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lunes, 25 de diciembre de 2023

Japón Imperial: La conducta fanática de los soldados nipones

Disciplina, fanatismo e incredulidad: los soldados japoneses que pasaron décadas escondidos sin saber que la guerra había terminado

La rendición de las tropas niponas en septiembre de 1945 puso fin a la Segunda Guerra Mundial pero no a las andanzas de miles que siguieron combatiendo en los montes y en la selvas, en algunas ocasiones sin comprender que había llegado la paz y en otras incapaces de reconocer el desastre final

Por Germán Padinger  ||  Infobae




Una columna japonesa ingresando en Singapur tras derrotar al Reino Unido en 1942
(Gentileza: News dog media)

El 25 de noviembre de 1970, 25 años después de la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, el escritor Yukio Mishima y cuatro de sus seguidores ingresaron en el cuartel general de las Fuerzas de Autodefensa Japonesas en Tokio y secuestraron a su comandante.

Desde la ventana de la oficina, Mishima intentó entonces arengar a las tropas en el patio y provocar una sublevación. Su objetivo era claro: un golpe de Estado que restaurara el poder del Emperador Hiroito, forzado en 1946 a renunciar a su status de Dios en la tierra mediante la firma de su Declaración de Humanidad (Ningen sengen), retornara a los valores de la cultura tradicional y limpiara la humillación de la derrota del Imperio del Sol Naciente en 1945.

Pero el autor de la tetralogía de "El mar de la Fertilidad" y las novelas "El marino que perdió la gracia del mar" y "Confesiones de una máscara", para muchos uno de los escritores japoneses más influyentes del Siglo XX, no tuvo éxito en conmover a los jóvenes soldados de un Japón nuevo y moderno que se le estaba escapando.


El escritor Yukio Mishima intenta provocar un golpe de Estado en Japón que restaure el poder del emperador. Luego se suicidará cometiendo seppuku

Mishima volvió entonces a la oficina, tomó un cuchillo y se abrió el vientre de acuerdo a la práctica del suicidio ritual conocida como Seppuku, como relata el biógrafo estadounidense Henry Scott Stokes. En un acto final de tragicomedia negra, su asistente Masakatsu Morita intentó, sin éxito ya que no estaba entrenado en el uso de la espada, decapitarlo, parte final del rito. Otro de los presentes, Hiroyasu Koga, debió intervenir para concluir lo que se transformó casi en un acto performativo, la última obra de Mishima.

Cuatro años después y a casi 4.000 kilómetros de distancia, el último soldado del imperio japonés aún activo, Teruo Nakamura, fue capturado en la isla indonesia de Morotai, 29 años después de que las fuerzas japonesas firmaran la rendición a bordo del acorazado estadounidense USS Missouri.

Nacido en Taiwán y miembro de la tribu aborigen Amis, Nakamura había sido reclutado para formar parte de una unidad de voluntarios del Ejército Japonés, y estaba destinado en Morotai cuando en octubre de 1944 los aliados capturaron la isla indonesia. Desaparecido en combate, fue declarado muerto por los japoneses y olvidado, pero en realidad se las había arreglado para vivir escondido en la selva hasta que fue descubierto por un avión en 1974.

El emperador Hiroito mantuvo el trono desde 1926 hasta su muerte en 1989. Fue un símbolo del poder imperial japonés y figura divina hasta que las autoridades de ocupación estadounidense lo forzaron a aceptar su humanidad

Nakamura fue el último de miles de soldados japoneses que por disciplina o desconocimiento de la rendición continuaron activos en las décadas posteriores al fin de la Guerra en el Pacífico (1941-1945), cada uno de ellos un monumento a los valores de patriotismo y sacrificio nipones, pero también a las ambiciones expansionistas, las masacres brutales y la autopercepción divina del Imperio.

Guerrilla y supervivencia de las cenizas del sol naciente

Japón inició su campaña de expansión y conquista en 1931, cuando el ejército de Kwantung ocupó Manchuria, en el norte de China. Ambos países volvieron a entrar en guerra 1937, poco antes del inicio en Europa de lo que luego se llamaría Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

A partir de entonces las conquistas japonesas no pararon de crecer: Indochina, Filipinas, Singapur y Nueva Guinea, entre muchos otros lugares en el este de Asia, fueron ocupados y para 1941 el Imperio ya estaba también en conflicto con Estados Unidos tras el ataque sobre Pearl Harbor y en alianza con la Alemania nazi y la Italia fascista.

Tropas japonesas junto a soldados británicos capturados, posiblemente en Singapur (Gentileza: News dog media)

Derrotar finalmente al imperio japonés le tomó a los aliados casi cuatro años y enormes pérdidas humanas y materiales. Incluso, Tokio no cambió su postura de combate hasta la muerte del último de sus soldados sino hasta el bombardero con armas nucleares de Hiroshima y Nagasaki en 1945 y la invasión de Manchuria por parte de la Unión Soviética ese mismo año.

Pero ni el fin de la guerra en septiembre de 1945, ni la consiguiente ocupación de las islas japonesas por tropas estadounidenses ni tampoco la Declaración Humanidad del 1 de enero de 1946 lograron que miles de soldados desperdigOs por toda Asia Oriental siguieran en armas.

La resistencia en la selva

En 1944 las tropas estadounidenses invadieron la isla de Saipán, en el archipiélago de las Marianas, y derrotaron a los defensores japoneses tras una batalla brutal. Cuando todo estaba ya perdido, los últimos 4.000 soldados imperiales se lanzaron en una carga suicida contra los atacantes, en sintonía con una vieja tradición y una práctica recurrente durante la Guerra en el Pacífico de pelear hasta el último hombre, sin aceptar la humillación de la rendición.

Un soldado se rinde ante las tropas estadounidenses. Las rendiciones era un fenómeno muy excepcional, y por lo general los japoneses peleaban hasta la muerte

Fueron aniquilados, Estados Unidos consideró a la isla "segura" y Japón declaró a todas las tropas apostada en Saipán como presuntamente muertas en acción.

Pero estaban equivocados.

El capitán Sakae Oba y 46 de sus hombres habían sobrevivido a aquella carga suicida y estaban escondidos en la selva. Reunieron a 200 civiles japoneses, y se internaron aún más en una zona montañosa donde establecieron una base.

Los hombres de Oba, apodado "El Zorro", se dedicaron entonces a una campaña guerrillera contra las tropas estadounidenses que continuó aún después de la rendición formal de Japón. Oba y sus hombres finalmente se entregaron el 1 de diciembre de 1945 y el capitán vivió hasta 1992.


El capitán Sakae Oba, el “Zorro” de Saipán

El teniente Ei Yamaguchi tuvo una actitud similar, al liderar a 33 de sus soldados en una campaña guerrillera tras la derrota japonesa en Peleliu. Hostigó a los infantes de marina estadounidenses durante casi dos años después del fin de la guerra, rindiéndose en abril de 1947.

"No podíamos creer que habíamos perdido. Nos habían enseñado que no podíamos perder. Es la tradición japonesa que debemos pelear hasta la muerte, hasta el final", explicó Yamaguchi  en una entrevista con la cadena estadounidense NBC en 1995.

Shoichi Yokoi, el cazador nocturno

Los guerrillas de Oba y Yamaguchi mantuvieron, hasta cierto punto, la disciplina y organización militar. Pero hubo numerosos casos de soldados japoneses o pequeños grupos que quedaron completamente aislados de sus unidades y también de los enemigos, encarando apenas la supervivencia a la espera de noticias de Tokio o incluso un rescate.


Shoichi Yokoi en un retrato en tiempos de la guerra, y tras su captura en 1974

Uno de los más famosos fue el caso del sargento Shoichi Yokoi, desaparecido en 1944 luego de la batalla de Guam, cuando fuerzas estadounidenses recuperaron la isla que habían perdido ante los japoneses en 1941.

Inicialmente Yokoi era parte de un grupo de 10 sobrevivientes que se habían escondido en la selva. Pronto se separaron y el sargento permaneció junto a otros dos japoneses, pescando y cazando de noche lo que estuviera a su alcance -langostinos, serpientes, ratas, cerdos-, y escondiéndose en cuevas durante el día.

Supieron de la rendición de Japón en 1952, siete años después, pero en un principio dudaron de que la información fuera cierta, como reconstruye el portal Gizmodo.


