viernes, 24 de noviembre de 2023
martes, 21 de noviembre de 2023
SGM: La vida del soldado
El infierno cotidiano de los soldados en la Segunda Guerra Mundial: qué comían, el sexo y sus temores
Cómo fueron los días de la infantería. Hambre, olores, suciedad, heridas y mucha muerte. Los sonidos del campo de batalla. De qué manera los enfermeros y los médicos elegían a quién priorizar. Pocas semanas atrás salió el libro Puro Sufrimiento de Mary Louis Roberts (Siglo XXI) que indaga estas cuestionesPor Matías Bauso || Infobae
Cuando se habla y se escribe sobre la guerra se suele hacer foco en las grandes batallas, en las decisiones estratégicas claves, en los bombardeos a ciudades, en el movimiento de enormes batallones, en los desembarcos masivos que desequilibran la contienda; vemos los mapas en las salas con boiserie en las paredes en los que los generales mueven soldaditos de juguete, tanquecitos y trazan flechas. Los discursos memorables, los desfiles triunfales, los juicios aleccionadores a los criminales de masas. Pero hay otro plano, el humano, el de los soldados sin mayor preparación que deben poner el cuerpo en las peores condiciones, que se exponen a la muerte en cada segundo. ¿Cómo eran los días de esos jóvenes? ¿A qué se enfrentaban? ¿Cuáles eran las condiciones en las que luchaban? La Segunda Guerra Mundial ha sido contada por la literatura, por la historia y por el cine de muchas maneras posibles. A veces se ha soslayado una dimensión indispensable, la de la vida cotidiana de los soldados. Esa escala humana, por fuera de estrategias y grandes ataques tácticos, cambia la perspectiva de las cosas. Y modifica convicciones, debilita certezas, expone el horror.
Algo de eso consignó el General Patton en su diario después de visitar a los heridos en un hospital de campaña en Sicilia: “Había un herido muy grave. Era una masa de carne horrorosa y sangrienta que no me convenía mirar; de lo contrario, habría sentido algo personal al mandar soldados a la batalla. Algo fatal para un general”.
Lo humano de la guerra
La editorial Siglo Veintiuno acaba de editar Puro Sufrimiento. La vida cotidiana de los soldados en la Segunda Guerra Mundial de la historiadora Mary Louise Roberts. El libro es un estudio magnífico y cautivante sobre un aspecto algo menospreciado en la narrativa de los conflictos bélicos: las historias humanas, la manera en que transcurrían los días los soldados que estaban en el frente de batalla. Cómo vestían, qué comían, cómo lidiaban con el aseo, qué sucedía con los heridos y los muertos. Roberts a través de cartas, memorias, diarios y hasta obras de ficción de ex combatientes recrea esos días en el frente; se centra en los soldados de infantería en los últimos años de la Guerra.
La vida de los soldados en el frente era miserable. Pasaban hambre, frío, casi no dormían. Tenían miedo.
No sólo el enemigo provocaba bajas. Para el final de la Segunda Guerra Mundial había más muertos y heridos por las condiciones climáticas que por las balas de los otros. La lluvia, el frío, la nieve mataban.
A veces no había posibilidad de combatir la helada. Un soldado contó que si se dejaba las antiparras puestas, se congelaban en la nariz. Y que si se las quitaban, los ojos lloraban y las lágrimas quedaban petrificadas en la mitad de las mejillas o que, cosa peor, quedaban colgadas como estalactitas de los párpados y los sellaban: un candado de gélido.
Los soldados en muchas ocasiones no podían controlar los esfínteres, se hacían encima. A veces bajo el fuego enemigo. El miedo hacía su parte. También porque en medio de un bombardeo es difícil, ir detrás de un arbusto a hacer sus necesidades, o salir de la trinchera. Nadie quería morir con los pantalones bajos. Muchas otras veces por la mala alimentación y las enfermedades. La diarrea se volvía incontenible (ellos preferían llamarla disentería, un nombre algo más elegante). El olor los delataba pero nadie decía nada. Era algo habitual que a cualquiera le podía pasar. Un soldado recordó: “Ese invierno era fácil ubicar a nuestra unidad. Sólo había que seguir los charcos marrones que íbamos dejando en la nieve por la disentería”.
Los sonidos que alertan
Bajo situaciones de peligro, se sabe, los sentidos se aguzan. Y esos combates eran, entre otras cosas, un concierto de ruidos y sonidos con significados muy claros. Y cada soldado debía aprender a decodificar silbidos, explosiones, pasos apagados sobre hojas, motores de jeeps o de aviones, aun sin verlos. En esa capacidad de escucha estaba, muchas veces, la posibilidad de sobrevivir. Los sonidos brindaban información.
En su libro, Roberts cita a G.W.Target, un soldado británico. Es una descripción de la batalla desde el oído: “Continuo rechinar de un metal contra otro o contra la piedra, explosiones, chasquidos, gritos, llantos, rugidos o trueno mecánicos, convulsiones, temblores de la tierra o de la carne agonizante, crujidos de maderas o de huesos, estampidos cercanos o lejano, estallidos inesperados, tronar de cañones y de bombas”. Y eso sucedía de día, de tarde, de noche. Era un continuo desesperante.
El sonido más temido era el del cañón alemán de 88 mm. Era aterrador. Su poder letal era devastador. Y, era tan veloz, que no les daba tiempo siquiera de tirarse cuerpo a tierra. Roberts cita a un soldado que cada vez que escuchaba disparos del cañón de 88 tenía una inoportuna erección: “El pánico y la sangre me inundaban las ingles, una reacción casi pavloviana”.
Mientras había ataques y contraataques, los ruidos eran ensordecedores y enloquecían. Los generales querían provocar esa sensación en el enemigo: alienarlos, llenarlos de temor. No se daban cuenta de que sus hombres pasaban por lo mismo. Pero había algo mucho peor que el fuego cruzado. Lo que venía después. Ya sin detonaciones ni balazos, lo que reinaba no era el silencio. Nacía, crecía, un coro de gemidos, lamentos, alaridos de dolor, rezos y llamados desesperados de los agonizantes a sus madres.
Los soldados no sólo estaban a ciegas en sus trincheras, envueltos por la oscuridad, bajo el diluvio de balas y bombas enemigas. No sabían nada, tampoco, de los grandes movimientos. En la mayoría de las oportunidades, después de varias jornadas de marchas, batallas y ataques, desconocían en qué lugar se encontraban, cuál era su misión y hacia dónde se dirigían. Tampoco cuál era el panorama general: ¿estaban ganando? ¿Acaso perdían? Ellos sólo veían los muertos a su alrededor. Los que alfombraban los caminos. Los suyos y los de los otros. Y rezaban para salir con vida de ahí. Se puede decir que los soldados en el frente, los de infantería, sólo sabían dos cosas: que debían matar enemigos y evitar ser matados.
También creían saber, fueran del bando que fueran, que ellos eran los buenos y los otros los malos. Esa convicción se deshacía cuando se cruzaban con heridos muy graves y con cadáveres. El monstruo que estaba enfrente, de pronto, recuperaba su humanidad aunque ya fuera tarde.
Uno de los incentivos que encontraban era la amistad con sus compañeros de batalla. Otro el de alcanzar pequeños objetivos (muy) inmediatos. La siguiente comida, la próxima ducha.
Pero muchas veces estas instancias no eran tan habituales ni gratificantes. Empecemos por el baño.
Prohibido bañarse
A pesar de que los soldados estaban hechos sopa, siempre empapados por las lluvias y hasta por las nevadas, no era fácil acceder al agua potable. Por eso debían llevarla con ellos y se racionaba. Sólo era para beber. A nadie se le ocurría, como bien escaso, desperdiciarla en aseo.
Los uniformes no se reemplazaban con asiduidad. En algunos casos parecían armaduras en vez de uniforme modernos. El barro los endurecía de tal manera que cuando se quería doblar una manga, se quebraba la tela. Se podía hacer percusión sobre ellos. Un corresponsal de guerra describió a un batallón como “piezas de barro con forma de hombres”.
La guerra presentaba un contrasentido para los militares. Siempre preocupados por el orden, por la pulcritud, por el vestuario reluciente y completo, en combate todo era suciedad, barro, olores penetrantes, calzoncillos con una costra congelada de material fecal. Tanto es así que la suciedad extrema se convirtió en sinónimo de heroísmo, casi una condición indispensable para la victoria.
