la Guerra Fría.

viernes, 19 de junio de 2020

Comunismo: El genocidio soviético en cifras

Muertes en la Unión Soviética

W&W




Para aquellos interesados ​​en la cantidad de soviéticos, civiles y militares que murieron en la Segunda Guerra Mundial, aquí hay un excelente desglose creado por Nick Terry, miembro del Foro de Historia del Eje:

Hay tantas estimaciones diferentes simplemente porque la mayoría de ellas son realizadas por investigadores incompetentes.


Así es como Goskomstat (Comité de Estadísticas del Estado) calculó las pérdidas demográficas TOTALES durante el período de Gorbachov:


Población de la URSS el 22 de junio de 1941 - 196,7

Población de la URSS el 31 de diciembre de 1945 - 170,5

De ellos, nacidos antes del 22.06.41 - 159.5

Pérdida total de población: 37,2

Los niños murieron prematuramente durante la guerra - 1.3

Mortalidad natural estimada desde 1940 - 11,9

Pérdida total de población EXCESO durante la guerra - 26,6

Tenga en cuenta que esto incluye la emigración. El número de emigrantes se estima en 600,000. Por lo tanto, el funcionario estima de muertes de guerra es de 26 millones. Sin embargo, un demógrafo estadounidense llamado Maksudov señaló la emigración no autorizada de los polacos étnicos. Dado que se desconoce el número, y también es incierto si se tuvo en cuenta en las estimaciones originales de Goskomstat, el número de muertes podría reducirse. Entonces, 26 millones deberían tratarse como el límite más alto, probablemente alrededor de 25 millones, el más bajo.

En consecuencia, dado que las bajas militares se contabilizan mejor que las civiles, el número de muertes de civiles se calcula restando las pérdidas militares de las pérdidas totales. La estimación más confiable por ahora es la de Krivosheev, que nos da 8,6 millones de bajas demográficas militares. Por lo tanto, las pérdidas civiles totales están en el área de 16.4 - 17.4 millones. Cabe señalar que incluyen pérdidas de partisanos, unidades de milicias de personas y reclutas que fueron convocados pero que no se fortalecieron en sus unidades antes de perecer (se aplica al primer mes de la guerra).

Las pérdidas civiles totales consisten en una combinación de civiles directamente asesinados por los ocupantes y civiles que murieron prematuramente debido a las condiciones de vida empeoradas (hambre, epidemias) tanto en los territorios ocupados como en el hogar.

Una comisión de posguerra hizo la siguiente estimación de la mortalidad atribuida DIRECTAMENTE a los ocupantes:

Exterminados deliberadamente: 7,420,379

Murieron como esclavos en Alemania: 2,164,313

Murió por las duras condiciones del régimen de ocupación: 4,100,000

Total: 13,684,692




Eso nos deja con 1.8-2.8 millones de muertes en exceso en el hogar, incluida la inanición masiva de civiles en Leningrado y otras ciudades sitiadas.

Fuentes: Krivosheev, "Rossiia i SSSR v voinakh XX veka"; Harrison, "Contabilidad para la guerra"

Aquí hay números sobre prisioneros de guerra alemanes de estadísticas rusas recientes:

Según las cifras alemanas, entre el 35 y el 37 por ciento de los 3.155.000 soldados alemanes en cautiverio soviético perecieron. Un recuento estadístico ruso reciente da una imagen ligeramente diferente: entre 1941 y 1945, un total de 3.576.300 soldados de la Wehrmacht y las SS fueron capturados por los soviéticos. De este total, 551,500 fueron puestos en libertad de inmediato en mayo de 1945, y el resto fueron enviados para ser internados. Un total de 220,000 ciudadanos soviéticos al servicio de la Wehrmacht y 14,100 alemanes marcados como criminales de guerra fueron enviados a campos especiales de NKVD, y otros 57,000 hombres murieron durante el transporte a campos de prisioneros de guerra. De un total de 2.733.739 soldados de la Wehrmacht recluidos en campos de prisioneros de guerra soviéticos, 381.067 murieron y 2.352.672 fueron repatriados a Alemania ". "Barbarroja" por Christer Bergstrom pág. 120

Se me hizo notar que en mis revisiones no siempre proporciono la información relevante en mis revisiones cuando critico el trabajo de un autor. Esto puede suceder por dos razones, o simplemente soy demasiado flojo para hacer el trabajo (nos pasa a todos) o ya he proporcionado la información, fuentes, hechos, cifras, etc., en otra revisión. Por lo tanto, decidí que haré publicaciones separadas con información relevante que a menudo encuentro falta o mal interpretada de los trabajos de muchos autores. Primero, la situación del prisionero de guerra soviético, lo que les sucedió después de la guerra:

A fines de 1941 se establecieron los primeros campamentos especiales (es decir, "filtración") para
- prisioneros de guerra y tropas que fueron rodeadas por el ejército alemán,
- colaboradores civiles y
- civiles en edad de reclutamiento que han residido en el territorio ocupado por los alemanes. Según un artículo publicado en la revista "Свободная мысль" ("Libre pensamiento") (1997, №9, página 96) por dos investigadores del "Memorial", A Kokurin y N. Petrov, para el 1 de marzo de 1944, un total de 312,594 prisioneros de guerra soviéticos y ex militares del Ejército Rojo que fueron "rodeados" por los alemanes fueron controlados por NKVD. De ellos: - regreso al servicio militar: 223,272 (71.4%)
- para trabajar en la industria de defensa: 5,716 (1.8%)
- continuar el servicio en las tropas del convoy del NKVD 4,337 (1.4%),
- a hospitales para tratamiento 1.529 (0,5%),
- falleció en los campos de "filtración" 1.779 (0,6%),
- enviado a batallones "penales" 8.255 (2,6%),
- arrestados 11,283 (3.6%). Los 56,403 prisioneros de guerra restantes (18.1%) todavía estaban en campamentos especiales al 1 de marzo de 1944.

Un artículo en "Военно-исторический журнал" ("Revista militar-histórica"), 1997, №5. página 32, por A. Mejen'kov corrobora lo anterior: un total de 317,594 prisioneros de guerra pasaron por campamentos especiales entre octubre de 1941 y marzo de 1944. Su "destino" es muy similar (con discrepancias menores, si las hay) al "destino" de los descritos anteriormente por dos investigadores "Memorial".

En consecuencia, a partir de marzo de 1944, NKVD verificó a 256.200 militares en campamentos especiales. De aquellos:

- "aclarado" 234.863 (91,7%),
- enviado a batallones "penales" 8.255 (3,2%),
- arrestados 11,283 (4.4%),
- falleció 1,799 (0.7%)

En noviembre de 1944, "ГКО" (Comité de Defensa del Estado) emitió un decreto que declaraba que hasta el final de la guerra, los prisioneros de guerra liberados del cautiverio debían ser enviados a formaciones militares de reserva sin pasar por campos especiales. De esta manera, más de 83,000 oficiales fueron reincorporados al servicio. Más tarde, después del desmantelamiento del NKVD, 56,160 fueron desmantelados, más de 10,000 enviados de regreso al Ejército Rojo, 15,241 fueron degradados, pero continuaron sirviendo en el Ejército Rojo.

Al analizar varias otras fuentes, los autores concluyen que más del 90% de los prisioneros de guerra fueron eliminados, alrededor del 4% fueron arrestados y el otro 4% fueron enviados a los batallones "penales".



El 11 de mayo de 1945 se emitió una directiva sobre el establecimiento de 100 campamentos especiales para controlar a los DP soviéticos repatriados (personas desplazadas). Para el 1 de marzo de 1946, un total de 4,199,802 DP soviéticos (prisioneros de guerra y civiles) fueron re-patriados. De aquellos:

- enviados a casa: civiles 2.146.126 (80,68% de todos los civiles repatriados), prisioneros de guerra 281.780 (18,31% de todos los prisioneros de guerra repatriados),
- redactado (para civiles) / enviado de vuelta (para prisioneros de guerra) al Ejército Rojo: civiles 141.962 (5,34%), prisioneros de guerra 659.190 (42,82%),
- enviado a "batallones de trabajo" (*): civiles 263.647 (9,91%), prisioneros de guerra 344.448 (22,37%),
- transferidos a NKVD: civiles 46,740 (1.76%), prisioneros de guerra 226,127 (14.69%).
- todavía en campamentos o empleados del Ejército Rojo y la administración militar en el extranjero: civiles 61.538 (2,31%), prisioneros de guerra 27.930 (1,81%)

(*) utilizado para trabajos de reconstrucción en la URSS

Para aquellos interesados ​​en la hambruna ucraniana y las pérdidas generales en Ucrania a lo largo de los años 30, aquí hay algunos datos relevantes:

Este es un resumen del material de un artículo de 2002 en Population Studies sobre los cambios en la población de Ucrania en las décadas de 1930 y 1940. Evidentemente, son demógrafos profesionales en el trabajo (cuatro de ellos, dos franceses, uno ruso y uno ucraniano).