El avance japonés en el Asia Oriental estuvo marcado por la brutalidad y la lucha sin tregua (Gentileza: News dog media)

Los tres hombres continuaron viviendo en la selva hasta 1964, cuando dos de ellos fallecieron y Yokoi quedó completamente sólo. En 1972 un grupo de cazadores lo encontraron, escuálido y desaliñado, y finalmente fue repatriado a Japón, 28 años después de la rendición formal.

"Estoy avergonzado de haber vuelto con vida", dijo en una famosa aparición pública, como relata el New York Times.

Durante una visita al palacio imperial, con un Hiroito humanizado aún en el trono, Yokoi dijo: "Continué viviendo por el bien del Emperador y creyendo en el Emperador y el espíritu japonés, lamento profundamente no haber podido servirle bien".


Tanques japoneses en Filipinas

"Nosotros los soldados japoneses estamos instruidos para preferir la muerte que la desgracia de ser capturados vivos", agregó en otra entrevista.

La larga misión de Hiroo Onoda

La cinematográfica historia del teniente Hiroo Onoda comenzó en diciembre de 1944, cuando fue enviado como comando, con el objetivo de destruir infraestructura, a las Filipinas poco antes del desembarco estadounidense y el inicio de la campaña de liberación del archipiélago.

Tras la caída de la guarnición japonesa, Onoda se internó en las colinas en la isla de Lubang. Inicialmente no estaba solo, había muchos otros rezagados y pronto comenzaron sus actividades guerrilleras contra las fuerzas estadounidenses.


El teniente Hiroo Onoda al momento de su rendición en 1974

Onoda y su grupo supieron de la rendición japonesa en octubre de 1945 por medio de panfletos lanzados por los estadounidenses, pero como en otros casos de rezagados, los creyeron una mentira y siguieron combatiendo.

Los combates esporádicos continuaron durante más de dos décadas, mientras Onoda esperaba órdenes de sus superiores que nunca llegaban.

Se quedó completamente sólo en 1974, cuando el último de sus soldados murió en un enfrentamiento con la policía filipina.


El joven Onoda, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial

A diferencia del caso de Yokoi y Nakamura, Onoda no era un desaparecido perdido en un cueva en el Pacífico. Las autoridades lo conocían y también disfrutaba de una pequeña fama local.

Fue así que ese mismo año un estudiante japonés, Norio Suzuki, se lanzó a las colinas de Lubang para hallar al misterioso teniente Onoda. Lo hizo, y los dos hombres se hicieron amigos, de acuerdo al registro de rezagados japoneses Wanpela.

Armado de fotografías que probaban su encuentro con Onoda, Suzuki retornó a Japón y ofreció a las autoridades la llave para lograr la rendición del rezagado: necesitaba un orden de su oficial superior que le evitara la humillación de la rendición y probara que el imperio efectivamente se había rendido.

La explosión nuclear sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945

El gobierno japones halló al mayor Yoshimi Taniguchi, convertido ahora en librero, y lo llevó a las Filipinas para que se reuniera con Onoda y le entregara en papel su orden desmovilización, como relató el mismo Onoda en su libro autobiográfico "Luché y sobreviví".

Habían pasado tres décadas de la rendición, de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki y de la masacre de Nanking,  y el mundo parecía haber seguido su curso para casi todos, menos para un escritor exquisito y un grupo de jóvenes que habían sido entrenados para creer en la infalibilidad del Imperio del Sol Naciente.

 

lunes, 6 de febrero de 2023

PGM: La infantería bosnia-herzegovina

Infantería de Bosnia y Herzegovina

Weapons and Warfare

 



La infantería bosnio-herzegoviniana (Bosnisch-Hercegovinische Infanterie), comúnmente llamada Bosniaken (bosnios en alemán), era una rama del ejército austrohúngaro. Como unidades musulmanas, se les concedieron algunos privilegios especiales y únicos. Tenían sus propios uniformes y las unidades recibieron su propia secuencia numérica dentro del ejército común.

Las unidades formaban parte de la infantería austrohúngara en 1914 y constaban de cuatro regimientos de infantería (numerados del 1 al 4) y un batallón de fusileros de campaña (Feldjägerbataillon).

Los regimientos de infantería bosnios se diferenciaban de todas las demás unidades del ejército austrohúngaro en sus uniformes. La prenda característica más distintiva de esta fuerza militar europea era el fez oriental, que se usaba en los desfiles y como uniforme de campaña. El Fez estaba hecho de fieltro marrón rojizo y equipado con una borla de lana de oveja negra. Esta borla medía 18,5 cm de largo y estaba montada sobre un rosetón de flecos. El fez tenía que usarse de manera que la borla quedara en la parte posterior. Los oficiales y cadetes a menudo usaban gorras de infantería militar austriaca alternativas. Si los oficiales eran musulmanes, también podían llevar el fez. Si el oficial no era bosnio, entonces usaba una boina estándar de oficial austrohúngaro. Las túnicas y blusas eran consistentes con las de la infantería de línea alemana estándar. Los botones eran amarillos con el número de regimiento respectivo.

Los soldados ordinarios tenían un uniforme azul claro con pantalones de pantalón que llevaban los llamados calzones hasta la rodilla según los modelos orientales. Consistían en las dos partes de las piernas y las piezas de las piernas (como el V-away alemán o los calzones de las fuerzas armadas, pero emitidos después de la parte delantera) que estaban compuestos por una parte delantera y otra trasera. En la parte delantera había dos bolsillos cortados en diagonal. Las partes de las piernas se mantuvieron muy por debajo de la rodilla y se estrecharon desde allí. Las piezas descendentes de Wade estaban conectadas por una alianza de 3,5 cm de ancho de tela con doble pliegue con las partes de las piernas.

El Batallón de Fusileros de Campo (Feldjägerbataillon) tenía un uniforme diferente. Los oficiales y cadetes vestían el mismo uniforme que el Jägerbataillon tirolés, mientras que los soldados ordinarios vestían uniformes grises con un fez gris. El Cuerpo de žandamerijskom es particularmente llamativo ya que los hombres usaban el sombrero con plumas negras.

Nota: En las fuentes austrohúngaras de esa época, los soldados de Bosnia eran llamados simplemente bosnios (ing. Bosniaks, bos. Bošnjaci) de fe musulmana, ortodoxa y católica.

En términos de nacionalidad moderna, la población ortodoxa de Bosnia es parte de la nación serbia, católica de la nación croata, mientras que la población musulmana de Bosnia = bosnios.

Libros escritos al respecto:

– Werner Schachinger, “Die Bosniaken kommen! Elitetruppe in der kuk Armee 1879 – 1918”

– Hans Fritz, “Bosnio”

– Ahmed Pašić, “Bošnjaki na Soški fronti”

– Werner Schachinger, “I Bosniaci sul fronte Italiano”

– Pero Blašković, “Sa Bošnjacima u svjetskom ratu”

– Pero Blašković, “BH3”

– Grupo de autores, “Des Kaisers Bosniaken”

Parece que las tropas de Bosnia y Herzegovina fueron la mejor parte del ejército kuk en la Primera Guerra Mundial.

Especialmente el Segundo Regimiento con 42 medallas de oro más altas por valentía, poseedor del récord en todo el ejército.

En total, las tropas de Bosnia y Herzegovina obtuvieron 106 medallas de oro, 63 de ellas para soldados musulmanes. Según Werner Schachinger, incluso las unidades que no son de Bosnia usarían fez bosnio en algún momento para hacer que el enemigo pensara que están luchando contra bosnios, lo que fue desalentador. Parece que la aventura más famosa de ellas fue la batalla por Monte Meletta durante los últimos días de mayo y primeros de junio del año 1916, donde las tropas bosnias derrotaron a las fuerzas italianas.

viernes, 24 de diciembre de 2021

Restauración Borbónica: Los ejércitos

Los Ejércitos de Restauración de los Borbones

W&W




La Primera Restauración

Cuando los ejércitos aliados ocuparon París, emitieron una declaración bajo el nombre del comandante en jefe austríaco, Schwartzenburg, negándose a tratar con Napoleón o cualquier miembro de su familia e invitando al Senado a formar un gobierno provisional. Por primera vez en público, en todo caso, los aliados proclamaron el derrocamiento del Imperio como uno de sus objetivos. Esto hizo inevitable la restauración de los Borbones. Tenía que haber una nueva constitución. Este fue el trabajo del Senado que aportó cinco de su número al gobierno provisional y veinte miembros a una comisión constitucional. Es decir, el organismo que asumió la responsabilidad de deponer a Napoleón el 2 de abril estaba compuesto por hombres de las antiguas legislaturas revolucionarias, los dignatarios del Imperio, funcionarios imperiales, oficiales y similares. Las concepciones de gobierno de todos estos hombres reflejaban sus antecedentes como políticos y funcionarios revolucionarios y napoleónicos. Habría una legislatura bicameral responsable de consentir los impuestos, un poder judicial independiente, igualdad de oportunidades, una amnistía para todas las opiniones políticas, libertad de religión y de prensa, igualdad fiscal y legal, garantías irrevocables para los propietarios de biens nationaux y reconocimiento de tanto el Antiguo Régimen como las noblezas imperiales. Aunque esto se cambió más tarde, incluso se dijo que Luis XVIII fue "llamado" al trono por "el pueblo francés", en otras palabras, la nación, no el rey, era soberana. Curiosamente, muchos miembros del Senado que redactaron este documento eran de los territorios anexados que finalmente se separaron de la propia Francia. En cierto sentido, por lo tanto, la Carta era un documento europeo, impuesto a los franceses sin ni siquiera un referéndum que lo respaldara. Todas las demás constituciones, excepto la de 1791, se habían presentado al electorado. No debería sorprender que la "Carta" se pareciera a la Constitución de 1791. El comité constitucional autoproclamado tenía literalmente una copia disponible para consultar.