De toda la vestimenta el mayor problema era el calzado. Las botas de los norteamericanos no eran lo suficientemente buenas (Roberts afirma que las inglesas eran mucho mejores). Eso era un verdadero problema. La muerte, en muchos casos, empezaba por los pies. Los soldados vivían sumergidos en el barro. Mientras marchaban, mientras esperaban para entrar en acción, en sus trincheras. El agua penetraba ese calzado que no estaba hecho con los mejores materiales (la industria norteamericana destinaba la goma primordialmente para las ruedas de los vehículos y las orugas de los tanques). Las medias escaseaban, entonces no se cambiaban con tanta asiduidad. Los soldados tenían sus pies siempre húmedos. Pocas veces se quitaban las botas. Nadie se exponía a que el ataque de los oponentes los sorprendiera descalzos. En un mes, tal vez, sólo se quitaban los zapatos tres veces. Todo lo hacían calzados.
La mala calidad de las botas, la humedad permanente, que nunca estuvieran descalzos eran factores que provocaban enormes problemas. El más evidente y masivo era el pie de trinchera. Los pies negros, con hedor, deformados por la hinchazón, al borde la gangrena, con la piel que se desprendía a jirones. Una vez que se quitaban las botas no se las podían volver a poner, ni siquiera podían volver a caminar y debían ser hospitalizados. El pie de trinchera produjo muchísimas bajas.
El olor de la guerra
La guerra también es hedor: mierda, transpiración, el olor dulzón de la carne chamuscada, pólvora, el combustible, suciedad, la pestilencia de los cuerpos descomponiéndose.
Los soldados, sin poder bañarse, olían mal. Los campos de batalla aquietados apestaban.
En las campañas largas, los soldados comían las raciones que les enviaban, Estaban pensadas para proveerlos de energía y para que pudieran ser ingeridas en cualquier circunstancia. El gobierno norteamericano le pidió a Hershey que las barras de chocolate fueran nada más que un poco más sabrosas que una papa hervida. No querían que los soldados las utilizaran como moneda de cambio, ni que las comieran como un gusto, sino que las utilizaran para incorporar energía.
Los hombres se quejaban de esas raciones. Las latas con carne, por lo general, tenían una capa congelada que era impenetrable. Muchas veces usaban sus bayonetas para poder cortarlas. Al principio muchas se negaban a comer, pero con el correr de los días el hambre hacía su trabajo.
Cuando se las daban a algún prisionero alemán, solían bromear que esas raciones debían estar prohibidas por la Convención de Ginebra.
La comida era siempre fría. Excepto en campamentos seguros, no se podía prender fuego para que el humo no alertara al enemigo. Había algunas sopas pensadas para comer en campaña. Traían un pequeño dispositivo calentador en el medio que se activaba poniendo un cigarrillo encendido en la base de la lata. 3 o 4 minutos después el contenido estaba caliente.
Muchos soldados deseaban tener una herida grave pero que no los dejara incapacitados ni con secuelas permanentes (blightys las llamaban). Una herida con la gravedad suficiente para sacarlos de la guerra, para que los regresaran a sus casas, pero enteros. Sin mutilaciones, sin ceguera, sin la pérdida de sus genitales, ni discapacidades.
Las heridas más temidas eran en los genitales y en la cola. Muchos dormían con sus cascos sobre las ingles, para protegerse. Preferían no despertar que ser capados por las balas enemigas.
A los heridos los trasladaban de noche. Para que no fueran vistos ni por las poblaciones cercanas ni por sus compañeros, para no minar el ánimo. En los hospitales de campaña y en los de la retaguardia la actividad era constante. Los médicos podían operar decenas de pacientes durante guardias de 36 horas consecutivas. Algunos doctores han llegado a dormir parados durante unos pocos minutos para después continuar.
Había una tarea sensible y muy desagradable. La de determinar a quién asistir. No tenían ni tiempo ni recursos para ocuparse de tantos heridos, en especial tras alguna refriega sangrienta. La primera selección la hacían los enfermeros y camilleros que recorrían el campo de batalla tras los enfrentamientos. No habían estudiado medicina pero fueron desarrollando el instinto para descubrir quienes necesitaban ayuda inmediata, quienes estaban desahuciados y quienes pese a la sangre abundante padecían heridas leves o al menos no mortales. A los que recibían morfina le escribían la hora y la dosis en la frente.
Los doctores debían tomar decisiones. Definir quiénes podrían ser salvados, por quién valía la pena hacer el esfuerzo. Sabían, por ejemplo, que una cirugía de abdomen les llevaba más de una hora y que la posibilidad de sobrevida era del 50 %. Debían sopesar que en ese lapso podían hacer cuatro operaciones de extremidades y asegurar la vida a cuatro soldados.
Lo que nadie podía tratar en ese lugar y en ese momento eran las secuelas de otro tipo. Nadie podía asegurar que no sufrieran durante mucho tiempo (o permanentemente) de problemas psiquiátricos y traumas varios por la vida miserable que llevaron, por el miedo que tuvieron que padecer, por los hombres que debieron matar, por los horrores y las toneladas de muerte que presenciaron.
martes, 26 de julio de 2022
miércoles, 23 de febrero de 2022
Alimentación: La manteca de cerdo como producto de guerra
La manteca de cerdo como producto de guerra y objeto de mitos
Roman Skomorokhov || Revista MilitarManteca ... ¿Cuánto hay en esta palabra, no? Y con esta palabra, una imagen bastante grotesca de un vecino regordete de Ucrania ha ido surgiendo con firmeza durante mucho tiempo, con solo una losa de sales del espesor de una palma, una botella de líquido orgánico, relleno de maíz, etc.
Mientras tanto, Ucrania ni siquiera está incluida entre los diez primeros países del mundo por el consumo de manteca de cerdo. Este es un hecho, aunque controvertido. Y en Ucrania, el cerdo se ha convertido no hace mucho en amigo del hombre según los estándares históricos .
Y lo más interesante es que en los albores de su aparición en la dieta humana, la manteca de cerdo era exclusivamente un producto militar. Hace miles de tres años.
Sin embargo, vayamos en orden y sumérjase en la historia.
Los antiguos romanos fueron los inventores de la manteca de cerdo. Este es un hecho indiscutible, aunque los italianos hicieron todo a su manera. Es difícil decir quiénes espiaron los romanos en la receta, hay varias versiones. En general, los romanos eran maestros en apropiarse y rehacer algo por sí mismos, no peor que los chinos modernos. Así que las versiones que espiaron de la receta de los piratas fenicios o cartagineses tienen derecho a la vida. Aunque podrían haberlo pensado ellos mismos. Después de más de tres mil años, es difícil de juzgar.
Sin embargo, la evidencia la proporcionan los recipientes de salazón conservados muy antiguos, cuya edad corresponde exactamente a la cifra dada. Es decir, los baños de mármol tienen en realidad unos tres mil años y todavía se utilizan.
¿Cómo te fue? Todo comenzó en una pequeña ciudad de la costa italiana de Liguria, donde se extraía mármol. Colonnata fue el centro de la extracción de mármol de Roma. La extracción de mármol y su transporte a Roma (unos 400 km, una distancia decente para aquellos tiempos) requirió personas. Quienes obtienen mármol, lo entregan al puerto de Marino di Carrara, lo cargan en barcos, lo llevan al puerto cerca de Roma, lo descargan, lo cargan en carros y lo llevan a Roma.
Es decir, para tal trabajo se requería un grupo de esclavos y marineros, cuya existencia no era muy diferente a la de un esclavo. En consecuencia, se necesitaba comida barata para alimentar a este pequeño ejército.
Y así nació el plato, que se llamó "Lardo di Colonnata". "Lardot de columnata". "Lardo" fue elaborado a partir de Chinto Senese, esta es una raza de cerdos italianos, ágiles, cerdos tan negros, ágiles y vivaces. Suena como la palabra manteca de cerdo, ¿no?
Los cerdos de Kolonnata proporcionaban regularmente carne y manteca de cerdo. Con la carne todo está claro, Y gordo ... ¡Pues no lo tires! El mármol en Colonnade era simplemente montones, las cuevas en las canteras daban suficiente espacio y con humedad y temperatura constantes.
Luego de cortar los cadáveres, se colocó el tocino en estas artesas de mármol, luego de frotar el fondo y las paredes con ajo silvestre, espolvoreado con sal marina, el mar estaba a solo 11 kilómetros de distancia, más hierbas de la montaña de la zona. ¡Más de trescientas recetas han llegado hasta nuestros días!
Salado durante mucho tiempo. Mataron a los cerdos en el otoño, el tocino permaneció en los baños hasta la primavera. Y en la primavera, solo el producto estaba muy en el tema. Además, se almacenó sin problemas.
Naturalmente, los soldados de tierra también estaban interesados en la manteca de cerdo. Para entonces, ya había aparecido "Lardum", es decir, grasa de cerdo extraída. "Lardum" o, en nuestra opinión, manteca de cerdo (también conocido como manteca de cerdo), también se distinguió por su contenido calórico y facilidad de almacenamiento.
