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domingo, 19 de mayo de 2024

Chaco: Guerrero chaqueño

La mirada de un guerrero chaqueño





(Fotografía tomada aproximadamente en 1890)
Dicen que los ojos son el espejo del alma. En la fotografía, aparece un Cacique "Toba Maskoi" con todo su atavío de guerra. Su mirada y su porte transmiten toda la fuerza y la bravura de un guerrero chaqueño.
LOS TOBA MASKOI..
Los maskoy o toba-maskoy, llamados también kylyetwa iwo, toba-lengua y machicuí, toba de Paraguay, quilyilhrayrom o cabanatit, son un pueblo indígena del Chaco Boreal en Paraguay, distribuido principalmente en el departamento Alto Paraguay.
Junto con los Angaité, los maskoy se autodenominan como Enenlhet.
De acuerdo al Censo Indígena 1995 son 4117 individuos. De acuerdo a los resultados del III Censo Nacional de Población y Viviendas para Pueblos Indígenas de 2012 en Paraguay viven 2817 toba maskoy, de los cuales 1411 en el departamento de Alto Paraguay y 1406 en el departamento de Presidente Hayes.
Su lengua (denominada enenlhet apayvoma o tova apayvoma) pertenece a la familia Lengua-Maskoy. Esta familia lingüística está conformada por 6 lenguas:
Angaité (enenlhet)
Guaná (vana, enlhet o kaskiha)
Enlhet
Enxet
Sanapaná (Nenlhet)
Toba-maskoy (Enenlhet)
El número total de hablantes se estima en 2500 individuos. Muchos maskoy han adoptado el castellano o el plautdietsch (una variante del alemán hablada por las comunidades menonitas del Chaco Boreal).
En 1987 el gobierno paraguayo (a instancias de la Conferencia Episcopal Paraguaya y otras organizaciones) expropió 30 000 hectáreas de tierra pertenecientes a la empresa Carlos Casado S. A., en la zona llamada "Riacho Mosquito", cerca de Puerto Casado, las cuales fueron entregadas en propiedad a cinco comunidades maskoy. El vicariato apostólico del Alto Paraguay asumió la administración de las tierras.
En la zona de las fábricas de tanino de Puerto Victoria se ha desarrollado una lengua sincrética denominada en inglés Maskoy pidgin, formada por aportes de los idiomas: lengua, sanapaná, angaité, guana y toba-maskoy.
Fuente Bibliográfica: Los pueblos Indígenas del Paraguay, José Zanardini.
"La Historia del Paraguay", Diario ABC Color, Capítulo 1 Fascículo 2.
RECOPILACIÓN Y RELATO: Gustavo Avalos
La fotografía fue tomada a fines del siglo XlX, aproximadamente en 1890.

martes, 14 de junio de 2022

Campañas contra el indio: Combate de Loreto

Combate de Loreto

Revisionistas




General Hilario Lagos (1806-1860)

A principios del siglo XIX la provincia de Santa Fe era lugar de tránsito de los escuadrones indígenas que se dirigían a engrosar su codicia, sobre los poblados de la campaña bonaerense. Sin un plan estudiado ni recursos para frenar con éxito a los depredadores, la defensa era casi nula, sólo la Campaña sería el único remedio para acabar con los malones que asolaban medio territorio, postergando su desarrollo civilizador.

La campaña de 1833 dirigida por Juan Manuel de Rosas que siempre gozó de menos prensa que la de Julio Argentino Roca, fue tal vez más sangrienta, pero no exterminadora. Después de la expedición 1833 y 1834, en Buenos Aires se logró una relación armónica con algunos grupos indígenas pampeanos, instalados en la zona fronteriza. Esta relación se sustentaba en la contraprestación de bienes y servicios: las tribus auxiliaban en la defensa de la frontera y el gobierno les entregaba raciones de ganado (yeguarizo, vacuno y ovino), yerba, tabaco y azúcar. Esta armonía se quebró con la caída de Rosas, y los enfrentamientos se convirtieron en el rasgo más frecuente.

Mientras los alcaldes mayores se ocupaban especialmente del orden y la tranquilidad pública de la Villa del Rosario, más el comandante militar a cuyas órdenes actuaban los pocos milicianos que tenía la guarnición local, los gobernantes descuidaban las fronteras de la provincia por donde pululaban desertores y bandidos que en alianza con los bárbaros eran tan feroces y salvajes como ellos. Así se sucedían correrías que obligaban a los pobladores a emigrar siempre dentro de la geografía santafesina, mientras el gobernador hacía colocar piquetes en las cuatro postas de la zona amenazada.

No obstante las hordas salvajes penetraban con siniestros planes de destrucción saciando sus feroces instintos, saqueando y reduciendo a cenizas los fuertes entre ellos el de Melincué, situado en el sudeste provincial donde se apropiaron de cañones que habían sido colocados en una estancia del arroyo Pavón.

A tal punto cundió el pánico que el mismo gobernador optó por salir a la campaña para sorprender a los aborígenes que se desplazaban libremente por su territorio.

En 1838 más de mil indios ranqueles al mano del cacique Quiñamay y Chipitruz, aplicando principios estratégicos hasta entonces desconocidos, atacaron en tres divisiones, una por la costa del río Carcarañá, otra por las chacras del Gamonal y la tercera por la Horqueta, amenazando devastar el S. y O. del departamento Rosario.

El gobernador Juan Pablo López en combinación con el coronel Hilario Lagos y milicianos de Buenos Aires se reunieron en el Pedernal , al sur de Melincué, totalizando unos 500 hombres, que avanzaron hasta Loreto (1) para enfrentar las 2.000 lanzas ranqueles. Cuando lejos de hallarlos en actitud de ferocidad, se encontraban en medio de libaciones y danzas celebrando el éxito de sus arremetidas. López conformó las tropas en tres columnas comandadas por los coroneles Lagos, Moreyra y Soayre.

Medallas otorgadas al Gral. Hilario Lagos

Sorprendidos los naturales algunos se lanzaron a la lucha profiriendo gritos feroces, mientras otros huían desordenadamente dejando más de un centenar de muertos.

Tomado prisionero el cacique Quiñimay, las fuerzas nacionales rescataron cautivos y hacienda robada, mientras el cacique Chipitruz conseguía evadirse.”

El gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas otorgó a los vencedores una medalla de oro con la leyenda: “El gobierno reconocido a la virtud y al valor”. Buenos Aires, 22 de diciembre de 1838. Medalla que, como un preciado tesoro, aún conserva el biznieto del general Hilario Lagos, el coronel mayor Luis Hilario Lagos, la cual hemos tenido el privilegio y el honor de apreciar en una de las “Tertulias Federales” organizadas por los Patricios de Vuelta de Obligado.

De esta manera el general Hilario Lagos finalizó sus contiendas con los indios al defender el sur de la Provincia de Santa Fe, en donde los indios ranqueles estaban haciendo los malones y masacrando gente, quemando estancias y robando ganado. Adolfo Saldías, el padre del revisionismo histórico vernáculo, lo consideró a Lagos “la primera lanza de la caballería federal“.

Referencia

(1) Paraje del antiguo Pago de los Arroyos, a 165 Kilómetros de la actual ciudad de Venado Tuerto, departamento General López.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Mikielievich Wladimir C. – “Batalla de Loreto” – Diccionario de Rosario. Tomo XXXI. Rosario, 1960.
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

martes, 14 de septiembre de 2021

Biografías: Gral. Brig. Antonio Dónovan (EA)

General de Brigada Antonio Dónovan



Dibujo del General de Brigada Antonio Dónovan de la portada del Diario “El Mosquito” - Año: 3 de Octubre de 1886.

Antonio Dónovan (Nació: el 26 de abril de 1849 en Buenos Aires - Falleció: el 14 de agosto de 1897 en Federal, provincia de Entre Ríos), militar argentino que participó en la Guerra del Paraguay, en las últimas guerras civiles argentinas y en las campañas previas a la Conquista del Desierto. Fue el segundo gobernador del Territorio Nacional del Chaco, desde la Organización de los Territorios Nacionales de 1884 (Ley 1532), entre el 15 de abril de 1887 al 18 de agosto de 1893 (Dos períodos).
Hijo del doctor Cornelius Donovan Crowley y de Mary Atkins Brown, en 1863 - tras la muerte de su padre - se enroló en el Batallón de Infantería Nº 2 sin autorización de su madre, por lo que fue dado de baja por orden directa del ministro de Guerra y Marina, general Gelly y Obes. Poco después logró conseguir la autorización materna y se incorporó al Regimiento de Artillería Ligera, en julio de 1864, y fue destinado a la isla Martín García.
Tras la INVASIÓN PARAGUAYA DE CORRIENTES participó en la efímera reconquista de esa ciudad por las fuerzas del General Wenceslao Paunero. A sus órdenes participó en la BATALLA DE YATAY, del 17 de agosto de 1865. Participó también en el SITIO DE URUGUAYANA
En abril del año siguiente participó en la captura de la FORTALEZA DE ITAPIRÚ, y en las batallas de: ESTERO BELLACO, TUYUTÍ, YATAYTY CORÁ, BOQUERÓN, SAUCE y CURUPAYTI.
El 31 de octubre fue dado de baja del Ejército Argentino, sin que haya quedado referencia de la causa.
Se incorpora al Ejército en junio del año siguiente, en el Batallón de Infantería de Línea Nº 2, con el grado de capitán. Participó en la campaña en que fuerzas nacionales enfrentaron y derrotaron al General Nicanor Cáceres, defensor del gobierno legal de esa provincia.
En 1869, su regimiento pasó a Córdoba.
Regresó al frente paraguayo en mayo siguiente, destinado en varios destinos, pero no alcanzó a combatir. Regresó a Buenos Aires a fines de ese año.
Al estallar en la provincia de Entre Ríos la rebelión de Ricardo López Jordán, acompañó al coronel Luis María Campos como ayudante, sin haber comunicado esta decisión a su regimiento, que lo dio de baja del mismo. No obstante, a órdenes de Campos participó en la BATALLA DE SANTA ROSA y en otros combates menores.
En mayo de 1871, recién llegado a la provincia de Buenos Aires, combatió contra los indígenas en la zona de Tapalqué. Posteriormente pasó a Martín García.
En junio de 1873 fue destinado a Paraná, participando en la lucha contra la segunda rebelión de López Jordán. En la BATALLA DE DON GONZALO, del 9 de diciembre de ese año, la infantería al mando del mayor Dónovan tuvo una actuación decisiva para hacer retroceder a los federales.

