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domingo, 6 de enero de 2019

Argentina: Cronología de la Conquista del Chaco

Campaña al Chaco (1870/1917)





A fines del siglo XIX, la región comprendida entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Salado (conocida como el Gran Chaco), se hallaba habitada por diversos pueblos indígenas pertenecientes a las etnias de los guaycurúes (pilagaes, tobas y mocovíes), de los mataco-mataguayos (wichís, chorotes y chulupíes) y de las tribus tonocotés, tapietés, chanés y chiriguanos, que mantenían una ancestral disputa con el hombre blanco por la posesión de las tierras que habitaban, rechazando todo intento civilizador y dominando por el terror esos vastos territorios, mediante violentas acciones llevadas a cabo por las tribus más belícosas, que con sus correrías y asaltos a poblados, guarniciones militares y establecimientos de campo, mantenían en permanente zozobra a los pobladores, impidiendo la colonización de esas tierras.
Decidido a poner fin a esta situación, el gobierno argentino decidió la ocupación militar del Chaco Central y Austral, un enorme territorio que comienza en el norte de Santa Fe, se extiende por el noreste de Santiago del Estero, el noreste de Salta y las actuales provincias de Chaco y Formosa. Se la denomina Chaco Austral, por oposición al Chaco Boreal o Paraguayo y su voz proviene de la voz quechua “Chacu”, que significa “cacería” o “lugar propicio para la caza”.
La primera expedición militar organizada expresamente para ejercer el pleno dominio soberano sobre esos territorios, cruelmente asolados por los aborígenes de la región, se realizó en 1970, al finalizar la guerra con Paraguay y concluyó en 1917, cuando  se dio por finalizada la misma, habiéndose logrado el objetivo perseguido, pacificando a las tribus beligerantes

Antecedentes

Entre mediados del siglo XVII, durante la época de la conquista emprendida por la corona española, hasta 1872, ya durante el ejercicio de la soberanía de esos territorios por parte del Gobierno Nacional Argentino, se firmaron nueve tratados de paz con los indígenas y todos fueron solamente papeles sin valor, pues, ya sea por la mendacidad de las autoridades nacionales, o por la intransigencia o desconfianza de los aborígenes, ninguno de ellos, tuvo un efecto muy duradero. Ellos fueron:
  • 1662: Tratado de paz entre los indios tocagües y vilos y Santa Fe
  • 1710: Tratado entre el gobernador URIZAR y los malbalaes
  • 17??: Tratado entre el gobernador URIZAR y los lules
  • 1774: Tratado de paz entre el gobernador MATORRAS y Paykin
  • 1822: Tratado de paz entre Corrientes y los abipones
  • 1824: Acuerdo perpetuo entre Corrientes y los abipones
  • 1825: Tratado de paz entre Corrientes y los indígenas  chaqueños
  • 1864: Convenio entre el gobernador correntino FERRÉ y los caciques chaqueños
  • 1872: Tratado de paz entre el Gobierno Nacional y el cacique CHANGALLO CHICO
  • 1875: Tratado de paz entre el Gobierno Nacional y el cacique LEONCITO

Solamente la creación del primer Cuerpo de Blandengues de la frontera de Santa Fe (1724/1726), prácticamente puso fin por un largo período, a la presión de las tribus chaqueñas sobre esa castigada ciudad y desplaza los malones hacia otras poblaciones limítrofes, donde continúan con sus actos de vandalismo recibiendo la consecuente réplica por parte de las milicias locales.
Transcurren así poco más de 56 años (1724/1780), de acción y reacción, de ataques y contraataques, caracterizados por las operaciones de represión contra un enemigo escurridizo, limitado en sus correrías al sector comprendido entre el río Paraná y las estribaciones cordilleranas andinas y en medio de un cerco, cada vez más denso, de fortines, guardias, misiones, reducciones y poblados.
Los primeros proyectos de actividades militares ofensivas en estas tierras, reconocen como antecedente, la política enunciada en 1679 por el virreinato del Perú, cuando propuso a las fuerzas españolas asentadas en Buenos Aires, Tucumán y Asunción, actuar en conjunto contra los bastiones aborígenes. La idea se concreta con el inmediato apoyo que brinda el gobernador de Buenos Aires, BRUNO MAURICIO DE ZABALA, quien comisiona al Maestre de Campo FRANCISCO JAVIER ECHAGÜE a “entrar” al Chaco, quien culmina su acción con la  primera paz que se acuerda con los belicosos abipones y mocovíes en 1729 (“Paz de Echagüe”).
Rápidamente los colonos fueron animándose a marchar hacia esas tierras ahora en paz y así la expansión poblacional va cercando a los aborígenes hacia zonas más alejadas, donde no llega la acción civilizadora del blanco por lo que vuelven a dedicarse al pillaje y al saqueo en esos desprotegidos territorios.
Es por ello que, por ejemplo, desde Tucumán en 1731 se operó durante cuatro meses bajo el mando de su gobernador MANUEL FÉLIX DE ARECHE, que con una fuerza compuesta por 1.000 soldados, les impone una nueva paz (“Paz de Areche”), a los nativos, que lejos de respetarla por mucho tiempo, se lanzan a nuevos ataques produciendo una nueva marea de malones hacia todos los rumbos, barriendo las cuatro fronteras. En Salta los “chirigüanos baten a las milicias y asesinan a 300 pobladores, arrean gran cantidad de ganado y resisten denodadamente los contraataques que sobre ellos llevan MATÍAS DE ANGLES GORTARU y LIZARAZUY, desde Tucumán y de FÉLIX DE ARECHE desde Salta, generando un caos que conmueve íntegramente la orilla occidental del Chaco durante largos meses (1735/1739).
En 1734. Mientras Santa Fe renueva sus tratados de paz con los abipones y los mocovíes (“Segunda Paz de Echagúe), caen los malones sobre Salta (1735), sobre Tucumán (1736/1736/1737), y sobre Corrientes (1738/1739), donde saquean e incendian los enclaves de Utaty, Ohoma y Santiago Sánchez. En respuesta, el gobernador de Tucumán, JUAN DE SANTISO Y MOSCOSOS, cae sin piedad sobre los matacos (1739 y 1741) obligándolos a convenir una paz definitiva, fijando una línea de separación interna (“Paz de Santiso).
Desde Corrientes, la inestable situación, mueve su gobernador, FELIPE DE CEBALLOS a incursionar en dos oportunidades (1744 y 1745) al Chaco paranaense, pactando con sus dos principales caciques el cese de las hostilidades (“Paz de Ceballos”) al tiempo que, desde el reborde santiagueño, el misionero jesuita DIEGO DE HORBEEGOZO, al amparo de las “paces de Echagüe” reúne aborígenes y españoles y concreta la “Paz de Añapiré” en 1747, dando así nacimiento a los poblados de “San Jerónimo del Rey” (1748) y “Purísima Concepción” (1749).
Ante el éxito que significa la instalación de nuevas y más pobladas “reducciones”, debido a la paz lograda en esos territorios, el gobernador de Tucumán, JUAN VICTORINO MARTÍNEZ DE TINEO, abastece de ganado e implementos agrícolas a las tribus que se avinieron a vivir en paz, funda con familias Tobas “San Ignacio de Ledesma y decidido a poner fin al estado de guerra que proponen los guerreros “mbayaes”, los combate  con milicianos de La Rioja, Salta, Jujuy y Tucumán.
Finalmente, a mitad del siglo XVIII (1750), la historia se inclina decididamente hacia el equilibrio y comienza una época que promete una paz duradera. Se inauguran muchas nuevas reducciones, con el ingreso de muchos de los “hostiles de antaño”, se completa la cadena de fortines, se instalan nuevas misiones, algunas tribus comienzan a comerciar, mediante el trueque con las poblaciones vecinas “blancas” y adoptan sus prácticas agrícolas, la obra catequizadora de los religiosos comienza a dar sus primeros frutos.
Un rebrote de la violencia encabezada por las comunidades tobas, mocovíes y vilelas, decide al gobernador de Tucumán, JOAQUÍN ESPINOSA Y DÁVALOS a llevar una expedición punitiva contra éstos (1758/1759), logrando reducirlos y a partir de entonces, la masa de la población aborigen del Gran Chaco (196.584 individuos), se llama a sosiego.
Pero en 1767 se produjo un lamentable hecho que tiró  por tierra todos los avances logrados en la búsqueda de una convivencia en armonía y en paz con los naturales: la expulsión de los jesuitas de los territorios de América pertenecientes a la corona española, trajo nuevamente la tragedia de la guerra a estas tierras.

La expulsión de los jesuítas

Si bien el asentamiento de las misiones jesuíticas, se mide en términos de una trascendente asistencia moral, religiosa y material a los aborígenes, no son menos importantes los servicios de todo orden que los ejércitos de nativos, prestaron a la corona española:  Desalojando de portugueses la Colonia de Sacramento (1680), defendiendo Buenos Aires contra piratas dinamarqueses (1700), reprimiendo rebeliones en territorios de los charrúas (1702), desalojando por segunda vez a los portugueses de la Colonia del  Sacramento luego de ocho meses de campaña formando parte de un ejército de 4.000 hombres (1704), despejando de enemigos las vaquerías próximas (1718) y hasta defendiendo la propia ciudad de Montevideo.
Empero, el desafortunado “Tratado de Permuta” (1750) comprometió a  España a canjear las florecientes Misiones  Orientales por la decadente Colonia del Sacramento que estaba en poder de Portugal, trueque que las comunidades indígenas rechazaron, desencadenando la llamada “guerra guaranítica” (1754 a 1756), contienda en la que las fue combinadas hispanolusitanas,  impusieron sangrientamente el cumplimiento del pacto luego de las batallas de Bacacay (7 de febrero de1766) y Caibaté (10 de febrero de 1766), provocando la masiva huida de las misiones, grandes contingentes de aborígenes,
Un censo realizado en esa época dará una idea cabal de este fenómeno: en 1767, en las misiones había 88.864 indígenas; en 1772, eran 80.351; en el año 1785, 70.000; en 1779, 54.388 y ya en 1801, quedaban solamente 42.885. Algunos grupos se unen a los charrúas, al sur; otros a las indiadas chaqueñas, que al mando de los siempre temibles abipones, desatan la “gran ofensiva”, con centro de gravedad hacia Santa Fe, cuyas reducciones se ven obligadas a reubicarse en el sur. Quedan en pie, solamente la de San Javier, Las Garzas (con aborígenes de S Fernando), San Pedro e Insipín, en el sector  meridional; Miraflores, Balbuena, Pitos, Santa Rosa, Macapillo y Petacas, al norte del  río Salado; y Apa, Asunción y Bordón, en región boreal.
Dentro de la confusión que genera esta nueva situación, se destaca la renovada fiereza y la continuidad  de los ataques de los malones hacia tierra santafesina, hostilizada, saqueada y devastada en 1776, 1778, 1784, 1786 y 1788, mientras una relativa estabilidad en la línea del altiplano,  había permitido realizar los primeros intentos serios de penetración al corazón del Gran Chaco.
En efecto, el gobernador JERÓNIMO MATORRAS y su maestre de campo FRANCISCO GABINO ARIAS —como JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ CAMPERO y MIGUEL DE ARRASCAETA lo habían hecho en 1764— partieron de San Fernando del Río del Valle (1774), penetran profundamente en las tierras vírgenes y firman con gran pompa el primer tratado de amistad con  los aborígenes más irreductibles, los tobas y los mocovíes de LACHIRIKIN y PAIKIN (“Paz de Lacangayé” o “Paz de Matorras”), mientras otras tribus estallan en rebeldía (1778 y 1779) y vuelven a acosar a los establecimientos rurales hasta que la situación comienza a estabilizarse en la llamada “línea del norte”.
Igual situación se vive  en la “línea Sur”. Los abipones atacan la reducción charrúa de Cayastá y el gobernador MELCHOR ECHAGÜE Y ANDÍA encabeza tres largas campañas de represión que dejan los campos de labranza abandonados, arruinados los sembrados y disperso el ganado por todo el territorio santafecino.
Es entonces que en el Alto Perú estalla la  revolución de Tupac-Amarú (4 de noviembre de 1780) y la derrota y posterior martirio del líder aborigen, parece sosegar el ánimo belicoso de los indígenas, mientras llega el perito FÉLIX DE AZARA para demarcar los límites y el “bolsón indio” se va estrechando  cada vez más.
Durante la última década del siglo XVIII  se producen nuevas sublevaciones, pero éstas son cada vez más espaciadas y los malones ya no llevan la inmensa cantidad de guerreros que llevaban otrora, por lo que así, la “civilización blanca”, con la instalación de nuevos fortines,  va ganando terreno y se afianza su control en estos territorios.