Bajo el emperador Justiniano el Grande (483-565), la manteca de cerdo se convirtió en un producto oficial en las legiones romanas. Y la legión, ya sabes, ya no son esclavos en canteras ni remeros en barcos.
Bueno, sucedió que doscientos años después, en algún lugar del siglo I d.C., los aristócratas también prestaron atención a la manteca de cerdo. Y a los enormes baños de mármol para esclavos en las cuevas se agregaron pequeños baños patricios. La esencia es la misma, solo para la aristocracia el mármol fue pulido con más cuidado, la grasa para los patricios fue la más selectiva. La más adecuada era la manteca de cerdo de la columna vertebral, de no más de 4-5 cm de grosor.
Esta manteca de cerdo "aristocrática" se salaba durante un máximo de 8 meses y se servía no solo como pan negro y ajo, sino con verduras al horno como guarnición. , con anís y romero.
Dado que el cerdo es una fuente de carne tan autopropulsada y sin pretensiones, es lógico que las manadas pudieran moverse autopropulsadas donde lo necesitaran. Y dado que la manada estaba impulsada, tenía sentido aprovecharla al máximo. Entonces, después de la matanza, los cadáveres se chamuscaron con paja (¡familiar!) Con hojas de laurel. Una forma verdaderamente romana de cantar los cadáveres, dando a la carne y la manteca un sabor ahumado adicional.
Y desde la Antigua Roma, junto con los barcos y las legiones en marcha, la grasa se movía por todo el mundo. Si miramos el mapa del Imperio Romano, queda claro que el país donde la grasa se convirtió en una especie de símbolo estaba claramente sin trabajo en esos años. Los primeros en probar el encanto del "lardo" son los modernos Rumania, Alemania, Gran Bretaña, Francia, España.
Y luego continuó. Y básicamente, entre los pueblos hubo una incautación incruenta (a excepción de los cerdos) de territorios enteros con grasa.
En la Edad Media, todo era exactamente igual con la manteca de cerdo. Los monasterios hicieron una gran contribución al desarrollo de la preparación del salmón, donde los monjes pervirtieron la receta de todas las formas posibles. Se informó que los más exitosos fueron los benedictinos, quienes criaron nuevas razas de cerdos y trabajaron en la receta. Salazón de manteca de cerdo previamente hervida con especias: esto acaba de venir de los monasterios de San Benito. San Benito (está bien, no él mismo, sino la Carta de su Orden) permitió a sus monjes usar tanto manteca de cerdo como manteca. Los benedictinos trabajaron incansablemente en este campo.
Huevos con tocino, que está estropeado, pero tocino: esto también es obra de los monjes. Británico.
Hacia el este, la manteca también iba con las legiones, y más tarde con los godos y hunos. Los bárbaros antes del tocino también eran tipos muy ansiosos, por lo tanto, después de arruinar el Imperio Romano, adoptaron la receta para cocinar tocino.
Y de los antiguos alemanes, la palabra "Schmaltz" permaneció en el idioma. Grasa derretida. Generalmente, primero oca, pero luego cerdo. Está claro de dónde vino la "manteca de cerdo", que significa lo mismo en ruso, polaco y ucraniano.
Entonces, gradualmente, resultó que la manteca de cerdo es un producto muy, muy útil que se puede almacenar durante mucho tiempo. Y no tan desagradable como la carne en conserva o la carne seca. Además, la manteca de cerdo es un excelente conservante para todo tipo de patés, terrinas y otras delicias, y la manteca de cerdo se ha convertido en una parte indispensable de los embutidos, salchichas y salchichas. Y, en general, la cocina europea moderna no es nada sin manteca.
Los húngaros, por cierto, también recogieron recetas útiles de los romanos cuando se divirtieron con Atila y le presentaron al mundo el grifo y chicharrones húngaros. Y los chicharrones, como ve, es una contribución muy significativa a la cultura mundial.
La idea de salar tocino en el territorio de la futura Rusia (Kievan Rus) fue adoptada por los europeos, en los siglos IX-X de nuestra era. Hay menciones en los anales de las campañas del príncipe Oleg, que fue a Bizancio y allí se rindió homenaje, y en general, todo lo que le gustó.
La idea era buena, también se encontraron cerdos en el territorio de Rusia, por lo que el tocino también echó raíces aquí.
Pero con Ucrania, más precisamente, los territorios que luego se convirtieron en Ucrania, no todo es tan feliz. Teniendo en cuenta que muchos documentos monásticos (como las órdenes de recibo de diezmos) del siglo XV y más allá han sobrevivido, se puede concluir que no había carne de cerdo en particular en Ucrania. Los futuros ucranianos preferían las aves de corral, la ternera y el cordero.
Es curioso, pero la moda de los cerdos en tierras ucranianas fue traída ... ¡por los rusos!
Mucho más tarde, a finales del siglo XVII, cuando Rusia avanzó hacia el Dnieper, dominó la margen izquierda y empezó a mirar hacia el otro lado. Habiendo construido ciudades y fortalezas, colocando guarniciones allí, el comando ruso descubrió que era necesario importar (más precisamente, conducir) cerdos, ya que prácticamente no había ninguno en Ucrania.
No, había suficiente comida en suelo ucraniano, pero se necesitaba manteca. Producto militar estratégico, que se utilizaba para engrasar armas de fuego , hojas de acero en frío y una impregnación hidrófuga de zapatos. Era un producto muy valioso, que no era muy rentable para entregar la carta de porte desde Rusia. Los barriles ocupaban mucho espacio y el lubricante barato y de alta calidad se consumía muy rápidamente.
Fue más fácil empezar a criar cerdos en las guarniciones. ¿Qué es exactamente lo que sucedió? La población local se unió voluntariamente a estas emocionantes ganancias; afortunadamente, no hubo absolutamente ningún problema con la alimentación de los cerdos.
La cría de cerdos en grandes cantidades resolvió el problema del lubricante barato y natural para cañones y pistolas de las tropas rusas. Nadie protestó tampoco contra la carne; se compraba a los productores ucranianos a expensas del tesoro de forma regular.
No fue tan agradable con tocino. Para la salazón, como era de esperar, se necesitaba sal en grandes cantidades. La sal en el territorio de Ucrania se extrajo en Transcarpatia en los siglos I-II a.C., pero el depósito de Solotvinskoe estaba ubicado bastante lejos de las bases de las tropas rusas y en un territorio hostil.
Todavía había mucho tiempo antes del descubrimiento y desarrollo de los depósitos de Artyomovsky (1876) y Slavyansky (1878), por lo que la sal se utilizaba principalmente para este negocio del mar, de las regiones del sur adyacentes al Mar Negro.
Se puede decir que Ucrania se convirtió en un productor de manteca durante el reinado de Pedro el Grande. Fue entonces, cuando comenzó a construirse la Flota del Mar Negro, cuando comenzaron las guerras de Azov y la guerra por Crimea, entonces apareció el artículo "carne en conserva en barriles" en los artículos del ejército y suministros de la marina , y los gobernadores de Las ciudades ucranianas comenzaron a recibir órdenes de abastecimiento del ejército a expensas de la tesorería; en ese momento, la Pequeña Rusia / Ucrania gruñó con diferentes voces.
Hoy, hay un culto a la grasa del otro lado. Regular, razón para jactarse, pero ... Si un producto ha sido elevado a la categoría de culto estatal, no hay nada que hacer. Tendremos que aguantar.
Pero el nacimiento de este culto a través de los esfuerzos de las partes ucraniana y rusa dio lugar a una aterradora cantidad de mitos de bajo nivel. Como mantas hechas de tocino, con las que supuestamente los cosacos cubrían sus sótanos para que los turcos y tártaros no los alcanzaran. Al parecer, los musulmanes, para quienes el cerdo es un animal prohibido, desdeñaban el cerdo y la manteca de cerdo.
Difícil de creer. Ya sabes, una campaña militar o una incursión en aquellos días no es como un viaje a las playas de Crimea hoy. No había McDonald's ni Burgerkings en todas las gasolineras.
Como me parece, después de estudiar algunas fuentes, todos estos cuentos sobre la carne de cerdo son cuentos de hadas. Cuando hay una redada, no hay tiempo para el Corán. Si comes cerdo, comerás cerdo y no irás a ningún lado, porque el Corán, por supuesto, es algo importante y un conjunto indicativo, pero la pelea de mañana, en condiciones de algo de hambre, no auguraba nada bueno.
Y por eso, estoy seguro, no fueron muchos los que prefirieron la muerte a la "limpieza" frente a la vida "un poco sucia" de cerdo. Y en condiciones en las que hay grandes distancias de un pueblo a otro, y más aún.
En general, en condiciones de combate cualquier lechón se convertirá en conejo. Y luego puedes arrepentirte de esto, porque sin pecado no hay arrepentimiento.
