lunes, 11 de noviembre de 2024

España: Biografía del rey Fernando VI (1746–59)

Rey Fernando VI (1746–59)







Retrato de Louis Michel Van Loo

Fernando VI de Borbón fue el rey de España desde 1746 hasta su muerte en 1759. Nacido el 23 de septiembre de 1713, fue el tercer hijo de Felipe V y su primera esposa, María Luisa de Saboya. Su reinado se caracterizó por un período de paz y estabilidad interna, así como por la neutralidad en los conflictos europeos, lo que permitió a España recuperarse económicamente y consolidar su posición en el continente.

Juventud y Ascenso al Trono

Fernando VI tuvo una juventud marcada por las tensiones en la corte española, especialmente debido a la influencia de su madrastra, Isabel de Farnesio, quien promovía los intereses de sus propios hijos. Sin embargo, a la muerte de su padre en 1746, Fernando ascendió al trono. Su ascenso fue recibido con esperanza, ya que se esperaba que su reinado trajera un cambio positivo tras los tumultuosos años de Felipe V.

Política Interna

Durante su reinado, Fernando VI y su principal ministro, el Marqués de la Ensenada, se enfocaron en reformar la administración y mejorar las finanzas del país. Ensenada implementó varias reformas, incluyendo la modernización de la marina y el ejército, la mejora de la recaudación de impuestos y la promoción de la agricultura y la industria. Estas reformas ayudaron a estabilizar la economía española y a reducir la dependencia de préstamos extranjeros.

Fernando VI también se destacó por su apoyo a la cultura y las ciencias. Fundó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y apoyó la creación de instituciones científicas y educativas. Su reinado es visto como un período de florecimiento cultural y artístico en España.

Las conspiraciones en la corte giraban en torno a Ensenada después del Tratado de Límites, y encontró el desagrado real por corresponder sobre sus términos con el Rey Carlos de Nápoles, medio hermano de Fernando VI. En 1754, los enemigos de Ensenada provocaron su caída, un resultado que el embajador inglés Benjamin Keene reclamó como suyo. Aunque la carrera de Ensenada terminó en desgracia, logró mucho durante su década en el poder, incluyendo la negociación de un nuevo acuerdo con el Vaticano: el Concordato de 1753. Este acuerdo resolvió disputas jurisdiccionales entre el papado y la corona española, y clarificó e incrementó el papel de la corona en la vida religiosa de España.

El legado más importante de Ensenada fue su enfoque en la necesidad de fortalecer la economía española y reconstruir la capacidad naval tanto para necesidades militares como mercantiles. Al igual que su rival Carvajal, pensaba que la corona debía desempeñar un papel importante en el desarrollo de todos los recursos del estado, tanto humanos como materiales. Con una población en crecimiento y una economía fuerte, España podría defender sus intereses en Europa y en el extranjero. La encuesta gubernamental llamada “Catastro de la Ensenada” tenía como objetivo evaluar la riqueza territorial del reino, con la intención de instituir un impuesto único basado en la riqueza. Aunque esta reforma encontró resistencia y nunca se implementó, el Catastro sigue siendo la fuente de información más importante sobre la economía española del siglo XVIII.

En lugar de una reforma fiscal general, Ensenada tuvo que conformarse con revisiones parciales de los impuestos existentes. También instituyó otras reformas que contribuyeron a una economía más fuerte y una capacidad militar mejorada. Por ejemplo, estableció bancos de semillas (pósitos) que ayudaron a las familias agrícolas pobres a sobrevivir en tiempos difíciles sin agotar sus semillas para la próxima siembra. En el ámbito militar, su oficina publicó un nuevo conjunto de regulaciones navales en 1748, fundamentales para la reforma naval de Ensenada, que creó tres grandes distritos navales y un registro marítimo basado en incentivos económicos.

Después de 1754, con Carvajal y Ensenada fuera del poder, las reformas gubernamentales perdieron impulso en todas las áreas. Ricardo Wall, un burócrata mediocre de ascendencia irlandesa, se convirtió en el asesor dominante del rey. Aunque algunos historiadores lo consideran pro-inglés, parece haber carecido de una visión clara para la política exterior española. Algunos de los nombrados por Ensenada permanecieron en el gobierno, con sus sentimientos pro-franceses y anti-ingleses intactos. En la creciente rivalidad entre Francia e Inglaterra, la neutralidad que Wall y el rey parecían favorecer no fue necesariamente una mala elección. Evitar la guerra permitió a España concentrarse en el crecimiento económico continuo.


La flota franco-española comandada por Don Juan José Navarro expulsó a la flota británica al mando de Thomas Mathews cerca de Toulon en 1744.


Cuando estalló la guerra en 1756, Fernando VI se negó a participar, incluso cuando los territorios de ultramar estaban en juego. La guerra, conocida en Europa como la "Guerra de los Siete Años" y en América del Norte como la "Guerra Franco-India", España la llamó la "Primera Guerra Marítima Anglo-Francesa". En un clima diplomático fluido, la guerra presentó una “revolución diplomática”, donde Francia se alió con Austria en lugar de Prusia, e Inglaterra con Prusia en lugar de Austria. Aunque Inglaterra quería una alianza con España, esta probablemente se benefició de su neutralidad a corto plazo, especialmente porque la monarquía española estaba en desorden en los últimos años de la década de 1750.

La muerte de la Reina Bárbara de Braganza en 1758 afectó profundamente a Fernando VI, quien pronto cayó en una profunda depresión, similar a la que había afectado a su padre. Cuando Fernando murió en 1759, la locura reinaba. Tanto el rey como la reina están enterrados en el Convento de las Salesas Reales en Madrid.

A pesar de que su reinado duró solo catorce años, Fernando VI continuó con el programa de reformas borbónicas y el programa de construcción real iniciado por su padre. Su reinado se caracterizó por el nombramiento de hombres capaces leales a los intereses de la corona y del estado español. Aunque la enfermedad mental del rey afectó su capacidad, trabajó arduamente para ser un monarca ilustrado y mantener a España fuera de las guerras que dominaban el siglo XVIII.

Política Exterior

En términos de política exterior, Fernando VI adoptó una postura de estricta neutralidad, evitando involucrarse en las guerras y conflictos que asolaban Europa en ese momento. Esta política de neutralidad permitió a España concentrarse en sus asuntos internos y recuperarse de las devastaciones de las guerras anteriores. Sin embargo, esta postura también generó tensiones con otras potencias europeas, especialmente con Francia y Gran Bretaña, que esperaban el apoyo de España en sus respectivos conflictos.

Matrimonio y Vida Personal

Fernando VI estuvo casado con Bárbara de Braganza, una princesa portuguesa. Su matrimonio fue muy feliz y Bárbara tuvo una gran influencia en el rey. Sin embargo, la pareja no tuvo hijos, lo que creó incertidumbre sobre la sucesión al trono. La muerte de Bárbara en 1758 afectó profundamente a Fernando, quien cayó en una profunda depresión que afectó su salud y su capacidad para gobernar.

Muerte y Sucesión

Fernando VI murió el 10 de agosto de 1759. Fue sucedido por su hermanastro, Carlos III, hijo de Isabel de Farnesio. La transición fue relativamente pacífica, gracias en parte a las políticas de Fernando que habían estabilizado el país y preparado el camino para un cambio ordenado de poder.

Legado

El reinado de Fernando VI es recordado como un período de paz y prosperidad relativa para España. Sus políticas de neutralidad y reforma interna permitieron al país recuperarse de las guerras del siglo anterior y sentaron las bases para el desarrollo futuro bajo Carlos III. Su apoyo a la cultura y las ciencias también dejó un legado duradero, con instituciones que continuaron desempeñando un papel importante en la vida cultural y educativa de España.