En febrero del año siguiente pasó a ser ayudante del ministro de guerra, Martín de Gainza. A órdenes del coronel Julio Campos participó en la campaña contra los revolucionarios del año 1874.
Por esos años compró un campo en la zona norte de la provincia de Entre Ríos, donde sería fundada la localidad de Federal.
En febrero de 1875 pasó a Gualeguaychú, en Entre Ríos, ascendiendo al grado de teniente coronel. En enero del año siguiente, trasladado nuevamente a Buenos Aires, participó en el avance de las fronteras ordenado por el ministro Adolfo Alsina, participando en la ocupación del punto estratégico de Carhué, pasando después a las guarniciones de Puán, Azul y Olavarría. En este último lugar dirigió las tropas nacionales en una batalla contra los jefes indígenas Namuncurá y Juan José Catriel, el 6 de agosto de 1876, recuperando unas de 50.000 cabezas de ganado vacuno.
Fue ascendido al grado de coronel en junio de 1877. Participó en varios combates más contra los indígenas en los años siguientes, y en las expediciones de avanzada que prepararon la CONQUISTA DEL DESIERTO del año 1879, de la que no participó por haber sido incorporado al Colegio Militar de la Nación y ocupar la guarnición de la ciudad de Zárate.
Participó en la represión de la revolución porteña de 1880, comandando el Regimiento de Infantería Nº 8 en las batallas de Puente Alsina y Corrales.
En febrero de 1883 fue nombrado Jefe del Regimiento de Infantería Nº 1. Dos años antes había sido uno de los fundadores del Círculo Militar.

En agosto de 1886 fue ascendido al grado de General, y provisoriamente puesto al mando de la 1ª División de Ejército; fue posteriormente director del Parque de Artillería, Jefe de Estado Mayor de las fuerzas destacadas en el Chaco, con sede en Resistencia. Entre 1897 y 1891 fue gobernador del Territorio Nacional del Chaco, y hasta fines del año 1895 continuó siendo el comandante de todas las tropas militares del Chaco, pasando posteriormente a retiro.
Durante su gobernación creó el escudo del Territorio Nacional del Chaco Austral por Decreto del 12 de octubre de 1888, que en su artículo 2º dispuso: Adoptar como escudo del Territorio sobre fondo azul en los dos cuarteles superiores, y blanco en los inferiores, tintas de la Bandera Nacional, una palmera, símbolo de la fertilidad y clima del Chaco, a cuyo pie se colocará un arado, representando la agricultura, el trabajo y la civilización a que el hombre debe y de los que espera todos sus progresos
En ocasión de la visita del entonces gobernador del Territorio Nacional del Chaco Austral, General Antonio Donovan a la localidad de General Vedia, los habitantes de la nueva colonia adornaron el camino de acceso brindándole así su caluroso homenaje. Utilizaron como motivo ornamental dos palmeras que existían a ambos lados del camino y al pie de cada una fue colocado un arado completando el conjunto con banderas argentinas. Sorprendido y emocionado por la sencilla y emotiva expresión de los hombres de trabajo el General Antonio Donovan manifestó su interés por utilizar ese motivo para la creación del escudo del Chaco.

lunes, 12 de julio de 2021

Biografía: General de Brigada José Ignacio Garmendia (EA)

General José Ignacio Garmendia






Dibujo de la portada del General de Brigada José Ignacio Garmendia, Publicación del Día “El Mosquito” - Año: 2 de Noviembre de 1890.


José Ignacio Garmendia (Nació: el 19 de marzo de 1841 en Buenos Aires - Falleció: el 11 de junio de 1925) fue un militar, pintor, escritor y diplomático argentino. Se le debe una extensa obra pictórica sobre la Guerra del Paraguay y numerosas crónicas de campaña y obras técnicas sobre arte militar. Fue un notable historiador y numismático en los años de su retiro, dejando amplia obra, buena parte de la cual aún permanece inédita.
En su adolescencia se incorporó al Regimiento N°1 de Buenos Aires; destinado a la isla Martín García, recibió el grado de Subteniente a su regreso de las operaciones.
Con 20 años tomó parte en la Batalla de Pavón en el bando porteño; la victoria de la facción mitrista le facilitó la carrera militar y en 1864 fue destacado como oficial, con el grado de Capitán, en la legación diplomática de Montevideo.
Fue trasladado a Río de Janeiro antes de ser llamado a filas para tomar parte en la Guerra del Paraguay.
Al frente del I° Batallón de la División Buenos Aires de la Guardia Nacional, tomó numerosos apuntes y esbozos durante el conflicto. Contrajo el cólera durante las acciones, y enfermó gravemente, pero pudo recuperarse.

Tras el fin de la guerra, Garmendia continuó su carrera militar. Fue destinado a la frontera sur en las primeras campañas para batir a los pampas y ranqueles; continuó allí su estrecha relación con Lucio V. Mansilla, con quien ya había fraternizado en el Paraguay, y con quien compartía el talante de escritor. Aparece mencionado en la “Excursión a los indios ranqueles” de este último. A su regreso a Buenos Aires, acometió la carrera política y fue elegido diputado nacional. Acabado su mandato, volvió al sur, esta vez como jefe del Estado Mayor del Ejército que emprendió la Conquista del Desierto. En 1875 fue nombrado jefe de las Fuerzas de Reserva, cuya sede estaba entonces en el Partido de 9 de julio.

En 1880, cuando la federalización de Buenos Aires topó con la oposición del gobierno provincial de Carlos Tejedor, Garmendia pidió la baja del ejército nacional para sumarse a las milicias. Tras la derrota de los mitristas, y ya en retiro, comenzó a dar forma a sus notas del Paraguay, que cobrarían forma de libro en Recuerdos de la Guerra del Paraguay.

En 1882 se le concedió la reincorporación al Ejército; tomó parte en la campaña del Chaco.
En 1890 fue designado director del Colegio Militar de la Nación. Ese mismo año tomó parte en la represión del alzamiento radical, y obtuvo los galones de general.
Sería jefe del Estado Mayor General y Ministro de Guerra antes de pedir la baja definitiva en septiembre de 1904.

domingo, 6 de enero de 2019

Argentina: Cronología de la Conquista del Chaco

Campaña al Chaco (1870/1917)





A fines del siglo XIX, la región comprendida entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Salado (conocida como el Gran Chaco), se hallaba habitada por diversos pueblos indígenas pertenecientes a las etnias de los guaycurúes (pilagaes, tobas y mocovíes), de los mataco-mataguayos (wichís, chorotes y chulupíes) y de las tribus tonocotés, tapietés, chanés y chiriguanos, que mantenían una ancestral disputa con el hombre blanco por la posesión de las tierras que habitaban, rechazando todo intento civilizador y dominando por el terror esos vastos territorios, mediante violentas acciones llevadas a cabo por las tribus más belícosas, que con sus correrías y asaltos a poblados, guarniciones militares y establecimientos de campo, mantenían en permanente zozobra a los pobladores, impidiendo la colonización de esas tierras.
Decidido a poner fin a esta situación, el gobierno argentino decidió la ocupación militar del Chaco Central y Austral, un enorme territorio que comienza en el norte de Santa Fe, se extiende por el noreste de Santiago del Estero, el noreste de Salta y las actuales provincias de Chaco y Formosa. Se la denomina Chaco Austral, por oposición al Chaco Boreal o Paraguayo y su voz proviene de la voz quechua “Chacu”, que significa “cacería” o “lugar propicio para la caza”.
La primera expedición militar organizada expresamente para ejercer el pleno dominio soberano sobre esos territorios, cruelmente asolados por los aborígenes de la región, se realizó en 1970, al finalizar la guerra con Paraguay y concluyó en 1917, cuando  se dio por finalizada la misma, habiéndose logrado el objetivo perseguido, pacificando a las tribus beligerantes

Antecedentes

Entre mediados del siglo XVII, durante la época de la conquista emprendida por la corona española, hasta 1872, ya durante el ejercicio de la soberanía de esos territorios por parte del Gobierno Nacional Argentino, se firmaron nueve tratados de paz con los indígenas y todos fueron solamente papeles sin valor, pues, ya sea por la mendacidad de las autoridades nacionales, o por la intransigencia o desconfianza de los aborígenes, ninguno de ellos, tuvo un efecto muy duradero. Ellos fueron:
  • 1662: Tratado de paz entre los indios tocagües y vilos y Santa Fe
  • 1710: Tratado entre el gobernador URIZAR y los malbalaes
  • 17??: Tratado entre el gobernador URIZAR y los lules
  • 1774: Tratado de paz entre el gobernador MATORRAS y Paykin
  • 1822: Tratado de paz entre Corrientes y los abipones
  • 1824: Acuerdo perpetuo entre Corrientes y los abipones
  • 1825: Tratado de paz entre Corrientes y los indígenas  chaqueños
  • 1864: Convenio entre el gobernador correntino FERRÉ y los caciques chaqueños
  • 1872: Tratado de paz entre el Gobierno Nacional y el cacique CHANGALLO CHICO
  • 1875: Tratado de paz entre el Gobierno Nacional y el cacique LEONCITO