Concluyen para la década de 1930

2,582 millones de muertes en exceso en Ucrania desde 1926 hasta 1939
930,000 perdidos debido a la emigración *
1,057,000 déficit de nacimiento

* 400,000 descalcificación, 530,000 GULag

para una población de 1939 de 30,946,000.

martes, 25 de junio de 2019

Nazismo: El primer juicio de Auschwitz (libro)

Juicio de Auschwitz: Cuando las familias alemanas se enfrentaron a la verdad

En su primera novela, la reconocida guionista Annette Hess habla sobre el primer juicio que llevó a los tribunales a los responsables del campo de exterminio nazi


Primer juicio de Auschwitz con María Mandel como acusada (AP)


Lara Gómez Ruiz | LaVanguardia

En el año 1963 se marcó un antes y un después en Alemania y podría decirse que en el mundo entero. Tenía lugar el primer juicio de Auschwitz, en el que se tomaba declaración a distintos responsables del campo de exterminio nazi. Llegaba el momento de hablar pues, hasta entonces, eran muchos los pactos de silencio que existían en muchas familias que no deseaban otra cosa que olvidar. ¿Había alguien que no supiera realmente lo que ocurría?

Pero no es fácil desprenderse del pasado. Annette Hess lo sabe bien. Ella es una de las guionistas más populares del país germano y nunca ha escondido su interés por conocer cómo influyen en nuestra personalidad las vivencias de nuestros antepasados, empezando por los suyos mismos. Una búsqueda personal y una reflexión que ha plasmado en la que es su primera novela, La Casa Alemana. Los editores tenían tanta fe en ella que, antes incluso de acabarla, ya había vendido los derechos a 20 países y se había acordado llevarla al cine.
Antes de que Hess acabara su novela, ya se habían vendido los derechos a 20 países y se había acordado llevarla al cine 

'La casa alemana', la primera novela de Anette Hess (Planeta)

“Mi abuelo fue policía en Polonia desde 1939 hasta 1944. Lo sabía desde que era una niña pero, como él nunca habló de ese momento y había una especie de tabú para preguntarle al respecto, nunca lo relacioné con los crímenes de los nazis”, cuenta Hess a La Vanguardia. “Pero, mientras me documentaba, me di cuenta una cosa: la Policía era una parte importante del Holocausto, por lo que, pese a que no lo sepa con seguridad, es muy probable que mi abuelo fuera culpable. Ahora ya es tarde para preguntarle, pero con mi libro trato de llenar este punto ciego en mi familia”, confiesa.

En su libro, Hess se inspira tanto en su historia familiar como en la de tantas otras del país, poniendo en juego a Eva Bruhns, una joven cuya vida gira en torno a La casa alemana, el restaurante tradicional que regentan sus padres y en el que la familia comparte su día a día: desde los entresijos de su trabajo en una agencia de traducción hasta el anhelo de que su novio se decida a pedirle su mano a su padre.

Mi abuelo fue policía en Polonia[..] Lo sabía desde que era una niña pero, como él nunca habló de ese momento y había una especie de tabú para preguntarle al respecto, nunca lo relacioné con los crímenes de los nazis” Annette Hess Guionista y escritora

Llega el año 1963 y, por cosas del caprichoso destino, Eva acaba colaborando con la fiscalía como intérprete. A medida que traduce los testimonios, se da cuenta de la magnitud del Holocausto y se compadece del horror por el que pasaron los supervivientes. La joven cree que su entorno debería sentirse orgulloso de ella por su labor, pero lo cierto es que a su familia no le hace ni pizca de gracia este nuevo trabajo, hasta el punto de oponerse firmemente. ¿Por qué todos insisten en dejarla atrás? ¿Por qué faltan fotografías en el álbum familiar? ¿Es posible vivir igual cuando se atisba la verdad?

“Yo diría que Alemania hizo un buen trabajo al principio en la elaboración de los crímenes. Pero creo que se centró demasiado en los perpetradores y olvidó a las personas normales que hicieron posible el Holocausto. En Alemania estoy teniendo muchas reacciones con mi libro. Y es que hay muchos secretos en las familias que deben ser revelados. Por supuesto, es más fácil concentrarse en los oficiales de las SS, en monstruos como Mengele, Hitler o Eichmann, pero es difícil mirar si en tu propia familia hubo alguien que hizo posible esta ‘fábrica de asesinatos’”, remarca la escritora.

A eso mismo se enfrentó ella. Desde que en 2013 estuvieron disponibles en Internet los documentos sonoros de este primer juicio, Hess se dedicó a bucear en un caso que obligó a enfrentarse a las familias con sus recovecos más oscuros. “Nosotros, como alemanes, tenemos la misión de recordar. Tenemos que encontrar nuevas formas, atractivas para las generaciones más jóvenes, para decir que el racismo aparentemente inofensivo puede llevar a una catástrofe humana”, sentencia.

Annette Hesse, autora de 'La casa alemana', y Johann Zilien (i), uno de los responsables del archivo del estado federado de Wiesbaden, consultan la sentencia del primer juicio contra los responsables de Auschwitz (Editorial Planeta / EFE)


Alemania hizo un buen trabajo al principio en la elaboración de los crímenes. Pero creo que se centró demasiado en los perpetradores y olvidó a las personas normales que hicieron posible el Holocausto” Annette Hess Guionista y escritora

sábado, 12 de enero de 2019

PGM: Las "mentiras del pastorcito" británicas que llegaron a la SGM

Las fake news británicas de la Primera Guerra Mundial que tuvieron consecuencias en la Segunda

Historias de la Historia



The British War Propaganda Bureau fue la agencia de propaganda creada por el gobierno británico cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Operaba bajo la supervisión de la Oficina de Relaciones Exteriores y dirigió su labor propagandística a los países aliados y, sobre todo, a los neutrales —especialmente EEUU y China— para vender la maldad de las Potencias Centrales y, de esta forma, ofrecerles argumentos para posicionarse. Una de las campañas que más éxito tuvo fue The German Corpse Factory o Kadaververwertungsanstalt (fábrica de tratamiento de cadáveres).

El 17 de abril 1917 los periódicos británicos The Times y The Daily Mail, propiedad del reconocido germanófobo Lord Northcliffe, publicaban una noticia bajo el titular “Los alemanes y sus muertos”. La fuente de la noticia era una publicación en un periódico belga que referenciaba uno holandés que se hacía eco de uno alemán, el Berliner Lokalanzeiger. Según los diarios británicos, en estas factorías se procesaban los cadáveres para extraer la grasa y fabricar nitroglicerina, velas, aceites lubricantes… Además, el hueso se molía hasta convertirlo en polvo y utilizarlo como fertilizante en los campos y comida para cerdos. Lo atroz y espantoso de esta historia es que se publicó que los cadáveres utilizados no eran de animales, sino cuerpos humanos. Las autoridades alemanas protestaron antes aquellas “repugnantes y ridículas afirmaciones” y trataron de explicar que la noticia del periódico alemán, firmada por Karl Rosner, hacía referencia al mal olor que provenía de una fábrica y utilizaba la palabra kadaver (cadáveres de animales en alemán) que, intencionadamente, se había traducido por cadáveres humanos. Daba igual, el mal ya estaba hecho.

A los pocos días, la revista satírica británica Punch siguió haciendo leña del árbol caído y añadía ilustraciones a la noticia, como esta en la que el Kaiser Guillermo II de Alemania, señalando una de estas fábricas, le decía a un joven recluta “… y no olvides que servirás a tu Kaiser, vivo o muerto“.



Incluso llegó a saltar el charco y The New York Times también se hizo eco de la noticia. La oficina de propaganda había conseguido su objetivo. El caso llegó a discutirse en la Cámara de los Comunes concluyendo que, aunque no existían pruebas de ello y que no era un asunto en el que el Gobierno británico tuviese que inmiscuirse ya que no tenía ningún control sobre los diarios británicos, conociendo cómo actuaban los alemanes cualquier cosa era posible.