En resumen, Fernando VI fue un monarca que, a través de la paz y la reforma, contribuyó significativamente al bienestar y desarrollo de España durante su reinado. Su enfoque en la estabilidad interna y la neutralidad externa ayudó a consolidar la nación y prepararla para los desafíos futuros.




domingo, 10 de noviembre de 2024

Guerra del Paraguay: El terror a las enfermedades

 

El terror de las enfermedades en la Guerra del Paraguay

La mayoría de los soldados que participaron en el mayor conflicto armado de América del Sur murieron a causa del cólera y otras dolencias infecciosas, no por las heridas de la batalla

Batalha do Avaí, librada en diciembre de 1868 y retratada en esta pintura al óleo realizada por Pedro Américo entre 1872 y 1877

Wikimedia Commons

Carlos Fioravanti
Revista Pesquisa




En 1982, el historiador Jorge Prata de Sousa encontró en el Archivo Histórico del Ejército de Brasil, en el centro de la ciudad de Río de Janeiro, una colección con 27 libros, cada uno con entre 100 y 370 páginas, que registraban los movimientos en los 10 hospitales y enfermerías de campaña que atendieron a los enfermos o heridos durante la Guerra del Paraguay, el mayor conflicto bélico entre países sudamericanos, que tuvo lugar entre diciembre de 1864 y abril de 1870. Prata de Sousa no pudo evaluarlos de inmediato porque estaba yéndose a hacer una maestría en México, pero volvió a ellos en 2008, durante su investigación posdoctoral en la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz (Ensp/Fiocruz), y desde 2018 los está estudiando nuevamente, ahora intercambiando información con la historiadora Janyne Barbosa, de la Universidad Federal Fluminense.

Los análisis de los registros que contienen nombres, edades, grados militares, motivos de la hospitalización, tratamientos, fechas de ingreso y egreso de los hospitales y cantidades de curados o fallecidos, de lo cual se ocupó Barbosa, dimensionaron por primera vez el impacto de las enfermedades en esa guerra: alrededor del 70 % de los integrantes de las tropas aliadas (Brasil, Argentina y Uruguay) habrían muerto a causa de enfermedades infecciosas, principalmente cólera, paludismo, viruela, neumonía y disentería.

El trabajo de ambos aporta un enfoque amplio sobre las causas de la mortandad en la guerra que unió a la llamada Triple Alianza –conformada por Brasil, Uruguay y Argentina– contra Paraguay y, sumado a otros, da cuenta de la precariedad de las condiciones sanitarias en que vivían y luchaban los soldados. Antes, los historiadores tan solo disponían de una conclusión genérica de que las enfermedades habían causado más muertos que las heridas de batalla. La guerra concluyó con unos 60.000 decesos para el bando brasileño, mientras que Paraguay, derrotado en el conflicto que inició al invadir lo que entonces era la provincia de Mato Grosso, perdió alrededor de 280.000 combatientes, más de la mitad de su población.

Una iglesia adaptada para funcionar como hospital de campaña en Paso de Patria (Paraguay), sin fecha
Excursão ao Paraguay
/ Biblioteca Nacional

“Las altas tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas también caracterizaron a otras guerras de la misma época, tales como la de Crimea, en Rusia (1853-1856), y la Guerra de Secesión, en Estados Unidos (1861-1865)”, dice Prata de Sousa, autor del libro intitulado Escravidão ou morte: Os escravos brasileiros na Guerra do Paraguai [Esclavitud o muerte. Los esclavos brasileños en la Guerra del Paraguay] (editorial Mauad, 1996). Fueron lo que se conoció como guerras de trincheras, zanjas excavadas que servían de cobijo a las tropas, pero facilitaban la propagación de enfermedades infecciosas, a causa de la falta de higiene, la abundancia de roedores e insectos y las inundaciones.

“La Guerra del Paraguay fue una guerra epidémica”, concluye Barbosa. “Las enfermedades infecciosas eran parte del conflicto, de principio a fin, sin contar los brotes, como fue el caso del cólera”. El historiador Leonardo Bahiense, quien realiza una pasantía posdoctoral en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), reitera: “Tan solo el cólera fue responsable, como mínimo, de 4.535 muertos entre los soldados brasileños durante el tiempo que duró la guerra”. Según él, con base en documentación que se conserva en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, durante el primer semestre de 1868, el 52,5 % de los decesos entre las tropas aliadas obedeció a la grave deshidratación causada por la bacteria Vibrio cholerae y un 3,6 % al paludismo y otras enfermedades caracterizadas genéricamente como fiebres. “A menudo”, añade la investigadora de la UFF, “los soldados y prisioneros paraguayos con cólera eran abandonados en los caminos por orden de los comandantes, cuando las tropas se desplazaban de un campamento a otro”.

Los relatos de quienes vivieron la guerra respaldan sus conclusiones. En el libro A retirada da Laguna, publicado en francés en 1871 y en portugués tres años más tarde, el ingeniero militar Alfredo Taunay (1843-1899) describió a los brotes de cólera como “el adversario oculto”, “que no perdonaba a nadie”. “La peste es la mayor enemiga que tenemos”, informó el mariscal de campo Manuel Luís Osório (1808-1879) al ministro de Guerra, Ângelo Muniz da Silva Ferraz (1812-1867), al asumir el mando de las tropas, en julio de 1867.

Registro del Archivo Histórico del Ejército de Brasil de soldados atendidos en hospitales
Carlos Cesar / Biblioteca Nacional

En los libros del Archivo del Ejército, Barbosa halló registros de una categoría de enfermedades infecciosas raramente recordada en los relatos de la época, las enfermedades de transmisión sexual: “La sífilis era habitual. Los oficiales acusaban a sus esposas o amantes que convivían con los soldados. En los campamentos había prostitución, principalmente con las paraguayas, a causa del hambre”. Una peculiaridad de esta guerra residió en que las mujeres que acompañaban a la tropa eran las madres, hijas, hermanas o las parejas de los soldados, para quienes lavaban los uniformes y cocinaban.

Incluso los desplazamientos eran riesgosos. “Un grupo de médicos y enfermeros que partió en abril de 1865 desde la ciudad de Río de Janeiro se unió a un batallón de 500 soldados en la ciudad de São Paulo, pero tuvieron que detenerse dos semanas después en Campinas, donde había un brote de viruela que causó la muerte de seis integrantes de la tropa”, relata el médico intensivista José Maria Orlando, autor de Vencendo a morte – Como as guerras fizeram a medicina evoluir (editorial Matrix, 2016). Tras ello, el grupo debió enfrentarse al paludismo que transmitían los insectos que proliferaban en las ciénagas del Pantanal, que debían atravesar para llegar a los campos de batalla, casi nueve meses después.

“Muchos de los soldados no estaban vacunados contra la viruela y eran portadores de enfermedades propias de sus regiones”, comenta la historiadora Maria Teresa Garritano Dourado, del Instituto Histórico y Geográfico de Mato Grosso do Sul, basándose principalmente en los documentos del Archivo de la Marina, también de Río de Janeiro. Autora de A história esquecida da Guerra do Paraguai: Fome, doenças e penalidades [La historia olvidada de la Guerra del Paraguay: Hambre, enfermedades y penurias] (editorial UFMS, 2014), ella identificó otro enemigo: el clima. “Ante la falta de ropa adecuada y al no estar acostumbrados al clima del sur, los soldados del norte se morían de frío”, relata. “La lucha no era solamente contra el enemigo, sino también por la supervivencia en los campamentos”.

