La Guerra de las 100 Horas (Parte 4)
por Mario A. Overall | 20-Apr-04
C-47 “FAH-304” de la FAH
5. La Respuesta Hondureña (15 de Julio)
En los primeros minutos del día 15, los mecánicos de la FAH empiezan a instalarle rieles de carga en el piso al C-47 “FAH-304”. Poco después, la sección de carga del avión recibía 18 bombas de 100 libras. Tal y como sus contrapartes Salvadoreños lo habían hecho, el venerable transporte era convertido en bombardero improvisado. El ansiado golpe que el Coronel Soto Cano quería darle a la Fuerza Aérea de El Salvador está materializándose. El presidente López Arellano le ha autorizado realizar solamente un ataque, el cual va a ser ejecutado por el C-47, sin embargo el Coronel Soto Cano tiene en mente realizar tres, por lo que ordena a los pilotos de los F4U en Toncontín y en La Mesa que se preparen.
A eso de la 01:50 de la mañana, el “FAH-304” finalmente despega de la pista de Toncontín, y en medio de la obscuridad enfila hacia San Salvador. Sin embargo, pocos minutos después se ve forzado a regresar debido a fallas en sus sistemas. A su regreso, los rieles de carga le son removidos rápidamente y trasladados a otro C-47, en éste caso el “FAH-306”. Igual sucede con las 18 bombas, que una a una, son cargadas por los mecánicos a dicho avión. Cerca de las 03:30 el “FAH-306” despega de Toncontín y mientras asciende hasta los 10 mil pies, enfila hacia San Salvador.
El piloto del C-47 Hondureño, Capitán Rodolfo Figueroa, debía confiar en sus cálculos de tiempo y distancia para llegar a su blanco. En aquellos dorados tiempos se carecía de lujos como el sistema de posicionamiento global –GPS- y para empeorar las cosas, los servicios de radioayuda Salvadoreños no estaban funcionando a la hora en que se inició la misión, por lo que sí Figueroa cometía errores en la navegación, podía acabar en cualquier parte menos en donde pretendía. Finalmente, al llegar sobre San Salvador, la tripulación se da cuenta de que la ciudad esta en obscuras. Sin poder ubicar visualmente el aeropuerto de Ilopango, el cual era su objetivo, el piloto se confía en sus cálculos y al considerar que está sobre el blanco, ordena que las bombas sean lanzadas. En menos de 4 minutos, las 18 bombas son lanzadas al vacío, haciendo varias pasadas sobre lo que suponían era el blanco. A su regreso, Figueroa reporta que había escuchado las explosiones de las bombas poco antes de retirarse del área, sin embargo, posteriores reportes decían que ni una sola de las bombas había caído cerca de Ilopango, ni siquiera en sus inmediaciones. De hecho, esta incursión ha sido puesta en duda por historiadores Salvadoreños, ya que esa noche no hubo reportes de bombas cayendo en ningún sitio cercano al aeropuerto o la ciudad. De allí que se especula que las bombas cayeron en el lago de Ilopango o en el mar, que al decir verdad, están un poco retirados del aeropuerto.
A las 04:30 tres cazas F4U-5N y un F4U-4 de la FAH despegan de Toncontín y rápidamente se dirigen a El Salvador. Su misión es ‘rematar’ el ataque a Ilopango supuestamente realizado por el C-47 “FAH-306” horas antes, y de paso, también atacar el puerto de Cutuco, en el departamento de La Unión. Los líderes de las escuadrillas son los Mayores Oscar Colíndres y Fernando Soto Henríquez.
Mientras los cazas Hondureños volaban hacía su objetivo, un FG-1D y un Cavalier Mustang de la FAS despegan de Ilopango con la misión de atacar de nuevo Toncontín. Los adversarios estuvieron muy cerca de verse, pero esto simplemente no sucedió. Han circulado versiones sobre que los pilotos Salvadoreños ubicaron a los cazas Hondureños mientras estos se dirigían a Ilopango, y que pidieron autorización para soltar sus bombas y lanzarse en su persecución. Sin embargo, posteriores investigaciones revelarían que en ningún momento los pilotos de ambas escuadrillas estuvieron cerca de verse.
En todo caso, los cazas Hondureños logran llegar a Ilopango en donde arrojan cuatro bombas, de las cuales una cae en la encrucijada de las pistas norte-sur y este-oeste abriendo un agujero en el pavimento, la otra cae a 500 metros de la terminal aérea sin que se produjera una explosión, la tercera lo hace entre dos hangares vacíos en donde destruye un camión cisterna y causa daños a dos motores embancados pertenecientes al único cuatrimotor de la FAS (DC-4M) por esa época y al área de oficinas del hangar adyacente al impacto. La cuarta bomba definitivamente yerra el blanco, pues nunca fue encontrada ni se sabe de su explosión, al menos dentro del aeropuerto de Ilopango. Como era de esperarse, el ataque Hondureño se realizaría en medio de fuerte fuego antiaéreo, hasta el punto de que los pilotos se verían en la necesidad de hacer las pasadas de bombardeo a 9000 pies, mucho más alto de lo requerido.
En contraste, fuentes de inteligencia de los Estados Unidos (Air Section de la USAF en El Salvador) reportaban daños a un C-47 y un Cavalier Mustang dentro de un hangar luego del ataque. Sin embargo, el historiador Salvadoreño Marco Lavagnino nos dice: “... El daño provocado a las Instalaciones de Ilopango no alcanzó ningún avión, todos los C-47 y todos los F-51 Mustang están bien documentados y no falta ninguno después de ese día sin que haya explicación.”
Lo que posiblemente podría explicar el confuso reporte de inteligencia Norteamericano al respecto de éstos aviones dañados en Ilopango, es la presencia de los restos de un Cavalier Mustang que se había accidentado en Octubre de 1968, los cuales habían sido guardados en uno de los hangares, esto con el fin de usarlos como fuente de repuestos para el resto de la flota.
Pero las confusiones sobre éste episodio no se detienen allí: Fuentes Salvadoreñas aseguran que al menos dos Cavalier Mustang despegaron en medio del ataque e hicieron frente a los F4U Hondureños, lo cual simplemente no ocurrió, básicamente por que la mayoría de Cavalier Mustang estaban regresando de sus misiones sobre Honduras o bien habían sido dispersados a la pista ubicada en la isla Madresal. Quizás la prueba más contundente de que no despegaron aviones Salvadoreños durante el ataque a Ilopango es que minutos después, los Hondureños descendían sobre el puerto de Cutuco, atacándolo con sus cañones y rockets, virtualmente sin oposición aérea alguna. Cabe decir que éste ataque produce varios incendios en los depósitos de asfalto del mencionado puerto, provocando las espectaculares humaredas que tanto llamaron la atención a los medios que cubrían los hechos. Así mismo, resultaron con algunos daños las instalaciones para el almacenamiento temporal de combustible. Como nota curiosa, de las instalaciones de Cutuco salían considerables cantidades de combustibles para abastecer a otros países del área, incluyendo –irónicamente- a Honduras.
Sin embargo, el abastecimiento de combustible para los aviones de la FAH y los vehículos del Ejército Hondureño no se vería comprometido durante la guerra, ya que se había optado por adquirirlo en Belice y Nicaragua, de donde era transportado por los aviones de SAHSA y TAN. Por aparte, poco antes del comienzo de la guerra, el gobierno de Honduras había retirado la totalidad de su cuota de combustible del puerto de Cutuco, usando para el efecto camiones cisterna. El presidente de El Salvador, General Fidel Sánchez Hernández, fue advertido por su Estado Mayor sobre este inusual acontecimiento, y se le pidió no autorizar el despacho del combustible. Sin embargo el presidente se negó a tomar la decisión ya que prácticamente eso equivalía a un acto de guerra y evidentemente aún no se iniciaban las hostilidades.
Mientras se efectuaba el ataque a Cutuco, cuatro F4U-4 Hondureños que habían despegado del aeropuerto de La Mesa, iniciaban su propio ataque contra los depósitos de combustible en el puerto de Acajutla, sin encontrar oposición por parte de los Salvadoreños, ya que las baterías antiaéreas, que habían sido emplazadas en las colinas circundantes, habían sido cambiadas de ubicación siguiendo órdenes del Estado Mayor. El ataque al puerto las había sorprendido en plena movilización.
Por su parte, los aviones Hondureños, utilizando sus rockets y ametralladoras, logran incendiar algunos de los tanques de gasolina y diesel los cuales provocan impresionantes columnas de humo. Milagrosamente, los depósitos de gas propano no son dañados durante el ataque, evitándose así una grave tragedia que hubiera tenido como resultado la destrucción total del puerto y las poblaciones aledañas. Sin embargo, de 180,000 barriles de diversos combustibles que en ese momento se almacenaban en las instalaciones, se perdió aproximadamente el 20%, ya que el resto se logra evacuar por el sistema de protección contra incendios con que contaba el puerto, luego se almacenaría en nuevos tanques y posteriormente se refinaría de nuevo.
El ataque a Acajutla tampoco representó un peligro para el abastecimiento de combustible de El Salvador. Si bien las reparaciones a la refinería y demás instalaciones tomarían más de un año, el gobierno Salvadoreño optaría por modificar el método de abastecimiento, ya que los barcos anclaban directamente en el puerto y no a las terminales marítimas como solía hacerse, permitiendo que los camiones cisternas cargaran directamente el combustible desde el barco. De hecho, los camiones cisterna, debidamente camuflados, incursionarían incluso dentro de territorio Hondureño en la zona de El Amatillo, Teatro Operaciones Chalatenango y Ocotepeque, con el objetivo de abastecer a las Fuerza Salvadoreñas operando en esos sectores.
Durante el regreso al aeropuerto de La Mesa, el F4U-4 “FAH-617”, piloteado por el Capitán Walter López, empieza a perder combustible de forma alarmante. El silencio de radio se rompe cuando los pilotos de la escuadrilla conferencian sobre el problema. Se decide que continúe volando con la esperanza de alcanzar su base antes de que se le termine el combustible. Sin embargo, el indicador del tanque en uso sigue su marcha inexorable hacia la posición de “vacío”, mientras que la visibilidad se reduce sobre el aeropuerto de La Mesa. Poco después, López decide internarse en territorio Guatemalteco. De esa forma, el “FAH-617” realiza un aterrizaje de emergencia en la pista de la finca “El Pilar”, cercana al poblado de Morales en el Departamento de Izabal. Horas después, arribaría a la finca un C-47 de la Fuerza Aérea Guatemalteca trayendo mecánicos y al Capitán Leonel Solís, quien sería el encargado de llevar el “FAH-617” a la Ciudad de Guatemala, luego de que se le efectuaran las reparaciones pertinentes. El Capitán López también sería llevado a la Capital Guatemalteca, en donde permanecería –junto con su avión- hasta el final de la guerra.
Existen versiones, principalmente de fuentes Salvadoreñas, que mencionan la presencia de un carguero de nacionalidad israelí anclado en Acajutla, el cual, al verse amenazado durante el ataque Hondureño, comienza a hacer fuego con sus propias armas antiaéreas, provocándole daños al avión “FAH-617.” Sin embargo ninguno de los pilotos Hondureños que participaron en la misión recuerda algo semejante.