Solamente la creación del primer Cuerpo de Blandengues de la frontera de Santa Fe (1724/1726), prácticamente puso fin por un largo período, a la presión de las tribus chaqueñas sobre esa castigada ciudad y desplaza los malones hacia otras poblaciones limítrofes, donde continúan con sus actos de vandalismo recibiendo la consecuente réplica por parte de las milicias locales.
Transcurren así poco más de 56 años (1724/1780), de acción y reacción, de ataques y contraataques, caracterizados por las operaciones de represión contra un enemigo escurridizo, limitado en sus correrías al sector comprendido entre el río Paraná y las estribaciones cordilleranas andinas y en medio de un cerco, cada vez más denso, de fortines, guardias, misiones, reducciones y poblados.
Los primeros proyectos de actividades militares ofensivas en estas tierras, reconocen como antecedente, la política enunciada en 1679 por el virreinato del Perú, cuando propuso a las fuerzas españolas asentadas en Buenos Aires, Tucumán y Asunción, actuar en conjunto contra los bastiones aborígenes. La idea se concreta con el inmediato apoyo que brinda el gobernador de Buenos Aires, BRUNO MAURICIO DE ZABALA, quien comisiona al Maestre de Campo FRANCISCO JAVIER ECHAGÜE a “entrar” al Chaco, quien culmina su acción con la  primera paz que se acuerda con los belicosos abipones y mocovíes en 1729 (“Paz de Echagüe”).
Rápidamente los colonos fueron animándose a marchar hacia esas tierras ahora en paz y así la expansión poblacional va cercando a los aborígenes hacia zonas más alejadas, donde no llega la acción civilizadora del blanco por lo que vuelven a dedicarse al pillaje y al saqueo en esos desprotegidos territorios.
Es por ello que, por ejemplo, desde Tucumán en 1731 se operó durante cuatro meses bajo el mando de su gobernador MANUEL FÉLIX DE ARECHE, que con una fuerza compuesta por 1.000 soldados, les impone una nueva paz (“Paz de Areche”), a los nativos, que lejos de respetarla por mucho tiempo, se lanzan a nuevos ataques produciendo una nueva marea de malones hacia todos los rumbos, barriendo las cuatro fronteras. En Salta los “chirigüanos baten a las milicias y asesinan a 300 pobladores, arrean gran cantidad de ganado y resisten denodadamente los contraataques que sobre ellos llevan MATÍAS DE ANGLES GORTARU y LIZARAZUY, desde Tucumán y de FÉLIX DE ARECHE desde Salta, generando un caos que conmueve íntegramente la orilla occidental del Chaco durante largos meses (1735/1739).
En 1734. Mientras Santa Fe renueva sus tratados de paz con los abipones y los mocovíes (“Segunda Paz de Echagúe), caen los malones sobre Salta (1735), sobre Tucumán (1736/1736/1737), y sobre Corrientes (1738/1739), donde saquean e incendian los enclaves de Utaty, Ohoma y Santiago Sánchez. En respuesta, el gobernador de Tucumán, JUAN DE SANTISO Y MOSCOSOS, cae sin piedad sobre los matacos (1739 y 1741) obligándolos a convenir una paz definitiva, fijando una línea de separación interna (“Paz de Santiso).
Desde Corrientes, la inestable situación, mueve su gobernador, FELIPE DE CEBALLOS a incursionar en dos oportunidades (1744 y 1745) al Chaco paranaense, pactando con sus dos principales caciques el cese de las hostilidades (“Paz de Ceballos”) al tiempo que, desde el reborde santiagueño, el misionero jesuita DIEGO DE HORBEEGOZO, al amparo de las “paces de Echagüe” reúne aborígenes y españoles y concreta la “Paz de Añapiré” en 1747, dando así nacimiento a los poblados de “San Jerónimo del Rey” (1748) y “Purísima Concepción” (1749).
Ante el éxito que significa la instalación de nuevas y más pobladas “reducciones”, debido a la paz lograda en esos territorios, el gobernador de Tucumán, JUAN VICTORINO MARTÍNEZ DE TINEO, abastece de ganado e implementos agrícolas a las tribus que se avinieron a vivir en paz, funda con familias Tobas “San Ignacio de Ledesma y decidido a poner fin al estado de guerra que proponen los guerreros “mbayaes”, los combate  con milicianos de La Rioja, Salta, Jujuy y Tucumán.
Finalmente, a mitad del siglo XVIII (1750), la historia se inclina decididamente hacia el equilibrio y comienza una época que promete una paz duradera. Se inauguran muchas nuevas reducciones, con el ingreso de muchos de los “hostiles de antaño”, se completa la cadena de fortines, se instalan nuevas misiones, algunas tribus comienzan a comerciar, mediante el trueque con las poblaciones vecinas “blancas” y adoptan sus prácticas agrícolas, la obra catequizadora de los religiosos comienza a dar sus primeros frutos.
Un rebrote de la violencia encabezada por las comunidades tobas, mocovíes y vilelas, decide al gobernador de Tucumán, JOAQUÍN ESPINOSA Y DÁVALOS a llevar una expedición punitiva contra éstos (1758/1759), logrando reducirlos y a partir de entonces, la masa de la población aborigen del Gran Chaco (196.584 individuos), se llama a sosiego.
Pero en 1767 se produjo un lamentable hecho que tiró  por tierra todos los avances logrados en la búsqueda de una convivencia en armonía y en paz con los naturales: la expulsión de los jesuitas de los territorios de América pertenecientes a la corona española, trajo nuevamente la tragedia de la guerra a estas tierras.

La expulsión de los jesuítas

Si bien el asentamiento de las misiones jesuíticas, se mide en términos de una trascendente asistencia moral, religiosa y material a los aborígenes, no son menos importantes los servicios de todo orden que los ejércitos de nativos, prestaron a la corona española:  Desalojando de portugueses la Colonia de Sacramento (1680), defendiendo Buenos Aires contra piratas dinamarqueses (1700), reprimiendo rebeliones en territorios de los charrúas (1702), desalojando por segunda vez a los portugueses de la Colonia del  Sacramento luego de ocho meses de campaña formando parte de un ejército de 4.000 hombres (1704), despejando de enemigos las vaquerías próximas (1718) y hasta defendiendo la propia ciudad de Montevideo.
Empero, el desafortunado “Tratado de Permuta” (1750) comprometió a  España a canjear las florecientes Misiones  Orientales por la decadente Colonia del Sacramento que estaba en poder de Portugal, trueque que las comunidades indígenas rechazaron, desencadenando la llamada “guerra guaranítica” (1754 a 1756), contienda en la que las fue combinadas hispanolusitanas,  impusieron sangrientamente el cumplimiento del pacto luego de las batallas de Bacacay (7 de febrero de1766) y Caibaté (10 de febrero de 1766), provocando la masiva huida de las misiones, grandes contingentes de aborígenes,
Un censo realizado en esa época dará una idea cabal de este fenómeno: en 1767, en las misiones había 88.864 indígenas; en 1772, eran 80.351; en el año 1785, 70.000; en 1779, 54.388 y ya en 1801, quedaban solamente 42.885. Algunos grupos se unen a los charrúas, al sur; otros a las indiadas chaqueñas, que al mando de los siempre temibles abipones, desatan la “gran ofensiva”, con centro de gravedad hacia Santa Fe, cuyas reducciones se ven obligadas a reubicarse en el sur. Quedan en pie, solamente la de San Javier, Las Garzas (con aborígenes de S Fernando), San Pedro e Insipín, en el sector  meridional; Miraflores, Balbuena, Pitos, Santa Rosa, Macapillo y Petacas, al norte del  río Salado; y Apa, Asunción y Bordón, en región boreal.
Dentro de la confusión que genera esta nueva situación, se destaca la renovada fiereza y la continuidad  de los ataques de los malones hacia tierra santafesina, hostilizada, saqueada y devastada en 1776, 1778, 1784, 1786 y 1788, mientras una relativa estabilidad en la línea del altiplano,  había permitido realizar los primeros intentos serios de penetración al corazón del Gran Chaco.
En efecto, el gobernador JERÓNIMO MATORRAS y su maestre de campo FRANCISCO GABINO ARIAS —como JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ CAMPERO y MIGUEL DE ARRASCAETA lo habían hecho en 1764— partieron de San Fernando del Río del Valle (1774), penetran profundamente en las tierras vírgenes y firman con gran pompa el primer tratado de amistad con  los aborígenes más irreductibles, los tobas y los mocovíes de LACHIRIKIN y PAIKIN (“Paz de Lacangayé” o “Paz de Matorras”), mientras otras tribus estallan en rebeldía (1778 y 1779) y vuelven a acosar a los establecimientos rurales hasta que la situación comienza a estabilizarse en la llamada “línea del norte”.
Igual situación se vive  en la “línea Sur”. Los abipones atacan la reducción charrúa de Cayastá y el gobernador MELCHOR ECHAGÜE Y ANDÍA encabeza tres largas campañas de represión que dejan los campos de labranza abandonados, arruinados los sembrados y disperso el ganado por todo el territorio santafecino.
Es entonces que en el Alto Perú estalla la  revolución de Tupac-Amarú (4 de noviembre de 1780) y la derrota y posterior martirio del líder aborigen, parece sosegar el ánimo belicoso de los indígenas, mientras llega el perito FÉLIX DE AZARA para demarcar los límites y el “bolsón indio” se va estrechando  cada vez más.
Durante la última década del siglo XVIII  se producen nuevas sublevaciones, pero éstas son cada vez más espaciadas y los malones ya no llevan la inmensa cantidad de guerreros que llevaban otrora, por lo que así, la “civilización blanca”, con la instalación de nuevos fortines,  va ganando terreno y se afianza su control en estos territorios.

La Revolución de Mayo

El estallido independista, modifica sustancialmente el sistema ofensivo-defensivo y el aborigen comienza a participar en la gesta libertadora, depone las armas y se une al blanco, ya como su aliado.
Pero resabios del antigüo odio a los “blancos” generado entre sus antepasados por los españoles, exacerbado ahora por la mendacidad de los gobiernos rioplatenses, que no cumplen con los compromisos que asumen ante las comunidades indígenas, llevan a los aborígenes a una nueva “guerra contra el blanco” blanco” y renueva sus devastadores ataques a los poblados y establecimientos instalados en los territorios llamados el “Gran Chaco”, del que participan las provincias argentinas de Chaco, Formosa, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, San Luis y Tucumán.
Los hechos posteriores a la Revolución de Mayo, cancelaron absolutamente todos los planes, proyectos y decisiones que no se vincularan con ella. Era la única prioridad que concitaba las autoridades de los territorios recientemente emancipados y todos los esfuerzos y medios con que se contaba, fueron puestos a disposición de este gran compromiso que habían asumido los revolucionarios y el pueblo de Buenos Aires: lograr el reconocimiento y la adhesión de los gobiernos vecinos, para esta gesta libertaria.
Así fueron pasando los años, sin que la preocupante situación que se vivía en la tierra chaqueña, fuera tenida en cuenta, hasta que el gobernador de Buenos Aires, JUAN MANUEL DE ROSAS pone su atención al problema y dispone poner en marcha una acción ofensiva para detener los ataques de los indígenas sobre los pueblos sometidos a un despiadado salvajismo.

Primera ofensiva (1833)

Se realiza contra los “mocovíes”, que ocupaban las zonas de Monigotes y Sunchales y el 25 de marzo de 1833, el comandante MATÍAS DÍAZ, en el combate en la “Laguna de las Tortugas”, Chaco, bate en sus tolderías a los indígenas “abipones”, comandados por los caciques JUAN PORTEÑO, PEDRITO, MANUELITO e HIPÓLITO.

Segunda ofensiva (1834)

Se dirige hacia Cayastá Vieja, en la provincia de Santa Fe.

Tercera ofensiva (1834)

Se realiza contra los aborígenes que hostilizaban los poblados de San Jerónimo (Santa Fe).

Cuarta ofensiva (1834)

Bate las tribus insurgentes que habitaban sobre las márgenes del río Salado.