El general Dionísio Evangelista de Castro Cerqueira (1847-1910), quien estuvo en el frente y escribió Reminiscências da campanha do Paraguai, 1865-1870 (Biblioteca do Exército, 1929), relató que en los campamentos se bebía “agua espesa y amarillenta, contaminada por la proximidad de los cadáveres”. Los muertos se amontonaban o se los arrojaba a los ríos, contaminando el agua. Otro problema era la faena y la preparación de los animales con los que se alimentaban: las vísceras y otras partes que no se aprovechaban se dejaban expuestas al sol, generando mal olor. “Los buitres y los caranchos [aves de rapiña] se encargaban de la limpieza, devorando los restos”, describió el oficial.

Registro del Archivo Histórico del Ejército de Brasil de soldados atendidos en hospitales
Archivo Histórico del Ejército / Reproducción Janyne Barbosa / UFF

Los heridos en combates
Los cirujanos civiles que fueron al frente de batalla, concluyó Bahiense, inicialmente aprendieron con los informes de los equipos médicos que habían servido en guerras anteriores. En las Guerras Napoleónicas (1803-1815), Dominique Jean Larrey (1766-1842) cirujano en jefe del ejército francés, insistió en ubicar a los equipos quirúrgicos cerca del frente de batalla, para asegurar una atención de prisa y el rápido retiro de los hombres heridos en ambulancias, en ese entonces tiradas por caballos. En la Guerra de Crimea, la enfermera inglesa Florence Nightingale (1820-1910) implementó lo que Orlando denominaba “filosofía de la UTI [unidad de terapia intensiva]”: ubicar a los pacientes más graves cerca del puesto de enfermería, para su atención permanente, y a los menos graves más lejos.

“Durante la Guerra del Paraguay, se suscitó un fructífero debate al respecto de las técnicas quirúrgicas”, recalca Bahiense. Se discutió, por ejemplo, si el mejor momento para amputar un brazo o una pierna [afectados por balas, machetes o bayonetas] era inmediatamente después de ser heridos o si se debía esperar a que el combatiente asimile que había sido herido. Aunque las intervenciones quirúrgicas fueran bien hechas, los soldados podían morir poco después debido a una infección generalizada, a causa de la escasa preocupación –y conocimientos– acerca de la asepsia. Él comprobó que los medicamentos –principalmente el cloroformo, que se usaba como anestésico, y el opio, para el dolor–, los vendajes y la ropa para los pacientes hospitalizados tenían gran demanda, porque siempre se agotaban las existencias.

El general argentino Bartolomé Mitre junto a sus oficiales en la región de Tuyutí, escenario de la batalla más encarnizada de la guerra, en mayo de 1866, que dejó un saldo de 7.000 muertos y 10.000 heridos

Excursión al Paraguay / Biblioteca Nacional

“Las guerras, al igual que las epidemias, han hecho del mundo un campo de experimentación y, aún a costa de un inmenso sufrimiento, han acelerado el descubrimiento de nuevas técnicas quirúrgicas, el tratamiento de las quemaduras o de las enfermedades infecciosas”, comenta Orlando. Según él, solo a partir de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue que el número de muertes por heridas en combate comenzó a ser mayor –en este caso, el doble– que las causadas por enfermedades infecciosas.

Las razones de este cambio han sido la mejora de las condiciones de higiene y la adopción de técnicas de tratamiento: se les inyectaba a los heridos una solución salina directamente en sus venas para compensar las consecuencias de la gran pérdida de sangre. A partir de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el uso de antibióticos como la penicilina redujo aún más la mortandad de los soldados a causa de las infecciones generadas por las heridas. Durante la Guerra de Corea (1950-1953), las amputaciones se hicieron menos necesarias con el desarrollo de las técnicas de cirugía vascular.

Bahiense apunta otra razón para la elevada mortalidad debido a las enfermedades infecciosas durante la Guerra del Paraguay: “En Brasil todavía no existía la enfermería profesional, como en Estados Unidos y en Europa”. El equipo de asistencia de los cirujanos estaba integrado por soldados, cabos o prisioneros paraguayos adiestrados a toda prisa con un curso rápido de enfermería y luego reemplazados por las religiosas o las mujeres que acompañaban a los militares.

Entre ellas se destacó Anna Nery (1814-1880) quien se convirtió en una referente del área en Brasil. A disgusto por tener que separarse de dos de sus hijos, ambos reclutados para marchar al frente, se alistó como voluntaria para cuidar a los heridos. Tras conseguir la autorización del gobierno de Bahía, Nery los acompañó, aprendió nociones de enfermería con unas monjas en Rio Grande do Sul y trabajó como enfermera en los hospitales del frente de batalla. En reconocimiento a su labor, el emperador Pedro II le concedió una pensión vitalicia, con la cual pudo educar a sus otros hijos.

En marzo y abril de 2022, la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, campus de Aquidauana, celebrará un congreso internacional para debatir sobre el 150º aniversario del final de la guerra, que se cumplió el año pasado.


sábado, 9 de noviembre de 2024

Espionaje: Las redes de espionaje romanas

La Red de Espionaje de Cicerón en la Antigua Roma

  • La red de espionaje de Cicerón: En la antigua Roma, Cicerón (106-43 a.C.) utilizó una red de informantes y espías para proteger la República de conspiraciones y amenazas externas.
     

 Marco Tulio Cicerón, una de las figuras más emblemáticas de la historia romana, es conocido por su elocuencia, su filosofía y su papel crucial en la política de la República Romana. Sin embargo, un aspecto menos conocido de su vida es su habilidad para manejar una red de informantes y espías, una faceta que fue vital para proteger la República de conspiraciones y amenazas tanto internas como externas.




Contexto Político y Social

Cicerón vivió en una época de grandes turbulencias políticas y sociales. La República Romana estaba constantemente amenazada por conflictos internos, guerras civiles y la ambición de individuos poderosos que buscaban consolidar su poder personal. Durante su carrera, Cicerón se enfrentó a figuras como Lucio Sergio Catilina, Cayo Julio César y Marco Antonio, todos los cuales representaban, en distintos momentos, serias amenazas para la estabilidad de la República.

La Red de Informantes

La red de espionaje de Cicerón no era una organización formal con jerarquías claras como podríamos imaginar en la actualidad, sino una colección de contactos e informantes distribuidos estratégicamente en diferentes niveles de la sociedad romana. Esta red incluía esclavos, libertos, senadores, comerciantes y soldados, todos los cuales proporcionaban a Cicerón información crucial sobre las actividades y conspiraciones de sus enemigos.

Uno de los métodos más efectivos de Cicerón para obtener información fue a través de su red de clientes y patrones. En la sociedad romana, las relaciones de clientela eran fundamentales; un patrón ofrecía protección y beneficios a sus clientes a cambio de lealtad y apoyo. Cicerón, con su habilidad oratoria y su posición social, mantenía una amplia red de clientes que a menudo le proporcionaban información valiosa.

La Conspiración de Catilina

Uno de los ejemplos más notables del uso de esta red de espionaje fue durante la Conspiración de Catilina en el 63 a.C. Catilina, un senador romano con ambiciones desmedidas, planeaba derrocar el gobierno republicano mediante una serie de levantamientos y asesinatos. Cicerón, que en ese momento era cónsul, utilizó su red de informantes para descubrir y frustrar estos planes.

La información crucial llegó a través de Fulvia, una amante de uno de los conspiradores, quien reveló los detalles del complot a Cicerón. Con esta información, Cicerón pudo interceptar cartas incriminatorias y presentar pruebas ante el Senado, lo que llevó a la detención y ejecución de varios conspiradores y a la huida de Catilina. Este episodio no solo destacó la habilidad de Cicerón para manejar información secreta, sino también su destreza en la política y la oratoria, al convencer al Senado de la gravedad de la amenaza.

