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domingo, 2 de abril de 2017

2 de Abril: Recuerdos del desembarco

Día D, hora H: el desembarco argentino en Malvinas en primera persona
El capitán de fragata José Luciano Acuña partió de Puerto Belgrano al mando de un buque repleto de tropas y con cinco sobres lacrados. Cuando recibió la orden de abrir uno de ellos, supo que estaba ante un momento histórico para el que se había preparado toda su vida 
Por Fernando Morales - Infobae




En febrero de 1982, el hoy contraalmirante retirado José Luciano Acuña, entonces capitán de fragata, se presentó en la base naval de Puerto Belgrano, a donde había sido destinado a fines de 1981, tras una breve licencia por la muerte de su esposa. A poco de llegar a su nuevo destino, fue asignado como comandante del buque de desembarco de tanques "Cabo San Antonio" y notó que "había una actividad que no era normal para esa altura del año". Las prácticas y preparativos que les eran ordenados alimentaban todo tipo de especulaciones entre los propios marinos.

"A mediados del mes de marzo me mandaron al Golfo San José, al norte de Península de Valdez", cuenta Acuña: embarcó al Batallón de Infantería de Marina N° 2 en el "Cabo San Antonio" y realizaron una serie de operaciones de práctica, que por su precisión ayudaron a alimentar aún más los rumores sobre la proximidad de una operación militar. Sin embargo, como el resto de los comandantes navales de esa época, Acuña no tenía la menor idea de lo que se estaba gestando: "Uno de los méritos que tenía la Operación Rosario es que pudimos guardar tanto secreto que el enemigo no se enteró. Cosa que es dificilísimo ante un servicio de inteligencia tan bueno como el británico", explica. Pero su intuición comenzaba a vislumbrar lo que sería su futuro próximo.

Tras las prácticas en Golfo San José, el "Cabo San Antonio" regresó a Puerto Belgrano y desembarcó los vehículos anfibios y las tropas. Pocos días después, cuando se conoció la orden de volver a embarcar, sumando esta vez a tropas del Ejército, todos avizoraron la proximidad del comienzo de la guerra.

El 28 de marzo fue un día radiante: "un día que da gusto ser marino", recuerda Acuña, quien zarpó con la flota ese mañana aunque todavía sin tener certezas sobre cuál sería su destino final. Antes de partir, el comandante de la flota, el contraalmirante Carlos Büsser, le entregó cinco sobres lacrados con el mandato de esperar órdenes para abrirlos, según se le indicara. Al llegar a bordo, un oficial trató de convencerlo de abrir el primer sobre y ver su contenido, algo que él descartó: "Cuando llegue la orden lo vamos a abrir", respondió.

La orden de abrir el sobre número 5 llegó cuando el "Cabo San Antonio" estaba en el punto donde comienza el canal de acceso a Puerto Belgrano: "En ese momento me enteré que formaba parte del grupo de tareas que iba a recuperar las Islas Malvinas", cuenta el marino. "Yo nunca supuse que iba a tener tanta responsabilidad. Me había estado preparando desde 1954 para esto", añade Acuña, quien al recibir la noticia cayó en la cuenta de que apenas conocía a su tripulación -acababa de ser transferido- y atravesaba el duelo por la repentina muerte de su esposa. "No quería que mis oficiales miraran y vieran a un viudo lloroso", sostiene al recordar cómo debió buscar fuerzas dentro de sí mismo.

El desembarco de los cerca de 400 infantes de Marina y Ejército que se encontraban a bordo quedó programado para "el día D a la hora H". Una vez que supo su destino, Acuña se lo comunicó a la tripulación y comenzó a navegar rumbo a Malvinas, con una trayectoria oblicua: debía evitar que los barcos que navegaban cerca la costa los vieran, pero también a los pesqueros que suelen navegar cerca de la zona de las 200 millas.

El 29 de marzo, el tiempo comenzó a desmejorar: "el 29, el 30 y el 31 soportamos un temporal del suroeste que nunca en mi vida había tenido que afrontar". El buque de desembarco de tropas y tanques Cabo San Antonio tenía portalones que se abren y bajan para permitir el desembarco, pero no muy resistentes a los "golpes de mar". Acuña sabía que "dos buques gemelos habían tenido problemas en un temporal y no habían podido abrir las compuertas", por lo que debió navegar evitando que se dañaran. "En ese temporal me di cuenta que tenía una tripulación muy marinera", explica.


