Fotografía poco conocida de una joven "Grinil" a principios del siglo pasado, como siempre bien armada. Así era apodada la temeraria bandida inglesa Elena Greenhill que asolaba el interior chubutense desde 1908, también en Río Negro y Chile. Sus correrías terminaron trágicamente en 1915, cuando fue abatida a tiros en zona de Gan Gan tras una paciente emboscada del comisario Félix Valenciano y el agente Norberto Ruiz de la policía territorial. El mismo Valenciano -que tiempo después fue uno de los represores de la Patagonia Trágica en Santa Cruz- contaba que toda la noche estuvieron largas horas montados y escondidos en un árbol por donde sabían que iba a pasar y que temblaban no sólo de frío sino de miedo, porque esa indómita mujer inspiraba terror en todas partes, que cuando por fin la divisaron y estuvo a mano le metieron bala a rabiar pero que ella -aún acribillada a balazos- nunca se quiso rendir y respondió furiosamente el fuego hasta que se quedó sin municiones y finalmente por las dudas le aplicaron el tiro de gracia en la cabeza. La brava cuatrera había sido muy famosa tanto por sus osados atracos y su temible puntería con el Winchester como por su valor e imponente personalidad y desdén hacia cualquier autoridad, inusual en esa época. En una ocasión ella sola redujo a dos milicos que pretendían capturarla y los mantuvo un tiempo en servidumbre en su cabaña, entre tantas anécdotas que cimentaron su increíble leyenda.
Alicia Del Carmen Pineda Que hermosa joven,y que vida llena de misterios y no saber que le pasaría en minuto siguiente,siempre pienso que en vidas pasadas viví algo parecido,practique de pequeña deportes arriesgados sobre hermosos caballo lógico con el acompañamiento de mi viejo quien también me enseñó práctica de armas muy buena fui en eso tantas cosas aprendí a ganarme la vida de pequeña con la caza de liebres mi padre fue el último de los cazadores de puma en toda la zona de Río Turbio/Calafate/Lago Vieda y San Martin/ por contrato de los estancieros había mucha destrucción de animales,el anduvo siempre en eso hasta los 90.tuve una niñez única. Por: Celso Rey García (FOTOS ANTIGUAS DEL CHUBUT)
Luego de asaltar el First National Bank of Winemuca, Nevada, cometido el 19 de setiembre de 1900 por la Wild Bunch, cinco de sus miembros se toman en Fort Worth, Texas, la famosa fotografía que recorría el mundo.
A comienzos del año siguiente Butch, Sundance y Ethel se reúnen en Nueva York. Luego de comprar en la casa Tiffany un reloj de oro para Ethel y de que ella y el Sundance se retrataran en la casa de De Young [ver foto], el trío se embarca a fines de febrero de 1901, en el vapor británico Herminius, bajo los nombres de Santiago Ryan, Harry Place y Ethel Place. En marzo arriban a Buenos Aires donde, luego de visitar al vicecónsul de los EEUU, George Newbery, se dirigieron por consejo de éste para establecerse como ganaderos en la Patagonia.
El “Lejano Sur argentino”
A comienzos de 1901, Butch Cassidy, el Sundance Kid y Ethel Place, se instalan como respetables ganaderos de Cholila, paraje ubicado al noroeste del Territorio del Chubut, entre la Colonia 16 de Octubre (Trevelin) y el Valle Nuevo (El Bolsón).
El paraje contaba por entonces con muy pocas familias pobladores. Sobre la margen izquierda del río Blanco o Cholila construyen una cabaña al estilo norteamericano, con troncos acostados y techo a dos aguas de tejuelas de ciprés, piso natural y cielo raso de arpillera empapelada, paredes también empapeladas, puertas con marcos y ventanas guillotina de buena calidad. La casa principal constaba de tres habitaciones, en las que se alojaba el matrimonio Place.
Cartas y fotos desde la Patagonia
En la Estancia, había una cuarta habitación en otra cabaña ubicada detrás de la principal, como se alcanza a ver sobre la derecha de la foto de los jinetes, que los bandoleros enviaron a sus parientes de los EEUU y a los Jones del Nahuel Huapí.
Desde Cholila Butch escribiría la famosa carta a su amiga Mrs. Davies, fechada en Cholila el 10 de agosto de 1902, en la que le cuenta: "(...) Probablemente le sorprenderá tener noticias mías desde este país tan lejano, pero los Estados Unidos me resultaron demasiado pequeños durante los últimos años que pasé allá (...) otro de mis tíos murió y dejo 30.000 dólares a nuestra pequeña familia de tres miembros. Tome, pues, mis 10.000 dólares y partí para ver un poco más del mundo". Lo del tío muerto era un eufemismo por el robo al First National Bank of Winemuca. Al año siguiente el trío se toma una fotografía sobre la parte posterior de la cabaña. La foto, conocida como “Te Party”, ya que aparentemente Ethel estará sirviendo el té a sus compañeros. La foto habría sido enviada por el Sundance a su hermana Samanna Logabaugh. Una copia de la misma, perteneciente Paul Ernst, descendiente de los Longabaugh, fue publicada por primera vez en 1992, por su esposa Donna Ernst, en su libro “Sundance. My Uncle”, y reproducida en nuestro artículo “Back at the Ranch”, publicado en True West. Lamentablemente dicha copia era de muy baja definición…
¿“Te Party” o “Mate Party”? - ¡Una novedosa y reveladora imagen! Recientemente, una copia de mucho mejor calidad que la imagen citada, fue publicada en la nota “Etta Place, the Sundance Kid and Williamsport, Pennsylvania”, en el Williamsport Sun-Gazette (May 20, 2023). En ella se puede notar claramente que en realidad no se trataría de un "Te party", sino un "Mate Party”, o en criollo…
“Una mateada patagónica”:
Efectivamente, lo que Ethel tiene en la mano no es una taza de té, sino una calabaza para mate, de la cual sale hacia arriba una bombilla! Debajo del recipiente en el cual va a servir, no parece haber un platito sino una servilleta (seguramente por si chorrea el agua que va a introducir en el agujero del mate). Y lo que sostiene con la mano derecha no sería una tetera, sino una pava. Además la forma que tiene Ethel de tomar la pava para servir el líquido, con la palma de la mano hacia arriba asiendo el mango de la pava desde abajo, es la típica forma en que los pobladores patagónicos acostumbraban a cebar el mate. Como se observa, el trío ya había adquirido algunas de las costumbres patagónicas… El 15 de febrero de 1902 Place y Ryan adquieren “dos kilogramos de yerba, uno de azúcar y una bombilla”, según quedó registrado en el libro Diario del Boliche Viejo [ver imagen], que Jarred Jones poseía en su Estancia, ubicada cerca de la salida del Nahuel Huapí al río Limay (Edith Jones, comunicación personal, y Ricardo Vallmitjana, 1997 y 2004).