Si los "hombres de 1789" triunfaban, era fundamental que los hermanos de Luis XVI aceptaran la Carta. En el evento, se les impuso. Cuando el conde d'Artois llegó a París a principios de abril con el uniforme de la Guardia Nacional nada menos, el Senado se mostró extremadamente reacio a reconocer su título de teniente general hasta que aceptó la Carta. El zar Alejandro también insistió en que lo reconociera. Así, el surgimiento de un régimen parlamentario en Francia dependió de un cuerpo completamente no elegido y del más despótico de los monarcas europeos. Sin ningún lugar al que acudir, concedió Artois. Ya en 1805, su hermano el Pretendiente había enterrado la Declaración de Verona que prometía una restauración integral del Antiguo Régimen. En cambio, el Pretendiente aceptó la estructura judicial, militar y administrativa existente, pero no dijo nada sobre una legislatura con poderes sobre impuestos. Otra declaración emitida desde su residencia inglesa en Hartwell el 1 de febrero de 1813 reiteró estos puntos y expresó la esperanza de que la cuestión de los biens nationaux pudiera resolverse mediante "transacciones" entre los propietarios actuales y anteriores. En privado, le desagradaba la idea de que el estado pagara a los ministros protestantes.

En las circunstancias de 1814 él también tendría que doblegarse y, reconociendo la realidad sin la mala gracia de Artois, esperó hasta la víspera de su entrada a París para publicar la Declaración de Saint Ouen el 3 de mayo que aceptaba los principios del proyecto del Senado. pero no el documento real. Una nueva comisión se puso a trabajar en una nueva carta que se diferenciaba de la anterior solo en que el Senado fue reemplazado por una Cámara de Pares nombrada por el rey, se abolieron los 'senatorios' y se adoptó la franquicia más restringida de todo el período. para la Cámara de Diputados. Esto puso el poder electoral de manera abrumadora en manos de los grandes terratenientes. Finalmente, el preámbulo de la Carta no reconoce la soberanía nacional; en cambio, se decía que la Carta era "concedida" por el rey. Así se plantaron las semillas de la revolución de 1830.

El hecho de que la Restauración se efectuó de la manera que se aseguró que no sería contrarrevolucionaria. Ninguno de los elementos de oposición al Imperio —el clero, los descontentos del ejército, la intelectualidad o los realistas de los Chevaliers de la Foi— jugó un papel crucial. Tampoco los reaccionarios absolutos. En 1790, Artois y los emigrados habían planeado efectuar la contrarrevolución mediante una combinación de conspiración militar e insurrección popular. Sin embargo, en 1814, los oficiales habían permanecido leales casi hasta el final y muchas de las tropas eran bonapartistas. De hecho, no ha habido un gran levantamiento realista. Incluso los realistas de Burdeos eran probablemente una minoría. En su forma más optimista, el pequeño ejército de Bordelais realista nunca llegó a tener más de 800 en una ciudad de 70.000 habitantes. En otros lugares, el realismo violento era raro. Los Chevaliers de la Foi intentaron apoderarse de Rodez, pero los líderes lo cancelaron cuando solo aparecieron 200 'caballeros'. Hubo un motín realista en Marsella el 14 de abril en el que multitudes de habla provenzal atacaron en vano la prefectura. Esto demostró que todavía existía el realismo popular, pero tales disturbios eran casi únicos. Incluso la vieja Vendée militaire y los chouans al norte de A Loire no se habían levantado, una indicación de cuán efectiva había sido la política del gobierno imperial de desarmar a Occidente. En cambio, los jóvenes habían respondido tratando de evitar el servicio militar obligatorio, y para la primavera había señales de un colapso general de la ley y el orden a medida que las bandas de bandidos deambulaban por el campo. Pero esto fue solo una pálida sombra de los grandes días de 1793.

Incluso hubo manifestaciones pro-bonapartistas. Los campesinos de Lorena, incitados más allá de lo soportable por la requisa o el pillaje total, formaron unidades partidistas. En realidad, uno de ellos estaba dirigido por un párroco cuyos hombres mostraban una habilidad considerable en los ataques de la guerrilla. Hay numerosos ejemplos de campesinos que matan a rezagados aliados o tropas de observación o recogen mosquetes de muertos aliados en el campo de batalla y se los entregan a los soldados imperiales o se acercan para ayudar a las tropas a mover cañones pesados ​​por los caminos embarrados de Champagne. A mediados de abril, los soldados apostados en Clermont-Ferrand contrarrestaron la lectura del decreto de deposición por parte del prefecto con gritos de `` ¡Vive l'Empereur! '', Mientras una multitud de soldados de caballería encabezada por oficiales subalternos derribaba la puerta de la catedral para hostigar un sacerdote que había desplegado la bandera blanca de los Borbones. En el campo de Auvernia, corrían rumores de que una restauración presagiaba la reimposición del diezmo y las cuotas feudales, mientras que más tarde ese verano en algunas comunas los campesinos desfilaron una efigie del rey sobre un asno. En Estrasburgo, los soldados casi se rebelaron cuando les dijeron que usaran la escarapela blanca realista. Casi en todas partes hubo una negativa generalizada a pagar impuestos, y en algunos lugares hubo rebeliones anti-rscales. En Haute-Garonne, Gironde, Vendée, Seine-Inferieure, Pas-de-Calais y en Marsella, AA Rennes, Cahors, Chalon-sur-Saone y Limoges, los funcionarios de los droits reunis y los octroi fueron atacados y sus registros quemados. . Los agentes realistas A y una proclamación del Príncipe de Conde habían llevado a la gente a creer A que esos impuestos serían abolidos o muy reducidos. En algunas regiones como Anjou, la gente actuó en base a esta propaganda, razonando que, dado que la guerra había terminado, no era necesario ningún impuesto, un ejemplo notable de la supervivencia de las nociones medievales de fiscalidad. Cuando Luis XVIII mantuvo los droits reunis, la decepción fue aguda.

Con el tiempo, los borbones restaurados podrían haber apaciguado estos temores, pero la experiencia de arriba hacia abajo pronto mostró que reconciliar a los sirvientes y leales de los regímenes imperial y realista no sería nada fácil. Como instrumentos importantes para derrocar a Napoleón, los senadores lo hicieron excepcionalmente bien. Solo 37 de los senadores franceses fueron excluidos de la Cámara de Pares de 155 miembros, 12 por ser miembros de la convención, mientras que 84 fueron incluidos, cada uno con una magnífica pensión de 36.000 francos. Hasta el final, habían sabido cuidarse a sí mismos. La continuidad del personal entre los tribunales superiores también fue grande, pero otras instituciones sufrieron más. Dado que estaba tan estrechamente identificado con el Emperador, no es de extrañar que el 40 por ciento de los miembros del Consejo de Estado fueran eliminados. No hubo una purga a fondo del cuerpo de la prefectura, pero 28 de 87 fueron despedidos por haber sido revolucionarios o fanáticos imperialistas, mientras que de los 36 nuevos nombramientos que hizo la primera Restauración, un tercio fueron ex emigrados. El número de nobles en el cuerpo en su conjunto casi se duplicó, una indicación significativa de quiénes pensaba el régimen que eran sus amigos. Mucho de esto era de esperar y las purgas no fueron muy grandes en comparación con las de los veinticinco años anteriores, pero los cortesanos volubles en torno al conde de Artois dejaron saber que esto era solo el comienzo de un vasto asentamiento. de cuentas. Inteligente e indolente, Luis XVIII no pudo amordazar a su hermano impetuoso y borroso.