Además, si de nuevo se trata de las redadas, tantos historiadores en sus obras encuentran información que los tártaros y otomanos, habiendo “visitado” pueblos en territorio extranjero, solían dejarlos vacíos. Completamente. Quitando también los suministros alimentarios, todo lo valioso y, lo más importante, la mano de obra en la persona de la población. La población en tales redadas fue expulsada por todo, con excepción de aquellos que lograron escapar y esconderse. Y el cerdo en todas sus formas y la manteca de cerdo, naturalmente, se llevaron limpios. Los prisioneros en el camino también necesitan ser alimentados con algo, el camino a las tierras turcas fue muy largo.
Así que el "cuento atrevido" sobre los cosacos, que lucharon con carne de cerdo contra los turcos, seguirá siendo un cuento de hadas.
Sí, en el territorio de la Ucrania actual, se crían cerdos y se salaba manteca. Y la manteca se ahogó. Pero puramente con fines militares-económicos: lubricación de pistolas y pistolas, cereales aromatizantes. Además, la misma carne en conserva fue la mejor comida enlatada en largas campañas tanto de las tropas rusas como de los Zaporozhye kurens.
Entonces, la guerra del cerdo contra los musulmanes es un mito, y bastante estúpido. Pero si a alguien le gusta, que repita tonterías, Internet no lo soportará.
Ahora sobre el tocino más sabroso de Ucrania.
Bueno, es discutible. Yo diría que ahí está más cerca del clásico. O el acervo genético de los cerdos está mejor conservado, o algo más, pero en Rusia hoy en día hay un predominio de las razas de cerdos con tocino. Crecen más rápido y serán más gruesos.
Sí, en 2015 me familiaricé con la "manteca de cerdo premium" de las afueras de Alchevsk. 14 cm de grosor y sabor divino, eso mismo que también se llama "jabón". El producto más delicado que se derrite en la lengua y con el que no es realista mantenerse sobrio y de pie.
Sin embargo, diré que en la ciudad de Grodno, la manteca de cerdo no solo se hace tan bien, sino incluso mejor. Aunque pasaron dos años entre las pruebas, la manteca de Grodno me dejó una impresión imborrable. En realidad, junto con Grodno "star" moonshine. Nuestro equipo de filmación nunca ha estado tan cerca del cataclismo todo el tiempo.
Pero la manteca de cerdo en Ucrania no es un producto estratégico que esté en todas partes. Por cierto, según las estadísticas, los ucranianos lo comen mucho menos que los rusos. Ucrania ni siquiera se encuentra en el top 10 mundial en términos de consumo de grasas per cápita.
Sí, los propios ucranianos dicen que esto se debe a que hay muchos cerdos en manos privadas y es más difícil contarlos que en Europa, donde se puede contar fácilmente cada pieza de tocino.
Estoy de acuerdo. Ucrania es bastante difícil de explicar. Y en el interior, por supuesto, todos los años comen rebaños de cerdos que no están incluidos en las estadísticas generales. Pero de todos modos, esta no es una razón para convertir la manteca de cerdo en un culto. Salmos, y nada peor. Y Voronezh, y Oryol y el tocino Belgorod no son de ninguna manera inferiores al ucraniano.
Y en Europa, si alguien está interesado, el sólido primer lugar en el uso de tocino y tocino (bueno, ¡así es como todos interfieren en un montón, infieles!) Lo ocupa Dinamarca. El segundo lugar es Alemania. Hungría, Francia e Italia luchan por el tercero.
No es de extrañar en absoluto. Porque los europeos tienen una cultura milenaria de producción y uso de manteca de cerdo. Y también hay muchos maestros que saben encurtir de acuerdo con todas las reglas.
En general, es interesante cómo un producto de almacenamiento a largo plazo, obtenido de cerdos y cerdos, enfocado en esclavos y remeros de cocina sin pretensiones de la antigua Roma, de hecho, un producto con un sesgo militarista, se convirtió en un manjar que puede decorar cualquier mesa. .
Sin embargo, el tocino salado está incluido en el PIR ruso. Comerlo sigue siendo una hazaña, pero derretir grasa para el mismo kulesh es bastante aceptable.
En principio, a pesar de su antigüedad, el tocino era y es el mejor amigo de un soldado. Debido a que es alto en calorías, no ocupa mucho espacio y esta delicia es el tocino bien cocido. Y no necesitas convertirlo en un culto, como hacen algunos, solo necesitas usarlo. Con mucho gusto.
viernes, 18 de febrero de 2022
Alimentación: El café, las guerras y las travesías (2/2)
De café, guerras y travesías (parte 2)
El Cabo Mason H. Armstrong de EE.UU. prepara un café en la salida de su trinchera en algún lugar cerca de Bardenburg, Alemania en el 16 de Octubre de 1944 (Archivo Nacional de EE.UU.).
“Nadie puede ser un soldado sin café”, escribía un miembro de las tropas de la Unión durante la Guerra Civil que se llevó a cabo en Estados Unidos entre 1861 y 1865.
Nuestra querida y amarga bebida ya había sido adoptada por el público y las tropas de este país, impulsada mayormente por sus líderes, que habían pedido que se sustituya el consumo de té, comprado a Gran Bretaña, por café, el cual importaban de Brasil en su mayor parte.
En las raciones de los soldados, previo al comienzo de la guerra, ya se encontraba presente el café. Se puede decir que el consumo había sido forzado en ellos, ya que se reemplazó su ración de ron y brandy por 16 kilos de café al año por soldado.
La guerra puso en batalla a los estados del sur, que peleaban a favor de mantener la esclavitud, contra los del norte, que se oponían a esta práctica.
Poco después del comienzo de la guerra, el norte -o la Unión- logra el bloqueo naval de muchos puertos pertenecientes a los estados del sur, con lo que se produjo una gran caída de las importaciones de alimentos básicos, entre ellos el café.
Soldados de la Unión disfrutan del café en sus tazas de lata, servido desde un balde en el piso (Fotografía de la Colección de la Fundación Financiera Lincoln).
Las raciones de los soldados y de los ciudadanos siempre se controlan y son muy pobres durante periodos de guerra, para garantizar que todas las tropas puedan acceder a una buena nutrición. Pero ahora con el bloqueo de importaciones, el sur tenía todas las de perder contra un norte que controlaba casi todo el comercio con el exterior.
Esto hizo que los soldados del sur -o los Estados Confederados- tengan que sobrevivir con el poco, o más bien nada, de café que se les repartía. Se las ingeniaban para crear sustitutos para el café, tostando cualquier cosa que pudieran encontrar para después hervirla en agua y que genere una bebida negra similar, pero obviamente muy inferior y sin contenido de cafeína. Muchos de los substitutos del café, como la malta, son creados de esta necesidad de producir una bebida similar al café.
Mientras los soldados del sur debían tostar maíz, arroz, y quién sabe qué otras cosas para tener una bebida que los mantuviera calientes, las tropas de la Unión podían consumir cantidades abundantes de café, ya que tenían una gran relación de comercio del grano con Brasil.
Irónicamente, estos granos eran obtenidos en Brasil con una mano de obra completamente esclava, la misma práctica que los estados del norte trataban de erradicar.
“Lo único que me mantiene vivo debe ser el café”, lee la bitácora de uno de los soldados del Norte. Es verdaderamente increíble ver lo importante que era para estas personas el café en el día a día del campo de batalla. La palabra “café” es reportada siendo usada mas veces que las palabras “guerra”, o “balas”, o “esclavitud”, en los diarios de los soldados.
El acto de sentarse a tomar una taza caliente era visto como un oasis de calma y reparación en tiempos difíciles.
La guerra terminaría con la Unión consagrándose como victoriosa, después de 4 largos años. Obviamente, es exagerado decir que la gran diferencia de riqueza de café haya sido lo que hizo que el norte ganará sobre el sur, pero es acertado decir que sí jugó un importantísimo papel en mantener la moral de los soldados y darles algo por lo que luchar.
Además de todas estas historias, la Guerra Civil dejó otros episodios relacionados al café, como la introducción de uno de los precursores del café instantáneo. “Esencia de café”, un liquido negro y espeso mezclado con azúcar, que luego podía ser diluido con leche y agua para preparar café. No tuvo mucho éxito.
Otra invención interesante fue la de las carabinas Sharps, que poseían un molino en la culata, donde los soldados podían moler todo tipo de granos, como por ejemplo, trigo o avena para alimentar a sus caballos. Es totalmente creíble que los soldados han de haber usado esto para moler café, estos parecían estar más obsesionados con tomar su taza del día que con ganar la guerra.
La carabina Sharps, con su suplemento de molino en la culata.
Décadas después llegaría la Primera Guerra Mundial en 1914, y para entonces el café instantáneo ya existía. Práctico y fácil de preparar, era la perfecta solución para que los soldados disfruten de su dosis de cafeína en donde quieran.