Detalles de la cabaña
Finalmente se puede observar que lo que en la imagen original se veía como una superficie borrosa, se trata en realidad de un gran hueco de la cabaña. Sobre el hombro izquierdo del Sundance se puede ver el perfil, el grosor, de la pared de troncos. Y sobre el perro negro se ve el otro borde del hueco. Siempre se ha creído que la habitación posterior habría sido agregada por los habitantes posteriores... Pero ese hueco en medio de la cabaña, con el trío posando delante, nos hace pensar que tal vez ellos estuvieran preparando para construir dicha habitación posterior, la que se observa en la foto tomada por @Michael Bell en 2007.
Nota:
Agradecemos a @Daniel Buck y @Anne Meadows que nos alertaron sobre la publicación del Williamsport Sun-Gazette, que el lector puede ver en el link indicado al pie. Si bien el artículo es un tanto confuso y sus datos pueden no ser del todo correctos, la fotografía del trio es una fuente extraordinaria y publicada por primera vez! (www.sungazette.com) Por: Marcelo Gavirati Sitios web y enlaces sociales: (https://acortar.link/kaYElU) (https://buscadospatagonia.blogspot.com)
Billy the Kid: la leyenda del pistolero que desenfundaba rápido y el sheriff que lo persiguió hasta matarlo
El
14 de julio de 1881 moría este joven forajido cuyas andanzas lo
transformaron en el delincuente más buscado en el estado de Nuevo
México. La obsesión del comisario Pat Garrett por hallarlo. La duda que
persiste: ¿realmente fue a Billy a quién le disparó? Pasaron 142 años,
pero su legendaria figura le siguen dedicando libros, films y canciones
Por Adrián Pignatelli || Infobae
Billy The Kid, en un ferrotipo tomado en Fort Sumner en 1880, un año antes de su muerte.
Edwin Vose Sumner
sí que era un tipo aguerrido. Había sido el oficial superior de más
edad en ambos bandos en la guerra civil norteamericana. Se había ganado
el apodo de “toro”, no se sabe si por su vozarrón o porque en una
oportunidad un proyectil de fusil increíblemente le rebotó en su cabeza.
En
el estado de Nuevo México, a unos 460 kilómetros al norte de Ciudad
Juárez, levantaron en 1862 un fuerte que lleva su nombre. Uno de los
escenarios de la guerra de Secesión y luego en la lucha contra navajos y
apaches, hoy es un próspero poblado donde una de las principales
atracciones lo constituye un museo dedicado a Billy The Kid, un
bandido que allí encontró la muerte, y que Hollywood, la literatura y el
periodismo contribuyeron a forjar su imagen en modo de leyenda.
Nació el 23 de noviembre de 1859 en Nueva York como Henry McCarthy, aunque también sostienen que se llamaba William Booney.
A los tres años, la familia se radicó en Kansas City, un punto que
recién era colonizado y donde predominaba la ley del más fuerte. Tal fue
así que su padre fue muerto en un duelo y su madre Catherine decidió hacer las valijas y mudarse a Silver City.
Estuvo junto a su hermano Joe en el casamiento de su progenitora, de 43 años, con William Henry Antrim, de 30 años, celebrado en la Primera Iglesia Presbiteriana. Veinte meses después, ella moriría víctima de la tuberculosis. Billy llevaría un tiempo el apellido del padrastro.
Con el correr del tiempo, se había transformado en el criminal más buscado en Nuevo México. Habían puesto precio a su cabeza.
Los dos chicos quedaron a cargo del padrastro, quien se ausentaba por largas temporadas. Billy era un niño callado, bajo y flaco para su edad. Con su hermano se criaron en la calle.
Su primer delito fue robarle a un ranchero varios kilos de manteca que distribuyó entre los comerciantes. Fácilmente descubierto, fue dejado libre con la promesa de no meterse más en problemas.
Tenía apenas 12 años cuando se convirtió, casi sin querer, en un delincuente. Pasaba mucho tiempo con George Schaefer, un borracho buscavidas que, al robar una lavandería, le dejó a Billy
el botín y escapó. El muchacho fue acusado como autor del delito y el
día que debía ser juzgado -solo para asustarlo porque no dejaba de ser
un menor- huyó por una chimenea.
Los
siguientes dos años no se supo de él. Se había afincado en Camp Grant,
un puesto de caballería cercano al monte Graham, al sudeste de Arizona.
En el rancho de los Hooker, donde aprendió el oficio de vaquero, no duró demasiado ya que el capataz terminó echándolo.
El sheriff Patrick Garrett formó una partida con el propósito de apresar a Billy The Kid.Foto Wikipedia.
Junto a un amigo se dedicaba a robar monturas y caballos
de los soldados que iban a la cantina del pueblo, hasta que en una
oportunidad un sargento siguió su rastro, lo descubrió y lo encerró.
Como intentó escapar arrojándole sal a los ojos al carcelero, le
pusieron cadenas. Esa misma noche le informaron al sargento que, no se
supo cómo, había desaparecido.
En el verano de 1877 regresó a Fort Grant. Vestía con buenas ropas y estaba armado con un revólver de seis tiros. Frank Cahill, el herrero del pueblo, tenía la costumbre de ridiculizar a los que veía más débiles, y se la tomó con él. Hubo una pelea, y Billy le disparó en el vientre. Al día siguiente, Cahill falleció.
Había matado por primera vez.
La segunda foto que se conoce de Billy the Kid (izquierda), tomada en octubre de 1878.Foto Kagins.