Entonces, ¿quién fue el responsable de convertir este bulo en noticia? En 1925 el diputado conservador John Charteris , que había servido como Jefe de Inteligencia durante la guerra, durante una cena privada en un gira por los EEUU admitió que él había sido el ideólogo. Mientras leía un artículo de un periódico durante la guerra se fijó en las dos fotografías que lo acompañaban: una de caballos muertos transportados en un tren para ser tratados en las fábricas, con la palabra kadaver al pie de foto, y otra de soldados muertos en el frente llevados en un vagón a casa para ser enterrados. Fue suficiente con poner el pie de la fotografía de los caballos al de los soldados y hacerla llegar a la mesa apropiada. Con esta fotografía y el artículo del alemán Karl Rosner fue coser y cantar. Alguien presente en aquella cena filtró la noticia al New York Times y Charteris, a su regreso a Gran Bretaña, negó haber hecho tales declaraciones. A finales de ese mismo año, Austen Chamberlain, Ministro de Asuntos Exteriores, admitió en la Cámara de los Comunes que “nunca hubo pruebas que confirmasen la existencia de fábricas de tratamiento de cadáveres humanos en Alemania“.

Para aquellos que difundieron noticias falsas en 1917, los alemanes eran tan malvados que cualquier cosa podía ser usada como arma contra ellos, incluyendo rumores y mentiras. Pero aquellas fake news iban a tener consecuencias. Cuando en la década de los años 30 comenzaron a llegar noticias de las atrocidades que los nazis estaban cometiendo con los judíos (campos de exterminio, cámaras de gas…), muchos no las creyeron pensando que se trataba de otro bulo como el de las fábricas de tratamiento de cadáveres de la Primera Guerra Mundial, y esta duda contribuyó a la tardanza en responder a las solicitudes de asilo de los refugiados judíos.

miércoles, 18 de julio de 2018

martes, 29 de mayo de 2018

SGM: El colaboracionismo saca la cola de paja en Europa

Cómo lidian con su pasado los países europeos que tuvieron colaboradores del régimen nazi

Con su polémica ley aprobada hace pocos días, Polonia dio uno de los pasos más osados para borrar de la historia la ayuda que muchos de sus ciudadanos brindaron a los invasores alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Otras naciones, en cambio, tomaron un rumbo distinto para no olvidar su pasado más negro

Por Germán Padinger || Infobae
gpadinger@infobae.com



Polonia está en el centro de la polémica, pero no es un caso aislado

La reciente disputa entre Polonia e Israel por una ley que prohíbe menciones a la responsabilidad polaca en el Holocausto ha vuelto a interpelar a nuestros tiempos con el recuerdo y la interpretación de una de las páginas más oscuras de la historia europea y mundial.

Ni Polonia ni Israel pretenden, por supuesto, ir en contra de la idea de que fue la Alemania nazi la principal, y quizás única, responsable del genocidio de judíos y muchas otras minorías durante los años de la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945.

Pero sí están chocando por el reconocimiento del rol activo de los individuos, de diferentes nacionalidades y credos, en diferentes actos violentos perpetrados por los nazis.

Así, el gobierno nacionalista y conservador polaco intenta callar con penas de prisión a quienes citen este colaboracionismo para hablar de una responsabilidad polaca, y en su férrea defensa han incluso traído a la discusión el caso de colaboradores judíos dentro de los ghettos y campos de concentración.


Colaboradores judíos dentro del ghetto de Varsovia

El miércoles el periódico israelí Times of Israel se involucró en el debate promoviendo el argumento de que si bien hubo colaboradores entre polacos y judíos de toda nacionalidad, los primeros lo hacían para buscar un beneficio de las autoridades alemanas o bien por antisemitismo, mientras que los segundos, prisioneros llamados a administrar prisiones y mantener el orden, lo hacían bajo una constante amenaza de muerte.

Lo cierto es que hubo colaboracionismo, en mayor o menor medida, en todos los países europeos conquistados por Alemania durante la guerra y era inevitable. También lo hubo en los países ocupados por Japón e Italia, aliados que conformaban el llamado "Eje".

Ya sea por búsqueda de beneficio, por supervivencia o por simple obediencia, el fenómeno existió e incluso hemos podidos observar ejemplos contemporáneos en las ciudades sirias e iraquíes conquistadas por el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) en 2014.

Pero quizás el debate actual en torno al holocausto esté relacionado a cómo cada una de las naciones reprimidas por los nazis lidió con el fenómeno de los colaboradores y qué responsabilidad aceptó durante la posguerra.


El primer ministro polaco Mateusz Morawiecki, que alimentó la polémica igualando a colaboradores polacos y judíos (AFP)

Estos son algunos de los casos de colaboracionismo más emblemáticos de la guerra, y cómo fueron tratados cuando los invasores finalmente fueron expulsados.

Francia

El ejército francés se derrumbó en junio de 1940 tras un mes y medio de durísimos combates contra los alemanes. Poco antes había ocurrido algo similar con sus aliados en la Fuerza Expedicionaria Británica, que logró ser evacuada en Dunquerque.

En consecuencia inició una larga ocupación del país que duraría hasta 1944.

Pero a pesar de que el movimiento de resistencia ante los invasores cobró una enorme notoriedad durante y luego de la guerra, Francia se convirtió también en un emblema del colaboracionismo porque sólo la mitad norte del país fue ocupada por los alemanes.


Voluntarios franceses peleando en Rusia en 1941 en las filas del ejército alemán

La mitad sur fue "devuelta" a un gobierno francés con capital en Vichy, al mando del general Philippe Pétain, pero a las órdenes de Berlín.

En la Francia de Vichy la policía rutinariamente hallaba y deportaba judíos, gitanos romani, homosexuales y otros "indeseables" a los campos de concentración y de exterminio en Polonia. Además de proveer trabajadores, inteligencia y hasta asistencia militar principalmente en las colonias francesas en África, así como voluntarios para la 33° división SS de infantería "Carlomagno".

Tras la invasión de las tropas aliadas en Normandía en junio de 1944 y la posterior entrada en París, y del sur del país mediante la operación Dragoon en agosto, la Francia liberada se lanzó a un caería brutal de colaboracionistas.

Los hombres eran ejecutados en juicios sumarios, con estimaciones que llegan a los varios miles, y las mujeres recibían cortes de pelo al ras para ser luego fácilmente reconocidas y humilladas.


Tropas aliadas se preparan para desembarcar en Argel, capital argelina defendida por las tropas de la Francia de Vichy, colaboradora de Alemania (Getty)

Cuando se restauró el orden, iniciaron entonces los juicios contra cerca de 127.000 personas, que incluyeron unas 1.500 sentencias a muerte, según señala el historiador francés Claude Liauzu en su obra de 1999 "La sociedad francesa frente al racismo: de la Revolución hasta nuestros días". Hubo además 56.000 ciudadanos "degradados" al perder sus derechos civiles.

El extenso alcance del colaboracionismo en Vichy y las brutales represalias son un recuerdo difícil de abandonar en el país, donde el historiador Henry Rousso habla incluso de un "Síndrome de Vichy".

Pero más allá de la ola de ejecuciones ilegales y legales a colaboradores, sin embargo, Francia tardó en establecer una postura oficial con respecto a su rol en el Holocausto, e incluso por muchos años cargó la culpa entera sobre el gobierno de Vichy, extinto.

Pero en 1995 el entonces presidente Jacques Chirac admitió la responsabilidad del estado francés por la deportación de 76.000 judíos. "Estas horas oscuras son un insulto contra nuestro pasado y tradiciones. La locura criminal de los ocupadores fue secundada por los franceses, por el Estado francés", explicó, según recuerda la BBC.


El presidente francés Emmanuel Macron volvió a reconocer el año pasado la responsabilidad de su país en el Holocausto (Reuters)

La postura fue retomada por el actual presidente Emmanuel Macron en 2017. "Fueron definitivamente los franceses quienes organizaron esto, ningún alemán participó", dijo el mandatario en un acto de recuerdo en el  Vélodrome d'Hiver, el velódromo parisino donde fueron reunidos 13.000 judíos antes de su deportación.

"Es conveniente ver al régimen de Vichy como surgido de la nada, y vuelto a la nada. Es conveniente, pero falso. No podemos construir orgullo basado en mentiras", argumentó, de acuerdo al periódico El País.

Bélgica y Holanda

Bélgica y Holanda cayeron bajo dominio alemán en 1940, poco antes de la derrota de Francia.

En el primero la colaboración sucedió principalmente en la región de Flandes, donde antes de la guerra ya existían partidos fascistas cercanos a los nazis, como el Vlaams Nationaal Verbond y el Partido Rexista.


Un acto del partido belga Vlaams Nationaal Verbond en 1941

Los miembros de estas fuerzas crecieron en número y poder bajo la ocupación alemana, accediendo a las órdenes de Berlín. Además, unos 15.000 belgas marcharon a las filas de las Waffen SS para luchar en Rusia.

Se estima que entre 29.000 y 65.000 judíos fueron deportados a los campos de concentración, la mayoría de los cuales murió allí, de acuerdo al Yad Vashem, institución del Estado de Israel dedicada a la memoria del Holocausto.

En Bélgica no existe una declaración de responsabilidad como la realizada en Francia, pero en 1995 se aprobó una ley que penaliza la negación del Holocausto, una legislación que, al igual que la promovida en estos tiempos por Polonia, tiene su cuota de polémica.