Espionaje en Tiempos de Guerra

Durante las guerras civiles que siguieron a la muerte de César, la capacidad de Cicerón para reunir información fue nuevamente puesta a prueba. Tras el asesinato de César en el 44 a.C., Roma se sumió en un caos político, y diferentes facciones luchaban por el control. Cicerón se alineó con el Senado y los republicanos contra Marco Antonio, a quien veía como una amenaza para la libertad de Roma.

A través de su red de espías, Cicerón monitoreó los movimientos de Marco Antonio y sus seguidores. Informantes dentro del ejército y la administración de Antonio le proporcionaron detalles sobre sus planes y estrategias, permitiendo a Cicerón coordinar la resistencia y mantener informados a sus aliados en el Senado.

Métodos y Técnicas

Cicerón utilizaba varios métodos para comunicarse con sus informantes y asegurar la confidencialidad de la información. Las cartas cifradas y los mensajes codificados eran comunes, y Cicerón a menudo empleaba mensajeros de confianza para transportar información sensible. Además, las reuniones clandestinas en lugares seguros eran una práctica habitual para discutir asuntos delicados sin temor a ser espiados.

La astucia de Cicerón también se manifestaba en su habilidad para manipular la información pública. Utilizaba discursos en el Senado y ante el pueblo para lanzar acusaciones y sembrar dudas sobre sus enemigos, a menudo basándose en información obtenida a través de su red de espionaje. Este uso estratégico de la información le permitió influir en la opinión pública y en las decisiones políticas de manera significativa.

Legado y Consecuencias

El legado de Cicerón como maestro de la información y la inteligencia se refleja en la manera en que manejó las amenazas a la República. Su habilidad para recopilar y utilizar información secreta no solo salvó su vida en múltiples ocasiones, sino que también jugó un papel crucial en la preservación temporal de la República frente a sus numerosos enemigos.

Sin embargo, la dependencia de Cicerón en su red de espionaje y su inclinación a confrontar a figuras poderosas también contribuyeron a su caída. En el 43 a.C., como parte del Segundo Triunvirato, Marco Antonio, Octavio y Lépido lo incluyeron en las proscripciones, listas de enemigos del estado que debían ser eliminados. Cicerón fue ejecutado, y su muerte marcó el fin de una era en la política romana.

Conclusión

La red de espionaje de Cicerón es un testimonio de su astucia y habilidad como político y orador. En una época de constantes amenazas y conspiraciones, su capacidad para manejar información y utilizarla estratégicamente fue crucial para su éxito y para la protección de la República Romana. Aunque finalmente pagó con su vida, el legado de Cicerón en la historia de Roma y en el arte de la inteligencia política perdura hasta hoy, recordándonos la importancia de la información y la vigilancia en la preservación de la libertad y la justicia.

viernes, 8 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: El desastroso recorrido del submarino Simpson chileno

 

La desconocida historia del submarino Chileno, que estuvo a horas de activar la defensa





La Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile en el conflicto de 1978

Al mando del “Simpson”, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina.
Para ello debió enfrentar múltiples desventajas y el peso de una tarea en la que no tenía margen de error.
Hace exactamente 30 años, 81 chilenos aguardaban el inicio de la guerra metidos en un viejo tubo de hierro.
La tripulación del submarino “Simpson” tenía una orden perentoria del almirante José Toribio Merino: impedir por las armas cualquier intento de desembarco argentino en las islas del Beagle.
De máximo riesgo, la misión encerraba además dos problemas que la hacían casi suicida: el “Simpson” era un sumergible veterano de la II Guerra Mundial que difícilmente escaparía del contraataque enemigo; y tendría que enfrentar la hora “H”, el inicio del ataque trasandino, en solitario. Este adverso escenario convirtió la extenuante patrulla de guerra del “Simpson” -duró casi 70 días- en uno de los capítulos más desconocidos de la tensión que a fines de 1978 estuvo a punto de enfrentar a Chile y Argentina. Treinta años después, el comandante de esa nave, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing, revela los secretos de una misión en la que, reconoce, “envejecí algunos años”.

Solo y sin snorkel

A comienzos de 1978, la Armada tenía cuatro submarinos, pero sólo tres disponibles. El “Thomson”, gemelo del “Simpson”, estaba desguazado, y los recién llegados “Hyatt” y “O’Brien” eran de los más modernos de la región.
La Flota de Mar (Flomar) de Argentina también tenía cuatro submarinos, pero todos operativos: dos estadounidenses de la II Guerra Mundial (“Santa Fe” y “Santiago del Estero”) y dos 209 alemanes (“San Luis” y “Salta”) recién comprados.
A fines de año, la ventaja argentina pasó de leve a mayúscula. El “O’Brien” entró a dique para mantención y al “Hyatt” le falló un motor. Tuvo que regresar a Talcahuano.
La noticia caló hondo en el “Simpson”. Durante todo el año, y a medida que las negociaciones diplomáticas con Argentina se empantanaban, la tripulación había entrenado intensamente para repeler una eventual invasión. Ahora tendrían que hacerlo solos.
Y ése no era el único factor en contra. Por su antigüedad, la nave carecía de snorkel, una especie de tubo de escape retráctil que le permite navegar a 20 metros bajo la superficie usando sus motores diésel. Éstos, a su vez, recargan las baterías eléctricas, que son las que pueden llevarlo a silenciosos descensos de hasta 600 pies de profundidad.
Sin snorkel, el “Simpson” estaba obligado a emerger por períodos de hasta ocho horas para recargar baterías, haciéndose detectable para los radares o aviones enemigos.
En la práctica, el buque no podía sumergirse más de 24 horas, y a escasos cinco nudos por hora. Si había que evadir un ataque, las baterías se agotarían antes.
Scheihing recuerda que otra desventaja era el armamento. La “Enmienda Kennedy” había dejado a los submarinos chilenos con antiguos torpedos a vapor MK 14 y MK 27. Los argentinos tenían eléctricos MK 37, de más alcance y confiabilidad. “No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban”, explica.
Por eso, cuando recibió la orden de Merino, tomó el sistema de comunicación interna, leyó el mensaje a sus hombres y los arengó: “¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina. Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que antes que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!”. Tras un momento de silencio, detalla el comandante, “se escuchó como un rugido en todo el submarino: ‘¡Viva Chile, m…!'”.
Pero si atacaba por error, este oficial dejaría a Chile como país agresor y en una compleja perspectiva de cara a una negociación de paz.
“Fue una situación de guerra (…) Yo estaba autorizado para romper las hostilidades. ¡Imagínese! Era el primer contacto. La responsabilidad era tremenda. Primero, porque rompería las hostilidades, y segundo, porque pondría en jaque la seguridad del submarino, que es lo de menos cuando se trata de hundir al resto”, explica.

¿Disparó el “Simpson”?

Ricardo Burzaco, experto argentino en el tema, publicó recientemente una investigación sobre las operaciones submarinas transandinas de 1978 en la revista Defensa y Seguridad.
Allí sostiene que el “Simpson” fue descubierto dos veces por sumergibles argentinos. Primero por el “Santiago del Estero”, que lo encontró cargando baterías en la superficie, y luego por el “Salta”, justo antes de la hora “H”, que también lo divisó a nivel del mar. La máxima tensión reinante llevó a que el capitán argentino ordenara preparar torpedos.
Como no estaban en aguas argentinas, agrega Burzaco, el comandante argentino dudó en atacar. En ese momento el oficial sonarista lanzó una alarma de torpedo enemigo, por lo que ordenó una maniobra evasiva. Luego, el rumor de un supuesto proyectil chileno se desvaneció.
Tajante, Scheihing niega esta versión y asegura que el “Simpson” nunca tuvo contacto con adversarios. “No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)”, sostiene.
Hacia el final de la patrulla, la tripulación del “Simpson” ya sentía el rigor de la tensión bélica. Los víveres eran escasos, no quedaban alimentos frescos y el aire dentro del submarino era pesado, mezcla de aceite y gases. Sólo podían bañarse -si limpiarse el cuerpo con una esponja mojada puede considerarse un baño- cada tres días. Sólo querían que el conflicto se zanjara de una vez, por las armas o por la paz.
La providencial conjunción de una tormenta con olas de hasta 15 metros, que retrasó la operación “Soberanía”, y la mediación del Papa Juan Pablo II, sin embargo, terminarían por impedir el enfrentamiento. El “Simpson” pudo volver a su base.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye el vicealmirante (r) Hernán Rivera.