El muchacho desapareció de Arizona,
ya que lo habían encontrado culpable. Se estaba transformando en un
joven delgado, ágil, sesenta kilos y un metro 68 centímetros. Se había
dejado crecer el bigote y la barba, que apenas asomaban en su rostro.
Se dirigió al este de Nuevo México, al condado de Lincoln, donde pasaría los siguientes cuatro años, los últimos de su vida.
Vivió un tiempo en Fort Stanton, una guarnición de vigilancia de los
indios apaches. No demoró en incorporarse a la banda más famosa de
ladrones de Nuevo México al mando de Jesse Evans. De esa época adoptó la identidad de William H. Bonney, nadie supo por qué eligió ese nombre. Pasó a ser conocido como Billy Bonney o The Kid, “El Niño”.
Era hábil en el manejo de las armas y cabalgando,
donde había adquirido la habilidad de en pleno galope descolgarse para
recoger un pañuelo en el suelo o disparar con sorprendente puntería casi
cayéndose de la montura.
Cuando en una guerra entre ganaderos asesinaron a John Tunstall, un ranchero inglés para el que trabajaba Billy,
se desencadenó en 1878 la guerra entre dos facciones de ganaderos de
Lincoln. Se unió a una banda con el objetivo de vengar la muerte de su
patrón. Así William Brady, un representante de la ley que se suponía había sido sobornado por los asesinos de Tunstall, fue muerto en una emboscada ideada por el propio Billy.
El sheriff fue atravesado, por lo menos, por una docena de proyectiles
de Winchester, en un tiroteo en el que él fue herido en una pierna.
Junto a algunos de sus compañeros, luego de un tiempo en Fort Sumner, regresaron a Lincoln con la idea de hacer las paces con la ley.
Esta
foto, que había sido comprada en un mercado de pulgas por diez dólares,
hoy vale millones. El primero de arriba sería Billy The Kid y el que
está sentado a la derecha Pat Garrett.
Ya era el bandido más buscado de la región,
a tal punto que el gobernador de Nuevo México, ofreció un perdón para
todos, menos para él. Quería que fuera juzgado por los asesinatos del
sheriff Brady y de otro individuo llamado Perdigón Roberts. Igualmente costaba conseguir testigos de estos crímenes, temerosos de represalias de los mismos delincuentes.
Al propio Billy se le ocurrió una loca idea: él mismo, a cambio de un perdón, se presentaría como testigo del asesinato del abogado Houston Chapman. Una noche, en un encuentro secreto entre él con el gobernador Wallace y el juez Wilson
le ofrecieron atestiguar a cambio de un perdón. Se haría un falso
arresto, y así sería protegido. En el interin, los asesinos que debía
señalar escaparon de la cárcel y Billy, si bien dudó sobre qué hacer, dio pistas a las autoridades sobre dónde atraparlos y declaró en el juicio.
Sin embargo, el fiscal lo tenía entre ojos y otro juez planeaba procesarlo por el asesinato de Brady, al considerarlo un crimen federal. Una noche de junio de 1879 decidió desaparecer de Lincoln.
Fort Sumner era el lugar ideal por
estar alejado lo suficiente del poblado y de la ley, cuyos oficiales
estaban demasiados ocupados en sus propios problemas. Estaba lleno de
personajes que vivían al margen de la ley. Allí mató a otro hombre, Joe Grant.
En el otoño de 1880 llegó como sheriff de Lincoln Patrick F. Garrett, un cazador de búfalos de 30 años. Era alto, flaco, y los hispanos lo apodaron “Juan Largo”.
Fue el elegido para imponer el orden y capturar al joven bandido y
cuatrero más conocido, que era buscado, además por el asesinato de un
herrero llamado Carlyle.
Los periódicos y folletines habían sobredimensionado su figura,
sus acciones y de pronto lo presentaron liderando una verdadera banda
de ladrones y asesinos. Hasta en la lejana Nueva York se leían con
avidez sus andanzas.
La realidad era que vivía escondiéndose, viviendo con pastores hispanos que simpatizaban con él o con ganaderos extranjeros. Un pelotón al frente de Pat Garrett se había propuesto capturarlo.
Cuando
fue rodeado en la cabaña en la que se escondía con algunos amigos, se
entregó. Fue encerrado en la cárcel de Las Vegas y entregado a las
autoridades federales. Le escribió varias veces al gobernador Wallace, para recordarle su promesa, pero no obtuvo respuesta.
El 13 de abril de 1881 fue condenado a morir en la horca,
sentencia que se debía cumplir en el condado de Lincoln. Fue encerrado
en una habitación al lado de la sala de justicia, ya que la cárcel no
ofrecía ninguna garantía de seguridad. Aprovechando un día en que Garrett no estaba en la ciudad, pidió ir al baño, logró golpear al guardia, y mató a los dos ayudantes del sheriff, con un pico cortó la cadena que tenía en los pies y escapó.
El 7 de mayo llegó a Fort Sumner, donde contaba con muchos amigos,
y se sentiría protegido. Vivió escondido, aunque por las noches
aparecía por algún baile en el pueblo y se lo veía con mujeres.
El 10 de julio Pat Garrett, con un grupo de ayudantes, llegó al lugar. Supo que Billy descansaba en el rancho de su amigo Pete Maxwell. La noche del 14 de julio de 1881 rodearon la casa y Garrett entró.
El sheriff sorprendió a Maxwell.
Le preguntó por el pistolero, y le respondió que estaba en las
cercanías, pero no en su casa. En eso, se asomó una figura que preguntó
insistentemente “¿Quién es?” Cuando esa persona creyó reconocer a Garrett, dio unos pasos hacia atrás y el sheriff disparó tres veces. Se escuchó un gemido dentro de la habitación.
Sus ayudantes le recriminaron que le había disparado a otro, que Billy
no se escondería en un lugar así. Sigilosamente entraron en la
habitación. En el centro había un hombre echado boca arriba. Al lado de
su mano derecha había un revólver, y cerca de su mano izquierda una
cuchilla de carnicero. Tenía una herida de bala en el lado izquierdo del pecho, arriba del corazón. Era el famoso delincuente.
Un
grupo de mujeres reclamó el cadáver, que fue llevado al taller del
carpintero. Lo depositaron sobre un banco y lo rodearon con velas. Luego
lo vistieron, lo colocaron en un ataúd y el 15 por la tarde lo sepultaron en el viejo cementerio militar, que también usaba el pueblo.