Contraalmirante Carlos Büsser, comandante de las fuerzas de desembarco (Rafael Wollmann)

El día "D" estaba originalmente previsto para el primer día de abril, pero el mal clima retrasó los planes dado que era preciso al menos un día de mar calmo para organizar el desembarco. La ocupación de las Malvinas había sido bautizada inicialmente como "Operación Azul", pero en medio del fuerte temporal el entonces teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, embarcado en el Cabo San Antonio, recordó que cuando ocurrieron las invasiones inglesas al Río de la Plata, el general Liniers había enfrentado similares inclemencias, que cesaron cuando invocó a la Virgen del Rosario. Por su sugerencia, el almirante Büsser, jefe de la fuerza de desembarco, rebautizó la operación como "Operación Rosario": el cambio en las condiciones climáticas que posibilitó el inicio de las operaciones el 2 de abril quedó para siempre adjudicado a la intercesión de la Virgen.

Cuando el capitán Acuña dio la orden de alistar a las tropas para el desembarco, notó con sorpresa que no había movimientos en el buque: nadie había dormido en la noche del 1° al 2 de abril y ya todos estaban en sus puestos. Antes del desembarco, el comandante Büsser pronunció una arenga que se transformaría en mítica: instó a sus subordinados a ser duros con el enemigo pero amables con los habitantes, previno a las tropas de asalto acerca de que actuaría con máxima severidad ante delitos como el abuso de autoridad o el pillaje, prohibió el ingreso a las propiedades privadas y exigió el respeto a las mujeres y niños. La dictadura argentina apostaba a una operación "limpia" que no impidiera futuras negociaciones. "El viva la Patria que escuché en ese momento fue como un grito que salía de las entrañas del buque. Nunca me voy a olvidar de eso, cómo me emocioné", explica Acuña.

El "Cabo San Antonio" entró a Puerto Groussac sin radar ni sonda, en medio de la noche, y sólo una vez que recibió la contraseña por parte de los barcos que le daban cobertura. Antes, un grupo de buzos tácticos habían inspeccionado el lugar indicado para el desembarco, tras lo cual llegaron un grupo de comandos anfibios. "Siempre me acuerdo cuando estoy en un semáforo, porque la contraseña era 'luz verde'", recuerda Acuña con nostalgia. A las 6 se abrieron las compuertas y los vehículos anfibios se lanzaron al agua. Con el mar calmo y en la oscuridad de la madrugada malvinense, venciendo al temor natural que inspira la guerra, las tropas pisaron tierra firme e iniciaron la marcha por la turba, esquivando alambrados y obstáculos naturales. Horas después, centenares de soldados argentino tomaban el control de las islas sin producir bajas británicas.

Si bien la resistencia de los Royal Marines fue débil, en esas operaciones se produjo la primera baja argentina: el capitán Pedro Edgardo Giachino avanzaba con algunos de sus hombres sobre la casa del gobernador, que estaba cercada por fuerzas propias, cuando fue alcanzado por balas enemigas.

Treinta y cinco años después, Acuña recuerda aquellos días del desembarco y reflexiona: "La parte táctica estuvo muy bien. Muy pero muy bien. Fuimos justos, mostramos estar adiestrados, hicimos las cosas bien". Y añade: "Si alguna vez escuchan esas palabras 'los chicos de la guerra', por favor no lo repitan. Los conscriptos que estaban en el "San Antonio" eran marineros hechos y derechos, que cumplían con su obligación y querían más. Antes de terminar la guerra, cuando llegó una nueva camada de conscriptos, los que estaban a bordo no se querían ir".

En la "Operación Rosario" intervinieron unos 700 Infantes de Marina y 100 integrantes de fuerzas especiales. La cantidad de tropas fue decisiva para la toma de todos los objetivos planificados sin encontrar resistencia. Tras más de un siglo y medio de soberanía británica, las Islas Malvinas volvían a estar bajo bandera argentina.

sábado, 2 de abril de 2016

Análisis estadounidense del 2 de Abril



Problemas domésticos llevado a la invasión de Argentina; Análisis de noticias
Por EDWARD SCHUMACHER, especial para el New York Times
Publicado: 7 Abril 1982
New York Times

BUENOS AIRES, Abril 6- Hace tres semanas, un equipo de demolición civil de unos 40 argentinos desembarcó en la isla británica de Georgia del Sur para desmantelar una estación ballenera abandonada e izó la bandera argentina. El viernes, miles de soldados argentinos invadieron la colonia británica de las Islas Malvinas, Georgia del Sur incluidos. Hoy en día se están cavando en la mitad de la Armada británica cuece al vapor hacia las islas.