La Revolución de Mayo

El estallido independista, modifica sustancialmente el sistema ofensivo-defensivo y el aborigen comienza a participar en la gesta libertadora, depone las armas y se une al blanco, ya como su aliado.
Pero resabios del antigüo odio a los “blancos” generado entre sus antepasados por los españoles, exacerbado ahora por la mendacidad de los gobiernos rioplatenses, que no cumplen con los compromisos que asumen ante las comunidades indígenas, llevan a los aborígenes a una nueva “guerra contra el blanco” blanco” y renueva sus devastadores ataques a los poblados y establecimientos instalados en los territorios llamados el “Gran Chaco”, del que participan las provincias argentinas de Chaco, Formosa, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, San Luis y Tucumán.
Los hechos posteriores a la Revolución de Mayo, cancelaron absolutamente todos los planes, proyectos y decisiones que no se vincularan con ella. Era la única prioridad que concitaba las autoridades de los territorios recientemente emancipados y todos los esfuerzos y medios con que se contaba, fueron puestos a disposición de este gran compromiso que habían asumido los revolucionarios y el pueblo de Buenos Aires: lograr el reconocimiento y la adhesión de los gobiernos vecinos, para esta gesta libertaria.
Así fueron pasando los años, sin que la preocupante situación que se vivía en la tierra chaqueña, fuera tenida en cuenta, hasta que el gobernador de Buenos Aires, JUAN MANUEL DE ROSAS pone su atención al problema y dispone poner en marcha una acción ofensiva para detener los ataques de los indígenas sobre los pueblos sometidos a un despiadado salvajismo.

Primera ofensiva (1833)

Se realiza contra los “mocovíes”, que ocupaban las zonas de Monigotes y Sunchales y el 25 de marzo de 1833, el comandante MATÍAS DÍAZ, en el combate en la “Laguna de las Tortugas”, Chaco, bate en sus tolderías a los indígenas “abipones”, comandados por los caciques JUAN PORTEÑO, PEDRITO, MANUELITO e HIPÓLITO.

Segunda ofensiva (1834)

Se dirige hacia Cayastá Vieja, en la provincia de Santa Fe.

Tercera ofensiva (1834)

Se realiza contra los aborígenes que hostilizaban los poblados de San Jerónimo (Santa Fe).

Cuarta ofensiva (1834)

Bate las tribus insurgentes que habitaban sobre las márgenes del río Salado.

Quinta ofensiva (1836)

Durante la cual se realiza una batida general hacia las tolderías de los indígenas belicosos y la provincia de Córdoba se suma a este esfuerzo que pretende lograr una paz duradera, pero por el contrario la lucha por la posesión de estas tierras, se renueva.
Luego de este intento, poco y nada se hace para solucionar el problema. Los ataques de los aborígenes continúan sin que las autoridades locales puedan hacer algo para detenerlos,  ya que no cuentan con los medios necesarios para hacerlo y el gobierno de Buenos Aires, se muestra impedido de ir en ayuda de ellos, bloqueado como lo estaba, por una situación interna explosiva, como lo fueron los enfrentamientos contra el caudillaje y las guerras civiles que oscurecieron durante muchos años a la Historia de la Argentina
14 de junio de 1870
Finalizada la guerra con Paraguay,  el gobierno argentino decide iniciar acciones ofensivas para poner fin a las incursiones que los aborígenes de la región, realizaban sobre los poblados y estancias de esos territorios.
Es entonces, que al igual que las campañas llevadas a cabo al sur de la provincia de Buenos Aires,  entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en 1870 se pusieron en marcha una serie de acciones militares en el Gran Chaco, con el mismo objetivo que fundamentó aquella: Recuperar esas tierras para la soberanía nacional, dejando ambos territorios expeditos para su ocupación y poblamiento, alejando definitivamente los peligros de una hostil actividad de los pueblos originarios, que rechazaban la presencia del “blanco”, considerando que siendo “dueños de esas tierras”, tenían derecho a defenderlas.
La primera expedición militar se realizó en 1870 al finalizar la guerra con el Paraguay y en 1877 finalizaron las operaciones, habiéndose logrado el control de todo el territorio, una vasta región comprendida entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Salado, que se hallaba habitada por los Guaycurúes, Mocovíes, Tobas, Pilagáes, Matacos, Mataguayos, Wichis, Chorotes , Chulupíes, Vilelas, Tonocotés, Tapietés , Chanés y Chiriguanos.
La campaña al Gran Chaco provocó la muerte de millares de indígenas, pero con una diferencia fundamental con la que se desarrolló al sur de la provincia de Buenos Aires: con la del Chaco, la población autóctona no fue exterminada, rescatándose como su principal logro, el haber permitido la expansión territorial de tres provincias:  Salta, que se expandió hacia el este, Santiago del Estero que avanzó hacia el noreste y Santa Fe, que agrandó su territorio hacia el norte, mientras que como consecuencia  directa de estas campañas, surgieron dos nuevas provincias a mediados del siglo XX, Chaco y Formosa, .
A principios del decenio que comienza en 1880, el “Gran Chaco” se encontraba definitivamente repartido entre la Argentina,-que conservaba la parte austral y el Paraguay, que era dueño de la boreal, al norte del río Pilcomayo. El arbitraje del Presidente norteamericano RUTHEFORD HAYES (12 de noviembre de 1878),  había concluido el pleito limítrofe que enfrentaba a ambos países  y los argentinos, una vez entregada la “Villa Occidental”, al país vecino, se habían instalado en la “isla del Cerrito”, capital circunstancial del territorio, hasta que, en 1879, el comandante FONTANA fundó Formosa, donde se instalaría la sede del gobierno
Los progresos del territorio continuaron lentamente. Los pobladores cultivaban mandioca, maní, caña de azúcar y  legumbres y algunos hornos de ladrillo facilitaban el material necesario para la construcción de viviendas. Funcionaban tahonas y trapiches para la industria de la alimentación  y el comercio de la madera, cada vez más intenso,  representaba la base más sólida (y a largo plazo, la más predatoria)  de la riqueza chaqueña. Quedaba, eso sí, un problema por resolver: el indio, que había vuelto a sus prácticas de asalto y robo a los poblados.
Los acontecimientos ocurridos por esos años en los territorios del sur argentino,  no dejaban muchas dudas sobre la suerte que correrían los aborígenes chaqueños: serían acorralados y exterminados. Algunos se incorporarían a las reservas, otros integrarían la mísera mano de obra de los obrajes. La supervivencia del  más fuerte era un dogma implícito en la Argentina de los “80”  y nadie iba a enternecerse por el destino que aguardaba a “los salvajes del norte”, cuya fama de indómitos, por otra parte, venía desde la época colonial.

Cronología de los hechos más trascendentes durante la Campaña al Chaco

Antes de la década de 1870, ya se habían  desarrollado algunas campañas militares en el territorio del Chaco.  Estuvieron a cargo de NAPOLEÓN URIBURU y MANUEL OBLIGADO, quienes peinaron el territorio en dirección este-oeste y viceversa. Una de estas marchas fue protagonizada por el comandante FONTANA, quien procuró unir las ciudades de Corrientes y Salta, debiendo enfrentarse innumerables veces con partidas de indígenas que lo obligaron a batirse con vigor, perdiendo uno de sus brazos en el combate de “La Cangayé”, librado en el centro de los territorios en disputa.

1º de marzo de 1866

El comandante militar de “La Carlota, provincia de Córdoba, JACINTO QUIRÓS, sale en busca de una partida de indígenas que había entrado en la provincia por “los Barriales” y los enfrenta en un paraje ubicado entre Algarrobos y La Carlota y los pone en fuga

16 de abril de 1870

El teniente coronel NAPOLEÓN URIBURU, salió de Jujuy con 250 hombres montados en mula, pertenecientes a un regimiento que había formado con reclutas de Salta y Jujuy y destinado a la frontera de Orán. Pasó por La Cangayé, la antigua reducción de Nuestra Señora de los Dolores que había sido fundada en 1781y abandonada en 1793 cerca de la unión de los ríos Teuco y Bermejo, continuó costeando el Bermejo y luego se internó en el Chaco hasta alcanzar el río Paraná frente a Corrientes luego de 1.250  km. recorridos en 56 días. Sometió a once caciques y miles de indígenas que fueron destinados a la zafra de la caña de azúcar y reconoció un camino hacia Corrientes. Durante esta campaña, un destacamento expulsó a un escuadrón boliviano que incursionaba en territorio argentino.