En tanto en 2007 se publicó un largo y detallado informe final sobre el colaboracionismo en el país, titulado "La Bélgica dócil", que tuvo un alto impacto al mostrar el alcance de la ayuda local ofrecida a las fuerzas ocupadoras.


En la posguerra a muchas mujeres acusadas de colaborar o mantener relaciones con alemanes se les cortó el cabello para que fueran identificadas y humilladas

En especial se cita el momento en 1940 cuando el gobierno belga accedió a crear un registro de judíos que luego proporcionó a los alemanes y fue instrumental en las redadas previas a la deportación.

En Holanda existía una variante local del partido Nacional Socialista de los Trabajadores, nombre oficial del nazismo, que aumentó su poder tras la derrota militar del país.

Durante la ocupación el país estuvo gobernado por una administración civil poblada por alemanes, que a su vez controlaban a los empleados públicos holandeses.

En los primeros años este gobierno mixto realizó un registro de judíos y sus bienes, y aplicó la prohibición para ellos de participar de la administración pública y otras ocupaciones.


Cartel de reclutamiento a las Waffen SS destinado a los holandeses

En 1942 comenzaron las deportaciones a Auschwitz y Sobibor, y según estimaciones citadas por el Museo del Holocausto en Estados Unidos, 107.000 judíos holandeses fueron enviados a estos dos campos de exterminio. Sólo 5.200 sobrevivieron.

Además de esta colaboración con el gobierno, numerosos holandeses se enlistaron también en la 11° divisón SS "Nordland" y en la famosa 5° división SS "Wiking", para luchar contra la Unión Soviética.

En la posguerra Holanda evitó cualquier tipo de referencia a sus colaboradores, enfatizando en cambio los numerosos casos de ayuda a los judíos y su activa resistencia.

Pero el desproporcionado número de muertos entre la población judía del país y los asuntos inconclusos con respecto a la propiedad confiscada por las autoridades mantuvo el tema en agenda.

La situación comenzó a cambiar en 2005, cuando la compañía nacional de ferrocarriles Nederlandse Spoorwegen pidió perdón por su rol en el traslado de los judíos a los campos de exterminio. Ese mismo año el primer ministro Jan Peter Balkenende había condenado la complicidad holandesa en el Holocausto, según reportó Haaretz, aunque aún no hubo una pedido de disculpas formal.

Ucrania y los países oprimidos por la URSS

En los años previos a la guerra el descontento de los ucranianos con la Unión Soviética a la que pertenecían, y especialmente frente a Rusia, su república más importante, había llegado a niveles muy altos.

Especialmente el recuerdo del Holodomor, la hambruna provocada por políticas deficientes en las que se cree que murieron millones de personas, las purgas políticas ordenadas desde Moscú y la colectivización de las fértiles tierras ucranianas, habían potenciado los sentimientos independentistas.

Cuando los alemanes entraron triunfantes en 1941 en el territorio, persiguiendo al ejército rojo, muchos lo vieron casi como una liberación y los nazis fomentaron que los ucranianos obtuvieran puestos políticos en la nueva administración, en reemplazo de judíos y rusos desplazados.


Durante los rápidos avances de 1941, muchos ucranianos vieron a los alemanes como “liberadores”

Basada en un antisemitismo preexistente entre los ucranianos, a la colaboración con los esfuerzos bélicos alemanes (al que se sumaron como soldados voluntarios) se sumó la ayuda prestada para llevar a cabo el Holocausto mediante el despliegue de policías especiales en todo el territorio, que como Polonia albergó también campos de exterminio.

Ucrania logró separarse definitivamente del control de Rusia en 1991 con la caída de la Unión Soviética, y desde entonces no ha condenado oficialmente las instancias de colaboración.

Por el contrario, en 2014 aprobó dos leyes de censura. La primera, con el número 2558, prohíbe la propagación de símbolos tanto del nazismo como de la URSS.

Una segunda norma, la 2538-1, celebra los diferentes grupos de partisanos y milicias ucranianas que combatieron esta ocupación, y criminaliza a quienes cuestionan su legado en la lucha por la independencia, a pesar de que algunas perpetraron masacres.


Estonios, lituanos, latvios, bielorrusos y ucranianos colaboraron con los nazis, buscando en el proceso liberarse de la presión ejercida por la Unión Soviética

En Bielorrusia los nazis recibieron el apoyo de los políticos que fomentaban el movimiento independentista, y a cambio de tomar las riendas del país éstos participaron activamente en la búsqueda y exterminio de judíos.

Algo similar ocurrió con los países del báltico Estonia, Lituania y Letonia, los cuales, ansiosos de liberarse de la URSS, no dudaron en implementar las políticas raciales de los alemanes y gestionaron diversas masacres contra los judíos y los romani, a cambio de lograr una administración independiente de su territorio.

Tampoco hubo reconocimiento de responsabilidad en estos países, que se defienden alegando que no eran estados independientes al momento de los crímenes.

En el caso de Letonia y Lituania, aprobaron en 2010 y 2014 leyes similares a la de Ucrania, que penalizan con prisión a quienes niegan los crímenes de genocidio y cuya responsabilidad la norma claramente restringe sólo a la Alemania Nazi y la URSS.


Tras la caída de la Unión Soviética, las repúblicas que se independizaron cargaron todas las culpas sobre ésta (Archivo)

Polonia

A diferencia de Vichy y los estados bálticos, no hubo gobierno polaco durante la ocupación y el país entero estuvo administrado por los alemanes entre 1939 y 1945.

Además, debido al hecho de que Polonia fue derrotada militarmente pero nunca se rindió, algunos miembros de su ejército pasaron a la clandestinidad y forjaron el movimiento de resistencia más grande de Europa.

Por esta razón los alemanes no confiaban en los polacos y no les daban cargos administrativos de alto nivel, excepto a los descendientes de alemanes cuyas familias habían quedado en el país luego de los cambios en las fronteras que produjo la Primera Guerra Mundial.

En esta situación particular se han basado los sucesivos gobiernos polacos de pos guerra para evitar el rótulo de "colaboracionismo", aún más en lo referido a la implementación del Holocausto.


La estación de llegada a Auschwitz, en Polonia (Reuters)

Sin embargo, también hubo numerosas instancias de ayuda a los nazis de parte de polacos, según ha documentado el Museo del Holocausto en Estados Unidos.

Potenciado por el antisemitismo, presente en toda Europa en los años anteriores a la guerra, hubo instancias de polacos que informaban a los nazis de la ubicación de sus vecinos judíos a cambio de beneficios.

Una investigación privada del historiado Jan Grabowski, por ejemplo, vincula la muerte de hasta 200.000 judíos a la cacería activa o información proporcionada por sus vecinos polacos.

Hubo, además, un extenso trabajo en conjunto durante la ocupación entre las fuerzas policiales polacas y los trabajadores en el sistema de ferrocarriles con las tropas de ocupación alemanas para ordenar y trasladar a los "indeseables" a los campos de exterminio.


Otra faceta: el militar polaco y miembro de la resistencia Witold Pilecki, quien arriesgó su vida para entrar en Auschwitz

Además, dos famosas masacres de judíos realizadas por polacos en Jedwabne y Kielce, en 1941 y 1946, continúan siendo un recuerdo amargo para muchos.

Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Belzec y Sobibor son algunos de los campos de exterminio que fueron instalados en Polonia por los alemanes y en donde murieron millones de personas, y que han trazado una vinculación casi instantánea entre el país y el Holocausto. De hecho la ley impulsada por el gobierno polaco busca también prohibir el uso de la expresión "campo de exterminio polaco", ya que además de su ubicación geográfica el término puede dar lugar a dudas sobre quién operaba esas instalaciones.

Muchos polacos resienten esta asociación, considerando que, al menos a nivel estatal, su país colaboró menos que Francia, Holanda o Estonia, pero que aún así se los considera como partícipes del Holocausto.

Pero lo cierto es que los gobiernos polacos no han reconocido ninguna responsabilidad ni han ahondado en investigaciones sobre el alcance del colaboracionismo en el país, debate que ahora planean cerrar con una ley.

jueves, 26 de octubre de 2017

SGM: ¿De donde viene la cifra de 6 millones de judíos exterminados?

¿Por qué hablamos de seis millones de muertos en el Holocausto?