A eso de las 06:00 AM, el FG-1D y el Cavalier Mustang Salvadoreños que habían partido de Ilopango, finalmente llegan a Toncontín. Volando extremadamente bajo, los dos aviones han logrado evadir a un T-28 artillado que sobrevolaba Tegucigalpa, precisamente previniendo cualquier incursión. Al estar sobre su objetivo, El Cavalier Mustang, piloteado por el Capitán Girón Cortéz deja caer dos bombas, de las cuales una estalla en un campo baldío adyacente a la pista y la otra en un camino pavimentado cercano. Por su parte, el FG-1D deja caer sus bombas muy cerca del portón que de la calle conduce a los hangares. Luego ambos aviones realizan pasadas de ametrallamiento contra la fachada de la Escuela Militar de Aviación, los hangares y la terminal aérea, pero sin causar mayores daños.
En medio del ataque, el T-28 “FAH-212” que volaba sobre Tegucigalpa, piloteado por el Subteniente Roberto Mendoza Garay, es alertado y rápidamente se dirige a Toncontín para tratar de darle caza a los aviones Salvadoreños. Casi simultáneamente, un F4U-5N de la FAH, piloteado por el Teniente Coronel José Serra, que despegaba para ir a reemplazar al T-28, mira que le pasa a un lado el FG-1D e inmediatamente maniobra para colocarse detrás de él. Sin embargo los cañones de su avión se traban y se ve forzado a retirarse. El piloto del Cavalier Mustang, volando a cierta distancia detrás del FG-1D, observa que el F4U-5N ha logrado despegar, por lo que rompe violentamente sobre la pista y escapa, poniendo proa hacia El Salvador. Segundos después, el FG-1D es alcanzado por los disparos del T-28 del Subteniente Mendoza, provocando que éste también emprenda la huída, dejando una larga estela de humo.
En Toncontín, todo el mundo cree que el FG-1D ha caído cerca de Comayagüela. Más tarde, un grupo de soldados es enviado en su búsqueda, pero se encuentran con los testimonios de algunos de los pobladores sobre que, efectivamente, habían visto un avión echando humo y volando bastante bajo, pero que después se había elevado en dirección Sudoeste. Poco después aquél FG-1D Salvadoreño, piloteado por el Capitán Reynaldo Cortéz, aterrizaba en Ilopango donde se le repara un cable cortado de la batería (que Había provocado un cortocircuito y la ‘famosa’ estela de humo), reposta combustible y despega en corto tiempo con rumbo a su base de dispersión asignada.
Luego de los ataques estratégicos de la FAH sobre El Salvador, el presidente Hondureño toma la decisión de prohibir cualquier otra operación similar, hasta el punto de ordenarle al Coronel Soto Cano que sus pilotos no deben ingresar –por ningún motivo- a territorio Salvadoreño, y así no comprometer el esfuerzo diplomático de declarar a El Salvador como agresor.
Por su parte, la infantería del Ejército Salvadoreño en el teatro oriental empezaba a movilizarse hacia Honduras muy temprano en la mañana, atravesando el puente de El Amatillo hasta ubicarse frente a las pocas tropas Hondureñas que conformaban la primera línea de choque. Como se ha mencionado anteriormente, las posiciones Hondureñas había sido hostigadas con fuego de artillería durante el atardecer del día 14 y parte de la noche del día 15, pero con pobres resultados, siendo necesario movilizar al Escuadrón de Caballería motorizada y las piezas de artillería hasta posiciones dentro de Honduras con el objetivo de ‘martillar’ a las tropas Hondureñas con más exactitud. De allí que los tanques y cañones Salvadoreños debieron atravesar el puente de El Amatillo en una riesgosa maniobra que los había puesto momentáneamente en una situación vulnerable.
El alto mando Salvadoreño esperaba la mayor resistencia por parte del Ejército de Honduras en el teatro oriental, ya que era la vía más directa para amenazar y comprometer a Tegucigalpa en caso fuera necesario. Sin embargo, el avance Salvadoreño se empieza a concretar sin mayor oposición, ni siquiera de la FAH, por lo que las tropas reciben ordenes de avanzar hasta tomar las poblaciones de Alianza, Goascorán, Aramecina, Caridad y Langue, con el objeto de establecer allí sus líneas defensivas.
Cerca de las 8:00 AM, finalmente la FAH toma cartas en el asunto, y tres F4U-5N parten de Toncontín hacia el sector de El Amatillo. Luego de la revisión reglamentaria de sus armas, de nuevo se determina que a uno de los aviones no le funcionan los cañones, por lo que se le ordena regresar. Los otros dos F4U-5N continúan el vuelo hasta alcanzar el área de operaciones, y sin pérdida de tiempo inician ataques sobre las posiciones Salvadoreñas, utilizando fuego de cañones, rockets y bombas de 100lbs. Sin embargo el efecto es poco menos que nulo, pues las tropas Salvadoreñas siguen avanzando. Los aviones de la FAH tendrían trabajo para largo en dicha área, y de hecho, se realizarían innumerables misiones de apoyo a tropas a lo largo de todo el día, principalmente en las márgenes del río Goascorán.
Mientras esto sucedía, dos C-47s de la FAS procedentes de Ilopango, bombardean las posiciones Hondureñas ubicadas en las rutas de acceso a Nueva Ocotepeque y áreas aledañas con el objeto de ablandar el camino para las fuerzas invasoras. Por su parte, las tropas Salvadoreñas en los teatros Norte y de Chalatenango inician su avance hacia Honduras, saliendo de Cítala por la franja Oeste del río Lempa hasta ubicarse en la cubierta del flanco izquierdo de la fuerza de ataque, luego el Primer Batallón prácticamente sobre la carretera que va a Nueva Ocotepeque y finalmente el Octavo batallón cubriendo el flanco derecho. Una cuarta columna, la de la Guardia Nacional, incursiona más al Este saliendo de Las Pilas. Los combates más intensos en este frente ocurren en la quebrada de Ticante, donde las tropas Salvadoreñas encuentran feroz resistencia por parte de los Hondureños. Sin embargo, la diferencia en ese punto la hacen los obuses de 105mm del Ejército Salvadoreño, que logran abrir espacios para el avance de las tropas hacia Nueva Ocotepeque, el poblado Hondureño que era su objetivo principal. Durante las primeras horas de la mañana, se reportan las siguientes misiones de la FAS: un FG-1D ataca posiciones de infantería en Alianza, dos FG-1D atacan posiciones en Aramecina; mientras que en la zona de Nueva Ocotepeque se reporta el ataque de un Cavalier Mustang a posiciones en El Platero.
Luego de que el avance en los dos frentes se concreta, y a pesar de que la invasión a Honduras no era considerada como una guerra de “colonización”, el alto mando del Ejército de El Salvador nombra a los Coroneles Ramón A. Navas y César A. Mendoza como “Gobernadores Militares” de Nueva Ocotepeque y Goascorán respectivamente. Esta sorpresiva acción dio pie a acusaciones contra el gobierno Salvadoreño de aquella época, en relación a los verdaderos motivos para haber iniciado el conflicto, y de paso dándole validez a las hipótesis de que en realidad lo que se buscaba era la ocupación de Honduras, aún a pesar de la falta de recursos para la realización de tan descabellada idea.
Cerca de las 8:00 AM, cuatro F4U-4 de la FAH parten de La Mesa con la misión de ayudar a detener el avance Salvadoreño hacia Nueva Ocotepeque. Los emplazamientos de artillería y nidos de ametralladora son atacados eficientemente, pero no logran detener el avance de las tropas. Uno de los F4U, el “FAH-615” piloteado por el Coronel Marco Tulio Rivera, mientras sale de una pasada de ametrallamiento sobre posiciones Salvadoreñas ubicadas en las inmediaciones del poblado de Citala, avista a uno de los C-47 de la FAS (“FAS-101”, piloteado por el mayor Sigfredo Velasco y capitán Adrián Panameño) que minutos antes habían bombardeado las posiciones Hondureñas en el sector. Sin perder un segundo, el Coronel Rivera decide atacarlo, logrando hacerle varios impactos en un motor y en el fuselaje. El C-47, sin embargo, logra escapar. Más tarde se sabría que el avión a duras penas había logrado llegar a Ilopango en donde había realizado un aterrizaje forzoso, quedando fuera de servicio por el resto de la guerra. Por su parte, luego de poner en fuga al C-47, el Coronel Rivera detecta la presencia de un Cavalier Mustang que a toda velocidad, trata de internarse en territorio Salvadoreño. El piloto trata de seguirlo y logra dispararle algunas ráfagas antes de quedarse sin municiones, pero no logra acertarle. Poco después, el piloto Hondureño regresaba a su base para repostar combustible y armamento.
Sobre éste incidente en particular, se han vertido ríos de tinta, ya que el C-47 “FAS-101” tenía asignado un Cavalier Mustang como escolta, sin embargo al momento del ataque del “FAH-615”, el Cavalier Mustang no estaba en el área. Fuentes Salvadoreñas dicen que el avión abandonó momentáneamente al C-47 que escoltaba para ametrallar un convoy Hondureño, lo cual fue aprovechado por el piloto del F4U para atacarlo. Fuentes Hondureñas en contraste, no mencionan la presencia del avión escolta en las inmediaciones al momento del ataque, sino hasta después de efectuado el mismo, y claramente en actitud evasiva. Así mismo, en una reciente entrevista con el Doctor Marco Lavagnino, uno de los mecánicos que volaba en el “FAS-101”, de nombre Salvador Gómez Paz, le cuenta que “... Al C-47 lo escoltaba un Mustang que se retiró…”
En todo caso, situaciones en las cuales los aviones escolta Salvadoreños abandonan a sus escoltados mientras son atacados empiezan a darse con cierta frecuencia a partir de éste día, dando pie a las versiones de que algunos de los pilotos probablemente eran mercenarios que no gustaban de situaciones comprometidas, optando siempre por retirarse sin presentar pelea.
Durante la tarde, las fuerzas Salvadoreñas logran tomar las poblaciones Hondureñas de Valladolid, Guarita, Junigual y San Marcos Ocotepeque, logrando conformar un cerco alrededor de Nueva Ocotepeque. Con este avance se abre un capítulo que es poco conocido para los estudiosos de éste conflicto: El abastecimiento de las tropas Salvadoreñas dentro de territorio Hondureño por parte de la FAS. La pista de San Marcos Ocotepeque es rápidamente acondicionada para recibir a los C-47 Salvadoreños, que pronto empiezan a llegar cargados de municiones, equipo y alimentos que serán canalizados hacia las tropas que sitian Nueva Ocotepeque y hacia las que avanzan sobre el frente de Chalatenango. Sorprendentemente, ninguno de éstos vuelos es interceptado ni hostigado por aviones de la FAH.