Una historiografía descuidada suele culpar a los propios Borbones y a las declaraciones de ministros descuidados por lo que sucedió a continuación. Esto es demasiado simple. Independientemente de los errores cometidos por varios ministros, la opinión pública no se volvió contra la Primera Restauración de la noche a la mañana. En cambio, la opinión permaneció totalmente leal al Emperador.

En el esquema constitucional de las cosas, la gente común no contaba para nada, por lo que no se hizo nada para librarlos del impacto de la derrota de Napoleón. Así, el Emperador conservó gran parte de su popularidad mucho después de su abdicación. Las viejas baratijas napoleónicas (naipes, medallones, estatuillas A, periódicos, platos, etc.) continuaron circulando con la adición de grabados empalagosos del Emperador que venía al Rey de Roma al cuidado de la Guardia Nacional. quien supuestamente representaba a las gentes francesas. Los impresores emprendedores publicaron otros dibujos que representaban a un águila dormida con la leyenda: "¡Regresará!". Los prisioneros de guerra regresaron con rencor. Aquellos que regresaban de los espantosos cascos de los barcos prisión ingleses buscaban venganza. Los prisioneros de Alemania, a quienes los aliados habían invadido, sabían que no habían sido derrotados. Soldados como estos agradecerían una segunda oportunidad.

De hecho, hubo rumores desde el comienzo de la Restauración de que ya había regresado o se había escapado para levantar un ejército en Turquía. Los muelles de los tribunales inferiores estaban atestados de personas desafortunadas procesadas por haber gritado "¡Vive l’Empereur!" Al alcance del oído de un gendarme. Especialmente durante la Segunda Restauración, hubo muchos que predijeron que su tercera venida sería un preludio del fin de los días o que regresó en secreto y habló solo con aquellos que realmente creían o con niños inocentes.

Muchos simplemente se negaron a creer que el Emperador se había ido. Muchos creían que de alguna manera habían traicionado a Napoleón. Ni siquiera la derrota convenció a los soldados españoles que marcharon por las calles de Grenoble gritando ¡Vive l’Empereur! ¡Vive Le Roi de Rome! "

La Segunda Restauración

La restauración borbónica fue una época de inestabilidad política con el país constantemente al borde de la violencia política.

El ejército se comprometió a defender la monarquía española en 1824, logrando sus objetivos en seis meses, pero no se retiró por completo hasta 1828, en contraste con la anterior invasión napoleónica, esta expedición fue rápida y exitosa.

Aprovechando la debilidad del bey de Argel, Francia invadió en 1830 y nuevamente superó rápidamente la resistencia inicial, el gobierno francés anexó formalmente Argelia, pero tardó casi 45 años en pacificar completamente el país. Este período de la historia francesa vio la creación de la Armée d’Afrique, que incluía la Legión Extranjera Francesa. El Ejército ahora estaba uniformado con abrigos azul oscuro y pantalones rojos, que conservaría hasta la Primera Guerra Mundial.

La noticia de la caída de Argel apenas había llegado a París en 1830 cuando la monarquía borbónica fue derrocada y reemplazada por la monarquía constitucional de Orleans, las turbas resultaron demasiado para las tropas de la Maison du Roi y el cuerpo principal del ejército francés, simpatizantes a las multitudes, no se involucró mucho.




El Real Ejército de la Segunda Restauración Borbónica


El Azul se restableció en la Infantería con los Regimientos en 1820 cuando las Legiones Departamentales se disolvieron, en realidad estas Legiones tenían solo uno o dos y luego 2 o 3 Batallones de Infantería, un número muy pequeño tenía realmente compañías Scouts y la compañía de Artillería existía solo en uno. Legión.

Era un uniforme (casi) completamente azul con cuello rojo para todos los regimientos y después de 1822 varios colores de regimiento para el cuello y los puños y pantalones blancos para el clima cálido, así adoptado antes de las primeras campañas fuera de Francia desde 1815 (España en 1823, Grecia, Argel, Bélgica ...)

Los famosos pantalones garance fueron adoptados en 1829 bajo Carlos X, aunque mucha gente en Francia piensa que fue la Monarquía de julio quien los introdujo.

Los 6 regimientos suizos (2 de la Guardia y otros 4) se disolvieron en 1830 mantuvieron sus tradicionales uniformes rojos.



6. Francia: a) Fusilero, Legión Departamental 1816.

b) Trooper, 11th Chasseurs a Cheval (Régt de l’Isere), 1818.

Los detalles del uniforme de infantería francesa cambiaron varias veces después de la Restauración borbónica, con retrasos a menudo considerables en la adopción de nuevos patrones. Una placa de chaco de Borbón, expedida a algunas unidades a mediados de 1814, fue reemplazada al regreso de Napoleón por el antiguo patrón imperial (cuando fue posible), que a su vez fue reemplazado después de Waterloo. Después de la segunda Restauración se produjeron cambios más drásticos: la nueva Guardia Real continuó vistiendo de azul, pero los regimientos de línea se reorganizaron por completo en 'Legiones Departamentales' numeradas, cada uno de los tres batallones, vistiendo un uniforme del patrón de 1812 pero en blanco con revestimientos de colores. cada una de las ochenta y seis legiones tiene una disposición diferente del color en cuello, solapas y puños. Los colores de los revestimientos fueron, del 1º al 10º azul real; 11º-20º amarillo, 21º-30º rojo, 31º-40º rosa intenso, 41º-50º carmín, 51º-60º naranja, 61º-70º azul claro, 71º-80º verde oscuro y 81º-86º violeta. Los rebecadores y las plumas de chaco distinguían a las distintas compañías, fusileros que tenían insignias revertidas de la flor de lis, voltigeurs de cuerno de caza, cazadores de cuerno de caza y flor de lis, y granaderos de la tradicional granada explosiva. . Inicialmente, el chaco de 1812 se usó con la placa de Bourbon de 1814, pero en marzo de 1816 se introdujo un chaco de punta más estrecha, y en 1818 se adoptaron escarapelas de metal en lugar de tela blanca. Se usó un disco de tela acolchado en los shakos fusileros, de azul para el 1er batallón, rojo para el y, y verde para el 3 (hasta 1819 cuando se agregaron batallones adicionales; luego el 3er tomó discos amarillos y el 4to verde) con un latón. número de empresa en el disco. Granaderos y voltigeurs tenían pompones de rojo y amarillo respectivamente.

El uniforme de Chasseur a Cheval cambió considerablemente a lo largo de los años, estas tropas de caballería ligera en 1816 vestían chaquetas con solapas, tenían trenzas de estilo Hussar en 1822 y se volvieron de un solo pecho en 1831. Los shakos altos y cilíndricos tenían plumas negras con el color del revestimiento, más tarde cambió a plumas negras que caían, aunque los pompones también se usaban solos; en 1845 se adoptó el busby al mismo tiempo que las charreteras rojas (usadas desde 1831) se cambiaron a blancas.

Bajo los Borbones, los regimientos asumieron nuevamente títulos y números. Los regimientos de Chasseur a Cheval se organizaron en grupos de tres, el primero del grupo con cuello y ribetes del mismo color, el segundo con cuello verde y ribetes de colores, y el tercero con cuello de color y ribetes verdes. En 1818, los nombres de los regimientos y los colores de los revestimientos eran:



En 1822 este esquema cambió, con regimientos agrupados en cuatro, los dos primeros de cada grupo tenían cuellos de colores con ribetes verdes y los dos últimos de cada grupo tenían cuellos verdes con ribetes de colores. Los colores enfrentados en este momento eran: Ist-4th rojo 5th-8th amarillo, 9th-12th carmín, 13th-16th blue, 17th-20th deep pink, 21st-24th naranja.

Una característica interesante del uniforme ilustrado, tomado de una impresión contemporánea de Canu, es el elaborado método de llevar los cordones de shako.

7. Francia: a) Granadero, 7 ° Regt, Garde Royale (1 ° suizo), traje de gala, 1817

b) Músico, 8th Regt, Garde Royale (y suizo), de gala, 1817.

