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martes, 17 de mayo de 2022

SGM: ¿Polonia encuentra el oro perdido de las SS?


¿Oro perdido encontrado? La fundación afirma haber encontrado un recipiente oculto en el sur de Polonia

Clare Fitzgerald, autora invitada


Crédito de la foto: Xxkazik / Wikimedia Commons CC BY-SA 3.0 pl

Durante mucho tiempo, los cazadores de tesoros han estado fascinados con la localización del oro y el botín ocultos tomados por el ejército alemán y escondidos en Europa del Este durante la Segunda Guerra Mundial. Un grupo afirma haber encontrado parte del tesoro (cuatro toneladas de oro) bajo los terrenos de un conservatorio abandonado en el pueblo de Minkowskie, en el sur de Polonia.



Según la Silesian Bridge Foundation , el oro se encuentra dentro de un recipiente enterrado a 10 pies bajo tierra en el Palacio Seydlitz. Se dice que mide entre 1,2 y 1,5 metros de largo, con un diámetro de 50 cm. El lugar en el que está enterrado alguna vez fue utilizado como burdel por las Waffen-SS , que estaba encabezada por Heinrich Himmler .

El tesoro escondido fue descubierto después de que el grupo recibiera documentos, el diario de un oficial de las SS y un mapa. Fueron donados por descendientes de las SS como una forma de expiación por el sufrimiento que experimentaron los polacos durante la Segunda Guerra Mundial .

Después de examinar los documentos, el grupo usó un geo-radar para determinar la ubicación exacta del bote. Luego perforaron una serie de agujeros en la propiedad, lo que confirmó anomalías debajo de la superficie. También encontraron que había piedras y rocas que no habrían estado naturalmente presentes en el terreno.

 
Heinrich Himmler sirvió como líder de las Waffen-SS durante la Segunda Guerra Mundial. (Crédito de la foto: Bundesarchiv, Bild / Wikimedia Commons CC BY-SA 3.0 de)

Según los documentos, el tesoro es posiblemente el “Oro de Breslau”, que fue depositado en el Reichsbank de la ciudad (ahora Wrocław) y posteriormente robado durante los últimos meses de la guerra para financiar el llamado Cuarto Reich .

Bajo la protección de las SS , el oro fue transportado a través de la ciudad de Hirschberg, ahora Jelenia Góra, antes de ser enviado a las montañas de los Sudetes. Luego, el rastro se enfrió y la ubicación del tesoro ha sido un misterio desde entonces.

Hablando con The First News , el jefe de la fundación, Roman Furmaniak, dijo que los documentos mostraban que “las SS planeaban usar [el oro] para restablecer la agricultura en Ucrania para alimentar al nuevo Reich”.

  Soldados estadounidenses con el famoso cuadro “Wintergarden” de Edouard Manet. Estaba entre el tesoro saqueado por el ejército alemán y escondido en una mina de sal en Merkers, Alemania. (Crédito de la foto: Bettmann / Getty Images)

El diario, según The Daily Mail , fue escrito por un oficial de las SS llamado Michaelis, y señala que hay 11 escondites diferentes de tesoros escondidos en la Baja Silesia. Este alijo, en particular, fue escondido por otro oficial llamado von Stein.

El diario también describe un alijo que contiene 47 piezas de arte robadas de Francia, incluidas obras de Rembrandt, Botticelli, Rafael, Monet, Cézanne, Durero y Carravagio. Todos estaban escondidos para mantenerlos fuera del alcance del Ejército Rojo que avanzaba.



Se dice que Michaelis fue el vínculo entre las SS y los aristócratas locales. Formó parte de los Quedlinburgers, un grupo asociado con el culto del Tercer Reich durante las décadas de 1930 y 1940. Su historia se remonta al siglo X, cuando el rey Enrique el Pajarero gobernaba Alemania. El Tercer Reich usó su legado para legitimar su propio poder, y en el aniversario de su muerte celebró ceremonias en su tumba en Quedlinburg.

Se dice que Himmler estaba fascinado con el reinado de Enrique y creía que él mismo era la reencarnación del gobernante.

  Tesoro alemán escondido en una iglesia en Ellingen, Alemania. Fue descubierto por el Tercer Ejército de EE. UU. en abril de 1945. (Crédito de la foto: Pictures from History / Universal Images Group / Getty Images)

En apoyo de su búsqueda, la Fundación del Puente de Silesia ha firmado un contrato de arrendamiento de 10 años en el Palacio Seydlitz. Actualmente, el grupo está esperando el permiso para sacar el bote a la superficie, así como el permiso de los zapadores del ejército, ya que creen que las SS podrían haber puesto trampas explosivas en el área . Se espera que esto último tome meses.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Patagonia: Los araucanos chilenos caníbales de turcos... otra razón para odiarlos

Una historia canibalesca de crímenes y saqueos en la Región Sur

Se trata de la matanza de turcos que ocurrió entre 1905 y 1910. Desaparecieron más de 100 personas en sucesos repletos de incógnitas.
 

Por Río Negro 




“Usted, nunca sintió hablar algo de la matanza de los turcos, allá en Lagunitas, entre 1905 y 1910 ?”. Esta pregunta, realizada un día de 1969 por don Juan Amado Chuquer a Elías Chucair sirvió a la postre, para sacar a la luz una sangrienta y canibalesca historia protagonizada a principios del siglo pasado en la Región Sur por indígenas chilenos.

Una historia de robos y crímenes cometidos en la más absoluta impunidad, en la que desaparecieron más de cien personas. Aunque muy poco se conoce de ella. Quizá no se le quiso dar transcendencia que hubiera requerido.

Es que en aquellos años en las ciudades más importantes del país los actos del centenario de la Revolución de Mayo centralizaban toda la atención. Además y sin lugar a dudas, que la trascendencia de estos hechos de matanzas mechados con actos canibalescos más allá de las fronteras opacaban el prestigio ganado por Argentina en el ámbito mundial.

Los sucesos ocurrieron y tuvieron como escenario un inhóspito lugar perdido en la Región Sur rionegrina llamado Lagunitas (ver infografía).

A principios del siglo pasado, muchos árabes, algunos recién llegados al país, partían desde General Roca y Neuquén hacia el sur del Territorio del Río Negro con el propósito de vender mercaderías en los centros alejados de comercios. Vendían y canjeaban mercadería por cerda, plumas y tejidos artesanales que realizaban las mujeres aborígenes, entre otras cosas.

Aquellos “mercachifles” se dirigían hacia el sur del territorio rionegrino internándose en el corazón de la llamada meseta patagónica.

Portaban la mercadería en caballos cargueros, carros, vagonetas o sulkys y siempre los acompañaba algún peón nativo que hacía las veces de baqueano.

Sin embargo comenzó a llamar la atención que muchos de ellos no regresaban al punto de partida, ni sus proveedores tenían noticias de ellos.

Un cruel testimonio

“Mire, -prosiguió Chuquer ante la atenta mirada de Chucair- aquello que hicieron unos cuantos cabecillas de indígenas chilenos fue muy alevoso. Después que robaban a los pobres mercachifles, los asesinaban de la manera más cruel y les llegaban a sacar el corazón y los testículos y se los guardaban porque creían que teniendo eso en su poder no iban a ser descubiertos. Después descuartizaban los cuerpos y hasta se comían algunas partes. Finalmente quemaban los restos de los cadáveres y los ocultaban para no dejar rastros”.



Eldahuk Hnos., Mehdi y David y Miguel Yunes, entre otras, eran las firmas comerciales más importantes de la época radicadas en General Roca.