En el transcurso del día, la comandancia de la FAH se da cuenta de que el número de aviones disponibles no es suficiente para mantener el apoyo a las tropas en los dos frentes y al mismo tiempo montar una red de vigilancia aérea que impida las incursiones de los aviones Salvadoreños hasta las bases de Toncontín y La Mesa. De allí que se decide convocar a los pilotos civiles para conformar –con sus aviones- patrullas de vigilancia a lo largo y ancho de Honduras, pero principalmente en los alrededores de las dos bases aéreas. Así mismo, y previendo una inminente escasez de armamento, los mecánicos de la FAH empiezan a buscar soluciones para contrarrestarla. Es así como se inician las modificaciones de varios cientos de rockets de práctica, reemplazándoseles las cabezas inertes con granadas de demolición a las cuales se les modifica la espoleta. También empiezan a buscarle solución a los problemas crónicos de los cañones de 20mm de los F4U-5N, los cuales se han estado trabando, usualmente en el peor momento.
Por su parte, el alto mando de la FAS también se da cuenta de sus propias limitaciones. En primer lugar, los pilotos de los Cavalier Mustang se quejan de que los tanques instalados en la punta de las alas de sus aviones les quitan bastante maniobrabilidad y rapidez, por lo que sugieren que sean removidos. Al final del día, y como medida temporal, se decide que los aviones vuelen sólo con el combustible requerido para completar las misiones de apoyo, tratando así de reducir el peso y aumentar la maniobrabilidad. Así mismo, se le encarga al señor Archie Baldocchi –civil que había sido nombrado “asistente extraordinario” del comandante de la FAS- que trate de buscarle solución al problema de los tanques de combustible y a la falta de radios y miras reflectivas en los aviones.
Como nota de interés el Señor Baldocchi era propietario de un P-51D Mustang (Ex 44-73350), matrícula YS-210P, el cual había sido requisado por la Fuerza Aérea al momento de iniciarse la guerra. Dicho avión se había convertido en el “FAS-402” (segundo uso del número de serie) y para el día 15, éste famoso Mustang ya había volado varias misiones sobre los teatros de operaciones.
Al terminar el día, el alto mando de la FAS decide lanzar una nueva misión estratégica en la cual se bombardearan las poblaciones de Puerto Cortés, Golosón y La Presa (Lago de Yojoa) al día siguiente. Sin embargo, el destino se interpondría en su camino.
Fuente original: Fuerzas Militares Dominicanas
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domingo, 28 de mayo de 2017
viernes, 28 de abril de 2017
Conflictos americanos: La guerra de las 100 horas (parte 3)
La Guerra de las 100 Horas (Parte 3)
por Mario A. Overall | 20-Apr-04
Parte 1 | Parte 2 | Parte 3
4. Inicio de las Hostilidades (14 de Julio)
Increíblemente, casi todas las operaciones militares de la Guerra de las Cien Horas están envueltas en la polémica. El conflicto aún genera largas y encarnizadas discusiones, casi todas ellas sobre si realmente se produjo tal o cual bombardeo, o ésta o aquella misión. Para empeorar más las cosas para los historiadores que pretenden estudiar el conflicto, la tradicional fuente de información en éstos casos La Prensa local- no puede tomarse en cuenta, pues tanto en Honduras como en El Salvador, los medios de información estaban fungiendo como entes de propaganda.
En todo caso, para fines de este estudio nos basaremos en los escasos partes militares de ambos ejércitos y en documentos del departamento de estado de los Estados Unidos para tratar de esclarecer lo que realmente sucedió, tratando de ahondar un poco en las inconsistencias de manera que podamos dilucidar los hechos. También echaremos mano de los datos vertidos en largas discusiones sostenidas en el Foro del website de la Sociedad Histórica de la Aviación Latinoamericana (www.laahs.com) en las cuales participaron historiadores de las Fuerzas Aéreas de Honduras y El Salvador. Finalmente, también tomaremos información de varios libros que se publicaron al respecto, de donde trataremos de dejar fuera el patriotismo, la diatriba épica y los sentimientos nacionalistas, los cuales, a veces, nos hacen perder la perspectiva de los hechos. Con esa aclaración hecha, procederemos a analizar el primer día de la guerra: 14 de Julio de 1969.
El Alto Mando Salvadoreño había fijado el Día D de la campaña contra Honduras para el 14 de Julio de 1969. La acción inicial a ejecutarse estaría a cargo de la FAS y sería un bombardeo sobre el aeropuerto de Toncontín, en Tegucigalpa, sede del cuartel general de la FAH. Simultáneamente se lanzarían ataques aéreos a las poblaciones de Catacamas, San Pedro Sula, Valladolid, Nueva Ocotepeque, San Marcos Ocotepeque, Santa Rosa de Copán, Nacaome, Amapala, Quipure, Yoro, Guarita, Jinigual, La Labor y La Virtud. En la operación estarían involucrados todos los aviones de la FAS y catorce aviones civiles, los cuales también serían utilizados como bombarderos, pues se les había equipado con dispositivos - construidos por mecánicos de la FAS - que permitían lanzar morteros de 60 y 81mm.
A falta de aviones de bombardeo, se instalarían rieles de carga en el piso de los transportes C-47 Salvadoreños con el objeto de facilitar el lanzamiento de bombas por la puerta lateral, convirtiendo dichos aviones en bombarderos improvisados. Tal práctica se convertiría en algo común en ambas Fuerzas Aéreas durante la guerra, ya que como veremos más adelante, la FAH también utilizaría éste singular método.
Los aviones Salvadoreños empezaron a salir del aeropuerto internacional de Ilopango en San Salvador en donde se ubicaba el cuartel general de la Fuerza Aérea- antes de las 17:00 horas, de manera que pudieran atacar los blancos asignados aún con suficiente luz, y escapar protegidos por la obscuridad luego de haber efectuado la misión. La hora H estaba fijada para las 18:10, hora en que los primeros aviones deberían estar sobre sus blancos asignados.
El C-47 FAS-104 , tripulado por los mayores Jorge Domínguez y Fidel Fernández, apoyados por los sargentos Miguel Tónchez y Miguel Jiménez, llega a Toncontín con nueve minutos de retraso, y sin mayores preámbulos, empieza a lanzar su carga explosiva sobre el aeropuerto. Las bombas de 100 libras son deslizadas, una por una, sobre los rieles fijados al piso hasta la puerta de carga, en donde uno de los sargentos las empuja hacia el vacío. Se escuchan las primeras explosiones, al tiempo que las luces de Tegucigalpa se extinguen. Hay fuego antiaéreo tratando de derribar al C-47 que vuela a 8 mil pies, pero éste logra evadirlo en la obscuridad. Los escoltas del FAS-104, dos Cavalier Mustang armados con bombas, despegan de Ilopango minutos después de que el C-47 lo hiciera, sin embargo y por razones que se desconocen, no llegan hasta Toncontín, prefiriendo arrojar sus bombas en las aldeas de Jalteva, El Suyatal, y Guaimaca. Igual sucede con otro C-47 que, habiendo sido enviado a Toncontín, bombardea Catacamas.
En la base de La Mesa, San Pedro Sula, la noticia del ataque a Tegucigalpa se riega como pólvora. Los pilotos son alertados y poco después cuatro F4U y un T-28 despegan en busca de aviones Salvadoreños que pudieran estar aproximándose a la base. Sin embargo, la búsqueda, que se había extendido hasta las inmediaciones de la población del Cañaveral, resulta infructuosa. Por su parte, los cinco FG-1D Salvadoreños que tenían la misión de atacar La Mesa, inexplicablemente lanzan sus bombas sobre Santa Rosa de Copán y Nueva Ocotepeque, para luego regresar a territorio Salvadoreño. Por qué bombardean esos sitios es uno de los misterios más grandes de la guerra. Algunos historiadores especulan que los pilotos perdieron el rumbo hacia La Mesa, mientras que otros hablan de que había mal tiempo lo que les impidió continuar (No obstante los reportes Meteorológicos de la época dicen que el clima fue excelente durante todo el mes de Julio, al menos sobre las áreas de operaciones), y otros más dicen que los pilotos simplemente confundieron el blanco por errores de navegación y por el desconocimiento del terreno.
Mientras eso sucedía, el resto de aviones civiles Salvadoreños lograba atacar las posiciones que se les habían designado, pudiendo regresar a su país sin mayores consecuencias. Es de hacer notar que, salvo los Cavalier Mustang, todos los aviones Salvadoreños regresarían a los aeródromos de dispersión en lugar de hacerlo a Ilopango.
Poco antes del anochecer el alto mando de la FAS se entera que uno de los Cavalier Mustang, específicamente el TF-51D FAS-400 piloteado por el Capitán Benjamín Trabanino Santos, se ha visto forzado a aterrizar en el aeropuerto La Aurora, Guatemala, a causa de una supuesta emergencia. No se sabe a ciencia cierta cual era el blanco que el Capitán Trabanino debía atacar, pero de haber sido Nueva Ocotepeque, lo cual es improbable pues ningún Cavalier Mustang atacó ó fue visto en el sector ese día, no se puede explicar el motivo por el cual haya volado hasta la Ciudad de Guatemala, a casi 146 millas náuticas de distancia, para solventar la emergencia; máxime cuando le quedaba más cerca Ilopango, su base de operaciones. En todo caso, esto implicaba que el avión sería internado en Guatemala siguiendo los estatutos internacionales, y sería devuelto hasta el final de la guerra, dejando a la FAS con un avión y un piloto menos.
Como era de esperarse, el ataque de la aviación Salvadoreña toma completamente por sorpresa a los Hondureños. Salvo un reporte de avistamiento de dos Cavalier Mustang en dirección de Tegucigalpa, enviado tardíamente desde Marcala, la FAH no supo que los Salvadoreños iniciaban los ataques, y no fue sino hasta que se escucharon las explosiones de las bombas soltadas por el C-47 FAS-104 sobre Toncontín, que se tomaron las primeras medidas de defensa. Esto se debió básicamente a que a pesar de la situación imperante entre los dos países a finales de Junio y principios de Julio, el gobierno Hondureño nunca pensó que El Salvador se le viniese encima y por lo mismo no se había ordenado un estado de alerta, que en la FAH significaba despegar en menos 5 minutos.
Los F4Us y T-28s Hondureños tenían varios días de estar realizando patrullajes a lo largo de la frontera con El Salvador, pero para la tarde del 14 de Julio, los aviones ya estaban en tierra, y para empeorar las cosas, esa misma tarde el Comandante de la FAH, Coronel Enrique Soto Cano, había autorizado a sus pilotos para que fueran a sus casas a cambiarse de ropa y ver a sus familias después de varios días de ausencia.
En todo caso, luego del bombardeo del C-47 Salvadoreño a Toncontín, cuatro F4U Hondureños despegan en su búsqueda, pero la obscuridad les impide ubicarlo. Durante el regreso a la base, uno de los F4U por poco y se sale de la pista luego de aterrizar, mientras que otro resulta con daños en su hélice debido a que toca tierra bruscamente. Es de hacer notar que Toncontín, en esa época, no tenía luces en su pista, por lo que no estaban autorizadas las operaciones nocturnas.