Era tradicional que la Guardia Real francesa incluyera unidades suizas, estas tropas estaban clasificadas entre los guardaespaldas más cercanos del Rey antes de la Revolución. Tras la primera Restauración, se estableció una compañía de Cent-Suisses, pero no revivió después de la campaña de Waterloo. En cambio, de los ocho regimientos de infantería de la Guardia levantados en la segunda Restauración, el 7º y 8º estaban compuestos por suizos y alternativamente titulados como 1º y 2º Regimientos suizos. A diferencia de los otros seis regimientos (que vestían uniformes azules), las unidades suizas continuaron vistiendo su tradicional uniforme escarlata, un color que había sido utilizado durante el Antiguo Régimen y por el cuerpo suizo de Napoleón; Mientras que los granaderos de los demás regimientos de la Guardia Real llevaban charreteras rojas (voltigeurs naranja, empresas centrales blancas y chasseurs verdes), para evitar un choque de colores entre chaqueta y charreteras, los granaderos de los regimientos suizos seguían vistiendo las charreteras blancas de la época de Napoleón. Toda la infantería de la Guardia Real llevaba los lazos de encaje en el pecho; el gorro de piel estaba reservado para los granaderos y el resto llevaba shakos.

Los músicos (en todos los ejércitos) se distinguían tradicionalmente por trajes inusuales, siendo la variación más frecuente que el cuerpo del uniforme era de un color diferente al del resto del regimiento. El uniforme ilustrado no es una excepción, ya que tiene el estilo clásico de "colores invertidos" (es decir, el cuerpo del abrigo en el color del revestimiento del regimiento y el cuello y los puños en el color habitual del abrigo). Una característica interesante de este uniforme es el chaco, que recuerda al patrón ruso "kiwer", pero de mayor altura. Las placas de shako para músicos eran frecuentemente de una forma más elaborada que las del resto, siendo en este caso una representación de las Armas Reales con un trofeo de banderas alrededor. Las "charreteras de trébol eran una distinción común de los músicos, que data del período napoleónico.



8. Francia: a) Trooper, Cuirassiers of the Garde Royale, 1820.

b) Trompetista, 3er Dragones, (Régt La Garonne), 1818.

En 1815 los Dragones franceses adoptaron un nuevo casco con cresta de oruga, pero fue reemplazado por un patrón con crin de crin autorizado en julio de 1821; pero parece probable que en algunos casos fue hasta 1825 antes de que se emitiera el nuevo modelo. Se mantuvo el color verde uniforme asociado con el período napoleónico, a los regimientos se les asignaron nombres y colores de revestimiento en un estilo similar al de los Chasseurs a Cheval, descrito en la Lámina 6. Los nombres, números y colores de revestimiento eran los que se muestran en la gráfico.



El uniforme ilustrado, sin embargo, muestra una variación interesante; un ornamentado uniforme de trompetista con un escudo de casco amarillo (en lugar del habitual negro), y un uniforme azul con revestimientos de regimiento pero con el encaje blanco de los músicos con óvalos carmesí entrelazados. El color del revestimiento también se apoyó en el shabraque.

Aunque la Guardia Imperial de Napoleón no había incluido coraceros, la Guardia Real Borbón sí lo hizo; dos regimientos, vestidos con uniformes casi idénticos, que recuerdan mucho a los coraceros del Imperio. Los cascos eran del modelo antiguo, pero con la crin de crin reemplazada por una pluma de pilar de cater y la coraza adornada con las armas reales. De lo contrario, el disfraz podría haber pertenecido a un regimiento de Napoleón. Ambos regimientos tenían penachos de casco blancos, pero el y tenía un mechón de bolas rojo en la base. Estos cascos fueron reemplazados en 1826 por un patrón que carecía del turbante de piel, aunque el Regimiento y no recibir el suyo hasta 1827

Otros regimientos de caballería de la Guardia también vestían uniformes basados ​​en los de sus predecesores imperiales. Los Dragones tenían cascos de latón con turbantes de piel de leopardo, crestas de oruga y plumas blancas, coatees verdes con fachadas rosadas; los Granaderos a Caballo tenían gorros de piel con plumas blancas para el 1º Regimiento y rojo y blanco para el 2º, abrigos azul oscuro con barras de encaje blanco en el pecho, con revestimientos rojos para el 2º Regimiento; y la Garde du Corps un casco similar al de los viejos Gendarmes, con un uniforme azul de rostro rojo, cada compañía se distingue de una manera singular, por cuadrados de colores en la bolsa-cinturón. Las primeras cuatro compañías que se levantaron tenían cinturones blancos, verdes, azules y amarillos respectivamente, y la quinta (cuando se formó) escarlata.



15. Francia: a) Soldado, Infantería de Marina, Desnuda, 1829.

b) Soldado, octavo dragón, 1827.

Esta placa ilustra el casco de Dragoon (también entregado en acero a los coraceros) que fue autorizado en 1821 pero en algunos casos probablemente no se adoptó hasta 1825, sucediendo al que se muestra en la placa 8. De un patrón muy inusual, del latón tradicional Dragoon, tenía una crin de crin y aigrette, y un "cepillo" de pelo a lo largo de la parte superior de la cresta. En 1826, se agregó la identificación del escuadrón en forma de una bola de color colocada en la parte inferior de la pluma, en azul para el primer escuadrón de cada regimiento, carmesí para el segundo, verde para el tercero, azul cielo para el cuarto, rosa -rosa para el 5º y amarillo para el 6º. Este casco duró hasta 1840, cuando fue reemplazado por un patrón más convencional con melena ordinaria y turbante de piel de leopardo. Las chaquetas seguían siendo de color verde dragón tradicional, pero en 1823 se habían introducido nuevos colores de revestimiento, de rosa oscuro para los Regimientos 1º a 4º, amarillo 5º al 8º, y carmesí para el 3º y 10º. Los pantalones eran grises con ribetes del color del revestimiento, luego se cambiaron a rojo liso para uso de desmontaje y rojo con refuerzo de cuero para servicio montado, pero parece que hubo variaciones en esta regla; ¡el estampado del que se toma esta placa muestra pantalones rojos con ribetes del color de revestimiento!

Los infantes de marina franceses, organizados en cinco divisiones en mayo de 1829, vestían un uniforme de lo más singular, tanto completo como desnudo. El casco de gala tenía una forma extraña, con una calavera esférica de cuero negro y un ala como un bombín, con una cresta de latón estrecha que sostenía una cresta de lana negra, una placa frontal de latón y protuberancias de latón en el lateral, en relieve con flores. motivo de-lys y chinscales de latón. La chaqueta de gala era corta, de color azul oscuro con botones de latón y escamas en los hombros, con un pantalón azul liso, polainas negras y la misma faja que se usaba sin ropa. El uniforme de desnudez (notablemente notable por la banda de la gorra a rayas y la barbilla) se usó con el mismo equipo que el traje de gala, con una caja de cartuchos de cuero negro con una insignia de ancla de latón en la parte posterior de la faja, en el medio de la espalda. . La bayoneta y la espada con empuñadura de bronce se usaban en ambos órdenes de vestimenta. Las divisiones de Brest, Toulon y (hasta 1832) Rochefort mantuvieron cada una una banda, las dos primeras de gran reputación; El uniforme de los tambor mayor incluía busby emplumado, fajín, maza y un patrón especial de sable. El casco de gala se abolió para el uso en el mar en 1832, pero permaneció en uso para servicio en tierra hasta 1840.



16. Francia a) Oficial, 8º Regt, Garde Royale (y Suiza), 1829.

b) Drum-Major, 7th Regt, Garde Royale (1st Swiss), 1830

c) Clarín, Compañía Ligera, Infantería, 1828.

Las Legiones Departamentales (Lámina 6) fueron reemplazadas en 1822 por regimientos de infantería numerados de la manera anterior, vistiendo chaquetas azul oscuro de un solo botonadura, pantalones blancos para el verano y azules para el invierno, y charreteras rojas para los granaderos, amarillas para los voltigeurs y hombros. correas para fusileros. En mayo de 1822 se asignaron colores de revestimiento a todos los 60 regimientos, una combinación diferente de cuello, puños, ribetes y vueltas que identificaban a los cuerpos individuales. Estos colores eran blanco para regimientos 1-4, 5-8 carmesí, 9-12 amarillo, 13-16 rosa-rosa, 17-20 naranja, 21-24 azul claro, 25-28 ante y 29-32 verde, el secuencia de colores que se repite del 33 al 60; los regimientos 61 a 64 se levantaron en febrero de 1823. En 1821 se introdujo otro nuevo shakoplato, y un nuevo shako en 1825, que tenía granaderos y voltigeurs que se distinguían por dobles pompones de rojo y amarillo, respectivamente. En 1828 se abolieron los colores de revestimiento, todos los regimientos de línea tomaron revestimientos rojos y amarillo de infantería claro.