Quinta ofensiva (1836)

Durante la cual se realiza una batida general hacia las tolderías de los indígenas belicosos y la provincia de Córdoba se suma a este esfuerzo que pretende lograr una paz duradera, pero por el contrario la lucha por la posesión de estas tierras, se renueva.
Luego de este intento, poco y nada se hace para solucionar el problema. Los ataques de los aborígenes continúan sin que las autoridades locales puedan hacer algo para detenerlos,  ya que no cuentan con los medios necesarios para hacerlo y el gobierno de Buenos Aires, se muestra impedido de ir en ayuda de ellos, bloqueado como lo estaba, por una situación interna explosiva, como lo fueron los enfrentamientos contra el caudillaje y las guerras civiles que oscurecieron durante muchos años a la Historia de la Argentina
14 de junio de 1870
Finalizada la guerra con Paraguay,  el gobierno argentino decide iniciar acciones ofensivas para poner fin a las incursiones que los aborígenes de la región, realizaban sobre los poblados y estancias de esos territorios.
Es entonces, que al igual que las campañas llevadas a cabo al sur de la provincia de Buenos Aires,  entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en 1870 se pusieron en marcha una serie de acciones militares en el Gran Chaco, con el mismo objetivo que fundamentó aquella: Recuperar esas tierras para la soberanía nacional, dejando ambos territorios expeditos para su ocupación y poblamiento, alejando definitivamente los peligros de una hostil actividad de los pueblos originarios, que rechazaban la presencia del “blanco”, considerando que siendo “dueños de esas tierras”, tenían derecho a defenderlas.
La primera expedición militar se realizó en 1870 al finalizar la guerra con el Paraguay y en 1877 finalizaron las operaciones, habiéndose logrado el control de todo el territorio, una vasta región comprendida entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Salado, que se hallaba habitada por los Guaycurúes, Mocovíes, Tobas, Pilagáes, Matacos, Mataguayos, Wichis, Chorotes , Chulupíes, Vilelas, Tonocotés, Tapietés , Chanés y Chiriguanos.
La campaña al Gran Chaco provocó la muerte de millares de indígenas, pero con una diferencia fundamental con la que se desarrolló al sur de la provincia de Buenos Aires: con la del Chaco, la población autóctona no fue exterminada, rescatándose como su principal logro, el haber permitido la expansión territorial de tres provincias:  Salta, que se expandió hacia el este, Santiago del Estero que avanzó hacia el noreste y Santa Fe, que agrandó su territorio hacia el norte, mientras que como consecuencia  directa de estas campañas, surgieron dos nuevas provincias a mediados del siglo XX, Chaco y Formosa, .
A principios del decenio que comienza en 1880, el “Gran Chaco” se encontraba definitivamente repartido entre la Argentina,-que conservaba la parte austral y el Paraguay, que era dueño de la boreal, al norte del río Pilcomayo. El arbitraje del Presidente norteamericano RUTHEFORD HAYES (12 de noviembre de 1878),  había concluido el pleito limítrofe que enfrentaba a ambos países  y los argentinos, una vez entregada la “Villa Occidental”, al país vecino, se habían instalado en la “isla del Cerrito”, capital circunstancial del territorio, hasta que, en 1879, el comandante FONTANA fundó Formosa, donde se instalaría la sede del gobierno
Los progresos del territorio continuaron lentamente. Los pobladores cultivaban mandioca, maní, caña de azúcar y  legumbres y algunos hornos de ladrillo facilitaban el material necesario para la construcción de viviendas. Funcionaban tahonas y trapiches para la industria de la alimentación  y el comercio de la madera, cada vez más intenso,  representaba la base más sólida (y a largo plazo, la más predatoria)  de la riqueza chaqueña. Quedaba, eso sí, un problema por resolver: el indio, que había vuelto a sus prácticas de asalto y robo a los poblados.
Los acontecimientos ocurridos por esos años en los territorios del sur argentino,  no dejaban muchas dudas sobre la suerte que correrían los aborígenes chaqueños: serían acorralados y exterminados. Algunos se incorporarían a las reservas, otros integrarían la mísera mano de obra de los obrajes. La supervivencia del  más fuerte era un dogma implícito en la Argentina de los “80”  y nadie iba a enternecerse por el destino que aguardaba a “los salvajes del norte”, cuya fama de indómitos, por otra parte, venía desde la época colonial.

Cronología de los hechos más trascendentes durante la Campaña al Chaco

Antes de la década de 1870, ya se habían  desarrollado algunas campañas militares en el territorio del Chaco.  Estuvieron a cargo de NAPOLEÓN URIBURU y MANUEL OBLIGADO, quienes peinaron el territorio en dirección este-oeste y viceversa. Una de estas marchas fue protagonizada por el comandante FONTANA, quien procuró unir las ciudades de Corrientes y Salta, debiendo enfrentarse innumerables veces con partidas de indígenas que lo obligaron a batirse con vigor, perdiendo uno de sus brazos en el combate de “La Cangayé”, librado en el centro de los territorios en disputa.

1º de marzo de 1866

El comandante militar de “La Carlota, provincia de Córdoba, JACINTO QUIRÓS, sale en busca de una partida de indígenas que había entrado en la provincia por “los Barriales” y los enfrenta en un paraje ubicado entre Algarrobos y La Carlota y los pone en fuga

16 de abril de 1870

El teniente coronel NAPOLEÓN URIBURU, salió de Jujuy con 250 hombres montados en mula, pertenecientes a un regimiento que había formado con reclutas de Salta y Jujuy y destinado a la frontera de Orán. Pasó por La Cangayé, la antigua reducción de Nuestra Señora de los Dolores que había sido fundada en 1781y abandonada en 1793 cerca de la unión de los ríos Teuco y Bermejo, continuó costeando el Bermejo y luego se internó en el Chaco hasta alcanzar el río Paraná frente a Corrientes luego de 1.250  km. recorridos en 56 días. Sometió a once caciques y miles de indígenas que fueron destinados a la zafra de la caña de azúcar y reconoció un camino hacia Corrientes. Durante esta campaña, un destacamento expulsó a un escuadrón boliviano que incursionaba en territorio argentino.

03 de junio de 1866

El comandante interino de la frontera norte, coronel MATÍAS OLMEDO, sorprende en su toldería a la tribu de los caciques TOMÁS NOVIRI y RAFAEL ALEZORE y los obliga a huir

26 de febrero de 1871

Partió de Buenos Aires el barco “Sol Argentino”,  que realizó la exploración del río Bermejo hasta la provincia de Salta y regresó luego a Buenos Aires en febrero de 1872. Durante este viaje se produjeron numerosos enfrentamientos con indígenas.

31 de enero de 1872

El presidente DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO creó el Territorio Nacional del Gran Chaco, estableciendo como su ciudad capital a la Villa Occidental (hoy territorio paraguayo), siendo su primer gobernador JULIO DE VEDIA.

1872

NAPOLEÓN URIBURU viajó hacia el Chaco para auxiliar al vapor “Leguizamón” que se hallaba varado en el Bermejo, mientras se cumplía tareas de rastrillaje por las costas de ese  río, cuyos poblados vecinos, sufrían ataques de los abipones..

1875

El coronel NAPOLEÓN URIBURU, ya como gobernador del Chaco, atacó las tolderías de los caciques NOIROIDIFE y SILKETROIQUE, derrotándolos. Ese año fue asesinado por los aborígenes el capitán estadounidense SANTIAGO BIGNEY y seis tripulantes de la chata “Río de las Piedras” cuando navegaba por el Bermejo e intentaba comerciar con ellos. Para recuperan la embarcación y otra que la había auxiliado, el 25 de diciembre de 1876 el capitán de marina FEDERICO SPURR ingresó en el Bermejo con la nave Viamonte”, combatiendo en varias acciones contra los tobas, a los que derrotó en Cabeza del Toba. Las dos embarcaciones que habían sido hundidas por los indígenas, fueron recuperadas por Spurr con parte de la carga, arribando a Corrientes el 17 de enero de 1877.

23 de julio de 1875

El comandante LUIS JORGE FONTANA inició un reconocimiento de la entrada del río Pilcomayo, navegando 70 kilómetros por su recorrido.

19 de abril de 1878

El coronel NAPOLEÓN URIBURU realizó una nueva expedición punitiva.

29 de agosto de 1879

El coronel MANUEL OBLIGADO partió desde la ciudad de Reconquista con 150 hombres en misión de reconocimiento y vigilancia y regresó el 12 de octubre, luego de recorrer 750 km, sin combatir con los indígenas.

04 de mayo de 1880

Por orden del presidente NICOLÁS AVELLANEDA, el mayor LUIS JORGE FONTANA, partió de Resistencia con 7 oficiales, 30 soldados, 8 indígenas y 2 rastreadores,  con el objetivo de reconocer un camino que uniera Corrientes con Salta. Luego de 104 días de marcha, llegó a Colonia Rivadavia, en la provincia de Salta. Luego de  recorrer 520 km bordeando el río Bermejo y dejando abierta una picada en el monte. Durante el transcurso de esa marcha, derrotó a un grupo de tobas que lo superaban en número en un combate en el que perdió un brazo, acción de la que informó mediante el siguiente telegrama que le envió al Presidente Avellaneda: “Estoy en Rivadavia. Queda el Chaco reconocido. He perdido el brazo izquierdo en un combate con los indios, pero me queda el otro para firmar el plano del Chaco que he completado en esta excursión”.

 20 de mayo de de 1881

El coronel JUAN SOLÁ Y CHAVARRÍA partió al mando de una fuerza compuesta por 9 oficiales, 50 hombres de tropa y 3 voluntarios desde el fuerte de Dragones en la provincia de Formosa,  con el objetivo de reconocer el interior de la zona entre el Pilcomayo y el Bermejo hasta el puerto de Formosa, mientras que con su presencia, eficazmente disuasoria, brindaba protección a las poblaciones ribereña. Desde el Fortín Belgrano costeó luego el Bermejo y ante su demora en llegar a destino, el gobernador del Chaco, coronel BOSCH, envió 100 soldados en su búsqueda. El 3 de septiembre, el coronel SOLÁ alcanzó la localidad de Herradura y desde allí, viajó de regreso por barco hasta Formosa.
En todos los casos, estas campañas, emprendidas  con medios precarios, en las que los inconvenientes (como lo señala el historiador militar FÉLIX BEST), “se salvaban gracias a una mezcla de audacia y buena suerte”, sin contar que además, se sacaba partido de la merma del valor combativo de los indígenas, a quienes el alcohol, la pérdida progresiva de las regiones boscosas que le daban sustento y el avance inexorable de los blancos en sus tierras ancestrales, producían un efecto desmoralizador.
Factores estos, que no son demérito del “valor desalmado de los salvajes (“Campaña del Desierto” de JOSÉ E. RODRÍGUEZ) y la astucia con que combatieron estos bravos guerreros aborígenes, que casi sin poseer ningún armamento idóneo para enfrentarse con las fuerzas nacionales, las habían combatido en inferioridad de condiciones, durante muchas décadas,  algunos de los cuales, como  LEONCITO, PETISO, CAMBÁ y SALARNEK-ALÓN, han dejado grabado en la memoria de nuestra Historia, el recuerdo de sus hazañas.