Aún no había cumplido los 22 años.
Tumba de Billy The Kid. Es una de las atracciones en Fort Sumner.Foto Wikipedia.
Uno de los pistoleros que había cabalgado junto a él aseguró por 1948 que de esa época quedaban tres vivos: él, Jim McDaniels y el propio Billy, que vivía con el nombre de Ollie Roberts.
Las versiones sobre lo ocurrido sembraron dudas y alimentaron con
diversos matices una vida que fue contada con ribetes fantásticos en
libros y folletines.
En
el museo que lleva su nombre en Fort Sumner se exhibe su rifle y otras
pertenencias. Y su tumba, que comparte con dos de sus amigos, Tom O’Folliard y Charlie Bowdre, muertos por Garrett en diciembre de 1880, es una atracción turística porque, por más que digan, fue el pistolero más famoso del lejano oeste.
Fuente: Billy el Niño. Una vida breve y violenta, de Robert M. Utley.
“Usted, nunca sintió hablar algo de la matanza de los turcos, allá en Lagunitas, entre 1905 y 1910 ?”. Esta pregunta, realizada un día de 1969 por don Juan Amado Chuquer a Elías Chucair sirvió a la postre, para sacar a la luz una sangrienta y canibalesca historia protagonizada a principios del siglo pasado en la Región Sur por indígenas chilenos.
Una historia de robos y crímenes cometidos en la más absoluta impunidad, en la que desaparecieron más de cien personas. Aunque muy poco se conoce de ella. Quizá no se le quiso dar transcendencia que hubiera requerido.
Es que en aquellos años en las ciudades más importantes del país los actos del centenario de la Revolución de Mayo centralizaban toda la atención. Además y sin lugar a dudas, que la trascendencia de estos hechos de matanzas mechados con actos canibalescos más allá de las fronteras opacaban el prestigio ganado por Argentina en el ámbito mundial.
Los sucesos ocurrieron y tuvieron como escenario un inhóspito lugar perdido en la Región Sur rionegrina llamado Lagunitas (ver infografía).
A principios del siglo pasado, muchos árabes, algunos recién llegados al país, partían desde General Roca y Neuquén hacia el sur del Territorio del Río Negro con el propósito de vender mercaderías en los centros alejados de comercios. Vendían y canjeaban mercadería por cerda, plumas y tejidos artesanales que realizaban las mujeres aborígenes, entre otras cosas.
Aquellos “mercachifles” se dirigían hacia el sur del territorio rionegrino internándose en el corazón de la llamada meseta patagónica.
Portaban la mercadería en caballos cargueros, carros, vagonetas o sulkys y siempre los acompañaba algún peón nativo que hacía las veces de baqueano.
Sin embargo comenzó a llamar la atención que muchos de ellos no regresaban al punto de partida, ni sus proveedores tenían noticias de ellos.
Un cruel testimonio
“Mire, -prosiguió Chuquer ante la atenta mirada de Chucair- aquello que hicieron unos cuantos cabecillas de indígenas chilenos fue muy alevoso. Después que robaban a los pobres mercachifles, los asesinaban de la manera más cruel y les llegaban a sacar el corazón y los testículos y se los guardaban porque creían que teniendo eso en su poder no iban a ser descubiertos. Después descuartizaban los cuerpos y hasta se comían algunas partes. Finalmente quemaban los restos de los cadáveres y los ocultaban para no dejar rastros”.
Eldahuk Hnos., Mehdi y David y Miguel Yunes, entre otras, eran las firmas comerciales más importantes de la época radicadas en General Roca.
Estas, con el fin de darle una mano a sus “paisanos”, le facilitaban mercaderías para pagar a la vuelta del viaje, hecho que nunca se producía. En un período de tres años, Eldahuk Hnos. tenía registrado entre sus deudores a unos cincuenta y cinco vendedores ambulantes de origen árabe que no habían regresado a regularizar su deuda.
Pasaban los años y nadie tenía noticias sobre aquellos mercachifles que habían partido hacía el sur del río Negro.
En la misma medida que pasaba el tiempo, la incertidumbre y consternación invadía cada vez más a sus familiares.
Hasta que el 15 de abril de 1909 se presenta en la comisaría ubicada en El Cuy el comerciante Salomón Daud.
El hombre concurría a denunciar la desaparición de su hermano José Elías y del peón que lo acompañaba -también de origen árabe-, que tenía apellido Ezan.
Ambos habían partido desde General Roca en agosto de 1907 con mercaderías para vender en los parajes y campos del Departamento 9 de Julio.
En su declaración, Daud, admitió tener sospechas de que tanto su hermano como el peón que lo acompañaba habrían sido asesinados.
Sus dichos se basaban en averiguaciones realizadas por cuenta propia, de las que se pudo comprobar que ambos habían sido vistos por última vez en el paraje Lanza Niyeo, en octubre del año anterior.
Tiempo después sólo habían sido encontradas las dos mulas y el caballo en el que viajaban.
Cuando los apresaron
A partir de esta denuncia se inició un largo operativo de averiguaciones a cargo del comisario José M. Torino, quien se internó en la zona de Lagunitas para realizar una severa batida en aquel refugio de bandoleros y cuatreros.
Allí recibió la colaboración y el apoyo de muchos vecinos que no escatimaron en brindarle información.
En este contexto, la declaración de un menor, llamado Juan Aburto, proporcionó a la policía varios datos muy significativos que se transformaron en la punta del hilo de un gran ovillo para comenzar a esclarecer numerosos crímenes cometidos por estos caciques y capitanejos, en su gran mayoría de origen chileno.
Con sólo 16 años de edad, Aburto había sido testigo presencial de más de cuarenta asesinatos cometidos contra vendedores ambulantes de origen árabe. Su testimonio fue crucial.
A tal punto que ayudó al comisario Torino y su comitiva a comprobar la desaparición de unas ciento treinta víctimas.
El trabajo del uniformado terminó con la detención de alrededor de ochenta personas, entre los que se encontraban varias mujeres, capitanejos, caciques y cómplices de los crímenes más horrendos y numerosos que deben haberse cometido en nuestro país.