El “Prat”, primer objetivo argentino

Si el “Simpson” abría fuego contra una invasión argentina, enseguida sería el turno del crucero “Prat”, buque insignia de la Escuadra que debía disparar su artillería contra la flota de desembarco adversaria.
A bordo estaba el ahora vicealmirante (r) Hernán Rivera, por entonces jefe del estado mayor de la Escuadra.
Por su naturaleza, el “Prat” probablemente habría sido el primer objetivo de los ataques argentinos, tanto aéreos como marítimos y submarinos. En el buque insignia lo sabían, pero nadie, dice Rivera, manifestó temor. “En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión”, sostiene.
La gran ventaja de la flota argentina, explica, era el portaaviones “25 de Mayo”, que le daba supremacía aérea y hacía vulnerables a los buques chilenos.
La Escuadra chilena, agrega, tenía a su favor la cohesión alcanzada por las tripulaciones tras un año de intenso entrenamiento, la eficiencia de la aviación naval -informaba cada cuatro horas la posición de los buques argentinos- y el refugio natural que ofrecían los fondeaderos en los canales.
“Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (…) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando”, asegura Rivera.
Así, las naves chilenas lograban disimular falencias como la escasez de pertrechos, debido al embargo de Estados Unidos, y el hecho que la iniciativa estaba en manos de los argentinos.
Con todo, admite el retirado oficial, “el ‘Prat’ habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del ’25 de Mayo’. Por eso nos colocamos en una disposición de combate en la que primero estaban los buques misileros, que en el fondo eran los que iban a decidir esta cuestión en el combate de superficie”.
Rivera recuerda como el momento más crítico el 20 de diciembre de 1978, cuando recibieron la orden de salir al paso de la flota argentina. El vicealmirante Raúl López Silva, comandante en jefe de la Escuadra, reunió a los capitanes de todos los buques y les advirtió: “Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos”.
Pocas horas después, cuando la Escuadra aún salía hacia el teatro de operaciones, sonó el citado zafarrancho. “Le prometo que nunca vi tanta rapidez para cubrir los puestos de combate”, recuerda Rivera. La alarma, eso sí, resultó falsa. El “contacto” del sonar resultó ser una sonda estadounidense que recolectaba datos atmosféricos.
Así fue que ambas fuerzas llegaron a estar a unas 10 horas de poder atacarse con sus misiles, lo que fue impedido por la mediación papal. Rivera asegura que la Divina Providencia también hizo lo suyo, desatando un temporal que dilató la “Operación Soberanía”, que debía comenzar tres días antes de la “Hora H” con la toma de unas pequeñas islas al sur del Beagle.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye.


Autor: Iván Martinic
diario.elmercurio.cl/
www.youtube.com/watch

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Chile: El incidente del Baltimore

La crisis del Baltimore





El Caso Baltimore fue un incidente diplomático entre Chile y Estados Unidos en 1891, desencadenado por una pelea en Valparaíso entre marineros estadounidenses del USS Baltimore y ciudadanos chilenos, resultando en la muerte de dos marineros estadounidenses. Este incidente ocurrió en un contexto de tensas relaciones bilaterales tras la Guerra Civil chilena.

Génesis del Incidente

El 16 de octubre de 1891, el capitán del USS Baltimore permitió a sus marineros desembarcar en Valparaíso. Bajo los efectos del alcohol, los marineros se involucraron en una pelea con obreros chilenos en el bar True Blue, lo que resultó en la muerte de dos marineros estadounidenses y varios heridos. La policía chilena arrestó a numerosos marineros estadounidenses y chilenos. La versión estadounidense, impulsada por el embajador Patrick Egan, alegaba que el ataque fue premeditado y que la policía chilena no protegió a los marineros.

Escalada del Conflicto

El gobierno estadounidense exigió disculpas y una indemnización, calificando el incidente como un acto de hostilidad. Chile defendió que el incidente fue una pelea común y prometió una investigación judicial imparcial. Las tensiones aumentaron cuando el Secretario de Estado estadounidense, William F. Wharton, envió un ultimátum a Chile, exigiendo disculpas inmediatas y advirtiendo de una posible ruptura de relaciones diplomáticas.

Intervención Argentina

En un momento crítico, el canciller argentino, Estanislao Zeballos, ofreció apoyo logístico y moral a Estados Unidos para una posible invasión a Chile, proponiendo incluso el uso de territorio argentino para las tropas estadounidenses. Esta propuesta fue vista como una traición por parte de Chile y ha sido objeto de análisis y críticas en ambos países.

Resolución

El gobierno chileno, buscando evitar un conflicto mayor, decidió disculparse y aceptar la mediación estadounidense. También accedió a pagar una indemnización de $75,000 a las familias de los marineros fallecidos. Esta transigencia permitió la resolución diplomática del conflicto.

Análisis

El incidente Baltimore mostró la capacidad de Estados Unidos para imponer su voluntad en América Latina y marcó un precedente para futuras intervenciones, como la Guerra Hispano-Estadounidense en 1898. Para Chile, fue un recordatorio de la necesidad de manejar cuidadosamente sus relaciones internacionales, especialmente con potencias extranjeras.

Este incidente resaltó las tensiones en el hemisferio occidental y las complejidades de las relaciones diplomáticas durante el siglo XIX, especialmente en un contexto de reciente independencia y reconfiguración política en América Latina.

Puedes encontrar más detalles en el artículo de Wikipedia: Caso Baltimore.

El mejor libro al respecto es:

Sanz, Luis Santiago (1998), El caso Baltimore: Una contribución al esclarecimiento de la actitud argentina, Instituto de Publicaciones Navales.  ISBN: 950-899-011-2

lunes, 4 de noviembre de 2024

Operación Azalee: Comandos franceses sobre las Comoros

Operación Azalee

Weapons and warfare




Las Islas Comoras habían sido una colonia francesa hasta julio de 1975, cuando obtuvieron su independencia. Las islas son una economía agrícola poco desarrollada que depende en gran medida de subvenciones extranjeras para sustentar a aproximadamente 550,000 personas. Hay poca industria y pocos recursos naturales. El terreno es montañoso, con solo 750 km (450 millas) de caminos, 540 km (324 millas) de los cuales es grava.

El 28 de septiembre de 1995, Bob Denard y 33 mercenarios tomaron el control de las islas Comoras en un golpe (denominado operación Kaskari por los mercenarios) contra el Presidente Djohar. A pesar de haber recibido aviso previo y sugerencias sobre el golpe, Francia no hizo nada hasta el día de la invasión; Cuando lo denunciaron severamente.

El presidente Jacques Chirac solicitó que el Ministro de Defensa y el Jefe de Estado Mayor del Ejército comiencen a redactar planes para la recuperación de las Islas Comoras. Se recopiló la inteligencia y se pusieron en alerta los activos de COS (comando de operaciones especiales). Equipos de GIGN, DRM y DGSE comenzaron a desplegarse discretamente en el área alrededor del Océano Índico. El 3 de octubre, el gobierno francés dio luz verde a la Operación Azalee.