03 de junio de 1866

El comandante interino de la frontera norte, coronel MATÍAS OLMEDO, sorprende en su toldería a la tribu de los caciques TOMÁS NOVIRI y RAFAEL ALEZORE y los obliga a huir

26 de febrero de 1871

Partió de Buenos Aires el barco “Sol Argentino”,  que realizó la exploración del río Bermejo hasta la provincia de Salta y regresó luego a Buenos Aires en febrero de 1872. Durante este viaje se produjeron numerosos enfrentamientos con indígenas.

31 de enero de 1872

El presidente DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO creó el Territorio Nacional del Gran Chaco, estableciendo como su ciudad capital a la Villa Occidental (hoy territorio paraguayo), siendo su primer gobernador JULIO DE VEDIA.

1872

NAPOLEÓN URIBURU viajó hacia el Chaco para auxiliar al vapor “Leguizamón” que se hallaba varado en el Bermejo, mientras se cumplía tareas de rastrillaje por las costas de ese  río, cuyos poblados vecinos, sufrían ataques de los abipones..

1875

El coronel NAPOLEÓN URIBURU, ya como gobernador del Chaco, atacó las tolderías de los caciques NOIROIDIFE y SILKETROIQUE, derrotándolos. Ese año fue asesinado por los aborígenes el capitán estadounidense SANTIAGO BIGNEY y seis tripulantes de la chata “Río de las Piedras” cuando navegaba por el Bermejo e intentaba comerciar con ellos. Para recuperan la embarcación y otra que la había auxiliado, el 25 de diciembre de 1876 el capitán de marina FEDERICO SPURR ingresó en el Bermejo con la nave Viamonte”, combatiendo en varias acciones contra los tobas, a los que derrotó en Cabeza del Toba. Las dos embarcaciones que habían sido hundidas por los indígenas, fueron recuperadas por Spurr con parte de la carga, arribando a Corrientes el 17 de enero de 1877.

23 de julio de 1875

El comandante LUIS JORGE FONTANA inició un reconocimiento de la entrada del río Pilcomayo, navegando 70 kilómetros por su recorrido.

19 de abril de 1878

El coronel NAPOLEÓN URIBURU realizó una nueva expedición punitiva.

29 de agosto de 1879

El coronel MANUEL OBLIGADO partió desde la ciudad de Reconquista con 150 hombres en misión de reconocimiento y vigilancia y regresó el 12 de octubre, luego de recorrer 750 km, sin combatir con los indígenas.

04 de mayo de 1880

Por orden del presidente NICOLÁS AVELLANEDA, el mayor LUIS JORGE FONTANA, partió de Resistencia con 7 oficiales, 30 soldados, 8 indígenas y 2 rastreadores,  con el objetivo de reconocer un camino que uniera Corrientes con Salta. Luego de 104 días de marcha, llegó a Colonia Rivadavia, en la provincia de Salta. Luego de  recorrer 520 km bordeando el río Bermejo y dejando abierta una picada en el monte. Durante el transcurso de esa marcha, derrotó a un grupo de tobas que lo superaban en número en un combate en el que perdió un brazo, acción de la que informó mediante el siguiente telegrama que le envió al Presidente Avellaneda: “Estoy en Rivadavia. Queda el Chaco reconocido. He perdido el brazo izquierdo en un combate con los indios, pero me queda el otro para firmar el plano del Chaco que he completado en esta excursión”.

 20 de mayo de de 1881

El coronel JUAN SOLÁ Y CHAVARRÍA partió al mando de una fuerza compuesta por 9 oficiales, 50 hombres de tropa y 3 voluntarios desde el fuerte de Dragones en la provincia de Formosa,  con el objetivo de reconocer el interior de la zona entre el Pilcomayo y el Bermejo hasta el puerto de Formosa, mientras que con su presencia, eficazmente disuasoria, brindaba protección a las poblaciones ribereña. Desde el Fortín Belgrano costeó luego el Bermejo y ante su demora en llegar a destino, el gobernador del Chaco, coronel BOSCH, envió 100 soldados en su búsqueda. El 3 de septiembre, el coronel SOLÁ alcanzó la localidad de Herradura y desde allí, viajó de regreso por barco hasta Formosa.
En todos los casos, estas campañas, emprendidas  con medios precarios, en las que los inconvenientes (como lo señala el historiador militar FÉLIX BEST), “se salvaban gracias a una mezcla de audacia y buena suerte”, sin contar que además, se sacaba partido de la merma del valor combativo de los indígenas, a quienes el alcohol, la pérdida progresiva de las regiones boscosas que le daban sustento y el avance inexorable de los blancos en sus tierras ancestrales, producían un efecto desmoralizador.
Factores estos, que no son demérito del “valor desalmado de los salvajes (“Campaña del Desierto” de JOSÉ E. RODRÍGUEZ) y la astucia con que combatieron estos bravos guerreros aborígenes, que casi sin poseer ningún armamento idóneo para enfrentarse con las fuerzas nacionales, las habían combatido en inferioridad de condiciones, durante muchas décadas,  algunos de los cuales, como  LEONCITO, PETISO, CAMBÁ y SALARNEK-ALÓN, han dejado grabado en la memoria de nuestra Historia, el recuerdo de sus hazañas.

19 de abril de 1882

Los tobas y chirigüano asesinaron al médico francés JULES CREVAUX y A once de sus compañeros cerca de La Horqueta, al norte del paralelo 22° S, en el Pilcomayo.

02 de junio de 1882

El mayor LUIS JORGE FONTANA al comando del vapor “Avellaneda” y la lancha “Laura Leona”, exploró el río Pilcomayo en busca de los restos de Crevaux, regresando el 18 de septiembre sin haber  podido  hallarlos.

 11 de junio de 1883

Desde Dragones, en la provincia de Formosa, el teniente coronel RUDECINDO IBAZETA partió al mando de un destacamento compuesto por 135 hombres, con la orden de encontrar a los culpables del asesinato de CRAVEAUX y de traerlos de regreso para ser juzgados.

 29 de junio de 1883

Desde la ciudad de Resistencia, actual provincia del Chaco, el coronel MANUEL OBLIGADO dio cuenta del resultado de su campaña al interior del Chaco contra los indígenas que de tiempo de tiempo hacían sus malones a las poblaciones que se estaban formando al amparo de las autoridades de la Nación. Esta campaña ha sido una de las que dieron mejores resultados; sorprendiendo varias tolderías, consiguiendo arrollar y deshacer los últimos restos de las feroces tribus de “mocovíes”, aprisionando muchos indígenas, arrebtándoles gran cantidad de caballos, mulas, animales vacunos, ovejas y cabras que se habían robado; estableciendo fortines, levantando planos, clasificando bosques. Todo esto luchando contra la inclemencia del tiempo, la ferocidad de los indígenas y las alimañas peligrosas que abundaban por esos lugares.

10 de agosto de 1883

Seiscientos cincuenta indígenas tobas y chirigüanos montados (presumiblemente, los asesinos del doctor CRAVEAUX), atacaron en las riberas del río Pilcomayo, a las fuerzas del coronel IBAZETA, quien logró rechazarlos, causando la muerte de 60 de ellos.

 18 de setiembre de 1883

El teniente coronel IBAZETA  regresa a Dragones luego de realizar una expedición punitiva

1883, 1885, 1886 y 1892

El explorador francés ARTURO THOUAR realizó cuatro expediciones en la zona del Pilcomayo.

Entre  1883 y 1884

Se llevaron a cabo varios avances simultáneos sobre el territorio chaqueño. El historiador ORLANDO MARIO PUNZI ha realizado la crónica de la campaña del comandante IBAZETA contra los “chiriguanos” de Salta -que sirvió para reconocer buen parte del Chaco central- y la de OBLIGADO, que partió de Chilcas, Fortín Inca y Reconquista. Pero estas expediciones, que tenían más de exploraciones geográficas, que de campañas militares, sólo fueron el antecedente de la que se considera definitiva en la incorporación del Chaco a la Nación: la que encabezó el ministro de Guerra, general y doctor BENJAMÍN VICTORIA.

21 de agosto de 1884

Acompañado por el naturalista e ingeniero hidrólogo OLAF J. STORM, salió de Formosa una flota al mando del sargento mayor de marina VALENTÍN FEILBERG conformada por la bombardera “Pilcomayo”, el remolcador “Explorado”, la lancha a vapor “Atlántico”, la chata “Sara” y  otra más pequeña con la misión de explorar el río Pilcomayo y establecer un fortín en su boca. Este Fortín, llamado  “Coronel Fotheringham”, fue la base de la actual ciudad de Clorinda. Exploraron luego varios brazos del río hasta cerca del Salto Palmar y regresaron a Buenos Aires el 14 de abril de 1885.

17 de octubre de 1884

El general BENJAMÍN VICTORICA, ministro de guerra y marina del presidente JULIO A. ROCA, encabezó una expedición con el objetivo de llevar la frontera con los indígenas del Chaco hasta el río Bermejo, estableciendo una línea de fortines que llegara hasta Salta.
Con su campaña, VICTORICA se proponía llegar hasta el río Bermejo y unir definitivamente el litoral paranaense con el altiplano, contando con la guía de dos exploradores de gran experiencia que acompañaron su marcha: El comandante FONTANA en el Chaco central y navegando el río Pilcomayo y VALENTÍN FEILBERG, un marino que, años atrás, había remontado el río Santa Cruz, hasta llegar al Lago Argentino, en el extremo sur del país.
A tales efectos, cinco columnas partieron desde Las ciudades de Córdoba, Resistencia y Formosa, con la orden de confluir sobre “La Cangayé”, Dos de ellas, debían remontar los ríos Bermejo y Pilcomayo, mientras que las otras tres, constituyendo la reserva de esas fuerzas, integrada con parte del Regimiento de Infantería de Marina, se instalarían en el Fortín General Belgrano. La campaña se realizó entre el 17 de octubre y el 21 de diciembre y en esos dos meses, se lograron todos los objetivos que se habían propuesto.
Se habían reconocido infinitas picadas y senderos, fundándose Fuerte Expedición, Puerto Bermejo y Presidencia Roque Sáenz Peña. El río Bermejo había quedado expedito para ser navegado en todo su recorrido. El desierto verde ya era conocido en sus rumbos principales. En cuanto a los indios, se suponía que ya se habían terminado  los malones sobre las poblaciones de Santa Fe, Santiago del Estero  y Córdoba. La guerra iniciada en el siglo XVII terminaba así con la derrota de los aborígenes, y sólo elementos residuales, mezclados con delincuentes blancos  y mestizos, continuarían trayendo alguna inquietud a los pobladores. De hecho, el último malón ocurriría en 1924.
Conviene destacar que la campaña de VICTORICA no tuvo características épicas. Hubo más pérdidas de ganado que de gente, más accidentes provocados por inconvenientes del clima y del suelo que por encuentros con los aborígenes. El avance resultó más incómodo que peligroso y la preocupación fundamental fue re conocer la fauna y la flora, apreciar las condiciones del suelo, identificar las aguadas y los accidentes geográficos en aquella monotonía de montes bajos, lomadas y esteros. El general IGNACIO FOTHERINGHAM también ha narrado la parte que le cupo en esta empresa, en la que participó como gobernador de Formosa. En su libro dedica largos párrafos a describir las incomodidades provocadas por el calor y los mosquitos, las arañas y las víboras. Recuerda la esterilidad de la tierra, ese lodo calcáreo sobre el que se alzaban los lapachos y quebrachales. Delinea esa guarida de tigres y antas que era la selva chaqueña y enumera los medios de transporte usados: los pies por por empezar, pero además el caballo, la lancha a vapor, los botes y sobre todo los carros y carretas. La naturaleza era el obstáculo más duro; el mismo FEILBERG tuvo que abandonar su exploración del Pilcomayo, al igual que dos oficiales que posteriormente, también intentaron la empresa, “corridos” por esa “infernal naturaleza”.
Simbólicamente, la marcha de VICTORICA en el norte fue contemporánea de la que en ese momento realizaba el coronel  LORENZO VINTTER en la región austral, que fuera el colofón final de la  expedición de JULIO ARGENTINO ROCA al río Negro. Al norte y al sur de la República, para dejar liberados del terror a esos territorios para su ocupación y poblamiento.