Más tarde, luego de una inspección a la base y el aeropuerto de Toncontín, se determina que las bombas Salvadoreñas habían errado el blanco por completo, cayendo algunas en una montaña despoblada al Sur del aeropuerto, otras más en las inmediaciones de la colonia San José, cerca de Comayagüela, y las últimas en las cercanías de la colonia 15 de Septiembre. En resumen, no se reportaban daños materiales en el aeropuerto. Informes similares se reciben desde todas las áreas bombardeadas.
Al final de cuentas, el masivo ataque Salvadoreño ha tenido más valor psicológico que táctico, ya que a pesar de su excelente planificación, se dejan de lado los objetivos que cualquier otra arma aérea hubiera atacado, en éste caso en particular: la refinería de Puerto Cortés y las instalaciones de almacenamiento de combustible de aviación en Toncontín, esto sin mencionar el 40% de los aviones de la FAH estacionados en La Mesa, San Pedro Sula. Por increíble que parezca, las FAS había preferido atacar once poblaciones entre ellas tres aldeas- sin ningún valor estratégico ó táctico, donde se producen daños insignificantes que en el gran esquema de las cosas, son irrelevantes totalmente. Así mismo, no se comprende por qué el ataque sobre Toncontín fue tan débil y tan mal ejecutado.
Por su parte, el Ejército Salvadoreño entraba también en acción luego del ataque sorpresivo de la FAS a Honduras, de manera que el primer Teatro de Operaciones en activarse sería el de Oriente TOO- ubicado en la zona de El Amatillo, muy cerca del Golfo de Fonseca. La misión de las tropas que integraban el TOO era cruzar el río Goascorán y avanzar hasta tomar Nacaome, en el departamento Hondureño de Choluteca. Para el efecto, los batallones IV, V y XI, apoyados por piezas de artillería empiezan a atacar las posiciones del Agrupamiento Táctico Apolo 1 del Ejército de Honduras. Dicho agrupamiento estaba conformado por el Batallón de Infantería No. 11 La Trinidad y el Batallón 1 de Infantería, ambos distribuidos en las poblaciones de Amapala, San Lorenzo, Alianza, Goascorán, Aramecina y Caridad, con su centro de mando en Nacaome.
En contraste, las tropas Salvadoreñas en los Teatros de Operaciones Norte y de Chalatenango TON y TACH respectivamente- no atacarían ese día, pero si debían movilizarse a sus ubicaciones asignadas previo a avanzar hacia sus objetivos en Honduras, que en éste caso eran Nueva Ocotepeque la cual debÃ-a ser tomada por las tropas del TON y los territorios al norte de Chalatenango, que debían ser ocupados por el TOCH. Involucrados en estas operaciones estaban los batallones de Infantería I, VIII y la denominada Fuerza Expedicionaria de la Guardia Nacional.
Haciéndole frente a estas tropas Salvadoreñas, el Alto Mando Hondureño ubicaba el Batallón 10 de Infantería Coronel José Joaquín Rivera en Marcala, con sus unidades distribuidas en San Antonio del Norte, Mercedes de Oriente, San Sebastián Estancia y Sabanetas. Así mismo, otras columnas del Ejército Hondureño eran desplegadas a la Zona de Nueva Ocotepeque, en directa oposición a las tropas Salvadoreñas que conformaban el TON.
En Tegucigalpa, pasaría algún tiempo para que el Alto Mando Hondureño saliera de su estupor y organizara una retaliación luego del sorpresivo ataque aéreo. La autorización para atacar El Salvador vendría del presidente López Arellano a eso de las 23:00 horas. Trabajo le había costado al Coronel Enrique Soto Cano, comandante de la Fuerza Aérea, convencer al presidente y al Estado Mayor sobre la necesidad de devolver el golpe, pero tierra adentro, en el mismo corazón de El Salvador. Desde el punto de vista del Coronel Soto Cano, era de importancia capital el realizar ataques contundentes contra bases de la FAS y destruir sus aviones en tierra, esto con el fin de obtener desde el inicio la superioridad aérea. Así mismo, consideraba que se debían atacar y destruir los depósitos de combustible Salvadoreños y así limitar el accionar de su Ejército.
Por increíble que parezca, el presidente López Arellano y su Estado Mayor, integrado casi en su totalidad por oficiales de infantería, pensaban que sólo se trataba de una simple incursión aérea, y que por lo mismo no era merecedora de una respuesta Hondureña. Consideraban que al realizar ataques contundentes sobre El Salvador, la FAH podía comprometer sus recursos, que en todo caso, debían ser usados en darle apoyo a las tropas en los distintos frentes. También el Ministro de Relaciones Exteriores de Honduras, señor Virgilio Carias, aconsejaba no realizar el ataque aéreo a El Salvador, sugiriendo en cambio que sólo se limitaran a repeler una posible invasión dentro de territorio Hondureño, esto con el objetivo de solicitar por vía diplomática el cese de las hostilidades y buscar que la OEA declarara a El Salvador como el agresor.
De hecho, el mismo Coronel Soto Cano, en declaraciones hechas durante una entrevista que le realizara el personal del Museo del Aire de Honduras recientemente, confiesa que llegó al extremo de discutir -en voz alta- con el Presidente y el Alto Mando, sobre la conveniencia de realizar los ataques estratégicos dentro de El Salvador para detener cualquier posible invasión.
Fuente: Fuerzas Militares Dominicanas
por Mario A. Overall | 20-Apr-04
Parte 1 | Parte 2 | Parte 3
4. Inicio de las Hostilidades (14 de Julio)
Increíblemente, casi todas las operaciones militares de la Guerra de las Cien Horas están envueltas en la polémica. El conflicto aún genera largas y encarnizadas discusiones, casi todas ellas sobre si realmente se produjo tal o cual bombardeo, o ésta o aquella misión. Para empeorar más las cosas para los historiadores que pretenden estudiar el conflicto, la tradicional fuente de información en éstos casos La Prensa local- no puede tomarse en cuenta, pues tanto en Honduras como en El Salvador, los medios de información estaban fungiendo como entes de propaganda.
En todo caso, para fines de este estudio nos basaremos en los escasos partes militares de ambos ejércitos y en documentos del departamento de estado de los Estados Unidos para tratar de esclarecer lo que realmente sucedió, tratando de ahondar un poco en las inconsistencias de manera que podamos dilucidar los hechos. También echaremos mano de los datos vertidos en largas discusiones sostenidas en el Foro del website de la Sociedad Histórica de la Aviación Latinoamericana (www.laahs.com) en las cuales participaron historiadores de las Fuerzas Aéreas de Honduras y El Salvador. Finalmente, también tomaremos información de varios libros que se publicaron al respecto, de donde trataremos de dejar fuera el patriotismo, la diatriba épica y los sentimientos nacionalistas, los cuales, a veces, nos hacen perder la perspectiva de los hechos. Con esa aclaración hecha, procederemos a analizar el primer día de la guerra: 14 de Julio de 1969.
El Alto Mando Salvadoreño había fijado el Día D de la campaña contra Honduras para el 14 de Julio de 1969. La acción inicial a ejecutarse estaría a cargo de la FAS y sería un bombardeo sobre el aeropuerto de Toncontín, en Tegucigalpa, sede del cuartel general de la FAH. Simultáneamente se lanzarían ataques aéreos a las poblaciones de Catacamas, San Pedro Sula, Valladolid, Nueva Ocotepeque, San Marcos Ocotepeque, Santa Rosa de Copán, Nacaome, Amapala, Quipure, Yoro, Guarita, Jinigual, La Labor y La Virtud. En la operación estarían involucrados todos los aviones de la FAS y catorce aviones civiles, los cuales también serían utilizados como bombarderos, pues se les había equipado con dispositivos - construidos por mecánicos de la FAS - que permitían lanzar morteros de 60 y 81mm.
A falta de aviones de bombardeo, se instalarían rieles de carga en el piso de los transportes C-47 Salvadoreños con el objeto de facilitar el lanzamiento de bombas por la puerta lateral, convirtiendo dichos aviones en bombarderos improvisados. Tal práctica se convertiría en algo común en ambas Fuerzas Aéreas durante la guerra, ya que como veremos más adelante, la FAH también utilizaría éste singular método.
Los aviones Salvadoreños empezaron a salir del aeropuerto internacional de Ilopango en San Salvador en donde se ubicaba el cuartel general de la Fuerza Aérea- antes de las 17:00 horas, de manera que pudieran atacar los blancos asignados aún con suficiente luz, y escapar protegidos por la obscuridad luego de haber efectuado la misión. La hora H estaba fijada para las 18:10, hora en que los primeros aviones deberían estar sobre sus blancos asignados.
El C-47 FAS-104 , tripulado por los mayores Jorge Domínguez y Fidel Fernández, apoyados por los sargentos Miguel Tónchez y Miguel Jiménez, llega a Toncontín con nueve minutos de retraso, y sin mayores preámbulos, empieza a lanzar su carga explosiva sobre el aeropuerto. Las bombas de 100 libras son deslizadas, una por una, sobre los rieles fijados al piso hasta la puerta de carga, en donde uno de los sargentos las empuja hacia el vacío. Se escuchan las primeras explosiones, al tiempo que las luces de Tegucigalpa se extinguen. Hay fuego antiaéreo tratando de derribar al C-47 que vuela a 8 mil pies, pero éste logra evadirlo en la obscuridad. Los escoltas del FAS-104, dos Cavalier Mustang armados con bombas, despegan de Ilopango minutos después de que el C-47 lo hiciera, sin embargo y por razones que se desconocen, no llegan hasta Toncontín, prefiriendo arrojar sus bombas en las aldeas de Jalteva, El Suyatal, y Guaimaca. Igual sucede con otro C-47 que, habiendo sido enviado a Toncontín, bombardea Catacamas.
En la base de La Mesa, San Pedro Sula, la noticia del ataque a Tegucigalpa se riega como pólvora. Los pilotos son alertados y poco después cuatro F4U y un T-28 despegan en busca de aviones Salvadoreños que pudieran estar aproximándose a la base. Sin embargo, la búsqueda, que se había extendido hasta las inmediaciones de la población del Cañaveral, resulta infructuosa. Por su parte, los cinco FG-1D Salvadoreños que tenían la misión de atacar La Mesa, inexplicablemente lanzan sus bombas sobre Santa Rosa de Copán y Nueva Ocotepeque, para luego regresar a territorio Salvadoreño. Por qué bombardean esos sitios es uno de los misterios más grandes de la guerra. Algunos historiadores especulan que los pilotos perdieron el rumbo hacia La Mesa, mientras que otros hablan de que había mal tiempo lo que les impidió continuar (No obstante los reportes Meteorológicos de la época dicen que el clima fue excelente durante todo el mes de Julio, al menos sobre las áreas de operaciones), y otros más dicen que los pilotos simplemente confundieron el blanco por errores de navegación y por el desconocimiento del terreno.