Los músicos, como de costumbre, hicieron caso omiso de las regulaciones oficiales como lo muestra el corneta en esta placa; en 1827 se abolieron los galones de encaje en los brazos, pero se usan, aunque los cordones de cuello y puños autorizados no son los músicos de las compañías de fusileros a menudo usaban charreteras y plumas reservadas oficialmente para las compañías de flanco, mientras que en muchos casos los músicos de tambor todavía usaban el peletero.

Los dos regimientos suizos de la Garde Royale ilustrados muestran la progresión en el vestuario de los que se muestran en la Lámina 7. Los músicos vestían colores invertidos de azul con revestimientos rojos, los hombres de la banda (aunque no tamborileros y pífanos adscritos a empresas que llevaran la gorra de granadero o shako apropiada) que llevaban busbies; las chaquetas, ahora de botonadura sencilla, conservaban las tiras de encaje del pecho. El uniforme del tambor mayor ilustrado era típico del opulento vestido cubierto de encaje tradicionalmente asociado con los músicos franceses.

Otras unidades de infantería de la Guardia Real adoptaron la chaqueta con patrón de infantería en 1822, conservando sus distintivos encajes y los granaderos sus gorras de piel de oso.Los Regimientos 1, 2 y 3 tenían puños y vueltas de carmesí, rosa-rosa y amarillo respectivamente, el 4 ° 5 y el 6 ° con la misma secuencia de colores de revestimiento pero con puños azules, el color de revestimiento se muestra solo en las solapas de los puños y en los dobladillos. Las charreteras eran blancas para todos los regimientos, al igual que los cordones de las gorras de los chacos y los granaderos.



37 Francia: b) Soldado, tren de artillería, Garde Royale, 1824.

El uniforme ilustrado del Tren de Artillería de la Guardia Real recuerda fuertemente (en color) a su equivalente en el ejército de Napoleón. El casco, que lleva los brazos reales en la parte delantera, fue un desarrollo del estilo adoptado inmediatamente después de Waterloo, siendo similar al casco con cresta de piel de 1792 copiado originalmente del Tarleton británico.

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Ocupación aliada de Francia: 1815-1818 y se reconstruye el ejército francés realista

Revuelta en España

En enero de 1820, una revuelta liberal encabezada por las tropas españolas bajo el mando del general Rafael del Riego obligó al rey absolutista Fernando VII a implementar la constitución española de 1812. Esa constitución, llena de ventajas como el sufragio universal (al menos para los hombres) y la libertad de prensa, había sido redactado por la asamblea nacional española (las Cortes) cuando intentaban librar al país del rey José Bonaparte y las tropas de Napoleón durante la Guerra de la Independencia. Tras la resurrección de la constitución, Fernando se convirtió en prisionero de facto de las Cortes. Se retiró a Aranjuez, al sur de Madrid. Cuando una contrarrevuelta de los realistas extremos en julio de 1822 no logró liberarlo, Fernando pidió a los demás monarcas europeos que acudieran en su ayuda.

El tema fue abordado en el Congreso de Verona a finales de 1822. La Santa Alianza (Rusia, Prusia y Austria) estaba preocupada por la amenaza que representaban movimientos revolucionarios como el de España, y el zar ruso Alejandro I estaba ansioso por intervenir. Los británicos, representados en el Congreso por el duque de Wellington, se opusieron a la intervención. El ministro de Relaciones Exteriores de Austria, Clemens von Metternich, estaba a favor de restaurar a los monarcas legítimos, pero no quiso dar a Rusia una excusa para extender su poder.

Francia estaba en una posición incómoda. Como Fernando VII era miembro de la Casa de Borbón, los ultrarrealistas franceses estaban presionando al rey Luis XVIII para que rescatara a su primo lejano. Louis, sin embargo, desaprobaba el tipo de absolutismo de Fernando, y ni él ni el primer ministro Joseph Villèle estaban a favor de enviar tropas a España. La guerra sería cara, el ejército no estaba bien organizado y la lealtad de las tropas era cuestionable. Como compromiso, el gobierno ya había desplegado soldados a lo largo de la frontera con España, aparentemente para evitar la propagación de la fiebre amarilla a Francia. Este "cordón sanitario" se convirtió en un cuerpo de observación.

El representante de Francia en el Congreso de Verona, el ministro de Relaciones Exteriores Mathieu de Montmorency, estaba del lado de los ultrarrealistas. Ignoró las instrucciones de Villèle de limitar la discusión de la cuestión española. Argumentando que la agitación en España representaba una amenaza para toda Europa, y especialmente para Francia, Montmorency dijo al Congreso que las circunstancias podrían obligar a Francia a retirar a su embajador de Madrid, lo que llevó a las Cortes españolas a declarar la guerra a Francia. Luego preguntó si, si Francia se viera obligada a participar en una guerra defensiva con España, podría contar con el apoyo de sus aliados. Rusia, Austria y Prusia acordaron brindar apoyo moral y posiblemente material. Gran Bretaña no brindaría apoyo. En cambio, se ofreció a mediar entre Francia y España. La oferta fue rechazada. En medio de muchos lamentos por el asalto a la libertad española, Gran Bretaña finalmente adoptó una posición de neutralidad.

Aunque se allanó el camino para la intervención unilateral francesa en España, Villèle, respaldada por Luis XVIII, se negó a seguir el plan. Montmorency dimitió. Su reemplazo, François-René de Chateaubriand, también favoreció la intervención, argumentando que le daría a Francia la oportunidad de recuperar el estatus de gran potencia. Hubo intensos debates en la Cámara de Diputados. La presión ultrarrealista obligó a Villèle y al rey a ceder. El 28 de enero de 1823, Luis XVIII dijo a las Cámaras:

He hecho todo lo posible para garantizar la seguridad de mis súbditos y para preservar a España del infortunio extremo. La ceguera con la que se han rechazado las propuestas enviadas a Madrid deja pocas esperanzas de paz.

He ordenado la destitución de mi ministro y cien mil franceses, comandados por un príncipe de mi familia, están a punto de marchar e invocar al Dios de San Luis para preservar el trono de España para un descendiente de Enrique IV, para salvar ese hermoso reino de la ruina y reconciliarla con Europa.

El Ejército de los Pirineos, movilizado para la invasión, en realidad contaba con alrededor de 60.000. El problema de asegurar la lealtad de los soldados sin comprometer su eficiencia se resolvió dando órdenes primarias a los antiguos generales napoleónicos (que tenían la experiencia necesaria) y órdenes secundarias a los realistas (que era poco probable que se amotinaran). El sobrino de Luis XVIII, el duque de Angulema, fue nombrado comandante en jefe, a pesar de su falta de experiencia militar. No estaba muy interesado en el nombramiento, pero lo aceptó como un puesto de honor, dejando la dirección militar real del ejército al general Armand Guilleminot, que había servido bajo el mando de Napoleón.

El gobierno esperaba que la victoria sobre las fuerzas revolucionarias en España rompiera el espíritu de quienes conspiraban contra los Borbones en Francia. Muchos refugiados políticos franceses, incluidos algunos que habían huido a los Estados Unidos y habían participado en la colonia de la vid y el olivo o en el Champ d’Asile, lucharon del lado de los constitucionalistas españoles. Entre ellos se encontraba el indomable Charles Lallemand, que organizó una Legión de Refugiados franceses en España.

A principios de febrero de 1823, los espías de la policía informaron que habían escuchado que:

Antes de fin de mes, España habrá organizado un ejército de ciento ochenta mil hombres para oponerse a la invasión francesa; este ejército tendrá como vanguardia una legión francesa, que marchará bajo banderas tricolores; esta legión nombrará una regencia francesa con el príncipe Eugène Beauharnais a la cabeza….

El ejército francés será el desprecio de toda Europa; no puede esperar ningún éxito cuando lo manda un príncipe… que no tiene derecho a la confianza de los verdaderos franceses….

El primer tiro a los Pirineos será la señal de la caída de los Borbones en Francia, España y Nápoles. Tales son las esperanzas y oraciones de los liberales en todos los países.