Sin embargo sólo 45 bandoleros y 8 mujeres fueron trasladados al Fuerte de General Roca donde llegaron el 24 de enero de 1910, luego de cabalgar sin pausa 22 días.
En aquel tiempo, don Juan Amado Chuquer trabajaba como empleado del Juzgado de Quetrequile, un paraje ubicado a unos 30 kilómetros al sudeste de Jacobacci.
“Al descubrirse todo, por el año 1910, la gente no hablaba de otra cosa. Mire, en los boliches de Quetrequile y de otros lugares, hasta mucho tiempo después, se cantaba una milonga que tenía que ver con la muerte de los turcos”. Con esta frase Chuquer finalizaba su relato.
En 1991 y luego de una gran investigación, Elías Chucair transcribe aquella historia el su libro titulado “Partidas Sin Regreso de Arabes en la Patagonia”.
José A. Mellado
Nota: Un agradecimiento especial a don Elías Chucair por su colaboración. Su testimonio y su libro “Partidas Sin Regreso de Arabes en la Patagonia” fueron un aporte fundamental para narrar esta historia.
Qué es el paraje Lagunitas
El paraje Lagunitas está ubicado en el vértice sudoeste de la Provincia de Río Negro, en el Departamento 9 de Julio. La pequeña aldea se levanta al norte de las localidades de Maquinchao y Los Menucos, en las proximidades de Lanza Niyeo a unos 175 kilómetros al sudoeste de El Cuy y casi el doble de General Roca.
En aquella época, en su gran mayoría sus habitantes eran indígenas procedentes de Chile que subsistían mediante la crianza de ganado lanar y yeguarizos, además de la cacería de avestruces, guanacos y liebres. Sin embargo, la ausencia de personal policial en esa zona del territorio provincial favorecía el desarrollo de la actividad delictiva. En este sentido sus habitantes mataban y saqueaban a su antojo y contrabandeaban a Chile lo que robaban. Esta actividad se había convertido en algo normal y corriente. Según se calcula, en 1909 desaparecieron alrededor de 50.000 ovejas de esa zona y se estima que la mayoría fue arreada hacia Chile. En las proximidades del paraje existían los comercios de Domingo Proid, sucursal de Saxemberg y Cía., Olgán y Córdoba en Pitral Co, José Echeverría y Benito Sacco en Tremeniyeu y de José Inda Contín en Lanza Niyeo. Sin embargo hoy, casi 100 años después, nadie podría pensar que aquel lugar fue el escenario de los crímenes más horrorosos que registra la historia del país. (J. A. M.)
Los embriagaban, los mataban y se los comían
En el paraje Lagunitas se levantaban los toldos de los bandoleros Pedro Vila, Ramón Zañico, Bernardino Aburto, Julian y Temisto Muñoz, Juan Cuya, Hilario Castro y Antonia Gueche, más conocida como Macagua.
Allí estos caciques y capitanejos de origen chileno consumaban los crímenes de la manera más alevosa que podría imaginarse, haciendo en todos los casos, desaparecer los cadáveres recurriendo al descuartizamiento y al fuego. Antes, les extraían los corazones, el pene o los testículos para dotarse de un poder especial que los protegiera para no ser descubiertos y también para dotarse, a su entender, de una virilidad poco común.
Según consta en la declaración del menor Juan Aburto al comisario Torino, en el mes de noviembre de 1907 en el toldo de Ramón Zañico, ubicado en el “Sierra Negra”, fueron asesinados los turcos José Elías y Kessen Ezen, entre otras personas, por varios cabecillas.
Ambos habían sido agasajados con un opíparo almuerzo, acompañado con abundante vino y caña. En la sobremesa y mientras mateaban, Zañico le indica a su mujer, María Alonzo, que le cebe un mate a José Elías, sirviéndoselo con la mano izquierda. Al mismo tiempo, con la derecha, sacó de entre el chaleco y el sacó el revolver y le asestó tres tiros. En el mismo instante Bernardino Aburto, Julián Muñoz, entre otros cabecillas, acribillaron a balazos a José Elías y a su acompañante. Los ultimaron a puñaladas y disparos en la cabeza.
Luego de despojarlos del dinero y las joyas -grandes anillos y relojes de oro- y repartirse la mercadería y la ropa, descuartizaron los cadáveres y les extrajeron el corazón y los genitales. Ambas partes fueron charqueadas y asadas y luego comidas por todos los participantes de aquellos asesinatos.
Antes de comer un pedazo del corazón del turco José Elías, Julián Muñoz les dijo a los presentes: “Antes, cuando era yo capitanejo y sabíamos pelear con los huincas, sabíamos comer corazones de cristianos; pero de turco no he probado nunca y ahora voy a saber qué gusto tiene”.
El resto de los cadáveres fueron quemados en dos hogueras antes la presencia de todos los cómplices. Una vez incinerado, el polvo de los huesos era guardado ya que según creían servía como gualicho para no ser descubiertos.
Más de cien personas -en su mayoría de origen árabe- que se internaron en la meseta patagónica a principios del siglo pasado con el propósito de vender corrieron la misma suerte. (J. A. M.)
Macagua, una mujer despiadada y sanguinaria
Como toda tribu, estos indígenas también tenían su hechicera. Antonia Gueche, más conocida como Macagua, era la curandera y a su vez la figura más importante del elenco femenino.
Era una mujer sin escrúpulos que se encargaba de decapitar o descuartizar los cadáveres de las víctimas y extraerles las vísceras. No usaba polleras, sino bombacha de campo y chiripá y había servido como hombre en el Ejército nacional. Esta hechicera y curandera de la tribu tuvo un papel protagónico en los numerosos crímenes de los vendedores ambulantes, ejerciendo gran influencia sobre los habitantes del paraje Lagunitas.
En algunas declaraciones de los indígenas que fueron arrestados, se la califica como “muy mala”. Era temida y respetada y se le asignaban algunos crímenes cometidos en Chile, su tierra de origen, de donde era prófuga. “Antonia es brava por demás; cuando se enoja acostumbra a hacerse un tajo en el brazo y chuparse la sangre haciendo exorcismos tendientes a invocar o espantar el gualicho”, señaló Juan Cuya a la policía.