Estas, con el fin de darle una mano a sus “paisanos”, le facilitaban mercaderías para pagar a la vuelta del viaje, hecho que nunca se producía. En un período de tres años, Eldahuk Hnos. tenía registrado entre sus deudores a unos cincuenta y cinco vendedores ambulantes de origen árabe que no habían regresado a regularizar su deuda.

Pasaban los años y nadie tenía noticias sobre aquellos mercachifles que habían partido hacía el sur del río Negro.

En la misma medida que pasaba el tiempo, la incertidumbre y consternación invadía cada vez más a sus familiares.

Hasta que el 15 de abril de 1909 se presenta en la comisaría ubicada en El Cuy el comerciante Salomón Daud.

El hombre concurría a denunciar la desaparición de su hermano José Elías y del peón que lo acompañaba -también de origen árabe-, que tenía apellido Ezan.

Ambos habían partido desde General Roca en agosto de 1907 con mercaderías para vender en los parajes y campos del Departamento 9 de Julio.

En su declaración, Daud, admitió tener sospechas de que tanto su hermano como el peón que lo acompañaba habrían sido asesinados.

Sus dichos se basaban en averiguaciones realizadas por cuenta propia, de las que se pudo comprobar que ambos habían sido vistos por última vez en el paraje Lanza Niyeo, en octubre del año anterior.

Tiempo después sólo habían sido encontradas las dos mulas y el caballo en el que viajaban.



Cuando los apresaron

A partir de esta denuncia se inició un largo operativo de averiguaciones a cargo del comisario José M. Torino, quien se internó en la zona de Lagunitas para realizar una severa batida en aquel refugio de bandoleros y cuatreros.

Allí recibió la colaboración y el apoyo de muchos vecinos que no escatimaron en brindarle información.

En este contexto, la declaración de un menor, llamado Juan Aburto, proporcionó a la policía varios datos muy significativos que se transformaron en la punta del hilo de un gran ovillo para comenzar a esclarecer numerosos crímenes cometidos por estos caciques y capitanejos, en su gran mayoría de origen chileno.

Con sólo 16 años de edad, Aburto había sido testigo presencial de más de cuarenta asesinatos cometidos contra vendedores ambulantes de origen árabe. Su testimonio fue crucial.

A tal punto que ayudó al comisario Torino y su comitiva a comprobar la desaparición de unas ciento treinta víctimas.



El trabajo del uniformado terminó con la detención de alrededor de ochenta personas, entre los que se encontraban varias mujeres, capitanejos, caciques y cómplices de los crímenes más horrendos y numerosos que deben haberse cometido en nuestro país.

Sin embargo sólo 45 bandoleros y 8 mujeres fueron trasladados al Fuerte de General Roca donde llegaron el 24 de enero de 1910, luego de cabalgar sin pausa 22 días.

En aquel tiempo, don Juan Amado Chuquer trabajaba como empleado del Juzgado de Quetrequile, un paraje ubicado a unos 30 kilómetros al sudeste de Jacobacci.

“Al descubrirse todo, por el año 1910, la gente no hablaba de otra cosa. Mire, en los boliches de Quetrequile y de otros lugares, hasta mucho tiempo después, se cantaba una milonga que tenía que ver con la muerte de los turcos”. Con esta frase Chuquer finalizaba su relato.

En 1991 y luego de una gran investigación, Elías Chucair transcribe aquella historia el su libro titulado “Partidas Sin Regreso de Arabes en la Patagonia”.

José A. Mellado



Nota: Un agradecimiento especial a don Elías Chucair por su colaboración. Su testimonio y su libro “Partidas Sin Regreso de Arabes en la Patagonia” fueron un aporte fundamental para narrar esta historia.

Qué es el paraje Lagunitas

El paraje Lagunitas está ubicado en el vértice sudoeste de la Provincia de Río Negro, en el Departamento 9 de Julio. La pequeña aldea se levanta al norte de las localidades de Maquinchao y Los Menucos, en las proximidades de Lanza Niyeo a unos 175 kilómetros al sudoeste de El Cuy y casi el doble de General Roca.

En aquella época, en su gran mayoría sus habitantes eran indígenas procedentes de Chile que subsistían mediante la crianza de ganado lanar y yeguarizos, además de la cacería de avestruces, guanacos y liebres. Sin embargo, la ausencia de personal policial en esa zona del territorio provincial favorecía el desarrollo de la actividad delictiva. En este sentido sus habitantes mataban y saqueaban a su antojo y contrabandeaban a Chile lo que robaban. Esta actividad se había convertido en algo normal y corriente. Según se calcula, en 1909 desaparecieron alrededor de 50.000 ovejas de esa zona y se estima que la mayoría fue arreada hacia Chile. En las proximidades del paraje existían los comercios de Domingo Proid, sucursal de Saxemberg y Cía., Olgán y Córdoba en Pitral Co, José Echeverría y Benito Sacco en Tremeniyeu y de José Inda Contín en Lanza Niyeo. Sin embargo hoy, casi 100 años después, nadie podría pensar que aquel lugar fue el escenario de los crímenes más horrorosos que registra la historia del país. (J. A. M.)



Los embriagaban, los mataban y se los comían

En el paraje Lagunitas se levantaban los toldos de los bandoleros Pedro Vila, Ramón Zañico, Bernardino Aburto, Julian y Temisto Muñoz, Juan Cuya, Hilario Castro y Antonia Gueche, más conocida como Macagua.

Allí estos caciques y capitanejos de origen chileno consumaban los crímenes de la manera más alevosa que podría imaginarse, haciendo en todos los casos, desaparecer los cadáveres recurriendo al descuartizamiento y al fuego. Antes, les extraían los corazones, el pene o los testículos para dotarse de un poder especial que los protegiera para no ser descubiertos y también para dotarse, a su entender, de una virilidad poco común.

Según consta en la declaración del menor Juan Aburto al comisario Torino, en el mes de noviembre de 1907 en el toldo de Ramón Zañico, ubicado en el “Sierra Negra”, fueron asesinados los turcos José Elías y Kessen Ezen, entre otras personas, por varios cabecillas.

Ambos habían sido agasajados con un opíparo almuerzo, acompañado con abundante vino y caña. En la sobremesa y mientras mateaban, Zañico le indica a su mujer, María Alonzo, que le cebe un mate a José Elías, sirviéndoselo con la mano izquierda. Al mismo tiempo, con la derecha, sacó de entre el chaleco y el sacó el revolver y le asestó tres tiros. En el mismo instante Bernardino Aburto, Julián Muñoz, entre otros cabecillas, acribillaron a balazos a José Elías y a su acompañante. Los ultimaron a puñaladas y disparos en la cabeza.



Luego de despojarlos del dinero y las joyas -grandes anillos y relojes de oro- y repartirse la mercadería y la ropa, descuartizaron los cadáveres y les extrajeron el corazón y los genitales. Ambas partes fueron charqueadas y asadas y luego comidas por todos los participantes de aquellos asesinatos.

Antes de comer un pedazo del corazón del turco José Elías, Julián Muñoz les dijo a los presentes: “Antes, cuando era yo capitanejo y sabíamos pelear con los huincas, sabíamos comer corazones de cristianos; pero de turco no he probado nunca y ahora voy a saber qué gusto tiene”.

El resto de los cadáveres fueron quemados en dos hogueras antes la presencia de todos los cómplices. Una vez incinerado, el polvo de los huesos era guardado ya que según creían servía como gualicho para no ser descubiertos.

Más de cien personas -en su mayoría de origen árabe- que se internaron en la meseta patagónica a principios del siglo pasado con el propósito de vender corrieron la misma suerte. (J. A. M.)