¿Por qué los argentinos lo hicieron? Las razones específicas no están claras, pero que subyace en la toma de las islas británicas son un nacionalismo ferviente, un sentido de la frustración de fracaso nacional en los últimos años y un Gobierno con su espalda contra la pared en el país.

'' Una convergencia de los acontecimientos hizo que la invasión mirada sensible en los ojos locales '', dijo un diplomático aquí. Ángel Robledo, un líder de la oposición peronista del partido, dijo: '' Con tantas cosas malas en el país, esto es, finalmente, una buena cosa. Retomando las islas tiene un tono moral y espiritual para el pueblo argentino ''.

La Argentina, con un tercio del tamaño de los Estados Unidos y con sólo 28 millones de personas, es rico en recursos. Antes de la Segunda Guerra Mundial su desarrollo económico estaba a la par con la de Canadá, pero durante los últimos 40 años se ha Argentina hundía en el caos. Los militares tomaron el poder en un golpe de estado hace seis años, decidido a romper el patrón, pero son capturados este año en una de las peores recesiones de la historia argentina y la inflación es de aproximadamente 150 por ciento al año.

El General Leopoldo F. Galtieri asumió la presidencia en un golpe de estado en diciembre, pero su Gobierno ha estado a la defensiva y, el 30 de marzo, se enfrentó a las protestas laborales violentos. La policía mató a dos manifestantes e hirió a cinco.

La planificación de la invasión comenzó dos semanas antes de las protestas, según diplomáticos, poco después de que el equipo de demolición, que había estado bajo un contrato a una empresa escocesa, recibió la orden de Georgia del Sur por científicos de la estación de British Antarctic Survey.

Pero, de acuerdo con los diplomáticos, mientras que el conjunto de tropas y equipo y el movimiento de los buques estaban en marcha, nadie pensó que Argentina sería realmente aprovechar las Malvinas.

Los diplomáticos dicen que fue la demanda británica que el equipo de demolición dejar Georgia del Sur que fue el catalizador de la operación militar. líderes de la oposición de la Argentina comparten el deseo de control sobre las Islas Malvinas. El viernes, decenas de miles de argentinos celebraron la convulsión en frente del palacio presidencial, e incluso el Partido Comunista felicitó al Gobierno.

Los argentinos son fervientemente nacionalista. Para la mayor parte de los últimos 40 años, el país ha tenido enormes barreras para mantener fuera las importaciones y el capital extranjero. Un punto de vista común, especialmente en el Partido Peronista, es que las corporaciones multinacionales han conspirado para mantener a Argentina una potencia de segundo orden y proveedor de carne único y trigo, sus principales productos de exportación.

Los colores nacionales de cielo corriente azul y blanco de los espejos retrovisores de muchos coches privados. El año pasado, un jugador de rugby de Irlanda del Norte fue encarcelado durante varias semanas para la destrucción de una bandera argentina en una broma. Tres personas fueron detenidas recientemente por no defender el himno nacional.

La propiedad británica de las Falklands, que los argentinos llaman las Islas Malvinas, ha sido una espina en particular. Los libros de agentes aduaneros se refieren a las islas como las Islas Malvinas. Un libro de viajes Inglés tiene el nombre Malvinas pegado sobre el original.

Argentina y Gran Bretaña habían estado negociando durante 17 años sobre las islas. Las islas han adquirido un nuevo valor a causa de la pesca y la posibilidad de petróleo en alta mar, pero los argentinos decir la economía no es la cuestión principal. '' El objetivo final era levantar la bandera de la isla '', dijo un diplomático.

La última ronda de negociaciones fue en febrero en Nueva York, y los funcionarios regresó quejándose de lo que vieron como la falta de seriedad británica.

El ex canciller Oscar Camilión, quien hasta diciembre fue el negociador con los británicos, dijo de sus encuentros con Lord Carrington: '' Tengo la idea de que yo no tenía su atención al 100 por ciento. Ahora creo que se debe entender que somos serios ''