Este fue principalmente consumido por los americanos cuando entraron en la guerra en 1917, ya que los otros países europeos tenían sus líneas de suministro cortadas o reducidas, y otros consumían principalmente té, como los ingleses.
El polvo soluble era suministrado a los soldados en pequeños sobres de 7 gramos. Los soldados contaban con una taza de aluminio que iba adosada casi siempre a su cantimplora, la cual ponían en el fuego para poder calentar agua.
Publicidad del Café Soluble Washington’s Coffee. “Fui a la guerra! Estoy en casa de nuevo!”, lee el slogan.
“Hay un caballero a quien voy a buscar primero cuando termine de ayudar a derrotar al Kaiser, y ese caballero es George Washington, el amigo del soldado”, exclamaba un soldado en una carta enviada desde el frente. El George Washington al que se refiere no es el primer presidente de los Estados Unidos, sino el dueño de la empresa de café instantáneo que suministraba los sobrecitos, “Washington’s Coffee”.
De nuevo, la guerra terminaria siendo ganada por las naciones que tenian al grano negro de su lado.
Luego de la guerra, todo el mundo, en especial los Estados Unidos, tenía acceso al café instantáneo. Además de la ya mencionada comodidad en cuanto a preparación, este método ofrecía el mejor provecho del grano verde, ya que para conseguir café instantáneo se extrae casi al máximo el grano. Las empresas no tardaron en aprovechar esto.
Pero el boom del café llegaría a un semáforo rojo cuando en 1929 la Gran Depresión castigaría los mercados de todo el mundo. El consumo de café bajó, dejando a muchos países productores con un superávit de producción y nadie a quien venderle.
Es en ese momento donde el gobierno de Brasil contacta a la compañía Nestlé. Les plantean la idea de crear un nuevo producto de café instantáneo, que haga mejor provecho de los granos, y que posiblemente mejore el sabor del mismo, ya que el que existía hasta el momento no era muy bueno.
El proceso de preparar café instantáneo en un principio consistía de hervir grandes tambores de café molido y agua hasta el punto en el que toda el agua se evapora, dejando en el fondo el sedimento de café soluble sólido. Si se le agregaba agua a este, se volvía a obtener café.
Como pueden imaginar, no producía el café más rico del mundo, por decir poco. Viendo esto, el equipo de Investigación y Desarrollo de Nestlé se pone la meta de crear una forma más óptima de lograr el café soluble, y como continúa siendo la norma con Nestlé, este equipo lo alcanza con una increíble calidad y eficacia.
La nueva forma de obtener el polvo soluble consistía en pulverizar café líquido preparado sobre grandes torres de material a alta temperatura, lo cual hacía que el café se seque y se vuelva sólido casi instantáneamente. Con esto se obtenía el polvo soluble.
Le tomó a Nestlé ocho años conseguir esta innovación, la cual lanzó en 1938, con una fuerte campaña de marketing coronando al producto como Nescafé, el mismo que conocemos hoy en dia (aunque ahora se haya inventado un proceso más innovador aún, el de la liofilización, o secado en frío).
1938 es un año muy especial, como lo fue toda la decada de los 30’, ya que estos vieron el auge y llegada al poder del partido nacionalsocialista en Alemania, mas conocido como el partido Nazi. Un año después, en Septiembre de 1939, comenzaría la Segunda Guerra Mundial.
Las “Doughnut Dollies”, un subgrupo de la Cruz Roja compuesto de mujeres, encargado de llevar donas y café (y otras comidas) a los soldados en sus momentos de descanso.
Esta guerra envolvería y arrastraría al conflicto a muchas naciones, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, Rusia, y muchas más ¿Cuántos países con cultura cafetera están entre los que mencioné?
Quisiera que ahora el lector recuerde la última vez que tomó una de esas tazas de café que parece sacarle un ruido de los oídos y despejar su cabeza del dolor. Esas tazas que reconfortan como un analgesico y calientan el cuerpo como arroparse en un abrigo.
Una publicidad americana durante la Segunda Guerra Mundial, que alentaba a la población a consumir menos café para que hubiese suficiente para los soldados en la guerra.
Para el soldado peleando en la Segunda Guerra Mundial, todas las tazas eran ese tipo de tazas. Desde los primeros días peleando en el Sedán, hasta el último frío invierno en Bastogne, el café estuvo junto a las tropas en cada momento de descanso.
Luego de caer en paracaídas cerca del puente de Eindhoven en Holanda y luchar durante horas para establecer su posición, lo más probable era que el comandante de un pelotón estadounidense ordenara a sus subordinados que preparen café, y consuma una taza luego de quitarse su transpirado y pesado casco, pensando como continuara su campaña.
El comienzo de la guerra no fue bueno para Nescafé, que encontraba difícil mantener su popularidad sin poder vender al resto del mercado. Ya para 1941 habían encontrado la solución al incluir sobres de Nescafé en todas las raciones de los soldados, y al finalizar la guerra también incluyeron su producto en los suministros enviados a las poblaciones afectadas por el conflicto en Europa y Asia, abriéndose a sus mercados extranjeros.
En 1943, cuando los Aliados invaden Italia para poner un pie en Europa por primera vez desde el comienzo de la guerra, los soldados, en especial los americanos, son sorprendidos por la fuerza y la intensidad del café que los ciudadanos de Italia consumían.
Luigi Bezzera con su máquina de espresso (1901). El espresso resultaría muy fuerte para los soldados americanos, que lo combinaban con agua para reducir su fuerza.
El espresso ya estaba bien arraigado en la cultura Italiana, y no existía ninguna bebida similar a la que los soldados yankees consumían. En esta encrucijada es donde se dice que se creó la bebida conocida hoy como el “Americano”, espresso diluido con agua para asemejarse a la fuerza de un café filtrado.
Sigue pasando hasta el día de hoy. Un extranjero se sienta en las mesas de la vereda de un bar en Roma, y al pedir un café y recibir un espresso no entienden qué pasó. Ni les cuento si, en afán de sonar italianos y modernos, piden un latte, y son servidos con un vaso alto de leche y una mirada rara por parte del mozo.
Por su parte, los alemanes verían su consumo de café fuertemente reducido debido a que el comercio con los países de América del Sur les era imposible. Solo podrán importarlo de los países europeos bajo su control o neutrales, pero la cantidad que estos podían venderle era poca, y muy cara.
Al igual que los soldados de los Estados Confederados, los alemanes recurrieron a substitutos para el café. El “ersatz kaffe” (café falso) fue muy popular en Alemania durante la guerra.
Durante el periodo de tiranía Nazi, otro invento innovador del café encontraría su lugar en ella.
Los Nazis tenían una política de purismo humano. Su macabra visión del hombre ario como una raza superior, estaba fuertemente influenciado por un movimiento cultural llamado Lebensreform.
Publicidad de uno de los “café ersatz” que se vendían en Alemania.
El movimiento del Lebensreform (reforma de vida), quería establecer un estilo de vida más natural y sin prácticas de salud modernas para sus ciudadanos. El café, al ser visto por los pertenecientes a este movimiento como una droga y algo innecesario para los humanos, estaba completamente prohibido por ellos.
Prácticamente nadie en la Alemania Nazi cumplía con este mandato, que también ponía bajo critica el consumo de alcohol. El único que cumplía con esto último probablemente era Hitler, que era abstemio, pero hasta el a veces tomaba una copa de vino a la que le añadía azúcar, ya que le parecía muy amargo.
Pero lo que sí supo encontrar su lugar entre estas cuestiones fue la adopción del café descafeinado como costumbre. El mismo fue inventado por un científico alemán llamado Ludwig Roselius, que se dio cuenta que unos granos de café que accidentalmente habían estado sumergidos en agua salada de mar, habían perdido la mayoría de la cafeína en su composición, pero no mucho de su sabor.
Publicidad de Kaffee HAG, uno de los cafés descafeinados más populares en Alemania.
Roselius creó entonces la marca Kaffee HAG para comercializar su descubrimiento, que ya había especializado con compuestos químicos y no con agua de mar. Kaffee HAG se hace muy popular en la Alemania pre-guerra y en el Tercer Reich.
Como venía pasando con todas las guerras en las que el café estaba entrometido, la Segunda Guerra Mundial termina siendo ganada por los Aliados, tras 6 años de ardua lucha, drama, sufrimiento, y sangre.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, y con los soldados volviendo a casa y buscando café como pasó en la Primera Guerra, este vuelve a tener otro boom comercial.
Ya para la guerra de Vietnam, los soldados estadounidenses dependen tanto del café como de la munición para sus rifles, o del napalm que arrojan desde la altura a los campos vietnamitas.