19 de abril de 1882

Los tobas y chirigüano asesinaron al médico francés JULES CREVAUX y A once de sus compañeros cerca de La Horqueta, al norte del paralelo 22° S, en el Pilcomayo.

02 de junio de 1882

El mayor LUIS JORGE FONTANA al comando del vapor “Avellaneda” y la lancha “Laura Leona”, exploró el río Pilcomayo en busca de los restos de Crevaux, regresando el 18 de septiembre sin haber  podido  hallarlos.

 11 de junio de 1883

Desde Dragones, en la provincia de Formosa, el teniente coronel RUDECINDO IBAZETA partió al mando de un destacamento compuesto por 135 hombres, con la orden de encontrar a los culpables del asesinato de CRAVEAUX y de traerlos de regreso para ser juzgados.

 29 de junio de 1883

Desde la ciudad de Resistencia, actual provincia del Chaco, el coronel MANUEL OBLIGADO dio cuenta del resultado de su campaña al interior del Chaco contra los indígenas que de tiempo de tiempo hacían sus malones a las poblaciones que se estaban formando al amparo de las autoridades de la Nación. Esta campaña ha sido una de las que dieron mejores resultados; sorprendiendo varias tolderías, consiguiendo arrollar y deshacer los últimos restos de las feroces tribus de “mocovíes”, aprisionando muchos indígenas, arrebtándoles gran cantidad de caballos, mulas, animales vacunos, ovejas y cabras que se habían robado; estableciendo fortines, levantando planos, clasificando bosques. Todo esto luchando contra la inclemencia del tiempo, la ferocidad de los indígenas y las alimañas peligrosas que abundaban por esos lugares.

10 de agosto de 1883

Seiscientos cincuenta indígenas tobas y chirigüanos montados (presumiblemente, los asesinos del doctor CRAVEAUX), atacaron en las riberas del río Pilcomayo, a las fuerzas del coronel IBAZETA, quien logró rechazarlos, causando la muerte de 60 de ellos.

 18 de setiembre de 1883

El teniente coronel IBAZETA  regresa a Dragones luego de realizar una expedición punitiva

1883, 1885, 1886 y 1892

El explorador francés ARTURO THOUAR realizó cuatro expediciones en la zona del Pilcomayo.

Entre  1883 y 1884

Se llevaron a cabo varios avances simultáneos sobre el territorio chaqueño. El historiador ORLANDO MARIO PUNZI ha realizado la crónica de la campaña del comandante IBAZETA contra los “chiriguanos” de Salta -que sirvió para reconocer buen parte del Chaco central- y la de OBLIGADO, que partió de Chilcas, Fortín Inca y Reconquista. Pero estas expediciones, que tenían más de exploraciones geográficas, que de campañas militares, sólo fueron el antecedente de la que se considera definitiva en la incorporación del Chaco a la Nación: la que encabezó el ministro de Guerra, general y doctor BENJAMÍN VICTORIA.

21 de agosto de 1884

Acompañado por el naturalista e ingeniero hidrólogo OLAF J. STORM, salió de Formosa una flota al mando del sargento mayor de marina VALENTÍN FEILBERG conformada por la bombardera “Pilcomayo”, el remolcador “Explorado”, la lancha a vapor “Atlántico”, la chata “Sara” y  otra más pequeña con la misión de explorar el río Pilcomayo y establecer un fortín en su boca. Este Fortín, llamado  “Coronel Fotheringham”, fue la base de la actual ciudad de Clorinda. Exploraron luego varios brazos del río hasta cerca del Salto Palmar y regresaron a Buenos Aires el 14 de abril de 1885.

17 de octubre de 1884

El general BENJAMÍN VICTORICA, ministro de guerra y marina del presidente JULIO A. ROCA, encabezó una expedición con el objetivo de llevar la frontera con los indígenas del Chaco hasta el río Bermejo, estableciendo una línea de fortines que llegara hasta Salta.
Con su campaña, VICTORICA se proponía llegar hasta el río Bermejo y unir definitivamente el litoral paranaense con el altiplano, contando con la guía de dos exploradores de gran experiencia que acompañaron su marcha: El comandante FONTANA en el Chaco central y navegando el río Pilcomayo y VALENTÍN FEILBERG, un marino que, años atrás, había remontado el río Santa Cruz, hasta llegar al Lago Argentino, en el extremo sur del país.
A tales efectos, cinco columnas partieron desde Las ciudades de Córdoba, Resistencia y Formosa, con la orden de confluir sobre “La Cangayé”, Dos de ellas, debían remontar los ríos Bermejo y Pilcomayo, mientras que las otras tres, constituyendo la reserva de esas fuerzas, integrada con parte del Regimiento de Infantería de Marina, se instalarían en el Fortín General Belgrano. La campaña se realizó entre el 17 de octubre y el 21 de diciembre y en esos dos meses, se lograron todos los objetivos que se habían propuesto.
Se habían reconocido infinitas picadas y senderos, fundándose Fuerte Expedición, Puerto Bermejo y Presidencia Roque Sáenz Peña. El río Bermejo había quedado expedito para ser navegado en todo su recorrido. El desierto verde ya era conocido en sus rumbos principales. En cuanto a los indios, se suponía que ya se habían terminado  los malones sobre las poblaciones de Santa Fe, Santiago del Estero  y Córdoba. La guerra iniciada en el siglo XVII terminaba así con la derrota de los aborígenes, y sólo elementos residuales, mezclados con delincuentes blancos  y mestizos, continuarían trayendo alguna inquietud a los pobladores. De hecho, el último malón ocurriría en 1924.
Conviene destacar que la campaña de VICTORICA no tuvo características épicas. Hubo más pérdidas de ganado que de gente, más accidentes provocados por inconvenientes del clima y del suelo que por encuentros con los aborígenes. El avance resultó más incómodo que peligroso y la preocupación fundamental fue re conocer la fauna y la flora, apreciar las condiciones del suelo, identificar las aguadas y los accidentes geográficos en aquella monotonía de montes bajos, lomadas y esteros. El general IGNACIO FOTHERINGHAM también ha narrado la parte que le cupo en esta empresa, en la que participó como gobernador de Formosa. En su libro dedica largos párrafos a describir las incomodidades provocadas por el calor y los mosquitos, las arañas y las víboras. Recuerda la esterilidad de la tierra, ese lodo calcáreo sobre el que se alzaban los lapachos y quebrachales. Delinea esa guarida de tigres y antas que era la selva chaqueña y enumera los medios de transporte usados: los pies por por empezar, pero además el caballo, la lancha a vapor, los botes y sobre todo los carros y carretas. La naturaleza era el obstáculo más duro; el mismo FEILBERG tuvo que abandonar su exploración del Pilcomayo, al igual que dos oficiales que posteriormente, también intentaron la empresa, “corridos” por esa “infernal naturaleza”.
Simbólicamente, la marcha de VICTORICA en el norte fue contemporánea de la que en ese momento realizaba el coronel  LORENZO VINTTER en la región austral, que fuera el colofón final de la  expedición de JULIO ARGENTINO ROCA al río Negro. Al norte y al sur de la República, para dejar liberados del terror a esos territorios para su ocupación y poblamiento.

25 de junio de 1885

Zarpó de Buenos Aires el vapor “Teuco” al mando de JUAN PAGE para explorar el río Bermejo, regresando a Corrientes el 3 de octubre.

Agosto de 1885

Una flotilla de tres embarcaciones al mando GUILLERMO ARÁOZ navegó por el río Bermejo, explorando también el río Teuco. La expedición continuó en enero de 1886 hasta el río San Francisco al mando de los subtenientes SÁENZ VALIENTE y ZORRILLA.

19 de septiembre de 1886

Zarpó de Buenos Aires una escuadrilla al mando del capitán de marina FEDERICO WNCELSAO FERNÁNDEZ, compuesta por el vapor “sUCRE” Yy la chata “Susana”, para explorar el río Aguaray Guazú y verificar sus vinculaciones con el Pilcomayo.

23 de noviembre de 1886

El capitán EULOGIO RAMALLO con una partida del Regimiento 12 de Caballería derrota a los caciques SADUA y PITERATY.

 02 de enero de 1887

El alférez ÁNGEL A. HERRERA del Regimiento 12 de Caballería, en el paraje llamado “Conchas” bate a una partida de indígenas.

09 de enero de 1887

El capitán FENELÓN ÁVILA con 20 soldados del Regimiento 12 de Caballería derrota a un malón  que había robado en la “Colonia Las Toscas”.

22 de enero de 1887

El alférez ÁNGEL A. HERRERA con 11 soldados del Regimiento 12 de Caballería, ataca una toldería de indígenas que habían estado de correría, logrando rescatar 3 cautivas y numeroso ganado.

27 de enero de 1887

El capitán FENELÓN ÁVILA, sale al mando de un destacamento del Regimiento 12 de caballería en misión de vigilancia de los territorios al sur de la línea del Bermejo y al llegar a “Riacho de Oro”, logra batir a una importante partida de indígenas guerreros que se resistían a dejar las armas.

 1889

Campaña del Lorenzo Winter. Se pone en marcha para proteger poblaciones asentadas en Santa Fe y en las márgenes de los ríos Paraná y Paraguay, contra indígenas y bandoleros aliados para cometer fechorías.

 12 de marzo de 1890

Los barcos “Bolivia” y “General Paz”, iniciaron una nueva exploración del Pilcomayo al mando del capitán de fragata Juan Page, que murió durante el viaje, explorando el Brazo Norte.

1º de setiembre de 1899

El general LORENZO VINTTER, inició una campaña militar en el Chaco austral al mando de 1.700 hombres de la División de Operaciones del Chaco, formada por un batallón de infantería, cinco regimientos de caballería y un regimiento de artillería. Se intentó convencer pacíficamente a los indígenas de que debían someterse, pero se realizaron varios combates y la línea de frontera fue establecida en el río Pilcomayo. Se crearon puestos militares avanzados comunicados por telégrafo y un camino. La campaña concluyó con la ocupación militar efectiva del Chaco argentino, que se realizó con escasa resistencia indígena.