Nunca se podrá precisar el número de judíos asesinados por los nazis. Los expertos manejan una cifra entre cinco y seis millones



GUILLERMO ALTARES | El País



Proceso de selección de prisioneros judíos a su llegada a Auschwitz. ALBUM DE AUSCHWITZ / YAD VASHEM

Raul Hilberg, el gran historiador del Holocausto, consideraba que siempre se había tratado de contar la Shoah a través de los relatos de los supervivientes, cuando sólo se puede narrar a través de los muertos. La mayoría de víctimas del genocidio nazi fueron asesinadas nada más bajar de un vagón en cámaras de gas de lugares que resuenan en la memoria como Auschwitz, pero también en otros de los que apenas quedan restos, como Treblinka, Belzec o Sobibor.


El diario israelí Haaretz se preguntaba en agosto de dónde sale la cifra que mide universalmente ese horror (seis millones de judíos muertos) y por qué es tan difícil precisar un número de víctimas. La respuesta apunta a esa inmediatez: los muertos no dejaron testimonios, pero tampoco muchos documentos, pues nunca fueron censados. Tampoco los fusilados masivamente en la URSS desde junio de 1941. Otra respuesta es la magnitud de los crímenes nazis, imposible de imaginar y, por ello, de medir.

Los dos principales centros de documentación de la Shoah, el Yad Vashem de Jerusalén y el Museo del Holocausto de Washington, emplean los canónicos seis millones. Este último dedica un detallado análisis a las cifras, aunque recuerda que ningún documento nazi cifra el número de judíos, ni de otros grupos, asesinados entre 1933, cuando Hitler llega al poder, y 1945, final de la II Guerra Mundial. Las estadísticas se basan en todo tipo de censos e investigaciones posteriores. Los números de esta institución se reflejan en el gráfico.





Auschwitz (un millón de muertos, de ellos 870.000 gaseados nada más llegar), Treblinka (925.000) y la actuación de los Einsatzgruppen (unidades móviles de exterminio) en la URSS (1,3 millones) concentran más de la mitad de víctimas judías. Los guarismos de Treblinka resultan especialmente espeluznantes: tenía unas instalaciones muy pequeñas, un andén de llegada y cámaras de gas, destruidas por los nazis cuando terminaron de usarlas. Estuvo operativo de julio de 1942 a noviembre de 1943. Sus restos nunca se han terminado de investigar.

Hilberg (1926-2007) dedicó toda a su vida a estudiar el Holocausto, conocimiento que plasmó en su insoslayable La destrucción de los judíos europeos (Akal). En su epílogo, explica la cifra de seis millones y ofrece su propio recuento: 5,1 millones. Llegó a esta conclusión en 1985, antes de caer la URSS, y es posible que hubiese cambiado datos de haber podido seguir estudiando.

Atribuye la cifra de seis millones a William Höttl, un antiguo SS, quien declaró en 1945 que fue usada por Adolf Eichmann, el arquitecto de la solución final, en agosto de 1944: habló de “dos millones de fusilados y cuatro millones en los campos de exterminio”. En cambio, el propio Eichmann habló a otros jerarcas nazis de cinco millones, la misma que citó en su juicio en Jerusalén en 1961. Hilberg recuerda que fue el oficial de las SS que manejaba más estadísticas.


Tierras de sangre

En junio de 1945, el Instituto de Asuntos Judíos de Nueva York situó el total entre 5.659.600 y 5.673.100, de ellos 1.250.000 asesinados en la URSS. En 1946, el Congreso Mundial Judío apuntó 5.978.000, 1,5 millones en la URSS.

Hilberg desgrana todo el papeleo administrativo del terror para llegar a los 5,1 millones repartidos así: campos de exterminio, más de 3.000.000 de muertos; fusilamientos por los Einsatzgruppen, 1.300.000, y guetos y privaciones, 800.000.

Otro gran historiador de la Shoah, Saul Friedländer (Praga, 1924), superviviente él mismo del Holocausto, cuyos padres fueron asesinados en Auschwitz, explica en El Tercer Reich y los judíos (Galaxia Gutenberg) que “pese a diversos cómputos, no es posible la estimación exacta del número de víctimas”. Maneja el dato de Hilberg y el de otro experto, Wolfgang Benz: un mínimo de 5.290.000 y un máximo justo por encima de los seis millones.

En Tierras de sangre, Timothy Snyder (Ohio, 1969) ofrece una estadística atroz que ilustra la dimensión de los totalitarismos que asolaron Europa a partir de los años treinta. Cifra en 14 millones las “víctimas políticas directas deliberadas” del nazismo y el comunismo —no cuenta las víctimas de la guerra— en lo que llama Tierras de Sangre: los países dominados por la URSS o Alemania —no incluye Estados donde hubo atrocidades como Rumania o Yugoslavia—. Sus cifras son: 3,3 millones de soviéticos muertos de hambre en Ucrania; 700.000 víctimas del Gran Terror de Stalin; 200.000 polacos ejecutados entre 1939 y 1941 por la URSS; 4,2 millones de soviéticos muertos de hambre bajo la ocupación nazi; 5,4 millones de judíos gaseados o fusilados; 700.000 civiles asesinados por los alemanes en represalias.

Cada uno es una historia, alguien arrancado a la vida en un torbellino de horror. Una cifra de Friedländer puede resumir la dimensión de la catástrofe: más de millón y medio de los judíos asesinados tenían menos de 14 años.

martes, 20 de diciembre de 2016

SGM: Virulentos experimentos nazis con humanos

10 atroces experimentos nazis con seres humanos
Entre las mayores crueldades del régimen más atroz del mundo moderno estuvieron los experimentos con humanos realizados con los cautivos de los campos de concentración. Esta lista reúna algunos de los más sorprendentes.
History





-Gases: los nazis querían conocer a fondo el efecto del gas mostaza y el fosgeno sobre el cuerpo humano. Para esto, los utilizaron sobre prisioneros, muchos de los cuales murieron en la prueba.

-Heridas en la cabeza: el Dr. Wichtmann martillaba la cabeza de niños, a los que mantenía atados, para calcular cuantos golpes exactamente aguantaba el cráneo.

-Esterilización: las mujeres de los campos de concentración fueron usadas en la búsqueda de crear métodos de esterilización mediante drogas, cirugías y raxos X.

-Altura y presión: el Dr. Rascher encerró a  prisioneros en una cámara de baja presión para buscar formas de ayudar a los pilotos alemanes que tenían que estar a grandes alturas. De los 200 cautivos, murieron 80.

-Malaria: en el campo de concentración de Dachau se inyectó malaria a varias personas para luego investigar cómo tratarla, administrándoles todo tipo de drogas experimentales. Muchas personas murieron de sobredosis.



-Congelamiento: los nazis querían conocer mecanismos para tratar la hipotermia, para lo cual sumergían a los prisioneros en un tanque con agua congelada por más de tres horas, o hasta la muerte.

-Veneno: en el campo de concentración de Buchenwald se realizaron experimentos para investigar el efecto de los venenos en las personas. Simplemente, añadían veneno en la comida de los prisioneros. Muchos morían al instante.

-Agua de mar: en el campo de concentración de Dachau se realizaron experimentos que pretendían potabilizar el agua de mar, mezclándola con otras sustancias. De los prisioneros que debían beber estas pruebas, muchos murieron de deshidratación.

-Niños: Los nazis, obsesionados con la supremacía racial, emplearon niños para experimentar, buscando la forma de que sean más fuertes, sus ojos más claros y sus rasgos más ajustados al estándar ario.

-Sulfamidas: los prisioneros eran infectados de alguna enfermedad como gangrena o tétano, luego eran tratados con sulfamidas, un agente sintético antimicrobiano, pero muchas veces las dosis demasiado altas les causaban la muerte.

lunes, 31 de octubre de 2016

SGM: El horror en el ghetto de Lvov

El horror del gueto de Lvov en la SGM

George Winston - War History Online



La caballería soviética en un desfile en Lvov, después de la rendición de la ciudad para el Ejército Rojo durante 1939 la invasión soviética de Polonia.


El día fue el 26 de julio de 1944, cuando la ciudad polaca de Lvov fue finalmente liberado por el Ejército Rojo avanzando después de fuertes enfrentamientos con los nazis. La mayor parte de los ocupantes alemanes tampoco fueron asesinados o huyeron del ataque soviético.

La ciudad de Lvov, que también es famoso por sus siglas en alemán Lemberg, que ahora se llama Lviv y es parte de la actual Ucrania. La ciudad era conocida por su población mayoritariamente judía que superaron las 110.000 antes de la Segunda Guerra Mundial estalló en 1939. En el momento alemanes invadieron Polonia y tiene control sobre Lvóv, el número total de residentes judíos de la ciudad se había hinchado a la friolera de 220.000. Cuando el Ejército Rojo finalmente logró liberar a la ciudad en el verano de 1944, la población judía de la ciudad se había reducido a sólo unos pocos cientos.