25 de junio de 1885

Zarpó de Buenos Aires el vapor “Teuco” al mando de JUAN PAGE para explorar el río Bermejo, regresando a Corrientes el 3 de octubre.

Agosto de 1885

Una flotilla de tres embarcaciones al mando GUILLERMO ARÁOZ navegó por el río Bermejo, explorando también el río Teuco. La expedición continuó en enero de 1886 hasta el río San Francisco al mando de los subtenientes SÁENZ VALIENTE y ZORRILLA.

19 de septiembre de 1886

Zarpó de Buenos Aires una escuadrilla al mando del capitán de marina FEDERICO WNCELSAO FERNÁNDEZ, compuesta por el vapor “sUCRE” Yy la chata “Susana”, para explorar el río Aguaray Guazú y verificar sus vinculaciones con el Pilcomayo.

23 de noviembre de 1886

El capitán EULOGIO RAMALLO con una partida del Regimiento 12 de Caballería derrota a los caciques SADUA y PITERATY.

 02 de enero de 1887

El alférez ÁNGEL A. HERRERA del Regimiento 12 de Caballería, en el paraje llamado “Conchas” bate a una partida de indígenas.

09 de enero de 1887

El capitán FENELÓN ÁVILA con 20 soldados del Regimiento 12 de Caballería derrota a un malón  que había robado en la “Colonia Las Toscas”.

22 de enero de 1887

El alférez ÁNGEL A. HERRERA con 11 soldados del Regimiento 12 de Caballería, ataca una toldería de indígenas que habían estado de correría, logrando rescatar 3 cautivas y numeroso ganado.

27 de enero de 1887

El capitán FENELÓN ÁVILA, sale al mando de un destacamento del Regimiento 12 de caballería en misión de vigilancia de los territorios al sur de la línea del Bermejo y al llegar a “Riacho de Oro”, logra batir a una importante partida de indígenas guerreros que se resistían a dejar las armas.

 1889

Campaña del Lorenzo Winter. Se pone en marcha para proteger poblaciones asentadas en Santa Fe y en las márgenes de los ríos Paraná y Paraguay, contra indígenas y bandoleros aliados para cometer fechorías.

 12 de marzo de 1890

Los barcos “Bolivia” y “General Paz”, iniciaron una nueva exploración del Pilcomayo al mando del capitán de fragata Juan Page, que murió durante el viaje, explorando el Brazo Norte.

1º de setiembre de 1899

El general LORENZO VINTTER, inició una campaña militar en el Chaco austral al mando de 1.700 hombres de la División de Operaciones del Chaco, formada por un batallón de infantería, cinco regimientos de caballería y un regimiento de artillería. Se intentó convencer pacíficamente a los indígenas de que debían someterse, pero se realizaron varios combates y la línea de frontera fue establecida en el río Pilcomayo. Se crearon puestos militares avanzados comunicados por telégrafo y un camino. La campaña concluyó con la ocupación militar efectiva del Chaco argentino, que se realizó con escasa resistencia indígena.

Campaña al Chaco. Tropas al mando del Cte Astorga, entregan pilchas y lanzas a indígenas lugareños, Ca 1895

 1907

Se crea la División  Caballería del Chaco. Con la intención de ocupar paulatinamente todos los territorios afectados por la hostilidad de los aborígenes, tratando de pacificarlos y de llevar la zona de seguridad hasta el río Pilcomayo
1911
Creación de de las “Fuerzas en Operaciones del Chaco”. Con el objetivo de eliminar la frontera interior existente, llevándola hasta el Pilcomayo
1914
Es disuelta la División de Caballería del Chaco, quedando a cargo de las últimas operaciones en la zona,  el Regimiento 9 de Caballería.
31 de diciembre de 1917
Así concluye prácticamente la “Campaña al Gran Chaco”, ya que hasta 1919 y más adelante, aún, sólo se registrarán pequeños ataques aislados y sorpresivos, ejecutados por bandas de indígenas (no siempre argentinos) y vagabundos que hostilizaban a los fortines de frontera, conducta que adquiere su máximo dramatismo en el caso del “Fortín Yunká” (19 de marzo de 1919), a cuyos atacantes se los considera como el último malón (ver “La tragedia del Fortín Yunká” en Crónicas)
PUEBLOS ABORÍGENES INVOLUCRADOS EN ESTAS ACCIONES
Muchas eran las tribus pertenecientes a distintas etnias las que habitaban la región en la época que nos ocupa, pero no todas participaron en las acciones que se desarrollaron durante la “Campaña al Gran Chaco”, por lo que consignaremos a continuación, las que tuvieron una más activa participación en dicho evento.

Abipones

Tenían su “hábitat” en la ribera norte del río Bermejo inferior. A comien
zos del siglo XVIII adoptaron el caballo y se dedicaron a la depredación, atacando las estancias y las ciudades de los españoles.

Chirigüanos

Pueblo originario del noreste de la provincia de Salta, se vieron involucrados en la lucha contra el hombre blanco, arrastrados por sus “hermanos” del sur de esa provincia, los “vilelas”, que por ser más combativos, estuvieron más dispuestos para defender lo que consideraban su tierra, por derecho de nacimiento  y su modo de vida.

Mocovíes (de la etnia de los guaycurúes)

Aliados de los abipones en sus correrías, originariamente vivían en las fronteras del antigüo Tucumán y contribuyeron en gran medida con la destrucción de “Concepción del Bermejo” y en los ataques que se llevaban a cabo sobre Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba. Alejados de esos centros de población por la expedición que ESTEBAN DE IURIZAR Y ARESPACOCHAGA llevara contra ellos en 1770,  se dedicaron a hostilizar poblaciones y estancias de Santa Fe.

Matacos

Vivían al oeste de Chaco y Formosa y este de Salta. Tenían una agricultura muy rudimentaria. En sus ataque a poblados utilizaban lanzas y “macanas” (un temible garrote hecho con madera dura, quizás quebracho, árbol nativo de la zona). Cuando llegaron los españoles, se dedicaron casi exclusivamente al asalto de sus instalaciones.

Pilagaes (de la etnia de los guaycurúes)

Habitan en la parte central de la provincia de Formosa, sobre la margen derecha del río Pilcomayo, en las zonas anegadizas del estero “Patiño”. Son los únicos de la familia de los  “guaycurúes” que todavía tienen una importante cultura autóctona

Sanavirones.

Habitaban el bajo río Dulce y en la cuenca de Mar Chiquita, hasta el río Primero en territorios que hoy ocupa la provincia de Córdoba y desde allí hostilizaban  a sus vecinos, los “comechingones”  hasta que llegados los españoles, comprobando que con ellos obtenían
mejores botines en sus correrías, se dedicaron a atacar y a saquear sus poblaciones.

Tobas (de la etnia de los guaycurúes)

Ocupaban originariamente  el territorio que hoy ocupa la provincia de Formosa; después se replegaron hacia el este, extendiéndose luego hacia el norte y el sur. En el siglo XVIII también adoptaron el caballo y así aumentó su peligrosidad, pues como hábiles jinetes, les resultó muy conveniente la velocidad con que sus montados  les permitían ataques relámpago a estancias y poblados de esos territorios

Vilelas

Habitaban el sudeste de Salta. Se distinguieron por su fierez y valor en el combate y en varias oportunidades derrotaron a las tropas españolas que intentaban penetrar en su intrincado territorio. Con la incorporación del caballo, como su arma de combate más eficaz, se transformaron en hábiles jinetes y con la lógica mayor movilidad que les daba ir montados, sus ataques al hombre blanco, se hicieron más profundos, audaces y repetidos. Son hoy un pueblo cuyos escasos descendientes viven en las provincias del Chaco, Santiago del Estero, junto a pequeños grupos emigrados a Rosario y el Gran Buenos Aires

CÓMO COMBATIR EL INDIO EN LA FRONTERA NORTE.

Por considerarlo de interés, recordamos que la expedición al río Pilcomayo, efectuada por el gobernador intendente de Potosí, FRANCISCO DE PAULA SÁENZ, le sirvió a este, para producir un informe sobre los resultados de su expedición, acompañado por una serie de conclusiones, que según su criterio, deberían ser tenidas en cuenta para combatir con éxito a los indígenas hostiles. Dice al respecto en su informe del 21 de mayo de 1805:  “Es necesario tener en cuenta que la preparación y ejecución de una excursión contra los indígenas del Chaco, deberá afrontar serias dificultadas, fundamentalmente presentadas por factores geográficos. Es de capital importancia entonces realizar exploraciones previas y empleando pequeñas unidades de tropa, conocedoras del terreno y de las tribus que lo ocupaban; preparar detalladamente la zona de operaciones, de manera tal que los  operativos de la lucha contra los indígenas, se realicen contando con la debida organización, el necesario equipo y el suficiente adiestramiento de la tropa a emplear. La escasez de soldados y la falta de un equipamiento militar adecuado resulta menos peligrosa que la carencia de agua o abastecimientos. Por ello debe insistirse repetidamente en el aprovisionamiento de ganado vacuno y caballar, enviándolo  por remesas, previamente concertadas con las guarniciones  instaladas en tierras de indígenas o reunido luego de atacar los pueblos hostiles que se encuentren  en el camino. Ir penetrando en territorio indígena mediante etapas sucesivas para afianzarse en el terreno conquistado y abastecerse convenientemente para las próximas etapas. Utilizar, en lo posible, la vía fluvial y poseer un depósito de víveres siempre en las cercanías de las columnas. En nuestro caso,  el centro de abastecimiento fue el Fuerte de San Luis. Medir las jornadas diarias de marchas por la presencia de agua y pasto en primer término. Por ello, el indio quema siempre los pastos. Contar siempre con la presencia de indios aliados y baquianos. Arrasar con los pueblos hostiles para luego de quemar las casas buscar los “troges” de maíz, que muchas veces han sido enterrados y apoderarse de todos los animales que se encuentren como gallinas patos, etc. además del ganado caballar o vacuno  que posean. Dentro de la táctica operativa indígena,  además de la quema de los pastizales,  está también el retiro inmediato de sus muertos en batalla,  para evitar que el enemigo conozca el alcance del daño efectuado entre las filas de la indiada” Finalmente opina sobre la táctica operativa que será conveniente aplicar en la guerra contra los indígenas, diciendo que “se deben realizar ataques rápidos y decisivos y no efectuar operaciones prolongadas y  lejanas, dificultadas por las posibilidades de abastecimiento”.