Campaña al Chaco. Tropas al mando del Cte Astorga, entregan pilchas y lanzas a indígenas lugareños, Ca 1895

 1907

Se crea la División  Caballería del Chaco. Con la intención de ocupar paulatinamente todos los territorios afectados por la hostilidad de los aborígenes, tratando de pacificarlos y de llevar la zona de seguridad hasta el río Pilcomayo
1911
Creación de de las “Fuerzas en Operaciones del Chaco”. Con el objetivo de eliminar la frontera interior existente, llevándola hasta el Pilcomayo
1914
Es disuelta la División de Caballería del Chaco, quedando a cargo de las últimas operaciones en la zona,  el Regimiento 9 de Caballería.
31 de diciembre de 1917
Así concluye prácticamente la “Campaña al Gran Chaco”, ya que hasta 1919 y más adelante, aún, sólo se registrarán pequeños ataques aislados y sorpresivos, ejecutados por bandas de indígenas (no siempre argentinos) y vagabundos que hostilizaban a los fortines de frontera, conducta que adquiere su máximo dramatismo en el caso del “Fortín Yunká” (19 de marzo de 1919), a cuyos atacantes se los considera como el último malón (ver “La tragedia del Fortín Yunká” en Crónicas)
PUEBLOS ABORÍGENES INVOLUCRADOS EN ESTAS ACCIONES
Muchas eran las tribus pertenecientes a distintas etnias las que habitaban la región en la época que nos ocupa, pero no todas participaron en las acciones que se desarrollaron durante la “Campaña al Gran Chaco”, por lo que consignaremos a continuación, las que tuvieron una más activa participación en dicho evento.

Abipones

Tenían su “hábitat” en la ribera norte del río Bermejo inferior. A comien
zos del siglo XVIII adoptaron el caballo y se dedicaron a la depredación, atacando las estancias y las ciudades de los españoles.

Chirigüanos

Pueblo originario del noreste de la provincia de Salta, se vieron involucrados en la lucha contra el hombre blanco, arrastrados por sus “hermanos” del sur de esa provincia, los “vilelas”, que por ser más combativos, estuvieron más dispuestos para defender lo que consideraban su tierra, por derecho de nacimiento  y su modo de vida.

Mocovíes (de la etnia de los guaycurúes)

Aliados de los abipones en sus correrías, originariamente vivían en las fronteras del antigüo Tucumán y contribuyeron en gran medida con la destrucción de “Concepción del Bermejo” y en los ataques que se llevaban a cabo sobre Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba. Alejados de esos centros de población por la expedición que ESTEBAN DE IURIZAR Y ARESPACOCHAGA llevara contra ellos en 1770,  se dedicaron a hostilizar poblaciones y estancias de Santa Fe.

Matacos

Vivían al oeste de Chaco y Formosa y este de Salta. Tenían una agricultura muy rudimentaria. En sus ataque a poblados utilizaban lanzas y “macanas” (un temible garrote hecho con madera dura, quizás quebracho, árbol nativo de la zona). Cuando llegaron los españoles, se dedicaron casi exclusivamente al asalto de sus instalaciones.

Pilagaes (de la etnia de los guaycurúes)

Habitan en la parte central de la provincia de Formosa, sobre la margen derecha del río Pilcomayo, en las zonas anegadizas del estero “Patiño”. Son los únicos de la familia de los  “guaycurúes” que todavía tienen una importante cultura autóctona

Sanavirones.

Habitaban el bajo río Dulce y en la cuenca de Mar Chiquita, hasta el río Primero en territorios que hoy ocupa la provincia de Córdoba y desde allí hostilizaban  a sus vecinos, los “comechingones”  hasta que llegados los españoles, comprobando que con ellos obtenían
mejores botines en sus correrías, se dedicaron a atacar y a saquear sus poblaciones.

Tobas (de la etnia de los guaycurúes)

Ocupaban originariamente  el territorio que hoy ocupa la provincia de Formosa; después se replegaron hacia el este, extendiéndose luego hacia el norte y el sur. En el siglo XVIII también adoptaron el caballo y así aumentó su peligrosidad, pues como hábiles jinetes, les resultó muy conveniente la velocidad con que sus montados  les permitían ataques relámpago a estancias y poblados de esos territorios

Vilelas

Habitaban el sudeste de Salta. Se distinguieron por su fierez y valor en el combate y en varias oportunidades derrotaron a las tropas españolas que intentaban penetrar en su intrincado territorio. Con la incorporación del caballo, como su arma de combate más eficaz, se transformaron en hábiles jinetes y con la lógica mayor movilidad que les daba ir montados, sus ataques al hombre blanco, se hicieron más profundos, audaces y repetidos. Son hoy un pueblo cuyos escasos descendientes viven en las provincias del Chaco, Santiago del Estero, junto a pequeños grupos emigrados a Rosario y el Gran Buenos Aires

CÓMO COMBATIR EL INDIO EN LA FRONTERA NORTE.

Por considerarlo de interés, recordamos que la expedición al río Pilcomayo, efectuada por el gobernador intendente de Potosí, FRANCISCO DE PAULA SÁENZ, le sirvió a este, para producir un informe sobre los resultados de su expedición, acompañado por una serie de conclusiones, que según su criterio, deberían ser tenidas en cuenta para combatir con éxito a los indígenas hostiles. Dice al respecto en su informe del 21 de mayo de 1805:  “Es necesario tener en cuenta que la preparación y ejecución de una excursión contra los indígenas del Chaco, deberá afrontar serias dificultadas, fundamentalmente presentadas por factores geográficos. Es de capital importancia entonces realizar exploraciones previas y empleando pequeñas unidades de tropa, conocedoras del terreno y de las tribus que lo ocupaban; preparar detalladamente la zona de operaciones, de manera tal que los  operativos de la lucha contra los indígenas, se realicen contando con la debida organización, el necesario equipo y el suficiente adiestramiento de la tropa a emplear. La escasez de soldados y la falta de un equipamiento militar adecuado resulta menos peligrosa que la carencia de agua o abastecimientos. Por ello debe insistirse repetidamente en el aprovisionamiento de ganado vacuno y caballar, enviándolo  por remesas, previamente concertadas con las guarniciones  instaladas en tierras de indígenas o reunido luego de atacar los pueblos hostiles que se encuentren  en el camino. Ir penetrando en territorio indígena mediante etapas sucesivas para afianzarse en el terreno conquistado y abastecerse convenientemente para las próximas etapas. Utilizar, en lo posible, la vía fluvial y poseer un depósito de víveres siempre en las cercanías de las columnas. En nuestro caso,  el centro de abastecimiento fue el Fuerte de San Luis. Medir las jornadas diarias de marchas por la presencia de agua y pasto en primer término. Por ello, el indio quema siempre los pastos. Contar siempre con la presencia de indios aliados y baquianos. Arrasar con los pueblos hostiles para luego de quemar las casas buscar los “troges” de maíz, que muchas veces han sido enterrados y apoderarse de todos los animales que se encuentren como gallinas patos, etc. además del ganado caballar o vacuno  que posean. Dentro de la táctica operativa indígena,  además de la quema de los pastizales,  está también el retiro inmediato de sus muertos en batalla,  para evitar que el enemigo conozca el alcance del daño efectuado entre las filas de la indiada” Finalmente opina sobre la táctica operativa que será conveniente aplicar en la guerra contra los indígenas, diciendo que “se deben realizar ataques rápidos y decisivos y no efectuar operaciones prolongadas y  lejanas, dificultadas por las posibilidades de abastecimiento”.

Gran parte de este material ha sido extraído de una nota titulada “La conquista del Chaco” publicada en el Anuario Nº 1 del año 1983, de la Revista “Chasque del Desierto”, obra a la que nos permitimos sugerir que se recurra, para ampliar y mejorar esta información 

miércoles, 13 de julio de 2016

Anécdotas militares: El "Tuerto" Méndez

Una hazaña del “Tuerto” Méndez



El teniente coronel Eusebio José Méndez era un valiente que había nacido en Guaymallén (Mendoza), el 15 de dicimbre de 1848.
Poco antes de que se declarase la guerra contra el Paraguay ingresó como soldado distinguido en el Regimiento 6 de línea.
Su cuerpo cubierto de heridas decía a las claras que siempre había estado en lo más terrible del entrevero.
Sus camaradas le llamaban el “Tuerto Méndez” por un culatazo le había hundido la frente sobre el ojo izquierdo.
Terminada la contienda con el Paraguay era ya sargento mayor y ese grado marchó al Chaco con el general Donovan en 1876.
En ese año, siendo gobernador de Corrientes el señor Virasoro y vicegobernador D. Juan Ramón Vidal, estalló una revolución encabezada por un mayor de apellido La Rosa. El gobierno sitiado en su sede pidió auxilio a Doriovan, que a la sazón se hallaba en Resistencia, quien, en seguida, mandó al mayor Méndez a la cabeza de 100 hombres a sofocar el movimiento.
El cruce del río se hizo en canoa y rio bien desembarcaron, el famoso tuerto se encontró frente a frente con el mayor La Rosa, que lo estaba esperando en el puente para pasarlo a degüello con todas sus fuerzas.

Dándose cuenta del peligro y viendo que las tropas insurgentes eran muy superiores a las suyas, Méndez resolvió salvar la situación con un golpe de audacia:


 ¿Así que vos sos el revolucionario? Me parece que sos pura espuma y no te animás a pelear mano a mano conmigo.
El mayor La Rosa, que era un verdadero gigante, se le acercó una sonrisa despreciativa y resuelto a darle una lección ejemplar. El veterano del Paraguay tenía un hermoso arriador de mango de plata que manejaba con rara habilidad. En cuanto lo tuvo a La Rosa a tiro lo volteó de un certero golpe y ya en el suelo le dió tantos lonjazos, a la vista misma de su tropa, que le rompió la chaquetilla y dicen que le sacó hasta la piel del cuello.
La Rosa, vencido, le rogó que no le pegara más, y el terrible “Tuerto”, poniéndole la bota en el pecho, dió por terminada la revolución.

jueves, 17 de marzo de 2016

Conquista del Chaco: La indomable Alice Chavagnac de Le Saige

La historia de la condesa que huyó de Francia con su jardinero y murió en el Chaco en un malón

Por: Claudia Peiró cpeiro@infobae.com
"Heroína digna de Balzac o de Dumas"; "mujer de voluntad y pasiones poco comunes": así debió ser Alice Chavagnac de Le Saige para embarcarse en 1888 en la aventura incierta que la llevó a un trágico final


La condesa Alice Chavagnac de Le Saige

Hasta hace algunos años, la historia de "la Condesa francesa" todavía formaba parte de la tradición oral transmitida de padres a hijos en Resistencia. Hoy, desaparecidos ya todos los testigos directos, nos queda sin embargo el trabajo de escritores e historiadores que hallaron en la vida de esta singular mujer materia interesante de investigación y relato, ya que, más allá del destino individual, la historia de Alice Le Saige permite reconstruir también la de una ciudad y su región.