Cuando en su toldo mataron a dos árabes de Trai o Fraíl, al encontrarse uno de ellos en agonía, la Macagua le asestó un golpe en el cráneo con una barra de hierro y le abrió el pecho extrayéndole el corazón. Mientras realizaba esta operación manifestaba: “Voy a apurarme a sacarle el corazón a este turco antes de que muera, pues he visto que es bueno sacarles a los cristianos aún vivos el corazón. El de los turcos debe ser bueno sacarlo y tenerlo dentro del toldo para gualicho”.
Luego de los asesinatos, reclamaba que le entregaran de las víctimas el corazón, hígado y los riñones. Con ellos hacía remedios para curar distintos males. Cuando el comisario Torino arrestó a los integrantes de la banda de forajidos, no pudo trasladar a Antonia Gueche, alias Macagua, hasta el Fuerte de General Roca. Tampoco obtuvo ninguna declaración indagatoria. Con casi ochenta años permanecía postrada, enferma de tuberculosis terminal. Sólo pudo secuestrar de su toldo numerosos corazones disecados y otros órganos de humanos. (J. A. M.)
Décadas de trabajo encubierto, recopilando información, espiando y combatiendo a otros espías, liquidando a los enemigos del estado (tanto reales como imaginarios): los servicios especiales soviéticos y rusos eran capaces de todo.
Como muchos otros países, Rusia ha tenido algún tipo de servicios especiales a lo largo de la mayor parte de su historia. Iván el Terrible (que gobernó de 1533 a 1584) fue quizás el primer gobernante en establecer sus propios servicios especiales: a los temibles opríchniki o “gente con cabeza de perro”, la guardia más leal de Iván, se les encomendó la ejecución de sus enemigos. Estaban lejos de ser una agencia de inteligencia o contrainteligencia, pero claro, hablamos el siglo XVI.
Los Romanov también tuvieron sus medios para tratar de controlar a la población y sabotear a los revolucionarios. Un ejemplo era la Ojrana (Departamento de Protección de la Seguridad y el Orden Público). Durante un período considerable de tiempo incluso funcionó (aunque tal vez no tan bien, dado que a principios del siglo XX uno de sus miembros, Yevno Azef, resultó ser un agente doble a cargo de una organización terrorista que mató a varios funcionarios.
Yevno Azef fue un agitador, un terrorista y un doble agente que fingía lealtad tanto a la Revolución como al régimen zarista.Legion Media
Sin embargo, estos servicios especiales no impidieron que los bolcheviques tomaran el poder en 1917 y destruyeran el régimen zarista.
¡Que vienen los chequistas!
Sin embargo, inmediatamente después de desmantelar el viejo sistema de seguridad, los bolcheviques comenzaron a construir el suyo propio. Así, a finales de la década de 1910 nació una nueva línea de organizaciones soviéticas de servicios especiales, los V.Ch.K.-OGPU-NKVD-KGB.
La primera persona que lideró a los llamados “chequistas” (este apodo sigue siendo popular en toda Europa del Este, sin importar cuál sea el nombre oficial de la agencia) fue Félix Dzerzhinski, un amigo personal de Lenin. Brutal, minucioso y despiadado, Dzerzhinski ha seguido siendo una fuente de controversia desde entonces. Incluso en la actualidad, la plaza Lubianka en Moscú (donde se levantaba un monumento en su honor hasta la década de los 90) sigue siendo el “corazón oscuro” de Moscú e inspira temor entre el pueblo ruso.
Félix Dzerzhinski, un amigo personal de Lenin, fue la primera persona que lideró a los llamados “chequistas”. Mary Evans Picture Library/Global Look Press
Desde su creación, la Cheká se centró en la represión de agentes extranjeros antisoviéticos. Somerset Maugham, escritor británico y también espía, falló en su intento de hacer fracasar la revolución de octubre de 1917. Ocho años más tarde, “el espía de su majestad” Sidney Reilly (el prototipo de James Bond que, por cierto, nació en el seno de una familia judía rusa) fue asesinado a tiros por unos chequistas.
Misiones secretas, juegos sucios
Los servicios especiales soviéticos estaban especialmente dispuestos ejecutar a aquellos a quienes ellos (o más bien el todopoderoso Partido Comunista) considerase enemigos del Estado. Incluso en el extranjero, agentes secretos encontraron y asesinaron a varios líderes del Movimiento Blanco, nacionalistas y, por supuesto, a Lev Trotski, antiguo rival de Stalin entre los bolcheviques.
La reputación de los servicios especiales soviéticos está envuelta en las tinieblas, ya que fueron ellos los que llevaron a cabo las purgas de Stalin, en las que, entre 1930 y 1953, casi 3,8 millones de personas fueron encarceladas y 786.000 de ellas condenadas a muerte. Paradójicamente, los propios jefes chequistas a menudo terminaron siendo arrestados, juzgados y fusilados. Por ejemplo, esto es lo que pasó con Guenrij Yágoda, Nikolái Yezhov y Lavrenti Beria, tres jefes de la OGPU-NKVD bajo el gobierno de Stalin.
Lavrenti Beria, jefe de la policía secreta NKVD entre 1938 y 1945, con Iósif Stalin y su hija Svetalana. Sputnik
Agentes encubiertos
Mientras que los servicios de seguridad del Estado luchaban contra los enemigos (tanto reales como imaginarios) en casa, los oficiales de inteligencia tenían un enfoque más internacional, tanto en tiempos de guerra como en períodos pacíficos. Durante la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos organizaron docenas de operaciones exitosas que ayudaron a derrotar a los nazis.
Uno de los agentes más efectivos fue el legendario Nikolái Kuznetsov. Trabajó tras las líneas enemigas y transmitió información importante a Moscú. Su jefe, Pavel Sudoplátov, “el maestro de espías de Stalin”, coordinó el trabajo de muchos agentes y planeó operaciones que ayudaron a derrotar a Alemania en la batalla de Stalingrado. Otra organización, SMERSH (“Muerte a espías”) se opuso efectivamente a la inteligencia alemana durante la guerra.