La relación de lwow con Judios había sido un viejo asunto - se informa de que la primera persona judía se trasladó a la ciudad en el medio del siglo 13. A partir de entonces los Judios de Lvóv contribuido de manera significativa al bienestar de la población; que en su mayoría trabajaban en el comercio del vino, como los financieros y los artesanos, y algunos eran comerciantes viajeros. Muy pronto se convirtió en la ciudad una metrópolis de la cultura jasídica y Maskilic.

Durante la Primera Guerra Mundial, los residentes judíos de Lvov fueron capturados en la refriega sangrienta entre los ucranianos y los polacos. Sin embargo, cuando en 1918 la ciudad gallega quedó fusionó con la recién formada Polonia independiente, la prosperidad y la paz de los Judios de Lwow devueltos y rápidamente se convirtió en un cubo de la inteligencia política y religiosa judía.

Los asuntos sobre el borde de la Segunda Guerra Mundial eran de naturaleza diferente debido a una alianza muy fuerte entre los nazis y Stalin. Se separaron las regiones ocupadas de Polonia entre ellos, y la parte oriental incluyendo Galicia fueron a los soviéticos. Teniendo en cuenta la reputación de los nazis y su "solución final", la población judía de Occidente comenzó a migrar hacia las regiones soviéticas controlada, hinchazón de los números en la parte oriental. Sin embargo, el movimiento no resultó un una apuesta más segura, ya que Alemania declaró la guerra a la URSS y comenzó a avanzar hacia el este en 1941. Los soviéticos no eran particularmente amable hacia los Judios, que fueron forzados a migrar profundamente en la URSS de las regiones del este de Polonia. A pesar de que las condiciones de vida de estos Judios que migran no eran ni ideales, se exilió estos Judios que serían más propensos a sobrevivir a la guerra.

Antes de establecer un asentamiento aislado y barricadas de pésimas condiciones de vida conocidos como los guetos de Lvov, ocupantes nazis alentaron a sus simpatizantes de Ucrania para iniciar la limpieza de las regiones de la judía 'amenaza', como se la pusieron. Según el sitio web U.S Museo Memorial del Holocausto, en un mes de julio 1941 a más de 6.000 Judios fueron sacrificados por las tropas alemanas y ucranianos del lado de los nazis.

A continuación, se estableció el gueto de Lvov infame el 8 de noviembre en la parte norte de la ciudad, y luego todos los Judios se les dio un ultimátum para entrar en el gueto el 15 de diciembre o atenerse a las consecuencias. Famoso por romper sus promesas, las tropas alemanas asesinados decenas de Judios ancianos y enfermos que se movían hacia el gueto al cruzar el puente de la calle Peltewna.

La difícil situación de los 120.000 judíos que finalmente terminaron en gueto de Lvov no terminó con sólo mover en los guetos, ya que las condiciones de vida en los guetos eran inhumanas, por decir lo menos. Sin centro médico y la grave escasez de alimentos y agua potable mataron a muchos Judios, mientras que los sobrevivientes fueron torturados psicológicamente con la presencia de cadáveres en las calles, su descomposición olor extendiendo por todo a través del ghetto. Además de todo este infierno, las tropas alemanas llevaron a cabo tres operaciones de limpieza en el gueto de Lvov, en la que decenas de personas fueron judíos matan o fueron deportados al campo de exterminio de Belzec.

En junio de 1943, los alemanes decidieron exterminar a la ghetto en Lvov. Se encontraron con pequeños focos de resistencia de los rebeldes judíos que luchan por sus vidas, pero fueron rápidamente dominados por las tropas alemanas; un pequeño número de policías alemanes fueron asesinados por los rebeldes judíos durante el proceso de liquidación.

Cuando Lvov fue finalmente liberado por el avance del Ejército Rojo, el número total de Judios en la región se había reducido drásticamente a sólo 2.571 personas, la mayoría de los cuales estaban desnutridos y psicológicamente dañados como resultado de la prueba tuvieron que hacer frente bajo nazis. Después de la guerra, estos Judios o bien se trasladó a la recién fundada Israel o emigraron a los Estados Unidos.

viernes, 26 de agosto de 2016

SGM: Los crímenes alemanes en el Frente Oriental

El libro que cuenta los horrores del Holocausto que fue prohibido por Stalin
El Libro Negro fue escrito a raíz del material recopilado-cartas, entrevistas, documentos-por Vasili Grossman e Ilyá Ehrenburg durante la invasión alemana a la Unión Soviética
Por Marcos Shaw de Estrada - Infobae



 La tapa de El Libro Negro

Vasili Grossman e Ilyá Ehrenburg fueron dos reconocidos cronistas de guerra rusos durante la Segunda Guerra Mundial para el diario Estrella Roja. En 1943, ambos comienzan a recopilar testimonios, documentos, cartas, diarios íntimos, entre otros materiales, sobre las atrocidades que cometía el ejército alemán con los judíos en los territorios de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Lituania, Letonia y Estonia desde la invasión nazi a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, que comenzó con la operación Barbarroja.

A partir de esto, ambos, con ayuda de alrededor de 40 escritores y periodistas, escribieron El Libro Negro, que fue prohibido por Iósif Stalin y no se publicó en lengua rusa hasta 1980 en Israel-aunque fue una edición incompleta-y en Rusia hasta 1993, luego de la caída de la URSS. La editorial Galaxia Gutenberg, cuya distribución en Argentina es a través de la editorial Del Nuevo Extremo, presentó en 2012 la obra completa terminada en 1947.

La historia del libro comienza cuando Grossman y Ehrenburg crearon una comisión editorial adscrita al Comité Judío Antifascista (CJA), que estaba subordinado al Buró Soviético de Información presidido por Aleksandr Shcherbakov, secretario del Comité central del Partido Comunista Panruso (bolchevique). Es decir, todas las cuestiones importantes que trataba el CJA se acordaban previamente con la Dirección de Propaganda y Agitación del Comité Central del Partido, que autorizó a recopilar material pero luego denegaría la publicación. Pero la idea original de publicarlo fue del científico Albert Einstein, del Comité de Escritores Judíos de Estados Unidos y de otros científicos y artistas.


El libro cuenta las atrocidades de los generales nazis durante la invasión a la URSS El libro cuenta las atrocidades de los generales nazis durante la invasión a la URSS

Cómo fue la censura

El 21 de junio 1945 informan al CJA que el texto completo del manuscrito preparado en Estados Unidos sería remitido a Moscú para su aprobación. Desde la URSS intencionalmente demoraron la respuesta y cuando finalmente lo hicieron- el 23 de enero de 1946- pidieron cambiar el prólogo de Einstein y la introducción. El 23 de febrero de 1946 desde Estados Unidos mandaron la edición corregida pero no conformó a los dirigentes del CJA. Finalmente, el 4 de marzo, indicaron que retirarían tanto el prólogo como la introducción.

La edición rusa no tenía un futuro más prometedor. También en 1946 (el 16 de noviembre) el secretario del CJA, Solomón Mijoels, adelantó: "El Libro Negro ya está en imprenta y muy pronto tendremos los primeros ejemplares".


La vida en los campos de concentración, parte del relato La vida en los campos de concentración, parte del relato

Pero el 28 de noviembre Mijoels junto a Feffer-poeta miembro del CJA-Grossman e Ilyá Ehrenburg le enviaron una carta a Zhdánov, secretario del Comité Central del Partido Comunista Panruso para que ayudara a que se publicara lo antes posible. Le pidieron que le diera instrucciones a la Casa Editorial del Estado para que proporcionara el papel necesario para la impresión. Esa carta fue dirigida a la Dirección de Propaganda y Agitación, presidida por Alexándrov, quien replicó categóricamente "la improcedencia" de la publicación del libro.

Los argumentos parecían ser muy débiles. Primero acusó al CJA de mandar copias del manuscrito a otros países, entre ellos Estados Unidos, sin autorización de su organismo. Dijo que con el comienzo de la Guerra Fría cualquier contacto con Estados Unidos se consideraba una falta grave. Luego dice que el texto "ofrece una imagen engañosa del verdadero carácter del fascismo" porque genera la impresión de que "el único objetivo del ataque de los alemanes a la URSS fue el exterminio de los judíos".

A pesar de esto, el CJA consiguió que se curse una orden de impresión del libro en la Escuela Superior del Partido en julio de 1947. Serían 30 mil ejemplares. Pero el 20 de agosto de 1947, el Glavlit, organismo ocupado de la censura, dispuso el cese inmediato de los trabajos de impresión cuando ya se habían compaginado 33 pliegos (iba a tener 42). La decisión fue de las nuevas autoridades del partido, Mijaíl Súslov, quien reemplazó a Alexándrov y Shépilov, a cargo de la petición del CJA.

"La Dirección de Propaganda ha examinado minuciosamente el contenido de El Libro Negro y ha detectado la presencia en él de graves errores políticos. La Dirección de Propaganda no ha aprobado la publicación del libro en 1947. Por lo tanto, el libro no puede ser impreso", fue la escueta explicación que dieron.