Sobre la Condesa se ha escrito una biografía novelada –La Condesa de las tierras tobas, de Sixta Segovia de Giuliano-, un detallado trabajo –Trágico destino de la condesa Alice Le Saige, de Ramón de las Mercedes Tissera- y, más recientemente, el periodista e historiador Rolando Pérez Beveraggi le dedicó un capítulo de su libro Resistencianos, en el que retrata a varios personajes emblemáticos de la ciudad. "Ella fue una protagonista fundamental, vivía en un Palacio y vino a la nada", dijo Pérez Beveraggi a Infobae, en referencia a la realidad chaqueña de aquellos tiempos.


Contra lo que se suele pensar, la última "frontera" con el indio no fue el sur pampeano o patagónico, sino la región chaqueña (el norte de Santa Fe, y las futuras provincias de Chaco y Formosa). Allí se produjo una oleada de malones a fines del siglo XIX. Sin embargo, como veremos, aunque murió en medio de uno de ellos, a Alice Le Saige no la lancearon los indios. Pero vayamos al principio de esta historia.

Como lo señala Pérez Beveraggi, el contraste entre el castillo de Cheronne, en las inmediaciones de París, en el cual nació y creció Alice Françoise Marie de Chavagnac y la tierra montaraz en la cual acabó sus días es muy grande. Su familia pasó de integrar el séquito de María Antonieta a padecer sucesivas pérdidas de privilegios, al compás de los avatares de la época revolucionaria, que fueron minando el Antiguo Régimen.


El castillo de Cheronne, a pocos kilómetros de París, donde nació la Condesa de Le Saige

Nacida en el año 1840, Alicia había recibido una educación bastante sofisticada. A los 23 años, en 1863, se casó con Raoul Le Saige, vizconde de Villesbrune. El matrimonio tuvo seis hijos, dos varones y cuatro mujeres.

Al parecer, ante las dificultades económicas que empezaron a enfrentar los Le Saige, fue Alice la que demostró espíritu emprendedor, consagrando las tierras del antiguo feudo de Cheronne a la producción agrícola y en particular a la floricultura.

UNA RELACIÓN PELIGROSA SURGIÓ ENTONCES ENTRE LA CONDESA Y EL PLEBEYO

Apareció así el tercero en discordia: Magni –sólo así se lo conoce-, un jardinero que madame Le Saige trajo a la propiedad para asesorarse en la producción de flores destinadas al mercado parisino. Una relación peligrosa surgió entonces entre la condesa y el plebeyo. Enterado del asunto, la reacción del Vizconde fue más bien civilizada para la época: Alice no fue repudiada, y se acordó una separación amigable. Incluso se repartieron los hijos. La Condesa se marchó con los dos varones y las cuatro mujeres quedaron con el padre. Lamentablemente se ignora de qué forma decidió ella poner rumbo hacia el fin del mundo.

Pero lo cierto es que, pese a que no era demasiado joven –48 años era una edad considerable por aquellos tiempos-, Alice Le Saige no temió iniciar una nueva vida en tierras ignotas al otro lado del mundo. Y se embarcó hacia Buenos Aires junto con sus hijos varones, Roland y Xavier, de 14 y 10 años respectivamente, y con el jardinero que, en América, sería presentado como un "tío".

Una vez en el Plata, le conceden a Alice veinte mil hectáreas en arriendo, en una región conocida como Campo Arocena, muy cercana a Resistencia, a unos 40 kilómetros del centro de la ciudad.


Resistencia antigua. En la colonia, abundaban los mangrullos, para prevenir los peligros

Cuando la Condesa llegó a la zona, Resistencia era apenas una colonia, fundada hacía sólo 13 años, con una primera oleada de inmigrantes del Friuli, noreste de Italia.

La comitiva de Alice Le Saige habrá resultado más que exótica a su llegada al puerto chaqueño de Barranqueras –la vía fluvial era la usual para estos traslados en aquel tiempo-: aunque pequeña, incluía, además de los baúles de cada pasajero, un piano de cola y una imagen de Santa Ana, en hierro, de gran porte.

Como es de suponer, las autoridades chaqueñas intentaron disuadir a la Condesa de ocupar las tierras concedidas o al menos alertarla de los riesgos. "Las fotos de más de cien años de Resistencia están llenas de mangrullos", señala Pérez Beveraggi.



Pese a todo, a sólo dos meses de haber llegado, Alice Le Saige ya estaba instalada en una casa de madera de dos plantas rápidamente construida, en lo que pasaría a llamarse Estancia Santa Ana, por la imagen traída desde Francia por la Condesa e instalada en el patio de su nuevo hogar.

En los diez años siguientes, Alice no sólo se adaptará totalmente a la dura vida en el monte chaqueño sino que convertirá a Santa Ana en el principal emprendimiento ganadero de la zona. Y ello pese a los contratiempos, como el temprano abandono de Magni, que la deja para irse al Paraguay, donde se pierde su rastro para siempre.


Roland Le Saige, vestido a la usanza criolla. Su madre, la condesa Alice Le Saige

En 1895, la muerte del Vizconde, con quien seguía legalmente casada, representará un salto de prosperidad para Alice, que lo hereda e invierte los fondos en comprar el campo que hasta entonces arrendaba, mejorarlo y aumentar su ganado hasta 4.000 cabezas.

Alice Le Saige se convierte en una vecina destacada de Resistencia y sus campos aledaños. Muy bien considerada, frecuenta la Capital para abastecerse, pero también con fines sociales, y entabla cordiales relaciones con los demás habitantes de la zona.

Se le atribuyen otros romances; había una pequeña pero influyente colonia francesa en Chaco, mayormente instalada en Colonia Benítez y en Margarita Belén, algo más allá del Campo Arocena. A diferencia de los inmigrantes italianos, en su mayoría agricultores y operarios, los compatriotas de Alice son en general exiliados políticos, nobles venidos a menos como ella.

En Las Palmas, la Condesa conoce al teniente Federico Jeanrenaud, suizo francés, joven y apuesto, que dejará el cuerpo de Guardias Nacionales, para instalarse como mayordomo en la estancia Santa Ana.


Uno de los primeros edificios de Resistencia, con su mangrullo

Sus hijos también se adaptan plenamente a la nueva vida y a sus trabajos. En 1894, algo frecuente en aquellos tiempos, se suma al grupo familiar un pequeño "entenado", Genaro, hijo de un peón de paso que luego se ausenta y lo deja allí. No faltó el rumor insidioso de que se trataba en realidad del fruto de algún desliz amoroso. Lo cierto es que Alice Le Saige se encariña con el pequeño y eso le será fatal. Pero no nos adelantemos.

"MILICOS DESERTORES Y PEONES CRIOLLOS ALZADOS CONVIRTIERON EL RESENTIMIENTO INDÍGENA EN FUERZA AGRESIVA"

En su detallado trabajo sobre esta colona francesa, Tissera recuerda que en aquel entonces la población indígena "seguía siendo ampliamente mayoritaria respecto a la colonización criolla y gringa". "Su marginación social y cultural constituía pues una carencia de extrema gravedad", agrega. Se trataba, explica, de "comunidades disgregadas, anarquizadas", entre otras cosas, por la pérdida de sus líderes. Por otra parte, "la condición de asalariados resultaba problemática" para ellos. Su subsistencia se tornaba complicada.

"A esta masa descontenta se agregó un factor muy especial: los milicos desertores de los fortines o las tropas de línea y los peones criollos alzados, cuyas incitaciones convirtieron enseguida el resentimiento indígena en fuerza agresiva", sostiene Tissera.

De esa combinación desgraciada fue víctima Alice Le Saige. "Fue un ataque manipulado por criollos –afirma Pérez Beveraggi-. La convivencia con el indio era por lo general pacífica, pero de tanto en tanto había sublevaciones".


La biografía novelada de Alice Le Saige

"Como es propio de las situaciones complicadas, con frecuencia pagaban justos por pecadores. Comunidades tranquilas eran asaltadas y baleadas a mansalva para vengar tropelías de otra gente", escribe Tissera aludiendo a las "crueldades injustificadas" de algunos destacamentos militares.

El próximo 13 de marzo se cumplirán 117 años del fatídico amanecer en el que, desde el mangrullo de la estancia Santa Ana, alguien alertó de la llegada del malón: unos 60 jinetes armados de lanzas y carabinas, integrantes de una comunidad mocoví, encabezados por tres criollos.

Jeanrenaud y Simón Gómez –peón de la primera hora que morirá en este combate desparejo- organizaron la primera defensa. Cuando vieron que no podían contenerlos, ordenaron a mujeres y niños dejar la casa y refugiarse en campos aledaños.


Resistencianos, el libro que retrata personajes emblemáticos del Chaco

Alice estaba llegando a la propiedad de sus vecinos más cercanos, los Imfeld, inmigrantes suizo alemanes, cuando se dio cuenta de que el pequeño Genaro había quedado rezagado y volvió en su búsqueda. Fue entonces que se topó con Victoriano Pinto, un criollo que había incluso trabajado años antes para ella y que, sin dudarlo, la lanceó. Herida en el vientre, Alice fue socorrida por los Imfeld. Sobre un lecho de la casa de estos vecinos agonizó durante varias horas. Murió a las 5 de la tarde.

"ALICE FUE UNA HEROÍNA EN AQUELLOS INICIOS DIFÍCILES DE LA COLONIA RESISTENCIA" (PÉREZ BEVERAGGI)

En el momento del ataque, el hijo menor de Alice estaba en Francia desde hacía un tiempo y el mayor se encontraba ocasionalmente en Resistencia.


El escritor e historiador chaqueño Rolando Pérez Beveraggi

Ambos jóvenes regresaron a Francia tras la violenta muerte de su madre. Tiempo después, la propiedad fue parcelada y vendida y la casa demolida por uno de los nuevos propietarios. La Condesa, contó Pérez Beveraggi, está sepultada en el panteón de la sociedad Francesa de Socorros Mutuos en el cementerio San Francisco Solano de Resistencia. "El lugar donde estuvo ubicada la estancia Santa Ana es conocido como Condesa Cué, en guaraní: campo que fue de la condesa", cuenta.

Para este historiador, que a través de su fundación –llamada Resistencianos, como su libro- busca rescatar la identidad y la cultura local, "Alice fue una heroína en aquellos inicios difíciles de la colonia Resistencia". Y con seguridad es por eso que una calle de la capital chaqueña lleva el nombre de esta singular mujer.