Mientras eso sucedía, el resto de aviones civiles Salvadoreños lograba atacar las posiciones que se les habían designado, pudiendo regresar a su país sin mayores consecuencias. Es de hacer notar que, salvo los Cavalier Mustang, todos los aviones Salvadoreños regresarían a los aeródromos de dispersión en lugar de hacerlo a Ilopango.
Poco antes del anochecer el alto mando de la FAS se entera que uno de los Cavalier Mustang, específicamente el TF-51D FAS-400 piloteado por el Capitán Benjamín Trabanino Santos, se ha visto forzado a aterrizar en el aeropuerto La Aurora, Guatemala, a causa de una supuesta emergencia. No se sabe a ciencia cierta cual era el blanco que el Capitán Trabanino debía atacar, pero de haber sido Nueva Ocotepeque, lo cual es improbable pues ningún Cavalier Mustang atacó ó fue visto en el sector ese día, no se puede explicar el motivo por el cual haya volado hasta la Ciudad de Guatemala, a casi 146 millas náuticas de distancia, para solventar la emergencia; máxime cuando le quedaba más cerca Ilopango, su base de operaciones. En todo caso, esto implicaba que el avión sería internado en Guatemala siguiendo los estatutos internacionales, y sería devuelto hasta el final de la guerra, dejando a la FAS con un avión y un piloto menos.
Como era de esperarse, el ataque de la aviación Salvadoreña toma completamente por sorpresa a los Hondureños. Salvo un reporte de avistamiento de dos Cavalier Mustang en dirección de Tegucigalpa, enviado tardíamente desde Marcala, la FAH no supo que los Salvadoreños iniciaban los ataques, y no fue sino hasta que se escucharon las explosiones de las bombas soltadas por el C-47 FAS-104 sobre Toncontín, que se tomaron las primeras medidas de defensa. Esto se debió básicamente a que a pesar de la situación imperante entre los dos países a finales de Junio y principios de Julio, el gobierno Hondureño nunca pensó que El Salvador se le viniese encima y por lo mismo no se había ordenado un estado de alerta, que en la FAH significaba despegar en menos 5 minutos.
Los F4Us y T-28s Hondureños tenían varios días de estar realizando patrullajes a lo largo de la frontera con El Salvador, pero para la tarde del 14 de Julio, los aviones ya estaban en tierra, y para empeorar las cosas, esa misma tarde el Comandante de la FAH, Coronel Enrique Soto Cano, había autorizado a sus pilotos para que fueran a sus casas a cambiarse de ropa y ver a sus familias después de varios días de ausencia.
En todo caso, luego del bombardeo del C-47 Salvadoreño a Toncontín, cuatro F4U Hondureños despegan en su búsqueda, pero la obscuridad les impide ubicarlo. Durante el regreso a la base, uno de los F4U por poco y se sale de la pista luego de aterrizar, mientras que otro resulta con daños en su hélice debido a que toca tierra bruscamente. Es de hacer notar que Toncontín, en esa época, no tenía luces en su pista, por lo que no estaban autorizadas las operaciones nocturnas.
Más tarde, luego de una inspección a la base y el aeropuerto de Toncontín, se determina que las bombas Salvadoreñas habían errado el blanco por completo, cayendo algunas en una montaña despoblada al Sur del aeropuerto, otras más en las inmediaciones de la colonia San José, cerca de Comayagüela, y las últimas en las cercanías de la colonia 15 de Septiembre. En resumen, no se reportaban daños materiales en el aeropuerto. Informes similares se reciben desde todas las áreas bombardeadas.
Al final de cuentas, el masivo ataque Salvadoreño ha tenido más valor psicológico que táctico, ya que a pesar de su excelente planificación, se dejan de lado los objetivos que cualquier otra arma aérea hubiera atacado, en éste caso en particular: la refinería de Puerto Cortés y las instalaciones de almacenamiento de combustible de aviación en Toncontín, esto sin mencionar el 40% de los aviones de la FAH estacionados en La Mesa, San Pedro Sula. Por increíble que parezca, las FAS había preferido atacar once poblaciones entre ellas tres aldeas- sin ningún valor estratégico ó táctico, donde se producen daños insignificantes que en el gran esquema de las cosas, son irrelevantes totalmente. Así mismo, no se comprende por qué el ataque sobre Toncontín fue tan débil y tan mal ejecutado.
Por su parte, el Ejército Salvadoreño entraba también en acción luego del ataque sorpresivo de la FAS a Honduras, de manera que el primer Teatro de Operaciones en activarse sería el de Oriente TOO- ubicado en la zona de El Amatillo, muy cerca del Golfo de Fonseca. La misión de las tropas que integraban el TOO era cruzar el río Goascorán y avanzar hasta tomar Nacaome, en el departamento Hondureño de Choluteca. Para el efecto, los batallones IV, V y XI, apoyados por piezas de artillería empiezan a atacar las posiciones del Agrupamiento Táctico Apolo 1 del Ejército de Honduras. Dicho agrupamiento estaba conformado por el Batallón de Infantería No. 11 La Trinidad y el Batallón 1 de Infantería, ambos distribuidos en las poblaciones de Amapala, San Lorenzo, Alianza, Goascorán, Aramecina y Caridad, con su centro de mando en Nacaome.
En contraste, las tropas Salvadoreñas en los Teatros de Operaciones Norte y de Chalatenango TON y TACH respectivamente- no atacarían ese día, pero si debían movilizarse a sus ubicaciones asignadas previo a avanzar hacia sus objetivos en Honduras, que en éste caso eran Nueva Ocotepeque la cual debÃ-a ser tomada por las tropas del TON y los territorios al norte de Chalatenango, que debían ser ocupados por el TOCH. Involucrados en estas operaciones estaban los batallones de Infantería I, VIII y la denominada Fuerza Expedicionaria de la Guardia Nacional.
Haciéndole frente a estas tropas Salvadoreñas, el Alto Mando Hondureño ubicaba el Batallón 10 de Infantería Coronel José Joaquín Rivera en Marcala, con sus unidades distribuidas en San Antonio del Norte, Mercedes de Oriente, San Sebastián Estancia y Sabanetas. Así mismo, otras columnas del Ejército Hondureño eran desplegadas a la Zona de Nueva Ocotepeque, en directa oposición a las tropas Salvadoreñas que conformaban el TON.
En Tegucigalpa, pasaría algún tiempo para que el Alto Mando Hondureño saliera de su estupor y organizara una retaliación luego del sorpresivo ataque aéreo. La autorización para atacar El Salvador vendría del presidente López Arellano a eso de las 23:00 horas. Trabajo le había costado al Coronel Enrique Soto Cano, comandante de la Fuerza Aérea, convencer al presidente y al Estado Mayor sobre la necesidad de devolver el golpe, pero tierra adentro, en el mismo corazón de El Salvador. Desde el punto de vista del Coronel Soto Cano, era de importancia capital el realizar ataques contundentes contra bases de la FAS y destruir sus aviones en tierra, esto con el fin de obtener desde el inicio la superioridad aérea. Así mismo, consideraba que se debían atacar y destruir los depósitos de combustible Salvadoreños y así limitar el accionar de su Ejército.
Por increíble que parezca, el presidente López Arellano y su Estado Mayor, integrado casi en su totalidad por oficiales de infantería, pensaban que sólo se trataba de una simple incursión aérea, y que por lo mismo no era merecedora de una respuesta Hondureña. Consideraban que al realizar ataques contundentes sobre El Salvador, la FAH podía comprometer sus recursos, que en todo caso, debían ser usados en darle apoyo a las tropas en los distintos frentes. También el Ministro de Relaciones Exteriores de Honduras, señor Virgilio Carias, aconsejaba no realizar el ataque aéreo a El Salvador, sugiriendo en cambio que sólo se limitaran a repeler una posible invasión dentro de territorio Hondureño, esto con el objetivo de solicitar por vía diplomática el cese de las hostilidades y buscar que la OEA declarara a El Salvador como el agresor.
De hecho, el mismo Coronel Soto Cano, en declaraciones hechas durante una entrevista que le realizara el personal del Museo del Aire de Honduras recientemente, confiesa que llegó al extremo de discutir -en voz alta- con el Presidente y el Alto Mando, sobre la conveniencia de realizar los ataques estratégicos dentro de El Salvador para detener cualquier posible invasión.
Fuente: Fuerzas Militares Dominicanas
miércoles, 25 de enero de 2017
Conflictos americanos: La guerra de las 100 horas (2/6)
La Guerra de las 100 Horas (Parte 2)
por Mario A. Overall | 20-Apr-04
Parte 1 | Parte 2 | Parte 3
2. El Plan de Invasión Salvadoreño
Denominado Plan de Campaña, Capitín General Gerardo Barrios , el plan de invasión venía siendo desarrollado desde 1967 por el Estado Mayor salvadoreño, y contemplaba la utilización de cuatro Batallones de Infantería y uno de Artillería, distribuidos en cuatro frentes o Teatros de Operaciones , siendo éstos el del Norte (TON), el de Chalatenango (TOCH), el Occidental (TOOC) y el Oriental (TOO). Así mismo, el plan ordenaba la implementación de la llamada Fuerza Expedicionaria , formada por nueve compañías de la Guardia Nacional, que actuaban bajo las órdenes del Teatro de Operaciones Norte. En aquellos días, las tropas Salvadoreñas estaban equipadas con fusiles G-3 y ametralladoras HK-21, y eran apoyadas por piezas de artillería de 105mm, dos tanques M3A1 Stuart y varios vehículos que habían sido blindados localmente, a los cuales los integrantes del Escuadrón de Caballería motorizada llamaban las niñas.
Contrario a lo que han repetido diversas fuentes, el plan Salvadoreño no pretendía una invasión total a Honduras, ni tomar Tegucigalpa en 72 horas para luego establecer un gobierno títere . El Salvador simplemente no tenía la capacidad para lanzar una campaña semejante. Por el contrario, lo que se pretendía era ejercer un movimiento distribuido en múltiples frentes, que permitiera tomar territorio Hondureño y capturar las principales poblaciones fronterizas para luego pedir la intervención de la Organización de Estados Americanos y forzar una solución negociada. Sin embargo, el plan no descartaba algunos avances de oportunidad mís allí de esas poblaciones, siempre que el abastecimiento de las tropas lo permitiera. De esa cuenta, las acciones principales de la campaña terrestre del Ejército Salvadoreño se desarrollarían en tres frentes de forma casi simultínea, siendo éstos frentes los Teatros de Operaciones Norte, el de Chalatenango y el de Oriente.
En lo que respecta a la Fuerza Aérea Salvadoreña -FAS- al inicio de la guerra estaba equipada con un TF-51 Cavalier Mustang Mk.II, cuatro F-51 Cavalier Mustang Mk.II, un F-51D Mustang, seis FG-1D (variante del F4U-4 construida por Good Year), un SNJ-5, un DC-4M, cinco U-17A, seis T-41 y cuatro transportes C-47, todos conformando el llamado "Grupo de Combate", que a su vez estaba organizado en tres escuadrones: El de Caza-Bombardeo (F-51 / FG-1D), el de transporte (C-47 / Aviones Civiles) y el de Reconocimiento (SNJ-5 / U-17A / T-41 / Aviones Civiles). Durante el conflicto, la FAS adquiriría mís aviones, especialmente Mustangs, pero al momento del inicio de las hostilidades éste era su orden de batalla. Así mismo, contaba con un Escuadrón Aerotransportado conformado por paracaidistas, un grupo de Mantenimiento, uno de Comunicaciones y uno mís de seguridad y servicios de base, totalizando mil hombres, de los cuales solo 34 eran pilotos.