El 6 de abril de 1823 se respondió a la cuestión de la lealtad del ejército. Un grupo de insurgentes liderados por el coronel Charles Fabvier intentó subvertir a las fuerzas francesas en el río Bidassoa que se preparaban para entrar en España. El grupo de Fabvier izó la bandera tricolor, cantó "La Marsellesa" e instó a los soldados a abandonar a los Borbones. En cambio, las tropas francesas obedecieron las órdenes del general Louis Vallin de abrir fuego contra Fabvier y sus hombres.

La guerra

Al día siguiente, el ejército francés entró en España. Encontraron poca resistencia. Como informó un visitante irlandés al país:

La Constitución, no importa cuál sea su excelencia o imperfección, ciertamente no ha logrado reunir en torno a ella los sentimientos y buenos deseos de la mayoría de los pueblos de ese país. … [Un] patético, para usar la expresión más suave, se impuso en todos los pueblos por los que pasamos después de salir de Madrid. De mis propias observaciones y de las de otros, puedo afirmar con seguridad que la gran mayoría de las personas en la línea de esa ruta no deseaba más que la paz. Se han visto molestos y perjudicados por las reiteradas contribuciones y los servicios de reclutamiento y, más tarde, por las previsiones de los impuestos del año en curso, ya que sus medios para cumplirlos son extremadamente limitados. ... Por más ardiente que sea el deseo de un inglés de que España pueda disfrutar de instituciones liberales (y si no tuviera un deseo de esta naturaleza, sería indigno de su país); Sin embargo, cuando vio que la idea de la libertad civil se llevaba en esa nación a un extremo que no prometía durabilidad, y que este extremo, sostenido sólo por bayonetas y por empleados oficiales, era el sistema inviolable que Inglaterra estaba llamada a ayudar con Con su poderoso brazo, no puede dejar de alegrarse de que esa ayuda fuera rechazada y de que la fuerza de su país se reservara para propósitos más dignos. ...
En los pueblos donde tuve ocasión de detenerme, no encontré a ninguna persona que no dijera, al menos, que se alegraba de que los franceses hubieran entrado en España. La gente pobre que la escuché más de una vez observó, nunca le gustó la Constitución, porque nunca ganó nada con ella. Desde que se estableció, no habían conocido la paz y les agradaban los franceses, porque les pagaban bien por todo lo que consumían. También se observó, que desde el establecimiento de la Constitución, esta parte del país fue invadida por ladrones; pero que todo eso ya había terminado, ya que los ladrones habían desaparecido desde que llegaron los franceses.

Los franceses pronto controlaron Navarra, Asturias y Galicia. Andalucía, el emplazamiento de Cádiz (la capital provisional de los constitucionalistas, a la que habían llevado a Fernando), tardó más en someterse. El 31 de agosto, en la única batalla significativa de la campaña, los franceses tomaron la fortaleza de Trocadero y dirigieron sus poderosos cañones hacia Cádiz. La ciudad se rindió el 30 de septiembre. Las Cortes se disolvieron y liberaron a Fernando VII, quien rechazó la constitución de 1812, resto de la monarquía absoluta roja y se vengó de sus oponentes. En noviembre, el duque de Angulema regresó a Francia, dejando atrás una fuerza de ocupación de 45.000. Los últimos soldados franceses no se retiraron hasta 1828.



Asalto francés al Fuerte Trocadero

Batalla de Trocadero

La expedición fue considerada un gran triunfo de la Restauración. Chateaubriand escribió:

Cuando entré en el departamento de Relaciones Exteriores, la legitimidad estaba a punto, por primera vez, de lanzar sus truenos bajo el drapeau blanc, de dar su primer golpe de canon después de esos golpes de imperio, que resonarán en la última posteridad. Si retrocedía, estaba perdida: si se coronaba con un éxito mediocre, se volvía ridícula. Pero en un solo paso para cruzar las Españas - para triunfar donde Bonaparte había sido desconcertado - para triunfar en ese mismo suelo en el que sus ejércitos se encontraron con el revés - para hacer en seis meses lo que no pudo hacer en siete años - aquí hay un verdadero ¡prodigio!

Villèle aprovechó la avalancha del patriotismo agradecido al nombrar un nuevo grupo de pares ultrarrealistas y convocar elecciones generales para principios de 1824. La izquierda y el centro fueron diezmados, dando a los ultrarrealistas una clara mayoría.

Luis XVIII, rey (1755-1824)

Cuando Bonaparte tomó el poder en 1799, los realistas esperaban que allane el camino para una restauración de la dinastía borbónica, en la persona del pretendiente Luis XVIII. En el caso, este hermano menor del desafortunado Luis XVI solo podría suceder al trono en 1814, después de la primera abdicación de Napoleón. En el momento de su adhesión tardía, contrariamente a la famosa burla que vivió en el pasado, Luis XVIII finalmente había aprendido un poco y olvidado algo del antiguo régimen. Su reciente estadía en Gran Bretaña quizás lo había suavizado, porque bajo la Revolución había pocos indicios de moderación.

Uno de los primeros emigrados que abandonaron Francia, en 1789, el conde de Provence, como se le conocía entonces, fue un reaccionario acérrimo que se negó a transigir con los principios de liberté, égalité y fraternité. De hecho, en vísperas de la Revolución instó a su hermano mayor a no ceder nada a la creciente oposición. No es sorprendente que la declaración que emitió desde su exilio en Verona (después de haber tomado el título de Luis XVIII a la muerte del hijo de diez años de Luis XVI, Luis XVII, en 1795) fuera una defensa tradicional del trono y el altar. Solo un regreso al sistema absolutista y aristocrático que había servido tan bien a Francia durante casi mil años, argumentó, podría salvar al país de su terrible situación.

Tras el Terror, el momento de la restauración parecía maduro. Sin embargo, una apelación tan inflexible al pasado decepcionó a la mayoría de los realistas renacientes, que no deseaban nada más que un regreso a la monarquía constitucional de 1791. Aunque la República parecía inviable, el extremismo exhibido por Luis parecía igualmente inviable. De ahí la atracción de Napoleón, que se apresuró a sofocar los rumores de que podría ser el equivalente francés del general Monck (restaurador de Carlos II en la Inglaterra del siglo XVII) al afirmar que Luis solo marcharía al poder sobre miles de cadáveres franceses.

El grado de estabilidad interna que logró Napoleón y, sobre todo, el restablecimiento de la Iglesia católica, hicieron que Luis permaneciera aislado. El asesinato extrajudicial en 1804 del duque de Enghien, miembro de la Casa de Borbón, seguido de cerca por la creación del Imperio hereditario, desterró todas las esperanzas de una restauración monárquica a un futuro posnapoleónico, que se materializó solo con la derrota de Napoleón. en 1814.

Incluso entonces, el anciano, y bastante corpulento, Luis tuvo que soportar la indignidad de volver al exilio cuando Napoleón lanzó la aventura de los Cien Días en 1815. Aún era más difícil para Luis hacer caso omiso de la acusación de que había regresado en el tren de equipajes de los aliados victoriosos, beneficiario de la derrota francesa. También hubo una severa reacción política cuando Louis fue restaurado por segunda vez, pero resistió la presión de los llamados ultra-realistas y comenzó a consolidar una monarquía parlamentaria liberal. Fueron las políticas más reaccionarias de su hermano menor y sucesor, Carlos X, las que provocaron la caída definitiva de los Borbones en 1830.


Referencias y lecturas posteriores

Dallas, Gregor. 2001. 1815: The Road to Waterloo. London: Pimlico. Mansel, Philip. 1981. Louis XVIII. London: Blond and Briggs.

viernes, 29 de octubre de 2021

Armas antiguas: El arcabucero español

Arcabucero español

Weapons and Warfare






1568. Batalla de Jemmingen. Arcabuceros españoles. Angel García Pinto para la revista Desperta Ferro

Gonzalo de Córdoba, (1453-1515).


"El Gran Capitán". General castellano que reformó los tercios, reduciendo la dependencia de las armas de asta y llevando más cañones a las formaciones de picas reforzadas que podían operar de forma independiente debido a su mayor potencia de fuego. Luchó en la guerra civil de Castilla que acompañó a la ascensión de Isabel al trono. A continuación, luchó en la larga guerra para conquistar Granada. Fue enviado a Nápoles desde 1495 hasta 1498 para detener la conquista francesa. Perdió ante la infantería mercenaria suiza en Seminara, pero ajustó su estrategia y empujó lentamente a los franceses fuera del sur de Italia. Usó las mismas tácticas en Italia que funcionaron en Granada: erosión progresiva del control del enemigo sobre los puestos de avanzada y el campo, bloqueando guarniciones y evitando batallas campales donde pudo. Luchó contra los suizos de nuevo y ganó en Cerignola (1503), dándoles su primera derrota en batalla en 200 años. Volvió a golpearlos ese año en su campamento en el río Garigliano. Entre la lucha contra los franceses y los suizos luchó contra los moriscos rebeldes en Granada y contra los otomanos en nombre de España y en alianza con Venecia. Se retiró en 1506, bien considerado como un gran general de la guerra con lucios y arcabuces.