Macagua, una mujer despiadada y sanguinaria

Como toda tribu, estos indígenas también tenían su hechicera. Antonia Gueche, más conocida como Macagua, era la curandera y a su vez la figura más importante del elenco femenino.

Era una mujer sin escrúpulos que se encargaba de decapitar o descuartizar los cadáveres de las víctimas y extraerles las vísceras. No usaba polleras, sino bombacha de campo y chiripá y había servido como hombre en el Ejército nacional. Esta hechicera y curandera de la tribu tuvo un papel protagónico en los numerosos crímenes de los vendedores ambulantes, ejerciendo gran influencia sobre los habitantes del paraje Lagunitas.

En algunas declaraciones de los indígenas que fueron arrestados, se la califica como “muy mala”. Era temida y respetada y se le asignaban algunos crímenes cometidos en Chile, su tierra de origen, de donde era prófuga. “Antonia es brava por demás; cuando se enoja acostumbra a hacerse un tajo en el brazo y chuparse la sangre haciendo exorcismos tendientes a invocar o espantar el gualicho”, señaló Juan Cuya a la policía.

Cuando en su toldo mataron a dos árabes de Trai o Fraíl, al encontrarse uno de ellos en agonía, la Macagua le asestó un golpe en el cráneo con una barra de hierro y le abrió el pecho extrayéndole el corazón. Mientras realizaba esta operación manifestaba: “Voy a apurarme a sacarle el corazón a este turco antes de que muera, pues he visto que es bueno sacarles a los cristianos aún vivos el corazón. El de los turcos debe ser bueno sacarlo y tenerlo dentro del toldo para gualicho”.

Luego de los asesinatos, reclamaba que le entregaran de las víctimas el corazón, hígado y los riñones. Con ellos hacía remedios para curar distintos males. Cuando el comisario Torino arrestó a los integrantes de la banda de forajidos, no pudo trasladar a Antonia Gueche, alias Macagua, hasta el Fuerte de General Roca. Tampoco obtuvo ninguna declaración indagatoria. Con casi ochenta años permanecía postrada, enferma de tuberculosis terminal. Sólo pudo secuestrar de su toldo numerosos corazones disecados y otros órganos de humanos. (J. A. M.)


miércoles, 1 de septiembre de 2021

SGM: Pecio del SS Karlsruhe podría contener los restos de la Cámara Ámbar

Un naufragio nazi podría ocultar los tesoros robados de la mítica Cámara de Ámbar

Robada por los nazis en 1941, todo hace indicar que fue sacada de la URSS a través del mar y, se sospecha, que puede estar hundida en un naufragio recientemente descubierto



Uno de los vehículos militares hallados en la cubierta del naufragio del SS Karlsruhe. (Reuters)

Por Rubén Rodríguez || El Confidencial


A comienzos de 1945, el ejército nazi ya era consciente de que solo un milagro haría que no perdieran la Segunda Guerra Mundial. Confiaban en abandonar todos los frentes y replegarse en Alemania, con el objetivo de resistir las embestidas aliadas y poder reforzarse en territorio propio para volver a recuperar terreno en un futuro próximo. Por esa razón, muchos efectivos comenzaron a volver a sus posiciones iniciales durante el último año de contienda y eso es, exactamente, lo que hizo el SS Karlsruhe el 12 de abril de 1945: ahora, podrían haber encontrado sus restos, que podrían esconder el tesoro perdido de la mítica Cámara de Ámbar de la URSS.

El SS Karlsruhe partió de la ciudad rusa de Kaliningrado (Königsberg durante la contienda bélica) con más de 1.000 soldados nazis, además de decenas de vehículos militares y más de 360 toneladas de cargamento en su interior. El objetivo era desembarcar el Copenhague (Dinamarca), desde donde el cargamento sería trasladado a Alemania, pero solo unas horas después de partir, en la mañana del 13 de abril, un avión de combate ruso localizó a la nave nazi al norte de la ciudad polaca de Ustka (por aquel entonces Stolpmünde). Sin dudarlo, comenzó a bombardear al carguero y uno de sus torpedos impactó de lleno contra él, mandándole al fondo del mar. 

Desde Kaliningrado había partido un convoy formado por los vapores SS Santander, SS Karlsruhe y tres dragaminas, que salieron poco después de las 09:00 horas. En su viaje hacia Dinamarca, el ejército soviético acabó con todos los barcos, sin dejar ni rastro de ellos. Pero ¿por qué entonces tenía tanta importancia encontrar el SS Karlsruhe? Muy sencillo: se trataba del barco con mayor capacidad de transporte y, a pesar del gran secretismo que rodeaba la carga que llevaba, todo hacía pensar que se trataba de algo de gran valor, dado el enorme dispositivo montado para tratar de que la embarcación llegara a destino por todos los medios.

La URSS sabía que los nazis habían saqueado la famosa Cámara de Ámbar del Palacio de Catalina, situado en las afueras de San Petersburgo, después de que lo tomaran como botín de guerra en 1941, a pesar de que los soviéticos se afanaron por cubrirlo con una serie de paneles falsos que escondían este increíble salón. El ejército alemán descubrió la treta, desmontó la sala y la transportaron por piezas hasta Kaliningrado, donde lo volvieron a montar para exhibirlo en el castillo de la ciudad. Pero cuando los nazis huyeron de allí no quedaba nada, por lo que todo hace pensar que lo habían vuelto a desmontar para enviarlo a Alemania por mar.
  Una de las pocas fotos a color que existen de la Cámara de Ámbar, tomada en 1917. (CC/Wikimedia Commons)

Posiblemente uno de los tesoros más increíbles de todos los tiempos había desaparecido en plena II Guerra Mundial y lo había hecho para siempre pues, a día de hoy, sigue sin conocerse su paradero. ¿Dónde está el tesoro? Ese hecho llevó a los expertos a pensar en la posibilidad de que este material estuviera hundido en el fondo del mar y que, casi un siglo después de ser robado, siga allí. Por esa razón, un equipo de expertos buceadores dirigidos por Tomasz Stachura, fundador de Baltictech, comenzó a estudiar la posibilidad de que el tesoro estuviera en el interior de algún barco alemán hundido en la II Guerra Mundial.

Un tesoro desaparecido

No en vano, contaría con uno de los tesoros más importantes de todos los tiempos: seis toneladas de ámbar labrado a mano, decenas de obras de arte y cientos de objetos preciosos que, a día de hoy, estarían valorados en unos 500 millones de euros. Pronto, el nombre del SS Karlsruhe se puso sobre la mesa. Se estudiaron los relatos de los 113 supervivientes del hundimiento, de las crónicas que reseñaban dónde había sido hundido exactamente y, por supuesto, las opiniones de los pescadores que faenaban en la zona, para saber en qué puntos se atascaban sus redes. Una vez obtenida la fotografía completa, empezó la investigación.
  Imagen del SS Karlsruhe, tomadas por el equipo de Stachura. (Reuters)

Así, el equipo de Stachura utilizó un sonar con el que localizaron hasta 22 naufragios que coincidían en lugar y tamaño con el barco alemán. Sería el 24 de septiembre de este año cuando, tras tres inmersiones, confirmaron que una de las naves halladas era el SS Karlsruhe, gracias al distintivo arco con el que contaba. Sin embargo, no han podido acceder hasta la carga dada la gran profundidad a la que se encuentra el barco. Lo cierto es que, según los expertos que lo encontraron, el estado de conservación del barco es realmente bueno y se puede observar intacta buena parte de la carga, en el mismo lugar donde fue deposita al salir de Kaliningrado.