Gran parte de este material ha sido extraído de una nota titulada “La conquista del Chaco” publicada en el Anuario Nº 1 del año 1983, de la Revista “Chasque del Desierto”, obra a la que nos permitimos sugerir que se recurra, para ampliar y mejorar esta información 

lunes, 13 de agosto de 2018

Guerra de la Independencia: Sipe Sipe (1811)

Batalla de Sipe-Sipe (1811)




 

Batalla de Sipe-Sipe, 13 de Agosto de 1811

La Batalla de Sipe-Sipe, denominada también Batalla de Hamiraya, ocurrida el 13 de agosto de 1811, puede ser entendida en su verdadera dimensión si se analizan los sucesos anteriores que tienen como punto de partida la derrota de las tropas patriotas en el Desaguadero (zona limítrofe con la actual República del Perú), en la Batalla de Huaqui el 20 de junio de 1811. En esta batalla se enfrentaron las tropas realistas, provenientes del Virreinato del Perú, al mando de Goyeneche, con las tropas patriotas conformadas por el primer Ejército auxiliador de las provincias del Río de la Plata dirigidas por Balcarce. Pese a la importante participación de Francisco del Rivero y de las tropas cochabambinas, la derrota fue inevitable, temiendo a partir de ese momento la invasión a Cochabamba por Goyeneche que ya había dado muestras de extrema crueldad en la represión del movimiento de La Paz del 16 de julio de 1809.

Pese a estas circunstancias adversas, el 18 de julio Rivero envía una carta a Goyeneche donde le conmina a retirarse a los limites del Virreinato de Lima, porque de lo contrario a medida en que se aproxime con su Ejército a estas provincias, serán victimas sangrientas del furor de los pueblos, le advierte que saldrán a oponerse a su Ejército tantos combatientes, cuantos pueden haber en los pueblos.

El Cabildo pide desesperadamente ayuda en armas y hombres para hacer frente a las tropas peruanas que sin duda ingresarán a Cochabamba por todos los antecedentes de la participación de la provincia rebelde en los sucesos revolucionarios. Por otra parte, Rivero emite, el 26 de julio de 1811, una ardorosa proclama a la provincia de Cochabamba.

La preocupación de Rivero por la participación de una mayor cantidad de gente en este enfrentamiento que decidía la suerte de la provincia de Cochabamba se evidencia en el documento enviado por Rivero al partido de Mizque (documento cuya copia entregara el alcalde de Cercado, Edwin Castellanos, el 15 de agosto al Honorable Concejo Municipal), en el que Rivero refleja la preocupación de esos angustiosos días.

Los temores de Cochabamba se hacen realidad, Goyeneche dispone la invasión a Cochabamba, y el 2 de agosto de 1811 envía al Gobernador Intendente de Cochabamba y al Cabildo un oficio en el que les manifiesta que “por la obstinación de algunos pocos hombres sin juicio ni criterio, ni amor a sus semejantes, no me queda otro arbitrio que remitir la cuestión a la suerte de las armas”.

El 6 de agosto, la junta gubernativa de Cochabamba, preocupada por la declaración de guerra a la provincia realizada por Goyeneche había enviado un oficio a La Plata para que luego lo pasaran a Potosí, en el que planteaban la estrategia de defensa: Cochabamba tiene 6.000 hombres situados en la zona de Arque, 4.500 en Tapacarí fuera de otros 1.000 que guarnecen la entrada de Hayopaya. Saben que Goyeneche levantó su campo de Oruro a Paria el 4 de agosto y que ha determinado el 6 de agosto adelantar su marcha hacia Cochabamba por lo que solicitan que las tropas auxiliares de Buenos Aires, puedan actuar por la retaguardia, para que uniformadas las operaciones con oportunidad puedan tener asegurada la victoria, por el valor y entusiasmo de los cochabambinos.

Rápida victoria de los realistas


El Ejército Real, al mando de Goyeneche, partió de Oruro con destino a Cochabamba el 4 de agosto, tomaron el camino de Paria y Altos de Tapacarí por caminos quebrados con desfiladeros, luego tomaron las alturas que dividen Sipe Sipe de la Quebrada de Tapacarí a fin de eludir el paso angosto llamado Ruina que sabían que estaba fortificado por los insurgentes. A las tres y media de la tarde se encontraban frente al pueblo de Sipe Sipe. Allí vieron a los insurgentes apostados ventajosamente en un largo cerro o loma que domina todo el llano de Sipe Sipe. En la Batalla de Sipe-Sipe el 13 de agosto, participaron en el Ejército cochabambino, más de 40 mil hombres, ocho piezas de artillería, trescientos fusiles, los demás armados con lanzas, garrotes. Comandados por Francisco del Rivero y Eustaquio Días Vélez. La Batalla de Sipe-Sipe fue descrita por Mendizábal (cartógrafo oficial del Ejército Real) planteando que como el enemigo era tan numeroso en caballería, les pareció conveniente formar los batallones en cuadro para evitar alguna carga súbita. Como la situación era crítica y era peligroso pasar allí la noche, decidieron atacar inmediatamente, actuando cada batallón por distinto rumbo para tomarlos por los flancos, este movimiento desconcertó tanto a los enemigos que abandonaron su posición ventajosa sin disparar. Pasaron los patriotas a ocupar otra altura al otro lado del río, pero el Ejército Real repitió la maniobra de atacar por la espalda y los costados. No esperaban este choque por lo que se dispersaron las tropas insurgentes abandonando su artillería en el campo de batalla, por lo que la victoria del Ejército Real fue rápida. El 15 de agosto de 1811, ocurrió el restablecimiento de las Autoridades Realistas en Cochabamba. El 16 de agosto, el Cabildo de Cochabamba envió un oficio a la Junta Gubernativa del Río de La Plata, que reflejaba el sentimiento que invadía a los cochabambinos después de la derrota de Sipe-Sipe.

Fuente


De Mamán, Itala – Bicentenario de la Batalla de Hamiraya – Cochabamba (2011)

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

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martes, 7 de agosto de 2018

Revolución de Mayo: Batalla de Sansana

Batalla de Sansana





Coronel Manuel Dorrego (1787-1828)

Luego del pronunciamiento de mayo de 1810 se producen algunas acciones derivadas de él. El ejército patriota, que ha contribuido a afirmar al gobierno con el triunfo de Suipacha, se apresta a realizar nuevos avances en su campaña libertadora, peri su deficiente equipamiento, unido a la falta de verdadera experiencia guerrera, producen el desastre de Huaqui, el 20 de junio de 1811, golpe que causa en Buenos Aires tremenda consternación.

Decidido el gobierno a enfrentar la situación, el propio presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, se dirige al Norte con un grupo de oficiales. Su propósito consiste en reorganizar las fuerzas dispersas, pero no llega a realizarlo, pues la Junta lo destituye, reemplazándolo con el coronel Juan Martín de Pueyrredón, que ha fugado de Potosí con los tesoros que se guardaban en la casa de Moneda. Manuel Dorrego integra el grupo de oficiales que marcha al Norte con Saavedra, y que, por las circunstancias apuntadas se encuentra luego a las órdenes de Pueyrredón.

Dorrego hacía poco que había regresado de Chile con el grado de capitán de la milicia chilena, el cual no había sido reconocido aquí, por lo tanto era uno de los muchos voluntarios sin asignación precisa. Su actitud, no puede ser más desinteresada, ya que parte a la guerra sin sueldo, costeándose los gastos de su propio bolsillo. Es lo que entonces se denomina un “oficial aventurero”.

Pero esto no lo desanima. Al contrario, su dinamismo y su fervor patriótico se destacan en todo momento, llamando muy pronto la atención de sus jefes.

Las provincias del norte, mientras tanto, no permanecen inactivas. Salta y Jujuy organizan fuerzas para hacer frente a los realistas, que amenazan invadir desde el Alto Perú. Güemes capitaneando sus gauchos, forma una barrera en la quebrada de Humahuaca, hostilizando al enemigo para dar tiempo a la reorganización del ejército.

Dorrego se encuentra así en medio de una fuerza militar heterogénea, en la que se debaten diversas tendencias antagónicas. Y él no es precisamente un elemento de concordia, dada su naturaleza turbulenta, sino que esta llamado a chocar con quienes quieren imponerle principios que no le agradan. En primer término, su espíritu rebelde encuentra inaceptable la rígida disciplina que el segundo jefe del ejército, coronel José Moldes, quiere imponer a toda costa. Debido a que goza de la confianza y la amistad de Pueyrredón, Moldes procede con toda autoridad a someter a oficiales y soldados a la disciplina aprendida en las academias europeas.

Pero el material humano con que cuenta es reacio a dejarse manejar de tal manera, porque hasta ese momento ha actuado libremente, casi a su arbitrio. En particular los oficiales porteños no sólo se muestran desobedientes a sus indicaciones, sino que se permiten actitudes arrogantes u hostiles.

No es necesario decir que Dorrego a la cabeza de ese grupo levantisco, que se opone a las reformas que Moldes quiere introducir en el ejército. Este, por su lado, dirige sus ataques en especial contra los porteños, presentando severas quejas a Pueyrredón. Su propio carácter, autoritario y presuntuoso, así como sus modales y su lujoso tren de vida, no son los más apropiados para conquistarle las simpatías de sus subordinados.

El historiador salteño Bernardo Frías ha presentado un cuadro de esta situación en el que, comprensiblemente, carga las tintas, pero que merece citarse para comprender la gravitación que Dorrego tiene entre sus compañeros. Dice Frías que la “pretendida reforma en el ejército atrajo a Moldes la enemistad y el odio bullicioso de aquella oficialidad, cuya alma y calor era Dorrego, y le llamaron el tirano Moldes”. (1)

Según el mismo historiador, a pesar de las resistencias encabezadas por Dorrego, Moldes logra imponer el peso de su mano de hierro en el ejército, remontándolo e instruyéndolo con eficacia.