Tercio

"Tercero." El nombre deriva de la división tripartita común a las plazas de infantería modernas tempranas, especialmente la unidad de infantería principal en el sistema español de los siglos XV-XVI. Los tercios comenzaban con 3.000 hombres, pero los tercios pesados ​​podían tener hasta 6.000 hombres cada uno, formados en 50 a 60 filas con 80 hombres por fila. Eran unidades súper pesadas de piqueros armados y tácticamente disciplinados, apoyados por arcabuceros y un número menor de mosqueteros pesados ​​en las esquinas. Para los observadores contemporáneos, parecían "campos de maíz de hierro" que ganaron a través de la conmoción y la gran masa en lugar de una maniobra inteligente. Otros vieron en el tercio una “ciudadela andante” cuyas esquinas guardas de arcabuceros agrupados le daban la apariencia de un castillo móvil con cuatro torretas, especialmente después de las reformas introducidas por Gonzalo de Córdoba en 1500. Quería que los tercios se enfrentaran mejor a los suizos. por lo que agregó más picas en el frente, pero también muchos más hombres armados para reemplazar la antigua dependencia de las armas de asta. Estas formaciones pueden tener solo 1200 hombres. El nuevo tercio todavía era pesado y pesado en movimiento, pero era una unidad más flexible con una potencia de fuego mucho mayor que podía excavar para defenderse o avanzar para destruir la fuerza principal del enemigo según lo sugirieran las circunstancias. Esta reforma dio sus frutos por primera vez en Cerignola (1503). En Pavía (1525), los tercios destruyeron a los franceses bajo Francisco I. Durante dos generaciones después de eso, la mayoría de los oponentes declinaron la batalla contra los tercios siempre que fue posible, y se convirtieron en la infantería más temida de Europa. Siguieron siendo dominantes durante casi cien años. Su desaparición se produjo durante la Guerra de los Treinta Años cuando los ejércitos holandeses y suecos más flexibles se dividieron en regimientos más flexibles y más pequeños. Estas unidades aplastaron los tercios con tácticas de armas combinadas que también emplearon artillería de campaña y un retorno al choque de caballería.

Arcabuz

También "arkibuza", "hackbutt", "hakenbüsche", "arcabuz". Cualquiera de los varios tipos de armas de fuego tempranas, de fuego lento y de pequeño calibre que se encienden con una mecha y disparan una bola de media onza. El arcabuz fue un avance importante en el primer "cañón de mano" donde se aplicó un alambre calentado o un fósforo lento de mano a un orificio táctil en la parte superior de la recámara de un tubo de metal, un diseño que hacía imposible apuntar con la línea de visión. Ese tosco instrumento fue reemplazado moviendo el orificio de contacto hacia un lado en el arcabuz y usando una palanca de disparo, o serpentina, ajustada a la culata que aplicaba el fósforo a una bandeja de cebado externa junto a la recámara. Esto permitió apuntar el arma, aunque el fuego dirigido no fue preciso ni enfatizado y la mayoría de los arcabuces ni siquiera estaban equipados con miras. El rango de precisión máximo varió de 50 a 90 metros, con el rango óptimo de solo 50 a 60 metros. Como todas las primeras armas, el arcabuz se mantuvo de pequeño calibre debido al gasto de la pólvora y al peligro de ruptura o incluso explosión del cañón. Sin embargo, los arcabuces del siglo XV tenían cañones largos (hasta 40 pulgadas). Esto reflejó el paso a la extracción de pólvora.

El desarrollo del arcabuz como arma de fuego personal completa, "cerradura, culata y cañón", permitió que el retroceso fuera absorbido por el pecho. Eso rápidamente hizo que todas las pistolas antiguas se volvieran obsoletas. Más tarde, un cambio a disparar desde el hombro permitió desplegar arcabuces más grandes con mayor retroceso. Esto también mejoró la puntería al permitir avistar por el cañón. El arcabuz reemplazó lentamente a la ballesta y al arco largo durante el siglo XV, sobre todo porque su uso requería menos habilidad, lo que significaba que las tropas menos costosas podían armarse con arcabuces y desplegarse en regimientos de campaña. Esto encontró cierta resistencia: un capitán condottieri solía cegar y cortar las manos a los arcabuceros capturados; otros conservadores militares hicieron fusilar a los arcabuceros al ser capturados. Un papel intermedio de los arcabuceros era acompañar a los picos para protegerse de la caballería enemiga armada con pistolas de bloqueo de ruedas de corto alcance. Entre las batallas notables que involucran arcabuceros se encuentran Cerignola (21 de abril de 1503), donde arcabuceros españoles dispuestos detrás de una empalizada de madera devastaron a los franceses, recibiendo el crédito de los historiadores militares como las primeras tropas en ganar una batalla con armas de fuego personales; y Nagashino, donde los 3.000 arcabuceros de Nobunaga Oda aplastaron a un ejército samurái más tradicional. El arcabuz finalmente fue reemplazado por el mosquete más poderoso y pesado.

Arcabuz vs tiro con arco

En términos de precisión, el arcabuz era extremadamente inferior a cualquier tipo de arco. Sin embargo, el arcabuz tenía una velocidad de disparo más rápida que la ballesta más poderosa, tenía una curva de aprendizaje más corta que un arco largo y era más poderoso que cualquiera de los dos. Un arcabucero podía llevar más munición y pólvora que un ballestero o un arquero con flechas o flechas. El arma también tenía la ventaja adicional de asustar a los enemigos (y asustar a los caballos) con el ruido. Quizás lo más importante es que producir un arcabucero eficaz requería mucho menos entrenamiento que producir un arquero eficaz. Durante un asedio, también era más fácil disparar un arcabuz por las lagunas que un arco y una flecha.

En el lado negativo, la munición disparada no se pudo recoger y reutilizar como flechas y flechas. Esta es una forma útil de reducir el costo de las municiones de práctica o de reabastecerse si controla el campo de batalla después de una batalla. El arcabuz era más sensible al clima húmedo. La pólvora también envejece mucho más rápido que un perno o una flecha, especialmente si se almacena de forma incorrecta. Además, los recursos necesarios para fabricar pólvora estaban menos disponibles universalmente que los recursos necesarios para fabricar flechas y flechas. Una bala debe encajar en un cañón mucho más exactamente de lo que una flecha o un perno deben encajar en un arco, por lo que el arcabuz requiere más estandarización y dificulta el reabastecimiento mediante el saqueo de los cuerpos de los soldados caídos. También era significativamente más peligroso para su usuario. El arcabucero lleva mucha pólvora en su persona y tiene una cerilla encendida en una mano. Lo mismo ocurre con los soldados a su lado. En medio de la confusión, el estrés y las torpezas de una batalla, los arcabuceros son potencialmente un peligro para ellos mismos. Los primeros arcabuces tendían a tener un retroceso drástico, tardaban mucho en cargarse, a menos que se utilizara la estrategia de "fuego continuo", en la que una línea disparaba y recargaba mientras que la siguiente línea disparaba. Cuando estaban mojadas, las armas eran casi inútiles; también tendían a sobrecalentarse. Durante los disparos repetidos, las armas pueden obstruirse y explotar, provocando la rotura de piezas de metal y madera, lo que podría ser peligroso para el artillero e incluso para quienes lo rodean. Además, la cantidad de humo producida por las armas de pólvora era considerable, lo que dificultaba ver al enemigo después de algunas salvas. Antes del bloqueo de la rueda, la necesidad de una cerilla encendida hacía que el sigilo y el ocultamiento fueran casi imposibles, especialmente de noche. Incluso con un ocultamiento exitoso, el humo emitido por un solo disparo de arcabuz haría bastante obvio de dónde vino un disparo, al menos a la luz del día. Los arcos y ballestas pueden disparar sobre obstáculos disparando con trayectorias balísticas de alto arco para alcanzar al enemigo cuando tiene algo de cobertura frontal pero no superior (como cuando sus propias tropas están en combate cuerpo a cuerpo con el enemigo), aunque con mucha menos precisión . Un arcabuz no puede hacer esto.