"Bucear a una profundidad de 88 metros es muy difícil. Nos hemos centrado únicamente en el inventario, la filmación de videos y la documentación fotográfica. En sus bodegas de carga descubrimos vehículos militares, porcelana y muchos cofres con contenidos hasta ahora desconocidos, pero el posible examen de la carga almacenada en cajas tendrá que discutirse con la Oficina Marítima en Gdynia, Polonia, y ellos tomarán la decisión final", explicó Stachura a Santi Diving. ¿Estará allí la famosa Cámara de Ámbar? Solo dentro de unos meses podremos saber si se ha recuperado uno de los tesoros más grandes de todos los tiempos.

viernes, 5 de julio de 2019

Argentina: Roban una pistola de Hitler

Una valiosísima pistola de Adolf Hitler desapareció tras allanamiento policial


Se trata de un arma antigua considerada la más cotizada del mundo ya que solamente se fabricaron cinco y, además, en este caso se asegura que perteneció a una colección personal del Führer. En la década del 80 se vendió una similar en más de un millón de dólares. Su dueño dice que Hitler trajo consigo esa pistola cuando vino a la Argentina.



Evidencias. Parte de la colección de pistolas de Hitler antes de que se realizara el allanamiento por parte de la Policía de Buenos Aires. Se puede ver la Luger 45 que desapareció tras el operativo.



Por Abel Basti || Ámbito

Los llamativos expedientes circulan de una oficina a otra en la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 1 del Departamento Judicial de Azul, provincia de Buenos Aires. Podrían ser algunos más de entre los miles radicados en los diferentes estrados tribunalicios del país, pero en las fojas de los mismos figura un nombre que, sin lugar a duda, los hace distintos a todos los otros. Es más, debido a ese nombre propio tan famoso la documentación que se analiza en sede judicial es excepcional y los datos que figuran en la misma tienen connotaciones inéditas por demás sorprendentes. Y ese nombre es Adolf Hitler.

El principal actor en los estrados tribunalicios relacionado a ese trámite, que ha derivado en causas judiciales penales y en una demanda por daños y perjuicios contra el Estado provincial, es el argentino Juan Pablo Ruppel. El hombre, que trabaja reparando aparatos electrodomésticos en su modesto comercio de Azul, es sobrino nieto del comandante alemán Hans Ruppel. No es un dato menor en esta increíble historia, ya que el mencionado fue uno de los integrantes seleccionados de la Leibstandarte SS Adolf Hitler, una formación de élite de las Waffen-SS formada inicialmente como una guardia personal armada para proteger al Führer, que posteriormente se amplió como una unidad blindada especial con destacada actuación en distintos escenarios bélicos durante la Segunda Guerra Mundial. La vida de Juan Pablo es singular y la descubrí cuando investigaba la actividad nazi en el país, siguiendo ciertas pistas inquietantes, para escribir mi nuevo libro titulado “La Segunda Vida de Hitler (1945-?)”. Durante su adolescencia, hastiado de una vida conflictiva con sus padres, el joven Ruppel abandonó su hogar de Buenos Aires aceptando ser criado por su tío Horst Schmidt, quien vivía en una casa de Colonia Nievas, partido de Olavarría. Schmidt era un oficial de las SS de la temible división 3 SS Totenkopf, que destinó a una gran parte de sus miembros como custodios de los campos de concentración nazis.

Juan Pablo vivió con Schmidt -el militar alemán era solitario y no había formado una familia- entre sus 14 y 19 años, convirtiéndose este en una especie de padre adoptivo del muchacho. Además de ir a la escuela, la pública N° 7 de General Olavarría, recibió por parte de su tío germano una instrucción al estilo de las juventudes hitlerianas, especialmente la práctica de ejercicios físicos y adiestramiento en el manejo de las armas, según contó Juan Pablo a este cronista. Schmidt le dijo a su sobrino que él (Schmidt) y el comandante Hans Ruppel, tío abuelo de Juan Pablo, después de haber peleado en la Segunda Guerra Mundial escaparon de Europa en submarino, desembarcando clandestinamente en un playa argentina. Si esto resultaba asombroso, agregó un dato más insólito: Hitler y Eva Braun habían viajado en el mismo U-Boot que lo hizo Ruppel quien -le dijo- tuvo como función cuidar al máximo jefe nazi durante su exilio en la Argentina.


Parientes. Juan Pablo Ruppel y su tío, el SS Horst Schmidt.

Este relato de la sobrevida del líder del Nacionalsocialismo, fuertemente cuestionado por los historiadores académicos que aseguran que el Führer se suicidó de un tiro en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945, fue asimilado por Juan Pablo como un dato verdadero incuestionable, ya que se crió con esa versión alimentada periódicamente por los datos que le contaba Horst Schmidt (fallecido en 2014), apodado “el largo” porque medía casi dos metros de altura. Como si fuera poco, el mismo comandante Ruppel le ratificó a su joven pariente esa versión personalmente. Al respecto, en diálogo con Ámbito Financiero, Juan Pablo recordó que vio a su tío abuelo solamente tres veces en su vida. La primera cuando era adolescente y el hombre de la Leibstandarte fue a visitar al SS Horst Schmidt, que era sobrino del comandante germano, en 1994. Al parecer, en aquella oportunidad Hans Ruppel sintió admiración por el joven al conocer el buen desempeño que tenía en las tareas que le habían asignado. “Yo tenía la llave de la escuela y de la iglesia porque era muy responsable y eso le gustó mucho a él”, me dijo Juan Pablo Ruppel cuando recientemente lo entrevisté en Azul. “Además, decía que le recordaba a un hermano de él que se había quedado en Berlín”, agregó. En esa visita fugaz el comandante Hans Ruppel y el SS Horst Schmidt hablaron por horas, pero el joven Juan Pablo no participó de esas charlas. Nada le contaron, nada preguntó.

Los años pasaron y recién en el 2012 el comandante Hans Ruppel, ahora avejentado, volvió a aparecer en su vida. Para ese entonces Juan Pablo tenía 33 años, estaba casado y había instalado un negocio para reparar aparatos electrodomésticos en Azul. “Vino en un Mercedes Benz con chofer, acompañado de un señora mayor, me dijo ¿te acordás de mí?, yo le dije que sí, pero la verdad que muy bien no me acordaba de él porque habían pasado varios años desde que lo había visto por última vez”, señaló. “Pero ahí yo era más grande así que le pregunté directamente, y él me respondió que sí, que había venido con Hitler en un submarino”. En esa oportunidad Hans Ruppel charló bastante con su sobrino nieto y además pudo observar las armas que Juan Pablo de motu propio había coleccionado. Un detalle que al anciano militar alemán no le pasó desapercibido como se verá a continuación.