A fines de 1811, Pueyrredón dispone que una fuerza, al mando del coronel Eustoquio Díaz Vélez, se adelante hacia el Alto Perú, con el objeto de tomar contacto con el enemigo, y también para ayudar de este modo a los cochabambinos, que luchan con heroico estoicismo, indiferentes al terror desatado contra ellos por los realistas.

Tan peligrosa se supone la empresa, que el batallón de infantería destinado a ella se subleva el día de su partida del cuartel general en Jujuy, dando origen a una severísima represión, que incluye el fusilamiento de los cabecillas. Dorrego solicita entonces un puesto en la columna, y Díaz Vélez lo designa ayudante suyo. Se asegura que el joven capitán, sin grado reconocido, se gana de inmediato la confianza y la estima de su jefe, quien le confía misiones delicadas.

Una vez que la fuerza patriota alcanza el puesto avanzado de Yavi, se adelanta hacia la provincia de Chichas, donde se halla la vanguardia realista. El general Goyeneche dispone entonces el envío de un cuerpo de 400 hombres, y ambas columnas quedan a la vista una de otra. Más los realistas consideran imprudente medirse con una fuerza superior en número, pese al refuerzo de 600 hombres que viene al mando del general peruano Francisco Picoaga. Contramarchan entonces, perseguidos por Díaz Vélez, pero es éste quien ahora comprende la inutilidad de un encuentro con esa fuerza que ya cuenta con 1.000 soldados. Díaz Vélez se ha reforzado con 200 hombres de caballería al mando de Güemes, y así comienza a replegarse, no sin librar algunas escaramuzas.

La columna patriota llega en su retroceso hasta Cangrejos, y acampa después en un lugar llamado Los Colorados, a la espera de las órdenes de Pueyrredón. Al siguiente día, 16 de diciembre, Díaz Vélez recibe un parte de la avanzada que está en Pumahuasi, por el que se le comunica que, en un pueblito situado a cuatro leguas de allí, Sansana, hacia al poniente de Yavi, hay una partida realista encargada de la custodia de una provisión de harina.

De inmediato dispone que un grupo salga en procura de ese alimento, del que tiene gran necesidad. Como se trata de una misión arriesgada, confía su mando a Dorrego, convencido de que la decisión y la inteligencia de su ayudante son una garantía de éxito para la empresa.

Es la primera vez que Dorrego se va a encontrar en el compromiso de una auténtica acción militar, pues hasta el momento su experiencia se reduce a los incidentes de Chile (motín de Figueroa) y a la dudosa preparación que recibe en el cuartel general del ejército del norte. Ahora tendrá oportunidad de ser empleada su capacidad de iniciativa y de mando, que parecen ser cualidades innatas en él.

El mismo día que recibe la información, Díaz Vélez destaca una partida de 40 hombres, en cuyo mando secundan a Dorrego los tenientes Luis García y Antonio Bazán. Las órdenes especifican que se debe caer sobre el enemigo por sorpresa y arrebatar la harina, todo ello operando con la mayor rapidez.

En la mañana del mismo día, Dorrego, con su pequeña fuerza, se aproxima a Sansana, encontrándose con que en unos ranchos de las afueras acampa la partida realista. Esta es atacada de inmediato, y procura entonces parapetarse en unos tapiales, a la espera del socorro que no dejarán sin duda de prestar otras partidas, atraídas por los disparos. Se combate valerosamente por ambos lados por espacio de una hora. Finalmente tras una carga decisiva de los patriotas, causante de la muerte del oficial español, aquéllos se encuentran en posesión del depósito buscado. Pero no es harina lo que allí se guarda, con lo que se desvanece la ilusión de saborear alguna sabrosa comida, sino los equipajes de los soldados y aún de varios oficiales realistas, además de 27 mulas y 19 fusiles. De estos últimos -dice Díaz Vélez- “seis se hicieron pedazos en el acto de acción”.

De todas maneras, no es un botín despreciable, y Dorrego dispone que se lo cargue. En ese mismo momento aparece por una altura próxima otra fuerza enemiga, esta vez más numerosa, pues consta de unos 150 hombres.

Obligado por esta situación francamente adversa, Dorrego resuelve replegarse dejando abandonado el botín, no sin antes prenderle fuego a los ranchos en que se hallaba el resto del equipaje que no había podido tomar la tropa, el que según el incremento que habrá tomado el fuego, cuando se retiraron se redujo todo a cenizas

El de Sansana puede ser considerado un triunfo de Dorrego, por las bajas que causa al enemigo, y por su maniobra al encontrarse con una fuerza superior, a la que se debía eludir todo trance.

Referencias


(1) Bernardo Frías – Historia de Güemes y de Salta – Tomo II, Buenos Aires (1907).

Fuente


Díaz Vélez, Eustoquio – Parte del combate redactado el 19 de diciembre, en Colorados (Depto. de Yavi).

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

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Sosa de Newton, Lily – Dorrego – Ed. Plus Ultra, Buenos Aires (1967).

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jueves, 31 de mayo de 2018

Virreinato del Río de la Plata: Cisneros luego de la Revolución de Mayo

¿Qué pasó con el virrey Cisneros luego de la Revolución de Mayo?









Don Baltasar Hidalgo de Cisneros y la Torre Cejas y Jofre vivió en el fuerte de Buenos Aires hasta el 24 de mayo, junto con su espléndida mujer, doña Inés Gaztambide y Ponce. Pero en cuanto fue desplazado, alquiló una casa en la actual calle Bolívar 553, entre Venezuela y México. Tenía con qué pagarlo, ya que continuó cobrando sus haberes, de acuerdo con lo resuelto por la Junta. Pero su estadía en la Buenos Aires revolucionaria iba a ser corta.
Cerró mucho su núcleo de amistades. Solía reunirse con Antonio Caspe, Francisco Anzoátegui, Manuel Villota, Manuel de Reyes y Manuel de Velazco, integrantes de la Real Audiencia, el más alto Tribunal de Justicia de Buenos Aires. Esta situación planteó cierta tirantez con el gobierno que recién había asumido. Entre el 7 y el 9 de junio tomó estado público un cruce de notas entre la Real Audiencia y la Primera Junta. Los magistrados le hacían ligeros planteos a la Junta que encendieron la chispa. Las repercusiones por esas notas fueron inmediatas.
Cerca de la medianoche del 10 de junio, cinco hombres con sus rostros cubiertos con pañuelos, protegidos a la distancia por un pelotón de cuatro soldados y un oficial, destrozaron los ventanales del hogar del fiscal del crimen Antonio Caspe, cuando el hombre se regresaba a su casa. Le dispararon y lo golpearon con sables, ocasionándole tres heridas en la cabeza. El fiscal quedó tendido en el piso. Su familia pensó que había muerto. Pero vivía. Según expresó en un informe la víctima, su mujer se desmayó del susto.
A sólo tres semanas de asumir la Primera Junta, ya se topaba con una acción que ponía en juego la capacidad de controlar los hechos y las personas.
A pesar de que se dijo que la agresión estuvo relacionada con el cruce de notas entre la Audiencia y la Junta, algunos atribuyeron la brutalidad a otro hecho. El lunes 28 de mayo, Caspe se había presentado en el fuerte para jurar obediencia al nuevo gobierno, junto con el resto de los integrantes de la Real Audiencia, del Consulado, del Cabildo y de otros organismos. El fiscal llamó la atención por haber acudido al acto con un escarbadientes en la boca. No fue el único imprudente. Otro de los tribunos, Manuel de Reyes, "hizo ostentación de limpieza de uñas durante la ceremonia", según un informe que publicó el nuevo gobierno.
Nadie demostró mucho ánimo de investigar el atentado del 10 de junio. Sobre todo porque Caspe prefirió no hacer la denuncia. de todos modos, no pasó desapercibido el hecho de que a los violentos los había cubierto un piquete de soldados amparados en la negra noche. Fuera de los ámbitos oficiales, se señaló a Feliciano Chiclana (futuro triunviro) como el oficial que cubría a los embozados. El damnificado y sus compañeros de tribunal mencionaron a Domingo French y Antonio Beruti como partícipes. Entre los enemigos de la revolución, el violento episodio se denominó "solfa Berutina".
En el gobierno existía preocupación porque este tipo de acciones se le iba de las manos y los desprestigiaba. Saavedra, Paso, Moreno y compañía se reunieron para debatir qué hacer. Apelaron a la Gaceta (el diario oficial) para dar su visión de los hechos. Pero eso no fue todo.
El 22 de junio de 1810 por la noche, dos soldados llegaron hasta la casa de Cisneros y le pidieron que se dirigiera al fuerte porque los integrantes de la Junta de Gobierno querían tratar asuntos referidos a la situación en España. El ex virrey comunicó que en breve asistiría. Le respondieron que lo aguardarían para acompañarlo. Con uno de sus mejores trajes se presentó ante las nuevas autoridades. Lo mismo ocurrió con los ministros de la Real Audiencia, cuyo peso institucional es equiparable al de nuestra Corte Suprema de Justicia.
Una vez que estuvieron todos en el una sala del fuerte, aparecieron Matheu y Castelli. El último, sin preámbulos no palabras suaves, les dijo que estaban todos detenidos. Mientras le informaba al grupo su condición de reo por intriga y su extradición a las islas Canarias, un piquete de soldados comandados por Juan Ramón Balcarce ingresó a apresarlos. Los subieron a dos carruajes rodeados de húsares. Balcarce viajó en el estribo del coche en el que viajaba Cisneros. Se dirigieron al muelle, donde los embarcaron. Caspe llevaba vendas en su cabeza. Las heridas aún estaban abiertas.
Inés Gaztambide de Cisneros se enteró por un criado de que a su marido lo habían embarcado. Al día siguiente le escribió una esquela a Saavedra en la que le decía: "La precipitación con que se llevaron anoche a mi marido no dio lugar a que le pusiese en el baúl más que tres o cuatro camisas. Si es que hay aún oportunidad para remitirle un baúl con lo preciso, he de merecerle a Vuestra Excelencia me lo avise y me franquee proporción para remitírselo. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Buenos Aires, 22 de junio de 1810. Inés Gaztambide de Cisneros".
No recibió respuesta -al menos oficial- y vivió días de zozobra porque no le informaban con claridad qué había ocurrido con su marido ni adónde estaban llevándolo. Oyó, como todos, la clásica salva de quince cañonazos que solía despedir al barco en donde viajaba un virrey que partía.
La última virreina del Río de la Plata no tardaría en abandonar Buenos Aires. El único mueble que cargó fue la cama matrimonial. El resto lo dejó en manos de José Santos de Inchaurregui, amigo de la familia, para que los vendiera.
¿Qué dejó Cisneros al partir? Un coche grande que le había regalado el Cabildo de Buenos Aires cuando se hizo cargo del virreinato, y otro más pequeño. Cuatro docenas de sillas (eran de tres juegos distintos). Un costoso sillón con espaldar, dos sofás, dos mesas de sala, un ropero, un armario de comedor de caoba (al que le faltaban las llaves), fuentes de loza para baño, dos catres de cuero, dos esteras, varios cueros de alpaca, zorro y zorrino, seis globos de cristal para velas (dos estaban deteriorados), un farol roto, más el pardo Mariano, esclavo del virrey, que compró por trescientos pesos Pedro Antonio Cerviño.
Los Hidalgo de Cisneros se reencontraron en Cádiz. Sus años finales los pasaron en Cartagena, la ciudad natal del exiliado. Allí murió don Baltasar en junio de 1826, cuando se apagaban los últimos fuegos de las Guerras por la Independencia en América del Sur.