Nikolái Kuznetsov (en el centro) fue un agente soviético que luchó contra los nazis.Piotr Zdorovilo/TASS
Estrellas del espionaje
La Guerra Fría, que comenzó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, supuso nuevos retos y obligó a los espías a dominar el trabajo encubierto. Nunca se supo quién podía ser un agente ruso, desde la amante de Einstein, Margarita Koniónkova, hasta el embajador de Costa Rica en Italia (nombre real Iósif Grigulévich). Y de vuelta en Moscú, otro legendario espía, Yuri Drozdov (1925 - 2017), de la KGB, coordinó el trabajo de los agentes secretos.
El general Yuri Drozdov, legendario jefe de espías que estuvo a cargo de una amplia red de agentes del KGB durante la época de la Guerra Fría.
Los agentes soviéticos eran conocidos por sus grandes habilidades para el espionaje. Incluso llegaron a realizar un seguimiento a Franklin D. Roosevelt durante la conferencia de Teherán en 1943, y colocaron micrófonos en la embajada de Estados Unidos en Moscú.
Sin embargo, la CIA y otros servicios secretos occidentales plantearon un desafío constante a sus colegas soviéticos. Durante la Guerra Fría, muchos lugares de Moscú se convirtieron en “campos de batalla” para los soviéticos y la inteligencia estadounidense. Ver la colección de objetos confiscados por la KGB a los espías occidentales resulta muy peculiar: bastones con espadas, armas escondidas en linternas, etc.
Por supuesto, no todos los oficiales de la KGB eran devotos y leales, y de vez en cuando alguno cambiaba de bando y escapaba a los países occidentales (el coronel Oleg Gordievski, por ejemplo, huyó a Gran Bretaña). Tales desertores fueron de gran utilidad para sus países de acogida.
¿Y ahora?
Tanto la KGB como la Unión Soviética desaparecieron hace tiempo, pero su legado perdura. Como muchos saben, el presidente ruso Vladímir Putin fue oficial de la KGB y trabajó en Alemania Oriental en la década de 1980. Muchas otras figuras prominentes de la Rusia actual también estuvieron conectadas con la KGB en su pasado.
Hoy en día, los servicios especiales siguen tan activos como siempre, y no sólo el FSB (Servicio Federal de Seguridad), el sucesor del KGB en la Rusia contemporánea. También hay otros servicios de seguridad, como el FSO (Servicio Federal de Protección), que proporciona seguridad a las personas más importantes de Rusia. Estas agencias continúan operando, pero cada vez es más difícil saber algo sobre la naturaleza exacta de sus operaciones ya que toda la información al respecto es material clasificado.
Los economistas e
historiadores están conectando el temprano aumento del crimen organizado
con el comercio de cítricos de Sicilia. Cara Giaimo || Atlas Obscura
Los trabajadores recogen limones en una arboleda en Palermo en 1906.LC-USZ62-73485.
Cuando Gaspare Galati asumió la dirección del Fondo Riella en 1872, sabía que le iba a dar un dolor de cabeza. La finca de limón y mandarina de diez acres a las afueras de Palermo debería haber sido una propiedad privilegiada, lo que le habría brindado a su propietario una porción del floreciente mercado de cítricos que tenía al noroeste de Sicilia desbordado de riqueza. En cambio, parecía estar maldito. El difunto cuñado de Galati, que lo había dejado a cargo de la finca, había muerto de un infarto después de recibir una serie de cartas misteriosas y amenazadoras. Y todos sabían que el alcaide de la granja, Benedetto Carollo, había estado robando más de lo que le correspondía en las ganancias durante años.
Galati era un cirujano y un hombre de familia, muy respetado por todos en la ciudad, así que siguió el libro. Primero, trató de arrendar la propiedad, pero Carollo lo hizo imposible, acosando a posibles inquilinos y arruinando la reputación de la granja al robar limones pre-vendidos de los árboles. Finalmente, Galati pensó que podría cortar el problema de raíz: despidió a Carollo.
Debió haber pensado que eso sería el final. En cambio, en julio de 1874, su nuevo alcaide, el reemplazo de Carollo, fue encontrado tendido entre dos hileras de limoneros, con múltiples balas en la espalda. Después de que Galati contratara a otro alcaide, comenzaron a llegar más cartas amenazadoras, acusándolo de despedir a un "hombre de honor" en favor de un "espía abyecto". Si Galati no volvía a contratar a Carollo, decía una misiva, él también sufriría el destino de su difunto alcaide, pero "más bárbaro". En otras palabras, alguien le estaba haciendo una oferta que no podía rechazar.
La policía local se resistía sospechosamente a arrestar a Carollo y los jueces locales detestaban condenarlo. Galati pasó el año siguiente averiguando qué tan profundo llegaba esto. Finalmente, habiendo visto demasiado, se vio obligado a huir a Nápoles con su familia. Accidentalmente se había enredado con una naciente red criminal que pronto sería conocida en todas partes: la mafia siciliana. Y todo lo que hizo falta fue heredar un limonero.
Limones que crecen en Sicilia hoy.Ji-Elle / CC BY-SA 3.0.
Durante décadas, desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, si cultivaba cítricos en el noroeste de Sicilia, especialmente limones, era casi seguro que se enfrentaba a la mafia. Como escribe Helena Attlee en su historia de los cítricos italianos, La tierra donde crecen los limones, “la especulación, la extorsión, la intimidación y la protección que caracterizan la actividad de la mafia se practicaron y perfeccionaron por primera vez a mediados del siglo XIX entre los jardines de cítricos de [Palermo ]. " De hecho, la asociación era tan fuerte que algunos historiadores y economistas políticos ahora piensan que el grupo en realidad surgió directamente del comercio de cítricos: la vida les dio limones y ellos crearon el crimen organizado.
Los cítricos han crecido en Sicilia desde el siglo XI, cuando los conquistadores árabes trajeron naranjos amargos a la isla desde el norte de África. Los árboles florecieron y se transportaron más y más especies de cítricos. En el siglo XV, la prevalencia de los árboles bañados por el sol le dio a la bahía alrededor de Palermo un nuevo apodo. La gente comenzó a llamarlo la "Conca D’Oro" o la "Concha de oro".