A los pocos meses el anciano Hans volvió a aparecer pero esta vez con un regalo excepcional para su sobrino nieto: algunas de las pistolas de la colección personal de Adolf Hitler. Además de explicarle el origen de las mismas le entregó una carta con los datos exactos de cada una. Le dijo que Hitler había llegado con él a la Argentina en 1945, y que tres años después se trajeron esas antiguas pistolas que había coleccionado el Führer. El comandante Hans Ruppel le aseguró que luego de que Hitler murió de verdad él se convirtió en custodio de esa valiosa colección. Agregó que, como estaba muy viejo, antes de morir le quería regalar algunas de las armas, una de ellas la más cara del mundo, advirtiéndole que todas tenían una altísima cotización, razón por la cual debía tomar recaudos para protegerlas de eventuales intentos de robos. Como se verá el tiempo le daría la razón al experimentado militar alemán.
La carta reveladora

En una misiva firmada por el oficial nazi dirigida a su sobrino nieto, cuyo original está incorporado a las actuaciones judiciales, el integrante de la Leibstandarte textualmente señala lo siguiente:

“En el año 1948 llegan a la Argentina bajo el mandato de Juan Domingo Perón parte de la colección de Hitler, una pistola calibre 45 serial 05, otra pistola Parabellum calibre 7.62 número de serie 3858 s (ver foto) que fuera de Adolf Hitler usada en el año 1925 , como así también otras pistolas pertenecientes a Joseph Goebbels, calibre 9 mm. Serial 2464 y también usada en 1925. Una pistola Parabellum calibre 9 mm, número de serie 4808 z que perteneció a Otto Skorzeny, que años más tarde se convertiría en guardaespaldas de Eva Perón...”, entre otras mencionadas. Las pistolas citadas precedentemente a modo de legado quedaron en poder de Juan Pablo Ruppel. El comandante germano le dijo a su sobrino nieto que de todas las que le entregaba la más importante era la “pistola Parabellum calibre 45 número de serie 05 que fue una de las 5 que fueron hechas en 1907 para los grandes de Estados Unidos. Dos de ellas se mandaron ahí y otra de ellas todavía está dando vueltas en subastas desde hace años entre importantes coleccionistas (valuada) en más de un millón de dólares. Esta en particular fue una de las que quedó en Alemania cuando nuestro Führer Adolf Hitler toma el poder máximo en agosto de 1934. Años más tarde, toma la pistola Parabellum calibre 45 número de serie 05, que se encontraba en una colección privada de Berlín y la lleva a su propia colección junto a varias pistolas de esa marca que ya coleccionaba Adolf Hitler desde 1925, cuando rearmaron el primer grupo con Martin Bormann, Rudolf Hess, entre otros”. El hombre de la Leibstandarte le explicó a Juan Pablo que dicha arma corta era considerada una de las más valiosas del mundo por ser un modelo raro; pero además le hizo notar que el hecho de haber pertenecido a Hitler la hacía, a los ojos de los coleccionistas, más cara aún. Un valor extraordinario para una pistola, muy difícil de calcular. El comandante Ruppel, presintiendo que estaba al fin de su vida, le dejó a su pariente las armas ante citadas, fotos, condecoraciones y otros elementos, resabios de la historia, que desde años resguardaba el hombre de las Leibstandarte. Luego el anciano desapareció de escena. Juan Pablo hoy no sabe si está vivo o falleció.


Testimonios. Juan Pablo Ruppel con una de las pistolas de la colección de Hitler. En este caso una Parabellum calibre 7.62 que fuera del jefe nazi a partir de 1925.

Allanamiento y robo

El tiempo pasó y el 17 de junio del 2016 a las 8 horas un grupo de la policía de Buenos Aires, irrumpió por la fuerza en la vivienda de Juan Pablo Ruppel. El operativo se realizó mediante una orden de allanamiento dada por el juez Carlos Villamarín titular del juzgado de Garantías N° 2 de Olavarría, con el objetivo de investigar un robo de menor cuantía que se había realizado casi un año antes en una propiedad privada (Causa N° 3118/15). El operativo fue comandado por el subcomisario Emiliano Sparaino, en ese entonces titular de la comisaría N° 1 de la localidad de Hinojo. (Sparaino este año se acogió a los beneficios de la Ley del Arrepentido en una causa de corrupción policial, por la cual estaba detenido, que lo involucra por pedidos de coimas a transportistas). En esa oportunidad la policía secuestró las armas de la Colección Hitler, y otras más de colección totalizando catorce, así como varios elementos por caso los cargadores de esas pistolas. Actuaron varios efectivos armados, encapuchados y con linternas según surge de las actuaciones judiciales en curso.

Juan Pablo Ruppel estuvo una noche detenido en la Comisaría 1° de Azul. Una vez liberado él y su abogado, Germán Vena, aparecieron en los medios locales manifestando ambos la indignación por lo ocurrido. Vena dijo que el procedimiento se debía a un denuncia de vieja data por un presunto robo de una vivienda del paraje de Colonia Nievas. Aseguró que los policías que actuaron en el allanamiento buscaban “comestibles, vajilla, vasos (que era lo que presuntamente se había robado) pero en el operativo secuestran armas que tiene él, que es coleccionista de armas de la Segunda Guerra Mundial”, aseguró en declaraciones al noticioso del Canal 2, Somos Azul. El letrado agregó que “se allanó el domicilio cuando no debió hacerse, se entró por la fuerza cuando en realidad la orden de allanamiento era que tenían que identificarse y pedirle que se exhiban las supuesta cosas que estaban en su poder. Entraron por la fuerza, rompieron la puerta, dejaron a los chicos (cuatro hijos menores) encerrados en una habitación, mucha violencia. Lo detuvieron, lo llevaron, mientras él todo momento les decía que tenía la documentación de las armas en su poder”, indicó el letrado. Al no haberse encontrado ninguno de los elementos que se buscaban, y al no constatarse pruebas que vincularan a Ruppel con ese robo a una vivienda la causa fue archivada. Sin embargo se abrió otra por la supuesta “tenencia ilegal de armas de fuego de uso civil”. “Luego que nosotros acreditamos que mi cliente tenía no solo la registración de las armas, sino que es legítimo usuario, él fue sobreseído de esa causa”, explicó el abogado de Juan Pablo Ruppel.



El libro La Segunda Vida de Hitler (1945- ?) en el que se cuenta sobre la historia del comandante Hans Ruppel.

Falta la más importante

El paso siguiente fue la devolución de las armas secuestradas por parte de la Justicia. Eso ocurrió pero con un detalle gravísimo. Le devolvieron todas menos la más valiosa, la Parabellum 45 de Hitler, que “se extravió” en dependencias oficiales (ver recuadro aparte) según aseguró Juan Pablo Ruppel. Todos los intentos realizados por el damnificado al día de la fecha para recuperar esa arma han sido infructuosos. En la investigación en curso, a cargo de la jueza de Garantías Magdalena Forbes, de la U.F.I. N° 1, no hay ninguna pista firme sobre lo que ocurrió, ni funcionarios o policías imputados, según confirmó a este diario el fiscal Marcelo Fernández. A los efectos de establecer el valor de la pistola de Hitler que desapareció tras el secuestro de las armas, en uno de los expedientes se indica que, de acuerdo a los publicado por la revista especializada Guns and Ammo (edición de junio de 1994) se vendió una similar en la década de los 80 en los Estados Unidos, recordemos que hay solo 5 del mismo modelo, en 1.5 millones de dólares. En la Argentina el arma más valiosa del mundo, oportunamente registrada por el comandante Ruppel en el Registro Nacional de Armas (RENAR) entró en la clandestinidad y desapareció para siempre.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Cartel de El Calafate roba una carta de San Martín y otros objetos históricos


“Que la carta de San Martín haya estado en poder de Cristina es un papelón”, dijo el director del Archivo General de la Nación

Emilio Perina consideró que el documentó debería haber estado en un archivo oficial y a la vez aseguró que su ocultamiento “obedece a un onanismo intelectual”.



Radio Mitre

El allanamiento en la propiedad de Cristina Kirchner en El Calafate dejó una serie de hallazgos interesantes, pero la carta escrita por el general José de San Martín esa uno de los más sorprendentes que arrojaron los operativos.

“La carta escrita por San Martín a O’Higgins encontrada en el allanamiento a la casa de Cristina Kirchner, en Calafate, debería estar en el Archivo General de la Nación. Ni en la Biblioteca Nacional, ni en la Academia de Historia, ni en el Museo Histórico, sino en el Archivo“, sostuvo indignado el director del organismo, Emilio Perina.