3. Situación Militar de Honduras
Desde 1935 el Alto Mando Militar Hondureño ha basado sus métodos de defensa nacional en el poderío aéreo. De esa cuenta su ejército, en tiempos de paz, se mantiene con el personal mínimo necesario para su funcionamiento. Sin embargo, en caso de conflicto el número de efectivos puede verse incrementado con milicianos civiles, quienes son integrados con fines operacionales principalmente defensivos. De hecho, el Ejército Hondureño es el mís pequeño de Centro América y carece de una capacidad ofensiva importante.
Al inicio de la guerra con El Salvador, el Ejército Hondureño estaba conformado por tres batallones de Infantería, seis Batallones de Zona, un Batallón de Ingenieros y dos baterí-as de obuses de 75 mm. Sus hombres estaban equipados con fusiles Garand y Mauser, y no se contaba con apoyo de tanques u otros equipos blindados similares. Así mismo, el Ejército Hondureño establecería dos frentes o teatros de operaciones, siendo éstos el Teatro de Operaciones Sur o (TOS) que coincidía con el teatro oriental del Ejército Salvadoreño en El Amatillo, y el Teatro de Operaciones Sur-Occidental que hacía frente al teatro Norte Salvadoreño en Nueva Ocotepeque.
En contraste, la Fuerza Aérea Hondureña -FAH- estaba relativamente mejor conformada y equipada que su contraparte Salvadoreña. Su orden de batalla a mediados de Julio de 1969 listaba seis F4U-5N, cinco F4U-4, cinco transportes C-47, un transporte cuatrimotor C-54, un C-45, tres Cessna 185B, cinco entrenadores artillados T-28A y seis entrenadores AT-6 también artillados. Con respecto a su personal, la FAH estaba integrada por mís de 20 pilotos y aproximadamente 750 especialistas que conformaban las secciones de mantenimiento, armamento, seguridad y servicios de base. También contaba con una sección de paracaidistas.
Fuente: Fuerzas Militares Dominicanas
por Mario A. Overall | 20-Apr-04
Parte 1 | Parte 2 | Parte 3
2. El Plan de Invasión Salvadoreño
Denominado Plan de Campaña, Capitín General Gerardo Barrios , el plan de invasión venía siendo desarrollado desde 1967 por el Estado Mayor salvadoreño, y contemplaba la utilización de cuatro Batallones de Infantería y uno de Artillería, distribuidos en cuatro frentes o Teatros de Operaciones , siendo éstos el del Norte (TON), el de Chalatenango (TOCH), el Occidental (TOOC) y el Oriental (TOO). Así mismo, el plan ordenaba la implementación de la llamada Fuerza Expedicionaria , formada por nueve compañías de la Guardia Nacional, que actuaban bajo las órdenes del Teatro de Operaciones Norte. En aquellos días, las tropas Salvadoreñas estaban equipadas con fusiles G-3 y ametralladoras HK-21, y eran apoyadas por piezas de artillería de 105mm, dos tanques M3A1 Stuart y varios vehículos que habían sido blindados localmente, a los cuales los integrantes del Escuadrón de Caballería motorizada llamaban las niñas.
Contrario a lo que han repetido diversas fuentes, el plan Salvadoreño no pretendía una invasión total a Honduras, ni tomar Tegucigalpa en 72 horas para luego establecer un gobierno títere . El Salvador simplemente no tenía la capacidad para lanzar una campaña semejante. Por el contrario, lo que se pretendía era ejercer un movimiento distribuido en múltiples frentes, que permitiera tomar territorio Hondureño y capturar las principales poblaciones fronterizas para luego pedir la intervención de la Organización de Estados Americanos y forzar una solución negociada. Sin embargo, el plan no descartaba algunos avances de oportunidad mís allí de esas poblaciones, siempre que el abastecimiento de las tropas lo permitiera. De esa cuenta, las acciones principales de la campaña terrestre del Ejército Salvadoreño se desarrollarían en tres frentes de forma casi simultínea, siendo éstos frentes los Teatros de Operaciones Norte, el de Chalatenango y el de Oriente.
En lo que respecta a la Fuerza Aérea Salvadoreña -FAS- al inicio de la guerra estaba equipada con un TF-51 Cavalier Mustang Mk.II, cuatro F-51 Cavalier Mustang Mk.II, un F-51D Mustang, seis FG-1D (variante del F4U-4 construida por Good Year), un SNJ-5, un DC-4M, cinco U-17A, seis T-41 y cuatro transportes C-47, todos conformando el llamado "Grupo de Combate", que a su vez estaba organizado en tres escuadrones: El de Caza-Bombardeo (F-51 / FG-1D), el de transporte (C-47 / Aviones Civiles) y el de Reconocimiento (SNJ-5 / U-17A / T-41 / Aviones Civiles). Durante el conflicto, la FAS adquiriría mís aviones, especialmente Mustangs, pero al momento del inicio de las hostilidades éste era su orden de batalla. Así mismo, contaba con un Escuadrón Aerotransportado conformado por paracaidistas, un grupo de Mantenimiento, uno de Comunicaciones y uno mís de seguridad y servicios de base, totalizando mil hombres, de los cuales solo 34 eran pilotos.
3. Situación Militar de Honduras
Desde 1935 el Alto Mando Militar Hondureño ha basado sus métodos de defensa nacional en el poderío aéreo. De esa cuenta su ejército, en tiempos de paz, se mantiene con el personal mínimo necesario para su funcionamiento. Sin embargo, en caso de conflicto el número de efectivos puede verse incrementado con milicianos civiles, quienes son integrados con fines operacionales principalmente defensivos. De hecho, el Ejército Hondureño es el mís pequeño de Centro América y carece de una capacidad ofensiva importante.
Al inicio de la guerra con El Salvador, el Ejército Hondureño estaba conformado por tres batallones de Infantería, seis Batallones de Zona, un Batallón de Ingenieros y dos baterí-as de obuses de 75 mm. Sus hombres estaban equipados con fusiles Garand y Mauser, y no se contaba con apoyo de tanques u otros equipos blindados similares. Así mismo, el Ejército Hondureño establecería dos frentes o teatros de operaciones, siendo éstos el Teatro de Operaciones Sur o (TOS) que coincidía con el teatro oriental del Ejército Salvadoreño en El Amatillo, y el Teatro de Operaciones Sur-Occidental que hacía frente al teatro Norte Salvadoreño en Nueva Ocotepeque.
En contraste, la Fuerza Aérea Hondureña -FAH- estaba relativamente mejor conformada y equipada que su contraparte Salvadoreña. Su orden de batalla a mediados de Julio de 1969 listaba seis F4U-5N, cinco F4U-4, cinco transportes C-47, un transporte cuatrimotor C-54, un C-45, tres Cessna 185B, cinco entrenadores artillados T-28A y seis entrenadores AT-6 también artillados. Con respecto a su personal, la FAH estaba integrada por mís de 20 pilotos y aproximadamente 750 especialistas que conformaban las secciones de mantenimiento, armamento, seguridad y servicios de base. También contaba con una sección de paracaidistas.
Fuente: Fuerzas Militares Dominicanas
martes, 17 de enero de 2017
Conflictos americanos: La guerra de las 100 horas (1/6)
La Guerra de las 100 Horas (Parte 1)
por Mario A. Overall | 20-Apr-04
Parte 1 | Parte 2 | Parte 3
1. Introducción
La mal llamada "Guerra del Fútbol" entre Honduras y El Salvador ocurrida en Julio de 1969, tiene orígenes complicados que van más allá de una simple pasión deportiva desbordada. El término acuñado por los medios de prensa, fue producto de la idea errónea de que ambas naciones habían cruzado espadas luego de que sus respectivas selecciones nacionales se enfrentaran en una serie de partidos de fútbol. Sin embargo, no hay nada más alejado de la verdad. Así mismo se ha mencionado que la invasión Salvadoreña a Honduras era el resultado de una insoportable "explosión demográfica" que ahogaba al más pequeño de los países de Centroamérica. Ambas falsedades, repetidas hasta el agotamiento por diversas fuentes históricas, sólo sirven para denigrar a los habitantes de los dos países involucrados en éstos hechos de armas, que lejos de ser movidos por pasiones mundanas, un supuesto carácter sanguíneo ó por un insensato amor a la guerra, terminaron enfrentados por motivos serios y de trasfondo netamente económico.
Para poder entender los orígenes de éste conflicto, es necesario regresar a principios del siglo XX, cuando las empresas Norteamericanas United Fruit Company y su rival, la Standard Fruit Company, operaban en la región, particularmente en Honduras. Ambas transnacionales se dedicaban a la siembra y cultivo de banano, utilizando para el efecto las grandes extensiones de tierra fértil con que contaba Honduras. Con el transcurrir del tiempo, se hizo necesario requerir mano de obra extranjera, ya que los Hondureños involucrados en esas actividades resultaban insuficientes. Para el efecto, se contrataron los servicios de campesinos Salvadoreños que vivían en las áreas fronterizas, las cuales por cierto, estaban mal definidas y eran el objeto de un sinfín de reclamaciones territoriales por parte de ambos países.
Al percatarse de las oportunidades de trabajo en Honduras, la inmigración de campesinos Salvadoreños se incrementó y continuó incrementándose en los siguientes años. Ya para el final de la década de los 60, eran casi 300,000 Salvadoreños los que habitaban en tierras Hondureñas. Por su parte, el gobierno de aquél país veía con beneplácito la presencia de dichos campesinos, y en general toleraba la situación legal de los mismos, ya que no les exigía obtener la nacionalidad Hondureña.
Asimismo, a principios de la década de los 60, las naciones Centroamericanas buscaban la liberalización del comercio en la región, en el marco de un Mercado Común Centroamericano, el cual sería establecido precisamente en 1960. Sin embargo, poco después de su creación, se hizo notorio que el país más favorecido sería El Salvador, ya que sus exportaciones aumentarían seis veces, mientras que las de Honduras el país más afectado- sólo crecerían un 50%, relegándola a la calidad de una nación satélite. Este hecho provocó que cierto resentimiento empezara a darse en los sectores económicos Hondureños, dando lugar a que se denunciaran los convenios comerciales firmados entre ambos países, pues se sentía que sus contrapartes Salvadoreños se estaban enriqueciendo a sus costillas. Para empeorar las cosas, los cambios políticos en Honduras terminarían por enfriar considerablemente las relaciones con El Salvador, lo que afectaría en el trato de los Hondureños hacia los campesinos Salvadoreños asentados en el país, el cual se hizo cada vez más hostil.