Muchos soldados usaban el combustible de los explosivos C4 para crear pequeñas hornallas donde calentar agua para preparar su café.
Hoy en día, el suministro de café no es un problema para ningún soldado. En el ejército de Estados Unidos, el café es uno de los regalos más comunes que les llegan a los soldados desde la población civil. Muchos soldados hasta tienen Aeropress, V60, y molinos propios para preparar sus bebidas delicadamente.
Soldados en la actualidad en Afganistán, con sus V60 y molinos Hario Skerton. Una mejora un poco notable…
Sin dudas el café jugó un papel más que importante en la vida de los soldados en todos los conflictos bélicos desde su descubrimiento. Acompañándolos durante las largas noches en la trinchera, hasta en los calurosos veranos esperando el combate, la bebida fue crucial en la continuidad del esfuerzo de las tropas y de su habilidad de realizar sus tareas eficientemente.
viernes, 11 de febrero de 2022
Alimentación: El café, las guerras y las travesías (1/2)
De café, guerras y travesías
“Prefiero sufrir con café que no estar consciente”
Se dice que alguna vez Napoleón Bonaparte dijo estas palabras, puede uno imaginar que respondiendo a alguna pregunta acerca de por qué tomaba tanto café, o por qué le gustaba esa sustancia todavía considerada un poco misteriosa por los franceses en su época.
Hay una razón por la cual el café es una de las bebidas más consumidas del mundo, y es que el efecto que la cafeína produce en nuestro sistema nervioso, poniéndolo en alerta y despejándolo de todo impedimento generado por el cansancio, es muy útil para los humanos. Nos saca de la cama los lunes por la mañana, o nos mantiene despiertos hasta altas horas de la noche cuando necesitamos leer esa última página una vez más. Pero así como es usado para estas mundanas tareas, también cumplió y cumple un rol de suprema importancia en el apartado bélico de la historia de nuestra especie.
El café ha jugado un papel importantísimo en las raciones de los soldados en el campo de batalla desde su descubrimiento en el siglo XV, y la negra bebida acompaña a los soldados casi tanto como sus rifles y cigarrillos.
En este escrito, voy a tratar de explicar como el café fue cobrando importancia en las tropas de distintas naciones en el mundo a través de los años.
Los orígenes del café y su historia son muy borrosos e inciertos, llenos de mitos y leyendas, lo cual hace difícil estudiar su cronología sin toparse con contradicciones temporales o varias historias parecidas.
Aun así es conciso decir que su origen esta en Etiopía, en el montañoso noreste de África. Aquí es donde se ven las primeras plantas de Coffea, cuyos frutos eran procesados exponiendo su semilla, para ser transportadas a Yemen por mercantes Somalíes. En estas tierras, las semillas eran tostadas y molidas para preparar la negra y misteriosa bebida conocida como qahwah, café en árabe.
Hay recuentos de habitantes de Etiopía, otras naciones africanas, y de miembros del mundo Islámico utilizando bebidas derivadas de la planta de café en rituales religiosos. Los efectos de la cafeína eran especialmente útiles durante la celebración de Ramadán, donde los musulmanes deben hacer ayunos durante el día y mantenerse despiertos hasta altas horas de la noche. El café ayudaba en ambas tareas, ya que era visto como una bebida para engañar la sensación de hambre y mantenerse alerta.
Viendo estos variados usos para el café en sus tierras natales, es coherente pensar que soldados y milicias autóctonas han de haber usado sus propiedades estimulantes para ayudarlos en la batalla, pero lamentablemente no hay registros verdaderos sobre esto, al menos que alguien con el poder de Google pueda encontrar.
Luego de llegar a Yemen, la gran red comercial del medio oriente comenzó a expandir el café como un incendio forestal, haciendo apariciones en Mecca, Constantinopla (hoy en día Estambul), Baghdad, Damasco, y volviendo de nuevo a su continente natal, África, pero esta vez más al norte, en la ciudad egipcia de El Cairo. Aquí empezaron a aparecer varias casas de café, lugares donde la gente se reunía a disfrutar de una taza, o más bien, un pequeño cuenco, de esta bebida.
Casa de café en la sociedad Otomana.
Terminada su expansión por África y el Oriente Medio, era solo cuestión de tiempo para que el café fuera descubierto, adoptado, y colonizado (como la historia lo demanda) por Europa.
Como he mencionado, la historia del café puede verse muy borrosa, a menudo sin poder poner fechas exactas a distintos sucesos. De todos modos, es seguro decir que el café no llega a Europa de una sola forma, si no de varias:
En la parte mediterránea de Europa, el café llega primero a la isla de Malta en 1565. Esta isla, en ese entonces controlada por la Orden de Malta, es asediada por los turcos en ese año. Durante el asedio, muchos musulmanes turcos son tomados como esclavos por la Orden, y forzados a ganarse la vida preparando el café que acostumbraban tomar. De esta forma, la costumbre se esparce por la isla.
También en la zona del mediterrano, el café llega a la República de Venecia gracias al comercio con Egipto, que ya había adoptado entonces el consumo del café en su capital. El café se volvió en Venecia una bebida muy popular en la élite de su sociedad.
En un principio la bebida había sido prohibida por los representantes de la iglesia católica porque la consideraban un pecado y una bebida diabólica. Aun así, luego de darle un sorbo para corroborar la decisión de sus subordinados, el papa Clemente VIII aprobó su uso. Esto hizo que su comercio floreciera en Italia, y una de las primeras cafeterías abre en 1683 en Venecia.
Lloyd’s coffee house en Londres.
En la parte norte de Europa, el café llega a Inglaterra por varias rutas. Primero, por el comercio con los turcos otomanos, lo que lleva a la primera casa de café inglesa abriendo sus puertas en 1653. El comercio del café crece a tal nivel que luego Inglaterra puede exportarlo de sus imperios en la India, y también mediante el comercio con las compañías Holandesas, que habían logrado robar las primeras plantas de café vivas desde Turquía, para luego plantarlas en sus dominios en India y poder comercializarlas.
Pero en mi opinión, la historia más interesante de la llegada del café a Europa es mediante el asedio de Viena por parte de los turcos, ya que esta liga al uso del café por las tropas de batalla a la expansión del café.
Una de las primeras apariciones del café siendo transportado y bebido por tropas de combate es durante el asedio de Viena por parte de los Turcos Otomanos en 1683. Es posible imaginar que estos soldados consumían el café de la forma que hoy conocemos como café turco, un concentrado café sin filtrar que se hace simplemente llevando a hervor el café molido y agua.
Es dicho, aunque esto es probablemente mas mito que realidad, que la aparición de las conocidas casas de café Vienesas, tienen origen en el levantamiento del asedio llevado a cabo por los Turcos Otomanos, quienes dejaron en sus campamentos grandes bolsas del grano negro, misterioso entonces para los habitantes de la ciudad. El rey de la mancomunidad Polaco-Lituana, sin saber del uso de estos granos, se los encomienda a un oficial llamado Jerzy Franciszek Kulczycki, quien si conocía de ellos gracias a su tiempo en cautiverio en Turquía y adapta la fuerte bebida turca a los gustos europeos, añadiendo azúcar y leche. La primera casa de café en Viena fue abierta en 1685, pero no por Kulczycki, si no por Johannes Theodat, un mercante Armenio.
Casas de café vienesa.
Diría entonces que esto da a los turcos el gran título de responsables de accidentalmente crear una cultura cafetera que todavía perdura hasta hoy. Es posible pensar que si no hubiesen introducido su forma de preparar el café, que produce una taza bastante concentrada, los europeos nunca se hubiesen volcado en la búsqueda de una taza similar, como termina siendo el espresso.
Debemos el descubrimiento del café a los habitantes de Etiopía y su curiosidad, pero debemos su expansión por el mundo a la crueldad y el voraz comercio de los Turcos Otomanos.
Durante estos años de expansión, es interesante notar que además de la aparición del café como un artículo más para la venta, siempre es acompañado de la apertura de muchas casas de café, lugares donde la gente se juntaba a consumir la bebida, preparada posiblemente por alguien que conocía como hacerlo de forma más adecuada. Siempre el café fue adoptado como una bebida comunal, tanto en los rituales etiopianos como en los desayunos continentales franceses.
La aparición de casas de café en las grandes ciudades causaba estragos en la habilidad de los gobiernos de controlar a su población, ya que estas casas proveían un lugar donde tener un saludable y sobrio discurso político y cultural, sin la lentitud de sinapsis usualmente provocada por la cerveza, la bebida más consumida antes de la aparición del café.
La cerveza era extremadamente popular en la antigüedad, al ser fermentada duraba más tiempo, y era consumida hasta en los desayunos, hasta incluso por los niños. Un ciudadano promedio del norte de Europa consumía cerca de 3 litros por día de cerveza, así que es fácil ver cómo la introducción del café hizo que estas ebrias mentes colectivas puedan empezar a despejarse del alcohol y a tener discusiones sobre las injusticias que sus gobiernos les dictaban.