El funcionario se refirió a la retención de documentos históricos y aseguró que este tipo de acciones es una práctica que obedece a un estilo de hurto calificado.

“Por admiración, por fetichismo, pero si lo guarda y oculta una sola persona diría que obedece al onanismo intelectual“, aseguró Perina y agregó: “Son documentos que pueden llegar a valores insospechados. Nunca falta ese loco capaz de pagar cientos de miles por ver una carta firmada por San Martín. No me sorprendería que se pague un millón de dólares“.

El director del Archivo General de la Nación negó que, en principio, pudiera tratarse de un “Archivo robado” aunque es consciente de la existencia de un mercado negro de documentos históricos.

“Hay fuertes rumores de que el kirchnerismo destruyó una documentación que perteneció a Frondizi; también se supo que durante los años 2000 desaparecieron escritos de Domingo Faustino Sarmiento y también me enteré sobre un material clasificado ultra secreto del general Juan Domingo Perón que fue borrado. Por todo eso no es que no me sorprende este hallazgo en el Calafate“, dijo sorprendido sobre el hallazgo en la casa de los Kirchner.

miércoles, 27 de junio de 2018

JMR: El robo a la Casa de Papel argentina

El (verdadero) robo a la Casa de la Moneda fue en Buenos Aires y en 1851


Daniel Balmaceda
PARA LA NACION



La Casa de la Moneda, ubicada en la calle Balcarce, en el barrio de San Telmo Crédito: Google Maps

Una mujer desembarcó en Buenos Aires muy enojada. Llegaba desde Montevideo y estaba ofendida porque durante el trayecto había pretendido saludar dos o tres veces a Andrés Villegas. Pero el hombre no sólo no le respondía, sino que simulaba no conocerla. Era la tarde del 28 de diciembre de 1851.

Villegas -38 años, delgado- tomó su maleta y se dirigió a la Posada del Globo en el centro de la ciudad. Alquiló una habitación y firmó su ingreso con sus iniciales: AV. Se encerró en el cuarto e inició los preparativos para llevar a cabo el robo más audaz del siglo XIX.

Después de bañarse y afeitarse un poco la barba, tomó un papel de la maleta, lo dobló y lo guardó en su levita. Se colocó antiparras oscuras y un sombrero negro, de pelo, adornado con la divisa y el cintillo federal. Rosas se mantenía en el poder y Urquiza galopaba con un inmenso ejército hacia Buenos Aires.


Consiguió un caballo y partió rumbo a la Casa de la Moneda, en la calle Balcarce, barrio de San Telmo. Esa noche llovía con ganas. Buenos Aires era un desierto de fango. Empapado, el hombre comunicó a los guardias que tenía urgencia en ver al presidente de la institución, don Bernabé Escalada. Los soldados le dijeron que no estaba; pero cuando Villegas explicó que traía una carta de Su Excelencia don Juan Manuel de Rosas, le suplicaron que ingresara y uno de ellos partió a buscar al funcionario.

Agitado y preocupado por lo inapropiado del horario, Escalada estrechó la mano del misterioso visitante. Villegas se presentó: "Soy José Murillo, vengo de Palermo y traigo un despacho del gobernador". El presidente lo invitó a pasar a su escritorio, tomó la carta, la acercó al candelabro y leyó:

Señor Don Bernabé Escalada. Luego que don José Murillo le dé a usted la presente, pondrá usted a su disposición la suma de dos millones de pesos, que le serán integrados bien pronto, y encargo a usted la mayor reserva. D. Ud. Afmo. Juan Manuel de Rosas. Palermo, Diciembre 28 de 1851. A las 7.

El presidente de la Casa de la Moneda, federal hasta la médula y recto como pocos, se sobresaltó. Era la letra de Rosas, su firma y sus sellos. Pero, ¡¿cómo era posible que el gobernador abandonara los pasos burocráticos y, en un tono epistolar poco habitual, pidiera semejante suma?! El alquiler de una de las mejores esquinas de la ciudad costaba 750 pesos mensuales. Por lo tanto, los dos millones eran una suma cuantiosa.

Escalada frunció el ceño y apuntó su mirada contra Murillo (es decir, contra Villegas) en busca de explicaciones. El falso emisario estaba preparado: dijo que esa misma tarde había llegado a la residencia de Rosas en Palermo, proveniente de Ramallo, con correspondencia del general Mansilla para el gobernador. Que Rosas, delante de él, había escrito esa carta y le había ordenado cumplir la comisión ante Escalada. Que el Restaurador le había exigido actuar con premura, ya que esa misma noche debía regresar al campamento de Mansilla.

Algo importante debía estar pasando y el estricto presidente de la Casa de la Moneda se sintió partícipe de algún acto patriota. De todas maneras, no iba a quebrantar la burocracia establecida. Mandó llamar al contador Manuel Terry, al tesorero Leonardo González y al llavero Manuel Ambrosio Gutiérrez. Le explicó al visitante por qué los convocaba: "Estas formalidades, señor Murillo, deben cumplirse para sacar dinero de la Casa de la Moneda. Sin embargo, los salvajes unitarios afirman que Rosas saca todo el que quiere".

Ingresaron los empleados y Villegas debió soportar una nueva ronda de sospechas. Tratando de encontrar respuestas a la actitud poco administrativa de Rosas, los funcionarios especularon con que, tal vez, se tratara del importe que debía entregarse en esos días para pagar salarios atrasados. Se adeudaban sueldos desde agosto de 1848. El delincuente jugó su última carta: "Señores, no puedo aguardar más. Ya mismo regreso a Palermo e informaré a Su Excelencia que no he podido cumplir su comisión".

Los funcionarios se estremecieron de sólo pensar en la ira de Rosas por no haber satisfecho su pedido. Rendido, Escalada ordenó que trajeran el dinero. Dos mil billetes de mil pesos (del doble del tamaño de los actuales) fueron amontonándose en el escritorio de don Bernabé. Comenzaba a introducirlos en grandes sacos cuando Villegas interrumpió: "Disculpen, pero está lloviendo. Envueltos así, los billetes podrían mojarse". Los ingenuos reconocieron que tenía razón. Consiguieron gruesos cartones para proteger la fortuna.

Terminaron de embalarlos, Villegas tomó los sacos, saludó con apuro y caminó con prisa hacia la puerta. "¡Un momento, señor Murillo!", gritó Escalada. El estafador se frenó, sin darse vuelta. "Falta que firme el recibo. Como verá, somos muy puntillosos". Villegas soltó una carcajada y contagió a todos. El ambiente venía siendo demasiado espeso y hacía falta un poco de distensión.

Luego de escribir "Recibido por orden superior. José Murillo", el ladrón partió como un rayo en medio del aguacero, a caballo y con los dos millones. Si bien se suponía que iría a Palermo y que la misión de los hombres de la Casa de la Moneda estaba cumplida, Escalada quiso deslindar responsabilidades. No fuera cosa que José Murillo cometiera la imperdonable falta de no ir a Palermo ni a Ramallo. Escribió una nota al gobernador y ordenó que se la llevaran de inmediato.

La nota decía: "Excmo. Señor. He cumplido con la orden de V.E., que me ha entregado don José Murillo. B. De Escalada, Diciembre 28".

En Palermo, Rosas bramó de furia y envió al capitán Pedro Rodríguez a la ciudad. Se sumó el jefe de Policía Juan Moreno. "¡Las once han dado y lluvioso!", anunció la voz quebrada de un sereno, mientras el viejo Escalada transpiraba con la respuesta escrita de Rosas en sus manos. Ninguno de los funcionarios podía dar detalles de la fisonomía de Murillo porque se había mantenido casi todo el tiempo en un rincón oscuro del escritorio. Además, nunca se había quitado los anteojos oscuros que llevaba puestos.