Lo que inevitablemente se piensa, al tomar conocimiento de aventuras humanas como ésta, es en la enorme cantidad de materia inexplotada que hay en nuestro pasado como país para la crónica, la historia, la literatura o el cine.



cpeiro@infobae.com

martes, 10 de noviembre de 2015

Conquista del desierto: Una versión pro-indígenas

El libro que cuenta la triste resistencia indígena durante la Conquista del desierto


"Una guerra infame" recupera uno de los períodos más turbulentos de la historia argentina: la colonización, el asesinato al indio y la forja del estado nación sobre una guerra desigual.


Una comunidad chaqueña a fines del siglo XIX. Fuente: Archivo General de la Nación

Juan Brodersen - Clarín



"¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar"
Domingo Faustino Sarmiento

La conquista del desierto, ese complejo proceso histórico que atravesó la Argentina en el siglo XIX, sigue generando controversias. Desde el mismo nombre, hablar de desierto hace pensar en un territorio vacío que fue ocupado por el ejército de Juan Manuel de Rosas desde 1833 en adelante. Sin embargo, una gran cantidad de estudios historiográficos demuestran hoy que quienes forjaron el Estado nacional, con Julio Argentino Roca como su máximo exponente, no sentaron las bases argentinas sobre tierras vírgenes, sino sobre sangre indígena.

"Una guerra infame" recupera los sucesos ocurridos en aquella primitiva argentina que poco sabía de instituciones. Traducida a "una guerra entre dos contendientes muy desiguales", la conquista del desierto es analizada por el periodista Andrés Bonatti y el historiador Javier Valdez en una obra que intenta sopesar el debe y el haber de las batallas colonizadoras.

Con un marcado hincapié en el consenso de la época, los autores no dejan de lado las motivaciones y los juegos políticos en torno al reparto de 500.000 kilómetros cuadrados, los miles de muertos y refugiados que las distintas campañas ocasionaron. Y tampoco la resistencia, siempre presente en las ocupaciones criollas. Aquí, los autores cuentan algunos resultados de su investigación, una conmovedora historia que se torna central para entender los cimientos de nuestra Argentina.

- ¿A qué se refieren con "la verdadera" historia de La Conquista del Desierto?


Andres Bonatti: Nuestro propósito ha sido realizar una investigación que aborde en forma integral la problemática en torno a la Conquista del Desierto, no solamente a partir de una descripción minuciosa de las campañas militares, de las políticas de despojo y sometimiento de las comunidades originarias, y del inescrupuloso reparto de las tierras entre los militares y los empresarios, sino también para indagar en las diferentes posturas políticas e ideológicas imperantes antes y durante la Conquista, con el objetivo de ofrecer una interpretación más clara de los hechos, sus causas y sus consecuencias. Nuestra intención ha sido acercar la historia de la Conquista del Desierto al lector común, no especializado, con un texto que reúne los hechos más importantes, algunos de ellos inéditos o poco desarrollados, desde una mirada crítica no exenta de rigor científico.


Expedición al Río Negro, con Julio Argentino Roca a la cabeza, en 1879. Fuente: Fuente: Antonio Pozzo (1829-1910), Ministerio de Guerra

- En la introducción hablan de las dos lecturas tradicionales de la Campaña como algo "malo" por el genocidio indígena, o "bueno" por la gesta del Estado Nacional a partir del roquismo. ¿Cómo se resumen estas posturas historiográficas?

- Javier Valdez: Una de las posturas tiene que ver con la línea historiográfica liberal tradicional, que tomó la campaña como la gran gesta patriótica del avance de la "civilización" en contra de la "barbarie", negando la preexistencia de sociedades indígenas, pero sobre todo desconociéndolas. ¿Qué historia se puede escribir sobre la base del desconocimiento? La otra postura fue la que trató de visibilizar a los pueblos originarios, pero centró sus esfuerzos en denuncias casi panfletarias contra los actos genocidas y personajes como Julio A. Roca. Si bien nosotros respetamos esta última posición, creemos también que en la actualidad hay excelentes trabajos provenientes de diferentes disciplinas e investigadores que nos están arrojando más claridad sobre todo el proceso, por lo cual tenemos el deber de ampliar nuestra mirada y no caer en posturas historiográficas simplistas y carentes de rigor.

- 1879 no es el punto de partida para entender la Conquista, explican. ¿Dónde arranca esta historia y por qué?

- JV: El espacio temporal que consideramos para nuestra investigación es mucho más amplio que el que proponen las visiones tradicionales. Lo enmarcamos desde las primeras expediciones a las "Salinas Grandes" comandadas por Pedro Andrés García en 1810 y 1811, y terminamos en 1917 con la instalación del último fuerte en el Gran Chaco. Claro que durante todo ese siglo de constante expansión sobre los territorios de los pueblos indígenas libres de Pampa, Patagonia y Chaco, tenemos diferentes etapas con avances y retrocesos; no es un proceso uniforme y lineal. Desde la perspectiva ideológica, la empresa que lleva al Estado argentino hasta los ríos Negro y Limay en 1880, también está sustentada muchas décadas antes de que Roca la ponga en marcha, por hombres vinculados a la Generación del ´37. Las ideas de personajes como Sarmiento o Alberdi fueron fundamentales a la hora de llevar adelante el avance sobre territorios y sociedades.



- ¿Cuáles fueron las grandes etapas de la Campaña?

- JV: Las etapas de guerra y conquista sobre los pueblos originarios coinciden con el corrimiento de la frontera interna y la expansión territorial del Estado. En este sentido, podemos diferenciar tres grandes momentos: el primero es la campaña organizada por Juan Manuel de Rosas en 1833; el segundo momento es la empresa comandada por el ministro Adolfo Alsina en 1876; y la tercera es la que emprendió Julio A. Roca a partir de 1879, que incluye muchas campañas militares durante la toda la década del ochenta a la Patagonia y al "Gran Chaco".

- ¿A qué le llaman "el largo calvario de una dinastía"?

- AB: Es en referencia a la dinastía Catriel, a la que le dedicamos uno de los capítulos del libro. El recorrido del linaje Catriel es uno de los más trágicos de la historiografía de los pueblos originarios de nuestro territorio.

- ¿En qué sentido?

- Fueron durante muchos años aliados incondicionales de los gobiernos de Buenos Aires, integraron los ejércitos porteños y se enfrentaron a sus propios hermanos mapuche en varias batallas, como por ejemplo la de San Carlos, en 1873, que derrotó al cacique Calcufurá. A cambio de esa ayuda, el Gobierno central les respetaba sus tierras. Pero la situación cambió cuando el Estado argentino decidió ir por todo, incluso por los territorios de los Catriel, sus históricos aliados, en la zona de Azul. A partir de ese momento se rebelaron, intentaron resistirse, pero fueron aplastados rápidamente y sus líderes enviados a la isla Martín García, uno de los centros de detención ilegal que tenía el Estado argentino por aquellos años.

- El libro le dedica un capítulo a los mecanismos de explotación perpetrados hacia las poblaciones indígenas. ¿Qué cuentan sobre esto?

- AB: Los indígenas sometidos durante la Conquista eran considerados "mano de obra barata" para las diferentes industrias de la época. Sus destinos fueron diversos. Los hombres en general eran enviados a trabajar en los ingenios de las provincias del norte, también a los obrajes madereros, algodonales o yerbatales. En todos los casos, las condiciones a las que se los sometían eran durísimas: muchas horas horas de trabajo, pagas paupérrimas y maltratos. El nivel de mortalidad entre ellos era altísimo, por la mala alimentación y las enfermedades. Los que tenían mejor suerte terminaban como soldados en algunos de los ejércitos de frontera. Y a las mujeres se las destinaba a las casas de las familias más poderosas como empleadas domésticas, a partir de la gestión de organismos como la Sociedad de Beneficencia, que actuaba como agente colocador de las mujeres indígenas en las mansiones patricias de la época.


El libro repasa las condiciones esclavas en las que trabajaban los pobladores originarios (Archivo General de la Nación)

- ¿Qué tipo de resistencia opusieron las poblaciones indígenas? ¿Cómo fue en La Pampa?

- JV: La lucha y la resistencia de los pueblos originarios que veían el avance avasallador del Estado tuvieron diferentes matices. Muy pocas fueron las parcialidades que tomaron actitudes pasivas. Más allá de pactos y alianzas con los gobiernos, de una manera heroica tenemos la resistencia ranquelina de Mariano Rosas y Paine Guor; pero también, no menos osada, la de Pincén, de Catriel y la de la dinastía de los Cura en la región pampeana. Más al sur, la épica lucha de Sayhueque secundado por Inacayal y Foyel; y las menos conocidas en la región chaqueña que involucra a jefes como Cambá o Leoncito. Cuando la conquista se hizo inexorable, las valientes lanzas mapuches y mapuche-tehuelche comenzaron un repliegue, que muchas veces los llevó hacia el vecino país de Chile o a refugiarse y relocalizarse en regiones de difícil acceso para el Estado Nacional.

- ¿Cuál fue el "botín" de la Conquista del Desierto?

- AB: La tierra. La Conquista del Desierto significó para el Estado argentino la apropiación de más de 500.000 kilómetros cuadrados de territorios, una extensión que equivale a la suma de las superficies actuales de las provincias de Buenos Aires y Río Negro. Hablamos de botín porque los principales beneficiados fueron un grupo reducido de argentinos, pertenecientes a la élite política y económica criolla, conformada por las familias más ilustres, que recibieron la propiedad de grandes extensiones de los territorios conquistados, a precios muchas veces irrisorios y con la ayuda de leyes diseñadas a medida. La principal consecuencia de este proceso fue la conformación de los latifundios, grandes tierras aptas para agricultura y ganadería, que quedaron en manos de un grupo selecto de empresarios aliados al poder político, o que incluso formaban parte de él.

- ¿Qué diagnóstico hacen luego de escribir el libro en torno a la Campaña del Desierto?

- AB: Creemos que la Conquista del Desierto fue un proceso de genocidio y etnocidio contra las comunidades originarias, que contó con un consenso casi absoluto entre los estamentos de poder de la época: militares, políticos, Iglesia, Sociedad Rural, científicos, medios de comunicación, y otros. Casi no hubo voces disidentes. Esto provocó la invisibilidad de los pueblos indígenas durante mucho tiempo.

- JV: la política del Estado argentino poco hizo por los pueblos originarios. Los logros en política indígena son fundamentalmente por la acción y la lucha de los mismos pueblos indígenas. Y los vestigios de la Campaña dura hasta nuestros días: pobreza, marginación, invisibilidad.