Con el transcurrir del tiempo, los terratenientes Hondureños, quienes influenciaban en gran medida la escena política, también empezaron a sentirse dañados por la presencia de los campesinos Salvadoreños, aduciendo que esa situación únicamente beneficiaba al vecino país. Pronto también ellos empezarían a presionar al gobierno para que expulsara a los campesinos Salvadoreños que no quisieran obtener la nacionalidad Hondureña. Resultado de esto serían varios desalojos violentos de algunas familias Salvadoreñas en áreas fronterizas, acompañadas de la negación de servicios de salud y educación para aquellos que se habían quedado.
En medio de esporádicos brotes de violencia contra los campesinos inmigrantes, los dos gobiernos iniciaron negociaciones tendientes a solucionar el problema, llegando a firmar tres acuerdos migratorios, el primero de ellos en 1962 seguido por otro más en 1965 y el último en 1968. Sin embargo, mientras los gobiernos negociaban, surgían grupos armados extraoficiales en Honduras con el objetivo de hostigar y controlar a la población Salvadoreña asentada en aquel país. Esta situación se vio empeorada por un golpe de estado que llevaría a la presidencia al general Hondureño Oswaldo López Arellano, quien tenía una visión muy distinta a la de su antecesor con respecto a la situación de los inmigrantes.
El número de expulsiones de Salvadoreños fue en aumento, al igual que la intensidad de la violencia con que éstos desalojos se realizaban. Sin embargo, la gota que derramaría el vaso se daría en Junio de 1969, cuando el gobierno Hondureño instituye una reforma agraria, en la cual no toma en cuenta a los campesinos Salvadoreños, y para empeorar las cosas, los desaloja de las tierras que ocupaban para entregárselas a campesinos Hondureños. Las actividades de los grupos armados, ahora apoyados tácitamente por el gobierno, se incrementan, mientras que se realiza la primera expulsión oficial a gran escala de Salvadoreños, durante la cual, más de cien familias son desalojadas violentamente.
El retorno de los campesinos a El Salvador rápidamente provoca problemas para el gobierno de ese país, ya que todos ellos regresaban en calidad de desempleados, a los cuales había que alimentar, vestir y darles algún tipo de morada, todo ello en medio de una severa crisis económica que ni siquiera las ventajas obtenidas a través del Mercomun habían podido aliviar. Al mismo tiempo, ocurrían incidentes fronterizos que involucraban a tropas Salvadoreñas, que ingresaban a territorio Hondureño sin objetivo aparente, provocando su captura con el consabido enfrentamiento diplomático. Así mismo, las autoridades Salvadoreñas capturan a un familiar del presidente Hondureño radicado en El Salvador, y lo encarcelan. La tensión se incrementaba por momentos, pero la gestión del ex presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Jonson de visita en Honduras por esas fechas- finalmente lograría que las tropas Salvadoreñas fueran liberadas a cambio de poner en libertad al pariente del presidente Hondureño.
Con ese delicado trasfondo político se iniciaban las eliminatorias para la Copa Jules Rimet de fútbol a celebrarse en México el año siguiente (1970), y durante las cuales los equipos de El Salvador y Honduras debían enfrentarse para obtener la clasificación. El primer encuentro se efectuaría en Tegucigalpa, Honduras, el cual sería ganado por el equipo local. Sin embargo, a pesar de que la victoria había favorecido a Honduras, se registran encontronazos entre los aficionados de uno y otro país, provocando heridos.
El segundo encuentro se verificaría en San Salvador, el cual sería ganado por el equipo Salvadoreño. Sin embargo, en las horas previas al encuentro, los aficionados locales habían hecho lo posible por molestar a los seleccionados Hondureños, haciendo gala de una conducta claramente hostil. Durante el encuentro, los aficionados Hondureños también serían víctimas de agresiones que terminarían en fuertes trifulcas en las calles. Mientras esto sucedía, en Honduras también habían problemas, ya que algunas casas y negocios de Salvadoreños eran incendiados, mientras que sus propietarios eran objeto de vejámenes por parte de turbas.
Luego del partido, la violencia contra los inmigrantes Salvadoreños en Honduras se vería incrementada, provocando fuertes protestas por parte del gobierno Salvadoreño. Finalmente, el 27 de Junio de 1969, se rompían las relaciones diplomáticas entre los dos países, al tiempo que seguían llegando a El Salvador grandes cantidades de inmigrantes que habían sido desalojados. Historias de terror contadas por los desalojados empezaron a circular entre la población Salvadoreña, enardeciendo el sentimiento patrio y provocando amplio rechazo hacia los Hondureños.
Al día siguiente del rompimiento de las relaciones diplomáticas, los equipos de ambos países debían enfrentarse nuevamente. Dicho partido se realizaría en la ciudad de México, y sería el definitivo para la clasificación. Poco después de que terminara el encuentro, que ganaría la selección de El Salvador, la turba de nuevo hacía de las suyas en Honduras, atacando casas y negocios de Salvadoreños, dejando como saldo varios heridos.
En los siguientes días, el gobierno de Honduras iniciaría una campaña de desarme de la población civil, que rápidamente degeneraría en acciones contra los Salvadoreños que aún habitaban las zonas fronterizas. Esta acción provocaría que el gobierno Salvadoreño buscara la intervención de la Organización de Estados Americanos como mediadora en la solución del conflicto, sin embargo los intentos serían infructuosos. Poco después, se iniciaba la movilización de tropas de ambos países hacia la frontera común, principalmente a lo largo del río Goascorán, en un área colindante con el Golfo de Fonseca.
Los incidentes fronterizos no se harían esperar, siendo quizás el más grave de todos el ocurrido el 3 de Julio, cuando un DC-3 de la empresa SAHSA (Servicio Aéreo de Honduras S.A.) es atacado por fuego antiaéreo Salvadoreño, mientras ganaba altura luego de despegar del aeródromo de Nueva Ocotepeque, a ocho kilómetros de la frontera con El Salvador. Luego de escapar del área, los pilotos del DC-3 reportan el incidente a la Fuerza Aérea Hondureña, que rápidamente envía dos T-28 desde el Aeropuerto Internacional de Toncontín en Tegucigalpa- con el objetivo de determinar de donde había provenido el ataque. Al llegar, los dos aviones son recibidos con fuego antiaéreo de nuevo, pero no atacan ya que se les habían dado ordenes de no hacerlo. Los pilotos Hondureños sólo se limitan a marcar el área en sus mapas para luego regresar a Toncontín.
Ese mismo día, los T-28s de la Fuerza Aérea Hondureña serían despachados nuevamente, ya que se detecta la presencia de un avión no identificado sobrevolando las poblaciones de Gualcince y Candelaria, muy cerca de la frontera Salvadoreña. El avión, un Piper PA-28 "Cherokee" identificado con la matricula Salvadoreña YS-234P, es interceptado y se le ordena aterrizar en el aeródromo más cercano. Sin embargo el piloto de aquella aeronave se rehúsa a acatar las órdenes de los pilotos Hondureños y escapa hacia El Salvador a toda velocidad. Los pilotos de los T-28s, Coronel José Serra y Subteniente Roberto Mendoza, luego de verificar que el intruso se ha marchado, regresan a su base en Tegucigalpa.
La presencia del Cherokee en Honduras era parte de la avanzada Salvadoreña tendiente a recabar información cartográfica y de inteligencia, previendo que se tuviera que entrar en combate con aquella nación. Para el efecto, los Salvadoreños habían estado utilizando un Cessna 310 del Instituto de Cartografía Nacional y varios aviones civiles, entre ellos el Cherokee ya mencionado, los cuales estaban volando en misiones de reconocimiento desde finales de Junio de 1969, sobre distintas áreas de Honduras, pero con mayor insistencia sobre Tegucigalpa, San Pedro Sula y las áreas fronterizas cercanas al Golfo de Fonseca.
Durante los siguientes días la guerra de nervios iría en aumento, en medio de mutuas acusaciones de ataques a puestos fronterizos y violaciones de los espacios aéreos de ambas naciones. Finalmente, el 12 de Julio, la Fuerza Aérea Hondureña entra en estado de alerta, formando en el proceso dos comandos de operaciones. Esta maniobra respondía a la necesidad de realizar una dispersión táctica, en la cual el grueso de aeronaves de la FAH permanecería en el aeropuerto Toncontín, en Tegucigalpa, mientras que un grupo de aviones sería trasladado hacia el aeropuerto de La Mesa, en San Pedro Sula, donde se conformaría el "Comando Norte".
Por su parte, la Fuerza Aérea Salvadoreña también inicia maniobras de orden táctico, empezando a preparar las pistas ubicadas en la isla Madresal, San Miguel, Santa Ana, San Andrés y Usulután, hacia donde serían dispersados los aviones luego de que se produjeran los primeros enfrentamientos. Así mismo, se convocaba a todos los pilotos civiles de El Salvador para que se integraran a la Fuerza Aérea en calidad de voluntarios, ya que el número de pilotos militares era bastante escaso.
Con todas estas acciones de las Fuerzas Aéreas de los dos países, y otras tantas llevadas a cabo por sus respectivos ejércitos, que incluyeron movilizaciones de tropas a los puntos fronterizos cercanos al Golfo de Fonseca y la región Norte de El Salvador, se preparaba finalmente el escenario para lo que sería un enfrentamiento corto pero intenso.
Fuente original: Fuerzas Militares Dominicanas
por Mario A. Overall | 20-Apr-04
Parte 1 | Parte 2 | Parte 3
1. Introducción
La mal llamada "Guerra del Fútbol" entre Honduras y El Salvador ocurrida en Julio de 1969, tiene orígenes complicados que van más allá de una simple pasión deportiva desbordada. El término acuñado por los medios de prensa, fue producto de la idea errónea de que ambas naciones habían cruzado espadas luego de que sus respectivas selecciones nacionales se enfrentaran en una serie de partidos de fútbol. Sin embargo, no hay nada más alejado de la verdad. Así mismo se ha mencionado que la invasión Salvadoreña a Honduras era el resultado de una insoportable "explosión demográfica" que ahogaba al más pequeño de los países de Centroamérica. Ambas falsedades, repetidas hasta el agotamiento por diversas fuentes históricas, sólo sirven para denigrar a los habitantes de los dos países involucrados en éstos hechos de armas, que lejos de ser movidos por pasiones mundanas, un supuesto carácter sanguíneo ó por un insensato amor a la guerra, terminaron enfrentados por motivos serios y de trasfondo netamente económico.
Para poder entender los orígenes de éste conflicto, es necesario regresar a principios del siglo XX, cuando las empresas Norteamericanas United Fruit Company y su rival, la Standard Fruit Company, operaban en la región, particularmente en Honduras. Ambas transnacionales se dedicaban a la siembra y cultivo de banano, utilizando para el efecto las grandes extensiones de tierra fértil con que contaba Honduras. Con el transcurrir del tiempo, se hizo necesario requerir mano de obra extranjera, ya que los Hondureños involucrados en esas actividades resultaban insuficientes. Para el efecto, se contrataron los servicios de campesinos Salvadoreños que vivían en las áreas fronterizas, las cuales por cierto, estaban mal definidas y eran el objeto de un sinfín de reclamaciones territoriales por parte de ambos países.