El policía Moreno ordenó que todos guardaran el secreto de lo que había ocurrido para que Murillo no se sintiera perseguido. También dispuso vigilar todas las salidas de la ciudad. Por último, tomó nota de la numeración de los billetes. En poder del ladrón estaban los que iban del 47.001 al 49.000.

Villegas regresó a la posada, guardó los fajos en su maleta y se fue a dormir. Madrugó, tomó un atado de cien billetes y salió de compras. En el negocio del platero Carlos Lanatta cambió 100.000 por 315 onzas de oro. Una hora más tarde la policía descubrió la operación. Poco tardaron en dar con la posada. Ingresaron al cuarto -Villegas no estaba- y en la maleta encontraron el oro y el resto del dinero. Además, había un sello con las iniciales de Rosas, dos salvoconductos con la firma falsificada del gobernador y una carta, también apócrifa, en la que el Restaurador pedía que se facilitara una embarcación al portador.

Lo detuvieron esa misma mañana. Engrillado en brazos y piernas, lo llevaron a la cárcel, en el edificio del Cabildo. Confesó haber sido la persona que se llevó el dinero de la Casa de la Moneda. Dijo que se llamaba Antonio Vidal, natural de Durazno, Uruguay, y que los otros nombres los había inventado para cometer el delito. Explicó que trabajaba en el consulado de Montevideo, establecido por "el loco, traidor, salvaje unitario Urquiza", y que allí había estudiado las cartas de Rosas para imitar su letra y firma. Aclaró que el dinero lo necesitaba para mantener a su familia -mujer y cinco hijos-, porque él apenas ganaba veinte pesos por mes.

Pero él no era Antonio Vidal: su verdadero nombre era Andrés Villegas. La mentira recién pudo descubrirse por la intervención de la señora ofendida que había viajado en el vapor. Esta mujer acudió a ver los hermanos de Villegas para quejarse por la poca cortesía de Andrés. Ellos, que no lo veían hace años, salieron a buscarlo por toda Buenos Aires. Cuando dieron su descripción a la Policía, los condujeron al calabozo del estafador.

El 30 de diciembre lo fusilaron en el patio de la cárcel. Villegas había llegado a Buenos Aires hacía 48 horas. Durante once fue millonario y durante treinta, preso. En su confesión aseguró que no tenía cómplices. ¿Fue un acto solitario? ¿O fue el ejecutor de un complot tramado por unitarios o urquicistas? Nunca nadie reivindicó su figura como mártir de la causa antirrosista, ni aun pocas semanas después, luego de que Urquiza despedazara al ejército del Restaurador en Caseros.


sábado, 30 de diciembre de 2017

Conquista del desierto: El robo de los blancos de Villegas

Robo de los Blancos de Villegas


Los blancos de Villegas

De todos los episodios que integran la vasta y heroica tradición de la conquista del Desierto, uno de los más conocidos es el robo de los caballos del coronel Conrado Villegas, que fue relatado por el comandante Manuel Prado en su “Guerra al malón”.  Fue un golpe de audacia ejemplar de los indios, respondido por un acto de arrojo y sacrificio por parte de los soldados fronterizos que conmueve y asombra.  El solo episodio da para una película, tan vivaz y dinámica como la del mejor “western” norteamericano, pero con una ventaja en su favor: es auténtica.

En el año 1874, el general Bartolomé Mitre se había alzado contra el gobierno constituido aduciendo que se había hecho fraude en las elecciones presidenciales.  La Revolución mitrista alzó al interior bonaerense y contaba con el apoyo de estancieros que proveyeron de buen grado sus caballadas.  Pero la revolución fracasó con la derrota sufrida en los campos de La Verde, los revolucionarios depusieron sus armas, y el gobierno les confiscó las caballadas.  Las tropas gubernistas que sofocaron el alzamiento estaban integradas principalmente por efectivos avanzados de la frontera, y sus jefes se repartieron las numerosas caballadas.

El coronel Villegas, Jefe del Regimiento de Caballería Nº 3, había comprendido, tiempo atrás, que no habría victoria posible y duradera sobre los indios si no se contaban con buenos caballos.  Aprovechó entonces y reunió para su regimiento seis mil animales de silla.  De ellos, tras lentas y personales selecciones, se quedó con lo mejor.  Luego, de ese lote apartó 600 pingos blancos, tordillos y bayos claros, destinados exclusivamente a servir como reserva para el combate o para una retirada imprevista.

Villegas transformó a los caballos blancos en una obsesión, y finalmente en un mito.  Recibieron instrucción especial, y eran mejor cuidados que los soldados.  Estos, hasta llegaban a despojarse de su poncho si no tenían manta para cubrirlo en las noches de helada, y resignarse a pasar hambre, en tanto su flete blanco recibía ración de forraje -¡todo un milagro en la precaria economía militar de entonces!.  Cuando los soldados se adaptaron a las posibilidades que por fin tenían al alcance de sus riendas, el 3º de Caballería adquirió fama legendaria, y aún entre los indios se revistió de contornos fantasmales, de leyenda.

La caballería blanca de Villegas caía como un aluvión de nieve sobre las huestes pampas.  Y Villegas y sus hombres, curtidos en todos los extremos del coraje, daban pábulo a los más increíbles actos de heroísmo, validos de la fortaleza que daba semejante montura.  Los blancos de Villegas eran un azote para el indio y un orgullo para los soldados de la frontera.

En la noche del 21 de octubre de 1877, un grupo de indios concibió dar un golpe de audacia al campamento del 3º de Caballería, en Trenque Lauquen: robarle los caballos blancos al coronel Villegas.

Esa noche, como otras, los blancos habían sido encerrados en un corral, a pocas cuadras del campamento.  El corral estaba delimitado únicamente por una zanja bastante profunda y ancha, que las caballadas no podían cruzar.  Ocho soldados, al mando del sargento Francisco Carranza, quedaron comisionados para cuidar la puerta del corral.

La noche era tranquila.  Nada indicaba la proximidad de los indios.  La modorra fue aconándose en los párpados de los rudos hombres de Carranza, y con el primer frescor de la noche quedaron dormidos sobre sus carabinas.

Esta fue la oportunidad aguardada por los indios.  Practicaron un portillo en el fondo del corral, rellenando la zanja.  Con sus ojos, que penetraban la noche más cerrada,  distinguieron en las sombras a las madrinas.  Las tomaron sin que se espantaran, y las fueron sacando de a una.  Tras ellas, dócilmente, siguieron los caballos de cada tropilla.  Así, los seiscientos….

Cuando con la diana, la guardia despertó, se halló con la novedad: ¡Los blancos habían sido robados!….

La palidez con que Villegas recibió la noticia indicó que una tormenta de ira iba a estallar.  Mando buscar al segundo jefe del Regimiento, el mayor Germán Sosa.

La orden fue tajante: armar una dotación de 50 hombres, incluir en ella al sargento Carranza, y en media hora salir en persecución de los indios ladrones.  Si Carranza no se comportaba a la altura de las circunstancias, debía recibir cuatro tiro por la espalda.

Entre los cincuenta individuos había tres cadetes: Prado, Supiche y Villamayor.  Marchaban también el mayor Rafael Solís, el capitán Julio Morosini (el mismo que recibiera, años más tarde, la rendición de Manuel Namuncurá en Fuerte General Roca) y los tenientes Spikerman y Alba.