Murad IV, sultán del Imperio Otomano (1612–1640)
Tanto fue así que el café fue prohibido en muchísimas culturas distintas. Un buen ejemplo es el del sultán Murad IV, del Imperio Turco Otomano, quien había asumido el trono a los 11 años de edad, y para los 20 ya había ordenado la ejecución de más de 500 soldados, así que sabemos un poco sobre su temperamento. Durante una de sus andanzas por su pueblo, donde salía disfrazado para escuchar las cosas que se hablaban sobre él y su gobierno entre su gente, entró a una casa de café, donde escuchó “gente despierta y sobria discutiendo sobre los asuntos del imperio, y culpando a la administración”. Poco después de esto Murad prohibió rotundamente el café, hundiendo barcos con este cargamento, ejecutando gente que era encontrada consumiéndolo, y principalmente prohibiendo la existencia de las casas de café.
Durante los años de vida de Murad, Estambul permaneció “tan desolada de café como los corazones de los ignorantes”, dicen historiadores Islámicos. Murad moriría de envenenamiento por alcohol, otra de las sustancias que había prohibido. Luego de su muerte, las casas de café volvieron a florecer en Estambul.
Las casas de café, como bien advirtió Murad, le daban al pueblo la habilidad de reunirse y discutir sobriamente sobre las decisiones que sus gobiernos tomaban por ellos. La revolución francesa fue gestada en una cafetería. Pronto, sus salones se convirtieron casi en un parlamento del pueblo, lo que las voces de las casas de café querían, era lo que triunfaba.
Saliendo de Europa, pero no sin su control, el café se esparció por el mundo, llegando a Asia y América luego de la adopción de la costumbre en los europeos. Estos necesitaban producir el café en cantidades más grandes que lo que les proveía la India.
En Asia el café tardó en ser adoptado, más que nada por la afinidad de sus pueblos por el té, y también por otras restricciones gubernamentales.
Pero en América, no tardó en hacerse una de las plantas más importantes en ser sembradas y cosechadas en sus tierras. Lamentablemente, esto no fue posible sin la gran cuota de crueldad y esclavitud que es común de las intervenciones europeas en América durante esos tiempos.
En primer lugar, la planta de café llega a las islas del Caribe. Es importante notar que probablemente el café ya era consumido en América por los colonos, pero lo difícil era transportar plantas vivas que aguantaran todo el viaje, para que puedan ser plantadas cuando llegaran a tierra firme. Es difícil apuntar con exactitud a quién fue el primer imperio conquistador en introducir la planta de café a América y plantarlo en sus colonias, pero se sabe que fueron o los Holandeses, en Surinam (1718), o los franceses, en sus colonias de Saint-Domingue (ahora República Dominicana y Haití) y Martinica, otra isla francesa en el caribe.
Pero quizás de estas 3 apariciones, la más interesante es la de la isla de Martinique, donde fue Gabriel de Clieu quien logró llevar plantas de café albergadas en viveros franceses, a América en 1720. Durante el viaje, el agua era muy estrictamente racionada entre los tripulantes, lo cual hacía difícil cumplir con las tareas de riego que los plantines de café requieren. Se dice que de Clieu sacrificó parte de su ración para poder regar a las plantas, así logrando cruzar el Atlántico con ellas.
Gabriel De Clieu cuidando de uno de los plantines de Coffea.
Después de su llegada a América, el sembrado de café prospero por todo Centro América y América latina, creando un caos de esclavitud, crueldad, e imperialismo de manual por todo el continente. Mucha de la mano de obra usada para el sembrado y cosecha del café era mano de obra esclava, traída de África en el caso de las colonias francesas, y en ocasiones poblaciones indígenas enteras, como fue el caso de Guatemala.
El país que más prosperó gracias al comercio del café fue Brasil, que hasta hoy en día es el productor de café más grande del mundo.
Pasados los años, llegando a fines del siglo XVIII, el café ya era consumido en cantidades por todo el mundo. No tardó nada de tiempo en abrir su camino desde las casas y cafeterías de las ciudades, hacia las raciones militares de los soldados en todos los países de la tierra, y a ser preparado en los descansos entre batallas, o hasta durante los combates.
En Estados Unidos, luego del motín del té en Boston, los americanos comenzaron a consumir más y más café. Uno de los primeros bocetos de la declaración de independencia es leído en la taberna de la ciudad, llamada Cafetería de los Mercantes (Merchant’s Coffee House), en Filadelfia.
Décadas más tarde, con el comienzo de la Guerra Civil estadounidense, el café vuelve a cobrar un papel importantísimo en la historia del país, pero más importante, en el día a día de sus soldados en las trincheras.
sábado, 18 de diciembre de 2021
Intendencia: Prueba de sabor de ración de combate individual MRE jamón frito de la guerra de Vietnam (¡lo prueba en serio!)
Esta es una pequeña revisión de retroceso: me lo pasé genial haciendo esta. Y espero que ustedes también lo disfruten.
viernes, 29 de enero de 2021
US Army: Ración de emergencia de 1906
El dueño del canal se termina comiendo la ración. Terrible persona, prueba todas las raciones aún si tiene más de 100 años.
martes, 24 de marzo de 2020
Alimentación: La papa ayuda a los europeos a conquistar el Mundo
El dominio global de los blancos es gracias a la papa
Por Gwynn Guilford || Quartz
En su obra maestra económica La riqueza de las naciones, el gran economista escocés Adam Smith se revela como un gran admirador de la gente pobre irlandesa. O, más específicamente, su comida preferida, las papas.
"Se dice que los presidentes, los porteros y los pescadores de carbón en Londres, y esas desafortunadas mujeres que viven de la prostitución, los hombres más fuertes y las mujeres más hermosas, tal vez en los dominios británicos, son, en su mayoría, de los más bajos rango de personas en Irlanda, que generalmente se alimentan con esta raíz ", escribió Smith. "Ningún alimento puede permitirse una prueba más decisiva de su calidad nutritiva, o de que sea particularmente adecuado para la salud de la constitución humana".
Smith había alcanzado una conexión poco reconocida hoy en día: que la mejora de la productividad laboral, el aumento de la población y la emigración se debieron a la papa.
Este fenómeno no se limitó a Irlanda. A medida que The Wealth of Nations salió a la prensa, en toda Europa, la papa estaba volcando el profundo declive demográfico y social del continente. Durante los siguientes dos siglos, esa inversión se convirtió en un renacimiento. Como argumenta el fallecido historiador William H. McNeill, el aumento de la población europea que la papa hizo posible "permitió a un puñado de naciones europeas afirmar la dominación sobre la mayor parte del mundo entre 1750 y 1950".
Europa en declive
En retrospectiva, el surgimiento de Europa, y, más ampliamente, de Occidente, parece inevitable. No lo fue. De hecho, una mirada a la Europa de 1600 hace que esta ascensión parezca francamente dudosa.Durante su apogeo de la civilización entre los siglos IX y XIV, la población de Europa se duplicó. Pero para el año 1300, el continente tenía más personas de las que su tierra y tierra podían alimentar, un estado empeorado por la llegada de la Peste Negra. Aunque su población comenzó a recuperarse muy ligeramente en el siglo XVI, el continente aún dependía de granos que se habían desarrollado poco desde la era neolítica y que, por lo tanto, eran propensos al fracaso. La hambruna era frecuente y desenfrenada. La escasa tierra provocó guerras que mataron de hambre a más personas. Los campesinos a veces mataban a sus bebés en lugar de luchar para alimentarlos.
En resumen, para el siglo XVII, el continente ya estaba sumido en un profundo declive demográfico. "Europa no podía, con la agricultura que poseía, alimentar a sus clases bajas y también apoyar los esquemas de alto vuelo de sus clases altas", escribe el eminente historiador Alfred Crosby en Germs, Seeds and Animals. El precedente sugiere que esto debería haber significado la perdición a largo plazo para la civilización europea.
Luego, bajando de los Andes, cruzando el Atlántico en galeones españoles, llegó a tierra la papa.
De la droga del amor a la cosecha milagrosa
La historia del tubérculo comienza hace más de 4.000 años en los Andes, cuando los lugareños en las llanuras de las montañas más altas domesticaron las papas silvestres, seleccionando los rasgos que les permitieron sobrevivir a las heladas nocturnas que mataron a otras plantas. Comenzando alrededor del año 100 EC, el pionero de los congeladores subterráneos, un sistema de impuestos basado en la papa y la esclavitud de los campesinos impulsaron el surgimiento del imperio inca, escribe McNeill.Esa civilización terminó cuando los españoles invadieron a mediados de los años 1500; el sistema de coerción basado en la papa no lo hizo. En cambio, los conquistadores usaron el excedente de papa para alimentar a los esclavos que extraían plata. El exceso de plata resultante financió un siglo de imperialismo español.