Bob Denard comenzó a crear un gobierno civil en un esfuerzo por evitar la invasión inminente. Se creó una nueva guardia presidencial a partir de miembros leales de la vieja guardia que Denard mismo había entrenado. Puntos fuertes estratégicos armados con ametralladoras pesadas se establecieron alrededor de la isla, particularmente alrededor de las islas, dos aeropuertos.

Para entonces, más de 200 miembros de COS y DRM se dirigían a las islas a bordo de una fragata y dos barcos patrulleros. Miembros de GIGN y Commandos Jaubert, así como varios escuadrones Puma, también estaban en el área.



LA OPERACION

Los franceses finalmente desplegaron 600 hombres contra una fuerza de 33 mercenarios y una fuerza disidente de 300 hombres. La operación comenzó a las 11 pm el 3 de octubre cuando los miembros de Commandos Jaubert exploraron las playas cerca de los dos aeropuertos de la isla en Hahaya y Iconi. A las 2:30 am, tres Pumas entregaron miembros de 1erRPIMa, 13eRDP a la pista del aeropuerto de Hahaya. Inicialmente bajo el fuego de las ametralladoras pesadas del insurrecto, los soldados franceses usan su equipo de visión nocturna y la cubierta de la oscuridad para asegurar el aeropuerto y el área local. 20 soldados comoranos son capturados en el proceso.

A las 3:00 am, los miembros de Commandos Jaubert habían asegurado el aeropuerto de Iconi. Los elementos de 5eRIAOM, 2eRAMa y 2eRPIMa están volando en C-160 Transals para sostener el campo de aviación mientras los Comandos Jaubert se dirigen al cuartel de Kandani. 30 soldados comoranos son capturados en el proceso. Luego, 15 miembros de GIGN son enviados y liberan a la Embajada de Francia en Moroni. Otro equipo de comandos de Jaubert asalta y toma el Vulcain; el barco utilizado por Denard y sus mercenarios para llegar a Comoras.

El asalto aéreo principal comienza a las 5 AM, cuando dos Transalls entregan elementos de la Legión Extranjera a la pista en Hahaya. 30 minutos después se les unen miembros de 2ea, RIAOM Marines y 2e RAMa artillery. A las 5:50 el aeropuerto está seguro y se ha establecido una zona de seguridad alrededor de él. Los suministros comienzan a llegar en lanzadera a medida que las unidades francesas comienzan a moverse hacia la capital de Moroni.

A las 6:30 AM, las unidades francesas están compitiendo para llegar al cuartel de Kandani antes de que Bob Denard y sus mercenarios se liberen. Otra fuerza corre hacia el paso donde se ha informado de una fuerza de 200 insurgentes.

A las 3:00 pm del día siguiente, Bob Denard y sus mercenarios se habían rendido. Después de ser cacheado por los gendarmes GIGN, lo llevan al aeropuerto de Iconi, lo llevan a Francia y lo encarcelan.

Si bien no es una acción puramente de operaciones especiales, la nueva toma francesa de las Islas Comoras es de notable estatus. Las unidades de operaciones especiales se desplegaron con éxito y se utilizaron de manera oportuna. En siete días, se elaboraron planes y se desplegaron aproximadamente 1,000 soldados para apoyar esta operación. Los activos aéreos se utilizaron para mover a los soldados de forma rápida y concisa.

Una vez que Denard se dio cuenta de que los franceses planeaban recuperar Comoras, se ordenó a los mercenarios que no lucharan. Además, las probabilidades eran muy desproporcionadas; algunos podrían decir que esto no fue una pelea "justa". Sin embargo, al presentar tales probabilidades abrumadoras, los franceses hicieron inútil cualquier resistencia y, por lo tanto, evitaron el derramamiento de sangre. Francia actuó de manera decisiva y utilizó sus fuerzas especiales para moverse rápidamente y lograr una sorpresa táctica. Se usaron unidades como GIGN y Commandos Jaubert para despejar edificios potencialmente peligrosos. Usando la combinación correcta de paracaidistas y equipos de fuerzas especiales, las unidades francesas pudieron volver a tomar la isla en menos de 48 horas.

domingo, 3 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: Más que diplomacia

 

El conflicto del Beagle. Cuando la diplomacia sola no alcanza

El acuerdo logrado en el diferendo sobre las posesiones marítimas en el entorno del canal de Beagle atravesó previamente un difícil proceso donde estuvieron en juego, como última ratio, las capacidades de los aparatos defensivos de cada país en apoyo de su diplomacia.

El Tratado de Límites entre Chile y la Argentina suscripto en 1881 decía: “Pertenecerán a Chile todas las islas al Sur del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos y las que haya al Occidente de la Tierra del Fuego”. La dificultad de interpretación de algo que parece tan claro fue acordar cuál era la traza del canal de Beagle. En los primeros años luego de aquel tratado, la Argentina reconoció en su cartografía que el canal de Beagle corría por el norte de las islas Picton, Nueva y Lennox. O sea que reconocía su pertenencia a Chile. Sin embargo, cuando se estudiaron las profundidades se observó que el canal giraba hacia el sur de las islas, dejándolas en la Argentina.

"El primer tratado de límites entre la Argentina y Chile data de 1881"

Los gobiernos de ambos países intentaron resolver esta cuestión. En 1960, los presidentes Arturo Frondizi y Jorge Alessandri firmaron un protocolo de arbitraje por la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Debido a resistencias en ambos países, el proceso se detuvo. Hubo otros dos intentos infructuosos, en 1964 y 1967, hasta que en julio de 1971 los presidentes Alejandro Lanusse y Salvador Allende suscribieron el Acuerdo sobre Arbitraje. Se solicitaba solo la determinación del límite en el canal Beagle y la adjudicación, a un país o al otro, de las islas Picton, Nueva y Lennox e islotes adyacentes. Se designó un tribunal arbitral de cinco jueces de la Corte Internacional de Justicia.

El laudo del 2 de mayo de 1977 dictaminó que las islas Picton, Nueva y Lennox, así como los islotes adyacentes, pertenecerían a Chile, mientras las islas Gable y Becasses fueron otorgadas a la Argentina. El Canal de Beagle quedó definido hasta su extremo Este al tocar el océano Atlántico. A ese punto se le dio la denominación XX. Los responsables del gobierno argentino no imaginaron las consecuencias que podía tener el resultado de ese arbitraje sobre la proyección marítima. Hasta entonces la aceptada posesión chilena de las demás islas ubicadas al Sur de las tres en conflicto, no había motivado reclamos de Chile por su proyección sobre el Atlántico. Pero tras el laudo, el gobierno chileno definió y aprobó por ley las denominadas Líneas de base rectas, que unían los puntos periféricos en torno al archipiélago hasta el Cabo de Hornos. En base a ellas y a partir del punto XX, Chile delimitó su área marítima económica exclusiva. Desde ese punto trazaba una línea recta equidistante de las costas de ambos países en dirección Sudeste hasta las 200 millas y luego hacia el Sur, manteniendo esa distancia de las líneas de base rectas. Alegaba aplicar las normas del derecho internacional y determinaba así un amplio triángulo marítimo en el Atlántico que quedaría en posesión de Chile. La Argentina perdería su proyección antártica y debería atravesar aguas chilenas en cualquier derrotero marítimo hacia el Sur.