Se los racionó con una porción de charqui como para cuatro días, y cien balas por hombre.

Villegas los vio partir, con la mirada sombría, desde la puerta del rancho que oficiaba de comandancia, y le dijo al mayor Sosa, cuando pasaba frente a él:

- No se animen a volver sin los blancos.

Marcharon cuatro horas.  Cuando el solazo pampeano del mediodía comenzó a morderles la nuca y el cansancio pesaba como una mochila sobre las espaldas, acamparon a orillas de la laguna Mari Lauquen.

El mayor Sosa dispuso una guardia porque se hallaban ya en territorio dominado por los indígenas.  Durmieron hasta el atardecer, y reanudaron la marcha no bien entró la noche.  A las diez de la mañana del día siguiente, hicieron alto para acampar.

Sosa había marchado silencioso durante toda la noche.  Cuando detuvieron la marcha ya había tomado una resolución.  Llamó a Solís y se la explicó brevemente: continuar esa expedición era conducir el medio centenar de hombres a la muerte, sin beneficio alguno.  Por consiguiente, acamparían.  Luego Sosa saldría durante la noche con el sargento Carranza.  Irían los dos en dereceras a alguna patrulla de indios con la que se trabarían en lucha hasta caer muertos.  A la mañana siguiente, al percibir Solís la ausencia de Sosa y Carranza, debía despachar descubiertas para buscarlos.  Volverían sin encontrarlos, o con sus cadáveres, y entonces Solís debía disponer el regreso al campamento.

En tanto, debía salir ahora con el cabo Pardiñas a reconocer un monte, y un bajo que se hallaban próximos, y en los que Sosa pensaba establecer el campamento desde el que ejecutaría su plan suicida para salvar a sus demás hombres de las iras de Villegas.

Pero estaba de Dios, que Sosa no iría a terminar sus días en las trágicas circunstancias que había elegido.  Media hora más tarde, regresaba el cabo Pardiñas, haciendo señas desde lejos.  El propio mayor Sosa le salió al encuentro.  Dios había puesto en el camino de esos soldados la posibilidad de salvarse, a punta de coraje.

En el monte que desde la distancia Sosa había elegido para acampar, había precisamente unos toldos.  Y en el bajo de la laguna, ¡los caballos blancos robados!…. Con ellos, una gran caballada que pastoreaba sin vigilancia a la vista.

Cambiaron los caballos de marcha por los de reserva en un santiamén.  Y en el silencio más absoluto se acercaron, al paso.  El mayor Solís en tanto, había estado observándolo todo.  La mayoría de los indios de pelea -83 en total-, dormían en los toldos, o jugaba a los naipes.  Con ellos estaban 129 mujeres, niños y ancianos.  Confiados en exceso por la fortuna del golpe dado contra el cuartel de Villegas, no habían puesto custodia; ni siquiera atado sus caballos.  La forma de atacarlos podía ser ésta: Unos veinte hombres debían atropellar hacia el bajo y arrear las caballadas.  El resto cargaría sobre los toldos para aplastar cualquier intento de reacción.  Había que actuar rápidamente para que nadie del grupo pudiera dar aviso a otras tolderías.

El teniente Alba descargó su ataque con los veinte hombres hacia las caballadas.  Solís encabezó la carga a los toldos.  Los caballos blancos, no bien sintieron el ruido familiar de los sables y los gritos de sus antiguos dueños, arremolináronse e hicieron punta hacia el camino y el resto de la caballada los siguió.  Nunca arreo tan grande fue reunido en menos tiempo.

Sosa y Solís redujeron a la impotencia a la indiada.  Cayeron sobre ellos como una centella.  El trompa de órdenes tocó llamada y el pelotón al mando de Alba enderezó con los caballos hacia los toldos.  Mudaron caballos e iniciaron el regreso.


La furia en las lanzas

La retirada se dispuso de inmediato.  Una fina columna de humo elevándose en el horizonte indicaba el peligro.  Era la que había encendido el tropillero de la tolda, el único que alcanzara a escaparse del aluvión mortal del mayor Sosa.  Seguramente estaría llamando a otros indios en su auxilio.  ¡Pero los blancos se habían recuperado!.

La marcha iba a ser lenta.  Había que empujar un arreo importante, y la chusma prisionera.  Por eso, 30 hombres se pusieron detrás de la tropa como escolta.  Y encima de ellos, una nueva orden terrible: matar al animal que se cansara.  Y seguir adelante.

Promediaba la tarde cuando comenzaron a ver, a sus espaldas, los primeros contingentes indígenas, convocados por la llamada de humo.  Para los soldados, el recurso era acercarse lo más posible al campamento, y si era factible, atravesar la famosa zanja de defensa, que mandara construir por esos años el Ministro de Guerra y Marina,  Adolfo Alsina.  Es decir, dar tiempo al Regimiento a que saliera a defenderlos.  Los indios, que también habían comprendido, querían cortar a cualquier precio la marcha.

Caía la tarde cuando una numerosa columna les dio alcance.  Corrían de flanco para interponérseles.  El comandante Prado –que dejó relatado este episodio en su libro “La guerra al malón”- así describe el episodio:

“Nahuel Payun en persona –el capitanejo más valiente de Pincén- nos salía a la cruzada.  Reunió cincuenta o sesenta indios y se precipitó sobre las caballadas, resuelto a dispersarlas.  Antes de llegar tropezó con un  grupo que mandaba Sosa y al pretender desviarse cayó bajo los sables del pelotón de Morosini.  El espectáculo debió ser magnífico, imponente.  Nosotros huyendo en una nube de polvo, mezcladas mujeres y caballos, arreando las chinas y los animales a punta de lanza, gritando como locos, y allá un poco a la izquierda, la fuerza de Morosini, entreverada a sable con el malón, en un infierno de alaridos, en medio del estruendo de las armas, pretendiendo los unos a arrollar al puñado de bravos que se levantaba como inquebrantable barrera, entre el furor del bárbaro y la presa del cristiano; forcejeando los milicos por contener la horda ciega de ira y sedienta de venganza”.

Cuando el ataque fue rechazado, mudaron los caballos.  Y luego apretaron la marcha, ya con desesperación.  Un nuevo ataque fue rechazado.  A medianoche hicieron una hora de alto, y luego continuaron la marcha.  Los indios, en tanto, los seguían a prudente distancia, pero no atinaban a cargarlos nuevamente.

Poco antes de llegar al campamento, Sosa dispuso cambiar caballos.  Los soldados montaron los blancos.  Y así, con grave aire de compadres, como una palpitante masa fantasmal, entraron a Trenque Lauquen.

Marchaban alineados, al tranco.  Y Sosa pasó con la columna, polvorienta y victoriosa, frente a la comandancia.  Desde el vano de la puerta Villegas, con el chambergo sobre la nuca, según su costumbre paisana, los vio pasar.  Silencioso.  Todavía enculado….  Cuentan que estaba tan pálido como sus caballos.  Sin duda presentía que, a pesar de haber sido vengada la audacia de los indios, el episodio del robo de sus blancos correría por toda la pampa como una burla gritada, como el alarido del salvaje golpeándose la boca, como una basureada más, acaso una de las últimas que se permitía la indiada y como tal, todavía más sabrosa…

Fuente


  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
  • Nario, Hugo I. – Basuriando al cristiano!
  • Portal www.revisionistas.com.ar
  • Prado, Manuel – La guerra al malón – EUDEBA, Buenos Aires (1960).
  • Todo es Historia – Año II – Nº 14. Junio 1968.
  • Turone, Gabriel O. – El robo de los blancos de Villegas


• Los Blancos de Villegas (video)