Cuando regresaron a Europa, las papas no eran fáciles de vender al principio. A diferencia de la otra cosecha importante del Nuevo Mundo, el maíz, su atractivo no fue inmediatamente obvio. Al principio, la clase alta europea aclamaba las papas como afrodisíacos. (Esto explica por qué el bufón perpetuamente córneo de Shakespeare grita Falstaff, "¡Deja que el cielo llueva papas!")
Sin embargo, los campesinos arrasados por la hambruna se apresuraron a encontrar las verdaderas virtudes del tubérculo. Como Smith señaló correctamente, las papas eran una fuente de energía mucho mejor que los alimentos básicos existentes en Europa, produciendo entre dos y cuatro veces más calorías por acre. Eran mucho más baratos que el pan. A diferencia de los granos, las papas provenían de la tierra preparadas para el plato, ahorrando mano de obra. Se necesitaban pocas tierras y prácticamente ningún capital para cultivarlas.
Las papas también eran mucho más nutritivas. Un solo acre plantado con papas y la leche de una vaca podría alimentar a toda una familia, proporcionando todas las vitaminas y micronutrientes necesarios para una dieta saludable. Son lo suficientemente ricos en vitamina C que ayudaron a acabar con el escorbuto desenfrenado en todo el continente.
La habilidad botánica de los agricultores andinos milenios antes demostró ser valiosa en el norte de Europa, ya que las papas prosperaron en climas más fríos de lo que los granos básicos podían tolerar. Dado que las papas se podían cultivar en grandes extensiones de parcelas de granos que se dejaban en barbecho cada año, una forma de control de malezas, la producción de papa complementaba la producción de granos. Las papas adicionales podrían usarse como forraje para los cerdos y otro ganado, que ponen la carne rica en proteínas al alcance de los campesinos que anteriormente podían pagar poco o nada. Eso también significó más estiércol y una mayor disponibilidad de ganado para la agricultura, lo que aumentó aún más la producción agrícola.
Guerra y papas
Probablemente no sea una coincidencia que el hombre que dijo una vez "un ejército viaja sobre su estómago" fue el primer refuerzo de jefe de Estado de Europa. Tan eficaz fue el cultivo que Federico el Grande de Prusia ordenó a su gobierno que distribuyera semillas de papa gratis e instrucciones para plantar en todo su reino. Eso resultó inteligente: los campesinos prusianos sobrevivieron a las invasiones francesas, austriacas y rusas en números sin precedentes.Esos invasores pronto se dieron cuenta, alentando a sus propios plebeyos a cultivar. Con este fin, María Antonieta lució una vez un tocado de flor de papa en una pelota de la cancha para exaltar las virtudes del tubérculo, según cuenta McNeill.
La cosecha ciertamente facilitó el personal y alimentó vastos ejércitos. Por ejemplo, a fines de la década de 1770, las papas alimentaron a ambos bandos en la Guerra de Sucesión Bávara, que terminó cuando Bohemia se quedó sin papas.
Sin embargo, la Guerra de la Papa, como a veces se la conoce, no refleja la promoción más amplia de la paz de la papa. La propagación de la papa causó una fuerte caída en la incidencia de conflictos, según publicaron tres economistas: Murat Iyigun de la Universidad de Colorado, Nathan Nunn de Harvard y Nancy Qian en la Kellogg School of Management de Northwestern en un nuevo documento de trabajo (se requiere registro) por la Oficina Nacional de Investigación Económica.
Eso pudo haber sido porque la gente peleaba principalmente por la tierra, y el valor principal de la tierra provenía de la agricultura. Argumentan que el aumento de la productividad habría reducido de manera efectiva el valor de la tierra, reduciendo los incentivos para derramar sangre. Si la mayor productividad aumentara los salarios reales para los campesinos, como era de esperar, el costo de oportunidad de los disturbios aumentaría, como también lo haría para los gobernantes que gravaban los ingresos de la mano de obra.
Las guerras todavía estallaron, por supuesto. Pero la propagación de la papa limitó dramáticamente las consecuencias destructivas del conflicto, argumenta McNeill. Los costos y la dificultad de transportar las raciones de los soldados significaban que los ejércitos simplemente robaban comida a los campesinos dondequiera que estuvieran operando, razón por la cual las largas campañas militares generalmente van acompañadas de una hambruna campesina en masa. Las papas cambiaron eso. Los campesinos que huyen podrían abrigarlos mucho más fácilmente que el grano. Y los soldados que buscaban comida generalmente preferían asaltar suministros por encima del suelo que desenterrar papas.
Por supuesto, la dependencia de muchos de los pobres de Europa de la papa también creó nuevas vulnerabilidades, más notoriamente, por la plaga de la papa que mató a un millón de personas y envió a un millón más de emigrantes de Irlanda a fines de la década de 1840, muchos de ellos a los EE. UU.
Esquivando una crisis demográfica
Como argumenta Crosby, la papa ayudó a evitar la crisis demográfica que parecía tan segura en el siglo XVII, de la que habría tomado generaciones recuperarse. En cambio, la papa ayudó a preparar la economía con la riqueza y la mano de obra necesaria para impulsar la Revolución Industrial.A menudo se supone que el ascenso de Europa fue el resultado de la Revolución Industrial y, en menor medida, del salto en la agricultura científica conocida como la Revolución Agrícola. Sin embargo, el sorprendente resurgimiento de Europa es anterior a ambos, y la papa tiene mucho que ver con eso.
Con el suministro de alimentos de Europa repentinamente más abundante, nutritivo y seguro, los campesinos vivieron más y tuvieron familias más grandes. La población saltó de 126 millones en 1750 a 300 millones en 1900 (y eso sin contar la emigración masiva). Cuando la población creció más de la cantidad necesaria para trabajar en los campos, esta vez los campesinos no murieron de hambre masiva. Simplemente se mudaron a las ciudades. La papa representa alrededor de una cuarta parte del crecimiento de la población y hasta un tercio del aumento de la urbanización entre 1700 y 1900, según un documento anterior (pdf) de Qian y Nunn.
Es gracias a estas tendencias, argumenta McNeill, que la transformación industrial del norte de Europa se desarrolló tan rápidamente como lo hizo. "Es cierto que sin papas, Alemania no podría haberse convertido en la principal potencia industrial y militar de Europa después de 1848, y no menos seguro de que Rusia no podría haber asomado tan amenazadoramente en la frontera oriental de Alemania después de 1891".
La creciente población también contó con personal militar imperial que obligó a pueblos distantes a comprar bienes europeos y producir materias primas para sus industrias. Sin embargo, la exportación que más cambió el mundo en el continente fue la gente.
El tsunami caucásico y la búsqueda de excedentes
El auge de la población alimentada por la papa en Europa devastó el planeta de otras maneras duraderas. Entre 1820 y 1930, unos 50 millones de europeos, aproximadamente igual a una quinta parte de su población a partir de 1820, emigraron a los países del Nuevo Mundo. El "tsunami del Cáucaso" que dejó Europa entre la década de 1840 y la Primera Guerra Mundial fue "la ola más grande de la humanidad que jamás haya cruzado los océanos y probablemente la mayor que jamás haya cruzado los océanos", escribe Crosby en Imperialismo Ecológico.
Población proporcional creciente de Europa respecto a la población global
Gráfico de TheAtlas.com
Estos civiles fueron las tropas de choque del nuevo régimen global, y en gran medida permanente. Gracias a las explosiones de concatenación de la población debidas en gran parte a la papa, los blancos ganaron 30 millones de kilómetros cuadrados de tierra, la mayoría de los cuales aún controlan. El área del mundo colonizada por los europeos era de alrededor del 22% en 1750; dos siglos después, se situó en el 36%.
En una inversión del milagro de la papa que ayudó a hacer posible su migración, los inmigrantes europeos prosperaron cultivando granos del Viejo Mundo en su nuevo terreno. La gran cantidad resultante aumentó las tasas de natalidad entre las más altas de la historia registrada. A través del comercio y el imperialismo, esos excedentes alimentaron y alimentaron la Revolución Industrial de Europa y, eventualmente, la revolución industrial en los Estados Unidos que llevó a los Estados Unidos a tomar el manto del dominio global occidental.
Un vez uno de los cultivos principales, la producción de papas se ha estancado
Gráfico de TheAtlas.com
Esto ayuda a explicar por qué la papa ya no es el cultivo más grande del mundo; de hecho, no lo ha sido desde 1965. Pero su legado perdura. Los excedentes del tsunami del Cáucaso que una vez alimentaron la industrialización de Europa ahora alimentan al mundo.