En 1948 el gobierno de Stalin comenzó a arrestar a los miembros del CJA, que fue disuelto. Luego, en 1952, muchos de esos dirigentes fueron condenados a muerte y en muchas sentencias se mencionaba a El Libro Negro.

En 1944, la revista Znamia publicó los primeros fragmentos del libro con el título "Asesinos del pueblo". Luego, a la hora de discutir la estructura de la obra, en 1945 Solomón Lozovski, entonces presidente del CJA, sugiere hacer dos libros: uno con los documentos y el otro con los textos preparados por Grossman y Ehrenburg. Esta idea no prosperó porque los autores querían preponderar los testimonios de las víctimas y sobrevivientes. En 1946, se publican fragmentos en Estados Unidos y Rumania bajo un estricto control. En 1980 sale en Israel por primera vez en lengua rusa y en 1981 una versión más completa en Jerusalén pero en yiddish. No fue hasta 1993 que se publicó en Rusia.


Los relatos son de testigos, sobrevivientes y víctimas Los relatos son de testigos, sobrevivientes y víctimas

Los editores de El Libro Negro contaron el origen de la diversidad de la información con la que cuenta la obra. Para hacerlo, dividieron los textos en tres partes. La primera categoría son las cartas, diarios, transcripción de relatos y testimonios de testigos, en muchos casos oculares, y víctimas que consiguieron escapar. Algunos documentos son de personas que luego fueron asesinadas y el material fuer acercado por algún familiar.

La segunda parte son crónicas de escritores soviéticos elaboradas a partir de declaraciones, cartas, diarios y relatos. En algunos casos, quienes escribieron mantuvieron encuentros personales con los testigos y víctimas, estuvieron en los lugares de las ejecuciones, visitaron los campos de concentración y guetos, entre otras cosas.

Y la tercera categoría son los materiales facilitados a los editores por la Comisión Estatal Espacial para el establecimiento e investigación de las atrocidades cometidas por los ocupantes fascistas alemanes. Se trata de las declaraciones de los ejecutores nazis durante el proceso de investigación al que fueron sometidos.

sábado, 20 de agosto de 2016

Rusoviética: Los gulags

Gulag, los campos de concentración soviéticos

Enrique Ros - Apuntes de Historia

Aunque el término gulag es el acrónimo de Glávnoie upravlenie ispravítelno-trudovyj lagueréi i koloni, es decir, Dirección General de Campos de Trabajo, ése es el nombre con el que pasaron a la historia los campos de trabajo para presos políticos (enemigos de la patria) en la Unión Soviética de Iósif Stalin.

Y a pesar de que los gulag adquirieron su forma más cruel y represiva durante el mandato de Stalin, su origen fue bastante más antiguo.

Pedro I y la kátorga

El zar Pedro I el Grande será recordado por modernizar Rusia, occidentalizándola y convirtiéndola en una gran potencia europea, llegando a crear ex novo para su imperio una capital de estilo occidental, San Petersburgo, que fue la ciudad más importante de la Rusia Imperial durante más de dos siglos, hasta la Revolución bolchevique.

Pedro pasó parte de su infancia fuera de la corte, lo que propició que su educación no fuera tan rígida. Además le gustaba frecuentar el barrio alemán de Moscú, hablando con los artesanos extranjeros que lo habitaban, lo que potenció su interés por ciencias y técnicas como la carpintería, la náutica, etc.


Pedro I el Grande

Por eso durante los primeros años de su reinado se preocupó por construir una capital de estilo europeo que, sobre todo, dotara a Rusia del gran puerto del que carecía, y por organizar lo que pronto sería la Armada Imperial Rusa, ya que pretendía hacer de Rusia un poder marítimo.


La campaña de Azov

Su primer objetivo fue hacerse con el control marítimo del mar Negro que en esos momentos (finales del siglo XVII) estaba dominado por el Imperio otomano. Así que comenzó una serie de campañas para expulsar a los tártaros de los emplazamientos que les otorgaban la supremacía en el mar, comenzando por las fortalezas de Azov, en la desembocadura del río Don.

Su primer intento, en 1695, fue un rotundo fracaso y comprendió que, para conseguirlo, debía atacar por el río. Así que regresó a Moscú y comenzó la construcción de una gran armada. Al año siguiente tomó Azov enviando treinta naves contra los otomanos.

Y éste fue el pecado original ya que, para acelerar la construcción de la flota y la toma de Azov, Pedro I dio órdenes de que se trasladaran presos al bajo Don para “colaborar” en la construcción de las naves.

El sistema dio tan buen resultado que hasta 1767 el estado asignó la mayoría de convictos (katorzhane o каторжане) para la construcción de San Petersburgo, el puerto de Rogervik y varias fortalezas a lo largo del litoral báltico y en el óblast (provincia) de Oremburgo.

El método acabó institucionalizándose en la figura de las kátorgas, campos situados en regiones remotas y deshabitadas de Siberia a los que eran enviados los convictos para realizar trabajos forzados en beneficio del imperio.


Adiós a Europa, de Aleksander Sochaczewski

La kátorga formó parte del sistema judicial de la Rusia imperial hasta su fin en 1918. Tras la Revolución rusa fue utilizado por los bolcheviques y finalmente incorporado a los gulag en la Unión Soviética de Stalin, aunque ya fuera del sistema penal, no como una condena impartida por el poder judicial sino como elemento de represión contra los opositores al régimen.

La Revolución rusa

En 1917 estalla la Revolución rusa. Tras los duros reveses sufridos por Rusia en la Gran Guerra (como se llamó a la Primera Guerra Mundial antes de que hubiese que numerarlas) gran parte del ejército ruso se encontraba en estado de motín.

La Duma (el parlamento imperial) asumió el control del país formando un gobierno provisional y el último zar, Nicolás II, abdicó. Y mientras los soviets, los consejos de trabajadores, eran controlados por los elementos de la izquierda más radical, exigiendo cada vez más prerrogativas para influir en el gobierno y la milicia.

Tras la Revolución de Octubre el partido bolchevique, dirigido por Vladimir Lenin, derroca al Gobierno provisional y se autoproclama dirigente de la nación, firmando el Tratado de Brest-Litovsk para sacar a Rusia de la guerra en Europa y centrarse en los acontecimientos que están ocurriendo en el país, al borde de una guerra civil.


Elementos inseguros

Es en este contexto cuando, en 1918, Lenin decide utilizar la infraestructura de la kátorga para acallar la oposición a su régimen:

Los elementos inseguros deben ser confinados en campos en las afueras de las ciudades.

Las kátorgas se reformaron y, a partir de ese momento, se convirtieron en un instrumento de represión política. En 1921 había ya ochenta campos en más de cuarenta óblast, concebidos para “rehabilitar” a estos elementos inseguros.

El decreto secreto de Sovnarkom

El Sovnarkom, el Soviet de Comisarios del Pueblo (Soviet naródnyj kommissárov) fue la institución encargada de la reestructuración del país, sentando las bases de lo que sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Este soviet fue el que, en 1929, emitió un decreto secreto por el que se regulaban los campos correctivos de trabajo y su uso, elevando el Gulag a nivel de institución de la Unión Soviética, adscrita al Directorio Político Unificado del Estado, la OGPU. La policía secreta.

Esto, claro está, tiene fuertes implicaciones. Imagina la combinación: campos de trabajo en lugares remotos y aislados, elementos inseguros y policía secreta con plena potestad para enviar a esos campos a quien creyera conveniente.


Stalin


En 1922 Iósif Stalin ocupa el cargo de Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, y aunque ese cargo no era la máxima posición dentro del Estado soviético, tras la muerte de Lenin en 1924 fue adquiriendo cada vez más poder hasta convertirse en el líder de facto de la nación.


Iósif Stalin

Y tras el decreto de Sovnarkom decidió utilizar el Gulag como una fuerza de trabajo para industrializar el país y explotar los recursos naturales (madera y minería principalmente) de la región norte, apenas habitada y muy infrautilizada debido a las durísimas condiciones climáticas.

Y éste era el elemento que le faltaba al cóctel explosivo. Si a los anteriores elementos (campos de trabajo, “enemigos del régimen” y una policía política omnipotente) añadimos la necesidad de grandes cantidades de mano de obra, sólo podemos obtener un resultado: una caza de brujas a gran escala con detenciones poco menos que arbitrarias.

Y así dio comienzo la era del terror stalinista.

Con el decreto secreto de Sovnarkom dio comienzo la era del terror stalinista

La Gran Purga

Las detenciones fueron en aumento y de forma cada vez más arbitraria, y cientos de miles de ciudadanos fueron detenidos, juzgados sumariamente y enviados a los gulag. En muchos casos, incluso ejecutados.