miércoles, 25 de abril de 2018

Guerra de la Independencia: Batalla de San José (1811)

Batalla de San José




Batalla de San José - 25 de Abril de 1811


El 25 de Mayo de 1810 el Cabildo Abierto en la ciudad de Buenos Aires decidió que el Consejo de Regencia gaditano no tenía facultades para gobernar América en ausencia del prisionero Fernando VII. Como consecuencia destituyó al Virrey del Río de la Plata Baltasar Hidalgo de Cisneros y en su lugar se constituyó la “Junta Provisoria gubernativa conservadora de los Derechos del Fernando VII”.

No todos los territorios del Virreinato aceptaron esta decisión; entre ellos la Gobernación de Paraguay, el Alto Perú (hoy Bolivia) y la ciudad de Montevideo. En ésta última pesó la opinión pro Regencia, lo que constituyó un problema para el gobierno de Buenos Aires en razón de que allí se asentaba la principal guarnición del territorio y era sede del Apostadero de la Real Armada; y dada su posición geográfica se hallaba en condiciones de bloquear por río y mar a la capital.

Pese a todo, las hostilidades no se iniciaron, puesto que la Junta de Buenos Aires inició campañas militares contra otras zonas rebeldes.

Mientras tanto la Regencia designó para tomar posesión del Virreinato a Francisco Javier Elío (31 de Agosto de 1810), quien recibió órdenes de embarcarse para el Plata en Alicante, por hallarse Cádiz presa de una epidemia de fiebre amarilla. Embarcó en la fragata “Ifigenia”, acompañado de su ayudante Joaquín Gayón y Bustamante, y de un piquete del Regimiento de Voluntarios de Madrid, llegando a Montevideo el 12 de Enero de 1811. El 3 de Febrero, entre otras cosas, dispuso que el piquete de los Voluntarios de Madrid desembarcase y se constituyese en el plantel de una fuerza más numerosa que iba a ser reclutada localmente.

A fines de Febrero se produjo en la campaña de la Banda Oriental (hoy República Oriental del Uruguay), territorio bajo la autoridad del Virrey, un levantamiento de carácter juntista, promovido desde Buenos Aires. A poco de esto la vanguardia de las tropas de la Junta cruzó el río Uruguay bajo el mando del Teniente Coronel José Artigas. Éste había sido comisionado para sublevar la campaña y los pueblos del interior contra la autoridad virreinal; operación que tuvo éxito dado que era un personaje de mucho relieve y prestigio en el territorio oriental.

Las milicias así convocadas fueron convergiendo hacia los lugares donde aun se mantenía la autoridad del Virrey, teniendo como último objetivo la toma de la ciudad fortificada de Montevideo. En estos momentos es que Elío dispuso la salida de fuerzas que ocupasen las poblaciones más cercanas a la ciudad. Una de ellas fue la villa de San José de Mayo, hacia donde marcharon –entre otras fuerzas- los soldados del Voluntarios de Madrid.

El 24 de Abril de 1811, Venancio Benavides, jefe de fuerzas juntistas, se aproximó con sus fuerzas a la población de San José, cuya pequeña guarnición se hallaba comandada por Joaquín Gayón quien, intimado a rendirse o plegarse a los atacantes contestó que “… no rendiré las armas que tengo el honor de mandar, hasta que la suerte me obligue a ello”.

El ataque no lo realizó Benavides ese mismo día por estar ya anocheciendo y haber llegado un pequeño refuerzo a la guarnición. El mismo se efectuó la mañana del día siguiente, comenzando a las ocho de la mañana y finalizando al mediodía. Según el parte del jefe vencedor, la acción realmente decisiva duró ocho minutos, resolviéndose todo en un ataque a la bayoneta. De hecho las bajas fueron muy escasas: 3 muertos y diez heridos de los defensores y 9 heridos de los atacantes.  En el combate cae herido de muerte el capitán Manuel Antonio Artigas, primo de José Gervasio de Artigas. El botín de guerra consistió en armamento, especialmente unos cañones de a 4 libras y otro de a 24, aunque por la descripción hecha de éste último en realidad parece que se trataba de una carronada de marina.

Pese a todo, a las pocas horas de haberse tomado la población, se aproximaron fuerzas provenientes de Montevideo comandadas por un tal Bustamante. Las fuerzas que habían ocupado San José, salieron a atacarles a distancia de, aproximadamente, una legua; pero las tropas voluntarias de caballería se les dispersó al enfrentarse con una tropa formada en cuadra y con, por lo menos, una pieza de artillería. El sargento Esteban Rodríguez, que formaba en las fuerzas montevideanas establece en su “diario” que ellos no pasaban de 60 hombres mientras que los enemigos eran alrededor de 600. Cifras que parecen ser exageradas ambas la primera en menos y la segunda en más. Marchando lentamente y haciendo fuego terminaron los atacantes por recuperar la población de San José, que Benavides había abandonado para continuar la campaña.

Ante estos acontecimientos Venancio Benavides volvió con sus fuerzas, logrando el día 26 reocupar el lugar, haciendo prisioneros a las segundas fuerzas provenientes de Montevideo.

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Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

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Voluntarios de Madrid en Montevideo – Antonio Alvarez, Montevideo (Uruguay)

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jueves, 18 de enero de 2018

Guerra de la Independencia: Batalla de Maracaná

Batalla de Maracaná



Batalla de Maracaná - 7 de Enero de 1811

La hostilidad del gobernador del Paraguay don Bernardo de Velazco hacia la recién asumida Junta de Buenos Aires, decidió el envío de una expedición; se iba a auxiliar con la fuerza armada a los pueblos de Entre Ríos, la Banda Oriental, Corrientes y Paraguay.

La expedición se preparó en San Nicolás de los Arroyos, lugar donde Belgrano se hizo cargo del mando. Encontró soldados bisoños, oficiales sin instrucción, escasez de parque; no tenía órdenes detalladas y precisas, carecía de mapas adecuados; sólo vislumbraba un largo y agobiador camino hacia lo desconocido. Aun las disposiciones de rutina eran para el jefe improvisado una novedad, pero con decisión inquebrantable solucionó, sobre la marcha, los problemas, interiorizándose de la técnica militar, aprendiendo y superándose día a día, siendo ejemplo permanente de lo que puede la voluntad de servir.

Los pueblos celebraron a su paso a este ejército de libres, lo que confortó sus ánimos. AI llegar a Corrientes, siempre alerta el espíritu civilizador de Belgrano, dispuso el trazado definitivo de dos pueblos, Curuzú-Cuatiá y Mandisoví, con un extenso e ilustrativo reglamento.

A los tres meses de la partida su ejército realiza la primera operación militar: fuerza el cruce del río Paraná y toma Campichuelo, ocupado por los realistas

Los efectivos triunfantes en Campichuelo se constituyeron en la vanguardia de las tropas de Buenos Aires ocupando Itapuá donde fueron capturados canoas, un cañón, armamento diverso, municiones y equipo que el enemigo abandonó en su precipitada huida.

Mientras tanto, el jefe realista, coronel Velasco, mantuvo débiles fracciones de seguridad en contacto con el invasor.
El avance de las fuerzas patriotas en tierra paraguaya fue una empresa difícil, debió vencer bosques impenetrables, inmensos montes, lagunas y pantanos, en medio de la incertidumbre más absoluta.  En su avance, Belgrano supo que una subunidad paraguaya de un centenar de hombres, se retiraba hacia el norte con algunas horas de ventaja. Ordenó al capitán Gregorio Perdriel, al mando de una compañía de Patricios, que iniciara su persecución y posterior ataque.

Los efectivos al mando del comandante Rojas, que habían pasado al descanso en la margen opuesta de un curso de agua en el monte de Maracaná, respondieron el fuego y lograron desprenderse y replegarse a través de la espesura.  Dos prisioneros y armamento fue el botín conquistado.  El grueso de los efectivos de Belgrano, marchando de noche a la luz de la Luna, cruzó el río Tebicuary, acampando el 11 de enero de 1811 en Itaipá, a 27 leguas (135 kilómetros) de Asunción. En su repliegue, Velasco utilizó el procedimiento de evacuar la población y el ganado de la zona.  Belgrano, en su avance, encontró aldeas y pueblos desiertos.

Fuente


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

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martes, 31 de enero de 2017

Historia Argentina: Fábrica de Artillería de Buenos Aires

Fábrica de Artillería de Buenos Aires

Dada la escasez de material de artillería, debida en parte a la necesidad de enviar tropas a diversos frentes de guerra, y a la pérdida de material en diversas derrotas las autoridades de la Revolución de Mayo resolvieron establecer una fábrica de cañones. La falta de técnicos, mano de obra y materia prima eran problemas insuperables, hasta que se presenta a las autoridades Ángel Monasterio. Nacido el 28 de Febrero de 1777 en Santo Domingo de la Calzada, provincia de Logroño, Monasterio ingresa a la Real Academia de San Fernando, donde estudia dibujo y escultura, en los que se distingue de tal modo que es nombrado Académico de Merito. En 1810 es destinado al Río de la Plata en 1810 por la Junta Central de la Administración .

Se identifíca con el espíritu y los móviles de la causa patriota, a cuyo servicio se entrega. Luego de estar preso en Montevideo por cuatro meses, en Noviembre de 1811 pasa a Buenos Aires, incorporándose al ejército como capitán de artillería, siendo destinado al estado mayor de ese arma. En 1812 es comisionado para erigir las baterías "Libertad" e "Independencia" en Rosario. En 1812 es comisionado para erigir la fábrica de cañones, motivo de este trabajo.