Soberanía marítima

Si bien ambos países en 1971 se habían comprometido formalmente a respetar el laudo, el gobierno argentino expresó de inmediato reservas a la decisión arbitral. Se trataba de un caso en donde se ponían en juego cuestiones de soberanía marítima de la mayor importancia. Su aceptación tendría un alto costo, aunque también lo tuviera la ruptura de un compromiso internacional formalmente asumido. La Argentina podía alegar que cuando se firmó el Tratado de Límites en 1881 solo se reconocía jurisdicción marítima hasta las dos millas y que por lo tanto la cesión de las islas al Sur del Beagle no generaban derechos marítimos significativos. También se apoyaba en el principio bioceánico “Chile en el Pacífico, Argentina en el Atlántico”, establecido como complemento en el Protocolo 1893 para precisar los límites en el sector continental.

"La negociación se encauzó con el invalorable aporte del cardenal Samoré"

El gobierno argentino adelantó su rechazo a la sentencia arbitral y su disposición a iniciar una negociación política. El gobierno chileno accedió a realizar una reunión para escuchar los puntos de vista. Se realizaron dos encuentros, el primero en Buenos Aires y el segundo en Santiago de Chile. La delegación argentina estaba conducida por el general Osiris Villegas y la chilena por el ex canciller Julio Philippi. Quien suscribe esta nota formó parte de la delegación argentina. No se logró ningún acuerdo. La posición chilena era la de respetar el laudo y atenerse a las reglas del derecho internacional.


El cardenal Samoré en su reunión con Videla, en 1979

La segunda reunión, en julio de 1977, comenzó con un saludo amigable de Philippi: “Don Osiris, es un gran gusto recibirlos, pero no hay nada que tratar. Las normas del derecho internacional y los compromisos que ambos países hemos tomado lo resuelven todo. Les propongo que comamos un buen asado”. El general Villegas respondió: “No coincidimos. Hay un problema y si estamos aquí es porque consideramos que debemos encontrar una solución política”.

Las reuniones fracasaron. En la delegación argentina participaba el ex embajador en Chile Manuel Malbrán, que indagaba internamente cómo no salirse de una solución jurídica. Sin embargo, ese camino no parecía factible sin recurrir a una voluntad argentina de mantener con firmeza la preservación de las aguas australes que nunca antes habían sido reclamadas por Chile ni puestas a arbitraje.

A fines de 1977 se reunieron los cancilleres de ambos países, Oscar Montes y Patricio Carvajal, sin llegar a un acuerdo. El 19 de enero de 1978 se realizó una primera reunión en Mendoza entre los presidentes Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet. Este último preguntó hasta donde estaría la Argentina dispuesta a defender su posición. Videla respondió que hasta donde fuera necesario. Pocos días después, el 25 de enero de 1978, el gobierno argentino declaró la nulidad del laudo, mientras Chile mantenía su posición de darlo por válido y sostener sus efectos jurídicos respecto de las proyecciones marítimas. Una segunda reunión de los presidentes en Puerto Montt definió un proceso de negociación en dos etapas que se extendería durante todo 1978. Para eso se constituyó la Comisión mixta N° 2, conducida por el general Ricardo Etcheverry Boneo, por la Argentina, y Francisco Orrego por Chile.

La voluntad argentina del uso de su potencial militar se manifestó durante ese año mediante declaraciones y hechos concretos protagonizados por altos oficiales y unidades de las Fuerzas Armadas. Emergieron “halcones” que podían forzar acciones militares en caso que no se alcanzase un acuerdo que evitara una pérdida tan importante de mar argentino. También había “palomas”. La preminencia de unos u otros era permanentemente indagada por la inteligencia chilena. La evaluación de sus negociadores sobre el predominio de los halcones sobre las palomas era determinante del avance o del retroceso en el logro de un acuerdo aceptable para la Argentina. Entonces el potencial militar argentino conservaba una capacidad que en un enfrentamiento no aseguraba a Chile y tampoco a la Argentina evitar graves consecuencias humanas y materiales.

Sin acuerdo

Las negociaciones no alcanzaron un acuerdo en el plazo establecido. La representación argentina aspiraba a tener mojones en las islas atlánticas periféricas para asegurar sin riesgo futuro su proyección marítima. La delegación chilena se había fijado como límite el reconocimiento de su soberanía íntegra en todas las islas, de acuerdo con el Tratado de 1881 y pretendía la proyección marítima.


Dante Caputo durante su debate con Saadi. DYN

La ausencia de un acuerdo puso a los dos países en la antesala del uso de sus fuerzas armadas en los días previos a la Navidad de 1978. Hubo movilización de fuerzas. En conciencia, las cúpulas de ambas partes entendían que cualquier acción bélica podría tener consecuencias que nadie deseaba.

Con el conflicto bélico en sus inicios se produjo la intervención papal. Juan Pablo II ofreció su mediación. Tres meses antes, el 20 de septiembre de 1978, había enviado una carta autógrafa a los episcopados de ambos países pidiéndoles intervenir para evitar un enfrentamiento bélico. Los canales operaron rápidamente en ambos sentidos. Los dos gobiernos aceptaron la mediación papal y desistieron de cualquier acción militar. Las negociaciones se reencauzaron con el invalorable aporte del cardenal Antonio Samoré. El fallo papal fue emitido dos años después, el 12 de diciembre de 1980, luego de intensas negociaciones en Roma que permitieron encontrar los espacios para una aproximación entre las partes. Proponía una reducida zona marítima económica exclusiva para Chile y un límite sobre las aguas que al sur retomaba el meridiano del Cabo de Hornos. También establecía itinerarios de libre navegación para ambos países. La Argentina había logrado evitar lo que realmente más la afectaba y Chile mantenía su soberanía sobre las islas que tradicionalmente ocupaba. Además, quedaba limitada la proyección marítima. Con una extensa demora, el acuerdo fue sometido a un referéndum y votado favorablemente en los comienzos del gobierno de Raúl Alfonsín. Finalmente, ambos países firmaron el Tratado de Paz y Amistad el 29 de noviembre de 1984.

No debe entenderse este relato como una apología del militarismo. Por definición, la diplomacia es el instrumento de las naciones para llevar las relaciones internacionales en paz y con respeto de las propias soberanías. Por sí sola puede resolver disputas cuando las consecuencias económicas, sociales o políticas para un país son acotadas. Pero no puede desconocerse la importancia del potencial económico y el militar cuando están en discusión asuntos de mayor gravitación o cuestiones territoriales. En estos casos, la diplomacia por sí sola puede carecer de la fuerza necesaria cuando el objetivo requiere disuadir o presionar. Un país desarmado es un Estado incompleto y ese es el caso actual de la Argentina. En la guerra de Malvinas se perdió material que no fue repuesto y el estrangulamiento presupuestario a partir de 1983 logró prácticamente anular su capacidad militar.

Las circunstancias que hemos relatado en el caso del Beagle ponen de manifiesto de qué forma el efecto disuasivo de la capacidad militar acompañó las negociaciones para evitar la pérdida de jurisdicción sobre 75.000 km2 de mar y de su proyección antártica. Si el conflicto hubiera sucedido hoy, distinto hubiera sido el resultado.

Ingeniero, economista, fue secretario de Hacienda de la Nación



sábado, 2 de noviembre de 2024

Guerras napoleónicas: ¿Fue determinante el espantoso clima para el resultado de Waterloo?


¿El terrible clima en vísperas de Waterloo cambió el curso de la historia?




Wellington, visto aquí en Quatre Bras junto a sus tropas en retirada y prisioneros franceses, libró una batalla inconclusa con los franceses el 16 de junio. Su ejército tuvo que retroceder hacia Bruselas durante una torrencial tormenta de verano, para mantener el contacto con los prusianos, en su flanco izquierdo. [Ernst Croft]


La década de 1810 a 1819 había sido la más fría desde la década de 1690. Los registros meteorológicos indican que junio de 1815 fue el mes más lluvioso del año en Inglaterra. Los libros de registro de la Flota del Canal de la Mancha en Ostende registran la violenta tormenta de verano que se produjo los días 17 y 18 de junio y señalan que fue seguida por condiciones más secas después de un comienzo del día húmedo.