Esta tendencia culminó a finales de la década de los treinta en lo que se llamó la Gran Purga o —como se conoce más comúnmente en Rusia— la Era de Yezhov.

Nikolái Yezhov y Lavrenti Beria


El nombre de Era de Yezhov no es casual. Nikolái Yezhov estaba al mando del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, el NKVD, durante la Gran Purga. Este puesto lo convertía en director de la policía secreta.

Sin embargo el nombre que pasó a la historia fue el de su sucesor, Lavrenti Beria, que dirigió el NKVD entre 1938 y la muerte de Stalin, en 1953. Aunque ocupó el puesto ya al final de la Gran Purga, se le asocia a la época de mayor represión y crueldad (casi se podría decir sadismo) de los gulag. Un angelito.


Lavrenti Beria

Y, fíjate bien, la mayoría de los “elementos subversivos” y “enemigos del Estado” que fueron detenidos durante los años de la Gran Purga eran militantes del Partido Comunista y altos mandos de las Fuerzas Armadas. Sencillamente, Stalin estaba consolidando su poder mediante la eliminación de cualquiera que pudiera hacerle sombra o se mostrara mínimamente crítico con el régimen.

Socialistas, anarquistas, kulaks (agricultores con tierras propias que contrataban braceros) y, como ya he dicho, miembros del KOMINTERN (la Internacional Comunista) y de las Fuerzas Armadas. Incluso refugiados extranjeros o hasta veteranos de la Guerra Civil Española. De hecho, cualquiera que perteneciera a una minoría. Sí, tras la Segunda Guerra Mundial, también los judíos.

Todos ellos fueron detenidos, juzgados y trasladados a los diversos gulag en virtud del artículo 58 del Código Criminal de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (las otras repúblicas de la URSS tenían artículos similares), que define y regula la actividad contrarrevolucionaria:

La acción contrarrevolucionaria es un acto encaminado a derribar, subvertir o debilitar el poder de los trabajadores y campesinos soviéticos… y gobiernos de la URSS, los Soviets y las repúblicas autónomas, o subvertir o debilitar la seguridad exterior de la URSS, principalmente la económica, política y los logros nacionales de la revolución proletaria.

Los delitos castigados por este artículo iban desde el levantamiento armado, el zarismo o el espionaje, hasta el contacto con extranjeros, la propaganda o agitación y la ayuda a la burguesía internacional. Efectivamente, ahí entraba cualquier cosa. Imposible escapar a eso.

El gulag, motor económico

El momento de más detenciones coincidió con el de mayor expansión económica de la URSS, y no por casualidad. El gulag pasó a ser el principal motor de la economía del país, y la fuerza “obrera” que la empujaba eran los presos de los gulag. Que, por cierto, tenían una gran tasa de reemplazo debido a la alta mortalidad (más adelante hablo sobre este tema).

Como puedes ver en la infografía, muchos de los más grandes proyectos industriales y de transporte de la Unión Soviética fueron construidos por los prisioneros de los gulag entre las décadas de 1930 y 1950, con un coste de millones de vidas.

La Segunda Guerra Mundial

Y ojo, porque he dicho “el momento de más detenciones”, y no “el momento con mayor número de presos”. Éste llegó tras la Segunda Guerra Mundial.

Durante la II GM el número de presos cayó en picado. ¿Adivinas por qué? ¡Exacto! Carne de cañón…


Evolución del número de prisioneros en el sistema de Gulag

Gran parte de los presos fueron “liberados” durante la contienda para pasar a formar parte del ejército ruso. Por supuesto, eran enviados a primera línea del frente y a las acciones más peligrosas.

Y para los que quedaron en los gulag la cosa tampoco fue mucho mejor. Las raciones, que ya de por sí eran ridículas, disminuyeron drásticamente. Y, con el frío siberiano, es difícil sobrevivir sin ingerir un mínimo de calorías.

Sin embargo al acabar la guerra la población presa volvió a crecer de manera espectacular gracias a la incorporación de los prisioneros de guerra alemanes, los desertores, los refugiados y buena parte de la población de los territorios que la Unión Soviética se había anexionado.

El gulag y los campos de concentración nazis

Es inevitable establecer paralelismos, sobre todo por el hecho de la deshumanización de los presos.

Se calcula en seis millones el número de judíos muertos en el Holocausto. En los gulag murieron entre diez y veinte millones de personas, dependiendo de las fuentes que se consulten.

Sin embargo hubo una diferencia de fondo: la finalidad. Mientras que los campos de exterminio nazi servían al único fin de la simple y llana aniquilación, en los gulag la finalidad era doble: mantener una estabilidad política basada en la represión de los detractores y obtener una fuerza de trabajo que impulsara el país.


Gulag

En los gulag se esperaba de los presos que trabajaran, no que murieran. Si morían era por las durísimas condiciones de trabajo (bajísimas temperaturas, trabajos duros y largas jornadas sin descansos o días libres) combinadas con una deficiente alimentación.

Cuidado, date cuenta de que no estoy emitiendo juicios de valor y ni mucho menos “defendiendo” un sistema frente a otro. Simplemente te estoy mostrando un hecho objetivo; a ti es a quien corresponde emitir tu propio juicio (personalmente, tan perverso me parece uno como otro).

En cualquier caso, el régimen de Stalin tenía otras formas de acabar con sus enemigos, como los fusilamientos sumarios en bosques, el humo de tubos de escape de camiones o, simplemente, el abandono en celdas de castigo. Para mí no había ninguna diferencia moral entre Stalin y Hitler. A ambos les importaba una mierda (perdón por la expresión, no encuentro otra más rotunda) la vida humana.

El fin del horror

Cuando las tropas estadounidenses liberaron los campos de exterminio nazis al final de la II Guerra Mundial, las fotografías de las atrocidades que éstos encerraban se extendieron rápidamente, y el horror y la barbarie llevados a cabo por los nazis quedaron grabadas en el imaginario popular.

No ocurrió igual con los gulag. Cuando las imágenes de los campos de concentración nazis llegaron al público, las autoridades soviéticas comenzaron a preocuparse por su imagen frente al exterior. Las detenciones comenzaron a disminuir y la productividad de los gulag disminuyó.

Tras la muerte de Stalin en 1953, todo el sistema se derrumbó. La agitación en los campos de trabajo dio lugar a revueltas y no tardó en llegar una amnistía para los presos. Sólo quedaron en los gulag los reos verdaderamente peligrosos. Pronto los campos comenzaron a desmantelarse y quedaron oficialmente suprimidos en 1960.

Alexandr Solzhenitsyn

Como he dicho antes, fueron los soldados estadounidenses los que dieron a conocer los campos de exterminio nazis al mundo gracias a las fotografías de pilas de cadáveres, hornos crematorios, cámaras de gas… En fin, ya lo sabes.

Sin embargo no ocurrió lo mismo con los gulag. Durante décadas el sistema soviético de campos de trabajo permaneció ignorado, conocido solamente por los antiguos prisioneros, que no hablaban del tema, y algunos historiadores y estudiosos rusos. La rigidez del régimen soviético contribuyó a acallar las noticias.

La difusión vino de la mano del escritor e historiador Alexandr Solzhenitsyn. Solzhenitsyn, que había sido preso durante once años en el sistema de gulag, escribió su experiencia en Un día en la vida de Iván Denísovich, que narra un día en la vida de un preso cualquiera en un campo de trabajo soviético.


Aleksandr Solzhenitsyn

En 1962 Nikita Kruschev autorizó su publicación, buscando distanciarse del stalinismo. Sin embargo no fue hasta 1973, tras la publicación de Archipiélago Gulag, cuando la realidad de lo vivido por los presos de los campos stalinistas llegó a occidente.

En Archipiélago Gulag Solzhenitsyn reconstruye la vida en el interior de uno de estos campos basándose en su propia experiencia y en la de algunos de sus compañeros de presidio.

Perseguido por la KGB, el autor fue expulsado de la Unión Soviética “a perpetuidad”, aunque pudo regresar a Rusia en 1994, tras la disolución de la URSS. Su secretaria, que guardaba una copia del manuscrito, fue encontrada ahorcada en su piso de Moscú.

Olvido

Al contrario que en Alemania, donde se ha reconocido y honrado a las víctimas del Holocausto nazi, en Rusia parece no querer hablarse del sistema de gulag. No ha habido reconocimiento oficial, ni excusas públicas, ni investigaciones o comisiones… Nada.

Una especie de tabú rodea el tema en Rusia y, aunque en menor medida, también en el resto de ex repúblicas soviéticas. Apenas se menciona en los libros de historia. Los ancianos lo eluden. Los jóvenes lo ignoran.

Y las víctimas permanecen olvidadas.