Maquinarias, hornos y cañones 

En mayo de 1812 el Triunvirato le encarga el montaje de una fundición en el edificio de una iglesia destechada de la Residencia, que se hallaba situada en las actuales calles Defensa y Humberto Primo. Monasterio se vio obligado a diseñar y construir las maquinarias necesarias, construyendo un horno también de su propio diseño, ya que a las cuatro horas de haberle cargado el metal, ya estaba en estado de perfecta fusión, mientras que los modelos de "Reververo" usados generalmente en Europa en ese lapso de tiempo apenas estaban candentes. Solo una vez haba vio fundir cañones en Sevilla, pero esto le bastó para establecer y dirigir con éxito la fábrica de cañones de Buenos Aires.

Con mucha razón, Mitre lo llamó "El Arquímedes de la Revolución" En base a extensas y concienzudas lecturas, Monasterio, estaba bien versado en las ordenanzas reales, que establecían el desempeño de oficiales en fábricas de artillería, pólvora y otros implementos de guerra. en sus labores, sería asistido por Simón Aráoz, otro español quien tenia cierta experiencia en los trabajos de fundición de metalles. Solo un mes después, el 22 de Julio de 1812 realiza Monasterio el primer ensayo de fundición: un mortero cónico á la Gumer de calibre 12 pulgadas (305 mm) que fue llamado "Tupac Amarü". El 15 de agosto se completa el segundo mortero de ese tipo, denominado "Mangoré"

Ambos fueron trasladados, con grandes dificultades a Montevideo donde fueron montados en batería en un punto estratégico escogido por el coronel von Holmberg. Los gigantescos morteros dispararon sus primeras granadas contra la fortaleza realista de Montevideo el 13 de Septiembre de 1813. Alarmados por la potencia de estas piezas, los realistas estacionaron un vigía en el campanario de una iglesia, para que, al distinguir los fogonazos, los anunciarla al público con dos campanadas. Durante el bombardeo, que se prolongó hasta el 1o de Octubre, ambas piezas dispararon 295 bombas contra la posición enemiga. El 11 de Diciembre se prueban dos nuevos cañones de calibre 8, destinados para el Ejército del Perú, así como un tercer mortero de 12 pulgadas que en honor al director de la fábrica fue llamado "Monasterio".

Esta pieza se encuentra en el Museo Histórico Nacional, en Plaza Lezama, Buenos Aires. A comienzos de 1814 es ascendido a coronel y nombrado jefe del Regimiento de Artillería de la Patria. Los primeros cañones fundidos en esta planta fueron cuatro de bronce de calibre 8, que fueron probados el 11 de Marzo de 1814. Estas piezas, que salieron perfectas fueron asignadas al Regimiento de Artillería de La Patria. En el primer año de actividad la fábrica produjo 22 cañones de campaña de calibre 4 de bronce, y tres de montaña de calibre 6. Durante 1816 y 1817 la actividad se reduce, siendo producidos dos piezas de bronce de a 6 llamadas "El Vigilante" y "El Chacabuco". Otra pieza fundida en este arsenal denominada "El Inexpugnable" fue llevada a Chile por San Martín, con el Ejército de Los Andes, y hoy se encuentra en el Museo Militar de Santiago de Chile. Monasterio perece ahogado en 1817 al regresar de un viaje a Río de Janeiro.

Hallazgos de sus restos 

La Escuela Nº 26, ubicada en San Juan al 300, en el barrio de San Telmo tuvo una noticia que revolucionó a los maestros y a las autoridades, quienes ya planean un museo en el lugar. Todo es por el hallazgo de los restos de una fábrica de cañones de principios del siglo XIX. El descubrimiento tuvo lugar durante las tareas de ampliación del jardín que funciona en el colegio. 
Según esos documentos históricos, la fábrica funcionó entre 1813 y 1822, año en que se mudó a la zona de la Plaza Lavalle, frente a Tribunales. Para la misma época se puso en funciones la fundición de la provincia de Jujuy. "Ambas hacen a nuestra Independencia", destacó Weissel tras una recorrida junto a Clarín y al ministro de Educación porteño Mariano Narodowski, quien se comprometió ante las autoridades a terminar la obra lo más pronto posible y conservar el lugar por su "alto valor histórico".

La idea de los expertos es seguir excavando en toda la manzana, donde hay otros edificios históricos como la Iglesia San Pedro Telmo, que data de 1734. Hasta ahora, sólo encontraron restos de escoria (la basura de la fundición), minerales de cobre, ladrillos coloniales, pedazos de cerámica y de vidrio, y carbón mineral, que se usaba como combustible.


 


Fuentes 

  • Martí Garro, Pedro E, Coronel de Artilleíra (R.E.) Historia de la Artillería Argentina (Comisión del Arma de Artillería "Santa Barbara ", Buenos Aires, Argentina, 1982) pag. 325-327.
  • Addenda: Lo siguiente proviene de un periódico chileno de aquella poca: El Monitor Araucano Tomo II. N° 61. Viernes 15 de Julio de 1814.
  • "Buenos Aires. Las cartas... Estado de la fábrica de fusiles. 
  • Poder Local

sábado, 3 de diciembre de 2016

EA: Los Patricios y su Pueblo

Los Patricios y su pueblo



Compañía D Suipacha - RI 1 Patricios - Año 1972

Año 1971. Se aproxima la celebración de la fecha patria del 25 de Mayo tan cara para nuestro Regimiento, partícipe fundamental en los acontecimientos vividos en 1810. En la Unidad, se intensificaban los preparativos para intervenir en la ceremonia principal a desarrollarse, como todos los años, en la Plaza de Mayo.

Se recibe la Orden de Operaciones para la formación correspondiente en la que se dispone que, por primera vez en tal celebración, el Regimiento forme con sus efectivos al completo, con uniforme histórico, y que su Jefe se desempeñe como Jefe de Tropas de los efectivos participantes. Hasta esta oportunidad solamente formaban, en representación de la unidad, efectivos equivalentes a una subunidad,

En la fecha que nos ocupa, el país enfrentaba la acción destacada por diversos grupos subversivos que procuraban sembrar el terror en la población mediante la ejecución de acciones terroristas de todo tipo. Entre otros, se había producido el secuestro y asesinato del general Aramburu, la toma de la localidad de La Calera y Garín, el ataque al vivac del Regimiento de Patricios en Campo de Mayo durante el cual se robó armamento, y múltiples atentados y asesinatos.

Como consecuencia de la situación que se vivía, regían medidas de seguridad rigurosas y, entre otras, la reducción al mínimo indispensable del desplazamiento de efectivos militares. Se trataba de no exponerlos al accionar de la delincuencia subversiva.

Por lo señalado, la Orden de Operaciones establecía que una vez finalizada la ceremonia central, el Regimiento debía desconcentrarse por la Avenida de Mayo donde debía abordar camiones que lo trasladarían al cuartel.

Este desplazamiento, de pocas cuadras, debía realizarse bajo la “protección” de patrulleros policiales.

La orden oponía: a la satisfacción de formar, un 25 de Mayo, con los efectivos completos del Regimiento, la brevedad de esa marcha de desconcentración, bajo protección policial y dando la sensación de que fuera impuesta por el terror y al ritmo impuesto por la subversión.

Como es lógico esta situación no satisfacía el interés del Regimiento y por lo tanto se analizó la orden impuesta y se consideró la posibilidad de que los Patricios se reintegraran a su cuartel a pie a lo largo de la Avda. Santa Fe, con su bandera y banda al frente y con sus efectivos cantando nuestras más tradicionales marchas. Ese sería nuestro homenaje a la fecha patria y a la población de Buenos Aires. Por supuesto, esta resolución no debía trascender los límites del cuartel pues la misma no respondía a la orden recibida de la Superioridad.

La resolución adoptada generó en los cuadros del Regimiento una sensación de orgullo y de impaciencia por ser protagonistas de una marcha de la Unidad, a través de su ciudad y de una extensión sólo comparable a los brillantes desfiles del 8 de julio a los largo de la Avda. del Libertador, sobre todo, porque les daba la oportunidad de mostrar a la ciudadanía de Buenos Aires algo del espíritu que albergaba en los pechos patricios, dignos herederos de sus antecesores.

Llega el esperado 25 de mayo y, finalizadas las ceremonias, el Regimiento inicia su marcha por la Avenida de Mayo. Al llegar a la Avda. 9 de Julio los vehículos policiales “de protección” se retiran y Patricios continúa a partir de allí, sin ningún tipo de seguridad, su desplazamiento hacia los cuarteles de Palermo.

Un problema no contemplado, al planificar esta marcha de desconcentración, fue el hecho de que la misma, a lo largo de la Avda. Santa Fe, se iba a realizar de contramano y enfrentando, por consiguiente, el tránsito vehicular.

Pero, oh sorpresa, este inconveniente fue solucionado por cuanto, adelantándose a nuestra marcha, grupos de civiles, espontáneamente, iban despejando la marcha del Regimiento. Centenares de personas escoltaban al Regimiento en su andar. Muchos, entonando algunas de las marchas que se ejecutaban. Una verdadera lluvia de flores y papelitos, arrojados desde los balcones circundantes, daban un marco muy especial a nuestro avance.

Los acordes de la banda resonaban y se multiplicaban en múltiples ecos a lo largo de la calles. Las voces viriles de los Patricios transmitían un mensaje de argentinidad y patriotismo al entonar con fuerte acento las estrofas de las distintas marchas que acompañaban su serena y altiva marcha.

El marco que nos rodeaba hizo que, en más de una oportunidad, la emoción hiciera presa de nuestros corazones y la misma se materializa en algunas lágrimas que intentaron asomar en los ojos de muchos “recios patricios”.

Esta marcha, acompañada y “cuidada” por ciudadanos comunes, nos trajo a la memoria otra circunstancia en que el Regimiento de Patricios estuvo codo a codo con el pueblo de Buenos Aires: en los heroicos combates por la defensa y reconquista de la ciudad durante la agresión inglesa.

Esta conjunción cívico militar, fue un ejemplo de que Patricios y Buenos Aires, Ejército y Pueblo siempre han estado unidos e integrados cuando tras objetivo común se sienten hermanados en defensa de nuestra querida celeste y blanca.

Por el Coronel (R) Alberto Horacio Calloni

Nota: Lo mismo se repitió al conmemorarse al año siguiente otro aniversario del 25 de Mayo. Esta vez el desplazamiento del Regimiento se realizó por: Avda. de Mayo, Florida y Avda. Santa Fe, hasta los Cuarteles de Palermo. Yo participé del mismo con mi Compañía D “Suipacha”. Oscar A. Turone

Fuente

Calloni, Coronel (R) Alberto Horacio (Ex 2do Jefe del RI 1 “Patricios”) – Anecdotario.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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