Al principio, los limones eran esencialmente un bien de lujo: los terratenientes aristocráticos los cultivaban en su propiedad y los vendían enteros como adornos o destilaban sus cáscaras en esencias fragantes. Luego, cerca del final del siglo XVIII, la marina británica finalmente se dio cuenta de la idea, presentada décadas antes por el cirujano James Lind, de que las dosis regulares de jugo de limón podrían combatir el escorbuto. Las frutas que alguna vez fueron lujosas se convirtieron en una necesidad repentina, y Gran Bretaña comenzó a importar cientos de miles de galones de jugo de Sicilia cada año.
Un mapa (invertido) de Sicilia del siglo XVI. Los rayos del sol apuntan hacia la Conca D’Oro. Foto de Ignazio Danti / Dominio público.
A principios del siglo XIX, en palabras de un historiador, la isla era esencialmente "una gran fábrica de jugo de limón". Las siguientes décadas iniciaron un amor mundial por los cítricos de Palermo, y los barcos comenzaron a zarpar diariamente durante la temporada de cosecha, muchos de ellos se dirigieron a los mercados de producción de Europa y Estados Unidos.
Casi al mismo tiempo, la agitación política llevó a una reorganización de la propiedad de la tierra en Palermo. Como explica un grupo de investigadores en un artículo reciente en el Journal of Economic History, el cultivo de limón italiano de principios del siglo XIX se produjo en gran parte bajo un sistema feudal, en el que los campesinos se ocupaban del cultivo y los terratenientes ausentes se quedaban con la mayor parte de las ganancias. Una clase de intermediarios, llamada gabellotti, gestionaba estas relaciones, contrataba trabajadores y supervisaba el trabajo diario en la granja. A partir de 1812, las revueltas populares entregaron gran parte de la tierra a los gabellotti, quienes, temiendo a los ladrones y merodeadores, comenzaron a contratar guardias privados para proteger los activos que ahora eran suyos.
Luego, después de 1860, cuando Sicilia se convirtió oficialmente en parte de Italia, se pusieron a la venta parcelas de lo que había sido propiedad de la iglesia y del estado. Esto llevó a una proliferación de pequeñas granjas, y muchos de estos nuevos propietarios también decidieron cultivar limones, con mucho el cultivo más rentable. Ellos también se encontraron en la posición de tener que contratar guardias, y aquellos que no podían permitírselo se vieron atacados no solo por los ladrones, sino también por los gabellotti y sus guardias, quienes vieron una oportunidad única para la extorsión.
Un puerto en Palermo, Italia, pintado por George Loring Brown en 1856.Foto de George Loring Brown / Dominio público.
“La coalición entre gabellotti, [guardias] y [ladrones] desencadenó un sistema de corrupción e intimidación tal que los terratenientes que no podían permitirse contratar a un guardia se convirtieron en el objetivo de los bandidos”, escriben los economistas. "Este entorno institucional adverso proporcionó el caldo de cultivo para la organización que se conocería como la mafia".
En el documento, presentan algunas pruebas empíricas para esta afirmación: después de estudiar una encuesta sobre delitos a gran escala de 1886 y un mapa de la actividad de la mafia de 1900, encontraron que la probabilidad de la presencia de la mafia en un área determinada de Sicilia se relaciona fuertemente con eso. nivel de producción de cítricos de la zona. Aunque otros investigadores han relacionado el nacimiento del crimen organizado con diferentes auges de recursos locales, incluido el auge de las minas de azufre, “creemos que nuestro artículo complementa [esta investigación] y es capaz de explicar algunos aspectos que las teorías anteriores no lograron explicar, ”Escribe una de las autoras, Alessia Isopi, en un correo electrónico.
¿Qué hizo que los productores de limón fueran objetivos tan maduros? Según Attlee, gran parte de la culpa puede atribuirse a las frutas mismas. “Entre las especies de cítricos en Italia, los limones son algunas de las más difíciles y exigentes de cultivar”, dice. Necesitan un suelo bien fertilizado, un suministro constante de agua y protección contra el viento y las temperaturas extremas, todo lo cual tiene un gran costo de infraestructura. La mayoría de los árboles necesitan ser mimados durante siete u ocho años antes de que produzcan suficientes limones para vender. Cuando dan fruto, es bastante fácil para la gente robarlo, especialmente si se compara con cultivos más pequeños como el trigo o las aceitunas.
La magnitud de tal inversión, combinada con las muchas posibilidades de fracaso, hizo a los agricultores "muy vulnerables", dice Attlee. "Estaban listos para ser explotados por los primeros mafiosos".
Un puesto de cítricos en la Palermo actual. Sicilia Feisbuk / CC0.
A lo largo de las décadas, esta explotación se volvió cada vez más sofisticada. Por lo general, ocurrió en una especie de formato de empujar y tirar que resultará familiar a los espectadores de programas de crímenes contemporáneos. Si otro granjero no podía permitirse el lujo de bombear agua, un mafioso con gusto lo ayudaría y luego haría que el granjero firmara un contrato que le permitía cobrar cantidades masivas por esa agua, lo que haría tan pronto como las lluvias fueran escasas. Como ilustran las experiencias de Galati, entablaron relaciones con quienes podrían haber controlado su poder, especialmente policías y jueces.
La mafia también controlaba el comercio en sí, a menudo comprando frutas de una granja para revenderlas incluso antes de que estuvieran fuera de los árboles, y creando escaseces artificiales al recoger limones verdes y almacenarlos hasta que los precios mejoraran. Como escribe Attlee, tenían una señal siniestra para mostrar su relación con una arboleda en particular: clavarían un solo limón en una de las puertas del jardín y colgarían un cartucho de escopeta al lado.
En décadas más recientes, el monopolio de los cítricos de Sicilia se ha relajado. Las nuevas leyes comerciales y los cambios en los impuestos a la importación han hecho que la cosecha que alguna vez fue dorada sea mucho menos rentable. Las estrechas hileras y terrazas de las arboledas, los mismos aspectos que permitieron a los mafiosos disparar a escondidas, digamos, a los guardias que no les gustaban, no dejan espacio para maquinaria grande y han impedido a los agricultores lograr la producción a escala industrial que es ahora. común en lugares como Brasil. A estas alturas, "realmente no hay suficiente dinero involucrado en cítricos para interesar a la mafia", dice Attlee. Han pasado a raquetas más jugosas.
Pero la próxima vez que exprima un limón en su té, tómese un momento para mostrarle un poco de respeto: es una fruta con una historia sangrienta.