Al percatarse de las oportunidades de trabajo en Honduras, la inmigración de campesinos Salvadoreños se incrementó y continuó incrementándose en los siguientes años. Ya para el final de la década de los 60, eran casi 300,000 Salvadoreños los que habitaban en tierras Hondureñas. Por su parte, el gobierno de aquél país veía con beneplácito la presencia de dichos campesinos, y en general toleraba la situación legal de los mismos, ya que no les exigía obtener la nacionalidad Hondureña.
Asimismo, a principios de la década de los 60, las naciones Centroamericanas buscaban la liberalización del comercio en la región, en el marco de un Mercado Común Centroamericano, el cual sería establecido precisamente en 1960. Sin embargo, poco después de su creación, se hizo notorio que el país más favorecido sería El Salvador, ya que sus exportaciones aumentarían seis veces, mientras que las de Honduras el país más afectado- sólo crecerían un 50%, relegándola a la calidad de una nación satélite. Este hecho provocó que cierto resentimiento empezara a darse en los sectores económicos Hondureños, dando lugar a que se denunciaran los convenios comerciales firmados entre ambos países, pues se sentía que sus contrapartes Salvadoreños se estaban enriqueciendo a sus costillas. Para empeorar las cosas, los cambios políticos en Honduras terminarían por enfriar considerablemente las relaciones con El Salvador, lo que afectaría en el trato de los Hondureños hacia los campesinos Salvadoreños asentados en el país, el cual se hizo cada vez más hostil.
Con el transcurrir del tiempo, los terratenientes Hondureños, quienes influenciaban en gran medida la escena política, también empezaron a sentirse dañados por la presencia de los campesinos Salvadoreños, aduciendo que esa situación únicamente beneficiaba al vecino país. Pronto también ellos empezarían a presionar al gobierno para que expulsara a los campesinos Salvadoreños que no quisieran obtener la nacionalidad Hondureña. Resultado de esto serían varios desalojos violentos de algunas familias Salvadoreñas en áreas fronterizas, acompañadas de la negación de servicios de salud y educación para aquellos que se habían quedado.
En medio de esporádicos brotes de violencia contra los campesinos inmigrantes, los dos gobiernos iniciaron negociaciones tendientes a solucionar el problema, llegando a firmar tres acuerdos migratorios, el primero de ellos en 1962 seguido por otro más en 1965 y el último en 1968. Sin embargo, mientras los gobiernos negociaban, surgían grupos armados extraoficiales en Honduras con el objetivo de hostigar y controlar a la población Salvadoreña asentada en aquel país. Esta situación se vio empeorada por un golpe de estado que llevaría a la presidencia al general Hondureño Oswaldo López Arellano, quien tenía una visión muy distinta a la de su antecesor con respecto a la situación de los inmigrantes.
El número de expulsiones de Salvadoreños fue en aumento, al igual que la intensidad de la violencia con que éstos desalojos se realizaban. Sin embargo, la gota que derramaría el vaso se daría en Junio de 1969, cuando el gobierno Hondureño instituye una reforma agraria, en la cual no toma en cuenta a los campesinos Salvadoreños, y para empeorar las cosas, los desaloja de las tierras que ocupaban para entregárselas a campesinos Hondureños. Las actividades de los grupos armados, ahora apoyados tácitamente por el gobierno, se incrementan, mientras que se realiza la primera expulsión oficial a gran escala de Salvadoreños, durante la cual, más de cien familias son desalojadas violentamente.
El retorno de los campesinos a El Salvador rápidamente provoca problemas para el gobierno de ese país, ya que todos ellos regresaban en calidad de desempleados, a los cuales había que alimentar, vestir y darles algún tipo de morada, todo ello en medio de una severa crisis económica que ni siquiera las ventajas obtenidas a través del Mercomun habían podido aliviar. Al mismo tiempo, ocurrían incidentes fronterizos que involucraban a tropas Salvadoreñas, que ingresaban a territorio Hondureño sin objetivo aparente, provocando su captura con el consabido enfrentamiento diplomático. Así mismo, las autoridades Salvadoreñas capturan a un familiar del presidente Hondureño radicado en El Salvador, y lo encarcelan. La tensión se incrementaba por momentos, pero la gestión del ex presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Jonson de visita en Honduras por esas fechas- finalmente lograría que las tropas Salvadoreñas fueran liberadas a cambio de poner en libertad al pariente del presidente Hondureño.
Con ese delicado trasfondo político se iniciaban las eliminatorias para la Copa Jules Rimet de fútbol a celebrarse en México el año siguiente (1970), y durante las cuales los equipos de El Salvador y Honduras debían enfrentarse para obtener la clasificación. El primer encuentro se efectuaría en Tegucigalpa, Honduras, el cual sería ganado por el equipo local. Sin embargo, a pesar de que la victoria había favorecido a Honduras, se registran encontronazos entre los aficionados de uno y otro país, provocando heridos.
El segundo encuentro se verificaría en San Salvador, el cual sería ganado por el equipo Salvadoreño. Sin embargo, en las horas previas al encuentro, los aficionados locales habían hecho lo posible por molestar a los seleccionados Hondureños, haciendo gala de una conducta claramente hostil. Durante el encuentro, los aficionados Hondureños también serían víctimas de agresiones que terminarían en fuertes trifulcas en las calles. Mientras esto sucedía, en Honduras también habían problemas, ya que algunas casas y negocios de Salvadoreños eran incendiados, mientras que sus propietarios eran objeto de vejámenes por parte de turbas.
Luego del partido, la violencia contra los inmigrantes Salvadoreños en Honduras se vería incrementada, provocando fuertes protestas por parte del gobierno Salvadoreño. Finalmente, el 27 de Junio de 1969, se rompían las relaciones diplomáticas entre los dos países, al tiempo que seguían llegando a El Salvador grandes cantidades de inmigrantes que habían sido desalojados. Historias de terror contadas por los desalojados empezaron a circular entre la población Salvadoreña, enardeciendo el sentimiento patrio y provocando amplio rechazo hacia los Hondureños.
Al día siguiente del rompimiento de las relaciones diplomáticas, los equipos de ambos países debían enfrentarse nuevamente. Dicho partido se realizaría en la ciudad de México, y sería el definitivo para la clasificación. Poco después de que terminara el encuentro, que ganaría la selección de El Salvador, la turba de nuevo hacía de las suyas en Honduras, atacando casas y negocios de Salvadoreños, dejando como saldo varios heridos.
En los siguientes días, el gobierno de Honduras iniciaría una campaña de desarme de la población civil, que rápidamente degeneraría en acciones contra los Salvadoreños que aún habitaban las zonas fronterizas. Esta acción provocaría que el gobierno Salvadoreño buscara la intervención de la Organización de Estados Americanos como mediadora en la solución del conflicto, sin embargo los intentos serían infructuosos. Poco después, se iniciaba la movilización de tropas de ambos países hacia la frontera común, principalmente a lo largo del río Goascorán, en un área colindante con el Golfo de Fonseca.
Los incidentes fronterizos no se harían esperar, siendo quizás el más grave de todos el ocurrido el 3 de Julio, cuando un DC-3 de la empresa SAHSA (Servicio Aéreo de Honduras S.A.) es atacado por fuego antiaéreo Salvadoreño, mientras ganaba altura luego de despegar del aeródromo de Nueva Ocotepeque, a ocho kilómetros de la frontera con El Salvador. Luego de escapar del área, los pilotos del DC-3 reportan el incidente a la Fuerza Aérea Hondureña, que rápidamente envía dos T-28 desde el Aeropuerto Internacional de Toncontín en Tegucigalpa- con el objetivo de determinar de donde había provenido el ataque. Al llegar, los dos aviones son recibidos con fuego antiaéreo de nuevo, pero no atacan ya que se les habían dado ordenes de no hacerlo. Los pilotos Hondureños sólo se limitan a marcar el área en sus mapas para luego regresar a Toncontín.
Ese mismo día, los T-28s de la Fuerza Aérea Hondureña serían despachados nuevamente, ya que se detecta la presencia de un avión no identificado sobrevolando las poblaciones de Gualcince y Candelaria, muy cerca de la frontera Salvadoreña. El avión, un Piper PA-28 "Cherokee" identificado con la matricula Salvadoreña YS-234P, es interceptado y se le ordena aterrizar en el aeródromo más cercano. Sin embargo el piloto de aquella aeronave se rehúsa a acatar las órdenes de los pilotos Hondureños y escapa hacia El Salvador a toda velocidad. Los pilotos de los T-28s, Coronel José Serra y Subteniente Roberto Mendoza, luego de verificar que el intruso se ha marchado, regresan a su base en Tegucigalpa.
La presencia del Cherokee en Honduras era parte de la avanzada Salvadoreña tendiente a recabar información cartográfica y de inteligencia, previendo que se tuviera que entrar en combate con aquella nación. Para el efecto, los Salvadoreños habían estado utilizando un Cessna 310 del Instituto de Cartografía Nacional y varios aviones civiles, entre ellos el Cherokee ya mencionado, los cuales estaban volando en misiones de reconocimiento desde finales de Junio de 1969, sobre distintas áreas de Honduras, pero con mayor insistencia sobre Tegucigalpa, San Pedro Sula y las áreas fronterizas cercanas al Golfo de Fonseca.
Durante los siguientes días la guerra de nervios iría en aumento, en medio de mutuas acusaciones de ataques a puestos fronterizos y violaciones de los espacios aéreos de ambas naciones. Finalmente, el 12 de Julio, la Fuerza Aérea Hondureña entra en estado de alerta, formando en el proceso dos comandos de operaciones. Esta maniobra respondía a la necesidad de realizar una dispersión táctica, en la cual el grueso de aeronaves de la FAH permanecería en el aeropuerto Toncontín, en Tegucigalpa, mientras que un grupo de aviones sería trasladado hacia el aeropuerto de La Mesa, en San Pedro Sula, donde se conformaría el "Comando Norte".
Por su parte, la Fuerza Aérea Salvadoreña también inicia maniobras de orden táctico, empezando a preparar las pistas ubicadas en la isla Madresal, San Miguel, Santa Ana, San Andrés y Usulután, hacia donde serían dispersados los aviones luego de que se produjeran los primeros enfrentamientos. Así mismo, se convocaba a todos los pilotos civiles de El Salvador para que se integraran a la Fuerza Aérea en calidad de voluntarios, ya que el número de pilotos militares era bastante escaso.
Con todas estas acciones de las Fuerzas Aéreas de los dos países, y otras tantas llevadas a cabo por sus respectivos ejércitos, que incluyeron movilizaciones de tropas a los puntos fronterizos cercanos al Golfo de Fonseca y la región Norte de El Salvador, se preparaba finalmente el escenario para lo que sería un enfrentamiento corto pero intenso.
Fuente original: Fuerzas Militares Dominicanas
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