El profesor Laurent Bock de la Universidad de Gembloux realizó recientemente un estudio del suelo en Waterloo, que mostró que el suelo en la cresta de Wellington se habría vuelto firme con bastante rapidez. Las posiciones francesas en el valle donde se formó la caballería de Ney habrían permanecido inundadas. Las condiciones del suelo favorecieron la defensa de Wellington. Si Napoleón hubiera esperado, el suelo habría tardado tres o cuatro días en secarse. Demorarse unas horas hizo poca diferencia, el campo seguía siendo un atolladero.

Víctor Hugo argumentó que la intervención divina causó la caída de Napoleón, afirmando en su novela Los Miserables que "si no hubiera llovido la noche del 17 al 18 de junio de 1815, el futuro de Europa habría sido diferente". A menudo se señala que Napoleón retrasó el inicio de la batalla porque el suelo húmedo impedía el avance de los pesados ​​cañones de 12 libras de la Gran Batería, potencialmente ganadores de batallas. La demora dio tiempo al ejército prusiano para unirse con Wellington e infligir un golpe crítico justo cuando el resultado de la batalla estaba delicadamente equilibrado.

La lluvia de la noche anterior obligó a que los mosquetes tuvieran que ser "hervidos" con agua caliente para eliminar los residuos de pólvora y los depósitos de carbón. Esto, y el malestar físico cercano a la exposición para los soldados cansados, afectó a ambos ejércitos. La tormenta de verano encubrió la retirada de los ejércitos aliados durante la noche anterior a Waterloo. El barro impediría el despliegue de artillería y caballería en ambos lados al día siguiente. Anuló el impacto de la superioridad artillera de Napoleón, reduciendo el rebote de los proyectiles en el terreno blando, pero la decisión de Wellington de desplegarse detrás de la cresta del Mont St Jean probablemente contribuyó en gran medida a reducir la vulnerabilidad de las tropas al fuego de los cañones. El ejército de Napoleón tardó mucho en formarse, pero los retrasos se debieron tanto a la mala disciplina de la marcha y a la necesidad de buscar comida local esa mañana como a las condiciones fangosas. Sólo la Guardia Imperial tenía su propio tren logístico integral. Napoleón tampoco se sintió galvanizado por el conocimiento de que los prusianos ya estaban marchando en ayuda de Wellington.

El impacto principal del clima en esta batalla fue que la tarde calurosa que siguió a la noche fría y húmeda produjo condiciones atmosféricas que contribuyeron al oscurecimiento del campo de batalla a través de la niebla y el humo colgante. A media tarde, Napoleón ya no podía ver el valle. Esto podría haber influido en la liberación prematura de la caballería francesa, que debía enfrentarse a sólidos cuadros de infantería en lugar de la retirada que el mariscal Ney estaba convencido de ver a través del humo más allá de la cresta. Napoleón no podía ver cuán débil era el centro de Wellington cuando cayó La Haye-Sainte y probablemente tampoco podía abarcar el verdadero alcance de los números prusianos que ingresaron al campo. En resumen, los caprichos del tiempo afectaron a ambos bandos, pero probablemente favorecieron la ventaja intrínseca de Wellington de mantener una posición elevada en defensa; una opción menos vulnerable y tácticamente mucho menos exigente de lo que los franceses necesitan para atacar.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Historia alternativa: ¿Paraguay pudo haber ganado la guerra?

¿Cómo pudo haber ganado el Paraguay?


 



La Guerra del Paraguay, también conocida como la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), fue un conflicto en el cual Paraguay se enfrentó a una coalición formada por Brasil, Argentina y Uruguay. Fue uno de los conflictos más devastadores en la historia de América del Sur, y Paraguay sufrió una derrota catastrófica.

Imaginar un escenario en el que Paraguay hubiera ganado la guerra requiere considerar varios cambios importantes en las circunstancias políticas, militares y diplomáticas de la época. Aquí algunos escenarios posibles que podrían haber llevado a una victoria paraguaya:

1. Alianzas Diplomáticas Favorables

Si Paraguay hubiera logrado formar alianzas con otras naciones, podría haber equilibrado la balanza del poder. Por ejemplo:

  • Alianza con Bolivia y Chile: Si Paraguay hubiera conseguido una alianza militar con Bolivia y Chile, ambos con intereses en la región, esto podría haber proporcionado apoyo adicional en términos de tropas y recursos.
  • Intervención Europea: Una intervención de potencias europeas, interesadas en mantener un equilibrio de poder en América del Sur, podría haber desviado recursos y atención de los aliados.

2. Mejor Estrategia Militar

Paraguay podría haber adoptado una estrategia militar diferente:

  • Guerra de Guerrillas: En lugar de enfrentamientos directos, Paraguay podría haber optado por una guerra de guerrillas, utilizando el conocimiento del terreno para desgastar a las fuerzas aliadas.
  • Defensa en Profundidad: Fortalecer las defensas en el interior del país, dificultando el avance enemigo y prolongando la guerra hasta que los aliados se vieran forzados a negociar.

3. Situaciones Políticas Internas en los Países Aliados

Problemas internos en los países aliados podrían haber favorecido a Paraguay:

  • Conflictos Internos en Brasil, Argentina y Uruguay: Si los aliados hubieran enfrentado conflictos internos significativos, como rebeliones o guerras civiles, sus capacidades para mantener una guerra prolongada contra Paraguay se habrían visto mermadas.
  • Cambios de Gobierno: Cambios políticos que resultaran en gobiernos menos beligerantes o menos interesados en la guerra.

4. Liderazgo Paraguayo Diferente

Un liderazgo paraguayo diferente podría haber llevado a una gestión más efectiva de la guerra:

  • Liderazgo Militar y Político: Un líder más cauteloso y estratégico que Francisco Solano López, con una visión más clara de las limitaciones y fortalezas de Paraguay, podría haber evitado errores cruciales.
  • Mejor Gestión de Recursos: Una administración más eficiente de los recursos económicos y humanos de Paraguay.

5. Innovaciones Tecnológicas

La adopción de nuevas tecnologías y tácticas militares podría haber dado a Paraguay una ventaja:

  • Armamento Moderno: Acceso a armas más modernas y eficaces podría haber permitido a Paraguay resistir mejor los ataques aliados.
  • Fortificaciones: Construcción de fortificaciones más avanzadas para proteger posiciones clave.

6. Apoyo de la Población

El apoyo incondicional de la población paraguaya y una movilización masiva podría haber proporcionado los recursos humanos necesarios para sostener la guerra.

7. Errores de los Aliados

Errores estratégicos o logísticos graves por parte de la Triple Alianza podrían haber dado una ventaja a Paraguay:

  • Subestimación del Enemigo: Si los aliados hubieran subestimado la capacidad de resistencia de Paraguay, podrían haber cometido errores estratégicos cruciales.
  • Problemas de Coordinación: Dificultades en la coordinación entre las fuerzas aliadas podrían haber sido explotadas por Paraguay.

Conclusión

Para que Paraguay hubiera ganado la Guerra de la Triple Alianza, habría necesitado una combinación de alianzas diplomáticas favorables, estrategias militares innovadoras, un liderazgo efectivo, y quizás una dosis de fortuna en forma de errores por parte de sus adversarios. Aunque estos escenarios son hipotéticos, ayudan a entender la complejidad y las múltiples variables que influyeron en el resultado real del conflicto.